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P U B L I C A C I O N E S

DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Pere Molas Ribalta

LA AUDIENCIA
BORBÓNICA DEL
REINO DE VALENCIA
(1707-1834)
© Pere Molas Ribalta
© de la presente edición
Publicaciones de la Universidad de Alicante
Campus de San Vicente s/n
03690 San Vicente del Raspeig
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ISBN: 84-7908-475-8
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Índice

Portada
Créditos
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
1. La prosopografía de las Audiencias . . . . . . . . . . 7
2. Los hombres de la Audiencia Foral . . . . . . . . . . . 14
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
1. Los supervivientes de la Audiencia foral . . . . . . . 29
2. Las plazas «nacionales» . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
3. Los primeros magistrados foráneos . . . . . . . . . . 40
4. Tiempo de Manteístas. Los hombres de Macanaz 43
5. El predominio colegial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
1. Se inicia el proceso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
2. La época de los regentes colegiales . . . . . . . 55
3. Más allá de los seis colegios . . . . . . . . . . . . . 60
6. Pocos manteístas, pocos valencianos . . . . . . . . 62
1. Cátedra, pero no colegio . . . . . . . . . . . . . . . . 62
2. El ejercicio de cargos menores . . . . . . . . . . . 63
3. La profesión de abogado . . . . . . . . . . . . . . . 65
4. Los pocos valencianos . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
7. Los magistrados de Carlos III . . . . . . . . . . . . . . 70
1. El crepúsculo de los colegiales . . . . . . . . . . . 70
2. El tiempo de los abogados . . . . . . . . . . . . . . 74
3. El tiempo de los corregidores . . . . . . . . . . . . 81

3
Índice

8. El declive del Antiguo Régimen . . . . . . . . . . . . 84


1. Una procedencia diversificada . . . . . . . . . . . 84
2. Una amplia remodelación . . . . . . . . . . . . . . 90
9. Un cuadro de resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
10. Valencianos fuera de Valencia . . . . . . . . . . . . . 95
III. Retrato de grupo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 102
1. Naturales y foráneos . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 102
2. Magistrados y nobles . . . . . . . . . . . . . . . . .... 104
1. La nobleza titulada . . . . . . . . . . . . . . . . .... 104
2. Caballeros de órdenes militares . . . . . . .... 106
3. Las oligarquías urbanas . . . . . . . . . . . . .... 109
3. El poder del linaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 113
4. Lazos de clientela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 119
5. El poder del estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 124
6. La obra jurídica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 127
1. Obras generales de Derecho . . . . . . . . .... 127
2. Instituciones españolas . . . . . . . . . . . . .... 131
3. Regalismo e Ilustración . . . . . . . . . . . . .... 136
4. Más estudios de instituciones . . . . . . . .... 139
5. La reforma del Derecho . . . . . . . . . . . . .... 142
7. La Audiencia por dentro . . . . . . . . . . . . . . .... 146
1. Regentes, oidores, alcaldes y fiscales . .... 146
2. Comisiones especiales . . . . . . . . . . . . .... 150
8. Vida privada y pública . . . . . . . . . . . . . . . . .... 155
1. Juicios de carácter . . . . . . . . . . . . . . . . .... 155

4
Índice

2. La familia de los magistrados . . . . . . . . . . . . 160


3. Problemas de salud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
4. Muerte en el Real Acuerdo . . . . . . . . . . . . . 170
5. La carrera de los ascensos . . . . . . . . . . . . . 173
9. Los otros «ministros» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
1. El Alguacil Mayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
2. Los hombres de la cancillería . . . . . . . . . . . . 178
3. Los ministros honorarios . . . . . . . . . . . . . . . 179
IV. Jueces en tiempos difíciles . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
1. El Real Acuerdo en crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
2. El impacto de la guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
3. Los afrancesados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
4. Magistrados en Cortes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
5. La primera Audiencia constitucional . . . . . . . . . 207
6. Retorno al absolutismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
7. Los jueces del Trienio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
8. La Audiencia realista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234
9. El fin del Antiguo Régimen . . . . . . . . . . . . . . . . 244
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301

5
D. Blas Jover y Alcázar, nacido en Murcia en 1689 e hijo del alicantino Jo-
sé Jover, fue designado en dos ocasiones Alcalde Mayor de Valencia, entre
1716 y 1718, y entre 1725 y 1733, año en que fue ascendido a Alcalde del
Crimen de la Audiencia valenciana. En 1740 fue designado Consejero de
Hacienda, de donde pasó en 1744 al Consejo de Castilla, falleciendo en
abril de 1754.
I. Introducción

1. La prosopografía de las Audiencias


uando en 1976 publiqué mi primer trabajo sobre los

C magistrados de la Audiencia borbónica de Valencia


(nota 1), incluí un estado de la cuestión sobre el es-
tudio social de instituciones, Historia social del poder o de la
administración, como quiera llamarse. Si hoy quisiera hacer lo
mismo, la extensión del texto crecería en demasía. Se ha tra-
bajado mucho sobre el tema y la palabra prosopografía ha
ganado carta de naturaleza entre los historiadores. Ya en
1971 Lawrence Stone había planteado las posibilidades y
también los límites de esta forma de trabajo histórico (nota 2).
Como síntesis recientes pueden verse las actas de dos con-
gresos celebrados en París en 1984 y 1991 (nota 3), y la pu-
blicación de una obra colectiva, redactada por historiadores
de diversos países europeos, sobre las elites de poder en el
estado moderno (nota 4). Para España he publicado recien-
temente dos estados de la cuestión (nota 5). En 1996 han

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

aparecido también los resultados de las investigaciones de


investigadores españoles y franceses sobre las élites hispa-
nas en el siglo XVIII (nota 6).

El mundo de los magistrados cuenta con aportaciones de in-


terés, en su doble nivel de Consejos y Audiencias (nota 7).
Podemos distinguir tres niveles de aproximación: 1) el estudio
monográfico institucional, 2) las obras que proporcionan lista-
dos de magistrados y consejeros, y 3) las que incluyen, o
consisten básicamente en, análisis prosopográficos. En nues-
tros días, las obras de historiadores del Derecho ya dedican
por lo menos un capítulo, o un apéndice, al estudio del per-
sonal de las instituciones, como se observa en el libro de Fe-
liciano Barrios sobre el Consejo de estado, o el de Jon Arrie-
ta sobre el Consejo de Aragón (nota 8). En el segundo nivel,
conocemos el personal de las Chancillerías de Valladolid
(nota 9) y de Granada (nota 10), así como de la Audiencia de
Galicia, a lo largo de su existencia (nota 11). Más elaborado
es el análisis de los miembros del Consejo de Navarra en el
siglo XVIII (nota 12). El estudio prosopográfico constituye una
parte importante de la tesis de Teresa Canet sobre la Au-
diencia foral valenciana (nota 13). Mis propias investigaciones
sobre la Audiencia borbónica han tenido su reflejo en Catalu-
ña, primero en el estudio de María Angeles Pérez Samper so-

ÍNDICE 8
I. Introducción

bre los magistrados del siglo XVIII (nota 14), y recientemente


de otros autores para el XVII (nota 15).
El estudio concreto de los magistrados de Audiencias tiene su
continuidad en el escalón superior de los «ministros» o
miembros de los consejos. En este nivel tenemos la obra mo-
délica de Janine Fayard sobre los consejeros de Castilla
(nota 16), que hace uso abundante de la documentación no-
tarial. Otro tipo de fuentes, más oficial, es la que sustenta el
amplio «corpus» publicado por Ricardo Gómez Rivero sobre
magistrados y corregidores del siglo XVIII (nota 17). Una ter-
cera línea metodológica es la potenciada por José Martínez
Millán en estudios sobre las élites de poder en el siglo XVI:
presta especial atención a los vínculos de clientela y al uso
de fuentes impresas (nota 18).
La evolución de la composición humana de las instituciones
de justicia y gobierno se ha desarrollado en Hispanoamérica
antes que en la parte europea de la monarquía. La clásica in-
vestigación del alemán Ernst Schaffer (1935/1947) nos hizo
conocer los nombres de los consejeros de Indias y de los
miembros de todas las Audiencias durante los Austrias. El
francés Gildas Bernard hizo lo mismo con el Consejo y la se-
cretaría de Indias en el siglo XVIII. Pero han sido los nortea-
mericanos Burkholder y Chandler quienes han llevado a cabo

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

un estudio prosopográfico de los «ministros de Audiencias» y


de los consejeros de Indias, con una interpretación sobre el
sentido de las reformas borbónicas (nota 19).

Los resultados de mi investigación sobre la Audiencia borbó-


nica de Valencia han sido publicados en diversos artículos. La
primera aportación, con conclusiones bastante amplias sobre
el sistema de ascensos, fue publicada en 1976. Dos artículos
extensos trataron de las dos grandes divisorias en el colecti-
vo objeto de estudio: la treintena de magistrados nacidos en
el reino de Valencia, y los más de cien de procedencia forá-
nea (nota 20). Otro tipo de clasificación se basaba en los gru-
pos de procedencia: los colegiales y los manteístas (nota 21).
Determinados congresos fueron la ocasión de publicar artí-
culos de base cronológica: los reinados de Carlos III y de Car-
los IV (nota 22), continuados en la larga agonía del Antiguo
Régimen, que fue el reinado de Fernando VII (nota 23). Otros
artículos abordaron el estudio de los magistrados desde dis-
tintas perspectivas: la familia y la salud, por ejemplo (nota 24).
La celebración del I Congreso sobre la Historia de la admi-
nistración valenciana fue la ocasión de redactar un artículo de
resumen (nota 25). Por otra parte, edité la correspondencia
de Mayans con Blas Jover Alcázar, un magistrado que perte-

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I. Introducción

neció al tribunal tres años escasos, pero un individuo de inte-


rés excepcional (nota 26).

Este conjunto de artículos, me escribió el buen amigo y cate-


drático de Historia del Derecho de Salamanca, Benjamín
González Alonso, estaban pidiendo a gritos una publicación
conjunta. Que todavía podría incrementarse con artículos so-
bre los cambios de la magistratura en el reinado de Carlos III
(nota 27), o sobre cargos concretos de la administración cen-
tral (nota 28).

Para esta edición prescindiremos de las excesivas citas eru-


ditas, que son una de las servidumbres del método prosopo-
gráfico. Utilizaré referencias a mis propios trabajos, o las
aportaciones nuevas. En especial quiero indicar las grandes
series documentales utilizadas. La del Real Acuerdo en el Ar-
chivo del Reino de Valencia, da mucha información sobre las
comisiones ejercidas por los magistrados, pero poca sobre su
procedencia anterior, y por lo tanto sobre su inserción social.
El procedimiento y los criterios de selección pueden seguirse
en los legajos de la sección de Consejos suprimidos del Ar-
chivo Histórico Nacional, y sobre todo de la sección de Gra-
cia y Justicia en el Archivo general de Simancas. En el propio
Archivo Histórico Nacional se encuentran ahora los ricos ex-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

pedientes de magistrados del siglo XIX, procedentes del Mi-


nisterio de Justicia.

Para estudiar la proyección cultural de los magistrados es im-


prescindible el complemento bibliográfico. En este sentido
son utilísimas las bio.bibliografías valencianas (Ximeno, Fus-
ter), o de otras regiones (Latasa), o la moderna de Francisco
Aguilar Piñal, junto con el epistolario mayansiano y otras
fuentes impresas.

El estudio de élites se basa en buena parte en información


genealógica. Por esta razón son bienvenidos los extractos de
caballeros de ordenes militares o de Carlos III (nota 29). Una
función similar, aunque más limitada, cumplen los repertorios
de colegiales mayores (nota 30). Las élites valencianas del si-
glo XVIII nos son hoy mejor conocidas gracias a estudios so-
bre la nobleza (nota 31) o sobre los regidores de las ciudades
(nota 32). El mundo de los corregidores y alcaldes mayores
fue esclarecido por el libro de Enrique Giménez (nota 33), el
cual abrió una importante línea investigadora sobre el poder
municipal en los reinos de Valencia y de Aragón, extensiva a
las élites borbónicas a nivel general. La Revista de Historia
Moderna de la Universidad de Alicante constituye un elemen-
to imprescindible para el estudio de estos temas (nota 34).

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I. Introducción

Conocemos la realidad social y la procedencia familiar, preci-


samente, de los magistrados mejor situados en la jerarquía
estamental, los que estaban obligados o podían presentar
pruebas genealógicas: colegiales, caballeros de órdenes, hi-
dalgos. Otros muchos quedan en la penumbra. Sobre todos
procuraremos dar alguna indicación.

Tras una introducción en la que se hace un balance de los


hombres de la Audiencia foral, la obra se ha estructurado en
tres partes. En la primera de ellas, con el título de los rostros
del poder, se estudia, en orden cronológico de nombramien-
to, a todos y cada uno de los magistrados. Por este procedi-
miento, el lector puede ir siguiendo la evolución cronológica
de los criterios de selección, desde los tiempos de la Nueva
Planta hasta los de Godoy.

La segunda parte, titulada retrato de grupo, analiza el con-


junto de los magistrados, atendiendo a diferentes paráme-
tros: procedencia geográfica, social y familiar, estudios reali-
zados, obra jurídica, papel desempeñado en Valencia, estra-
tegias de nombramiento y juego de clientelas y corrupciones,
para concluir en la salida del tribunal, por ascenso, jubilación
o muerte.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

La tercera parte, jueces en tiempos difíciles, presenta la difí-


cil trayectoria que tuvieron que seguir los miembros del tribu-
nal en la crisis del Antiguo Régimen.

2. Los hombres de la Audiencia Foral

Los libros de Teresa Canet sobre la Audiencia foral valencia-


na nos permiten trazar un perfil colectivo de los jueces y otros
cargos de la Audiencia (fiscales, regente de la tesorería, con-
sejeros de capa y espada) que integraron la institución du-
rante los siglos XVI y XVII. En sus conclusiones, la citada au-
tora subraya la formación profesional, social y cultural de los
magistrados, a los que presenta como gente de amplia for-
mación teórica y dilatada experiencia práctica. Esta experien-
cia se había obtenido en la labor realizada antes de su incor-
poración a la Audiencia. Esta tarea se concretaba, bien en el
ejercicio de la abogacía, bien en cargos de asesor de otras
autoridades del reino: el Baile general o los diferentes «por-
tant-veus» de las gobernaciones. Esta última procedencia
preparaba indudablemente a los nuevos magistrados para las
labores de gobierno que les esperaban, sobre todo en las
plazas de «jutges de cort», o miembros de la Sala del crimen
de la Audiencia. Los magistrados de la Audiencia foral no

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I. Introducción

eran jóvenes sin experiencia, sino hombres avezados a las di-


ficultades de gobernar un país.

Veamos, a guisa de ejemplo, el «curriculum» presentado por


don Francisco Descals, asesor de las gobernaciones de Játi-
va (1681-1694) y de Orihuela (1694-1698), el cual había par-
ticipado activamente en la lucha contra la rebelión campesina
de la Marina en 1693, Presentaba como mérito las senten-
cias pronunciadas durante su mandato: 900 civiles y 80 cri-
minales, de estas, 31 a muerte y 25 a presidio. Descals fue
nombrado «jutge de cort» en 1698 y ascendió a oidor en
1704 (nota 35).

El magistrado y tratadista político Lorenzo Mateu y Sans (en


la Audiencia de 1643 a 1659) realizó un interesante retrato ro-
bot del juez ideal, el cual tenía en cuenta determinadas con-
diciones físicas (la altura, por ejemplo), así como la elegancia
y el carácter. Entre las condiciones intelectuales se contaban,
por supuesto, los conocimientos jurídicos, pero también los
de Historia (nota 36).

Unos perfiles idealizados de magistrado se encuentran en las


biografías que aparecen en la Biblioteca Valentina de José
Rodríguez (Valencia 1747). En ellas confluyen diversos as-
pectos: la familia noble, los estudios universitarios, los cargos

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

públicos y una proyección cultural. Un número proporcional-


mente elevado de miembros de la Audiencia dejaron una obra
escrita. Se puede comparar la biografía, en la citada obra
(nota 37), de Cristóbal Crespí de Valladaura (miembro de la
Audiencia a 1631 a 1642, y posteriormente vicecanciller del
Consejo de Aragón), con la idea que él mismo daba a través
de su correspondencia, cuando escribía que «la religión de
ministro es más estrecha que la de soldado».
La vinculación familiar era fundamental en la vida pública del
Antiguo Régimen, y la Audiencia de Valencia no era una ex-
cepción, como ya hizo observar James Casey (nota 38). Te-
resa Canet analiza una docena de grupos familiares existen-
tes en la magistratura valenciana (nota 39). Más adelante nos
ocuparemos de algunos de ellos, en función de su pertenen-
cia a otros grupos de élite: los caballeros de la orden de Mon-
tesa, o los colegios mayores de las universidades de Castilla.
La correspondencia del vicecanciller Crespí de Valladaura
nos ofrece datos sobre los lazos de parentesco y de cliente-
la entre los miembros del tribunal. El propio Crespí consiguió
que su sobrino Antonio Ferrer fuera nombrado regente del tri-
bunal en 1660. El vicecanciller simpatizaba con el regente
Cosme Gombau (que ejerció dicho cargo de 1661 a 1675),
menos con Mateu y Sans y nada con don Antonio de Joan y

ÍNDICE 16
I. Introducción

Centelles (en la Audiencia de 1642 a 1660). Su correspon-


dencia nos informa también de las estrategias de nombra-
miento y de los obstáculos que la conducta de algunos aspi-
rantes representaba. Así, Francisco Despuig no podía ser
nombrado regente de la tesorería «por ser notado de tahur».
Don Carlos Vallterra no había podido ser nombrado fiscal, por
sus vinculaciones con las bandosidades, pero más adelante
fue oidor (1666) y regente del tribunal (1681-1689) (nota 40).

Podemos ver la importancia de la relación familiar en Diego


Descals y Salcedo, el cual presentaba los méritos de, por lo
menos, doce parientes: magistrados, militares y eclesiásticos.
Esta familia dio tres magistrados a la Audiencia durante el rei-
nado de Carlos II, y se extendió a las Audiencias de Mallorca
y Cerdeña, e incluso a Hispanoamérica (nota 41).

Una parte significativa de los jueces de la Audiencia pertene-


cía al estamento nobiliario. Los magistrados que ostentaban
la condición de noble tenían un doble origen. En unos casos
se trataba de juristas que culminaban su servicio al monarca
con la obtención de un privilegio de caballero. Otros habian
nacido ya nobles; procedían de familias de la pequeña noble-
za y habían decidido servir al monarca en el ejercicio de la
justicia, previo el paso por las universidades (nota 42).

