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1880

El día 11 de Julio de 1880.

Estando en cama por enfermedad, en la noche me puse en la presencia de


Dios y tuve un recogimiento que trataré de explicar como pueda. Sentí un
convencimiento muy grande de la presencia de Dios en lo interior de mi alma, me
sentía como dentro de un Santuario que me infundía un profundo respeto, sentía
una paz, una quietud muy grande y a la vez no tenía valor ni de abrir los ojos por
no faltar al respeto a la majestad de Dios, me postré en espíritu y lo adoré en
silencio el rato que me duró esta quietud.
El día 3 de Julio estando en presencia de Jesucristo Sacramentado, meditaba
en la amabilidad del corazón de Jesús e hice una comunión espiritual, y se me
representó El Señor en lo interior de mi alma y la roció con la sangre de su
amorosísimo costado ¿quién podrá describir las delicias que una alma siente al
recibir estos favores, ni dan a conocer esos misteriosos retretes donde Nuestro
Señor introduce a las almas para comunicarles las secretas caricias de su amor?
Ciertamente no le es dado a mi pobre inteligencia. Dios Nuestro Señor se digne
comunicarlas a quién sepa darlas a entender, para que, cuantos encuentren escritos
tan grandes favores sean atraídos con el dulce atractivo de su amor.
[Testado ilegible]
El día 15 del mismo año, tuve uno de esos ratos de grandes deseos que otras
veces he designado con el nombre de hambre o sed de Dios, estos son los
nombres que creo lo van a entender mejor porque se siente una impaciencia
inexplicable de satisfacer esa necesidad, con ese motivo le hago mil suplicas al
Señor para alcanzar compasión lo que no soy digna de poseer por méritos míos. Al
día siguiente después de oír misa y recibir la comunión, me sentí en ese aposento
que he dicho otras veces, y entré en un recogimiento como sí hubiera recibido
orden de estar atenta a algo que se me iba a decir; estando en esta quietud se me
representó un torrente de sangre y entendí que me decía el Señor: Mira mi sangre
con que abundancia corre y los pecadores no se aprovechan de ella. En ese
momento estaban alzando en una misa que yo no había hecho intención de oír,

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pues como dije había oído otra donde recibí la comunión y estaba recogida dando
gracias cuando Nuestro Señor me concedió este favor.
Meditando en el misterio de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, me
ha dado a entender el Señor cómo este admirable misterio se obró de la manera
que un rayo de luz penetra un cristal sin romperlo quedando Nuestro Señor en el
seno de María Santísima como una luz encerrada en una lámpara limpísima que da
una claridad tan resplandeciente que ilustra e ilumina las inteligencias de todos los
que se le acercan, así mismo he comprendido de un modo inexplicable, como
llevando la Santísima Virgen en su casto seno al verbo humanado nadaba su alma
purísima en un océano de luz y de amor que a no ser un milagro de la gracia no
había podido recibir sin morir en éxtasis de amor.
El día 18 de octubre después de la comunión, se me representó Nuestro
Señor en su humanidad manifestándome sus benditas llagas, yo entendí que me
daba permiso de tocarlas, no lo hice sólo las adoré agradecida. El día 20 del
mismo, no sé a que hora de la noche desperté como si me hubieran hablado,
inmediatamente sentí un deseo muy grande de unirme a Dios, este deseo me hace
sentir una sensación que no se describir, porque tanto en el interior de mi alma
como en el cuerpo siento cosas que no sé explicar; siempre que me pasa esto
clamo a Dios que me sostenga y me remedie esta necesidad, las más veces no
acierto a decir otra cosa que repetir sin interrupción: Señor ten compasión de mí,
siento un gozo muy grande pero con miedo de que sea un engaño de Satanás, con
ese motivo al mismo tiempo renuncio y protesto no admitir nada que no sea de
Dios.
En el mismo mes de octubre, sin que pueda recordar en que fecha, una tarde
que estaba ocupada en la costura me vino un recuerdo [de] Dios entendiendo de Él
una majestad tan digna de respeto y de temor que me hacía estremecer; en el
momento recordé lo que dice la Sagrada Escritura que le dijo Nuestro Señor a
Moisés, que se descalzara antes de acercarse a la Zarza, qué terrible debe ser la
majestad de Dios que aún una ligera manifestación nos hace estremecer. En mis
primeros apuntes, me parece que no he hecho mención de una visión que he tenido
muy frecuente en mi espíritu desde que comencé a dedicar[me] a la oración, dicha
visión ha sido representándoseme la humanidad de Nuestro Señor; unas veces con
rostro sereno y apacible otras serio o enojado, esta visión generalmente me causa
recogimiento y un amor confiado, o temor y sentimiento cuando parece que esta
enojado, en estas visiones es donde me ha dado a entender el Señor la mayor parte
de las cosas que he declarado en dichos apuntes, también debo advertir que varias

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veces he querido resistir a estas visiones, por temor de que sean una ilusión, y me
he quedado con sequedad y aridez sin poder recogerme.
En los apuntes que dejo mencionados he omitido algunas cosas que me
parecía no había para qué decirlas; pero mi director me ha mandado que las escriba
todas declarándolas lo mejor que pueda.
Al cumplir con la obediencia a la que estoy obligada lo hago con mucho
temor conociéndome incapaz de hacerlo con acierto, Dios Nuestro Señor me dé
luz si es de su agrado que declare yo estas cosas.
Hace algunos años que en aquellos de mis ejercicios espirituales en que me
propongo desagraviar al Señor por el desprecio que recibe de las criaturas me ha
dado a entender que debe establecerse un instituto religioso con el objeto de dar
culto perpetuo a la Sagrada Eucaristía, siendo este culto sin interrupción en todas
las horas del día y de la noche.
Las personas que formen dicho Instituto deberán consagrase al Señor con los
cuatro votos que [testado: generalmente] con pocas excepciones hacen las
religiosas, y son: clausura, castidad, pobreza y obediencia.
Todos sus ejercicios espirituales han de tener el carácter de desagravio,
proponiéndose en todos ellos indemnizar con sus afectos y continua adoración al
Señor, del olvido y el desprecio que recibe de las criaturas.
Comenzaran sus distribuciones, por la mañana, con un acto de adoración a la
Santísima Trinidad honrando a la majestad de Dios, por todos los que no lo hacen,
en seguida se hará una salutación a la Reina de los Cielos honrándola como a
nuestra Soberana e implorando su protección como madre de Dios y madre
nuestra, para que por su intercesión sean aceptas a los ojos de Dios nuestras
oraciones. Se unirán en espíritu con las dos iglesias triunfante y militante, para
asistir al Santo Sacrificio y a la recepción de la Sagrada Comunión, honrando y
agradeciendo este admirable sacrificio y esta preciosa dádiva, terminada la acción
de gracias después de la comunión, se hará una suplica por la conversión de los
pecadores y se ofrecerán como víctimas por la salvación de todas las almas.
Terminado este ejercicio que se hará en comunidad, seguirán dando adoración de
dos en dos o más si fueran en gran número, con la Santísima Virgen y con uno de
los coros de los ángeles, recorriéndolos todos según el orden con que los designa
la Iglesia, de manera que al terminar los nueve coros se vuelva a comenzar con el
mismo orden. También las personas irán recorriendo o cambiando todos los días
las horas de adoración para que no sean unas mismas las de la [testado: que en la

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adoración] noche, pues no sería posible que unas mismas personas pudieran hacer
la adoración en la noche sin enfermarse al poco tiempo.
Por la noche, antes de recogerse, harán otro ejercicio en Comunidad dando
gracias por haber sido admitidas en la presencia de Dios en sus horas de oración, y
ofrecerán todas sus obras en unión de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo para
desagraviar a la majestad de Dios por los ultrajes que haya recibido en ese día.
Deberán conformarse en todo con el espíritu de la Iglesia en todas las
festividades, esmerándose muy particularmente en las que nos traen a la memoria
los misterios de nuestra redención.
Las personas que formen dicha Comunidad, observaran un silencio y un
recogimiento cual conviene a personas consagradas a desagraviar al Señor, así es
que aún en las recreaciones que han de tener, [testado: deben] han de tener
presente ante todo la honra y gloria de Dios.
Quizá me he extendido demasiado en esto, pues si es voluntad de Dios que
dicho Instituto se establezca, Nuestro Señor sabrá elegir una persona sabía y
prudente que sepa formarles un reglamento capaz de enseñarle a cumplir con el fin
que se proponen, que es dar culto perpetuo a Dios, honrando y desagraviando a su
Majestad, por el olvido y los ultrajes que recibe en todos tiempos de los hombres,
y al mismo tiempo santificarse y edificar al mundo con su ejemplo.
Concluiré pues diciendo lo que he entendido con respecto al vestido que
deberán usar, este será en el interior, de tela ordinaria cuanto se pueda sin causar
una enfermedad, y al exterior una túnica también ordinaria, de color morado, una
toca y un cinto azul, y un escudo sobre el pecho, con el dulce nombre de Jesús.
Dos veces se me ha representando una ciudad con un solo templo, la primera
vez entendí que se me invitaba a hacer oración en ese templo, la segunda vez se
me representó con más claridad, entonces vi que dicha ciudad esta fortificada y no
tiene más que una sola entrada; en esa entrada se me representó Nuestro Señor en
su humanidad y qué me hacía la misma invitación a que entrará al interior de dicha
ciudad, según yo entiendo esta desierta, yo he sentido vacilación no sé qué debo
hacer. Le suplicó a quién le escribo ésta le pida a Dios me de ha conocer su
Santísima Voluntad, pues no sé sí en esto me pide el Señor que me desprenda de
todas las personas que me rodean y me retire del mundo a servirle en el Claustro o
sólo me pide el retiro al interior de mi alma.
El día 20 de noviembre después de la comunión sentí un recogimiento y una
paz interior muy grande con dulzura y amabilidad, y en el exterior, en todo el

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cuerpo sentí una ligereza como si hubiera estado en el aire, no porque creo que
estaba en realidad levantada de la tierra; pero sentía como si no estuviera apoyada
en nada, esto me duro poco tiempo, pero volví a sentirlo por tres veces. En los
primeros días de diciembre estuve con mucha paz en mi espíritu, y dos veces
estando en oración tuve un enajenamiento completó, no sé que ha pasado por mi
en ese tiempo ni cuanto ha durado; pero creo que fue poco rato.
Después al acercarse el día de la Purísima, estuve asaltada de tentaciones
muy feas, con este motivo entre en inquietud y desconfianza creyendo que todo lo
que pasa en mi espíritu son ilusiones. Pasando algunos días volví a tener las
mismas enajenaciones que he mencionado arriba, habiendo sido dos veces estando
en misa, de estas últimas, la más notable fue el 24 del mismo mes, sintiendo al
mismo tiempo paz y gozo muy notables. Después de estos enajenamientos he
entrado otra vez en inquietudes muy grandes, con tentaciones de desconfianza,
desaliento, y últimamente de desesperación, pensando que no hay para mí
esperanza de salvación, veo la justicia de Dios irritada contra mí, y no puedo hacer
ningún ejercicio espiritual, porque siento una persuasión que en nada he de agradar
a Dios y que todo lo que hago es inútil, este combate me ha durado once días, en
los cuales procuraba cuando podía hacer actos de resignación procurando
conformarme con la voluntad de Dios y me ofrecía a sufrir ese estado tan penoso
todo el tiempo que su Divina Majestad lo quisiera; pero confieso que esto era
pasajero y pronto volvía a sentirme próxima a la desesperación

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Enero de 1881.

Hace algunos días que siento deseo estar sola me sirve de disgusto el trato
con las criaturas, y veo con desdén todas las cosas que me privan de esa soledad a
que me siento fuertemente atraída, entiendo que el Señor me invita a ir a otra
parte, no sé si me invita al recogimiento interior a tratar íntimamente con su
Majestad y por eso me hace fastidioso el trato con las criaturas, o desea que me
separe enteramente del mundo a servirle en el Claustro. Debo advertir que a más
de serme fastidioso el trato con las criaturas, tengo dificultad para entender lo que
me hablan, mi atención se dirige a otra parte, y en realidad no esta atenta a
ninguna, con este motivo no estoy capaz de nada. Así pase la mayor parte del mes,
y el día 21 entré como en un foco de luz sintiendo mucha paz y reposo
entendiendo a la vez cómo están en Dios todas la cosas, de esto no puedo explicar
nada separadamente y sólo diré que es asombrosa la Majestad y la grandeza que he
entendido del Ser de Dios.
En febrero volví a entrar en sequedad e inquietud teniendo muy presentes
mis pecados y las innumerables ingratitudes con que he correspondido a Dios los
beneficios de que me ha colmado, a esta consideración crecía mi inquietud
pensando en el juicio que me espera, y todo me conducía a la desconfianza y de
ésta, otra vez a la tentación de la desesperación, hasta que resolvía retirarme del
servicio de Dios y de la frecuencia de sacramentos porque me parecía que
alejándome de ellos tendría menos responsabilidad, en esta lucha estuve hasta el
principio de marzo hasta que Nuestro Señor me consoló con una visión en qué se
me representó de una manera que me dejó enteramente cambiada, en esta visión
vi. al Señor cómo vestido de gala y entendí que me hacía este favor para alentarme
a seguir en su servicio, este favor no sólo me alentó sino que me hizo sentir gran
confusión de verme tan ruin que tenía la desgracia de desconfiar de mi Dios que
por tantos títulos tiene derecho a que nos abandonemos sin cuidado en sus brazos,
y aunque volvió a estar en sequedad podía resignarme algo más a pasar en ese
desamparo.
El día 30 de marzo después de la comunión entré en un recogimiento muy
grande y entendí que hablaban conmigo las tres divinas personas de la Santísima
Trinidad, ofreciéndole dones, estos estaban simbolizados con alhajas y vestidos en
un momento me vi como en un espejo, vestida y adornada con aquellas joyas, en

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este favor hay que admirar un modo de dar a entender a Nuestro Señor las cosas
que no está a mi alcance explicar.
El jueves Santo 14 de abril, me puse a meditar en la Institución del
Santísimo Sacramento, comenzando por aquellas palabras de el Evangelio de S.
Juan que dicen: Habiendo amado Jesús a los suyos que estaban en el mundo, en el
fin los amo. En ese momento entendí que me movía el Señor a considerar estas
cosas como son en efecto, desde toda la eternidad, conociendo como este fin había
sido decretado desde toda la eternidad habiéndonos amado allá en el Seno del
Padre de donde lo hizo salir el amor a los hombres, y el deseo de unirse
íntimamente con nosotros, tomando la naturaleza humana y dándonos en alimento
su propia carne y sangre adorables y unidas a la Divinidad. Así mismo entendí
cómo todos los misterios de su vida, sus parábolas, sus milagros, su predicación,
su oración y todo cuanto obró sobre la Tierra, fue una preparación del admirable y
tierno misterio de la Eucaristía que había de preceder a su inmolación sobre la
Cruz. También conocí de un modo que no había conocido hasta entonces como la
sed de que se quejó cuando estaba en la Cruz, por un misterio incomprensible fue
compañera del amor y que lo hizo descender a la Tierra para conquistar tan a su
costa el amor de sus criaturas, única cosa que le mitigaría esa sed, qué no podemos
comprender a que grado la dejó que lo abandonará porque no conocemos a que
grado llega el amor que nos tiene. Debo advertir que todo lo que he dicho de este
día lo entendí en un espacio de tiempo muy corto, parece que el Señor me dejaba
ver en su interior, no sé como explicar estas cosas, pero parece que yo presenciaba
los sucesos y me daban a entender su significación.
Día 15 de abril, viernes Santo, meditaba los pasos de la dolorosa pasión de
Nuestro Señor, y acompañando en espíritu al Señor cargado con la Cruz, tuve una
ilustración en mi espíritu donde se me representó la justicia de Dios de una manera
tan grande y tan temible, que no siendo aplacada y tan cumplidamente satisfecha
por aquella víctima, el hombre habría quedado cómo aplastado o hundido en un
fango tan inmundo que Dios lo vería con odio implacable por su degradación.
En los primeros días del mes de mayo, una tarde estaba [testado: estaba] en
el templo donde se haría el mes de María, Nuestro Señor apartó mi espíritu de la
meditación que dieron en el ejercicio y se me representó la humanidad de Nuestro
Señor dándome a entender que en Él esta toda la armonía de los sonidos, la
inspiración del poeta, del pintor, toda la belleza del arte, como también todo lo
hermoso que admiramos en la naturaleza tanto las cosas más curiosas y exquisitas
como las más agrestes. A medida que descubría en el Señor tanta hermosura mi

