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Mujeres Farianas: Orden

institucional y relaciones de género


(1998-2016)






Rosa Maria Caicedo Bohórquez


Universidad Nacional de Colombia


Facultad de Ciencias Económicas
Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales
Bogotá, Colombia
2018
III

Mujeres Farianas: Orden


institucional y relaciones de género
(1998-2016)




Rosa Maria Caicedo Bohórquez




Tesis o trabajo de investigación presentada(o) como requisito parcial para optar al título
de: Magister en Estudios Políticos


Director (a):
PhD. Mario Aguilera Peña

Línea de investigación:
Cultura Política
Grupo de Investigación:
Actores Armados, Conflicto y Derecho Internacional Humanitario

Universidad Nacional de Colombia


Facultad de Ciencias Económicas
Bogotá, Colombia
2018
IV Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

A todas las mujeres que libre y deliberadamente escogieron las armas


…y a todas aquellas que no encontraron más opción que la guerra.
V

Agradecimientos
La finalización de este proceso de investigación es un cúmulo de dificultades convertidas
en la posibilidad de materializar este trabajo. En primera medida le doy infinitas gracias a
quienes en su momento me acompañaron y me alentaron a trasladarme a Bogotá para
estudiar esta maestría con todo y las dificultades que ello implicaba. Radicarme en esta
ciudad e iniciar una nueva etapa resultó no sólo enriquecedor en términos académicos,
sino un proceso de nuevas exploraciones y creación de un capital social invaluable que
sin dudas ha contribuido en mi crecimiento personal y profesional. Agradezco
infinitamente a las mujeres y los hombres excombatientes de las FARC que
genuinamente me compartieron sus experiencias más personales del tiempo en el que
estuvieron alzados en armas; los dos viajes a la “zona veredal” Urías Rondón en el Meta
me brindaron la oportunidad de conocer los relatos de personas maravillosas que pese al
ruido de la guerra siguen alimentando sueños y proyecciones en este proceso de
reincorporación a la vida civil.

Quiero agradecer especialmente a mi director Mario Aguilera por su compromiso, por su


lectura juiciosa y los aportes permanentes al tema. Sin su paciencia conmigo y los lentos
procesos que atravesó esta tesis no habría sido posible presentar este resultado. No
menos importantes fueron las sugerencias de mi amiga Shirley, su mirada crítica y
conocimiento en temas de género me ayudaron a ampliar la mirada sobre algunos
aspectos.

Agradezco inmensamente a todos los miembros de mi familia que, aunque dispersos en


distintas ciudades, siempre me acompañaron con una palabra de ánimo y afecto para no
decaer en este sueño. A mis padres y mis hermanos, gracias por ser risas, amor y
admiración. A Viviana por aparecer justo en el momento indicado y convertirse en amiga
y en puente posibilitador de experiencias que afianzaron este proceso de investigación.
VI Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

A todas y cada una de mis amigas y amigos: a Paya y a Maga por soportar mis noches
de lectura, escritura y desvelo, a Anny, Leidy, Ximena, Lina, Julio y Ricardo por estar y
ser parte de esta travesía. Mil gracias a mis compañeros de maestría: Camilo, Daniel y
especialmente a Luis Miguel, quien con su presión, aportes y apoyo contribuyó
enormemente a que esta investigación tuviera nuevas perspectivas. Las bellas y
grandes amigas que me dejó la maestría son, sin duda, Jenny, Paola, Jeimmy y Claudia
quienes han estado durante TODO este proceso: lo hemos sufrido, gozado, reído,
padecido y por fin, terminado. Finalmente, gracias a Héctor por convertirse en amigo,
compañero, apoyo y fuente de inspiración para la culminación de este proyecto.
VII

Resumen

La participación de las mujeres en las FARC es un fenómeno que continúa generando


múltiples inquietudes desde el ámbito académico e institucional, pues el actual proceso
de reincorporación exige diversas y renovadas miradas sobre el tema. Esta investigación
centra sus esfuerzos en examinar si la “igualdad” que promovió las FARC para hombres
y mujeres pertenecientes a sus filas atravesó también el campo íntimo y afectivo. Para
ello se propone hacer un análisis de la configuración del régimen de género fariano,
revisando dos campos: la división sexual del trabajo y el ámbito afectivo, en un periodo
que va de 1998 al 2016. Los hallazgos arrojan que pese a existir una estructura
altamente jerarquizada y normatizada, las orientaciones reglamentarias por sí mismas no
lograron contrarrestar imaginarios derivados de un orden patriarcal; más bien, se
reprodujeron consideraciones tradicionales que se desplegaron con más evidencia en las
relaciones de pareja y en el control del cuerpo de las mujeres. Así mismo, se encontraron
procesos de desajuste y resistencia al estricto orden militar, lo que devela fuertes
tensiones, contradicciones y relaciones de poder en el ámbito aquí estudiado.

Palabras clave: Mujeres farianas, roles, relaciones afectivas, régimen de género,


instituciones voraces, disciplina guerrillera.
VIII Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Abstract
The participation of women in the FARC is a phenomenon that continues to generate
multiple concerns in the academic and institutional fields, because the current process of
reincorporation requires diverse and renewed views on the subject. This research focuses
its efforts on examining whether the "equality" promoted by the FARC for men and
women belonging to its ranks also moved across the intimate and affective fields. To
determine this, it is proposed to analyze the configuration of the fariano gender regime,
reviewing two fields—the sexual division of labor and the affective sphere—in the period
from 1998 to 2016. The findings show that despite the existence of a highly hierarchized
and regulated structure, the regulatory orientations alone failed to counteract imaginary
notions derived from a patriarchal order; rather, traditional notions were recreated and
deployed more evidently in couples’ relationships and in the control of a woman’s body.
Likewise, processes of imbalance and resistance to the strict military order were found,
processes that reveal strong tensions, contradictions and power relations in the area.

Keywords: Farian women, roles, affective relationships, gender regime, voracious


institutions, discipline.
IX

Contenido

Resumen ..................................................................................................................... VII
Lista de figuras .............................................................................................................. 1
Introducción .................................................................................................................. 3
1. Mujeres insurgentes: Estado del arte y propuesta teórica ....................................... 11
1.1 Apuntes para entender la categoría de género ................................................................ 11
1.1.1 Mujeres y demandas de equidad de género en América Latina en el siglo XX .............. 15
1.1.2 Los estudios de género en relación con el conflicto armado ......................................... 19
1.2 Estudios sobre las mujeres en proyectos revolucionarios de América Latina ................... 22
1.2.1 Guerrilleras en la insurgencia colombiana ..................................................................... 28
1.2.2 Guerrilleras colombianas: tensiones y contradicciones ................................................. 31
1.3 Propuesta teórica para abordar el problema de investigación ......................................... 35
1.3.1 Control y regulaciones normativas: las FARC como una institución voraz y socializadora
................................................................................................................................................. 36
1.3.2 Feminidad insurgente: ¿régimen de género en las Farc? ............................................... 40

2. “No hay revolución sin la participación de la mujer”: división del trabajo, roles y
consideraciones de género .......................................................................................... 45
2.1 Mirada a la participación de las mujeres en las FARC: un recorrido desde 1964 hasta 2016
............................................................................................................................................. 45
2.1.1 Primer momento: De acompañantes a combatientes (1964- 1982) ............................. 46
2.1.2 Segundo momento: Incremento, visibilización y oficios diversificados (1982- 1998) .... 51
2.1.3 Tercer momento: Negociaciones de paz y auto crítica de las mujeres de las FARC (1998-
2016) ....................................................................................................................................... 56
2.2 Extracción social y motivaciones de ingreso de mujeres farianas ..................................... 63
2.2.1 Reclutamiento y motivaciones de las guerrilleras para ingresar al movimiento armado
................................................................................................................................................. 68
2.3 División sexual del trabajo y roles de las mujeres farianas .............................................. 81
2.3.1 Roles políticos ................................................................................................................. 89
2.3.2 Roles militares ................................................................................................................ 94
2.3.3 Roles operativos ........................................................................................................... 102

3. “El amor está en un segundo plano”: Intimidad y relaciones de pareja en las FARC111
3.1 “Lo primero es el movimiento”: cuerpo, corporalidades y generalidades en torno a la
intimidad fariana ................................................................................................................ 112
3.1.1 La incompatibilidad de la militancia con el amor: características de las relaciones de
pareja en las FARC ................................................................................................................. 114
3.2 La intimidad bajo control: regulación de la vida íntima ................................................. 122
X Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

3.3 Desajustes y resistencias al orden disciplinario en las relaciones íntimas ...................... 141
3.3.1 Desajustes al orden disciplinario: privilegios, violaciones al derecho a la igualdad y
abusos de poder .................................................................................................................... 142
3.3.2 Resistencias e “insolencias”: discursos ocultos en medio del conflicto armado .......... 150

Conclusiones ............................................................................................................. 156


A. Anexo: Entrevistas ……………………………………………………………………………………………….154

Bibliografía ................................................................................................................ 164




Lista de figuras

FIGURA 1: DICOTOMÍAS EN EL IMAGINARIO PATRIARCAL ....................................................................... 13


FIGURA 2: PERIODIZACIÓN DE LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LAS FARC 1964-2016 ............... 46
FIGURA 3: MUJERES EN GUERRILLAS DE LAS FARC……………………………………………………….51
FIGURA 4: PAÍS DE NACIMIENTO DE MIEMBROS DE LAS FARC ............................................................... 68
FIGURA 5: DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO Y ROLES DE MUJERES EN LAS FARC .................................... 85
Introducción

Las investigaciones sobre el conflicto armado colombiano han centrado sus análisis en
las perspectivas macro-estructurales que privilegian comprensiones sobre aspectos
económicos, estratégico- militares y político- ideológicos de los grupos armados1. Pese a
la amplia literatura que se encuentra al respecto hay un desbalance en torno a estudios
que indaguen, desde una óptica micro- social, las relaciones cotidianas entre hombres y
mujeres al interior de las organizaciones revolucionarias, sus procesos de socialización y
las relaciones de género y de poder que allí se configuran (Medina, 2009).

Hasta antes de la década del noventa, existían pocas referencias sobre estudios de
mujeres como partícipes de movimientos armados, sin embargo, se puede notar que la
firma del acuerdo de paz de finales del siglo pasado con algunas insurgencias permitió
visibilizar un fenómeno poco observado hasta ese momento: la implicación activa de un
alto número de mujeres guerrilleras en diferentes organizaciones revolucionarias2. Desde
ahí, se evidencia un esfuerzo cada vez más creciente por conocer sus formas de
participación en los movimientos insurgentes; se ha llamado la atención sobre los roles
desempeñados por ellas, su influencia en términos políticos así como las renuncias y las
transgresiones que por ser “mujeres” ha implicado su militancia (Sánchez, 1994; Toro,
1994; Lelièvre, et al., 2004; Castrillón, 2014). Esa visibilización del tema coincidió
además con el crecimiento exponencial de las agendas investigativas en asuntos de
género así como con agendas políticas que intentaban modernizar las instituciones y el
papel de las mujeres en la sociedad. Por demás, el estudio de las mujeres en
movimientos armados también sería de interés para complejizar su presencia en lugares
con una connotación altamente masculinizada y develar los patrones de relación que se
cimentaban entre hombres y mujeres en esos grupos.

1
Durante ésta investigación se tomarán de similar forma los términos: organización armada,
grupo/movimiento/actor armado, insurgencia, movimientos insurgentes.
2
Esto se profundizará mejor en el primer capítulo de esta investigación.
4 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Si bien las desmovilizaciones colectivas de esas épocas brindaron un escenario propicio


para conocer experiencias de mujeres militantes, posteriormente se daría un continuum
de hechos que marcarían el aumento de investigaciones que al respecto se han hecho.
En primera medida, durante la fallida negociación de paz del gobierno del ex presidente
Pastrana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la zona de
despeje, se demostró que esa insurgencia contaba con un número considerable de
mujeres3. Posteriormente, desde el 2003, el Ministerio del Interior y de Justicia
implementó el Programa para la Reincorporación a la Vida Civil (PRVC) con un enfoque
individual y de atención psicosocial, lo que significaría un golpe a las estructuras
armadas, pues por medio de dicha estrategia se trataba de debilitarlas en pie de fuerza y
persuadir a sus combatientes sobre los beneficios de la desmovilización. En ese proceso,
también se pondría en evidencia no sólo la participación de mujeres en las distintas
organizaciones armadas sino que también se conocerían más a fondo sus relatos,
experiencias e historias de vida. Finalmente, en el año 2012, Colombia vivió uno de los
momentos más importantes de su historia reciente, las FARC, la guerrilla más grande del
país suscribió un “acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de
una paz estable y duradera” con el gobierno. Tras cuatro años de diálogos entre las
partes, en noviembre del 2016 se selló la firma del acuerdo de paz, lo que, entre otras
cosas, implicaría el desarme y la posterior reincorporación de sus miembros a la vida
civil. Es justamente en las mujeres que pertenecieron a ésta última guerrilla donde se
pretende situar la mirada.

El interés particular en ellas se remite especialmente a dos experiencias. De un lado, el


trabajo de practica para optar al título de trabajadora social de la Universidad de Caldas,
realizado entre los años 2011 y 2012 con niñas, niños y jóvenes desvinculados de
diferentes grupos armados. Alrededor de ese acercamiento se planteaban dudas e
inquietudes discutidas en el grupo de investigación CEDAT4 sobre las relaciones de
poder, de reconocimiento y sobre las narrativas de combatientes y excombatientes de
organizaciones armadas no estatales y paraestatales. Adicionalmente, la experiencia

3
Los informes gubernamentales y versiones de la misma organización armada coincidían en que
al menos conformaban un 30 o 40 por ciento del movimiento (Lara, 2000; Castrillón, 2015).
4
Centro de Estudios sobre Conflicto, Violencia y Convivencia Social. Este grupo de investigación
está adscrito a la Universidad de Caldas.
Capítulo 1 5

laboral con mujeres en la Secretaría Distrital de Integración Social entre 2013 y 2014 y la
aproximación al enfoque de género como perspectiva de análisis ampliarían el espectro y
los intereses investigativos que se trasladarían al presente trabajo en el marco de la
maestría en Estudios Políticos.

Las preguntas iniciales que preceden esta investigación giran en torno a conocer cuáles
fueron los roles que desempeñaron las mujeres en esa insurgencia y cómo se configuró
la vida afectiva de ellas durante el tiempo que hicieron parte de esa estructura. No
obstante, el permanente rastreo sobre el tema conllevó a una pregunta aún más amplia
que contiene a éstas dos: ¿los intentos de las FARC por lograr un espacio de igualdad
entre hombres y mujeres alcanzaron a repercutir en el ámbito afectivo o íntimo?. Ante tal
cuestionamiento, se propone que a pesar de que el grupo armado se configuró como una
institución disciplinaria en la cual las orientaciones debían acatarse siguiendo las reglas y
las disposiciones reglamentarias, ello por sí mismo no garantizó que se superaran las
barreras dicotómicas de género ni que se derribaran los imaginarios que reproducen el
orden patriarcal vigente; por el contrario, es en las relaciones afectivas donde parecen
reproducirse con más fuerza las consideraciones tradicionales.

Desde los postulados de Connell (1987; 2002; 2013), todas las instituciones se
encuentran provistas de relaciones de género, lo que la autora llama regímenes de
género. Adicionalmente y como punto clave, sugiere que toda estructura institucional
posee unos componentes sobre los que descansan las relaciones entre hombres y
mujeres: división sexual del trabajo, relaciones emocionales y relaciones de poder. En
ese sentido, se propone aquí analizar cómo se configuró el régimen de género en las
FARC en el periodo que va de 1998 al 20165. Para ello se reconstruyeron los dos
primeros campos planteados por Connell para demostrar que si bien la organización

5
La elección de los años de estudio obedece a que, a partir de 1998 se daría una fuerte
visibilización de su participación en las filas, se exaltaría el discurso de “igualdad” promulgado
desde años atrás en sus documentos reglamentarios y, finalmente, varias de las entrevistas
realizadas corresponden a guerrilleras que ingresaron durante el lapso propuesto. Se recalca que
pese a que se toma como referencia el 2016 dentro del margen de tiempo estudiado, el interés y
el alcance de la investigación tienen un énfasis especial en la vida guerrillera en tiempos de
confrontación armada. Más bien, lo que se advierte con las negociaciones entre las FARC y el
gobierno es el comienzo de una reconfiguración de la organización en términos de lo que un
periodo de pos acuerdo podría significar para proyectos de vida personales, familiares y de pareja.
6 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

fariana como institución hizo esfuerzos por promulgar la igualdad desde las funciones y
los roles, es en lo afectivo donde se reflejan con más fuerza las relaciones patriarcales.

Desde hace algunas décadas las FARC han enarbolado un discurso que reza igualdad6
en deberes y derechos para todos sus integrantes, así como libertad y respeto hacia las
mujeres al interior de sus filas. Sin embargo, indagar e ir más allá de los elementos
discursivos que la misma organización ha promovido permitiría generar un panorama
más amplio sobre cómo se constituyeron las relaciones género en una institución que se
caracteriza por ser voraz disciplinaria y vertical, pues desde sus inicios se erigió como
una organización político-militar con una estructura de mando jerárquica que busca que
todas las personas vinculadas den estricto cumplimiento a sus directrices. El concepto de
instituciones voraces (Coser, 1978) brinda elementos para analizar cómo los integrantes
de una organización particular orientan todas sus energías a las demandas de lealtad del
grupo y cómo mediante las regulaciones normativas se controlan todas las acciones de
sus miembros, lo que incluye no sólo la vida militar sino también la vida intima y personal
de cada combatiente. Cabe advertir que a pesar de que ésta investigación centre su
mirada en las mujeres guerrilleras, el presente estudio abarca también información sobre
los hombres, intentando superar la mirada de que los estudios de género remiten
únicamente a experiencias de mujeres. En otras palabras, los estudios sobre las mujeres
implican necesariamente a los hombres (Scott, 1996).

La perspectiva relacional en torno a la investigación sobre las particularidades del


régimen de género en las FARC permite comprender que aquel no es coyuntural, ni
causal, ni mucho menos de corta data, sino que desde sus inicios se ha ido
transformando7, y que en ese proceso, tanto guerrilleras como guerrilleros han sido
producto y productores de esas peculiares formas de socialización. Allí intervienen
activamente una serie de imaginarios, percepciones y formas de concebir el mundo de
seres humanos que, bajo ninguna circunstancia, llegan al grupo armado como tabula
rasa, sino que por el contrario están plagados de pre concepciones que responden a los
ordenes sociales de los que provienen. El reciente censo socio económico realizado en el

6
Esto se ampliará con más detalle desde el segundo capítulo.
7
Se hace la precisión de que, pese a que la investigación se centra en el periodo 1998-2016 se
exploran aspectos bibliográficos de carácter histórico que dan luces para comprender cómo se ha
transformado esta guerrilla en relación con la participación de mujeres farianas.
Capítulo 1 7

año 2017 por la Universidad Nacional de Colombia y el Consejo Nacional de


Reincorporación (CNR) revelan que del total de personas censadas (10.015 en total); el
55% corresponde a guerrilla, el 29% a milicia y el 16% a personas privadas de la libertad.
Para efectos de este trabajo, se retoma el porcentaje atinente a guerrilla. Las cifras
encontradas ahí coinciden con las versiones que tentativamente las instituciones oficiales
y el mismo movimiento armado habían ofrecido; se identifica que de ese 55%, el 67%
son hombres y, el 33% son mujeres. Cifra bastante alta para desestimar su estudio y
encontrar relevancia en el análisis.

Hombres y mujeres ex integrantes de las FARC han coincidido en que sus jóvenes
luchas en relación con el género son aún inconclusas, han identificado relaciones de
poder desiguales que se mantienen y que tienen asidero, especialmente, en imaginarios
que legitiman unas masculinidades hegemónicas y dominantes (Connell, 1997). Tal
escenario cobra relevancia justo en el actual momento en el se implementa el acuerdo de
finalización del conflicto armado, pues es en la actualidad donde se re definen nuevas
interpretaciones relacionales fuera de una estructura armada normativa y que regulaba la
vida social, militar y política de sus miembros. De otra forma, si para algunas mujeres
pertenecer a la organización fariana fue la posibilidad de encontrar un lugar de igualdad
¿será posible un retroceso en esa materia?. Para evitar que eso pase no sólo es
importante fijar la mirada hacia el futuro, tomando como referencia la resolución 1325 del
año 2000 promulgada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que insta a
que los acuerdos de paz contemplen el enfoque de género tanto en el desarrollo de las
negociaciones de paz como en su implementación, sino que también es necesario mirar
en retrospectiva y develar cuáles fueron los elementos que permitieron que las mujeres
experimentaran su paso por las FARC como una ganancia de autonomía y
empoderamiento, sin perder de vista las rupturas y contradicciones que allí vivieron en la
relación con sus pares.

Esta tesis propone que el régimen de género fariano estuvo conformado por dos ámbitos;
por un lado, las relaciones de producción o división sexual del trabajo representado en
roles militares, políticos y asistenciales que debían ser cumplidos por hombres y mujeres
sin distinción de raza, clase o género, con las contradicciones y arreglos internos que se
generaron en esta materia. Por otro lado, estuvo integrado por un escenario íntimo y
plagado de emociones donde se reinstalaron consideraciones tradicionales más difíciles
de combatir, como las relaciones heteronormativas o la violencia de pareja. En ambos
8 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

casos, las acciones de guerrilleras y guerrilleros obedecían a los dispositivos


disciplinarios, al control permanente, a los documentos reglamentarios y a los intereses
del movimiento, que, de cualquier manera debían ubicarse por encima de intereses
personales. Las relaciones de poder son claves para entender que, el género como una
forma de ordenamiento de las prácticas están embebidas de tensiones, resistencias y
contestaciones que circulaban continuamente entre las y los integrantes de esa guerrilla.

La presente investigación no pretende ser un análisis rigurosamente feminista, pues una


de las mayores limitaciones fue precisamente tener que acudir a un ejercicio autodidácta
en torno los estudios de género, sin desconocer los elementos aportados por la profesora
Mara Viveros y Dora Isabel Díaz en los cursos realizados con ellas, realmente fueron un
gran aporte. Tampoco está dentro del interés de esta investigación hacer
generalizaciones de las relaciones que entre mujeres y hombres se configuraron en la
guerrilla, comprendiendo que cada bloque, frente y compañía tenían sus propias
dinámicas entre los actores armados. Con seguridad, quien lea esta investigación
encontrará que no se abordan todos los temas que podrían tratarse, de manera que
asuntos como la violencia sexual intrafilas y el aborto quedan en deuda, pues su alcance
permite que se toquen únicamente de manera tangencial.

Por el contrario, sí se busca desarrollar un análisis que permita entender cómo una
insurgencia como las FARC irrumpió y transgredió algunas consideraciones de la
sociedad tradicional, pero cómo también reprodujo otras igualmente importantes en la
vida de hombres y mujeres y que, en el caso de éstas últimas son elementales para su
posterior reincorporación a la vida civil, en aras de que no se repita la percepción de lo
que Barth y Hauge denominaron “la paz como decepción y la reintegración a la cocina”
(como se citó en Dietrich, 2014, p.88), y como lo han relatado otras mujeres en procesos
de reintegración. Se trata precisamente de aportar una reflexión que contribuya a
comprender cómo desde las practicas afectivas e íntimas en la guerrilla se reeditaron
relaciones de poder desiguales que iban en coherencia con discursos hegemónicos y
que se enlazaron con el mismo orden de género que intentaron combatir. Se pretende
entonces, incomodar los discursos que ponen lo político y la política en la esfera pública
y dejan lo privado o íntimo como una realidad etérea y poco importante para los análisis
sobre el conflicto.
Capítulo 1 9

Hay que mencionar que esta investigación revistió diferentes dificultades metodológicas
desde sus inicios, especialmente por el acceso a las fuentes primarias. El panorama
cambió parcialmente cuando en el 2015, el Observatorio de Paz y Conflicto (OPC) de la
Universidad Nacional publicó la transcripción de alrededor de 15 entrevistas realizadas a
mujeres que pertenecieron a las FARC y se desmovilizaron, acogiéndose a la entonces
Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR)8. De estas entrevistas se
sistematizaron 12, tomando como criterio la permanencia de al menos 5 años en esa
insurgencia y recogiendo elementos que brindaran luces sobre motivos de ingreso, roles
y funciones, igualdad al interior de la estructura armada, disciplina guerrillera, vida en
pareja, percepciones sobre familia y anticonpeción/aborto.

De otro lado, ante la necesidad de ampliar la mirada con otras mujeres farianas, se
realizaron tres entrevistas en el marco de la décima conferencia guerrillera, llevada a
cabo en los Llanos del Yarí9. Asimismo, durante el año 2017 se hicieron dos viajes a la
Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN)10 -Urías Rondón- ubicada en el
departamento del Meta. Allí se llevaron a cabo ocho entrevistas semi-estructuradas11 a
mujeres y tres a hombres, en las cuales se indagó por el papel de las mujeres en la
organización, los imaginarios frente a la participación de ellas en la estructura armada y
cómo fueron las vivencias afectivas de pareja entre combatientes durante tiempos de
confrontación armada. Finalmente, se entrevistaron a dos hombres en la ciudad de
Bogotá, uno de ellos, guerrillero de base, otro, fue comandante de Bloque y perteneció a

8
Estas entrevistas fueron realizadas por el OPC en el marco de la investigación ‘Mujeres
excombatientes: identificación de experiencias significativas de reintegración para aportar a la
creación de política pública”, con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la ACR.
Para efectos de este trabajo, a cada relato se le otorgó un nombre para diferenciarlo. Se
considera relevante mencionar que las entrevistas no revelan la distribución por bloques.
9
Estas entrevistas fueron producto de la solidaridad de un compañero de la maestría, a quien
agradezco profundamente su realización.
10
Actualmente se denominan Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).
11
Este tipo de entrevistas se inscriben en el marco de las técnicas etnográficas como fuente de
recolección de datos, estas, son una forma de conocimiento que se aproximan a la comprensión
de los fenómenos sociales donde son los mismos sujetos, agentes o actores sociales quienes dan
sentido a lo que piensan, dicen y hacen respecto de la realidad en la que se ubican (Guber, 2001).
Cabe destacar que no solamente se hizo uso de la entrevista semi-estructurada, para la cual se
desarrolló una guía de preguntas orientadoras, sino que se utilizó también la observación
participante como manera de ampliar la mirada sobre la vida cotidiana y las formas relacionales
de los actores involucrados. Los nombres de las personas entrevistadas fueron cambiados para
evitar posibles señalamientos.
10 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

la delegación de paz en la negociación de La Habana12. De las personas entrevistadas,


13 pertenecieron al Bloque Oriental, dos al Bloque Occidental y una persona al Bloque
Sur. Cabe mencionar que a lo largo del texto se hace uso de otros relatos que fueron
tomados de fuentes secundarias como artículos, libros, videos y revisiones de prensa.

Es importante recalcar que durante la visita a la ZVTN fue posible acceder a algunos
documentos de reconstrucción histórica del movimiento, elaborados por la misma
organización y que contienen algunos principios normativos desarrollados durante las
conferencias guerrilleras. Adicionalmente, se hizo revisión de una serie de estudios
académicos sobre las FARC y sobre experiencias de otras organizaciones armadas que
contienen historias de vida, crónicas, biografías y discusiones que aportaron
enormemente a la comprensión del tema aquí planteado.

Para responder a los propósitos enunciados, éste estudio se divide en tres capítulos. En
el primero se hace una breve contextualización de las mujeres en América Latina y se
estudian los antecedentes sobre su participación en algunos proyectos insurgentes de
centro y Sur América. Asimismo se retoman los elementos teórico conceptuales que
iluminarán el desarrollo de éste trabajo. El segundo capítulo se compone de tres
apartados: se plantea una periodización de la participación de las mujeres en las FARC,
con el ánimo de comprender cómo se ha transformado su papel al interior de esa
organización; luego, se explora su extracción social, las motivaciones y las circunstancias
de su ingreso, entendido éste como un proceso antecedido por una serie de factores
económicos, sociales, políticos y personales. Finalmente, se realiza un análisis de los
roles en los que se desempeñaron las mujeres, los cuales fueron divididos en políticos,
militares y operativos, aquí se analizan aspectos sobre la normatividad guerrillera y se
revisan concepciones e imaginarios. El tercer capítulo revisa las relaciones íntimas y de
pareja que vivieron guerrilleras y guerrilleros mientras estuvieron alzados en armas. Las
regulaciones corporales, los dispositivos disciplinarios y las tensiones que se daban en
éste ámbito son fundamentales para comprender que el régimen fariano tuvo unas
particularidades propias de un orden militar y voraz.

12
En el anexo 1 se muestra una radiografía de las personas que participaron en éste estudio.
Capítulo 1 11

1. Mujeres insurgentes: Estado del arte y


propuesta teórica

El presente capítulo propone revisar los antecedentes de la participación activa de las


mujeres como combatientes en los movimientos armados latinoamericanos y examina su
incursión en las insurgencias colombianas que se alzaron en armas luego de la segunda
mitad del siglo XX en Colombia. El apartado comienza examinando la categoría de
género y el interés particular en las mujeres desde una perspectiva relacional. Enseguida
se propone un estado del arte con base en algunos de los análisis propuestos por
quienes han estudiado el tema. Por último se hace un balance de las perspectivas
teóricas que contribuyen a la explicación del problema de investigación planteado.
Particularmente se retoma el estudio de Coser y su concepto de “instituciones voraces”
para entender cómo operaron la sujeción y los dispositivos disciplinarios en las FARC,
así mismo, se desarrolla el concepto de “regímenes de género” propuesto por Raewyn
Connell y los elementos constitutivos que, según ella, debe integrar un análisis de
género.

Ambos aspectos contribuyen a apuntalar la base para entender que allí se instituyó un
régimen de género particular, basado en un cuerpo normativo con una lógica donde el
movimiento armado era lo más importante de la vida de sus combatientes, con la
consecuente interacción de hombres y mujeres en un espacio que históricamente se ha
configurado como masculino.

1.1 Apuntes para entender la categoría de género


¿Por qué comenzar entendiendo la categoría de género? Lo primero que hay que aclarar
es que género no es otra manera de decir “mujer”. El concepto hace referencia a las
relaciones sociales y culturales entre mujeres y entre hombres, remite a las diferencias
entre los roles de unas y de otros, y permite visibilizar que esas diferencias no son
producto de una naturaleza intrínseca (Castellanos G. , 2006). En ese sentido, el género
se entiende aquí como un elemento constitutivo de las relaciones sociales que se basa
en las diferencias entre los sexos y que determina también las diferencias entre lo
masculino y lo femenino, otorgando jerarquías entre cada uno de ellos.
12 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Dado que la investigación aquí propuesta contempla la revisión de roles y experiencias


íntimas que vivieron las mujeres en la guerrilla de las FARC, se hace necesario definir
que la idea de mujer con una naturaleza unívoca no es la que representa a las
guerrilleras que participaron directa o indirectamente en éste estudio. Por el contrario, se
entiende que las mujeres son una pluralidad, con características y particularidades
diversas en un ordenamiento que les ha otorgado unas atribuciones y cualidades
específicas por el hecho de ser y asumirse mujeres. Como se verá posteriormente, el
hecho de que la mirada se fije sobre ellas no excluye las voces y las perspectivas de los
hombres en los asuntos que aquí se estudian.

Las reflexiones sobre los significados y diferenciaciones de los conceptos sexo y género
encuentran su origen principalmente en la antropología y la filosofía. La literatura muestra
una tendencia mayoritaria en la que hay consenso en comprender el género como un
conjunto de características construidas social, cultural y simbólicamente con base en la
asignación biológica al nacer. Cuando se habla de sexo, en cambio, se hace referencia a
los componentes anatómicos y fisonómicos del ser humano; es decir, se nace macho,
hembra o intersexual (mal llamado en el pasado como hermafrodita). En suma, como lo
advierte el clásico estudio de Gayle Rubin (como se citó en Lamas, 1996), la teoría
sexo/género “es el conjunto de disposiciones mediante las cuales una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana” (p.14), lo que,
además, se encuentra mediado por la interacción de instituciones religiosas, económicas,
políticas y sociales.

Ese sistema sexo/género construye un sistema de representación sociocultural, que no


pocas veces suele ser binario, y que asigna significados y otorga unas atribuciones de
género consideradas como femeninas a las mujeres y masculinas a los hombres. Esas
interpretaciones sobre unos y otras produce y asigna roles, estereotipos, normas y
creencias sobre lo que implica pertenecer a uno u otro sexo; luego, las mismas
sociedades donde se producen esos arreglos esperan cumplimiento con lo que se valora
como un deber ser. La representación de las relaciones dicotómicas creadas en el
binomio hombre- mujer o femenino- masculino se puede observar por medio de la
siguiente gráfica:
Capítulo 1 13

Figura 1: Dicotomías en el imaginario patriarcal

Fuente: Truñó, Maria. No sólo víctimas: mujeres en el lugar social de víctima y relaciones
de género. 2007.

Según Martínez, Barberá y Pastor (como se citó en Ibarra (2009), la diferencia entre
hombres y mujeres, se ha basado desde tiempos inmemorables en atributos, actitudes y
conductas que constituyen modos específicos del comportamiento “masculino” y
“femenino” y que han sido sometidos a una jerarquía de género, ajustada en muchas
ocasiones a la reproducción de mitos que infravaloran lo femenino, mientras mantienen
en alta consideración los atributos masculinos. La base de esta jerarquía se encuentra en
la dicotomía instinto/razón, subjetivo/objetivo, inferior/superior o naturaleza/cultura que
aparece como un sistema de pensamiento de la mayoría de las culturas que utilizan el
criterio biológico como base de atribución del género, a pesar de que los contenidos del
ámbito de lo masculino y lo femenino no sean universales (p. 31).

El “género” como herramienta de análisis en las ciencias sociales llama a reflexionar


sobre cómo hombres y mujeres ocupan distintas posiciones, se hacen a diferentes
experiencias y poseen diferentes necesidades y habilidades (Truñó, 2007), lo cual no
implica, per se, una relación opuesta entre ambos, sino que radica en la importancia de
hacer revisiones desde ambas posiciones. Por eso aquí se entiende, como lo hace Scott
(1996), que en las investigaciones sobre género “la información sobre las mujeres es
necesariamente información sobre los hombres, un estudio implica al otro” (p. 271).

Existen esfuerzos por reflexionar sobre cómo el análisis a través de la categoría de


género proporciona una plataforma conceptual que permite ir más allá de la descripción
de formas culturales con las que las distintas sociedades han pre establecido los
14 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

papeles, roles y actividades de mujeres y de hombres. Esta perspectiva, pone al


descubierto las marginaciones de las mujeres de la esfera pública-política que opera a
través de dispositivos institucionales. Así mismo, el género permite comprender las
significaciones atribuidas al hecho de ser hombre o ser mujer en cada cultura y hace
visible que las jerarquías no son naturales sino que son construidas mediante un proceso
histórico- social en el que subyacen relaciones de poder (Vélez, 2008).

En la actualidad, la entrada en boga de los estudios de género han permitido visibilizar


problemas sociales que antaño no eran reconocidos o carecían de importancia en el
conjunto de los fenómenos sociales abordados. Los análisis desde esta orilla, posibilitan
comprender la multiplicidad de relaciones sociales y contextuales, desde el ámbito
internacional hasta espacios particulares como el hogar, además, entraña expresiones en
diferentes dimensiones: lo corporal, la economía, la política, la religión, la naturaleza y lo
social. El género contribuye a interpretar la forma cómo esas relaciones generizadas
están permeadas por relaciones de poder y cómo a partir de éstas se moldean las
instituciones, la familia, el ejército, el trabajo y el Estado. A lo anterior se añade que la
perspectiva de género tiene una valor fundamental en la medida en que alude no solo a
una categoría analítica, sino que tiene un carácter político transformador, ya que propone
y exige un compromiso a favor de la construcción de relaciones de género equitativas y
justas (Truñó, 2007).
Capítulo 1 15

1.1.1 Mujeres y demandas de equidad de género en América


Latina en el siglo XX
Es importante entender de manera contextual que los Estados también están implicados
en las formas de ordenamiento de género de las sociedades que dirigen, pues operan
sobre éstas, influyendo y dejándose influir por las relaciones sociales y por contextos
discursivos históricos que se originan a partir de las diferencias sexuales (Molyneux,
2003).

Un momento importante que marca un deslinde radical en la división sexual del trabajo
es la aparición de la sociedad moderna. El espacio social que había sido relativamente
uniforme en la sociedad feudal se dividió en dos ámbitos claramente diferenciados; lo
público y lo privado. El primero tenía una connotación particularmente masculina
asociada al desarrollo de la política y la cultura; por el contrario, el mundo privado
adquirió una característica específica: la reproducción humana y el mantenimiento del
hogar. El mundo público se hizo masculino y el privado femenino; hombres y mujeres
dejaron de compartir la vida social, económica y cultural para especializarse en tareas
diferentes que generaban intereses y valores distintos (Astelarra, 1986). Con ello,
vendrían también nuevas formas de control patriarcal13 caracterizadas por un claro
predominio de los hombres en los dos ámbitos mencionados.

En palabras de Wills (2005), la exclusión en razón del sexo no fue un hecho exclusivo de
algunos países, sino que se constituyó en un rasgo de todas las democracias modernas.
En América Latina, Norteamérica y Europa las comunidades se erigieron sobre la base
de fronteras de inclusión y exclusión fundadas en criterios de clase, raza, sexo,
generación, opción sexual y nivel educativo. De manera extendida, las mujeres de
Occidente no fueron consideradas aptas para la vida pública, se asemejaron como
menores de edad, dependientes e incapaces de tomar decisiones por sí mismas. No
obstante, durante el siglo pasado se registraron cambios importantes en América Latina
que aportaron un terreno propicio para que las mujeres llegaran a conquistar escenarios

13
Para Palacio y Valencia (2001) el patriarcado es una realidad histórica, social y cultural que se
relaciona con toda una organización social basada en el poder del padre; define una lógica de
relación entre los sujetos, en la cual se asume el sentido de la diferencia como desigualdad y
justificación de la dominación, y la complementariedad como la compensación de la incompletud,
además establece unos dispositivos de control y regulación en la construcción de las identidades
que se proponen garantizar la reproducción del orden sociocultural (p.42).
16 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

sociales y pudieran reivindicar su participación en ámbitos que salieran de la


circunscripción del hogar. Pero esa conquista no fue inmediata, le precedieron luchas y la
acción política de movimientos sociales emergentes, conformados especialmente por
mujeres.

A eso se sumaban las crecientes problemáticas devenidas del dominio excluyente de las
élites, el desarrollo económico irregular, los rápidos cambios sociales y en algunos
países la inmigración a gran escala que hizo que el liberalismo de las primeras décadas
del siglo XX sufriera tensiones que aumentaban el descontento social por la dinámica de
exclusión que se generaba entre los sectores privilegiados y aquellos con menos
posibilidades. Bajo ese sistema, los sindicatos, los profesionales, las clases sociales
emergentes y los movimientos de mujeres plantearon demandas de reforma a los
gobiernos, en aras de reclamar derechos políticos, y de impugnar y en cierto modo
redefinir la relación entre el Estado y la sociedad.

Pese a que el sistema político liberal de principios del siglo XX intentó mantener un
discurso de igualdad y democracia, en realidad reprodujo los imaginarios existentes en la
sociedad sobre una supuesta carencia de racionalidad, debilidad e impulsividad de las
mujeres; consideraciones que pusieron en entredicho la posibilidad de ser tratadas en pie
de igualdad con los hombres y que terminaron por dejarlas “fuera de la ciudadanía”
(Molyneux, 2003; Luna, 2003). En tal sentido, las primeras exigencias femeninas de
inicios del siglo pasado estuvieron precedidas por el interés de lograr el reconocimiento
de la ciudadanía, por lo que entre los aspectos que se discutían eran el derecho al
sufragio14, el acceso a la educación superior, la equidad económica, los derechos
patrimoniales, y la injerencia en la vida pública, lo que incluía la posibilidad de llegar a
cargos de poder y decisión.

En varias democracias latinoamericanas, pero particularmente en Colombia, fue hasta la


década de 1930 que las mujeres tuvieron derechos patrimoniales15, con la subsiguiente

14
Se presenta lo que se denomina como “movimiento feminista de primera ola”, nace como
respuesta a la exclusión de mujeres de los derechos de ciudadanos, civiles y políticos, que
reconocieron a los hombres en los sistemas liberales latinoamericanos y dejaron a las mujeres por
fuera de la condición política. Son más conocidos como movimientos sufragistas.
15
Con el matrimonio, las mujeres adquirían la condición de “incapaces”. La propiedad era
inaccesible para las mujeres casadas, el imperio de la “potestad marital” dejaba la administración
Capítulo 1 17

potestad de decidir sobre la propiedad y las asignaciones salariales (Wills M. E., 2005).
Por su parte, la obtención del derecho al voto no tuvo una secuencialidad ni siguió un
patrón de evolución continental, regional ni mundial en su aprobación. Por ejemplo, una
de las características que llama la atención es que no existe una correlación directa entre
el desarrollo económico y educativo de un país con la incorporación temprana de las
mujeres a la ciudadanía política. De hecho, algunas estudiosas del tema consideran que
el derecho al voto fue concedido a las mujeres sobre bases que tenían poca relación con
los ideales feministas y que más bien, en algunos países latinoamericanos, la obtención
final del voto estuvo más relacionada con el mantenimiento de algunos regímenes
populistas como el peronismo, el cardenismo o el varguismo que con el reconocimiento
de las razones políticas que sustentaban las reivindicaciones de los movimientos
sufragistas (Jaquette, 1994; Luna, 1994; Wills M.E., 2005).

A pesar de los pocos avances legislativos y de la poca tradición democrática liberal del
Ecuador durante las primeras décadas del siglo anterior, ese fue el primer país en otorgar
la ciudadanía política a las mujeres en 1929, le siguieron Uruguay, Brasil y Cuba a
principios de los años treinta. Argentina y Chile que contaban con mayores tasas de
alfabetismo e ingresos per cápita abrieron la posibilidad del sufragio femenino hasta
después de la segunda guerra mundial. Por su parte, Colombia, Perú y México se ubican
entre los últimos países que aprobaron tal derecho en la década de los cincuenta. Cabe
anotar que en Colombia, el sufragio de las mujeres se logró en medio de la Asamblea
Nacional Constituyente (ANAC), un intento de reforma constitucional promovida por el
General Rojas durante su gobierno militar-populista en agosto de 1954 (Wills, M.E.,
2005).

Si bien los movimientos sufragistas lograron visibilización, eso no significó una


subsiguiente participación preponderante en el poder, sino más bien, una igualdad formal
y su injerencia política minoritaria en los partidos políticos con escasa incidencia en las
decisiones importantes.

Al parecer, en simultáneo con las luchas sufragistas, en Latinoamérica se gestó una


visión conservadora en los procesos de modernización y la concepción de “mujer

de todos los bienes en cabeza del marido. Ellas no podía comprar, vender ni tranzar nada sin la
autorización del esposo.
18 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

moderna”, ligada al mantenimiento del rol tradicional y a la reelaboración de la feminidad


como mujeres madres y administradoras del hogar. Por ejemplo, “el discurso en el que
Eva Perón visibiliza y reconoce a las mujeres –en los tiempos en los que se les ‘otorga’ el
derecho al voto- es una redundancia continua sobre su dimensión tradicional de
reproductoras16” (Luna, 1994, p.253). Esa cosmovisión de “mujer moderna” que las
posiciona como sujeto de derechos en tanto madres se expresa en el control y la
institucionalización de una ideología maternalista17 así como en los intereses que el
Estado tenía sobre ellas en cuanto al control de la reproducción, su productividad en la
economía del hogar y el uso de sus capacidades como agentes sociales para el
desarrollo comunitario.

En ese orden de ideas, la modernización que llevaron a cabo los gobiernos


latinoamericanos estuvo acompañada de imaginarios tradicionales que operaron sobre
los sexos, de manera que, cuando las mujeres lograron permear las capas no sólo de la
reproducción sino también de la producción en las grandes industrias, se mantuvieron las
consideraciones convencionales sobre lo público y lo privado con el consecuente hecho
de sobrecargar a las mujeres bajo esquemas de explotación, el aumento en la carga
doméstica y los cuidados maternos.

Hacia la década de los setenta18 y ochenta se generó un escenario de participación de


las mujeres en movimientos de resistencia a las dictaduras en medio de contextos
autoritarios y de democracia desigual. Como conquista, las mujeres lograron identificar la
vida privada como un campo de subordinación y exclusión que tenía relación directa con

16
Eva Perón manifestó: “El problema de la mujer es siempre en todas partes el hondo y
fundamental problema del hogar. Es su gran destino. Su irremediable destino… Me siento como
ellas, al frente de un hogar, mucho más grande es cierto que el que ellas han creado, pero al fin
de cuentas hogar; el gran hogar venturoso de esta patria mía que conduce Perón hacia sus más
altos destinos” (Luna, 1994, p.253).
17
En diferentes países de América Latina se instituyeron políticas publicas desde los sesenta que
apelaban a la diferencia sexual y a las habilidades maternales del género femenino para limitar su
intervención política al cuidado de niños y niñas, algunas mujeres incluso exigían su derecho a
participar en programas del Estado desde su condición de madres. Ejemplo de ello son los Clubes
de Madres en Perú, Bolivia y Brasil, y en Colombia, el programa estatal de Madres Comunitarias
en los cuales se incorporan diferentes mujeres, especialmente de sectores populares.
18
Se considera que desde esta década se gestó el “movimiento feminista de segunda ola”,
alentado especialmente por las democracias desiguales, los regímenes autoritarios, el
cuestionamiento de las definiciones de la diferencia femenina que ubican a las mujeres
exclusivamente en destinos como la maternidad y la crianza de los hijos, despojándolas de las
capacidades de decidir sobre su cuerpo y su vida.
Capítulo 1 19

las diferencias sexuales, así mismo, las transiciones democráticas permitieron reconocer
que las regulaciones sobre el cuerpo femenino tiene implicaciones de salud pública,
autonomía, identidad y derechos ciudadanos; el debate sobre el cuerpo adquiere
entonces estatus político, y las mujeres reivindican su derecho a tener voz y voto sobre
las políticas concernientes a su salud y a sus derechos reproductivos (Wills, M.E., 2005).

En diferentes países del cono sur las luchas de las mujeres han traído consigo la
emergencia de diversos movimientos y diferentes expresiones reivindicativas que han
sido escuchadas a lo largo del continente con la posibilidad de cambio que ello ha traído
en la redefinición de las relaciones con el Estado y su posicionamiento desde la vida
pública en la sociedad. Las construcciones de ciudadanía de las mujeres no son lineales
ni completamente armoniosas, más bien, todas sus expresiones ciudadanas son
diversas. Hubo quienes se involucraron en asuntos políticos desde instancias de
participación gubernamental, en procesos organizativos contra la guerra, en partidos
políticos y también quienes ingresaron paulatinamente hacia los movimientos armados
que se conformaban en los distintos países de la región. Ello se ampliará más adelante
en este mismo capítulo.

