Director (a):
PhD. Mario Aguilera Peña
Línea de investigación:
Cultura Política
Grupo de Investigación:
Actores Armados, Conflicto y Derecho Internacional Humanitario
Agradecimientos
La finalización de este proceso de investigación es un cúmulo de dificultades convertidas
en la posibilidad de materializar este trabajo. En primera medida le doy infinitas gracias a
quienes en su momento me acompañaron y me alentaron a trasladarme a Bogotá para
estudiar esta maestría con todo y las dificultades que ello implicaba. Radicarme en esta
ciudad e iniciar una nueva etapa resultó no sólo enriquecedor en términos académicos,
sino un proceso de nuevas exploraciones y creación de un capital social invaluable que
sin dudas ha contribuido en mi crecimiento personal y profesional. Agradezco
infinitamente a las mujeres y los hombres excombatientes de las FARC que
genuinamente me compartieron sus experiencias más personales del tiempo en el que
estuvieron alzados en armas; los dos viajes a la “zona veredal” Urías Rondón en el Meta
me brindaron la oportunidad de conocer los relatos de personas maravillosas que pese al
ruido de la guerra siguen alimentando sueños y proyecciones en este proceso de
reincorporación a la vida civil.
A todas y cada una de mis amigas y amigos: a Paya y a Maga por soportar mis noches
de lectura, escritura y desvelo, a Anny, Leidy, Ximena, Lina, Julio y Ricardo por estar y
ser parte de esta travesía. Mil gracias a mis compañeros de maestría: Camilo, Daniel y
especialmente a Luis Miguel, quien con su presión, aportes y apoyo contribuyó
enormemente a que esta investigación tuviera nuevas perspectivas. Las bellas y
grandes amigas que me dejó la maestría son, sin duda, Jenny, Paola, Jeimmy y Claudia
quienes han estado durante TODO este proceso: lo hemos sufrido, gozado, reído,
padecido y por fin, terminado. Finalmente, gracias a Héctor por convertirse en amigo,
compañero, apoyo y fuente de inspiración para la culminación de este proyecto.
VII
Resumen
Abstract
The participation of women in the FARC is a phenomenon that continues to generate
multiple concerns in the academic and institutional fields, because the current process of
reincorporation requires diverse and renewed views on the subject. This research focuses
its efforts on examining whether the "equality" promoted by the FARC for men and
women belonging to its ranks also moved across the intimate and affective fields. To
determine this, it is proposed to analyze the configuration of the fariano gender regime,
reviewing two fields—the sexual division of labor and the affective sphere—in the period
from 1998 to 2016. The findings show that despite the existence of a highly hierarchized
and regulated structure, the regulatory orientations alone failed to counteract imaginary
notions derived from a patriarchal order; rather, traditional notions were recreated and
deployed more evidently in couples’ relationships and in the control of a woman’s body.
Likewise, processes of imbalance and resistance to the strict military order were found,
processes that reveal strong tensions, contradictions and power relations in the area.
Contenido
Resumen ..................................................................................................................... VII
Lista de figuras .............................................................................................................. 1
Introducción .................................................................................................................. 3
1. Mujeres insurgentes: Estado del arte y propuesta teórica ....................................... 11
1.1 Apuntes para entender la categoría de género ................................................................ 11
1.1.1 Mujeres y demandas de equidad de género en América Latina en el siglo XX .............. 15
1.1.2 Los estudios de género en relación con el conflicto armado ......................................... 19
1.2 Estudios sobre las mujeres en proyectos revolucionarios de América Latina ................... 22
1.2.1 Guerrilleras en la insurgencia colombiana ..................................................................... 28
1.2.2 Guerrilleras colombianas: tensiones y contradicciones ................................................. 31
1.3 Propuesta teórica para abordar el problema de investigación ......................................... 35
1.3.1 Control y regulaciones normativas: las FARC como una institución voraz y socializadora
................................................................................................................................................. 36
1.3.2 Feminidad insurgente: ¿régimen de género en las Farc? ............................................... 40
2. “No hay revolución sin la participación de la mujer”: división del trabajo, roles y
consideraciones de género .......................................................................................... 45
2.1 Mirada a la participación de las mujeres en las FARC: un recorrido desde 1964 hasta 2016
............................................................................................................................................. 45
2.1.1 Primer momento: De acompañantes a combatientes (1964- 1982) ............................. 46
2.1.2 Segundo momento: Incremento, visibilización y oficios diversificados (1982- 1998) .... 51
2.1.3 Tercer momento: Negociaciones de paz y auto crítica de las mujeres de las FARC (1998-
2016) ....................................................................................................................................... 56
2.2 Extracción social y motivaciones de ingreso de mujeres farianas ..................................... 63
2.2.1 Reclutamiento y motivaciones de las guerrilleras para ingresar al movimiento armado
................................................................................................................................................. 68
2.3 División sexual del trabajo y roles de las mujeres farianas .............................................. 81
2.3.1 Roles políticos ................................................................................................................. 89
2.3.2 Roles militares ................................................................................................................ 94
2.3.3 Roles operativos ........................................................................................................... 102
3. “El amor está en un segundo plano”: Intimidad y relaciones de pareja en las FARC111
3.1 “Lo primero es el movimiento”: cuerpo, corporalidades y generalidades en torno a la
intimidad fariana ................................................................................................................ 112
3.1.1 La incompatibilidad de la militancia con el amor: características de las relaciones de
pareja en las FARC ................................................................................................................. 114
3.2 La intimidad bajo control: regulación de la vida íntima ................................................. 122
X Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
3.3 Desajustes y resistencias al orden disciplinario en las relaciones íntimas ...................... 141
3.3.1 Desajustes al orden disciplinario: privilegios, violaciones al derecho a la igualdad y
abusos de poder .................................................................................................................... 142
3.3.2 Resistencias e “insolencias”: discursos ocultos en medio del conflicto armado .......... 150
Lista de figuras
Las investigaciones sobre el conflicto armado colombiano han centrado sus análisis en
las perspectivas macro-estructurales que privilegian comprensiones sobre aspectos
económicos, estratégico- militares y político- ideológicos de los grupos armados1. Pese a
la amplia literatura que se encuentra al respecto hay un desbalance en torno a estudios
que indaguen, desde una óptica micro- social, las relaciones cotidianas entre hombres y
mujeres al interior de las organizaciones revolucionarias, sus procesos de socialización y
las relaciones de género y de poder que allí se configuran (Medina, 2009).
Hasta antes de la década del noventa, existían pocas referencias sobre estudios de
mujeres como partícipes de movimientos armados, sin embargo, se puede notar que la
firma del acuerdo de paz de finales del siglo pasado con algunas insurgencias permitió
visibilizar un fenómeno poco observado hasta ese momento: la implicación activa de un
alto número de mujeres guerrilleras en diferentes organizaciones revolucionarias2. Desde
ahí, se evidencia un esfuerzo cada vez más creciente por conocer sus formas de
participación en los movimientos insurgentes; se ha llamado la atención sobre los roles
desempeñados por ellas, su influencia en términos políticos así como las renuncias y las
transgresiones que por ser “mujeres” ha implicado su militancia (Sánchez, 1994; Toro,
1994; Lelièvre, et al., 2004; Castrillón, 2014). Esa visibilización del tema coincidió
además con el crecimiento exponencial de las agendas investigativas en asuntos de
género así como con agendas políticas que intentaban modernizar las instituciones y el
papel de las mujeres en la sociedad. Por demás, el estudio de las mujeres en
movimientos armados también sería de interés para complejizar su presencia en lugares
con una connotación altamente masculinizada y develar los patrones de relación que se
cimentaban entre hombres y mujeres en esos grupos.
1
Durante ésta investigación se tomarán de similar forma los términos: organización armada,
grupo/movimiento/actor armado, insurgencia, movimientos insurgentes.
2
Esto se profundizará mejor en el primer capítulo de esta investigación.
4 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
3
Los informes gubernamentales y versiones de la misma organización armada coincidían en que
al menos conformaban un 30 o 40 por ciento del movimiento (Lara, 2000; Castrillón, 2015).
4
Centro de Estudios sobre Conflicto, Violencia y Convivencia Social. Este grupo de investigación
está adscrito a la Universidad de Caldas.
Capítulo 1 5
laboral con mujeres en la Secretaría Distrital de Integración Social entre 2013 y 2014 y la
aproximación al enfoque de género como perspectiva de análisis ampliarían el espectro y
los intereses investigativos que se trasladarían al presente trabajo en el marco de la
maestría en Estudios Políticos.
Las preguntas iniciales que preceden esta investigación giran en torno a conocer cuáles
fueron los roles que desempeñaron las mujeres en esa insurgencia y cómo se configuró
la vida afectiva de ellas durante el tiempo que hicieron parte de esa estructura. No
obstante, el permanente rastreo sobre el tema conllevó a una pregunta aún más amplia
que contiene a éstas dos: ¿los intentos de las FARC por lograr un espacio de igualdad
entre hombres y mujeres alcanzaron a repercutir en el ámbito afectivo o íntimo?. Ante tal
cuestionamiento, se propone que a pesar de que el grupo armado se configuró como una
institución disciplinaria en la cual las orientaciones debían acatarse siguiendo las reglas y
las disposiciones reglamentarias, ello por sí mismo no garantizó que se superaran las
barreras dicotómicas de género ni que se derribaran los imaginarios que reproducen el
orden patriarcal vigente; por el contrario, es en las relaciones afectivas donde parecen
reproducirse con más fuerza las consideraciones tradicionales.
Desde los postulados de Connell (1987; 2002; 2013), todas las instituciones se
encuentran provistas de relaciones de género, lo que la autora llama regímenes de
género. Adicionalmente y como punto clave, sugiere que toda estructura institucional
posee unos componentes sobre los que descansan las relaciones entre hombres y
mujeres: división sexual del trabajo, relaciones emocionales y relaciones de poder. En
ese sentido, se propone aquí analizar cómo se configuró el régimen de género en las
FARC en el periodo que va de 1998 al 20165. Para ello se reconstruyeron los dos
primeros campos planteados por Connell para demostrar que si bien la organización
5
La elección de los años de estudio obedece a que, a partir de 1998 se daría una fuerte
visibilización de su participación en las filas, se exaltaría el discurso de “igualdad” promulgado
desde años atrás en sus documentos reglamentarios y, finalmente, varias de las entrevistas
realizadas corresponden a guerrilleras que ingresaron durante el lapso propuesto. Se recalca que
pese a que se toma como referencia el 2016 dentro del margen de tiempo estudiado, el interés y
el alcance de la investigación tienen un énfasis especial en la vida guerrillera en tiempos de
confrontación armada. Más bien, lo que se advierte con las negociaciones entre las FARC y el
gobierno es el comienzo de una reconfiguración de la organización en términos de lo que un
periodo de pos acuerdo podría significar para proyectos de vida personales, familiares y de pareja.
6 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
fariana como institución hizo esfuerzos por promulgar la igualdad desde las funciones y
los roles, es en lo afectivo donde se reflejan con más fuerza las relaciones patriarcales.
Desde hace algunas décadas las FARC han enarbolado un discurso que reza igualdad6
en deberes y derechos para todos sus integrantes, así como libertad y respeto hacia las
mujeres al interior de sus filas. Sin embargo, indagar e ir más allá de los elementos
discursivos que la misma organización ha promovido permitiría generar un panorama
más amplio sobre cómo se constituyeron las relaciones género en una institución que se
caracteriza por ser voraz disciplinaria y vertical, pues desde sus inicios se erigió como
una organización político-militar con una estructura de mando jerárquica que busca que
todas las personas vinculadas den estricto cumplimiento a sus directrices. El concepto de
instituciones voraces (Coser, 1978) brinda elementos para analizar cómo los integrantes
de una organización particular orientan todas sus energías a las demandas de lealtad del
grupo y cómo mediante las regulaciones normativas se controlan todas las acciones de
sus miembros, lo que incluye no sólo la vida militar sino también la vida intima y personal
de cada combatiente. Cabe advertir que a pesar de que ésta investigación centre su
mirada en las mujeres guerrilleras, el presente estudio abarca también información sobre
los hombres, intentando superar la mirada de que los estudios de género remiten
únicamente a experiencias de mujeres. En otras palabras, los estudios sobre las mujeres
implican necesariamente a los hombres (Scott, 1996).
6
Esto se ampliará con más detalle desde el segundo capítulo.
7
Se hace la precisión de que, pese a que la investigación se centra en el periodo 1998-2016 se
exploran aspectos bibliográficos de carácter histórico que dan luces para comprender cómo se ha
transformado esta guerrilla en relación con la participación de mujeres farianas.
Capítulo 1 7
Hombres y mujeres ex integrantes de las FARC han coincidido en que sus jóvenes
luchas en relación con el género son aún inconclusas, han identificado relaciones de
poder desiguales que se mantienen y que tienen asidero, especialmente, en imaginarios
que legitiman unas masculinidades hegemónicas y dominantes (Connell, 1997). Tal
escenario cobra relevancia justo en el actual momento en el se implementa el acuerdo de
finalización del conflicto armado, pues es en la actualidad donde se re definen nuevas
interpretaciones relacionales fuera de una estructura armada normativa y que regulaba la
vida social, militar y política de sus miembros. De otra forma, si para algunas mujeres
pertenecer a la organización fariana fue la posibilidad de encontrar un lugar de igualdad
¿será posible un retroceso en esa materia?. Para evitar que eso pase no sólo es
importante fijar la mirada hacia el futuro, tomando como referencia la resolución 1325 del
año 2000 promulgada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que insta a
que los acuerdos de paz contemplen el enfoque de género tanto en el desarrollo de las
negociaciones de paz como en su implementación, sino que también es necesario mirar
en retrospectiva y develar cuáles fueron los elementos que permitieron que las mujeres
experimentaran su paso por las FARC como una ganancia de autonomía y
empoderamiento, sin perder de vista las rupturas y contradicciones que allí vivieron en la
relación con sus pares.
Esta tesis propone que el régimen de género fariano estuvo conformado por dos ámbitos;
por un lado, las relaciones de producción o división sexual del trabajo representado en
roles militares, políticos y asistenciales que debían ser cumplidos por hombres y mujeres
sin distinción de raza, clase o género, con las contradicciones y arreglos internos que se
generaron en esta materia. Por otro lado, estuvo integrado por un escenario íntimo y
plagado de emociones donde se reinstalaron consideraciones tradicionales más difíciles
de combatir, como las relaciones heteronormativas o la violencia de pareja. En ambos
8 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Por el contrario, sí se busca desarrollar un análisis que permita entender cómo una
insurgencia como las FARC irrumpió y transgredió algunas consideraciones de la
sociedad tradicional, pero cómo también reprodujo otras igualmente importantes en la
vida de hombres y mujeres y que, en el caso de éstas últimas son elementales para su
posterior reincorporación a la vida civil, en aras de que no se repita la percepción de lo
que Barth y Hauge denominaron “la paz como decepción y la reintegración a la cocina”
(como se citó en Dietrich, 2014, p.88), y como lo han relatado otras mujeres en procesos
de reintegración. Se trata precisamente de aportar una reflexión que contribuya a
comprender cómo desde las practicas afectivas e íntimas en la guerrilla se reeditaron
relaciones de poder desiguales que iban en coherencia con discursos hegemónicos y
que se enlazaron con el mismo orden de género que intentaron combatir. Se pretende
entonces, incomodar los discursos que ponen lo político y la política en la esfera pública
y dejan lo privado o íntimo como una realidad etérea y poco importante para los análisis
sobre el conflicto.
Capítulo 1 9
Hay que mencionar que esta investigación revistió diferentes dificultades metodológicas
desde sus inicios, especialmente por el acceso a las fuentes primarias. El panorama
cambió parcialmente cuando en el 2015, el Observatorio de Paz y Conflicto (OPC) de la
Universidad Nacional publicó la transcripción de alrededor de 15 entrevistas realizadas a
mujeres que pertenecieron a las FARC y se desmovilizaron, acogiéndose a la entonces
Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR)8. De estas entrevistas se
sistematizaron 12, tomando como criterio la permanencia de al menos 5 años en esa
insurgencia y recogiendo elementos que brindaran luces sobre motivos de ingreso, roles
y funciones, igualdad al interior de la estructura armada, disciplina guerrillera, vida en
pareja, percepciones sobre familia y anticonpeción/aborto.
De otro lado, ante la necesidad de ampliar la mirada con otras mujeres farianas, se
realizaron tres entrevistas en el marco de la décima conferencia guerrillera, llevada a
cabo en los Llanos del Yarí9. Asimismo, durante el año 2017 se hicieron dos viajes a la
Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN)10 -Urías Rondón- ubicada en el
departamento del Meta. Allí se llevaron a cabo ocho entrevistas semi-estructuradas11 a
mujeres y tres a hombres, en las cuales se indagó por el papel de las mujeres en la
organización, los imaginarios frente a la participación de ellas en la estructura armada y
cómo fueron las vivencias afectivas de pareja entre combatientes durante tiempos de
confrontación armada. Finalmente, se entrevistaron a dos hombres en la ciudad de
Bogotá, uno de ellos, guerrillero de base, otro, fue comandante de Bloque y perteneció a
8
Estas entrevistas fueron realizadas por el OPC en el marco de la investigación ‘Mujeres
excombatientes: identificación de experiencias significativas de reintegración para aportar a la
creación de política pública”, con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la ACR.
Para efectos de este trabajo, a cada relato se le otorgó un nombre para diferenciarlo. Se
considera relevante mencionar que las entrevistas no revelan la distribución por bloques.
9
Estas entrevistas fueron producto de la solidaridad de un compañero de la maestría, a quien
agradezco profundamente su realización.
10
Actualmente se denominan Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).
11
Este tipo de entrevistas se inscriben en el marco de las técnicas etnográficas como fuente de
recolección de datos, estas, son una forma de conocimiento que se aproximan a la comprensión
de los fenómenos sociales donde son los mismos sujetos, agentes o actores sociales quienes dan
sentido a lo que piensan, dicen y hacen respecto de la realidad en la que se ubican (Guber, 2001).
Cabe destacar que no solamente se hizo uso de la entrevista semi-estructurada, para la cual se
desarrolló una guía de preguntas orientadoras, sino que se utilizó también la observación
participante como manera de ampliar la mirada sobre la vida cotidiana y las formas relacionales
de los actores involucrados. Los nombres de las personas entrevistadas fueron cambiados para
evitar posibles señalamientos.
10 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Es importante recalcar que durante la visita a la ZVTN fue posible acceder a algunos
documentos de reconstrucción histórica del movimiento, elaborados por la misma
organización y que contienen algunos principios normativos desarrollados durante las
conferencias guerrilleras. Adicionalmente, se hizo revisión de una serie de estudios
académicos sobre las FARC y sobre experiencias de otras organizaciones armadas que
contienen historias de vida, crónicas, biografías y discusiones que aportaron
enormemente a la comprensión del tema aquí planteado.
Para responder a los propósitos enunciados, éste estudio se divide en tres capítulos. En
el primero se hace una breve contextualización de las mujeres en América Latina y se
estudian los antecedentes sobre su participación en algunos proyectos insurgentes de
centro y Sur América. Asimismo se retoman los elementos teórico conceptuales que
iluminarán el desarrollo de éste trabajo. El segundo capítulo se compone de tres
apartados: se plantea una periodización de la participación de las mujeres en las FARC,
con el ánimo de comprender cómo se ha transformado su papel al interior de esa
organización; luego, se explora su extracción social, las motivaciones y las circunstancias
de su ingreso, entendido éste como un proceso antecedido por una serie de factores
económicos, sociales, políticos y personales. Finalmente, se realiza un análisis de los
roles en los que se desempeñaron las mujeres, los cuales fueron divididos en políticos,
militares y operativos, aquí se analizan aspectos sobre la normatividad guerrillera y se
revisan concepciones e imaginarios. El tercer capítulo revisa las relaciones íntimas y de
pareja que vivieron guerrilleras y guerrilleros mientras estuvieron alzados en armas. Las
regulaciones corporales, los dispositivos disciplinarios y las tensiones que se daban en
éste ámbito son fundamentales para comprender que el régimen fariano tuvo unas
particularidades propias de un orden militar y voraz.
12
En el anexo 1 se muestra una radiografía de las personas que participaron en éste estudio.
Capítulo 1 11
Ambos aspectos contribuyen a apuntalar la base para entender que allí se instituyó un
régimen de género particular, basado en un cuerpo normativo con una lógica donde el
movimiento armado era lo más importante de la vida de sus combatientes, con la
consecuente interacción de hombres y mujeres en un espacio que históricamente se ha
configurado como masculino.
Las reflexiones sobre los significados y diferenciaciones de los conceptos sexo y género
encuentran su origen principalmente en la antropología y la filosofía. La literatura muestra
una tendencia mayoritaria en la que hay consenso en comprender el género como un
conjunto de características construidas social, cultural y simbólicamente con base en la
asignación biológica al nacer. Cuando se habla de sexo, en cambio, se hace referencia a
los componentes anatómicos y fisonómicos del ser humano; es decir, se nace macho,
hembra o intersexual (mal llamado en el pasado como hermafrodita). En suma, como lo
advierte el clásico estudio de Gayle Rubin (como se citó en Lamas, 1996), la teoría
sexo/género “es el conjunto de disposiciones mediante las cuales una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana” (p.14), lo que,
además, se encuentra mediado por la interacción de instituciones religiosas, económicas,
políticas y sociales.
Fuente: Truñó, Maria. No sólo víctimas: mujeres en el lugar social de víctima y relaciones
de género. 2007.
Según Martínez, Barberá y Pastor (como se citó en Ibarra (2009), la diferencia entre
hombres y mujeres, se ha basado desde tiempos inmemorables en atributos, actitudes y
conductas que constituyen modos específicos del comportamiento “masculino” y
“femenino” y que han sido sometidos a una jerarquía de género, ajustada en muchas
ocasiones a la reproducción de mitos que infravaloran lo femenino, mientras mantienen
en alta consideración los atributos masculinos. La base de esta jerarquía se encuentra en
la dicotomía instinto/razón, subjetivo/objetivo, inferior/superior o naturaleza/cultura que
aparece como un sistema de pensamiento de la mayoría de las culturas que utilizan el
criterio biológico como base de atribución del género, a pesar de que los contenidos del
ámbito de lo masculino y lo femenino no sean universales (p. 31).
Un momento importante que marca un deslinde radical en la división sexual del trabajo
es la aparición de la sociedad moderna. El espacio social que había sido relativamente
uniforme en la sociedad feudal se dividió en dos ámbitos claramente diferenciados; lo
público y lo privado. El primero tenía una connotación particularmente masculina
asociada al desarrollo de la política y la cultura; por el contrario, el mundo privado
adquirió una característica específica: la reproducción humana y el mantenimiento del
hogar. El mundo público se hizo masculino y el privado femenino; hombres y mujeres
dejaron de compartir la vida social, económica y cultural para especializarse en tareas
diferentes que generaban intereses y valores distintos (Astelarra, 1986). Con ello,
vendrían también nuevas formas de control patriarcal13 caracterizadas por un claro
predominio de los hombres en los dos ámbitos mencionados.
En palabras de Wills (2005), la exclusión en razón del sexo no fue un hecho exclusivo de
algunos países, sino que se constituyó en un rasgo de todas las democracias modernas.
En América Latina, Norteamérica y Europa las comunidades se erigieron sobre la base
de fronteras de inclusión y exclusión fundadas en criterios de clase, raza, sexo,
generación, opción sexual y nivel educativo. De manera extendida, las mujeres de
Occidente no fueron consideradas aptas para la vida pública, se asemejaron como
menores de edad, dependientes e incapaces de tomar decisiones por sí mismas. No
obstante, durante el siglo pasado se registraron cambios importantes en América Latina
que aportaron un terreno propicio para que las mujeres llegaran a conquistar escenarios
13
Para Palacio y Valencia (2001) el patriarcado es una realidad histórica, social y cultural que se
relaciona con toda una organización social basada en el poder del padre; define una lógica de
relación entre los sujetos, en la cual se asume el sentido de la diferencia como desigualdad y
justificación de la dominación, y la complementariedad como la compensación de la incompletud,
además establece unos dispositivos de control y regulación en la construcción de las identidades
que se proponen garantizar la reproducción del orden sociocultural (p.42).
16 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
A eso se sumaban las crecientes problemáticas devenidas del dominio excluyente de las
élites, el desarrollo económico irregular, los rápidos cambios sociales y en algunos
países la inmigración a gran escala que hizo que el liberalismo de las primeras décadas
del siglo XX sufriera tensiones que aumentaban el descontento social por la dinámica de
exclusión que se generaba entre los sectores privilegiados y aquellos con menos
posibilidades. Bajo ese sistema, los sindicatos, los profesionales, las clases sociales
emergentes y los movimientos de mujeres plantearon demandas de reforma a los
gobiernos, en aras de reclamar derechos políticos, y de impugnar y en cierto modo
redefinir la relación entre el Estado y la sociedad.
Pese a que el sistema político liberal de principios del siglo XX intentó mantener un
discurso de igualdad y democracia, en realidad reprodujo los imaginarios existentes en la
sociedad sobre una supuesta carencia de racionalidad, debilidad e impulsividad de las
mujeres; consideraciones que pusieron en entredicho la posibilidad de ser tratadas en pie
de igualdad con los hombres y que terminaron por dejarlas “fuera de la ciudadanía”
(Molyneux, 2003; Luna, 2003). En tal sentido, las primeras exigencias femeninas de
inicios del siglo pasado estuvieron precedidas por el interés de lograr el reconocimiento
de la ciudadanía, por lo que entre los aspectos que se discutían eran el derecho al
sufragio14, el acceso a la educación superior, la equidad económica, los derechos
patrimoniales, y la injerencia en la vida pública, lo que incluía la posibilidad de llegar a
cargos de poder y decisión.
14
Se presenta lo que se denomina como “movimiento feminista de primera ola”, nace como
respuesta a la exclusión de mujeres de los derechos de ciudadanos, civiles y políticos, que
reconocieron a los hombres en los sistemas liberales latinoamericanos y dejaron a las mujeres por
fuera de la condición política. Son más conocidos como movimientos sufragistas.
15
Con el matrimonio, las mujeres adquirían la condición de “incapaces”. La propiedad era
inaccesible para las mujeres casadas, el imperio de la “potestad marital” dejaba la administración
Capítulo 1 17
potestad de decidir sobre la propiedad y las asignaciones salariales (Wills M. E., 2005).
Por su parte, la obtención del derecho al voto no tuvo una secuencialidad ni siguió un
patrón de evolución continental, regional ni mundial en su aprobación. Por ejemplo, una
de las características que llama la atención es que no existe una correlación directa entre
el desarrollo económico y educativo de un país con la incorporación temprana de las
mujeres a la ciudadanía política. De hecho, algunas estudiosas del tema consideran que
el derecho al voto fue concedido a las mujeres sobre bases que tenían poca relación con
los ideales feministas y que más bien, en algunos países latinoamericanos, la obtención
final del voto estuvo más relacionada con el mantenimiento de algunos regímenes
populistas como el peronismo, el cardenismo o el varguismo que con el reconocimiento
de las razones políticas que sustentaban las reivindicaciones de los movimientos
sufragistas (Jaquette, 1994; Luna, 1994; Wills M.E., 2005).
A pesar de los pocos avances legislativos y de la poca tradición democrática liberal del
Ecuador durante las primeras décadas del siglo anterior, ese fue el primer país en otorgar
la ciudadanía política a las mujeres en 1929, le siguieron Uruguay, Brasil y Cuba a
principios de los años treinta. Argentina y Chile que contaban con mayores tasas de
alfabetismo e ingresos per cápita abrieron la posibilidad del sufragio femenino hasta
después de la segunda guerra mundial. Por su parte, Colombia, Perú y México se ubican
entre los últimos países que aprobaron tal derecho en la década de los cincuenta. Cabe
anotar que en Colombia, el sufragio de las mujeres se logró en medio de la Asamblea
Nacional Constituyente (ANAC), un intento de reforma constitucional promovida por el
General Rojas durante su gobierno militar-populista en agosto de 1954 (Wills, M.E.,
2005).
de todos los bienes en cabeza del marido. Ellas no podía comprar, vender ni tranzar nada sin la
autorización del esposo.
