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Los Cuadernos del Pensamiento

DESTINOS DEL
TRINITARISMO
ESPAÑOL
Alberto Cardín
Tres dogmas, principalmente céntricos en el te­
soro de nuestra religión, han polarizado la vida y la
actividad de nuestro pueblo: la Trinidad, la Euca­
ristía y el Misterio de la Inmaculada Concepción de
María.
J. Madoz, La teología de la Trinidad en los sím­
bolos toledanos.

D
e los tres dogmas que el P. Madoz ha­
bla en la cita que esto encabeza, los
dos últimos resultan perfectamente com­
prensibles, en la medida en que hacen
referencia a objetos fetichizados -es la forma con­
sagrada como objeto mágico, no el misterio de la
Transustanciación, lo que se adora- o a creencias
atávicas, relacionadas con cultos hábilmente asu­
_midos por el cristianismo, en la Cuenca Medite-
rránea sobre todo -y sólo tardíamente integrados
por la teología reflexiva.
En ambos casos el objeto látrico es objetivable,
bien sea por la vista o por la experiencia fantasmá­
tica, haciendo intervenir apenas al concepto, lo
que permite el despertar inmediato de la adhesión
sensible por parte de las masas. Muy otra, en
cambio, es la comprehensibilidad que requiere el
misterio de la Trinidad, cuyas sutilezas ocuparon
el discurrir de las principales mentes del Oriente y
el Occidente mediterráneos, durante los ocho pri­
meros siglos del cristianismo:
Que la adhesión popular prestada a una u otra
de las posiciones teóricas adoptadas frente a este
dogma crucial durante estos siglos es algo que
requiere una explicación cultural se demuestra en
la forma como estas posturas, matizadamente ex­
puestas por los teólogos, fueron asumidas por
pueblos enteros transformadas de credos en con­
signas: convirtiéndose cada credo en enseña iden­
tificatoria, cuya fórmula, las más de las veces,
La Trinidad. Museo del Prado, Madrid.
difícilmente podían comprender sus mismos de­
fensores.
El credo arriano, por ejemplo, en su fórmula
más simple -la del «Testamento de Ulfilas»,
transmitido por Auxencio (1)-, pudo, tal vez, que­
dar a salvo de las diversas formulaciones y varian­
tes pactadas en el período que va de Nicea al
Constantinopolitano I, pero no de los intentos de
manipulación política intentados, por ejemplo, en
España por Leovigildo (2). La fe arriana, sin em­
bargo, se había identificado de tal forma con la
fides gothica que la consigna que, un tanto sim­
plonamente, reduce Américo Castro al Gloria Pa­
tri, per Filium in Spiritu Sancto (3) difícilmente
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hubiera podido ser identificada por un gardingo predicación, no la da ni su atractivo personal, ni