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alma deseaba más amarlo y unirme a Él, sintiendo que sólo en Dios se debe
emplear bien nuestro amor y sólo Él es digno de poseerlo. Después de esto he
tenido algunas veces un convencimiento muy grande de la presencia de Dios en mi
espíritu, sintiendo en esos momentos un gozo y una paz inexplicables.
El día diez de julio, tuve una ilustración en mi espíritu entendiendo como
que estaba sumergida en la inmensidad de Dios, y allí entendí que en aquella
inmensidad están todas las las [sic] perfecciones que designamos con distintos
nombres, como santidad, justicia, misericordia [?] sin que sean perfecciones
distintas sino una sola perfección que encierre todas esas cualidades, que para
entenderlas o para expresarnos según nuestro modo, las nombramos
separadamente.
En el mismo mes meditando en las perfecciones divinas Nuestro Señor me
ha dado a entender muchas cosas que no se explican; por tanto diré como pueda
con la claridad que me sea posible declararlas.
En la inmensidad de Dios he visto toda la creación como dando testimonio
de que es su autor en la perfección de todas las criaturas, veía otras tantas
manifestaciones exteriores de la belleza invisible de Dios, como si todas a su modo
con un mudo lenguaje pregonaran la gloria de Dios y que por Él existen, y al ver
toda la armonía, la riqueza, la bondad y todas las conveniencias que podamos
apetecer y buscar en las criaturas, las encontraba juntas en Dios. Con esto conocí
cuanta distancia hay de Dios a las criaturas tanto las que giran en el espacio, como
las que están sobre la Tierra, y que mal hacemos en detenernos en ellas sin
elevarnos por ella a Dios. Tuve también un conocimiento de las criaturas
superiores como son los Ángeles y los hombres, y en estas criaturas vi su grande
excelencia a las demás obras de la creación por la semejanza que tienen con Dios,
en cuanto es posible que haya semejanza de un espíritu creado y limitado con el
espíritu increado e infinito de Dios; para mejor explicarme en esto me valdré de
una comparación que me parece dar a entender algo mas, y es que así como de una
grande hoguera salen un grande número de chispas que son fuego del mismo de la
hoguera; pero que sin embargo hay una distancia inmensa de la pequeña chispa a
la hoguera que la produce, a este modo los espíritus angélicos y las almas de los
hombres son una pequeñísima parte del Él Ser de Dios.
A fines de el mes de julio meditando en el misterio de la Santísima Trinidad
se dignó El Señor ilustrar mi espíritu dándome una luz con que entendí que el
Padre desde toda la eternidad engendra al Hijo, sin que en esto haya sucesión de
tiempos, sino que lo mismo es y será por toda la eternidad y es que dentro de la

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misma divina esencia el Padre engendra al Hijo (valiéndome de una comparación)
como por medio de la luz en la fotografía se grava una imagen igual al objeto que
la produce, a este modo Dios Padre de los esplendores de su divinidad engendra a
su hijo igual en todo [a] Él, y del amor que se tienen el Padre y el Hijo procede el
Espíritu Santo como el anillo que los une, como consecuencia de ese amor infinito.
En fines de agosto, un día después de recibir la comunión se me representó
muy vivamente la herida del costado de Nuestro Señor y a [de] más vi por todos
lados de la herida muchas manchas de sangre, al ver esta herida sentí un gran
consuelo y entendí que el Señor me invitaba a entrar en ella, esto se repitió el día
siguiente, pero nomás como un recuerdo de lo que había pasado un día anterior.

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1882

El día 13 de enero de 1882 por la noche estando ya recogida en mi cama,


sentí un toque interior, en el centro de mi alma que me hizo estremecer interior y
exterior a la vez sentí una cosa que se derramaba en mi corazón en abundancia,
bañando todo mi interior. Al estar pasando esto sentí encenderse en mí un amor y
un deseo tan grande de Dios que me hacía clamar con repetidas instancias al Señor
viniera en mi auxilio, porque sentía que mi alma luchaba por irse con Dios y al no
poder conseguirlo sentía una necesidad impaciente y penosísima.
Parecerá contradictorio decir que en todo esto había también un gozo muy
grande e inexplicable, pero es así la verdad, yo creo que Dios se da a sentir al alma
de un modo que no se sabe explicar, pero que el alma lo conoce y por eso goza.
Estas cosas me causaron una conmoción tan fuerte que me dieron fuertes
convulsiones en las manos.
Después de esto la mayor parte del tiempo, he tenido alternativamente unas
veces deseos grandes de Dios, y otras veces sequedades y desaliento, con
tentaciones y turbaciones de espíritu muy penosas.
En los primeros días de mayo me sentí [testado: sentí] un poco mejor aunque
no me han faltado algunos combates, sobre todo antes y después de la comunión
pero me ha concedido el Señor algunos consuelos y algunas ilustraciones que me
han alentado mucho. En primer lugar entendí cuando tenga esos grandes deseos de
unirme a Dios, que aunque esta mi alma como presa, pero que está Dios no muy
lejos pues parece que llegan a mi alma algunos rayos de la Divina luz que despide
y con eso se reanima mi esperanza de gozarle, otras veces con esa misma luz he
visto mi alma como una pieza sucia, llena de polvo y telarañas y entonces me ha
sido muy penoso porque conozco que no estoy digna de unirme a la santidad y
limpieza de Dios y siempre que me acuerdo de esto me causa pesar y confusión
porque entiendo me pide el Señor grande limpieza.
Después en el mismo mes un día después de la comunión sentí una gran
incertidumbre de la la [sic] presencia de Nuestro Señor en mi alma y conocí que
obraba algo en ella dándome un don que no sé en qué consista, pero me ha
quedado la convicción que está ese don en ella.

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En los días de la Ascensión del Señor un día antes de la comunión, tuve una
visión de Nuestro Señor, de un modo muy delicado y muy espiritual, lo vi con un
cuerpo Nereo y un rostro apacible y sereno.
El día 31 de mayo después de la comunión tuve una visión de la Santísima
Trinidad, vi a Dios en una especie de soledad en que no veía más que la grande
majestad de Dios, yo sentí una sorpresa que quede como espantada, pero este
espanto no impido que sintiera en mi alma una fortaleza que entendí me infundía
el Señor.
Esta misma visión se repitió el mismo día 3 de junio, víspera de la Santísima
Trinidad, fue también después de la comunión, pero al repetirse fue con más
claridad y dándole más inteligencia. Esta vez entendí de esa soledad, no el
aislamiento que no lo hay en Dios, sino la distancia o diferencia que hay de las
criaturas a Dios, yo no tengo expresiones que me satisfagan para dar a entender
estas cosas porque entendí que nada existiría sin la asistencia inmediata de Dios y
a la vez que nada se acerca a su tremenda Majestad, es un Dios temible y es al
mismo tiempo un Dios tan amable, tan atractivo, tan deseable que no es posible a
mi pobre inteligencia decir nada que lo dé a conocer ni sea digna de Él, ni tampoco
me es dado decir lo que siente la pobre alma que lucha por unirse a su Dios y se
siente detenida en el cuerpo sin poder volar a gozarlo.
El día 15 de julio, después de la comunión me dio el Señor a entender su
unión con mi alma de un modo distinto de cómo la había definido otras veces. La
diferencia que hay en esta consiste en que otras veces he sentido estar mi alma
recogida junta con Dios y teniendo algunas inteligencias de sus infinitas
perfecciones, y en esta entendí que un alma por algún espacio de tiempo quedó
toda en Dios, no entendí nada de Dios separadamente, sino sólo como que en esa
inmensidad no se percibe la criatura, pues aunque le quedan todas sus facultades
libres, no hace uso de ellas porque está sumergida en Dios, y así, aunque ella
entiende que está en Dios, no sabe decir ni lo que ve ni lo que entiende.
En el mismo mes, un día que estaba leyendo, repentinamente me dio a
entender el Señor en el misterio de la Santísima Trinidad, algunas cosas acerca de
la unidad en la Trinidad, entendiendo sin confusión la distinción en las personas y
la unidad en la esencia.
Yo quisiera poder explicar como recibo estas inteligencias, pues es cosa
admirable como en un momento parece que en el interior de mi alma se enciende
una luz que me hace ver estas cosas que no pueden ser entendidas ni fabricadas de
nuestra imaginación sino sólo con una luz sobrenatural.

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Pasados algunos días, me dio el Señor a entender después de la comunión,
que está muy ofendido por el olvido y el desprecio con que pagamos las criaturas
sus beneficios y su amor; y entendí también que me invitaba o deseaba que yo
cooperara con mis obras unidas a sus infinitos méritos, y uniendo a la vez mi
intención con la de todas las almas que oran y se ofrecen como víctimas para
desagraviar al Señor.
Poco después entre en una aridez y desconsuelo muy grande, de día en día
han ido en aumento no encontrando gusto ni consuelo en nada, se ha apoderado de
mi alma una tristeza, y un hastío de la vida que me cuesta mucho trabajo tratar de
vencer para que no conozcan lo que sufro. En la oración no puedo hacer actos ni
tener afectos, aunque haciéndome violencia los haga son generalmente secos,
parece que el corazón no toma parte en ellos. No sé si me engañe; pero me parece
que la voluntad está resignada a sufrir este estado tan penoso, algunas veces he
tenido ratos y aún noches enteras en que siento una pena interior tan angustiosa
que me parece que voy a volverme loca, no sé como explicar esto, me parece que
me acabo, se me borran todas las ideas, como si se desbaratara mi cerebro.
Otras veces me atormenta el recuerdo de mis pecados, me parece que en mis
confesiones he disminuido su malicia y creo que lo que padezco es castigo por
esto. Creo que a consecuencia de lo que sufro está mi inteligencia muy entorpecida
y mi salud se ha alterado con algunos males de estómago y de cabeza. Este estado
penoso comenzó a mediados de agosto, escribo esto en fines de octubre
continuando lo mismo.
El Señor ha querido que en todo el mes de noviembre siga en sequedad y
algunas veces me parece que estoy tan lejos de Dios, que se aumenta más mi
tristeza y una pena inexplicable, ésta se aumenta más cuando hay en mi espíritu
una luz tan violenta como un relámpago, en ese brevísimo espacio deslumbro tanta
hermosura y tanta bondad en Dios, que despierta en mi alma un gran deseo de
unirme a Él, parece que mi pobre alma se levanta, se violenta ávida de gozar de
ese bien que entiendo, y al no poder conseguirlo, queda en una languidez mil veces
más grande que lo que siente el cuerpo cuando le falta el alimento que lo vigoriza.
Después he tenido algunas ilustraciones en mi espíritu menos violentas que
las que acabo de decir, en las que he entendido algunas cosas de las perfecciones
divinas; pero sin sentir ningún consuelo, antes bien, parece que me hacen conocer
más claramente la distancia que me separa de Dios y todo el bien que me falta sin
Él.

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En principio de diciembre, los más días de la comunión, he gozado de una
quietud en que no hago nada, siento mucha dificultad en hacer [testado:
peticiones] afectos o peticiones, me siento con el Señor en una satisfacción que
conozco que sin hablar y sin exponerle mis necesidades, me entiende y las tiene en
cuenta para socorrerlas, hasta que pasa esta quietud le doy gracias. Lo restante del
tiempo, unas veces he estado con esa torpeza en mi inteligencia que he dicho, y
otras atormentada con una porción de tentaciones, que me asaltan en tropel como
disputando cada una en ser la primera en tomar posesión de mi voluntad. Con
mucha frecuencia me siento en una postración o desaliento en que me lleno de
desconfianza viendo que en vez de adelantar en el camino de la virtud cada día
retrocedo acobardad[a]. En estos casos sólo veo mis pecados, la justicia de Dios
cuyos castigos merezco.
A mediados de diciembre, una noche al ir a acostarme, sin estar en oración,
andando en mi aposento, repentinamente se me representó una montaña muy
elevada y muy escarpada, erizada de peñascos, y en la parte más elevada y por
detrás se veía una luz muy hermosa, al pie de esa montaña estaba el Señor parado
con una cruz muy grande en la mano derecha y me dijo, este es tu camino. Yo me
estremecí de horror porque esa montaña me parece inaccesible para mí y confieso
que siempre que la recuerdo me causa miedo.
En los últimos días de este año, el Señor se ha dignado darme el deseo de
padecer con el fin de expiar mis pecados y en desagravio de lo mucho que es
ofendido en todo el mundo. Conozco que mi debilidad es mucha, y que sin el
auxilio de Dios nada puedo; pero confío en que conoce el Señor mi flaqueza mejor
que yo, así es que creo me dará lo que juzgue que puedo soportar.

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Enero de 1888.

En este mes tuve más comunicaciones en mi alma que me causaban un gozo


muy grande, y al mismo tiempo, sentía tanta pena como gozo. Esto parece una
contradicción, que el gozo y la pena a un mismo tiempo obren en una alma; pero
así pasa, porque Dios que todo lo puede, es el que obra en el alma. Difícilmente
podré explicar estas cosas; pero según yo entiendo, es que Dios le da a la [sic]
alma de su Ser Divino y de sus perfecciones, y este conocimiento que recibe de
Dios la enciende en amor gozoso; pero al mismo tiempo quiere gozar la plena
posesión del mismo bien, y como no es posible gozarlo así aquí en la tierra, la
pobre alma quisiera que se acabara la vida para gozar a Dios, no avocados sino en
perfecta posesión eternamente. Otras veces al sentir ese encendimiento parece
como que se derrite, en ambos casos como dije antes, desea el alma que estos
sentimientos le acaben la vida.
En febrero estuve algunos días privada de la sagrada comunión, estuvo mi
alma en un caimiento que me tenía con tristeza y desabrimiento en mis ejercicios
espirituales.
En marzo volví otra vez a sentir ese amor que parece se enciende el alma, y
un día al recibir la comunión, entendí que Nuestro Señor sin dejar el Seno del
Padre vino a mi y entendí también que por la unión indivisible que hay en las tres
Divinas Personas, estaban todas tres conmigo. No hay palabras con que explicar
este favor, parece que el alma se funde en ese océano de fuego, de amor, y de luz,
y queda un claro conocimiento de que somos nada delante de Dios.
En abril, tuve un negocio de intereses de familia, negocio muy enojoso y que
me distrajo mucho.
En mayo volví a entrar en quietud, y un día, después de la comunión, entré
en un recogimiento interior muy grande y entendí que me dijo el Señor que me
había amado de toda la eternidad y que en la tierra a más de haber dado su vida
para salvarnos, quiso que después de su muerte, hirieran su corazón para que
viéramos que no habían acabado con su vida, las manifestaciones del amor que nos
tiene.