1.1.2 Los estudios de género en relación con el conflicto


armado
Para Sikoska y Solomon (2005), existen, a grandes rasgos, dos corrientes de
pensamiento de corte feminista que orientan las cuestiones de género en el marco de la
guerra. La primera es una corriente teórica esencialista que proclama que las actitudes,
los comportamientos y los valores de hombres y mujeres son diferentes por naturaleza, lo
que significa en esta lógica que prevalece una mirada binaria opuesta en la que los
hombres son masculinos y las mujeres son femeninas inherentemente; de acuerdo con
tal perspectiva, “el tema de género y conflicto es mirado a través de una dicotomía: los
hombres son los agresores, mientras que las mujeres son víctimas, observadoras
pasivas y portadoras del fardo social de las sociedades envueltas por el conflicto”
(Sikoska y Solomon, 2005, p. 25). Las corrientes que prevalecen desde esta mirada
vienen principalmente de los postulados del feminismo cultural y el feminismo de la
20 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

diferencia19, que abogan por volver a centrarse en la feminidad desde aspectos


biológicos como la maternidad; desde allí, se sostiene que las mujeres son proclives a la
paz y que rechazan la guerra por sus condiciones “naturalmente” pacifistas (Vanegas,
2017).

De otra parte, una postura construccionista argumenta que el género y las identidades de
género son construcciones sociales y no predeterminaciones biológicas. Allí pueden
tener acogida las posturas feministas posmodernas que cuestionan los argumentos
esencialistas e introducen un análisis más contextual y social. Al respecto, Hortensia
Moreno20 señala que ésta perspectiva “ve el género en sí mismo, y los roles de género
en la guerra, como fenómenos fluidos, contextuales y arbitrarios. El género configura la
forma en que tanto hombres como mujeres entienden sus experiencias y acciones
respecto de la guerra” (Moreno, 2002, p. 78).

Mientras una de las corrientes hace relaciones de predeterminación, la segunda corriente


se construye en relación con el entorno. Desde esta última postura, podría entenderse
que el género y la guerra se construyen en la interacción de hombres y mujeres, bien sea
como espectadores de ésta o como participantes o militantes en la misma. Estas dos
perspectivas sobre los estudios de género y guerra, dan cuenta de dos posiciones que
son opuestas, pero que al leerlas es posible encontrar coincidencias en la forma de
comprender cómo la cultura y la sociedad han configurado la guerra y el militarismo
desde una visión masculinizada.

De las dos posturas anteriormente señaladas, éste trabajo se identifica con la perspectiva
construccionista, que permite realizar análisis centrados en el contexto en que se
desarrollan los conflictos armados, entendiendo que el devenir hombre-mujer/ femenino-
masculino se configura en el entramado de las relaciones sociales particulares y no de
manera biológica y binaria como se plantea desde una postura tradicional. No obstante,

19
Un análisis más detallado de las corrientes y posturas feministas en la guerra se puede
encontrar en: Jennyfer Vanegas, “¡A mucho honor guerrillera!”: un análisis sobre la vida de las
mujeres guerrilleras en Colombia” (Tesis de maestría en Estudios de Género). Repositorio
Universidad Nacional de Colombia, 2017.
20
Hortensia Moreno retoma a Joshua Goldstein para indicar las teorías feministas de la guerra en
tres principales grupos: el feminismo liberal, el feminismo de la diferencia y el feminismo
posmoderno.
Capítulo 1 21

los intentos por comprender las relaciones de género en el marco de los conflictos
armados entraña la visibilización de un elemento que para Joan Scott (1996) es
fundamental en las formas cómo se define dicho concepto y las interacciones que se
derivan a partir de éste. Para la autora, el género es una forma primaria de relaciones
significantes de poder, incluso, afirma que es el campo primario donde se articula el
poder (p. 292). Los análisis temáticos desde este enfoque relacional permiten evidenciar
los imaginarios hegemónicos, los desequilibrios en las estructuras sociales y las prácticas
generizadas existentes en periodos previos a los conflictos armados y en los momentos
en que estos se exacerban (Ibarra, 2009; Vélez, 2008).

Los grupos armados crean unas formas particulares de inscribirse e insertarse en los
territorios, y esas formas de incursionar en el universo social están signadas por
relaciones donde se articulan el género y el poder, se negocian permanentemente
interacciones entre la sociedad civil y combatientes, así como entre quienes integran los
grupos de guerrilla. En el escenario armado la dimensión del poder debe ser
necesariamente incluida, pues, “en cualquier sociedad múltiples relaciones de poder
atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no
pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación,
una circulación, un funcionamiento de los discursos” (Castellanos G. , 2006, p. 23).

En palabras de Foucault, el poder se ejerce a través de las redes relacionales


construidas en un espacio social; éste es dinámico, fluye, se transforma e incluso, brinda
la posibilidad de resistencia y contestación (Vélez, 2008, p. 42); el poder permea todos
los intersticios de la vida social, política, económica y cultural. Es generativo, productivo,
sobre todo de saberes y discursos a la vez que de prácticas disciplinarias. Para Foucault
(como se citó en Castellanos, 2006), la necesidad de resistirse al poder que explota, que
discrimina, que oprime, debe llevar a analizar cómo funcionan las micro-relaciones de
poder.

Las relaciones de poder son múltiples y se presentan en una heterogeneidad de formas,


brindando posibilidades de comprensión a las complejas relaciones estratégicas en
espacios o instituciones determinadas. Para Castellanos (2006), poner en perspectiva el
análisis de género y las relaciones de poder ofrece elementos para develar mecanismos
de poder que operan desde la familia, la vida cotidiana, las relaciones sexuales y
22 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

afectivas, y que en el caso de las inequidades de género son particularmente insidiosos y


difíciles de combatir.

1.2 Estudios sobre las mujeres en proyectos


revolucionarios de América Latina

Luego de la década del sesenta, América Latina presenció un escenario propicio para la
creación de movimientos insurgentes tras el influjo de corrientes socialistas y comunistas
que brindaban ejemplos de experiencias exitosas de revolución en China, Cuba y la
Unión Soviética. En los tres casos, los postulados marxistas leninistas alumbraron la
lucha revolucionaria y de clases, lo que impactó también las tendencias de pensamiento
que en adelante se tendrían en los proyectos revolucionarios de América Latina, con las
diferencias y distanciamientos ideológicos que ello implicaba21. En los países
latinoamericanos donde se generó un contexto de revolución, los proyectos políticos se
alimentaron de ideales de izquierda que, en su mayoría, si no en su totalidad, giraron
alrededor de la consideración de que las vías políticas y electorales estaban cerradas
para generar transformaciones estructurales22, lo que terminó desencadenando
confrontaciones armadas como una vía válida para la reivindicación de sus luchas y
pugnas contra el establecimiento, al cual tildaban de oligárquico y opresor de los grupos
sociales minoritarios. Así mismo, la violencia ejercida por el propio Estado como en el

21
Entre la década del cincuenta y sesenta se presentó una crisis de relaciones entre la República
Popular China y la Unión Soviética por la interpretación del marxismo leninismo. Los primeros
acusaban a algunas fracciones de dirigentes de la URSS de “revisionistas” y de “coexistencia
pacífica” con las potencias imperialistas, mientras los pro-maoístas promovían la revolución y la
lucha armada de forma radical como vía única contra las fuerzas capitalistas. Lo anterior tuvo
impacto en los sectores políticos de izquierda en América Latina que se veían inclinados hacia
una u otra tendencia internacional. Para ampliar, ver “la influencia del pensamiento de Mao en
América Latina” de Marisela Connelly, s.f.

22
En Cuba, por ejemplo, Batista se instaló en el poder como dictador tras el golpe de Estado
producido en 1952. Este hecho daba la percepción de que las vías electorales y políticas estaban
cerradas para la sociedad y los partidos políticos. En ese contexto, las facultades presidenciales
se ampliaron, de acuerdo con las necesidades del nuevo régimen: se suprimió el sistema electoral
vigente y las elecciones por tiempo indefinido; se anuló la autonomía de los gobiernos locales,
provinciales y municipales, y se concentraron todos los poderes en una sola persona. Acto
seguido surgirían diversas expresiones de rechazo lideradas especialmente por organizaciones
estudiantiles y algunos partidos políticos de izquierda (López, Mencía, Álvarez, 2012).
Capítulo 1 23

caso de las violaciones de derechos humanos en las dictaduras militares de Argentina,


Chile, Brasil, Paraguay, Perú y Bolivia (Ibarra, 2009) y la proliferación de grupos
paramilitares en algunos países de centro y sur América incentivaron la creación de
grupos de guerrilla en una gran porción de países de la región, desde México hasta
Argentina23.
Los grupos de izquierda eran conformados por un considerable número de estudiantes
de clases media y baja, obreros, maestros y profesionales, que tomaban el caso cubano
como un referente que sostenía no sólo los ideales sino también las posibilidades de su
lucha. En el caso de Colombia, Perú, Nicaragua y El Salvador, las corrientes teóricas que
retomarían los grupos nacientes de guerrillas basarían sus convicciones en el marxismo,
la Teología de la Liberación, el guevarismo y el maoísmo24. La principal característica de
aquellos esquemas ideológicos tenían una conocida particularidad; la combinación de un
trabajo político, de masas y militar.

Ese espíritu tripartito de la lucha revolucionaria aglomeraba una gran cantidad de


hombres y mujeres que se unían a los grupos insurgentes de sus países con la
esperanza dar inicio a la lucha política a través de las armas y la consecución
subsiguiente de la toma del poder. Bajo el cúmulo de experiencias revolucionarias de

23
“Entre otros movimientos insurgentes en América Latina se pueden señalar los siguientes:
Movimiento de Yon Sosa y FAR, MP13 y Fuerzas Armadas Rebeldes en Guatemala; Frente
Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, en Nicaragua; Frente Farabundo Martí de Liberación
Nacional, FMLN. Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, y Fuerzas Populares de Liberación,
FPL, en el Salvador; Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP, Movimiento 19
de abril, M-19, Ejército de Liberación Nacional, ELN, Ejército Popular de Liberación Nacional, EPL,
Movimiento Revolucionario Quintín Lame, MRQL, en Colombia; Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional, FALN, en Venezuela; Alfaro Vive en Ecuador; Movimiento revolucionario Tupac Amaruc,
MRTA, y Sendero Luminoso en Perú; Tupamaros en Uruguay; Ejército Revolucionario del Pueblo,
ERP y Montoneros en Argentina” (Ibarra, 2009, p. 86)
24
Del Marxismo se retoma la premisa de que el socialismo era el punto de llegada, que las
condiciones objetivas estaban dadas y que sólo hacía falta el factor subjetivo: la construcción de
la vanguardia. La Teología de la Liberación interpreta los textos bíblicos a la luz de la opción por
los pobres. Sus mayores aportes se logran en la década del sesenta y setenta en las
Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Su vocación de construir el Reino de Dios coincidía
con la lucha revolucionaria. Finalmente, del guevarismo se retoman elementos de la estrategia
para la toma del poder político y la convicción de que en el ‘revolucionario’ se materializan los
ideales del “Nuevo Hombre” (Vázquez, Ibañez, & Murguialday, 1996. P.61). Entre los principales
aportes del maoísmo figuran la apropiación del modelo de Guerra Popular Prolongada (GPP) y la
estrategia de guerra de guerrillas que si bien no se aplicó en todos los contextos y situaciones
políticas, sí fue acogida por movimientos rebeldes en Perú y Colombia.
24 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

aquella época y en los múltiples grupos armados insurgentes que se crearon en


Centroamérica y Latinoamérica, las mujeres se han vinculado activamente y han
configurado su cotidianidad en torno a los marcos jerárquicos y disciplinarios que implica
la afiliación a una organización armada; ellas han participado como militantes, se han
vinculado a los grupos rebeldes desde su misma conformación, han sido cuadros
políticos, han apoyado tareas logísticas y han figurado en el marco de los procesos de
paz (como en el reciente caso colombiano), sin embargo, su papel no siempre ha sido
reconocido y mucho menos protagónico en las luchas revolucionarias. Existen
movimientos, como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN),
donde las mujeres se organizaron luego de la negociación de paz en El Salvador en
1992 y expusieron sus necesidades e inconformidades con el movimiento insurgente y su
posterior participación en el partido político.

Kampwirth (2002) analiza dos elementos importantes que definen el ingreso y la


movilización paulatina de las mujeres hacia las guerrillas nacientes en América Latina: 1.
El éxodo de las zonas rurales a las ciudades que posibilitó el acercamiento de muchas
mujeres a las redes y movimientos de izquierda en contextos citadinos, donde lograron
ampliar su capital social y visibilizar las tensiones políticas a través de formas
organizativas que cuestionaban el autoritarismo de las clases dirigentes. En palabras de
la autora, las “graves represiones en respuesta a las actividades de oposición causaron
que muchas mujeres apoyaran o se unieran a las guerrillas como una manera de
defenderse de la escalada de violencia del gobierno” (Kampwirth, 2002, p. 8); 2. La
intención de la Iglesia con la Teología de la Liberación de aglomerar a las mujeres para
actividades diversas que, en principio, fueron principalmente de filantropía (comedores de
beneficencia, cuidado de niños, centros hospitalarios o centros de formación), pero que
para algunas sería más tarde la antesala de su vinculación al activismo revolucionario.

Las mujeres seguirían fielmente los planteamientos de las corrientes ideológicas de los
grupos armados a los cuales estaban vinculadas y adoptarían la lucha política a través
de las armas. No obstante, esas corrientes de pensamiento sufrieron más tarde
profundos cuestionamientos por parte de las mismas mujeres para quienes las
discusiones sobre las necesidades y reivindicaciones propias de su género no fueron
posibles en medio de la lucha exclusiva por la toma del poder. Para Vázquez, Ibáñez y
Murguialday (1996) por ejemplo, el marxismo como elemento teórico de las guerrillas
Capítulo 1 25

latinoamericanas enfatizó sus corrientes de pensamiento especialmente en los aspectos


económicos y en la lucha de clases, dejando de lado otros elementos individuales que
hacen parte de la construcción e identidad personal, especialmente, la pertenencia al
género. Las autoras advierten en su estudio “Mujeres-Montaña: vivencias de guerrilleras
y colaboradoras del FMLN” que las posturas marxistas como recurso teórico se limitaron
a la comprensión de la utopía revolucionaria, las condiciones materiales y los factores
subjetivos de la lucha, subestimando el entendimiento de las complejidades de las
personas, sus motivaciones, necesidades y subjetividades; para ella, dicho esquema
concibe a las personas “unidimensionales e ignora la manera cómo cada sujeto
interioriza su ubicación en diferentes relaciones sociales y construye sus expectativas
ante la vida” (Vázquez et al.,1996, p. 62).

En este mismo sentido, ponen de relieve una interpretación que se lee como crítica al
movimiento insurgente de El Salvador, pues expresan que pese a que la utopía
revolucionaria no contemplaba asuntos relacionados con las inquietudes de las mujeres y
sus necesidades, sí se intentó proyectar desde la misma organización una idea de
igualdad al interior de los núcleos revolucionarios donde, en función de una identidad
colectiva y homogénea, se decretaban superadas todas las diferencias, lo cual empañó
las posibilidades de estimar la importancia de realizar análisis sobre las situaciones de
desigual distribución del poder entre hombres y mujeres al interior de ese grupo armado.
Finalmente, entre sus críticas se encuentra un elemento discursivo relacionado con la
forma de nombrar a quienes hacían parte de la revolución como “nuevos hombres”25 o
como “revolucionarios”; para ellas, limitar el lenguaje al género masculino era una
generalización que suprimía las diferencias entre hombres y mujeres insurgentes que
tomaba relevancia en la medida en que, además, esa exclusión se hacía evidente en la
creación de líneas políticas excluyentes de la representación y la voz femenina.

De la misma manera, Binford plantea que a pesar de que las mujeres representaran el
30% de las filas guerrilleras, los esfuerzos del FMLN y sus diferentes fracciones
tuvieron una preocupación mínima en los asuntos relacionados con la superación de

25
Al respecto Kampwirth advierte que “muchos de esos nuevos hombres no fueron hombres.
Miles de ellas, especialmente en la segunda mitad del siglo, fueron mujeres” (2002)
26 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

las representaciones de género previas a la guerra (2000). En ese sentido, sus tareas
y funciones giraron alrededor del trabajo como radio operadoras, cocineras,
enfermeras, secretarias y otras actividades consideradas como de “tradición
femenina”; aquellas que lograban demostrar preparación política y resistencia militar
“se ganaban el respeto de los hombres”. Además del arraigado sexismo de muchos
líderes y combatientes, Binford (2000) indica que los temas conducentes a formular
políticas de equidad en términos de género para todos los miembros del movimiento
no prosperaron por el temor a que esas cuestiones pudieran “generar disenso interno,
bajar la moral masculina y afectar la determinación para combatir. (…) Cuestionar el
machismo en sus formas más virulentas simplemente les parecía una cuestión
demasiado conflictiva” (p. 1.185). Los asuntos relacionados con la sexualidad eran
más complejos aún, en diversas ocasiones ellas eran invitadas a compartir su
intimidad con sus compañeros de lucha, no obstante, primaba una visión judeo
cristiana que generaba mensajes contradictorios: por un lado se exigía cumplir
cabalmente los comportamientos de recato y control sexual, a la vez que alentaban a
las mujeres a satisfacer las peticiones intimas de sus compañeros e incluso sus
necesidades mismas (Vázquez et al., 1996; Binford, 2000; Rayas, 2009).

En el caso del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), las mujeres
tuvieron una alta representatividad en los cargos de dirección del partido. González y
Maldonado (2017) afirman que ellas representaron al menos un 50% del comité central26,
con una peculiaridad: en su mayoría, eran las compañeras sentimentales de los
cabecillas hombres. La estructuración del PCP-SL se basaba en los vínculos afectivos
(filiales o conyugales), con lo que intentaban preservar la unidad, prevenir posibles
escapes y establecer vínculos de lealtad política. Ahora bien, pese que las mujeres
tuvieron una significativa participación en la militancia y en el poder, también hay
evidencias de un quiebre en el discurso instaurado por el mismo movimiento que las
convenció de que ahí se suprimirían las situaciones de opresión de la sociedad que
dejaban al margen. Por el contrario, allí se reprodujeron situaciones propias de la
concepción de una feminidad tradicional; se mantuvieron los roles derivados de la
división sexual del trabajo convencional y en los cargos de poder no existía la misma

26
Sendero Luminoso ha declarado que al menos el 40 por ciento de sus militantes fueron
mujeres. Para ampliar información puede verse el texto “Grabado en piedra: Las mujeres de
Sendero Luminoso”. Kirk, 1993.
Capítulo 1 27

legitimidad si las orientaciones eran dadas por mujeres, tal como se evidencia en el
siguiente relato:

Yo estaba a cargo de un grupo. Los hombres de mi grupo me hacían caso, pero no sucedía
lo mismo con los hombres que estaban en mi mismo rango; ellos pensaban que tenían más
autoridad, que no podría controlar a los de mi grupo. (González y Maldonado, 2017)

Por su parte, en la revolución sandinista las mujeres fueron miembros activos del ejército
revolucionario, lucharon en el frente de batalla, fueron líderes de unidades y hacia finales
de los años setenta, conformaban el treinta por ciento de dicho ejército (Plaza, 2010).
Aunque en su mayoría, los cargos de toma de decisión lo ocuparon los hombres, es
interesante revisar que la participación de las nicaragüenses en las unidades
revolucionarias tuvo una relación organizativa y una movilización política importante.
Entre 1977 y 1979 surgió la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional
(AMPRONAC), como primera organización propia de las mujeres vinculadas al Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), ésta asociación combinó su dedicación a
derrocar al régimen de Somoza con las demandas de derechos humanos e igualdad para
las mujeres, lo que desplegó un gran activismo por parte de ellas (Molyneux, 1984;
Montenegro, 2016).

Aún así, una de las críticas que se hace al triunfo de la revolución sandinista es que tras
la victoria militar del FSLN en 1979, el gobierno instaurado con principios socialistas no
logró satisfacer las demandas de las mujeres y la esperanza de quienes apoyaban ideas
feministas de igualdad y equidad decayeron al ver el bajo impacto de la revolución en las
redefiniciones sustanciales de la división sexual del trabajo. Al analizar ésta situación,
Molyneux (1984) revisa la tesis feminista de revolución traicionada. Dicha tesis sostiene
que la igualdad revolucionaria experimentada por hombres y mujeres que lucharon por la
libertad, se reemplazó en el período post revolucionario con el hombre en el poder.
Mientras el liderazgo masculino crecía, los intereses de las mujeres eran desestimados,
pareciendo que los sacrificios por ellas sufridos en la lucha por una sociedad mejor no
habían sido recompensados por aquellos a quienes ayudaron a llegar al poder.

Hay que recordar que los porcentajes de participación e intervención de las mujeres en
las insurgencias latinoamericanas han sufrido variaciones importantes: mientras en los
sesenta, el porcentaje de mujeres que hacían parte de los grupos de guerrillas en
América Latina oscilaba en un 20%; entre los setenta y ochenta constituían entre un
28 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

cuarto y un tercio de combatientes en Nicaragua y El Salvador (Kampwirth, 2002). Para


González (2006) y Barth (2005) las mujeres han sido mucho más activas en la
insurgencia a partir de la segunda mitad del siglo XX y han mostrado un mayor interés
por movimientos insurgentes que promueven la igualdad de género en sus agendas de
cambio político.

Las condiciones en las que las mujeres se incorporaron a los movimientos armados
centroamericanos y latinoamericanos tienen unas connotaciones específicas que se
relacionan particularmente con la precariedad política, económica y social de sus
países. No obstante, es innegable que los movimientos armados emergieron también
como una posibilidad de encontrar escenarios de igualdad y equidad en el caso de las
mujeres. Pero, en últimas lo que se plantea en los estudios de las insurgencias
revisadas aquí es que, si bien la revolución socialista se llegó a ver como un avance
en favor de la emancipación femenina, en realidad mantenía viejos preceptos que se
materializaban en la participación de las mujeres en instancias de poder y en la toma
de decisiones en los frentes políticos y de combate.

1.2.1 Guerrilleras en la insurgencia colombiana


Hasta finales de la década del ochenta, la producción escrita sobre las mujeres en el
conflicto colombiano hacía énfasis en las múltiples vejaciones y victimizaciones que la
violencia sociopolítica dejaba como resultado para ellas, se desconocía no solo su
capacidad de agencia sino también su participación activa como combatiente y militante
de movimientos con pretensiones de transformación política (Meertens, 1995; Dietrich,
2014; Cifuentes, 2009; Ibarra, 2009; Truñó, 2007). El interés por profundizar en los roles
y las dinámicas de intervención de ellas se ha visto de manera creciente desde la década
del noventa, pues, por un lado, su incorporación en aumento reflejaba la necesidad de
entender el fenómeno a la luz de las particularidades de su género, y de otro lado, las
negociaciones de principios de esa década ponían en evidencia un alto número de
mujeres que antaño se habían enrolado en las diferentes organizaciones armadas que se
encontraban en procesos de desmovilización.

Si bien ellas no constituían un grupo mayoritario en las filas rebeldes, su participación fue
tanto necesaria como activa (Toro, 1994). En el caso colombiano, se estima que el
porcentaje de mujeres adscritas a los grupos armados contra estatales que se acogieron
Capítulo 1 29

al proceso de paz en la última década del siglo pasado osciló entre el 11% y el 30%
aproximadamente, de la siguiente manera: en el M-19 su participación fue de alrededor
del “28.6%, en el EPL 21.9%, en el Quintín Lame 20.3% y en el PRT 11.7% del total de
los grupos que se acogieron al proceso de paz” (Toro, 1994, p. 143).

Entre los primeros estudios que dedican sus tesis y reflexiones en torno al tema de las
mujeres insurgentes en Colombia con un claro contenido de género, se destacan las
investigaciones de Marcela Sánchez y Claudia Sánchez; lo cotidiano y lo político de las
mujeres en el EPL y la tesis de Beatriz Toro; la revolución o los hijos, ambos de 1994. Ya
en estos documentos se analiza y cuestiona la idea generalizada de la feminidad como
atributo de la mujer, entre los que se encuentran la belleza, el sentimentalismo, la
pasividad, la vanidad, entre otros estereotipos que devienen en gran medida de la
simbiosis mujer- madre- mujer- familia (Toro, 1994; Sánchez y Sánchez, 1994). Rojas de
Ferro (1998) expresa lo anterior bajo la idea del “bello sexo” que representa a la mujer
como no violenta, invisibilizada en la guerra y, por antonomasia, los “guerreros justos”
son representados como quienes perpetúan los conflictos.

Carlos Castillo (1995) menciona cómo paulatinamente las mujeres fueron conquistando
espacios en la militancia que antes no les era posible explorar por cuanto el conflicto
armado se entendía como “una empresa de varones, y en ellas siempre las mujeres han
sido concebidas como elementos accesorios, a veces obstaculizantes” (Castillo, 1995, p.
360). De otro lado, Marulanda señala que la inicial participación femenina estuvo
motivada por la necesidad de salvaguardar la integridad de la familia, más que por la
comprensión misma de la lucha (Marulanda, 1995).

En tanto las investigaciones y los cuestionamientos sobre el tema se ampliaban, algunas


autoras, introdujeron categorías analíticas en aras de reflexionar sobre las experiencias
femeninas en la violencia sociopolítica. Entre ellas se distingue Donny Meertens (1995),
quien visibilizó la relación entre género, poder y violencia para identificar cómo las
mujeres han sufrido afectaciones diferenciadas a las de los hombres en contextos de
guerra, que van desde el desplazamiento forzado hasta la participación en ejércitos
revolucionarios. Con lo anterior, intenta de-construir, de alguna manera, lo que ella critica
como la circunscripción de las mujeres a la condición de víctima y al ámbito privado
(Meertens, 1995; Rojas de Ferro, 2005).
30 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Según los análisis de Ibarra (2009), las vinculaciones de las mujeres combatientes a los
grupos de guerrilla se asocian con cuatro motivaciones principalmente. De un lado, la
sensibilidad social o la convicción política; de otro lado el deseo de emancipación de la
autoridad masculina y de la tradición familiar, por otra parte, como una necesidad de
venganza y, finalmente, por la adquisición de estatus mediante una serie de dispositivos
de poder como el porte de armas o el uso del uniforme militar. Un desarrollo más
ampliado sobre los factores que impulsan el ingreso a las organizaciones revolucionarias
se presentan en el siguiente capítulo.

Los avances académicos en la temática indican que a pesar de la existencia de una alta
cuota de mujeres combatientes, y de que las organizaciones con inspiraciones de
revolución hacen intentos por cambiar aspectos derivados del patriarcado, las guerrillas
han puesto una menor atención en combatir la dimensión férrea de los roles arquetípicos
de género. Incluso, Dietrich (2014) refiere que “las marginaciones ubican a las mujeres
combatientes en posiciones de desventaja y subordinación (…), esto ha sido en todos los
conflictos tanto históricos como contemporáneos” (p. 86); adicionalmente, señala que
elementos como la etnia, la religión, la clase, el lugar de origen, entre otras, hacen parte
de la trama de subordinaciones a las que pueden enfrentarse las guerrilleras
colombianas y de las que no se encuentran mayores avances en la literatura académica.

Una de las posturas alrededor de las cuales se encuentra unanimidad en las


investigaciones recogidas, es que la inclusión de las mujeres en los movimientos
armados no ha estado acompañada de procesos realmente emancipatorios y de paridad
en las estructuras de poder y decisión de las organizaciones insurgentes, esto se ha
debido, en gran parte a la continuidad y al mantenimiento de ideas convencionales sobre
los roles de género, tales como las labores domésticas o la vinculación de ellas en tareas
de orden logístico y operativo (Dietrich, 2014; Meertens, 1995; Cifuentes, 2009; Ibarra,
2009; Wills, 2005; Jiménez, 2014).

En ninguna de las organizaciones alzadas en armas se dio un proceso de pleno


reconocimiento a la mujer en los espacios políticos y de dirección, presentándose dentro de
ellas, y pese a su declarada ideología de cambio, una especie de microcosmos que
reflejaba buena parte de los valores y el manejo del poder de la sociedad que pretendían
combatir. (Meertens, 1995)
Capítulo 1 31

Uno de los cuestionamientos más comunes entre quienes han dedicado sus estudios
a analizar el ingreso de las mujeres a movimientos guerrilleros es recordado por Maria
Emma Wills (2005), cuando pregunta si, teniendo en cuenta la experiencia histórica
del enrolamiento de mujeres en los ejércitos militares ¿están ellas haciéndole el juego
a una lógica patriarcal o por el contrario avanzan en el camino de su
empoderamiento?. Su trabajo sostiene que cuando las mujeres deciden participar
activamente en la guerra “no están ni traicionando su naturaleza femenina ni
quedando subyugadas ante la lógica patriarcal, sino que por el contrario están
infringiendo barreras construidas por una mirada masculina que les asignó
imperativamente el ámbito doméstico como el terreno de su realización” (Wills, 2005,
p. 64). Para ella, la configuración de los Estados estuvo permeada por la asignación
de las mujeres a los ámbitos íntimos y privados de la familia, de manera que el campo
revolucionario reñía con lo que se esperaba de ellas. Fue a partir de una serie de
luchas y de la irrupción de las mujeres en diferentes espacios públicos como se logró
el ingreso paulatino de mujeres no sólo en ejércitos irregulares sino también estatales.

Este planteamiento será importante para dar respuesta más adelante a la pregunta de
investigación planteada en este trabajo e intentará mostrarse en posteriores capítulos
cómo la participación de las mujeres en la insurgencia fariana puede significar
emancipación y empoderamiento desde el desarrollo de funciones que agencian y
potencian su lugar como sujetas políticas en la organización, pero también intentará
develarse cómo desde algunas creencias e imaginarios aún se sitúa dicha
participación en prácticas convencionales que, al decir de Rocío Cifuentes (2009),
reeditan funciones tradicionales, especialmente en aspectos relacionados con los
roles y la vida afectiva en las guerrillas de las FARC, las cuales se enmarcan en un
orden institucional guerrillero de donde emergen unos patrones de género propios de
su construcción interna. Ello se ampliará más adelante.

1.2.2 Guerrilleras colombianas: tensiones y contradicciones


Las organizaciones guerrilleras en Colombia han sido objeto de un sinnúmero de críticas
académicas y de corte periodístico por la poca capacidad que han tenido para desterrar
los estereotipos femeninos- mujer, maternidad, intuición, emoción, sentimentalismo,
abnegación-, supuestos que han servido fundamentalmente para excluir lo femenino del
32 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

mundo público en las democracias de Occidente (Wills, 2005). Maria Eugenia Vásquez
(desmovilizada del M-19) señala en su libro “Escrito para no Morir. Bitácora de una
Militancia” cómo “ser mujer, en un campo masculino como el de los ejércitos, resulta
muy conflictivo” y observa cómo se cuestionaron las estructuras de poder político, pero
también cómo se mantuvieron contradicciones con el sentido de equidad en las
relaciones de género (Vásquez, 2000).

Entre las investigaciones que ponen el énfasis en las experiencias de mujeres en los
movimientos armados irregulares se puede notar una clara tendencia a la consideración
de que ellas son conminadas a luchar en contra de la opresión de clases, se les ofrece la
posibilidad de hacerse sujetas políticas, de empoderarse como guerreras y de vincularse
a un grupo armado con aires de cambio e igualdad que, en la realidad, convive con
prácticas inequitativas que caracterizan a la sociedad colombiana. Desde su vinculación
como militantes adaptan su cuerpo y su feminidad a un medio de socialización bélica en
instituciones armadas que son tradicionalmente masculinas y donde las exigencias se
definen de acuerdo con el modelo de soldado que se ha instituido desde la misma
creación de los ejércitos; en ese sentido, han terminado adoptando patrones de
comportamiento masculinos para lograr ser aceptadas en su interior (Toro, 1994; Rojas
de Ferro, 2005; Castrillón, 2015).

Silvia Otero (2006) realizó una monografía sobre el tema y recuerda la mirada binaria en
torno a la que han girado los estudios del fenómeno. De un lado, están quienes creen
que los grupos armados perpetúan los estereotipos de la sociedad machista que asignan
a las mujeres labores propias del ámbito doméstico, y de otro lado quienes afirman que
los grupos armados combaten dichos estereotipos y promulgan una igualdad en la que
ambos géneros pueden acceder de igual forma al ámbito público. Su estudio lo centra en
la guerrilla de las FARC e infiere que no se pone en tela de juicio que hombres y mujeres
farianas cumplan con las mismas labores en la guerrilla, así como con algunas
restricciones dentro movimiento, sin embargo, se pregunta si por sí mismo ello permitiría
concluir que se combate la mirada androcéntrica del orden social. Ella concluye que para
el caso de las FARC, “el hecho de que para las mujeres esté abierta la posibilidad de
devenir guerreras, no necesariamente significa que la organización combata los
estereotipos de género de la sociedad patriarcal” (Otero, 2006, párr. 9) y añade que los
imaginarios tradicionales sobre lo femenino y lo masculino continúan operando en la
Capítulo 1 33

cotidianidad guerrillera. En concordancia con esto, Maria Eugenia Ibarra (2009) indica
que, a pesar de que la guerra ya no es un ejercicio exclusivo de los hombres, la
presencia de las mujeres no deja de estar signada por juicios de valor por su condición
sexual.

Desde otra orilla, Natalia Herrera (2007) indica que las mujeres de las FARC
desempeñan un rol activo al interior de las filas y potencian hábilmente su capacidad de
agencia. Para ella, las mujeres pasan de ser seres subordinados, maltratados y
relegados a las labores domésticas para convertirse en mujeres libres; “no se encontró
evidencia que mostrara que al interior de las FARC se discrimine a la mujer por el hecho
de ser mujer” (Herrera, 2007, p. 70). La autora analiza de forma interesante cómo las
mujeres logran conquistar espacios políticos y cómo eso repercute en el empoderamiento
y la agencia de las insurgentes, sin embargo no profundiza en mayor medida sobre los
cuestionamientos que ello puede generar.

Toro (1994) y Lelièvre et al. (2004) coinciden en que los relatos de mujeres de
movimientos como el EPL, el M19 y el PRT no reconocen la existencia de situaciones de
desigualdad o formas de discriminación entre hombres y mujeres, por el contrario, ellas y
ellos indican la total igualdad en las relaciones y en las labores diarias, lo que Toro
estima como una situación de invisibilización del problema, pues en la insurgencia, las
diferencias de género no constituyen la contradicción fundamental a resolver. Es
importante recordar a Maria Emma Wills (2005) cuando refiere que el arribo de cuerpos
femeninos a espacios de poder reservados antes exclusivamente a los hombres puede
convertirse en una trampa si no viene acompañado de otra serie de estrategias que
cuestionen no sólo la exclusión sino también la subordinación y en algunos casos la
denigración de la diferencia femenina.

En el campo afectivo se presentan situaciones más complejas aún. Los procesos


tradicionales de socialización transmiten con frecuencia representaciones e imaginarios
que refuerzan la fusión entre sexualidad, recato y afectividad para las mujeres mientras
en los hombres se valora la libertad y el instinto sexual. Lelièvre et al. (2004) manifiestan
que en contextos de guerra se transforman las vivencias emocionales; usualmente las
relaciones en las guerrillas están mediadas por sentimientos intensos como el miedo a la
muerte, la clandestinidad y el peligro, lo que favorece que hombres y mujeres
34 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

establezcan vínculos en los que predominan expresiones como fraternidad, hermandad,


camaradería, acompañamiento, apoyo, solidaridad y afecto. El cuidado mutuo y las
vivencias compartidas en combate o en misiones ha hecho inclusive que el grupo armado
sea visto como una extensión de la familia.

No obstante, en los núcleos guerrilleros, bien sea rurales o urbanos también se han
generado relaciones de orden íntimo y de pareja pese a la verticalidad y la disciplina de
los mismos. Estudiosas del tema, han mencionado que en insurgencias como el EPL, el
Quintín Lame y el M-19 era la misma organización la que emanaba las orientaciones, las
directrices y las normas para entablar una relación afectiva o sexual27, incluso el ejercicio
de la maternidad era estrictamente regulado, lo que era asumido y vivido como algo
inherente a las reglas del proyecto revolucionario (Lelièvre et al., 2004).

Sin embargo, las investigadoras señalan también que las mismas condiciones de la
guerra y circunstancias como la clandestinidad y el peligro posibilitaron otras formas
abiertas de relacionamiento afectivo, especialmente para las mujeres, pues los
guerrilleros podían establecer vínculos casuales sin ser juzgados ni señalados por los
mandatos tradicionales de género. En ese sentido, el análisis de las vivencias íntimas en
movimientos insurgentes colombianos desmovilizados en los noventa indican que la
sexualidad se asumió desde una mayor libertad, retomando modelos masculinos y sin
implicaciones afectivas a largo plazo, lo que según Maria Eugenia Ibarra (como se citó en
Lelièvre et al., 2004) fue problemático en la medida en que:
En las organizaciones armadas hubo un costo emocional muy alto, ya que si bien ellas
asumieron el reto de cambio en sus prácticas afectivas y sexuales, los compañeros en
general, continuaron estableciendo la tradicional separación entre unas y otras mujeres, las
esposas/madres, buenas y abnegadas y las mujeres de la otra orilla, del placer
momentáneo, ellas, las guerrilleras con las que se relacionaron sexualmente, pero con las
que no crearon proyectos afectivos a largo plazo. (p.131)

Por otra parte, investigaciones recientes reflexionan sobre el hecho de la pérdida de


autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos cuando se encuentran en el marco de un
grupo guerrillero y la escisión entre los discursos y las prácticas que mantienen
antagonismos entre los roles socialmente construidos como femeninos y los

27
En el EPL y el M-19 se llegaron a realizar rituales a manera de ceremonia para formalizar a las
parejas, fomentando además valores como la fidelidad.
Capítulo 1 35

masculinos. Medina (2009) insiste en que en los ordenes insurgentes hay una
regulación sistemática de las prácticas cotidianas de los sujetos que abarca incluso la
sexualidad, el control de la natalidad y la maternidad. Para los casos de las FARC y el
ELN encuentra por ejemplo que son los mandos quienes definen los tiempos, horarios
y posibilidades de establecer relaciones erótico afectivas, así mismo indica que el
carácter viril de las organizaciones armadas se expresa en los controles y prácticas
que se implementan de manera obligatoria sobre el cuerpo femenino en la
planificación y el aborto.

En ese sentido las discusiones más contemporáneas y que se siguen revisando en


esta materia es si la lucha autodenominada revolucionaria de los grupos guerrilleros
implicó en la práctica transgredir las estructuras tradicionales de poder en las
relaciones de género, considerando que entre sus fines estaban la búsqueda de
igualdad y libertad para todos los miembros insurgentes o si se trató únicamente de
una estrategia discursiva. Las mayores contradicciones que se advierten sobre tal
punto es que se presentan incoherencias que van desde el uso funcional del cuerpo
de las mujeres para la acción revolucionaria y para los fines de la guerra así como lo
disímil que puede ser el discurso de igualdad en la medida en que en los movimientos
armados perviven discursos en los que se legitima la diferenciación y se justifica la
dominación en los que la mujer se concibe como propiedad del hombre (Medina,
2009; González y Maldonado, 2017; Martínez, 2017).

1.3 Propuesta teórica para abordar el problema de


investigación

En el abordaje teórico de este trabajo se propone la articulación de tres nociones que


brindan elementos para dar respuesta al problema de investigación. En primer lugar, se
entiende la guerrilla de las FARC como una organización de carácter insurgente que
generó un campo propicio para la socialización; allí se posibilitaron alianzas, se
generaron discursos, tensiones, amistades. Así mismo, se configuró como un escenario
donde las y los combatientes pusieron en evidencia lo que son, lo que han aprendido y
sus intereses frente a una nueva manera de relacionamiento en las filas. En esta misma
36 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

línea, las prácticas organizativas y disciplinarias se sitúan desde el análisis de las


instituciones voraces (Coser, 1978) bajo la comprensión de que las FARC logró
establecer una jerarquía propia de un orden vertical en aras de cumplir sus objetivos
político militares. Este concepto permite revisar cómo la organización guerrillera requería
de sus combatientes toda la lealtad y sus energías, para lo cual el control y la regulación
sobre los cuerpos fue determinante en la construcción de un sujeto guerrero. Finalmente,
el análisis de los regímenes de género (Connell, 2002) permite entender cómo el
movimiento armado creó unos arreglos particulares que iban en coherencia no sólo con
los ideales y los dispositivos disciplinarios de la organización, sino también con los
imaginarios y las formas de socialización que cada miembro lleva consigo. A
continuación se desarrolla lo enunciado en estas líneas.

1.3.1 Control y regulaciones normativas: las FARC como


una institución voraz y socializadora
En esta investigación, se enmarca a las FARC28 en lo que Coser (1978) denominó
instituciones voraces. Coser sugiere que en las sociedades contemporáneas los
individuos viven en una intersección de diversos círculos sociales como la familia, la
escuela, el trabajo o la iglesia, que demandan su afiliación. La inmersión de los sujetos
en varios de estos grupos a la vez se da por un proceso complejo de democratización de
las instituciones en la modernidad, que permite que las personas puedan asociarse
parcialmente a una pluralidad de escenarios sociales y responder a diferentes roles con
los que logran coexistir sin asumir el compromiso exclusivo con un grupo particular. No
obstante, el autor indica que, aún en la sociedad moderna se continúan presentando
grupos que en contradicción con las tendencias dominantes, tienen como característica
primordial el reclamo de la adhesión absoluta de sus miembros, de manera que logren
controlar sus tiempos y movimientos.

En los campamentos de las FARC, la vida de sus integrantes se encontraba


milimétricamente regulada; la levantada, la guardia, la rancha, las actividades militares y
políticas, y todo en cuanto a la organización se tratase. Para ello, el establecimiento de
un cuerpo jerárquico era fundamental en la toma de decisiones y el cumplimiento de

28
En el siguiente capítulo se brindarán elementos para entender los orígenes de las FARC, su
régimen disciplinario, normas de comando, etc.
Capítulo 1 37

ordenes. Así entonces, en coherencia con las características que poseen las instituciones
voraces, éste estudio considera que el grupo armado comparte con ellas las siguientes
particularidades:

1. Encauzan las energías humanas en beneficio de la demanda de lealtad y


fidelidad exclusiva con la organización. Estas instituciones generan estrategias
para influenciar por completo a los individuos y debilitar sus vínculos o impedir
que establezcan otros con distintas instituciones o personas cuyas demandas de
lealtad pudieran entrar en conflicto con las propias (Coser, 1978). Por ejemplo,
con frecuencia la vinculación a la insurgencia alejaba físicamente a sus miembros
del núcleo familiar inmediato. Ocasionalmente y dependiendo del comportamiento
que éstos asumieran se permitían contactos telefónicos o contacto físico tomando
en cuenta la antigüedad, la hoja de vida y, como dicen las normas, la entrega al
proyecto revolucionario (Aguilera, 2013). Así mismo, las relaciones con la
población civil se encontraban estrictamente limitadas y se prohibía tajantemente
mantener relaciones sentimentales con éste segmento de la población. Cualquier
situación que amenazara o pusiera en riesgo la lealtad de las y los combatientes
hacia la organización era inmediatamente intervenida por quienes ejercieran el
mando.

2. Controlan los comportamientos de sus miembros mediante una serie de


regulaciones que les permite mantener el orden establecido y esperado.
Para el caso de las FARC, la regulación de la vida militar, política, ideológica y
cotidiana, se desarrolló a partir de la subordinación al orden jerárquico y de la
existencia de dispositivos de control como el reglamento de régimen disciplinario,
las normas internas de comando y el estatuto29. Aquí hay que resaltar una
relación necesaria entre cuerpo y disciplina, siendo el cuerpo el lugar donde se
inscriben las prácticas y las sujeciones propias de un orden bélico. Para Foucault
(2009), la disciplina fabrica cuerpos dóciles, entendiendo por dócil “un cuerpo que
puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y
perfeccionado” (p. 159). En una institución que pide incondicionalidad de sus

29
Estos tres elementos están contenidos en el “Estatuto Farc-EP”, el cual puede ser consultado
en la web.
38 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

miembros y absorbe todas sus energías para sí, la dimensión corporal juega un
papel importante en la medida en que permite develar las resistencias y
contestaciones a los ordenes de subalternidad. Ello se ampliará especialmente en
el último capítulo.

3. Desarrollan mecanismos de motivación para atraer la vinculación de otros


miembros y asegurar su adhesión. La imagen que genera debe ser
estimulante para captar la atención de los implicados. Las y los guerrilleros
eran motivados a luchar por lo que el proyecto político fariano consideraba una
lucha justa. En ese sentido, el apoyo, la entrega y la lealtad absoluta a sus
propuestas políticas tenia implicaciones positivas para quienes mostraran espíritu
de sacrificio y abnegación, a éstos se les brindaban incentivos como ascensos,
viajes y comisiones. A quienes mostraran atisbos de inconformidad o deslealtad,
se les aplicaba la norma con todo el rigor.

Como se observa, lo que caracterizó a las FARC como institución voraz se ajusta a lo
esperado de un ejército en armas. Era estricto, jerárquico y buscaba la fidelidad de sus
integrantes con las premisas revolucionarias del proyecto político-militar. Sin embargo, a
estos elementos se suma un aspecto que lo hace especialmente peculiar, se erigió
también como una institución socializadora: esto es, sus miembros producían pero a la
vez eran producto de un escenario combativo, rígido y disciplinario. Incluso, allí se
reproducían ideas, representaciones, imaginarios y preceptos de mundo con los que
llegaban las y los combatientes y que respondían a procesos de socialización previos a la
entrada a la insurgencia.

La socialización se da en los distintos ámbitos de realización del ser humano; es el


proceso a través del cual se llega a ser miembro de la sociedad por medio de la
aprehensión de elementos de un mundo existente antes de su propia aparición. Existen
dos formas de socialización ampliamente conocidas: primaria y secundaria. La primera
es aquella experimentada en la infancia, mientras la segunda incluye la aparición de
nuevos sectores, submundos o instituciones a los que el individuo entra posteriormente.
Usualmente, estos procesos están dados por una alta carga emocional, la internalización
de aprendizajes, la aparición de otros significantes y la asignación de roles en un
contexto o contextos habitados; “éste no es un proceso mecánico y unilateral: entraña
una dialéctica entre la auto-identificación y la identificación que hacen los otros” (Berger
Capítulo 1 39

& Luckmann, 1989). Para efectos de este trabajo, se pondrá el foco en la socialización
secundaria, tomando como referencia que las FARC se convierte en un campo de
aprehensión de nuevas maneras de ser y hacer a la cual se ajustan sus miembros y que
están en sintonía con las formas organizativas que resultan funcionales para los objetivos
trazados allí.