18 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
16
Eva Perón manifestó: “El problema de la mujer es siempre en todas partes el hondo y
fundamental problema del hogar. Es su gran destino. Su irremediable destino… Me siento como
ellas, al frente de un hogar, mucho más grande es cierto que el que ellas han creado, pero al fin
de cuentas hogar; el gran hogar venturoso de esta patria mía que conduce Perón hacia sus más
altos destinos” (Luna, 1994, p.253).
17
En diferentes países de América Latina se instituyeron políticas publicas desde los sesenta que
apelaban a la diferencia sexual y a las habilidades maternales del género femenino para limitar su
intervención política al cuidado de niños y niñas, algunas mujeres incluso exigían su derecho a
participar en programas del Estado desde su condición de madres. Ejemplo de ello son los Clubes
de Madres en Perú, Bolivia y Brasil, y en Colombia, el programa estatal de Madres Comunitarias
en los cuales se incorporan diferentes mujeres, especialmente de sectores populares.
18
Se considera que desde esta década se gestó el “movimiento feminista de segunda ola”,
alentado especialmente por las democracias desiguales, los regímenes autoritarios, el
cuestionamiento de las definiciones de la diferencia femenina que ubican a las mujeres
exclusivamente en destinos como la maternidad y la crianza de los hijos, despojándolas de las
capacidades de decidir sobre su cuerpo y su vida.
Capítulo 1 19
las diferencias sexuales, así mismo, las transiciones democráticas permitieron reconocer
que las regulaciones sobre el cuerpo femenino tiene implicaciones de salud pública,
autonomía, identidad y derechos ciudadanos; el debate sobre el cuerpo adquiere
entonces estatus político, y las mujeres reivindican su derecho a tener voz y voto sobre
las políticas concernientes a su salud y a sus derechos reproductivos (Wills, M.E., 2005).
En diferentes países del cono sur las luchas de las mujeres han traído consigo la
emergencia de diversos movimientos y diferentes expresiones reivindicativas que han
sido escuchadas a lo largo del continente con la posibilidad de cambio que ello ha traído
en la redefinición de las relaciones con el Estado y su posicionamiento desde la vida
pública en la sociedad. Las construcciones de ciudadanía de las mujeres no son lineales
ni completamente armoniosas, más bien, todas sus expresiones ciudadanas son
diversas. Hubo quienes se involucraron en asuntos políticos desde instancias de
participación gubernamental, en procesos organizativos contra la guerra, en partidos
políticos y también quienes ingresaron paulatinamente hacia los movimientos armados
que se conformaban en los distintos países de la región. Ello se ampliará más adelante
en este mismo capítulo.
De otra parte, una postura construccionista argumenta que el género y las identidades de
género son construcciones sociales y no predeterminaciones biológicas. Allí pueden
tener acogida las posturas feministas posmodernas que cuestionan los argumentos
esencialistas e introducen un análisis más contextual y social. Al respecto, Hortensia
Moreno20 señala que ésta perspectiva “ve el género en sí mismo, y los roles de género
en la guerra, como fenómenos fluidos, contextuales y arbitrarios. El género configura la
forma en que tanto hombres como mujeres entienden sus experiencias y acciones
respecto de la guerra” (Moreno, 2002, p. 78).
De las dos posturas anteriormente señaladas, éste trabajo se identifica con la perspectiva
construccionista, que permite realizar análisis centrados en el contexto en que se
desarrollan los conflictos armados, entendiendo que el devenir hombre-mujer/ femenino-
masculino se configura en el entramado de las relaciones sociales particulares y no de
manera biológica y binaria como se plantea desde una postura tradicional. No obstante,
19
Un análisis más detallado de las corrientes y posturas feministas en la guerra se puede
encontrar en: Jennyfer Vanegas, “¡A mucho honor guerrillera!”: un análisis sobre la vida de las
mujeres guerrilleras en Colombia” (Tesis de maestría en Estudios de Género). Repositorio
Universidad Nacional de Colombia, 2017.
20
Hortensia Moreno retoma a Joshua Goldstein para indicar las teorías feministas de la guerra en
tres principales grupos: el feminismo liberal, el feminismo de la diferencia y el feminismo
posmoderno.
Capítulo 1 21
los intentos por comprender las relaciones de género en el marco de los conflictos
armados entraña la visibilización de un elemento que para Joan Scott (1996) es
fundamental en las formas cómo se define dicho concepto y las interacciones que se
derivan a partir de éste. Para la autora, el género es una forma primaria de relaciones
significantes de poder, incluso, afirma que es el campo primario donde se articula el
poder (p. 292). Los análisis temáticos desde este enfoque relacional permiten evidenciar
los imaginarios hegemónicos, los desequilibrios en las estructuras sociales y las prácticas
generizadas existentes en periodos previos a los conflictos armados y en los momentos
en que estos se exacerban (Ibarra, 2009; Vélez, 2008).
Los grupos armados crean unas formas particulares de inscribirse e insertarse en los
territorios, y esas formas de incursionar en el universo social están signadas por
relaciones donde se articulan el género y el poder, se negocian permanentemente
interacciones entre la sociedad civil y combatientes, así como entre quienes integran los
grupos de guerrilla. En el escenario armado la dimensión del poder debe ser
necesariamente incluida, pues, “en cualquier sociedad múltiples relaciones de poder
atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no
pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación,
una circulación, un funcionamiento de los discursos” (Castellanos G. , 2006, p. 23).
Luego de la década del sesenta, América Latina presenció un escenario propicio para la
creación de movimientos insurgentes tras el influjo de corrientes socialistas y comunistas
que brindaban ejemplos de experiencias exitosas de revolución en China, Cuba y la
Unión Soviética. En los tres casos, los postulados marxistas leninistas alumbraron la
lucha revolucionaria y de clases, lo que impactó también las tendencias de pensamiento
que en adelante se tendrían en los proyectos revolucionarios de América Latina, con las
diferencias y distanciamientos ideológicos que ello implicaba21. En los países
latinoamericanos donde se generó un contexto de revolución, los proyectos políticos se
alimentaron de ideales de izquierda que, en su mayoría, si no en su totalidad, giraron
alrededor de la consideración de que las vías políticas y electorales estaban cerradas
para generar transformaciones estructurales22, lo que terminó desencadenando
confrontaciones armadas como una vía válida para la reivindicación de sus luchas y
pugnas contra el establecimiento, al cual tildaban de oligárquico y opresor de los grupos
sociales minoritarios. Así mismo, la violencia ejercida por el propio Estado como en el
21
Entre la década del cincuenta y sesenta se presentó una crisis de relaciones entre la República
Popular China y la Unión Soviética por la interpretación del marxismo leninismo. Los primeros
acusaban a algunas fracciones de dirigentes de la URSS de “revisionistas” y de “coexistencia
pacífica” con las potencias imperialistas, mientras los pro-maoístas promovían la revolución y la
lucha armada de forma radical como vía única contra las fuerzas capitalistas. Lo anterior tuvo
impacto en los sectores políticos de izquierda en América Latina que se veían inclinados hacia
una u otra tendencia internacional. Para ampliar, ver “la influencia del pensamiento de Mao en
América Latina” de Marisela Connelly, s.f.
22
En Cuba, por ejemplo, Batista se instaló en el poder como dictador tras el golpe de Estado
producido en 1952. Este hecho daba la percepción de que las vías electorales y políticas estaban
cerradas para la sociedad y los partidos políticos. En ese contexto, las facultades presidenciales
se ampliaron, de acuerdo con las necesidades del nuevo régimen: se suprimió el sistema electoral
vigente y las elecciones por tiempo indefinido; se anuló la autonomía de los gobiernos locales,
provinciales y municipales, y se concentraron todos los poderes en una sola persona. Acto
seguido surgirían diversas expresiones de rechazo lideradas especialmente por organizaciones
estudiantiles y algunos partidos políticos de izquierda (López, Mencía, Álvarez, 2012).
Capítulo 1 23
23
“Entre otros movimientos insurgentes en América Latina se pueden señalar los siguientes:
Movimiento de Yon Sosa y FAR, MP13 y Fuerzas Armadas Rebeldes en Guatemala; Frente
Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, en Nicaragua; Frente Farabundo Martí de Liberación
Nacional, FMLN. Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, y Fuerzas Populares de Liberación,
FPL, en el Salvador; Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP, Movimiento 19
de abril, M-19, Ejército de Liberación Nacional, ELN, Ejército Popular de Liberación Nacional, EPL,
Movimiento Revolucionario Quintín Lame, MRQL, en Colombia; Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional, FALN, en Venezuela; Alfaro Vive en Ecuador; Movimiento revolucionario Tupac Amaruc,
MRTA, y Sendero Luminoso en Perú; Tupamaros en Uruguay; Ejército Revolucionario del Pueblo,
ERP y Montoneros en Argentina” (Ibarra, 2009, p. 86)
24
Del Marxismo se retoma la premisa de que el socialismo era el punto de llegada, que las
condiciones objetivas estaban dadas y que sólo hacía falta el factor subjetivo: la construcción de
la vanguardia. La Teología de la Liberación interpreta los textos bíblicos a la luz de la opción por
los pobres. Sus mayores aportes se logran en la década del sesenta y setenta en las
Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Su vocación de construir el Reino de Dios coincidía
con la lucha revolucionaria. Finalmente, del guevarismo se retoman elementos de la estrategia
para la toma del poder político y la convicción de que en el ‘revolucionario’ se materializan los
ideales del “Nuevo Hombre” (Vázquez, Ibañez, & Murguialday, 1996. P.61). Entre los principales
aportes del maoísmo figuran la apropiación del modelo de Guerra Popular Prolongada (GPP) y la
estrategia de guerra de guerrillas que si bien no se aplicó en todos los contextos y situaciones
políticas, sí fue acogida por movimientos rebeldes en Perú y Colombia.
24 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Las mujeres seguirían fielmente los planteamientos de las corrientes ideológicas de los
grupos armados a los cuales estaban vinculadas y adoptarían la lucha política a través
de las armas. No obstante, esas corrientes de pensamiento sufrieron más tarde
profundos cuestionamientos por parte de las mismas mujeres para quienes las
discusiones sobre las necesidades y reivindicaciones propias de su género no fueron
posibles en medio de la lucha exclusiva por la toma del poder. Para Vázquez, Ibáñez y
Murguialday (1996) por ejemplo, el marxismo como elemento teórico de las guerrillas
Capítulo 1 25
En este mismo sentido, ponen de relieve una interpretación que se lee como crítica al
movimiento insurgente de El Salvador, pues expresan que pese a que la utopía
revolucionaria no contemplaba asuntos relacionados con las inquietudes de las mujeres y
sus necesidades, sí se intentó proyectar desde la misma organización una idea de
igualdad al interior de los núcleos revolucionarios donde, en función de una identidad
colectiva y homogénea, se decretaban superadas todas las diferencias, lo cual empañó
las posibilidades de estimar la importancia de realizar análisis sobre las situaciones de
desigual distribución del poder entre hombres y mujeres al interior de ese grupo armado.
Finalmente, entre sus críticas se encuentra un elemento discursivo relacionado con la
forma de nombrar a quienes hacían parte de la revolución como “nuevos hombres”25 o
como “revolucionarios”; para ellas, limitar el lenguaje al género masculino era una
generalización que suprimía las diferencias entre hombres y mujeres insurgentes que
tomaba relevancia en la medida en que, además, esa exclusión se hacía evidente en la
creación de líneas políticas excluyentes de la representación y la voz femenina.
De la misma manera, Binford plantea que a pesar de que las mujeres representaran el
30% de las filas guerrilleras, los esfuerzos del FMLN y sus diferentes fracciones
tuvieron una preocupación mínima en los asuntos relacionados con la superación de
25
Al respecto Kampwirth advierte que “muchos de esos nuevos hombres no fueron hombres.
Miles de ellas, especialmente en la segunda mitad del siglo, fueron mujeres” (2002)
26 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
las representaciones de género previas a la guerra (2000). En ese sentido, sus tareas
y funciones giraron alrededor del trabajo como radio operadoras, cocineras,
enfermeras, secretarias y otras actividades consideradas como de “tradición
femenina”; aquellas que lograban demostrar preparación política y resistencia militar
“se ganaban el respeto de los hombres”. Además del arraigado sexismo de muchos
líderes y combatientes, Binford (2000) indica que los temas conducentes a formular
políticas de equidad en términos de género para todos los miembros del movimiento
no prosperaron por el temor a que esas cuestiones pudieran “generar disenso interno,
bajar la moral masculina y afectar la determinación para combatir. (…) Cuestionar el
machismo en sus formas más virulentas simplemente les parecía una cuestión
demasiado conflictiva” (p. 1.185). Los asuntos relacionados con la sexualidad eran
más complejos aún, en diversas ocasiones ellas eran invitadas a compartir su
intimidad con sus compañeros de lucha, no obstante, primaba una visión judeo
cristiana que generaba mensajes contradictorios: por un lado se exigía cumplir
cabalmente los comportamientos de recato y control sexual, a la vez que alentaban a
las mujeres a satisfacer las peticiones intimas de sus compañeros e incluso sus
necesidades mismas (Vázquez et al., 1996; Binford, 2000; Rayas, 2009).
En el caso del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), las mujeres
tuvieron una alta representatividad en los cargos de dirección del partido. González y
Maldonado (2017) afirman que ellas representaron al menos un 50% del comité central26,
con una peculiaridad: en su mayoría, eran las compañeras sentimentales de los
cabecillas hombres. La estructuración del PCP-SL se basaba en los vínculos afectivos
(filiales o conyugales), con lo que intentaban preservar la unidad, prevenir posibles
escapes y establecer vínculos de lealtad política. Ahora bien, pese que las mujeres
tuvieron una significativa participación en la militancia y en el poder, también hay
evidencias de un quiebre en el discurso instaurado por el mismo movimiento que las
convenció de que ahí se suprimirían las situaciones de opresión de la sociedad que
dejaban al margen. Por el contrario, allí se reprodujeron situaciones propias de la
concepción de una feminidad tradicional; se mantuvieron los roles derivados de la
división sexual del trabajo convencional y en los cargos de poder no existía la misma
26
Sendero Luminoso ha declarado que al menos el 40 por ciento de sus militantes fueron
mujeres. Para ampliar información puede verse el texto “Grabado en piedra: Las mujeres de
Sendero Luminoso”. Kirk, 1993.
Capítulo 1 27
legitimidad si las orientaciones eran dadas por mujeres, tal como se evidencia en el
siguiente relato:
Yo estaba a cargo de un grupo. Los hombres de mi grupo me hacían caso, pero no sucedía
lo mismo con los hombres que estaban en mi mismo rango; ellos pensaban que tenían más
autoridad, que no podría controlar a los de mi grupo. (González y Maldonado, 2017)
Por su parte, en la revolución sandinista las mujeres fueron miembros activos del ejército
revolucionario, lucharon en el frente de batalla, fueron líderes de unidades y hacia finales
de los años setenta, conformaban el treinta por ciento de dicho ejército (Plaza, 2010).
Aunque en su mayoría, los cargos de toma de decisión lo ocuparon los hombres, es
interesante revisar que la participación de las nicaragüenses en las unidades
revolucionarias tuvo una relación organizativa y una movilización política importante.
Entre 1977 y 1979 surgió la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional
(AMPRONAC), como primera organización propia de las mujeres vinculadas al Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), ésta asociación combinó su dedicación a
derrocar al régimen de Somoza con las demandas de derechos humanos e igualdad para
las mujeres, lo que desplegó un gran activismo por parte de ellas (Molyneux, 1984;
Montenegro, 2016).
Aún así, una de las críticas que se hace al triunfo de la revolución sandinista es que tras
la victoria militar del FSLN en 1979, el gobierno instaurado con principios socialistas no
logró satisfacer las demandas de las mujeres y la esperanza de quienes apoyaban ideas
feministas de igualdad y equidad decayeron al ver el bajo impacto de la revolución en las
redefiniciones sustanciales de la división sexual del trabajo. Al analizar ésta situación,
Molyneux (1984) revisa la tesis feminista de revolución traicionada. Dicha tesis sostiene
que la igualdad revolucionaria experimentada por hombres y mujeres que lucharon por la
libertad, se reemplazó en el período post revolucionario con el hombre en el poder.
Mientras el liderazgo masculino crecía, los intereses de las mujeres eran desestimados,
pareciendo que los sacrificios por ellas sufridos en la lucha por una sociedad mejor no
habían sido recompensados por aquellos a quienes ayudaron a llegar al poder.
Hay que recordar que los porcentajes de participación e intervención de las mujeres en
las insurgencias latinoamericanas han sufrido variaciones importantes: mientras en los
sesenta, el porcentaje de mujeres que hacían parte de los grupos de guerrillas en
América Latina oscilaba en un 20%; entre los setenta y ochenta constituían entre un
28 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Las condiciones en las que las mujeres se incorporaron a los movimientos armados
centroamericanos y latinoamericanos tienen unas connotaciones específicas que se
relacionan particularmente con la precariedad política, económica y social de sus
países. No obstante, es innegable que los movimientos armados emergieron también
como una posibilidad de encontrar escenarios de igualdad y equidad en el caso de las
mujeres. Pero, en últimas lo que se plantea en los estudios de las insurgencias
revisadas aquí es que, si bien la revolución socialista se llegó a ver como un avance
en favor de la emancipación femenina, en realidad mantenía viejos preceptos que se
materializaban en la participación de las mujeres en instancias de poder y en la toma
de decisiones en los frentes políticos y de combate.
Si bien ellas no constituían un grupo mayoritario en las filas rebeldes, su participación fue
tanto necesaria como activa (Toro, 1994). En el caso colombiano, se estima que el
porcentaje de mujeres adscritas a los grupos armados contra estatales que se acogieron
Capítulo 1 29
al proceso de paz en la última década del siglo pasado osciló entre el 11% y el 30%
aproximadamente, de la siguiente manera: en el M-19 su participación fue de alrededor
del “28.6%, en el EPL 21.9%, en el Quintín Lame 20.3% y en el PRT 11.7% del total de
los grupos que se acogieron al proceso de paz” (Toro, 1994, p. 143).
Entre los primeros estudios que dedican sus tesis y reflexiones en torno al tema de las
mujeres insurgentes en Colombia con un claro contenido de género, se destacan las
investigaciones de Marcela Sánchez y Claudia Sánchez; lo cotidiano y lo político de las
mujeres en el EPL y la tesis de Beatriz Toro; la revolución o los hijos, ambos de 1994. Ya
en estos documentos se analiza y cuestiona la idea generalizada de la feminidad como
atributo de la mujer, entre los que se encuentran la belleza, el sentimentalismo, la
pasividad, la vanidad, entre otros estereotipos que devienen en gran medida de la
simbiosis mujer- madre- mujer- familia (Toro, 1994; Sánchez y Sánchez, 1994). Rojas de
Ferro (1998) expresa lo anterior bajo la idea del “bello sexo” que representa a la mujer
como no violenta, invisibilizada en la guerra y, por antonomasia, los “guerreros justos”
son representados como quienes perpetúan los conflictos.
Carlos Castillo (1995) menciona cómo paulatinamente las mujeres fueron conquistando
espacios en la militancia que antes no les era posible explorar por cuanto el conflicto
armado se entendía como “una empresa de varones, y en ellas siempre las mujeres han
sido concebidas como elementos accesorios, a veces obstaculizantes” (Castillo, 1995, p.
360). De otro lado, Marulanda señala que la inicial participación femenina estuvo
motivada por la necesidad de salvaguardar la integridad de la familia, más que por la
comprensión misma de la lucha (Marulanda, 1995).
Según los análisis de Ibarra (2009), las vinculaciones de las mujeres combatientes a los
grupos de guerrilla se asocian con cuatro motivaciones principalmente. De un lado, la
sensibilidad social o la convicción política; de otro lado el deseo de emancipación de la
autoridad masculina y de la tradición familiar, por otra parte, como una necesidad de
venganza y, finalmente, por la adquisición de estatus mediante una serie de dispositivos
de poder como el porte de armas o el uso del uniforme militar. Un desarrollo más
ampliado sobre los factores que impulsan el ingreso a las organizaciones revolucionarias
se presentan en el siguiente capítulo.
Los avances académicos en la temática indican que a pesar de la existencia de una alta
cuota de mujeres combatientes, y de que las organizaciones con inspiraciones de
revolución hacen intentos por cambiar aspectos derivados del patriarcado, las guerrillas
han puesto una menor atención en combatir la dimensión férrea de los roles arquetípicos
de género. Incluso, Dietrich (2014) refiere que “las marginaciones ubican a las mujeres
combatientes en posiciones de desventaja y subordinación (…), esto ha sido en todos los
conflictos tanto históricos como contemporáneos” (p. 86); adicionalmente, señala que
elementos como la etnia, la religión, la clase, el lugar de origen, entre otras, hacen parte
de la trama de subordinaciones a las que pueden enfrentarse las guerrilleras
colombianas y de las que no se encuentran mayores avances en la literatura académica.
Uno de los cuestionamientos más comunes entre quienes han dedicado sus estudios
a analizar el ingreso de las mujeres a movimientos guerrilleros es recordado por Maria
Emma Wills (2005), cuando pregunta si, teniendo en cuenta la experiencia histórica
del enrolamiento de mujeres en los ejércitos militares ¿están ellas haciéndole el juego
a una lógica patriarcal o por el contrario avanzan en el camino de su
empoderamiento?. Su trabajo sostiene que cuando las mujeres deciden participar
activamente en la guerra “no están ni traicionando su naturaleza femenina ni
quedando subyugadas ante la lógica patriarcal, sino que por el contrario están
infringiendo barreras construidas por una mirada masculina que les asignó
imperativamente el ámbito doméstico como el terreno de su realización” (Wills, 2005,
p. 64). Para ella, la configuración de los Estados estuvo permeada por la asignación
de las mujeres a los ámbitos íntimos y privados de la familia, de manera que el campo
revolucionario reñía con lo que se esperaba de ellas. Fue a partir de una serie de
luchas y de la irrupción de las mujeres en diferentes espacios públicos como se logró
el ingreso paulatino de mujeres no sólo en ejércitos irregulares sino también estatales.
Este planteamiento será importante para dar respuesta más adelante a la pregunta de
investigación planteada en este trabajo e intentará mostrarse en posteriores capítulos
cómo la participación de las mujeres en la insurgencia fariana puede significar
emancipación y empoderamiento desde el desarrollo de funciones que agencian y
potencian su lugar como sujetas políticas en la organización, pero también intentará
develarse cómo desde algunas creencias e imaginarios aún se sitúa dicha
participación en prácticas convencionales que, al decir de Rocío Cifuentes (2009),
reeditan funciones tradicionales, especialmente en aspectos relacionados con los
roles y la vida afectiva en las guerrillas de las FARC, las cuales se enmarcan en un
orden institucional guerrillero de donde emergen unos patrones de género propios de
su construcción interna. Ello se ampliará más adelante.
mundo público en las democracias de Occidente (Wills, 2005). Maria Eugenia Vásquez
(desmovilizada del M-19) señala en su libro “Escrito para no Morir. Bitácora de una
Militancia” cómo “ser mujer, en un campo masculino como el de los ejércitos, resulta
muy conflictivo” y observa cómo se cuestionaron las estructuras de poder político, pero
también cómo se mantuvieron contradicciones con el sentido de equidad en las
relaciones de género (Vásquez, 2000).
Entre las investigaciones que ponen el énfasis en las experiencias de mujeres en los
movimientos armados irregulares se puede notar una clara tendencia a la consideración
de que ellas son conminadas a luchar en contra de la opresión de clases, se les ofrece la
posibilidad de hacerse sujetas políticas, de empoderarse como guerreras y de vincularse
a un grupo armado con aires de cambio e igualdad que, en la realidad, convive con
prácticas inequitativas que caracterizan a la sociedad colombiana. Desde su vinculación
como militantes adaptan su cuerpo y su feminidad a un medio de socialización bélica en
instituciones armadas que son tradicionalmente masculinas y donde las exigencias se
definen de acuerdo con el modelo de soldado que se ha instituido desde la misma
creación de los ejércitos; en ese sentido, han terminado adoptando patrones de
comportamiento masculinos para lograr ser aceptadas en su interior (Toro, 1994; Rojas
de Ferro, 2005; Castrillón, 2015).
Silvia Otero (2006) realizó una monografía sobre el tema y recuerda la mirada binaria en
torno a la que han girado los estudios del fenómeno. De un lado, están quienes creen
que los grupos armados perpetúan los estereotipos de la sociedad machista que asignan
a las mujeres labores propias del ámbito doméstico, y de otro lado quienes afirman que
los grupos armados combaten dichos estereotipos y promulgan una igualdad en la que
ambos géneros pueden acceder de igual forma al ámbito público. Su estudio lo centra en
la guerrilla de las FARC e infiere que no se pone en tela de juicio que hombres y mujeres
farianas cumplan con las mismas labores en la guerrilla, así como con algunas
restricciones dentro movimiento, sin embargo, se pregunta si por sí mismo ello permitiría
concluir que se combate la mirada androcéntrica del orden social. Ella concluye que para
el caso de las FARC, “el hecho de que para las mujeres esté abierta la posibilidad de
devenir guerreras, no necesariamente significa que la organización combata los
estereotipos de género de la sociedad patriarcal” (Otero, 2006, párr. 9) y añade que los
imaginarios tradicionales sobre lo femenino y lo masculino continúan operando en la
Capítulo 1 33
cotidianidad guerrillera. En concordancia con esto, Maria Eugenia Ibarra (2009) indica
que, a pesar de que la guerra ya no es un ejercicio exclusivo de los hombres, la
presencia de las mujeres no deja de estar signada por juicios de valor por su condición
sexual.
Desde otra orilla, Natalia Herrera (2007) indica que las mujeres de las FARC
desempeñan un rol activo al interior de las filas y potencian hábilmente su capacidad de
agencia. Para ella, las mujeres pasan de ser seres subordinados, maltratados y
relegados a las labores domésticas para convertirse en mujeres libres; “no se encontró
evidencia que mostrara que al interior de las FARC se discrimine a la mujer por el hecho
de ser mujer” (Herrera, 2007, p. 70). La autora analiza de forma interesante cómo las
mujeres logran conquistar espacios políticos y cómo eso repercute en el empoderamiento
y la agencia de las insurgentes, sin embargo no profundiza en mayor medida sobre los
cuestionamientos que ello puede generar.
Toro (1994) y Lelièvre et al. (2004) coinciden en que los relatos de mujeres de
movimientos como el EPL, el M19 y el PRT no reconocen la existencia de situaciones de
desigualdad o formas de discriminación entre hombres y mujeres, por el contrario, ellas y
ellos indican la total igualdad en las relaciones y en las labores diarias, lo que Toro
estima como una situación de invisibilización del problema, pues en la insurgencia, las
diferencias de género no constituyen la contradicción fundamental a resolver. Es
importante recordar a Maria Emma Wills (2005) cuando refiere que el arribo de cuerpos
femeninos a espacios de poder reservados antes exclusivamente a los hombres puede
convertirse en una trampa si no viene acompañado de otra serie de estrategias que
cuestionen no sólo la exclusión sino también la subordinación y en algunos casos la
denigración de la diferencia femenina.
No obstante, en los núcleos guerrilleros, bien sea rurales o urbanos también se han
generado relaciones de orden íntimo y de pareja pese a la verticalidad y la disciplina de
los mismos. Estudiosas del tema, han mencionado que en insurgencias como el EPL, el
Quintín Lame y el M-19 era la misma organización la que emanaba las orientaciones, las
directrices y las normas para entablar una relación afectiva o sexual27, incluso el ejercicio
de la maternidad era estrictamente regulado, lo que era asumido y vivido como algo
inherente a las reglas del proyecto revolucionario (Lelièvre et al., 2004).