14
En junio, desde que comenzó el mes entré en un estado muy penoso, en mi
espíritu hubo un cambio muy notable y mis enfermedades se aumentaron tanto que
tuve que estar en cama. Esto pasaba en los días de la octava de Corpus, yo sentía
un deseo muy grande de ir al templo, tenía una santa envidia a las almas que
visitaban a nuestro Amo, y lo recibían en la comunión; pero respecto de mí sentía
que estaba como separada de la comunión de los fieles, tenía un grande
conocimiento de la justicia de Dios y me sentía oprimida por ella. No hacia más
que temblar de espanto, me veía tan miserable, tan ruin, tan baja y tan digna de
castigo, que yo misma me tenía horror. Sólo Dios sabe lo que sufre un alma en ese
estado, unas veces es el espanto que la domina y no encuentra en donde refugiarse
por [que] ve a Dios enojado, otras es una tristeza y un desaliento que no le dan
lugar a nada, todos los actos que hace son forzados y secos, sin que le sirvan de
consuelo, en fin esto no se puede explicar porque es un verdadero martirio del
alma. Así pasé todo este mes, y en julio seguí con una tristeza suma pero en este
mes tuve un intervalo, el día siete con motivo de una conversación en que se
hablaba de los santos que se han distinguido por su pureza y su amor [a] Nuestro
Señor y a la Santísima Virgen, el Señor se dignó concederme un sentimiento tan
grande de no saber amarlo ni poder ofrecerle un corazón tan puro como el de los
santos, que sentí que mi alma se encendía toda en amor y mi corazón se dilataba y
se ensanchaba de tal manera, que me parecía que se reventaba, también sentía
muchos deseos de sufrir por la gloria de Dios. Por algunos días mis oraciones no
fueron con sequedad como los días anteriores.
Aquí me permito decir aunque brevemente, cuan útil y provechoso es tratar
con personas que nos despiertan los deseos de amar a Dios, pues por lo que yo he
experimentado, conozco que es uno de los medios de los que el Señor se vale, para
alentar a un alma que está dominada de la tristeza y el desaliento que tanto la
abaten. Nuestro Señor me ha privado de este consuelo, sin duda porque no lo
merezco, bendito sea por todo, y que se digne por su infinita misericordia
concederle a las almas afligidas y desconsoladas un corazón amigo que les ayude a
pasar sus desconsuelos.
No duraron esos días de consuelo, a fines de julio volvió a apoderarse de mi
la tristeza y el espanto porque me siento como responsable de los desordenes que
pasan en el mundo, me parece que nuestro Señor me hace a mi cargos por ellos y
me causan un sentimiento de vergüenza y de temor que no puedo menos que
temblar delante de Dios.

15
En mi espíritu padezco de un modo inexplicable y mis enfermedades se
aumentaron en este mes y el de agosto y parte del de septiembre, pues hasta el fin
de este mes estuve mejor de mis males y en mi espíritu también entró la quietud.
En los días de la novena de San Miguel, un día, después de la comunión
estaba meditando en las llagas de Nuestro Señor; casi siempre en la comunión
hago una posa en cada una de las llagas considerando lo que padeció el Señor al
ser clavado en la Cruz y me lleno de consuelo porque son asilos de esperanza y de
refugio para los pecadores. El Señor me ha dado a entender que quiso conservar
estos estigmas porque quiere que los veamos como un testimonio de su amor a los
hombres, y me ha dado a entender también que al recibir la herida del costado
había sentido su alma santísima un inefable gozo por la manifestación que nos
daba de su amor, después de su muerte, dándonos a entender que sobrepujada en
amor a todo lo que había padecido, como que no estaba satisfecho y quería
recibirnos en su mismo corazón sólo Dios sabe amar de ese modo.
En principios de octubre tuve un día después de la comunión un
convencimiento muy grande de la presencia de Nuestro Señor; en lo más interior
de mi alma, teniendo a la vez una inteligencia del misterio de la Santísima
Trinidad que veía lo interior de mi alma. Este favor de algún tiempo a esta parte se
repite algunas veces. Son muchos y muy admirables los modos con que el Señor se
manifiesta al alma y muy difíciles de explicar para mi corta inteligencia, porque a
la vez a Nuestro Señor o entiendo que está dentro de mi alma, al mismo tiempo
entiendo que mi alma entra en Dios sumergiéndose en su inmensidad. ¿Quién
podrá explicar lo que el alma goza en esos momentos? Allí todo es amor, dulzura,
suavidad, e inteligencia ante la majestad de Dios que no se pueden explicar.
Otro día el Señor me dio a entender la dulzura y hermosura de la gracia.
Sólo la obediencia me puede hacer escribir sobre una materia tan alta y de tal
fecundidad y trascendencia en sus operaciones, que creo que quién quisiera
decirlas todas, nunca acabaría, así es que yo, de lo que he entendido, diré con la
mayor brevedad posible lo que pueda.
La gracia es un don de Dios que ennoblece y exalta al alma hermoseándola
con una hermosura, que no se puede decir más, sino que la hace semejante a Dios,
la hace limpia de las inmundicias del pecado, le da una ciencia y una luz que le da
más conocimiento de Dios, y por consecuencia se esfuerza a obrar con rectitud y a
practicar las virtudes, se enciende en el amor de Dios y en el deseo de crecer cada
día más y más en ese amor. Todos esos sacrificios heroicos que hacen las almas
por dilatar y extender por todos los medios posibles, la gloria de Dios, los hacen

16
por el influjo de la gracia, pues sin ella no es capaz ni de un buen pensamiento, así
que, desde que se mueve en el alma algún buen pensamiento o deseo, es por efecto
de la gracia que viene a buscarla sin que ella lo merezca, sino que es un don
gratuito que nos da Dios por sólo su bondad, los efectos de la gracia, lo repito son
innumerables; pero cuando llega a su mayor grado los de más excelencia son: la
unión de nuestra alma con Dios y su semejanza con él. ¿Qué cosa puede haber de
más estimación para nosotros y que nos eleve a mas alta dignidad? Ningún bien
puede haber que iguale a ése. Dios se complace en un alma en gracia, se complace
en su misma obra, y si el alma es fiel en corresponder a las gracias que recibe,
Dios no deja de derramar con abundancia nuevas gracias que cual joyeles
preciosos la hacen a sus ojos hermosa y agraciada. Por último me valdré de una
comparación. Supongamos que el alma es como un lienzo en qué un pintor va
copiando un hermoso rostro, y que va delineando y colocando colores hasta formar
la imagen que desea, pues a este modo el pintor celestial con las gracias que va
depositando en el alma, va formando en ellas su semejanza ¿Qué cosa más natural
que encuentre Dios su complacencia en esa alma? La ve hermosa, la une consigo
mismo, y la colma de favores de tal grandeza que no hay lengua que pueda
explicarlos.
El día siete de noviembre, después de la comunión tuve una inteligencia del
misterio de la Santísima Trinidad, veía al Señor dentro de mi alma, estaba oyendo
misa, y al decir el sacerdote el Padre Nuestro comencé yo a decirlo hablando con
el Señor que tenía presente, y sentí que se iba extendiendo Nuestro Señor llenando
toda mi alma y me parecía que esta se enganchaba para tener más capacidad para
llenarme de Dios. Esto me parece como aquella comparación que hace Santa
Teresa que es como cuando un manantial esta dentro de un pilón que lo va
llenando e hinchando todo, sin ruido y sin ningún trabajo del alma. Así es, no sólo
no trabaja el alma sino que reboza en un gozo celestial.
A fines del mismo mes me concedió el Señor otro favor tan grande que
ciertamente necesito hacerme mucha violencia para escribirlo. Estaba oyendo
misa, después de la comunión, y llegando a la paz, el Señor me dio la paz con un
ósculo. Por muchos días me duró el efecto que hizo en mi alma ese favor,
disfrutaba de gozo y quietud muy grande. En los primeros días de diciembre tuve
un grande conocimiento de mi bajeza, conocía que no soy digna de nada, o más
bien diré que merezco el infierno por mis grandes pecados. Estuve algunos días de
ese conocimiento, pero tranquila, ninguna inquietud perturbaba mi espíritu, y un
día, tuve otra inteligencia del misterio de la Santísima Trinidad, esta vez fue de un
modo más delicado de como se me había dado a entender otras veces. No sé como

17
explicarme porque no se ve figura ni cosa ninguna, sino que en lo muy interior del
alma, da el Señor a entender con mucha certeza ese acto puro de la generación del
Verbo, que es engendrado de toda la eternidad sin que haya habido un momento en
que haya comenzado, ni deje de ser el mismo acto en toda la eternidad. Siempre el
Verbo sale del Seno del Padre, sin separarse de Él, y el espíritu santo, que es la
tercera persona es como el aliento que exhalan el Padre y el Hijo, y es la vida y el
inmenso amor con que recíprocamente se aman, por eso creemos y decimos con
toda verdad que las tres Divinas Personas son un sólo Dios.
Seguí siempre con la paz y quietud que disfrutaba, hacia algún tiempo, pero
el día 23 de Diciembre, repentinamente comencé a sentir mil tentaciones que me
acometían con mucha violencia causándome una agitación muy grande, tanto era
lo que me aturdían algunos ratos que me sentía incapaz de pensar nada en orden,
todo era desconfianza y desaliento. Así estuve tres días, y el día veinticinco por la
tarde, se me quito toda aquella agitación, en momento como por milagro quedé
libre de aquel padecimiento, y mi espíritu tranquilo como si nada hubiera pasado.
Bendito sea Dios que tiene compasión de nosotros y nos quita esos
padecimientos tan penosos y nos da su gracia para poder vencer a nuestros
enemigos.
Concluyo estos apuntes el día 30 de diciembre de 1888, dando gracias a Dios
por los innumerables beneficios que por su suma bondad me ha hecho toda mi vida
y muy particularmente este año.

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DOCUMENTO

1896

Lo que nos ha inspirado Ntro. Señor en estos ejercicios, es entregarnos


enteramente a él sin reserva y para siempre, en una vida de grande perfección. ¡Si,
sentimos que Dios nos llama a una vida perfecta! No se ha cansado en tantos años
que tenemos de estar despreciando sus voces, todavía nos dice que es tiempo de
emprender una vida santa que con su ayuda podemos llegar a serlo, y nuestros
corazones no estarán tranquilos hasta que se entreguen completamente a Ntro.
Dios; nada de este mundo nos satisface, la vida tibia que llevamos nos causa gran
remordimiento; en fin nuestros corazones se sienten fuertemente atraídos a
consagrarse para siempre a su único Dueño que es quien únicamente puede
hacerlos felices. No queremos despreciar la voz de Jesús que nos ha hablado tan
dulcemente en estos ejercicios, no sea que viéndose despreciado se aleje de
nosotros y no nos hable más.
Para seguir la voz de Dios haremos los mayores esfuerzos para conseguir la
vida religiosa, pidiéndosela sin cesar a Ntro. Señor, pero si él no lo quiere,
mientras cumplimos aquí con la gracia divina y la ayuda de nuestra querida Madre
estos propósitos.
1. Aborreceremos el pecado, estaremos dispuestas a perderlo todo antes que
cometer un pecado mortal ni venial deliberado.
2. Llorarlos todos los días de nuestra vida.
3. Hacer algunas penitencias para expiarlos mortificando los sentidos y
haciendo todas las mortificaciones que se nos permitan.
4. Evitar las ocasiones.
5. Desconfiar de nosotras mismas y estar unidas en Dios pidiéndole su gracia
por medio de la oración sobre todo en las tentaciones.
6. Dedicarnos de veras a la oración, haciendo 2 horas diarias no como quiera,
sino procurando adelantar cada día en este santo ejercicio y pidiéndole mucho
a N. S. el don de oración.
7. No olvidar entre día la presencia de Dios y decir frecuentes jaculatorias.

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8. Guardar mucho recogimiento, salir lo menos que se pueda a visitas, solo
por obediencia o caridad, si es posible sólo a la iglesia.
9. Hablar poco no andar dando noticias ni saber todo lo que pase, apartarse en
cuanto se pueda de las co[n]versaciones del mundo.
10. Vivir enteramente como religiosas como verdaderas esposas de Jesucristo.
Desde ahora adiós al mundo para siempre a las criaturas a los placeres, toda
nuestra gloria será pertenecer a Jesucristo sacrificarle cuanto tenemos y
seguirle en la pobreza, castidad y obediencia; nuestra única riqueza será
Jesucristo, nuestros placeres la mortificación y la cruz, y nuestra voluntad será
la suya.
11. Guardaremos con la mayor perfección que podamos los tres votos
religiosos y las reglas que tenemos escritas, evitaremos el trato con los
hombres y gentes del mundo, mortificando mucho los sentidos especialmente
la vista; usaremos todo muy pobre escogiendo si es posible lo peor en todo, en
los vestidos, comida y en todo; sufriendo las humillaciones y desprecios que
por esto nos vengan.
12. Obedeceremos ciegamente a nuestro director y otros superiores.
13. Seremos muy generosas con Dios no negándole nada de lo que nos pida
cueste lo que costare.
14. Tendremos espíritu de mortificación en todo, mortificando los sentidos
haciendo algunas penitencias todas las semanas, comiendo lo que no nos guste
y sobre todo mortificando las pasiones y nuestra propia voluntad no dejando
pasar alguna ocasión que se nos ofrezca.
15. Hacer cada año los ejercicios aunque sea solas, dos retiros de tres días y
uno cada mes.
16. Procuraremos adquirir la humildad y no nos desanimaremos aunque
caigamos en algunas faltas, pediremos perdón a Ntro. Señor y emprenderemos
con más fervor el camino de la perfección.
17. Procuraremos no faltar a la hora Eucarística y hacer todos los días una
visita al Smo.
18. Crecer cada día más en el amor de nuestra tierna Madre imitando sus
virtudes y abandonándonos con grande confianza en sus brazos como un niño
en los de su madre, ella nos ayudará a unirnos cada día más con su Smo. Hijo,
nos hará muy dulce el camino de la virtud y nos llevará muy pronto a la gloria.

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19. Tendremos grande pureza de intención haciendo todas nuestras obras solo
por agradar a Jesucristo y ofreciéndolas por medio de nuestra querida Madre.
20. Desconfiaremos siempre de nosotras mismas poniendo toda nuestra
confianza en Dios.
21. Amaremos ardientemente a nuestro amado esposo Jesús, con todo nuestro
corazón, toda nuestra alma y todas nuestras fuerzas pidiéndole sin cesar este
don precioso de su santo amor.
22. En fin viviremos desde ahora en el Corazón de Jesús una vida de amor
amándole y haciéndolo todo por él, una vida de sacrificio; sacrificándonos
continuamente, y una vida de oración dedicándonos a este ejercicio y haciendo
que toda nuestra vida sea una vida de oración.
Jesús esposo dulcísimo de nuestras almas tú que nos habéis inspirado estos
propósitos, dadnos gracia para cumplirlos.
¡María nuestra tierna madre! Tus hijas quieren amar ardientemente a Jesús
desde este momento, ayudadnos arrancándolas del mundo y ponedlas en sus
brazos para siempre.
Dbre. 15 de 1896

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DOCUMENTO

1904

Estando una alma en oración, el 23 de junio el año 1904 alas 7 de la noche,


le pareció ver a N. Señor con un Rostro muy amable, con el Corazón descubierto
sobre su pecho, y le parecía ver a esta alma que el adorable Salvador la llamaba
con la mano derecha y que con la izquierda le indicaba con un dedo su Sagrado
Corazón, como manifestándole que se acerca a ese foco de amor, varias veces en
ese mismo mes le pareció verlo del mismo modo.
A los pocos días le inspiró este Divino Corazón un deseo ardiente de trabajar
por la salvación de las almas y a la vez sintiendo un dolor muy grande al
considerar que muchas almas se pierden, que no se aprovecha de la preciosa
Sangre que nuestro amable Redentor con tanto amor derramó por las almas.
Pensando largas horas en esto y en como podría cooperar en la salvación de estas
almas ya que no podía salir a predicar por ser una miserable mujer. El Sacratísimo
Corazón de Jesús se dignó inspirarle un jueves en la hora santa y víspera del
viernes primero, que le ofreciera todos los viernes primeros los sufrimientos del
cuerpo, penas del alma, penitencias y mortificaciones con este fin, pareciéndole
que oía una vez en el secreto de su alma que le decía; así cooperaras en gran parte
en la salvación de las almas.
El día 21 de noviembre del mismo año estando en oración esta alma a las
siete de la noche, queriendo meditar en la presentación de María Santísima en el
templo, sintió su imaginación como transportaba a un jardín hermosísimo en
donde había variedad de flores y algunos árboles frutales, admirada de ver tanta
hermosura, repentinamente le pareció ver a N. Señor como hortelano y muy cerca
de una casa muy preciosa por fuera; acercándose a este divino Señor, le pareció
ver que cortaba algunas frutas de las más grandes y hermosas y se las daba a ella y
a las demás almas que le acompañaban, y al dárselas a cada una les decía palabras
muy tiernas de amor.
Desde ese momento esta alma se sintió llena de amor Divino y como
penetrada de la presencia de su Amado Esposo Jesús.