visigodo como el intento de enunciar la suprema­ su poder de convicción, ni su humildad, notas,
cía del Padre, frente a un hijo que reconoce su todas ellas, con las que Sulpicio Severo pretende
supremacía «ut sacerdos adorat Deum suum» (4): retratarlo. Tampoco la da el estado de efervescen­
lo único que al fiel arriano-godo importaba es que, cia social de la época -explicación que Barbero
de tal forma, se desmarcaba del hispanorromano, ofrece en su Priscilianismo ¿movimiento social o
a quien -curiosamente, como posteriormente ha­ herejía? (10 bis)- ya que tal efervescencia hubiera
rán los musulmanes (5)- considera «politeísta». podido optar, igualmente, por la oposición bando­
Tal reconversión de un dogma esencial y com­ leril, pura y simple, o por el arrianismo.
plejísimo en mera fórmula ritual y reiterada ex­ Es más bien la hábil síntesis de creencias popu­
plica que, en España en concreto, pasara a con­ lares, supersticiones rituales, larvado comuna­
vertirse en tema de debate social durante tantos lismo social y solapado rechazo de la jerarquía
siglos -más que en ninguna otra parte del Oriente oficial lo que promueve el éxito de la doctrina de
y el Occidente cristianos-, una vez convertido en Prisciliano entre las masas. Unas masas que, al
sello identificatorio de posturas sociales e ideoló­ igual que él, no están fundamentalmente por la
gicas enfrentadas. anarquía social -de ahí su no adopción del camino
Lo que no se explica a simple vista es que el armado de la bagaudia- ni por las sutilezas teoló­
debate aquí durara más que en ninguna otra parte gicas -que eran propias del arrianismo, tan pro­
del Mundo Mediterráneo, sin que tuviera unas clive a la multiplicación de fórmulas y credos
características tan pertinaces. (11)-, sino por la oposición difusa o camuflada.
Una explicación puramente superficial, fundada El famoso «jura et periura, secretum prodere
en los meros acontecimientos, nos llevarían a po­ noli», que Agustín atribuía a los priscilianistas en
ner la polémica trinitaria española por cuenta de su carta a Ceretio (12) -y que repite en su res­
las personalidades que en cada momento se erigie­ puesta el gallego Consencio (13)-, podría tal vez
ron en defensores de una u otra de las posturas en decirse de los más ilustrados seguidores del here­
pugna. siarca -tal vez los que aparecen como relapsos en
La primera aparición del problema vendría así a el Toledano I, a. 400 (14)-, pero no a las grandes
originarse en el hecho de que un obispo de tanto masas de seguidores, que caían más bien bajo los
prestigio como Osio de Córdoba, después de eri­ anatematismos disciplinares del Concilio de Zara­
girse en campeón de la ortodoxia trinitaria en Ni­ goza del 380 (15).
cea, claudicara finalmente en Sirmio (a. 357), y Doctrinalmente, estos difícilmente podían saber
acompañado de Potamio de Ulissipo -apóstata de si lo que Prisciliano enseñaba era una mezcla de
la ortodoxia como él (6)- viniera a España a im­ teología sabeliana y moral maniquea (16), o si
poner los decretos imperiales sobre la primacía consideraba el relato bíblico como una mera tras­
arriana. Todo, según cuentan Faustino y Marce­ posición simbólica de las partes del cuerpo, some­
lino, los grandes propagandistas del luciferinismo, tidas la rección de los astros -tal como Orosio
se hubiera resuelto con facilidad, de no ser por la cuenta en su Commonitorium a Agustín (17).
oposición de Gregario de Elvira:, quien, con la Quien más se acerca, sin duda, a la verdad
ayuda de Dios, hizo morir al réprobo Osio a sus ideológica del priscilianismo es León Magno, en
pies (7). su carta a Toribio de Astorga, cuando dice: «mul­
Este relato que, tanto Menéndez Pelayo como tiplicem sibi foetulentiam miscuerunt>> (18) -mez­
el P. García Villada, califican de difamatorio ,y claron por igual sabelianismo, gnosticismo, mani­
hasta obsceno, puede ser exageradamente propa­ queísmo, astrología pagana y supersticiones popu­
gandístico -su forma canónica, sin embargo, ape­ lares-. Fueron, en suma, añade el Papa León, «la
nas difiere del relato de la muerte de Arrío en un cloaca de todas las herejías». Aunque desde el
retrete, tal como Atanasio la describe en su Epis­ punto de vista popular, dicha «cloaca» resultara
tula ad Serapionem (8)-, pero no por ello puede ser la combinación más adecuada a su propia iden­
dejar de ser considerado cierto, en la medida en tificación e inquietudes.
que Febadio, sin dejar de afirmar su respeto por la Lo importante del caso, en cuanto se presenta
anterior actuación de Osio, lo confirma en su Ad­ como el gran enigma de las herejías españolas -y
versus Arianos (9). Como tal relato, sin embargo, su modelo, según recalca Sáinz Rodríguez comen­
apenas explica la reacción antiarriana que, a partir tando a Pelayo (19)- es el carácter difuso -«cir­
de entonces, parece desatarse en España, ya que cunfuso», diría el propio Prisciliano (20)- que
en esta época, ni Orosio ni !dacio, dan noticia adopta esta mortal plaga de la ortodoxia durante
alguna de movimientos de masas favorables a la tres siglos, lo que la lleva a aparecer disfrazada de
idea arriana. mil maneras -conformes en cada momento con la
Tales movimientos aparecen por primera vez en fantasmagoría específica de su debelador.
torno a la figura de Prisciliano, de quien Sulpicio Todos los estudiosos se muestran de acuerdo en
Severo, en su Crónica, dice taxativamente: «ca­ que, tras el Bracarense I, en el 561, donde apare­
tervatim ad eum confluevant» -acudían a él en cen atribuidas al priscilianismo prácticamente to­
masa (10). das las herejías conocidas, desde las rigoristas
La explicación de tal turbamulta, en torno a su hasta las orgiásticas, pasando por las dogmáticas
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-lo que queda de la herejía «gallega» (21) son sólo


