El objetivo de este trabajo es hacer una lectura de la novela El palomo cojo, publicada
en 1991, a partir de la cual pueda ubicársela en el entramado de las escrituras del yo no
convencionales, es decir, que deliberadamente se apartan de las premisas que en Occi-
dente han regido al discurso autobiográfico, el cual, como veremos, se construye a par-
tir de una sólida imagen del yo masculino y unificado. Sostenemos que la novela de
Eduardo Mendicutti realiza una suerte de doble deconstrucción: del género literario al cual
adscribe y del género sexual, para cuyo análisis los aportes de los llamados estudios queer
conforman un corpus metodológico que posibilita agudizar la reflexión en torno a las
maneras en que la literatura puede poner de relieve, para socavarlos, los modos en que
se construye lo que se considera normal, natural o esencial1.
El palomo cojo, quizás una de las novelas más expresivas del escritor andaluz, es el rela-
to en primera persona de Felipe Calderón Lebert -con seguridad ya adulto en el mo-
mento en que enuncia- que evoca los tres meses del verano de 1958 en que convaleció
en la casona de sus abuelos maternos, franquistas de un pueblo de Andalucía, reponién-
dose de una afección pulmonar. La novela se presenta como una suerte de reconstruc-
ción ficticia de vivencias y de estados subjetivos experimentados tal vez por el mismo
Mendicutti, quien, igual que su protagonista, muy probablemente debió atravesar la con-
flictiva situación de asumir una identidad sexual no sujeta a la norma, en un medio tan
poco propicio para comportamientos sexuales y políticos disidentes. Porque, como ve-
remos, uno de los aspectos más significativos de esta novela radica en la manera en que
esa transgresión vergonzante a la norma sexual utiliza como referentes a sujetos que ade-
más se han desviado por el camino de las ideas políticas2.
Partimos para la inscripción genérica de El palomo cojo como novela autobiográfica de
las consideraciones sobre la autobiografía que Darío Villanueva expusiera en 19933. Recu-
perando el carácter ficticio del género apuntado ya en sucesivas formulaciones por la críti-
ca tanto estructuralista como deconstructivista (Lejeune, Olney, Gursdorf, Barthes, De
Man), Villanueva sugiere que la clave de la autobiografía no se encuentra en el pacto refe-
rencial entre el autor y el lector ni en las figuras retóricas de la metáfora4 o de la prosopo-
peya5, sino en la de la paradoja que une contradictoriamente las nociones de realidad y fic-
ción6. La vida individual o la «identidad del yo»7, dimensiones principales del género auto-
1 Luciano MARTÍNEZ, “Transformación y renovación: los estudios lésbicos-gays y queer latinoamericanos”, en Revis-
ta Iberoamericana, 225 (2008), pp. 861-876: p. 865.
2 Cfr. Oscar ESCÁMEZ, “La homosexualidad masculina en la narrativa hispánica durante los años 90”, en Miradas so-
bre la sexualidad en el arte y la literatura del siglo XX en Francia y España, Valencia, Universidad de Valencia, 2000, pp. 314-
426. Para Escámez la transgresión en El palomo cojo es predominantemente sexual.
3 Darío VILLANUEVA, “Realidad y ficción: la paradoja de la autobiografía”, en Escritura autobiográfica: actas del II Semi-
nario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral, Madrid, UNED, 1992, pp. 15-32.
4 James OLNEY, Metaphors of Self: the Meaning of Autobiography, Princeton, Princeton University Press, 1972.
5 Paul DE MAN, “La autobiografía como desfiguración”, en Suplementos de Anthropos (La autobiografía y sus problemas
teóricos. Estudios e investigación documental), 29 (1991), pp. 113-118.
6 VILLANUEVA, “Realidad y ficción” cit., p. 18.
7 VILLANUEVA, “Realidad y ficción” cit., p. 20.
Adriana Virginia BONATTO
15 Ángel LOUREIRO, “Direcciones en la teoría de la autobiografía”, en Escritura autobiográfica: actas del II Seminario In-
ternacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral, Madrid, UNED, 1993, pp. 33-46.