ÍNDICE 17
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

El proceso de ennoblecimiento de la magistratura fue carac-


terístico del siglo XVII. Una quincena de miembros de la Au-
diencia obtuvieron por concesión real el ingreso en el esta-
mento nobiliario. Las primeras peticiones se produjeron a fi-
nes del siglo XVI y se incrementaron en los primeros dece-
nios del siglo XVII. También se producían ascensos dentro de
la jerarquía nobiliaria. Mateu y Sans, por ejemplo, pasó de la
condición de simple caballero a la de «noble» en 1675, cuan-
do ya formaba parte del Consejo de Aragón. El ennobleci-
miento creciente de los magistrados durante el siglo XVII con-
trasta con las etapas iniciales de la institución, a comienzos
del siglo XVI.

Las Cortes valencianas de 1645, y las aragonesas celebra-


das el año siguiente, aceptaron una reivindicación de la no-
bleza en relación con las Audiencias: la creación de plazas de
consejeros de capa y espada, distintos de los letrados. Esta
modificación se fundamentaba en las funciones de gobierno
y de «gracia» que ejercían las Audiencias, como organismo
consultivo de los virreyes. El fuero nueve de las citadas cor-
tes recogía el deseo manifestado por los portavoces de la no-
bleza, al proveer que «en lo present Regne, los subjectes de
capa y espasa tinguin premi y puestos competents». El rey
aceptó la creación de dos plazas de consejeros de capa y es-

ÍNDICE 18
I. Introducción

pada en la Audiencia, y una en el Consejo de Aragón, con la


condición de que sus salarios fueran pagados por el reino. Fi-
nalmente se estableció que el reino pagaría sólo dos tercios
del salario (nota 43).

Una docena de personas ocuparon las plazas de consejeros


de capa y espada de la Audiencia entre 1645 y 1705. Una vez
más podemos observar la importancia del factor familiar,
puesto que dos ellos pertenecían al linaje de los Milá de Ara-
gón, y otros dos al de Boil de Arenós.

La nobleza ocupaba también, en virtud de una disposición de


las Cortes de 1604, el cargo de regente o lugarteniente de la
tesorería. Este cargo fue desempeñado, a partir de 1679, por
uno de los consejeros de capa y espada (nota 44).

Algunos de los magistrados nobles eran miembros de la or-


den militar de Montesa. En 1654, cuando Mateu y Sans es-
cribió su tratado De regimine Urbis el Regni Valentiae, lo eran
dos de los magistrados, y otros dos pertenecían a órdenes
militares castellanas. Era normativo que dos magistrados de
la Audiencia formaran parte del tribunal del lugarteniente ge-
neral de Montesa; se elegía para este ejercicio a los que ya
eran caballeros, o bien se concedía el hábito a los designa-
dos para el cargo (nota 45).

ÍNDICE 19
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Solían obtener el hábito los que habían escrito en defensa de


la jurisdicción de la orden. Uno de los primeros casos fue
Cristóbal Monterde (nota 46), que fue asesor del último
maestre y obtuvo el hábito en 1589, cuando aun no era ma-
gistrado (lo fue entre 1601 y 1604). También escribieron en el
mismo sentido Cristóbal Crespí de Valldaura (caballero en
1642 y magistrado en 1631), Lorenzo Mateu y Sans (caballe-
ro en 1650 y magistrado en 1647), y Juan de la Torre Orum-
bella (caballero en 1671 y magistrado en 1678). También es-
cribieron en defensa de la jurisdicción de la Orden de Monte-
sa miembros de la Audiencia que no llegaron a ser caballe-
ros, entre ellos el regente Cosme Gombau (nota 47). Otros,
sin obra jurídica concreta, sirvieron muchos años como ase-
sores de la Orden: Silverio Bernat, que fue asesor a principios
de siglo, y Eleuterio Torres, que ejerció durante más de 20
años como abogado fiscal y patrimonial, a fines de la centuria.

Los magistrados que eran caballeros de Montesa constituían


una élite en el seno del tribunal, una élite fuertemente inte-
rrelacionada a nivel familiar. Nos limitaremos a mencionar al-
gunos casos en los que se mantuvo, durante dos generacio-
nes, la pertenencia a la Audiencia y a la Orden de Montesa.
La familia Sisternes dio tres miembros al tribunal y a la Orden
(nota 48). Domingo Mateu y Silva, hijo del magistrado y ca-

ÍNDICE 20
I. Introducción

ballero Lorenzo Mateu obtuvo el hábito en 1664, años antes


de ser nombrado para la Audiencia (1675). También fueron
caballeros de Montesa el oidor Braulio Esteve (1669) y su hi-
jo Francisco (1686), que fue asesor del Portant-veus de Va-
lencia.

Los magistrados de la Audiencia estaban imbricados en la je-


rarquía institucional de la Orden. El padre y el hermano de
Cristóbal Crespí ocuparon la dignidad de lugarteniente gene-
ral de la Orden, y el mismo Cristóbal fue durante 22 años cla-
vero de la misma. Otros miembros de la família disfrutaron de
las principales encomiendas de la Orden (nota 49). La enco-
mienda de Ares fue ocupada por Pedro Villacampa, miembro
de la Audiencia (1638) y del Consejo de Aragón (1643), por
su hijo y por su nieto (nota 50).

Juan de la Torre Orumbella, hijo de magistrado, magistrado él


mismo (en Valencia 1678-1693), y consejero de Aragón, ob-
tuvo las dignidades de comendador y clavero de la Orden
(1695). Sus hijos José y Juan ingresaron en la Orden en 1697
y 1709 respectivamente. El primero obtuvo las encomiendas
de Vinaroz y Benicarló (nota 51).

Al filo de la Guerra de Sucesión la administración de la Orden


estuvo muy vinculada a un linaje concreto, el de los Monse-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

rrat, bien relacionado con Montesa. Pedro Montserrat y Ciu-


rana (en la Audiencia de 1669 a 1678), era hermano de An-
drés Montserrat y Ciurana, caballero de Montesa (1663) y go-
bernador del Maestrazgo Viejo. Este personaje casó con una
hermana del vicecanciller Crespí y fue el padre de dos caba-
lleros de Montesa, y ambos miembros de la Audiencia: Vi-
cente, caballero el 1700, y Andrés, que fue de 1702 a 1707
consejero de capa y espada, y en 1717 fue nombrado lugar-
teniente general de la Orden (nota 52), en substitución de Je-
rónimo de Vallterra y Blanes, hijo del caballero (1664) y ma-
gistrado, Carlos de Vallterra (nota 53).
Tras la incorporación del Maestrazgo de Montesa a la corona,
a fines del reinado de Felipe II, el monarca dirigía la orden por
medio de un Asesor general. Esta función se confería a uno
de los regentes valencianos del Consejo de Aragón, y por
tanto, a un antiguo magistrado de la Audiencia. El primero
fue, en 1592, Diego de Covarrubias y Sans, cuya trayectoria
ha sido bien establecida. Entre sus sucesores figuraron Cres-
pí de Valldaura, Pedro de Villacampa, Torre Orumbella, y Vi-
cente Montserrat y Crespí, hermano del lugarteniente gene-
ral Andrés (nota 54).
Alguno de los magistrados obtuvo un hábito de una orden mi-
litar de Castilla. En 1646 lo hizo en la de Calatrava, don An-

ÍNDICE 22
I. Introducción

tonio de Joan y de Centelles. Lorenzo Mateu Villamayor, hijo


de Mateu y Sans fue caballero de Santiago en 1674. La fami-
lia Descals dio un caballero a la orden de Montesa y tres a la
de Santiago (nota 55).

Joan y Centelles pertenecía a otro grupo de élite. Era becario


de uno de los seis colegios mayores de Castilla; concreta-
mente del de San Salvador o de Oviedo, en Salamanca.Ya es
sabido el papel privilegiado que los becarios de tales institu-
ciones tuvieron en el reclutamiento de la magistratura caste-
llana. Algunos juristas valencianos participaron, aunque de
forma minoritaria, de su ventajosa posición.

Las propias Cortes valencianas habían legislado en favor de


los colegiales mayores de Castilla. En 1626 les dispensaron
de la obligación de haber ejercido anteriormente como abo-
gados, si querían optar a una plaza de magistrado. Aunque
las Cortes sólo se habían referido a los cuatro colegios de
Salamanca, el rey hizo extensiva la concesión a los dos res-
tantes colegios mayores de Castilla (el de Santa Cruz de Va-
lladolid y el de san Ildefonso de Alcalá), y a algunos otros.
Sus becarios podrían ser nombrados magistrados, «encara
que no hajan advocat ni practicat» (nota 56).

ÍNDICE 23
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

La proporción de valencianos en los colegios mayores de


Castilla fue escasa, pero solían pertenecer a conocidos gru-
pos familiares de magistrados nobles, cada uno de los cuales
solía enviar sus hijos a un determinado colegio. Uno de los
más frecuentados por los valencianos fue el ya citado colegio
de Oviedo, fundado en 1524 (nota 57). Uno de sus primeros
becarios fue Pérez de Estella, oidor de la Audiencia en 1536.
En 1579 ingresó en el mismo colegio el futuro vicecanciller
Diego de Covarrubias y Sans. Esta misma dignidad fue os-
tentada en 1671 por otro colegial de Oviedo, Melchor de Na-
varra y Rocafull, aragonés de madre valenciana. Otros beca-
rios de la misma institución fueron el ya citado Antoni de Jo-
an y de Centelles (1640), miembro de la Audiencia de 1642 a
1660, y primer marqués de Centelles (1666), y Antonio de
Calatayud y Mateu, de la familia de los condes de Real, que
fue miembro de la Audiencia (1659-1671) y del Consejo de
Aragón (1671-1692).

Un pariente del anterior, Vicente de Calatayud, fue becario


del colegio del Arzobispo (1658-1665), y tras una carrera de
magistrado en los dominios italianos de la Monarquía, llegó a
ser consejero de hacienda. El mismo colegio (nota 58) acogió
a dos personajes, ya citados, de la familia Montserrat: Pedro
de Montserrat (1666), y su sobrino Vicente (1685-1691).

ÍNDICE 24
I. Introducción

La presencia de más de un miembro de una familia se repite


en los restantes colegios. Al llamado de Cuenca pertenecie-
ron Carlos y José Coloma, tío y sobrino, de la familia de los
condes de Elda, y ambos, magistrados de la Audiencia
(nota 59). Fueron especialmente importantes los dos linajes
valencianos presentes en el colegio mayor de Santa Cruz de
Valladolid. Allí estudiaron los hijos del consejero de Aragón,
Lorenzo Mateu y Sans: Domingo Mateu y Silva (1672), y Lo-
renzo Mateu y Villamayor (1681). Ambos fueron magistrados
de la Audiencia valentina, Domingo, de 1675 a 1699, y Lo-
renzo, de 1688 a 1698. Un hijo del primero, Lorenzo Mateu y
Blanes, murió en 1707, siendo también colegial de Santa
Cruz (nota 60). Muy relacionado con el colegio de Valladolid
se encuentra la familia oriolana de la Torre. Juan de la Torre
Orumbella, era doctor en cánones por la universidad de Va-
lencia (1666), y catedrático de la universidad de Orihuela,
cuando obtuvo su beca de colegial de Santa Cruz en 1675.
Tres años más tarde ingresaba en la Audiencia como «jutge
de cort». Culminó su carrera como consejero de Aragón, y su
muerte, en 1709, «dejó al colegio el mejor juego de libros que
hubiese en su librería». Dos de sus hijos fueron también co-
legiales de Santa Cruz: José de la Torre Despuig (1708), que
fue juez de la propia Chancillería de Valladolid y fiscal del

ÍNDICE 25
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Consejo de Cruzada, y Juan, que fue canónigo de Zaragoza


(nota 61).

La fuerza del linaje se repite en el colegio mayor de San Ilde-


fonso de la universidad de Alcalá. Allí estudió (1678) Pascual
de Villacampa, becario el 1678, hijo de Pedro de Villacampa.
En este colegio estuvo durante tres generaciones un linaje de
origen valenciano: los Folch de Cardona, descendientes de
los almirantes de Aragón. Un primer Lorenzo Folch de Car-
dona, becario en 1670, llegó a ser consejero de Castilla
(1706). Un segundo Lorenzo, colegial en 1699, fue miembro
del Consejo de guerra (murió en 1731). Un tercer Folch de Car-
dona, Francisco Javier, colegial en 1733, fue durante muchos
años magistrado de la Chancillería de Valladolid (nota 62).

La presencia de valencianos en los colegios mayores de Cas-


tilla formaba parte de una cierta integración de las élites de
gobierno, que podía tomar diversos caminos. En el colegio de
Oviedo ingresó en 1642 Vicente Pimentel y Moscoso, que ha-
bía nacido en Valencia, durante el virreinato de su padre, el
marqués de Tabara (1619-1622). Aunque se identificaba tam-
bién como «oriundo de Valladolid», la «naturaleza» valencia-
na de Vicente Pimentel le sirvió para obtener plaza en la Au-
diencia, de donde ascendió al Consejo de Aragón (1654).

ÍNDICE 26
I. Introducción

En el más prestigioso y antiguo de los colegios mayores sal-


mantinos, el de San Bartolomé, había sido becario Onofre
Diego Descals, el cual, por motivos familiares, pasó a residir
a Cuenca. Su hijo Diego también estudió en Salamanca, pe-
ro en el colegio menor llamado de Monte Olivete. Fue juez en
las Audiencias de Cerdeña (1669) y Valencia (1675). José
Descals, hermano de Diego, fue también colegial de Monte
Olivete y magistrado en las Audiencias de Mallorca y Valen-
cia (1662) (nota 63). También estudiaron en Salamanca, pero
fuera de los colegios, destacados juristas valencianos, como
Crespí de Valldaura y Mateu y Sans.

Algunos colegiales valencianos terminaron sirviendo en tribu-


nales de Castilla. En la Sala de Alcaldes de Casa y Corte sir-
vieron, después de 1640, algunos jueces aragoneses y va-
lencianos (nota 64). Lo hizo Mateu y Sans (1659-1668), y
posteriormente su hijo Mateu y Villamayor (1698-1706), que
ascendió de esta plaza al Consejo de Castilla. El colegial de
Alcalá, Pascual de Villacampa y Pueyo, nacido en Madrid, en
1681 aspiraba a una plaza de la Audiencia, pero hizo su ca-
rrera en la Corona de Castilla. Un hermano de Francisco Des-
cals, José, también caballero de Santiago, sirvió en la magis-
tratura indiana.

ÍNDICE 27
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Estos precedentes explican que en los primeros meses de


1707 se pensó que podría presidir el nuevo tribunal borbóni-
co de Valencia un magistrado colegial de ascendencia valen-
ciana: Folch de Cardona, Mateu Villamayor o Villacampa,
«que siendo castellanos tienen también la naturaleza en Va-
lencia». Los dos primeros fueron nombrados consejeros de
Castilla en noviembre de 1706. En marzo del año siguiente,
el decano de la Audiencia, Bruno de Salcedo y Vives era
nombrado para la Sala de Alcaldes, desde donde posterior-
mente ascendió al Consejo de Castilla.

ÍNDICE 28
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

1. Los supervivientes de la Audiencia foral

a Guerra de Sucesión y la subsiguiente Nueva Planta

L tuvieron una honda repercusión sobre la composición


humana del tribunal. A diferencia de lo que sucedió en
Cataluña, donde el tribunal se dividió entre austracistas y bor-
bónicos (nota 65), sólo uno de los magistrados valencianos
siguió la causa del archiduque. Fue el oidor Manuel Mercader
y Calatayud, el cual fue nombrado por el Archiduque regente
del tribunal (nota 66), y, posteriormente, ascendido a regente
del Consejo de Aragón, y agraciado con el título de marqués
de la Vega de Valencia. Mercader presidió, la Audiencia aus-
tracista, la cual, en opinión del historiador Miñana estaba
compuesta de hombres «oscuros».

El resto de los miembros del tribunal vivió circunstancias di-


versas. Un pequeño grupo de jueces (Eleuterio José Torres,
Vicente Pasqual Martínez y Francisco Faus) permaneció en

ÍNDICE 29
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Valencia, apartado de todo cargo. Los demás huyeron del


Reino, o fueron expulsados por los austracistas. Los más
afortunados obtuvieron plazas en el Consejo de Aragón, la
Sala de Alcaldes de Casa y Corte u otros tribunales. Otros
permanecieron junto a los virreyes borbónicos que ejercían
su autoridad sobre las escasas zonas del país todavía ocu-
padas por las tropas de Felipe V. Las relaciones de méritos
están llenas de detalles de sus peripecias. Pedro José Borrull
sirvió a las órdenes de los virreyes marqués de Villagarcía y
duque de Arcos, «y después anduvo por varios lugares de
Castilla, huyendo del furor de los enemigos». Bernardino Sal-
cedo, hijo del oidor Bruno Salcedo y Vives, permaneció arres-
tado en su domicilio y más adelante fue perseguido por los
miqueletes hasta Chiva. El fiscal Damián Cerdá, quien por
sus limitados medios económicos no se había podido trasla-
dar a Madrid, permanecía en los llanos de Albacete. Francis-
co Descals sirvió al duque de Arcos en Requena. En las cer-
canías de esta población se encontraba Pedro Domenech,
«uno de los primeros que salió de Valencia», después de ha-
ber vagado por distintos lugares de la Mancha. Francisco
Despuig y Mercader se hallaba «fugitivo, abandonando casa
y hacienda». Pedro Mayor y Descals murió durante su estan-
cia en Madrid. El Consejo de Aragón decía que «los ministros

ÍNDICE 30
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

que hicieron el mérito de salirse van divagando ociosos y


mendigos por diversas partes» (nota 67).

Los méritos contraídos en la defensa de la causa de Felipe V


fueron reiteradamente alegados a lo largo del siglo por los as-
pirantes a plazas de la Audiencia. Por supuesto por los hijos
de los magistrados de 1705. Los méritos de Pedro José Bo-
rrull fueron aducidos por su hijo Juan al pretender una plaza,
que no consiguió, y todavía en 1740 por su hijo menor Vicen-
te. En 1717 Bernardino Salcedo contaba, no sólo con sus
propios méritos, sino «con lo que perdió su padre cuando se
rebeló Valencia». En 1713, murió, sin haber llegado a tomar
posesión de la plaza que le había sido concedida, don Dioni-
sio Ros de Castellví, quien había luchado contra los austra-
cistas en Denia y Gandía. Gaspar Cebrián, magistrado a par-
tir de 1740, pertenecía a una familia claramente borbónica:
«era voz pública que Basset quería... acabar con la familia de
los Cebrianes de Játiva». Otro aspirante sin plaza, el jurista
Joaquín Solsona, recordaba, en fecha tan tardía como 1783
que su padre había sido «fiel vasallo en las turbaciones». En
sentido contrario, a fines de siglo formaban parte del tribunal
dos descendientes de austracistas: el marqués de la Torre de
Carrús e Ignacio Llopis Ferris (nota 68).