ya «leves ecos» (22)-. A pesar de lo cual, siglo
después de dicha «remisión» herética, y siglo y
medio después de la unificación católica de Es­
paña, vemos aparecer mencionados y abominados
en el exordio del Bracarense III toda una serie de
«malos usos» rituales que transparentan claros res­
tos de sabeísmo, mezclados con elementos cultu­
rales gnósticos y paganos (23).
El nombre de la herejía se ha disuelto, pero no
su realidad multiforme, que aparece de nuevo ca­
muflada en el cuerpo mismo de la Iglesia oficial. A
ello han contribuido, sin duda, los problemas de
tipo directamente político que absorbieron las
preocupaciones de la jerarquía ortodoxa desde el
momento de la abjuración arriana: la necesidad de
consolidar el nuevo trono católico mediante una
· fórmula semi-institucional, y la lucha contra los
elementos godos renuentes a la fusión, a algunos
de los cuales hubieron de aceptar en comunión
episcopal (24).
La herejía situada en un terreno no puramente
político y conspiratorio, -se manifiesta, no obs­
tante, de manera intermitente. Apenas han trans­
currido treinta años de la reconciliación arriana
bajo Leandro de Sevilla, cuando el hermano de
éste, Isidoro, tiene que convocar concilio en la
Bética -el Hispalense II- para condenar, no sólo
una nueva herejía de cuño sabeliano, la de los
«acéfalos», sino toda una serie de abusos rituales,
que iban desde la consagración de diáconos y
presbíteros sin contar con los obispos, hasta la
constitución de alteres, la emisión de edictos, la
consagración de crisma y la reconciliación de he­
rejes efectuadas por simples presbíteros (25).
Las «profundas y perturbadoras corrientes ocul­
tas» de que Thompson habla (25 bis) aludiendo al
primer cuarto del siglo VII, colocado bajo la égida
de Isidoro, no resultan pues tan ocultas, ni tienen
que esperar a las turbulencias que acompañan y
suceden al reinado de Wamba para hacer su apari­
ción de nuevo: es la conversión forzada de los
judíos bajo Recesvinto, y la vigilancia a que debe
someterlos el Toledano IX, para que no «judaí­
cen» (26), o la destitución de Potamio, obispo de
Braga, al año siguiente, por lujurioso (27). Y más
importante aún: las disposiciones contra el culto
de los ídolos de los concilios XII y XVI de To­
ledo, lo que demuestra la perfecta perpetuación
La Asunción. Museo de Santa Cruz, Toledo.
del paganismo durante todos estos siglos de su­
puesta cristianización total, habida cuenta que los
usos mencionados son los mismos que Martín de
Braga perseguía casi dos siglos atrás en su De
correctione rusticorum (28). Sin contar ya «abo­
minaciones» puramente morales, pero que pare­
cían afectar tanto al alto clero como a la nobleza,
y que aparecen contenidas en la disposición III del
Toledano XVI, titulada «De sodomitis» (29).
A esta corriente multiforme, intermitentemente
manifiesta, y carente ya de nombre desde el Bra­
carense I, la Iglesia oficial hispanogoda opone una
continuada complicación del credo trinitario, cuya

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barroquización enunciativa no se corresponde a No hay en la historia de los credos, como acer­