22
[1905]
El 22 de febrero del año siguiente a esta misma alma le pasó, estando muy
mal de salud como a las nueve de la mañana, pensó ir a descansar un rato Ens.
Cama, pero al pasar frente al Oratorio sintió que la forzaban ir a visitar al
Santísimo Sacramento, y le pareció que sentía como sí de la mano la condujeran
hasta llegar frente al Sagrario comenzando a rezar una visita al Santísimo, le
pareció en su imaginación que entraba a un palacio y que alguien le iba enseñando
todo lo que en él había, le pareció también que la introdujeron en un gabinete que
estaba como independiente de todo lo demás, y al llegar aquí le pareció ver que un
joven de mucha hermosura la acompañaba, mostrándole tantas cosas tan preciosas
que ella jamás había visto, ni se pueden comprar con ninguna cosa material,
después le pareció que el joven le dijo: “todo esto te daré si me eres fiel”.
Una hora pasó esta alma contemplando tantas bellezas y le parecía que no
habían pasado sino unos instantes.
El martes siguiente, 24 del mismo mes, febrero de 1905, día en que la santa
Iglesia hace conmemoración de la Agonía del Señor en el Huerto, estando la
misma alma asistiendo a la santa Misa, le pareció que N. Señor se le presentaba
delante de su vista con un semblante pálido, muy triste, los ojos llenos de lágrimas,
y la respiración muy fatigada, esta representación se le quedó como impresa en su
imaginación por varios días, que aún estando en ocupaciones normales y hablando
con otras personas, le parecía ver a Ntro. Señor de esta manera; pocos días después
le parecía ver que Ntro. Señor se descubría su sagrado pecho, y le mostraba su
sagrado Corazón todo lleno de heridas muy pequeñas, y que salían de cada herida
muchas gotas de sangre. Esta representación le duró también algunos días grabada
en su imaginación.
El día 16 de julio del mismo año 1905, rezando las horas del Oficio Parvo, le
pareció a esta alma que se le acercaba N. Señor hacia ella con un Rostro muy
severo, y como dándoles a conocer algo de su Justicia; le parecía ver también
cómo en otro lugar, al enemigo con una figura espantosa, rodeado de llamas, con
un gran libro en las manos en el que estaban escritos grandes pecados y crímenes
que se cometen en el mundo. Quedó esta alma tan asustada al ver y leer en el libro,
que sintió le faltaba la fuerza para poder resistir la pena que esto le causaba; y con
muchas lágrimas le pidió a Nuestro Señor perdón por sus pecados, y por todos los
que en el mundo se cometen; y le pareció ver que el divino Salvador cambiaba de
aspecto, y ya con un rostro amable se le acercaba más hacía ella y le pareció oír
una vez en lo más intimo de su alma que le decía: “los pecados del mundo me

23
tienen muy ofendido; pero es mucho más lo que mi Corazón siente cuando veo que
las almas que me están consagradas no corresponden sino con ingratitudes a tantos
beneficios como las hago”. Esta alma confusa, humillada y desecha en lágrimas,
pedía de nuevo perdón por sus ingratitudes y las de todas las demás almas
consagradas a su servicio; hizo de sí misma una consagración total de todo su ser,
ofreciéndose como víctima de inmolación para desagraviar al Sacratísimo Corazón
de Jesucristo; haciendo que todas las personas que vivían con ella hicieran un acto
de consagración salido de su corazón, firmado de su letra, y que estos se
conservaran siempre en el altar cerca de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús;
y que una copia del mismo acto la trajeran siempre consigo.
El 7 de diciembre del mismo año 1905 le pasó a esta alma, que rezando la
primera parte del santo Rosario a las 8 de la mañana, le pareció oír una música
deliciosa y cantos dulcísimos como en coro de muchas voces, que al oírla salió
como fuera de sí por algún rato.

[1906]
El año siguiente, 1906, en el mes de julio, estando en oración a las nueve de
la mañana le dijo a su amado Esposo Jesús, que todas las personas que la rodeaban
le regalaban algo, que ¡Él, que era su Esposo y que la amaba más que nadie, ¿Qué
le daba? Y en seguida le pareció ver que se le acercaba su divino Esposo; y que
cogiendo con su santísima mano una chispita de las llamas que ardían en su
Sagrado Corazón, le puso en su pobre corazón; sintiéndose esta alma desde ese
instante inflamada de amor de su Dios, y hasta por fuera le parecía sentir una
especia de ardor que sentía la quemaba y no la dejaba respirar.
El jueves 30 del mes siguiente Agto. 1906 al comenzar la hora santa, a las 7
de la noche; figurándose que entraba al huerto a acompañar a Jesús Nuestro
Salvador en su agonía: repentinamente le pareció verlo muy cerca de ella, y que
tomándola de la mano la llevó al lugar a donde iba a hacer su oración: le pareció
verlo de un modo tan real y tan claro cuando comenzó su oración, cómo se le puso
su sagrado Rostro pálido, triste y desfigurado, y que de vez en cuando volteaba
con una mirada triste y llena de dolor a ver a esta alma: le parecía oír su voz que
decía: “triste está mi alma hasta la muerte”; le parecía también que a ella le dirigía
estas palabras: “Tú, hija mía y esposa mía, ¿no querrás acompañarme en esta hora?
Y esta alma muy conmovida le dijo que sí, y le parecía que se acercaba a Él para
acompañarlo, y viéndolo que se postró en la tierra, y que estaba ya como sin
aliento y en agonía, se aproximo más a su divino Salvador y sentándose llena de

24
compasión y lágrimas, le dijo que si quería reclinar su sagrada cabeza sobre sus
indignas rodillas; y entonces claro le pareció ver que aceptaba su oferta, que
Jesucristo agonizante reposo su cabeza en ella. Al ver y sentir esto, no sabe esta
alma como explicar lo que en ella pasó; le quedó tan grabada en su imaginación y
tan viva la presencia de Dios desde ese momento, que le parecía como que la
seguía por todas por donde andaba; aunque no lo veía como en agonía, pero
siempre con semblante afligido.
El sábado siguiente, al recibir esta alma a su divino Esposo en la comunión;
le pareció que la estrechaba contra su pecho, y que le decía algunas palabras muy
tiernas y de mucho amor; quedó esta alma con una presencia tan viva de su Dios,
que andaba como fuera de sí, que parece no oía ni entendía; a las 8 de la mañana
sintió todavía más viva la presencia de Dios que ya no pudo resistir, quedando
todo su cuerpo sin fuerza y sin movimiento, estando en ese estado, le pareció oír
una voz interior que le decía rezará el santo Vía crucis: inmediatamente le preció
ver a Nuestro Señor ante Pilatos oyendo la terrible sentencia de muerte, y así muy
a lo vivo se le fueron representando todas las demás estaciones; y al ver la
crucifixión le parecía oír los golpes del martillo, y como iban entrando los clavos
en la manos santísimas del Señor, desgarrando la carne, trozando las venas y a
chorros correr la preciosa sangre; veía como se le levantaba el Pecho, la
respiración tan fatigada y unos quejidos que apenas se apercibían, y algunos
sacudimientos en su sagrado cuerpo; al ver todo esto fue tanta la impresión que
sintió esta alma, que no pudiendo resistir, se quedó como privada de todos los
sentidos algún tiempo, y volvió en sí hasta las doce, sintiendo un cansancio en
todo el cuerpo como si realmente hubiera subido una montaña, por mucho tiempo
no se le borró la imaginación, lo que le pareció haber visto.

[1907]
El sábado 19 de enero de 1907, estando esta alma en otra población oyendo
la santa Misa en la parroquia a las ocho de la mañana, estando expuesto el
Santísimo; repentinamente se sintió con mucho recogimiento interior y como
penetrada de la presencia real de Jesucristo Sacramentado.
Le pareció ver a Nuestro Señor en forma humana, con un Sagrado Corazón
descubierto, y que con la mano derecha apuntaba hacia atrás del lugar donde Él
estaba parado; tres veces le pareció ver que hacia esta señal, y que en la última vez
le decía: “En ese lugar derramare muchas gracias”.

25
Al salir de la Iglesia, una persona que la acompañaba la llevó a visitar a unas
personas que llevaban una vida como de religiosas, y encargándose del cuidado de
algunas niñas huérfanas.
Al entrar en esa casa, le parecía que oía una voz que le decía: aquí, aquí.
Precisamente la casa está situada a dos cuadras detrás de la parroquia.
Al día siguiente asistió a una Misa muy solemne que hubo en la misma
Iglesia, y en el momento que fue descubierto el Santísimo Sacramento, se sintió
con mucho recogimiento y como penetrada de la presencia real de Jesucristo,
pareciéndole ver lo mismo que el día anterior.
El 4 de febrero del mismo año 1907¸ estando en oración como alas 10 de la
mañana delante de Jesucristo Sacramentado; le pareció oír en lo íntimo de su alma
estas palabras: “el mundo esta cada día más perdido, es mucho lo que se ofende a
Dios, Expiación”. Luego le pareció ver el pequeño oratorio en que estaba,
convertido en una Iglesia, más grande, y Nuestro Señor expuesto en la custodia.
Esta palabra “Expiación”, le quedó tan grabada en el oído, que por varios días
después le parecía a toda hora oírla.
Pocos días después estando en oración en el mismo lugar, le pareció ver a
Nuestro Señor con su sagrado corazón y que salían de Él como una lluvia de una
especie de granos como de trigo, pero blancos y trasparentes muy brillantes, y que
al caer en el suelo se lo comían muchas palomas blancas.
Dos días después estando en oración delante de Nuestro Señor expuesto; le
pareció oír que nuestro Señor le decía como a San Pedro: “¿Hija me amas? ¿Me
amas más que éstas?”. Varias veces le ha parecido oír estas mismas palabras
estando en oración y en la sagrada comunión.
El 5 de marzo del mismo año, rezando el santo vía crucis a las 10 de la
mañana; sintiendo mucha devoción y recogimiento, procuraba meditar largamente
cada estación; al llegar a la octava meditando en lo que les dijo el Señor a las
mujeres: “no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestro hijos”, y que
inmediatamente vuelve un poco la cabeza y se dirige a ella diciéndole: tú, llora tus
pecados y los del mundo, muchos son los pecados que cometen las mujeres y por
ellas se pierden muchos hombres, dedícate tú y las tuyas a expiar estos pecados, y
en particular las faltas que cometen las que me están consagradas quiero que esta
Familia, que me pertenece, tome un carácter de expiación”.
Se quedó esta alma como asustada y sorprendida largo espacio de tiempo
pensando si lo que acababa de oír sería ilusión de su cabeza y pasando a la

26
siguiente estación que es la tercera caída, le pareció que Nuestro Señor le decía:
esta caída es porque mucho me duele ver que hasta las almas que me estad
consagradas me ofenden gravemente, ora y expía las ofensas que me hacen las
religiosas.
En otros dos Vía crucis que rezó en los días siguientes, le pareció haber visto
y oído lo mismo. El 19 del mismo mes, día del Señor San José estando en oración
en la mañana, y meditando en lo que gozaría este grande santo teniendo en sus
brazos al Niño Jesús; se sintió esta alma repentinamente con las potencias
recogidas; le pareció ver al Señor San José con el tierno Niño como de edad de un
año, y a la Santísima Virgen cerca de Él, y sintiéndose movida de pedirle al santo
una gracia especial en este día, diciéndolo que ya que muchas personas la habían
obsequiado con sus oraciones, el que le daría, qué así como se pide la cuelga, así
ella no asignaba nada, y luego le pareció ver que el Santo Patriarca le dio el Santo
Niño a la Santísima Virgen, y ella acercándose a esta alma se lo dio en sus brazos,
sintiendo esta miserable tales transportes de gozo al sentir al Divino Niño como
reclinado en el pecho, abrazándola con sus pequeños brazos y por fin, acercando
su sagrada boca le dio un beso, y le pareció que en lo íntimo de su alma le decía:
“Este abrazo quiere decir de unión contigo, y este beso de paz para tu alma”.
Teniendo que salir de su oración porque tenía que atender a sus negocios, no sabía
casi ni lo que hablaban porque se sentía todavía como enajenada.
El 22 de julio del mismo año en la tarde, estando el Santísimo expuesto, a la
hora que se cantaba la letanía de la Santísima Virgen se sintió con mucho
recogimiento y le pareció ver a Nuestro Señor en forma humana en el lugar donde
estaba la Custodia con una Cruz en la mano derecha y una corona hermosísima en
la mano izquierda, y que le decía: “Hija, tu elige la Cruz o la Corona” y ella le
dijo: Dios mío, dame mejor la Cruz, pues aunque es pesada y difícil el llevarla,
pero confío que tu me ayudarás.
El lunes 5 de agosto del mismo año, teniendo un trabajo que hacer de
precisión, sintió como una fuerza extraña que la impulsaba a ir al Oratorio, fue y al
ponerse en la presencia de Dios le pareció haber oído la voz de Nuestro Señor en
lo más íntimo de su alma que le decía: “¿Hija me amas?” y ella le contestó: Sí
Señor y esposo mío, Tú sabes muy bien que te amo con todo mi corazón, que
aunque bien poco ha sido, pero todo lo he dejado por Ti, mi casa, mis bienes y
sobre todo mis hermanas a quienes amaba tanto; luego le pareció oír que le decía:
es mucho lo que me ofenden en este pueblo en esas casas de prostitución; así como
en esos lugares entra toda clase de personas para pecar y ofenderme; así quiero que

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este oratorio sea un lugar de reparación para ti, las tuyas y todos lo que quieran
desagraviarme por estas ofensas.
Al día siguiente estando en oración en la mañana le pareció volver a oír lo
mismo y pensando si sería ilusión del demonio y sí se lo diría al confesor o no, le
pareció oír como la voz muchos más clara: “ya te dije que este sea un lugar de
reparación para que vengan todos los que quieran desagraviarme”.
El día 10 del mismo mes al comenzar a rezar las horas del Oficio y Parvo
pensando en que eran tan pocas las que se reunían en coro, invitó con mucho
fervor a los ángeles del cielo para que vinieran ayudarles a decir tan preciosas
alabanzas y enseguida le pareció que bajaron muchos ángeles y se colocaron en
dos files a lo largo del Oratorio uniendo sus voces con ella en el rezo del oficio; al
decir el Ave María le parecía ver aquella multitud de ángeles inclinar la cabeza
hacía la imagen de la Stma. Virgen que estaba a la derecha del altar y en el gloria
Patri se arrodillaban inclinando la cabeza profundamente. Admirada estaba esta
alma al ver estos ángeles con qué respeto estaban y al oír las voces tan suaves y
tan dulces que le parecían como una preciosísima música. Estando tan enajenada
por lo que le acababa de pasar, le pareció repentinamente como transportada a una
especie de salón muy grande que desde la entrada había había [sic] cruces de todos
tamaños; pero en tan gran número que sería imposible poderse contar; todas tenían
un letrero unas arriba, otras abajo y otras en medio; en la cabecera del salón había
una en mucho mayor tamaño que todas las demás y tenía las letras que siempre se
ponen en los crucifijos INRI; al llegar cerca de esta Cruz y comprendiendo que era
la de Nuestro Señor, se arrodilló para adorarla, y estando en esto le pareció ver que
le presentaban tres cruces sin ver quién era quién se las presentaba, y una voz que
le decía: “Recibe estas cruces que son las que tu debes llevar”; eran de distintos
tamaños, la más grande tenía un letrero que decía: Enfermedades; otra un poco
menos en tamaño, decía: vida religiosa; la más grande que le pareció más pesada
al recibirla que no podía casi con ella decía: superioridad; después le fue mostrada
otra de menor tamaño que no tenia ninguna letrero y le pareció oír la misma voz
que le decía: “¿aceptas esta nueva Cruz que tienes que llevar de hoy en adelante?”
ella contesto: Sí la acepto aunque no sé que será, confío que mi celestial Esposo
Jesús me dará fuerzas necesarias para poder llevarla.
Este día y algunos después, estaba como fuera de sí, con la presencia de
Dios tan viva que le parecía como que la seguía por todas partes y sentía tan
fuertes ímpetus de amor de Dios que parecía se le quemaba el pecho y una especie
de locura que no sabía ni que hacer.