16 Loureiro considera, de hecho, a la escritura autobiográfica como una más de las «tecnologías del yo» descritas por
Foucault: «El sujeto “cuida de sí” al escribirse; se inscribe bajo la mirada del otro/destinatario de su escritura y como pro-
ducto de relaciones de poder con “otros” a los que también inscribe en su texto. Si consideramos que el sujeto se cons-
tituye por medio de una doble sujección (de instituciones y disciplinas, y a su autoconsciencia) podemos considerar la
autobiografía no como el acto de reproducción o de autoconstitución de un sujeto sino como el lugar privilegiado en
que esa doble sujección se manifiesta y por la cual, al mismo tiempo, al sujeto lo hacen y se hace». Cfr. LOUREIRO, “Di-
recciones” cit., p. 44.
17 Jean-Paul SARTRE, Las palabras, trad. esp. Manuel LAMA, Buenos Aires, Losada, 1990 (primera edición 1964).
18 SARTRE, Las palabras cit., p. 91.
19 MOLLOY, Acto de presencia cit., pp. 17-18.
20 MOLLOY, Acto de presencia cit., p. 18.
Adriana Virginia BONATTO
Sidonie Smith llama acertadamente la mitología fundante del sujeto (masculino) unificado21,
y es por eso que el relato concluye en el mismo instante en que el reconocimiento de esa di-
ferencia insalvable llega a la conciencia del personaje.
Según Villanueva, la problemática del tiempo en la autobiografía es tan decisiva como
la de la propia enunciación e identidad del yo, y ambas dimensiones constituyen «una ver-
dadera estructura de dependencias mutuas»22. Esta sintonía requiere, como elemento fun-
damental, la existencia de un cierre rotundo que coincide justamente con el momento de
la escritura. La fuerza elocutiva de la veredicción estaría entonces determinada por la cer-
canía o lejanía de lo narrado con el punto desde el que se elabora el discurso autobiográ-
fico. La minuciosidad realista de los días del verano narrados en El palomo cojo y el corte
abrupto en un punto del pasado sin solución de continuidad con el presente desequilibran
la dependencia, en la configuración de la identidad, entre el yo y la dimensión temporal a
través de la cual éste se desarrolla, poniendo a la infancia, como dijimos, en un estado de
absoluto dominio narrativo y psíquico.
21 Sidonie SMITH, “Who’s Talking / Who’s Talking Back? The Subject of Personal Narrative”, en Signs, 2 (1993), pp.
392-407: p. 395.
22 VILLANUEVA, “Realidad y ficción” cit., p. 20.
23 Eduardo Mendicutti, El palomo cojo, Barcelona, Tusquets, 1991, p. 44.
24 Cfr. Jaime CÉSPEDES GALLEGO, “Nuevos elementos para el estudio de la autobiografía”, en Revista de investigación li-
teraria, 9 (2006), pp. 25-39: p. 31.
Género y novela autobiográfica. El palomo cojo de Eduardo Mendicutti desde una perspectiva queer
eso, según Mary –la criada– no tenía suerte entre las hembras, la cojera que el sastre había
notado levemente en él lo llevaría al mismo destino. El término raro, por su parte, también
es asociado al miedo de ser parte del grupo de los excluidos por la moral familiar (como el
solitario y mañoso tío Ricardo, el manicura homosexual Cigala, etcétera). La conciencia
infantil del narrador de El palomo cojo desconoce, sin embargo, la connotación sexual del
vocablo y deja así en evidencia el sistema de dominación que proporciona un contenido
violento a este adjetivo cuando es utilizado como epíteto de un nombre propio:
Por eso me callé [el narrador hace referencia a lo que él sabía sobre moda femenina], por eso me
callaba a veces muchas cosas, porque me daba miedo que dijeran que era rarito. Rarito había sido
tío Ricardo cuando era niño, y ya se veía cómo había terminado el pobre. Rarito fue siempre, se-
gún tía Victoria, José Joaquín García Vela […] y por nada del mundo quería ser como él […]. Y
rarito había empezado siendo Cigala, el manicura, según él mismo decía, rarito desde chavea, y ha-
bía acabado siendo maricón. Así que yo procuraba no hacer ni decir nada […]. Y me aguantaba,
pero siempre me entraban ganas de llorar25
La relación de las autobiografías canónicas con la infancia, como hemos visto, se supe-
dita a una autofiguración apropiada a la imagen pública labrada por el yo26. Esta necesidad
da lugar al ya conocido deslinde entre lo público y lo privado. Por otro lado, la dialéctica
entre ambos espacios se juega en relación con uno de los imperativos genéricos de la au-
tobiografía: decir la verdad. El cuidado de sí desarrollado por Foucault en Tecnologías del yo27 es
una de las funciones del discurso autobiográfico, cuyas características han sido trabajadas por
