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1.

Aunque la afirmación nunca es explícita en las Escrituras, el proceso por el que podemos
definir a María como verdadera madre de Dios puede tener la forma de un silogismo: si sabemos que
Jesús es Dios, a partir de indicios en la Biblia1, explícitos e implícitos2, de su divinidad, y María es
verdadera madre de Jesús, entonces María es verdadera madre de Dios. 3 Llevaría cuatro siglos la
condensación concreta de este título, a pesar de su raigambre.4 Por otra parte, este hecho también
repercute enormemente en la persona de María: la maternidad virginal es presentada con insistencia
en los Evangelios, junto a las referencias a la profecía de Isaías, y fue desde muy pronto para los
Padres prueba de la divinidad de Jesús, en tanto Verbo encarnado.5 Merece la pena mencionar su
comparación con el Arca en Lucas.6 También, la maternidad divina de María, por la extraordinaria
comunicación de gracia que ello involucra, le da un estatus especial en santidad para los creyentes:
aunque no fueron pocas las polémicas desde el principio, la Iglesia acabaría por afirmar que, en base
a los méritos de Jesucristo, María fue concebida sin pecado original en 1854. Su comparación con la
primera mujer, siendo calificada como una Nueva Eva a partir de ello ha resultado enormemente
fecunda en teología, así como su maternidad espiritual7; el Catecismo de la Iglesia Católica afirma
que los creyentes comparten con Cristo la paternidad de Dios y la maternidad de María, “es
reconocida […] como verdadera madre de Dios […], es claramente madre de los miembros de
Cristo”8. Otro importante privilegio, como lo denomina Sesboué, derivado de la maternidad divina
de María, es el de su Asunción: aunque no atestiguado en la Escritura, fue abriéndose paso desde los
tiempos de los Padres hasta llegar al dogma en 1950, en base a un itinerario que consideró su destino
de acuerdo a su especialísima particularidad. “La maternidad divina ha establecido a María […] en
un estado de incorrupción.”9 Es importante también la consideración que su maternidad divina tiene
en la escatología, en el sentido que su figura simboliza para la vida y esperanza de toda la Iglesia10, y
también en las nuevas teologías postmodernas en clave semiótica o feminista11

1
Jn 1,1;1,18;20,28; Rm 9,5, Etc.
2
Sobre los argumentos explícitos e implícitos a favor de la divinidad de Jesús, recomiendo: W.L. Craig, On Faith, 2008,
299-327.
3
Apuntes del tema 3, 9.
4
Sesboué, “De María, Madre Virginal de Jesús, a María, Madre de Dios, siempre virgen”, Signos de Salvación, 450ss
5
Sesboué, 433-434
6
Cf. 2 Sam 6,9-10.14; Lc 1,43-45.
7
Benedicto XVI, “La maternidad divina de María”, Audiencia General, 2 de enero de 2008, en
https://rsanzcarrera.wordpress.com/2008/01/17/benedicto-xvi-maria-y-san-agustin/
8
III, 963.
9
Sesboué, 461
10
Ap 12,1-6
11
M. McClintock-Fulkerson, “Feminist Theology”, en Cambridge Companion to Postmodern Theology, 2003, 109-125
Bibliografía

CRAIG W.L., Reasonable Faith, Wheaton, IL: Crossway Books, 2008

ELIADE M., Historia de las Ideas y de las Creencias Religiosas, Barcelona: RBA, 2005

GAY BOCHACA J (coor.), 39 cuestiones doctrinales, Madrid: Palabra, 1995

O’COLLINS G., Christology: A Biblical, Historical, and Systematic Study of Jesus, Oxford: Oxford

University Press, 2013

VANHOOZER K.J. (ed.),Cambridge Companion to Postmodern Theology, Cambridge: Cambridge

University Press, 2003

SCHÖKEL L.A., Biblia del Peregrino, Bilbao: Ediciones Mensajero, 2002

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