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Pocos días después al terminar las horas del Oficio, le pidió con mucho
fervor y confianza a la Madre María del Divino Corazón le diera algo siquiera del
amor que ella tuvo al Sagrado Corazón de Jesús; inmediatamente le pareció ver a
esta madre cerca de ella, vestida con su habito de religiosa del Buen Pastor y
tomándola de la mano izquierda la llevo cerca de Nuestro Señor que estaba
sentado en un trono muy resplandeciente y al llegar las dos, se arrodillaron; le
pareció oír que esta santa alma pedía para ella, y a esta petición, el Divino
Salvador presentándole un anillo, y la Madre María levantándole la misma mano
que le tenía cogida Nuestro Señor se inclino un poco y le puso el anillo diciéndole:
“ Este anillo es señal de un desposorio más íntimo que quiero tener contigo, tu
también serás la esposa de mi corazón como María”. No sabiendo esta alma que
hacer ni como dar las gracias por tan grande favor, sintiéndose profundamente
confusa y humillada; levantó un poco la cabeza como para ver a quien le acababa
de hacer tan señalado beneficio; pero le fue imposible ver el Rostro de la Majestad
de Dios, porque era tan fuerte la luz que salía de Él que sus ojos no pudieron
soportar, y al mismo tiempo le pareció que Nuestro Señor le dijo: “tus ojos no
merecen todavía contemplar mi Faz”.
Entre tan fuerte claridad, le pareció ver a la Santísima Virgen al lado derecho
de nuestro Señor y que le dijo: “esta es mi hija, me pertenece desde su tierna edad
y yo la he guardado de bajo de mi manto de protección”. Al oír esto de boca de la
Santísima Virgen esta almo derramó muchas lágrimas. Después le pareció oír que
le decía Nuestro Señor: “busca almas que me amen y desagravien por estos
pecados que te he dicho”. Ella le dijo: Señor, bien sabes que no puedo invitar a
nadie que entre a esta Comunidad porque me lo prohíbe mi regla y también mi
confesor; y entonces el Divino Salvador le contestó: “Búscalas con lágrimas y
oración”.
Con esto quedó esta alma con tanto amor de Dios, que sentía que no le cabía
el corazón en el pecho, y como enajenada.

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DOCUMENTO

1907

El viernes 6 de septiembre de 1907, estando un alma en oración, le pareció


ver a Nuestro Señor con los ojos vendados y las manos y los pies atados con
cadenas de hierro, chorreando mucha sangre; y al verlo de esta manera, se puso a
llorar llena de dolor; y entonces le pareció oír de boca de Nuestro Señor estas
palabras: “Los pecados de este pueblo me han puesto así; busca almas que me
desagravien aquí, y si no lo haces, tu serás responsable de los castigos que mi
justicia irritada mande sobre los pecadores”.
El jueves siguiente del mismo mes, le pareció ver del mismo modo a Nuestro
Señor; y muy enternecida esta alma le suplicaba, que se dignará permitirle que ella
le quitará la venda y las ligaduras de las manos y pies; le pareció oír que el Divino
Salvador le dijo: “mientras no se hagan cierto numero de oraciones
desagraviándome, no me quitaran esta venda y estas ligaduras, y si no lo hacen por
el desagravio, yo me las quitaré sólo y dejaré caer mi brazo sobre este pueblo
culpable con fuertes castigos”.
Muy afligida esta alma y con muchas lágrimas le dijo: Señor y Dios mío, ya
ves que se ha establecido una hora de desagravio en la parroquia en qué se te
expone y a la cual concurre mucha gente; y le pareció que le contestó: “Sí, es
cierto que estoy muy complacido con esto y agradecido con el párroco; pero
quiero que traigas almas que me desagravien en este Oratorio, a ti te he elegido
para esta misión”.
El jueves 19 del mismo mes, estando en oración a las 8 de la mañana, y
pensando en [testado: un] esas hermosas palabras: “A la sombra del que había
deseado me senté”; y al ir pensando en esto, le pareció que verdaderamente estaba
debajo de un árbol muy frondoso lleno de frutos muy grandes y muy aromáticos;
gozando tanto por lo fresco de la sombra del árbol, y con el aroma de los frutos;
cuando de repente le pareció ver a Nuestro Señor en forma humana parado cerca
de ella, con los brazos levantados como cortando frutos del árbol, y sentándose
luego con ella comenzó a partir una de las frutas en rebanadas, una se tomaba Él y
otra se la daba a ella; era esta fruta de una blancura y un sabor deliciosísimo que
esta alma no sabe con qué compararla, quedando después tan saciada y satisfecha
que hasta en el cuerpo sintió el efecto por muchos días.

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Al día siguiente viernes 20 a la misma hora al comenzar su oración,
invitando a todos los santos que teñía costumbre de invitar para que la
acompañasen a hacer su oración; le pareció que según los iba mentando, así venían
como bajando y colocándose los Santos de un lado y las Santas del otro, y los
ángeles como hacía arriba y Nuestro Señor en medio con la Santísima Virgen a su
derecha; luego le pareció que un ángel la tomó de la mano y la llevó más cerca de
los santos, inmediatamente Santa Teresa le puso un vestido blanco hermosísimo,
después la bienaventurada Margarita un velo como de una tela brillantísima; luego
Santa María Magdalena la penitente, le puso un cinturón con piedras que brillaban;
María del Divino Corazón le puso en un dedo de la mano derecha un precioso
anillo; Sta. Rosa de Lima un calzado blanco; Santa Mariana de Jesús unas pulseras
muy preciosas; Santa Gertrudis y Santa Brígida la adornaron con otras joyas muy
brillantes; y estando así vestida y adornada, la volvió a tomar el Ángel de la mano
y la puso cerca del trono donde estaba Nuestro Señor y la Santísima Virgen le puso
un collar de piedras preciosísimas y le dio en la mano un ramillete de flores
pequeñas y blancas pero con un aroma encantador, estando ya tan cerca del trono
de Nuestro Señor, le dijo el Ángel: sólo vestida y adornada de esta manera podías
acercarte a tu divino Esposo Jesucristo, sube, y subiendo unos escalones Jesucristo
la abrazó y descubriéndose el pecho en el lugar de la llaga le dijo: “Pon aquí tu
boca”, y poniéndola ella en la llaga, le pareció como que le caían en la boca unas
gotas de un licor sabrosísimo y se quedó como dormida.
El lunes 30 del mismo mes le pareció ver a Nuestro Señor desnudo, con las
manos atadas por detrás, con la corona de espinas en la cabeza y que le chorreaba
sangre de todo el cuerpo; pareciéndole que le decía con una voz muy triste y
trémula: “Mira Hija en qué estado me ponen los pecados de los hombres, trabajen
la obra de la reparación que te he confiado”. Ella le contestó: Señor y Dios mío ya
ves que le he dicho todo a mis superiores, que más podrá hacer una pobre mujer
como soy yo, tan pecadora y miserable; ¿cómo no te has dirigido Amado, a otra
alma de más virtud y más influencia? Y le pareció que le dijo: “Yo siempre he
acostumbrado valerme para mis obras de las más débiles y miserables, porque no
son ellas las que las hacen, sino yo; así yo te he escogido para esta obra, ruega,
insta a tus superiores y diles que estoy muy indignado con mi pueblo mexicano,
anda a la peregrinación y ve”.
El viernes de la misma semana estando delante del Santísimo haciendo
[testado: la] hora de desagravio a las 9 de la mañana, le pareció que entraba a un
jardín con Nuestro Señor y que Él le iba enseñando todas las variedades de flores
que en Él había que eran campos grandísimos de plantas cargados de flores de

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distintos colores y aromas, pero eran muchas más las blancas (gozaba tanto esta
alma y sentía un bienestar en todo su ser, que no tiene palabras para expresarlo);
después de haber andado mucho en aquel inmenso jardín, le pareció que llegó a
una hermosísima casa y sin detenerse atravesó por un pasillo angosto y largo, y
bajando unas gradas le pareció que entraba a una huerta en donde había variedad
de árboles frutales, llenos de frutas, y después de haber andado en toda aquella
huerta, volvió a la casa y por otra puerta vio otro departamento donde había como
habitaciones o cuartos pequeños, que eran tantos que no se les veía el fin.
Pensando esta alma que significaría aquellos como cuartos aislados, oyó como que
le dijo Nuestro Señor: “estas son las almas que están todavía en la tierra, que con
sus buenas obras han fabricado esas habitaciones; que están aquí tan cerca de este
palacio que es el Cielo y son predestinadas para entrar en él”. Luego saliendo por
otro puente vio un campo grandísimo que era el terreno pantanoso con lodo y
agua; había algunos cuartos que estaban en construcción, unos tenían los cimientos
y otros algo de las paredes. Pesando también que significaría le pareció que le dijo
el mismo Jesucristo: “estas son las habitaciones de los que apenas comienzan la
obra de su santificación, que tienen que trabajar mucho, primero en disecar el
terreno para abrir los cimientos; esto es, desprender enteramente el corazón de las
criaturas; luego poner piedras fuertes en el cimiento; esto se hace con la humildad
y así se va trabajando con toda clase de virtudes hasta que esté concluida la
habitación”. Después deteniéndose en la puerta de aquel palacio, le pareció ver
muchos ángeles que subían y bajaban por distintas escaleras y le pareció que le
dijo el mismo Señor: “Estos son los ángeles custodios de las almas que están ya
predestinadas”.
Después de todo esto que le pareció haber visto y oído, se quedó esta alma
como turbada y se puso a pensar si sería cosa de Nuestro Señor o del Demonio con
muchas dudas y enseguida le pareció oír: “no dudes ni temas nada, yo soy tu Dios
quién te habla y te hace ver todas estas cosas, lo mismo que lo de la reparación,
anda a México y preséntate al delegado de mi Vicario.

[1908]
El viernes 20 de marzo de 1908, estando en oración en la capilla a las 8 de la
mañana, le pareció que veía a Nuestro Señor como triste y como que comprendió
esta alma que tenía algún sufrimiento; después de estarlo contemplando un rato, le
pareció oír que le decía: “mucho sufre mi Corazón, qué, ¿no querrás darle tú algún
consuelo? Ella le dijo: Señor y Amado mío, yo soy una tonta que nada sabe

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discurrir, deseo consolar tu Divino Corazón, pero no sé cómo hacerlo, dime Tú
¿qué debo hacer? y el Señor le dijo: “trabaja en cuánto puedas en la reparación y
sé fiel en el cumplimiento de tus reglas mucho más lastiman y entristecen mi
Corazón las faltas de las religiosas mis esposas, que los pecados de los demás
hombres.
El miércoles 1º. de abril del mismo año, como a las diez y media de la
mañana al pasar cerca de la puerta del Oratorio, oyó una voz como que salía del
mismo Oratorio que le hablaba y volviendo la cabeza a todas partes a nadie vio, y
pasando segunda vez le pareció oír lo mismo; no pensaba rezar el Vía crucis, pero
en este momento sintió muchos deseos de rezarlo y como una fuerza que la
impulsaba a que entrara al Oratorio a rezarlo.
Comenzando este santo ejercicio sin mucha devoción, [testado: y] poco a
poco fue sintiendo más fervor y devoción y al meditar en la estación décima
cuando desnudaron a Nuestro Señor, le pareció que realmente veía con los ojos del
cuerpo, cómo le iban arrancando de su santísimo cuerpo los vestidos, y cómo se
iban abriendo y renovando las llagas de tal modo, que quedó hecho pedazos y
como escarbado de las espaldas y chorreaba la sangre que corría al suelo.
Comprendió esta alma con una luz como sobrenatural que Nuestro Señor le dio a
entender que eran muy grandes los dolores que entonces padecía y que estos eran
por los pecados de impureza, pareciéndole que le decía: “aquí muy cerca se están
cometiendo muchos pecados de estos”.
El viernes 3 del mismo mes, meditando en la Pasión a las 9 de la mañana, le
pareció ver a Nuestro Señor delante de Pilatos en una actitud muy humilde, atado
de las manos y de los pies con gruesas cadenas, y contemplándolo así de esta
manera le pareció que levantando los ojos que los tenía muy bajos, los fijo en ella
de un modo o mirada tan triste, que ella quedó como herida de dolor, y pasado un
rato le pareció oír que le decía: ¿no quieres tu darme algún consuelo? Por mucho
tiempo le quedó grabada en su imaginación esa mirada tan triste y penetrante.
En todo este tiempo andaba esta alma con la presencia de Dios muy viva que
aún cuando estuviera en muchas ocupaciones o hablara con otras personas,
continuamente tenía a su Dios presente según el paso en que meditaba.
El lunes 6 del mismo rezando el Vía crucis, y al meditar en la octava
estación, le pareció que Nuestro Señor le dijo: “llora tus pecados y tantos que se
cometen en este pueblo”.