ÍNDICE 31
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

A fines de 1706 se estableció en Orihuela una Audiencia re-


ducida, bajo la presidencia del magistrado más antiguo, Bru-
no Salcedo. Entonces quedó planteada ya la decisión de la
Corona de nombrar magistrados procedentes de Castilla. Da-
do que la inmensa mayoría de los jueces habían sido filipis-
tas, esto significaba que no todos podrían recuperar su plaza
en caso de victoria. Durante meses el Consejo de Aragón,
alegando argumentos de oportunidad política, intentó con-
servar el control regnícola sobre las plazas. El Consejo mani-
festó que el nombramiento de dos jueces castellanos, sobre
un total de cinco, tendría consecuencias políticas negativas.
En referencia concreta a los magistrados leales, decía el
Consejo: «se verían tratados como a malos, no sólo sin pre-
mio, pero aun privados de los empleos que tenían (nota 69)».

En el mes que siguió a la batalla de Almansa, el Consejo de


Aragón intentó mantener la forma de la administración foral,
aunque modificándola en sentido absolutista. El 20 de mayo
de 1707 recomendó el nombramiento de los ministros «que
en cumplimiento de su obligación vinieron a Castilla», así co-
mo de los asesores de las Gobernaciones y los abogados
que, por su conducta política se habían hecho merecedores
a un ascenso. Pero en aquella fecha el Consejo se había re-

ÍNDICE 32
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

signado a permitir el nombramiento de castellanos para las


vacantes, e incluso para la plaza de regente.

El decreto de 30 de mayo de 1707 dispuso que fueran caste-


llanos los asesores de las Gobernaciones, el regente de la
Audiencia y la mitad de los jueces, pero todavía conservó los
dos ministros de capa y espada valencianos. El decreto man-
daba también que «los tres ministros valencianos que están
en aquella ciudad compongan aquel tribunal y despachen lo
que se ofreciera». Estos tres magistrados, sobre cuya conti-
nuidad el Consejo había mostrado en principio alguna reser-
va, junto con el fiscal Cerdá y el ministro de capa y espada Vi-
cente Falcó y Blanes, formaban el tribunal de cinco miembros
que encontró Macanaz. Este personaje estaba de acuerdo en
mantener la proporción de un 50% entre valencianos y cas-
tellanos, pero deseaba reducir el número de magistrados a
sólo ocho, a tenor de los siguientes criterios:

enviar de aquí (Castilla) un jefe y un fiscal, con cuatro


ministros ... prácticos y experimentados en las leyes de
Castilla, y que de los que había en aquel reino se podí-
an nombrar otros cuatro, que fuesen igualmente experi-
mentados en sus fueros, por haber en ellos algunas co-
sas más bien arregladas que en Castilla (nota 70).

ÍNDICE 33
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

La última frase de Macanaz hacía referencia a un concepto


básico de la política regalista en relación con la Nueva Plan-
ta: la conservación de los usos jurídicos de la Corona de Ara-
gón que eran más favorables que los de Castilla en la relación
con la jurisdicción eclesiástica. Tales derechos fueron expre-
samente excluidos del riguroso decreto de abolición de fue-
ros de 29 de junio.
Este documento, que imponía la imitación estricta de las
Chancillerías de Valladolid y Granada, comenzando con la ti-
tulación del tribunal, no supuso, salvo en la supresión de los
ministros de capa y espada, innovación en las personas de
los magistrados que ya habían sido nombrados. De los quin-
ce miembros del tribunal eran valencianos cuatro oidores
(Francisco Faus, Pedro Domenech, Vicente Pasqual Martínez
y Eleuterio José Torres), dos jueces criminales (Dionisio Ro-
ger y Francisco Despuig), que ahora adoptaban la denomina-
ción castellana de «alcaldes del crimen», y los dos fiscales
(Juan Alfonso Borgunyó y Damián Cerdá). Todos ellos habían
pertenecido a la Audiencia foral, salvo Dionisio Roger, que
había sido, hasta 1706, magistrado de la Audiencia de Ma-
llorca, donde se había distinguido como «botifler» (nota 71).
El nombramiento de jueces foráneos significó que no todos
los magistrados leales a Felipe V pudieron recobrar su plaza

ÍNDICE 34
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

en el tribunal. Ciertamente alguno había muerto. Otros llega-


ron, por diversas vías, al Consejo de Castilla. Vicente Mont-
serrat, que había ascendido al Consejo de Aragón, fue desti-
nado al de Ordenes. Francisco Descals tuvo que contentarse
con una plaza en la Chancillería de Valladolid, donde murió
(nota 72).

2. Las plazas «nacionales»

La proporción del 50% establecida drásticamente en 1707


pronto evolucionó en sentido desfavorable para los valencia-
nos, cuando las vacantes producidas por muertes o ascensos
comenzaron a ser cubiertas por magistrados procedentes de
la Corona de Castilla. La marcha del presidente Larreátegui
en 1709 y de otros tres jueces en 1711 mantuvo durante cier-
to tiempo un equilibrio. Se podía escribir que «se mantienen
los ministros civiles y criminales por mitad castellanos y va-
lencianos», hecho que provocaba la irritación de los foráne-
os. En 1713 escribía uno de ellos que se hallaban «sacrifica-
dos», con «todo el gobierno, así civil como criminal en manos
de los ministros patricios», los cuales carecían de la expe-
riencia de los tribunales de Castilla. Otro magistrado se ex-
presaba con las siguientes palabras:

ÍNDICE 35
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ese tribunal, sin cabeza ni pies, está muy mal, y es pre-


ciso que presidente y fiscales sean castellanos.

Todavía un tercero temía, que al recaer la dirección de la Sa-


la del Crimen en el valenciano Francisco Despuig, «la justicia
no vaya por las reglas de la contemplación».

Estas opiniones tan radicales tuvieron lugar en unas circuns-


tancias extraordinarias. El atardecer de un día de enero de
1713, el alcalde del crimen Dinisio Roger fue muerto de un
trabucazo a la puerta de su posada. Aunque había bastantes
indicios de que se trataba de una venganza por abusos se-
xuales, los jueces castellanos estaban convencidos de que la
muerte de Roger obedecía a motivos políticos. La adhesión
del fallecido al nuevo sistema parecía exagerada a los mis-
mos foráneos: «se declaró demasiadamente», «tocaba en im-
prudencia», «y por ser del país sentían más que abominase
sus fueros y costumbres». Otras fuentes (el dietarista Planes)
confirman la severidad y arbitrariedad del juez. El intendente
Rodrigo Caballero, que había sido colega de Roger como al-
calde del crimen, escribió lo que puede calificarse de elogio
de aquel «botifler» (nota 73):

Ministro amantísimo del rey, y de gran valor para ha-


cer la justicia ... el único de los ministros valencianos

ÍNDICE 36
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

que no quería fueros, y por esto muy aborrecido de los


naturales.
La substitución de valencianos por castellanos se inició con
la sucesión de Vicente Pasqual (1711), Juan Alfonso Borgun-
yó (1713), Pedro Domenech (1714) y Eleuterio Torres (1719).
Macanaz propuso al fiscal Damián Cerdá y al alcalde del cri-
men Despuig para ascensos, pero en la Chancillería de Gra-
nada. De este último escribió: «Despuig no conviene allí –en
Valencia– por ser natural».
Entre 1714 y 1717 se nombró a tres juristas del reino: Rafael
Lozella como fiscal, y José Torán y Bernardino Salcedo como
alcaldes del crimen, este ultimo a pesar de tratarse de una
«vacante de castellano»; pero en los 48 años siguientes sólo
se realizaron otros seis nombramientos de valencianos. A
partir de 1724 se estabiliza el bajo número de magistrados
valencianos –un 20%–, mientras en Aragón y Catalunya el
porcentaje era del 50 y del 40%. A partir de 1726 sólo era va-
lenciano uno de los cuatro alcaldes del crimen y, por lo gene-
ral, dos o tres de los ocho oidores. En 1707 los dos fiscales,
Cerdá y Borgunyó eran valencianos, pero en adelante sólo se
nombró un tercer valenciano: Rafael Lozella. A partir de 1715
no se nombró ningún valenciano para fiscal, y ninguno para
regente hasta 1808. El mismo Bernardino Salcedo, a pesar

ÍNDICE 37
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de los méritos políticos de su familia, y de los suyos propios,


no pudo obtener plaza de fiscal, «por ser natural, y necesaria
la práctica de Castilla». Otros prominentes vástagos de fami-
lias de la nobleza local fracasaron en sus empeños de ingre-
sar en el tribunal del reino. Así sucedió en 1718 a Pascual
Mercader, a pesar de pertenecer a un colegio mayor de Sa-
lamanca, y en 1723 al catedrático de la universidad de Va-
lencia, Cristóbal de Monsoriu y Castellví, que entre 1715 y
1724 fracasó varias veces en sus gestiones para obtener una
plaza de Valencia, a pesar del apoyo del capitán general mar-
qués de Valdecañas. El consejero de Castilla Tomás Melga-
rejo, que había sido oidor en Valencia, escribió de Monsoriu:
«sin embargo de ser hábil y de las primeras familias, le obs-
ta ser natural». Similar a los anteriores fue el caso de José
Borrull, hijo de Pedro Juan y catedrático de Salamanca. Iba
propuesto en primer lugar, por su «esplendor y lucimiento»,
así como por sus «prendas de buen ministro», pero otro anti-
guo oidor, Rodrigo de Cepeda objetó: «tiene reparo que se le
emplee en su misma patria, por el embarazo de parientes», y
el propio secretario de Gracia y Justicia comunicó a Borrull
que «no gusta el rey que naturales de Valencia se acomoden
a dicho reino» (nota 74).

ÍNDICE 38
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

La ciudad de Valencia reivindicó, reiterada e inútilmente, una


mayor presencia en el tribunal de naturales del reino, alegan-
do precisamente en su favor la proporción del 50% estableci-
da en 1707. Los argumentos en favor de «jueces nacionales»
se basaban en dos puntos: 1) la existencia de pleitos anterio-
res a 1707, cuya resolución exigía el conocimiento del Dere-
cho foral, y 2) el carácter regalista del ordenamiento foral va-
lenciano.

En 1766 el capitán general conde de Aranda defendió la con-


veniencia de que por lo menos uno, o mejor los dos fiscales
del tribunal, fuera valenciano («patricios y bien patricios»),
puesto que «es muy arduo imponerse bien un forastero para
cumplir plenamente con el empleo fiscal». Aranda subrayaba
el componente regalista del Derecho foral: «las leyes munici-
pales y la particular regalía que por fueros no derogados co-
rresponde a la Magestad en este reino». No olvidó estos cri-
terios cuando fue nombrado presidente del Consejo de Cas-
tilla. El 15 de julio de 1766 recordaba al ministro Roda

cuanto importa la preferencia en el despacho de las


plazas nacionales de Valencia... ocasiona su vacante
graves perjuicios por lo foral de aquel reino.

ÍNDICE 39
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Aranda proponía el nombramiento de un fiscal valenciano,


«por lo que importa a la regalía», y añadía que había en Va-
lencia excelentes profesionales que podían ejercer el cargo y
«restablecer lo perdido» (nota 75). Pero a pesar de tan favo-
rable coyuntura no se nombró a ningún valenciano para fis-
cal. Incluso más adelante, una plaza reservada en principio
para los valencianos se dio «como por alto» a un foráneo: el
andaluz Negrete en 1791.

3. Los primeros magistrados foráneos

Los primeros magistrados castellanos que formaron la Au-


diencia en 1707, fueron animados a incorporarse a su nuevo
destino, en un país difícil, por las circunstancias bélicas, me-
diante la concesión de ascensos, que se harían efectivos
cuando consiguieran volver a la corte. Cuatro de ellos perte-
necían al grupo selecto de los colegiales mayores. Este era el
caso de Pedro Colón de Larreátegui, nombrado regente de la
Audiencia el 30 de mayo de 1707, y desde agosto presidente
de la Chancillería. Este personaje, nacido en 1649, becario
del colegio mayor del Arzobispo en Salamanca (1681), perte-
necía a la más famosa familia de la magistratura noble de
Castilla. Era hijo, hermano y tío de consejeros de Castilla, y
consejero de Castilla él mismo (1703), después de casi 25

ÍNDICE 40
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

años de carrera. Había sido encargado de misiones políticas


importantes por Felipe V. Su nombramiento para Valencia iba
acompañado de un ascenso para la Cámara de Castilla. Re-
presentó un papel importante en la implantación del régimen
borbónico en Valencia. Tuvo choques con Macanaz y con los
mandos militares. Regresó a la Corte en 1709 dejando va-
cante el cargo de presidente del tribunal durante cinco años
(nota 76).

Al mismo colegio mayor había pertenecido (1683) Rodrigo de


Cepeda, catedrático de Salamanca (1699), miembro de la
Chancillería de Valladolid desde 1700. Su nombramiento pa-
ra Valencia se acompañaba de una plaza de consejero de Or-
denes y de un hábito de caballero de Santiago. El goberna-
dor del Consejo de Castilla le escribió hasta tres veces para
apresurar su toma de posesión, que tuvo lugar el 2 de julio
(nota 77). También Cepeda tuvo conflictos con Macanaz, con-
cretamente en el tema de la población de Játiva. El furibundo
juez de confiscaciones llegó a proponer que se le despojase
de la plaza supernumeraria de Ordenes , «porque hizo volver
los frailes y protegió los rebeldes» (nota 78).

Un tercer colegial del Arzobispo (1691) era Antonio Francisco


Aguado, natural de Alcaraz, oidor de la Audiencia de Sevilla

ÍNDICE 41
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

(1699). Para su ida a Valencia se le concedió hábito de San-


tiago y plaza de fiscal del Consejo de Ordenes (nota 79).

Otros dos oidores procedían del colegio mayor salmantino de


Cuenca. Tomás Melgarejo, era miembro de la Chancillería de
Granada (1698). Como en los casos anteriores, su nombra-
miento para Valencia se acompañó de la plaza de consejero
de Ordenes y hábito de la de Santiago. Como oidor más an-
tiguo del tribunal, presidió el tribunal en ausencia de Colón.
En 1710, junto con el alcalde del crimen, Rodrigo Caballero,
dirigió las medidas de seguridad para precaver una insurrec-
ción austracista (nota 80).

Colegial de Cuenca y catedrático, como el anterior, era Mar-


tín de Miraval Espínola, caballero de Jerez, juez de la Au-
diencia de Sevilla (1705) y en marzo de 1707, oidor de la
Chancillería de Granada. Fue destinado a Valencia con ho-
nores del Consejo de Hacienda. Sólo permaneció un año en
su nuevo cargo. En 1708 fue nombrado presidente de la Ca-
sa de Contratación. Fue nombrado miembro del Consejo de
Indias en 1714 (nota 81).

En contraposición al presidente y a los oidores colegiales, los


dos alcaldes del crimen foráneos procedían del ejercicio de
plazas de alcalde mayor. No tenemos muchos datos de Isidro

ÍNDICE 42
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

de San Pedro, teniente de corregidor de Madrid, nombrado


en 1707 alcalde del crimen y ascendido en 1709 a oidor
(nota 82). Mucho más conocido es el hidalgo onubense Ro-
drigo Caballero Illanes. Parece que había residido en Valen-
cia a fines del reinado de Carlos II, en el séquito de un virrey
de la familia Guzmán. En 1707 pertenecía a la Audiencia de
Sevilla. Para su traslado a Valencia se le concedió el futuro
ascenso a alcalde de Casa y Corte. En 1709 recibió el hábito
de Santiago (nota 83).

En 1711 los tres oidores colegiales de Valencia fueron incluí-


dos en la nueva promoción de intendentes. Cepeda fue en-
viado a la provincia de Cuenca, Melgarejo a Valladolid, y
Aguado a Soria. Rodrigo Caballero lo fue en la misma Valen-
cia, donde desarrolló una política significada. Cepeda fue
posteriormente consejero de Ordenes (1713), Indias (1718) y
Castilla (1723). Carreras similares fueron las de Melgarejo y
Aguado, que llegaron al supremo Consejo de Castilla en 1723
y 1729 respectivamente (nota 84).

4. Tiempo de Manteístas. Los hombres de Macanaz


(nota 85)

En 1709 el fiscal valenciano Juan Alfonso Borgunyó ascendió


a una plaza civil. Su sucesor fue un catedrático de Salaman-

ÍNDICE 43
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ca, aunque no colegial. Se trataba de Francisco Velázquez Za-


pata, perteneciente a una familia de la propia oligarquía muni-
cipal salmantina. Se enfrentó con Macanaz en la polémica con
el Arzobispo Folch de Cardona. Marchó de Valencia en 1711
y culminó su carrera como consejero de Castilla (nota 86).
En la segunda oleada de magistrados foráneos, la presencia
colegial cedió el paso a personas procedentes de la carrera
de «varas»: alcaldes mayores y corregidores letrados. En
1710 fue nombrado alcalde del crimen el murciano Francisco
González Escobedo, nacido hacia 1656, que había desem-
peñado una larga carrera como alcalde mayor en importantes
ciudades castellanas. Debido a los cambios producidos en el
tribunal, logró un ascenso a oidor en 1712, cargo en el que
murió en 1726 (nota 87).
En 1712 fueron nombrados dos nuevos alcaldes del crimen.
La plaza de Rodrigo Caballero la ocupó Diego Cosío Busta-
mante, natural de Cervera de Pisuerga, nacido en torno a
1659, que había sido corregidor en poblaciones de segundo
orden, y que en 1711 había sido nombrado alcalde del crimen
honorario de la Chancillería de Valladolid. En 1715 era ya el
alcalde más antiguo del tribunal valenciano, y como tal des-
empeñó en 1719 el gobierno de la Sala del Crimen. Murió en
1723 (nota 88).

