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Será que podremos cuestionar la participación de la Iglesia para evaluar su

intervención en las diferentes cuestiones sociales, cuando se menciona Iglesia
Evangélica que es lo primero que viene a la mente de los oyentes, es dudable la
participación de los lideres evangélicos en el proceso de transformación social, a
dónde esta dirigiéndose la Iglesia en Latinoamérica, son preguntas que debemos
estar haciéndonos después de más 100 años de que el evangelio fue introducido a
tierras de opresión y conquista.

Es necesario levantar la pregunta que creemos es primordial a desarrollar en esta

ocasión: 




























Durante las últimas décadas se ha visto en Latinoamérica el proceso de la

evangelización como algo individual y personal, provocando así un efecto unilateral
inclinado solamente al evento escatológico (al aspecto salvífico en relación a la vida
eterna), sin incluir una vida nueva y ni men cionar al proceso que debería suceder
socialmente como la transformación en los aspectos profe sionales, económicos,
políticos, entre otros.

Al parecer se ha perdido de vista la misión principal de la Iglesia, o más bien se ha

estado haciendo un trabajo a m edias, se han preocupado más por el aspecto místico
y escatológico que sin duda es importantísimo para el crecimiento del reino de Dios,
siendo acusada la Iglesia evangélica por promover un escapismo social impregnada
con una indiferencia ante las diferent es cuestiones sociales. Pero se ha olvidado de
la parte transformadora de la Iglesia, de la importancia de la presencia de Cristo en
las estructuras, de dar su opinión y oponerse ante el crecimiento de las márgenes de
la miseria y la pobreza, ante la inmoralidad sexual que se promueve libremente en
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cada rincón de la sociedad y el aumento constante de la destrucción de nuestra

sociedad y medio ambiente.

Habrá que definir lo que es la misión de la Iglesia pero sobre todo aterrizarla,
adaptarla o redefinirla para Latinoamérica ya que las condiciones sociales van a
determinar grandemente la presentación del evangelio, la conservación del mismo y
su función primordial en el 

de cada pueblo latinoamericano.

Para esto habrá que echar mano de la definición que nos da René Padilla sobre la
Misión Integral de la Iglesia.

 
 

    





  



 
 
 


 


 

  
 




 
  


   
 

      
     
 

  
 
   

  

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Entendiendo así la Misión Integral de la Iglesia podemos decir que es imprescindible

su participación en los dos sentidos tanto en el físico como en el espiritual de los
individuos, como dice un teólogo de la liberación  . 
 

 




        


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simplemente orar para que el necesitado no tenga frio, si no fuimos capaz de
proveerle un abrigo, o algo que tenga para protegerse.

Enfrentamos situaciones difíciles cada día en nuestros países desde el incremento

del índice de desempleo, la agonía provo cada por una crisis económica mundial, la
reducción a la porción de alimentos debido a la alza de precios en la canasta básica,

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la corrupción sínica de los gobiernos, la inseguridad provocada por la delincuencia

organizada (guerra contra el narcotráfico), la insipiente educación pública y si faltaba
más la marginación y pobreza de las grandes multitudes.

Ante tal situación debería la Iglesia desde hace algunas décadas proyectar su
participación en los diferentes sectores sociales incluyendo los medios de
comunicación, pero a diferencia de ello son unos pocos los que han levantado la voz
para señalar tal suceso, sino por el contrar io surgen nuevas formas de organizar a la
iglesia o así se hacen llamar ellos iglesia que tienden a ser más egoístas y sínicas
en cuestión a la participación de la Iglesia como el cuerpo de Cristo en las
estructuras, en la ayuda en post del pobre y la evan gelización de todos. Surge
entonces movimientos constituyentes en las riquezas, en la prosperidad de algunos
pocos, olvidándose de las multitudes que sufren por comida, agua, salud y
educación.