Sin embargo, las investigadoras señalan también que las mismas condiciones de la
guerra y circunstancias como la clandestinidad y el peligro posibilitaron otras formas
abiertas de relacionamiento afectivo, especialmente para las mujeres, pues los
guerrilleros podían establecer vínculos casuales sin ser juzgados ni señalados por los
mandatos tradicionales de género. En ese sentido, el análisis de las vivencias íntimas en
movimientos insurgentes colombianos desmovilizados en los noventa indican que la
sexualidad se asumió desde una mayor libertad, retomando modelos masculinos y sin
implicaciones afectivas a largo plazo, lo que según Maria Eugenia Ibarra (como se citó en
Lelièvre et al., 2004) fue problemático en la medida en que:
En las organizaciones armadas hubo un costo emocional muy alto, ya que si bien ellas
asumieron el reto de cambio en sus prácticas afectivas y sexuales, los compañeros en
general, continuaron estableciendo la tradicional separación entre unas y otras mujeres, las
esposas/madres, buenas y abnegadas y las mujeres de la otra orilla, del placer
momentáneo, ellas, las guerrilleras con las que se relacionaron sexualmente, pero con las
que no crearon proyectos afectivos a largo plazo. (p.131)
27
En el EPL y el M-19 se llegaron a realizar rituales a manera de ceremonia para formalizar a las
parejas, fomentando además valores como la fidelidad.
Capítulo 1 35
masculinos. Medina (2009) insiste en que en los ordenes insurgentes hay una
regulación sistemática de las prácticas cotidianas de los sujetos que abarca incluso la
sexualidad, el control de la natalidad y la maternidad. Para los casos de las FARC y el
ELN encuentra por ejemplo que son los mandos quienes definen los tiempos, horarios
y posibilidades de establecer relaciones erótico afectivas, así mismo indica que el
carácter viril de las organizaciones armadas se expresa en los controles y prácticas
que se implementan de manera obligatoria sobre el cuerpo femenino en la
planificación y el aborto.
28
En el siguiente capítulo se brindarán elementos para entender los orígenes de las FARC, su
régimen disciplinario, normas de comando, etc.
Capítulo 1 37
ordenes. Así entonces, en coherencia con las características que poseen las instituciones
voraces, éste estudio considera que el grupo armado comparte con ellas las siguientes
particularidades:
29
Estos tres elementos están contenidos en el “Estatuto Farc-EP”, el cual puede ser consultado
en la web.
38 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
miembros y absorbe todas sus energías para sí, la dimensión corporal juega un
papel importante en la medida en que permite develar las resistencias y
contestaciones a los ordenes de subalternidad. Ello se ampliará especialmente en
el último capítulo.
Como se observa, lo que caracterizó a las FARC como institución voraz se ajusta a lo
esperado de un ejército en armas. Era estricto, jerárquico y buscaba la fidelidad de sus
integrantes con las premisas revolucionarias del proyecto político-militar. Sin embargo, a
estos elementos se suma un aspecto que lo hace especialmente peculiar, se erigió
también como una institución socializadora: esto es, sus miembros producían pero a la
vez eran producto de un escenario combativo, rígido y disciplinario. Incluso, allí se
reproducían ideas, representaciones, imaginarios y preceptos de mundo con los que
llegaban las y los combatientes y que respondían a procesos de socialización previos a la
entrada a la insurgencia.
& Luckmann, 1989). Para efectos de este trabajo, se pondrá el foco en la socialización
secundaria, tomando como referencia que las FARC se convierte en un campo de
aprehensión de nuevas maneras de ser y hacer a la cual se ajustan sus miembros y que
están en sintonía con las formas organizativas que resultan funcionales para los objetivos
trazados allí.
Para Elisabeth Wood (2012), los grupos de carácter militar se constituyen en espacios
socializadores donde emergen prácticas disciplinarias que contribuyen a que sus
miembros aporten a la eficiencia de tales instituciones. Wood analiza dos formas a través
de las cuales los grupos armados resuelven sus dilemas de disciplina; por un lado, desde
el temor a los castigos y la legitimidad de los mandos superiores, y, por otro, el
adoctrinamiento y la educación política continua de sus integrantes como forma de
reforzar la conciencia y la ideología sobre los propósitos del grupo. En las FARC se
identifica una mezcla de ambas. Por ejemplo, Santiago, quien perteneció al Bloque Sur
manifiesta al respecto: “usted sabe que le dan una orden y usted sabe que tiene que
ejecutarla, ¿por qué?, porque la disciplina va de la mano con el temor porque si usted no
cumple la orden y no es un guerrillero disciplinado entonces, fusilado. Así de sencillo”.
Por su parte, Aguilera (2013) esboza lo que llama “moralidad del guerrero” anotando
unos esquemas y valores que guían los comportamientos y determinan el cumplimiento
de las normas disciplinarias. Esos valores condensan los principios revolucionarios que
se oponen al statu quo del orden capitalista y se difunden regularmente a través de
cursos, cartillas, discusiones y prácticas cotidianas como reuniones, actos fúnebres y
horas culturales que apuntan a la educación política permanente de sus miembros. En
las FARC operaron los cuatro elementos que resaltan la moralidad que advierte Aguilera
y que a su vez, sirvieron para que sus miembros interioricen el discurso revolucionario
plasmado en los diferentes documentos, tales elementos son:
Connell advierte que a pesar de que muchos hallen difícil aceptar que las instituciones
están sustantivamente provistas de género, pensar institucionalmente es un paso
importante hacia la comprensión del mismo (1997; 2001). Éste está inmerso en las
disposiciones institucionales, en las prácticas sociales cotidianas y se concretan en
tejidos sociales complejos como las familias, las empresas, los gobiernos y demás
lugares en los que interactúan hombres y mujeres. En concordancia con lo anterior, las
FARC podría enmarcarse dentro de lo que Connell denomina un régimen de género; éste
concepto se constituye en una herramienta que permite identificar las normas, las
prácticas, los valores y los arreglos internos en la formación y producción de relaciones
de género de una organización social en particular. Es posible pensar que en la
insurgencia fariana se estructuraron unas particulares formas de relación entre hombres
Capítulo 1 41
y mujeres, relaciones marcadas por unas características que debían responder a sus
fundamentos ideológicos, políticos, militares y disciplinarios.
Luisa Dietrich (2014), quien ha incursionado en este campo argumenta que las
organizaciones insurgentes actúan permanentemente en la creación de feminidades y
masculinidades funcionales para la lucha armada y plantea que una de las
intencionalidades de ello es minimizar las diferencias entre militantes, fomentar cohesión
dentro de las tropas e imponer una normatividad clara y precisa para sus combatientes.
Ahora bien, usualmente los regímenes de género van en correspondencia con el orden u
ordenamiento de género, entendidos como la estructura de relaciones de género en una
sociedad determinada en un momento determinado. Esos patrones amplios se legitiman
por medio de normas y discursos cotidianos que son avalados y apropiados en las
sociedades. Con frecuencia, el orden de género es un patrón de poder que produce de
manera sistemática relaciones de jerarquía y subordinación entre hombres y mujeres y
en el que convergen todas las dimensiones de la vida humana a través de interacciones
muy complejas (Connell, 1987).
Las relaciones de género como una forma de ordenamiento de las prácticas se dan
dentro de estructuras de relaciones sociales que definen su configuración. En ese
sentido, Connell invita a adoptar un modelo de estructura de género con tres
dimensiones (1997; 2001):
las resistencias y de las rupturas que pueden generarse para lograr que las
mujeres asciendan en la escala jerárquica.
2. Relaciones de producción: tiene que ver con la división genérica del trabajo, los
roles, las funciones y especializaciones de unas y otros. Estas relaciones son
inherentemente históricas y, como se ha mencionado, la asignación de lo público
y lo privado se ha delimitado claramente en gran parte de las sociedades
occidentales, donde las actividades de lo femenino y lo masculino están
potencialmente diferenciadas. En el caso de la insurgencia fariana, no es un
accidente histórico que sean los cuadros hombres quienes hayan tomado la
vocería y los cargos superiores en la estructura jerárquica, sino que hace parte de
la construcción de masculinidades y feminidades al interior de esa organización
particular.
Estos tres elementos, como se verá a lo largo de éste estudio, se encuentran presentes
en la comprensión de las relaciones instituidas en un régimen de género como el fariano.
Al respecto, uno de los mayores aportes que hace Dietrich sobre los regímenes
insurgentes de género en tres movimientos latinoamericanos30 es la identificación de dos
ámbitos interconectados que coexisten de manera ambivalente. Por un lado, el ámbito
público que opera en una perspectiva de aumentar la funcionalidad de los recursos
insurgentes para avanzar en la “lucha armada y donde se sondean posibilidades de
cambio y, en segundo lugar, un ámbito restringido, privado e individual, al que se le
asignan las relaciones afectivas y de pareja que tienen lugar en el marco de la militancia”
(Dietrich, 2014, pág. 97).
A manera de cierre, la revisión anteriormente planteada sobre los estudios que se han
30
La autora revisa de forma comparativa los arreglos de género en proyectos insurgentes de El
Salvador, Colombia y Perú.
Capítulo 1 43
Analizar esta periodización desde sus orígenes permite revisar los antecedentes
fundacionales de las FARC hacia mediados de la década del sesenta. El episodio que
daría inicio al movimiento armado encuentra su origen en la llamada agresión a
Marquetalia, iniciada por los militares con la “Operación Soberanía” en el marco del Plan
Lazo el 18 de mayo de 1964 y que daría pie para la proclamación del “Programa Agrario”
47
el 20 de julio del mismo año como un documento declarativo que antecedió la creación
formal de las FARC (Aguilera, 2013, p. 49).
Ya para esa época las mujeres acompañaban las luchas de resistencia contra las fuerzas
militares en un esfuerzo por mantener la unión y el cuidado de la familia. Elsy Marulanda
(1995) sugiere que para este momento ellas participaron tangencialmente más que de
manera activa, y por la necesidad de cuidar la vida e integridad física de la familia más
que por la lucha por la tierra o la defensa de las banderas partidistas. Aunque no se
encuentran muchos nombres de mujeres en la resistencia de Marquetalia, se resalta la
participación de Judith Grisales y Miriam Narváez31. Al parecer, la primera hacía
uniformes para los guerrilleros y la segunda era una activista política que además
ayudaba en las labores de cocina; ambas participaron en los comandos móviles y de
pelea por los departamentos de Huila, Tolima y Cauca, y llegaron a la segunda
conferencia guerrillera celebrada en 1966 donde el movimiento armado expidió las
“normas organizativas y reclamatorias de las Farc” en las cuales se declara que las
mujeres pueden ser miembros de la guerrilla, siempre y cuando llenen los requisitos
establecidos; sin embargo, no se aclara cuáles son dichos requisitos, dejando en el aire
la idea de que el ingreso de los hombres puede darse de forma más directa y sencilla
que en el caso de ellas.
31
Para ampliar, ver el texto escrito por Victoria Sandino en aniversario número cincuenta de las
FARC: http://mujerfariana.org/index.php/vision-de-mujer/115-farianas-en-el-50-aniversario
48 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Lo que indican los relatos que rememoran el desarrollo participativo inicial de las mujeres
en las FARC es que su papel figuraba en términos de acompañantes (madres,
hermanas, esposas y cuidadoras) con papeles secundarios, relacionados con el cuidado
de enfermos y actividades de mantenimiento de los campamentos y el bienestar de los
combatientes, tal como lo indica Rosa Helena, hermana de Manuel Marulanda:
En la investigación “la lucha inconclusa de las mujeres de las Farc” 32 se puede encontrar
el testimonio de Sandra Ramírez, quien afirma que a las mujeres se les designó el
atributo de combatientes sólo desde los años setenta, y el de Luis Alberto Albán (o Marco
Calarcá según su alias en la organización), que menciona que al comienzo “había un
puñado de compañeras que estaban en todo, pero casi no eran consideradas guerrilleras
(…), a finales de los 70, comienzos de los 80 entraron una cantidad de mujeres con
capacidad de desarrollar las tareas propias de la guerrilla” (como se citó en Salazar,
2017, párr.7). Victoria Sandino reafirma tal información y asegura que ya desde la cuarta
conferencia guerrillera (1971) se hablaba de equiparar derechos entre ambos sexos, lo
que implicaba, según ella, una conquista pero también mayores retos en la práctica, pues
antes se consideraban “simplemente como las esposas de los guerrilleros” (Sandino,
2014, párr. 11).
Según Sandino, para esos años son remarcables dos momentos: primero, el ingreso
creciente en la década del ochenta a los diferentes frentes, especialmente al 1º en el
Guaviare, al 5º en Urabá, al 6º en el Cauca, al 15º en el Caquetá y al 19º en la Sierra
Nevada. Adicionalmente, resalta las posiciones de mando que asumieron algunas
mujeres, entre las que destaca a: “Rosita, María Dolly, Lucy, Yaneth, Érica, Gladys
32
Si bien la investigación no se encuentra disponible en la web, existe información que se puede
ampliar en el siguiente link: https://colombiacheck.com/investigaciones/la-lucha-inconclusa-de-las-
mujeres-de-las-farc.html#.WZB5EObF-NY.facebook
49
Martínez, Eliana, Carolina Trenzas, Olga, Shirley, Lucía, Zénide, Yolanda, María
Salomé, Marina, Nayibe, entre otras” (Sandino, 2014, párr. 12).
Este momento culmina con un hecho importante que se daría en la séptima conferencia
guerrillera, celebrada en 1982, donde se mencionó un punto específico en relación con
las mujeres farianas. Las conclusiones generales señalarían que:
En las FARC-EP no puede haber discriminación para la mujer, quien de la misma manera
que asume las exigencias reglamentarias, también como el hombre tiene los mismos
derechos. Quien discrimine a la mujer será sancionado conforme al Reglamento, trátese de
Comandantes o guerrilleros de base. La mujer en la guerrilla es libre. (FARC-EP, s.f (a),
párr.18)
(…) se estableció que la mujer en la guerrilla es libre y no puede ser discriminada. Tiene los
mismos derechos y deberes que el hombre. Es decir, si una mujer quiere impedir que la
discriminen, dispone de los instrumentos para conseguirlo. Otra cosa es que ella, como
mujer, se atreva a usarlos y que el hombre se lo permita. Es necesario que las mujeres
sepan dar la pelea, y si la dan bien, la ganan. (Lara, 2000, p. 114)
Con base en los testimonios, narrativas y experiencias recogidas se pueden apreciar dos
fenómenos en el advenimiento de las mujeres farianas; por un lado, su apertura al
movimiento se da desde una visión naturalizada de los roles tradicionales que para la
época eran con dificultad cuestionados pero que iban en consonancia con una sociedad
en la que la división sexual del trabajo había definido el hogar como campo de realización
de las mujeres, espacio donde exploraban las aptitudes y habilidades tendientes al
cuidado, a la reproducción y al mantenimiento del bienestar de la familia. En esta línea, el
acercamiento de las mujeres a la organización armada se dio en coherencia con los
esquemas de la sociedad amplia u orden de género amplio, como lo denominaría Connell
(2002). Esa cosmovisión de mujer tradicional que contribuye con el mantenimiento de las
tropas, se puede evidenciar en los propios escritos farianos cuando Jacobo Arenas
menciona que “la mujer juega un papel importante. Al igual que el hombre, puede
33
La discusión en torno a la igualdad promovida por el grupo armado se desarrolla con detalle
más adelante.
50 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
De otro lado, se logra identificar que su vinculación a la guerrilla comenzó a adquirir otras
connotaciones. Ya no sólo fungían como compañeras sentimentales, sino que ampliarían
el espectro de su participación numérica; se alistarían para actividades de combate,
participarían en cargos de mando y engrosarían el grupo armado de reciente
conformación. Inclusive, según Carlos Arango (1985), los guerrilleros veían como una
ventaja que en sus filas existieran mujeres, mientras en las fuerzas militares del gobierno
la participación de éstas estaba limitada y no apoyaban enfrentamientos bélicos. Sin
embargo, esa vinculación y posterior tránsito a combatientes se dio no sin el desafío y la
transgresión que ello implicaba al ordenamiento de género existente, pues la militancia
implicaba en gran parte de los casos el abandono de la familia para involucrarse al
cuerpo político militar y desempeñar ahí los roles que la organización demandara. Desde
su militancia, las mujeres farianas e incluso las de otros grupos armados revolucionarios
de la época, fueron entrando paulatinamente y ganando espacios en la insurgencia,
espacios que por ser del ámbito de lo público y conllevar el manejo de armas, explosivos
y requerir fuerza física, se había considerado como de la exclusividad de los hombres.
No obstante, desde estos primeros años se puede observar que el grupo armado, aparte
de establecerse como un ejército con estructura vertical y orden de mando jerárquico,
creó unas particularidades propias de la socialización al interior de sus tropas y frentes
para hombres y mujeres. Así entonces, se devela un régimen de género que comenzaba
a trazar los matices internos, los cuales se delimitaban a través de los instrumentos
disciplinarios o los estatutos farianos como puede verse con la declaración de la VII
conferencia guerrillera sobre la equiparación en deberes y derechos para ambos sexos.
Aunque se desconoce el contexto que antecede esa declaración, es posible que al
interior de las filas se vivieran tensiones en relación con los esfuerzos de ellas por
superar situaciones de discriminación y ser vistas en igualdad de condiciones que sus
compañeros hombres, tal como los principios revolucionarios lo preveían.
51
tener efectos sobre la forma de visibilizarlas por el alto número de mujeres combatientes
que hicieron parte de las fuerzas del FMLN. Este periodo termina con la apertura del
diálogo de paz entre el gobierno del ex presidente Pastrana y el movimiento insurgente,
momento en el que se reconoce, con curiosidad podría decirse, el gran contingente de
guerrilleras en las FARC.
Todo esto sería la antesala para que las FARC viviera un momento de auge, de
expansión territorial y de engrosamiento de sus filas. Para Andrés París36, la década del
34
Se aprobaron con más claridad los textos que regulaban el ordenamiento interno de la guerrilla
en tres documentos fundamentales: las Normas Internas de Comando, el Reglamento del
Régimen Disciplinario y el Estatuto.
35
El proceso de incentivar el ingreso a las filas venía acompañado del discurso de la lucha de
clases, el abandono estatal, la redistribución de la tierra, el desmonte del monopolio de las fuerzas
políticas y económicas. El discurso no incluía la equidad de género sino la lucha por el pueblo.
36 Miembro del actual partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y ex
negociador de los diálogos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia. Se incorporó al movimiento FARC desde 1985.
53
ochenta sería decisiva en la incorporación cada vez mayor de mujeres a las filas, tal
como lo expresa en las siguientes líneas:
A partir del 82 hay un despliegue de las FARC por todo el territorio nacional. Entonces ya
con decisión las FARC entra a disputarse el poder en el terreno militar. Yo no creo que
todas las mujeres hayan interiorizado que entraban por el plan estratégico (…), pero sí es
evidente que a muchas mujeres las llamó la idea de la toma del poder por las armas y
muchas están y seguirán estando por eso. Cuando yo ingresé en el 85 ya se veía un núcleo
de alrededor del 15% de participación de ellas. Entonces, como tendencia de continuar la
confrontación, el ingreso de la mujer iba a seguir siendo sostenido. (Andrés Paris,
comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)
Aguilera (2013), señala por ejemplo, que para 1987 esta insurgencia estaba conformada
por alrededor de 3.640 integrantes, repartidos en 33 frentes. Esa cifra aumentaría
considerablemente para comienzos de la década del noventa, donde se afirma que
estarían agrupados en 48 frentes con al menos 5.800 guerrilleras y guerrilleros.
Finalizando esa misma década, Liliana López alias Olga Lucía Marín, afirmaba que en la
guerrilla había cerca de cuarenta por ciento de mujeres (Lara, 2000). Existen diversos
relatos en relación con el ingreso de mujeres a las FARC en esa época. Zenaida Rueda,
de extracción santadereana y quien perteneció al Bloque Oriental, relata que fue
reclutada a los 17 años; su ingreso lo describe como una forma de salvar a sus
hermanos de la guerra: “o soy yo o son mis hermanos” (Rueda, 2009, p. 36). En la
mañana del 5 de noviembre de 1991 llegó un grupo de guerrilleros por ella y permaneció
dieciocho años en las filas.
Paralelo a esa proliferación y la conquista en el plano militar, los gobiernos de Virgilio
Barco y Cesar Gaviria, lograrían, entre 1990 y 1991 un acuerdo de paz que terminó con
el desarme de algunas organizaciones insurgentes, entre las que no figuraban ni las
FARC ni el ELN. De los grupos con los que se negoció, el que más alta concentración de
mujeres tenía era el M-19 con algo menos del 30% al momento del desarme y del cual
emergerían figuras femeninas que al salir de la organización harían críticas y aportes
sobre la experiencia de vivir la guerra y la significación que ellas le otorgaron a su
participación en la insurgencia, lo que sería importante para contribuir a visibilizar el
fenómeno y poner en evidencia que una buena parte de los movimientos armados
también estaban conformados por mujeres que hicieron esfuerzos similares a los
hombres en los planos militar, político y familiar.
54 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Las desmovilizaciones de los noventa se consideran un hito importante, pues puso sobre
el tapete la participación de guerrilleras en el escenario armado, tema del que
marginalmente se había hablado en crónicas y relatos periodísticos y del que apenas la
academia comenzaba a dar asomos de curiosidad. En Colombia, algunas tesis de grado
comenzaron a plantearse preguntas por lo político, lo cotidiano, las motivaciones de
ingreso, la maternidad, el aborto y las relaciones de poder al interior de los movimientos
armados, esos análisis ya contenían un enfoque de género desde el cual se intentaba
explicar su incidencia y las implicaciones para ambos géneros.
Desde un ejercicio testimonial, María Eugenia Vásquez (ex militante del M-19) advirtió lo
conflictivo que resultó para ella pertenecer al M-19, donde se promovían prácticas que
ponían en igualdad de condiciones a hombres y mujeres pero que, aún así, mantenía
contradicciones con los preceptos sobre ellas, afianzando inclusive “virtudes compartidas
con los roles tradicionales femeninos” (Vásquez, 2000, p. 25). En ese momento, se
cuestionaron asuntos como el hecho de que las mujeres hayan debido adaptar su
corporalidad y equiparar sus habilidades a un ejército tradicionalmente masculino. Se
puso en evidencia que entre las motivaciones de ingreso figuraban las afiliaciones
políticas así como también situaciones de las cuales las mujeres intentaban escapar,
situaciones especialmente del orden familiar que decretaban un destino con pocas
posibilidades de desarrollo fuera del hogar para ellas. Encontraron, en el caso del M-19
“un discurso de igualdad que convivía con la inequidad práctica que caracterizaba a la
sociedad colombiana de ese momento” (Madariaga, 2006, p. 126). Este tipo de
interpelaciones comenzaban a tener eco no sólo entre las guerrillas colombianas, sino
también entre algunos grupos insurgentes como el FMLN, el cual llegó a un acuerdo de
paz con el gobierno salvadoreño en enero de 1992 y del que aproximadamente se
desmovilizaron un 30% de mujeres que tras su reincorporación expondrían su presencia
como agentes del conflicto y sus transformaciones en el mismo37.
37
Para ampliar, ver el libro Mujeres-Montaña: Vivencia de guerrilleras y colaboradoras del FMLN
(Vásquez et al, 1996).
55
De este periodo no se conocen testimonios que cuestionen las prácticas internas de las
FARC en relación con hombres y mujeres, tal como ocurrió con los movimientos que se
reincorporaban a la vida civil, por el contrario, los relatos y los estatutos rescataban la
diversidad de tareas y la importancia de cualificar los conocimientos de las y los
guerrilleros, en función de cumplir los objetivos del grupo. Sonia, una de las guerrilleras
de ese grupo comentaba:
Se es libre de estudiar, de prepararse en lo que uno quiera, tanto en lo político como en lo
militar. Uno es libre sin salirse de las líneas disciplinarias de la guerrilla. (…) Cuando uno
está de mando le toca de oficial de servicio, le toca ordenar todo lo que es el régimen diario
de la unidad. Y si es un comandante de escuadra, está encargado de la escuadra ¿qué es
lo que necesita la gente? ¿qué es lo que hay que hacer?. (como se citó en Alape, 2001,
párr. 8)
La característica primordial de éste periodo estaría marcada por el incremento cada vez
más alto de mujeres en las filas, los importantes cambios militares de la organización y
un discurso con un claro contenido de igualdad en deberes y derechos para ellas al
interior de los núcleos guerrilleros. Hacia finales de la década del noventa, se
vislumbraba en el panorama nacional el proceso de negociación entre las FARC y el
gobierno de turno. Mientras tanto, la participación de las mujeres combatientes y los
cuestionamientos que habían planteado sus homólogas de otras insurgencias
continuaban en la agenda investigativa, poniendo en evidencia el alistamiento cada vez
más creciente de las mujeres en las FARC.
56 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
En las negociaciones desarrolladas entre 1998 y 2002 en el Caguán, las mujeres farianas
lograron captar la atención de los medios de comunicación, se generó un interés entre la
opinión pública y algunos analistas volcaron su mirada a la “aparición de combatientes
muy jóvenes, uniformadas, armadas y obedeciendo a sus mandos en perfecta formación”
(Castrillón, 2015, p. 78), para este momento aún no se tenía mucha claridad sobre las
particularidades internas de la guerrilla; composición, normas, reglamento ni
especificidades sobre su vida cotidiana en los campamentos. Ellas, aparecieron en el
escenario público y político, pero quienes claramente tuvieron plena participación política
en la mesa de conversaciones fueron los hombres. Los medios de la época referirían que
las caras visibles del proceso eran “los hombres negociadores”38, donde figuraban como
38
“Los hombres de las Farc que se robarán el show en el proceso de paz con el gobierno de
Andrés Pastrana tienen dos características: son hábiles negociadores y tienen gran ascendencia
57
posibles voceros Raúl Reyes, Alfonso Cano, Simón Trinidad y Tomas Lince (SEMANA,
1998). Por su parte, las guerrilleras conformaban el grupo de personajes que eran
observados en la zona de distención o en formación con el resto de combatientes. No
obstante, el fenómeno apenas comenzaba a percibirse con inquietud.
Dentro de una agenda conflictiva y poco organizada durante esos años de diálogo, altos
niveles de esceptisismo entre la población en el proceso de paz y con el mantenimiento
de confrontaciones armadas durante el mismo, se evidenció la inexistencia de puntos39
que incluyeran temas de discusón alrededor del lugar femenino en el conflicto, su papel
como víctimas o combatientes y las consecuencias particulares de dinámica de la guerra
en ellas; lo que claramente requería una perspectiva de género que no se había
planteado y que tampoco hacía parte del interés en su momento. La única mujer que hizo
parte de la comisión temática del proceso fue Mariana Páez como representante de la
guerrilla, y por el gobierno Ana Teresa Bernal.
habla y es que la mayoría de mujeres que ingresan en éstas áreas son mujeres
que tienen mayor nivel de escolaridad que los hombres. Hasta ese momento
estaban de radistas, en propaganda, difícilmente se encontraban mujeres mandos
por el tema personal de las inseguridades que le siembra a uno la sociedad.
(Isabela, Comunicación personal, 21 de septiembre 2016)
Para ambos, éste último periodo se caracteriza por una marcada tendencia en el
hecho de que las mujeres que ingresaban contaban con un mayor nivel de formación
académica, “mayor estructuración y más visión de vida que el hombre. El hombre más
pegado a las tradiciones del campo o a la idea de guerra, rechazaba el estudio y su
preparación académica” (Andres París, comunicación personal, 19 de noviembre de
2017). Los dos ex miembros farianos sostienen que ellas empezarían a destacarse en
el aparataje político y militar, comenzando a visibilizarse y a convertirse en instructoras
y a asumir cargos de dirección al interior de la estructura guerrillera. Es posible que las
disparidades en el ámbito educativo de hombres y mujeres, especialmente del campo,
tengan algo que decir respecto a los procesos de socialización y a la configuración de
subjetividades masculinas guerreras, pero ello será mejor abordado más adelante.