ÍNDICE 44
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

El sucesor de González Escobedo como alcalde del crimen


fue Antonio Calá de Vargas, abogado andaluz, natural de Le-
brija, que en 1706 había mostrado su fidelidad a la causa bor-
bónica. En 1714 fue ascendido a oidor, y al año siguiente Ma-
canaz le propuso para el nuevo cargo de abogado general del
Consejo de Hacienda. La plaza le duró poco, ya que la «plan-
ta» que Macanaz había impuesto a los consejos fue des-
mantelada aquel mismo año, pero Calá pudo rehacer su ca-
rrera, que le llevó al Consejo de Castilla en 1729 (nota 89).
En 1712 obtuvieron directamente plaza de oidor dos perso-
najes, como consecuencia de la guerra. Francisco Miravete
Velasco (Tembleque 1660), había sido catedrático en la pe-
queña universidad de Toledo, y ya a los 30 años había ingre-
sado en el Colegio de los españoles de Bolonia. De 1697 a
1706 ejerció diversos cargos de justicia en ciudades del du-
cado de Milán y en el marquesado de Finale. Tras la pérdida
de la Lombardía, regresó a España, y en 1710 fue nombrado
alcalde supernumerario de la Chancillería de Valladolid. Fue
propuesto para regente de las Audiencias de Mallorca y Va-
lencia. Murió en 1728 (nota 90).
El hidalgo cántabro José Alcedo Campuzano fue un perso-
naje notable. Nacido en 1680 en la pequeña población de Mo-
gro, y graduado en Alcalá, ingresó en la magistratura de ma-

ÍNDICE 45
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

nera poco frecuente. En 1708 «benefició», es decir, compró,


una plaza supernumeraria de alcalde del crimen de la Chan-
cillería de Granada, con ayuda de uno de los financieros de
la Corona, Bartolomé Flon, que era pariente de su mujer. For-
mó parte de la Audiencia valenciana de 1712 a 1730. Desde
1719 era el decano del tribunal. Ejerció numerosas jurisdic-
ciones especiales. Parece que abusó de su posición en prác-
ticas corruptas, pero contaba con la protección del capitán
general, príncipe de Campoflorido. Este le propuso para el
cargo de regente del tribunal, pero no se acostumbraba a de-
signar a un juez de la misma institución. En 1730 dejó Valen-
cia para ser nombrado alcalde de Casa y Corte, y en 1736 fue
ascendido a fiscal del Consejo de Ordenes (nota 91).

Un tercer personaje ingresó directamente como oidor en


1713: el que lo era desde 1707 del Consejo de Navarra, Fran-
cisco Díez de Ulzurrun (Cascante, 1657). En 1714 otro nava-
rro, José Zenzano, que pertenecía a la Audiencia de Galicia,
fue trasladado a Valencia, pero no llegó a tomar posesión del
cargo (nota 92).

Otro cántabro como Alcedo, Gaspar de Zevallos, nacido en la


población de Vargas en 1659, fue nombrado alcalde del cri-
men en 1714, en lugar de Cala de Vargas. Había seguido la

ÍNDICE 46
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

carrera de corregidor y alcalde mayor en distintas poblacio-


nes (nota 93).

La interinidad en la presidencia de la Chancillería terminó con


el nombramiento del murciano Juan Valcárcel Dato, nacido en
Mula, el cual había pertenecido a la Audiencia de Sevilla
(1695-1707) y a la Chancillería de Valladolid (1707-1713). En
1713 era consejero de hacienda (nota 94). En Valencia le to-
có vivir la transformación de la Chancillería en Audiencia
(1716), y su propio paso de presidente a regente (nota 95).
En 1719 fue destinado con el mismo cargo a la Audiencia de
Zaragoza y en 1725 culminó su carrera en el Consejo de Cas-
tilla.

La designación de Valcárcel fue acompañada por la de otros


murcianos. En 1715 fue nombrado alcalde del crimen Andrés
García Galeano (Hellín 1680), que había estudiado en Sala-
manca, y había sido alcalde mayor en Zaragoza. Permaneció
en Valencia sin ascender, hasta su muerte en 1727 (nota 96).

Durante algunos años la renovación del tribunal se efectuó


por las plazas de fiscal. En 1714 fue nombrado fiscal del cri-
men el murciano Cosme García Talón, que había sido alcal-
de mayor de Murcia (1704-1707) y abogado del concejo de la
ciudad (1709-1714). En 1715 fue designado alcalde de Casa

ÍNDICE 47
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

y Corte, pero tras la caída de su paisano Macanaz se le des-


tinó a la Audiencia de Sevilla. Le sucedió José Martínez Ta-
lón, miembro de una familia murciana bien conocida y rela-
cionada con el municipio. También gozaba de la protección
explícita de Macanaz. En Valencia protagonizó dos controver-
sias con la autoridad eclesiástica en defensa de las regalías.
También ayudó al irlandés Tobías Burke a defender los pro-
yectos de Macanaz en la villa de san Felipe. En 1718 fue
nombrado oidor de la Audiencia de Aragón, donde murió en
1725 (nota 97).

Martínez Talón protegió los primeros pasos en la Audiencia


de otro murciano, Blas Jover Alcázar, que había ejercido co-
mo juez de confiscaciones en Cartagena y Murcia. Nombra-
do en 1715 relator criminal, una actuación en la villa de Mo-
nóvar dio lugar a vehementes quejas contra sus procedi-
mientos. Parece que contó con la protección de su paisano,
el regente Valcárcel Dato; pero en los años siguientes la ca-
rrera de Jover se vinculó a la administración de la ciudad de
Valencia (nota 98).

A partir de 1716 el compañero de Martínez Talón en la fisca-


lía fue el aragonés Tomás Martínez Galindo (Borja 1671), dis-
tinguido como filipista en 1706, y fiscal de la Audiencia de Se-

ÍNDICE 48
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

villa desde 1707. En 1720 fue ascendido a oidor, cargo en el


que permaneció hasta su muerte en 1736 (nota 99).

El personaje que sucedió a Martínez Talón en 1718, el valli-


soletano Francisco León Araujo, era catedrático de Instituta
de la universidad de Alcalá desde 1704. Quizás hubiera per-
manecido en su puesto docente, «tan abstraído, que se ha
dejado cubrir de canas, sin dar un memorial», si un antiguo
compañero de universidad, consejero de Castilla, no le hu-
biera recomendado. Ascendió a oidor en 1724 y murió en
1730 (nota 100).

En 1719 se incorporó otro fiscal de origen aragonés, que ha-


bía estudiado en Alcalá. Juan Luis López Mesía, segundo
marqués del Risco. Había nacido en 1689 en la ciudad pe-
ruana de Huancavélica, donde era gobernador su padre, el
famoso jurista aragonés Juan Luis López, posteriormente
miembro del Consejo de Aragón (1694) y marqués (1702). El
segundo marqués fue ascendido a oidor en 1727, y en 1736
a regente de la Audiencia de Asturias. Murió como consejero
de Castilla en 1741 (nota 101).

El mismo año 1719, Valcárcel Dato fue sucedido en la regen-


cia del tribunal por otro manteísta –aunque también hidalgo–
don Cayo Prieto Laso de la Vega. nacido en Mondéjar, gra-

ÍNDICE 49
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

duado en Alcalá, alcalde mayor en varias poblaciones, y des-


de 1709 oidor supernumerario de la Audiencia de Sevilla. En
1713 había sido nombrado regente de la Audiencia de Ara-
gón. Ejerció su cargo en Valencia hasta 1729, fecha en la que
fue nombrado consejero de Ordenes (nota 102).

También había sido miembro honorario de la Audiencia de


Sevilla (aunque en el rango de alcalde del crimen), otro gra-
duado de Alcalá, Sebastián Sancho Abarca (nacido hacia
1680 en Cartagena), que fue bastante tiempo fiscal y auditor
de galeras. En 1717 marchó a Cerdeña como oidor de la Au-
diencia. Tras la pérdida definitiva de la isla en 1720, pudo in-
corporarse con derecho preferente a la Audiencia valenciana,
en la que sirvió hasta su muerte en 1730 (nota 103).

5. El predominio colegial

1. Se inicia el proceso

Durante los años 1710-1720 se habían incorporado al tribu-


nal una docena de manteístas, pero sólo un colegial. Se tra-
taba de Sancho Barnuevo (Chinchilla 1677), que había per-
tenecido al colegio salmantino de Cuenca durante 18 años, y
había sido catedrático desde 1708. En 1714 fue nombrado
fiscal civil de Valencia y al año siguiente ascendió a oidor. En

ÍNDICE 50
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

1723 ascendió a alcalde de Casa y Corte y en 1727 llegó al


Consejo de Castilla (nota 104).

Los colegiales mayores hicieron su reaparición en la Audien-


cia de forma significativa en el tercer decenio del siglo. Entre
1727 y 1757 los colegiales constituyeron siempre más de un
tercio del conjunto del tribunal, y ocuparon el cargo de re-
gente durante un cuarto de siglo (1739-1764). Cinco de ellos
desempeñaron la plaza de fiscal. Concretamente ocuparon la
fiscalía civil de 1724 a 1751 (nota 105).

Abren la marcha en 1724, el vasco José Montiano Sopelana,


colegial del Arzobispo en Salamanca, y Juan Matías de Egui-
luz y Garcés, natural de Vallecas, colegial de Alcalá. El pri-
mero, nacido en Bilbao, era el becario más antiguo de su co-
legio (con quince años de «estudios mayores») cuando fue
nombrado en 1717 fiscal de la Audiencia de Galicia. En 1724,
alegando motivos de salud, obtuvo el traslado a la misma pla-
za del tribunal valenciano. En 1729 ascendió a oidor, plaza
que sirvió hasta su paso a la Sala de Alcaldes de Casa y Cor-
te en 1735. Fue consejero de guerra (1742) y consejero su-
pernumerario de Castilla (1744). Murió en 1748 (nota 106).

Eguiluz era colegial mayor desde 1715. Fue rector y catedrá-


tico de Alcalá. En Valencia fue un magistrado enérgico, que

ÍNDICE 51
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tuvo una actuación importante en «causas gravísimas de es-


tado», concretamente en la persecución de «pasquines, fo-
lletos y gacetillas». Su carrera sigue bastante la de Montiano:
oidor en 1731, alcalde de Corte en 1735, fiscal del Consejo
de Guerra en 1743. Murió en 1750 (nota 107).

En 1725 fue nombrado alcalde del crimen uno de los dos úni-
cos colegiales mayores que habían nacido en Valencia. Se
trataba de Francisco Salcedo Enríquez de Navarra, becario
del colegio de Oviedo. Era hijo del antiguo oidor y posterior-
mente consejero de Castilla, Bruno Salcedo y Vives, y her-
mano del también alcalde Bernardino de Salcedo, que había
muerto el año anterior, y cuya plaza precisamente ocupó. No
tuvo una actuación destacada y murió en 1734 (nota 108).

En 1727 tres colegiales mayores llegaron a la Audiencia va-


lenciana. Breve fue la estancia en ella del andaluz Diego de
Guzmán y Bobadilla, natural de Cazalla de la Sierra (1696), y
colegial de Santa Cruz de Valladolid. Nombrado alcalde del
crimen, al año siguiente se incorporó con el mismo rango a la
Audiencia de Sevilla, donde desarrolló una larga y fructífera
carrera, en la que alcanzó el rango de oidor (1740), y conse-
jero honorario de Ordenes (1750) (nota 109).

ÍNDICE 52
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Tampoco fue larga la estancia de José Ruiz de Alarcón, na-


tural de tierras de Cuenca y colegial de Alcalá (1718). Proce-
día de la Audiencia de Canarias (1724) y en Valencia fue
nombrado alcalde del crimen. En 1731 renunció al cargo por
mala salud y se retiró a un beneficio eclesiástico (nota 110).
Muy distinta fue la trayectoria del tercero, el asturiano Diego
de Sierra Cienfuegos, que pertenecía a un importante linaje
de colegiales. Nacido en 1689 en Cangas de Tineo, había in-
gresado en 1709 en el colegio salmantino del Arzobispo. Ob-
tuvo una cátedra en 1725. En 1728 fue nombrado fiscal cri-
minal de la Audiencia valentina. En 1730 ascendió a fiscal ci-
vil, y recibió los honores de oidor de Chancillería. Sirvió como
fiscal hasta 1740. Fue regente de la Audiencia de Mallorca
(1740), y ya en la Corte sirvió siempre en plazas de fiscal de
distintos Consejos: Cruzada (1748), Ordenes (1750) y Casti-
lla (1752). Fuertemente opuesto a la política ilustrada de su
joven colega Campomanes, en 1766 dejó la fiscalía y fue
nombrado consejero de Castilla, sin obligación de asistir. Mu-
rió en 1772 (nota 111).
En 1729 la Audiencia volvió a tener un regente colegial. Se
trataba de Gracián de Peralta y Guzmán (Alcaraz 1664), que
había sido colegial en Alcalà (1697), catedrático desde 1700,
y magistrado desde 1713: en la Audiencia de Galicia (1713) y

ÍNDICE 53
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

en la Chancillería de Valladolid (1721). En 1730 pasó como


regente a Cataluña y en 1731 a consejero de Castilla. Murió
en 1733 (nota 112).

A partir de 1734 se incrementó la presencia colegial en la Au-


diencia. En aquella fecha fue nombrado directamente oidor
Martín Dávila Sigüenza (Jerez 1696), colegial de Cuenca y
catedrático en 1727. Ocupó la plaza hasta su muerte en
1764. En Valencia ejerció cargos diversos, pero no parece ha-
ber sido una lumbrera. Desde 1751 era el oidor decano del tri-
bunal, y en dos ocasiones (1756, 1764) actuó como vice-re-
gente. Fue propuesto en diversas ocasiones para regente de
Valencia y otros tribunales, pero sin resultado. Se le compen-
só con honores de consejero de Ordenes. Cuando murió se
le había concedido plaza en el mismo Consejo, con hábito de
Santiago (nota 113).

En 1737 fue nombrado alcalde del crimen el navarro Juan


Martín de Gamio, natural de Arizcun, en el valle de Baztán,
colegial de San Bartolomé de Salamanca (1724). Ascendido
a oidor en 1742, fue hombre de confianza del capitán gene-
ral, duque de Caylus. Posteriormente fue regente de las Au-
diencias de Mallorca (1751) y Aragón (1753), y en 1760 in-
gresó en el Consejo de Castilla. Murió en 1768 (nota 114).

ÍNDICE 54
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Al año siguiente llegó a la Audiencia como alcalde del crimen


el colegial de Cuenca (1724), Andrés de Angulo Ramírez de
Arellano, marqués de Angulo. Su familia, originaria de Córdo-
ba, estaba arraigada desde generaciones en la plaza de
Orán. Su padre había sido corregidor en distintas poblaciones
de Castilla y Aragón. En Valencia, Angulo sirvió durante 13
años el llamado juzgado de provincia. El duque de Caylus le
consideraba «resuelto y pronto» (nota 115). En 1751 fue as-
cendido a oidor. Se vinculó a la nobleza valenciana por su
matrimonio y por su nombramiento para la dignidad de Lu-
garteniente general de la Orden de Montesa (1755), que ejer-
ció durante más de 20 años (nota 116).

2. La época de los regentes colegiales

En 1739 se inició el predominio colegial en la plaza de re-


gente con el nombramiento de Juan de Isla, nacido en la po-
blación del mismo nombre en la Trasmiera, becario de San
Bartolomé (1709), el cual hizo una carrera colegial típica: ca-
tedrático (1719), fiscal en Barcelona (1724), oidor en Vallado-
lid (1733), regente en Valencia (1739), presidente en la Chan-
cillería de Granada (1746), consejero de Castilla (1748). Mu-
rió en 1752 (nota 117).

ÍNDICE 55
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Durante la regencia de Isla se incorporaron al tribunal otros


tres colegiales mayores. El primero fue Manuel Pablo de Sal-
cedo y Ortes de Velasco, hijo del señor de Anguciana, cerca
de Haro. Nacido en 1700, había ingresado a los 27 años en
el colegio mayor de san Bartolomé. En Valencia fue sucesi-
vamente fiscal criminal (1739), y civil (1741). El regente Isla,
que pertenecía a su mismo colegio, recomendó su ascenso.
El resto de su carrera, desde 1749, transcurrió en el Consejo
de Indias (nota 118).
En Valencia había nacido Jacinto Jover y Valdenoches, mien-
tras su padre, don Blas, era alcalde mayor de la ciudad. Este
intrigante personaje era ya consejero de hacienda cuando
consiguió que su hijo fuera aceptado en el colegio mayor del
Arzobispo (1739). No tardó mucho en lograrle una plaza de
alcalde del crimen en la Audiencia de Valencia (1741) y al año
siguiente el ascenso a la Sala de alcaldes de Casa y Corte,
aunque quedó estancado en esta plaza (nota 119).
El tercer colegial que llegó durante la regencia de Isla era
Diego Morales Villamayor. Aunque su familia era originaria de
Castilla la Vieja, había nacido en Madrid (1703), donde su pa-
dre era consejero de Castilla. Colegial de Santa Cruz de Va-
lladolid (1724) y catedrático (1740), en 1745 fue nombrado
fiscal criminal de la Audiencia valentina, plaza desde la que

ÍNDICE 56
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

ascendió a fiscal civil (1749) y oidor (1751). Posteriormente


fue miembro de la Sala de Alcaldes (1760) y del Consejo de
Ordenes (1765) (nota 120).
El sucesor de Isla en la regencia pertenecía también a una
sólida familia colegial. Antonio de Aperregui y Tornamira (Tu-
dela, 1689) fue colegial (1725) y catedrático (1727) de la uni-
versidad de Alcalá, y oidor de la Audiencia de Cataluña
(1735). En Valencia gozó de la consideración del capitán ge-
neral Caylus. Aperregui murió como consejero de Hacienda
en 1754, dos años después de haber dejado la regencia va-
lenciana (nota 121).
La salud era también el punto débil de su sucesor, pertene-
ciente a otro denso linaje de letrados colegiales. Fernando
Antonio de Ortega y Cotes, había nacido en Madrid, donde su
padre era consejero de Castilla. En 1720 ingresó en el cole-
gio mayor del Arzobispo, al que también había pertenecido su
padre. En 1735 obtuvo plaza en la Chancillería de Valladolid.
En 1746 rechazó el nombramiento de regidor de la Audiencia
de Canarias, alegando motivos de salud. Tampoco en Valen-
cia le fue favorable el clima «por lo cálido y húmedo». En
1755 estuvo a punto de renunciar al cargo a cambio de una
plaza de canónigo. En 1756 fue jubilado con una pensión de
20.000 reales (nota 122).