Ángel Loureiro28 y José Amícola29: decir la verdad sobre uno mismo llegaría a convertirse
en un elemento fundamental en la formación del sentimiento de pertenencia de un indi-
viduo a su comunidad30. Esta realidad confirma la continuidad funcional o la interdepen-
dencia entre los espacios de lo privado y de lo público en las autobiografías. No obstante,
el caso de la novela autobiográfica de Mendicutti nos confronta con una problemática que
no se ajusta a una ni otra esfera y que tampoco se explica mediante la interdependencia
mencionada. La vergüenza infantil sobre cuyas causas no media ningún tipo de entendi-
miento adulto no estaría dando voz a la esfera de lo privado, sino, drásticamente, a la esfera
de lo culturalmente ausente. El hecho de que el texto no proporcione ninguna explicación
sobre los motivos de las sensaciones descritas, es decir, ninguna clausura de sentido que ubi-
que el relato en un devenir temporal que culmine con la realización del yo, configura un
espacio abierto a una pluralidad de significaciones que atraviesan la distancia entre el espa-
cio de lo público y el espacio de lo privado para configurar el lugar impensado de lo invi-
sible, dando cuenta de la ideologización de cualquier discurso orientado a mantener las es-
feras separadas. La novela de Mendicutti expone así la existencia de un cúmulo de expe-
riencias, transitadas por sujetos culturalmente abyectos, para cuya comprensión los lugares
asignados por la cultura patriarcal (lo masculino y lo público versus lo femenino, lo mater-
nal y lo privado) son insuficientes, además de opresivos. Pero hay algo más: esta novela tam-
bién problematiza los lugares comunes de vencedores y de vencidos, que en la España de
Franco modelaron la subjetividad y el comportamiento de las personas y de las familias,
dando lugar a modificaciones intrafamiliares de lo más variadas. De acuerdo con esta pers-
pectiva, la presencia de elementos sexual y políticamente disonantes en familias conserva-
doras y nacionalistas abre la posibilidad de narrar de otra manera las configuraciones socia-
les ya conocidas de la posguerra, tan caras al mito de las dos Españas. El punto culminante
de la novela es el capítulo en que «los bichos raros de la familia»31 se reúnen de madruga-
da para oír recitar poesías de Federico García Lorca: se trata de la tía Victoria, artista auto-
exiliada y con una moral escandalosa, del tío Ramón, perseguido por la policía franquista
y bisexual declarado, la criada Mary y el propio Felipe.
La obediencia genérica
La tergiversación de los presupuestos sobre los que se emplaza el discurso autobio-
gráfico tradicional deconstruye, como decíamos, el género literario y el sexual al instalar
un yo que se ubica fuera de la matriz cultural dominante. Sin embargo, Felipe Calderón
Lebert paradójicamente se presenta a sí mismo como un caso de aprendizaje adecuado de
la norma. Su sexualidad no compromete una no identificación con la oposición exclu-
yente de lo femenino y lo masculino, sino que es el resultado de la repetición de una se-
rie de prácticas y de la incorporación de un sistema de valores atribuibles a la formación
de las niñas en la España conservadora de Franco. Parece inevitable que todo sujeto que
lea Mujercitas, que sueñe con ser la emperatriz Sissi o alguna estrella de cine, que pinte
vírgenes, que incorpore, por imitación, los juicios de valor que describen a las otras mu-
jeres (la que no sabe arreglarse, la falangista que es «de puño cerrado»32, la elegante, la
solterona, etcétera), se convierta en una persona que desea, habla y piensa como una mu-
jer. De la misma forma en que lo haría de manera mucho más radical más tarde con Yo
no tengo la culpa de haber nacido tan sexy33, Eduardo Mendicutti construye la subjetividad
de su personaje de manera tal de poner de relieve el carácter performativo de toda iden-
tidad que se supone estable y de volver «visibles los binarismos fundantes de las identi-
dades modernas», utilizando la descripción que Luciano Martínez hace de las prácticas
queer34. Asimismo, y a diferencia de la creencia apoyada por el saber médico legal y por
la política de identidad gay, la ubicación problemática de la identidad de género del pro-
tagonista de El palomo cojo hacen difícil concebir la homosexualidad como un polo
opuesto de la heterosexualidad. El hecho mismo de que el aprendizaje de género pro-
venga de la experiencia junto a una tía libertina, a un tío bisexual y a una criada atrevi-
da ofrece claves para entender ambas identidades en una relación de continuidad35.