Para Elisabeth Wood (2012), los grupos de carácter militar se constituyen en espacios
socializadores donde emergen prácticas disciplinarias que contribuyen a que sus
miembros aporten a la eficiencia de tales instituciones. Wood analiza dos formas a través
de las cuales los grupos armados resuelven sus dilemas de disciplina; por un lado, desde
el temor a los castigos y la legitimidad de los mandos superiores, y, por otro, el
adoctrinamiento y la educación política continua de sus integrantes como forma de
reforzar la conciencia y la ideología sobre los propósitos del grupo. En las FARC se
identifica una mezcla de ambas. Por ejemplo, Santiago, quien perteneció al Bloque Sur
manifiesta al respecto: “usted sabe que le dan una orden y usted sabe que tiene que
ejecutarla, ¿por qué?, porque la disciplina va de la mano con el temor porque si usted no
cumple la orden y no es un guerrillero disciplinado entonces, fusilado. Así de sencillo”.

Por su parte, Aguilera (2013) esboza lo que llama “moralidad del guerrero” anotando
unos esquemas y valores que guían los comportamientos y determinan el cumplimiento
de las normas disciplinarias. Esos valores condensan los principios revolucionarios que
se oponen al statu quo del orden capitalista y se difunden regularmente a través de
cursos, cartillas, discusiones y prácticas cotidianas como reuniones, actos fúnebres y
horas culturales que apuntan a la educación política permanente de sus miembros. En
las FARC operaron los cuatro elementos que resaltan la moralidad que advierte Aguilera
y que a su vez, sirvieron para que sus miembros interioricen el discurso revolucionario
plasmado en los diferentes documentos, tales elementos son:

ü La guerrilla expresa los intereses del pueblo y quienes la componen son


transformadores sociales.
ü Frente al individuo capitalista, la construcción del colectivismo.
ü Las virtudes ideales se materializan en la abnegación, el compromiso y el espíritu
de sacrificio por la causa, incluso si ello implica hasta la entrega de la propia vida.
Así mismo, se enarbolan cualidades como la modestia, la solidaridad y el
40 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

compañerismo, en tanto que se persigue contar con una estructura guerrillera en


la que reine la hermandad y la convivencia entre sus miembros (Aguilera, 2013).
ü La crítica y la autocrítica usada como método de superación y de educación
política para clarificar ideas, fortalecer convicciones o enfrentar desviaciones
políticas. En las FARC, por ejemplo, incurrir en hechos que se desviaran de los
ideales guerrilleros acarreaba “sanción política”. Este tipo de sanciones consistía
en elaborar resúmenes de documentos farianos, leer cartillas de estudio o
socializar públicamente contenidos políticos en aras de reforzar las normas
disciplinarias.

1.3.2 Feminidad insurgente: ¿régimen de género en las


Farc?
El género se puede entender como una relación, pero no cualquier relación. Es un
vínculo que implica múltiples personas y que conecta cuerpos e instituciones (Connell R.
, 2013). Raewyn Connell, sociologa australiana que ha incursionado especialmente en
los estudios sobre masculinidades ha desarrollado amplias investigaciones sobre las
formas concretas en que puede entenderse la relación entre hombres y mujeres (y entre
hombres y entre mujeres) en organizaciones y en estructuras sociales específicas. Para
ella, es necesario adoptar una perspectiva relacional que entienda el género como algo
que conecta al mismo tiempo las relaciones económicas, afectivas, simbólicas y de
poder, y que opera de manera simultánea en los niveles interpersonales, institucionales y
en la sociedad en general.

Connell advierte que a pesar de que muchos hallen difícil aceptar que las instituciones
están sustantivamente provistas de género, pensar institucionalmente es un paso
importante hacia la comprensión del mismo (1997; 2001). Éste está inmerso en las
disposiciones institucionales, en las prácticas sociales cotidianas y se concretan en
tejidos sociales complejos como las familias, las empresas, los gobiernos y demás
lugares en los que interactúan hombres y mujeres. En concordancia con lo anterior, las
FARC podría enmarcarse dentro de lo que Connell denomina un régimen de género; éste
concepto se constituye en una herramienta que permite identificar las normas, las
prácticas, los valores y los arreglos internos en la formación y producción de relaciones
de género de una organización social en particular. Es posible pensar que en la
insurgencia fariana se estructuraron unas particulares formas de relación entre hombres
Capítulo 1 41

y mujeres, relaciones marcadas por unas características que debían responder a sus
fundamentos ideológicos, políticos, militares y disciplinarios.

Luisa Dietrich (2014), quien ha incursionado en este campo argumenta que las
organizaciones insurgentes actúan permanentemente en la creación de feminidades y
masculinidades funcionales para la lucha armada y plantea que una de las
intencionalidades de ello es minimizar las diferencias entre militantes, fomentar cohesión
dentro de las tropas e imponer una normatividad clara y precisa para sus combatientes.
Ahora bien, usualmente los regímenes de género van en correspondencia con el orden u
ordenamiento de género, entendidos como la estructura de relaciones de género en una
sociedad determinada en un momento determinado. Esos patrones amplios se legitiman
por medio de normas y discursos cotidianos que son avalados y apropiados en las
sociedades. Con frecuencia, el orden de género es un patrón de poder que produce de
manera sistemática relaciones de jerarquía y subordinación entre hombres y mujeres y
en el que convergen todas las dimensiones de la vida humana a través de interacciones
muy complejas (Connell, 1987).

Una de las características fundamentales de los regímenes de género es que, a pesar de


estar influenciados determinantemente por el orden de género amplio, éstos pueden
cambiar o se pueden desviar, generando con ello oportunidades para la transformación
de relaciones entre los géneros. Al respecto, la investigación de Dietrich (2014) advertiría
que la importancia de este concepto recae sobre el hecho de que las organizaciones
insurgentes no sólo se “desvían” del orden social prevaleciente, sino que hacen un
intento por combatirlo.

Las relaciones de género como una forma de ordenamiento de las prácticas se dan
dentro de estructuras de relaciones sociales que definen su configuración. En ese
sentido, Connell invita a adoptar un modelo de estructura de género con tres
dimensiones (1997; 2001):

1. Poder: se relaciona fundamentalmente con las prácticas de autoridad, jerarquía y


subordinación en las relaciones entre hombres y mujeres. Aquí predomina la
asociación de la masculinidad con una autoridad históricamente otorgada a los
hombres y que hace que ellos ocupen posiciones privilegiadas en el mundo
público y político. Connell manifiesta que el poder patriarcal persiste a pesar de
42 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

las resistencias y de las rupturas que pueden generarse para lograr que las
mujeres asciendan en la escala jerárquica.

2. Relaciones de producción: tiene que ver con la división genérica del trabajo, los
roles, las funciones y especializaciones de unas y otros. Estas relaciones son
inherentemente históricas y, como se ha mencionado, la asignación de lo público
y lo privado se ha delimitado claramente en gran parte de las sociedades
occidentales, donde las actividades de lo femenino y lo masculino están
potencialmente diferenciadas. En el caso de la insurgencia fariana, no es un
accidente histórico que sean los cuadros hombres quienes hayan tomado la
vocería y los cargos superiores en la estructura jerárquica, sino que hace parte de
la construcción de masculinidades y feminidades al interior de esa organización
particular.

3. Relaciones emocionales: A menudo las relaciones emocionales y el deseo


sexual son vistos con tal naturalidad que normalmente se excluyen de la teoría
social, sin embargo, estas prácticas dan forma a las relaciones particulares de
género y permiten formular interrogantes sobre lo coercitivo, lo consensual, la
heterosexualidad y la homosexualidad en lugares específicos.

Estos tres elementos, como se verá a lo largo de éste estudio, se encuentran presentes
en la comprensión de las relaciones instituidas en un régimen de género como el fariano.
Al respecto, uno de los mayores aportes que hace Dietrich sobre los regímenes
insurgentes de género en tres movimientos latinoamericanos30 es la identificación de dos
ámbitos interconectados que coexisten de manera ambivalente. Por un lado, el ámbito
público que opera en una perspectiva de aumentar la funcionalidad de los recursos
insurgentes para avanzar en la “lucha armada y donde se sondean posibilidades de
cambio y, en segundo lugar, un ámbito restringido, privado e individual, al que se le
asignan las relaciones afectivas y de pareja que tienen lugar en el marco de la militancia”
(Dietrich, 2014, pág. 97).

A manera de cierre, la revisión anteriormente planteada sobre los estudios que se han

30
La autora revisa de forma comparativa los arreglos de género en proyectos insurgentes de El
Salvador, Colombia y Perú.
Capítulo 1 43

desarrollado acerca de la participación de las mujeres en grupos armados insurgentes


permiten ampliar la mirada sobre cuáles han sido los debates académicos que se han
generado en este campo, encontrando que hay una fuerte polarización entre quienes ven
la movilización de mujeres combatientes como un avance en el reconocimiento de la
igualdad y el derecho a participar en todos los escenarios políticos existentes, y, por otro
lado están quienes critican y ven menoscabada su participación en las filas, en razón del
análisis de que en las insurgencias perviven elementos que perpetúan una visión
tradicional de los roles de género. Algunas posiciones afirman que los grupos armados
han realizado esfuerzos por combatir los estereotipos devenidos de la sociedad general
pero que aún circulan discursos que reproducen relaciones de poder entre hombres y
mujeres que ponen en desventaja a las segundas, además de la dificultad que podría
implicar para algunas el cuestionamiento de ello. No obstante, los conceptos revisados
en éste marco teórico permiten comprender cómo en una institución como la guerrilla se
da una mixtura de relaciones que apuntan al cumplimiento de sus objetivos políticos y
militares, pero también existe una red de sociabilidad en las cuales se generan tensiones,
rupturas, cuestionamientos y una multiplicidad de relaciones entre hombres y mujeres
que interesa analizar en los posteriores capítulos.
2. “No hay revolución sin la participación de la
mujer”: división del trabajo, roles y
consideraciones de género

Este capítulo revisa, inicialmente, elementos históricos de la participación de las mujeres


en las FARC con miras a develar las transformaciones que su participación tuvo a lo
largo de la conformación como organización guerrillera. En seguida, se exploran las
motivaciones que ellas han esgrimido para alistarse en las filas guerrilleras, su extracción
social y las trayectorias vitales que desencadenan en su pertenencia al movimiento. Por
último, el interés principal se ubica en identificar la división sexual del trabajo y los roles
que ellas ejercieron al interior de éste. Para ello, se propone una subdivisión en roles
políticos, militares y operativos que son revisados a la luz de sus cambios a lo largo de
diferentes décadas y que permiten encontrar transformaciones en el régimen de género
fariano. Se encuentra que si bien los instrumentos reglamentarios y disciplinarios
promovieron completa igualdad y ascenso en todos los cargos para hombres y mujeres,
pervivieron hasta la finalización del conflicto armado consideraciones androcéntricas que
reproducían ideas basadas en una división tradicional de las tareas. En ese sentido, por
ejemplo, existieron mujeres que lograron escalar en la jerarquía política y militar del
movimiento pero asumiendo un doble esfuerzo para ganar legitimidad ante el resto de
sus compañeros y compañeras.

2.1 Mirada a la participación de las mujeres en las


FARC: un recorrido desde 1964 hasta 2016
Desarrollar un ejercicio que sintetice la historia de la participación de mujeres farianas no
es una tarea fácil. No obstante, hacerlo permite advertir que tanto su participación como
su involucramiento cada vez mayor en la insurgencia responden a un proceso paulatino e
histórico que tiene una naturaleza propia por el discurso revolucionario y las formas
46 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

relacionales entre sus miembros. La documentación existente sobre las primeras


mujeres que integraron el movimiento es muy escasa, sin embargo, los informes
periodísticos, los relatos y la literatura académica revisada para esta investigación,
permiten proponer una periodización en aras de comprender los cambios de esta
guerrilla en relación con el alistamiento de mujeres en sus filas desde su etapa de
consolidación como grupo alzado en armas hasta la última conferencia guerrillera en el
año 2016, celebrada en los llanos del Yarí. Esta evolución se indica en el siguiente
gráfico y se analiza a continuación.

Figura 2: Periodización de la participación de las mujeres en las FARC 1964-2016

SEGUNDO MOMENTO TERCER MOMENTO


PRIMER MOMENTO
(1982- 1998) (1998-2016)
(1964-1982)
Incremento, Negociaciones de paz
De acompañantes a
visibilización y oficios y auto crítica de las
combatientes
diversificados mujeres

Fuente: Elaboración propia

2.1.1 Primer momento: De acompañantes a combatientes


(1964- 1982)
Un primer momento va desde la fundación de las FARC en 1964, cuando la presencia de
las mujeres figuraba como compañía y sus roles eran secundarios; hasta 1982, cuando
en la séptima conferencia guerrillera se plantea la necesidad de establecer parámetros
de igualdad en deberes y derechos para hombres y mujeres pertenecientes a ésta
insurgencia. Durante ese periodo se encuentra no sólo un salto cualitativo en tanto pasan
de ser acompañantes a desempeñar tareas similares a las de los hombres, sino que, de
acuerdo con testimonios y relatos se evidencia también un incremento en el número de
ellas en la organización.

Analizar esta periodización desde sus orígenes permite revisar los antecedentes
fundacionales de las FARC hacia mediados de la década del sesenta. El episodio que
daría inicio al movimiento armado encuentra su origen en la llamada agresión a
Marquetalia, iniciada por los militares con la “Operación Soberanía” en el marco del Plan
Lazo el 18 de mayo de 1964 y que daría pie para la proclamación del “Programa Agrario”
47

el 20 de julio del mismo año como un documento declarativo que antecedió la creación
formal de las FARC (Aguilera, 2013, p. 49).

Ya para esa época las mujeres acompañaban las luchas de resistencia contra las fuerzas
militares en un esfuerzo por mantener la unión y el cuidado de la familia. Elsy Marulanda
(1995) sugiere que para este momento ellas participaron tangencialmente más que de
manera activa, y por la necesidad de cuidar la vida e integridad física de la familia más
que por la lucha por la tierra o la defensa de las banderas partidistas. Aunque no se
encuentran muchos nombres de mujeres en la resistencia de Marquetalia, se resalta la
participación de Judith Grisales y Miriam Narváez31. Al parecer, la primera hacía
uniformes para los guerrilleros y la segunda era una activista política que además
ayudaba en las labores de cocina; ambas participaron en los comandos móviles y de
pelea por los departamentos de Huila, Tolima y Cauca, y llegaron a la segunda
conferencia guerrillera celebrada en 1966 donde el movimiento armado expidió las
“normas organizativas y reclamatorias de las Farc” en las cuales se declara que las
mujeres pueden ser miembros de la guerrilla, siempre y cuando llenen los requisitos
establecidos; sin embargo, no se aclara cuáles son dichos requisitos, dejando en el aire
la idea de que el ingreso de los hombres puede darse de forma más directa y sencilla
que en el caso de ellas.

Durante esos primeros años, la guerrilla vive un tiempo de organización de su


estructura interna y de conquista de las bases sociales, especialmente entre el
campesinado de las primeras zonas de asentamiento, sin desconocer la militancia en
las zonas urbanas con las juventudes comunistas, a las cuales las mujeres de la
época también tuvieron acercamientos desde diferentes formas organizativas. Según
Aguilera (2013), para las décadas del sesenta y setenta, los grupos guerrilleros
contaban con una relativa aceptación social en las zonas rurales con escasa
presencia estatal así como entre sectores urbanos críticos del monopolio bipartidista
que tenían además una fuerte influencia del pensamiento marxista leninista (p. 15-30).

31
Para ampliar, ver el texto escrito por Victoria Sandino en aniversario número cincuenta de las
FARC: http://mujerfariana.org/index.php/vision-de-mujer/115-farianas-en-el-50-aniversario
48 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Lo que indican los relatos que rememoran el desarrollo participativo inicial de las mujeres
en las FARC es que su papel figuraba en términos de acompañantes (madres,
hermanas, esposas y cuidadoras) con papeles secundarios, relacionados con el cuidado
de enfermos y actividades de mantenimiento de los campamentos y el bienestar de los
combatientes, tal como lo indica Rosa Helena, hermana de Manuel Marulanda:

Yo tampoco participé en la lucha armada. Yo andaba en compañía de ellos pero ayudando


a hacer sólo las cosas propias de las mujeres como eran las de lavar, aplanchar y remendar
la ropa de los guerrilleros, atender la cocina y demás labores domésticas. (Arango, 1985, p.
192)

En la investigación “la lucha inconclusa de las mujeres de las Farc” 32 se puede encontrar
el testimonio de Sandra Ramírez, quien afirma que a las mujeres se les designó el
atributo de combatientes sólo desde los años setenta, y el de Luis Alberto Albán (o Marco
Calarcá según su alias en la organización), que menciona que al comienzo “había un
puñado de compañeras que estaban en todo, pero casi no eran consideradas guerrilleras
(…), a finales de los 70, comienzos de los 80 entraron una cantidad de mujeres con
capacidad de desarrollar las tareas propias de la guerrilla” (como se citó en Salazar,
2017, párr.7). Victoria Sandino reafirma tal información y asegura que ya desde la cuarta
conferencia guerrillera (1971) se hablaba de equiparar derechos entre ambos sexos, lo
que implicaba, según ella, una conquista pero también mayores retos en la práctica, pues
antes se consideraban “simplemente como las esposas de los guerrilleros” (Sandino,
2014, párr. 11).

Según Sandino, para esos años son remarcables dos momentos: primero, el ingreso
creciente en la década del ochenta a los diferentes frentes, especialmente al 1º en el
Guaviare, al 5º en Urabá, al 6º en el Cauca, al 15º en el Caquetá y al 19º en la Sierra
Nevada. Adicionalmente, resalta las posiciones de mando que asumieron algunas
mujeres, entre las que destaca a: “Rosita, María Dolly, Lucy, Yaneth, Érica, Gladys

32
Si bien la investigación no se encuentra disponible en la web, existe información que se puede
ampliar en el siguiente link: https://colombiacheck.com/investigaciones/la-lucha-inconclusa-de-las-
mujeres-de-las-farc.html#.WZB5EObF-NY.facebook
49

Martínez, Eliana, Carolina Trenzas, Olga, Shirley, Lucía, Zénide, Yolanda, María
Salomé, Marina, Nayibe, entre otras” (Sandino, 2014, párr. 12).

Este momento culmina con un hecho importante que se daría en la séptima conferencia
guerrillera, celebrada en 1982, donde se mencionó un punto específico en relación con
las mujeres farianas. Las conclusiones generales señalarían que:
En las FARC-EP no puede haber discriminación para la mujer, quien de la misma manera
que asume las exigencias reglamentarias, también como el hombre tiene los mismos
derechos. Quien discrimine a la mujer será sancionado conforme al Reglamento, trátese de
Comandantes o guerrilleros de base. La mujer en la guerrilla es libre. (FARC-EP, s.f (a),
párr.18)

Esto se convirtió en una referencia para promover la defensa de sus derechos


igualitarios33 a nivel interno, o al menos así lo expresó Liliana López (alias Olga Lucía
Marín) en una entrevista realizada por Patricia Lara:

(…) se estableció que la mujer en la guerrilla es libre y no puede ser discriminada. Tiene los
mismos derechos y deberes que el hombre. Es decir, si una mujer quiere impedir que la
discriminen, dispone de los instrumentos para conseguirlo. Otra cosa es que ella, como
mujer, se atreva a usarlos y que el hombre se lo permita. Es necesario que las mujeres
sepan dar la pelea, y si la dan bien, la ganan. (Lara, 2000, p. 114)

Con base en los testimonios, narrativas y experiencias recogidas se pueden apreciar dos
fenómenos en el advenimiento de las mujeres farianas; por un lado, su apertura al
movimiento se da desde una visión naturalizada de los roles tradicionales que para la
época eran con dificultad cuestionados pero que iban en consonancia con una sociedad
en la que la división sexual del trabajo había definido el hogar como campo de realización
de las mujeres, espacio donde exploraban las aptitudes y habilidades tendientes al
cuidado, a la reproducción y al mantenimiento del bienestar de la familia. En esta línea, el
acercamiento de las mujeres a la organización armada se dio en coherencia con los
esquemas de la sociedad amplia u orden de género amplio, como lo denominaría Connell
(2002). Esa cosmovisión de mujer tradicional que contribuye con el mantenimiento de las
tropas, se puede evidenciar en los propios escritos farianos cuando Jacobo Arenas
menciona que “la mujer juega un papel importante. Al igual que el hombre, puede

33
La discusión en torno a la igualdad promovida por el grupo armado se desarrolla con detalle
más adelante.
50 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

transformarse en un combatiente. Ayuda grandemente en las labores de sanidad,


sastrerías, educación y labores propias de la mujer” (Arenas, 2015, p. 92).

De otro lado, se logra identificar que su vinculación a la guerrilla comenzó a adquirir otras
connotaciones. Ya no sólo fungían como compañeras sentimentales, sino que ampliarían
el espectro de su participación numérica; se alistarían para actividades de combate,
participarían en cargos de mando y engrosarían el grupo armado de reciente
conformación. Inclusive, según Carlos Arango (1985), los guerrilleros veían como una
ventaja que en sus filas existieran mujeres, mientras en las fuerzas militares del gobierno
la participación de éstas estaba limitada y no apoyaban enfrentamientos bélicos. Sin
embargo, esa vinculación y posterior tránsito a combatientes se dio no sin el desafío y la
transgresión que ello implicaba al ordenamiento de género existente, pues la militancia
implicaba en gran parte de los casos el abandono de la familia para involucrarse al
cuerpo político militar y desempeñar ahí los roles que la organización demandara. Desde
su militancia, las mujeres farianas e incluso las de otros grupos armados revolucionarios
de la época, fueron entrando paulatinamente y ganando espacios en la insurgencia,
espacios que por ser del ámbito de lo público y conllevar el manejo de armas, explosivos
y requerir fuerza física, se había considerado como de la exclusividad de los hombres.

No obstante, desde estos primeros años se puede observar que el grupo armado, aparte
de establecerse como un ejército con estructura vertical y orden de mando jerárquico,
creó unas particularidades propias de la socialización al interior de sus tropas y frentes
para hombres y mujeres. Así entonces, se devela un régimen de género que comenzaba
a trazar los matices internos, los cuales se delimitaban a través de los instrumentos
disciplinarios o los estatutos farianos como puede verse con la declaración de la VII
conferencia guerrillera sobre la equiparación en deberes y derechos para ambos sexos.
Aunque se desconoce el contexto que antecede esa declaración, es posible que al
interior de las filas se vivieran tensiones en relación con los esfuerzos de ellas por
superar situaciones de discriminación y ser vistas en igualdad de condiciones que sus
compañeros hombres, tal como los principios revolucionarios lo preveían.
51

Figura 3: Mujeres en guerrillas de las FARC

Fuente: Periódico El tiempo, octubre 13 de 1982.

2.1.2 Segundo momento: Incremento, visibilización y oficios


diversificados (1982- 1998)
El segundo momento propuesto se desarrolla entre los años 1982 hasta 1998, un periodo
importante para el grupo guerrillero y para lo que se avizoraba en el plano político a nivel
nacional. Se intentará mostrar cómo esta fase entraña una transición en términos de la
participación, la visibilización y la transformación de los papeles desempeñados por las
mujeres, pasando por la intención manifiesta de equiparar los derechos de guerrilleras y
guerrilleros en las conferencias séptima y octava, desarrolladas en 1982 y 1993
respectivamente. No menos importancia tendrá en este momento el contexto nacional
con el proceso de paz en curso con el M-19, el EPL, y el PRT. Inclusive, desde una
mirada internacional, el proceso de negociación de El Salvador también pudo llegar a
52 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

tener efectos sobre la forma de visibilizarlas por el alto número de mujeres combatientes
que hicieron parte de las fuerzas del FMLN. Este periodo termina con la apertura del
diálogo de paz entre el gobierno del ex presidente Pastrana y el movimiento insurgente,
momento en el que se reconoce, con curiosidad podría decirse, el gran contingente de
guerrilleras en las FARC.

Desde la sexta conferencia guerrillera, celebrada en 1978, ya la organización había


planteado varios cambios en su estructura, entre los más importantes se destacan
algunas elaboraciones normativas que reglamentaron la vida interna del movimiento 34; el
ajuste en los planes estratégicos de frentes en aras de dejar de ser una guerrilla que
respondiera a las emboscadas del ejército y consolidarse como ofensiva y con capacidad
de ataque; y algo decisivo en la definición de su cuerpo armado: la meta de pasar de ser
“una guerrilla regional a una guerrilla con presencia nacional, planteándose por primera
vez- según Arenas- el propósito de formar un ejercito revolucionario” (Aguilera, 2013, p.
79). Esto tendría un impacto en la conformación de las filas, no solo por su expansión
territorial sino también por la necesidad de aumentar el número de sus combatientes y
militantes, lo que indudablemente, incluía el reclutamiento, el trabajo de masas y
subsiguientemente el ingreso de mujeres a ésta insurgencia35. Lo anterior se reforzó con
la definición de un Plan Estratégico promovido por las FARC en la VII conferencia en
1982, con lo cual se buscaba la toma del poder mediante una campaña político-militar
que tardaría un lapso de alrededor de ocho años y con la que se escalaría el conflicto.

Todo esto sería la antesala para que las FARC viviera un momento de auge, de
expansión territorial y de engrosamiento de sus filas. Para Andrés París36, la década del

34
Se aprobaron con más claridad los textos que regulaban el ordenamiento interno de la guerrilla
en tres documentos fundamentales: las Normas Internas de Comando, el Reglamento del
Régimen Disciplinario y el Estatuto.
35
El proceso de incentivar el ingreso a las filas venía acompañado del discurso de la lucha de
clases, el abandono estatal, la redistribución de la tierra, el desmonte del monopolio de las fuerzas
políticas y económicas. El discurso no incluía la equidad de género sino la lucha por el pueblo.
36 Miembro del actual partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y ex
negociador de los diálogos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia. Se incorporó al movimiento FARC desde 1985.
53

ochenta sería decisiva en la incorporación cada vez mayor de mujeres a las filas, tal
como lo expresa en las siguientes líneas:

A partir del 82 hay un despliegue de las FARC por todo el territorio nacional. Entonces ya
con decisión las FARC entra a disputarse el poder en el terreno militar. Yo no creo que
todas las mujeres hayan interiorizado que entraban por el plan estratégico (…), pero sí es
evidente que a muchas mujeres las llamó la idea de la toma del poder por las armas y
muchas están y seguirán estando por eso. Cuando yo ingresé en el 85 ya se veía un núcleo
de alrededor del 15% de participación de ellas. Entonces, como tendencia de continuar la
confrontación, el ingreso de la mujer iba a seguir siendo sostenido. (Andrés Paris,
comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)

Aguilera (2013), señala por ejemplo, que para 1987 esta insurgencia estaba conformada
por alrededor de 3.640 integrantes, repartidos en 33 frentes. Esa cifra aumentaría
considerablemente para comienzos de la década del noventa, donde se afirma que
estarían agrupados en 48 frentes con al menos 5.800 guerrilleras y guerrilleros.
Finalizando esa misma década, Liliana López alias Olga Lucía Marín, afirmaba que en la
guerrilla había cerca de cuarenta por ciento de mujeres (Lara, 2000). Existen diversos
relatos en relación con el ingreso de mujeres a las FARC en esa época. Zenaida Rueda,
de extracción santadereana y quien perteneció al Bloque Oriental, relata que fue
reclutada a los 17 años; su ingreso lo describe como una forma de salvar a sus
hermanos de la guerra: “o soy yo o son mis hermanos” (Rueda, 2009, p. 36). En la
mañana del 5 de noviembre de 1991 llegó un grupo de guerrilleros por ella y permaneció
dieciocho años en las filas.

Paralelo a esa proliferación y la conquista en el plano militar, los gobiernos de Virgilio
Barco y Cesar Gaviria, lograrían, entre 1990 y 1991 un acuerdo de paz que terminó con
el desarme de algunas organizaciones insurgentes, entre las que no figuraban ni las
FARC ni el ELN. De los grupos con los que se negoció, el que más alta concentración de
mujeres tenía era el M-19 con algo menos del 30% al momento del desarme y del cual
emergerían figuras femeninas que al salir de la organización harían críticas y aportes
sobre la experiencia de vivir la guerra y la significación que ellas le otorgaron a su
participación en la insurgencia, lo que sería importante para contribuir a visibilizar el
fenómeno y poner en evidencia que una buena parte de los movimientos armados
también estaban conformados por mujeres que hicieron esfuerzos similares a los
hombres en los planos militar, político y familiar.
54 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Las desmovilizaciones de los noventa se consideran un hito importante, pues puso sobre
el tapete la participación de guerrilleras en el escenario armado, tema del que
marginalmente se había hablado en crónicas y relatos periodísticos y del que apenas la
academia comenzaba a dar asomos de curiosidad. En Colombia, algunas tesis de grado
comenzaron a plantearse preguntas por lo político, lo cotidiano, las motivaciones de
ingreso, la maternidad, el aborto y las relaciones de poder al interior de los movimientos
armados, esos análisis ya contenían un enfoque de género desde el cual se intentaba
explicar su incidencia y las implicaciones para ambos géneros.

Desde un ejercicio testimonial, María Eugenia Vásquez (ex militante del M-19) advirtió lo
conflictivo que resultó para ella pertenecer al M-19, donde se promovían prácticas que
ponían en igualdad de condiciones a hombres y mujeres pero que, aún así, mantenía
contradicciones con los preceptos sobre ellas, afianzando inclusive “virtudes compartidas
con los roles tradicionales femeninos” (Vásquez, 2000, p. 25). En ese momento, se
cuestionaron asuntos como el hecho de que las mujeres hayan debido adaptar su
corporalidad y equiparar sus habilidades a un ejército tradicionalmente masculino. Se
puso en evidencia que entre las motivaciones de ingreso figuraban las afiliaciones
políticas así como también situaciones de las cuales las mujeres intentaban escapar,
situaciones especialmente del orden familiar que decretaban un destino con pocas
posibilidades de desarrollo fuera del hogar para ellas. Encontraron, en el caso del M-19
“un discurso de igualdad que convivía con la inequidad práctica que caracterizaba a la
sociedad colombiana de ese momento” (Madariaga, 2006, p. 126). Este tipo de
interpelaciones comenzaban a tener eco no sólo entre las guerrillas colombianas, sino
también entre algunos grupos insurgentes como el FMLN, el cual llegó a un acuerdo de
paz con el gobierno salvadoreño en enero de 1992 y del que aproximadamente se
desmovilizaron un 30% de mujeres que tras su reincorporación expondrían su presencia
como agentes del conflicto y sus transformaciones en el mismo37.

37
Para ampliar, ver el libro Mujeres-Montaña: Vivencia de guerrilleras y colaboradoras del FMLN
(Vásquez et al, 1996).
55

Al tiempo que esos cuestionamientos se presentaban, las mujeres continuaban


ingresando a las filas de las FARC donde se reiteraba en la VIII conferencia (1993) lo
proferido sobre el trato igualitario, la libertad y las sanciones para quienes discriminen a
las mujeres farianas. Algunos relatos indican un proceso de transición vivido al interior
del movimiento en lo atinente a las relaciones de género, lo que daría cuenta de los
ajustes en el régimen de género y la configuración particular del mismo en una
institución, que, como se ha mencionado, se constituyó históricamente como un lugar de
competencia y desempeño masculino. Al respecto dice Rubiela (como se citó en Alape,
2001) “cuando yo ingresé siempre existía el machismo, entonces no querían que la mujer
los mandara a ellos porque eran hombres. Ya las cosas están cambiando para las
mujeres” (párr, 6).

De este periodo no se conocen testimonios que cuestionen las prácticas internas de las
FARC en relación con hombres y mujeres, tal como ocurrió con los movimientos que se
reincorporaban a la vida civil, por el contrario, los relatos y los estatutos rescataban la
diversidad de tareas y la importancia de cualificar los conocimientos de las y los
guerrilleros, en función de cumplir los objetivos del grupo. Sonia, una de las guerrilleras
de ese grupo comentaba:
Se es libre de estudiar, de prepararse en lo que uno quiera, tanto en lo político como en lo
militar. Uno es libre sin salirse de las líneas disciplinarias de la guerrilla. (…) Cuando uno
está de mando le toca de oficial de servicio, le toca ordenar todo lo que es el régimen diario
de la unidad. Y si es un comandante de escuadra, está encargado de la escuadra ¿qué es
lo que necesita la gente? ¿qué es lo que hay que hacer?. (como se citó en Alape, 2001,
párr. 8)

La característica primordial de éste periodo estaría marcada por el incremento cada vez
más alto de mujeres en las filas, los importantes cambios militares de la organización y
un discurso con un claro contenido de igualdad en deberes y derechos para ellas al
interior de los núcleos guerrilleros. Hacia finales de la década del noventa, se
vislumbraba en el panorama nacional el proceso de negociación entre las FARC y el
gobierno de turno. Mientras tanto, la participación de las mujeres combatientes y los
cuestionamientos que habían planteado sus homólogas de otras insurgencias
continuaban en la agenda investigativa, poniendo en evidencia el alistamiento cada vez
más creciente de las mujeres en las FARC.
56 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

2.1.3 Tercer momento: Negociaciones de paz y auto crítica


de las mujeres de las FARC (1998-2016)

El período que va de 1998 al 2016 se constituye en el engranaje que da forma a los


cuestionamientos, las inquietudes y las respuestas que las reflexiones académicas
generaban sobre la participación de las mujeres en la insurgencia. Los dos hechos más
relevantes de este periodo respecto al tema analizado, serían la visibilización que logra
darse a las mujeres combatientes en los dos procesos de negociación; el de finales de
los noventa y el reciente proceso de negociación en La Habana. Los últimos años de la
década del noventa y comienzos del nuevo siglo se caracterizan por una expansión
territorial en el que las mujeres jugarían un papel fundamental y en el que su
enrolamiento aumentaría exponencialmente. Por su parte, el reciente proceso de Paz ha
recogido las voces, experiencias y recomendaciones de aquellas mujeres que hicieron
parte de negociaciones y desmovilizaciones anteriores, lo que ha dado una mirada
diferente y una renovada perspectiva a los análisis de género en la insurgencia de las
FARC.

En las negociaciones desarrolladas entre 1998 y 2002 en el Caguán, las mujeres farianas
lograron captar la atención de los medios de comunicación, se generó un interés entre la
opinión pública y algunos analistas volcaron su mirada a la “aparición de combatientes
muy jóvenes, uniformadas, armadas y obedeciendo a sus mandos en perfecta formación”
(Castrillón, 2015, p. 78), para este momento aún no se tenía mucha claridad sobre las
particularidades internas de la guerrilla; composición, normas, reglamento ni
especificidades sobre su vida cotidiana en los campamentos. Ellas, aparecieron en el
escenario público y político, pero quienes claramente tuvieron plena participación política
en la mesa de conversaciones fueron los hombres. Los medios de la época referirían que
las caras visibles del proceso eran “los hombres negociadores”38, donde figuraban como

38
“Los hombres de las Farc que se robarán el show en el proceso de paz con el gobierno de
Andrés Pastrana tienen dos características: son hábiles negociadores y tienen gran ascendencia
57

posibles voceros Raúl Reyes, Alfonso Cano, Simón Trinidad y Tomas Lince (SEMANA,
1998). Por su parte, las guerrilleras conformaban el grupo de personajes que eran
observados en la zona de distención o en formación con el resto de combatientes. No
obstante, el fenómeno apenas comenzaba a percibirse con inquietud.

Dentro de una agenda conflictiva y poco organizada durante esos años de diálogo, altos
niveles de esceptisismo entre la población en el proceso de paz y con el mantenimiento
de confrontaciones armadas durante el mismo, se evidenció la inexistencia de puntos39
que incluyeran temas de discusón alrededor del lugar femenino en el conflicto, su papel
como víctimas o combatientes y las consecuencias particulares de dinámica de la guerra
en ellas; lo que claramente requería una perspectiva de género que no se había
planteado y que tampoco hacía parte del interés en su momento. La única mujer que hizo
parte de la comisión temática del proceso fue Mariana Páez como representante de la
guerrilla, y por el gobierno Ana Teresa Bernal.

Las conversaciones de paz coincidieron con un proceso de crecimiento de las FARC, el


control de importantes territorios y la innovación de estrategias de guerra. En ese
proceso de expansión que vivió la organización armada, las mujeres jugaron un papel
fundamental, pues se considera que es el momento en que su enrolamiento crece
exponencialmente, con un dato revelador en el que coinciden Andres París e Isabela40
(ambos del Bloque Oriental):

en la zona de despeje se dio una amplitud grande por la cantidad de ingresos.


Ingresan muchas mujeres, y hay una condición especial de la que casi nunca se

en la organización guerrillera. Y es que si algo ha caracterizado a ese grupo insurgente es la


escogencia de 'hombres duros' a la hora de sentarse a negociar” (Semana, 1998).
39
Los puntos clave de la agenda de negociación serían los siguientes: 1. Solución política
negociada 2. Protección de los derechos humanos como responsabilidad del Estado 3. Política
agraria integral 4. Explotación de recursos naturales 5. Estructura económica del país 6. Justicia,
narcotráfico y corrupción 7. Reforma política para la democracia 8. Reforma integral del Estado 9.
Derecho Internacional Humanitario 10. Fuerzas militares 11. Relaciones internacionales 12.
Formalización de acuerdos a través de instrumentos democráticos. Aparte e los doce puntos, la
agenda contenía 48 subtemas. (El Tiempo, 7 de mayo de 1999)
40
Entrevista realizada en el marco de la décima conferencia guerrillera, llevada a cabo en los
Llanos del Yarí entre el 17 y el 23 de septiembre. Isabela perteneció 12 años a las FARC, hizo
parte del Bloque Oriental y se desempeñó como comandante de tropa.
58 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

habla y es que la mayoría de mujeres que ingresan en éstas áreas son mujeres
que tienen mayor nivel de escolaridad que los hombres. Hasta ese momento
estaban de radistas, en propaganda, difícilmente se encontraban mujeres mandos
por el tema personal de las inseguridades que le siembra a uno la sociedad.
(Isabela, Comunicación personal, 21 de septiembre 2016)

Para ambos, éste último periodo se caracteriza por una marcada tendencia en el
hecho de que las mujeres que ingresaban contaban con un mayor nivel de formación
académica, “mayor estructuración y más visión de vida que el hombre. El hombre más
pegado a las tradiciones del campo o a la idea de guerra, rechazaba el estudio y su
preparación académica” (Andres París, comunicación personal, 19 de noviembre de
2017). Los dos ex miembros farianos sostienen que ellas empezarían a destacarse en
el aparataje político y militar, comenzando a visibilizarse y a convertirse en instructoras
y a asumir cargos de dirección al interior de la estructura guerrillera. Es posible que las
disparidades en el ámbito educativo de hombres y mujeres, especialmente del campo,
tengan algo que decir respecto a los procesos de socialización y a la configuración de
subjetividades masculinas guerreras, pero ello será mejor abordado más adelante.

Al tiempo que se daba una mayor expansión de las unidades guerrilleras, el gobierno
estrechaba sus alianzas con Estados Unidos y modernizaba su ejército con la utilización
de nuevos armamentos y ampliando el pie de fuerza. A ello se suma que desde 1999 se
acordó la implementación del Plan Colombia, que inicialmente arreciaría una campaña
contra las drogas y después, junto al Plan Patriota, los recursos inyectados procurarían la
recuperación de territorios, el debilitamiento de las guerrillas y el fortalecimiento de la
justicia y la legitimidad estatal. En enero del 2002 se rompen los diálogos entre el
gobierno y las FARC y comienza un importante proceso de debilitamiento de ésta
insurgencia por medio de ofensivas a sus frentes con una concentración especial en el
ataque a sus cabecillas.

Para la primera década del siglo XXI, las FARC se enfrentaron a una considerable baja
de mandos altos y medios. Sólo en marzo del 2008 sufrirían un fuerte revés; Raúl Reyes
fue atacado en medio de la operación “Fénix”, Iván Ríos fue víctima de delación por parte
de un compañero de guerra y Manuel Marulanda Vélez falleció de muerte natural. Según
el Boletín número 4 de Hechos del Callejón, las Farc contaban con 12.515 integrantes
entre fuerzas de combate y milicias hacia el año 2005 (ACNUR, 2005). Un signo evidente
de debilitamiento fue el fenómeno de la deserción, “según el Ejército, desde agosto del
59

2002 hasta el 2008 se habían desmovilizado 10.356 miembros de ese grupo guerrillero”
(Aguilera, 2013, p. 216) y a junio del 2014 se habían desmovilizado 14.570 miembros de
las FARC de manera individual, entrando a proceso de reintegración y acogiendose a los
beneficios que el gobierno ofrecía (Contraloría General de la República, 2014, p. 48).

Esos procesos de desmovilización serían importantes, porque, aunque no se cuenta con


la cifra discriminada por sexo en los procesos de desmovilización de las FARC
específicamente, un porcentaje alto incluía la reinserción de mujeres a la vida civil, marco
en el cual varias de ellas relatarían su paso por el grupo armado, sus experiencias de
reintegración y las previas al alistamiento en las filas de esa insurgencia, lo que
alimentaba las investigaciones, los relatos, las biografías, las crónicas y las preguntas
sobre el papel que desempeñaron como combatientes.

Diez años más tarde, el 26 de septiembre del 2012, el gobierno y las FARC suscribieron
en La Habana el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de
una paz estable y duradera”, el cual constó de seis puntos sustanciales; 1. Reforma rural
integral; 2. Participación Política: apertura democrática para construir la paz; 3. Cese al
fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de armas; 4. Solución al
problema de las drogas ilícitas; 5. Víctimas; 6. Mecanismos de implementación,
verificación y refrendación. Durante esta negociación las mujeres jugarían un papel
protagónico y se daría voz a representantes farianas, del gobierno y de organizaciones
de la sociedad civil, no sin conflicto, pues inicialmente la gran mayoría de
plenipotenciarios eran hombres, a excepción de Tanja Nijmeijer (también conocida como
Alexandra Nariño).

De forma paralela a las conversaciones en la Habana, las mujeres participaban no sólo


alrededor y detrás de las mesas, sino que se organizaron para adelantar análisis e
investigaciones sobre los puntos de la agenda de negociación. Entre 2012 y 2013,
diferentes mujeres de la sociedad civil y de organizaciones sociales participaron en foros
sobre la política de desarrollo agrario, la participación política, las cosechas ilícitas, el
tráfico de drogas y las víctimas, ello con el apoyo de las Naciones Unidas y el Centro de
Pensamiento y Seguimiento al diálogo de paz de la Universidad Nacional de Colombia.
Adicionalmente, con la contribución de ONU Mujeres se sintetizaron varias de las
propuestas emergidas en esos encuentros y se pusieron a disposición de quienes
60 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

conformaban la mesa de negociación en La Habana (Bouvier, 2016).

La persistencia de las mujeres y sus aliados internacionales tuvo aún mayor impacto
cuando se llevó a cabo la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz en Colombia (octubre de
2013) agenciada por nueve organizaciones de mujeres colombianas, que representaban
distintos contextos regionales, étnicos, culturales y políticos. El evento estuvo respaldado
por las Naciones Unidas y las embajadas de Suecia, Noruega, España y Suiza. Durante
el encuentro se plantearon tres peticiones fundamentales: que las partes permanecieran
en diálogo hasta alcanzar un acuerdo; que se incluyera a las mujeres en la mesa de
negociación; y que se tuviesen en cuenta las necesidades y experiencias de las mujeres
en relación con el conflicto por el tiempo que duraran el proceso de negociación (Bouvier,
2016).

La realización de la cumbre fue decisiva para que las mujeres lograran incorporarse al
proceso de paz, pues las solicitudes y mensajes de allí emanados se transmitieron a la
sede de las Naciones Unidas en Nueva York y al Comité de la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW)41. En
septiembre del año 2014 se creó la Subcomisión de Género42 como “resultado del
trabajo y la presión que ejercieron las organizaciones de mujeres líderes en sus
respectivos territorios, así como de los organismos internacionales y de los países
garantes” (Revista Semana, 2015, párr. 4). Para las partes fue evidente que faltaba
presencia femenina en la mesa; “incluso las mujeres de la insurgencia se cuestionaron su
papel en las conversaciones” (Revista Semana, 2015, párr. 6). Esta subcomisión tuvo
como labor especial la incoporación de la perspectiva de género a los puntos acordados
y contó con la experticia de mujeres del gobierno, de instituciones sociales y de las
FARC. Por la organización armada, la cara más visible fue Victoria Sandino, quien

41
La CEDAW fue doptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su
resolución 34/180 de 18 de diciembre de 1979. Ratificada mediante la ley 51 de 1981 y
entrada en vigor para Colombia en febrero de 1982.
42
Para Nigeria Rentería (alta consejera para la equidad de la mujer en Colombia) “la
comisión velará por garantizar la inclusión, la equidad social y nos acerca a un acuerdo
que represente los intereses de hombres y mujeres. (…) Agregó que la comisión busca
revisar y garantizar con el apoyo de expertas y expertos nacionales e internacionales que
los acuerdos alcanzados y un eventual acuerdo final tengan un adecuado enfoque de
género”. (El país, 2015, párr. 2)
61

además estuvo acompañada por otras guerrilleras designadas por la organización como
Gina Castro, Alexandra Nariño, Camila Cienfuegos y Diana Grajales (El País, 2014). La
selección de mujeres farianas que aportaron a las negociaciones tomó en cuenta una
serie de aspectos, entre los que se destacan: su antigüedad en la organización armada,
su posición en estructura jerárquica, la confianza que se tenía en ellas, el conocimiento
de idiomas diferentes al español y la experiencia en trabajo con organizaciones sociales
y políticas. Así se sugiere en la reciente publicación “vivencias, aportes y reconocimiento:
las mujeres en el proceso de paz en La Habana”:

Algunas de las mujeres en este grupo se habían desempeñado al interior de la organización


insurgente como “radistas” (…), en el manejo de contactos con la sociedad civil y de las
relaciones internacionales del movimiento, en la enseñanza y educación política en los
campamentos, en el mando de alguno de sus bloques, en el trabajo político y organizativo,
o en la participación en anteriores diálogos exploratorios y procesos de paz. (Corporación
Humanas, 2017, p. 24)

Es importante anotar que la creación de la subcomisión de género atiende a los marcos


legales y se creó en cosonancia con la resolución 1325/2000 del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas, la cual insta a que las partes que tienen injerencia en
negociaciones y acuerdos de paz adopten una perspectiva de género, en la que tomen
en consideración las medidas necesarias para garantizar la intervención de las mujeres
en las decisiones que conciernen a la prevención y solución de los conflictos armados
internos, así como en los mecanismos de aplicación derivados de tales acuerdos. En ese
sentido, este momento puede leerse como una evolución, o una transición, podría
decirse, que se fue generando lenta y paralelamente con la influencia de las mujeres en
nuevos espacios de la vida social, política y económica del país, así como con la apertura
de nuevos planteamientos que hacían visibles las discriminaciones, las vejaciones y la
multiplicidad de formas de participación de las mujeres en el conflicto. La creación de la
subcomisión de género mostró un impacto positivo en sectores académicos,
gubernamentales, organizaciones sociales e incluso en el ámbito internacional, pues por
primera vez un proceso de paz en el mundo acogía una propuesta similar.