ÍNDICE 57
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Bastante distinto era el perfil de su sucesor, Marcos Jimeno


Rodríguez, nacido en Villaverde de Rueda (1702), cerca de
Medina del Campo, de familia hidalga. Había ingresado en
1722 en el colegio mayor de Oviedo y obtuvo una cátedra 20
años más tarde. Desde 1749 pertenecía a la Chancillería de
Granada. Como regente de Valencia (1757-1764) redactó un
informe bastante crítico de los miembros del tribunal. En 1764
fue nombrado consejero de Indias. Era uno de los «hacedo-
res» o jefes de los bandos colegiales (nota 123).
Durante la larga etapa de predominio colegial en la regencia
ingresaron otros cuatro colegiales en el tribunal. En 1751 lo
hizo el santanderino Diego Arredondo Zorrilla San Martín,
perteneciente a un núcleo familiar bien presente en el colegio
mayor de San Ildefonso de Alcalá. Diego ingresó en el mismo
en 1735. En 1751 fue nombrado alcalde del crimen de la Au-
diencia, pero muy pronto una enfermedad mental le hizo im-
posible el desempeño de sus funciones. Se le jubiló en 1760
(nota 124).
Teodomiro Caro de Briones había nacido en Carmona. En
1736 ingresó en el colegio mayor de Cuenca. Obtuvo tras 17
años de estudios una cátedra de Decretales menores. Cuan-
do en 1755 fue nombrado alcalde del crimen de la Audiencia
era el «huésped más antiguo de su comunidad». Aunque los

ÍNDICE 58
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

informes iniciales sobre Teodomiro Caro no eran muy favora-


bles, su actuación en Valencia no parece deslucida. Ejerció
algunas comisiones importantes. En 1763 ascendió a oidor.
En 1770 se le encomendó la redacción de las ordenanzas de
la Audiencia. Aquel mismo año fue designado regente de la
de Asturias y en 1772 llegó a la Corte como consejero de In-
dias (nota 125).

El nombramiento de colegiales prosiguió durante los prime-


ros años del reinado de Carlos III. En 1762 fue designado al-
calde del crimen un colegial de Oviedo que tenía influencias
importantes en el reino de Valencia. El caballero leonés Ma-
nuel de Villafañe Flores era sobrino de José Antonio Flores,
que había sido obispo de Orihuela (1728-1737). El propio Vi-
llafañe habia sido paje del arzobispo de Valencia Andrés Ma-
yoral (que era de Zamora), y era amigo del catedrático de he-
breo de Salamanca, Francisco Pérez Bayer. En 1761 se ha-
bía casado con una dama de Castellón de la Plana, la tierra
de su amigo Bayer. Era desde 1760 fiscal de la Audiencia de
Asturias. En 1764 ascendió a oidor en Valencia. Siempre pro-
tegido por Pérez Bayer, fue promovido a la Sala de alcaldes
(1770), al Consejo de Hacienda (1773) y al de Castilla (1775)
(nota 126).

ÍNDICE 59
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

El último colegial que se incorporó al tribunal, antes de la re-


forma universitaria, fue el andaluz José María Reina, nacido
en la villa de Osuna, becario del colegio de Cuenca (1740) y
catedrático (1756). Nombrado en 1764 alcalde del crimen, as-
cendió a oidor en 1770. Permaneció en Valencia hasta su
muerte (nota 127).

3. Más allá de los seis colegios

Además de los antiguos becarios de los seis grandes cole-


gios mayores castellanos, debemos considerar a los magis-
trados que procedían de otros colegios, por ejemplo, los de la
universidad de Huesca (nota 128). José Vicente Ferrer An-
dreu fue durante 14 colegial mayor de Santiago. En 1736 fue
enviado a Valencia como oidor. Los informes reservados so-
bre él no eran muy positivos. Si el capitán general Caylus de-
cía de él en 1749, «es pesado y no tiene esplendor», el re-
gente Jimeno era mucho más duro en 1757, y seguía insis-
tiendo en 1763. No es extraño que aquel mismo año se le de-
clarara jubilado forzoso. Presentó un memorial de quejas y se
le concedió sueldo entero con honores y preeminencias -
(nota 129).

También fue colegial y catedrático de Huesca Pedro Ric Ejea,


nacido en la población ribagorzana de Fonz en 1699. Los Ric

ÍNDICE 60
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

eran una familia importante de notables locales. Pedro, tras


24 de estudios mayores, 21 de leyes y 17 de colegial de san
Vicente, fue nombrado en 1741 fiscal del crimen de la Au-
diencia de Valencia. Al mismo tiempo ejerció como fiscal de la
Intendencia. El intendente recomendó que se le concedieran
los honores de fiscal del Consejo de Hacienda. Ascendido a
alcalde de corte (1745), fue sucesivamente consejero de Or-
denes (1753) y de Castilla (1761). Tuvo un papel destacado
en el «Consejo extraordinario» que decidió la expulsión de los
jesuitas (nota 130). Otros dos colegiales y catedráticos os-
censes formaron parte de la Audiencia, como veremos, du-
rante el reinado de Carlos III. Colegial (1733) y catedrático del
colegio de Maese Rodrigo de la universidad de Sevilla fue
Juan Luis de Novela y Espínola, nacido en Medinasidonia, al-
calde del crimen en Valencia (1752-1762) y posteriormente
miembro de la Audiencia de Sevilla (murió en 1787) (nota 131).
En el colegio de Fonseca de Santiago de Compostela estudió
Juan de Losada y Temes, que fue en Valencia alcalde del cri-
men (1757) y oidor (1766); posteriormente sirvió en la Chan-
cillería de Valladolid desde 1774 hasta su muerte en 1789
(nota 132).
José Moreno Alvarado, nacido en un pueblo de la Alcarria en
1692, fue becario del colegio menor de Santa Catalina o de

ÍNDICE 61
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

los Verdes de Alcalá (1715), y abogado en Madrid durante


diez años. Nombrado alcalde del crimen de la Audiencia en
1732, y ascendido a oidor en 1736, permaneció en la Au-
diencia durante 40 años. Desempeñó diversas jurisdicciones.
Desde 1764 era el oidor decano del tribunal. En 1769 recibió
los honores del Consejo de Ordenes. Fue jubilado en 1772
(nota 133).

6. Pocos manteístas, pocos valencianos

1. Cátedra, pero no colegio

Entre los magistrados foráneos nombrados por Felipe V ha-


bía dos catedráticos nacidos en Salamanca, que no habían
estudiado en ningún colegio. Lorenzo Delgado Sanromán era
catedrático de leyes en la propia Salamanca desde 1727. Fue
oidor de la Audiencia valenciana de 1735 a 1751 (nota 134).
Ejerció diversas jurisdicciones. Otro salmantino, Lorenzo
Santayana Bustillo, nacido en 1700, fue catedrático de Prima
de Leyes en la nueva universidad catalana de Cervera
(1727), fiscal de la Audiencia de Valencia (1733), y oidor de la
Audiencia de Zaragoza desde 1733 hasta su muerte en 1766
(nota 135).

ÍNDICE 62
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

2. El ejercicio de cargos menores

Presidir un claustro de la universidad era una de las funcio-


nes de Blas Jover Alcázar, alcalde mayor de la ciudad de Va-
lencia (1716-1733). Este murciano, nacido en 1689, fue nom-
brado en 1733 alcalde del crimen de la Audiencia. Dos años
más tarde fue sometido a una «visita» por sus actividades an-
teriores, pero logró salir indemne. Destinado a la Audiencia
de Asturias (1737) no llegó a incorporarse; fue sucesivamen-
te alcalde de Casa y Corte (1738), consejero de hacienda y
de Castilla (nota 136).

Algunos de los magistrados de origen manteísta habían ejer-


cido previamente cargos menores de la administración
(nota 137). Luis de Miranda Oquendo, nacido en Ciudad Ro-
drigo, fue relator de la Audiencia de Aragón en 1707 y del
Consejo de Castilla en 1712. Participó en algunas «juntas de
negocios extraordinarios» y se consideró que tenía «prendas
de ministro». Nombrado en 1729 alcalde del crimen de Valen-
cia, y ascendido a oidor en 1733, murió en 1742 (nota 138).

José Benito de Salazar, nacido hacia 1678 en las «Montañas


de Burgos», ejerció durante veinte años como agente fiscal en
el Consejo de Ordenes. Nombrado en 1730 alcalde del crimen,
renunció al cargo tres años después y murió a poco (nota 139).

ÍNDICE 63
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Más complejo era el caso de Pedro de la Torre, regidor de Eci-


ja, que había seguido algún curso en la universidad de Sevi-
lla. Llegó a la corte «con traje militar» con motivo de la de-
fensa de los baldíos, amenazados por la legislación estatal a
partir de 1738. Consiguió la protección del cardenal Gaspar
de Molina, gobernador del Consejo de Castilla. En 1740 fue
nombrado agente fiscal del Consejo para asuntos de baldíos
y arbitrios. Asistió al «despacho de los negocios de la presi-
dencia del Consejo». También contó con la protección del su-
cesor interino de Molina (muerto en 1744), Nicolás Manrique
de Lara, quien le propuso en diversas ocasiones para cargos.
En 1749 se le nombró fiscal del crimen de la Audiencia de Va-
lencia, En 1756 fue trasladado a la Audiencia de Asturias. Se
jubiló por enfermedad en 1762 y murió en 1767 (nota 140).

El asturiano Pedro de Valdés León fue «profesor» de leyes


muchos años en Valladolid, mientras ejercía cargos de la ad-
ministración eclesiástica. En Valencia fue alcalde del crimen
de 1736 a 1751, y ejerció diversas jurisdiciones. En 1747 re-
organizó el gobierno municipal de Játiva. Desde 1741 presi-
día la Sala del crimen, como alcalde más antiguo. Contaba
con el respaldo del capitán general Caylus, del que era ase-
sor. Posteriormente fue alcalde de corte (1751) y miembro del
Consejo de guerra (1755). Murió en 1760 (nota 141).

ÍNDICE 64
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

3. La profesión de abogado

Una parte de los magistrados de origen manteísta procedían


del ejercicio de la abogacía. El colegial menor Moreno Alva-
rado había sido abogado, y directivo del colegio de abogados
de Madrid. Decano del mismo colegio había sido Manuel de
Toledo, nacido en Cervera de Río Alhama. Fue protegido de
Macanaz, quien le consideraba «gran letrado y muy del rey, y
en materias de hacienda muy diestro» y le hizo nombrar con-
sejero de Hacienda en 1714. Tras la caída de su protector, si-
guó una carrera regular: oidor de la Audiencia de Cataluña
(1716), y regente de Valencia (1730-1739), donde parece que
no logró armonizar su situación. Criticado duramente en 1739
por el capitán general Caylus, fue ascendido aquel mismo
año al Consejo de Hacienda. Murió en 1743 (nota 142).

José Moreno Hurtado, natural de Lucena, y estudiante en el co-


legio de Santa Catalina en Granada, fue abogado en esta ciu-
dad y en Madrid durante cinco años. Su carrera de magistrado
incluye las plazas de juez de la Audiencia de Canarias (1732),
oidor de la de Valencia (1737), alcalde de Casa y Corte (1742),
consejero de Indias (1753) y de Castilla (1763) (nota 143).

Dos abogados aragoneses ingresaron en la Audiencia en tor-


no a 1740. Sebastián del Castillo, nacido en 1696 en Villarre-

ÍNDICE 65
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

al (diócesis de Jaca), estudió en Huesca y Zaragoza. Siguió


una doble carrera, de catedrático y abogado. Comenzó como
catedrático substituto, hasta obtener la cátedra de Vísperas
de Cánones en Zaragoza. Pero al mismo tiempo ejerció como
abogado. Presentaba como mérito cinco tomos de alegacio-
nes y consultas. Fue asesor ordinario del Ayuntamiento de
Zaragoza, de la Casa de Ganaderos y de la Orden de San
Juan. La defensa como abogado de los derechos de las en-
comiendas del infante don Luis le valió la protección del mo-
narca. En 1742 el rey mandó que se le consultase para la
primera plaza vacante en la Corona de Aragón, que fue la de
alcalde del crimen de la Audiencia de Valencia (nota 144).
La dedicación a la defensa de los derechos del infante conti-
nuó una vez Castillo hubo tomado posesión de su plaza, tal
como informaba con ironía el arzobispo Mayoral en 1756. El
ejercicio de diversas comisiones le dificultaban la asistencia
al tribunal, y según el regente Jimeno también su imparciali-
dad. Ascendió a oidor en 1756 y murió diez años después
(nota 145).
Su paisano Miguel Eugenio Muñoz (Calatayud 1706) también
debió el cargo a la protección directa de los soberanos. Gra-
duado en Alcalá, sirvió como fiscal de un juicio de residencia
general de 48 pueblos aragoneses (1733) y su villa natal le

ÍNDICE 66
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

envió a la corte como su diputado. Durante los años 30 vivió


en Madrid como abogado y escritor. Sus obras de exaltación
de los intereses dinásticos de los Borbones en Italia le valie-
ron el nombramiento directo de oidor de la Audiencia valen-
ciana (1742), cargo en el que permaneció durante 31 años
(nota 146).
En San Pedro de Latarce, en la diócesis de Zamora, nació Ja-
cinto Miguel de Castro, graduado por la universidad de Valla-
dolid en 1727. Desde 1735 ejerció como abogado. En 1752
fue nombrado fiscal criminal de la Audiencia valenciana, en
1756 pasó a civil, y en 1761 a oidor. Nombrado en 1766 re-
gente de la Audiencia de Mallorca, fue más adelante conse-
jero de Indias (1770) y de Castilla (1773) (nota 147).
Un último abogado foráneo nombrado antes de 1759 fue
Juan Vega Canseco, fiscal del crimen en 1756. Mayans le
consideraba «letrado habilísimo» y le propuso un verdadero
plan de trabajo para restaurar la jurisdicción real, mediante el
estudio de los fueros y la jurisprudencia del Reino (nota 148).

4. Los pocos valencianos

El esquema que hemos visto entre los manteístas foráneos


se repetía entre los más escasos valencianos. En primer lu-
gar la pertenencia a la universidad de Valencia. Además de la

ÍNDICE 67
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

función de examinador que había ejercido Bernardino Salce-


do, encontramos dos catedráticos. Vicente Borrull y Ramón,
que había estudiado en Salamanca, protegido por su herma-
no José, ocupó desde 1721 una de las cátedras de Paborde,
dotadas por la Iglesia (en aquel momento Borrull era soltero).
En 1736 fue nombrado alcalde del crimen. En 1741 consiguió
el lógico ascenso a oidor, a pesar de las intrigas de Blas Jo-
ver en favor de su hijo. Murió en 1751 (nota 149).

El eclesiástico Pedro Llanzol de Romaní siguió una verdade-


ra carrera universitaria, como catedrático de Instituta (1738) y
paborde de Cánones (1745). Nombrado en 1752 alcalde del
crimen, ascendió a oidor en 1765 y murió al año siguiente
(nota 150).

Los restantes magistrados valencianos pueden ser califica-


dos como abogados, pero muchos debieron el cargo a diver-
sas funciones políticas. El mismo Borrull ejercía desde 1729
el cargo de canciller de competencias del Reino, encargado
de los conflictos con la jurisdicción eclesiástica (nota 151). Jo-
sé Torán y Sorell, más conocido como conde de Albalat, de-
bió el cargo de alcalde del crimen (1714) a la fidelidad políti-
ca de su padre. Ascendido a oidor (1726), se convirtió en el
decano del tribunal (1740), y en autoridad indiscutida en ma-

ÍNDICE 68
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

teria de Derecho foral. Consiguió la dignidad honoraria de


consejero de Ordenes (nota 152).

Don Gaspar Cebrián y Cebrián, natural de Játiva, había rea-


lizado en 1718 el juramento de abogado ante la Audiencia.
Ejerció la profesión en su ciudad natal y en la propia Valen-
cia, según un informe, «con poquísimo despacho». Su llega-
da a la magistratura se produjo a partir de otros cargos. De
1735 a 1741 fue alcalde mayor de la ciudad de Valencia y
desde 1726 ocupaba el cargo de teniente de chanciller mayor
de la propia Audiencia, y ejercía como asesor de diversas ins-
tituciones. Nombrado alcalde del crimen en 1741, ascendió a
oidor en 1751 y murió en 1765 (nota 153).

Su sucesor como teniente de chanciller fue Francisco Loze-


lla. Este abogado (que lo era desde 1722) era considerado en
1749 por el duque de Caylus «de los... antiguos y acreditados
por su literatura». En 1751 sucedió a Cebrián como alcalde
del crimen y al año siguiente a Borrull como oidor. En 1766
fue nombrado regente de la Audiencia de Aragón y en 1768
consejero de Castilla (nota 154).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

7. Los magistrados de Carlos III

1. El crepúsculo de los colegiales

El proceso fundamental de la magistratura durante el reinado


de Carlos III fue el fin de la prepotencia de los colegiales ma-
yores. En rigor numérico la proporción de colegiales en el tri-
bunal había comenzado a disminuir desde 1749, aunque era
compensada por la mayor estabilidad de colegiales menores
y catedráticos no colegiales. El cambio de tendencia se hizo
evidente a partir de 1765. Mientras que desde 1715 habían
ingresado en la Audiencia 22 colegiales mayores, sólo lo hi-
cieron cinco a partir de esta fecha. Tres de ellos corresponden
al reinado de Carlos III (nota 155).
Juan José de Eulate y Santa Cruz, nacido en Vergara, fue co-
legial de San Bartolomé (1748), catedrático de Decreto
(1761), oidor de las Audiéncias de Mallorca (1762) y Catalu-
ña (1765), regente de Valencia (1770), consejero de Hacien-
da (1775) y honorario de Castilla (1789) (nota 156).
El gallego Jacobo Caamaño Gayoso, colegial del Arzobispo
(1757), y catedrático de Instituciones civiles (1770), reunía
dos rasgos aparentemente contradictorios: aunque se opuso
a la reforma de los colegios, era de los raros colegiales apre-
ciados por Pérez Bayer. En Valencia fue alcalde del crimen

ÍNDICE 70
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

(1775) y oidor (1789). En 1791 fue nombrado consejero de


Ordenes (nota 157).

Joaquín Herrán Abaunza (Granada 1746), colegial de Santa


Cruz de Valladolid (1770), alcalde del crimen de la Chancille-
ría de Granada (1778), pasó a Valencia como oidor en 1780,
llegó a ser decano del tribunal (1794) y ascendió a alcalde de
corte en 1802. Murió al año siguiente (nota 158).

Durante los primeros años del reinado de Carlos III se siguió


nombrando antiguos colegiales menores. En 1761 fue desig-
nado fiscal del crimen el cordobés de Torrecampo, Miguel Ju-
rado de los Reyes, que habia estudiado en el colegio de los
Verdes de Alcalá, y había sido catedrático de Decretales de la
misma universidad (1756). También había ejercido como abo-
gado. En 1764 ascendió a fiscal civil y murió en 1766 (nota 159).