primera vista con una concorde complicación y tadamente sostiene Künstle (39), uno sólo que no
ampliación de las herejías frente a las que se se haya efectuado en respuesta a una herejía con­
afirma. creta, y ello siempre con una doble intencionali­
En contraste con los primeros símbolos trinita­ dad: dejar sentados los puntos clave de la doctrina
rios españoles -los de Gregorio de Elvira y el ortodoxa, según una enunciación polémica -y por
Toledano I, sobre todo- orientados a «salvar la tanto especular- con relación a la aseveración he­
unicidad de Dios (contra la objeción arriana), y al rética; y hacerlo en forma tan sintética que el
mismo tiempo la pluralidad de personas (contra la nuevo symbolium pueda servir a la vez de enseña
interpretación sabeliana)» (30), los symbola Jidei y de indoctrinación memorizable por el vulgo.
¡ hispanogodos, a partir del 111 Toledano, entran en Ninguno de estos dos requisitos se cumplen en
¡ una dinámica de acumulación adjetiva que por sí los symbola toledanos, lo que los estudiosos tradi­
· sola bastaría ya para hacer sospechar, o bien la cionales tratan de justificar mediante la califica­
existencia de movimientos de oposición heréticos ción de tales credos como «símbolos-tratado».
que no se nombran en los anatematismos (debido, Realidad, ésta, que sólo podría admitirse en el
sin duda, a su carácter difuso y desorganizado), o supuesto de que los padres conciliares toledanos
bien un creciente formalismo de la Iglesia oficial, sólo fueran capaces de pensar colectivamente
como impotente respuesta ante una realidad in­ (40), y suponiendo igualmente que el credo apare­
dominable, a la que pretende conjurar mediante la ciera como tratado exento, y no como exordio y
recombinación estéril de todas las fórmulas ante­ conjuro de los anatematismos que indefectible­
riores. mente lo siguen.
Más probablemente se trata de ambas cosas a la Vemos así aparecer, tras el presentado como el
vez, como se refleja en los formularios catequéti­ más perfecto de dichos «símbolos-tratado», el del
cos trinitarios que, atribuidos por el P. Villada en XVI Toledano, anatematismos de todo tipo, que
algunos casos al mismo Isidoro de Sevilla (31), van desde lo político a lo religioso, sin descuidar
debieron ser de uso común, dada su continuidad lo sexual. Condenas que al año siguiente, en el
hasta la época mozárabe (32): en ellos el vacuo y último ya de los concilios toledanos, se convierten
reiterativo juego de preguntas y respuestas tiene en claras denuncias de conjura política, por parte
un carácter tan formulario y tan complejo que de los judíos (41), mezcladas con anatemas contra
difícilmente podía servir para una real indoctrina­ quienes practican la brujería en el contexto de la
ción (33), y así en cambio para encubrir el doble misa ( «De his qui missam defunctorum per vivis
juego de los herejes solapados y la Iglesia dogmá­ audent malevole celebrare»).
ticamente aferrada al poder, sobre la gran masa de Faltan tan sólo 17 años para el desastre del
los mudables indiferentes. Guadalete, y las amenazas de disolución del reino
Este «trabajo de taracea» de los padres toleda­ Godo van bastante más allá, como puede verse,
nos es calificado positivamente por el P. Madoz de las luchas puramente políticas entre witizianos
de «feliz anacronismo» en pleno s. VII, en lo que y khindasvintianos que empiezan a gestarse bajo
coincide con Dom de Bruyne, quien al rastrear el Egica. La «conjura de los arrianos» de que habla
adopcionismo mozárabe en los sacramentarios vi­ Olagüe, empieza a prepararse para abrir las puer­
sigodos, califica globalmente a la teología trinitaria tas a sus «hermanos de fe» (42).
hispanogoda de «retrasada» (34), aunque en este Aunque tal vez resulta más fructuoso contem­
caso el tono sea peyorativo. plar esta disolución progresiva, que prepara la «al­
Retrasada o no, con todo, por referencia a las ternativa de poder» musulmana, como un mare­
elaboraciones bizantinas -que tan mal compren­ magnum ideológico en el que fuerzas sociales de
den las grandes cabezas episcopales godas, como todo tipo (tribales, campesinas, urbanas, y dentro
puede verse en la polémica cristotelista mantenida de esta última, «étnicas» y de clase) mudan cons­
por Eugenio de Toledo con la silla romana (35)- se tantemente de ideología, sobre un confuso pano­
adecúa perfectamente a las específicas condicio­ rama de alternativas ideológico-religiosas -caren­
nes españolas, tanto si es por puro y simple afán tes, desde el Bracarense I, de una enseña fetiche
barroquizante de los teólogos toledanos, como que sirva, alternativamente, de contrabandera, o
quieren Madoz y Aldama (36), como si es resul­ de chivo expiatorio.
tado de esa importancia frente a la realidad de que Más que una conjura general de, los «arrianos
antes hablaba. ocultos», como quiere Olagüe (43) -y por más que
Es, no obstante, bastante difícil poder admitir puedan discernirse conjuras concretas, como la
que la construcción de nuevos credos, como Ma­ denunciada por el XVII Toledano entre los judíos­
doz pretende, no tuviera «error alguno previo que hay que pensar en la intromisión -pedida- dentro
combatir, ni dogma espacial que proclamar» (37), de ese panorama político-ideológico confuso de
siendo su sola intención la de renovar el dogma las postrimerías visigodas, de un elemento nuevo
non membranis ... sed tenacitate memoriae (38), que sirve de aglutinador y polarizador de las fuer­
según la recomendación de Ildefonso de Toledo. zas en conflicto.
Mala memoria era esa que, no fiada en el papel, Dicho elemento no es ni en lo político, ni en lo
debía hipertrofiar el credo, y luego reescribirlo. militar, ni siquiera en lo racial, esencialmente di-

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Los Cuadernos del Pensamiento