Al tiempo que se daba una mayor expansión de las unidades guerrilleras, el gobierno
estrechaba sus alianzas con Estados Unidos y modernizaba su ejército con la utilización
de nuevos armamentos y ampliando el pie de fuerza. A ello se suma que desde 1999 se
acordó la implementación del Plan Colombia, que inicialmente arreciaría una campaña
contra las drogas y después, junto al Plan Patriota, los recursos inyectados procurarían la
recuperación de territorios, el debilitamiento de las guerrillas y el fortalecimiento de la
justicia y la legitimidad estatal. En enero del 2002 se rompen los diálogos entre el
gobierno y las FARC y comienza un importante proceso de debilitamiento de ésta
insurgencia por medio de ofensivas a sus frentes con una concentración especial en el
ataque a sus cabecillas.
Para la primera década del siglo XXI, las FARC se enfrentaron a una considerable baja
de mandos altos y medios. Sólo en marzo del 2008 sufrirían un fuerte revés; Raúl Reyes
fue atacado en medio de la operación “Fénix”, Iván Ríos fue víctima de delación por parte
de un compañero de guerra y Manuel Marulanda Vélez falleció de muerte natural. Según
el Boletín número 4 de Hechos del Callejón, las Farc contaban con 12.515 integrantes
entre fuerzas de combate y milicias hacia el año 2005 (ACNUR, 2005). Un signo evidente
de debilitamiento fue el fenómeno de la deserción, “según el Ejército, desde agosto del
59
2002 hasta el 2008 se habían desmovilizado 10.356 miembros de ese grupo guerrillero”
(Aguilera, 2013, p. 216) y a junio del 2014 se habían desmovilizado 14.570 miembros de
las FARC de manera individual, entrando a proceso de reintegración y acogiendose a los
beneficios que el gobierno ofrecía (Contraloría General de la República, 2014, p. 48).
Diez años más tarde, el 26 de septiembre del 2012, el gobierno y las FARC suscribieron
en La Habana el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de
una paz estable y duradera”, el cual constó de seis puntos sustanciales; 1. Reforma rural
integral; 2. Participación Política: apertura democrática para construir la paz; 3. Cese al
fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de armas; 4. Solución al
problema de las drogas ilícitas; 5. Víctimas; 6. Mecanismos de implementación,
verificación y refrendación. Durante esta negociación las mujeres jugarían un papel
protagónico y se daría voz a representantes farianas, del gobierno y de organizaciones
de la sociedad civil, no sin conflicto, pues inicialmente la gran mayoría de
plenipotenciarios eran hombres, a excepción de Tanja Nijmeijer (también conocida como
Alexandra Nariño).
La persistencia de las mujeres y sus aliados internacionales tuvo aún mayor impacto
cuando se llevó a cabo la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz en Colombia (octubre de
2013) agenciada por nueve organizaciones de mujeres colombianas, que representaban
distintos contextos regionales, étnicos, culturales y políticos. El evento estuvo respaldado
por las Naciones Unidas y las embajadas de Suecia, Noruega, España y Suiza. Durante
el encuentro se plantearon tres peticiones fundamentales: que las partes permanecieran
en diálogo hasta alcanzar un acuerdo; que se incluyera a las mujeres en la mesa de
negociación; y que se tuviesen en cuenta las necesidades y experiencias de las mujeres
en relación con el conflicto por el tiempo que duraran el proceso de negociación (Bouvier,
2016).
La realización de la cumbre fue decisiva para que las mujeres lograran incorporarse al
proceso de paz, pues las solicitudes y mensajes de allí emanados se transmitieron a la
sede de las Naciones Unidas en Nueva York y al Comité de la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW)41. En
septiembre del año 2014 se creó la Subcomisión de Género42 como “resultado del
trabajo y la presión que ejercieron las organizaciones de mujeres líderes en sus
respectivos territorios, así como de los organismos internacionales y de los países
garantes” (Revista Semana, 2015, párr. 4). Para las partes fue evidente que faltaba
presencia femenina en la mesa; “incluso las mujeres de la insurgencia se cuestionaron su
papel en las conversaciones” (Revista Semana, 2015, párr. 6). Esta subcomisión tuvo
como labor especial la incoporación de la perspectiva de género a los puntos acordados
y contó con la experticia de mujeres del gobierno, de instituciones sociales y de las
FARC. Por la organización armada, la cara más visible fue Victoria Sandino, quien
41
La CEDAW fue doptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su
resolución 34/180 de 18 de diciembre de 1979. Ratificada mediante la ley 51 de 1981 y
entrada en vigor para Colombia en febrero de 1982.
42
Para Nigeria Rentería (alta consejera para la equidad de la mujer en Colombia) “la
comisión velará por garantizar la inclusión, la equidad social y nos acerca a un acuerdo
que represente los intereses de hombres y mujeres. (…) Agregó que la comisión busca
revisar y garantizar con el apoyo de expertas y expertos nacionales e internacionales que
los acuerdos alcanzados y un eventual acuerdo final tengan un adecuado enfoque de
género”. (El país, 2015, párr. 2)
61
además estuvo acompañada por otras guerrilleras designadas por la organización como
Gina Castro, Alexandra Nariño, Camila Cienfuegos y Diana Grajales (El País, 2014). La
selección de mujeres farianas que aportaron a las negociaciones tomó en cuenta una
serie de aspectos, entre los que se destacan: su antigüedad en la organización armada,
su posición en estructura jerárquica, la confianza que se tenía en ellas, el conocimiento
de idiomas diferentes al español y la experiencia en trabajo con organizaciones sociales
y políticas. Así se sugiere en la reciente publicación “vivencias, aportes y reconocimiento:
las mujeres en el proceso de paz en La Habana”:
Dentro del primer grupo se encuentran las guerrilleras de extracción campesina, quienes
han rodeado sus experiencias vitales en torno a la presencia de los actores armados en
sus territorios y han coexistido, en el mejor de los casos, con una sola organización
insurgente. En otras ocasiones, la importancia estratégica de los territorios ha provocado
que la población campesina conviva con dos o más grupos armados en sus zonas de
origen quedando en medio de las disputas por el control territoral y la supeditación de sus
habitantes. En el caso de las mujeres que ingresaron a las FARC, ese cúmulo de
relaciones cotidianas y la sistemática presencia de los actores armados termina por
incidir en su futuro alistamiento43, tal como se evidencia en los siguientes relatos:
(…)realmente, en la zona donde estábamos, siempre nos levantamos fue con ellos. La
mayoría de los niños que éramos en ese entonces nos levantamos fue con ellos, al lado de
ellos. Entonces, nosotros los veíamos a ellos como los protectores, como algo que nos
protegían porque ellos, en esas zonas, hacían muchas acciones cívicas; de todo.
Entonces... entonces, todo el mundo los veía así y trabajé también con ellos. Cuando tenía
44
9 años, trabajé con ellos. (Natalia , OPC, p. 1)
“(…) pues, no sé... será por lo que allá, donde viven mis papás, siempre el Ejército por allá
son ellos [las FARC-EP]. Entonces, uno crece como con esa idea de, bueno, quiero ir (…)”
43
Estos relatos son recurrentes en las historias de las mujeres que se incorporaron al movimiento
y lo cual se ampliará más adelante, en las motivaciones de ingreso.
44
Mujer que ingresó a las FARC a los 14 años de edad y permaneció once años. Esta entrevista
fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
64 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
(OPC, 2015a, p. 7)
“(…) Cuando ingresé, no sabía absolutamente nada. Yo nunca fui a una escuela porque por
allá en la vereda eso no había; de pronto había una escuela, pero por allá lejos”. (Natalia,
OPC, p.4)
“Mis papás no sabían, cuando ellos se dieron cuenta que yo me quería ir, duraron como 3
días enojados y no me mandaron al colegio, hasta que un día estaban todos bravos y me
volé, me encerré y pues como en mi cuarto hay una tabla entonces me salí y me vine,
cuando se dieron cuenta yo ya estaba en el campamento. Yo tenía 15 años recién
45
cumplidos”. (Carolina , comunicación personal, 02 de abril de 2017)
El OPC (2015b) identificó que en las FARC propiamente, el promedio de edad de ingreso
es de 15,2 años; siendo los 13, los 14 y los 15 años las edades con más frecuencia , pp.
18-19). Esos datos coinciden con el total de mujeres en proceso de reintegración que
pertenecen no sólo a las Farc, sino también a otras organizaciones armadas y de las
cuales el 46%, equivalente a 3.077 mujeres comenzaron su militancia con menos de 18
años. Es importante poner sobre el tapete las implicaciones que tiene para ellas en su
proceso de desarrollo el ingreso precoz, pues se genera un fenómeno en torno a la
aceleración de las trayectorias vitales y de sus procesos evolutivos que terminan siendo
trastocados en medio del conflicto, pues en esa dinámica se pasa abruptamente de ser
niña a ser mujer en medio de las confrontaciones, de las experiencias y de las
condiciones propias de los ejércitos a los que pertenecen. Este grupo de mujeres que
significa un grueso amplio en las filas farianas, de una u otra manera, han vivido y
experimentado en carne propia el conflicto. Ellas y sus familias han estado expuestas a
45
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció 7 años en el Bloque Oriental, Frente 40, Jacobo
Arenas. Se desempeñó como radista de frente y ecónoma. Fue entrevistada el 02 de abril de
2017, en la ZVTN Urías Rondón.
65
Cuando no eran los paramilitares, entonces, como vivíamos en medio de los paramilitares y
la guerrilla que vivía allá, entonces los paramilitares dentraban nos hacían desplazar y la
guerrilla nos hacía para salir. Donde un familiar éramos como mandaos y como pedir
permiso para que nos dijeran salgan o no salgan, entonces en medio de dos conflictos.
(Martha, OPC, p.2)
Por su parte, los acercamientos de las mujeres de sectores urbanos47 también está
dado por una serie de elementos contextuales que inciden en la decisión de
involucrarse a la organización insurgente. De un lado, la presencia intermitente o
permanente de actores armados en las cabeceras municipales de algunas regiones
aunado a la falta de oportunidades (académicas o laborales) y al efuerzo del
movimiento insurgente para atraer más integrantes mediante estrategias como el
trabajo de masas, que hace parte de la línea política de éste y que consiste en la
aproximación a la población civil para desarrollar acciones de formación política sobre
la lucha de clases y los fundamentos de la revolución. Adicionalmente, procesos de
organización estudiantiles, la pertenencia a la Juventud Comunista (JUCO) y los
intentos de las Farc por fortalecer el grupo desde las ciudades han generado la
movilización de un alto número de mujeres que terminan engrosando las filas, tal
como se indica a continuación:
Cuando me fui para el monte, tenía 23. Cuando me echaron de la Universidad, tenía 19... A
los 23, ya tomé la decisión, y dije ‘No, yo le voy a dar sentido a mi vida de alguna manera.
46
Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto a mujer que ingresó a las FARC-EP
a los 24 años de edad. Permaneció 12 años en el movimiento armado. Se dedicó a actividades de
guardia y preparación de alimentos.
47
El censo de la Universidad Nacional identifica que del 100% de las personas, el 19% son de
zonas urbanas y el 15% adujeron provenir de zonas con características urbanas y rurales. Estos
datos no se encuentran desagregados por sexo.
48
Sofía fue entrevistada por el Observatorio de Paz y Conflicto. Ingresó a los nueve 16 años de
edad y permaneció nueve años. Se desempeñó como comandante política de escuadra.
66 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Yo voy a hacer que valga la pena’. Entonces me voy y me fui a buscar la guerrilla. Me fui yo
49
misma. (Juana , OPC, p.5)
Militar en la JUCO me daba cierta seguridad. En el colegio, y hasta que tuve quince años,
no había tenido confrontaciones con el público ni había debatido ideas con nadie. En la
JUCO me tocó participar, opinar, defender posiciones. (…) Me gustaba además la idea de
que lucháramos por crear una sociedad distinta, más justa, sin hambre. (p. 90)
49
Mujer que ingresó a las FARC a los 23 años de edad y permaneció doce años. Durante el
tiempo que estuvo en la organización desarrolló actividades de comunicación y cartografía.
50
Liliana López alias Olga Lucía Marín hizo parte del frente Internacional y manejaba las finanzas
de las Farc en el exterior.
51
Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto a mujer perteneciente a pueblo
indígena que ingresó a las FARC a los 14 años de edad y estuvo 14 años en el mismo. Se
desempeñó como miliciana, recepcionista y auxiliar de enfermería.
67
Vale la pena hacer una pequeña acotación respecto a la auto identificación de Irene
como mujer indigena. El censo socioeconómico (Universidad Nacional de Colombia,
2017) indica que del total de personas censadas pertenecientes a las FARC, 3003
personas pertenecen a diferentes grupos étnicos, siendo la población indigena 540, de
los cuales 129 mujeres se reconocieron como tal. De otro lado, según la
caracterización del OPC (2015b), los departamentos que reúnen el mayor número de
mujeres que se han vinculado a los grupos armados son: Antioquia, Cesar, Caquetá,
Meta, y Tolima, lo anterior coincide con las zonas de acción y de asentamiento de las
FARC, especialmente los últimos tres departamentos.
Finalmente, en las filas de las FARC existe, en menor dato cuantitativo, un número de
mujeres procedentes de otros países. Tal vez el caso al que más desarrollo se le ha
dado es al de la participación de la holandesa Tanja Nijmeijer alias Alexandra Nariño
quien llegó a Colombia por motivos académicos en el año 1999. Según su relato, se
sintió atraída por el movimiento e incursionó por primera vez en la Red Urbana
Antonio Nariño en misiones de cobranza y espionaje. Posteriormente, se incorporó
como combatiente en las filas del Bloque Oriental, donde igual que el resto de
insurgentes recibió entrenamiento militar y tareas específicas en cumplimiento del
accionar guerrillero. La presencia de guerrilleras con orígenes extranjeros no ha sido
un tema con amplio abordaje en la literatura, tal vez por la dificultad de acceso a las
fuentes y por la pequeña cantidad que representan en la organización armada, no
obstante, la caracterización elaborada por la Universidad Nacional en el 2017
identificó la presencia de ochenta y cinco personas (sin discriminación por sexo)
adscritas al actual proceso de reincorporación, tal como se aprecia en el mapa:
68 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Si bien es cierto que las mujeres respondieron a los cambios en la cultura política del
país y que algunas decidirían participar activamente en los movimientos político-
militares que tomaban como fundamento la lucha de clase contra la opresión y el
cambio de las estructuras socioconómicas que consideraban injustas, no se puede
desconocer que las motivaciones y causas más recientes de ingreso obedecen a
elementos de diversa índole. En ese sentido, es necesario examinar la existencia de
las motivaciones personales que tuvieron las mujeres para ingresar a las filas y que,
en todo caso, poco tienen que ver con el carácter ideológico del grupo armado. Más
bien, esos factores pueden estar relacionados con diferentes situaciones y
experiencias vividas en sus lugares natales, con sus familias y las dinámicas propias
del conflicto en sus territorios. Asi entonces, podría decirse que existen elementos de
carácter subjetivo como las emociones, los anhelos y las biografías que tienen un
peso importante al momento de tomar las armas como elección.
Ibarra (2009) resalta que la menor ideologización de las y los combatientes que se
movilizaron a los grupos armados ilegales desde la década del noventa tiene una
estrecha relación con la “narcotización del conflicto armado o la financiación de la
70 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
guerra con recursos de la economía ilícita”52 (p, 97). Luego, este estudio identificó que
existen evidencias en relatos y testimonios que permiten aseverar que es posible que
la degradación del conflicto y los constantes golpes al movimiento fariano hayan
exacerbado la modalidad de reclutamiento forzado de hombres y mujeres, así como
de niñas y niños, configurandose éste último como una violación al Derecho
Internacional Humanitario.
A continuación se indicarán los motivos que las mujeres han esgrimido para ingresar
de manera “voluntaria”53. Se retoma la tipología de ingreso propuesta por Ibarra
(2009) y se añaden otras formas de acuerdo con el análisis de los relatos y las
entrevistas realizadas. Lo primero que advierte el acercamiento a las razones de
enrolamiento de las mujeres es la complejidad y la multiplicidad de elementos que se
entrecruzan cuando eligen el proyecto político militar como opción de vida. En su
mayoría, son procesos que no obedecen a una sola circunstancia, sino que están
antecedidos por la historia de vida personal y que están cargados de emociones.
52
Según las cifras del OPC, los mayores ingresos de mujeres a las Farc se dieron entre 1998 y el
2000.
53
Teniendo como referencia que un alto porcentaje de mujeres ingresa a las filas siendo menor de
edad y que un número considerable de ellas es de extracción campesina, se recuerda a Sandra
Ruiz cuando menciona que: “no puede haber voluntariedad si no hay en sus contextos alternativas
diferentes a la guerra” (Ruiz, s.f, p. 23).
71
Yo provengo de una familia pobre. La ciudad o la sociedad está dividida por estratos, yo soy
de los estratos de abajo. Realmente la vida en Bogotá es una cosa asfixiante porque en
todos lados tú estás viendo la pobreza, en todos lados ves niños pidiendo limosna, las
cosas están mal, las cosas no son justas. “Pa” (a su padre), le escribí en una carta, “si yo
estoy aquí es por usted”, pero no en la forma de recriminarle sino de decirle “porque es que
usted me enseñó a amar al otro, usted me enseñó a respetar, a pedir lo justo, a luchar, a
combatir, a no aceptar las injusticias, a discutir y a no quedarme callada y por eso estoy
aquí en las FARC. (Entrevista a Antonia Nariño, VICELAND, 2016)
La idea inicial era conocer la zona de distención, conocer, pues, el movimiento. Sí tiene uno
ya cierta formación, ya cierta inclinación hacia la ideología que maneja el grupo armado. Yo
pertenecí a las FARC y, pues, sí, a pesar de que uno no conoce cómo es la vida interna del
grupo armado, pues, hay simpatía con sus ideologías y, pues, ahí uno aprovechando la
coyuntura de la zona del despeje pues nos fuimos, nos fuimos todos, todo ese grupo. (…)
Ya algunos habían terminado el bachillerato. Otros estaban en la universidad y, pues, yo
que estaba en once todavía. Inicialmente el objetivo era conocer y devolvernos, pero ya,
después de estar allá, y nos dieron la posibilidad de decidir si nos quedábamos o nos
íbamos. Unos se devolvieron; se devolvieron tres, nos quedamos nueve voluntariamente.
(Sofía, OPC, p.1)
Sin embargo, es conocido que luego de que se agotaron las instancias de diálogo con
las FARC en la zona de despeje se produjo un fenómeno de criminalización de la
izquierda y de persecución a quienes pudieran ser sospechosos de tener nexos con
organizaciones armadas irregulares, lo que desencadenó, entre quienes pudieran
llegar a ser incriminados, a que vean la opción armada como una oportunidad de
escapar a la cárcel, tal como le pasó a Ángela54 (OPC):
Las motivaciones de este tipo están atravesadas por una serie de elementos a
considerar. Lo primero es la sensibilidad social generada por las condiciones
inequitativas que opacaban el acceso de oportunidades a las poblaciones con más
limitaciones de carácter económico; la empatía de las mujeres con el movimiento y la
esperanza de cambio que brindaba el proyecto político revolucionario; la périda de
legitimidad del Estado y sus instituciones, y la criminalización sistemática de la
izquierda. No obstante, la interpretación de los testimonios permiten avizorar que
54
Mujer perteneciente a pueblo indígena que ingresó a las FARC y permaneció 14 años. Según
su relato, se desempeñó como enfermera. Entrevista realizada por el observatorio de Paz y
Conflicto.
73
Como característica común en este grupo, se encuentra que todas las mujeres
provienen del sector urbano, y que luego de su militancia en organizaciones sociales,
optaron por la vía armada en los campamentos guerrilleros. Es posible que entre este
grupo existieran algunas claridades sobre la emergente lucha reivindicatoria de los
derechos de las mujeres, su conquista en el campo político, social y económico y la
existencia de colectivos de activistas que se oponían ferreamente a las actitudes de
discriminación femenina. Sin embargo, entre los testimonios no se encuentran relatos
que indiquen que el alistamiento se produjo por la búsqueda de la equiparación de
derechos que brinda el movimiento, más bien, entre quienes tienen una mayor
formación política, las motivaciones giran alrededor de la creencia en la revolución y
en la validez de la vía armada para las transformaciones:
Luchar por los principios que nosotros tenemos que es la toma del poder para el pueblo, o
sea que haya un cambio en las estructuras del país para que todo el pueblo tenga un buen
55
porvenir y esas son las ideas de nosotros. El trabajo. (Marta , comunicación personal, 21
de septiembre de 2016)
55
Marta fue entrevistada en el marco de la décima conferencia guerrillera en los Llanos del Yarí.
Perteneció a las FARC durante 24 años y se desempeñó como odontóloga.
74 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
No, pues, yo... o sea, la cosa que me dio para irme a las FARC fue el maltrato de mi padre;
me daba muy duro y su forma de castigarme era un castigo muy duro. (…) Prácticamente
permanecíamos diarios dos o tres días por la finca; permanentemente es como la guarida
de ellos allá... Yo me volé de la casa como a los 11 años. Me volé con un muchacho, pero
mi papá me encontró y me pegó. A los 8 días pasó una guerrilla por la casa y yo pedí
56
ingreso. (Inés , OPC, p.1)
Me vine con la señora que me había criado, y ella se vino para [ese departamento]. Fui
creciendo allá, pero con muchas dificultades porque, cuando uno no tiene los propios
padres de uno, uno sufre mucho. Uno, todo, todo es tropiezo. Entonces seguía así, con
dificultades. Y, a la edad de 13 años, me escapé, me volé. (Irene, OPC, p.1)
Llevo 10 años en el movimiento, ingresé cuando iba a cumplir los 13 años. Los motivos por
los que ingresé fue por problemas en la casa donde viví, yo soy del área del Yarí. Entré
porque tenía muchos problemas con el señor que me crió, ese señor no era nada mío, él
abusó de mí cuando yo tenía 9 años, entonces él quería como seguirme cogiendo de mujer
y pues yo no me dejaba y por eso él me pegaba y me maltrataba. Y pues me aburrí, me
sentí muy triste y la única gente que yo miraba como mi familia era ésta (refiriéndose a las
FARC)”. (María, Urías Rondón)
56
Mujer que ingresó a los once años de edad y permaneció 12 años. Según su relato, Inés
realizaba tareas como organizadora de masas y ecónoma. Esta entrevista fue realizada por el
Observatorio de Paz y Conflicto.
75
según Lelièvre et al. (2004), como la significación de una “familia sustituta” que llena
los vacíos emocionales vividos en experiencias previas al enrolamiento. Lo que no se
observa con claridad en esta forma de ingreso es el cuestionamiento por las
estructuras de poder, sino que la conciencia por la defensa de sus libertades deviene
de un deseo de salir de las circunstancias de violencia o dominación existentes en su
entorno. El discurso de igualdad en las filas puede también resultar un factor atractivo
para que las mujeres se impliquen definitivamente en el grupo armado.
Es que yo vivía con mi mamá abuela; ella ha sido la que siempre me ha criado pero antes,
antes hace mucho tiempo, la situación económica en la casa no estaba bien… si le daba de
comer a uno no le podía dar al otro y ahí fue que me tuvo que mandar donde mi tía. Yo me
fui ilusionada porque iba a cursar quinto de primaria y porque mi tía es muy consentidora.
Allá viví un tiempo hasta que empezaron a pasar cosas muy feas. (…) Un día mi tía tuvo
que salir al mercado, yo le pedí y le pedí que me llevara pero el esposo le insistía que para
que se iba a encartar en el mercado conmigo…ella me dejó y me pidió que acabara de
organizar el almuerzo para dárselo.
Cuando ella se fue yo me encerré en mi cuarto… de repente sentí que el abrió la puerta
y me hizo señas de que no dijera nada. Yo me paré de la cama y le dije que él no me
iba a hacer nada a mí… él se acerco y abuso de mí, eso lo hizo muchas veces durante
los meses que estaba allá y me amenazaba diciéndome que si abría la boca y decía
algo iba a matar a mi mamá. (…) El se iba acordar de mi después de lo que yo le
hiciera y con la muerte no bastaba, eso era como darle un descanso, el tenia que sufrir
todos los días de su vida, así aprendía a que no debe abusar de una mujer. (Relato de
joven desvinculada, como se citó en Caicedo, 2012)
76 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Por otra parte, la degradación del conflicto y las disputas de los diferentes grupos
armados por el control territorial generó que las relaciones con la población civil
tomaran un matiz que fluctuaba entre el sometimiento, el apoyo a algún bando (con el
riesgo de señalamiento que ello incluía) o el desplazamiento forzado. Apoyar a algún
actor armado podía convertirse en una amenaza contra la propia vida o la de los
suyos, lo que en últimas, terminaba por transformarse en un factor que motivaba la
movilización a la organización de manera individual o en compañía de otros miembros
de la familia:
Mi motivo de haber ingresado a la guerrilla fue porque entraron muchos paramilitares en la
vereda donde yo vivía, entonces pues nos quemaban lo que era lotes de plátano, de yuca,
nos robaban las gallinas, nos robaban el ganado y de ver eso pues buscaban mucho a mis
padres para matarlos, entonces de ver eso entonces nos tocó salirnos de la zona y ya nos
fuimos para otra zona que igual era zona guerrillera. Yo soy de la Macarena, entonces de
ahí nos vinimos para otro lado y pues ahí también eran zonas guerrilleras. Yo de ver tanto
58
volteo para una parte y otra, pues tomé la decisión de ingresar a la guerrilla. (Alejandra ,
comunicación personal, 02 de abril de 2017)
d) Gusto por las armas: Ésta se constituye en otra de las motivaciones de ingreso de
la cual también dan cuenta los relatos de mujeres farianas que se vincularon en el
campo militar de la organización. Los testimonios recogidos muestran la atracción por
el uniforme, por el porte de armas y la pertenencia a un ordenamiento que finalmente
generó reconocimiento y les permitió ascender en la jerarquía social de su contexto,
57
Mujer que ingresó a las FARC a los 17 años de edad y permaneció 10 años. Se desempeñó
como miliciana y en finanzas. Esta entrevista fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
58
Esta entrevista fue realizada por la autora de este texto en la (entonces llamada) ZVTN Urías
Rondón. Alejandra permaneció durante 16 años en las FARC, hizo parte del Frente 40 del Bloque
Oriental. Se desempeñó como radista y en organización de masas y comunicaciones.
77
así como lo muestran Jazmín59, quien hizo parte del Bloque Oriental y Karla:
Entré a las Farc porque realmente me gustaba ver a las mujeres uniformadas, con armas,
me parecía bonito. Esa fue mi razón porque pues yo no sabía cómo era el movimiento,
solamente eso, yo las miraba por ahí y me gustaba. (Jazmín, comunicación personal, 26 de
junio de 2017)
Yo era feliz de verme con mi uniforme y mi arma; eso me gustaba a mí. No sé de dónde me
nacía a mí [risas]. Entonces, yo digo que, para mí, nunca fue duro, como dicen por acá, que
con rabia y eso. (Karla, OPC, p.2)
“Yo de FARC no sabía nada, de un momento a otro tomé la decisión de venirme, como
ellos estaban ahí cerquita, todos los días iban a la casa. (…) Ser guerrillera es un orgullo.
Es un ejército y estamos luchando es por el pueblo, o sea, de que todos tengamos una
igualdad.” (Carolina, comunicación personal, 02 de abril de 2017)
59
Jazmín fue entrevistada en la ZVTN Urías Rondón, según su relato, hizo parte de las FARC
durante 10 años. Perteneció al Frente Felipe Rincón y se desempeñó como odontóloga. La
entrevista fue realizada por la investigadora de esta tesis.
78 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Se fueron ganando la confianza mía y yo me fui ganando la confianza de ellos. Por decir
algo, ellos me decían, ellos me decían ‘[...], vaya a tal parte, pero no se demore’; de una me
pasaban plata: ‘Vea, tenga tanto para que traiga tal cosa’. Y yo llegaba y compraba y, de
una vez, con mi listado ahí; yo no iba a traer como una loca sino mi listado. ‘Vaya, deje tal
encargo a tal parte y de regreso me trae otro’, e iba y hacía el mandado. Entonces es cosa
de que uno se iba ganando la confianza de ellos y ellos se iban ganando la confianza de
60
uno. (Paula , OPC, p.6)
60
Mujer que ingresó a los 17 años a las FARC y permaneció ocho años. Se desempeñó como
radista y en organización de masas. Esta entrevista fue realizada por el Observatorio de paz y
conflicto.