Ahora bien, como se desprende de los comentarios sobre la novela, es imposible para
una identidad no hegemónica representarse sin la invocación a los otros como copartícipes
en la construcción del yo, en contraposición con la imagen de la identidad como algo au-
tónomo, unitario y clausurado que define a las premisas del discurso autobiográfico hege-
mónico36. De modo similar al que Susan Friedman37 describe en las autobiografías escritas
por mujeres, en las que el yo que se proyecta no es «ni una entidad aislada, individualista,
ni un ente colectivo, sino una combinación de ambos»38, El palomo cojo construye un yo
que es relacional y cuya conciencia no se opone a las de los otros, sino que las incorpora
para dar cuenta de una pluralidad dentro de la identidad y, en consecuencia, de un caso sin-
gular de identidad colectiva, cuya característica distorsionante es el hecho de representar las
aspiraciones y las fantasías del colectivo femenino de la posguerra española en un pueblo
de provincia. Si todo relato autobiográfico, tradicional o contra-hegemónico, asume, en
principio, cierto carácter representativo (universalista o de colectivos marginados), la pre-
gunta que debemos hacernos es en qué medida la identidad elaborada a lo largo del relato
en primera persona de Felipe está fehacientemente representando un colectivo marginado
como el de los varones homosexuales que dos o tres décadas más tarde se apropiaría del es-
pacio público revolucionando el Madrid de la posdictadura, aquél que fue escenario del
destape de los ochenta. Estos últimos se caracterizarán, como sabemos, por una marcada de-
fensa reivindicativa de su oposición al heterosexismo. El narrador de Mendicutti, en cam-
bio, en ningún momento muestra su conciencia vindicativa sino que aparece obediente en
todo lo relativo al aprendizaje femenino de género, prefigurando, tal vez, al Jesús López So-
ler que en los noventa ejercitará su cuerpo y su intelecto para travestirse en la santa Re-
becca de Windsor, en Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy39.
Sin tener en cuenta ese plus con que el problema del género sexual reelabora el molde
narrativo a partir del cual Occidente definió al varón deseable, sería difícil explicar la razón
por la que El palomo cojo, en su torsión a las otras normas culturales (la literaria y la políti-
ca), no puede equipararse sin más a las prácticas discursivas del posmodernismo literario que,
en su vertiente realista, según Oleza40, abogan por una pluralidad de subjetividades no uni-
versales. Estamos ahora frente a un caso radical de subjetividad que no representa otra co-
sa más que su carácter de construcción, de performance y que, por eso mismo, no puede ni
desea ser modélica.
Resumen: Este trabajo reflexiona acerca de cómo la novela autobiográfica El palomo cojo (1991) de Eduardo Mendicutti
realiza una doble deconstrucción del género literario y del género sexual tergiversando los presupuestos sobre los que se
emplaza el discurso autobiográfico tradicional. La narración instala un yo que proporciona mediante equívocos la infor-
mación necesaria para ser comprendido como representante de una conciencia atribuible a un sujeto abyecto o disidente de
la heteronorma, echando luz sobre las relaciones problemáticas entre la identidad, la alteridad y el discurso autobiográfico.
Palabras clave: El palomo cojo, género sexual, novela autobiográfica, identidad, franquismo.
Abstract: This article aims to reflect on the ways that Eduardo Mendicutti’s autobiographical novel El palomo cojo (1991)
shows a sort of double deconstruction of both the literary genre and the sexual gender, distorting the assumptions on
which the traditional autobiographical discourse has been built. Through a series of misunderstandings, the story installs
an “I” that gives information that shows that he is representing the subjectivity of an abject subject or dissident of the het-
eronormativity. The construction of this subject sheds light on the problematic relations among identity, otherness and au-
tobiographical discourse.
Keywords: El palomo cojo, gender, autobiographical novel, identity, Franquism.