Le sucedió como fiscal del crimen el malagüeño Bernardo To-


rrijos Vargas, colegial de Maese Rodrigo de Sevilla (1734), y
catedrático de Digesto Viejo (1742) y de Prima de Cánones
(1747) en la universidad hispalense. Además ejerció como
auditor de marina y asesor general del arzobispo, don Luis de
Borbón (nota 160).

En 1772 fue nombrado alcalde del crimen otro colegial (1753)


y catedrático sevillano, Francisco Jiménez de Arrutave, natu-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ral de Sanlúcar de Barrameda. En 1782 ascendió a oidor, pla-


za en la que permaneció hasta su jubilación 20 años después
(nota 161).

Dos de los magistrados de Carlos III habían sido colegiales y


catedráticos de la universidad de Huesca. En 1766 José Cre-
genzan y Monter (Albalate de Cinca, 1726), fue nombrado al-
calde del crimen (1766); ascendió a oidor (1770), y a regente
de la Audiencia de Mallorca (1776), y culminó su carrera co-
mo consejero de Castilla (1790) (nota 162). Domingo de Ara,
alcalde del crimen (1771-1779), había sido catedrático años
antes, pero debió el cargo más bien a haber servido a las ór-
denes del conde de Aranda en la presidencia del Consejo de
Castilla (nota 163).

Un último catedrático –no colegial– fue Juan Antonio de Ma-


dinabeytia y Antorqueza, abogado de los reales consejos y
catedrático de la pequeña universidad de Oñate (1778). Nom-
brado fiscal del crimen (1779), en 1785 ascendió a civil, y mu-
rió al año siguiente (nota 164).

En 1782 murió antes de tomar posesión como alcalde del cri-


men el valenciano de Burriana, Joaquín Marín y Mendoza,
catedrático de los Reales Estudios de San Isidro en Madrid
(nota 165).

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Además de los catedráticos en sentido pleno, podemos con-


siderar a los que lo fueron interinamente, o simplemente se
definían como «opositores», «profesores» o «del gremio y
claustro» de una universidad. Manuel Alejo del Castillo fue en
1743 catedrático extraordinario en Zaragoza y en 1747 subs-
tituto en Valencia. Nombrado en 1766 alcalde del crimen en
Valencia, murió al año siguiente (nota 166).

Francisco Pérez Mesía, nacido en Valencia en 1730, perma-


neció en Salamanca hasta los 36 años, simultaneando la
oposición a cátedras con el ejercicio de pequeños cargos.
Catedrático en 1766, fue nombrado el mismo año alcalde del
crimen, ascendió en 1772 a oidor, en 1782 a alcalde de cor-
te, y en 1786 al Consejo de Castilla (nota 167). También José
Gómez Vuelta, que llegó a Valencia en 1767, trasladado des-
de la lejana Audiencia de Santo Domingo, había sido de 1736
a 1742 opositor a cátedras en Valladolid. Había nacido en un
pueblo de León. Ascendió a oidor en 1772, llegó a ser deca-
no en 1786 y fue jubilado en 1794 (nota 168). Un clérigo san-
tanderino, Ramòn Torre y Puebla, nacido en la pequeña po-
blación de Igollo en 1754, opositó sin éxito a cátedras y pre-
bendas. Nombrado en 1788 alcalde del crimen de Valencia,
ascendió en 1793 a oidor, y en 1799 a regente de Mallorca.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Murió en 1802 (nota 169). También algunos abogados oposi-


taron a cátedras o las ocuparon temporalmente.

2. El tiempo de los abogados

Hasta el reinado de Carlos III los catedráticos de origen cole-


gial (mayor y menor) y los catedráticos no colegiales repre-
sentaban del 60 al 80% de los miembros del tribunal. En cam-
bio, a partir de 1765 esta proporción se redujo al 30%. Pare-
ce claro que el gobierno de Carlos III, y especialmente el mi-
nistro Roda, quisieron deslindar la carrera universitaria de la
magistratura, convirtiéndola en un fin en ella misma. Era en-
tre otros grupos profesionales donde los ministros de Carlos
III iban a seleccionar con preferencia a los futuros magistra-
dos: los abogados y la carrera de «varas». Carlos III nombró
magistrados a un mínimo de 15 individuos que podemos ca-
lificar como abogados: de ellos cinco eran valencianos, dos
aragoneses, uno catalán, y seis pertenecían a la abogacía en
Madrid. En 1775 un antiguo abogado llegó a la regencia del
tribunal, antiguo feudo de los colegiales. Otros cinco aboga-
dos fueron designados para las plazas de fiscal (nota 170).

El cambio se había iniciado en 1763 con Ignacio de Vargas,


«abogado muy acreditado en Madrid» durante 23 años. As-

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

cendido a oidor en 1766, llegó a ser decano del tribunal y mu-


rió en Valencia en 1784 (nota 171).
Vargas era considerado partidario de la Compañía de Jesús.
La famosa «Noticia» de 1765 que clasificaba a los miembros
de consejos y tribunales entre jesuitas y tomistas, no se ajus-
taba exactamente a la distinción entre colegiales y manteís-
tas. En el caso concreto de Valencia, fueron considerados
pro-jesuitas, el regente Antonio Simón Pontero, los colegiales
mayores Caro de Briones y Reina, los colegiales menores Lo-
sada, Jurado de los Reyes y Torrijos Vargas, el catedrático
Sebastián del Castillo, y los abogados Miguel Eugenio Mu-
ñoz, Vargas y Jacinto Miguel de Castro, así como Gaspar Ce-
brián. Los «tomistas» constituían sólo una minoría del tribu-
nal, que incluía al colegial mayor Villafañe, al abogado Loze-
lla (ambos calificados de «tomista insigne»), y al antiguo co-
legial de los Verdes, Moreno Alvarado (nota 172).
En torno a 1766 el tribunal de Valencia fue profundamente re-
novado, gracias a tres fallecimientos y seis ascensos, que fa-
vorecieron a los tomistas. Los cambios se dejaron sentir con
intensidad en las fiscalías. Ya hemos dicho que Vega Canse-
co, hombre de filiación ensenadista, había sido animado por
Mayans a la defensa de posiciones regalistas: «ahora que
V.Md. es fiscal, es oportuna ocasión de restablecerla –la ju-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

risdicción real– y más en tiempo en que es tan fuertemente


combatida» (nota 173). Pero Vega tenía como compañero de
fiscalía criminal, y sucesor en la civil, a Miguel Jurado de los
Reyes, definido por la «Noticia» como «jesuita profeso de
cuarto voto y abogado de los jesuitas». El nuevo fiscal crimi-
nal era Torrijos Vargas, «el cual tiene bastante para ser sos-
pechoso de jesuita». Ante esta situación, no es extraño que
el conde de Aranda, capitán general y presidente de la Au-
diencia, favoreciera en marzo de 1766 el traslado de Torrijos
a Granada. Aranda deseaba que alguno de los fiscales fuese
«patricio», es decir valenciano, y a poder ser que los dos fue-
sen regalistas: «si los dos fiscales hablasen conformes per-
suadirían a los demás con otra energía y apoyo, particular-
mente en punto de regalías» (nota 174).

Los dos nuevos fiscales, ambos abogados, respondían a es-


te modelo. Uno de ellos era el catalán Juan Casamajor (Ca-
samayor), un abogado barcelonés con inquietudes intelec-
tuales, experto en cuestiones de jurisdicción eclesiástica. Ha-
bía sido abogado de varias instituciones eclesiásticas y de los
gremios. En Madrid participó en la tertulia de Campomanes.
Allí le conoció Mayans durante su visita a la corte, en 1766.
El erudito le valoró de forma positiva y le comparó con Vega

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Canseco. Fue ascendido a oidor en 1772. Murió en Valencia


en 1782 (nota 175).

El segundo fiscal era el abogado Tomás Sanz de Velasco, na-


tural de Astorga, cuya toma de posesión aceleró Aranda. Te-
nía 24 años de experiencia en la defensa de los intereses de
distintos prelados, instituciones eclesiásticas y aristócratas.
Sirvió excepcionalmente como fiscal durante 12 años. En
1778 fue ascendido a alcalde de casa y corte y en 1785 a
consejero de guerra (nota 176).

Desde 1772 tenía como compañero de fiscalía a Lorenzo Fer-


nández de Gatica, bachiller por Granada, y abogado en Ma-
drid desde 1755. Lo había sido de ciudades y villas, catedra-
les y cabildos, gremios y hermandades. Permaneció en Va-
lencia hasta 1785, fecha en la que también ascendió al con-
sejo de Guerra (nota 177).

Tras su ascenso, entró como fiscal Franciso Tomás Camara-


sa (nacido hacia 1745), abogado aragonés, que lo era de la
casa de Híjar. En 1794 fue trasladado como oidor a la Chan-
cillería de Granada donde murió en 1802 (nota 178).

Cuando Camarasa fue ascendido a fiscal civil en 1786, le su-


cedió el gallego Franciso Valladares de Sotomayor, nacido en
Rianjo, que había estudiado y abogado en Valladolid, y había

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

sido asesor del gobernador del Consejo de Castilla. En 1794


pasó a fiscal civil y en 1802 fue jubilado, sin haber ascendido
nunca a oidor (nota 179).
Desde 1766 las dos fiscalías del tribunal fueron ocupadas sis-
temáticamente por abogados. Estos fueron nombrados tam-
bién para plazas de alcalde del crimen. En 1770 fue designa-
do el leonés Luis Alvárez de Mendieta, nacido en 1731. En
Valladolid se graduó, opositó a cátedras y ejerció como abo-
gado. A partir de 1767 se ocupó de las temporalidades de los
jesuítas. Campomanes le recomendó al ministro Roda. En
1774 ascendió a oidor, en 1778 ejerció las funciones de go-
bernador de la Sala del crimen, en 1780 pasó a la sala de al-
caldes y en 1784 fue nombrado consejero de Hacienda. Des-
de 1788 fue consejero honorario de Castilla (nota 180).
Un signo del nuevo poder de los abogados fue el nombra-
miento como regente en 1775 de Fernando Navarro Bullón
(Madrid 1731), de familia toledana, abogado desde 1757.
Campomanes le consiguió en 1769 la plaza de fiscal de la
Chancillería de Valladolid. Los informes reservados destaca-
ban la solidez de sus conocimientos, su laboriosidad y su
buen carácter, pero también se referían a su mala salud. En
1775 fue nombrado regente de Valencia, pero su salud no
mejoró, y murió en enero de 1776 (nota 181). El capitán ge-

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

neral Van Marck escribió un elogioso comunicado a Madrid,


manifestando el

mucho sentimiento mío y de todas estas gentes, que


conocían el talento, literatura, rectitud y demás reco-
mendables circunstancias de que se hallaba adorna-
do este ministro (nota 182).

También fueron abogados algunos catedráticos: el aragonés


Domingo de Ara desde 1746; así como algunos corregidores.
También lo fueron la mayor parte de magistrados valencianos
nombrados durante el reinado de Carlos III.

El padre de Felipe Musoles, regidor del Ayuntamiento de Va-


lencia, era abogado desde 1714. El era doctor en leyes des-
de 1739. Representó a la ciudad de Valencia en las Cortes de
1760, y en recompensa se le concedieron honores de magis-
trado de la Audiencia de Aragón. En 1765 fue nombrado
miembro efectivo del mismo tribunal, y año siguiente volvió a
Valencia como oidor. Ejerció el cargo hasta su muerte en
1786. Mayans comentó la designación de Musoles con estas
palabras: «ha sido una plaza tan disputada como si hubiera
sido del Consejo de Castilla» (nota 183).

Juan B. Navarro Tormo, decano del colegio de abogados de


Valencia, fue nombrado alcalde del crimen en 1772. Después

ÍNDICE 79
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de 1766 primaba la selección de aspirantes hostiles a la


Compañia de Jesús. Juan B. Navarro, nombrado frente a un
hombre vinculado a los jesuítas, era sobrino del obispo de
Orihuela, José Tormo, uno de los prelados del Consejo ex-
traordinario que se había pronunciado por la expulsión. Na-
varro obtuvo la plaza como «desafecto a los expulsos y co-
nocedor de sus malas artes», y murió en 1782, sin haber lo-
grado un ascenso (nota 184). En 1777 prestó juramento co-
mo abogado el joven José Mayans y Pasqual, que se había
graduado en leyes en 1774. En 1781 fue nombrado alcalde
del crimen de la Chancillería de Granada, y dos años más tar-
de volvió a Valencia, con el mismo rango. En 1791 ascendió a
oidor, y posteriormente fue el decano del tribunal (nota 185).

José Miralles y Siurí, marqués de la Torre de Carrús, nom-


brado directamente oidor en 1782, había sido catedrático ex-
traordinario de la universidad, título que aun recordaba en un
discurso pronunciado en 1801 como vice-regente del tribunal,
pero también se había inscrito como abogado en la Audien-
cia (nota 186). También Vicente Branchart, abogado desde
1759, ocupó temporalmente cátedras de la universidad
(1759, 1766), pero fue la obra jurídica escrita como asesor
del Real Patrimonio la que le valió el nombramiento de oidor
(1787). Murió en 1791 (nota 187).

ÍNDICE 80
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Fue una señal del cambio producido que los hijos de los ma-
gistrados, que antes procuraban hacerse colegiales, se dedi-
caran a la abogacía. Manuel Alejo del Castillo llegó a la toga
«tras 22 años de jurisprudencia práctica». Fueron abogados
los dos hijos del oidor Alvárez Mendieta, y los del colegial Vi-
llafañe ingresaron en la Academia de Santa Bárbara, esta-
blecida en Madrid para la formación de abogados (nota 188).

3. El tiempo de los corregidores

El segundo grupo favorecido por las reformas de Carlos III fue


el de los corregidores. Media docena de magistrados proce-
dían de la carrera de «varas» (nota 189). Andrés Simón Pon-
tero, nacido en un pueblo de la Alcarria y graduado en Alca-
lá, había sido desde 1724 alcalde mayor en Huesca, Teruel y
Andújar, antes de obtener una plaza de togado en la Audien-
cia de Cataluña en 1741. En 1755 la secretaría de Estado le
concedió la plaza de regente de Valencia, creyendo equivo-
cadamente que estaba vacante. Tuvo que esperar a 1764 pa-
ra ocupar la regencia. En 1770 pasó al Consejo de Castilla.
Murió en 1775 (nota 190).

En 1766 fue nombrado directamente oidor el valenciano To-


más Fernández de Mesa, abogado e hijo de abogado famo-
so. El mismo lo fue del conde de Aranda. Pero también fue al-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

calde mayor de señorío en Gandía y desde 1760 alcalde ma-


yor criminal de la ciudad de Valencia, cuyo Ayuntamiento res-
paldó su ingreso en la toga. Murió en 1772 (nota 191).
También fue alcalde mayor de Valencia, de 1745 a 1766, Jo-
sé Ruiz Santos, natural de Peñaranda de Bracamonte, el cual
se doctoró en la universidad de Valencia y ejerció como cate-
drático extraordinario de 1742 a 1745. Este último año fue
examinado también como abogado. Ruiz Santos había ido a
Valencia porque su padrastro, Bartolomé Lucero, era alcalde
mayor de la ciudad. Cuando éste murió, en 1745, el inten-
dente corregidor Malespina le nombró para el cargo y le de-
signó también asesor de la Intendencia. En 1750 fue prorro-
gado por la Cámara de Castilla, y de nuevo en 1755, esta vez
a petición de los regidores. También le protegía el arzobispo
Mayoral, quien le recomendó en 1755 para una plaza de al-
calde del crimen, pero sólo se le concedieron los honores de
la misma en 1758. Después de diversas peticiones, se le
nombró en 1766 fiscal de la Audiencia de Mallorca. Diez años
más tarde volvió a Valencia como oidor, y permaneció en el
cargo hasta su muerte en 1792 (nota 192).
Los antiguos corregidores llegaron a la regencia del tribunal
con el nombramiento del gallego Angel Antonio de Figueroa
(1776-1788), que había iniciado su carrera como alcalde ma-

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

yor de Palencia (1750) y corregidor de Benabarre (1753) y


Barbastro (1760), antes de ser magistrado de la Audiencia de
Aragón (1766-1776). En dos ocasiones, por ausencia o muer-
te del capitán general, Figueroa ejerció el «gobierno político»
del reino, con la presidencia del tribunal (nota 193).

Durante la regencia de Figueroa se incorporaron al tribunal


tres antiguos corregidores que habían desempeñado sus fun-
ciones en el País Valenciano. Francisco Alvaro y Andrés ha-
bía iniciado la carrera de «varas» como alcalde mayor en
1748. Fue corregidor en Betanzos, Borja y Onteniente, y al-
calde mayor en Orihuela y Alicante (1760). En 1770 fue nom-
brado alcalde mayor de Valencia y en 1774 ejerció como co-
rregidor interino. Tanto el capitán general como el Ayunta-
miento solicitaron su prórroga, pero fue destinado a Palencia
como corregidor (1775). En 1776 ingresó en la magistratura
en la Audiencia de Galicia, y en 1779 volvió a Valencia como al-
calde del crimen. Sirvió hasta su jubilación en 1788 (nota 194).

Juan García de Avila, graduado por la universidad de Grana-


da, inició su carrera de varas en 1754. Sirvió como alcalde
mayor en diversas poblaciones, entre ellas Játiva (1764), Ta-
rragona (1770) y Castelló (1770). De 1774 a 1777 lo fue de la
ciudad de Valencia. En 1777 fue nombrado alcalde del crimen

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de la Chancillería de Valladolid y en 1784 volvió a Valencia


como oidor. Murió en 1793 (nota 195).

Jacinto Javier de Castro, hijo del oidor Jacinto Miguel de Cas-


tro, había nacido en Valladolid, y se había graduado en la uni-
versidad jesuíta de Gandía. Fue corregidor en Xixona (1773)
y alcalde mayor en Orihuela (1776). En 1783 se le nombró al-
calde del crimen de la Audiencia de Barcelona y en 1791 vol-
vió a Valencia como oidor. Murió en 1793 (nota 196).

El murciano Antonio Pagan era abogado desde 1759. pero


fue también alcalde mayor y corregidor señorial al servicio del
duque de Arcos. En Valencia fue alcalde del crimen (1784),
oidor (1793) y murió en 1801 (nota 197).

Los corregidores incorporados a la Audiencia durante los rei-


nados de Carlos III y Carlos IV eran por lo general personas
mayores, que llegaban al tribunal tras 25 años o más de ca-
rrera, y que ya no conseguían ulteriores ascensos.