79
ejército armado y para invitarles a ser parte de sus filas. Esa interacción permanente,
sumada a otro conjunto de situaciones como las limitaciones económicas y materiales,
las complejas dinámicas familiares y la carencia de proyectos de vida fuera de la guerra
hicieron de la incorporación a las FARC un opción viable, tal como Miriam61 comparte a
través de su experiencia de ingreso:
Pues mi familia era muy pobre, entonces no tenía los recursos necesarios para ponernos a
estudiar y pues nosotros siempre éramos bastantes y mi papá no tenia los recursos para
darnos lo que nosotros necesitábamos, entonces, pues, en la zona guerrillera ve que uno
mantiene relacionándose con ellos, pues el mejor camino de uno es venirse. Yo soy de las
sabanas del Yarí, del Caquetá. Ingresé a los 13 años al Bloque Oriental. (Miriam,
comunicación personal, 02 de abril de 2017)
Para culminar este apartado, se hará referencia al reclutamiento forzado como una de
61
Ex guerrillera de las FARC. Perteneció al movimiento durante ocho años. Hizo parte del Frente
séptimo, Bloque Oriental. Se desempeñó como enfermera. Entrevista realizada el 02 de abril en la
ZVTN Urías Rondón.
62
Ex guerrillera de las FARC. Hizo parte del movimiento durante doce años. Estuvo en el Frente
séptimo, Bloque Oriental. Durante su permanencia, realizó labores diversas como secretaria
política, radista, ecónoma, enfermera, comandante de escuadra y de guerrilla. Entrevista realizada
el 26 de junio de 2017.
80 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
las razones que aludieron las mujeres sobre su ingreso aunque en menor proporción
que el resto de las causas de entrada arriba expuestas. Es importante recordar en
este punto que en la Séptima Conferencia Guerrillera, llevada a cabo en 1982 se
difinió que se crearían comisiones de reclutamiento en cada frente y se fijaron criterios
para el ingreso: “el reclutado debe estar fisicamente apto y mentalmente maduro, es
decir, claro del por qué ingresa” (FARC-EP, s.f(a), párr.9), adicionalmente,
establecieron que la edad de alistamiento oscilaría de los 15 a los 30 años. Entre los
datos consultados se identificaron dos casos en los que manifestaron que el
reclutamiento se presentó de manera forzosa; en uno la entrada se produjo a los
catorce años y en otro a los once, como se puede ver en los siguientes testimonios:
pasaron los quince días y pasaron otra vez, y ahí si ya no nos preguntaron sino que nos
llevaron... pues, que nos teníamos que ir con ellos... Y el Director del internado les dijo que
no, que no nos podían llevar así a la fuerza, que nosotras teníamos familia, que él qué le
iba a decir a nuestros papás; y ellos dijeron que no, que teníamos que aportarle a la
63
revolución. (Camila , OPC, p.1)
Pues, yo vivía con mis padres, mi mamá, mi papá y mis hermanos hasta la edad de los
once años; yo estudiaba y trabajaba. Me tocaba que estudiar para ayudarles a mi familia. Y,
una vez, pasó el grupo armado y me dijeron que me fuera con ellos; entonces, yo les dije
que no, que yo estaba muy chiquita. Entonces, yo les comenté a mis padres, ellos sabían
de eso, y me dijeron que no lo fuera a hacer. Entonces, ellos se fueron y, como a los quince
días, volvieron y me dijeron que, si yo no me iba ellos, no respondían por mi papá.
Entonces, el jefe como que me amenazó; entonces me dio como miedo y me fui, me fui con
64
ellos. (Erika , OPC, p.1)
Según una columna del periódico El Tiempo (2015), los miembros del ejército
guerrillero han asegurado que en ocasiones tuvieron que disuadir a algunos menores
de edad de que no se enrolen a las FARC, promoviendo la idea de que se incorporen
cuando tengan la edad suficiente que les permita tener conciencia del por qué y para
qué desean vincularse a la lucha insurgente65. No obstante, parecen existir casos en
que fueron las mismas mujeres, siendo menores de edad, quienes insistieron en su
63
Mujer que ingresó a los 14 años a las FARC y permaneció nueve años. Se desempeñó como
enfermera y radista. Entrevista realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
64
Mujer que ingresó a las FARC a los once años de edad y permaneció 6 años. Se desempeñó
en actividades de rancha y estuvo en línea de combate. Entrevista realizada por el Observatorio
de Paz y Conflicto.
65
Para ampliar, ver: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15236821
81
Tal como lo recuerda Connell en sus diferentes investigaciones (1987; 1997; 2001),
uno de los componentes de las relaciones sociales de género son las relaciones de
producción o división sexual del trabajo. En las FARC particularmente, esa
delimitación sería claramente divisoria para hombres y mujeres en su conformación
temprana, con excepciones de algunas guerrilleras que participaron en frentes de
combate. En otras palabras, la inicial asignación de funciones allí respondía
coherentemente a lo estipulado en el orden social amplio: las mujeres en tareas de
cuidado y los hombres en lo político y en la línea de fuego. Sin embargo, como se
mencionó anteriormente, con el transcurso de los años, la organización armada haría
esfuerzos por diversificar las funciones y mostrar una idea de “igualdad” en deberes y
derechos para ambos sexos.
82 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Retomando a Pascale Molinier (2011), se entiende que la división sexual del trabajo
basada en un orden convencional se caracteriza por la asignación prioritaria de los
hombres a la esfera productiva y de las mujeres a la esfera reproductiva. Para ella,
esa forma de división se encuentra regida por dos principios organizadores: un
principio de separación, es decir, la consideración de que hay trabajos de hombres y
otros de mujeres, y, otro principio jerárquico, en el cual las funciones de los hombres
tienen un valor social agregado en lo político, lo militar, etc. Ahora bien, hay que
anotar que la división sexual del trabajo no es un dato inmutable, por el contrario,
varía de manera considerable en el tiempo y de acuerdo con el desarrollo de
sociedades concretas.
Bajo esas premisas, se infiere que la división sexual del trabajo en cualquier
organización o institución se organiza a través de funciones, roles y actividades que
son asignados a unos y otras. En ese orden de ideas, al indagar por los roles que las
mujeres farianas han desempeñado en la guerrilla, comienzan a surgir una serie de
interrogantes que pretenden ser respondidos a la luz de los relatos existentes en
entrevistas, prensa, documentales así como aquello establecido en los reglamentos y
textos producidos por la misma organización. Algunas preguntas que orientarán el
desarrollo de este apartado son ¿cuáles fueron los roles de las mujeres en la
insurgencia fariana? ¿cómo respondieron a las necesidades del movimiento? ¿cómo
se plantean esos roles en los documentos reglamentarios?, y finalmente, ¿la
diversidad de oficios en la guerrilla garantizó igualdad absoluta entre hombres y
mujeres insurgentes?
De tal manera, cuando se habla de los roles ejercidos por las mujeres farianas es
importante enmarcarlos dentro de los límites de aquella institucionalidad;
parafraseando a Berger y Luckman (1989), las instituciones se encarnan en la
experiencia individual por medio del desempeño de dichos roles, pues no sólo se
convierten en una forma de participación sino que ejercen la función de reproducir un
66
Lo operativo se refiere a los aspectos de la vida cotidiana en los campamentos; actividades
como la rancha o el economáto pueden formar parte de esta categoría.
67
Declaración política de la segunda conferencia guerrillera del Bloque Sur.
84 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
mundo social específico y así mantener las tradiciones organizativas. Al entender que
los roles representan el orden y que generan un nexo institucional, cobra sentido que
cada uno de sus miembros desarrolle una función determinada que aporta al
cumplimiento de las orientaciones emanadas por las instancias superiores. Es decir, la
organización produce hombres y mujeres para lucha, pero estos, a su vez, reproducen
la vida guerrillera mediante el lugar construido en la organización.
Por otro lado, se propone situar las reflexiones en torno a las comprensiones que
desde una dimensión de género se pueden elaborar. Para ello, se dirá que las FARC
hacen parte de un sistema de género amplio donde se producen discursos que van en
coherencia con los momentos históricos, sociales y culturales de una sociedad. Tales
dicursos son reproducidos, a su vez, por organizaciones o instituciones particulares
donde se configuran regímenes de género, es decir, espacios o micro sociedades
caracterizadas por la producción de relaciones particulares y que responden a su
estructura interna y a la forma cómo se han erigido. Las FARC se entienden quí como
un régimen de género donde se disponen arreglos particulares entre hombres y
mujeres enmarcados en la lucha de un gurpo revolucionario que se opone al statu quo
establecido e intenta generar rupturas con el orden social más amplio. Sin embargo,
se mostrará cómo desde el desempeño de ciertos roles se matizaron y se
reprodujeron algunas concepciones tradicionales de la división sexual del trabajo,
pese a la construcción de un fuerte discurso de igualdad interiorizado por hombres y
mujeres insurgentes.
En lo que sigue, se hará un esbozo de los roles que desempeñaron las mujeres
farianas mientras estuvieron alzadas en armas, para ello se hizo una revisión de los
documentos que planificaron y reglamentaron la vida de la organización (estatuto,
conferencias guerrilleras y plenos) y se identificaron los roles a partir del análisis de
los relatos publicados por el OPC y las entrevistas realizadas en la ZVTN Urías
Rondón. Los relatos incluyen voces de hombres y mujeres del movimiento bajo la
consideración de que los análisis de género no pueden centrarse únicamente en la
revisión experiencial de las mujeres.
85
Servicios asistenciales
a combatientes
Enfermeras
Odontólogas
Después de haber ingresado fui a un entrenamiento que duró seis meses. Allá me
enseñaron lo que es la parte política y la parte militar; claro que la parte militar no nos
metieron tanto. Nos metieron más duro fue la parte ideológica, la parte política; ahí sí nos
afinaron más porque realmente ellos decían que, si nosotros estábamos formados
políticamente, militarmente, nos iba a ir bien. (Camila. OPC, p.5)
Elizabeth Wood explica que las instituciones militares con una cadena mando clara y
prácticas disciplinarias rígidas son necesarias pero no suficientes para generar
identificación con las instancias superiores y con el grupo en general. En cambio,
señala la necesidad de incrementar una educación política intensa que adoctrine a los
reclutas “de una manera tan fuerte que estos internalizan la ideología y las normas del
grupo” (2012, p. 42). Así lo confirma el relato de Juana:
Digamos, que, de cierta forma, ellos hacen eso para romperle a usted el espíritu porque
tiene que quebrantarla para someterla al grupo [...], a las normas del grupo y a que usted
haga todo como colectivo. Usted tiene que romper su ser individual para que usted se
asuma al grupo. Y, si no, no funciona porque, si usted sigue siendo un ser individual, con
sus ideas individuales, con su formación, con sus ideales, con sus pensamientos, con sus
emociones individuales, usted no se asume a que el grupo o el colectivo es el que manda.
(Juana, OPC, p. 9)
Independientemente del sexo o del género, los testimonios indican que el proceso de
adoctrinamiento político y militar del movimiento se inculcaban de la misma manera,
pues en últimas, lo que se buscaba es absorber la lealtad y energía total de la
persona, y como refiere Juana en su relato, “la subordinación del ser individual a la
colectividad guerrillera”. En esa colectividad, lo personal se difumina y los intereses
entran a formar parte de la identidad común. Como elemento adicional, se tiene que la
organización movilizó esfuerzos para reforzar el proceso de apropiación de los
68
Conclusiones de Organización de la Tercera Conferencia de las FARC. 1969.
87
[El entrenamiento era] igual, igual que a los hombres... Me desmayé muchas veces. Sí, es
duro y, dependiendo del comandante también. Yo tuve comandantes muy buenos que,
pues, que tratan a la gente como personas de verdad; pero también tuve unos que nos
trataban muy mal, nos insultaban a nosotras las mujeres, ‘Muévalo como lo mueve en la
cama’. (…) Pero también yo sabía que era un comandante que estaba haciendo las cosas
fuera de lo normal porque había muchas veces que le llamaron la atención por la forma
como trataba a las personas. (Sofía, OPC, p.7).
De la experiencia de Sofia se rescatan dos elementos. El primero tiene que ver con la
masculinización de los cuerpos combatientes; en una sociedad jeraquizada como la
69
En la VII conferencia se estableció que por cada Frente guerrillero habría un “responsable de
educación”, encargado de elevar el nivel político de los combatientes mediante la realización de la
hora cultural diaria y el impulso al estudio (Aguilera, 2013).
70
Conclusiones político militares. Sexta conferencia de las Farc. 1978.
88 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
71
Las masculinidades hegemónicas se entienden como un patrón de práctica que permite que la
dominación masculina sobre las mujeres se perpetúe. Las masculinidades no se siempre se
configuran como hegemónicas, también pueden ser subordinadas (Connell, 2005)
72
La violencia verbal abarca el menosprecio en privado o en presencia de otras personas,
ridiculización, uso de palabras que sean especialmente incómodas para la interlocutora (…).
Tomado de UN WOMEN. Glosario de igualdad de género.
73
Para Camila Medina, la forma en que la masculinidad guerrera es socializada varía
dependiendo del contexto histórico o regional donde se desarrolla el conflicto. Así mismo, es
importante aclarar que no se pretende caer en generalizaciones, pues no todas las combatientes
expresaron esta percepción.
89
74
Los cursos especiales se dividen en: a)Nivel básico: Estatutos, reglamentos y conceptos
básicos sobre la combinación de todas las formas de lucha. Terminología política básica. b) Nivel
medio: Línea política, estatutos del partido, programa agrario, filosofía, economía, organización y
trabajo de masas. Conclusiones de Educación. VII conferencia guerrillera de las Farc- EP.
90 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
para afinar conocimientos en áreas específicas y tener una división de trabajo clara al
interior de la organización con personas preparadas para el desarrollo de los roles
asignados. Es posible que ya en esas dos últimas conferencias, con la declaración
abierta de igualdad en deberes y derechos para las mujeres, haya existido una mayor
diversificación en los roles de ellas, sin que ello haya significado por sí mismo que se
suprimieran imaginarios y valoraciones fundados en un orden de género
convencional.
a) Organizadoras de masas:
Este rol se caracteriza por ser de naturaleza política y organizativa. Las mujeres que
desempeñaron esta función relatan la cercanía con la gente, el diálogo con las
comunidades y la importancia de ligar la militancia armada con la movilización de las
bases populares. Ines y Diana lo plantean de la siguiente manera:
Nosotros para todo tenemos que hacer curso, por ejemplo, para ser organizador de masas
hay que hacer un curso, el curso mi me lo dio Iván Alí. En ese curso nos reunían y era
estudiar el programa agrario y plataforma de lucha para que nosotros tuviéramos
argumentos para ir a hablar con la población civil. Ese programa agrario está tan bien
diseñado que no choca contra ningún campesino, contra nadie choca, lo único es que a los
terratenientes y a los burgueses pues nunca les va a caer bien el programa agrario. (…)El
organizador de masas lo único que hacía era hablar con la gente, participar en reuniones,
en sí era el que mantenía compenetrado con la organización de la gente. Conectándolas y
organizándolas para el bien común, para recoger fondos para su mismo bienestar,
orientando a la población de que no se puede pensar en uno solo. (Diana, comunicación
personal, 26 de junio de 2017)
75
Las escuelas nacionales se dividen en: a) Organización b) Propaganda c) Escuela Nacional de
entrenamiento militar. Conclusiones de Educación. VII conferencia guerrillera de las Farc- EP.
91
Según Paola Saenz77, las mujeres tienen más “afinidad” en el trabajo con
comunidades, sin embargo, dice ella que:
A veces las comunidades son mas reacias a escuchar a una mujer (…). Yo nunca he
estado en el trabajo de organización pero pues yo he visto muchísimas mujeres que dirigen,
pero también andan con hombres y no sé, yo creo que es que las mujeres tenemos mas
cautela en algunas cosas, como a la hora de decidir la mujer es como más calmada, la
mujer es como mas tolerante. (Paola Saenz, comunicación personal, 21 de septiembre de
2016)
Las mujeres que hicieron parte de estas comisiones debían tener claridad sobre los
fundamentos ideológicos de las FARC, conocer el Estatuto, los objetivos políticos,
militares e interiorizar los principios orientadores de la lucha que precedían.
76
Conclusiones político militares del cuarto pleno del Estado Mayor de las Farc. 1973.
77
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció durante 9 años en el movimiento armado, su radio de
acción fue el Bloque Oriental y se desempeñó como secretaria política, mando de escuadra y
reemplazante. Esta entrevista fue realizada el 21 de septiembre de 2016, en el marco de la
décima conferencia guerrillera.
92 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
b) Comunicadoras (propaganda)
Este rol es amplio y abarca diversas actividades. A nivel político, se destacan las
elaboraciones de propaganda desarrolladas por la organización, situadas
principalmente en el boletin nacional “Resistencia” el cual cobró vida desde las
conclusiones organizativas de la tercera conferencia, donde se insta a los
destacamentos a la publicación de boletines y volantes informativos para su difusión al
interior de la organización y la emisión de propaganda dirigida a la población que
“contrarreste toda desinformación oficial sobre la lucha guerrillera”. Esto se renueva
más adelante con la sexta conferencia, en la cual se sugiere el intercambio regular de
boletines entre frentes, se recomienda el uso de medios masivos de comunicación y el
uso de cassettes y grabaciones con las voces de los comandantes del Estado Mayor
para darlo a conocer entre la población, así mismo, se considera la necesidad de
recopilar la mayor información existente sobre la historia del movimiento para la
publicación de libros al respecto.
93
De manera importante se toma la publicación del Programa Agrario, pues este sería
pieza fundamental para darlo a conocer entre las masas y sensibilizar a las
comunidades sobre la necesidad de la lucha armada basada en la “destrucción de la
vieja estructura latifundista”78. En este programa se establece que la unión de diversos
sectores, entre los que se incluyen estudiantes, movimientos sindicales, campesinos,
juntas comunales, obreros, entre otros, serían llamados a generar el cambio por medio
de la revolución y la combinación de las diferentes formas de lucha. Esta labor está
ligada a la organización de masas, pues en últimas se trataba de difundir el
pensamiento fariano. Allí las mujeres también hicieron parte activa de estos roles, tal
como lo narra Natalia (OPC):
a lo último, aprendí un poquito como de sistemas para poder sacar los documentos que yo
misma, por ejemplo, yo misma leía; por ejemplo, el libro de [...]. Entonces lo leía y de ahí
hacía un resumen de lo más importante: fechas, dónde estuvieron; comenzaba así... de
cuántas personas comenzó a surgir las FARC. Entonces todo eso; todas esas preguntas las
colocaba yo (…). (p. 6)
78
Para ampliar información sobre el Programa Agrario, ver
http://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Co/farc/al_farc0007.pdf
94 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
pues es una experiencia nueva, no había tenido la oportunidad, pero es una experiencia
estupenda, creo que me he relacionado bastante con los medios” (Paola Saenz, comunicación
personal, 21 de septiembre de 2016). En la actualidad, algunas continúan aportando a la
organización desde esos mismos saberes mientras se encuentran en proceso de
reincorporación.
79
Emitidos por el Estado Mayor Central, entendido éste como el organismo superior de dirección
y mando de las FARC. Sus acuerdos, ordenes y determinaciones son de obligatorio cumplimiento
para todo el movimiento.
95
COMPAÑÍA
COLUMNA Dos guerrilas más sus GUERRILLA
ESCUADRA UNIDAD TÁCTICA DE
Dos compañías o más y sus mandos. Dos escuadras más sus
Unidad básica COMBATE
mandos 54 guerrilleros mandos
12 guerrilleros 3, 6, 8 guerrilleros
110 guerrilleros Son sólo de combate móviles 26 guerrilleros
Dependían del EMB
a) Radistas
Yo era radista del frente, tenía que comunicar de un lado a otro por medio de un radio las
novedades de frente a frente. Nos comunicamos por ejemplo de aquí al Guaviare o al Meta.
Nos comunicamos para dar parte, para dar alguna orientación. (…) El papel de radista sirve
para orientar algo militar, político. En tiempos de guerra, cuando uno salía no podía faltar el
96 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Cada unidad operativa debía contar con uno o dos radistas, quienes eran
cautelosamente seleccionados por la confidencialidad que planteaba este cargo:
“deben ser camaradas de absoluta confianza y de comprobada responsabilidad” se
expresaba la VIII conferencia guerrillera. Así también lo manifiesta Paola: “la persona
que maneja el radio tiene que ser una persona de confianza, de pleno respeto, que se haga
respetar de las demás personas” (Paula, OPC, p.6).
De las mujeres entrevistadas y del análisis de los relatos se encontró que muchas de
ellas desempeñaron este rol, que, como elemento adicional, estaba antecedido por la
realización previa de un curso para adquirir los conocimientos frente al uso del
dispositivo y los códigos:
El curso de radio es máximo ocho días, eso es fácil, es sólo aprender a codificar y a meter
la frecuencia y ya… lo básico. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Ese curso dura como 15 días; varias personas se concentran en un lugar y lo dicta una
radista del frente que sabe muchísimo de comunicaciones. Cada compañía tiene su radista
y tiene tres o cuatro radistas más que son de los comandos que salen de esa compañía.
Por ejemplo, en una compañía de 54 unidades, está la radista que es de toda la compañía,
pero de pronto necesitan salir tres comandos, entonces esos tres comandos salen y se van
para diferentes partes y como no podemos estar cerquita, entonces usted con su radista ya
lo podían acompañar a misiones, entonces un ejemplo, ‘tenemos un herido ¿dónde lo
ponemos?’. El radista y los enfermeros eran fundamentales en cualquier unidad (Diana,
comunicación personal, 26 de junio de 2017).
b) Combatientes
Desde que se realizó la segunda conferencia guerrillera (1966) se estableció que las
mujeres pueden ser miembros siempre y cuando cumplieran “igual que los hombres”
con los requisitos para serlo. Aunque eran en términos cuantitativos muchísima menor
proporción que los hombres, el combate militar se ha constituido en un campo en el
97
que ellas han tenido injerencia activa desde sus inicios hasta el cese al fuego bilateral
en el marco del proceso de paz. Los relatos recogidos dan evidencia de ello, pero
también de la existencia de tensiones en las relaciones de género en el terreno
asociado a la confrontación armada.
Para empezar, algunas mujeres como Martha no hicieron parte del combate y aluden
a que eso se dio gracias a su buen comportamiento y obediencia con las tareas
encomendadas, tal como se puede leer a continuación: “Para mí, el comportamiento que
tuve allá fue un comportamiento muy bueno porque a mí nunca, nunca me llevaron a una línea
de fuego. Salían que a armar los grupos para ir, pero a mí me dejaban por ahí en avanzadas o
me dejaban por ahí en el campamento cocinando, pero nunca meterme a la línea de fuego,
nunca, nunca porque yo no era una persona grosera. Yo lo que me mandaban hacer, pues, yo
lo hacía, y eso, el comportamiento de uno vale mucho” (Martha, OPC, p. 8). Claramente,
Martha prefería quedarse en el campamento desarrollando actividades asistenciales y
logísticas, antes que arriesgar su vida en combate.
Otras, estuvieron cerca de las ofensivas militares pero refieren que los
enfrentamientos se presentaban de forma irregular y con menos incidencia en algunas
zonas, tal como lo cuenta Carolina del Bloque Oriental: “Donde yo estuve no fue tan duro,
fue mas bien pasivo” (comunicación personal, 02 de abril de 2017). Otras mujeres, en
cambio, fueron activas en zonas de hostilidades y también desempeñaban otras
tareas como ser enfermeras o radistas:
98 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Desde que ingresé a las FARC, el primer cargo que ejercí fue ser secretaria política de una
escuadra, de ahí fui radista, fui ecónoma, fui enfermera, fui comandante de escuadra,
comandante de guerrilla, de ahí me dediqué a los comandos de orden publico. Después
hice el curso básico y creo que ya, hasta ahora que estoy trabajando en comunicaciones.
(Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Hubo un tiempo que fue orden público y orden público y uno decía, de ésta no salgo. A
veces nos sentábamos a hablar carreta y a uno le decían, usted al paso que va, va a vivir
hasta los tantos años, uno le ponía edad a la otra persona. A mi me decían ‘si usted sigue
así, ni siquiera va a conocer la cédula’, obviamente ninguno conocía la cédula… yo como
de los 16 a los 18 sentía que me iba a morir y pensaba que no iba a alcanzar a cumplir 20
años porque eso se veían operativos y operativos y uno veía guerrilleros caer muertos,
bombardeos. (Comunicación personal, 26 de junio de 2017)
80
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció en la organización armada durante diez años (Bloque
Occidental). Se desempeñó como enfermera, francotiradora y radista. Esta entrevista fue
realizada por la autora de esta investigación el día 26 de junio de 2017, en la ZVTN Urías Rondón.
99
(como se citó en Castrillón, 2015), la mujer que más alto rango militar logró en las FARC.
Según su relato, llegar a ser comandante de frente se lo debe a dos factores, por un lado
la obediencia, la proactividad y la disciplina: “si me mandaban a la guardia, a recoger
leña, yo lo hacía inmediatamente. Los mandos tienen en cuenta eso” (p. 86). De otro
lado, atribuye su éxito militar a sus habilidades para salir victoriosa de los hostigamientos
y a su buen manejo de las armas; en combate retaba a los hombres y se propuso
demostrar ser mejor que ellos en ese campo: “Cuando me dieron mando como
reemplazante de escuadra [la unidad más pequeña, 12 guerrilleros] me propuse
demostrarles a estos muchachos que no me iban a degradar, me preparé para el
combate” (como se citó en Castrillón, 2015, p.87). Karina llegó a ser una de las figuras
más emblemáticas por su conocida capacidad de dar duros golpes militares, fue tildada
de “cruel y sanguinaria” y en su momento, el ex presidente Álvaro Uribe, ofreció 1.500
millones por quien diera pistas de su ubicación.
Al ser un ejército guerrillero con prevalencia masculina, las mujeres tuvieron que hacer
grandes esfuerzos por demostrar que estaban a la altura de sus compañeros hombres
para entrar al combate y para hacer parte de la línea de mando. No obstante, ello se
dio no sin conflicto, pues hubo quienes desafiaron el estereotipo de mujer débil y,
similar a Karina, se resistieron a permanecer en la retaguardia, tal como lo refieren
Diana e Isabela, ambas ocuparon rango de comandantes de compañía o guerrilla en
el Bloque Oriental:
Las mujeres aquí tenemos muchas oportunidades, en la medida que nos preparemos y nos
proyectemos, la organización nos abre todo el espacio para trabajar. Entonces a una mujer
comandante le toca cumplir las mismas normas que a los comandantes, y los hombres
subordinados, pues les toca cumplirle a la mujer comandante sin ningún reparo. Claro,
cuando un hombre entra a las FARC y le toca subordinarse, pues para algunos es
impactante recibirle ordenes a una mujer, pero no hay como una resistencia de que ‘no le
voy a acatar’. Llevo 12 años en filas y como comandante desde el 2011 ejerzo el mando.
(Isabela, comunicación personal, 21 de septiembre de 2016)
“El problema es que uno de mujer en las FARC, uno alcanza la meta hasta donde uno
quiere estar, por ejemplo las mujeres en las Farc no les gustaba casi ser comandantes pero
las que son y fueron fue porque quisieron y dijeron ‘yo voy a ser comandante y lo voy a
alcanzar’ y casi la mayoría de mujeres les gustó fue ser enfermeras o ser radistas.
Personalmente, yo quise explorar muchas opciones, fui radista, fui enfermera, fui de
organización de masas, de inteligencia, pasé a ser de orden publico, de ahí estuve con
Carlos Antonio [Lozada], hice un curso de misiones especiales que es un curso muy
avanzado sobre la capacidad ofensiva en la zona urbana y hasta ahí alcance.” (Diana,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)
100 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Para Santiago81, en las FARC se extendió un imaginario guerrillero que despojaba a las
mujeres comandantes de sus capacidades militares y de mando: “tal vez el imaginario
guerrillero es que siempre llega la mujer (a ser comandante) es gracias a que fue la mujer del
comandante o porque bueno fue la amiga, la prima o algo del comandante o la persona que
siempre estuvo con él como la compañera” (comunicación personal, 28 de febrero de 2016).
