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Antiparasitarios

Un antiparasitario es un medicamento antiinfeccioso usado en humanos y animales

para el tratamiento de infecciones causadas por bacterias y parásitos y para el

tratamiento de algunas formas de cáncer. Los medicamentos antiparasitarios son

los que se usan para tratar las parasitosis. Las parasitosis son enfermedades

infecciosas producidas por unos seres vivos, los parásitos. Se pueden encontrar en

el aparato digestivo humano. Hay dos grupos diferentes: los protozoos y los

helmintos. Son frecuentes en todo el mundo. Y aunque afectan a todas las edades,

los niños tienen un riesgo mayor.

Los parásitos han estado presentes durante toda la historia del ser humano y el uso

de remedios naturales para tratar estas infecciones se remonta a épocas antiguas.

Los pueblos indígenas del Amazonas usaron por vez primera extractos de la

corteza del árbol cinchona, que contenía quinina, para tratar a pacientes palúdicos

hace cientos de años. En China, Ge Hong registró siglos atrás una receta para el

tratamiento del paludismo con el uso de té de Qinghaosu. Con base en lo que ahora

se sabe acerca de los aspectos químicos de estos productos naturales, la eficacia de

ambos remedios tuvo una firme base bioquímica. Investigadores europeos

trabajaron en la creación de nuevos (y a menudo muy tóxicos) tratamientos durante

la segunda mitad del siglo XIX. Hacia 1930 se habían comercializado fármacos
sintetizados químicamente para el tratamiento del paludismo, la tripanosomiasis y

la esquistosomiasis.

Los antiparasitarios figuran entre los primeros antimicrobianos.

Pese a la introducción de antibióticos y al aumento explosivo del número y la

variedad de los mismos, los medicamentos antiparasitarios se han quedado muy

atrás. Casi todos los antibacterianos son ineficaces contra parásitos, que comparten

características eucariotas de sus hospederos. Debido a la falta de alternativas más

seguras, los quimioterápicos sintetizados durante la era previa a los antibióticos

permanecieron como elementos cruciales del armamentario terapéutico del

parasitólogo hasta hace muy poco tiempo. Casi todos requerían administración

prolongada o parenteral, la eficacia de muchos se restringía a etapas particulares de

la enfermedad, y la toxicidad de algunos exigió que el uso se limitara a

enfermedades muy graves o que ponían en peligro la vida. Con el tiempo, y a un

ritmo mucho más lento que el que se observó para los antibacterianos, se crearon

antiparasitarios más nuevos que superaron muchos de estos problemas. Su número

aún es limitado y hasta hace poco su seguridad y eficacia empezaron a equipararse

con las de sus equivalentes antibacterianos.

Los antiparasitarios más recientes tienen un espectro más amplio y son menos

tóxicos.
En la actualidad hay una necesidad extrema de más fármacos.

El uso de antiparasitarios y el desarrollo de los mismos han sido conformados en

un grado importante por la confluencia de enfermedades parasitarias en áreas

indigentes del mundo. Las medidas de salud pública basadas en la comunidad,

dirigidas a interrumpir la transmisión de organismos patógenos, como el suministro

de instalaciones sanitarias, abasto de agua limpia, y mosquiteros para cama

tratados con insecticida, a menudo están más allá de los medios de presupuestos

locales muy restringidos. En consecuencia, la principal carga de mitigar las

repercusiones de las enfermedades parasitarias en áreas endémicas a menudo recae

en funcionarios clínicos o trabajadores de salud comunitarios, quienes, al operar en

condiciones remotas y con recursos insuficientes, deben examinar, diagnosticar y

tratar a pacientes con quienes sólo tienen contacto fugaz.

El parásito puede llegar al organismo por varias vías: por el agua, las manos sucias,

los alimentos contaminados con restos de heces, algunos alimentos crudos o poco

cocinados (carne, pescado, crustáceos) y ciertos animales. Cada parásito tiene un

ciclo vital propio. En él intervienen parásitos adultos que ponen huevos, de los que

nacen nuevos individuos.

Los síntomas cambian según el parásito de que se trata. Los más comunes son:

prurito (picor) anal, dolor y distensión abdominal, vómitos, diarrea y fiebre. Otros
menos frecuentes son pérdida de peso, malestar, tos, alteraciones del sueño e

irritabilidad.

El examen directo de las heces es el método de diagnóstico más habitual.

Clasificación de los antiparasitarios:

Los fármacos antiparasitarios se clasifican con base en el tipo de parasito que

afectan y en el hecho si también poseen efectos larvicidas y ovicidas dentro del

mismo espectro. Es conveniente saber que no existen antiparasitarios de espectro

absoluto, pero sí de amplio espectro.

Al respecto, estos fármacos se clasifican de la siguiente manera.