Esa transición vino acompañada de un proceso autocrítico por parte de las


representantes farianas que reconocían el reto de la transformación de imaginarios
alrededor de los patrones tradicionales de género en cuanto a las posiciones y lugares de
las guerrilleras y el papel determinante que juegan tanto en la estructura armada como
62 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

en escenarios posteriores a la implementación de los acuerdos. En una entrevista,


Sandino afirmó: “éste ha sido un trabajo que no sólo ha incluido nuevos elementos a los
acuerdos (…), también nos ha proporcionado herramientas y conocimiento a nosotras
mismas, nos ha transformado y nos ha reafirmado como mujeres e integrantes de las
Farc” (Subcomisión de género, 2016, párr. 6). En un ejercicio de análisis del trasegar de
las mujeres en la insurgencia, Sandino (2014) ha mencionado que a pesar de los
avances en el reconocimiento de las mujeres en las filas y pese a proclamar igualdad de
condiciones en la guerra, se dan visos todavía de la persistencia de rezagos patriarcales
que, según ella, se combaten no solo con las normas, sino con la formación política,
ideológica y con constancia.

Para culminar este período, se retoman algunos elementos de la décima Conferencia


guerrillera, celebrada en los Llanos del Yarí entre el 17 y el 23 de septiembre del año
2016 donde explícitamente se retomó una agenda que incluía el papel de las mujeres en
los aspectos políticos y la necesidad de que ellas puedan acceder a cargos de dirección
en el nuevo partido que surja de las FARC. Como hecho que marca un hito histórico se
tiene la paridad de hombres y mujeres en la mesa directiva de tal evento, según Sandino
(como se citó en Vedad Abierta, 2016): “en esa mesa están sentadas seis personas: los
camaradas ‘Timochenko’, ‘Iván Márquez’ y ‘Miguel Pascual’ y tres camaradas mujeres,
‘Erika Montero’, que hace parte del Estado Mayor Central, ‘Sandra Ramírez’ y ‘Sirley’.
Tres y tres en la mesa. Eso nunca había sucedido así en una conferencia” (párr. 6). Lo
anterior se puede leer como el resultado de la discusión que han dado las mujeres
alrededor de su participación y de la necesidad de actuar desde escenarios de decisión,
no sólo como insurgentes, sino posteriormente como constructoras de paz, un nuevo
espacio en el cual se proyectan luego de la reincorporación. Por su parte, el grupo ahora
desarmado ha hecho esfuerzos por ser coherente con la intención que reza en sus
estatutos sobre promover la iguladad y paridad en deberes y derechos entre hombres y
mujeres, de manera que se ha mostrado respetuoso con la participación de ellas en
instancias de decisión. Los agentes externos como la prensa y la comunidad académica
han continuado volcando su mirada a este fenómeno que aún genera inquietudes por
aspectos de la vida guerrillera que no han sido desentrañados.
63

2.2 Extracción social y motivaciones de ingreso de


mujeres farianas
Las mujeres que se vincularon al proyecto revolucionario de las FARC provienen de
diversas regiones del país, acceden de diferentes formas y poseen caracteristicas que
las distinguen de acuerdo con el contexto del cual son originarias. No obstante, un
elemento común a la gran mayoría de ellas es su procedencia rural, pues por la
naturaleza campesina de la organización y por su ubicación en zonas de colonización,
cuentan con una gran masa de combatientes que provienen de veredas y de zonas
apartadas de Colombia. Participan también mujeres que han migrado desde las ciudades
y han penetrado las filas insurgentes. Existe además un contingente, aunque menor y del
que no existe amplia información, de combatientes con origen extranjero que se ha
internado en las selvas en aras de apoyar la lucha político- militar del grupo.

Dentro del primer grupo se encuentran las guerrilleras de extracción campesina, quienes
han rodeado sus experiencias vitales en torno a la presencia de los actores armados en
sus territorios y han coexistido, en el mejor de los casos, con una sola organización
insurgente. En otras ocasiones, la importancia estratégica de los territorios ha provocado
que la población campesina conviva con dos o más grupos armados en sus zonas de
origen quedando en medio de las disputas por el control territoral y la supeditación de sus
habitantes. En el caso de las mujeres que ingresaron a las FARC, ese cúmulo de
relaciones cotidianas y la sistemática presencia de los actores armados termina por
incidir en su futuro alistamiento43, tal como se evidencia en los siguientes relatos:

(…)realmente, en la zona donde estábamos, siempre nos levantamos fue con ellos. La
mayoría de los niños que éramos en ese entonces nos levantamos fue con ellos, al lado de
ellos. Entonces, nosotros los veíamos a ellos como los protectores, como algo que nos
protegían porque ellos, en esas zonas, hacían muchas acciones cívicas; de todo.
Entonces... entonces, todo el mundo los veía así y trabajé también con ellos. Cuando tenía
44
9 años, trabajé con ellos. (Natalia , OPC, p. 1)

“(…) pues, no sé... será por lo que allá, donde viven mis papás, siempre el Ejército por allá
son ellos [las FARC-EP]. Entonces, uno crece como con esa idea de, bueno, quiero ir (…)”

43
Estos relatos son recurrentes en las historias de las mujeres que se incorporaron al movimiento
y lo cual se ampliará más adelante, en las motivaciones de ingreso.
44
Mujer que ingresó a las FARC a los 14 años de edad y permaneció once años. Esta entrevista
fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
64 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

(OPC, 2015a, p. 7)

Según el censo socioeconómico adelantado por la Universidad Nacional de Colombia


y el Consejo Nacional de Reincorporación (2017), el 66% de las personas censadas
en las entonces llamadas Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN)
manifestaron pertenecer a las zonas rurales. Por su parte, los datos del Observatorio
de Paz y Conflicto arrojan que la edad de incorporación de las mujeres es bastante
temprana; puede darse desde los nueve años y un alto número de ellas no culminan
su etapa escolar o incluso no la comienzan por las dificultades de acceso a las
escuelas de la zona que habitan:

“(…) Cuando ingresé, no sabía absolutamente nada. Yo nunca fui a una escuela porque por
allá en la vereda eso no había; de pronto había una escuela, pero por allá lejos”. (Natalia,
OPC, p.4)

“Mis papás no sabían, cuando ellos se dieron cuenta que yo me quería ir, duraron como 3
días enojados y no me mandaron al colegio, hasta que un día estaban todos bravos y me
volé, me encerré y pues como en mi cuarto hay una tabla entonces me salí y me vine,
cuando se dieron cuenta yo ya estaba en el campamento. Yo tenía 15 años recién
45
cumplidos”. (Carolina , comunicación personal, 02 de abril de 2017)

El OPC (2015b) identificó que en las FARC propiamente, el promedio de edad de ingreso
es de 15,2 años; siendo los 13, los 14 y los 15 años las edades con más frecuencia , pp.
18-19). Esos datos coinciden con el total de mujeres en proceso de reintegración que
pertenecen no sólo a las Farc, sino también a otras organizaciones armadas y de las
cuales el 46%, equivalente a 3.077 mujeres comenzaron su militancia con menos de 18
años. Es importante poner sobre el tapete las implicaciones que tiene para ellas en su
proceso de desarrollo el ingreso precoz, pues se genera un fenómeno en torno a la
aceleración de las trayectorias vitales y de sus procesos evolutivos que terminan siendo
trastocados en medio del conflicto, pues en esa dinámica se pasa abruptamente de ser
niña a ser mujer en medio de las confrontaciones, de las experiencias y de las
condiciones propias de los ejércitos a los que pertenecen. Este grupo de mujeres que
significa un grueso amplio en las filas farianas, de una u otra manera, han vivido y
experimentado en carne propia el conflicto. Ellas y sus familias han estado expuestas a

45
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció 7 años en el Bloque Oriental, Frente 40, Jacobo
Arenas. Se desempeñó como radista de frente y ecónoma. Fue entrevistada el 02 de abril de
2017, en la ZVTN Urías Rondón.
65

diferentes modalidades de violencia (desplazamientos, desapariciones forzadas,


asesinatos selectivos, entre otras) como consecuencia de las confrontaciones bélicas
entre diferentes fuerzas armadas en sus zonas de origen, tal como Martha46 lo expresa:

Cuando no eran los paramilitares, entonces, como vivíamos en medio de los paramilitares y
la guerrilla que vivía allá, entonces los paramilitares dentraban nos hacían desplazar y la
guerrilla nos hacía para salir. Donde un familiar éramos como mandaos y como pedir
permiso para que nos dijeran salgan o no salgan, entonces en medio de dos conflictos.
(Martha, OPC, p.2)

Por su parte, los acercamientos de las mujeres de sectores urbanos47 también está
dado por una serie de elementos contextuales que inciden en la decisión de
involucrarse a la organización insurgente. De un lado, la presencia intermitente o
permanente de actores armados en las cabeceras municipales de algunas regiones
aunado a la falta de oportunidades (académicas o laborales) y al efuerzo del
movimiento insurgente para atraer más integrantes mediante estrategias como el
trabajo de masas, que hace parte de la línea política de éste y que consiste en la
aproximación a la población civil para desarrollar acciones de formación política sobre
la lucha de clases y los fundamentos de la revolución. Adicionalmente, procesos de
organización estudiantiles, la pertenencia a la Juventud Comunista (JUCO) y los
intentos de las Farc por fortalecer el grupo desde las ciudades han generado la
movilización de un alto número de mujeres que terminan engrosando las filas, tal
como se indica a continuación:

Yo viví aquí en esta ciudad. Estaba estudiando... Yo estuve en la Juventud Comunista


cuando estaba haciendo mi bachillerato desde noveno grado. Tenía como catorce años,
pues, ahí en la Juventud conocí, pues, varios muchachos, varias personas. Estaba
haciendo once cuando me fui para la zona del despeje con un grupo de doce, de doce
48
muchachos que éramos de la Juventud Comunista. (Sofía , OPC, p.1)

Cuando me fui para el monte, tenía 23. Cuando me echaron de la Universidad, tenía 19... A
los 23, ya tomé la decisión, y dije ‘No, yo le voy a dar sentido a mi vida de alguna manera.

46
Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto a mujer que ingresó a las FARC-EP
a los 24 años de edad. Permaneció 12 años en el movimiento armado. Se dedicó a actividades de
guardia y preparación de alimentos.
47
El censo de la Universidad Nacional identifica que del 100% de las personas, el 19% son de
zonas urbanas y el 15% adujeron provenir de zonas con características urbanas y rurales. Estos
datos no se encuentran desagregados por sexo.
48
Sofía fue entrevistada por el Observatorio de Paz y Conflicto. Ingresó a los nueve 16 años de
edad y permaneció nueve años. Se desempeñó como comandante política de escuadra.
66 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Yo voy a hacer que valga la pena’. Entonces me voy y me fui a buscar la guerrilla. Me fui yo
49
misma. (Juana , OPC, p.5)

En la década del setenta, el auge del comunismo, la proliferación de pensamientos de


izquierda y la fuerza de la revolución cubana posibilitaron coincidencias regionales
que dieron paso a la vinculación de mujeres citadinas. Olga Lucía Marin50 (como se
citó en Lara, 2000) relata cómo desde su propio hogar comenzó a recibir el influjo del
socialismo y cómo la formación de su madre en el sentido de la lucha y de las
desigualdades sociales marcó un devenir que continuaría más adelante con su
incorporación a las FARC:

Militar en la JUCO me daba cierta seguridad. En el colegio, y hasta que tuve quince años,
no había tenido confrontaciones con el público ni había debatido ideas con nadie. En la
JUCO me tocó participar, opinar, defender posiciones. (…) Me gustaba además la idea de
que lucháramos por crear una sociedad distinta, más justa, sin hambre. (p. 90)

Algunos sectores urbanos, cabeceras municipales y alrededores, han conglomerado


una cantidad de mujeres que han ingresado a la vía armada, sin embargo, su ingreso
puede no estar dado precisamente por previa militancia en movimientos u
organizaciones de carácter revolucionario, sino más bien por una serie de limitaciones
o situaciones de marginaliad, pobreza y dificultades de proyectar otros horizontes de
vida diferentes al conflicto armado. Esos procesos de migración temprana hacia
formas de militarización son vistas como una opción válida, tal como se describe en el
siguiente relato:

(…) a la edad de 13 años, me escapé, me volé. No conocía muy bien el [departamento],


pero con otra hija de la señora, que me estaba criando, nos escapamos y nos fuimos a
parar por allá a [un municipio]. Yo, desde pequeña, he sido muy guapa porque, pues, [...]
tengo raza de indígena, porque soy de la raza wayuu. Yo era muy guapa y eso. Entonces
empecé a trabajar raspando coca, raspaba coca con algunas personas. Conocí más gente,
51
muchachos, muchachas, y ellos me llevaron por allá. (Irene , OPC, p.1).

49
Mujer que ingresó a las FARC a los 23 años de edad y permaneció doce años. Durante el
tiempo que estuvo en la organización desarrolló actividades de comunicación y cartografía.
50
Liliana López alias Olga Lucía Marín hizo parte del frente Internacional y manejaba las finanzas
de las Farc en el exterior.
51
Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto a mujer perteneciente a pueblo
indígena que ingresó a las FARC a los 14 años de edad y estuvo 14 años en el mismo. Se
desempeñó como miliciana, recepcionista y auxiliar de enfermería.
67

Vale la pena hacer una pequeña acotación respecto a la auto identificación de Irene
como mujer indigena. El censo socioeconómico (Universidad Nacional de Colombia,
2017) indica que del total de personas censadas pertenecientes a las FARC, 3003
personas pertenecen a diferentes grupos étnicos, siendo la población indigena 540, de
los cuales 129 mujeres se reconocieron como tal. De otro lado, según la
caracterización del OPC (2015b), los departamentos que reúnen el mayor número de
mujeres que se han vinculado a los grupos armados son: Antioquia, Cesar, Caquetá,
Meta, y Tolima, lo anterior coincide con las zonas de acción y de asentamiento de las
FARC, especialmente los últimos tres departamentos.

Finalmente, en las filas de las FARC existe, en menor dato cuantitativo, un número de
mujeres procedentes de otros países. Tal vez el caso al que más desarrollo se le ha
dado es al de la participación de la holandesa Tanja Nijmeijer alias Alexandra Nariño
quien llegó a Colombia por motivos académicos en el año 1999. Según su relato, se
sintió atraída por el movimiento e incursionó por primera vez en la Red Urbana
Antonio Nariño en misiones de cobranza y espionaje. Posteriormente, se incorporó
como combatiente en las filas del Bloque Oriental, donde igual que el resto de
insurgentes recibió entrenamiento militar y tareas específicas en cumplimiento del
accionar guerrillero. La presencia de guerrilleras con orígenes extranjeros no ha sido
un tema con amplio abordaje en la literatura, tal vez por la dificultad de acceso a las
fuentes y por la pequeña cantidad que representan en la organización armada, no
obstante, la caracterización elaborada por la Universidad Nacional en el 2017
identificó la presencia de ochenta y cinco personas (sin discriminación por sexo)
adscritas al actual proceso de reincorporación, tal como se aprecia en el mapa:
68 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Figura 4: País de nacimiento de miembros de las FARC

Fuente: Caracterización Comunidad FARC-EP. Censo socioeconómico Universidad Nacional-


Consejo Nacional de Reincorporación 2017

2.2.1 Reclutamiento y motivaciones de las guerrilleras para


ingresar al movimiento armado
Como es sabido, las décadas del sesenta y setenta representaron en el clima político
colombiano un momento decisivo para la conformación de formas organizativas
armadas con orientación revolucionaria que estuvieron influenciadas por un conjunto
de elementos externos e internos. Entre los primeros están la revolución cubana, la
guerra de Vietnam, la invasión de norteamérica a Bahía Cochinos en Cuba y el
posterior bloqueo de ésta isla. Entre los internos se encuentran la escasa capacidad
de representación de los partidos tradicionales (tras el advenimiento del Frente
Nacional) que no recogían los intereses del conjunto de la sociedad; la poca
flexibilidad del sistema político ante la emergencia de nuevas expresiones en el plano
ideológico, político y cultural, y la crítica de la actitud “pro-norteaméricana” de las
élites tradicionales a quienes acusaban de “burguesía entreguista y vendepatria”
69

(Lelièvre et al., 2004, p.28). Paralelamente, en el contexto latinoamericano se


presentaba un fenómeno de emancipación devenido del feminismo de segunda ola o
feminismo radical que reivindicaba la conquista de una serie de aspectos de la vida
femenina tales como el uso de anticoncepción, el incremento de la participación en la
esfera laboral y académica así como en la vida pública y política, incluida la opción
militar como alternativa de solución para algunos sectores (Lelièvre et al., 2004).

Si bien es cierto que las mujeres respondieron a los cambios en la cultura política del
país y que algunas decidirían participar activamente en los movimientos político-
militares que tomaban como fundamento la lucha de clase contra la opresión y el
cambio de las estructuras socioconómicas que consideraban injustas, no se puede
desconocer que las motivaciones y causas más recientes de ingreso obedecen a
elementos de diversa índole. En ese sentido, es necesario examinar la existencia de
las motivaciones personales que tuvieron las mujeres para ingresar a las filas y que,
en todo caso, poco tienen que ver con el carácter ideológico del grupo armado. Más
bien, esos factores pueden estar relacionados con diferentes situaciones y
experiencias vividas en sus lugares natales, con sus familias y las dinámicas propias
del conflicto en sus territorios. Asi entonces, podría decirse que existen elementos de
carácter subjetivo como las emociones, los anhelos y las biografías que tienen un
peso importante al momento de tomar las armas como elección.

Estudios anteriores afirman que una buena proporción de la incorporación está


relacionada con profundas limitaciones económicas, trabajo infantil, falta de redes
familiares, bajos niveles de escolaridad y estrechas posibilidades de ampliar nuevos
horizontes. De acuerdo con lo anterior, puede inferirse que desde las consideraciones
políticas y personales que esgrimen las mujeres, sus procesos de vinculación como
partícipes activas en la insurgencia han estado ligados a la búsqueda de ampliar su
participación política por un lado, y por otro, en la exploración de autonomía, la lucha
contra el autoritarismo familiar o la oposición a las condiciones de diferentes
expresiones de violencia experimentadas por ellas.

Ibarra (2009) resalta que la menor ideologización de las y los combatientes que se
movilizaron a los grupos armados ilegales desde la década del noventa tiene una
estrecha relación con la “narcotización del conflicto armado o la financiación de la
70 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

guerra con recursos de la economía ilícita”52 (p, 97). Luego, este estudio identificó que
existen evidencias en relatos y testimonios que permiten aseverar que es posible que
la degradación del conflicto y los constantes golpes al movimiento fariano hayan
exacerbado la modalidad de reclutamiento forzado de hombres y mujeres, así como
de niñas y niños, configurandose éste último como una violación al Derecho
Internacional Humanitario.

A continuación se indicarán los motivos que las mujeres han esgrimido para ingresar
de manera “voluntaria”53. Se retoma la tipología de ingreso propuesta por Ibarra
(2009) y se añaden otras formas de acuerdo con el análisis de los relatos y las
entrevistas realizadas. Lo primero que advierte el acercamiento a las razones de
enrolamiento de las mujeres es la complejidad y la multiplicidad de elementos que se
entrecruzan cuando eligen el proyecto político militar como opción de vida. En su
mayoría, son procesos que no obedecen a una sola circunstancia, sino que están
antecedidos por la historia de vida personal y que están cargados de emociones.

Ibarra (2009) aporta la siguiente tipología con el ánimo de entender de forma


sistemática los factores que impulsan a las mujeres a involucrarse en los movimientos
armados: 1. La sensibiliad social y convicción política; 2. La emancipación de la
tradición y la vida cotidiana; 3. Los deseos de venganza; 4. El gusto por la vida militar.
No obstante, la interpretación de los relatos recogidos para éste trabajo permite
identificar otras motivaciones y retroalimentar dicha tipología. Las que se proponen
incluir son: la presencia de familiares o personas cercanas en el movimiento;
limitaciones económicas; co-existencia y socialización permanente con miembros del
grupo.

De cualquier manera, se puede percibir que cada relato constituye un universo de


posibilidades y motivaciones distintas. En algunos, existen historias cruzadas, factores

52
Según las cifras del OPC, los mayores ingresos de mujeres a las Farc se dieron entre 1998 y el
2000.
53
Teniendo como referencia que un alto porcentaje de mujeres ingresa a las filas siendo menor de
edad y que un número considerable de ellas es de extracción campesina, se recuerda a Sandra
Ruiz cuando menciona que: “no puede haber voluntariedad si no hay en sus contextos alternativas
diferentes a la guerra” (Ruiz, s.f, p. 23).
71

que se combinan y que concluyen en la incorporación de las mujeres al grupo armado.


Un elemento diferenciador a rescatar es la extracción rural o urbana de ellas, ya que
para el caso de las primeras, vivir con la violencia casi endémica en sus zonas de
origen implica la construcción de una subjetividad permeada por el conflicto y, en su
mayoría, limitaciones de acceso a oportunidades de desarrollo académico y laboral.
Por el contrario, las mujeres de sectores urbanos, especialmente de ciudades grandes
e intermedias han tenido acercamientos a los movimientos estudiantiles y
organizativos, y posibilidades académicas que van desde la realización de estudios
secundarios hasta universitarios.

a) Motivaciones de carácter político y social: Entre estas mujeres se halla un


patrón catacterístico asociado con la militancia previa en organizaciones sociales o
populares. Usualmente su ingreso está antecedido por afinidad con las ideas
revolucionarias del movimiento, los ideales de cambio social y los anhelos de buscar
una sociedad más justa y equitativa. Aquí se destacan las mujeres que han
manifestado su inconformidad con la estructura social y han buscado reivindicar sus
derechos y los derechos de los sectores más vulnerables pero no han encontrado una
respuesta positiva en el establecimiento y terminan planteando las armas como
alternativa viable, tal como se evidencia a continuación:

Yo provengo de una familia pobre. La ciudad o la sociedad está dividida por estratos, yo soy
de los estratos de abajo. Realmente la vida en Bogotá es una cosa asfixiante porque en
todos lados tú estás viendo la pobreza, en todos lados ves niños pidiendo limosna, las
cosas están mal, las cosas no son justas. “Pa” (a su padre), le escribí en una carta, “si yo
estoy aquí es por usted”, pero no en la forma de recriminarle sino de decirle “porque es que
usted me enseñó a amar al otro, usted me enseñó a respetar, a pedir lo justo, a luchar, a
combatir, a no aceptar las injusticias, a discutir y a no quedarme callada y por eso estoy
aquí en las FARC. (Entrevista a Antonia Nariño, VICELAND, 2016)

Para algunas mujeres, el alistamiento constituye una decisión consciente y


determinada por su trayectoria política y por la participación activa en movimientos de
izquierda, tal como lo ha expresado Victoria Sandino, reconocida por su papel en la
delegación de los diálogos de paz en La Habana y por su militancia con el movimiento
armado: “Mi vinculación se da en el año 1993, una vez terminé mis estudios universitarios y
luego de una larga militancia política en la JUCO, en el Partido Comunista y en la Unión
Patriotica. Una decisión bien definida y bien pensada” (Vieira & Pineda, 2016, p. 121).

El contexto sociopolítico del país durante la negociación de finales de los noventa se


72 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

configuró también en un escenario propicio para que estudiantes y otros interesados


se implicaran en la lógica interna de la organización. La curiosidad por conocer y por
hacer parte del movimiento terminó en la vinculación, tal como se evidencia a
continuación:

La idea inicial era conocer la zona de distención, conocer, pues, el movimiento. Sí tiene uno
ya cierta formación, ya cierta inclinación hacia la ideología que maneja el grupo armado. Yo
pertenecí a las FARC y, pues, sí, a pesar de que uno no conoce cómo es la vida interna del
grupo armado, pues, hay simpatía con sus ideologías y, pues, ahí uno aprovechando la
coyuntura de la zona del despeje pues nos fuimos, nos fuimos todos, todo ese grupo. (…)
Ya algunos habían terminado el bachillerato. Otros estaban en la universidad y, pues, yo
que estaba en once todavía. Inicialmente el objetivo era conocer y devolvernos, pero ya,
después de estar allá, y nos dieron la posibilidad de decidir si nos quedábamos o nos
íbamos. Unos se devolvieron; se devolvieron tres, nos quedamos nueve voluntariamente.
(Sofía, OPC, p.1)

Sin embargo, es conocido que luego de que se agotaron las instancias de diálogo con
las FARC en la zona de despeje se produjo un fenómeno de criminalización de la
izquierda y de persecución a quienes pudieran ser sospechosos de tener nexos con
organizaciones armadas irregulares, lo que desencadenó, entre quienes pudieran
llegar a ser incriminados, a que vean la opción armada como una oportunidad de
escapar a la cárcel, tal como le pasó a Ángela54 (OPC):

después de eso (…) muchos estudiantes tuvieron problemas porque


capturaron a varios colaboradores y a distintos estudiantes, a los que
conocían los señalaban y había problemas de seguridad. Y yo, a partir de
esos problemas de seguridad, yo decidí que era mejor meterse en la
guerrilla. Ya que no veía otra alternativa porque siempre le he tenido miedo
y pánico a una cárcel. (p.1)

Las motivaciones de este tipo están atravesadas por una serie de elementos a
considerar. Lo primero es la sensibilidad social generada por las condiciones
inequitativas que opacaban el acceso de oportunidades a las poblaciones con más
limitaciones de carácter económico; la empatía de las mujeres con el movimiento y la
esperanza de cambio que brindaba el proyecto político revolucionario; la périda de
legitimidad del Estado y sus instituciones, y la criminalización sistemática de la
izquierda. No obstante, la interpretación de los testimonios permiten avizorar que

54
Mujer perteneciente a pueblo indígena que ingresó a las FARC y permaneció 14 años. Según
su relato, se desempeñó como enfermera. Entrevista realizada por el observatorio de Paz y
Conflicto.
73

aparte de la existencia de los factores políticos se encuentran presentes también


factores subjetivos, personales y emocionales que promovieron la elección de la
opción armada como se lee en el relato de Sofía, donde elementos como el
enamoramiento y las tensiones familiares terminaron influyendo en su decisión de
quedarse ya no como militante de la JUCO sino como combatiente en el marco de las
fracasadas negociaciones en el Caguan.

Como característica común en este grupo, se encuentra que todas las mujeres
provienen del sector urbano, y que luego de su militancia en organizaciones sociales,
optaron por la vía armada en los campamentos guerrilleros. Es posible que entre este
grupo existieran algunas claridades sobre la emergente lucha reivindicatoria de los
derechos de las mujeres, su conquista en el campo político, social y económico y la
existencia de colectivos de activistas que se oponían ferreamente a las actitudes de
discriminación femenina. Sin embargo, entre los testimonios no se encuentran relatos
que indiquen que el alistamiento se produjo por la búsqueda de la equiparación de
derechos que brinda el movimiento, más bien, entre quienes tienen una mayor
formación política, las motivaciones giran alrededor de la creencia en la revolución y
en la validez de la vía armada para las transformaciones:

Luchar por los principios que nosotros tenemos que es la toma del poder para el pueblo, o
sea que haya un cambio en las estructuras del país para que todo el pueblo tenga un buen
55
porvenir y esas son las ideas de nosotros. El trabajo. (Marta , comunicación personal, 21
de septiembre de 2016)

En las motivaciones que se enunciarán en adelante existe un patrón común y


característico en las mujeres que se movilizan al grupo guerrillero: su extracción rural,
lo que indica que el origen de las mujeres, su nivel educativo, sus vivencias y el
contexto atraviesan la decisión de incluirse con unas motivaciones específicas y
diferenciadas.

b) Emancipación de la tradición familiar: Se encuentran diversos relatos que dan


cuenta de la manifestación de impulsos y emociones que experimentan las mujeres y

55
Marta fue entrevistada en el marco de la décima conferencia guerrillera en los Llanos del Yarí.
Perteneció a las FARC durante 24 años y se desempeñó como odontóloga.
74 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

que culminan en la adherencia al grupo en su afán de encontrar una vía de escape a


la falta de autonomía, la violencia en sus hogares y su rol casi ineludible en las
asignaciones sociales establecidas, que además van en concordancia con la tradición
social y cultural. Para Ibarra (2009), el ingreso al grupo armado representa una
posibilidad de liberarse de la autoridad masculina y de la violencia en el ámbito de la
familia que en muchos casos se considera como una violencia privada y en la que las
dinámicas de poder pueden llegar a ser abusivas con tratos arbitrarios y degradantes.

No, pues, yo... o sea, la cosa que me dio para irme a las FARC fue el maltrato de mi padre;
me daba muy duro y su forma de castigarme era un castigo muy duro. (…) Prácticamente
permanecíamos diarios dos o tres días por la finca; permanentemente es como la guarida
de ellos allá... Yo me volé de la casa como a los 11 años. Me volé con un muchacho, pero
mi papá me encontró y me pegó. A los 8 días pasó una guerrilla por la casa y yo pedí
56
ingreso. (Inés , OPC, p.1)

En algunos casos, las figuras autoritarias estuvieron representadas en las familias de


carácter subsidiario, es decir, en otras personas que asumieron el papel de cuidadoras
pero en ese rol ejercieron diferentes expresiones de violencia (simbólica, física, sexual
o psicológica) contra ellas, lo que terminó por encontrar en la huida de sus casas una
salida al sometimiento y a la subordinación de la opresión que vivían. A ello se suman
las profundas limitaciones económicas que algunas de ellas experimentaron a su corta
edad:

Me vine con la señora que me había criado, y ella se vino para [ese departamento]. Fui
creciendo allá, pero con muchas dificultades porque, cuando uno no tiene los propios
padres de uno, uno sufre mucho. Uno, todo, todo es tropiezo. Entonces seguía así, con
dificultades. Y, a la edad de 13 años, me escapé, me volé. (Irene, OPC, p.1)

Llevo 10 años en el movimiento, ingresé cuando iba a cumplir los 13 años. Los motivos por
los que ingresé fue por problemas en la casa donde viví, yo soy del área del Yarí. Entré
porque tenía muchos problemas con el señor que me crió, ese señor no era nada mío, él
abusó de mí cuando yo tenía 9 años, entonces él quería como seguirme cogiendo de mujer
y pues yo no me dejaba y por eso él me pegaba y me maltrataba. Y pues me aburrí, me
sentí muy triste y la única gente que yo miraba como mi familia era ésta (refiriéndose a las
FARC)”. (María, Urías Rondón)

En el relato inmediatamente anterior se aprecia la compensación afectiva que puede


llegar a representar la vinculación al colectivo guerrillero, lo que podría interpretarse

56
Mujer que ingresó a los once años de edad y permaneció 12 años. Según su relato, Inés
realizaba tareas como organizadora de masas y ecónoma. Esta entrevista fue realizada por el
Observatorio de Paz y Conflicto.
75

según Lelièvre et al. (2004), como la significación de una “familia sustituta” que llena
los vacíos emocionales vividos en experiencias previas al enrolamiento. Lo que no se
observa con claridad en esta forma de ingreso es el cuestionamiento por las
estructuras de poder, sino que la conciencia por la defensa de sus libertades deviene
de un deseo de salir de las circunstancias de violencia o dominación existentes en su
entorno. El discurso de igualdad en las filas puede también resultar un factor atractivo
para que las mujeres se impliquen definitivamente en el grupo armado.

c) Deseos de venganza: Para Ibarra (2009), en este tipo de ingreso no se


vislumbra lo político como una razón de peso. Las motivaciones son de carácter
personal y subjetivas, obedecen a experiencias previas en las que se ha atentado
contra su integridad o la de sus familias. La lucha guerrillera se justifica con los
sentimientos de rabia y ánimo de venganza contra el enemigo y las armas se ponen al
servicio del bienestar y la salvaguarda de la vida en muchas de esas circunstancias.

Si bien en este estudio los relatos recopilados no aludieron en mayor proporción a


esta motivación para el alistamiento, sí existen evidencias de que factores asociados a
diferentes formas de violencia hacia ellas o hacia seres cercanos motivaron
enormemente los deseos de portar armas y de encontrar una posición desde la cual
se logre saldar y resarcir el daño proporcionado, tal como se narra en el siguiente
relato:

Es que yo vivía con mi mamá abuela; ella ha sido la que siempre me ha criado pero antes,
antes hace mucho tiempo, la situación económica en la casa no estaba bien… si le daba de
comer a uno no le podía dar al otro y ahí fue que me tuvo que mandar donde mi tía. Yo me
fui ilusionada porque iba a cursar quinto de primaria y porque mi tía es muy consentidora.
Allá viví un tiempo hasta que empezaron a pasar cosas muy feas. (…) Un día mi tía tuvo
que salir al mercado, yo le pedí y le pedí que me llevara pero el esposo le insistía que para
que se iba a encartar en el mercado conmigo…ella me dejó y me pidió que acabara de
organizar el almuerzo para dárselo.

Cuando ella se fue yo me encerré en mi cuarto… de repente sentí que el abrió la puerta
y me hizo señas de que no dijera nada. Yo me paré de la cama y le dije que él no me
iba a hacer nada a mí… él se acerco y abuso de mí, eso lo hizo muchas veces durante
los meses que estaba allá y me amenazaba diciéndome que si abría la boca y decía
algo iba a matar a mi mamá. (…) El se iba acordar de mi después de lo que yo le
hiciera y con la muerte no bastaba, eso era como darle un descanso, el tenia que sufrir
todos los días de su vida, así aprendía a que no debe abusar de una mujer. (Relato de
joven desvinculada, como se citó en Caicedo, 2012)
76 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

En ese panorama, la entrada al grupo armado podría entenderse como la posibilidad


de acceder a una estructura de poder que brinda un posicionamiento desde el que se
puede devolver la agresión, puede significarse como una forma de protección y, al
igual que quienes buscan emancipación, un escape al contexto que genera la relación
de sumisión y subordinación:
A él (al hermano) lo mataron los paramilitares, lo sacaron de la casa. Y, entonces, uno
como que se llena de más rabia y cree que uno puede. Y ahí si nos fuimos pa’ allá del todo
57
(a las Farc), y ahí ya comenzamos todos a trabajar. (Karla , OPC, p.5)

Por otra parte, la degradación del conflicto y las disputas de los diferentes grupos
armados por el control territorial generó que las relaciones con la población civil
tomaran un matiz que fluctuaba entre el sometimiento, el apoyo a algún bando (con el
riesgo de señalamiento que ello incluía) o el desplazamiento forzado. Apoyar a algún
actor armado podía convertirse en una amenaza contra la propia vida o la de los
suyos, lo que en últimas, terminaba por transformarse en un factor que motivaba la
movilización a la organización de manera individual o en compañía de otros miembros
de la familia:
Mi motivo de haber ingresado a la guerrilla fue porque entraron muchos paramilitares en la
vereda donde yo vivía, entonces pues nos quemaban lo que era lotes de plátano, de yuca,
nos robaban las gallinas, nos robaban el ganado y de ver eso pues buscaban mucho a mis
padres para matarlos, entonces de ver eso entonces nos tocó salirnos de la zona y ya nos
fuimos para otra zona que igual era zona guerrillera. Yo soy de la Macarena, entonces de
ahí nos vinimos para otro lado y pues ahí también eran zonas guerrilleras. Yo de ver tanto
58
volteo para una parte y otra, pues tomé la decisión de ingresar a la guerrilla. (Alejandra ,
comunicación personal, 02 de abril de 2017)

d) Gusto por las armas: Ésta se constituye en otra de las motivaciones de ingreso de
la cual también dan cuenta los relatos de mujeres farianas que se vincularon en el
campo militar de la organización. Los testimonios recogidos muestran la atracción por
el uniforme, por el porte de armas y la pertenencia a un ordenamiento que finalmente
generó reconocimiento y les permitió ascender en la jerarquía social de su contexto,

57
Mujer que ingresó a las FARC a los 17 años de edad y permaneció 10 años. Se desempeñó
como miliciana y en finanzas. Esta entrevista fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
58
Esta entrevista fue realizada por la autora de este texto en la (entonces llamada) ZVTN Urías
Rondón. Alejandra permaneció durante 16 años en las FARC, hizo parte del Frente 40 del Bloque
Oriental. Se desempeñó como radista y en organización de masas y comunicaciones.
77

así como lo muestran Jazmín59, quien hizo parte del Bloque Oriental y Karla:

Entré a las Farc porque realmente me gustaba ver a las mujeres uniformadas, con armas,
me parecía bonito. Esa fue mi razón porque pues yo no sabía cómo era el movimiento,
solamente eso, yo las miraba por ahí y me gustaba. (Jazmín, comunicación personal, 26 de
junio de 2017)

Yo era feliz de verme con mi uniforme y mi arma; eso me gustaba a mí. No sé de dónde me
nacía a mí [risas]. Entonces, yo digo que, para mí, nunca fue duro, como dicen por acá, que
con rabia y eso. (Karla, OPC, p.2)

En el testimonio de Jazmín se observa el desconocimiento sobre el grupo, sobre su


lucha; finalmente, lo que despertó su mayor interés fue la sensación de agrado que le
producía ver los dispositivos de poder que traía consigo la pertenencia a un ejército
armado. En ese orden de ideas, los orígenes de la existencia del movimiento, las
normas y las razones políticas que motivaban la revolución se aprendían después del
ingreso durante un proceso de adoctrinamiento y de entrenamiento militar e
ideológico.

“Yo de FARC no sabía nada, de un momento a otro tomé la decisión de venirme, como
ellos estaban ahí cerquita, todos los días iban a la casa. (…) Ser guerrillera es un orgullo.
Es un ejército y estamos luchando es por el pueblo, o sea, de que todos tengamos una
igualdad.” (Carolina, comunicación personal, 02 de abril de 2017)

Ser guerrillera podría representar convertirse en una figura de respeto y de pasar de


ser una mujer campesina, vejada y humillada, la imagen se invertiría a la de guerrillera
valiente y defensora de los derechos del pueblo (Ibarra, 2009). A ello se acompaña la
idea de mujer aguerrida, valiente y heroíca que deja de admirar a quien porta las
armas y las porta desde el lugar que logra construir en el grupo armado. Sin embargo,
tal como se ha mencionado, el ingreso se entiende como un proceso que depende de
un sinnúmero de factores que se imbrican al momento de tomar o no la elección. Por
ello, se entiende que la adscripción al grupo armado es un tránsito que puede estar
determinado por un factor específico o por un cúmulo de experiecias.

59
Jazmín fue entrevistada en la ZVTN Urías Rondón, según su relato, hizo parte de las FARC
durante 10 años. Perteneció al Frente Felipe Rincón y se desempeñó como odontóloga. La
entrevista fue realizada por la investigadora de esta tesis.
78 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

e) Incidencia de las dinámicas del conflicto armado en los territorios de origen

Aquí se agrupan fundamentalmente tres motivaciones que, en su conjunto, impulsaron


e incidieron decisivamente en el ingreso de las mujeres al grupo armado. Éstas tienen
una relación estrecha con las condiciones de precariedad en las zonas rurales del
país, la escases de oportunidades y la permanencia regular de actores armados de
distintas organizaciones en esos territorios.

La primera de esas motivaciones se relaciona con la co-existencia y la socialización


permanente con miembros del grupo armado. En las entrevistas seleccionadas, se
recogió un alto número de relatos donde se narra como una de las motivaciones
principales de entrada la cercanía y el contacto con guerrilleros e incluso las
relaciones de colaboración que establecían previo al enrolamiento, así como se lee a
continuación:

Se fueron ganando la confianza mía y yo me fui ganando la confianza de ellos. Por decir
algo, ellos me decían, ellos me decían ‘[...], vaya a tal parte, pero no se demore’; de una me
pasaban plata: ‘Vea, tenga tanto para que traiga tal cosa’. Y yo llegaba y compraba y, de
una vez, con mi listado ahí; yo no iba a traer como una loca sino mi listado. ‘Vaya, deje tal
encargo a tal parte y de regreso me trae otro’, e iba y hacía el mandado. Entonces es cosa
de que uno se iba ganando la confianza de ellos y ellos se iban ganando la confianza de
60
uno. (Paula , OPC, p.6)

La imagen construida sobre los miembros de la guerrilla en el campo dista de lo que


se puede concebir en las ciudades. En algunos contextos la lucha guerrillera puede
ser no sólo avalada sino ver en sus propios actores una fuente de seguridad, apoyo y
hasta de diversión, como lo menciona Alejandra: “desde muy niña me gustaba meterme
en la guerrilla. (…) Me gustaba como eran los guerrilleros, divertidos, entonces cuando hubo la
zona de despeje, pues igual, ellos eran muy divertidos, jugaban voleibol, entonces todo eso me
gustaba. (Alejandra, comunicación personal, 02 de abril de 2017)

Bajo ese panorama, la coexistencia con miembros de la guerrilla se presenta como un


escenario propicio para que éstos se acerquen a las y los campesinos desde tempranas
edades, para persuadirles de la justeza de su lucha, de las bondades de pertenecer a un

60
Mujer que ingresó a los 17 años a las FARC y permaneció ocho años. Se desempeñó como
radista y en organización de masas. Esta entrevista fue realizada por el Observatorio de paz y
conflicto.
79

ejército armado y para invitarles a ser parte de sus filas. Esa interacción permanente,
sumada a otro conjunto de situaciones como las limitaciones económicas y materiales,
las complejas dinámicas familiares y la carencia de proyectos de vida fuera de la guerra
hicieron de la incorporación a las FARC un opción viable, tal como Miriam61 comparte a
través de su experiencia de ingreso:

Pues mi familia era muy pobre, entonces no tenía los recursos necesarios para ponernos a
estudiar y pues nosotros siempre éramos bastantes y mi papá no tenia los recursos para
darnos lo que nosotros necesitábamos, entonces, pues, en la zona guerrillera ve que uno
mantiene relacionándose con ellos, pues el mejor camino de uno es venirse. Yo soy de las
sabanas del Yarí, del Caquetá. Ingresé a los 13 años al Bloque Oriental. (Miriam,
comunicación personal, 02 de abril de 2017)

Finalmente, la presencia de familiares en el movimiento constituye una una motivación


que termina en el engrosamiento de las filas por parte de las mujeres, incluso, algunas
entran en búsqueda de un ser querido, como lo narran los siguientes relatos: “(…) en sí
yo ingresé a las Farc porque me gustaban, porque tenía familia y en sí esos fueron mis
62
motivos, por familiares porque tenía a mi papá, primos y tíos” (Diana , comunicación
personal, 02 de abril de 2017); “y, también, pues, yo en busca de mi papá porque me decían
que él se había metido a la guerrilla, que él hacía años era guerrillero” (Irene, OPC, p.2).

El análisis anterior muestra la diversidad de circunstancias en las que las mujeres


entrevistadas ingresaron al ejército fariano. En su gran mayoría, las motivaciones se
mezclan, se imbrican y se superponen de manera que no es posible leer la existencia
de un único factor el que conlleva a la movilización armada, en otras palabras, la
vinculación no es el resultado de situaciones coyunturales, sino que está asociada a
múltiples factores complejos que viven ellas y que hacen del alistamiento una elección
y no una imposición.

Para culminar este apartado, se hará referencia al reclutamiento forzado como una de

61
Ex guerrillera de las FARC. Perteneció al movimiento durante ocho años. Hizo parte del Frente
séptimo, Bloque Oriental. Se desempeñó como enfermera. Entrevista realizada el 02 de abril en la
ZVTN Urías Rondón.
62
Ex guerrillera de las FARC. Hizo parte del movimiento durante doce años. Estuvo en el Frente
séptimo, Bloque Oriental. Durante su permanencia, realizó labores diversas como secretaria
política, radista, ecónoma, enfermera, comandante de escuadra y de guerrilla. Entrevista realizada
el 26 de junio de 2017.
80 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

las razones que aludieron las mujeres sobre su ingreso aunque en menor proporción
que el resto de las causas de entrada arriba expuestas. Es importante recordar en
este punto que en la Séptima Conferencia Guerrillera, llevada a cabo en 1982 se
difinió que se crearían comisiones de reclutamiento en cada frente y se fijaron criterios
para el ingreso: “el reclutado debe estar fisicamente apto y mentalmente maduro, es
decir, claro del por qué ingresa” (FARC-EP, s.f(a), párr.9), adicionalmente,
establecieron que la edad de alistamiento oscilaría de los 15 a los 30 años. Entre los
datos consultados se identificaron dos casos en los que manifestaron que el
reclutamiento se presentó de manera forzosa; en uno la entrada se produjo a los
catorce años y en otro a los once, como se puede ver en los siguientes testimonios:

pasaron los quince días y pasaron otra vez, y ahí si ya no nos preguntaron sino que nos
llevaron... pues, que nos teníamos que ir con ellos... Y el Director del internado les dijo que
no, que no nos podían llevar así a la fuerza, que nosotras teníamos familia, que él qué le
iba a decir a nuestros papás; y ellos dijeron que no, que teníamos que aportarle a la
63
revolución. (Camila , OPC, p.1)

Pues, yo vivía con mis padres, mi mamá, mi papá y mis hermanos hasta la edad de los
once años; yo estudiaba y trabajaba. Me tocaba que estudiar para ayudarles a mi familia. Y,
una vez, pasó el grupo armado y me dijeron que me fuera con ellos; entonces, yo les dije
que no, que yo estaba muy chiquita. Entonces, yo les comenté a mis padres, ellos sabían
de eso, y me dijeron que no lo fuera a hacer. Entonces, ellos se fueron y, como a los quince
días, volvieron y me dijeron que, si yo no me iba ellos, no respondían por mi papá.
Entonces, el jefe como que me amenazó; entonces me dio como miedo y me fui, me fui con
64
ellos. (Erika , OPC, p.1)

Según una columna del periódico El Tiempo (2015), los miembros del ejército
guerrillero han asegurado que en ocasiones tuvieron que disuadir a algunos menores
de edad de que no se enrolen a las FARC, promoviendo la idea de que se incorporen
cuando tengan la edad suficiente que les permita tener conciencia del por qué y para
qué desean vincularse a la lucha insurgente65. No obstante, parecen existir casos en
que fueron las mismas mujeres, siendo menores de edad, quienes insistieron en su

63
Mujer que ingresó a los 14 años a las FARC y permaneció nueve años. Se desempeñó como
enfermera y radista. Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
64
Mujer que ingresó a las FARC a los once años de edad y permaneció 6 años. Se desempeñó
en actividades de rancha y estuvo en línea de combate. Entrevista realizada por el Observatorio
de Paz y Conflicto.
65
Para ampliar, ver: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15236821
81

enrolamiento temprano, posiblemente a raíz de las motivaciones nombradas


anteriormente. Ello se puede evidenciar en el siguiente relato:
Hablé con el mando que iba, con el mando de una escuadra que lo llamaban [...]. Dijo ‘No,
tú todavía estás muy jovencita para eso’, pero le dije que no, que yo me quería ir y me
quería ir. Y, como a los ocho días, volvió y les dije lo mismo, pero me dijo que bueno; qué
más se hacía con eso. Y me fui con ellos. (Ines, OPC, p.1)

Aunque los casos de reclutamiento forzado que se encontraron en mujeres ex


combatientes o vinculadas aún al movimiento no son númerosos, se hace hincapié en
la existencia del fenómeno y se asocia, por un lado, al incremento de las acciones
bélicas en la década del noventa y al surgimiento del plan estratégico en el que el
movimiento fariano había dado el paso a ejército popular. Esos dos elementos harían
que las proyecciones farianas de convertirse en un movimiento con más capacidad
militar y de combate, estimularan y justificaran el reclutamiento de hombres, mujeres,
niñas y niños para aumentar necesariamente su pie de fuerza, sin embargo, con los
últimos se violaba tajantemente el Derecho Internacional Humanitario.