Reiterando lo anterior, Andrés París (comunicación personal) refirió que las mujeres debían
incrementar su capacidad en el combate para ganar la legitimidad y el respeto de sus
compañeros:
Existen los prejuicios de que las mujeres pudieran asumir el mando pero en eso jugaba un
papel determinante la actitud de la mujer. Si va a asumir mando sobre los hombres y las
mujeres, ambos demandaban que esa comandante entrara y saliera del combate.
Entonces, centenares de mujeres que entraron y salieron del combate ganaban una
autoridad como la del hombre, igual. Entonces ahí no había ninguna concepción, sino que
las que mandaban es porque se lo ganaron y después de que ellas se lo ganaban, pues
uno veía que la gente le cumplía. Yo vi mujeres comandantes extraordinarias y las que
mejor autoridad tenían se ganaron eso en el combate. (…) Entonces el prejuicio si existe
pero eso moría ante la autoridad ganada en el combate. (19 de noviembre de 2017)
Así las cosas, al desarrollar el análisis y releer los relatos y las entrevistas de hombres
y mujeres que pertenecieron al grupo armado se logró establecer que las tensiones de
género obedecen a que, si bien existe igualdad para el desempeño de todas las
funciones, es precisamente en los roles militares donde se encuentra el punto de
quiebre y donde se mantienen vigentes algunas creencias ancladas en el imaginario
de que la guerra, especialmente las actividades de combate, son un ejercicio
prevalentemente masculino, tal como se logra entrever en los siguientes relatos:
81
Ex guerrillero de las FARC. Ingresó al grupo armado a los 11 años en el Putumayo, permaneció
cinco años en el Bloque Sur (Frente 48). Se desempeñó en línea de combate y como explosivista.
101
A nosotros a todos nos toca igual pero hay hombres que por el hecho de ser mujeres nos
consideran mas, entonces ellos prefieren hacer las actividades y que uno no las haga.
Porque uno a veces de mujer es más sensible, entonces por ejemplo ir al combate. Hay
hombres que prefieren ir al combate y hacerse matar por uno y pues que las mujeres no
vayan porque allá toca correr, aguantar hambre, lo que toque, porque en una campaña toca
de todo. Campaña de orden público, eso es que se va un grupo de 6 o de 12 o una
compañía y la idea es ir a buscar al ejército y donde esté pues darle golpes al ejército, a
hacer asaltos, emboscadas y lo que toque hacer. Entonces hay hombres que prefieren ir
ellos y que las mujeres se queden en el campamento y estar pendientes de cuando ellos
lleguen, tenerles el agüita, la comidita. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de
2017)
Lo que se quiere resaltar aquí es que, a pesar de que las mujeres han subvertido el
orden tradicional de género perteneciendo a un grupo guerrillero, e incluso, en ese
proceso han adaptado su cuerpo a la masculinización que entraña la guerra, los
testimonios dan pistas de la influencia aún predominante de valoraciones que tienden a
reinscribir el papel de ellas en el campo del cuidado y la pasividad, estereotipos que
pudieron haber incidido en la dificultad de acceso a más niveles de mando que los que
alcanzaron los hombres. Hay que resaltar aquí que dentro de los códigos y arreglos de
género, hubo mujeres que accedieron, tal vez, de manera inadvertida a mantener una
tendencia reproductora de ese orden tradicional.
102 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Las actividades mencionadas están controladas por una minuta donde se plasma el
orden del día para cubrir las 24 horas, en ésta “se contemplan todos los servicios como
rancheros, aprovisionadores, leñateros si fuere necesario, palafreneros, peluqueros,
enfermeros de turno, higienistas, aseadores (…)” (FARC-EP, s.f (b), p. 47). Carolina, del
Bloque Oriental, explica que estos roles son asignados por quien hace las veces de
comandante y que son actividades en las que las personas rotan de manera continua, de
forma que la rancha, el economáto y la guardia son una responsabilidad que guerrilleras
y guerrilleros, sin distinción alguna, debieron cumplir según lo estipulado en el
reglamento:
El comandante nombra un ranchero para la rancha en cada compañía, por día. Pongamos,
al medio día entra uno y sale al otro día después de medio día. La guardia es lo mismo, de
a dos horas día y noche, las 24 horas debe estar cubierta. Ecónomo es el que lleva el
control de toda la economía, de lo que se gasta, mejor dicho es el que reparte los
alimentos. Cada quien responde por su actividad. El ecónomo se encarga de que la verdura
no se vaya a dañar, de todo, de todo, las comidas diarias, el refrigerio. Eso lo desempeñan
hombres y mujeres, igual. Aquí los hombres ranchan también. (Carolina, comunicación
personal, 02 de abril de 2017)
82
“Tratan en lo fundamental de la vida militar de las diversas unidades de las Farc-EP, en
cuarteles, campamentos, marchas, misiones y comisiones del movimiento guerrillero y unifican el
criterio de comandantes y guerrilleros en cuanto a la disciplina, los diversos servicios, las diversas
guardias y las diversas tareas de comando, tanto en campaña como en receso.” (FARC-EP)
83
Esta actividad refiere a la preparación de los alimentos.
84
Quien se desempeña en el economáto distribuye las raciones según la planilla del régimen
diario del gasto.
85
Según la jerga guerrillera, los chontos hacen referencia a los orinales.
103
Finalmente, los roles asistenciales son aquellos en los que se ubica el cuidado de
hombres y mujeres combatientes. Los más comunes son el ejercicio de la enfermería
y la odontología. Al respecto es interesante anotar cómo evolucionó la organización en
su proceso de garantizar asistencia a sus miembros. En 1969, en la tercera
conferencia guerrillera, se recalcó la necesidad de realizar gestiones tendientes a
vincular al movimiento a expertos en odontología, enfermería y medicina, entre tanto,
se propuso el traslado a las ciudades para quienes necesitaran chequeos médicos.
Para la siguiente conferencia se estableció que cada columna guerrillera debía contar
con un equipo de odontología y sanidad; ya en la sexta conferencia se sugirió el
desarrollo de procesos de formación por parte de instructores especializados en
diferentes áreas, entre ellas la odontología y la enferemería, además se hizo hincapie
nuevamente en la importancia del ingreso de “médicos revolucionarios”.
86
Normas para el funcionamiento de los Estados Mayores, aprobadas por la octava conferencia
de las FARC-EP. 1993. Para ampliar, ver https://www.farc-ep.co/octava-conferencia/normas-para-
el-funcionamiento-de-los-estados-mayores-de-las-farc-ep.html
104 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Es que a nivel nacional en las Farc hay gente preparada, gente que ha tenido sus grados y
ido a la universidad y cuando yo llegué al curso de enfermería estaba Laura Villa, ella es
médica de la Universidad Nacional y ella fue profesora de nosotros en el curso que yo hice
y pues realmente ellos buscaban el método más práctico para nosotros aprender, buscaban
una metodología para que nosotros pudiéramos asimilar ese tipo de conocimiento que
estábamos adquiriendo y pues el tema de la salud no es algo tan complicado en la teoría
sino en los procedimientos. Nosotros los aprendimos así, en la vida práctica, más no los
aprendimos en un quirófano, como debe ser ¿si?, pero es un trabajo muy grande que
nosotros hemos hecho aquí en las Farc con ese tema de la salud. (…). El curso (…) duró 4
años, pero no es un curso en el que usted estudia todo el día todos los días porque
realmente no se podía; en ese tiempo era más lo que uno andaba que lo que se podía
estudiar por el tema de los operativos y pues yo desde que salí del frente 40, pues todo el
tiempo fue en el monte, entonces era muy poco el tiempo que uno estaba quieto en un
campamento, tocaba estarse moviendo mucho porque asediaba mucho el enemigo,
entonces digamos que ese curso para nosotros fue que aprendimos con mucho sacrificio.
Laura es guerrillera, y el mono [Jojoy] recogía el personal de todos los frentes entonces
mandaba decir a todas las unidades “de cada frente necesitamos tres guerrilleros”, que
vengan de paramédicos decía él, entonces los enviaban al lugar donde el camarada Jorge
especificara o la zona donde se iba a realizar el curso, entonces allá llegaba todo el mundo.
(Comunicación personal, 25 de junio de 2017)
De acuerdo con las entrevistas, ninguna de las personas que ejerce sus labores en
enfermería, odontología, radio y demás roles de la organización, tienen conocimientos
previos frente a su función sino que los adquieren por medio de los cursos de
formación que allá mismo se impartían y que eran ordenados por el Estado Mayor. El
anterior relato indica cómo se lleva a cabo un curso de enfermería en medio de los
operativos y de la movilidad propia que imponían las acciones militares, pero además
da muestras de los logros adquiridos por la organización en materia de salud que
87
Ex guerrillera de las FARC. Permaneció 12 años en la organización. Hizo parte del Bloque
Oriental (Frente Felipe Rincón). Se desempeñó como enfermera durante su militancia. Esta
entrevista fue realizada en la ZVTN Urías Rondón, el 25 de junio de 2017.
105
La diferencia del curso de enfermería es que allá si toca más tiempo y ese curso lo dictaba
la enfermera del frente, una muchacha que le decían la india Carolina. Carolina era una de
las mejores enfermeras que había, ella fue estudiante de Lobero, a nadie le daba miedo
estar en manos de ella porque sabía que no lo iba a dejar morir. Si usted iba a combate y
salía lesionado, usted sabía que esa mujer no lo dejaba morir. Carolina decía que lo bueno
del curso de nosotros es que habíamos entrado en operativo y salía mucha gente herida,
entonces nosotros entramos fue de una vez a la práctica. Ella estaba ahí y le iba mostrando
a uno, cómo se sutura o cómo hacer laparotomías, hacer amputaciones (…). Eso se hacía
en la selva con los instrumentos quirúrgicos, lo único era que nosotros no teníamos cabinas
y así, como tienen los médicos, nosotros normal, se operaba al que se tuviera que operar.
(Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Me especialicé en odontología. Ese curso me lo dictó una muchacha que también era
guerrillera (…). Ella iba trabajando y nosotros íbamos mirando, ella nos iba explicando
porque pues eso fue teoría y practica y así empezamos a trabajar con los instrumentos que
teníamos que conseguir y que eran como más manuales para cargar y nos íbamos mirando
y así íbamos aprendiendo. Yo duré año y medio especializándome, pero cuando eso no se
podía estudiar todos los días porque pues era la cuestión de la guerra, uno no podía estar
tanto tiempo en un sitio y como había muchas unidades para trabajar entonces a nosotros
nos tocaba desplegarnos de unidad en unidad trabajando y según lo que duráramos, si
durábamos 8 o 5 días en una compañía pues trabajábamos en esa compañía (…) y ahí nos
vinculábamos a todos los trabajos que salieran de esa compañía, que la guardia, la rancha,
la exploración, o sea, todo lo que saliera mientras no estuviéramos practicando.
(Comunicación personal, 26 de junio de 2017)
88
Mujer de pertenencia étnica que permaneció doce años en las FARC. Hizo parte del Bloque
Occidental (Frente 29) y se desempeñó como odontóloga. Esta entrevista fue realizada en el
marco de la décima conferencia guerrillera, en los Llanos del Yarí, el 21 de septiembre de 2016.
106 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
mujeres (…) y si hay un curso para mandar delegados de diferentes áreas, nosotros
planteamos, somos nosotros los que planteamos, no es nadie que nos dice sino que nosotros
tomamos la decisión” (comunicación personal, 21 de septiembre de 2016).
En la odontología se miran las mujeres por ese sentido, porque la mayoría de hombres por
el hecho de ser hombres dicen ‘no, yo cómo me voy a ver metiéndole la mano a otro
hombre, eso le cae es a las mujeres que ellas son mas delicadas’, o sea, esas son las
concepciones que hemos traído. Eso está muy arraigado porque esos son los roles y los
estereotipos que nos han venido enseñando desde hace muchos años, de que el hombre
por ser hombre debe dedicarse es al trabajo del macho y que las mujeres somos las
delicadas, las que tenemos que ser mas sensibles, somos las que tenemos que cuidar los
hijos, realmente aquí se quitan muchas cosas de esas pero en cuanto a eso todavía
tenemos mucha influencia. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Las tareas y las responsabilidades han sido designadas tanto para hombres como para
mujeres sin importar qué tipo de tareas, pero digamos que hay temas que a los hombres no
les gusta como digamos manejar un radio, ellos sienten que es más tirando a un trabajo de
la mujer y no del hombre, son cosas como del machismo, pero realmente cualquier tipo de
tareas tanto hombres como mujeres las han cumplido; los temas de enfermería, radio, de
ejercer mandos. (Rocío, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Luego, puede inferirse que es posible que la organización armada sea un campo de
reproducción de hegemonía masculina, pero en las circunstancias de opresión,
violencia y discriminación que vivían las mujeres previo a su enrolamiento, el
movimiento se pudo presentar para algunas de ellas como una ganancia en términos
de acceso al poder y como un espacio de emancipación de la tradición familiar.
en la lucha colectiva (no en el género), para lo cual resulta más funcional crear un tipo
de masculinidades y feminidades insurgentes fuera de los preceptos del sistema de
género normativo. Así pues, en el nuevo sistema o régimen de género, se fomentan
similitudes entre ambos géneros con base en los principios revolucionarios. Así lo
refiere Andrés París:
El principal derecho de la mujer en la guerrilla, es entregar su vida y su cuerpo a la lucha
revolucionaria del combate. (…) Ese es el gran derecho conquistado por la mujer al ingresar
a la guerrilla, que es un ejercito revolucionario, que es un movimiento de lucha y de
combate, el no llevarla al combate, que es la máxima creación del guerrillero y de un
ejército, pues es una expresión de discriminación. (Comunicación personal, 19 de
noviembre de 2017)
Las funciones están desde una ranchada y esas funciones son de hombres y mujeres,
hacer chontos, ir a hablar con la población para llevarles nuestro pensamiento (…). En la
distribución de tareas aquí en el movimiento hay tantas funciones como la salud, aprender
enfermería, primeros auxilios. Hay mucha masculinidad de hombres que de pronto no
asumen esa responsabilidad, a veces eso es una primordialidad de las mujeres, a ellas les
nace más ser médico en ese sentido (…). (Comunicación personal, 02 de abril de 2017)
89
Ex guerrillero de las FARC. Perteneció 16 años al movimiento armado, hizo parte del Bloque
Oriental (Frente séptimo). Esta entrevista se realizó en la ZVTN el 02 de abril de 2017 por la
autora de este documento.
109
No se puede desconocer que las FARC promovió igualdad en deberes para hombres y
mujeres, que como se mostró anteriormente fue valorado positivamente por varias de
ellas aunque eso haya representado tallar su cuerpo con cualidades concebidas como
propias de la masculinidad en un mundo que exigía valores asociados a la fuerza, el
heroísmo y la rudeza. Esa apertura sugiere una ruptura con el orden social criticado,
pues abre la posibilidad de que las labores, desde la rancha hasta el combate sean
desempeñadas por guerrilleras y guerrilleros. Sin embargo, eso por sí mismo no implicó
transformar imaginarios convencionales derivados de un orden de género que propicia el
mantenimiento de la tradicional división sexual del trabajo; al contrario, se observa que
subrepticiamente se conservaron algunos rasgos de la sociedad a la cual se oponen. Eso
se manifiesta por ejemplo en la resistencia por parte de los guerrilleros a obedecer a una
mujer que ejerciera el mando, a la consideración de que las labores como la enfermería,
el manejo del radio o la odontología eran “naturalmente” de las mujeres o de la
90
Mujer ex guerrillera de las FARC. No se cuenta con información en profundidad. La entrevista
fue realizada por el Observatorio de Paz y Conflicto.
110 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
demostración que permanentemente ellas debían hacer para ganar credibilidad de sus
capacidades.
Aún cuando aquí se produjeron cambios y desviaciones del orden de género amplio, en
el siguiente apartado se verá cómo desde las relaciones amocionales y de pareja se
viven situaciones todavía más complejas por ser éste un campo que, aunque está
regulado y permanentemente supervisado, puede quedar restringido a la intimidad de la
“caleta”.
111
Si los roles y las funciones parecerían pertenecer a un ámbito más abierto por las
negociaciones que allí se hacen y por el desplegado discurso de igualdad que lo
acompaña, las relaciones de pareja parecieran ser parte de lo íntimo, un escenario por
demás poco abordado y rezagado en las investigaciones sobre conflicto y movimientos
armados. Tal como plantea Seidler (2000), la igualdad no se resuelve sólo en el terreno
público, sino que también afecta la calidad de las relaciones cotidianas entre hombres y
mujeres. La famosa frase de que “lo personal es político” rescata el sentido de que la
esfera personal no puede separarse como un ámbito que funciona independientemente
de los asuntos de poder y la subordinación.
Lo que se encontrará en las líneas que siguen es un esfuerzo por comprender las
experiencias íntimas entre guerrilleras y guerrilleros de base que pertenecieron a las
FARC. Esta revisión permite sostener que es en las relaciones de carácter afectivo
donde se reinscriben con más nitidez las construcciones patriarcales, con una
particularidad importante: las relaciones farianas de todo orden, incluidas las íntimas,
pasan por la vigilancia permanente del régimen disciplinario guerrillero y el control del
112 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
cuerpo de sus combatientes en aras de ser funcionales para la lucha armada. Algunas de
las situaciones que se abordarán son: prácticas de violencia de pareja,
heteronormatividad, abusos de poder y desajustes y resistencias al orden normativo
establecido.
Para responder a la primera pregunta, hay que recordar que el adoctrinamiento en las
FARC no se presentaba sólo a nivel ideológico y político sino que ésta institución ejercía
una fuerte apropiación del cuerpo de los combatientes, lo que implicaba no sólo la
instrucción y la formación discursiva en torno a los elementos de la lucha, sino también el
91
Esta pregunta será respondida en el segundo apartado de este mismo capítulo.
113
Estudios recientes sobre cuerpo y corporalidad (Pedraza, 2004) plantean que el cuerpo
no es una mera realidad biológica sino el producto de diferentes normas,
disciplinamientos y prácticas que le dan forma, lo marcan y le otorgan un sentido; el
cuerpo es sexuado, subjetivado y marcado por las múltiples interacciones del contexto en
los que se sitúa. La sociología rescató la noción de corporalidad como una dimensión
que subraya el contenido social del cuerpo, como lugar donde se inscriben los
componentes simbólicos, políticos, psicológicos, culturales y sociales; es decir, el cuerpo
vivo y el cuerpo vivido.
Este apartado centra sus esfuerzos en responder a la pregunta ¿cuáles eran las
características de las relaciones íntimas en la guerrilla de las FARC mientras
estuvieron alzados en armas?. A partir de la revisión de entrevistas, el trabajo de
campo y la información recopilada se puede notar que son principalmente tres
elementos los que articulan la respuesta: son relaciones que re-significan la idea de
amor romántico y la noción de familia tradicional, tienden a ser efímeras por las
circunstancias de la guerra y la movilidad que implicó la aplicación de las diferentes
estrategias de confrontación, y son heteronormativas. A continuación se desarrollan
los elementos propuestos para este análisis:
Al ser esa estructura armada el nicho principal y configurarse como el centro de la vida
de sus integrantes, ésta se atribuyó el carácter de proveedora de todo cuanto sus
miembros necesitasen. Luego, la construcción de un imaginario de familia sustentado
en las características tradicionales y los ciclos vitales que de ella se derivan, se
desvaneció ante las disposiciones reglamentarias y ante los planes militares del grupo.
De paso, la idea del amor romántico basado en la noción de que “el amor es lo más
importante del mundo, y ante él deben sacrificarse todas las demás consideraciones”
(Illouz, 2010, p. 19) se anularon en el contexto guerrillero, o mejor, se reconfiguraron
ante la existencia de un proyecto que colectiviza y hermana la vida de toda la
guerrillerada. Allí todos los sacrificios se orientaban a la lucha armada no a proyectos
individuales o de pareja.
92
Ya en “El Origen de la Familia”, Engels criticó el matrimonio burgués caracterizado por la
monogamia y el “afecto”, lo que para el autor resultaba mera apariencia de clase y
conveniencia. Para Engels, el verdadero amor no podría surgir sino en la clase obrera, pues
ésta no tiene ninguna riqueza material que perder o ganar. Por su parte, en el Manifiesto
Comunista, Marx insistiría en que la familia y el amor quedarían libres de sus lazos de
dominación e interés sólo en una sociedad comunista, pues allí la propiedad privada y las
ganancias no serían motivo para formar pareja (Illouz, 2010).
116 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Illouz (2010) advierte que las emociones tienen un carácter eminentemente social y
que la cultura desempeña un papel importante en su configuración; ésta, opera como
marco dentro del cual la experiencia emocional se organiza, se define, se clasifica y se
interpreta. Así mismo, señala que los marcos culturales nombran y definen los límites
de su intensidad y especifican las normas y los valores asignados a ellas (p. 21). En
este sentido, el marco normativo fariano definió los límites de las emociones vividas
por sus miembros. Por ejemplo, uno de los hechos más prominentes que surgió frente
a la concreción de proyectos de pareja fue la interiorización de que por encima de las
emociones y los sentimientos individuales estaba el trabajo de la guerra; que los
compromisos no tenían cabida si se encontraban por fuera de los objetivos de la
organización. Así lo expresa Alejandra:
93
Ex miembro de las FARC. Permaneció en el movimiento 17 años, hizo parte del Bloque Oriental
(Frente 40). Sus roles se centraron en la línea de combate y actividades de mantenimiento de la
tropa. Esta entrevista se realizó el 25 de junio de 2017, por la autora de la presente investigación.
117
A pesar de que el grupo armado anula la idea de familia y las relaciones de largo
aliento, en las entrevistas se encuentra un discurso que asocia la afectividad con
valores funcionales para la guerra: compañerismo, ayuda y solidaridad. De esta
manera, aunque se resquebraje la tradicional forma de familia y de enamoramiento, su
reconfiguración consiste en que las expresiones afectivas se imbrican con
expresiones de cuidado y de proximidad. A continuación se expone un relato que da
cuenta de ello:
En cuestiones de la guerra era mejor estar en pareja (…) por la ayuda, porque por ejemplo
si llega una misión sabe que alguien está esperándolo a uno con la comidita, que la ropita y
uno sólo pues realmente se la pasa es trabajando y los compañeros no van a estar ahí ‘que
a la compañera se le mojó la caleta’, entonces uno siempre necesita alguien que esté ahí.
Llegaba uno cansado de andar por el monte y si a él no le tocaba ir, pues realmente uno
sabía que llegaba y tenia ahí su comida, su agüita, que el apapacho, que llegaba uno
cansado y necesitaba a alguien o que se fue él y uno pues lo mismo o si nos tocó ir juntos
pues llegamos y juntos nos ayudamos. Si yo venía cansada de camino él ayudaba con el
fusil o con la carga. Pues uno sólo de mujer es más complicado y de pronto en la noche
buscar donde dormir y uno sólo, en cambio uno llegaba y al menos estando juntos ya
cuadraban la caletica y a dormir. (Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017).
¿Cuáles fueron los factores que impedían que guerrilleras y guerrilleros mantuvieran
relaciones de mediano o largo aliento?. La primera respuesta se viene proyectando a
lo largo de este texto y tiene que ver con las disposiciones reglamentarias y la entrega
de la propia vida al proyecto colectivo.
En pareja uno sufría mucho, porque nosotros tenemos sentimientos, porque usted se
encariña más viviendo los dos en una sola caleta que de permiso. Yo en la guerrilla llevo
trece años y tuve tres socios; tengo dos muertos y uno vivo. Los dos muertos los mataron
estando conmigo y es muy duro porque uno estando con ellos (…) se encariña más porque
se hacen conocer mas, mientras de permiso, pues he tenido muchos novios así que duraba
un mes y me tocaba dejarlos porque me iba o se iban y los mataban, pero así de permiso
pues no lo enamora a uno, es algo que va a pasar y ya. Por ejemplo, si usted está de socio
con alguien y que lleven tres o cuatro años y usted se alista con su equipo y se va, eso era
una cosa tremenda, entonces siempre era mejor estar solo. (Comunicación personal, 26 de
junio de 2017).
Isabela Sanroque (2017) narra brevemente cómo el trabajo político y las ordenes de
los mandos estaban por encima de cualquier disposición personal:
Uno sabía que de pronto le tocaba irse, o sea, es que en la guerra hay la complejidad de no
saber cuál será su destino. Uno tomaba la decisión de poner a disposición de la
organización su propia vida. Que si le toca irse para el Caribe, pues uno sabía que la
relación terminaba. Esas rupturas a veces sí dolían mucho pero uno las asumía. Hay
prioridad frente al trabajo político. (…) Uno estaba sujeto a las separaciones o a que los
mataran.
c) Relaciones heteronormativas
Uno de los aspectos que caracteriza las relaciones íntimas y de pareja en las filas de
las FARC es la heteronormatividad. La heteronorma es un conjunto de discursos y
practicas que refuerzan los binarismos de género e impone que las relaciones deben
ser complementarias: es decir, hombre/mujer- masculino/femenino. En ese sentido,
los discursos normativos que operan al respecto, privilegian la heterosexualidad como
única orientación correcta o normal, en detrimento o desprecio de otras orientaciones
sexuales, de carácter diverso y no hegemónicas (Martínez, 2017).
Las entrevistas, tanto las que se recopilaron como las que se realizaron, relatan
experiencias íntimas con una tendencia única: todas fueron con el sexo opuesto. En
ninguna se contempla una relación salida de las normas dominantes. Por el contrario,
Luis94 (comunicación personal, 25 de junio de 2017) recalca el carácter “chistoso y
burlesco” que representaba asumir una orientación distinta, apartándose de la
heteronorma.
94
Exguerrillero de las FARC. Perteneció al movimiento armado durante 16 años, operó en el
Bloque Oriental (Frente 40). Entrevista realizada por la investigadora de este texto en la ZVTN
Urías Rondón, el 25 de junio de 2017.
120 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
que desde ese día, alias el peruano, cambió su usual forma de expresarse: “hablaba
como hombre y caminaba como hombre”. Es interesante analizar que, además de la
función disciplinaria, doctrinaria y controladora que ejerce el grupo armado sobre el
cuerpo de sus integrantes, también ejerce una función corregible y aleccionadora, esto
es, no permitir distanciamientos entre lo socialmente aceptado y los deseos
individuales a partir del miedo, la coerción, la burla y el rechazo. En el discurso
patriarcal, una forma de corregir las desviaciones y descomposturas es “feminizar a
los hombres a través de la humillación sexual, chanzas sobre su virilidad [y]
acusaciones de homosexualidad” (Bourdieu, 2000, p. 36).
Ahora bien, Andrés París pone en discusión un punto que también debe analizarse.
Según él, las FARC no promovieron actos de burla contra las personas que
expresaban su orientación sexual de manera no heteronormativa, y, es tal vez
convincente que la organización no hubiese creado un imaginario premeditado frente
a ello. Sin embargo, las FARC no operó como una estructura vacía de
preconcepciones, sino que estuvo integrada por una serie de comandantes, mandos
superiores y combatientes que piensan, actúan e interactúan con base en ideas
aprehendidas sobre lo aceptado y lo no aceptado en relación con la feminidad y la
masculinidad. A continuación se amplía su relato:
Llaman la atención las últimas cuatro líneas del relato anterior. Las expresiones
afectivas entre mujeres son con frecuencia más aceptadas que las expresiones de
afecto entre hombres. Que la feminidad se ponga en riesgo porque una mujer abraza
o demuestra cariño hacia una amiga, hermana, familiar o compañera no es usual. No
obstante, si es un hombre quien despliega sus demostraciones de afecto con otros
121
a) El asociamiento o permisos,
b) Las situaciones de violencia en la relación de pareja y
c) Anticoncepción y el control de la reproducción
El código normativo que las FARC erigió, contempla las normas internas de comando (o
régimen interno general). Estas normas consideraban elementos disciplinarios generales
y unificadores y trataban en lo fundamental de la vida militar en las unidades de las
FARC y los campamentos. No obstante, cada unidad (compañía o campamento), en
cabeza de quien hiciera las veces de comandante, emanaba un régimen interno
particular en el que se contemplaba el funcionamiento y todo lo concerniente a la vida
guerrillera y la cotidianidad en las filas, incluyendo los tres elementos referidos, tal como
se desarrolla a continuación.