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Al día siguiente considerando lo que sufriría el Señor cuando le azotaron le
pareció verlo tan claramente, como si lo viese con los ojos del cuerpo, y aún más
con una luz sobrenatural; le parecía ver cómo se puso su carne con los primeros
azotes y luego cuando se fue abriendo y destrozando, que se descubrían los huesos
de los hombros, de las costillas, espaldas, rodillas y hasta los tobillos de los pies;
veía también la furia de los hombres cuando le azotaban; la actitud tan humilde, la
paciencia y el silencio con que recibía tantos golpes. Le pareció ver que Nuestro
Señor iba como arrastrándose y cayéndose por el suelo a buscar sus vestidos para
cubrirse; y viéndolo esta alma en tan lastimoso estado, se acercó a Él con mucho
respeto y se ofreció ayudarle a ponerse sus vestidos; pareciéndole que el Señor
aceptaba.
El martes 26 de mayo del mismo año, estando en oración a las 6 de la tarde,
meditando cómo la Santísima Virgen adoraría a su Santísimo Hijo en la Eucaristía;
convido esta alma a María Inmaculada para que en unión con ella adorase a Jesús
Sacramentado inmediatamente sintió una cosa extraña hasta en el cuerpo, le
pareció como que la transportaron a otro lugar y en la imaginación vio a la
Santísima Virgen que la tomó de la mano izquierda sintiendo el calor y la suavidad
de su mano santísima; le pareció que la llevaba así hasta llegar a una especie de
palacio hermosísimo en donde había muchos departamentos de una belleza
extraordinaria, que no hay cosa con que compararse; con jardines llenos de frutas y
flores primorosas que trascendían sus aromas; le parecía ver a algunas personas en
cada departamento, y se le dio a entender que todos esos departamentos o palacios,
eran todas las Órdenes y Congregaciones Religiosas, al llegar al centro del
inmenso palacio o departamento principal que era como de un material
transparente como cristal y a la vez luminoso, con adornos y molduras brillantes,
como piedras preciosas, había una escalera blanca, como nieve, y al subirla le
parecía que ella no hacía ningún esfuerzo sino que la levantaban en el aire; en ese
piso alto había más departamentos de varios colores, como salones de grande
tamaño y mucho más hermosos que de los de abajo, en el salón color de rosa
estaban los niños inocentes, había uno de color morado pálido allí estaban los
santos penitentes; en el de color rojo, los santos mártires; en otro color de oro las
santas viudas, otro azul, los apóstoles; en uno como verdoso los confesores; y en el
del centro que era el blanco el más rico y de una belleza sin igual, estaban las
santas vírgenes, y en medio de ellas un trono adornado con telas riquísimas y
millares de piedras y otros adornos primorosos al entrar esta alma al entrar a este
salón y ver aquel magnifico trono, no sabía ni que pensar ni que hacer, sentía un
gozo y un bienestar inexplicable y sobre todo unos deseos ardentísimos de ver a

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Dios y adorarlo como a su Rey y a su Esposo, y al sentir estos dementísimos
deseos que parecía que el corazón no le cabía dentro del pecho, le parecía que la
Santísima Virgen le decía: “hija mía di conmigo: glorifica mi alma al Señor y mi
espíritu se llena de gozo”. Etc., al oír la voz dulcísima de la Santísima Virgen, se
postró a los pies de Nuestro Señor que le pareció verlo sentado en el trono y así
postrada ese hermosísimo canto en unión de María Santísima, y al mismo tiempo
cantaban todas aquellas vírgenes un himno con unas voces hermosísimas
acompañadas de música que no hay palabras para ponderar sus armonías tan
preciosas.
Pocos días después le vino a esta alma como una tempestad de penas
interiores, que le parecía que ya no tenía ni fe, que todo lo que le había pasado no
era sino ilusiones del demonio; con unas tentaciones terribles y sin ningún
consuelo. Comenzó la novena del Sacratísimo Corazos de Jesús para prepararse a
su fiesta, y siempre con la misma lucha interior, y el tercer día sábado 20 de junio
del mismo año, como a las diez de la mañana estando en el Oratorio en presencia
de Jesucristo Sacramentado sin poder recogerse ni pensar en nada, repentinamente
le pareció ver a Nuestro Señor muy cerca de ella, vestido de blanco, con su
Sagrado Corazón por encima del pecho con muchas como flechas muy pequeñas
que lo herían y de cada herida salían muchas gotas de sangre; todo el día tuvo
grabado esto en su imaginación. En la tarde en el mismo lugar, al comenzar a
hacer su oración, le pareció ver cerca de ella a una persona muy santa que tenía
pocos días de muerta; le parecía verla de religiosa y con una capa blanca, tanto ella
como su vestidura brillaban muchísimo, tenía un semblante tan hermoso, y risueño
que revelaban su felicidad. Invitó a esa alma que le pareció que estaría en el cielo a
que la acompañara a hacer su oración y adorar a Jesús Sacramentado. Al momento
le pareció que tomándola de la mano la llevo al salón en donde estaban las santas
vírgenes que no hacía muchas días le pareció haber visto; y al llegar al centro del
salón que era el lugar en donde estaba Nuestro Señor rodeado de innumerables
vírgenes que cantaban cantos hermosísimos; esta vez no vio a Jesucristo, nada más
sentía su divina presencia muy viva, y le pareció oír que le decía: “a ti te he
encargado la reparación”. Entonces esta alma se sintió tan confundida y
avergonzada que le contesto: ¡Amado mío! ¿Por qué te has valido de esta
miserable pecadora? Ahí tienes muchas religiosas en esas tres comunidades, en
donde hay almas muy santas, más instruidas y con más relaciones que yo. Le
contestó el Señor: “es cierto que tengo muchísimas almas de quien valerme; pero
quiero que tú te encargues de la reparación aquí en tu pueblo, estás flechas que ves
en mi corazón, son con las que me hieren con tantos pecados que aquí se cometen;

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y con la reparación que se me haga en este lugar, irán desapareciendo estas flechas
que tanto hieren mi corazón.
Nuestro Señor le mandó a esta alma una humillación algo fuerte, y con ella
se sintió muy avergonzada, y se sintió muy humillada delante de Dios: ese mismo
día en la oración de la noche le hizo ver Nuestro Señor algo de su Justicia, y
también le dio algo de luz para conocer sus pecados, lo mucho que con ellos había
ofendido a su divino Esposo, muchas lágrimas y dolor de ellos, y conocimiento de
su miseria y su nada. Al día siguiente cuando recibió a Nuestro Señor en la
comunión, le pareció que el Señor la abrazaba con mucho cariño y que se reclinó
en su pecho (como lo hizo con Sn Juan) y le dijo: “Con esta humillación que he
querido que sufras y estas penas interiores de desolaciones, no han sido sino para
purificarte; así como la tierra para sembrar se surca y como que se desmenuza con
el arado, para quitar las malas hierbas con todo y raíz, para que quede bien
preparada y pueda recibir la buena semilla; así queda el alma con las
humillaciones y las tribulaciones, muy bien preparada para recibir las gracias que
yo les quiero dar”.
Desde ese día sintió esta alma muchos deseos de hacer unos días de retiro; le
parecía como que Dios lo quería y como que la forzaba a hacerlos: se resolvió, y
los comenzó el domingo día 12 de julio de 1908.
El primer día lo dedicó a la Stma. Trinidad, pidiéndole un verdadero
conocimiento de la grandeza de Dios, de sus atributos, y luz para conocerse así
misma; en este día le dio Nuestro Señor muy ardientes deseos de servirlo cada día
con más fidelidad, y le prometió enmendarse de algunas faltas de que con su
gracia le dio a conocer. Dedicó dos horas y más a la oración en estos días de retiro
además del tiempo que tenía de regla.
El segundo día lo dedicó a la Stma. Virgen, pidiéndole las virtudes que más
necesitaba, y que diera buen ejemplo. En este día meditando en lo que disgusta a
Dios el pecado venial; le dio N. Señor muchas lágrimas y dolor grande de ellos, y
sintiendo un horror de cometer la más leve falta, prometió evitarlos en cuanto le
fuera posible.
El tercer día a Sr. Sn. José, pidiéndole mucho la virtud de la prudencia para
saber gobernar, y una buena muerte.
En este día al comenzar la segunda meditación hizo una comunión espiritual
con fe muy viva y muy grandes deseos de unirs[e] a su amado; y en el mismo
instante le pareció ver a N. Señor que venía a ella como muy aprisa y que le decía:

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“Escóndeme hija mía en tu corazón porque me persiguen, vengo a consolarme
contigo”. Esta alma sintiéndose profundamente confundida y humillada le dijo:
¡hay Señor y Dios mío! ¿Quién soy yo para que busques en mí consuelo? estoy tan
llena de pecados y miserias. El le dijo en seguida: “si hija es cierto, pero ahora
estás en gracia y limpia porque te acabo de lavar con mi sangre en el Sacramento
de la penitencia; en cada Pueblo y Ciudad, tengo una alma con quien me consuelo
y recreo”.
Todo el día lo pasó llena de amor y agradecimiento a su Dios, que a pesar de
ser ella una esposa tan infiel y tan ingrata, le hacía tan semejantes favores. Su
resolución fue, ser más exacta hasta en lo más mínimo de la Regla de su Instituto.
El día cuarto a Sta Teresa de Jesús: pidiéndole el espíritu de oración y luz
para conocer a las postulantes que tienen verdadera vocación para religiosas.
En este día le dio N. Señor tantos deseos de amarle cada día más y de
agradarle, que hizo el firme propósito de hacer en cuanto le fuera posible ayudada
de su gracia, todo lo que sea más perfecto.
El día quinto lo dedicó a la B. Margarita Alacoque, pidiéndole una ardiente
devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús; celo por la salvación de las almas y el
espíritu del amor a la cruz. Desde en la mañana le pidió a la Santa le prestara
siquiera por ese día su corazón con el que tanto amó al de su divino Esposo Jesús;
y le pareció que había escuchado su petición, porque al recibir a su Dios en la
comunión sintió tales afectos y tanto amor y fervor, que no [testado: no] le cabía el
corazón en el pecho pareciéndole que si el mismo Señor no le hubiera dado fuerza,
habría desfallecido; quedó después todo el día como impregnada de amor de Dios
y de su presencia y con deseos muy grandes de que hubiera muchas almas que
conozcan y amen a Dios. Decía entre sí esta alma: ¡Amado mío esposo dulcísimo
de mi alma! ¿Qué hiciera yo para que hubiera muchas almas que te amaran, y
conocieran tus inefables dulzuras que sabes derramar cuando quieres? Si así te
portas con [sic con] un[a] tan vil y pecadora criatura, ¿qué no harás con las almas
que verdaderamente te aman y te han sido fieles? ¿Porqué no se convierten todos
los poros de mi cuerpo en lenguas para agradecer tantas bondades, y también para
publicarlas y de este modo atraer a tu amor y servicio a millares de almas? ¡Ay
Dios mió! Ya que esto no puedo, dadme la gracia de que dé buen ejemplo, y que a
las personas con quien trate siempre les diga siquiera algo de tu amor y de la
devoción de tu Sagrado Corazón.
Meditando este día de la Conformidad con la voluntad de [testado: de] Dios,
sus resoluciones fueron: obedecer siempre la voz de Dios, ya fuera que viniera por

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medio de los superiores, o por inspiraciones, o por lecturas de libros piadosos y ver
en todo y recibirlo como venido de la mano de Dios.
El día sexto lo dedicó a la Madre María del divino Corazón y a la Madre San
Pier, pidiéndoles mucho amor y devoción a la Pasión de N. Señor, y el espíritu de
reparación. En este día le dio N. Señor a conocer algo el merito que hay en el
padecer por su amor recibiendo las enfermedades como un regalo [testado: por]
muy precioso; y su resolución fue sufrir con mucha resignación y hasta con alegría
las enfermedades, las penas de espíritu y toda clase de sufrimientos; renovando el
ofrecimiento que tenía hecho a N. Señor de víctima expiatoria por los pecados de
su pueblo.
El séptimo día lo dedicó a Sn Francisco de Sales, y le pidió las virtudes de
dulzura, amabilidad y humildad.
En este día meditando más profundamente en la virtud de la conformidad
con la voluntad de Dios; su resolución fue, y así se lo prometió a N. Señor: darle
cuenta a su confesor de todo lo que pasara por su alma sin ocultarle absolutamente
nada, consultarle todo, para que así fuera mejor dirigida, y hacer cuenta que
oyendo las ordenes del Director son las mismas de Dios; y de este modo haría la
voluntad del Señor, conformándose con ella.
El octavo día lo dedicó a Sn Francisco Javier; pidiéndole el despego de las
criaturas y de todas las cosas de la tierra, y mucha paciencia en los trabajos y
enfermedades.
Estando en la segunda meditación a las nueve de la mañana; meditando en
que el camino más seguro para ir al cielo es la cruz; repentinamente le pareció que
se le presentó N. Señor delante de ella, coronado de espinas, chorreando sangre de
las heridas de las espinas, con todo el rostro muy hinchado y desfigurado y mucho
más los ojos que no los podía ni abrir; las llagas de las manos, de los pies y del
costado las tenía abiertas y les salía mucha sangre. Al ver esta alma esta figura, se
quedó sin pensar nada y casi sin respirar, así pasó algún rato nada más adorando a
su Dios sin saberle decir nada. Luego le pareció que abrió los ojos con mucho
trabajo y le dijo:”Aquí tienes mis llagas, te las doy como un tesoro para que se las
muestres a mi Eterno Padre, para la reparación; es por esto que te he traído a estos
días de retiro, para hacerte este nuevo favor”. Como le pareció a esta alma que no
había entendido muy bien le dijo: ¡Amado Jesús mío! Yo no sé ni entiendo lo que
me queréis decir; y entonces le dijo: “Yo te lo daré [a] entender”, y luego
desapareció.

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La resolución de este día fue; meditar todos los días aunque fuera un cuarto
de hora en la Pasión del Señor, y amar cada día más la cruz.
El noveno día lo dedicó al Santo Ángel de la guarda, pidiéndole mucha
docilidad a las santas inspiraciones, y constante presencia de Dios.
Este día desde que despertó en la mañana, sintió unos deseos muy ardientes
de unirse a su Dios en la Santa comunión, y al recibirlo en su pecho sintió tan viva
su presencia que le pareció que oía su respiración y hasta los latidos de su divino
Corazón, sintiéndose como perdida en Dios. Solo él y el alma saben lo que pasa en
esos momentos, no hay palabras que lo expliquen. Después en la oración deseando
recibirlo espiritualmente le pareció verlo crucificado y que le salía mucha sangre
de las llagas de todo su sagrado cuerpo y más de las de las manos y de los pies, y
que acercándose ella al pie de la cruz la besaba con mucho amor y respeto, y claro
sentía que le caían sobre ella los chorros de sangre que salían con tanta abundancia
de las llagas; y al sentir esto le decía: ¡Amado Redentor mío! Lávame y purifícame
con tu preciosísima sangre para que desde hoy comience una nueva vida toda de
amor y sacrificio. Y te pido que me clavéis en esa cruz contigo, en el trecho que
queda desde el agujero de la piedra en donde está metida la cruz hasta el lugar a
donde están tus sagrados Pies quepo yo muy bien, aunque no tenga las manos
extendidas como Tú, sino una de un lado y otra de otra [sic: otro] de tus pies, para
que así viva todo el tiempo que me quedare de vida crucificada, clavada en la cruz
contigo, con los tres clavos de los votos con que me he consagrado a Ti, Amado
Esposo de mi alma en la vida religiosa; prometiéndote guardarlos lo mejor que
pueda, y si tengo la desgracia de faltar a alguno de ellos, me impondré una
penitencia. También te prometo ¡Jesús mío! Ya que me habéis dado a conocer con
luz especial el precio de la cruz; llevarla no solo con paciencia, sino con mucho
amor y alegría.
El último día lo dedicó a Santa María Magdalena, pidiéndole el amor a la
penitencia, lágrimas y dolor grande de sus pecados, y la perseverancia final.
En este día también le hizo N. Señor sentir muy viva su santísima presencia
en la comunión; y después estando en oración a las ocho de la mañana; invitando a
Santa María Magdalena para que la acompañase a postrarse a los Pies de
Jesucristo pidiéndole como prestados sus sentimientos de amor y contrición que
ella había tenido, y las lágrimas con que habría lavado los Pies de su divino
Salvador: y al postrarse interiormente, vio muy claro al Señor como sentado con
los Pies descubiertos, rodeado como de muchas almas de santos y santas vírgenes;
y al acercarse esta alma a besarle los Pies y poniendo la boca en las cicatrices de