verso de los distintos contingentes de intervención


extranjera, que apoyados en facciones internas, hi­
cieron su entrada en el ámbito peninsular durante
los dos siglos largos del reino de Toledo (44). Su
única diferencia estriba en lo ideológico, en la
medida en que aporta un tipo de fe reducido, en la
práctica, a una consigna mucho más comprensible
que la fe trinitaria, mucho más fácil de memorizar
que los symbola en que aquélla se resumía -tam­
bién mucho menos cambiante-, y directamente
utilizable en la práctica como enseña bélica: Bis­
millah! -No hay más Dios que Alá!
Cohesionados en torno a esta consigna simple y
aparentemente omniexplicativa, los elementos que
no se reconocen ni en las luchas de facciones de la
nobleza goda, ni en las complicadas formulaciones
trinitarias de la Iglesia hispano-goda, logran dar un
vuelco total a la situación, aunque la solución de
recambio sirva· sólo para establecer una bifurca­
ción de fuerzas, aparentemente simple, que da
lugar a su vez, en cada extremo, a una centrifuga­
ción de fuerzas de todo tipo: es lo heterogéneo no
integrado que vuelve por sus fueros tan pronto se
ha conseguido la victoria sobre el enemigo princi­
pal.
Lo nuevo, en todo caso, de esta renovada redis­
tribución de fuerzas, es que por primera vez desde
la desaparición del elemento unificador romano, la
lucha faccional de las diversas fuerzas sociales
hispanas se lleva a cabo en un terreno primor­
dialmente político, en la medida en que para el
Islam comunidad de fe y comunidad política son
una misma cosa, y cada facción herética pretende
siempre, sin rebozo alguno, la supremacía políti­
co-militar.
La trinidad, de este modo, como intento de
establecer ámbitos diferenciados y orgánicamente
conjugados del cuerpo social -tal como se plas­
mará fundamentalmente en el Imperio carolingio­
pierde toda importancia como tema crucial de la
contienda ideológica. Ha demostrado su ineficacia
a lo largo de toda la baja romanidad y la época
visigoda, como elemento integrador de las faccio­
nes hispanas, terminando en el estéril formula­
rismo de los credos toledanos, y da sus últimos
· coletazos en la polémica adopcionista, convertida
en una polémica ya puramente política entre la
postrada pero aún pretenciosa sede toledana ( que
intenta imponer un antitrinitarismo camuflado, de
Pentecostés. Museo del Prado, Madrid.
cuño islámico) y la herencia formularia neo-visi­
goda que intenta reivindicar para sí el reino Astur.
De semejante polémica sólo sacará partido la
Iglesia franca, que utilizará el saber trinitario de
los elementos hispanogodos de la narbonense (45)
para establecer su propia retórica trinitaria, fun­
dada en una orgánica distribución de funciones y
una separación metódica entre saber teológico,
organización política y consignas ideológico-polí­
ticas, en hábil síntesis, que encuentra su mejor
configuración lógica en la procesión trinitaria del
E. S. ex Patre Filioque (46).
Privados de esta forma de pensamiento y orga-
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Los Cuadernos del Pensamiento