123
Así se evidencia en las entrevistas realizadas. Según Rocío, quien perteneció al Bloque
Oriental, los permisos para pasar la noche se otorgaban previa solicitud de uno de los
implicados (o ambos) y éstos se daban únicamente dos días a la semana (miércoles y
domingos). Así mismo, Santiago, quien estuvo en el Bloque Sur ratifica que sucedía de
similar forma en la compañía Luis Herrera, según él era necesario dar aviso antes de la
formación de las 6:00 pm para que se hiciera público y la guardia estuviera al tanto de
tales novedades.
Santiago y Luis (éste último del Bloque Oriental) coinciden en que el régimen particular
difiere en cada campamento y depende del o la comandante, refiere Luis que “había unos
que era cada ocho días, o sea miércoles y domingo, había unos que daban el permiso toda la
noche y hubo unidades con régimen particular que decían que solo eran tres horas, eso dependía
de los acuerdos internos. Eso lo establecía el mando de cada compañía y ya el régimen particular
establecía la organización interna: la rancha, la levantada, todo lo cotidiano” (comunicación
personal, 25 de junio de 2017).
Siempre lo dejaban asociar a uno cuando ya llevaba un año, cuando ya las personas se
conocían, cuando ya sabían que no iban a coger las cosas como recocha, ¿si?, porque
muchas veces uno tenia como un aventurazo. Por ejemplo, en alguna ocasión me dijeron,
¿usted se va a asociar con su compañero?, y yo dije que no, porque yo no pienso vivir con
él, yo tengo una relación inestable, que en un momento yo lo acabo y me voy. (María,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)
95
Para Isabela Sanroque, la designación del término “socio o socia” tiene estrecha relación con la
construcción de sociedad, con el compartir sueños e ideales y con la revolución misma.
96
Los relatos indican que se promovían las relaciones monógamas, sin embargo, se presentaban
situaciones como el “camufle” o la “parrilla” (en lenguaje fariano), que significa una relación
clandestina y paralela u ocasional con otra persona.
124 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Como lo señala María, tanto para hombres como para mujeres, estuvo abierta la
posibilidad de asociamiento o de solicitud de permisos para compartir expresiones
afectivas o eróticas. Los lazos podían ser relativamente estables, pasajeros o
mantener cierta frecuencia en sus encuentros “amorosos”. No obstante, algo que
caracteriza al régimen de género fariano en este aspecto es que se extendió en todas
las unidades un discurso de “libertad sexual” que tiene una conexión directa con el
carácter de “igualdad de derechos” que se promovía para todos los miembros de esa
insurgencia. Jazmín (comunicación personal, 26 de junio de 2017), por ejemplo,
refiere al respecto que “la relación de pareja en la guerrilla es libre, las mujeres son
libres y se pueden acostar con quien quieran, si quieren vivir con alguien lo hacen
porque nosotras somos libres de nuestro cuerpo”, de manera similar, Luis indica “aquí
la mujer se considera libre de querer estar con el que quiera” (comunicación personal,
25 de junio de 2017). Sobre la libertad y la autonomía sexual vale cuestionar ¿libre en
qué sentido?.
Diferentes investigaciones coinciden en que en los grupos armados se alteran las formas
tradicionales de vivir la sexualidad y las relaciones de pareja durante la militancia
(Murguialday, 1996; Vásquez, 2000; Lelièvre et.al, 2004; Rayas, 2009). Mientras la
sociedad convencional valora positivamente el recato, la monogamia y las relaciones de
largo aliento y abanderadas por lazos estables, en los contextos de lucha insurgente se
promueven relaciones abiertas y libres de compromiso. En este sentido, y de acuerdo
con las entrevistas, se puede inferir que bajo la estrategia discursiva de igualdad de
derechos, en las FARC se alentó la posibilidad de vivir una “libertad sexual” sin distingo
de edad, sexo, etnia o lugar de procedencia (urbano o rural).
pronto es mal visto pero no es tanto como a la mujer, siempre la mujer es como la que
lleva mas del bulto” (Santiago, comunicación personal, 28 de febrero de 2016).
Bourdieu (2000) invita a reflexionar las interacciones sociales desde estructuras objetivas
y esquemas cognitivos97. Para el caso de las FARC, podría decirse que su estructura es
un nicho social normatizado y disciplinario, donde influyen una multiplicidad de micro
relaciones que al comprenderlas ayudarían a develar los patrones de género que
subyacían, no al proyecto político fariano específicamente, sino entre las
representaciones de quienes integraban ésta insurgencia.
Bourdieu (2000) subraya que la legitimación social de los actos eróticos o sexuales han
estado pensados en función de la fuerza masculina. En este sentido, y retomando el
relato de Santiago, podría interpretarse que se presentaron manifestaciones de género
tradicionales que pueden permanecer aún vigentes entre los miembros de la
organización fariana, pues las formas disciplinarias, per se, no garantizan que las
relaciones cambien, que las subjetividades se modifiquen o que haya una ruptura en el
esquema de percepciones al ingresar al movimiento armado, pues en el imaginario
convencional occidental se considera que:
97
El autor observa las estructuras objetivas o “campo” como marcos sociales amplios en un
“conjunto de relaciones objetivas históricas ancladas en ciertas formas de poder”, mientras los
esquemas cognitivos o “habitus” funcionan como sistemas de percepción o “sistemas de
disposiciones duraderas y transferibles, (…) principios generadores y organizadores de prácticas”
(Bourdieu, 2002).
126 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Las mujeres están socialmente preparadas para vivir la sexualidad como una experiencia
intima y cargada de afectividad que no incluye necesariamente la penetración sino que
puede englobar un amplio abanico de actividades (hablar, tocar, acariciar, abrazar, etc); los
hombres [en cambio] son propensos a “compartimentar” la sexualidad como acto físico.
(Bourdieu, 2000, p. 36)
Sería reduccionista afirmar que los estereotipos y los imaginarios son generalizados o
que todos quienes hicieron parte del movimiento tenían una cosmovisión igual. Lo que sí
es posible afirmar en este terreno es que, al estar precedidos por un orden de género
que guarda amplias correlaciones entre la concepción de las mujeres y la feminidad con
los atributos tradicionales (cuidado, mantenimiento de la familia, entrega absoluta,
pasividad), ellas podían estar en posiciones de desventaja y ser objeto señalamientos o
prejuicios si vivían su sexualidad e intimidad con la apertura y la libertad que promovía la
misma organización.
La investigación de Camila Medina afirma que los testimonios de hombres y mujeres que
pertenecieron a las FARC permiten reflexionar que el discurso igualitario respecto de las
relaciones de pareja se quiebra en la práctica por las relaciones de diferenciación y
dominación que existieron entre ambos sexos. Los relatos reiteran la consabida libertad
de ambas partes y defienden la igualdad en ese plano, sin embargo, se observa también
la prevalencia de prejuicios que operan desde el nivel cultural:
Porque en las mujeres uno era libre de elegir con quien estaba pero así como era libre uno
tenía que ser responsable. Obviamente por la libertad había mucha infidelidad. A la mujer
todos la miran mal (…). Allá no se dice el marido de fulana pero si la mujer de fulano.
(Testimonio de Cristina, como se citó en Medina, 2009, p. 86).
127
Para Medina (2009), al igual que en el orden social construido bajo principios
androcéntricos, en las FARC se justificaban las relaciones de dominación de ellos sobre
las mujeres, punto que se tratará a continuación. Luego, a la pregunta realizada en
páginas anteriores sobre ¿libertad en qué sentido? puede responderse con más claridad:
el carácter de la libertad se orientaba a la no imposición de sanciones por parte de los
organismos de mando del movimiento, pues incluso, la misma movilidad que implicó la
guerra y las condiciones del conflicto posibilitaban el encuentro con diversas parejas. No
obstante, eso no repercutía en imaginarios que sancionaban moralmente a través de
señalamientos, estereotipos y prejuicios, especialmente, cuando de mujeres se trataba.
Sumado a lo anterior, lo cierto es que bien sea permiso o asociamiento, el control de los
cuerpos de hombres y mujeres como caracteristica central de las instituciones voraces se
hace latente en la relación de subordinación que existe en las jerarquías preestablecidas
en el grupo armado. Las formas de control estipuladas atraviesan no sólo el cuerpo como
espacio físico, sino que devienen cargadas de representaciones y percepciones que se
cuelan entre lo individual y lo colectivo.
98
Se propone abordar la violencia en este campo usando la definición de violencia basada en
género, retomada de la investigación de García y Gallego (2011) sobre violencia de pareja. Ésta
es definida como: “toda acción de potencia y de fuerza ejercida sobre un hombre o una mujer, con
base en la construcción social y cultural que se hace de cada sexo. Se manifiesta de diferentes
formas de acuerdo con las dinámicas de poder y las relaciones de subordinación entre hombres y
mujeres, que sustentadas en las representaciones sociales y culturales en torno a lo masculino y
lo femenino, devienen en acciones que causan o pueden causar daño o sufrimiento físico, sexual
o psicológico hacia una persona en razón de su pertenencia a un sexo. La violencia basada en
género es una noción que busca hacer explícito el hecho de que el desequilibrio de poder en las
relaciones entre los géneros produce discriminación y violencia (…), y al hacerlo, explica por qué
al analizar quiénes son las principales víctimas de este tipo de violencias, estas son
mayoritariamente mujeres y niñas” (Programa Integral contra las Violencias de Género.
Documento inédito tomado de Liza García).
128 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Según Dietrich (2014), las organizaciones armadas asumen un papel activo de control,
de denuncia y de apelación ante agresiones o situaciones violentas entre sus militantes.
Así mismo, las y los compañeros insurgentes pueden convertirse en veedores y agentes
de control social, pues la cercanía y la cotidianidad en los campamentos guerrilleros
permiten estar al tanto de novedades, conflictos o riñas entre sus miembros. Para esta
99
Para profundizar sobre esto, se puede ver “Reglamento de régimen disciplinario de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia”. FARC-EP.
100
Los castigos iban desde trabajos físicos como hacer chontos, huecos de basura, trincheras,
hornillas, cargar leña o sanciones de tipo político como realizar charlas o sacar resúmenes de
documentos que reforzaran el ideal revolucionario y que conllevaran a que el o la combatiente
“cayera en cuenta del error y corrigiera” (Maria). En el caso de “asesinato”, el conducto
establecido era el consejo de guerra.
101
En Lelièvre se puede encontrar que las normas eran muy generales y no contemplaban casos
particulares de maltrato o abuso. Encuentran que la violencia física de pareja era ignorada o era
objeto de amonestación y sanciones menores.
129
Lo primero que aluden las narraciones frente a la comisión de hechos de violencia entre
socios o compañeros es la rigidez de las normas y las sanciones que ello conllevaba, tal
como se evidencia en los siguientes relatos:
Se han visto casos, pero acá es una disciplina muy estricta, entonces golpear a una mujer o
a cualquier compañero acá da consejo de guerra, o sea, eso es un delito. (Rocío,
comunicación personal, 25 de junio de 2017)
Cuando estábamos en la guerra eso era muy sancionable, los hombres no nos podían
pegar a las mujeres porque eso era sancionable, no tenían porqué agredirnos. (Jazmín,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Acá no era tampoco como en la vida civil que llegan y le pegan a la mujer y no sé qué, aquí
no es así. Aquí los hombres se sometían a una sanción por pegarle a una mujer, por tratarla
mal, y al igual uno tampoco podía hacer lo mismo, pero a un hombre se le iban con toda
cuando le pegaba a una mujer. (Diana, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
Es interesante revisar cómo Diana hace un paralelo entre la “vida civil” y la vida
guerrillera, señalando que las normas farianas contrarrestan la exacerbación de actos
violentos al interior de las filas y que el cumplimiento de estas se hace de una manera
más legitima y expedita que fuera de la estructura armada. Sin embargo, acto seguido,
estas mismas narraciones confirman que la existencia de unas normas estrictas y las
exigencias disciplinarias no garantizaban por sí mismas la efectividad de su
cumplimiento, tal como se puede observar en los siguientes relatos en los que se da
respuesta a la pregunta sobre si se presentaron o no casos de violencia de pareja en la
organización:
Sí se miraron casos y cuando pasa se separan a las parejas, por ejemplo, a mí me pasó. El
Mono [Jojoy] me separó de mi compañero como tres meses, me mandó a mí para una
unidad y a él para otra, lo sancionó un año. Primero lo abrieron tres meses y luego nos dejó
en la misma unidad pero sin podernos asociar. (Rocío, comunicación personal, 25 de junio
de 2017)
Sí, eso se daba, no era común, pero si en ocasiones se daba porque hay hombres y
mujeres que actúan mal por celos; se tiraban el equipo, se hablaban mal, se daban golpes.
(Jazmín, comunicación personal, 26 de junio de 2017)
130 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
A partir de los testimonios se hace énfasis en dos elementos. De un lado, hay una
asociación inmediata entre violencia de pareja y violencia física, dejando por fuera el
reconocimiento de otras formas de maltrato como el psicológico, económico,
patrimonial y sexual102. Por otro lado, tanto hombres como mujeres coinciden en que
la violencia se presentaba en doble vía y que ello se agravaba con la tenencia
permanente de un fusil, sin embargo, sí es posible identificar que hay una proporción
significativa de casos en los que las mujeres resultaban en posición de subordinación
ante la existencia de masculinidades que se tornaban agresivas, con situaciones aún
mas complejas de analizar como el silencio de ellas para evitar sanciones sobre sus
compañeros o posibles separaciones.
102
Estos tipos de violencia se retoman de la Ley 1257 de 2008, que es la ley encargada de
prevenir y sancionar las formas de violencia y discriminación contra las mujeres en Colombia.
131
Al repasar una y otra vez las entrevistas se observa una gran dificultad de los hombres
para identificar los actos de violencia como tal, usualmente éstos son equiparados en
el lenguaje a “actos de fuerza”, “irresponsabilidad” o “no coger seriedad”. Por el lado
de las mujeres, hay que señalar que ninguna mencionó casos en los que se ocultara
la violencia como forma de protección o para evitar sanciones que incluyeran
separación, pues la regulación permanente de la organización incluía abortar
proyectos amorosos si estos causaban riesgo o alteraban la convivencia del
campamento, así como lo menciona Luis:
Habían parejas a las que se les quitaba los permisos porque no cogían seriedad, entonces
el man las mechoneaba, les pegaba su “pastoreo” y peleaban, y se abrían, y otra vez
volvían a pedir permiso al comandante y así siempre, entonces lo que hacían era
separarlos con misiones diferentes. (Comunicación personal, 25 de junio de 2017)
La forma más exacerbada de violencia de pareja es la que termina con la muerte de uno
de los implicados o ambos. Los casos relatados dan evidencia de que mayoritariamente
132 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
las mujeres fueron víctimas en ese sentido, sin desconocer casos en los que ellos
también lo fueron. El código disciplinario fariano contemplaba que la única salida prevista
al delito de asesinato103 era el consejo de guerra o fusilamiento. A continuación se
muestran los relatos que narran estas historias:
También hubo casos en los que por temas amorosos el hombre mataba a la mujer. Cuando
pasaba el asesinato de una mujer por parte de un hombre, usualmente terminaba en el
suicidio de él, porque él sabía que si iba a consejo de guerra lo fusilaban. (Andrés París,
comunicación personal, 19 de noviembre de 2017)
Nosotros no podemos decir solo lo bonito y lo feo esconderlo. Hubo hasta muertos, mujeres
muertas porque los hombres las celaban y las mataban. Conocí un caso, un muchacho que
esperó que todos nos saliéramos del bañadero y explotó una granada con la mujer, él la
abrazó y tenia la granada en la mano. Él se llamaba Wilinton y la chica Sofía, ella tenia 18
años y él 30 y ella lo quería dejar y el no quería que ella lo dejara. Ellos vivían juntos pero
estaban en ese pleito de dejarse. Y había comentarios de que ella tenía otro. (María,
comunicación personal, 26 de junio de 2017)
No es un secreto hoy en día decir que aquí en la guerrilla pasó que mataban a la
compañera y después se mataban ellos, eso se vio. Un compañero de nosotros vio a la
mujer con otro en el día y mató al man, la mató a ella y después él, todo eso se vio.
(Joaquín, comunicación personal, 25 de junio de 2017).
103
En el orden socio jurídico colombiano, el asesinato de una mujer por razones de violencia de
género se denomina “feminicidio”, el cual es “cometido por quien haya tenido una relación íntima
con la víctima, ejerza sobre el cuerpo y la vida de la mujer actos de instrumentalización de género
o sexual, o cometa el delito aprovechando relaciones de poder ejercidas sobre la mujer para
generar terror o humillación” (Revista Semana, 2015).
133
Para Martínez (2017), la guerra ha formado una llave con el sistema sexo/género
tradicional de la sociedad colombiana. Luego, se podría pensar que desde su misma
conformación, el aparato guerrillero y quienes lo integraban estaban atravesados por
la carga cultural y simbólica que refuerza patrones de género dicotómicos. En esa
medida pero sin señalar un proceso causal ni esencialista, es probable que la
violencia de pareja y las situaciones de maltrato en especial contra las mujeres hayan
existido desde los inicios del movimiento sobre lo cual, claramente, no se tienen datos.
Lo que sí existen son relatos que contribuyen a formar ideas sobre el manejo y
algunas caracteristicas de ese fenómeno. Según indica Diana, una exguerrillera del
Bloque Oriental:
Hubo un tiempo que el camarada [Jorge Briceño] metió consejos de guerra al que le
pegara a una mujer, eso fue como un año antes de que él muriera. Eso no estaba en
los documentos pero lo que él decía tenía que cumplirse. Eso se puso de tema en
todas las unidades en el Bloque Oriental. (Comunicación personal, 26 de junio de
2017)
Jorge Briceño alias Mono Jojoy murió en el año 2010, lo cual señala que la
orientación de la que habla Diana se emitió hacia el año 2009. La creación de una
norma de ese talante brinda un indicador diferenciador y permite sugerir dos cosas.
En primer lugar, la visibilización intrafilas de un fenómeno que atentaba
principalmente contra la integridad de las mujeres y, en segunda instancia, que el
alto número de casos de violencia encontrados posiblemente se relacione con la
mayor proporción de combatientes en el Bloque Oriental104, con un bajo nivel de
adoctrinamiento político de los miembros y, claramente, con una serie de patrones
culturales que operan en quienes ejercían la agresión.
104
Según El Espectador, el Bloque Oriental, integrado por 36 frentes fue la estructura de las
FARC más grande con la que contó dicha guerrilla (Junio 17, 2017).
134 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
hay que señalar que los controles y las regulaciones de una institución voraz como
las FARC se expresaron de con mucha más rigidez e implicaciones sobre ellas,
particular y diferencialmente sobre su cuerpo, tal como se ampliará en el siguiente
punto.
105
Conclusiones de la Octava Conferencia Guerrillera (1993).
135
En tanto las mujeres que aún tienen un vínculo con el grupo recién reincorporado
insisten en la importancia que tenía dar cumplimiento al código disciplinario,
incluyendo el abandono de una posible maternidad para abanderar la causa
106
En el informe del CNMH La guerra inscrita en el cuerpo (2017) se advierte que para las
mujeres y las niñas, el ingreso a los movimientos armados (bien sea por reclutamiento o por
alistamiento voluntario) implicó la entrada a un espacio de profunda regulación de los procesos
biológicos y una pérdida de autonomía corporal. En dicha investigación, se sostiene que la
anticoncepción forzada se constituye en una forma de violencia sexual que pone en tensión la
autonomía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres guerrilleras ( p. 171-172).
136 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
insurgente, es interesante analizar que, las mujeres que se acogieron a los procesos
de desmovilización estatal tienen una percepción diferente frente al uso y regulación
de sus cuerpos en el ámbito de su sexualidad. Si bien las entrevistas y los testimonios
revisados para ésta investigación no dan cuenta de esos procesos de transgresión
corporal en relación con la planificación, no se puede menoscabar la existencia de
casos en los que niñas de doce o trece años debían intervenir su cuerpo con pastillas
o inyecciones en aras de evitar la reproducción. Esas prácticas reguladoras sobre el
cuerpo afectaron los procesos biológicos de niñas mujeres y fueron percibidos como
transgresores sin poder ejercer mayores actos de resistencia frente a tales, pues esos
actos de dominación sobre ellas se avalaban en defensa de los intereses de la lucha
insurgente. A continuación se observa un testimonio que da cuenta de ello:
La planificación no era cuestión de pareja eso era obligatorio para todo mundo. A mi me dio
durísimo cuando legué a la escuela y me fueron a poner la inyección “¡cuál inyección! ¡yo
no vengo aquí a tirar! Si yo me la dejo poner estoy admitiendo que vengo aquí es a tirar”. La
inyección y el dispositivo es obligatorio, allá llegaban niñas de trece a quince años y ya se
les controlaba el organismo, la inyección crea el hábito en el cuerpo. Uno con lista en mano
las llamaba a todas. Pero las dietas, los movimientos hacían que el dispositivo se
descuadrara y las niñas se embarazaban. O las mismas niñas se lo quitaban dizque porque
les molestaba.
Existía la orden que mensualmente se repartían las toallas y así le tenían a usted regulado
hasta las toallas. Si usted no gastaba toallas ya comenzaban a sospechar que usted estaba
embarazada. Con pastillas se hacía abortar o después de meses les hacían legrados”
(Relato de Cristina, como se citó en Medina, 2009, p.97)
De otro lado, hay que tener en cuenta que además de las implicaciones corporales
que tiene sobre las mujeres la aplicación de métodos de anticoncepción, también el
peso del control de la natalidad recayó especialmente sobre el cuerpo de ellas. Hay
que apuntar que ese no es un fenómeno que ocurra únicamente al interior de las filas
insurgentes, sino que ha sido una práctica que se les ha otorgado social y
culturalmente en razón de su capacidad biológica de procrear y de la naturalización
como “rol femenino” de la función social del cuidado reproductivo que se mantiene
vigente en el grueso de la sociedad colombiana y que también permeó las filas
farianas. En su relato, Luis reconoce que su responsabilidad en la materia fue escasa:
Ha sido un deber de las mujeres planificar. Nosotros, pues hasta hace poco se vino a hablar
de planificar pero no se llegó a crear eso. Para las mujeres se dio obligatorio porque se
decía que con condón no había fundamento y ¿qué hacíamos en la montaña con un poco
de mujeres embarazadas?. (Comunicación personal, 25 de junio de 2017)
137
Ahora bien, si la estructura armada definió mecanismos de control para asegurar que
la vida sexual de sus combatientes no desviara la atención de sus objetivos e ideales,
es también previsible que el aborto se haya configurado como una práctica para evitar
que la maternidad/paternidad supusiera deserciones, huidas o bajas, pues esto podía
ser visto como entorpecedor para concretar planes políticos y militares. Claramente,
desde una mirada de género esto coarta, limita y restringe la capacidad de decisión y
138 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
107
Lo que se conoce como los Derechos Sexuales y Reproductivos en el orden social colombiano
no era tomado en cuenta en las FARC ni era una prioridad en esa insurgencia. Hay que recordar
que la institución fariana como organización disciplinaria y al margen de la ley demandó de las y
los combatientes la totalidad de sus energías y su corporalidad para sus propios y únicos fines. Lo
que sí debe reconocerse son los procesos de transgresión corporal que ello significó y las
implicaciones que tuvieron tanto subjetiva como fisicamente.
108
Conclusiones de la octava conferencia de las Farc en materia sanitaria.
139
precepto se realizaron una cantidad desconocida de legrados, que valga decir, unos
fueron consentidos y otros se realizaron de manera forzada109.
En contraste, Diana y Natalia aseguran que entre el 2007 y el 2009 se dio una orden
que permitía a las mujeres continuar con el embarazo después de los tres, cuatro y
hasta seis meses de gestación, siempre y cuando el o la bebé se dejara al cuidado de
terceros110. Sin embargo, también manifiesta que dicha orientación generó que
algunas mujeres ocultaran su estado, tal como lo relata en las siguientes líneas:
109
El alcance de esta investigación no permite profundizar en este tema. Sin embargo, se sugiere
rastrear las denuncias realizadas por la Corporación Rosa Blanca en cabeza de Sandra Morales
(desmovilizada fariana). Otras investigaciones como las siguientes han abordado el tema con más
amplitud: “La guerra inscrita en el cuerpo. Informe Nacional de Violencia Sexual en el Conficto
Armado. CNMH. 2017”; “VIOLENCIA SEXUAL como Crimen Internacional Perpetrado por las
FARC. Universidad Sergio Arboleda. 2015”.
110
Dejar a hijas e hijos de miembros de las FARC al cuidado de las bases sociales o la población
civil era una práctica y una orientación de vieja data en la organización.
140 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
(…) Como desde el 2007 más o menos llegó una circular donde decían de que, después de
que pasara la mujer de los tres meses de embarazo, ya no se podían hacer abortos.
Entonces eso fue algo que la mayoría de guerrilleros se metieron en la mente, entonces
ellos ocultan hasta los tres o cuatro meses el embarazo, sea como sea, pero lo ocultan.
Entonces ya, cuando aparecen embarazadas, cuando ya hacen las cuentas exacticas,
entonces ya dicen: ‘bueno, usted tiene cuatro meses, entonces ya no podemos hacerle un
aborto’. (Natalia, OPC, p.12)
Hubo un tiempo en que a las mujeres las dejaban tener los hijos cuando tuvieran seis y
hasta cuatro meses de embarazo, pero hubo un tiempo en que ya no se pudo así, porque
las guerrilleras ocultaban ese tiempo de embarazo y de ahí si ya salían. Hubo guerrilleras
que ocultaban su embarazo hasta que cumplían los nueve meses. (…)Yo duré un tiempo en
la guerrilla donde se podía tener hijos [2009] y yo dejé de planificar y le dije al comandante
que quería ser mamá, pero obviamente las mujeres que estuvieron en la guerrilla nunca
criaron a sus hijos, las que tienen hijos ahorita nunca estuvieron con ellos, o sea, no saben
qué es ser mamá, no saben que es que un niño esté llorándole en la oreja porque se los
daban a la mama al papá, a los suegros y así. (Diana, comunicación personal, 26 de junio
de 2017)
Este apartado revisó las regulaciones y formas de control que operan sobre
guerrilleras y guerrilleros en cuanto a las relaciones de pareja, se analizaron las
formas concretas de regulación y las implicaciones que en mayor medida tuvieron
sobre la corporalidad de las mujeres. No es posible pensar un espacio plagado de
disciplina y control sin tener en cuenta las contestaciones que de allí se derivan. Por lo
tanto, entendiendo que las relaciones sociales se encuentran atravesadas por
relaciones de poder que son móviles, inestables, reversibles y trasferibles, es
111
La maternidad no sólo es remota sino ajena en la medida en que, en caso de procrear, no eran
las guerrilleras y los guerrilleros quienes se encargaban del cuidado y la crianza de sus hijas e
hijos, sino que se veían en la obligación de dejarles con bases sociales del movimiento o
personas campesinas que asumieran ese rol.
141
Para este caso concreto, se abordan situaciones en las que algunos miembros de la
insurgencia fariana distanciaron sus prácticas de las normas estipuladas. Sin
embargo, es importante señalar que la comisión de esos hechos no significó que haya
predominado el caos, que haya existido un relajamiento del aparato insurgente o que
el cuerpo normativo haya sido inútil (Aguilera, 2013), más bien, indica la imperfección
en la aplicación y el cumplimiento de las normas en un espacio limitado al campo del
conflicto armado y en un escenario donde circulan permanentemente las relaciones de
poder y expresiones de resistencia específicas. A continuación se desarrollan las
ideas propuestas.