Otro factor importantísimo que no nos permite ubicar a nuestr a amada Iglesia en la
misión real de la expansión del reino de Dios, son ³las guerras denominacionales´,
las batallas doctrinales que se levantan una y otra vez entre denominaciones
buscando obtener la razón o presentar al público lo que ellos consideran ³ la doctrina
verdadera´, ³la única´ y demás, pero se han olvidado que la Iglesia es UNA y por que
han olvidado eso se hace imposible y difícil la verdadera transformación del individuo
en su sociedad.

Este lamentable hecho es un factor que afectado desde el inicio de la presencia

evangélica en Latinoamérica, provocando que todos hagan lo mismo dos veces, que
inviertan dinero en proyectos que no son de alcance realmente, o que critiquen y
desaprueben ministerios provocando así el celo denominacional y obviam ente una
actitud de pasividad y no proactividad en la misión de la Iglesia. Deberían de invertir
en proyectos mancomunados no con la esperanza o el propósito de ganar más
adeptos a sus denominaciones, sino con la convicción de estar haciendo la misión
que nos corresponde como Iglesia.

Entonces al proponer la unidad se hace el énfasis en que realmente sea UNA en

Cristo, considerando la necesidad de que exista pluralidad y diversidad ya que esto
promueve la adecuación de los individuos en las Iglesias que te ngan mayor afinidad,
en cuestión a los intereses personales, no se promueve la mercadotecnia eclesial
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sino la búsqueda de la integralidad en cada ámbito para el desarrollo de los

creyentes, y su comodidad para un mejor desempeño en lo que es la misión.

Es primordial la participación de la Iglesia en las estructuras políticas ya que esto

permitirá el desarrollo de un país libre y soberano, en donde la democracia no sea
saboteada por las intenciones partidistas, sino que se dé en beneficio para la
sociedad.

Que busca que la Iglesia se vea como reguladora de las tomas de decisiones en
cada uno de los procesos no como una ente egoísta tratando de buscar sus propios
intereses, sino como una organización integrada a los procesos económicos,
laborales, y políticos en donde promueva y transforme los sistemas que ahora han
dejado de funcionar correctamente porque los diferentes engranes están corroídos
por el pecado que se manifiesta en el egoísmo de unos pocos que oprimen a las
multitudes que sufren hambre.

Por eso necesario dejar en el cajón de los recuerdos aquellas predicaciones que
aludían a un abandono de lo social, porque todo era observado desde una
cosmovisión profana, y se exhortaba a vivir apartado de todo aquello que podía
contaminarnos, creando así burbu jas de santidad que con el paso del tiempo
asfixiaban al mismo cristiano, frustrándolo y provocando en muchas ocasiones una
doble vida.

Entender a la Iglesia y su importante participación en las diferentes estructuras

sociales es reconocer que debemos empe zar con la educación de las nuevas
generaciones, es promover el aspecto transformador de la misión, es priorizar las
funciones de la Iglesia en la sociedad y abandonar la idea de una Iglesia sufriente,
de una Iglesia bombardeada a pasar a ser una Iglesia q ue lucha y domina
victoriosamente ante la opresión, a ser una Iglesia que libera del pecado, de la
muerte, de la pobreza, del hambre y de la ignorancia.

Solamente así voltearan a ver a la Iglesia de Cristo como la única, la verdadera, ya

que realmente estará haciendo su labor, estará luchando en contra de lo que Dios
nunca quiso, estarán forjando un futuro diferente revelado y promovido desde hace
2000 años en la cruz del calvario.
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Las estructuras políticas y económicas de Latinoamérica se mantendrán así hasta

que no exista realmente una convicción en su gente como para existir libertad, y esta
libertad es la que debe promover la Iglesia una libertad integral, debemos traer a
Cristo en el siglo XXI, ya que nuestros hermanos en su pobreza gritan
constantemente en silencio por un nuevo cielo, por una vida nueva, por la salvación
aquí y ahora.

Solo entonces habrá tomado sentido nuestra existencia, habrá cumplido su propósito
por el cual fue constituida la iglesia y podremos ver a un paso la consumación del
reino de Dios.

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