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El paisaje: una reflexión del lenguaje y de lo que nos rodea

Juan David Espinosa / 201912340 - Introducción al estudio del Arte - 2019-2

Usualmente, en nuestra vida cotidiana, usamos ciertas formas del lenguaje o ciertos
términos sin mayor reparo, a veces buscando un sentido técnico o académico, o en ocasiones
simplemente quedándonos en los coloquial. Esto hace que la forma en la que se usa el lenguaje
se haya diversificado a través del tiempo, siendo incluso distintos en significados ciertos
términos dependiendo de una región o de una época. Pero realmente pocas veces nos detenemos
a pensar (incluso en un contexto intelectual y académico) en la trascendencia del lenguaje que
empleamos, y cómo puede que incluso en ciertas ocasiones estemos dando por sentado ciertos
términos o usos, que realmente depende del lugar de enunciación y no han persistido siempre.

De esta forma, podemos ver que en el campo que nos concierne (el arte) el lenguaje
también es empleado de muchas maneras. Desde términos simples y categóricos, como pintura,
género, retrato, paisaje, o más técnicos y complejos como claro oscuro, vanguardias, gótico,
entre otros. Partiendo de esta idea es que el escritor y arquitecto Javier Maderuelo, en su libro
El Paisaje: génesis de un concepto (específicamente en su primer capítulo: “La definición de
paisaje”) se pregunta por el origen del término paisaje, tan ampliamente conocido y usado de
múltiples formas a través de la historia del arte.

Maderuelo inicia hablando de la indeterminación bajo la que se encuentra el concepto


de paisaje en la actualidad, pues este es ampliamente empleado, casi que sin ningún límite y
asumiendo que se trata de un término atemporal. Pero realmente, explica el escritor, se trata de
algo moderno, que -hasta la necesidad de categorización que se da en el Siglo XIX- usamos
indiscriminadamente y no lo analizamos. Así, Maderuelo intenta definir el paisaje como una
construcción humana, una elaboración mediada por la cultura, por lo que varía según cada una
y no es algo que se mantenga constante.

Partiendo de esta de idea, de la cultura como centro, este otorga gran relevancia al
concepto de “cultura paisajista”, haciendo énfasis en que típicamente, nosotros en el mundo
occidental actual, vivimos en este tipo de cultura. Estamos constantemente inmersos en
paisajes, y nuestras vidas se desarrollan típicamente en distintos ambientes, que cobran
relevancia en lo que hacemos. Citando así al filósofo Augustin Berque, el texto delimita
entonces lo elementos necesarios para que una civilización pueda ser considerada como
“paisajista”. Siendo estos: 1) que se reconozca el uso de una o más palabras para decir paisaje,

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2) que exista algún tipo de literatura que describa los paisajes o los elogie, 3) que existan
representaciones pictóricas de paisajes, y (4 que en estas civilizaciones se cultiven jardines por
placer. Esto lleva a pensar en la idea de que hay culturas que no son realmente paisajistas
(Maderuelo pone como ejemplo a los antiguos griegos, que más que en la naturaleza, se
centraban en el hombre), u otras que solo cumplen con algunas de estas características; es
importante pensar más allá de nuestro contexto.

Después de esto, el autor busca pensar en una historia del paisaje, dando especial
importancia a cierto punto: la contemplación. Desde distintas formas de pensar, o distintas
creencias, se da la idea de contemplar la naturaleza, y es esto precisamente lo que lleva -en
nuestra cultura- fijarse en los paisajes, y darles la relevancia que tienen actualmente. También,
se fija luego en el uso de la palabra y su etimología, dando así a expresar lo que significaba
este elemento en la cultura y cómo a través del lenguaje se le otorgaban ciertas cualidades. Para
el escritor español, también es importante pensar en la transformación de esta idea antigua (y
originaria) de paisaje, y cómo llegó a transformarse a cómo lo concebimos hoy en día, donde
“todo” es visto como un paisaje, tomando el término a la ligera. A su vez, estudiando múltiples
filósofos, desde ideas precarias de paisaje en Platón, hasta conceptos estéticos y contemplativos
en Heidegger.

De esta forma, Maderuelo concluye que la importancia del paisaje reside en esta
contemplación, y particularmente, en la idea de cómo los paisajes hacen parte de nuestra vida.
Cuando plasmamos o pensamos en un paisaje, hay una relación entre el objeto y el sujeto, y
vemos aquellos paisajes que se encuentran en nuestra vida útil, ya sean los paisajes naturales
como “fondos” de nuestras acciones, o paisajes creados por nosotros mismos, como los urbanos
o industriales. Así, damos ciertos valores y contenidos a como vemos determinados paisajes, y
esta idea moderna varía dependiendo de un lugar de enunciación, de épocas, intereses, y cómo
nos percibimos situados en el mundo; así, por ejemplo, últimamente vemos al paisaje desde un
punto ecológico, determinando ciertos valores y comportamientos en torno a lo que nos rodea.

Considero entonces que el texto de Maderuelo cobra especial importancia para


nosotros, y de esta forma hay que leerlo de forma crítica, desde la lectura particular del paisaje,
pero también como algo que puede trascender. Más allá de la idea del paisaje, considero que
es necesario plantearnos en nuestra vida en general los usos del lenguaje o los términos, y cómo
variamos los significados o incluso en ocasiones los usamos con ligereza, sin realmente ver su
trasfondo. Así, me parece necesario hacer análisis que nos hagan reflexionar de por qué

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decimos ciertas cosas cómo lo hacemos, o qué nos hace usar ciertas palabras de determinadas
formas. Esto puede que nos lleve a ver que nuestros pensamientos y lenguajes están más
condicionados de lo que creemos, y que es importante tener una mirada crítica hacia la forma
que pensamos la vida, el mundo, y a los demás.

Respecto al tema del paisaje en particular, considero que este texto nos ayuda a pensar
en nuestro entorno, y la forma como vivimos en este. Muchas veces no somos conscientes de
aquello que nos rodea, de la forma en que vivimos, y esto puede hacer que nos neutralicemos
de nuestro alrededor, evitando que tengamos experiencias que muchas veces no imaginamos.
Así mismo, bajo una mirada del desarrollo sostenible, me parece que también pensar nuestro
entorno es reflexionar en lo que hacemos, y salir de la mirada utilitarista a la que estamos
acostumbrados. Sabemos ya que estamos matando al planeta, y pensar en los paisajes quizá de
forma más allá de lo estético, y centrados en los valores, nos haga reflexionar sobre lo que
tenemos alrededor, y la forma en que disponemos de esto.

Referencias bibliográficas
Maderuelo, Javier. “La definición de paisaje” en El paisaje: génesis de un concepto, 15-39.
Madrid: Abada Editores, 2006.

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