Un caso de privilegio por ser mando puede encontrarse en situaciones en que las
compañeras de los comandantes podían engendrar a sus hijos, mientras otras
guerrilleras de base debían acudir al aborto como única vía ante situaciones de ese
orden. Ines (OPC), relata que sólo los mandos superiores tuvieron excepciones en
relación con la procreación de sus parejas: “allá, desgraciadamente (…) las que tienen
hijos son las mujeres de los mandos, de los superiores porque ninguna mujer de
143
Como el mando con el que yo vivía, fuera de él había otro más superior, pues él dijo que
(…) puede ser muy mando, pero que a mí me tenía que sacar el bebé. Y él le dijo que no,
que él respondía, que si tenían que sancionarlo, que si tenían que quitarle el mando, que se
lo quitaran, pero que me dejaran tener él bebé, y le dijeron que no... Y me mandaron pa’ un
hospital que ellos tenían en el monte. (Camila, OPC, p. 19).
112
A tal manuscrito sólo se tuvo acceso durante el trabajo de campo.
144 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Una pregunta que allí se enuncia y que da pie para inferir que un desajuste en esta
materia venía socavando las prácticas disciplinarias de la organización desde hace
por lo menos dos décadas es: “¿Todos aplicarán las normas con relación a los
matrimonios en los Frentes, Columnas, Compañías, Guerrillas, etc.? ¿Por qué “unas”
113
pueden tener hijos de sus jefes y otras no lo pueden hacer? ¿Las mujeres pueden
intervenir a nombre de su marido como mando sin ser mando? ¿Cómo hacer
comprender a los mandos estos fenómenos?”.
113
Las cursivas y las comillas son puestas intencionalmente por la autora del presente texto. Lo
que se quiere resaltar, sin entrar en interpretaciones profundas del lenguaje, es el carácter
despectivo que denota el uso del pronombre “unas” como una forma de expresarse a las mujeres
guerrilleras.
145
sus ofrecimientos. Para revisar estos escenarios se examinarán algunos relatos que
constatan tales afirmaciones:
Las únicas relaciones que duraban eran las de los mandos porque los rasos podían estar
dos, tres días y volvían y los separaban. (Camila, OPC, p. 18)
Uno puede estar con su socio un momentico, pero, cuando le tocó irse, ‘usted se va pa allá
y usted pa allá’, no salen como pareja que los dos juntos, no, nunca (…) Pero los mandos,
ellos allá, sí; ellos llevan sus mujeres pa’ donde se mueven. (Martha, OPC, p. 8)
Antes de iniciar con los ejemplos se considera necesario recordar que todas las
relaciones humanas están marcadas por relaciones de poder y, en cualquier caso,
este tipo de circunstancias encontraba su correlato en los juegos y entramados
sociales de su contraparte. Un ejemplo que da cuenta de lo anterior es el siguiente:
El comandante con el que yo iba me dijo que por qué no vivíamos juntos. Me decía ‘Si
usted se viene a dormir conmigo a mi caleta, nadie la va molestar, y va a ver a su mamá las
veces que usted quiera. Y, pues, como yo soy el mando, yo puedo hacer lo que yo quiera’.
Él tenía 38 años. Y me decía ‘Y yo, cuando pueda, le doy plata a su mamá. Yo les ayudo y
ahí vamos viendo a ver si se puede regresar para su casa’. Y los muchachos me decían ‘Le
están dando esa oportunidad pa’ que vea a su mamá’. Pues, sí, me fui a vivir con él y,
entonces, él ya le decía a los otros mandos que a mí no me mandaran pa’ la guardia ni que
me mandaran a una exploración. (Camila, OPC, p.18)
El testimonio revela que Camila desde una posición de subalternidad accedió a estar
con el comandante por las condiciones que éste le ofrecía en medio de lo conflictivo y
difícil de vivir en los campamentos guerrilleros. Por su parte, el comandante hizo uso
estratégico y premeditado de su poder para instigar a una mujer que era posiblemente
mucho más joven que él, campesina, con deseos de ver a su madre y hasta de
regresar a su casa. Ahora bien, Luis manifiesta que en su intento por ser crítico con la
organización a la cual aún pertenece, estuvo en desacuerdo con situaciones similares
a ésta: “nosotros mismos vimos que muchos comandantes se aprovecharon y si la muchacha
nueva no le hacía caso entonces la ponía al trote, la muchacha a la guardia, la muchacha a la
rancha y ella todo” (comunicación personal, 25 de junio de 2017). En un escenario tal,
mujeres como Camila u otras terminaron involucradas en relaciones que claramente
tomaban su subordinación y vulnerabilidad como punto de partida.
No obstante, en lo que sigue se hace un intento por complejizar estas situaciones para
revisar otras tensiones que aquí se hallan, pues también es cierto que se encuentran
testimonios de mujeres que, enredadas en estas tramas de poder, se inmiscuyeron en
relaciones con comandantes en aras de recibir provecho de ello. O sea, ante el
147
mensaje que dejaban casos en los que las parejas de los comandantes disfrutaban de
ciertos privilegios, algunas recurrieron a la seducción o a responder con reciprocidad a
las insinuaciones de quienes detentaban rangos altos. Así incluso lo expresa Sofía
(OPC):
“Hay muchas que lo hacen, se dejan presionar (…), y lo hacen porque de pronto no quieren
que las vayan a mandar al combate o quieren de pronto cierto privilegio; eso sí era así”
(p.15)
Cuando los dominados aplican a lo que se les domina unos esquemas que son el
producto de la dominación, o, en otras palabras, cuando sus pensamientos y sus
percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la
relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son,
inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión. (p.26)
Finalmente, hay que anotar que algunas las relaciones entre mandos y guerrilleras de
base tuvieron particulares desenlaces. Por un lado, Luis y Andrés París coinciden en
que se presentaron infiltraciones de agentes del Estado que se hacían pasar por
148 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Por otro lado, Andrés París señala que “al menos un 40% de las destituciones del
mando que hacía la dirección superior era porque se dejaban quitar el poder de las
mujeres” (comunicación personal, 19 de noviembre de 2017). Según él, esto ocurrió
cuando hombres comandantes “desearon construir desde el poder adquirido en la
organización” pero señala esto como una “expresión metamorfoseada de la
deformación que ya tiene el hombre de que el poder es para él y su compañera (…).
Había casos de comandantes tan ineficientes en el ejercicio del mando que la que
mandaba era la mujer y mandaba mal y generaba inconformidad. Usaban el poder
para ellas pero no para dirigir. Entonces esos hombres perdían toda autoridad moral y
de conducción”. Es considerable que a esto se le sumen las resistencias habidas y
conocidas sobre las mujeres al mando de una tropa o campamento. Posiblemente,
algunas compañeras de los comandantes que incurrieron en tales prácticas no
poseían las habilidades de liderazgo que se requieren para instruir a un grupo de
personas armadas, no obstante, ello también tiene estrecha relación con el tipo de
autoridad o poder que se le había sido asignado. No era una “autoridad ganada”114 por
ella, sino un poder transferido en el terreno emocional. Adicionalmente, la
masculinidad del hombre quedaba en entredicho, pues en el imaginario redunda que
114
Cuando se hace referencia a “autoridad ganada” es, como se habló anteriormente, refrendada
en términos militares y de demostración de capacidad en combate. No hay que olvidar que para
valorar a una mujer positivamente como mando en la guerrilla, era necesario demostrar
habilidades estratégicas en batalla, poseer voz fuerte y con el mismo nivel de resistencia física
que un hombre.
149
es un hombre débil que no pone el orden necesario para comandar en su vida privada
y pública.
En esta parte se revisaron algunas formas en las que operaron los privilegios, los
abusos de poder y los quiebres en el discurso de igualdad y la pretendida equivalencia
entre miembros de la organizacion fariana. Tales dinámicas se presentaron en medio
de un sistema jerárquico donde confluyeron prácticas estrictas de control pero también
150 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
subjetividades que entran en tensión con las imposiciones y las condiciones propias
de la guerra. En lo que sigue se tratarán las formas de resistencia que se instauraron
en un orden social que regulaba minuciosamente las acciones de sus integrantes en
la esfera íntima y de pareja.
Para complejizar este asunto, se trae a colación a James Scott (2000), quien
manifiesta que en espacios caracterizados por la subordinación, el poder total y la
hegemonía/dependencia pueden encontrarse reacciones y estrategias de resistencia
a través de diferentes mecanismos que no siempre son abiertos y frenteros, sino que
se manifiestan por medio de lenguajes o actos menos explícitos y de manera oculta.
Lo que en adelante se pretende sostener encuentra su suelo en esas expresiones que
no se rebelan ante la hegemonía sino que se instauran desde la generación de
discursos soterrados y escondidos de quienes se encuentran en posición de
subalternidad.
Como es sabido, el entorno fariano estuvo acompañado por una serie de normas y
regulaciones estrictas que iban desde lo ideológico hasta el control del cuerpo, lo que
dejaba a sus miembros con muy poco margen de maniobra para intervenir
autónomamente sobre sus propias vidas. Por ejemplo, uno de los ámbitos sobre los
que se ejerció un control exhaustivo fue el requerimiento del aborto ante la posibilidad
de embarazo, pues se aludía que en medio de las confrontaciones no se puede “andar
151
corriendo con la barriga o con el niño entre brazos”. Sin embargo, los testimonios
develan que allí se presentaron enormes resistencias al dispositivo disciplinario, pues
para algunas guerrilleras, el ocultamiento del embarazo fue la vía para que, bajo el
argumento de tener una gestación avanzada, no se practicara el legrado. Al respecto,
Diana, ex integrante del Bloque Oriental refiere: “hubo mujeres que quedaron
embarazadas cuando estábamos todavía en tiempo de confrontación armada y
quedaron embarazadas porque querían quedar en embarazo” y agrega un dato
importante: “si yo quedaba embarazada era porque el enfermero me estaba haciendo
cuarto para quedar embarazada. Se ocultaba la barriga pero uno sabía las
consecuencias que traía eso, que si a uno lo descubrían le decían que lo iban a
amarrar y le iban a hacer el legrado… uno sabía” (comunicación personal, 26 de junio
de 2017).
Pese al miedo y la rigidez de la norma, podría inferirse que en los casos en que se
ocultó el embarazo ganó el reclamo de autonomía en torno al deseo de maternidad
que tuvieron algunas mujeres. Estos actos, si bien no se hacían de manera abierta,
tenían el apoyo de quien encontrara legitimidad en su petición, o en quien tuviera la
suficiente camaradería para guardar el secreto de tal acto de resistencia a la norma.
Ahora bien, no necesariamente hay que estar en desacuerdo con la norma para
resistirse a ella, es decir, es posible que los dominados adopten el discurso de quien
domina pero ello no anula la existencia de una subjetividad que reclama acciones
frente a sus propios deseos. Un caso que se ajusta a esto es la misma Diana, quien a
pesar de convenir con las normas reglamentarias señala que pretendió ser mamá aún
en tiempos de conflicto armado.
De otro lado, Santiago hace énfasis en que “enamorarse” resultaba insólito no sólo
porque la vida insurgente debe girar alrededor del combate y la lucha guerrillera, sino
porque “eso se presta para hacer cosas que no se pueden hacer como combatiente,
153
porque resulta que eso hace que las personas se pongan a pensar en querer
escaparse, en querer estar juntos, en formar familia” (comunicación personal, 28 de
febrero de 2016). Quienes hacen uso del discurso oculto no se rebelan directamente
ni protestan públicamente contra lo que consideran que atenta contra su autonomía,
sino que recurren a otras formas de rechazo (Scott J. , 2000, p. 41), en este caso la
fuga. No hay que olvidar que el reglamento de régimen disciplinario estipulaba la
deserción como un delito que se juzgaba con pena muerte o fusilamiento, es decir, en
este acto de resistencia a la hegemonía del grupo armado se ponía en juego la vida
misma.
Santiago (en entrevista) recuerda que una noche, mientras pagaba guardia escuchó
murmullos y ruidos en la carpa del “peruano” en la cual dormía con otro guerrillero; al
acercarse con la linterna, ambos guerrilleros intentaron acomodarse para fingir que no
pasaba nada. En distintas ocasiones Santiago se dio cuenta que ambos sostenían
una relación pero siempre se ocultó ante el resto del campamento para evitar
desdenes y señalamientos.
Éste tal vez sea un caso menos común, pero se puede entender también como una
experiencia de resistencia, pues mientras en el caso de las relaciones heterosexuales
existía una regulación interna para los permisos y asociamientos, las relaciones entre
parejas del mismo sexo no se contemplaban y por el contrario, se deslegitimaban y
eran objeto de humillaciones y señalamientos ofensivos.
154 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
A lo largo del capítulo se revisó cómo el régimen de género en este ámbito reguló y
controló la vida emocional de las y los combatientes en aras de obtener toda su
lealtad y energías para la estructura armada, y cómo allí se alteraron las
convencionales formas de vivir la sexualidad, el enamoramiento y la familia,
respondiendo claramente a las consideraciones y particularidades que caracterizan a
las instituciones voraces. Se mostró cómo a pesar de que las prácticas disciplinarias y
las sujeciones corporales en ésta guerrilla se instituyeron desde un discurso de
igualdad de condiciones para hombres y mujeres, son especialmente estas últimas
quienes sufrieron con más rigor las implicaciones de los procesos biológicos,
especialmente en lo relacionado con la anticoncepción y el aborto. Así mismo, se
analizaron los imaginarios en torno a las vivencias sexuales, las prácticas
hegemónicas y la subordinación en las relaciones de pareja, donde se pudo observar
que claramente hay un quiebre o ruptura en torno a los valores de igualdad entre
hombres y mujeres en las FARC, pues a pesar de la existencia de normas que
promovían el respeto y castigaban situaciones de violencia, los imaginarios y los
estereotipos circularon permanentemente dejando al descubierto prácticas
tradicionales y patriarcales que no permitieron que el discurso revolucionario de
transformación llegase a deconstruir los muros dicotómicos que pululan en las
percepciones arraigadas sobre lo femenino y lo masculino.
Hay que reconocer que muchas de las prácticas encontradas en la esfera íntima de
las FARC son el reflejo de relaciones en el orden social amplio. En coherencia con
Bourdieu (2000) se considera que “es ilusorio creer que la violencia simbólica puede
vencerse exclusivamente con las armas de la conciencia y de la voluntad, la verdad es
que los efectos y las condiciones de su eficacia están duramente inscritos en lo más
íntimo de sus cuerpos bajo formas de disposiciones” (p.55). Ahora, es menester
resaltar que si las “armas de la conciencia y de la voluntad” no son suficientes para
eliminar las representaciones dominantes en cuanto a las relaciones de género,
muchísimo menos lo es la instauración de orientaciones por la vía normativa o
disciplinaria.
Pensar la existencia de las FARC como una institución es clave para estudiar los
elementos que le son propios a ésta. En esta investigación, dicha insurgencia se toma
como una institución voraz (Coser, 1978) que reclamó exclusividad y adhesión absoluta
de sus miembros; erigió sus propias normas, reglas y formas de control respecto de las
acciones de quienes la conformaban. Sin embargo, ésta institucionalidad estuvo
impensada e inadvertidamente permeada por relaciones de género entre hombres y
mujeres. Por ello, se plantea la existencia de un régimen de género que se transformó en
el tiempo, desde la misma conformación de la organización cuando ellas participaban en
muchísima menor proporción, hasta la firma del acuerdo de paz cuando sobrepasaban el
treinta porciento de las filas. Reflexionar al respecto, de una manera relacional, es una
tarea que involucró no sólo a las mujeres sino también a los hombres que hicieron parte
de esa estructura.
Las relaciones entre hombres y mujeres insurgentes estarían dadas por dos elementos
sustanciales. Por un lado, la pertenencia a un ejercito militar que logró irrumpir las
normas sociales instituidas y estableció unos códigos reglamentarios propios, y, por otro
lado, la procedencia de sus miembros de ese mismo orden criticado. Luego, allí se
encontrarían tensiones entre las elaboraciones normativas y la reproducción de
imaginarios y consideraciones tradicionales de género que preceden a sus combatientes.
Desde décadas atrás, las FARC hizo esfuerzos por mostrar que en su interior las mujeres
eran tratadas en pie de igualdad que los hombres, por ello, desde la séptima conferencia
guerrillera, se instauró un discurso que enarbolaba igualdad en deberes y derechos para
todos los integrantes de esa colectividad. Ello incluía que todas y todos desarrollaban las
mismas tareas y accedían a los mismos beneficios o castigos si fuese el caso, sin
embargo, ello por sí mismo no generó cambios sustanciales en las formas relacionales
que éste nuevo ámbito de socialización planteaba.
157
Si bien las mujeres llegaron a ejercer cargos militares y políticos importantes dentro de la
jerarquía fariana, especialmente en el periodo estudiado (1998-2016), no hay que
desconocer que fundamentalmente, quienes ocuparon los rangos de más alta decisión
fueron en su mayoría hombres. También es cierto que eso se explica porque se da
prioridad a quienes más tiempo han militado en la organización, no obstante, eso no
invisibiliza las barreras y obstáculos que encontraron ellas para ganar legitimidad en sus
acciones. Al respecto, también hay que mencionar que los “techos de cristal o
158 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
invisibles”115 son construcciones en las que tanto hombres como mujeres se encuentran
involucrados.
El otro elemento estudiado en ésta investigación tiene que ver con las relaciones
emocionales. Aquí particularmente, se puso el foco en las relaciones de pareja donde se
encuentran aún más dificultades que en el ámbito anteriormente nombrado. Si en el caso
de la división sexual del trabajo los dispositivos y las practicas reglamentarias hicieron
esfuerzos por mostrar una insurgencia incluyente, en el caso de la “intimidad” se hallaron
escenarios aún más complejos. En primera medida, la regulación permanente se
extiende también a las decisiones sobre el cuerpo, en otras palabras, en su voracidad, la
institución fariana demandaba que sus combatientes encauzaran todas sus energías en
el proyecto colectivo, dejando en último plano intereses individuales o “amorosos”. En tal
sentido, la organización armada, por medio de la comandancia, controlaba rigurosamente
los encuentros sexuales, los asociamientos, la natalidad y las situaciones de violencia
que se pudieran presentar entre sus integrantes. El incumplimiento de lo que se
estipulaba al respecto traía consecuencias que iban desde sanciones leves hasta
fusilamientos.
115
Este término ha sido utilizado para describir las dificultades a través de las cuales las mujeres
ven posiciones de jerarquía alta pero no las pueden alcanzar, bien sea porque no se lo permiten o
porque, aún siéndolo, no se sienten suficientemente preparadas para ello.
159
respecto, es que en éste ámbito se hacía más difícil reconocer cuándo se es víctima de
violencia, pues ésta se encuentra tan legitimada que muchas de ellas, o no lo
identificaban o lo silenciaban.
En suma, ésta investigación encontró que la configuración del régimen de género fariano
se transformó en el tiempo y que las relaciones de hombres y mujeres estuvieron
impregnadas por las normas, las reglas y el control que la organización ejercía
continuamente. Los dos ámbitos analizados dan cuenta de la dificultad de superar
esquemas convencionales que se corresponden con las formas tradicionales de
socialización de un orden cultural amplio. En otras palabras, tanto en la división del
trabajo como en las relaciones de pareja se reprodujeron situaciones que no escapan a
las mismas problemáticas que acusan a la sociedad colombiana en materia de igualdad y
equidad de género.
Seguramente a éste abordaje le quedarán vacíos que deben ser compensados en futuros
estudios. Hombres y mujeres que pertenecieron a las FARC hasta ahora están
comenzando su proceso de reincorporación y es un reto, tanto para la academia como
para la institucionalidad comprender las complejidades que ello implica. En una de las
entrevistas se indicó que la reconfiguración de los instrumentos disciplinarios y la re
estructuración de la organización armada ha traído consigo un aumento en la violencia
160 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
de pareja en las nuevas conformaciones de familia que existen en los ETCR. De esa
forma, surgen dudas de lo que traerá y lo que significará para las mujeres ex guerrilleras
su regreso a la vida civil.
A. ANEXO: ENTREVISTAS
ENTREVISTAS REALIZADAS EN EL MARCO DE LA X CONFERENCIA DE LAS FARC Y EN LA ZONA VEREDAL URÍAS RONDÓN
# PSEUDÓNIMO FRENTE BLOQUE TIEMPO EN EL CARGOS
MOVIMIENTO
1 PAOLA SAENZ (SIN INFO) ORIENTAL 9 AÑOS SECRETARIA POLÍTICA, MANDO DE ESCUADRA Y
REEMPLAZANTE
2 MAYERLY FRENTE 29 OCCIDENTAL 12 AÑOS ENFERMERA
ARTEAGA
3 MARTA (SIN INFO) ORIENTAL 24 AÑOS ODONTÓLOGA
4 CAROLINA FRENTE 40 ORIENTAL 7 AÑOS RADISTA DE FRENTE- ECÓNOMA
(JACOBO
ARENAS)
5 ALEJANDRA FRENTE 40 ORIENTAL 16 AÑOS RADISTA- REVISTA RESISTENCIA- ORGANIZACIÓN
DE MASAS
6 MIRIAM FRENTE 7 ORIENTAL 8 AÑOS ENFERMERA
7 CARLOS FRENTE 7 ORIENTAL 16 AÑOS ORGANIZACIÓN DE MASAS
8 ROCÍO FELIPE ORIENTAL 12 AÑOS ENFERMERA
RINCÓN
9 JAZMÍN FELIPE ORIENTAL 10 AÑOS ODONTÓLOGA
RINCÓN
10 DIANA FRENTE 7 Y ORIENTAL 12 AÑOS SECRETARIA POLÍTICA/
FELIPE RADISTA/ECÓNOMA/ENFERMERA/COMANDANTE DE
RINCON ESCUADRA Y COMANDANTE DE GUERRILLA
Astelarra, J. (1986). Las Mujeres podemos: Otra visión de la política. Barcelona: ICARIA
Editorial.
Berger, P., & Luckmann, T. (1989). La contrucción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Bolaños, E. (17 de junio de 2017). El desarme del boque más guerrero de las Farc. El
Espectador. Recuperado de https://colombia2020.elespectador.com/territorio/el-desarme-
del-bloque-mas-guerrero-de-las-farc.
165
Castellanos, G., Rodriguez, A., & Bermudez, N. (2007). Mujeres y conflicto armado. En S.
Accorsi, & G. Castellanos, Sujetos femeninos y masculinos (págs. 167-183). Cali:
Universidad del Valle.
Castrillón, G. Y. (2015). ¿Víctimas o Victimarias? El rol de las mujeres en las Far. Una
aproximación desde la teoría de género. Opera (16), 77-95.
Castro, M. C. (2005). El teatro de guerra: una puesta en escena del sujeto. Desde el
jardín de Freud. Revista de psicoanálisis (5), 304-313.
Centro de Estudios Miguel Enriquez (CEME). (s.f.). Archivo Chile. Historia político social-
movimiento popular. Obtenido de Programa Agrario de los Guerrilleros de las FARC-EP:
http://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Co/farc/al_farc0007.pdf
Connelly, M. (s.f). Influencia del pensamiento de Mao en América Latina. En n.d, Estudios
de Asia y África XVIII: 2, 1983 (págs. 215-231). México: COLMEX.
Foucault, M (2007). Sexualidad y poder (y otros textos). Barcelona: Ediciones Folio, S.A.
Gallego, M., & García, L. (2011). EXPERIENCIAS EXITOSAS. Mujeres que han roto el
ciclo de violencia. Violencia basada en género en la relación de pareja.
167
Herrera, N. (Mayo de 2007). Las mujeres como sujetos activos: una aproximación desde
el conflicto armado colombiano. Estudio de caso: el rol de la mujer guerrillera dentro de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc- EP . Bogotá, Colombia.
Jimenez, C. (2014). Las mujeres y la guerrilla ¿un espacio para las políticas de género?
Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades (32), 383-397.
Kirk, R. (1993). Grabado en piedra: las mujeres de Sendero Luminoso. Lima: IEP
ediciones.
Lara, P. (2000). Las mujeres en la guerra. Bogotá, Colombia: Editorial Planeta S.A.
Laverde, J. D. (29 de enero de 2013). Así obligan a las mujeres a abortar en las Farc. El
Espectador. Recuperado de https://www.elespectador.com/noticias/judicial/asi-obligan-
mujeres-abortar-farc-articulo-401836.
Lelièvre, C., Moreno, G., & Ortiz, I. (2004). Haciendo memoria y dejando rastros.
Haciendo memoria y dejando rastros. Encuentros con mujeres excombatientes del
nororiente de Colombia. Bucaramanga: UNIFEM- Fundación Mujer y Futuro.
López, F., Mencía, M., y Álvarez, P. (2012). Historia de Cuba, 1899-1958. Estado
Nacional, dependencia y revolución. La Habana, Cuba: Pueblo y Educación.
168 Mujeres Farianas: Orden institucional y relaciones de género (1998-2016)
Luna, L. (1994). Los movimientos de mujeres en América Latina o hacia una nueva
interpretación de la participación política. Conferencia llevada a cabo en el IV Encuentro
de Latinoamericanistas Españoles, Salamanca.
Medina, C. (2009). "No porque seas paraco o seas guerrillero tienes que ser un animal":
Procesos de Socialización en FARC-EP, ELN y grupos paramilitares (1996-2006). (U. d.
Andes, Ed.) Bogotá, Colombia.
Meertens, D. (1995). Mujer y violencia en los conflictos rurales. Análisis poítico , 36-49.
Plaza, P. (2010). Madre armada y niño. Representación de la mujer nueva en los murales
de la revolución sandinista en Nicaragua. Apuntes , 23 (1).
Rojas de Ferro, M. C. (1998). Las almas bellas y los guerreros justos. En otras palabras ,
39-48.
Rueda, Z. (2009). Confesiones de una guerrillera. Los secretos de Tirofijo, Jojoy y las
FARC, revelados por primera vez. Bogotá: Planeta.
Scott, J. W. (1996). El género: una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas,
El género: la construcción cultural de la diferencia sexual (págs. 265-302). Mexico: Miguel
Angel Porrúa.
Toro, B. (Julio de 1994). La revolución o los hijos. Mujeres y guerrilla EPL, M-19, Quintín
Lame, PRT. Bogotá, Colombia: Universidad de los Andes.
https://trainingcentre.unwomen.org/mod/glossary/view.php?id=150&mode=letter&hook=V
&sortkey=&sortorder=asc
Vanegas, J. (2017). "¡A mucho honor guerrillera!": Un análisis sobre la vida de las
mujeres guerrilleras en Colombia (tesis de maestría en Estudios de Género). Universidad
Nacional de Colombia, Bogotá.
Vásquez, M. E. (2000). Escrito para no morir. Bitácora de una militancia. Bogotá: Alcaldía
Mayor de Bogotá.
Vázquez, N., Ibáñez, C., & Murguialday, C. (1996). Mujeres- Montaña. Vivencias de
guerrilleras y colaboradoras del FMLN. Barcelona: horas y HORAS.
VICELAND. (13 de Mayo de 2016). WOMEN Profiles: Antonia (Colombia: The Women of
FARC- Exclusive). Obtenido de YouTube:
https://www.youtube.com/watch?v=EGMxYdAsAoE&frags=pl%2Cwn
Vieira, C., & Pineda, C. (2016). Mujeres. Paz, política y poder. Bogotá: Ediciones Aurora.
Wills, M. E. (2005). Cincuenta años del sufragio femenino en Colombia 1954: por la
conquista del voto. Análisis Político (53), 39-57.
Entrevistas
Paola Saenz. Comunicación personal. 21 de septiembre de 2016.
Liz (relato 6). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Natalia (relato 7). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Paula (relato 8). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Ines (relato 13). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Erika (relato 18). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Karla (relato 14). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Martha (relato 12). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Sofia (relato 16). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Juana (relato 22). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
173
Angela (relato 19). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.
Irene (relato 21). Excombatiente de las FARC. Entrevista realizada por el OPC.