nizac10n, los reinos, las taifas y las facciones his­ (12) Apud R. Flórez, introducción a Contra Mendatium,
panas se modelizarán sobre una lógica de tipo en Obras de S. Agustín, T. XII, Madrid, BAC, 1973, p. 543.
especular, en la que Mahoma y Santiago constitui­ La carta a Ceretio (la 237 des Mique) no aparece incluida en la
rán los dos extremos alternativos y mu- selección de cartas de S. Agustín en dos vols. preparada para
tuamente excluyentes a los que cada fac- � la BAC por Lope Celliruelo O.S.A. La cita de Flórez está
ción intentará asociarse (47). �
� tomada del De haersibus, donde Agustín resume todas las
noticias sobre el priscilianismo que le han enviado tanto Orosio
como Consencio.
(13) Contra Mendacium, cit., sobre todo caps. II y III.
(14) «Sentencia definitiva contra los priscilianistas», pas­
sim, en Ha. de los heterodoxos, T. VII, cit., pp. 140 y ss.
(15) Los cánones del Cesaraligustano I no versan sobre
aspectos dogmáticos, sino puramente disciplinares, lo que hace
ver que el carácter del movimiento priscilianista no se mani­
fiesta como claramente herético hasta el supuesto Toledano I,
NOTAS
en la medida en que éste haya tenido lugar y no sea simple­
(1) «Ego Ulfila episkopo et confesor semper sic credidi et mente una refundición de la carta de León Magno a Toribio de
hoc fide sola et vera transitum facio ad dominum meum: credo Astorga (vid. J. A. Aldama, El símbolo Toledano I, en Ana­
unum esse deum patrem solum ingenitum et invisibilem, et in lecta Gregoriana VII, Roma, 1934).
unigenitum filius eius dominum et deum nostrum opificem et (16) H. Chadwick, Prisciliano de Avila, Madrid, Espasa­
factorem universe creature non habentem similem suum: ideo Calpe, 1978, p. 222.
unum est omnium deus pater, qui et dei nostri est deus; et unus (17) De errare prisci/ianistarum et origenistarum, Migne,
spiritum sactum virtutem iluminantem et sanctificantem», en P. L., XLII, pp. 666-67.
Maximus Arianus, Contra Ambrosium, Migne, PLS, l. (18) «Epístola de S. León a Sto. Toribio de Astorga», en
(2) Tal como los embajadores del rey Chilperico relatan a Ha. de los heterodoxos, T. VII, cit., pp. 142-43.
Gregorio de Tours a su vuelta de España, Leovigildo intenta (19) «Estado actual de la cuestión priscilianista», Anuario
ganarse a los hispanorromanos reconociendo el culto de los de Estudios Medievales, n.0 1, Barcelona, 1964.
mártires católicos y aceptando la igualdad del Padre y el Hijo (20) El carácter confuso y doctrinalmente ambiguo de los
(Gregorio de Tours, Histoire des France, L. VI, cap. xviii, escritos de Prisciliano descubiertos por Schepss a finales del
Paris, Denoel, 1974, T. II, p. 35)-. pasado siglo, y que sumió en la mayor perplejidad a Menéndez
(3) La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1980, Pelayo (Cfr. Sáinz Rodríguez, «Estado actual...», cit.) es ex­
7.ª ed., p. 155. La fórmula que Castro da como arriana es, plicada por los estudiosos tradicionalistas por vía del disimulo
según el Biclarense la última «seducción» intentada por Leovi­ (Cfr. Fr. Justo Pérez de Urbe!, «La teología trinitaria en la
gildo para atraerse a los católicos a la fe arriana («per hanc contienda priscilianista», Rev. esp. de Teología, vol. VI, 1946,
ergo seductione plurimi nostrorum cupiditate potius quam im­ p. 602, y más aún P. García Villada, Ha. eclesiástica de Es­
pulsione in Arrianum dogma declinant», Chronica, M.G.H., T. paña, T. 1, 2.ª parte, pp. 93 y ss.). La confusión, el «totum
XI, p. 216). Y ello referido fundamentalmente al alto clero, del revolutum» doctrinal, parecen sin embargo reales, y marcan
que llega a sucumbir incluso un obispo, ya que los simples profundamente la doctrina trinitaria de Prisciliano, para quien
fieles arrianos -al igual que los católicos por su lado- «heretici más que tres personas lo que hay es una especie de ambiguo
sunt, sed non scientes», según dice Salviano de Marsella (J. panteísmo, patentemente expreso en la Benedictio super fide­
Orlandis, «El cristianismo en la España visigoda», Estudios les, y al que Dom Morin califica de «pancristismo» («Un traité
visigóticos I, Madrid-Roma, CSIS, 1956, p. 4). priscilianiste sur la Trinite», Révue Benédictine, vol. XVI,
(4) Sermo Arianorum, Migne, P. L., T. 42, p. 681. 1909, p. 265).
(5) Olagüe, que es quien establece los más fuertes parale­ (21) Tal era considerada el priscilianismo, hasta el punto de
lismos entre musulmanes y arrianos, para explicar la conquista tener que justificarse Baquiario de la sospecha de herejía que
árabe como una simple conjura entre «hermanos de fe», parece sobre él recaía «non sermo, sed regio» (J. Madoz, «Una nueva
haber extraído dicha idea de Renán, tal como éste afirma en su redacción del Libellus Fide de Baquiario», Rev. Esp. de Teo­
Averroes et l'averroisme: «il faut se rappeler que Dante n'a vu log(a, vol. 1, 1940-1, p. 464). Todavía a mediados del s. VII,
dans Mahomet que l'auteur d'un schisme et dans l'islamisme Braulio de Zaragoza, carteándose con Fructuoso de Braga, aún
qu'une secte arienne» (I. Olagüe, La decadencia española, simple abad de Dumio, le hablaba de la «occidentali tenebrosa
Madrid, Mayfe, 1950, T. II, p. 190). plaga» (Epistolae Braulii, Migne, P. L., T. LXXX, p. 699).
(6) Cosa que Menéndez Pelayo no da como cierta (Hetero­ (22) «En las actas del 572» -dice Chadwick, refiriéndose al
doxos, T. I, p. 113, Madrid, BAC, 1978), mientras Dom Wil­ II Bracarense-- «sólo puede oirse un eco del problema prisci­
mart la da por segura, cfr. «La lettre de Potamius a Saint lianista» (Prisciliano de Avila, cit., p. 299).
Athanase», Révue Benédictine, T. XXX, 1913, p. 284. (23) «Quidem anim in sacrificiis Domini relati sunt lac pro
(7) Libellus Precum, en Migne, P. L., T. XX, p. 90. vino, pro vino butrum oferre. eucharistiam quoque vino madi­
(8) Migne, P. G., T. XXV, p. 687. dam pro complemento comunionis credant populi porrigen­
(9) Migne, P. L., T. XX, p. 30. dam; et, quod peius his omnibus est, quidem sacerdotum in
(10) Chronicorum, liber II, en M. Pelayo, Ha. de los Hete­ vasis Domini epules sibi apponunt et manducare in eis praesu­
rodoxos, T. VII, Madrid, CSIC, 1948. munt. Quidem etiam e sacerdotibus relati sunt quod, ecclesias­
(10 bis) Incluido en Conflictos y estructuras sociales en la tici consuetudinis ordine praetermisso, missam sine oraviis
Hispania Antigua, Madrid, Akal, 1977. audeant dicere, et quod solemnibus martirum sibi eolio impo­
(11) Tal es lo que Atanasio pretende demostrar en su De nant et sellulis non ab aliis se portandos nisi ab albatis diaconi­
Synodiis, Cfr. Dom R. Celler, Auteurs Sacrés et Ecc/esiasti­ bus credent» (Concilium Bracarense Tertium, Migne, P. L., T.
ques, T. IV, p. 135, Paris, Louis Vives, 1860. LXXXIV, p. 587).