2.3 División sexual del trabajo y roles de las mujeres


farianas
“con el ser de que todos somos guerrilleros, no todos peleamos con el enemigo, no todos
entramos en combate, porque unos eran de una compañía de organización de masas, otros
financieros, y cada quien cumplía su tarea distinta.” (Diana- Urias Rondon)

Tal como lo recuerda Connell en sus diferentes investigaciones (1987; 1997; 2001),
uno de los componentes de las relaciones sociales de género son las relaciones de
producción o división sexual del trabajo. En las FARC particularmente, esa
delimitación sería claramente divisoria para hombres y mujeres en su conformación
temprana, con excepciones de algunas guerrilleras que participaron en frentes de
combate. En otras palabras, la inicial asignación de funciones allí respondía
coherentemente a lo estipulado en el orden social amplio: las mujeres en tareas de
cuidado y los hombres en lo político y en la línea de fuego. Sin embargo, como se
mencionó anteriormente, con el transcurso de los años, la organización armada haría
esfuerzos por diversificar las funciones y mostrar una idea de “igualdad” en deberes y
derechos para ambos sexos.
82 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Retomando a Pascale Molinier (2011), se entiende que la división sexual del trabajo
basada en un orden convencional se caracteriza por la asignación prioritaria de los
hombres a la esfera productiva y de las mujeres a la esfera reproductiva. Para ella,
esa forma de división se encuentra regida por dos principios organizadores: un
principio de separación, es decir, la consideración de que hay trabajos de hombres y
otros de mujeres, y, otro principio jerárquico, en el cual las funciones de los hombres
tienen un valor social agregado en lo político, lo militar, etc. Ahora bien, hay que
anotar que la división sexual del trabajo no es un dato inmutable, por el contrario,
varía de manera considerable en el tiempo y de acuerdo con el desarrollo de
sociedades concretas.

Bajo esas premisas, se infiere que la división sexual del trabajo en cualquier
organización o institución se organiza a través de funciones, roles y actividades que
son asignados a unos y otras. En ese orden de ideas, al indagar por los roles que las
mujeres farianas han desempeñado en la guerrilla, comienzan a surgir una serie de
interrogantes que pretenden ser respondidos a la luz de los relatos existentes en
entrevistas, prensa, documentales así como aquello establecido en los reglamentos y
textos producidos por la misma organización. Algunas preguntas que orientarán el
desarrollo de este apartado son ¿cuáles fueron los roles de las mujeres en la
insurgencia fariana? ¿cómo respondieron a las necesidades del movimiento? ¿cómo
se plantean esos roles en los documentos reglamentarios?, y finalmente, ¿la
diversidad de oficios en la guerrilla garantizó igualdad absoluta entre hombres y
mujeres insurgentes?

En primera instancia se dirá que, de acuerdo con las evidencias encontradas, se


identificó que las mujeres desempeñaron una amplia gama de roles que serán
descritos y detallados más adelante, dichos roles son diversos, se ajustaron al orden
establecido y respondieron a las necesidades del movimiento armado en lo
83

concerniente a lo militar, lo político y lo operativo66. No obstante, su cumplimiento


estuvo antecedido por una serie de factores propios de la guerrilla, entendida ésta
como una institución estructurada de manera vertical que evolucionó a lo largo de los
años en sus formas de operar y en sus elaboraciones normativas, esos factores se
expresan principalmente en las regulaciones internas que orientan las acciones de sus
integrantes y a las cuales deben ajustarse. Desde su origen, este ejército guerrillero
se caracterizó por el orden esquemático que lo ha diferenciado de otras
organizaciones más flexibles en el cumplimiento de su reglamento. Así por ejemplo,
desde la segunda conferencia, celebrada en 1966 en la región del Pato (Meta) se
pusieron en marcha las primeras normas organizativas y reclamatorias que se
convertirían en “material de estudio elemental para que cada combatiente no
solamente se rija por ellas sino que se convierta en su defensor permanente”67.

En el análisis de este apartado se propone conjugar dos dimensiones. Por un lado,


recreando la configuración de la organización armada como una institución voraz
(Coser, 1978), caracterizada por rasgos tales como las relaciones de exclusividad, la
cohesión entre los miembros del grupo y su adhesión absoluta; en las FARC, las
conductas de sus integrantes debían ajustarse al reglamento estipulado, de manera
que las relaciones sociales, políticas y militares estaban mediadas por un conjunto de
normas determinadas. Así mismo, la adaptacion de hombres y mujeres pasaba por la
apropiación de los principios que se deben asumir ante un escenario de confrontación;
espiritú de sacrificio, abnegación, entrega a la lucha, compañerismo, lealtad, entre
otras.

De tal manera, cuando se habla de los roles ejercidos por las mujeres farianas es
importante enmarcarlos dentro de los límites de aquella institucionalidad;
parafraseando a Berger y Luckman (1989), las instituciones se encarnan en la
experiencia individual por medio del desempeño de dichos roles, pues no sólo se
convierten en una forma de participación sino que ejercen la función de reproducir un

66
Lo operativo se refiere a los aspectos de la vida cotidiana en los campamentos; actividades
como la rancha o el economáto pueden formar parte de esta categoría.
67
Declaración política de la segunda conferencia guerrillera del Bloque Sur.
84 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

mundo social específico y así mantener las tradiciones organizativas. Al entender que
los roles representan el orden y que generan un nexo institucional, cobra sentido que
cada uno de sus miembros desarrolle una función determinada que aporta al
cumplimiento de las orientaciones emanadas por las instancias superiores. Es decir, la
organización produce hombres y mujeres para lucha, pero estos, a su vez, reproducen
la vida guerrillera mediante el lugar construido en la organización.

Por otro lado, se propone situar las reflexiones en torno a las comprensiones que
desde una dimensión de género se pueden elaborar. Para ello, se dirá que las FARC
hacen parte de un sistema de género amplio donde se producen discursos que van en
coherencia con los momentos históricos, sociales y culturales de una sociedad. Tales
dicursos son reproducidos, a su vez, por organizaciones o instituciones particulares
donde se configuran regímenes de género, es decir, espacios o micro sociedades
caracterizadas por la producción de relaciones particulares y que responden a su
estructura interna y a la forma cómo se han erigido. Las FARC se entienden quí como
un régimen de género donde se disponen arreglos particulares entre hombres y
mujeres enmarcados en la lucha de un gurpo revolucionario que se opone al statu quo
establecido e intenta generar rupturas con el orden social más amplio. Sin embargo,
se mostrará cómo desde el desempeño de ciertos roles se matizaron y se
reprodujeron algunas concepciones tradicionales de la división sexual del trabajo,
pese a la construcción de un fuerte discurso de igualdad interiorizado por hombres y
mujeres insurgentes.

En lo que sigue, se hará un esbozo de los roles que desempeñaron las mujeres
farianas mientras estuvieron alzadas en armas, para ello se hizo una revisión de los
documentos que planificaron y reglamentaron la vida de la organización (estatuto,
conferencias guerrilleras y plenos) y se identificaron los roles a partir del análisis de
los relatos publicados por el OPC y las entrevistas realizadas en la ZVTN Urías
Rondón. Los relatos incluyen voces de hombres y mujeres del movimiento bajo la
consideración de que los análisis de género no pueden centrarse únicamente en la
revisión experiencial de las mujeres.
85

Para efectos de comprensión se presenta un cuadro que sistematiza las funciones en


orientación al cumplimiento de los objetivos políticos, militares y operativos de las
FARC (Ver figura 5), éstos últimos se toman en el presente trabajo como necesarios
para el desarrollo de la vida cotidiana de la organización. En la medida en que se
vayan desarrollando los contenidos de cada uno de estos roles, se irá analizando
también la configuración del régimen de género fariano; sus preceptos, concepciones
e imaginarios que se cuelan en los resquicios de las relaciones entre combatientes y
de estos con la organización.

Figura 5: División sexual del trabajo y roles de mujeres en las FARC

ROLES POLÍTICOS ROLES MILITARES ROLES OPERATIVOS

*Organizadoras de *Radistas Economáto


masas *Cartógrafas Guardia
*Comunicadoras- *Combatientes Recepción
propagandistas Hacer chontos, cortar
leña, ranchar

Servicios asistenciales
a combatientes

Enfermeras
Odontólogas

Fuente: Elaboración propia con base en relatos, testimonios y entrevistas analizadas.

Antes de entrar propiamente en el desarrollo temático de este apartado es importante


tener en cuenta que según los elementos recogidos, se pudo conocer que el ejercicio
de cualquiera de los roles estuvo antecedido por un entrenamiento político y militar. En
cuanto al primero, en las conclusiones de la tercera conferencia guerrillera (1969) se
menciona la importancia de que la educación política en los organismos de base debe
desarrollarse “tanto en forma colectiva como en forma individual. (…) Esta tarea debe
considerarse como un deber dentro del movimiento estén (…) en campaña o
86 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

descanso”68. Según el relato de Camila, se hace un mayor énfasis en el


entrenamiento político, pues se considera la base del adoctrinamiento ideológico:

Después de haber ingresado fui a un entrenamiento que duró seis meses. Allá me
enseñaron lo que es la parte política y la parte militar; claro que la parte militar no nos
metieron tanto. Nos metieron más duro fue la parte ideológica, la parte política; ahí sí nos
afinaron más porque realmente ellos decían que, si nosotros estábamos formados
políticamente, militarmente, nos iba a ir bien. (Camila. OPC, p.5)

Elizabeth Wood explica que las instituciones militares con una cadena mando clara y
prácticas disciplinarias rígidas son necesarias pero no suficientes para generar
identificación con las instancias superiores y con el grupo en general. En cambio,
señala la necesidad de incrementar una educación política intensa que adoctrine a los
reclutas “de una manera tan fuerte que estos internalizan la ideología y las normas del
grupo” (2012, p. 42). Así lo confirma el relato de Juana:

Digamos, que, de cierta forma, ellos hacen eso para romperle a usted el espíritu porque
tiene que quebrantarla para someterla al grupo [...], a las normas del grupo y a que usted
haga todo como colectivo. Usted tiene que romper su ser individual para que usted se
asuma al grupo. Y, si no, no funciona porque, si usted sigue siendo un ser individual, con
sus ideas individuales, con su formación, con sus ideales, con sus pensamientos, con sus
emociones individuales, usted no se asume a que el grupo o el colectivo es el que manda.
(Juana, OPC, p. 9)

Lo primero es que le dan a uno las instrucciones de cómo es el manejo interno en la


guerrilla. (Jazmin, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Independientemente del sexo o del género, los testimonios indican que el proceso de
adoctrinamiento político y militar del movimiento se inculcaban de la misma manera,
pues en últimas, lo que se buscaba es absorber la lealtad y energía total de la
persona, y como refiere Juana en su relato, “la subordinación del ser individual a la
colectividad guerrillera”. En esa colectividad, lo personal se difumina y los intereses
entran a formar parte de la identidad común. Como elemento adicional, se tiene que la
organización movilizó esfuerzos para reforzar el proceso de apropiación de los

68
Conclusiones de Organización de la Tercera Conferencia de las FARC. 1969.
87

fundamentos de la lucha armada, entre ellos la hora “cultural”69, homenajes y


conmemoraciones de héroes muertos en combate y jornadas de estudio en la doctrina
política y militar.

Así como el entrenamiento político es sumamente necesario al momento de ingresar,


el adiestramiento en armas se constituye también en un elemento fundamental para el
desarrollo de las acciones militares, de inteligencia y de combate que desarrollen los
nuevos contingentes incorporados a las filas. En las conferencias quinta, sexta y
septima se recalcó la necesidad de reservar un presupuesto que vaya dirigido a los
cursos y Escuelas Nacionales para el desarrollo de entrenamiento militar. Al parecer,
la creación de nuevos frentes, el aumento de miembros en los mismos y la declaración
de pasar a ser un ejército guerrillero con capacidad ofensiva, generó la necesidad de
contar con la preparación previa de los cuadros combatientes pues según ellos, no
hacerlo generaba problemas para el desarrollo de planes, “de manera que se hace
necesario disponer de una forma de instrucción militar antes de situar al nuevo
combatiente en esta o aquella unidad”70. Bajo la premisa de igualdad entre hombres y
mujeres, los entrenamientos se realizaban bajo los mismos parámetros, tal como lo
expresa la siguiente narración:

[El entrenamiento era] igual, igual que a los hombres... Me desmayé muchas veces. Sí, es
duro y, dependiendo del comandante también. Yo tuve comandantes muy buenos que,
pues, que tratan a la gente como personas de verdad; pero también tuve unos que nos
trataban muy mal, nos insultaban a nosotras las mujeres, ‘Muévalo como lo mueve en la
cama’. (…) Pero también yo sabía que era un comandante que estaba haciendo las cosas
fuera de lo normal porque había muchas veces que le llamaron la atención por la forma
como trataba a las personas. (Sofía, OPC, p.7).

De la experiencia de Sofia se rescatan dos elementos. El primero tiene que ver con la
masculinización de los cuerpos combatientes; en una sociedad jeraquizada como la

69
En la VII conferencia se estableció que por cada Frente guerrillero habría un “responsable de
educación”, encargado de elevar el nivel político de los combatientes mediante la realización de la
hora cultural diaria y el impulso al estudio (Aguilera, 2013).
70
Conclusiones político militares. Sexta conferencia de las Farc. 1978.
88 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

colombiana, las masculinidades hegemónicas71 se construyen con base en


características asociadas a las de ser proveedor, racional, jefe del hogar, fuerza y al
dominio; en contraposición, las mujeres son asemejadas con valores de sensibilidad y
poca fuerza. Adicionalmente, la guerra ha formado una llave con el sistema
sexo/género tradicional de la sociedad colombiana, contribuyendo a formar
masculinidades bélicas o guerreras (Martínez, 2017) que radicalizan las
características anteriormente nombradas, agudizandose elementos como la
agresividad, resistencia e insensibilidad. Como consecuencia, los actores armados
suprimen y eliminan aquello que se considera femenino o débil, para lo cual resulta
funcional masculinizar y acondicionar el cuerpo femenino para que soporte los
embates de la guerra; éste debe ser un cuerpo afin a la disciplina militar y a los
entrenamientos que de allí se derivan. Según el reciente informe del CNMH sobre
violencia sexual, “la masculinidad guerrerista no solo se puede adquirir vía
entrenamiento militar, también contribuyen en su formación los discursos estatales y
de los medios de comunicación que ensalzan la figura del guerrero, del soldado o del
héroe como el epítome de la fuerza viril” (Martínez, 2017, p.237).

En coherencia con lo anterior, el segundo elemento a analizar es el trato violento en el


campo de lo simbólico y verbal72 por parte de algunos73 comandantes que hacían uso
de su posición para minimizar o poner en situación de inferioridad a las mujeres.
‘Muévalo como lo mueve en la cama’ resulta una forma de esencializar el cuerpo
femenino, de extrapolarlo al campo de los usos sexuales, e incluso, de legitimar su
sexualidad como una burla, menospreciar sus capacidades y desafiar la construcción
del ser guerrero. En ese contexto, las características femeninas se deben igualar a las
cualidades corporales de los hombres y las mujeres deben esforzarse en ello para

71
Las masculinidades hegemónicas se entienden como un patrón de práctica que permite que la
dominación masculina sobre las mujeres se perpetúe. Las masculinidades no se siempre se
configuran como hegemónicas, también pueden ser subordinadas (Connell, 2005)
72
La violencia verbal abarca el menosprecio en privado o en presencia de otras personas,
ridiculización, uso de palabras que sean especialmente incómodas para la interlocutora (…).
Tomado de UN WOMEN. Glosario de igualdad de género.
73
Para Camila Medina, la forma en que la masculinidad guerrera es socializada varía
dependiendo del contexto histórico o regional donde se desarrolla el conflicto. Así mismo, es
importante aclarar que no se pretende caer en generalizaciones, pues no todas las combatientes
expresaron esta percepción.
89

ganar el respeto de sus copartidarios.

2.3.1 Roles políticos


Aquí es necesario tener en cuenta que los roles políticos no se pueden desligar de los
objetivos militares. El artículo 1 del primer capítulo del Estatuto señala: “las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia, ejército del Pueblo, como la expresión más
elevada de la lucha revolucionaria por la liberación nacional, son un movimiento
político-militar que desarrolla su acción política, ideológica, organizativa,
propagandística y armada de guerrillas, conforme a la táctica de combinación de todas
las formas de lucha de masas por el poder para el pueblo” (FARC-EP, s.f (b), p. 7). La
organización fariana le ha otorgado un énfasis primordial al trabajo político,
especialmente a las masas campesinas, al sector obrero, a estudiantes e intelecuales
quienes en buena medida se han convertido en sus bases de apoyo, han brindado
respaldo y se han integrado a la lucha revolucionaria. Por eso, la organización ha
tomado como objetivo primordial desde su origen, dar a conocer sus planteamientos,
las motivaciones de su lucha y las situaciones que posibilitaron la creación del grupo
alzado en armas.

Ya desde 1978, en las conclusiones en materia educativa de la sexta conferencia


guerrillera, se señaló la necesidad de generar mayores esfuerzos orientados a
cualificar los niveles de educación de la guerrillerada; cursos que iban desde la
alfabetización y “cursillos para mujeres” hasta la formación para mandos. La formación
en cursillos para mujeres sugiere que para ese momento existía aún una división
sexual convencional en relación con las actividades que realizaban hombres y
mujeres. Ya en la VII y VIII conferencias guerrilleras, realizadas en 1982 y 1993
respectivamente, se reafirmó la necesidad de crear comisiones de estudio y
desarrollar “cursos especiales”74 y “escuelas nacionales”75 dirigidas todos sus cuadros

74
Los cursos especiales se dividen en: a)Nivel básico: Estatutos, reglamentos y conceptos
básicos sobre la combinación de todas las formas de lucha. Terminología política básica. b) Nivel
medio: Línea política, estatutos del partido, programa agrario, filosofía, economía, organización y
trabajo de masas. Conclusiones de Educación. VII conferencia guerrillera de las Farc- EP.
90 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

para afinar conocimientos en áreas específicas y tener una división de trabajo clara al
interior de la organización con personas preparadas para el desarrollo de los roles
asignados. Es posible que ya en esas dos últimas conferencias, con la declaración
abierta de igualdad en deberes y derechos para las mujeres, haya existido una mayor
diversificación en los roles de ellas, sin que ello haya significado por sí mismo que se
suprimieran imaginarios y valoraciones fundados en un orden de género
convencional.

a) Organizadoras de masas:

Este rol se caracteriza por ser de naturaleza política y organizativa. Las mujeres que
desempeñaron esta función relatan la cercanía con la gente, el diálogo con las
comunidades y la importancia de ligar la militancia armada con la movilización de las
bases populares. Ines y Diana lo plantean de la siguiente manera:

De ahí estuvimos de nuevo durante un año saliendo a organización de masas.


‘Organización de masas’ se le llama a hacer reuniones en la Junta de Acción Comunal y
cuadrar trabajos de pronto con los directivos de la junta, con la comunidad, una cosa o la
otra; y hablarle a la gente sobre la disciplina ‘fariana’; y a veces andar todo el día. (Ines,
OPC, p.2)

Nosotros para todo tenemos que hacer curso, por ejemplo, para ser organizador de masas
hay que hacer un curso, el curso mi me lo dio Iván Alí. En ese curso nos reunían y era
estudiar el programa agrario y plataforma de lucha para que nosotros tuviéramos
argumentos para ir a hablar con la población civil. Ese programa agrario está tan bien
diseñado que no choca contra ningún campesino, contra nadie choca, lo único es que a los
terratenientes y a los burgueses pues nunca les va a caer bien el programa agrario. (…)El
organizador de masas lo único que hacía era hablar con la gente, participar en reuniones,
en sí era el que mantenía compenetrado con la organización de la gente. Conectándolas y
organizándolas para el bien común, para recoger fondos para su mismo bienestar,
orientando a la población de que no se puede pensar en uno solo. (Diana, comunicación
personal, 26 de junio de 2017)

Desde su conformacion temprana, el grupo guerrillero manifestó la necesidad de


ganar la legitimidad y el apoyo de las masas “ligando la acción militar con el trabajo
político para motivar y concientizar a los campesinos pobres en tareas y luchas

75
Las escuelas nacionales se dividen en: a) Organización b) Propaganda c) Escuela Nacional de
entrenamiento militar. Conclusiones de Educación. VII conferencia guerrillera de las Farc- EP.
91

políticas independientes y de clases”76. Para la organización, llevar el mensaje de la


lucha revolucionaria constituía una actividad clave para lograr la adhesión de
personas no armadas pero además era la vía para instalarase entre las bases del
campo y la ciudad desde un discruso político construido sobre el conflicto agrario
(Aguilera, 2013) y sobre las reivindaciones de las luchas del campesinado, buscando
finalmente, que las masas sientan que el grupo representa sus intereses, sus
necesidades e ideales. Sofía resalta de su experiencia la interacción con las
comunidades y el respeto que el movimiento promovía hacia estas:

La función política a mí me gustó mucho inicialmente, pues, yo salí como con todo fresquito,
con todos los estatutos, con todos los reglamentos, todo el tema agrario, de plataforma, yo
lo tenía muy claro y saliendo como con toda la intención de hacer las cosas bien y mostrar
los estatutos y cómo lo formaron a uno. A mí me formó que a la población no se le dan
órdenes, que hay que ganarse el corazón de las personas, que éramos el Ejército del
pueblo, que teníamos que actuar como tal, todas esas cosas. (Sofía, OPC, p. 4)

Según Paola Saenz77, las mujeres tienen más “afinidad” en el trabajo con
comunidades, sin embargo, dice ella que:
A veces las comunidades son mas reacias a escuchar a una mujer (…). Yo nunca he
estado en el trabajo de organización pero pues yo he visto muchísimas mujeres que dirigen,
pero también andan con hombres y no sé, yo creo que es que las mujeres tenemos mas
cautela en algunas cosas, como a la hora de decidir la mujer es como más calmada, la
mujer es como mas tolerante. (Paola Saenz, comunicación personal, 21 de septiembre de
2016)

Las mujeres que hicieron parte de estas comisiones debían tener claridad sobre los
fundamentos ideológicos de las FARC, conocer el Estatuto, los objetivos políticos,
militares e interiorizar los principios orientadores de la lucha que precedían.

Es posible que los procesos de cualificación para desempeñarse en organización de


masas se hayan dado con el paso del tiempo, lo que pudo denotar más desarrollos
sobre su discurso ideológico y sus planteamientos reglamentarios, incluso, podría

76
Conclusiones político militares del cuarto pleno del Estado Mayor de las Farc. 1973.
77
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció durante 9 años en el movimiento armado, su radio de
acción fue el Bloque Oriental y se desempeñó como secretaria política, mando de escuadra y
reemplazante. Esta entrevista fue realizada el 21 de septiembre de 2016, en el marco de la
décima conferencia guerrillera.
92 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

pensarse que la participación de mujeres en este ámbito haya incrementado en la


medida en que el discurso de igualdad iba tomando fuerza. Lo cierto es que para
desarrollar este rol, quien fuera, sin distinción de sexo, debía realizar un curso para
formarse en ello, tal como lo explicitaban las normas. No obstante, tal como Paola
refiere, subsisten ideas que tienen asidero en estereotipos que idealizan cualidades
femeninas como las de ser negociadora, resolutiva y mediadora, ideas que van en
consonancia con el orden de género amplio pero que intentaría romperse en un
régimen de género como las FARC, con las dificultades y resistencias que ello podría
generar entre la población civil.

Finalmente, es importante mencionar que en la quinta conferencia (1974) se


estableció que además de buscar motivar y concientizar las bases de apoyo para
conducirlas a la lucha general era importante darles a conocer el programa agrario,
proclamado en los origenes del movimiento y donde se sintetizan las causas y
demandas de éste en aras del cambio de régimen. Para ello, el rol de quienes se
desempeñaban en comunicaciones tendría un papel fundamental, tal como se verá en
las siguientes líneas.

b) Comunicadoras (propaganda)

Este rol es amplio y abarca diversas actividades. A nivel político, se destacan las
elaboraciones de propaganda desarrolladas por la organización, situadas
principalmente en el boletin nacional “Resistencia” el cual cobró vida desde las
conclusiones organizativas de la tercera conferencia, donde se insta a los
destacamentos a la publicación de boletines y volantes informativos para su difusión al
interior de la organización y la emisión de propaganda dirigida a la población que
“contrarreste toda desinformación oficial sobre la lucha guerrillera”. Esto se renueva
más adelante con la sexta conferencia, en la cual se sugiere el intercambio regular de
boletines entre frentes, se recomienda el uso de medios masivos de comunicación y el
uso de cassettes y grabaciones con las voces de los comandantes del Estado Mayor
para darlo a conocer entre la población, así mismo, se considera la necesidad de
recopilar la mayor información existente sobre la historia del movimiento para la
publicación de libros al respecto.
93

De manera importante se toma la publicación del Programa Agrario, pues este sería
pieza fundamental para darlo a conocer entre las masas y sensibilizar a las
comunidades sobre la necesidad de la lucha armada basada en la “destrucción de la
vieja estructura latifundista”78. En este programa se establece que la unión de diversos
sectores, entre los que se incluyen estudiantes, movimientos sindicales, campesinos,
juntas comunales, obreros, entre otros, serían llamados a generar el cambio por medio
de la revolución y la combinación de las diferentes formas de lucha. Esta labor está
ligada a la organización de masas, pues en últimas se trataba de difundir el
pensamiento fariano. Allí las mujeres también hicieron parte activa de estos roles, tal
como lo narra Natalia (OPC):

a lo último, aprendí un poquito como de sistemas para poder sacar los documentos que yo
misma, por ejemplo, yo misma leía; por ejemplo, el libro de [...]. Entonces lo leía y de ahí
hacía un resumen de lo más importante: fechas, dónde estuvieron; comenzaba así... de
cuántas personas comenzó a surgir las FARC. Entonces todo eso; todas esas preguntas las
colocaba yo (…). (p. 6)

De la misma manera, Alejandra quien al momento de la entrevista se encontraba en la


ZVTN Urías Rondón ha desempeñado diversos roles, incluido el de propaganda frente
al cual refiere: “resistencia es donde sacamos todos los folletos, para expresarnos nosotros
en los documentos que se saca a la población, entonces todo eso es lo que desempeñamos
aquí y aún seguimos en eso” (comunicación personal, 02 de abril de 2017). Hay que rescatar
que ellas participan en todo el proceso, desde la elaboración de resúmenes, la
realización en medios digitales y la entrega a la población en trabajo de masas.
Claramente, el desempeño de ésta función demanda conocimiento sobre la
organización armada.

Recientemente las mujeres también han mantenido activas en el papel de las


comunicaciones, en informes periodisticos y en la presentación del noticiero NC
(Nueva Colombia) de las FARC: “lo que yo estoy haciendo dentro de la comisión de prensa

78
Para ampliar información sobre el Programa Agrario, ver
http://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Co/farc/al_farc0007.pdf
94 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

pues es una experiencia nueva, no había tenido la oportunidad, pero es una experiencia
estupenda, creo que me he relacionado bastante con los medios” (Paola Saenz, comunicación
personal, 21 de septiembre de 2016). En la actualidad, algunas continúan aportando a la
organización desde esos mismos saberes mientras se encuentran en proceso de
reincorporación.

En el equipo de comunicaciones se contemplan también las comunicaciones radiales,


sin embargo, éstas se incluirán en los roles militares por ser de carácter elemental
para el mismo, sin desconocer que tiene un papel prepondrante para la transmisión de
información de notas políticas u órdenes de los mandos superiores, a los bloques,
frentes, compañías y escuadras.

2.3.2 Roles militares


Estos roles se desarrollaban en coherencia con las estrategias y los planes79 dirigidos
por la organización armada. A lo largo de los años de lucha se definieron diferentes
formas de accionar frente al establecimiento y se generaron transformaciones en la
estructura insurgente y en su capacidad militar. En la primera década, la estructura
operaría en guerrillas, escuadras, compañías, destacamentos, agrupaciones y Estado
Mayor; dicha estructura posteriormente sería modificada, quedando compuesta de la
siguiente manera:

79
Emitidos por el Estado Mayor Central, entendido éste como el organismo superior de dirección
y mando de las FARC. Sus acuerdos, ordenes y determinaciones son de obligatorio cumplimiento
para todo el movimiento.
95

Figura 5: Estructura de los frentes

ESTRUCTURA DE LOS FRENTES

COMPAÑÍA
COLUMNA Dos guerrilas más sus GUERRILLA
ESCUADRA UNIDAD TÁCTICA DE
Dos compañías o más y sus mandos. Dos escuadras más sus
Unidad básica COMBATE
mandos 54 guerrilleros mandos
12 guerrilleros 3, 6, 8 guerrilleros
110 guerrilleros Son sólo de combate móviles 26 guerrilleros
Dependían del EMB

Fuente: (Aguilera, 2013, p. 80)

Para el desarrollo de los planes militares planteados en el transcurso de los años de


enfrentamiento, las FARC se vieron abocadas a desplegar una serie de dispositivos
que les permitieran mejorar sus comunicaciones, estudiar el territorio y su geografía
para de esa manera poder responder eficazmente a los ataques ofensivos en su
contra. En tales actividades las mujeres participaron activamente como se verá a
continuación.

a) Radistas

Desde la cuarta conferencia se planteó la importancia de mantener al menos dos


walkie talkies por cada columna y entrenar a los equipos de comunicaciones usando
claves criptográficas. Estas comunicaciones no sólo se tecnificaron con el tiempo sino
que además se volvieron elementales en el mantenimiento de la información diaria y
permanente en cada una de las áreas donde operaban las unidades del grupo
armado. En la octava conferencia guerrillera (1993) se aprobaron las normas para las
comunicaciones radiales, donde se indica que el uso de estos dispositivos “son
exclusivamente para dar partes, transmitir documentos políticos, recibir y dar ordenes
militares”. Carolina y Diana, ambas del Bloque Oriental, hicieron parte de estas
comisiones y comparten su experiencia como radistas y la importancia de este rol:

Yo era radista del frente, tenía que comunicar de un lado a otro por medio de un radio las
novedades de frente a frente. Nos comunicamos por ejemplo de aquí al Guaviare o al Meta.
Nos comunicamos para dar parte, para dar alguna orientación. (…) El papel de radista sirve
para orientar algo militar, político. En tiempos de guerra, cuando uno salía no podía faltar el
96 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

radista porque es lo primero. (Carolina, comunicación personal, 02 de abril de 2017)



En las comunicaciones de radio se daban orientaciones o comunicaciones importantes, y
por ejemplo, para usted decir que se necesitaba una delegación para un curso de
enfermeros, eso era un reguero de números porque eso iba por columnas y había que
sumar. Cuando había novedades los mensajes eran larguísimos y todo iba en clave, esos
códigos se cambiaban constantemente para que el ejército no los identificara porque ellos
de tanto escuchar unas comunicaciones ellos los detectaban y se daban cuenta de que era
lo que uno quería decir. (Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2016)

Cada unidad operativa debía contar con uno o dos radistas, quienes eran
cautelosamente seleccionados por la confidencialidad que planteaba este cargo:
“deben ser camaradas de absoluta confianza y de comprobada responsabilidad” se
expresaba la VIII conferencia guerrillera. Así también lo manifiesta Paola: “la persona
que maneja el radio tiene que ser una persona de confianza, de pleno respeto, que se haga
respetar de las demás personas” (Paula, OPC, p.6).

De las mujeres entrevistadas y del análisis de los relatos se encontró que muchas de
ellas desempeñaron este rol, que, como elemento adicional, estaba antecedido por la
realización previa de un curso para adquirir los conocimientos frente al uso del
dispositivo y los códigos:

El curso de radio es máximo ocho días, eso es fácil, es sólo aprender a codificar y a meter
la frecuencia y ya… lo básico. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Ese curso dura como 15 días; varias personas se concentran en un lugar y lo dicta una
radista del frente que sabe muchísimo de comunicaciones. Cada compañía tiene su radista
y tiene tres o cuatro radistas más que son de los comandos que salen de esa compañía.
Por ejemplo, en una compañía de 54 unidades, está la radista que es de toda la compañía,
pero de pronto necesitan salir tres comandos, entonces esos tres comandos salen y se van
para diferentes partes y como no podemos estar cerquita, entonces usted con su radista ya
lo podían acompañar a misiones, entonces un ejemplo, ‘tenemos un herido ¿dónde lo
ponemos?’. El radista y los enfermeros eran fundamentales en cualquier unidad (Diana,
comunicación personal, 26 de junio de 2017).

b) Combatientes

Desde que se realizó la segunda conferencia guerrillera (1966) se estableció que las
mujeres pueden ser miembros siempre y cuando cumplieran “igual que los hombres”
con los requisitos para serlo. Aunque eran en términos cuantitativos muchísima menor
proporción que los hombres, el combate militar se ha constituido en un campo en el
97

que ellas han tenido injerencia activa desde sus inicios hasta el cese al fuego bilateral
en el marco del proceso de paz. Los relatos recogidos dan evidencia de ello, pero
también de la existencia de tensiones en las relaciones de género en el terreno
asociado a la confrontación armada.

En primera instancia, se encontró que las experiencias en lo militar varían de acuerdo


con las vivencias de las mujeres. Para algunas, desarrollarse en el escenario militar
fue una actividad que aportaba versatilidad a su perfil en el movimiento armado, lo que
quiere decir que asistieron a hostigamientos sin que ello representara una carga
negativa. Otras por el contrario, veían las actividades de combate con temor y
preferían desempeñarse en diferentes actividades. En otros casos, las mujeres
demostraron ser aguerridas militarmente, lo que repercutió en ascensos en la escala
de mando.

Para empezar, algunas mujeres como Martha no hicieron parte del combate y aluden
a que eso se dio gracias a su buen comportamiento y obediencia con las tareas
encomendadas, tal como se puede leer a continuación: “Para mí, el comportamiento que
tuve allá fue un comportamiento muy bueno porque a mí nunca, nunca me llevaron a una línea
de fuego. Salían que a armar los grupos para ir, pero a mí me dejaban por ahí en avanzadas o
me dejaban por ahí en el campamento cocinando, pero nunca meterme a la línea de fuego,
nunca, nunca porque yo no era una persona grosera. Yo lo que me mandaban hacer, pues, yo
lo hacía, y eso, el comportamiento de uno vale mucho” (Martha, OPC, p. 8). Claramente,
Martha prefería quedarse en el campamento desarrollando actividades asistenciales y
logísticas, antes que arriesgar su vida en combate.

Otras, estuvieron cerca de las ofensivas militares pero refieren que los
enfrentamientos se presentaban de forma irregular y con menos incidencia en algunas
zonas, tal como lo cuenta Carolina del Bloque Oriental: “Donde yo estuve no fue tan duro,
fue mas bien pasivo” (comunicación personal, 02 de abril de 2017). Otras mujeres, en
cambio, fueron activas en zonas de hostilidades y también desempeñaban otras
tareas como ser enfermeras o radistas:
98 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Yo llevo 10 años en las Farc y me toco de todo, aguantar hambre, ir a combate, me


80
asaltaron, me bombardearon y nunca me hirieron, tal vez porque corría harto. (María ,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Desde que ingresé a las FARC, el primer cargo que ejercí fue ser secretaria política de una
escuadra, de ahí fui radista, fui ecónoma, fui enfermera, fui comandante de escuadra,
comandante de guerrilla, de ahí me dediqué a los comandos de orden publico. Después
hice el curso básico y creo que ya, hasta ahora que estoy trabajando en comunicaciones.
(Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

En su adoctrinamiento ideológico, la organización debía fomentar permanentemente la


adherencia absoluta de sus miembros. Al ser una institución voraz, se requería que las
disposiciones corporales y mentales de las y los insurgentes se orientaran hacia los
principios instituidos, lo que incluía la opción de dar la vida por la lucha armada.
Natalia (OPC) refiere que siempre tenía presente la memoria de Marquetalia y los
héroes que morían por la causa revolucionaria: “usted, morir allá; no es de pronto
morir, es irse supuestamente a una memoria, es que usted queda en la memoria de
Marquetalia (...). Pero usted en sí no muere, usted queda ahí. (…) Créame, que uno
llega hasta hacerse matar solamente por no traicionar la organización, por no
traicionar la memoria de las FARC” (p. 2).

Incluso, en la incertidumbre que puede llegar a generar la zozobra de enfretarse a la


muerte, en medio de la confrontación se abre la posibilidad de limitar imaginariamente
la vida propia y la de sus compañeros de lucha, o como refiere Maria Clemencia
Castro “la elección guerrera es entonces la apuesta por un nombre en la cual el sujeto
se subsume exponiendo la vida” (2005, p. 308). Un ejemplo de ello lo aporta Diana:

Hubo un tiempo que fue orden público y orden público y uno decía, de ésta no salgo. A
veces nos sentábamos a hablar carreta y a uno le decían, usted al paso que va, va a vivir
hasta los tantos años, uno le ponía edad a la otra persona. A mi me decían ‘si usted sigue
así, ni siquiera va a conocer la cédula’, obviamente ninguno conocía la cédula… yo como
de los 16 a los 18 sentía que me iba a morir y pensaba que no iba a alcanzar a cumplir 20
años porque eso se veían operativos y operativos y uno veía guerrilleros caer muertos,
bombardeos. (Comunicación personal, 26 de junio de 2017)

En la línea de quienes asumieron el combate, se encuentran quienes lo vivieron de


manera más intensa y arreciaron en las confrontaciones. Es el caso de alias Karina

80
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció en la organización armada durante diez años (Bloque
Occidental). Se desempeñó como enfermera, francotiradora y radista. Esta entrevista fue
realizada por la autora de esta investigación el día 26 de junio de 2017, en la ZVTN Urías Rondón.
99

(como se citó en Castrillón, 2015), la mujer que más alto rango militar logró en las FARC.
Según su relato, llegar a ser comandante de frente se lo debe a dos factores, por un lado
la obediencia, la proactividad y la disciplina: “si me mandaban a la guardia, a recoger
leña, yo lo hacía inmediatamente. Los mandos tienen en cuenta eso” (p. 86). De otro
lado, atribuye su éxito militar a sus habilidades para salir victoriosa de los hostigamientos
y a su buen manejo de las armas; en combate retaba a los hombres y se propuso
demostrar ser mejor que ellos en ese campo: “Cuando me dieron mando como
reemplazante de escuadra [la unidad más pequeña, 12 guerrilleros] me propuse
demostrarles a estos muchachos que no me iban a degradar, me preparé para el
combate” (como se citó en Castrillón, 2015, p.87). Karina llegó a ser una de las figuras
más emblemáticas por su conocida capacidad de dar duros golpes militares, fue tildada
de “cruel y sanguinaria” y en su momento, el ex presidente Álvaro Uribe, ofreció 1.500
millones por quien diera pistas de su ubicación.

Al ser un ejército guerrillero con prevalencia masculina, las mujeres tuvieron que hacer
grandes esfuerzos por demostrar que estaban a la altura de sus compañeros hombres
para entrar al combate y para hacer parte de la línea de mando. No obstante, ello se
dio no sin conflicto, pues hubo quienes desafiaron el estereotipo de mujer débil y,
similar a Karina, se resistieron a permanecer en la retaguardia, tal como lo refieren
Diana e Isabela, ambas ocuparon rango de comandantes de compañía o guerrilla en
el Bloque Oriental:

Las mujeres aquí tenemos muchas oportunidades, en la medida que nos preparemos y nos
proyectemos, la organización nos abre todo el espacio para trabajar. Entonces a una mujer
comandante le toca cumplir las mismas normas que a los comandantes, y los hombres
subordinados, pues les toca cumplirle a la mujer comandante sin ningún reparo. Claro,
cuando un hombre entra a las FARC y le toca subordinarse, pues para algunos es
impactante recibirle ordenes a una mujer, pero no hay como una resistencia de que ‘no le
voy a acatar’. Llevo 12 años en filas y como comandante desde el 2011 ejerzo el mando.
(Isabela, comunicación personal, 21 de septiembre de 2016)

“El problema es que uno de mujer en las FARC, uno alcanza la meta hasta donde uno
quiere estar, por ejemplo las mujeres en las Farc no les gustaba casi ser comandantes pero
las que son y fueron fue porque quisieron y dijeron ‘yo voy a ser comandante y lo voy a
alcanzar’ y casi la mayoría de mujeres les gustó fue ser enfermeras o ser radistas.
Personalmente, yo quise explorar muchas opciones, fui radista, fui enfermera, fui de
organización de masas, de inteligencia, pasé a ser de orden publico, de ahí estuve con
Carlos Antonio [Lozada], hice un curso de misiones especiales que es un curso muy
avanzado sobre la capacidad ofensiva en la zona urbana y hasta ahí alcance.” (Diana,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)
100 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Para Santiago81, en las FARC se extendió un imaginario guerrillero que despojaba a las
mujeres comandantes de sus capacidades militares y de mando: “tal vez el imaginario
guerrillero es que siempre llega la mujer (a ser comandante) es gracias a que fue la mujer del
comandante o porque bueno fue la amiga, la prima o algo del comandante o la persona que
siempre estuvo con él como la compañera” (comunicación personal, 28 de febrero de 2016).

Reiterando lo anterior, Andrés París (comunicación personal) refirió que las mujeres debían
incrementar su capacidad en el combate para ganar la legitimidad y el respeto de sus
compañeros:

Existen los prejuicios de que las mujeres pudieran asumir el mando pero en eso jugaba un
papel determinante la actitud de la mujer. Si va a asumir mando sobre los hombres y las
mujeres, ambos demandaban que esa comandante entrara y saliera del combate.
Entonces, centenares de mujeres que entraron y salieron del combate ganaban una
autoridad como la del hombre, igual. Entonces ahí no había ninguna concepción, sino que
las que mandaban es porque se lo ganaron y después de que ellas se lo ganaban, pues
uno veía que la gente le cumplía. Yo vi mujeres comandantes extraordinarias y las que
mejor autoridad tenían se ganaron eso en el combate. (…) Entonces el prejuicio si existe
pero eso moría ante la autoridad ganada en el combate. (19 de noviembre de 2017)

Las masculinidades guerreras y los estereotipos construidos sobre unos y otras,


impulsan a que ellas deban demostrar que pueden “igualar” su fuerza física y su
capacidad combativa a la de los hombres, sin embargo, para ello deben adaptar su
cuerpo a esas demandas, tal como lo indica Martha (OPC), para quien esa igualdad
era equiparable a amacharse, es decir, masculinizar su cuerpo para que sea funcional
a los fines del movimiento armado.

Así las cosas, al desarrollar el análisis y releer los relatos y las entrevistas de hombres
y mujeres que pertenecieron al grupo armado se logró establecer que las tensiones de
género obedecen a que, si bien existe igualdad para el desempeño de todas las
funciones, es precisamente en los roles militares donde se encuentra el punto de
quiebre y donde se mantienen vigentes algunas creencias ancladas en el imaginario
de que la guerra, especialmente las actividades de combate, son un ejercicio
prevalentemente masculino, tal como se logra entrever en los siguientes relatos:

81
Ex guerrillero de las FARC. Ingresó al grupo armado a los 11 años en el Putumayo, permaneció
cinco años en el Bloque Sur (Frente 48). Se desempeñó en línea de combate y como explosivista.
101

A nosotros a todos nos toca igual pero hay hombres que por el hecho de ser mujeres nos
consideran mas, entonces ellos prefieren hacer las actividades y que uno no las haga.
Porque uno a veces de mujer es más sensible, entonces por ejemplo ir al combate. Hay
hombres que prefieren ir al combate y hacerse matar por uno y pues que las mujeres no
vayan porque allá toca correr, aguantar hambre, lo que toque, porque en una campaña toca
de todo. Campaña de orden público, eso es que se va un grupo de 6 o de 12 o una
compañía y la idea es ir a buscar al ejército y donde esté pues darle golpes al ejército, a
hacer asaltos, emboscadas y lo que toque hacer. Entonces hay hombres que prefieren ir
ellos y que las mujeres se queden en el campamento y estar pendientes de cuando ellos
lleguen, tenerles el agüita, la comidita. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de
2017)

En sí pues tienen mas participación las mujeres en la odontología, medicina,


comunicaciones, propaganda. Porque los hombres dicen que eso es trabajo para nosotras
las mujeres, que es función para nosotras, para que a nosotras no nos toque ir a un
combate, no nos toque ir a trabajos más pesados, tienen mas consideración en ese sentido.
Pues yo creo que porque ellos nos quieren, nos estiman, no quieren que nosotras
suframos. (Marta, comunicación personal, 21 de septiembre de 2016)

Lo que se quiere resaltar aquí es que, a pesar de que las mujeres han subvertido el
orden tradicional de género perteneciendo a un grupo guerrillero, e incluso, en ese
proceso han adaptado su cuerpo a la masculinización que entraña la guerra, los
testimonios dan pistas de la influencia aún predominante de valoraciones que tienden a
reinscribir el papel de ellas en el campo del cuidado y la pasividad, estereotipos que
pudieron haber incidido en la dificultad de acceso a más niveles de mando que los que
alcanzaron los hombres. Hay que resaltar aquí que dentro de los códigos y arreglos de
género, hubo mujeres que accedieron, tal vez, de manera inadvertida a mantener una
tendencia reproductora de ese orden tradicional.
102 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

2.3.3 Roles operativos


La regulación de estos roles deviene principalmente de las Normas Internas de
Comando82 en las cuales se organiza la vida militar en los campamentos durante orden
público o receso. Estas actividades se ubican en el orden operativo o básico porque se
consideraron necesarias para el funcionamiento de la cotidianidad guerrillera. Dentro de
éstas funciones se encuentran la rancha83, el economato84, la recepción, realizar
chontos85, cortar leña y hacer guardia. El estatuto de las FARC, en lo correspondiente a
éstas normas indica que “para todo el movimiento rige la misma disciplina militar”, lo que
incluye a hombres y mujeres de los diferentes bloques, frentes, compañías y demás
unidades militares existentes.