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las llagas; le pareció como que crecieron, se pusieron de un color rojo muy
encendido y a salir la divina Sangre, pero en tanta abundancia que corría hasta
empapar el suelo; admirada de ver esto no sabía que hacer, y luego le pareció que
le dijo el Señor: “Aquí tienes mis Llagas y mi Sangre lávate con ella”. Y entonces
ella se lavaba con aquella Sangre, y al ir cayendo sobre ella se iba viendo como se
lavaba y se iba poniendo muy blanca su alma hasta que quedó enteramente pura y
de una hermosura que no sabe a que compararla; después le parecía ver que
llegaban otras almas y las veía que hacían lo mismo que ella y quedaban también
blancas y hermosas; pero luego vinieron otras que también se lavaban pero apenas
tocaban la sangre y como por encima se la ponían sobre sí, éstas le parecían verlas
que algo se limpiaban pero no quedaban hermosas; otras nada más se acercaban la
veían y se retiraban y éstas se quedaban feas y sucias; como a lo lejos le parecía
ver otras tan horriblemente feas y hediondas, como un animal muerto de algunos
días o peor, todas estas desgraciadas iban a dar a un lugar como un lago de agua
hirviendo inmensamente grande, de donde salían llamas de fuego y como de entre
las llamas aparecían de repente unos animales con cabeza muy grande erizada de
espinas y peludos, abrían las bocas con grandes dientes y les salían también llamas
de fuego; estos espantosos animales devoraban a aquellas almas hediondas. Al ver
esta alma todo esto fue tal su horror y el miedo que se apoderó de ella, que creyó
que se moría; pero volviendo sus ojos a su divino Salvador con quien estaba, le
pareció verlo con el brazo izquierdo extendido hacia el lugar que acababa de ver
como señalándole con el dedo y que le dijo con una voz muy dulce: “¡Hija!” haz
visto todas esas almas; son las que no se han aprovechado de mi Sangre que la he
derramado con tanto amor y tanto dolor por salvarlas, y ellas no han querido
aprovecharse de ella, la han desperdiciado; tu también deberías estar en ese lugar;
pero mi misericordia ha sido muy grande contigo; ofrece mi Sangre a mi Padre
para que se aplaque su Justicia irritada por los pecados de los hombres; y si lo
haces así, se salvarán muchas almas”.
No sabe esta alma como ponderar lo impresiona[da] que se quedó con esta
manifestación que se dignó N. Señor hacerle, y le prometió en este último día de
su retiro, dedicarse enteramente a la reparación y propagarla de todos modos que
le fuera posible.
El 16 de septiembre del mismo año hizo esta alma un retiro y tenía algún
tiempo de estar en mucha sequedad sintiéndose como muy lejos de N. Señor,
cuando de repente en la oración de la noche, que N. Señor se le representó, y al
verlo ella le dijo: ¿qué te habías hecho Amado mío, porqué te habías escondido de
mi, dime si te tenía muy ofendido? Y entonces le pareció que le dijo: “Me he

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retirado de ti porque no haz hecho lo que te he mandado de la reparación”; y sin
decir nada más ya no lo vio. Muy preocupada se quedó y le pidió y suplicó mucho
que se dignara decirle o hacerle conocer que era lo que debía de hacer.
Al día siguiente como a las nueve de la mañana al comenzar la oración en el
oratorio, le pareció que N. Señor estaba cerca de ella y se sintió penetrada de
temor y respeto, hizo un acto de adoración y se postró a sus Pies sin saber que
decirle, y luego le pareció que le dijo: “Quiero la reparación aquí, no sabes tú ni
puedes comprender a que grado se me ofende, y el numero de almas que se
pierden, ofrece mi sangre a mi Padre por esas almas, y haz que otras hagan lo
mismo”. Entonces ella le dijo: ¡Ay Dios mío! ¡Pero quien soy para que te valgas de
mi! ¿No sabes que llena de faltas estoy y tan ingrata e infiel soy para contigo? Le
pareció que le contestó: “Bien lo sé, pero quiero que tú promuevas esta reparación;
me he valido de ti débil instrumento para que se vea que no eres tú quien lo hace
sino yo”. Después con mucha confusión le dijo: ¡Señor y Dios mío! Dignaos
decirme ¿qué deberé hacer? ya se ha establecido la hora de reparación diaria entre
la comunidad y con algunas personas de fuera; nosotras hacemos todo en espíritu
de reparación; a mi confesor le doy cuenta de todo lo que me parece que tu me
manifiestas en la oración. El me dijo en seguida: “Que se organice una Asociación
y esta que se extienda”. Después le pareció que le dijo: “Yo te amo mucho y he
hecho mucho por ti, y tú ¿no quieres hacer algo por mi?” y le fue diciendo desde la
Encarnación hasta que murió en la cruz; pero de un modo tan tierno y tan precioso
que no podía dejar de llorar; después se quedó un gran rato como fuera de sí.
El día 19 a la misma hora y en el mismo lugar le pareció ver a Jesucristo
vestido de blanco con un manto o cauda muy grande como transparente, y al verlo
se sintió como con mucha vergüenza y pensó que no era digna de verlo, se postró y
le pareció que levantándola la abrazó.
El viernes 27 de noviembre del mismo año estando en oración a las nueve de
la mañana y pidiendo a Dios por la conversión de los pecadores; le pareció ver a
Nuestro Señor en lo más alto de una gradería que formaban como círculo; le
parecía ver que de sus cinco llagas salía sangre en abundancia y corría por el suelo,
venían unas personas como sacerdotes, empapaban muy bien unos lienzos en
aquella sangre, bajaban las gradas a donde había mucha gente alrededor de la
última grada y los lavaban o limpiaban con los lienzos.
Unos días después al comenzar su oración, le pareció ver a N. Señor vestido
de blanco, con el rostro muy resplandeciente, y le pareció ver todo el oratorio
como lleno de una luz fuerte pero que no molestaba la vista. Sintió mucho

41
recogimiento y respeto y se postro en espíritu; en el mismo momento le vino el
pensamiento de hacer muchos actos de adoración y reparación, y le pareció ver
que el Señor con sus dos manos se habría la túnica del pecho, una parte para un
lado y otra para el otro, y que le enseñaba su Sacratísimo Corazón todo lleno de
espinas, unas más grandes y otras muy chicas, pero de todas las heridas que hacían
las espinas salían gotas de sangre; le pareció que le dio a entender, que esas
espinas se las clavaban no tanto los grandes pecadores, sino los cristianos, y sobre
todo las almas que le sirven y le están consagradas de un modo especial; y que
nosotros nos dedicamos a la reparación, que con cada acto que hiciéramos,
sacaríamos una espina de su Corazón.
Con esto sintió más deseos de dedicarse más a la reparación, y como
infundírselos a todas las personas que pudiera.

42
DOCUMENTO

1909
Propósitos de los ejercicios de diciembre de l909.
Primer día: guardar exactamente todas las reglas; no faltar a ninguna
distribución, o por lo menos comenzarla si absolutamente no pudiere. Indiferencia
a todas las cosas criadas.
2° día: Huir hasta de la menor sombra de pecado, y no cometerlo ni aún
indeliberado aunque sea a costa de sacrificios.
3° día: No perder el tiempo; hacerlo todo con la mayor perfección. Hablarles
a las Has. Siempre con cariño y dulzura; señalarles un día cada mes para hablarles
y darles los consejos e instrucciones que pueda.
4° trabajar en cuanto me sea posible por la gloria de Dios y bien de las
almas: hacer todas mis obras buenas e indiferentes con ese fin; hacer la intención
todos los días al despertar y renovar esta intención entre día.
5° observar con la mayor perfección que pueda, los tres votos de pobreza,
castidad y obediencia; la humildad y el despego completo de las cosas de la tierra.
6° día: Docilidad a las buenas inspiraciones y hacer todo lo que crea es más
agradable a mi Amado Esposo Jesús.
7° día: Visitar al Ssmo. Cuantas veces pueda en el día y renovar en cada
visita mi total entrega a El y a su santo servicio. Y hacerlo todo en unión con la
Sma. Virgen María.
8° día: ver todas las cosas como venidas de la mano de Dios y conformarme
con su santa voluntad.
9° día: procurar ser toda para todos, y no manifestar disgusto ni contrariedad
en nada.
10° día: Hacer todo lo que esté de mi parte por adelantar en la perfección, en
el amor de Dios y vivir siempre en su santa presencia, y dedicar todo el tiempo que
pueda a la oración.
Estos son ¡Jesús mío! los propósitos que me habéis inspirado en estos santos
días de retiro.

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En Ti confío esposo mío, que me daréis tu gracia para cumplirlos fielmente
hasta la muerte. Y Tú, Sra. y Madre mía, espero me ayudarás a cumplirlos. Amén.

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DOCUMENTO

“Discite a me”
[1911]
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. Voy a
escribir por obediencia lo que Nuestro Señor me inspirare en estos santos
ejercicios que he comenzado el día 6 de Diciembre de 1911.
Primer día: lo he dedicado a la Stma. Trinidad, y he meditado en el fin del
hombre; a pesar de haber estado en una sequedad de espíritu hace tanto tiempo,
desde la primera meditación, parece que mi pobre alma se comienza a renovar, y
me ha parecido verla como un tronco seco en medio de un campo y que un
hortelano lo regaba y le removía la tierra, y al mismo tiempo ver como con una
luz especial el fin para que Dios me creo, y a la vez sentirme inundada de afectos
de amor de Dios y de contrición, proponiendo con la ayuda y gracia de Dios
alabarle con pensamientos, palabras y obras, y cumplir con exactitud mi santa
Regla, sobre todo en las distribuciones.
2° día: Lo dediqué a la Sma. Virgen en su Purísima Concepción, y medité en
el pecado; en este día al meditar muy profundamente en la ofensa que se hace a
Dios cometiéndolo y más una religiosa, me parecía ver como a un lado de mí al
enemigo en una forma horrible como escribiendo mis pecados en un libro muy
grande, y yo llena de horror pedía con muchas lágrimas perdón a mi Jesús que
estaba expuesto en la custodia. Hice propósito de examinar lo mejor que pudiere
mi conciencia y evitar hasta la menor falta Pero mi alma sigue en una desolación y
sequedad terrible.
3° día: lo dediqué a Sr. San José y medité en la Muerte y en el Juicio.
[testado: aunque con mucha seq][…]

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DOCUMENTO

Agosto 20 de l913

Estando en oración delante del Santísimo Sacramento a las ocho y media


de la mañana, me pareció ver a Nuestro Señor delante de mi y que me dijo con
una voz dulcísima: “Hija mía, ¿Qué no me amas? Mira cuanto he sufrido por ti, y
sigo sufriendo actualmente; me he quedado en este Sacramento por amor a ti; te he
hecho esposa de mi Corazón, y te lo he dado para que habites en él”. Yo le
contesté: sí Señor y Esposo mío, te amo con todo mi corazón; pero Tú dime que
hagi [sic: hago] para amarte más, y me pareció que me dijo: “Véncete, y siquiera
cada hora haz un recuerdo de mi Corazón”. Y luego me pareció ver
inmediatamente que me dijo estas palabras, su Sagrado Corazón sobre de su
pecho, como con varias heridas, y de cada una de ellas salían ráfagas de luz.

ACTO DE REPARACIÓN

¡Oh divino Jesús amor mío! cuanto quisiera decirte para manifestarte lo
mucho que me duele el saber cuanto te ofenden los hombres por los cuales
derramaste con tanta profucición [sic: profusión] y amor tu preciosa Sangre;
quisiera derretirme de dolor al considerar [testado: tantos] cuantas almas se
pierden a pesar de haber hecho Tú tanto por salvarlas. Bien lo sabes Señor cuales
son mis deseos, y como quisiera yo reparar tantas ofensas y consolar de alguna
manera tu Sacratísimo Corazón.

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DOCUMENTO

[1914]
Esrando [sic: estando] un alma en oración delante de Jesucristo
Sacramentado a las ocho de la mañana el día 17 de abril de 1914, le pareció oír
una voz que le decía: “cosas terribles tienen que pasar en la República, la Jsticia
[sic: Justicia] de dios está sobre México; pero tú nada temas, entra en la Llaga del
Sagrado Corazón y todas las que se quieran salvar que entren. “ Le parecía a esta
ver que entraban miles de gentes en la llaga del Sacratísimo Corazón, y sintió
como que Nuestro Señor le inspiraba que escribiera los nombres de todas las
personas que quería se libraran de tan terribles males.
El martes 28 del mismo mes estando también delante del Santísimo
Sacramento como a las once de la mañana, le pareció ver hacia su lado izquierdo
un gran montón de ramas secas con espinas bastante retirado de ella, pero que
poco a poco se iba acercando; pareciéndole ver sobre de aquellas ramas una cruz
no muy grande de tamaño, una corona de espinas y una palma, y ya que estuvo
toso aquello muy cerca o enfrente de ella; repentinamente le pareció ver un ángel
vestido, y tomando la cruz la puso sobre del hombro izquierdo de esta alma, le
puso la corona de espinas en la cabeza con mucha suavidad, y la palma se la dio en
la mano derecha; después el ángel empezó a extender aquellas ramas y a formar
con ellas un camino muy angosto y cogiendo de la mano derecha a esta alma la
hacía andar por el camino espinoso; le parecía ver a la izquierda el mar, y a su
derecha una profundidad o abismo en el que veía animales distintos furiosos que
hacían por subirse, pero como estaba muy pendiente la subida se resbalaban hasta
caer en la profundidad. Pocos días después tuvo esta alma terribles sufrimientos en
el cuerpo y aún más en el espíritu.

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DOCUMENTO

[1915] [Folio suelto]


El lunes 15 de marzo de1915 en la mañana al comenzar su hora de
reparación, le pareció oís sin ver nada: “te estaba esperando con ansia para
comunicarte un secreto”; y ella contesto: ¡Dios mío! aquí estoy, aunque miserable
criatura, pero vengo a acompañarte, adorarte y desagraviarte de tanto como yo y
todos los hombres te ofendemos; El siguió: “sí, hija mía, cierto es que por todas
partes se me ofende y vengo a buscar consuelo en en [sic]este jardincito que yo he
formado para recrearme; tu no comprendes como está el mundo y lo que yo sufro;
pero si he mandado tan terribles castigos, ha sido porque mucho me ofenden los
hombres y estoy muy irritado con ellos; he permitido que se les quiten los bienes a
los ricos porque son los que más pecados cometen; no se acuerdan de mí para
nada, y pasan la vida enteramente disipados en diversiones y malgastando lo que
les he dado, muchas más cosas pasarán porque aun no esta acabada de purificar
esta Nación”. Estaba esta alma como adormecida al oír todo esto, y siempre con
mucho temor si no sería Nuestro Señor el que le hablaba y le dijo: ¡dime Dios mío
como estas porque no te veo, y entonces le pareció que le contestó la misma voz:
“estoy coronado de espinas y con las manos atadas: voy a hacerte un nuevo favor,
que duren en tu alma todo el día los efectos de la comunión. Esta pobre y
miserable alma no sabía ni que contestar a tanta bondad de su Dios y Señor para
con ella; pero llena de gratitud le decía: yo de mi nada tengo para corresponderte
tanto favor; dame tu mucho amor para amarte y quita de mi todo afecto a las
criaturas, pues no quiero vivir más que para ti y emplear todos los días que me
queden de vida en servirte y agradarte; mandándome lo que quieras, que estoy
dispuesta a hacerlo aunque sea a costa del más grande sacrificio.
Al día siguiente no pudiendo comulgar por enfermedad, al estar delante
del Smo. Sacramento en la mañana temprano; invitó a su Dios a que entrara en su
corazón espiritualmente: inmediatamente sintió la divina presencia, y le pareció
ver al Señor delante de sus ojos, con el rostro hinchado y sucio de tierra y salivas
inmundas; con moretones, pero lo que causó más impresión a esta alma fue verle
pedazos de carne arrancados con puños de barbas y colgando, y en la parte de
donde estaban desprendidos le veía el hueso; los labios sumamente hinchados y
también heridos como pegado uno con otro; las manos atadas tan fuerte una con

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otra que en la derecha que era la que estaba encima de la otra se veía hundido el
cordel en la carne hasta el hueso, y con tanta opresión las manos estaban
hinchadas, los dedos raspados y casi negros; en la parte de encima de la mano, una
grande herida como si con algún instrumento cortante hubieron raspado la carne
hasta verse los tejidos de nervios y huesos.

49
DOCUMENTO

1914-
Estando una alma delante del Smo. Sacramento, el día 24 de julio de 1914
como a las ocho y media de la mañana; pidiéndole a Nuestro Señor que se dignara
compadecerse de tantos males que afligían a la nación en esos días; le pareció
sentirse como transportada a un lugar que ella jamás había visto; que era un salón
mucho muy grande y ricamente adornado con cortinajes blancos finísimos y flores
hermosísimas; como en el centro se veía un magnifico trono, mucho más
ricamente adornado en el que le pareció ver un especie de triangulo y en cada
ángulo una persona de la Santísima Trinidad y de tal manera unidas estas tres
divinas personas, que le parece imposible poder explicarlo: al lado derecho le
pareció ver a la Sma. Virgen y muchos Santos y Santas fundadores de Ordenes
Religiosas; en todo el inmenso salón le parecía ver grupos de Religiosos de ambos
sexos, y que estos iban de uno en uno a presentar dones a la Santísima Trinidad,
pero estos pasaban primero por las manos de sus respectivos fundadores, y
llegándole su turno a esta alma y no teniendo ella que ofrecer, le pareció que una
persona le dio a ella y a otras hermanas de su Congregación, una cruz pequeña un
corazón y un manojo de espinas y no sabiendo a quien dar estos dones, le pareció
que le fue indicado que se los diera a la Sma. Virgen para que por sus benditas
manos pasaran estos dones a la Sma. Trinidad.

