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El mejor amigo del pánico es el orden y las hormigas.

Esto es un estado presente, una cosmogonía pasajera, que solo se conforma con su existencia. Ojala
que al leerla se les configure tan real como el mate que tomamos, como el celular que sostenemos o
como el corazón que interponemos entre las letras y el pensamiento.
Sabemos que degustamos la vida parados sobre el compost de nuestros antepasados, hablamos de
ellos, vivimos con ellos. El ser es solo un estado efímero: convergencia de diástoles y sístoles que nos
acelera, empuja y nos mueve como las hormigas que viven en mi taller.

En la calle una bolsa encierra el aire. Es la presencia de ese dinosaurio que transmutó en petróleo y
del cual, más tarde, se extrajo el plástico con el que se fabricó esa bolsa. Resumiendo: en la calle,
ahora, un dinosaurio ha vuelto a respirar. Sus alvéolos son inertes, sus preocupaciones vacías, pero
hay algo de su ser material que aún existe, decolorado y con la serigrafía de “Chango Más”.

Afuera también está el cemento: piedrita molida como un pigmento que pinta y sostiene a esta ciudad.
Los albañiles son como pintores que colocan de a cucharaditas mínimas los colores que constituyen a
las casas, los edificios y las plazas. Son miniaturistas de la pala, el revoque y la cuchara, expertos en
mezclas que deberían ser considerados como una cofradía alquimista, con el sponsor de Loma Negra
que sería su piedra filosofal.

En cada rincón, en cada cosa, está la historia densamente guardada esperando para ser descubierta
a través de la palabra.
Quizás ellos sabían de nuestra capacidad para ser los traductores de esta historia silenciosa, y es por
ello que nos enseñaron que el mejor amigo del pánico es el orden, condensando todas sus enseñanzas
en el clonazepam.

Ellos son enciclopedias, presos del pánico y el vicio. Autóctonos del orden, de su seguridad y el
monotributo. Confían en los bancos, las prepagas y el seguro.

Hoy decidimos ser a través de lo que nos rodea, y a la vez ser lo que nos rodea.

Nosotres somos ensayos, frágiles y posmodernos, que se enamoran de la virtualidad, los pdf y sus
brillos. Nos escribimos diariamente leyéndonos en las pupilas de los nuestros. Sabemos que seremos
el compost del futuro, ya lo tenemos asumido. Reviviremos cada vez que alguien nos dé el aire en sus
pulmones, expulsando estos vocablos estrafalarios con el tinte monocorde de los que han vivido.

Nos recordarán como la generación que amaba a los espejos, a eso ya no lo discutimos. Porque
seremos la conciencia del contaminante y del contaminado viviendo en un acorazado de calcio,
pensamientos y sonidos.

Nuestros ecos serán clavel del aire y Baba del diablo.

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