Las actividades mencionadas están controladas por una minuta donde se plasma el
orden del día para cubrir las 24 horas, en ésta “se contemplan todos los servicios como
rancheros, aprovisionadores, leñateros si fuere necesario, palafreneros, peluqueros,
enfermeros de turno, higienistas, aseadores (…)” (FARC-EP, s.f (b), p. 47). Carolina, del
Bloque Oriental, explica que estos roles son asignados por quien hace las veces de
comandante y que son actividades en las que las personas rotan de manera continua, de
forma que la rancha, el economáto y la guardia son una responsabilidad que guerrilleras
y guerrilleros, sin distinción alguna, debieron cumplir según lo estipulado en el
reglamento:

El comandante nombra un ranchero para la rancha en cada compañía, por día. Pongamos,
al medio día entra uno y sale al otro día después de medio día. La guardia es lo mismo, de
a dos horas día y noche, las 24 horas debe estar cubierta. Ecónomo es el que lleva el
control de toda la economía, de lo que se gasta, mejor dicho es el que reparte los
alimentos. Cada quien responde por su actividad. El ecónomo se encarga de que la verdura
no se vaya a dañar, de todo, de todo, las comidas diarias, el refrigerio. Eso lo desempeñan
hombres y mujeres, igual. Aquí los hombres ranchan también. (Carolina, comunicación
personal, 02 de abril de 2017)

82
“Tratan en lo fundamental de la vida militar de las diversas unidades de las Farc-EP, en
cuarteles, campamentos, marchas, misiones y comisiones del movimiento guerrillero y unifican el
criterio de comandantes y guerrilleros en cuanto a la disciplina, los diversos servicios, las diversas
guardias y las diversas tareas de comando, tanto en campaña como en receso.” (FARC-EP)
83
Esta actividad refiere a la preparación de los alimentos.
84
Quien se desempeña en el economáto distribuye las raciones según la planilla del régimen
diario del gasto.
85
Según la jerga guerrillera, los chontos hacen referencia a los orinales.
103

Al desarrollar el trabajo de campo en la ZVTN Urías Rondón, fue posible evidenciar


que, efectivamente, en estos roles de carácter operativo existe paridad por parte de
hombres y mujeres en su realización, pues como lo explica Carolina rotan
permanentemente, de manera que todas y todos terminan desempeñándolas de forma
igualitaria. Desde tales oficios cada quien aporta al mantenimiento de la cotidianidad y
al bienestar general de quienes conforman el grupo. Como elemento adicional es
importante mencionar que quienes se desempeñan en comisiones especiales como
(comunicaciones, enfermería o trabajo de masas) no siempre asumen este tipo de
actividades, sin embargo, eso depende de las necesidades del comando, de la
dinámica ofensiva y de las directrices superiores.

Finalmente, los roles asistenciales son aquellos en los que se ubica el cuidado de
hombres y mujeres combatientes. Los más comunes son el ejercicio de la enfermería
y la odontología. Al respecto es interesante anotar cómo evolucionó la organización en
su proceso de garantizar asistencia a sus miembros. En 1969, en la tercera
conferencia guerrillera, se recalcó la necesidad de realizar gestiones tendientes a
vincular al movimiento a expertos en odontología, enfermería y medicina, entre tanto,
se propuso el traslado a las ciudades para quienes necesitaran chequeos médicos.
Para la siguiente conferencia se estableció que cada columna guerrillera debía contar
con un equipo de odontología y sanidad; ya en la sexta conferencia se sugirió el
desarrollo de procesos de formación por parte de instructores especializados en
diferentes áreas, entre ellas la odontología y la enferemería, además se hizo hincapie
nuevamente en la importancia del ingreso de “médicos revolucionarios”.

En el proceso de transformación de la insurgencia, se encontró que se generaron


esfuerzos para que cada unidad contara con personal designado en el área de la
salud. En las Normas para el funcionamiento de los Estado Mayores86, se señaló
como una de las funciones del responsable de salud “proponer las medidas que
conduzcan a preservar y mantener la salud del personal y controlar su cumplimiento”,

86
Normas para el funcionamiento de los Estados Mayores, aprobadas por la octava conferencia
de las FARC-EP. 1993. Para ampliar, ver https://www.farc-ep.co/octava-conferencia/normas-para-
el-funcionamiento-de-los-estados-mayores-de-las-farc-ep.html
104 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

entre ellas se encuentran la provisión de medicamentos necesarios y la supervisión


del suministro de los mismos.

Es tal vez depués de la séptima conferencia cuando se comenzaron a incrementar y


perfeccionar las comisiones de enseñanza en las áreas de la salud, con lo que, según
un discurso equilibrado que mantienen los integrantes del movimiento, tanto hombres
como mujeres podían acceder a los procesos de aprendizaje si así lo solicitaban.
Rocío87, del Bloque Oriental, relata por ejemplo cómo se especializó en el rol de
enfermera dentro de la organización:

Es que a nivel nacional en las Farc hay gente preparada, gente que ha tenido sus grados y
ido a la universidad y cuando yo llegué al curso de enfermería estaba Laura Villa, ella es
médica de la Universidad Nacional y ella fue profesora de nosotros en el curso que yo hice
y pues realmente ellos buscaban el método más práctico para nosotros aprender, buscaban
una metodología para que nosotros pudiéramos asimilar ese tipo de conocimiento que
estábamos adquiriendo y pues el tema de la salud no es algo tan complicado en la teoría
sino en los procedimientos. Nosotros los aprendimos así, en la vida práctica, más no los
aprendimos en un quirófano, como debe ser ¿si?, pero es un trabajo muy grande que
nosotros hemos hecho aquí en las Farc con ese tema de la salud. (…). El curso (…) duró 4
años, pero no es un curso en el que usted estudia todo el día todos los días porque
realmente no se podía; en ese tiempo era más lo que uno andaba que lo que se podía
estudiar por el tema de los operativos y pues yo desde que salí del frente 40, pues todo el
tiempo fue en el monte, entonces era muy poco el tiempo que uno estaba quieto en un
campamento, tocaba estarse moviendo mucho porque asediaba mucho el enemigo,
entonces digamos que ese curso para nosotros fue que aprendimos con mucho sacrificio.
Laura es guerrillera, y el mono [Jojoy] recogía el personal de todos los frentes entonces
mandaba decir a todas las unidades “de cada frente necesitamos tres guerrilleros”, que
vengan de paramédicos decía él, entonces los enviaban al lugar donde el camarada Jorge
especificara o la zona donde se iba a realizar el curso, entonces allá llegaba todo el mundo.
(Comunicación personal, 25 de junio de 2017)

De acuerdo con las entrevistas, ninguna de las personas que ejerce sus labores en
enfermería, odontología, radio y demás roles de la organización, tienen conocimientos
previos frente a su función sino que los adquieren por medio de los cursos de
formación que allá mismo se impartían y que eran ordenados por el Estado Mayor. El
anterior relato indica cómo se lleva a cabo un curso de enfermería en medio de los
operativos y de la movilidad propia que imponían las acciones militares, pero además
da muestras de los logros adquiridos por la organización en materia de salud que

87
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció 12 años en la organización. Hizo parte del Bloque
Oriental (Frente Felipe Rincón). Se desempeñó como enfermera durante su militancia. Esta
entrevista fue realizada en la ZVTN Urías Rondón, el 25 de junio de 2017.
105

años atrás se habían propuesto dentro de los documentos organizativos. Por


rudimentarios que parecieran los procedimientos por estar en medio de zonas
selváticas y apartadas, brindaron la asistencia médica en momentos de campaña y
receso, incluso, según Diana, aprender en circunstancias de intensificación de
combate se dio como una oportunidad de formarse mediante la experiencia:

La diferencia del curso de enfermería es que allá si toca más tiempo y ese curso lo dictaba
la enfermera del frente, una muchacha que le decían la india Carolina. Carolina era una de
las mejores enfermeras que había, ella fue estudiante de Lobero, a nadie le daba miedo
estar en manos de ella porque sabía que no lo iba a dejar morir. Si usted iba a combate y
salía lesionado, usted sabía que esa mujer no lo dejaba morir. Carolina decía que lo bueno
del curso de nosotros es que habíamos entrado en operativo y salía mucha gente herida,
entonces nosotros entramos fue de una vez a la práctica. Ella estaba ahí y le iba mostrando
a uno, cómo se sutura o cómo hacer laparotomías, hacer amputaciones (…). Eso se hacía
en la selva con los instrumentos quirúrgicos, lo único era que nosotros no teníamos cabinas
y así, como tienen los médicos, nosotros normal, se operaba al que se tuviera que operar.
(Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Finalmente, se logró evidenciar que el proceso de formación de quienes ejercieron


como odontólogas fue similar al de enfermería, tal como lo indica Jazmín:

Me especialicé en odontología. Ese curso me lo dictó una muchacha que también era
guerrillera (…). Ella iba trabajando y nosotros íbamos mirando, ella nos iba explicando
porque pues eso fue teoría y practica y así empezamos a trabajar con los instrumentos que
teníamos que conseguir y que eran como más manuales para cargar y nos íbamos mirando
y así íbamos aprendiendo. Yo duré año y medio especializándome, pero cuando eso no se
podía estudiar todos los días porque pues era la cuestión de la guerra, uno no podía estar
tanto tiempo en un sitio y como había muchas unidades para trabajar entonces a nosotros
nos tocaba desplegarnos de unidad en unidad trabajando y según lo que duráramos, si
durábamos 8 o 5 días en una compañía pues trabajábamos en esa compañía (…) y ahí nos
vinculábamos a todos los trabajos que salieran de esa compañía, que la guardia, la rancha,
la exploración, o sea, todo lo que saliera mientras no estuviéramos practicando.
(Comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Como se ha mencionado, en la división de roles y tareas, la organización hizo


esfuerzos por preparar y cualificar a sus combatientes y desarrollar especialidades en
diferentes áreas, de manera que cada quien asumiera sus roles en orientación al
cumplimiento de lo militar, lo político y lo operativo. Según Mayerly Arteaga88, del
Bloque Occidental, hombres y mujeres tienen autonomía para elegir la “especialidad”
en la cual se quieren desempeñar: “Aquí hay hombres enfermeros, radistas, igual en las

88
Mujer de pertenencia étnica que permaneció doce años en las FARC. Hizo parte del Bloque
Occidental (Frente 29) y se desempeñó como odontóloga. Esta entrevista fue realizada en el
marco de la décima conferencia guerrillera, en los Llanos del Yarí, el 21 de septiembre de 2016.
106 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

mujeres (…) y si hay un curso para mandar delegados de diferentes áreas, nosotros
planteamos, somos nosotros los que planteamos, no es nadie que nos dice sino que nosotros
tomamos la decisión” (comunicación personal, 21 de septiembre de 2016).

No obstante, pese a las posibilidades de recibir la misma formación y estar en


“igualdad” de condiciones para el acceso a las diferentes especialidades (según lo
mencionado por hombres y mujeres farianas y según los mismos estatutos), se pudo
encontrar que parecen existir imaginarios basados en supuestos que refuerzan
estereotipos que ubican a los hombres en roles tendientes a la fuerza y al desarrollo
de la guerra en lo ideológico y lo militar, mientras las mujeres cumplen papeles
tendientes al cuidado. Con los siguientes relatos se puede evidenciar la inclinación a
mantener ideas que refuerzan el ordenamiento de género que la misma organización
critica:

En la odontología se miran las mujeres por ese sentido, porque la mayoría de hombres por
el hecho de ser hombres dicen ‘no, yo cómo me voy a ver metiéndole la mano a otro
hombre, eso le cae es a las mujeres que ellas son mas delicadas’, o sea, esas son las
concepciones que hemos traído. Eso está muy arraigado porque esos son los roles y los
estereotipos que nos han venido enseñando desde hace muchos años, de que el hombre
por ser hombre debe dedicarse es al trabajo del macho y que las mujeres somos las
delicadas, las que tenemos que ser mas sensibles, somos las que tenemos que cuidar los
hijos, realmente aquí se quitan muchas cosas de esas pero en cuanto a eso todavía
tenemos mucha influencia. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Las tareas y las responsabilidades han sido designadas tanto para hombres como para
mujeres sin importar qué tipo de tareas, pero digamos que hay temas que a los hombres no
les gusta como digamos manejar un radio, ellos sienten que es más tirando a un trabajo de
la mujer y no del hombre, son cosas como del machismo, pero realmente cualquier tipo de
tareas tanto hombres como mujeres las han cumplido; los temas de enfermería, radio, de
ejercer mandos. (Rocío, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Manejar el radio y desempeñarse en el campo de la enfermería o la odontología son


vistos como funciones que feminizan a los combatientes, esas actividades se asocian
de manera “natural” con el cuidado o con la poca fuerza que hay que invertir en ello.
Se devela entonces que la socialización primaria de las personas que conforman la
organización juega un papel preponderante, en la medida en que permanece en sus
concepciones una forma de entender las relaciones de género que hunde sus raíces
en las formas tradicionales de la sociedad que los precede a pesar de estar regidos
por nuevos ordenamientos institucionales que avalan la “igualdad” en derechos y
deberes para ambos sexos.
107

Lo anterior no quiere decir que no se encuentren matices y negociaciones en cuanto


al régimen de género fariano; por supuesto que las hay. Para las mujeres por ejemplo,
hacer parte de un proyecto revolucionario y transgredir el espacio de la guerra,
comúnmente asignado a los hombres, pudo haberse vivido como una forma de
emancipación de sus lugares de origen, Mayerly Arteaga valora la igualdad que
encontró en el movimiento y desde su propia experiencia indica:

En lo personal, yo me siento muy contenta porque a uno en la casa no lo miraban, por


ejemplo en mi caso, yo no había visto de que las mujeres fueran tratadas igual como se
trata aquí en la organización, aquí se trata igual tanto a hombres como a mujeres, sin
discriminación, sin importar la raza. (Comunicación personal, 21 de septiembre de 2016)

Luego, puede inferirse que es posible que la organización armada sea un campo de
reproducción de hegemonía masculina, pero en las circunstancias de opresión,
violencia y discriminación que vivían las mujeres previo a su enrolamiento, el
movimiento se pudo presentar para algunas de ellas como una ganancia en términos
de acceso al poder y como un espacio de emancipación de la tradición familiar.

Es importante revisar los elementos que trazan el régimen de género desde la


funcionalidad y el cumplimiento de los roles. Lo primero que hay que anotar es que la
insurgencia de las FARC estableció un lenguaje que enarbola un discurso de igualdad
entre hombres y mujeres. Al respecto, la delegación de ésta insurgencia, en el marco de
las negociaciones para la finalización del conflicto armado, manifestó lo siguiente (como
se citó en Martínez, 2017) “en el seno de nuestra organización, hombres y mujeres
gozamos de un reconocimiento estatutario, de unas normas y una práctica de
convivencia entre compañeros y compañeras en igualdad en deberes y derechos” (p.
161). Este no es un discurso de corta data, desde décadas atrás se viene promoviendo
una igualdad que se equipara en la realización de las mismas actividades indistintamente
del sexo, la etnia, la edad o el género. No obstante, esa igualdad puede resultar un
sofisma si sólo se analiza desde el desempeño de las mismas actividades en los roles
aquí propuestos: políticos, militares y operativos, pues en lo funcional, los instrumentos
disciplinarios establecen que las actividades se deben distribuir de la misma manera.

Para Dietrich (2014), en la insurgencia se diluyen las marcadas diferencias de género


y se construyen identidades basadas en la lucha de clases y en principios de
abnegación, compañerismo y entrega a la revolución. Se crea una identidad basada
108 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

en la lucha colectiva (no en el género), para lo cual resulta más funcional crear un tipo
de masculinidades y feminidades insurgentes fuera de los preceptos del sistema de
género normativo. Así pues, en el nuevo sistema o régimen de género, se fomentan
similitudes entre ambos géneros con base en los principios revolucionarios. Así lo
refiere Andrés París:
El principal derecho de la mujer en la guerrilla, es entregar su vida y su cuerpo a la lucha
revolucionaria del combate. (…) Ese es el gran derecho conquistado por la mujer al ingresar
a la guerrilla, que es un ejercito revolucionario, que es un movimiento de lucha y de
combate, el no llevarla al combate, que es la máxima creación del guerrillero y de un
ejército, pues es una expresión de discriminación. (Comunicación personal, 19 de
noviembre de 2017)

Esa idea se refuerza con las elaboraciones normativas internas de la organización. La


principal idea que se intenta mostrar es que hombres y mujeres desarrollan las
mismas actividades en la guerra; van a combate, se desempeñan en enfermería,
radio, trabajo de masas, rancha, guardia y demás labores requeridas en la
organización. Pero a pesar de un dominante discurso frente a la equiparación en el
cumplimiento de los mismos roles y la minimización de diferencias entre hombres y
mujeres combatientes, las entrevistas y los relatos de ésta investigación dan evidencia
de la existencia de tensiones entre el intento por combatir estereotipos de género y la
reproducción de los mismos por medio de prácticas que sútilmente se legitiman y que
no son reconocidas entre los mismos protagonistas. Se encontró que efectivamente
las mujeres suelen desempeñarse en todas las actividades pero que existió
resistencia por parte de algunos hombres para desarrollar roles considerados
comunmente como femeninos, así como lo reconoce Carlos89:

Las funciones están desde una ranchada y esas funciones son de hombres y mujeres,
hacer chontos, ir a hablar con la población para llevarles nuestro pensamiento (…). En la
distribución de tareas aquí en el movimiento hay tantas funciones como la salud, aprender
enfermería, primeros auxilios. Hay mucha masculinidad de hombres que de pronto no
asumen esa responsabilidad, a veces eso es una primordialidad de las mujeres, a ellas les
nace más ser médico en ese sentido (…). (Comunicación personal, 02 de abril de 2017)

Cuando se concibe la igualdad en términos de un lenguaje de derechos, se ve

89
Ex guerrillero de las FARC. Perteneció 16 años al movimiento armado, hizo parte del Bloque
Oriental (Frente séptimo). Esta entrevista se realizó en la ZVTN el 02 de abril de 2017 por la
autora de este documento.
109

fundamentalmente como una cuestión de acceso y se vuelven invisibles los problemas


relacionados con la organización del poder institucional (Seidler, 2000). Así entonces,
la perspectiva de igualdad promulgada por el movimiento termina puesta en
entredicho, pues “éste discurso de igualdad resulta en la práctica una homogenización
de los cuerpos en relación a lo que se considera deseable de una persona
combatiente” (Martínez, 2017, p. 162). Las pretensiones de las FARC de generar una
ruptura con el orden tradicional en relación con la división sexual del trabajo se hizo a
partir de la equiparación de cuerpos de hombres y mujeres para su funcionalidad, lo
que no genera, per se, una igualdad real sino una igualdad que termina siendo
percibida como trivial y como una mimetización de la masculinidad por parte de las
mujeres (Vanegas, 2017). Esto se puede reafirmar con el relato de Liz90:
“(…) allá a nosotros nos forman de una forma de que... de llevarle mentalidad a que todos
somos iguales, sean mujeres o hombres. Allá nosotros no hay preferencias porque usted es
mujer entonces decir ‘usted lleva menos peso o usted esto’, no. Allá todos somos iguales,
un ejército formado por hombres y mujeres, pero, de igual manera, tenemos la mentalidad
que somos como hombres. Entonces allá nosotros nos formamos a ser como estilo a ser
amachadas, digámoslo así, porque nosotros perdemos (…) como esa imagen que llevan,
en la ciudad, las mujeres” (OPC, p.2)

No se puede desconocer que las FARC promovió igualdad en deberes para hombres y
mujeres, que como se mostró anteriormente fue valorado positivamente por varias de
ellas aunque eso haya representado tallar su cuerpo con cualidades concebidas como
propias de la masculinidad en un mundo que exigía valores asociados a la fuerza, el
heroísmo y la rudeza. Esa apertura sugiere una ruptura con el orden social criticado,
pues abre la posibilidad de que las labores, desde la rancha hasta el combate sean
desempeñadas por guerrilleras y guerrilleros. Sin embargo, eso por sí mismo no implicó
transformar imaginarios convencionales derivados de un orden de género que propicia el
mantenimiento de la tradicional división sexual del trabajo; al contrario, se observa que
subrepticiamente se conservaron algunos rasgos de la sociedad a la cual se oponen. Eso
se manifiesta por ejemplo en la resistencia por parte de los guerrilleros a obedecer a una
mujer que ejerciera el mando, a la consideración de que las labores como la enfermería,
el manejo del radio o la odontología eran “naturalmente” de las mujeres o de la

90
Mujer ex guerrillera de las FARC. No se cuenta con información en profundidad. La entrevista
fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
110 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

demostración que permanentemente ellas debían hacer para ganar credibilidad de sus
capacidades.

Aún cuando aquí se produjeron cambios y desviaciones del orden de género amplio, en
el siguiente apartado se verá cómo desde las relaciones amocionales y de pareja se
viven situaciones todavía más complejas por ser éste un campo que, aunque está
regulado y permanentemente supervisado, puede quedar restringido a la intimidad de la
“caleta”.
111

3. “El amor está en un segundo plano”: Intimidad


y relaciones de pareja en las FARC

Si los roles y las funciones parecerían pertenecer a un ámbito más abierto por las
negociaciones que allí se hacen y por el desplegado discurso de igualdad que lo
acompaña, las relaciones de pareja parecieran ser parte de lo íntimo, un escenario por
demás poco abordado y rezagado en las investigaciones sobre conflicto y movimientos
armados. Tal como plantea Seidler (2000), la igualdad no se resuelve sólo en el terreno
público, sino que también afecta la calidad de las relaciones cotidianas entre hombres y
mujeres. La famosa frase de que “lo personal es político” rescata el sentido de que la
esfera personal no puede separarse como un ámbito que funciona independientemente
de los asuntos de poder y la subordinación.

En las FARC se alteraron las dinámicas íntimas de relación y también se reeditaron


prácticas tradicionales que no se pueden interpretar fuera de su contexto relacional. Las
particularidades del régimen de género en este sentido, están precedidas por las
condiciones adversas que plantea el conflicto armado, por las negociaciones que en éste
terreno se hacen y por los dispositivos disciplinarios que se instauraron para el
mantenimiento del orden en las unidades de combate, recordando siempre que el trabajo
y la lucha colectiva estaban por encima de las disposiciones y los deseos individuales.

Lo que se encontrará en las líneas que siguen es un esfuerzo por comprender las
experiencias íntimas entre guerrilleras y guerrilleros de base que pertenecieron a las
FARC. Esta revisión permite sostener que es en las relaciones de carácter afectivo
donde se reinscriben con más nitidez las construcciones patriarcales, con una
particularidad importante: las relaciones farianas de todo orden, incluidas las íntimas,
pasan por la vigilancia permanente del régimen disciplinario guerrillero y el control del
112 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

cuerpo de sus combatientes en aras de ser funcionales para la lucha armada. Algunas de
las situaciones que se abordarán son: prácticas de violencia de pareja,
heteronormatividad, abusos de poder y desajustes y resistencias al orden normativo
establecido.

Para mostrar lo anterior, este capítulo se desarrolla en tres apartados: en el primero, se


anota la importancia del cuerpo en la construcción social del orden guerrillero y se
revisan algunas características que tuvieron las relaciones de pareja en las FARC; el
segundo apartado aborda las regulaciones de orden disciplinario, los escenarios
controlados por la organización en el plano afectivo y se analizan imaginarios que
reprodujeron relaciones desiguales y tradicionales entre hombres y mujeres
combatientes, finalmente, en el tercero se hace una reflexión sobre lo que se considera
pueden ser desajustes o resistencias al orden jerárquico y regulador de las relaciones
íntimas en el movimiento.

3.1 “Lo primero es el movimiento”: cuerpo,


corporalidades y generalidades en torno a la
intimidad fariana
Como se ha venido insistiendo, mientras las FARC estuvo alzada en armas se estructuró
a la manera de una institución voraz (Coser, 1978) y para garantizar el funcionamiento de
ese orden instituyó un régimen estricto, jerárquico y que regulaba las prácticas de sus
combatientes, desde el cumplimiento de los objetivos político-militares hasta los más
íntimos detalles de la vida personal de hombres y mujeres farianas. En este escenario, la
cotidianidad y la intimidad se encontraban rigurosamente controladas por la organización
¿por qué se presentaba una injerencia tan fuerte en este ámbito? ¿qué se regulaba en
ese terreno?91.

Para responder a la primera pregunta, hay que recordar que el adoctrinamiento en las
FARC no se presentaba sólo a nivel ideológico y político sino que ésta institución ejercía
una fuerte apropiación del cuerpo de los combatientes, lo que implicaba no sólo la
instrucción y la formación discursiva en torno a los elementos de la lucha, sino también el

91
Esta pregunta será respondida en el segundo apartado de este mismo capítulo.
113

adiestramiento y la regulación minuciosa del mismo. Es decir, en este contexto el cuerpo


actúa como producto y productor del orden social: es el que atiende, el que cumple
funciones y el que se instruye en medio de una red de relaciones de poder constitutivas
de su propio entorno (Medina, 2009).

Estudios recientes sobre cuerpo y corporalidad (Pedraza, 2004) plantean que el cuerpo
no es una mera realidad biológica sino el producto de diferentes normas,
disciplinamientos y prácticas que le dan forma, lo marcan y le otorgan un sentido; el
cuerpo es sexuado, subjetivado y marcado por las múltiples interacciones del contexto en
los que se sitúa. La sociología rescató la noción de corporalidad como una dimensión
que subraya el contenido social del cuerpo, como lugar donde se inscriben los
componentes simbólicos, políticos, psicológicos, culturales y sociales; es decir, el cuerpo
vivo y el cuerpo vivido.

Atender a la noción de corporalidad ayuda a entender cómo las regulaciones


sistemáticas de la vida cotidiana de las FARC no pasaron incólumes por la vida de sus
integrantes, sino que se vivieron y se incorporaron de maneras distintas en coherencia
con los procesos de subordinación, resistencia y contestación que se pudieron generaren
ese orden social. En algunos casos, se naturalizó una cotidianidad llena de imposiciones
regulatorias; en otros, se encuentran críticas a ese sistema cerrado y milimétricamente
controlado; y en otros, se develan tensiones y rupturas entre el deber ser constituido en
las normas y las prácticas de hombres y mujeres combatientes. De cualquier manera,
son los cuerpos los que entrañan esos procesos de subjetivación, donde se significan los
conflictos y las resistencias surgidas entre las vivencias y las reglamentaciones
disciplinarias del grupo armado, lo que, per se, incluye a hombres y mujeres.

Ahora bien, el cuerpo es un dispositivo eminentemente relacional, político, simbólico y


cultural, inmerso en un orden social jerárquico y disciplinario por lo cual tiene sentido
pensar que el ámbito de pareja o íntimo se regulara, pues desarrollar mecanismos de
control sobre aquellos le permitió a la organización alcanzar un orden interno, garantizar
el cumplimiento de los objetivos político- militares, regular la convivencia entre
integrantes del grupo armado y evitar que el movimiento se viera afectado por decisiones
personales que iban en contravía del espíritu colectivo de la lucha armada. Ello
aseguraba la estabilidad, la sostenibilidad e incluso la expansión de esa guerrilla.
114 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

3.1.1 La incompatibilidad de la militancia con el amor:


características de las relaciones de pareja en las FARC
La estructura fariana como institución voraz creó formas de vivir la experiencia íntima
entre sus combatientes dejando claro que el factor principal de su presencia allí era la
actividad revolucionaria. El análisis estructural de algunas instituciones voraces le
permitió a Coser (1978) establecer que “se estimaba que las relaciones exclusivas con
la persona amada podían chocar con la lealtad del individuo a la colectividad”. De
acuerdo con ello, se puede decir que en las FARC se instituyeron unas maneras
propias de compartir la vida íntima y las relaciones de pareja, evitando ante todo la
dispersión de las energías insurgentes en temas como el enamoramiento, que por
demás, eran considerados como algo poco significativo, baladí y trivial.

Este apartado centra sus esfuerzos en responder a la pregunta ¿cuáles eran las
características de las relaciones íntimas en la guerrilla de las FARC mientras
estuvieron alzados en armas?. A partir de la revisión de entrevistas, el trabajo de
campo y la información recopilada se puede notar que son principalmente tres
elementos los que articulan la respuesta: son relaciones que re-significan la idea de
amor romántico y la noción de familia tradicional, tienden a ser efímeras por las
circunstancias de la guerra y la movilidad que implicó la aplicación de las diferentes
estrategias de confrontación, y son heteronormativas. A continuación se desarrollan
los elementos propuestos para este análisis:

a) Aquí uno no tiene la posibilidad de comprometerse”: reconfiguración de


la noción de familia y de la idea del amor romántico

La vida de las FARC en los campamentos no contemplaba la tradicional noción de


familia pensada como espacio primario de socialización, afectos y seguridad humana
(Palacio, 2010). Más bien, la organización que se constituía como voraz y disciplinaria
desplegó un discurso en el que la familia era la colectividad misma, pues se entendía
que el alistamiento en las filas implicaba la renuncia a cualquier contacto con quien se
tuvieran relaciones de próximidad. De hecho, muchos y muchas lo asumieron y lo
vivieron así ante la salida de sus hogares y la entrada al grupo armado. Sobre ello, los
estudios de Maria Clemencia Castro (2001) concluyen que “desde un primer momento
entre los miembros de una organización guerrillera van surgiendo fuertes vínculos,
115

profundas solidaridades, relaciones particularmente estrechas; todos unidos en una


colectividad con una causa común, la causa guerrillera. Cursan una cotidianidad
intensamente vivida, marcada por la aventura, el riesgo constante y el peligro
inminente” (p. 49).

Al ser esa estructura armada el nicho principal y configurarse como el centro de la vida
de sus integrantes, ésta se atribuyó el carácter de proveedora de todo cuanto sus
miembros necesitasen. Luego, la construcción de un imaginario de familia sustentado
en las características tradicionales y los ciclos vitales que de ella se derivan, se
desvaneció ante las disposiciones reglamentarias y ante los planes militares del grupo.
De paso, la idea del amor romántico basado en la noción de que “el amor es lo más
importante del mundo, y ante él deben sacrificarse todas las demás consideraciones”
(Illouz, 2010, p. 19) se anularon en el contexto guerrillero, o mejor, se reconfiguraron
ante la existencia de un proyecto que colectiviza y hermana la vida de toda la
guerrillerada. Allí todos los sacrificios se orientaban a la lucha armada no a proyectos
individuales o de pareja.

En el análisis de las relaciones íntimas en la guerrilla fariana se mezclan la utopía


romántico-política del proyecto insurgente92 y su materialización concreta en la
práctica. Hay que reconocer que esta investigación encuentra especialmente relatos
que develan una particular complejidad por las lógicas de control de la organización
armada, por las condiciones adversas de la guerra y, porque, de una u otra manera
las formas tradicionales de socialización con las que llegaban la gran mayoría de
combatientes pudieron chocar con ésta idea de familia y de amor.

92
Ya en “El Origen de la Familia”, Engels criticó el matrimonio burgués caracterizado por la
monogamia y el “afecto”, lo que para el autor resultaba mera apariencia de clase y
conveniencia. Para Engels, el verdadero amor no podría surgir sino en la clase obrera, pues
ésta no tiene ninguna riqueza material que perder o ganar. Por su parte, en el Manifiesto
Comunista, Marx insistiría en que la familia y el amor quedarían libres de sus lazos de
dominación e interés sólo en una sociedad comunista, pues allí la propiedad privada y las
ganancias no serían motivo para formar pareja (Illouz, 2010).
116 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Illouz (2010) advierte que las emociones tienen un carácter eminentemente social y
que la cultura desempeña un papel importante en su configuración; ésta, opera como
marco dentro del cual la experiencia emocional se organiza, se define, se clasifica y se
interpreta. Así mismo, señala que los marcos culturales nombran y definen los límites
de su intensidad y especifican las normas y los valores asignados a ellas (p. 21). En
este sentido, el marco normativo fariano definió los límites de las emociones vividas
por sus miembros. Por ejemplo, uno de los hechos más prominentes que surgió frente
a la concreción de proyectos de pareja fue la interiorización de que por encima de las
emociones y los sentimientos individuales estaba el trabajo de la guerra; que los
compromisos no tenían cabida si se encontraban por fuera de los objetivos de la
organización. Así lo expresa Alejandra:

Es que uno aquí uno no tiene la posibilidad de comprometerse, porque cómo le va a


prometer que aquí le voy a dar una casa o vamos a tener hijos, aquí no es como afuera que
se puede conseguir las cosas juntos, uno aquí sabe que todo se lo da la organización y
como no se puede conformar familia, pues… ahí está, aquí uno depende por completo de la
organización ese es nuestro objetivo mayor. (Comunicación personal, 02 de abril de 2017)

La dependencia de todas y todos a la estructura armada configuró otro escenario


importante: se desestimó la procreación, al igual que la tradicional conformación
familiar capitalista y la reproducción de un orden que pone la figura masculina como
proveedora y garante de las necesidades del ámbito privado. Ello pudo ser percibido
por algunas mujeres como una ganancia, pues su autonomía no dependía del “jefe de
hogar” sino de una organización armada que también devengaba la totalidad de las
energías de los hombres y velaba por ellos. Al respecto, Joaquín93 comenta lo
siguiente: “yo aquí no tengo que preocuparme de comprarle la ropa interior, la crema o darle
la comida, uno no piensa en eso. Uno solamente tiene que pensar en ser responsable y
ofrecerle el amor mas profundo día y noche” (comunicación personal, 25 de junio de 2017).
Con base en ese relato, puede inferirse que la tradicional división sexual del trabajo,
consistente en que son los varones quienes proveen y las mujeres quienes se
benefician de lo que ellos suministran para sí mismas y para el hogar, es alterada en

93
Ex miembro de las FARC. Permaneció en el movimiento 17 años, hizo parte del Bloque Oriental
(Frente 40). Sus roles se centraron en la línea de combate y actividades de mantenimiento de la
tropa. Esta entrevista se realizó el 25 de junio de 2017, por la autora de la presente investigación.
117

la guerrilla, pues en ese régimen de género se configuran unas formas relacionales


que rompen con el orden convencional arraigado en la sociedad.

A pesar de que el grupo armado anula la idea de familia y las relaciones de largo
aliento, en las entrevistas se encuentra un discurso que asocia la afectividad con
valores funcionales para la guerra: compañerismo, ayuda y solidaridad. De esta
manera, aunque se resquebraje la tradicional forma de familia y de enamoramiento, su
reconfiguración consiste en que las expresiones afectivas se imbrican con
expresiones de cuidado y de proximidad. A continuación se expone un relato que da
cuenta de ello:

En cuestiones de la guerra era mejor estar en pareja (…) por la ayuda, porque por ejemplo
si llega una misión sabe que alguien está esperándolo a uno con la comidita, que la ropita y
uno sólo pues realmente se la pasa es trabajando y los compañeros no van a estar ahí ‘que
a la compañera se le mojó la caleta’, entonces uno siempre necesita alguien que esté ahí.
Llegaba uno cansado de andar por el monte y si a él no le tocaba ir, pues realmente uno
sabía que llegaba y tenia ahí su comida, su agüita, que el apapacho, que llegaba uno
cansado y necesitaba a alguien o que se fue él y uno pues lo mismo o si nos tocó ir juntos
pues llegamos y juntos nos ayudamos. Si yo venía cansada de camino él ayudaba con el
fusil o con la carga. Pues uno sólo de mujer es más complicado y de pronto en la noche
buscar donde dormir y uno sólo, en cambio uno llegaba y al menos estando juntos ya
cuadraban la caletica y a dormir. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017).

Sin ánimo de generalizaciones, es posible afirmar que lo afectivo en términos de


expresiones íntimas pudo representar una estrategia para la supervivencia, en la
medida en que, en tiempo de lucha fue funcional compartir emociones, deseos, las
funciones cotidianas e incluso la sexualidad misma. A lo anterior, hay que añadir que
un común denominador de las entrevistas indica que las separaciones constantes, las
misiones y las muertes en combate plantearon conflictos y duelos ante la pérdida de la
persona querida, tal como se verá a continuación.

b) Relaciones efímeras mediadas por la muerte o la separación

¿Cuáles fueron los factores que impedían que guerrilleras y guerrilleros mantuvieran
relaciones de mediano o largo aliento?. La primera respuesta se viene proyectando a
lo largo de este texto y tiene que ver con las disposiciones reglamentarias y la entrega
de la propia vida al proyecto colectivo.

La segunda respuesta descansa sobre fuertes rupturas que desalentaron el


encauzamiento de energías en materia emocional y que tienen una fuerte relación con
118 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

los resultados de la guerra: la muerte y la separación. Varios testimonios coinciden en


que el apego resulta ser inevitable a pesar de las condiciones adversas que plantea el
traslado constante por los combates y las confrontaciones. Hay quienes consideran
que es mejor y “útil” permanecer en pareja, mientras, hay quienes prefieren no
exponer sus emociones por miedo a las separaciones, tal como lo señala María:

En pareja uno sufría mucho, porque nosotros tenemos sentimientos, porque usted se
encariña más viviendo los dos en una sola caleta que de permiso. Yo en la guerrilla llevo
trece años y tuve tres socios; tengo dos muertos y uno vivo. Los dos muertos los mataron
estando conmigo y es muy duro porque uno estando con ellos (…) se encariña más porque
se hacen conocer mas, mientras de permiso, pues he tenido muchos novios así que duraba
un mes y me tocaba dejarlos porque me iba o se iban y los mataban, pero así de permiso
pues no lo enamora a uno, es algo que va a pasar y ya. Por ejemplo, si usted está de socio
con alguien y que lleven tres o cuatro años y usted se alista con su equipo y se va, eso era
una cosa tremenda, entonces siempre era mejor estar solo. (Comunicación personal, 26 de
junio de 2017).

Isabela Sanroque (2017) narra brevemente cómo el trabajo político y las ordenes de
los mandos estaban por encima de cualquier disposición personal:

Uno sabía que de pronto le tocaba irse, o sea, es que en la guerra hay la complejidad de no
saber cuál será su destino. Uno tomaba la decisión de poner a disposición de la
organización su propia vida. Que si le toca irse para el Caribe, pues uno sabía que la
relación terminaba. Esas rupturas a veces sí dolían mucho pero uno las asumía. Hay
prioridad frente al trabajo político. (…) Uno estaba sujeto a las separaciones o a que los
mataran.

El estar permanentemente monitoreados por los mandos, sumado al ejercicio de


actividades distintas generaba una alta probabilidad de separación. Jazmín por
ejemplo narra que mientras su compañero se preparaba para misiones político
militares en otras unidades de combate, ella se desempeñaba como odontóloga en su
compañía, razón por la cual, permanecían la mayor parte del tiempo separados. Sobre
el lugar secundario que ocupan las relaciones afectivas en las instituciones voraces
señala Coser (1978) que el análisis de algunas de éstas han “revelado su tendencia a
considerar los vínculos sexuales estables como un impedimento para obtener la
lealtad y la adhesión absoluta que reclaman de todos o algunos de sus miembros”
(p.129). En esa vía, la organización armada, por medio de sus comandantes dirimía y
decidía el futuro de las relaciones, que, en cualquier caso no podían amenazar la
estabilidad del movimiento.
119

c) Relaciones heteronormativas

Uno de los aspectos que caracteriza las relaciones íntimas y de pareja en las filas de
las FARC es la heteronormatividad. La heteronorma es un conjunto de discursos y
practicas que refuerzan los binarismos de género e impone que las relaciones deben
ser complementarias: es decir, hombre/mujer- masculino/femenino. En ese sentido,
los discursos normativos que operan al respecto, privilegian la heterosexualidad como
única orientación correcta o normal, en detrimento o desprecio de otras orientaciones
sexuales, de carácter diverso y no hegemónicas (Martínez, 2017).

El régimen de género fariano no escapa a concepciones naturalizadas sobre la


construcción de la sexualidad. Claramente, un ejército armado con prevalencia
masculina y bajo una socialización acorde a los mandatos sociales de los que
proviene, estaría ampliamente permeado por las concepciones y discursos que allí
intervienen. Por ello, no es extraño escuchar que las narraciones y las experiencias
amorosas y de pareja tengan una connotación que se ampara bajo la sombrilla de
aquella forma de concebir la sexualidad.

Las entrevistas, tanto las que se recopilaron como las que se realizaron, relatan
experiencias íntimas con una tendencia única: todas fueron con el sexo opuesto. En
ninguna se contempla una relación salida de las normas dominantes. Por el contrario,
Luis94 (comunicación personal, 25 de junio de 2017) recalca el carácter “chistoso y
burlesco” que representaba asumir una orientación distinta, apartándose de la
heteronorma.

De la misma manera, Santiago (comunicación personal, 28 de febrero de 2016)


experimentó una situación poco común en la compañía de la que hizo parte. Él relata
que alias “el peruano” era conocido en la vereda porque le gustaban los hombres y
porque “botaba pluma”, sin embargo, hacia el año 2002 entró a las FARC, a su
ingreso “el comandante le habló finito y delante de todos y le dijo: ‘acá no queremos
hombres afeminados ni mujeres amachadas. Hombre es hombre’”. Santiago añade

94
Exguerrillero de las FARC. Perteneció al movimiento armado durante 16 años, operó en el
Bloque Oriental (Frente 40). Entrevista realizada por la investigadora de este texto en la ZVTN
Urías Rondón, el 25 de junio de 2017.
120 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

que desde ese día, alias el peruano, cambió su usual forma de expresarse: “hablaba
como hombre y caminaba como hombre”. Es interesante analizar que, además de la
función disciplinaria, doctrinaria y controladora que ejerce el grupo armado sobre el
cuerpo de sus integrantes, también ejerce una función corregible y aleccionadora, esto
es, no permitir distanciamientos entre lo socialmente aceptado y los deseos
individuales a partir del miedo, la coerción, la burla y el rechazo. En el discurso
patriarcal, una forma de corregir las desviaciones y descomposturas es “feminizar a
los hombres a través de la humillación sexual, chanzas sobre su virilidad [y]
acusaciones de homosexualidad” (Bourdieu, 2000, p. 36).

Ahora bien, Andrés París pone en discusión un punto que también debe analizarse.
Según él, las FARC no promovieron actos de burla contra las personas que
expresaban su orientación sexual de manera no heteronormativa, y, es tal vez
convincente que la organización no hubiese creado un imaginario premeditado frente
a ello. Sin embargo, las FARC no operó como una estructura vacía de
preconcepciones, sino que estuvo integrada por una serie de comandantes, mandos
superiores y combatientes que piensan, actúan e interactúan con base en ideas
aprehendidas sobre lo aceptado y lo no aceptado en relación con la feminidad y la
masculinidad. A continuación se amplía su relato:

En mis más de treinta años nunca escuché ni vi ni presencié población homosexual ni de


hombres ni de mujeres. Ya en el último periodo del destape del tema empezaron a ser más
frecuentes las narraciones. En el caso de los hombres, escuché de dos, eran comandantes
muy recios con capacidad de conducción y de combate, con autoridad militar y política.
Cuando se descubría su conducción homosexual era inmediato la perdida de autoridad ante
los combatientes. Entonces ahí vendrían los LGTBI a formar discusiones, que ¿por qué un
homosexual no puede ser comandante?. Sí lo puede ser, pero el problema es frente a los
prejuicios. Descubiertos por la misma gente, ellos se veían abocados a retirarse de la
organización porque no se iban a aguantar el bullying, pero no porque las FARC
construyera eso. El lesbianismo, también existente, era más difícil de descubrir y por lo
regular eran recias combatientes, seguramente muchas de ellas entregaron su vida y no se
supo. Había más tolerancia hacia las mujeres lesbianas. Eran más implacables con los
hombres homosexuales y se entiende por el contexto de los prejuicios. (Andrés París,
comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)

Llaman la atención las últimas cuatro líneas del relato anterior. Las expresiones
afectivas entre mujeres son con frecuencia más aceptadas que las expresiones de
afecto entre hombres. Que la feminidad se ponga en riesgo porque una mujer abraza
o demuestra cariño hacia una amiga, hermana, familiar o compañera no es usual. No
obstante, si es un hombre quien despliega sus demostraciones de afecto con otros
121

hombres, independientemente del grado de cercanía, su masculinidad corre el riesgo


de ser cuestionada. Se feminiza a quien abiertamente brinda afecto, cuida de sí y de
otros, a quien se aproxima más de lo esperado, especialmente si es hombre, con la
particularidad de que, en el escenario de combate llega incluso a perder todo tipo de
autoridad si fuese “descubierto”.

En ese escenario, las relaciones de pareja e íntimas se dieron respondiendo


mayoritariamente a una “visión dicotómica del mundo, a partir de la cual existirían
únicamente hombres y mujeres, y vinculando el ser hombre o ser mujer tanto con la
genitalidad como con los modelos estrictos de masculinidad y feminidad” (Prada,
2015, p. 23). Puede pensarse que fueron varios los elementos que influyeron en el
reforzamiento de la heteronormatividad en las relaciones farianas. Primero, una
organización armada en la que confluyeron miles de subjetividades y formas de
socialización permeadas por un orden de género dominante; segundo, el control
simbólico y la vigilancia permanente de mandos superiores y de los mismos
combatientes y, finalmente, el estar inmersos en campamentos rurales en zonas de
conflicto, donde posiblemente, los prejuicios, el estigma y los señalamientos se
exacerban. La heteronorma es una expresión de desigualdad de género que tal vez
afectó a hombres y mujeres combatientes que vieron limitada la capacidad de
expresar su sexualidad de manera abierta y sin temor al rechazo. Resistirse a ese
ejercicio de control era someterse a ser portador de un “cuerpo desobediente de la
norma patriarcal al que se debía aleccionar” (Segato, 2018).

De manera general se revisaron los elementos característicos de las relaciones de


pareja al interior de las FARC. En este aspecto, la cultura reguladora sobre el cuerpo,
los dispositivos disciplinarios y las formas tradicionales de socialización constituyen el
eje central del análisis y contribuyen a la definición del régimen de género fariano, en
el que concurren otros elementos como imaginarios, estereotipos y modelos
dicotómicos de las relaciones entre hombres y mujeres.
122 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

3.2 La intimidad bajo control: regulación de la vida


íntima
Luego de analizar algunas generalidades que se expresaron en el campo íntimo de las
FARC, se propone revisar las prácticas cotidianas sobre las que el movimiento armado
ejerció control en torno al cuerpo de hombres y mujeres combatientes en esa misma
esfera. El repaso de las entrevistas realizadas en campo y los relatos retomados de otras
investigaciones permiten proponer tres escenarios que eran particularmente regulados:

a) El asociamiento o permisos,
b) Las situaciones de violencia en la relación de pareja y
c) Anticoncepción y el control de la reproducción

Así como la sociedad colombiana ha creado marcos interpretativos y legislativos para el


mantenimiento del orden, las FARC creó también sus propias reglas en coherencia con
los acomodos propios de una vida en combate, en campamentos y en permanente
acecho de confrontaciones. Sus formas disciplinarias, que como se ha mencionado se
plasman en sus estatutos, contemplan también la regulación de estos tres aspectos, que,
si bien no están explicitados en las normas (especialmente en el caso de asociamientos y
permisos), existen de forma tácita y son conocidos por sus integrantes, pues son
socializados y reproducidos entre los mismos miembros insurgentes durante su
permanencia en el movimiento.