8. El declive del Antiguo Régimen

1. Una procedencia diversificada

El esquema expuesto para el reinado de Carlos III se mantu-


vo para el de Carlos IV (nota 198). Sólo fueron nombrados

ÍNDICE 84
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

dos colegiales mayores y para el cargo de regente, es decir,


que habían iniciado su carrera en años anteriores.

Antonio González Yebra (Ponferrada, 1734), colegial del Ar-


zobispo (1752), con 23 años de estudios mayores, sirvió en
la Chancillería de Valladolid (1773-1789), fue regente en Va-
lencia de 1789 a 1791, y ascendió al Consejo de Ordenes. En
1795 pasó al Consejo de Castilla (nota 199).

Sancho de Llamas y Molina, nacido en 1745 en la población


murciana de Ricote, había sido colegial de san Ildefonso de
Alcalá en los años 70. Desde 1780 pertenecía a la Audiencia
de Aragón. En 1795 fue nombrado regente de la de Valencia.
En 1802 fue nombrado consejero de Hacienda, plaza que sir-
vio hasta su muerte en 1829 (nota 200).

La inmensa mayoría de los magistrados nombrados por Car-


los IV pueden ser clasificados en la rúbrica de abogados. Los
antiguos corregidores, sin embargo, eran una minoría signifi-
cativa, comenzando por Alonso López Camacho, regente del
tribunal de 1791 a 1795. Este murciano, natural de Totana,
había estudiado en Granada y había sido aprobado como
abogado por la Chancillería en 1745 y por el Consejo de Cas-
tilla en 1749. Desde esta fecha realizó una larga carrera de
«varas», sobre todo en Andalucía. En 1773 obtuvo su primer

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

nombramiento de corregidor. En 1781 ingresó en la Chanci-


llería de Granada. En 1795 dejó la regencia para ser conse-
jero supernumerario de Ordenes (nota 201).

El mismo año 1791 fue nombrado alcalde del crimen el an-


daluz Juan José Negrete, natural de Porcuna, abogado de la
Chancillería de Granada en 1777, que había sido alcalde ma-
yor de la villa de Hornachos. Ascendió a oidor en 1802 y el
1809 fue trasladado a la Audiencia de Mallorca, donde murió
en 1826 (nota 202).

Los dos últimos fiscales del reinado de Carlos IV habían sido


corregidores. El 1802 fue nombrado fiscal civil Francisco To-
más Pérez de los Cobos, natural de Jumilla, que había estu-
diado en el colegio de San Fulgencio de Murcia y en la uni-
versidad de Orihuela, y había sido alcalde mayor de señorío
en tierras del duque de Osuna. Desde 1794 pertenecía a la
Audiencia de Extremadura (nota 203).

Al año siguiente se le unió como fiscal criminal Juan Alvárez


Posadilla, nacido en 1750 en el pueblo leonés de Villamañán.
Fue corregidor en diversas poblaciones, entre ellas Talavera
de la Reina. En el último decenio del siglo XVIII publicó diver-
sas obras de práctica jurídica (nota 204).

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Del conjunto de los calificados como abogados, dos valen-


cianos habían ocupado brevemente una cátedra univesitaria.
Con carácter interino lo había hecho Vicente Joaquín Nogue-
ra y Climent, nacido en 1759, abogado en 1781. Era un hom-
bre de brillante trayectoria profesional e intensa vida cultural,
que fue destinado en 1787 como alcalde del crimen a la
Chancillería de Valladolid y en 1795 volvió a Valencia como
oidor. La Guerra de Independencia lo proyectó a mayores
destinos (nota 205).
Domingo Bayer y Segarra, nacido en Castellón en 1763, era
sobrino de Pérez Bayer. En 1789 ocupó la nueva cátedra de
Derecho Natural en la universidad de Valencia. En 1791 fue
nombrado alcalde del crimen de la Audiencia de Aragón. En
1797 pasó a la Audiencia valenciana, donde acumuló nume-
rosos cargos. A diferencia del anterior la guerra le borró de la
escena política (nota 206).
Otros dos abogados valencianos eran parientes de magistra-
dos. José Navarro Vidal, sobrino de Navarro Tormo, se había
doctorado en leyes (1773) y cánones (1775), y había sido
aceptado como abogado por la Audiencia valenciana y por el
Consejo de Castilla. En 1788 fue nombrado alcalde del cri-
men de la Audiencia de Aragón, en 1792 pasó como oidor a
la de Valencia, en 1795 a la Sala de alcaldes, y en 1802 al

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Consejo de Castilla (nota 207). Manuel Villafañe Andreu, hijo


de Manuel Villafañe Flores, había estudiado en Alcalá. En
1785 pasó su examen de abogado. Fue alcalde del crimen
(1794) y oidor (1802). Después de la Guerra de Independen-
cia culminó su carrera en el Tribunal Supremo durante el Trie-
nio Liberal (nota 208).

Ignacio Llopis Ferris, regidor de la ciudad de Valencia, recibió


en 1790 el título de conde de la Concepción, y el nombra-
miento de fiscal de la nueva Audiencia de Extremadura
(1790). Regresó a Valencia en 1794 como oidor, plaza que
sirvió hasta su hasta su jubilación en 1802 (nota 209).

Cuatro magistrados habían sido becarios de uno de los cole-


gios menores de la universidad de Granada. En el colegio im-
perial de san Miguel el ya citado Juan José Negrete y el na-
varro José María Galdeano y Zalduendo (Olite 1773). Este úl-
timo fue nombrado en 1798 alcalde del crimen de la Audien-
cia de Sevilla. En 1802 se le trasladó a Valencia con el mismo
rango y en 1804 volvió a Navarra como alcalde de la Corte
Mayor (nota 210).

Dos magistrados andaluces habían estudiado en Granada en


el colegio de san Bartolomé y Santiago el Mayor. José López
de Cózar (Loja 1776) fue aprobado como abogado de la

ÍNDICE 88
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Chancillería en 1801. Al año siguiente se le nombró alcalde


del crimen de la Audiencia de Valencia. Ascendió a oidor en
febrero de 1808. En 1813 se incorporó a la Chancillería de
Granada, a la que perteneció hasta 1840 (nota 211).
El segundo era José María Manescau y Saborío (Málaga
1776), quien tras iniciar sus estudios en Granada se doctoró
en la universidad de Orihuela. En 1798 se le aceptó como
abogado de la Chancillería. Aspiró a seguir la carrera de al-
calde mayor. En 1802 fue nombrado alcalde del crimen de la
Audiencia de Valencia, donde tuvo una actuación importante.
En 1812 consiguió el traslado a la Chancillería de Granada.
Supo navegar en lo posible entre absolutistas y liberales, y
culminó su carrera como presidente del Tribunal Supremo en
1850 (nota 212).
De otros magistrados sólo conocemos su graduación acadé-
mica y su examen de abogado. José Villa y Torre había sido
aprobado como abogado por la Chancillería de Valladolid
(1790) y lo fue de la casa del infante don Antonio. Nombrado
alcalde del crimen de Valencia en 1794, volvió a la ciudad del
Pisuerga como oidor en 1802 (nota 213). José Vallejo Alcedo,
originario del valle de Mena, había nacido en 1769 en Madrid,
donde su padre ocupaba un cargo público, pero realizó en Va-
lencia estudios en el colegio de nobles y en la universidad.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Fue nombrado alcalde del crimen en 1795 y en 1802 fue as-


cendido a oidor (nota 214). Domingo Morales y Donaire, na-
cido en la población extremeña de Ribera de Fresno (patria
de Meléndez Valdés), fue bachiller por la universidad de Osu-
na y abogado de los Reales Consejos (1798). Nombrado al-
calde del crimen de Valencia (1806), fue ascendido a oidor
por José I en 1812 y readmitido en 1815 como alcalde del cri-
men. En 1820 volvió a Extremadura como oidor (nota 215).

2. Una amplia remodelación

Algunos magistrados se incorporaban a Valencia proceden-


tes de otro tribunal. Este era siempre el caso de los regentes.
Vicente Cano Manuel (Chinchilla 1764), perteneciente a una
familia de magistrados, se graduó en la universidad de Ori-
huela y en 1788 fue aprobado como abogado de los Reales
Consejos. En 1790 fue nombrado para la Chancillería de Gra-
nada. En 1801 pasó a Valencia como fiscal de la comisión en-
cargada de investigar los disturbios antimilitares y antiseño-
riales que se habían producido. Nombrado regente al año si-
guiente, se enorgullecía de haber pacificado el tribunal. Se
adaptó al proceso constitucional y murió en 1838 como pre-
sidente del Supremo (nota 216).

ÍNDICE 90
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

Cano Manuel llegó a Valencia como parte de una amplia re-


modelación del tribunal. Por lo menos cuatro de sus colegas
procedían también de otras Audiencias. Jerónimo Antonio Dí-
ez, natural de la diócesis de Salamanca, oidor de la Audien-
cia de Mallorca (1799), fue trasladado a Valencia en 1802, y
ascendido a regente de la Chancillería de Valladolid en 1806, y
a fiscal del Consejo de Castilla (1807). Tras un período de cau-
tiverio en Francia, fue diputado a Cortes (1813), y uno de los fir-
mantes del manifiesto de los Persas. Murió en 1815 (nota 217).

Francisco Toribio Ugarte, hijo de un auditor general de Mari-


na, nació en Cartagena, fue alcalde del crimen de la Audien-
cia de Sevilla y en 1802 pasó a oidor de la de Valencia. Du-
rante la guerra de Independencia llegó a ser vice-regente del
tribunal. Tras el retorno de Fernando VII fue miembro del con-
sejo de Guerra (nota 218).

De otros dos de los incorporados en 1802 procedentes de


otras Audiencias, conocemos el ejercio de cargos menores,
previos a su incorporación a la magistratura. Diego Gil Fer-
nández, nacido en el pueblo soriano de Suellacabras en
1751, abogado de los Reales Consejos (1774), ejerció en la
corte fiscalías sustitutas de diversas instituciones (Protome-
dicato, Jardín Botánico). En 1794 fue nombrado fiscal de la

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Audiencia de Extremadura. En 1802 pasó con el mismo car-


go a Valencia y en 1803 a la Sala de alcaldes (nota 219).

El asturiano José Navia Bolaños era abogado de los Reales


Consejos y asesor de la presidencia del Consejo de Castilla.
Fue nombrado en 1794 alcalde del crimen de la Chancillería
de Valladolid y ascendido a oidor de Valencia en 1802. En
1808 fue designado regente de la Audiencia de Galicia. oste-
riormente fue consejero de Indias con Fernando VII y, con el
régimen constitucional, magistrado de la nueva Audiencia de
Madrid y en 1821 del Tribunal Supremo (nota 220).

Uno de los desplazados en 1802 también había ejercido di-


versos cargos antes de incorporarse a la Audiencia. Juan Ro-
mero Alpuente, nacido en 1762 en Valdecuenca, en el obis-
pado de Albarracín, se doctoró en Valencia en 1783. En 1787
fue aprobado como abogado de los Reales Consejos y del
colegio de Madrid. Ocupó una serie de cargos menores. En
1794 fue nombrado fiscal criminal de la Audiencia de Valen-
cia, en cuyo ejercicio redactó una instrucción de levas. En
1802 fue trasladado a la Chancillería de Granada como oidor
(nota 221).

También había desempeñado diversos cargos, en este caso


en Valladolid, Manuel Mahamud Santa María, nacido en la

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

población vallisoletana de Cigales en 1744, y abogado de la


Chancillería en 1767. En 1791, a los 47 años, fue nombrado
alcalde del crimen de la Audiencia valenciana, en 1797 as-
cendió a oidor supernumerario y en 1799 a efectivo. En 1802
recibió orden de salir de Valencia y al año siguiente se le de-
claró jubilado, con residencia en Torrent. Tras la caída de Go-
doy, en abril de 1808 fue restaurado en su cargo con anti-
güedad y sueldo. Llegó a ser decano y vice-regente del tribu-
nal, y murió en Valencia en 1825 (nota 222).

Otro perseguido por Godoy fue Ramón Calvo de Rozas, na-


cido en el valle de Carranza, en las Encartaciones de Vizca-
ya. Estudió en Alcalá, en el Colegio de los Verdes, en 1792
fue admitido como abogado de los Reales Consejos y en
1794 obtuvo una cátedra en Alcalá. En 1798 fue nombrado
alcalde de la Audiencia de Galicia, y al año siguiente recibió
los honores de oidor de la Chancillería de Valladolid. En 1803
se le declaró jubilado con medio sueldo, pero al año siguien-
te se le trasladó a Valencia con el cargo de alcalde del cri-
men. Tras la caída de Godoy se le restituyeron los honores
de la Chancillería de Valladolid y comenzó una carrera polí-
tica (nota 223).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

9. Un cuadro de resumen

El cuadro siguiente sintetiza los grupos de procedencia de los


«ministros superiores» de la Audiencia borbónica (nota 224).
La clasificación de algunos individuos presenta dudas, sobre
todo porque no todos los grupos eran igualmente precisos.
Por ejemplo, ¿los magistrados de la Audiencia foral deben ser
clasificados como abogados, o en función del cargo de «ase-
sor», que muchos de ellos ejercieron? La pertenencia a un
colegio menor era compatible con la abogacía, etc.

Fiscales Alcaldes Oidores Regentes


crimen
Colegiales mayores 5 12 6 9
Colegiales menores 3 10 1 –
Catedráticos 5 5 3 –
Abogados 15 14 13 4
Corregidores 2 11 3 4
Otros 2 7 4 –

Procedían de otros tribunales un total de 29 personas (cuatro


fiscales, seis alcaldes del crimen y 19 oidores). De los siete
valencianos que encontramos en este grupo, seis habían si-
do nombrados a partir de 1760.

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II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

10. Valencianos fuera de Valencia

Podemos completar esta galería de los magistrados de la Au-


diencia borbónica con la consideración de algunos togados
valencianos que desarrollaron su carrera en otras Audiencias
hispánicas. Ya hemos visto que Francisco Descals, uno de los
jueces filipistas que no pudieron volver a Valencia en 1707,
debido a la incorporación de letrados de la Corona de Casti-
lla, fue destinado a la Chancillería de Valladolid. En el mismo
tribunal tuvo plaza, en condiciones privilegiadas, el colegial
mayor de Santa Cruz, José de la Torre Despuig, que fus pos-
teriormente fiscal del Consejo de Cruzada (1735) y conseje-
ro honorario de Castilla (1740) (nota 225).

Veamos ahora la trayectoria de algunos juristas valencianos


que no pudieron formar parte del tribunal del reino, pero que
realizaron magníficas carreras en otros territorios. Cristóbal
Monsoriu y Castellví, fue fiscal de la Audiencia de Galicia
(1725), oidor de la Chancillería de Valladolid (1732), caballe-
ro de Santiago (1736), consejero de Castilla (1738), y conde
de Villanueva (1761). En Galicia coincidió con otro valencia-
no, Vicente Salvador y Pelegrí, antiguo asesor de la Gober-
nación de Orihuela, que sirvió en aquel tribunal de 1707 has-
ta su muerte en 1739 (nota 226).

ÍNDICE 95
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

En la Chancillería de Granada se dieron cita tres magistrados


valencianos de cierta entidad. El más importante fue José Bo-
rrull, quien consiguió la plaza de fiscal en 1724, tras fracasar
en su intento de obtener una plaza de oidor en Valencia. En
1729 ascendió a plaza civil, y en 1739 pasó a la corte, como
fiscal del Consejo de Indias. Murió en el ejercicio de esta pla-
za en 1750, tras haber obtenido en 1748 los honores de con-
sejero de Castilla (nota 227).

En Granada reencontró Borrull a su paisano Matías Chafre-


ón, catedrático como él en Salamanca (concretamente de
1720 a 1732), nombrado en 1732 fiscal de la Chancillería y
ascendido a oidor en 1736 (nota 228). En 1733 llegó a la ciu-
dad del Darro, como oidor, un tercer valenciano, Pascual Mer-
cader y Carcasona, colegial del Arzobispo (1708) y alcalde
del crimen de la Audiencia de Aragón (1721), el cual no ha-
bía podido obtener plaza a Valencia, a pesar de alegar razo-
nes de salud. Murió en Granada en 1751 (nota 229), el mis-
mo año en que se jubiló Chafreón, «decrépito», según escri-
bía su antiguo alumno Gregorio Mayans.

El papel de los valencianos en la administración del estado se


fortaleció durante el reinado de Carlos III. La nómina de ma-
gistrados valencianos en otros tribunales durante la segunda

ÍNDICE 96
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

mitad del siglo XVIII es realmente notable, aparte de los que


consiguieron más tarde una plaza en Valencia.
Alguno de ellos había seguido el viejo camino de los colegios
mayores. Felipe Miralles Garcés de Marcilla, natural de Be-
nasal, siendo catedrático de la universidad de Valencia, in-
gresó en el colegio mayor de Santa Cruz de Valladolid (1757),
y sirvió en las Audiencias de Mallorca (1765-1775) y de Ara-
gón (1775-1802) (nota 230).
Podemos referirnos a tres oriolanos. El más famoso de ellos,
Pablo de Mora Jaraba, bien conocido por su obra jurídica, fue
nombrado, ya mayor, fiscal de la Sala de Alcaldes (1774) y
poco después, consejero de Castilla (1775) (nota 231). Su
paisano Felipe Soler Bargallo fue alcalde mayor de diversas
poblaciones, oidor de la Audiencia de Mallorca en 1764 y tres
años más tarde era ascendido a alcalde de Casa y Corte
(1767) (nota 232). Nacido en la misma población, José Ferrer
Merino de la Puente, fue nombrado en 1752 auditor de gue-
rra en Venezuela y siguió una carrera de magistrado en In-
dias, que culminó como regente de la Audiencia de Bogotá
(nota 233). Otro auditor, Pablo Ferrandis o Fernández Bendi-
cho llegó a ser consejero de Castilla (1777), sin haber segui-
do una carrera típica de magistrado (nota 234). Los magistra-
dos de Carlos III se formaban en nuevos centros docentes.