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Los Cuadernos del Pensamiento

Leviatán
(24) De' los tres obispos que part1c1pan en las distintas
conjuras proarrianas, Uldila, aún sin aparecer como firmante
de las actas del III Toledano, había aceptado la comunión
católica, al igual que su cómplice, la reina•madre Gosvinda
(Thompson, Los godos en España, Madrid, Alianza, 1979, p.
122).
(25) Concilium Hispalense Secundum, Migne, P. L., T.
LXXXIV, pp. 596·99.
-!1!!!!!!!!!1-REV!ITAl!!!!!!!l!!!!��!!!l!!!!I!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (25 bis) Los godos ..., cit., p. 181.
(26) Canon xvii, «ut baptizati judaei cum episcopis cele­
brent dies festos» (Migne, P. L., T. LXXXIV, p. 445). La
POUTICA · PENSAMIENTO importancia numérica de la comunidad judía bajo Recesvinto

SOCIOLOGIA· OPINION
puede calcularse si se tiene en cuenta que los bautizados bajo
Sisebuto, más de treinta años antes, alcanzaron probablemente
LITERATURA· CULTURA la cifra de 90.000 (Caro Baroja, Los judíos en la España mo­
derna y contemporánea, Madrid, ltsmo, 1978, T. I, p. 39).
ENTREVISTA· FILOSOFIA. (27) Concilium Toletanum Decimum, Migne, P. L., T.
ECONOMIA·ARTE· CINE LXXXIV, p. 448.

MUSICA· TEATRO
(28) Migne, P. L., Supl., T. IV, p. 1.401.
(29) «Si quisdem episcopus, presbiter aut diaconus fuerit,
de propii honoris gradu dejectus perpetui exilii manebit damna­

BARRAL · CORTAZAR
tione perculsus...» (Migne, P. L., T. LXXXIV, p. 558.
(30) Aldama, El símbolo..., cit., p. 95.
GUBERN · SABA · ARANGO (31) García Villada, Historia..., cit., T. II, 2.ª parte, apén­
dice 6.
ALTARES · CABAL · CWTAS (32) J. Gil, Corpus Scriptorum Muzarabicorum, Madrid,

SATRUSTEGUI CSIC, 1973, T. 11, pp. 695 y SS.


(33) No hay más que comparar los tortuosos símbolos tole­
COEN · SANTESMASES danos y los prolijos cuestionarios catequéticos toledanos con
las instrucciones que Cesareo de Arles, en pleno siglo V, da en
,GONZALEZ CASANOVAS sus homiliarios, sobre la forma de explicar el «credo atana­
AGUILERA CERNI siano» -ordenado, además, según la propedéutica arlesiana, en
versos fácilmente memorizables- para ver la diversa concep­
E FERNANDEZ SANTOS ción de la catequesis en la España goda y en la Galia Bajorro­
mana (Cfr. Dom Morin «L'origine du Symbole athanasien:
LEGUINA · SADABA temoignage inédit de S. Cesaire d'Arles», Rev. Benédictine,

M.A.FERNANDEZ ORDOÑEZ vol. XLIV, 1932).


(34) Dom de Bruyne, «L'origine de quelques textes liturgi­
MARAVALL · TAMAYO ques mozarabes», Rév. Benédictine, T. XXX, 1913, p. 430.
(35) El P. Madoz puede tener razón cuando justifica a los
RAMONEDA · REYES MATE padres del XIV toledano, y a Julián de Toledo en concreto,
fautor de la definición, por intentar «motu proprio» añadir
RUBERT DE VENTOS nuevas definiciones a las dadas ya en el III Constantinopoli­

HARO TECGLEN tano contra el monotelismo -de las que sólo se les pedía
ratificación, no mejora-. Lo cierto es que la fórmula inventada
BARON · GOYTISOW en Toledo: «voluntas genuit voluntatem, sicut et sapientia sa­
pientiam», no sólo es confusa, sino inadecuada, peligrosa, y
SAVATER · E.DIAZ · OLMO sobre todo, dotada de ese tufillo puramente literario, dicho «a
sabor de boca», tan propio del estilo definitorio español. El
ARAMBERRI · CASTELLET hecho de que Julián de Toledo replicara agriamente a Bene­
dicto II -copiando, además, casi frase por frase una carta de S.
MORAN ·GOMARIZ · M. MATA Jerónimo- no sólo es muestra de una tozudez bien española,

C.BUSTEW · CLAUDIN
mal que le pese a Américo Castro, sino una clara muestra de
las tensas relaciones que el particularismo español ha mante­

GINER · SALVADORI nido a lo largo de la historia con la sede romana (Cfr. J.