El código normativo que las FARC erigió, contempla las normas internas de comando (o
régimen interno general). Estas normas consideraban elementos disciplinarios generales
y unificadores y trataban en lo fundamental de la vida militar en las unidades de las
FARC y los campamentos. No obstante, cada unidad (compañía o campamento), en
cabeza de quien hiciera las veces de comandante, emanaba un régimen interno
particular en el que se contemplaba el funcionamiento y todo lo concerniente a la vida
guerrillera y la cotidianidad en las filas, incluyendo los tres elementos referidos, tal como
se desarrolla a continuación.
123

a) El asociamiento o permiso95, es conocido así en la jerga guerrillera pero no


establecido de esa forma dentro de los estatutos. Consistía en que la organización
armada por medio de la comandancia, se encargaba del control de los espacios y
tiempos que usaban las y los guerrilleros para sostener relaciones afectivas.

Así se evidencia en las entrevistas realizadas. Según Rocío, quien perteneció al Bloque
Oriental, los permisos para pasar la noche se otorgaban previa solicitud de uno de los
implicados (o ambos) y éstos se daban únicamente dos días a la semana (miércoles y
domingos). Así mismo, Santiago, quien estuvo en el Bloque Sur ratifica que sucedía de
similar forma en la compañía Luis Herrera, según él era necesario dar aviso antes de la
formación de las 6:00 pm para que se hiciera público y la guardia estuviera al tanto de
tales novedades.

Santiago y Luis (éste último del Bloque Oriental) coinciden en que el régimen particular
difiere en cada campamento y depende del o la comandante, refiere Luis que “había unos
que era cada ocho días, o sea miércoles y domingo, había unos que daban el permiso toda la
noche y hubo unidades con régimen particular que decían que solo eran tres horas, eso dependía
de los acuerdos internos. Eso lo establecía el mando de cada compañía y ya el régimen particular
establecía la organización interna: la rancha, la levantada, todo lo cotidiano” (comunicación
personal, 25 de junio de 2017).

En la jerga guerrillera, se entiende que el permiso tiene un carácter ocasional; implica


pasar la noche en la caleta de la otra persona. Por el contrario, asociarse denota una
relación extendida en el tiempo y de “exclusividad”96 con la pareja. En palabras de María,
ex integrante del Bloque Occidental se representa de la siguiente manera:

Siempre lo dejaban asociar a uno cuando ya llevaba un año, cuando ya las personas se
conocían, cuando ya sabían que no iban a coger las cosas como recocha, ¿si?, porque
muchas veces uno tenia como un aventurazo. Por ejemplo, en alguna ocasión me dijeron,
¿usted se va a asociar con su compañero?, y yo dije que no, porque yo no pienso vivir con
él, yo tengo una relación inestable, que en un momento yo lo acabo y me voy. (María,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)

95
Para Isabela Sanroque, la designación del término “socio o socia” tiene estrecha relación con la
construcción de sociedad, con el compartir sueños e ideales y con la revolución misma.
96
Los relatos indican que se promovían las relaciones monógamas, sin embargo, se presentaban
situaciones como el “camufle” o la “parrilla” (en lenguaje fariano), que significa una relación
clandestina y paralela u ocasional con otra persona.
124 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Como lo señala María, tanto para hombres como para mujeres, estuvo abierta la
posibilidad de asociamiento o de solicitud de permisos para compartir expresiones
afectivas o eróticas. Los lazos podían ser relativamente estables, pasajeros o
mantener cierta frecuencia en sus encuentros “amorosos”. No obstante, algo que
caracteriza al régimen de género fariano en este aspecto es que se extendió en todas
las unidades un discurso de “libertad sexual” que tiene una conexión directa con el
carácter de “igualdad de derechos” que se promovía para todos los miembros de esa
insurgencia. Jazmín (comunicación personal, 26 de junio de 2017), por ejemplo,
refiere al respecto que “la relación de pareja en la guerrilla es libre, las mujeres son
libres y se pueden acostar con quien quieran, si quieren vivir con alguien lo hacen
porque nosotras somos libres de nuestro cuerpo”, de manera similar, Luis indica “aquí
la mujer se considera libre de querer estar con el que quiera” (comunicación personal,
25 de junio de 2017). Sobre la libertad y la autonomía sexual vale cuestionar ¿libre en
qué sentido?.

Diferentes investigaciones coinciden en que en los grupos armados se alteran las formas
tradicionales de vivir la sexualidad y las relaciones de pareja durante la militancia
(Murguialday, 1996; Vásquez, 2000; Lelièvre et.al, 2004; Rayas, 2009). Mientras la
sociedad convencional valora positivamente el recato, la monogamia y las relaciones de
largo aliento y abanderadas por lazos estables, en los contextos de lucha insurgente se
promueven relaciones abiertas y libres de compromiso. En este sentido, y de acuerdo
con las entrevistas, se puede inferir que bajo la estrategia discursiva de igualdad de
derechos, en las FARC se alentó la posibilidad de vivir una “libertad sexual” sin distingo
de edad, sexo, etnia o lugar de procedencia (urbano o rural).

No obstante, allí se pueden encontrar esquemas de representación que mantienen


vigentes los estereotipos que refuerzan los comportamientos que se aceptan para unos y
se censuran para otras. Santiago refirió en la entrevista que tanto hombres como mujeres
tenían la posibilidad de solicitar asociamientos o permisos, pero fue enfático en
manifestar que las mujeres podían ser “mal vistas si se asociaban con uno y con otro.
(…) Entre más se asocie la mujer, está quedando mal vista por los compañeros”. Al
parecer, si esto pasaba de manera inversa, es decir, si fuesen hombres quienes
sostenían relaciones con varias mujeres se minimizaba la situación, “eso también, de
125

pronto es mal visto pero no es tanto como a la mujer, siempre la mujer es como la que
lleva mas del bulto” (Santiago, comunicación personal, 28 de febrero de 2016).

Bourdieu (2000) invita a reflexionar las interacciones sociales desde estructuras objetivas
y esquemas cognitivos97. Para el caso de las FARC, podría decirse que su estructura es
un nicho social normatizado y disciplinario, donde influyen una multiplicidad de micro
relaciones que al comprenderlas ayudarían a develar los patrones de género que
subyacían, no al proyecto político fariano específicamente, sino entre las
representaciones de quienes integraban ésta insurgencia.

Por su parte, los esquemas cognitivos o de percepciones contribuyen a comprender que


a pesar de que el movimiento armado abriera para hombres y mujeres la posibilidad de
transgredir lo socialmente legitimado frente a las relaciones de pareja, de fondo, parece
permanecer una fuerza simbólica que responde al orden social determinado y que está
íntimamente ligado a la concepción dicotómica del cuerpo sexuado en relación con la
biología y la división sexual (Bourdieu, 2000). Para este autor, la diferencia anatómica se
basa en un conjunto de oposiciones antagónicas (bajo/alto; arriba/abajo; seco/húmedo,
hombre/mujer) que se instalan, en primera medida, en el cuerpo y se organizan como
verdades en la subjetividad y en los esquemas de representación.

Bourdieu (2000) subraya que la legitimación social de los actos eróticos o sexuales han
estado pensados en función de la fuerza masculina. En este sentido, y retomando el
relato de Santiago, podría interpretarse que se presentaron manifestaciones de género
tradicionales que pueden permanecer aún vigentes entre los miembros de la
organización fariana, pues las formas disciplinarias, per se, no garantizan que las
relaciones cambien, que las subjetividades se modifiquen o que haya una ruptura en el
esquema de percepciones al ingresar al movimiento armado, pues en el imaginario
convencional occidental se considera que:

97
El autor observa las estructuras objetivas o “campo” como marcos sociales amplios en un
“conjunto de relaciones objetivas históricas ancladas en ciertas formas de poder”, mientras los
esquemas cognitivos o “habitus” funcionan como sistemas de percepción o “sistemas de
disposiciones duraderas y transferibles, (…) principios generadores y organizadores de prácticas”
(Bourdieu, 2002).
126 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Las mujeres están socialmente preparadas para vivir la sexualidad como una experiencia
intima y cargada de afectividad que no incluye necesariamente la penetración sino que
puede englobar un amplio abanico de actividades (hablar, tocar, acariciar, abrazar, etc); los
hombres [en cambio] son propensos a “compartimentar” la sexualidad como acto físico.
(Bourdieu, 2000, p. 36)

De esta forma, puede inferirse que la solicitud de permisos o asociamientos aparecen


como una relación social en la que siguen prevaleciendo representaciones
dominantes, en especial, constituidas a través del principio de división entre lo
masculino-activo, y lo femenino-pasivo. Es decir, bajo la reproducción de códigos que
prescriben que el hombre propone y corteja y la mujer dispone, de manera que,
cuando ello no es así se genera una interpretación de transgresión que puede estar
seguida de prejuicios y estereotipos. Según Santiago, “allá no se puede manejar el
chisme, allá el chisme no existe pero por mas que se trata de evitar siempre hay
murmullos: ‘ay, que esa vieja es tal’, aunque no se pueda disociar con todo el mundo,
pero se disocia” (Santiago, comunicación personal, 28 de febrero de 2016)..

Sería reduccionista afirmar que los estereotipos y los imaginarios son generalizados o
que todos quienes hicieron parte del movimiento tenían una cosmovisión igual. Lo que sí
es posible afirmar en este terreno es que, al estar precedidos por un orden de género
que guarda amplias correlaciones entre la concepción de las mujeres y la feminidad con
los atributos tradicionales (cuidado, mantenimiento de la familia, entrega absoluta,
pasividad), ellas podían estar en posiciones de desventaja y ser objeto señalamientos o
prejuicios si vivían su sexualidad e intimidad con la apertura y la libertad que promovía la
misma organización.

La investigación de Camila Medina afirma que los testimonios de hombres y mujeres que
pertenecieron a las FARC permiten reflexionar que el discurso igualitario respecto de las
relaciones de pareja se quiebra en la práctica por las relaciones de diferenciación y
dominación que existieron entre ambos sexos. Los relatos reiteran la consabida libertad
de ambas partes y defienden la igualdad en ese plano, sin embargo, se observa también
la prevalencia de prejuicios que operan desde el nivel cultural:

Porque en las mujeres uno era libre de elegir con quien estaba pero así como era libre uno
tenía que ser responsable. Obviamente por la libertad había mucha infidelidad. A la mujer
todos la miran mal (…). Allá no se dice el marido de fulana pero si la mujer de fulano.
(Testimonio de Cristina, como se citó en Medina, 2009, p. 86).
127

Para Medina (2009), al igual que en el orden social construido bajo principios
androcéntricos, en las FARC se justificaban las relaciones de dominación de ellos sobre
las mujeres, punto que se tratará a continuación. Luego, a la pregunta realizada en
páginas anteriores sobre ¿libertad en qué sentido? puede responderse con más claridad:
el carácter de la libertad se orientaba a la no imposición de sanciones por parte de los
organismos de mando del movimiento, pues incluso, la misma movilidad que implicó la
guerra y las condiciones del conflicto posibilitaban el encuentro con diversas parejas. No
obstante, eso no repercutía en imaginarios que sancionaban moralmente a través de
señalamientos, estereotipos y prejuicios, especialmente, cuando de mujeres se trataba.

Sumado a lo anterior, lo cierto es que bien sea permiso o asociamiento, el control de los
cuerpos de hombres y mujeres como caracteristica central de las instituciones voraces se
hace latente en la relación de subordinación que existe en las jerarquías preestablecidas
en el grupo armado. Las formas de control estipuladas atraviesan no sólo el cuerpo como
espacio físico, sino que devienen cargadas de representaciones y percepciones que se
cuelan entre lo individual y lo colectivo.

A continuación se profundizará en las relaciones de dominación en pareja y las


regulaciones para mediar en circunstancias de arbitrariedad al interior de las filas.

b. Situaciones de violencia98 de pareja. Las normas no contemplaban la violencia de


pareja ni lo estipulaban así dentro de sus documentos sino que se nivelaba al lenguaje
establecido en el reglamento de régimen disciplinario donde se determinaban las faltas

98
Se propone abordar la violencia en este campo usando la definición de violencia basada en
género, retomada de la investigación de García y Gallego (2011) sobre violencia de pareja. Ésta
es definida como: “toda acción de potencia y de fuerza ejercida sobre un hombre o una mujer, con
base en la construcción social y cultural que se hace de cada sexo. Se manifiesta de diferentes
formas de acuerdo con las dinámicas de poder y las relaciones de subordinación entre hombres y
mujeres, que sustentadas en las representaciones sociales y culturales en torno a lo masculino y
lo femenino, devienen en acciones que causan o pueden causar daño o sufrimiento físico, sexual
o psicológico hacia una persona en razón de su pertenencia a un sexo. La violencia basada en
género es una noción que busca hacer explícito el hecho de que el desequilibrio de poder en las
relaciones entre los géneros produce discriminación y violencia (…), y al hacerlo, explica por qué
al analizar quiénes son las principales víctimas de este tipo de violencias, estas son
mayoritariamente mujeres y niñas” (Programa Integral contra las Violencias de Género.
Documento inédito tomado de Liza García).
128 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

graves de primera y de segunda instancia y los delitos99; en ese mismo reglamento se


condenaban actos generales como riñas entre miembros del movimiento, el empleo de
palabras soeces, situaciones de irrespeto y el asesinato de compañeros o compañeras.
Incurrir en tales infracciones acarreaba sanciones100, las cuales eran determinadas por
los mandos superiores o por la asamblea general de guerrilleros para proceder a consejo
de guerra en caso de ser necesario.

Pocas investigaciones han abordado asuntos relacionados con situaciones de violencia


de pareja en las Farc, sin embargo, estudios sobre otras insurgencias dan pistas de que
el EPL, el M-19 y el PRT también establecieron regulaciones y mediaban en las
relaciones que contenían un carácter emocional e íntimo entre sus combatientes
(Lelièvre et al., 2004; Vásquez, 2000). Al respecto, el esudio de Lelièvre et al. (2004) da
cuenta de que si bien se presentaron situaciones de violencia de pareja que eran
sancionadas de forma laxa101, fue tras la desmovilización que el maltrato se exacerbó. En
su investigación, varios relatos coinciden en recordar que la violencia de los hombres
hacia las mujeres se incrementó en el periodo de la reinserción, “como si fuera de la
estructura revolucionaria, sin el ideal y el control de ella, los hombres adaptaran actitudes
tradicionales y no acordes a las experiencias vividas con sus compañeras en el tiempo
de la militancia” (p.p. 109-110).

Según Dietrich (2014), las organizaciones armadas asumen un papel activo de control,
de denuncia y de apelación ante agresiones o situaciones violentas entre sus militantes.
Así mismo, las y los compañeros insurgentes pueden convertirse en veedores y agentes
de control social, pues la cercanía y la cotidianidad en los campamentos guerrilleros
permiten estar al tanto de novedades, conflictos o riñas entre sus miembros. Para esta

99
Para profundizar sobre esto, se puede ver “Reglamento de régimen disciplinario de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia”. FARC-EP.
100
Los castigos iban desde trabajos físicos como hacer chontos, huecos de basura, trincheras,
hornillas, cargar leña o sanciones de tipo político como realizar charlas o sacar resúmenes de
documentos que reforzaran el ideal revolucionario y que conllevaran a que el o la combatiente
“cayera en cuenta del error y corrigiera” (Maria). En el caso de “asesinato”, el conducto
establecido era el consejo de guerra.
101
En Lelièvre se puede encontrar que las normas eran muy generales y no contemplaban casos
particulares de maltrato o abuso. Encuentran que la violencia física de pareja era ignorada o era
objeto de amonestación y sanciones menores.
129

investigación, las entrevistas realizadas a hombres y mujeres farianas develan que


durante la época de conflicto armado se presentaron situaciones de violencia de pareja
en sus filas y no precisamente de manera aislada. Los testimonios, especialmente los del
Bloque Oriental, marcan una tendencia que dan cuenta de una serie de casos de
violencias que recaen principalmente sobre las mujeres, en cuanto a las relaciones
afectivas se trata.

Lo primero que aluden las narraciones frente a la comisión de hechos de violencia entre
socios o compañeros es la rigidez de las normas y las sanciones que ello conllevaba, tal
como se evidencia en los siguientes relatos:

Se han visto casos, pero acá es una disciplina muy estricta, entonces golpear a una mujer o
a cualquier compañero acá da consejo de guerra, o sea, eso es un delito. (Rocío,
comunicación personal, 25 de junio de 2017)

Cuando estábamos en la guerra eso era muy sancionable, los hombres no nos podían
pegar a las mujeres porque eso era sancionable, no tenían porqué agredirnos. (Jazmín,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Acá no era tampoco como en la vida civil que llegan y le pegan a la mujer y no sé qué, aquí
no es así. Aquí los hombres se sometían a una sanción por pegarle a una mujer, por tratarla
mal, y al igual uno tampoco podía hacer lo mismo, pero a un hombre se le iban con toda
cuando le pegaba a una mujer. (Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)

Es interesante revisar cómo Diana hace un paralelo entre la “vida civil” y la vida
guerrillera, señalando que las normas farianas contrarrestan la exacerbación de actos
violentos al interior de las filas y que el cumplimiento de estas se hace de una manera
más legitima y expedita que fuera de la estructura armada. Sin embargo, acto seguido,
estas mismas narraciones confirman que la existencia de unas normas estrictas y las
exigencias disciplinarias no garantizaban por sí mismas la efectividad de su
cumplimiento, tal como se puede observar en los siguientes relatos en los que se da
respuesta a la pregunta sobre si se presentaron o no casos de violencia de pareja en la
organización:

Sí se miraron casos y cuando pasa se separan a las parejas, por ejemplo, a mí me pasó. El
Mono [Jojoy] me separó de mi compañero como tres meses, me mandó a mí para una
unidad y a él para otra, lo sancionó un año. Primero lo abrieron tres meses y luego nos dejó
en la misma unidad pero sin podernos asociar. (Rocío, comunicación personal, 25 de junio
de 2017)

Sí, eso se daba, no era común, pero si en ocasiones se daba porque hay hombres y
mujeres que actúan mal por celos; se tiraban el equipo, se hablaban mal, se daban golpes.
(Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
130 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

A veces los guerrilleros se emborrachaban y se ponían celosos y de pronto iba y le


pegaban a la mujer y pues les tocaba que amanecieran amarrados; lo amarraban los
compañeros y después lo sancionaban. (Diana, comunicación personal, 26 de junio de
2017)

A partir de los testimonios se hace énfasis en dos elementos. De un lado, hay una
asociación inmediata entre violencia de pareja y violencia física, dejando por fuera el
reconocimiento de otras formas de maltrato como el psicológico, económico,
patrimonial y sexual102. Por otro lado, tanto hombres como mujeres coinciden en que
la violencia se presentaba en doble vía y que ello se agravaba con la tenencia
permanente de un fusil, sin embargo, sí es posible identificar que hay una proporción
significativa de casos en los que las mujeres resultaban en posición de subordinación
ante la existencia de masculinidades que se tornaban agresivas, con situaciones aún
mas complejas de analizar como el silencio de ellas para evitar sanciones sobre sus
compañeros o posibles separaciones.

Para profundizar un poco en el análisis de lo planteado anteriormente, se propone


revisar el concepto de masculinidad hegemónica. Éste concepto se acuñó en la
década de los ochenta por Robert Connell y resalta el carácter relacional, la
configuración contextual en relación con el género y la imposibilidad de pensarlo como
un tipo de carácter fijo y unívoco, es decir, el concepto de masculinidad hegemónica
no equivale a un modelo de reproducción social (Connell, 1995; Connell, 2005). De
acuerdo con ello, se infiere que, si bien en el contexto de los grupos armados se
configuran masculinidades guerreras, estas no son siempre hegemónicas, dentro de
ellas también existen luchas sociales y relaciones de subordinación.

Connell (1997) define la masculinidad hegemónica como la configuración de la


práctica genérica (…) que garantiza la posición dominante de los hombres y la
subordinación de las mujeres. En este sentido, la institución fariana entrañó una
característica particular; la superposición de diversas formas de asumir la
masculinidad (guerreras, hegemónicas, subordinadas) y la reproducción de prácticas
específicamente lesivas y dañinas que atentaron contra algunas mujeres. Amenazas,
golpes y empujones hicieron parte del repertorio de las formas de violencia que

102
Estos tipos de violencia se retoman de la Ley 1257 de 2008, que es la ley encargada de
prevenir y sancionar las formas de violencia y discriminación contra las mujeres en Colombia.
131

reconocen mujeres y hombres ex combatientes. Algunos casos, denunciados ante


instancias de mando, otros, escondidos ante la naturalización de la violencia y el
temor a las sanciones, tal como se lee a continuación:

Se observaban actos de fuerza frente a la mujer y la muchacha no lo denunciaba, ella


callaba, no por el temor de ser sancionada sino por proteger a su compañero y ahí hay una
construcción mental en la que tenemos que revolucionar ¿qué es el sentimiento de amor
hombre y mujer?, para muchas, el amor es subyugación, humillación y entrega absoluta al
otro por mas de que la deshumanice y la violente, entonces, tenemos que hacer esfuerzos.
(Andrés París, comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)

Al repasar una y otra vez las entrevistas se observa una gran dificultad de los hombres
para identificar los actos de violencia como tal, usualmente éstos son equiparados en
el lenguaje a “actos de fuerza”, “irresponsabilidad” o “no coger seriedad”. Por el lado
de las mujeres, hay que señalar que ninguna mencionó casos en los que se ocultara
la violencia como forma de protección o para evitar sanciones que incluyeran
separación, pues la regulación permanente de la organización incluía abortar
proyectos amorosos si estos causaban riesgo o alteraban la convivencia del
campamento, así como lo menciona Luis:

Habían parejas a las que se les quitaba los permisos porque no cogían seriedad, entonces
el man las mechoneaba, les pegaba su “pastoreo” y peleaban, y se abrían, y otra vez
volvían a pedir permiso al comandante y así siempre, entonces lo que hacían era
separarlos con misiones diferentes. (Comunicación personal, 25 de junio de 2017)

Es necesario volver sobre las consideraciones y el entendimiento de las prácticas


amorosas. Éstas se configuran no sólo en el plano individual, sino que están
determinadas también por el entorno social, cultural y simbólico (Fanz, 2000), entorno
en el que aún pululan consideraciones tradicionales, jerárquicas y arbitrarias sobre las
relaciones de poder entre unos y otras. Además de ello, no se puede perder de vista
que la necesidad fundamental del movimiento armado se sustentaba en sus objetivos
políticos y militares: la revolución, la lucha de clases y la toma del poder. Cuestionar la
cultura patriarcal de ese sistema no era una cuestión compatible con dichos objetivos.
En ese sentido, es altamente probable que para ellas (e incluso para ellos) las
situaciones de violencia fuesen naturalizadas y resultasen invisibles por el fuerte peso
cultural y simbólico que le subyace.

La forma más exacerbada de violencia de pareja es la que termina con la muerte de uno
de los implicados o ambos. Los casos relatados dan evidencia de que mayoritariamente
132 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

las mujeres fueron víctimas en ese sentido, sin desconocer casos en los que ellos
también lo fueron. El código disciplinario fariano contemplaba que la única salida prevista
al delito de asesinato103 era el consejo de guerra o fusilamiento. A continuación se
muestran los relatos que narran estas historias:

También hubo casos en los que por temas amorosos el hombre mataba a la mujer. Cuando
pasaba el asesinato de una mujer por parte de un hombre, usualmente terminaba en el
suicidio de él, porque él sabía que si iba a consejo de guerra lo fusilaban. (Andrés París,
comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)

Nosotros no podemos decir solo lo bonito y lo feo esconderlo. Hubo hasta muertos, mujeres
muertas porque los hombres las celaban y las mataban. Conocí un caso, un muchacho que
esperó que todos nos saliéramos del bañadero y explotó una granada con la mujer, él la
abrazó y tenia la granada en la mano. Él se llamaba Wilinton y la chica Sofía, ella tenia 18
años y él 30 y ella lo quería dejar y el no quería que ella lo dejara. Ellos vivían juntos pero
estaban en ese pleito de dejarse. Y había comentarios de que ella tenía otro. (María,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)

No es un secreto hoy en día decir que aquí en la guerrilla pasó que mataban a la
compañera y después se mataban ellos, eso se vio. Un compañero de nosotros vio a la
mujer con otro en el día y mató al man, la mató a ella y después él, todo eso se vio.
(Joaquín, comunicación personal, 25 de junio de 2017).

Tanto en los casos de violencia de pareja narrados como en los de asesinatos es


importante revisar que las relaciones de poder, las posiciones de superioridad, y los
imaginarios de debilidad y menoscabo de las mujeres frente a la masculinidad
hegemónica de los hombres que así lo asumieron, jugaron un papel determinante en
el maltrato ejercido contra ellas. Sería difícil establecer tendencias en cuanto a las
motivaciones, las causas o los escenarios en los se presentaban estas circunstancias,
lo que sí vale aclarar es que el factor más mencionado en cuanto a manifestaciones
violentas fueron los celos. Al respecto, Gallego y García (2011) insisten en que el
sentido de apropiación de las mujeres tiene una gran carga cultural y simbólica. Los
discursos más tradicionales avalan la sumisión de lo femenino y su pasividad, no
obstante, eso no implica que tanto hombres como mujeres apropien esas formas de
relacionamiento sin discusión ni resistencia. Más bien, en algunos casos, el acto
violento es precisamente un mecanismo que busca la subordinación y un castigo a la

103
En el orden socio jurídico colombiano, el asesinato de una mujer por razones de violencia de
género se denomina “feminicidio”, el cual es “cometido por quien haya tenido una relación íntima
con la víctima, ejerza sobre el cuerpo y la vida de la mujer actos de instrumentalización de género
o sexual, o cometa el delito aprovechando relaciones de poder ejercidas sobre la mujer para
generar terror o humillación” (Revista Semana, 2015).
133

transgresión de los roles más convencionales por parte de las mujeres;


concretamente, el ejercicio de la violencia se centra en someter, limitar, coaccionar y
restringir la autonomía y la libertad de decisión.

Para Martínez (2017), la guerra ha formado una llave con el sistema sexo/género
tradicional de la sociedad colombiana. Luego, se podría pensar que desde su misma
conformación, el aparato guerrillero y quienes lo integraban estaban atravesados por
la carga cultural y simbólica que refuerza patrones de género dicotómicos. En esa
medida pero sin señalar un proceso causal ni esencialista, es probable que la
violencia de pareja y las situaciones de maltrato en especial contra las mujeres hayan
existido desde los inicios del movimiento sobre lo cual, claramente, no se tienen datos.
Lo que sí existen son relatos que contribuyen a formar ideas sobre el manejo y
algunas caracteristicas de ese fenómeno. Según indica Diana, una exguerrillera del
Bloque Oriental:

Hubo un tiempo que el camarada [Jorge Briceño] metió consejos de guerra al que le
pegara a una mujer, eso fue como un año antes de que él muriera. Eso no estaba en
los documentos pero lo que él decía tenía que cumplirse. Eso se puso de tema en
todas las unidades en el Bloque Oriental. (Comunicación personal, 26 de junio de
2017)

Jorge Briceño alias Mono Jojoy murió en el año 2010, lo cual señala que la
orientación de la que habla Diana se emitió hacia el año 2009. La creación de una
norma de ese talante brinda un indicador diferenciador y permite sugerir dos cosas.
En primer lugar, la visibilización intrafilas de un fenómeno que atentaba
principalmente contra la integridad de las mujeres y, en segunda instancia, que el
alto número de casos de violencia encontrados posiblemente se relacione con la
mayor proporción de combatientes en el Bloque Oriental104, con un bajo nivel de
adoctrinamiento político de los miembros y, claramente, con una serie de patrones
culturales que operan en quienes ejercían la agresión.

Ahora bien, así como las relaciones de dominación y subordinación, acompañadas


de factores culturales hegemónicos ubican a las mujeres en lugares de desventaja,

104
Según El Espectador, el Bloque Oriental, integrado por 36 frentes fue la estructura de las
FARC más grande con la que contó dicha guerrilla (Junio 17, 2017).
134 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

hay que señalar que los controles y las regulaciones de una institución voraz como
las FARC se expresaron de con mucha más rigidez e implicaciones sobre ellas,
particular y diferencialmente sobre su cuerpo, tal como se ampliará en el siguiente
punto.

c. La anticoncepción y el control de la reproducción. Para Aranguren (2011), el


proceso de construcción guerrera entraña una serie de procesos subjetivos que
reconfiguran la identidad de sus integrantes y les compele a las más rigurosas disciplinas
en un orden bélico. Una de esas formas de control disciplinario sobre el cuerpo, se
expresó, por ejemplo, en la regulación permanente de la sexualidad y los usos de la
misma.

Claramente, en un contexto de guerra, confrontación y combate, los proyectos de asumir


un rol parental con los cuidados que ello implica se difuminan en el deseo de hombres y
mujeres de concretar un proyecto de este talante. La adhesión que exige una institución
voraz como las FARC, requiere que las aspiraciones personales de sus combatientes
desaparezcan e incentiva que estos se convenzan no sólo de la justeza de su lucha sino
de la necesidad de subordinar su vida privada al servicio de la colectividad guerrillera. En
la misma medida en que las relaciones de pareja deben supeditarse a los controles
jerárquicos y al orden de mando, la capacidad reproductiva se anula para darle prioridad
a la productividad funcional en la guerra.

En las conclusiones de la octava conferencia de las FARC se incluyó que la


planificación familiar debía ser de obligatorio cumplimiento, así mismo, se recomendó
el uso del anticonceptivo NORPLAN, salvo prescripción médica105, dejando así la
responsabilidad de la planificación sobre las mujeres. A juzgar por las entrevistas
realizadas, se puede inferir que, tal vez, por las necesidades en tiempos de
confrontación, por la accesibilidad a los métodos de anticoncepción o por las
necesidades corporales de las mujeres, estos variaron con el paso del tiempo, pues,
según el relato de Rocío hubo una amplia gama de métodos: inyección mensual o
trimestral, DIU (dispositivo intrauterino), implante subdérmico y pastillas orales.

105
Conclusiones de la Octava Conferencia Guerrillera (1993).
135

Más allá de los dispositivos destinados a la anticoncepción, es importante recalcar que


el cuerpo de hombres y de mujeres en las FARC se convertía en un sujeto
disciplinario o dócil (Foucault, 2009). En tal sentido, controlar la sexualidad, los
proyectos de pareja y disminuir la tasa de natalidad a su mínima expresión era
importante para mantener el orden guerrillero y para encauzar las energías de todos
sus integrantes en el cumplimiento de las metas políticas y militares del movimiento.
Respecto de la estricta disciplina sobre el cuerpo de las mujeres guerrilleras en la
planificación no hay unanimidad en los relatos, más bien existen dos tendencias: de
un lado, para algunas insurgentes adaptar su cuerpo a las necesidades de la guerra
se configuró como un proceso doloroso o arbitrario106; mientras que, otras mujeres lo
vieron como un proceso necesario para continuar haciendo parte de la insurgencia
(Martínez, 2017). Sobre la última apreciación, éste estudio encontró varios
testimonios, especialmente de quienes entraron en el proceso de reincorporación con
la reciente negociación entre el Gobierno y el grupo armado:

El tema de la planificación en las Farc ha sido un tema consciente y un tema de disciplina,


de orden. Existían reglas o leyes que prohibían el embarazo en las Farc, pero para eso
también estaba la planificación familiar. Entonces, digamos que la mayoría de las mujeres
eran conscientes de que tenían que ponerse la planificación, pues que era una necesidad.
(Rocío, comunicación personal, 25 de junio de 2017)

La planificación es como lo digan los enfermeros, en el caso mío, yo planifiqué con


mesigyna todo el tiempo, cada vez me daban las inyecciones para seis meses, yo las
cargaba y cada mes iba donde la enfermera y me la aplicaba (…). Uno debería ser
consciente de esta lucha y si quería aportar en esta lucha pues yo decía ‘voy a planificar
porque yo en embarazo ¿cómo voy a andar para arriba y para abajo con un fusil y morral y
tener que salir corriendo con esa barrigota o con un niño en brazos?’. Las situaciones de
la guerra nos obligó a no ser mamás. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de
2017

En tanto las mujeres que aún tienen un vínculo con el grupo recién reincorporado
insisten en la importancia que tenía dar cumplimiento al código disciplinario,
incluyendo el abandono de una posible maternidad para abanderar la causa

106
En el informe del CNMH La guerra inscrita en el cuerpo (2017) se advierte que para las
mujeres y las niñas, el ingreso a los movimientos armados (bien sea por reclutamiento o por
alistamiento voluntario) implicó la entrada a un espacio de profunda regulación de los procesos
biológicos y una pérdida de autonomía corporal. En dicha investigación, se sostiene que la
anticoncepción forzada se constituye en una forma de violencia sexual que pone en tensión la
autonomía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres guerrilleras ( p. 171-172).
136 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

insurgente, es interesante analizar que, las mujeres que se acogieron a los procesos
de desmovilización estatal tienen una percepción diferente frente al uso y regulación
de sus cuerpos en el ámbito de su sexualidad. Si bien las entrevistas y los testimonios
revisados para ésta investigación no dan cuenta de esos procesos de transgresión
corporal en relación con la planificación, no se puede menoscabar la existencia de
casos en los que niñas de doce o trece años debían intervenir su cuerpo con pastillas
o inyecciones en aras de evitar la reproducción. Esas prácticas reguladoras sobre el
cuerpo afectaron los procesos biológicos de niñas mujeres y fueron percibidos como
transgresores sin poder ejercer mayores actos de resistencia frente a tales, pues esos
actos de dominación sobre ellas se avalaban en defensa de los intereses de la lucha
insurgente. A continuación se observa un testimonio que da cuenta de ello:

La planificación no era cuestión de pareja eso era obligatorio para todo mundo. A mi me dio
durísimo cuando legué a la escuela y me fueron a poner la inyección “¡cuál inyección! ¡yo
no vengo aquí a tirar! Si yo me la dejo poner estoy admitiendo que vengo aquí es a tirar”. La
inyección y el dispositivo es obligatorio, allá llegaban niñas de trece a quince años y ya se
les controlaba el organismo, la inyección crea el hábito en el cuerpo. Uno con lista en mano
las llamaba a todas. Pero las dietas, los movimientos hacían que el dispositivo se
descuadrara y las niñas se embarazaban. O las mismas niñas se lo quitaban dizque porque
les molestaba.

Existía la orden que mensualmente se repartían las toallas y así le tenían a usted regulado
hasta las toallas. Si usted no gastaba toallas ya comenzaban a sospechar que usted estaba
embarazada. Con pastillas se hacía abortar o después de meses les hacían legrados”
(Relato de Cristina, como se citó en Medina, 2009, p.97)

De otro lado, hay que tener en cuenta que además de las implicaciones corporales
que tiene sobre las mujeres la aplicación de métodos de anticoncepción, también el
peso del control de la natalidad recayó especialmente sobre el cuerpo de ellas. Hay
que apuntar que ese no es un fenómeno que ocurra únicamente al interior de las filas
insurgentes, sino que ha sido una práctica que se les ha otorgado social y
culturalmente en razón de su capacidad biológica de procrear y de la naturalización
como “rol femenino” de la función social del cuidado reproductivo que se mantiene
vigente en el grueso de la sociedad colombiana y que también permeó las filas
farianas. En su relato, Luis reconoce que su responsabilidad en la materia fue escasa:

Ha sido un deber de las mujeres planificar. Nosotros, pues hasta hace poco se vino a hablar
de planificar pero no se llegó a crear eso. Para las mujeres se dio obligatorio porque se
decía que con condón no había fundamento y ¿qué hacíamos en la montaña con un poco
de mujeres embarazadas?. (Comunicación personal, 25 de junio de 2017)
137

De la misma manera, María y Rocío, quienes pertenecieron al Bloque Occidental y


Oriental respectivamente, manifiestan que esa responsabilidad se atribuía a las
mujeres en mayor proporción. Según esta última: “ese tema ha sido controvertido, porque
ha sido más hacia la mujer ¿si?, para ellos casi no, es más, ni siquiera muchas veces el tema
del embarazo ha sido responsabilidad de ellos, digamos de la pareja, sino mas bien siempre se
ha atribuido a la mujer y se la tacha de irresponsable porque no planifica, eso si ha sido más
bien así” (Comunicación personal, 25 de junio de 2017).

Del testimonio de Rocío llaman la atención dos cosas. Primero, el énfasis de la


responsabilidad casi única de las farianas en torno a los métodos de control de la
natalidad intrafilas; pese a que algunos testimonios coinciden en que las sanciones
recaían sobre la pareja, también se sugiere que eran las mujeres a quienes se
culpaba y se responsabilizaba mayormente por el descuido en la prevención del
embarazo. Segundo, se reafirma algo que ya Castellanos (2007) había enunciado
sobre los privilegios de los hombres en un ejército insurgente. Esta autora advierte
que allí se da una especie de “aura de heroísmo (…), tanto en la clandestinidad
urbana como en los combates rurales, [que] conduce con frecuencia a la promiscuidad
masculina y a la paternidad irresponsable” (p. 177). A juzgar por los relatos, la
paternidad en las filas de las FARC tenía una connotación que no dista de los
imaginarios del proyecto de sociedad amplio, es decir, la paternidad no era vista como
como un compromiso en sí mismo, sino que, como indica Rocío: “cuando los guerrilleros
son responsables ellos asumen su responsabilidad y “ayudan” a la compañera”. Así
entonces, no sólo la anticoncepción recaía sobre ellas, sino que, que el embarazo, la
maternidad o el aborto tenían serias implicaciones sobre sus cuerpos y sus procesos
biológicos.

Ahora bien, si la estructura armada definió mecanismos de control para asegurar que
la vida sexual de sus combatientes no desviara la atención de sus objetivos e ideales,
es también previsible que el aborto se haya configurado como una práctica para evitar
que la maternidad/paternidad supusiera deserciones, huidas o bajas, pues esto podía
ser visto como entorpecedor para concretar planes políticos y militares. Claramente,
desde una mirada de género esto coarta, limita y restringe la capacidad de decisión y
138 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

la libertad de las mujeres sobre sí mismas107 y la materialización o no de sus deseos


de ser madres. En esta materia, Medina (2009) refiere que situaciones y procesos
como el embarazo y la maternidad son vistos como anomalías dentro del campo de la
milicia puesto que implican la existencia de características femeninas en un orden
comocido como masculino y viril.

Al hacer la revisión de los estatutos y de las conclusiones de las Conferencias de las


FARC, no se encuentra evidencia que de cuenta de la fecha en la que los abortos se
empezaron a practicar o de los incrementos de éstos en relación con las etapas del
conflicto. No obstante, la octava conferencia guerrillera sí indica la creación de clínicas
clandestinas con recursos propios para la atención de emergencias médicas y
sanitarias108. En esta misma línea, Laverde (2013), relata que El Espectador tuvo
acceso a varios correos electrónicos del secretariado y reportes internos de las FARC,
entre los que se revela un e-mail del año 2006 del fallecido comandante del Bloque
Oriental- Mono Jojoy- que reza lo siguiente: “(…) en los casos de embarazo (hay que)
realizar el legrado. Hay que mantener el secreto de las áreas de los hospitales
evitando que los pacientes conozcan todo lo que se tiene. Sólo en casos de extrema
gravedad se propone sacarlas para la ciudad” (párr, 4).

Aunque en los documentos reglamentarios y disciplinarios de las FARC no se


mencione que el aborto era de obligatorio cumplimiento, si existen testimonios y
evidencias de que el aborto era una directriz, una orden que debía cumplirse, pues
una mujer en estado de embarazo se constituía en una dificultad para la continuación
de los planes de marcha, los ataques y las ofensivas. La maternidad en las FARC se
configuró como un impedimento para el logro satisfactorio de objetivos y bajo ese

107
Lo que se conoce como los Derechos Sexuales y Reproductivos en el orden social colombiano
no era tomado en cuenta en las FARC ni era una prioridad en esa insurgencia. Hay que recordar
que la institución fariana como organización disciplinaria y al margen de la ley demandó de las y
los combatientes la totalidad de sus energías y su corporalidad para sus propios y únicos fines. Lo
que sí debe reconocerse son los procesos de transgresión corporal que ello significó y las
implicaciones que tuvieron tanto subjetiva como fisicamente.
108
Conclusiones de la octava conferencia de las Farc en materia sanitaria.
139

precepto se realizaron una cantidad desconocida de legrados, que valga decir, unos
fueron consentidos y otros se realizaron de manera forzada109.

No obstante, la revisión de algunos testimonios permiten pensar que hubo momentos


del conflicto y circunstancias en los que esta practica fluctuó, ¿qué factores favorecían
la procreación al interior del movimiento?. La respuesta a la pregunta anterior va en
dos vías. En primer lugar, es posible que el recrudecimiento del conflicto, los
combates, las marchas o los asedios militares fueran proporcionales a los abortos
practicados, esto es, en etapa de ofensivas guerrilleras o de escalamiento del conflicto
se regulaba en mayor medida el cuerpo de las mujeres respecto de los embarazos.
Según Rocío (comunicación personal, 25 de junio de 2017), hacia el año 2005 se
impusieron sanciones drásticas y se hicieron consejos de guerra a las mujeres que
tenían a sus bebés en las filas, pues estaban “violando las normas, las orientaciones
de los mandos y lo que estaba planteado en los documentos”. No hay que perder de
vista que para el 2005 ya se había puesto en marcha el Plan Patriota, destinado a la
recuperación de territorios de los departamentos del Caquetá, Meta, Guaviare y
Putumayo. Ese mismo año, se inició el Plan Cabecillas que arreciaba militarmente
contra las FARC en aras de capturar a los jefes de esa guerrilla y para lo cual las
Fuerzas Armadas contaban con una importante tecnología de localización satelital y
de interceptación de comunicaciones (Aguilera, 2013, p. 212-214).

En contraste, Diana y Natalia aseguran que entre el 2007 y el 2009 se dio una orden
que permitía a las mujeres continuar con el embarazo después de los tres, cuatro y
hasta seis meses de gestación, siempre y cuando el o la bebé se dejara al cuidado de
terceros110. Sin embargo, también manifiesta que dicha orientación generó que
algunas mujeres ocultaran su estado, tal como lo relata en las siguientes líneas:

109
El alcance de esta investigación no permite profundizar en este tema. Sin embargo, se sugiere
rastrear las denuncias realizadas por la Corporación Rosa Blanca en cabeza de Sandra Morales
(desmovilizada fariana). Otras investigaciones como las siguientes han abordado el tema con más
amplitud: “La guerra inscrita en el cuerpo. Informe Nacional de Violencia Sexual en el Conficto
Armado. CNMH. 2017”; “VIOLENCIA SEXUAL como Crimen Internacional Perpetrado por las
FARC. Universidad Sergio Arboleda. 2015”.
110
Dejar a hijas e hijos de miembros de las FARC al cuidado de las bases sociales o la población
civil era una práctica y una orientación de vieja data en la organización.
140 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

(…) Como desde el 2007 más o menos llegó una circular donde decían de que, después de
que pasara la mujer de los tres meses de embarazo, ya no se podían hacer abortos.
Entonces eso fue algo que la mayoría de guerrilleros se metieron en la mente, entonces
ellos ocultan hasta los tres o cuatro meses el embarazo, sea como sea, pero lo ocultan.
Entonces ya, cuando aparecen embarazadas, cuando ya hacen las cuentas exacticas,
entonces ya dicen: ‘bueno, usted tiene cuatro meses, entonces ya no podemos hacerle un
aborto’. (Natalia, OPC, p.12)

Hubo un tiempo en que a las mujeres las dejaban tener los hijos cuando tuvieran seis y
hasta cuatro meses de embarazo, pero hubo un tiempo en que ya no se pudo así, porque
las guerrilleras ocultaban ese tiempo de embarazo y de ahí si ya salían. Hubo guerrilleras
que ocultaban su embarazo hasta que cumplían los nueve meses. (…)Yo duré un tiempo en
la guerrilla donde se podía tener hijos [2009] y yo dejé de planificar y le dije al comandante
que quería ser mamá, pero obviamente las mujeres que estuvieron en la guerrilla nunca
criaron a sus hijos, las que tienen hijos ahorita nunca estuvieron con ellos, o sea, no saben
qué es ser mamá, no saben que es que un niño esté llorándole en la oreja porque se los
daban a la mama al papá, a los suegros y así. (Diana, comunicación personal, 26 de junio
de 2017)

De lo anterior se infieren tres cosas. Primero, que a mayor conflictividad mayor


práctica de abortos. Segundo, que es posible que la orden de permitir llevar a término
la gestación tuviera que ver con evitar los peligros mortales de un aborto después de
determinados meses, sin embargo, ello se acompañó de un efecto “contraproducente”
para los intereses de la organización en la medida en que los embarazos eran
ocultados por las guerrilleras y, tercero, que en los casos en que el nacimiento se
producía, la maternidad era una opción remota y ajena111 a las y los combatientes. Así
mismo, se refleja que el deseo de ser madre no caduca con el alistamiento en la
insurgencia, sino que ello se resignifica y se vive de distintas maneras por quienes
hicieron parte del grupo armado.

Este apartado revisó las regulaciones y formas de control que operan sobre
guerrilleras y guerrilleros en cuanto a las relaciones de pareja, se analizaron las
formas concretas de regulación y las implicaciones que en mayor medida tuvieron
sobre la corporalidad de las mujeres. No es posible pensar un espacio plagado de
disciplina y control sin tener en cuenta las contestaciones que de allí se derivan. Por lo
tanto, entendiendo que las relaciones sociales se encuentran atravesadas por
relaciones de poder que son móviles, inestables, reversibles y trasferibles, es

111
La maternidad no sólo es remota sino ajena en la medida en que, en caso de procrear, no eran
las guerrilleras y los guerrilleros quienes se encargaban del cuidado y la crianza de sus hijas e
hijos, sino que se veían en la obligación de dejarles con bases sociales del movimiento o
personas campesinas que asumieran ese rol.
141

necesario revisar qué formas contestatarias y de resistencia se presentaron tanto


desde la posición de subordinación como desde las posiciones de privilegio de
hombres y mujeres combatientes en esa esfera íntima. Así entonces, la segunda
respuesta a los factores que favorecían la procreación en las filas tiene una estrecha
relación con los privilegios que tenían algunos mandos (especialmente hombres) y
quienes hacían uso de su posición en la jerarquía para favorecer a sus compañeras
sentimentales, punto que se profundizará con más detalle en el siguiente apartado.