[1915]
El sábado 6 de marzo de 1915 rezando el Vía crucis a las 10 de la mañana
sintiendo mucho fervor y derramando lágrimas; le pareció al considerar la octava
estación lo que el Señor dijo a las mujeres que lloraban, que este divino Señor la
miró y dirigiéndole la palabra le dijo: “¿No te acuerdas que te he dicho que quiero
almas que se dediquen a la reparación? Hoy más que nunca se necesita esta
reparación, para aplacar mi justicia; multitud de horribles pecados se están
cometiendo en el mundo y quiero almas que me desagravien”.Siguió rezando el
Vía crucis con más fervor y contemplando de un modo muy vivo todo, y al ver la
crucifixión, le pareció que Sta. María Magdalena la tomó de la mano, y llevándola
al pié de la Cruz la hizo que junta con ella la abrazara, sintiendo esta alma las
gotas de sangre caliente que caían de los pies y manos del Señor crucificado.

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En la noche no pudiendo dormir, y acordándose del punto que se había de
meditar al día siguiente, que era de la prisión del Señor en la cárcel; en espíritu se
transportó al oratorio a acompañar a Jesús Sacramentado y acercándose al altar le
dijo: ¿Qué estás haciendo Jesús mió tan solito? Inmediatamente le pareció ver al
Señor parado con las maños atadas, los ojos vendados y que le contestó: “estoy
sufriendo y llorando los pecados de los hombres”; a poco vio que llegaban de
distintas clases de hombres; unos le pegaban con las manos, otros con palos, a la
vez escupiéndole la cara y otras inmundicias, diciéndole horribles palabras. Esta
alma llena de dolor al ver todo esto, se fue cerca de la pared de aquella cárcel
procurando no la vieran aquellos hombre, y acercándose como por la espalda de su
Dios y Señor le decía: no te fijes ni hagas aprecio de lo que te dicen estos hombres,
y acercándose a su oído le decía: aquí está esta miserable, que aunque pecadora,
mucho te ama y viene a consolarte; muchos fueron los afectos que de amor y
ternura le decía esta alma a su Amado el ver como era tratado.
El viernes 12 del mismo mes, estando en oración como a las ocho de la
mañana en el oratorio; le pareció ver a Nuestro Señor coronado de espinas, con el
rostro sumamente hinchado, amoratado y con sangre que le chorreaba de la
cabeza; las manos atadas con un grueso y áspero cordel; y al verlo detenidamente,
esta alma se llenó de dolor y compasión y le decía, ¿Qué hago para quitarte esa
corona que tanto te hiere tu santísima cabeza, y soltar tus manos que están tan
fuertemente atadas? Le pareció ver que se acercaba a ella y sentándose en el suelo
el Señor y reclinándose en su pobre cuerpo le decía: “Aquí vengo a descansar
contigo un momento.
El lunes siguiente 15 del mismo mes en la mañana al comenzar su hora de
reparación, le pareció oír sin ver absolutamente nada: “Con ansia te estaba
esperando para comunicarte un secreto: esta alma admirada de oír semejantes
palabras contestó: aquí estoy Señor mío, vengo a acompañarte y a desagraviarte de
tanto como yo te he ofendido y de todos los pecados de los hombres.
El 23 de marzo de 1915 a las ocho y media de la mañana, estando delante del
Santísimo Sacramento en el oratorio de la Familia de Corde Jesu” haciendo esta
alma la hora de reparación; sintiéndose como rodeada de la presencia de Dios, y
deseando recibir espiritualmente a su Jesús, le pareció sentir a Jesucristo
Sacramentado dentro de su pecho y llenándosele el corazón de un amor muy
encendido para con El, y esto la hacía decir muy tiernos efectos de amor y
reparación, y haciéndole esta pregunta: Dime Amado de mi corazón, ¿Cómo estas
ahora? Inmediatamente le pareció verlo en lo íntimo de su alma, frente a la casa de

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Pilatos recibiendo la Cruz de manos de sus enemigos y que le decía: “Si supieras
hija mía ¡que Cruz tan pesada es esta! Si no fuera porque mi Divinidad me
sostiene, sería imposible con fuerzas puramente humanas poder dar un paso con
ella; es inmenso su peso, y lo que más lo aumenta grandemente son los pecados de
aquellas almas predilectas a quienes tanto amo, como son a los Sacerdotes y las
almas a Mi consagradas Religiosas y otras; que me ofendan los hombres impíos y
los que están fuera de mi Iglesia; los que se han separado de Mi, mucho me duele,
pero, ¡que mis Ministros que me tratan tan de cerca y manejan mi cuerpo con sus
manos, que hacen mis veces en la tierra, y viven tan inmediatos a Mi, me ofendan;
no cumpliendo con sus obligaciones, viviendo tan disipados y entregados la mayor
parte de ellos al mundo, sin ocuparse de instruirse en las sagradas letras de las
santas Escrituras; es cierto que algunos predican mi Evangelio, pero muy
superficialmente y sin dedicarse a la oración que es adonde yo les daría luz para
cumplir con su ministerio! Todo esto me hace derramar lágrimas por ver a mi
Padre tan irritado y pronto a mandar terribles castigos; pero si ellos se enmiendan
y corrigen, alcanzarán misericordia y perdón y el mundo se regenerará
enteramente. Tu, hija, haz saber esto”. Esta pobre alma asustada y muy conmovida
le decía: Quien soy yo miserable pecadora y peor que la misma nada, para que te
dignes ¡Dios mío! decirle estas cosas, ¿A quién se lo digo, o cómo hacer para que
se sepa? Por ahora ni con mi confesor puedo hablar por estar enfermo; y le pareció
oír: “Con el primer Sacerdote que hables díselo”. Volvía a insistir esta alma: Señor
ni me lo creerá y dirá que es cosa de mujeres e ilusiones del Demonio, por qué no
te diriges a otra y no a mí; le contesto: “si no lo dices te tomaré en cuenta”.
Hoy viernes de los Dolores de la Santísima Virgen, 26 de marzo del mismo
año, estando esta alma en oración en el mismo lugar y como a las nueve de la
mañana: le pareció ver a Nuestro Señor delante de ella, lleno de majestad y como
airado, con una espada en la mano derecha, y con la izquierda indicando las
ordenes que daba a muchos ángeles que estaban cerca de el y también ellos con
espadas en las manos. El Señor decía: “Los hombres no se enmiendan, me han
cansado la paciencia y es fuerza que mi justicia caiga sobre ellos”. Los ángeles
iban y volvían de un lado para otro, y parecía estaban como en el aire. Esta alma se
sentía muy impresionada y decía: ¡Dios y Señor mío! ¿Qué no ves cuántas almas
están desagraviándote, mira alas Religiosas Adoratrices que están continuamente
delante de ti adorándote; las Capuchinas en continua penitencia, lo mismo que las
Pasionistas y otras muchas almas, y las iglesias están algunos días llenas de gente
que acude al santo Sacrificio y a recibirte en la comunión? Y le pareció que le
contestó: “Sí, ciertamente, pero la mayor parte lo hacen todo muy superficialmente

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y son muy pocas las almas que de veras me amas y me desagravian”. Por mas que
esta alma con lágrimas y llena de dolor le pedía perdón ofreciéndole los Dolores
de su Santísima Madre diciéndole lo que había padecido con El, le parecía que no
la atendía y se mostraba más y más indignado.

[1916]
Estando en oración delante del Santísimo expuesto en la custodia en la
iglesia de San Francisco de Paula el 7 de abril de 1916 primer viernes: le pareció a
esta alma ver un salón bastante grande, en el que estaba una mesa en forma de cruz
no completa porque le faltaba la cabeza o la parte de arriba, y alrededor de ella
muchas personas que estaban como en un festín y comían algunos manjares muy
delicados y sabrosos; vestidas de blanco y esas vestiduras muy resplandeciente y
todas ellas cargadas con cruces de varios tamaños; pero todas estas personas
estaban como sus rostros lo manifestaban, con un gozo y contento extraordinario;
esta alma contemplaba todo aquello desde la puerta del salón; le pareció oír una
voz que le dijo: “Estas son las almas víctimas que se han ofrecido a nuestro Señor
para aplacar su Justicia, pero faltan todavía muchas y es por esto por lo que no está
completa esta mesa en forma de cruz cuando se complete esta cruz y el número de
almas que la han de llenar, se alcanzará el perdón y vendrá la paz”. Esto pasaba a
las ocho de la mañana, y más tarde volviendo esta alma al mismo lugar, pero un
poco más cerca del altar y pensando en lo que le había parecido ver y oír, y
sintiéndose llena de amor para con su Dios y de afectos muy tiernos;
repentinamente le vinieron unos deseos tan vehementes de ver a su Amado y no
solo verlo sino tocarlo y pensaba: ¡Que dichosos son los Sacerdotes que cogen con
sus manos las sagradas hostias! Estas mis pobres manos, ¿Cuántas cosas tocan, y
no tienen la dicha de coger una hostia consagrada, es decir, el Cuerpo de mi Jesús?
¿Por qué no tengo yo esa incomparable dicha, aunque es cierto que lo recibo todos
los días dentro de mi corazón, pero no lo toco con mis manos? Estando en estas
reflexiones, le pareció oír en lo más íntimo de su alma: “Hija, no me tocas con tus
manos, pero que más quieres, me gustas, con mi carne te alimentas todos los días,
oyes mi voz y también me hueles”; y al decir esta palabra, apercibe esta alma un
olor tan delicioso y divino, que su cabeza como que se desvaneció y adormeció, y
en medio de este sueño siguió oyendo la voz que le decía: tienen que pasar por una
gran prueba las almas mis predilectas para que se acabe de aplacar mi justicia y
obtengan el perdón: ¿Quieres tú ser una de ellas?”esta pobre alma se sentía
confundida y humillada al oír esta invitación, y contestó: yo Señor y Dios mío, no

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soy digna de semejante invitación, ni de que me cuentes en el número de tus almas
predilectas, pero aquí estoy a tu disposición, soy muy miserable, pero Tú me darás
fuerza y tu santa gracia para sobrellevar lo que quieras, estoy dispuesta y pronta a
hacer tu santa voluntad; en el mismo instante se ofreció como victima, uniéndose a
las demás almas que han hecho este mismo ofrecimiento.
Estando esta alma en la iglesia de San Francisco de Paula asistiendo a la
santa Misa a las siete de la mañana, el 27 de abril de 1916 y pidiéndole a Ntro.
Señor que tuviera ya misericordia y nos perdonara, le pareció que le contesto: “Si
se reza con constancia y devoción el Salmo Miserere alcanzarán el perdón: haz tú
lo que puedas para propagar esta devoción”. Pasados dos días estando en la misma
iglesia le pareció oír lo mismo. En el mismo mes estando en la Parroquia a la hora
en que recibió a Nuestro Señor en la sagrada comunión; le pareció oír a su divino
Jesús que le dijo: “¡Hija mía! Haz todo lo que esté de tu parte para que se extienda
por todas partes el rezo del Salmo Miserere y así mitigaré los rigores de mi
justicia.
El día 14 de Septiembre de 1916 estando en la Parroquia, al recibir a Nuestro
Señor en la Sagrada comunión; le pareció que el mismo Señor le dijo: “Con [la
cruz] se redimió el mundo, así, con la Cruz se salvará México”. Al día siguiente en
la iglesia de San Francisco de Paula estando en oración a las siete y media de la
mañana, le pareció ver una procesión de mucha gente y que todas llevaban cruces
en las manos, precedía esta procesión San Miguel Arcángel, llevando él un
estandarte blanco con un letrero con letras realzadas y doradas que decían: “Con la
Cruz se salvará México”. Y el asta del estandarte terminaba hacia arriba en una
cruz de mayor tamaño que las que llevaban las demás personas.
El viernes primero de octubre día 6 de 1916, estando esta alma haciendo la
hora de reparación delante de Jesucristo Sacramentado en la misma iglesia; le
pareció sentirse en medio de un campo bastante grande y a grande distancia veía
una altura y en ella le parecía ver a Nuestro Señor, pero sin distinguirlo muy bien;
deseosa de llegar a aquel lugar, no le era posible porque se lo impedían varios
obstáculos, enormes ramas cuajadas de espinas; grandes pantanos y por otro lado
veía horribles llamas de fuego. Pasados unos momentos, sin saber como, se
encontró ya cerca de aquel lugar que tanto deseaba ver de cerca; ahí le pareció ver
de una manera muy clara en aquella altura a Nuestro Señor parado en el centro
como esperando a, todos los que llegaban hacia El por cuatro caminos, dos a la
derecha y dos a la izquierda, y por estos caminos iban muchas personas, todas
drigiéndose [sic. dirigiéndose] hasta el lugar en donde estaba el Señor; por un

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camino del lado derecho iban formados con mucho orden, Obispos y sacerdotes y
por otro Religiosos de varias Ordenes; por los del lado izquierdo por uno
Religiosas de muchas Ordenes y congregaciones y por el otro toda clase de
personas pero lo que más se veía era niños; todas estas personas llevaban cruces de
distintos tamaños cargadas sobre los hombros, y algunas las llevaban tan grandes y
pesadas que parecía no podían andar sino con mucha dificultad, porque era tan
grande peso que los doblegaba. Esta alma queriendo tomar parte en aquella
procesión procuró ir de tras de las religiosas; pero sintió que la tomaban de la
mano y la llevaron entre las que iban por delante y le cargaron una cruz bien
pesada que le parecía no poder soportarla. Al ir llegando a los pies del divino
Salvador, todos se postraban con mucha reverencia y respeto y ofrecían las cruces
al Señor que lleno de bondad aceptaba y a todos bendecía.
El 22 de octubre de 1916 al recibir al Señor en la sagrada comunión a las
cinco de la mañana en la iglesia Parroquial: le pareció sentir muy claramente la
presencia de su Dios que se unía con ella, sintiéndolo dentro de sí misma, y como
muy cerca, pero fuera de ella un grande acompañamiento que venía tras del mismo
Señor, que era la Sma. Virgen, Sr. San José, Sta. Teresa la Bda. Margarita, Sta.
María Magdalena, Sn. Ignacio de Loyola y otros muchos Santos a quienes ella
invoca todos los días, y además muchísimos que ni alcanzaba a distinguir de la
multitud que eran a más de los ángeles que eran sin número.
Le pareció que le dijo su amado Jesús al tomar posesión de ella: Tú eres mi
esposa de amor, me he desposado contigo; hoy me desposo de nuevo con un
desposorio de dolor”. Se sentía esta alma llena de un gozo sin igual y rodeada de
una luz inexplicable.
En este mismo día se estableció en la iglesia de San Francisco de Paula, un
ejercicio expiatorio en el que se canta el salmo Miserere, el Rosario y la Letanía de
los santos, implorando el perdón de Nuestro Señor irritado que nos está castigando
con los tres azotes más terribles, la peste, hambre y guerra. Este ejercicio será
todos los domingos de las seis a las siete de la tarde, en el que habrá media
Exposición, y en particular será para los niños y niñas, los que harán unas
pequeñas penitencias. Ya con este ejercicio se dará principio al darle gusto a Ntro.
Señor que varias veces le ha pedido a esta alma el rezo de este hermoso Salmo.
Quince días antes esta alma se consagró de un modo especial al Espíritu
Santo, y no solo ella, sino a todas sus compañeras; prometiéndole invocarlo
siempre, y procurando extender en cuanto pueda esta devoción.

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