Madoz, El símbolo XVI de Toledo, Madrid, Typis Oniae, 1946,
BAGET- BOZZO · ROLDAN p. 71 y El primado romano en España en el ciclo isidoriano,
separata de la Fac. de Oña.).
(36) Cfr. Todos los trabajos citados del P. Madoz, y J. A.
Redacción y Administración: Aldama, El símbolo..., cit., Apéndice II.
Núñez de Balboa 121 (37) «La teología de la trinidad en los símbolos toledanos»,
Rev. Española de Teología, 1944, vol. IV, p. 462.
Tels.4112054-41117 59 (38) /bid.
Madrid-6 (39) Aunque Aldama lo tacha de dogmático, diciendo que
el principio de «a cada credo una herejía o conjunto de here-

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Los Cuadernos del Pensamiento

jías» no se aplica en el caso de los concilios toledanos (El


símbolo ... , cit., p. 152).
(40) Cosa que evidentemente no hacían, puesto que los
grandes exponentes de la teología hispanogoda han dejado
tratados, más o menos originales, sobre temas doctrinales. Y,
al revés, todos los autores coinciden en atribuir cada uno de
los credos de los distintos concilios al patriarca de la Iglesia
goda del momento: así, el del III a S. Lorenzo, el del IV y el II
Hispalense a Isidoro de Sevilla, del XII al XV a Julián de
Toledo, el XVI a Félix de Sevilla, etc.
(41) Canon VII, De damnatione judaerum: «qui... verum
TRANSPORTE DE
etiam ausu tyrannico inferre conati sunt ruinam patriae ac VIAJEROS EN
populo universo...» (Migne, P. L., T. LXXXIV, p. 558).
(42) Tal es la tesis que Olagüe mantiene a lo largo de todo AUTOCAR
su libro La revolución islámica en Occidente, Madrid, F.
March, 1974. Tesis que no es sino el despliegue de la idea
tomada de Renan, a que se hacía mención en la nota 5.
(43) /bid. passim.
(44) Cfr. la mención resumida de dichas expediciones en LINEAS REGULARES:
Vigil y Barbero, Los orígenes del feudalismo en la Península
Ibérica, Barcelona, Crítica, 1978, p. 204. • Provinciales
(45) Es Teodulfo de Orleans, hispanogodo probablemente
originario de Zaragoza, el encargado por Carlomagno de reco­ • Nacionales
pilar todos los loci de los Santos Padres sobre la procesión ex • Internacionales
patre filioque de la tercera persona de la Trinidad. Y es,
igualmente, otro hispanogodo -de la Narbonense-, Benito de
Aniano, quien reorganiza todo el sistema monástico carolingio.
Será, por otro lado, la lucha contra el adopcionismo en la AUTOCARES DE LUJO
Marca hispana -Ill�S que las cartas cruzadas entre Beato y DOTADOS DE:
Alcuino por un lado, y entre Alcuino y Elipando por otro-, la
que sirve de mesa de pruebas de la organización episcopal y • Aire acondicionado
monástica carolingia, extendida luego a todo el ámbito del
imperio (Cfr. M. Ríu, «Revisión del problema adopcionista en • Butacas reclinables
la diócesis de Urge!», Anuario de Estudios Medievales, n.0 1, • Música estéreo
1964, pp. 78 y ss. y Ramón de Abada!, La batalla del adopcio­ • Servicio w.c.
nismo en la desintegración de la Iglesia visigoda, Barcelona,
Real Academia de las Buenas Letras, 1949).
• Video cassette
(46) El punto de la coherencia lógica de la fórmula trinitaria
es el defendido en su día por Gramsci (El materialismo histó­
rico y la filosofía de Benedetto Croce, BB. AA., Nva. Visión, ALQUILER DE
1973, p. 105) y recientemente por un lacaniano, Philippe folien
( «Note sur la Trinité», Littoral, n.0 5, p. 38). La Civilta Catto­
AUTOCARES PARA:
lica, en una serie de artículos anónimos publicados entre 1929
y 1930, defendía más bien el primado de lo político en la • Excursiones
elección del Filioque. Ambas preocupaciones encuentran su • Rutas turísticas
punto de conexión lógica precisamente en el deseo de Cario­
magno de encontrar una férrea conexión de lo múltiple, que • Congresos
sirviera de modelo lógico a su propio ideal político-social trini­ • Circuitos nacionales
tario (Cfr. E. Schramm, «Carlomagno, su pensamiento y sus e Internacionales
principios ideológicos», Anuario de E. Med., cit.). • Grupos familiares
· (47) Esta idea de la especularización entre Mahoma y San­
tiago (como subrogado español del Salvador, en cuanto her­ • Transportes escolares
mano gemelo suyo), es la única verdaderamente adecuada al • Transportes de empresa
desarrollo de la ideología nacional española que ofrece Amé­
rico Castro. Castro, como buen español (indiferentemente, si
es de casta judía, como Albornoz pretende, o cristiano viejo de
pura cepa), no hace intervenir en la explicación del facciona­
lismo ideológico el esquema trinitario, y cuando lo hace (cues­ SERVICIOS CENTRALES
tión de las tres castas) lo sitúa en términos realistas absolutos:
como tres entidades étnicas distintas, cada una con su ideolo­ OVIEDO - Plaza Primo de Rivera, 1
gía concomitante propia. (Autoestación ALSA)
Teléfonos: (985) 281200 - 283761/62
Télex: 87456 AULU-E

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