3.3 Desajustes y resistencias al orden disciplinario en las


relaciones íntimas

En este apartado se revisan situaciones concretas que aluden principalmente a


desajustes y resistencias al orden disciplinario guerrillero en el terreno íntimo o de
pareja. Pese a la vigilancia permanente de la guerrillerada, de los mandos superiores
y de un propagado temor a las sanciones, los relatos aportados por hombres y
mujeres que pertenecieron a las Farc dan cuenta de la existencia de quiebres y
erosiones en el cumplimiento del reglamento disciplinario en este aspecto. No
obstante, surge la duda de ¿por qué en un orden jerarquizado y con una aplicación de
normas severas se generarían resistencias o desajustes a los planteamientos
normativos?. El concepto de subalternidad ayudaría a esclarecer un poco el
panorama.

Según Modonesi (2012), la noción de subalternidad surge para dar cuenta de la


subordinación en contextos de dominación. Para este caso, puede entenderse que la
estructura guerrillera y su cuerpo jerárquico representaron el orden dominante,
estableciendo una relación diádica de mando-obediencia, en la cual había una estricta
sujeción. No obstante, es ineludible pensar la subalternidad en estrecha relación con
la dimensión subjetiva de quienes se encuentran en tal posicionamiento, pues es justo
ahí donde se presentan rupturas, transgresiones, quiebres y acciones que irrumpen
las determinaciones ideológicas instituidas.

Analizar la dimensión subjetiva de la subalternidad permite comprender que en los


entramados y en los juegos de poder se incluyen elementos socializadores,
142 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

imaginarios, consideraciones de género o procesos de construcción de autonomía que


confrontan a los subordinados, incluso, a pesar de la incorporación o aceptación de
los discursos hegemónicos de los que hacen parte.

Para este caso concreto, se abordan situaciones en las que algunos miembros de la
insurgencia fariana distanciaron sus prácticas de las normas estipuladas. Sin
embargo, es importante señalar que la comisión de esos hechos no significó que haya
predominado el caos, que haya existido un relajamiento del aparato insurgente o que
el cuerpo normativo haya sido inútil (Aguilera, 2013), más bien, indica la imperfección
en la aplicación y el cumplimiento de las normas en un espacio limitado al campo del
conflicto armado y en un escenario donde circulan permanentemente las relaciones de
poder y expresiones de resistencia específicas. A continuación se desarrollan las
ideas propuestas.

3.3.1 Desajustes al orden disciplinario: privilegios,


violaciones al derecho a la igualdad y abusos de poder
Los episodios narrados por excombatientes muestran una complejidad de escenarios
propicios para el análisis de incongruencias entre normas y prácticas. Casos donde,
por ejemplo, existieron privilegios por parte de comandantes para acceder a beneficios
pueden interpretarse como un quiebre al orden pues el reglamento de régimen
disciplinario contemplaba que todos los combatientes tienen los mismos derechos y
que el cumplimiento del estatuto era igual tanto si se tratase de combatientes de base
como de comandantes. En su mayoría, los testimonios rememoran casos donde
fueron los hombres con ubicación estratégica en la cadena de mando quienes hacían
ejercicio del poder para sus fines concretos; aquí, redunda decir, que las mujeres
hacen parte de tales entramados.

Un caso de privilegio por ser mando puede encontrarse en situaciones en que las
compañeras de los comandantes podían engendrar a sus hijos, mientras otras
guerrilleras de base debían acudir al aborto como única vía ante situaciones de ese
orden. Ines (OPC), relata que sólo los mandos superiores tuvieron excepciones en
relación con la procreación de sus parejas: “allá, desgraciadamente (…) las que tienen
hijos son las mujeres de los mandos, de los superiores porque ninguna mujer de
143

reemplazante de guerrilla, reemplazante de escuadra, reemplazante de comandante,


puede tener un hijo” (p. 26).

Resulta interesante revisar que la escala de jerarquía o de mando determina la


posición de subordinación y que dentro de esta subalternidad también se presentan
relaciones de poder. Es decir, en cualquier caso siempre había un rango superior que
tomaba determinaciones en relación con la vida guerrillera. Un testimonio que revela
esa condición se puede leer a continuación:

Como el mando con el que yo vivía, fuera de él había otro más superior, pues él dijo que
(…) puede ser muy mando, pero que a mí me tenía que sacar el bebé. Y él le dijo que no,
que él respondía, que si tenían que sancionarlo, que si tenían que quitarle el mando, que se
lo quitaran, pero que me dejaran tener él bebé, y le dijeron que no... Y me mandaron pa’ un
hospital que ellos tenían en el monte. (Camila, OPC, p. 19).

Tal como se observa en el relato anterior, pese a intentar transgredir el dispositivo


disciplinario en materia de interrupción del embarazo, que, como se vio anteriormente
era obligatorio en todas las unidades de combate, el guerrillero no logró derribar la
orden de un superior que se encontraba por encima de su rango, lo que devela que
allí su posición de privilegio quedaba limitada al ejercicio de poder de otro.
Claramente, aquí se entreveran los deseos de maternidad, paternidad (actos de
resistencia que serán tratados más adelante) y las consecuencias físicas y
psicológicas que tiene para las mujeres el legrado, máxime, cuando existen deseos de
procrear. Además, es importante revisar que la sujeción de una mujer, guerrillera de
base y con escasos accesos a determinaciones no sólo sobre la organización sino
sobre su vida misma, la dejan en una posición de subalternidad sin margen de
movilidad.

Según Luis, en un balance de curso nacional (del que no recuerda la fecha) se


criticaba que “las mujeres de los mandos podían tener hijos y las mujeres de los
subalternos no” (comunicación personal, 25 de junio de 2017). Según él, allí se hizo
mención de un documento de estudio interno denominado “nueve criterios para un
intercambio de opiniones”112, realizado por Manuel Marulanda y en el que se plasma la
necesidad de unificar criterios para la acción militar y política en todas las unidades.

112
A tal manuscrito sólo se tuvo acceso durante el trabajo de campo.
144 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

En el mismo, se cuestionan los manejos de la disciplina y la interpretación de las


normas farianas por parte de la guerrilla de base y de mandos, con especial énfasis en
éstos últimos. También se plantean recomendaciones para evitar desórdenes,
contravenciones y vacíos en la aplicación normativa en los diferentes campamentos.

Una pregunta que allí se enuncia y que da pie para inferir que un desajuste en esta
materia venía socavando las prácticas disciplinarias de la organización desde hace
por lo menos dos décadas es: “¿Todos aplicarán las normas con relación a los
matrimonios en los Frentes, Columnas, Compañías, Guerrillas, etc.? ¿Por qué “unas”
113
pueden tener hijos de sus jefes y otras no lo pueden hacer? ¿Las mujeres pueden
intervenir a nombre de su marido como mando sin ser mando? ¿Cómo hacer
comprender a los mandos estos fenómenos?”.

Recogiendo las preguntas contenidas en el documento nombrado, lo primero que se


quiere rescatar es que la posición casi generalizada en la que se refiere a las mujeres
revela un lugar de subordinación tanto en la estructura jerárquica del movimiento
como frente a los hombres, que son quienes, haciendo alusión al lenguaje utilizado,
detentan el ejercicio del poder y, ocasionalmente, se incurre en casos en que éste es
transferido a ellas. Tal vez, ello tenga que ver con que para la época en la que se
escribió el texto no se había generado un alistamiento masivo de mujeres y que pocas
de ellas habían ocupado funciones de comandancia o posiblemente reproduce ideas y
prejuicios enraizados en un orden patriarcal.

En segunda instancia, tales cuestionamientos permiten analizar otros casos que


muestran desajustes en el ámbito que se viene estudiando. Por ejemplo, algunos
testimonios mencionan que los comandantes podían “asociarse” con más facilidad que
el resto de combatientes, que podían establecer relaciones íntimas con civiles (lo cual
estaba prohibido en el reglamento) y que incluso, en algunas ocasiones, se
presentaron abusos de poder con guerrilleras recién ingresadas a las filas,
ofreciéndoles prebendas para que se asocien con ellos o asediándolas si no cedían a

113
Las cursivas y las comillas son puestas intencionalmente por la autora del presente texto. Lo
que se quiere resaltar, sin entrar en interpretaciones profundas del lenguaje, es el carácter
despectivo que denota el uso del pronombre “unas” como una forma de expresarse a las mujeres
guerrilleras.
145

sus ofrecimientos. Para revisar estos escenarios se examinarán algunos relatos que
constatan tales afirmaciones:

Las únicas relaciones que duraban eran las de los mandos porque los rasos podían estar
dos, tres días y volvían y los separaban. (Camila, OPC, p. 18)

Uno puede estar con su socio un momentico, pero, cuando le tocó irse, ‘usted se va pa allá
y usted pa allá’, no salen como pareja que los dos juntos, no, nunca (…) Pero los mandos,
ellos allá, sí; ellos llevan sus mujeres pa’ donde se mueven. (Martha, OPC, p. 8)

Seguramente no en todas las unidades sucedió de tal manera ni todos quienes


hicieron las veces de mando asumieron privilegios de este tipo. Hay que recordar que
varios ex combatientes hacen hincapié en las diferencias de personalidad y carácter
de las y los comandantes. “Para algunos, la aplicación de las normas era estricta,
otros por el contrario se relajaban”. Sin embargo, hay que destacar que acudir a sus
posiciones para desobedecer la norma pudo llegar a generar diversas
inconformidades y hasta desmoralización entre la guerrillerada al notar que las normas
se aplicaban con distinto rasero para unos y otras, negando así el discurso de
igualdad que se difundía a lo largo de todo el movimiento armado. Tal vez esos casos
eran reprochados o denunciados, pero se desconoce la efectividad y los casos que se
pudieron llegar a presentar para saber si prosperaron o no en términos de sanciones.

Ahora bien, un caso en el que no se hará mayor detenimiento es en las relaciones


afectivas con miembros de la población civil. Sobre esto, Luis indica que “hubo mandos
que estuvieron con civiles, yo conozco el caso de un superior, él tenía sus quejas, lo que pasa
es que muchas de las quejas nunca las supo el secretariado. A algunas guerrilleras les hicieron
Consejo de Guerra por involucrarse con civiles, nosotros teníamos prohibido, hombres y
mujeres teníamos prohibido involucrarnos con civiles” (comunicación personal, 25 de junio de
2017). El relato anterior da cuenta de los privilegios de hombres con mando que
desafiaban las prácticas disciplinarias sin repercusión alguna, por el contrario, las
mujeres que incidieron en situaciones de esa naturaleza podían considerarse
doblemente transgresoras, primero, de las normas establecidas y segundo de desafiar
un orden de género que las considera pasivas en relación con la sexualidad o con lo
erótico.

Un último ejemplo, oportuno pero complejo para examinar en materia de privilegios es


el ejercicio abusivo del poder que algunos comandantes asumieron. Se hablará
146 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

concretamente, del ofrecimiento de beneficios o ventajas, usualmente, a cambio de


asociamientos o de intercambios sexuales. Hay que aclarar que los testimonios que se
recogieron para esta investigación únicamente develan casos en que comandantes
hombres asumieron este tipo de conductas, sin embargo, no se desconoce la
posibilidad de que hayan existido mujeres que incurrieron en prácticas hegemónicas y
abusivas frente al punto que aquí se revisa.

Antes de iniciar con los ejemplos se considera necesario recordar que todas las
relaciones humanas están marcadas por relaciones de poder y, en cualquier caso,
este tipo de circunstancias encontraba su correlato en los juegos y entramados
sociales de su contraparte. Un ejemplo que da cuenta de lo anterior es el siguiente:

El comandante con el que yo iba me dijo que por qué no vivíamos juntos. Me decía ‘Si
usted se viene a dormir conmigo a mi caleta, nadie la va molestar, y va a ver a su mamá las
veces que usted quiera. Y, pues, como yo soy el mando, yo puedo hacer lo que yo quiera’.
Él tenía 38 años. Y me decía ‘Y yo, cuando pueda, le doy plata a su mamá. Yo les ayudo y
ahí vamos viendo a ver si se puede regresar para su casa’. Y los muchachos me decían ‘Le
están dando esa oportunidad pa’ que vea a su mamá’. Pues, sí, me fui a vivir con él y,
entonces, él ya le decía a los otros mandos que a mí no me mandaran pa’ la guardia ni que
me mandaran a una exploración. (Camila, OPC, p.18)

El testimonio revela que Camila desde una posición de subalternidad accedió a estar
con el comandante por las condiciones que éste le ofrecía en medio de lo conflictivo y
difícil de vivir en los campamentos guerrilleros. Por su parte, el comandante hizo uso
estratégico y premeditado de su poder para instigar a una mujer que era posiblemente
mucho más joven que él, campesina, con deseos de ver a su madre y hasta de
regresar a su casa. Ahora bien, Luis manifiesta que en su intento por ser crítico con la
organización a la cual aún pertenece, estuvo en desacuerdo con situaciones similares
a ésta: “nosotros mismos vimos que muchos comandantes se aprovecharon y si la muchacha
nueva no le hacía caso entonces la ponía al trote, la muchacha a la guardia, la muchacha a la
rancha y ella todo” (comunicación personal, 25 de junio de 2017). En un escenario tal,
mujeres como Camila u otras terminaron involucradas en relaciones que claramente
tomaban su subordinación y vulnerabilidad como punto de partida.

No obstante, en lo que sigue se hace un intento por complejizar estas situaciones para
revisar otras tensiones que aquí se hallan, pues también es cierto que se encuentran
testimonios de mujeres que, enredadas en estas tramas de poder, se inmiscuyeron en
relaciones con comandantes en aras de recibir provecho de ello. O sea, ante el
147

mensaje que dejaban casos en los que las parejas de los comandantes disfrutaban de
ciertos privilegios, algunas recurrieron a la seducción o a responder con reciprocidad a
las insinuaciones de quienes detentaban rangos altos. Así incluso lo expresa Sofía
(OPC):

“Hay muchas que lo hacen, se dejan presionar (…), y lo hacen porque de pronto no quieren
que las vayan a mandar al combate o quieren de pronto cierto privilegio; eso sí era así”
(p.15)

Es importante no desconocer que a pesar de la subordinación en la que se pueden


encontrar las mujeres en una estructura vertical y patriarcal como la guerrilla, ellas no
siempre son víctimas. Para Lagarde (como se citó en Vélez, 2008) es necesario tener
en cuenta que la opresión de género no impide que ellas ejerzan otros poderes desde
la sujeción, por lo que invita a identificar los entrecruzamientos, complejidades y redes
a las que se articulan estas formas de poder. De otra manera, lo que aquí se invita a
analizar son las dos caras de la moneda.

En este orden de ideas, podría afirmarse que algunas guerrilleras instrumentalizaron


este tipo de relaciones para disfrutar de beneficios o privilegios que de otra manera no
podrían tener. Un ejemplo de ello es Paula (OPC), quien cansada de dejársela
“montar” de una guerrillera con antigüedad manifiesta que prefirió “conseguirse un
noviecito que era comandante” (p.2) para que éste la protegiera. Así mismo, Santiago
refiere que “hay compañeras que, a veces, por el interés, porque él es comandante de
escuadra o porque es el representante de la compañía se meten con ellos para ganar
estatus” (comunicación personal, 28 de febrero de 2016). Sofía también expresó en
líneas anteriores que no ir al combate era otra motivación para involucrarse con un
mando. Esos actos por sí mismos no permiten que la mujer cambie su posición de
subordinación, siguiendo a Bourdieu (2000):

Cuando los dominados aplican a lo que se les domina unos esquemas que son el
producto de la dominación, o, en otras palabras, cuando sus pensamientos y sus
percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la
relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son,
inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión. (p.26)

Finalmente, hay que anotar que algunas las relaciones entre mandos y guerrilleras de
base tuvieron particulares desenlaces. Por un lado, Luis y Andrés París coinciden en
que se presentaron infiltraciones de agentes del Estado que se hacían pasar por
148 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

guerrilleras, seducían al comandante, se asociaban con éste y hacían uso de códigos


de comunicaciones, de contenidos informáticos o de documentos que contenían
información estratégica para el grupo armado. Según Luis, por situaciones como éstas
“en uno de los plenos recientes quedó estipulado que los comandantes con
muchachas que tengan menos de dos años en las filas no pueden tener relaciones”
(comunicación personal, 25 de junio de 2017), así mismo, se estableció que las
compañeras sentimentales de los comandantes no debían tener ninguna información
relevante emitida por el Secretariado ni ninguna información determinante para la
organización.

Por otro lado, Andrés París señala que “al menos un 40% de las destituciones del
mando que hacía la dirección superior era porque se dejaban quitar el poder de las
mujeres” (comunicación personal, 19 de noviembre de 2017). Según él, esto ocurrió
cuando hombres comandantes “desearon construir desde el poder adquirido en la
organización” pero señala esto como una “expresión metamorfoseada de la
deformación que ya tiene el hombre de que el poder es para él y su compañera (…).
Había casos de comandantes tan ineficientes en el ejercicio del mando que la que
mandaba era la mujer y mandaba mal y generaba inconformidad. Usaban el poder
para ellas pero no para dirigir. Entonces esos hombres perdían toda autoridad moral y
de conducción”. Es considerable que a esto se le sumen las resistencias habidas y
conocidas sobre las mujeres al mando de una tropa o campamento. Posiblemente,
algunas compañeras de los comandantes que incurrieron en tales prácticas no
poseían las habilidades de liderazgo que se requieren para instruir a un grupo de
personas armadas, no obstante, ello también tiene estrecha relación con el tipo de
autoridad o poder que se le había sido asignado. No era una “autoridad ganada”114 por
ella, sino un poder transferido en el terreno emocional. Adicionalmente, la
masculinidad del hombre quedaba en entredicho, pues en el imaginario redunda que

114
Cuando se hace referencia a “autoridad ganada” es, como se habló anteriormente, refrendada
en términos militares y de demostración de capacidad en combate. No hay que olvidar que para
valorar a una mujer positivamente como mando en la guerrilla, era necesario demostrar
habilidades estratégicas en batalla, poseer voz fuerte y con el mismo nivel de resistencia física
que un hombre.
149

es un hombre débil que no pone el orden necesario para comandar en su vida privada
y pública.

Por último, los testimonios permiten inferir que se presentaron inconformidades


cuando las comodidades y privilegios que tenían las compañeras de los comandantes
abrían una brecha considerable con el resto de guerrilleras. Camila (OPC), refiere que
en una ocasión “el comandante llegó con la mujer, y ella, pues no hacía nada. A todo
el mundo nos tocaba duro y la mujer se la pasaba en la cama acostada viendo
televisión. Ella comía muy bien y nosotros, pues, lo que nos dieran” (p.7). Estas
prácticas que demuestran un ejercicio de poder ventajoso podían llegar a minar el
discurso de igualdad con el que la organización pretendía cohesionar a sus
combatientes pues en las prácticas más cotidianas se daba evidencia de expresiones
concretas que subordinaron más a unos que a otros. Ante las inconformidades a este
respecto se presentaron también otras situaciones insidiosas en las que los
comandantes reafirmaban su masculinidad de manera ilesa, mientras las mujeres
continuaban en posiciones subordinas, tal como se verá con el siguiente relato:

Una guerrillera en un campamento. Está el comandante y está la mujer ahí al lado, y


entonces la mujer estaba arreglándose las uñas y le dice ‘papito, ahí vienen las tropas y esa
gente debe estar cansada ¿no?’. Y los otros bien cansados con el equipo al hombro. Eso es
ella desde la caleta de su pareja, ¿pero las guerrilleras que vienen bien cansadas?... y ahí
se generaban discusiones entre el resto de mujeres ‘mire esa comandantera… uy, es que
no hace es pero nada’, y la critica era a ella pero no al mando porque la podían calificar de
chismosas. (Andrés París, comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)

En estos terrenos donde la masculinidad es la portadora de las expresiones de poder,


toma de decisiones y autoridad, ésta no debe ser cuestionada, menos cuando es
hegemónica y ha demostrado no sólo capacidad de mando sino que ha avalado
también su masculinidad en el terreno íntimo mediante su capacidad de seducción y
de conquista. Por el contrario, las mujeres que están a su lado son objeto de
calificativos, y son criticadas con frecuencia, pues hay que recordar que sus
manifestaciones de poder devienen de un poder que le ha sido transferido.

En esta parte se revisaron algunas formas en las que operaron los privilegios, los
abusos de poder y los quiebres en el discurso de igualdad y la pretendida equivalencia
entre miembros de la organizacion fariana. Tales dinámicas se presentaron en medio
de un sistema jerárquico donde confluyeron prácticas estrictas de control pero también
150 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

subjetividades que entran en tensión con las imposiciones y las condiciones propias
de la guerra. En lo que sigue se tratarán las formas de resistencia que se instauraron
en un orden social que regulaba minuciosamente las acciones de sus integrantes en
la esfera íntima y de pareja.

3.3.2 Resistencias e “insolencias”: discursos ocultos en


medio del conflicto armado
Con frecuencia, quienes se encuentran en un contexto que prohíbe y coacciona las
acciones individuales desean resistirse al poder hegemónico que se les ejerce. Las
FARC no escapan a esos ejercicios de resistencia, sobre los que Gramsci llamaría la
atención como “experiencias de insubordinación” que derivaban de la emergencia
subjetiva de los grupos subalternos. Ésta última, tiene que ver con la acción política y
la capacidad de respuesta de los subordinados para ganar en el terreno de su
independencia, emancipación y autonomía. Hay que recordar que la experiencia
subalterna se desarrolla entre la incorporación/aceptación relativa de la relación
mando-obediencia y, al mismo tiempo, dialoga con su contraparte: la resistencia y la
negociación permanente (Modonesi, 2010, p. 37).

Para complejizar este asunto, se trae a colación a James Scott (2000), quien
manifiesta que en espacios caracterizados por la subordinación, el poder total y la
hegemonía/dependencia pueden encontrarse reacciones y estrategias de resistencia
a través de diferentes mecanismos que no siempre son abiertos y frenteros, sino que
se manifiestan por medio de lenguajes o actos menos explícitos y de manera oculta.
Lo que en adelante se pretende sostener encuentra su suelo en esas expresiones que
no se rebelan ante la hegemonía sino que se instauran desde la generación de
discursos soterrados y escondidos de quienes se encuentran en posición de
subalternidad.

Como es sabido, el entorno fariano estuvo acompañado por una serie de normas y
regulaciones estrictas que iban desde lo ideológico hasta el control del cuerpo, lo que
dejaba a sus miembros con muy poco margen de maniobra para intervenir
autónomamente sobre sus propias vidas. Por ejemplo, uno de los ámbitos sobre los
que se ejerció un control exhaustivo fue el requerimiento del aborto ante la posibilidad
de embarazo, pues se aludía que en medio de las confrontaciones no se puede “andar
151

corriendo con la barriga o con el niño entre brazos”. Sin embargo, los testimonios
develan que allí se presentaron enormes resistencias al dispositivo disciplinario, pues
para algunas guerrilleras, el ocultamiento del embarazo fue la vía para que, bajo el
argumento de tener una gestación avanzada, no se practicara el legrado. Al respecto,
Diana, ex integrante del Bloque Oriental refiere: “hubo mujeres que quedaron
embarazadas cuando estábamos todavía en tiempo de confrontación armada y
quedaron embarazadas porque querían quedar en embarazo” y agrega un dato
importante: “si yo quedaba embarazada era porque el enfermero me estaba haciendo
cuarto para quedar embarazada. Se ocultaba la barriga pero uno sabía las
consecuencias que traía eso, que si a uno lo descubrían le decían que lo iban a
amarrar y le iban a hacer el legrado… uno sabía” (comunicación personal, 26 de junio
de 2017).

Pese al miedo y la rigidez de la norma, podría inferirse que en los casos en que se
ocultó el embarazo ganó el reclamo de autonomía en torno al deseo de maternidad
que tuvieron algunas mujeres. Estos actos, si bien no se hacían de manera abierta,
tenían el apoyo de quien encontrara legitimidad en su petición, o en quien tuviera la
suficiente camaradería para guardar el secreto de tal acto de resistencia a la norma.
Ahora bien, no necesariamente hay que estar en desacuerdo con la norma para
resistirse a ella, es decir, es posible que los dominados adopten el discurso de quien
domina pero ello no anula la existencia de una subjetividad que reclama acciones
frente a sus propios deseos. Un caso que se ajusta a esto es la misma Diana, quien a
pesar de convenir con las normas reglamentarias señala que pretendió ser mamá aún
en tiempos de conflicto armado.

En estos casos concretos, es necesario tomar en consideración la representación


social que tiene la maternidad y la supuesta “realización” de la mujer cuando cumple
con esa expectativa. Sin embargo, se hace hincapié en que, posiblemente, las
guerrilleras que se arriesgaron a generar un discurso oculto al respecto, estaban
siguiendo los preceptos que hunden sus raíces en un orden de género que asocia la
maternidad y el cuidado con los roles socialmente considerados femeninos, lo que
muy seguramente ocurrió en el caso de Diana, quien señala que temía “morir y no
dejar un hijo”.
152 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Otro escenario en el que se encuentra rechazo a la norma instituida como expresión


de discurso oculto es la planeación de la deserción como producto del enamoramiento
y su consecuente deseo de conformar familia con la persona querida. Una de las
carácterísticas más prominentes de las instituciones voraces es la restricción que
tienen las personas de formar otros vinculos que puedan contraponerse a los
intereses de la guerrilla y que perjudiquen la adhesión del sujeto a la organización
(Aguilera, 2013; Medina, 2009). Al parecer, en los últimos años de la existencia de las
FARC se tendió a desfavorecer la existencia de parejas no sólo por las razones
anteriormente nombradas sino por el deterioro político-militar. Al respecto, Aguilera
(2013) recuerda la comunicación del Mono Jojoy dirigida a la guerrillerada: “A los
camaradas, mucha disciplina para aplicar las normas y hacerlas cumplir. Si el
problema está en las parejas, hay que separarlas (...) Que los comandantes reporten
quiénes tienen compañera y los reubiquen, que queden prohibidas las relaciones en
las compañías y al que incumpla, le aplican la norma” (p.13). Adicionalmente, para
algunas mujeres, resultó una ruptura emocional fuerte el abandono de su hija o hijo
tras culminar el parto, en ese sentido, se opusieron a dejarles en un hogar por fuera
de las filas, en muchos casos con personas desconocidas. Un caso que pone eso al
descubierto se evidencia a continuación:

Alisté la maleta a las dos de la mañana. Me colgué la maleta. Me colgué a mi hijo en un


canguro y le dije a mi marido que mucho gusto haberlo conocido y que le fuera bien en su
vida porque yo de mi hijo no me separaba, y que yo me iba y me fui. Como a los 15
minutos, yo sentía una bullita entre los árboles así, así como cuando a uno lo van
siguiendo. Y yo dije ‘Mierda, me estaban vigilando. Me vienen a matar. Me vienen a coger’.
No, yo me recosté contra un árbol y me puse a llorar, a llorar y a llorar y me puse fría, fría. Y
apreté a mi niño contra el pecho y yo le pedí a Dios que, si me mataban, me mataran con
niño y todo... pa’ que no quedara un hijo por ahí sufriendo en manos de otro. Y resulta que
era mi marido el que me venía alcanzando. Y yo le dije ¿Usted qué hace aquí?— Vine a
ayudarle con la maleta. —Deje de ser pendejo. ¿No ve que si me ayuda con la maleta, se
dan cuenta y lo matan. Dijo — No, es que yo me voy con usted. (Sofía. OPC, p.15).

En el caso relatado se combinan los dos elementos (maternidad y deseos de formar


familia), no obstante, el deseo de protección de Sofía hacia su hijo y su negativa ante
dejarlo con población civil generaron una acción de resistencia decisiva; no importaba
si la mataban, pero si lo hacían que mataran a su hijo también.

De otro lado, Santiago hace énfasis en que “enamorarse” resultaba insólito no sólo
porque la vida insurgente debe girar alrededor del combate y la lucha guerrillera, sino
porque “eso se presta para hacer cosas que no se pueden hacer como combatiente,
153

porque resulta que eso hace que las personas se pongan a pensar en querer
escaparse, en querer estar juntos, en formar familia” (comunicación personal, 28 de
febrero de 2016). Quienes hacen uso del discurso oculto no se rebelan directamente
ni protestan públicamente contra lo que consideran que atenta contra su autonomía,
sino que recurren a otras formas de rechazo (Scott J. , 2000, p. 41), en este caso la
fuga. No hay que olvidar que el reglamento de régimen disciplinario estipulaba la
deserción como un delito que se juzgaba con pena muerte o fusilamiento, es decir, en
este acto de resistencia a la hegemonía del grupo armado se ponía en juego la vida
misma.

Finalmente, un ejemplo que da cuenta de la existencia de discursos ocultos son las


prácticas sexuales entre parejas del mismo sexo, las cuales, sin estar prohibidas
explícitamente en el reglamento si generaban un ambiente social de burla y rechazo
ante quienes mostraran una orientación sexual no normativa. Cabe aclarar que sólo
se encontró un caso que da evidencia de ello: “el peruano”. “El peruano” perteneció al
frente 48 del Bloque Sur y antes de ingresar al grupo armado ya era conocido en el
pueblo porque era distinto, “no le gustaban las mujeres sino los hombres”, situaciones
por las que ya siendo miembro de la organización fue señalado y “llamado al orden”
para no generar prácticas inaceptables o insólitas en el campamento.

Santiago (en entrevista) recuerda que una noche, mientras pagaba guardia escuchó
murmullos y ruidos en la carpa del “peruano” en la cual dormía con otro guerrillero; al
acercarse con la linterna, ambos guerrilleros intentaron acomodarse para fingir que no
pasaba nada. En distintas ocasiones Santiago se dio cuenta que ambos sostenían
una relación pero siempre se ocultó ante el resto del campamento para evitar
desdenes y señalamientos.

Éste tal vez sea un caso menos común, pero se puede entender también como una
experiencia de resistencia, pues mientras en el caso de las relaciones heterosexuales
existía una regulación interna para los permisos y asociamientos, las relaciones entre
parejas del mismo sexo no se contemplaban y por el contrario, se deslegitimaban y
eran objeto de humillaciones y señalamientos ofensivos.
154 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

A lo largo del capítulo se revisó cómo el régimen de género en este ámbito reguló y
controló la vida emocional de las y los combatientes en aras de obtener toda su
lealtad y energías para la estructura armada, y cómo allí se alteraron las
convencionales formas de vivir la sexualidad, el enamoramiento y la familia,
respondiendo claramente a las consideraciones y particularidades que caracterizan a
las instituciones voraces. Se mostró cómo a pesar de que las prácticas disciplinarias y
las sujeciones corporales en ésta guerrilla se instituyeron desde un discurso de
igualdad de condiciones para hombres y mujeres, son especialmente estas últimas
quienes sufrieron con más rigor las implicaciones de los procesos biológicos,
especialmente en lo relacionado con la anticoncepción y el aborto. Así mismo, se
analizaron los imaginarios en torno a las vivencias sexuales, las prácticas
hegemónicas y la subordinación en las relaciones de pareja, donde se pudo observar
que claramente hay un quiebre o ruptura en torno a los valores de igualdad entre
hombres y mujeres en las FARC, pues a pesar de la existencia de normas que
promovían el respeto y castigaban situaciones de violencia, los imaginarios y los
estereotipos circularon permanentemente dejando al descubierto prácticas
tradicionales y patriarcales que no permitieron que el discurso revolucionario de
transformación llegase a deconstruir los muros dicotómicos que pululan en las
percepciones arraigadas sobre lo femenino y lo masculino.

Hay que reconocer que muchas de las prácticas encontradas en la esfera íntima de
las FARC son el reflejo de relaciones en el orden social amplio. En coherencia con
Bourdieu (2000) se considera que “es ilusorio creer que la violencia simbólica puede
vencerse exclusivamente con las armas de la conciencia y de la voluntad, la verdad es
que los efectos y las condiciones de su eficacia están duramente inscritos en lo más
íntimo de sus cuerpos bajo formas de disposiciones” (p.55). Ahora, es menester
resaltar que si las “armas de la conciencia y de la voluntad” no son suficientes para
eliminar las representaciones dominantes en cuanto a las relaciones de género,
muchísimo menos lo es la instauración de orientaciones por la vía normativa o
disciplinaria.

Finalmente, en este capítulo se analizó cómo en la circulación de esas relaciones de


sujeción al movimiento armado se presentaron también actos de desajuste y
resistencia por parte de hombres y de mujeres, pues en el escenario afectivo e íntimo
155

se imbrica lo emocional, lo contextual, lo disciplinario y lo subjetivo aún en un orden de


subalternida
Conclusiones

Pensar la existencia de las FARC como una institución es clave para estudiar los
elementos que le son propios a ésta. En esta investigación, dicha insurgencia se toma
como una institución voraz (Coser, 1978) que reclamó exclusividad y adhesión absoluta
de sus miembros; erigió sus propias normas, reglas y formas de control respecto de las
acciones de quienes la conformaban. Sin embargo, ésta institucionalidad estuvo
impensada e inadvertidamente permeada por relaciones de género entre hombres y
mujeres. Por ello, se plantea la existencia de un régimen de género que se transformó en
el tiempo, desde la misma conformación de la organización cuando ellas participaban en
muchísima menor proporción, hasta la firma del acuerdo de paz cuando sobrepasaban el
treinta porciento de las filas. Reflexionar al respecto, de una manera relacional, es una
tarea que involucró no sólo a las mujeres sino también a los hombres que hicieron parte
de esa estructura.

Las relaciones entre hombres y mujeres insurgentes estarían dadas por dos elementos
sustanciales. Por un lado, la pertenencia a un ejercito militar que logró irrumpir las
normas sociales instituidas y estableció unos códigos reglamentarios propios, y, por otro
lado, la procedencia de sus miembros de ese mismo orden criticado. Luego, allí se
encontrarían tensiones entre las elaboraciones normativas y la reproducción de
imaginarios y consideraciones tradicionales de género que preceden a sus combatientes.

Desde décadas atrás, las FARC hizo esfuerzos por mostrar que en su interior las mujeres
eran tratadas en pie de igualdad que los hombres, por ello, desde la séptima conferencia
guerrillera, se instauró un discurso que enarbolaba igualdad en deberes y derechos para
todos los integrantes de esa colectividad. Ello incluía que todas y todos desarrollaban las
mismas tareas y accedían a los mismos beneficios o castigos si fuese el caso, sin
embargo, ello por sí mismo no generó cambios sustanciales en las formas relacionales
que éste nuevo ámbito de socialización planteaba.
157

El análisis que se desarrolló en los capítulos de ésta investigación arroja hallazgos en


dos de los elementos que según Connell componen una estructura de relaciones de
género: las relaciones de producción señaladas como división del trabajo o roles y, las
relaciones emocionales (para éste caso concretamente se revisaron las relaciones de
pareja). En ambos se encontraron aspectos diferentes. En el primer caso, es posible
evidenciar que existió una apertura al cambio desde las disposiciones reglamentarias, así
por ejemplo, el desempeño en las mismas actividades como la rancha, la guardia o el
enfrentamiento en operativos, fueron percibidos por las mujeres como una ganancia.
Pese a ello, los relatos coincidieron en la circulación de imaginarios que reproducían
estereotipos que asignaban a las mujeres en el campo del cuidado como la enfermería o
la odontología, concibiendo así que los hombres son más proclives a tareas de combate
o de fuerza. Ello no se puede generalizar, pues existieron mujeres que asumieron roles
de comandancia, no sin conflicto, pues en algunos casos les implicó esfuerzos dobles en
aras de demostrar que eran aptas para desempeñar cargos que socialmente no les había
sido asignados. La resistencia que presentaron algunos hombres para obedecer las
orientaciones dadas por mujeres se lee como una oposición a subvertir el orden
convencional. En ese sentido, la igualdad que promovió la misma estructura armada fue
vista como acceso pero eso, per se, no transformó las formas de socialización que tanto
hombres como mujeres traían consigo antes del ingreso al movimiento.

Si bien las mujeres llegaron a ejercer cargos militares y políticos importantes dentro de la
jerarquía fariana, especialmente en el periodo estudiado (1998-2016), no hay que
desconocer que fundamentalmente, quienes ocuparon los rangos de más alta decisión
fueron en su mayoría hombres. También es cierto que eso se explica porque se da
prioridad a quienes más tiempo han militado en la organización, no obstante, eso no
invisibiliza las barreras y obstáculos que encontraron ellas para ganar legitimidad en sus
acciones. Al respecto, también hay que mencionar que los “techos de cristal o
158 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

invisibles”115 son construcciones en las que tanto hombres como mujeres se encuentran
involucrados.

El otro elemento estudiado en ésta investigación tiene que ver con las relaciones
emocionales. Aquí particularmente, se puso el foco en las relaciones de pareja donde se
encuentran aún más dificultades que en el ámbito anteriormente nombrado. Si en el caso
de la división sexual del trabajo los dispositivos y las practicas reglamentarias hicieron
esfuerzos por mostrar una insurgencia incluyente, en el caso de la “intimidad” se hallaron
escenarios aún más complejos. En primera medida, la regulación permanente se
extiende también a las decisiones sobre el cuerpo, en otras palabras, en su voracidad, la
institución fariana demandaba que sus combatientes encauzaran todas sus energías en
el proyecto colectivo, dejando en último plano intereses individuales o “amorosos”. En tal
sentido, la organización armada, por medio de la comandancia, controlaba rigurosamente
los encuentros sexuales, los asociamientos, la natalidad y las situaciones de violencia
que se pudieran presentar entre sus integrantes. El incumplimiento de lo que se
estipulaba al respecto traía consecuencias que iban desde sanciones leves hasta
fusilamientos.

Casos como el asesinato de mujeres por parte de sus compañeros o maltratos y


agresiones hacia ellas muestra que por rígidas que hallan sido las normas, las FARC no
estuvo exenta de las mismas consideraciones que rechazaban en su proyecto político,
militar y revolucionario de cambio. Sin embargo, se considera aquí que sería un error
pensar que la estructura armada se erigió como violenta o agresora de las mujeres, más
bien, se señala que dicha estructura estuvo conformada por quienes desde su posición
dominante asumieron una masculinidad hegemónica que minimizaba a las guerrilleras o
las dejaba en un lugar de desventaja. Los relatos manifiestan que en ello tenía una gran
influencia el o la comandante, incluso, el hecho de que Jorge Briceño alias Mono Jojoy
hacia el 2009 haya impuesto Consejo de Guerra a los guerrilleros que agredieran a sus
compañeras es ya un indicativo de que proporcionalmente eran ellas quienes más se
encontraban envueltas en tales circunstancias. Una de las situaciones más complejas al

115
Este término ha sido utilizado para describir las dificultades a través de las cuales las mujeres
ven posiciones de jerarquía alta pero no las pueden alcanzar, bien sea porque no se lo permiten o
porque, aún siéndolo, no se sienten suficientemente preparadas para ello.
159

respecto, es que en éste ámbito se hacía más difícil reconocer cuándo se es víctima de
violencia, pues ésta se encuentra tan legitimada que muchas de ellas, o no lo
identificaban o lo silenciaban.

Adicionalmente, en ésta esfera, la heteronorma o heterosexualidad era la única


conformación de pareja contemplada. No se conocieron casos en los que quienes
asumieran una sexualidad diversa fuesen castigados físicamente, lo que sí se develó es
que eran sometidos al escarnio público y a las burlas de sus compañeros y compañeras,
es decir, una forma de violencia simbólica que se mostraba como “ejemplarizante” para
que no se fomente el desorden al interior de las filas.

A la regulación excesiva y exhaustiva sobre los cuerpos de hombres y mujeres


combatientes le sobrevinieron también relaciones de poder, de resistencia y desajustes al
orden establecido. Eso se manifestó, por ejemplo, a través de practicas como el
ocultamiento del embarazo o de relaciones homosexuales. Asimismo, abusos de poder
por encontrarse en una posición privilegiada se tomaron aquí como desajustes y
violaciones al derecho de igualdad.

En suma, ésta investigación encontró que la configuración del régimen de género fariano
se transformó en el tiempo y que las relaciones de hombres y mujeres estuvieron
impregnadas por las normas, las reglas y el control que la organización ejercía
continuamente. Los dos ámbitos analizados dan cuenta de la dificultad de superar
esquemas convencionales que se corresponden con las formas tradicionales de
socialización de un orden cultural amplio. En otras palabras, tanto en la división del
trabajo como en las relaciones de pareja se reprodujeron situaciones que no escapan a
las mismas problemáticas que acusan a la sociedad colombiana en materia de igualdad y
equidad de género.

Seguramente a éste abordaje le quedarán vacíos que deben ser compensados en futuros
estudios. Hombres y mujeres que pertenecieron a las FARC hasta ahora están
comenzando su proceso de reincorporación y es un reto, tanto para la academia como
para la institucionalidad comprender las complejidades que ello implica. En una de las
entrevistas se indicó que la reconfiguración de los instrumentos disciplinarios y la re
estructuración de la organización armada ha traído consigo un aumento en la violencia
160 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

de pareja en las nuevas conformaciones de familia que existen en los ETCR. De esa
forma, surgen dudas de lo que traerá y lo que significará para las mujeres ex guerrilleras
su regreso a la vida civil.
A. ANEXO: ENTREVISTAS

ENTREVISTAS REALIZADAS EN EL MARCO DE LA X CONFERENCIA DE LAS FARC Y EN LA ZONA VEREDAL URÍAS RONDÓN
# PSEUDÓNIMO FRENTE BLOQUE TIEMPO EN EL CARGOS
MOVIMIENTO
1 PAOLA SAENZ (SIN INFO) ORIENTAL 9 AÑOS SECRETARIA POLÍTICA, MANDO DE ESCUADRA Y
REEMPLAZANTE
2 MAYERLY FRENTE 29 OCCIDENTAL 12 AÑOS ENFERMERA
ARTEAGA
3 MARTA (SIN INFO) ORIENTAL 24 AÑOS ODONTÓLOGA
4 CAROLINA FRENTE 40 ORIENTAL 7 AÑOS RADISTA DE FRENTE- ECÓNOMA
(JACOBO
ARENAS)
5 ALEJANDRA FRENTE 40 ORIENTAL 16 AÑOS RADISTA- REVISTA RESISTENCIA- ORGANIZACIÓN
DE MASAS
6 MIRIAM FRENTE 7 ORIENTAL 8 AÑOS ENFERMERA
7 CARLOS FRENTE 7 ORIENTAL 16 AÑOS ORGANIZACIÓN DE MASAS
8 ROCÍO FELIPE ORIENTAL 12 AÑOS ENFERMERA
RINCÓN
9 JAZMÍN FELIPE ORIENTAL 10 AÑOS ODONTÓLOGA
RINCÓN
10 DIANA FRENTE 7 Y ORIENTAL 12 AÑOS SECRETARIA POLÍTICA/
FELIPE RADISTA/ECÓNOMA/ENFERMERA/COMANDANTE DE
RINCON ESCUADRA Y COMANDANTE DE GUERRILLA

11 MARIA FRENTE 29 OCCIDENTAL 10 AÑOS ENFERMERA/FRANCOTIRADORA/RADISTA

12 FRENTE 48 SUR 5 AÑOS GUERRILLERO DE BASE


SANTIAGO
13 JOAQUÍN FRENTE 40 ORIENTAL 17 AÑOS GUERRILLERO DE BASE

14 LUIS FRENTE 40 ORIENTAL 16 AÑOS GUERRILLERO DE BASE


162 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

15 ISABELA (SIN INFO) ORIENTAL 12 AÑOS COMANDANTE


ENTREVISTAS REALIZADAS POR EL OBSERVATORIO DE PAZ Y CONFLICTO
# 16
PSEUDÓNIMO ANDRES PARIS
FRENTE BLOQUE ORIENTAL
TIEMPO EN EL32 AÑOS EX NEGOCIADOR/
CARGOS EX JEFE DE BLOQU
MOVIMIENTO
163

1 CAMILA (4) SIN INFO SIN INFO 9 AÑOS ENFERMERA- RADISTA


2 LIZ (6) SIN INFO SIN INFO 5 AÑOS SIN INFO
3 NATALIA (7) SIN INFO SIN INFO 11 AÑOS ECÓNOMA
4 PAULA (8) SIN INFO SIN INFO 8 AÑOS RADISTA- ORGANIZACIÓN DE MASAS
5 INES (13) SIN INFO SIN INFO 12 AÑOS ORGANIZADORA DE MASAS- ECÓNOMA
6 ERIKA (18) SIN INFO SIN INFO 6 AÑOS RANCHAR- COMBATIR
7 KARLA (14) SIN INFO SIN INFO 10 AÑOS MILICIANA- FINANZAS
8 MARTHA (12) SIN INFO SIN INFO 12 AÑOS COCINAR- PAGAR- GUARDI
9 SOFIA (16) SIN INFO SIN INFO 9 AÑOS COMANDANTE POLÍTICA DE ESCUADRA
10 JUANA (22) SIN INFO SIN INFO 9 AÑOS COMUNICACIONES- CARTOGRAFÍA
11 ANGELA (19) SIN INFO SIN INFO 14 AÑOS ENFERMERA
12 IRENE (21) SIN INFO SIN INFO 14 AÑOS MILICIANA- RECEPCIONISTA- AUXILIAR DE
ENFERMERÍA
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Entrevistas
Paola Saenz. Comunicación personal. 21 de septiembre de 2016.

Mayerly arteaga. Comunicación personal. 21 de septiembre de 2016.

Isabela. Comunicación personal. 21 de septiembre de 2016.

Marta. Comunicación personal. 21 de septiembre de 2016.


172 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)

Carolina. Comunicación personal. 02 de abril de 2017.

Alejandra. Comunicación personal. 02 de abril de 2017.

Miriam. Comunicación personal. 02 de abril de 2017.

Carlos. Comunicación personal. 02 de abril de 2017.

Rocío. Comunicación personal. 25 de junio de 2017.

Jazmín. Comunicación personal. 26 de junio de 2017.

Diana. Comunicación personal. 26 de junio de 2017.

Maria. Comunicación personal. 26 de junio de 2017.

Santiago. Comunicación personal. 28 de febrero de 2016.

Joaquín. Comunicación personal. 25 de junio de 2017.

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Andres paris. Comunicación personal. 19 de noviembre de 2017.

Entrevistas tomadas del Observatorio de Paz y Conflicto-


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Liz (relato 6). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Natalia (relato 7). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Paula (relato 8). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Ines (relato 13). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Erika (relato 18). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Karla (relato 14). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Martha (relato 12). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Sofia (relato 16). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Juana (relato 22). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
173

Angela (relato 19). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

Irene (relato 21). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.

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