• Nematocidas: Son fármacos que se utilizan contra gusanos cilíndricos

(nematodos), que por lo general se alojan en el tracto gastrointestinal, en las vías

respiratorias y a veces en el aparato circulatorio. Estos parásitos producen

enfermedades como ascaridiasis, estrongilosis, estrongiloidiasis, dictiocaulosis y

microfilariasis, entre otras.

• Cestocidas: Son aquellos antiparasitarios que se utilizan contra gusanos pianos

segmentados (cestodos), los cuales se encuentran en el aparato digestivo. Algunos


actúan contra sus formas inmaduras, como los cisticercos, que pueden ubicarse en

otras partes del organismo.

• Trematocidas: Se administran contra gusanos pianos no segmentados

(trematodos), que se alojan en hígado, pulmón y con menos frecuencia en el

rumen.

• Protozoacidas: Son los fármacos que actúan contra microorganismos unicelulares

que pueden estar localizados en diferentes sitios como sangre, intestino, Otero,

entre otros.

• Ectoparasiticidas: Farmacos, Útiles en el control de ácaros, pulgas, piojos,

moscas y garrapatas, que se localizan por lo general en piel y pelo del animal.

• Endectocidas: Medicamentos que tienen la capacidad de actuar contra parásitos

internos (principalmente nematodos) y ectoparásitos.

Las vías de administración:

• Inyecciones subcutáneas:

Son aquellas que se aplican entre el cuero y la carne, de preferencia en lugares de

piel floja y delgada. Se usan para vacunas y algunos antiparasitarios en vacunos.

En equinos y bovinos se aplican en la tabla del cuello (costado del pescuezo), el


pecho y detrás de la paleta. En ovinos, caprinos y porcinos, en la parte interior de

las patas traseras o detrás de la oreja.

• Inyecciones Intramusculares:

Se aplica directamente en la carne, de preferencia en las partes más musculosas. Es

la más utilizada y permite una reabsocion de los remedios aceitosos y dolorosos,

antiparasitarios y antibióticos. En equinos y vacunos se aplica en el anca, pecho y

cuello. En los cerdos, en la parte íntima de las patas traseras. En las aves, en los

músculos de la pechuga o pata.

• Inyecciones endovenosas o intravenosas:

En el caso de los bovinos, equinos, ovinos, caprinos, camélidos, se aplica en la

vena yugular que pasa por los costados del cuello.

¿Cómo se utilizan?

Cada tipo de parásito se trata con el medicamento más adecuado para él.

En España afectan sobre todo a niños en edad preescolar (entre 1 y 5 años). El más

frecuente en los niños que van a la guardería es la Giardia lamblia. En la edad

escolar, el más común es el Enterobius vermicularis (también se llaman oxiuros o

lombrices).
Las parasitosis más frecuentes en nuestro entorno y los fármacos que se emplean

para curarlas son:

Giardia Lamblia: Metronidazol o Tinidazol

Cryptosporidiosis: rehidratación oral o intravenosa.

Enterobius vermicularis: Mebendazol ó Pamoato de pirantel.

Ascaris lumbricoides: Mebendazol ó Albendazol

Trichuris thrichura: Mebendazol

Tenias (saginata, solium): Praziquantel

Hymenolepis nana: Praziquantel

En algunos casos debe repetirse el tratamiento un cierto tiempo después (por

ejemplo, 15 días en los oxiuros). Es para eliminar los parásitos adultos que han

nacido de los huevos que resistieron las primeras dosis de medicamento.

¿Qué problemas pueden producir?


Los antiparasitarios actúan directamente sobre el parásito en el tubo digestivo

humano. Alteran su estructura y provocan su destrucción. En general, se toleran

bien. Sus efectos secundarios son leves.

- El Metronidazol puede producir trastornos digestivos, pérdida de

apetito, urticaria y picor de la piel, cefalea y alteraciones de la visión.

- El Mebendazol y el Albendazol pueden causar molestias digestivas, dolor de

cabeza y disminución de los glóbulos blancos (raro).

- El pamoato de pirantel puede provocar disminución de apetito, náuseas y

vómitos, calambres abdominales y diarrea.

¿Qué precauciones debo tener?

A pesar de que los tratamientos son útiles, es frecuente la reinfección por oxiuros.

Por eso se recomienda el tratamiento de todas las personas que conviven en el

hogar. Hay un alto grado de transmisión dentro de la familia.

Para el control y la prevención es muy importante poner en práctica una serie de

recomendaciones:
Higiene personal cuidadosa. Lavado de manos antes de las comidas y después de

utilizar el inodoro.

Mantener las uñas de las manos cortas y limpias.

Limpiar a fondo el cuarto de baño. Lavar con frecuencia la ropa interior y de cama

con agua caliente.

Consumir agua potable. Lavado minucioso de frutas y verduras. Evitar alimentos

crudos de riesgo, etc.

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