ÍNDICE 97
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Miguel Serralde, doctor por Gandía, protegido del médico de


cámara Piquer, fue alumno de los Reales Estudios de San Isi-
dro y de la Academia de Santa Bárbara, y nombrado fiscal de
la Audiencia de Cataluña (1782-1791) (nota 235).
Conocemos bien la carrera de algunos valencianos triunfan-
tes. Manuel Sisternes y Feliu pertenecía a una familia bien
conocida de la pequeña nobleza de Castelló de la Plana. Fue
abogado de la ciudad de Valencia. Su carrera de toga discu-
rrió en las plazas de fiscal de la Audiencia de Cataluña
(1766), alcalde de Casa y Corte (1779), fiscal del Consejo
(1786) y de la Cámara de Castilla (1788). Su hijo Joaquín, fue
magistrado en las Audiencias de Mallorca (1801) y Galicia
(1803), y ya en el reinado de Fernando VII perteneció al re-
cién creado Consejo del Almirantazgo (1815) (nota 236).
La vacante que dejó Sisternes como fiscal del Consejo la
ocupó otro valenciano, que fue precisamente su albacea, Jo-
sé Antonio Fita, natural de Quart, fiscal de la Audiencia de
Galicia (1769), alcalde de casa y corte (1785), fiscal del Con-
sejo (1788) y de la Camara (1791). Fue uno de los conseje-
ros más influyentes del reinado de Carlos IV. Mientras perte-
necía a la Cámara otras dos personas de su apellido ingre-
saron en la magistratura: Francisco Mª Fita en la Chancillería
de Valladolid (1793), y Vicente Fita en la de la Extremadura

ÍNDICE 98
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

(1802). Este último, después de la guerra de Independencia


coincidió con Joaquín Sisternes, primero en la Sala de Alcal-
des (1814) y luego en el Consejo del Almirantazgo (nota 237).
Durante el reinado de Carlos IV por lo menos otros dos va-
lencianos llegaron a formar parte del Consejo de Castilla.
Uno de ellos era Francisco Domenech Nadal, de Vinaroz, gra-
duado en Gandía, abogado en Madrid, alumno de la Acade-
mia de Santa Bárbara. Había sucedido a José Mayans como
alcalde del crimen de la Chancillería de Granada (1781), tri-
bunal del que fue oidor (1788). En 1799 fue nombrado alcal-
de de corte y en 1803 consejero de Castilla (nota 238).
El último de los consejeros de Castilla que consideramos se
presta a un análisis de duración secular. Cosme Puig, que
procedía de una familia de notables, y ocupaba una plaza en
la administración del Real Patrimonio del reino de Valencia,
recibió en 1684 privilegio militar y emparentó con la familia
Samper. Su descendencia fue austracista durante la guerra
de Sucesión. José María Puig de Samper (Valencia 1753),
abogado (1777), fue oidor en la Audiencia de Mallorca
(1787), regente en la de Aragón (1794), presidente de la
Chancillería de Granada (1799) y miembro del Consejo de
Castilla (1801-1834). En 1810 fue uno de los regentes del rei-
no. Alternó su pertenencia al Consejo de Castilla en los perí-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

odos absolutistas, con la del Tribunal Supremo durante los


períodos constitucionales. Con razón su hijo, y también ma-
gistrado del mismo nombre, le llamaba: «El Néstor de la ma-
gistratura española» (nota 239).
La mujer de Puig de Samper estaba emparentada con los Pé-
rez de Lema, funcionarios de origen gallego, arraigados en el
País Valenciano. Uno de ellos, nacido en Alcoy, fue a fines del
siglo XVIII miembro del Consejo de guerra y uno de los hom-
bres de confianza del conde de Floridablanca (nota 240).
Ya en el reinado de Fernando VII se mantuvo, o quizás inclu-
so se incrementó la presencia de valencianos en el Consejo
de Castila. Uno de ellos era José Cavanilles, hermano del fa-
moso abate y director del Jardín Botánico. La insistencia de
éste ante Manuel Godoy le valió a su hermano menor una
plaza en la Audiencia de Asturias (1796), de donde pasó a la
de Galicia (1803), a la Sala de Alcaldes (1814) y al Consejo
de Castilla (1819) (nota 241). Sus dos hijos, José y Antonio,
nacidos en Oviedo y Coruña respectivamente, fueron volun-
tarios realistas e intentaron ingresar en la magistratura con la
protección paterna (nota 242). Cavanilles era un propietario
agrícola de relieve, como puso de relieve su inventario de
1844 (nota 243). En el Consejo fernandino tuvo como colega
a Francisco Javier Adell, hijo del barón de Chova. Este per-

ÍNDICE 100
II. Los rostros del poder. Criterios de selección
y grupos de procedencia

sonaje había sido oficial de la Secretaría de Gracia y Justicia


desde 1806, y en 1810 pasó a secretario del Consejo de Or-
denes, del que llegó a ser ministro, antes de ser nombrado
para el de Castilla. Murió en noviembre de 1832, en la etapa
final del Antiguo Régimen (nota 244). También era valenciano
José Salelles y Palos, que fue presidente de la Chancillería
de Granada en los últimos años del Antiguo Régimen. La mis-
ma Chancillería había tenido como fiscal, de 1790 hasta 1812
a un valenciano notable: el ilustrado Juan Sempere y Gueri-
nos, cuya trayectoria intelectual ejemplifica el tránsito de la
ilustración al liberalismo (nota 245).

ÍNDICE 101
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

os datos de que disponemos sobre los 138 «ministros

L superiores» de la Real Audiencia nos permiten esbozar


un cierto retrato de grupo, según los criterios de la bio-
grafía colectiva.

1. Naturales y foráneos

Ya sabemos que del total de magistrados que estudiamos só-


lo treinta eran valencianos. De ellos posiblemente la mitad
habían nacido en la capital del reino. Las familias Borrull, No-
guera y Llopis Ferris estaban representadas en el Ayunta-
miento de regidores. En Valencia nacieron dos hijos de alcal-
des mayores de su Ayuntamiento: Jacinto Jover y Francisco
Pérez Mesía. El segundo centro del reino parece haber sido
Alicante, de donde eran originarios tres de los magistrados de
1707: Cerdá, Borgunyó y Roger. Los Jover tenían antepasa-
dos en Alicante e Ibi, y los Toribio Ugarte en Benejúzar y Ori-
huela. Otros núcleos eran Játiva (Cebrián), y Albaida, centro

ÍNDICE 102
III. Retrato de grupo

del clan de los Navarro y Tormo. El marqués de la Torre Ca-


rrús procedía de la oligarquía urbana de Elche. Vicente Mª
Talens, nombrado después de la Guerra de Independencia,
provenía de Carcagente. De Oliva eran originarios, lógica-
mente José Mayans, y su pariente Tomás Fernández de Me-
sa. En Castellón se localizan los casos de Villafañe Andreu y
de Domingo Bayer. Joaquín Marín había nacido en Burriana
(nota 246).

Por lo que hace a los magistrados foráneos, en primer lugar


encontramos a castellano-leoneses y andaluces, con 19 ca-
sos en cada grupo. El primero se incrementaría si, según los
límites provinciales del siglo XVIII, sumáramos los seis cán-
tabros y los dos riojanos. En tercer lugar, con quince casos se
encontraría Castilla-La Mancha, incluyendo seis casos de la
actual provincia de Madrid y cuatro de la de Albacete. Dos rei-
nos fronterizos con el de Valencia ocupan el cuarto y quinto
lugar: Murcia con trece casos y Aragón con once. Las provin-
cias y reinos del Norte, contra lo que podría esperarse, no
dieron un número muy elevado de magistrados: cuatro casos
respectivamente en Galicia, Navarra y el País Vasco, y tres en
Asturias. Sólo un individuo procedía de Cataluña, Extrema-
dura u Orán. De los cinco individuos cuyo lugar de nacimien-

ÍNDICE 103
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

to desconocemos, cabe la posibilidad de que fueran origina-


rios de Castilla la Vieja o de Madrid.

La mayoría de los magistrados foráneos no había nacido en


capitales. La ciudad que ofrece un mayor número de casos
era Murcia (seis), seguida por Madrid (cinco) y Salamanca
(tres). Zaragoza, Málaga y Granada dan dos casos, y Sevilla,
León, Soria y Bilbao sólo uno. En un segundo nivel encontra-
mos villas importantes, cabeza de comarca: por ejemplo He-
llín, Calatayud, Astorga, Tudela, Jerez, Lucena, etc. Pero
también procedían los magistrados de poblaciones menores,
como Valdecuenca en Aragón, San Pedro de Latarce (provin-
cia de Valladolid) o Renedo de Valdetuéjar, en las montañas
de León. Una treintena había nacido en pequeños pueblos,
algunos desaparecidos hoy día (nota 247).

2. Magistrados y nobles

1. La nobleza titulada

Sólo unos pocos magistrados pertenecían a la nobleza titula-


da; la mayor parte, valencianos. José Toràn Sorell, heredó por
vía materna el título de conde de Albalat, por el que suele ser
citado (nota 248). El título de marqués de la Torre de Carrús
había sido concedido en 1691 a la familia Miralles, de Elche,

ÍNDICE 104
III. Retrato de grupo

ennoblecida por servicios financieros en 1629. Los Musoles,


regidores de Valencia por juro de heredad en clase de ciuda-
danos, se convirtieron en 1778 en barones de Campolivar. Ig-
nacio Llopis Ferris, también regidor (1775), obtuvo en 1790 el
título de conde de la Concepción, por su presencia en las
Cortes del año anterior. Vicente Joaquín Noguera consiguió
por matrimonio el título de barón de Antella (nota 249). Los
Talens consiguieron en 1737 declaración de hidalguía, y en
1797 el título de marqués de la Calzada (nota 250). Sin os-
tentar título eran señores de vasallos, Bruno de Salcedo, en la
baronía de Pamis, y Dionisio Ros de Castellví, en Almisera.

Entre los magistrados foráneos tenían título directo (desde la


generación anterior) los marqueses de Risco y Angulo. Lo ob-
tuvieron cuando ya no estaban en Valencia, José Alcedo, mar-
qués de Villaformada en 1731, y Diego de Guzmán, marqués
de San Bartolomé del Monte (1761). El título llegó al hijo del
oidor Dávila, marqués de Zafra por matrimonio en 1777, y a
los descendientes de Tomás Melgarejo, que llegaron a ser du-
ques. En otros casos el título pertenecía a un hermano, como
sucedía a los Miraval o a los Ric. Hijos de señores de vasallos
eran Villafañe (señores de Ferreal), Caamaño (señores de Ro-
melle), y Manuel Pablo de Salcedo, que por muerte de su her-
mano pasó a ser señor de Agunciana en la Rioja (nota 251).

ÍNDICE 105
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

2. Caballeros de órdenes militares

Por lo menos 25 de nuestros magistrados fueron caballeros


de Ordenes Militares: 15 de Santiago, 4 de Calatrava, 1 de Al-
cántara, 6 de Montesa (nota 252). Hemos de distinguir en ca-
da caso cuándo se produjo la concesión del hábito. Eran ca-
balleros de Santiago, ya antes de llegar a Valencia, Díez de
Ulzurrun (1697), Gaspar de Zevallos (1699), Antonio de Ape-
rregui (1730); y de Calatrava, Sancho Barnuevo (1700) y Ma-
nuel Alejo de Castillo (1758). En 1707 fueron nombrados ca-
balleros de Santiago tres de los nuevos jueces (Cepeda. Mel-
garejo y Aguado), seguidos por Rodrigo Caballero en 1709.
Posteriormente se concedió el hábito de Calatrava a Alcedo
Campuzano (1716) y a Moreno Alvarado (1746). Tres magis-
trados valencianos fueron caballeros de Montesa: Torán So-
rell (1717), y los hermanos Bernardino (1718) y Francisco
Salcedo Enríquez de Navarra (1728).

En otros casos, el ingreso en una orden militar se produjo


después de que el magistrado dejara el tribunal. Así, obtuvie-
ron un hábito de Santiago Blas y Jacinto Jover (1742) y Guz-
mán Bobadilla (1740). También se concedía un hábito cuan-
do el interesado era designado para ocupar una plaza del
Consejo de Ordenes. Además de los tres castellanos de

ÍNDICE 106
III. Retrato de grupo

1707, este fue el caso del regente Prieto Laso de la Vega


(Santiago, 1728), Dávila Sigüenza (Santiago, 1764), y Jaco-
bo Caamaño (Montesa, 1791). En etapas posteriores de su
carrera sucedió lo mismo con Sierra Cienfuegos (1750), y
Morales Villamayor (1765), en la orden de Santiago; el mar-
qués del Risco (1738) en la de Calatrava, y Pedro Ric en la
de Montesa (1751). El marqués de Angulo recibió el hábito
cuando fue nombrado lugarteniente general de la orden de
Montesa en 1755 (nota 253).
Además de los caballeros individuales, tengamos en cuenta
a sus familias. Pertenecían a la orden de Santiago las fami-
lias de Eguiluz, Sancho de Llamas y el padre de Vallejo Alce-
do. El padre de Miraval era caballero de Alcántara. En la or-
den de Montesa tuvieron caballeros las familias Despuig, Fer-
nández de Mesa, Cebrián y Borgunyó.
El mismo esquema puede aplicarse a los caballeros de la
nueva orden de Carlos III, creada precisamente para recom-
pensar el servicio al estado (nota 254). Sólo el regente Gon-
zález Yebra en 1790 y Manuel de Villafañe Andreu en 1803
pertenecían a la Audiencia cuando recibieron la cruz. En to-
dos los demás casos la distinción fue concedida en etapas
posteriores a su carrera: Manuel de Villafañe Flores (1772),
Teodomiro Caro de Briones (1772), Manuel Pablo Salcedo

ÍNDICE 107
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

(1773), Antonio Simón Pontero (1773), Juan José de Eulate,


Marcos Jimeno Rodríguez (1777), Francisco Pérez Mesía
(1790), José Cregenzan (1790), Toribio Ugarte (1793), Ra-
món Calvo de Rozas (1817). También fueron caballeros el pa-
dre y el hermano de Herran Abaunza y en 1816 un hijo de Al-
várez Mendieta, cuya familia había ganado una provisión de
hidalguía en 1736.

Las élites se reforzaban unas a otras. La mitad de los caba-


lleros de órdenes eran colegiales (nota 255). González Yebra
era de familia hidalga, como Alvárez Mendieta, Alcedo Cam-
puzano, Prieto Laso o Calvo de Rozas. Morales Villamayor
pertenecía a los linajes nobles de Soria. Los Sierra Cienfue-
gos, eran «de distinguida nobleza». Marcos Jimeno, procedía
de una familia de «hijosdalgo notorios de sangre». La familia
de Andrés Simón Pontero, de «labradores honrados» y fami-
liares del Santo Oficio, había obtenido en 1745 una provisión
de hidalguía de la Chancillería de Valladolid, alegando un ori-
gen asturiano (nota 256). Su hijo Carlos, también magistrado,
fue nombrado en 1798 caballero de Alcántara, con plaza del
Consejo de Ordenes.

ÍNDICE 108
III. Retrato de grupo

3. Las oligarquías urbanas

La condición nobiliaria se extendía más allá de los caballeros


de hábito. Muchos magistrados pertenecían a familias de no-
bleza urbana, presentes en los Ayuntamientos de regidores
(nota 257). Los Velázquez Zapata lo eran en Salamanca y los
Miranda Oquendo en Ciudad Rodrigo. El padre de Vallejo Al-
cedo fue regidor honorario de Madrid. Pedro de la Torre era
regidor de Ecija. Los Cepeda eran caballeros y regidores en
distintas poblaciones de la provincia de Toledo. La pertenen-
cia a las oligarquías urbanas ennoblecidas es patente en po-
blaciones no muy alejadas del País Valenciano, en las pro-
vincias de Cuenca. Albacete y Murcia. Los Aguado eran regi-
dores de Alcaraz, y los Cano Manuel de Chinchilla, en ambos
casos de familia hidalga. El padre de Melgarejo era alcalde hi-
josdalgo en Castillo de Garci Muñoz. Blas Jover era hijo y nie-
to de alcaldes de Hermandad. El padre de Sancho Barnuevo
era alcalde de Hermandad en Chinchilla, y su abuelo caba-
llero de Santiago. Los antepasados del regente Sancho de
Llamas habían sido regidores y alcaldes de hermandad en
las poblaciones murcianas de Ricote y Mula. El padre de Val-
cárcel Dato era familiar del Santo Oficio y alcalde de la Her-
mandad, también en Mula. El linaje navarro de los Aperregui
había fortalecido su nobleza mediante las familiaturas y al-

ÍNDICE 109
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

guacilazgos del Santo Oficio. La familia del oidor Reina eran


regidores de Osuna por el estado de hijosdalgo.
Tenemos otros ejemplos de probada condición nobiliaria, co-
mo Ruiz de Alarcón, de tierras de Cuenca. Sebastián del Cas-
tillo (cuyo tío materno era regidor de Zaragoza), era «caba-
llero noble del reino de Aragón» y probó su infanzonía al in-
gresar en el colegio de abogados de Madrid (nota 258). Los
Ric eran infanzones, como los Cregenzan. El padre de Miguel
Eugenio Muñoz había sido aceptado como «ciudadano» en
las bolsas de insaculación de Zaragoza. Los colegiales Ga-
mio y Eulate procedían de linajes vasco-navarros. El padre
del primero era «cabeza y señor de la casa de Arizcun» en el
valle del Baztán; la casa de Eulate se encontraba en las
Amézcoas, aunque en concreto el magistrado había nacido
en Guipúzcoa (nota 259).
La pertenencia de la mayoría de los magistrados a la peque-
ña y mediana nobleza se mantuvo hasta la etapa final del An-
tiguo Régimen (nota 260). Por lo menos 20 de los 30 magis-
trados de Carlos IV pertenecían a la nobleza. Seguramente el
número de magistrados pertenecientes a la pequeña nobleza
puede aumentar con nuestra información. La impronta nobi-
liaria de la magistratura seguía siendo alta. Hidalgos eran el
asturiano Navia Bolaños y el castellano Mahamud. Dos ma-

ÍNDICE 110
III. Retrato de grupo

gistrados hicieron registrar sus ejecutorias de hidalguía en el


Ayuntamiento de Valencia: Toribio Ugarte, y Pérez de los Co-
bos (nota 261). Este último procedía de una familia noble de
Jumilla, con ejecutoria ganada en 1625. En casos en que no
se precisa la condición social se dice que el interesado era
«de distinguido nacimiento» (Novela) o de «familia distingui-
da» (Losada).
En cuanto a los magistrados valencianos, por lo menos el
50% pertenecía al estamento nobiliario. Encontramos entre
ellos linajes de la nobleza tradicional de Valencia: Despuig,
Llançol de Romaní, Fernández de Mesa, o «generosos», co-
mo los Mayans. A don Francisco Despuig y Mercader se le
definía como «caballero y gran letrado» (nota 262).
Un grupo significativo procedía o pertenecía a la oligarquía
urbana de la ciudad de Valencia (nota 263). El conde de Al-
balat descendía de una familia de ciudadanos honrados y ju-
rados de la ciudad. En el Ayuntamiento borbónico el herma-
no mayor del oidor Borrull era regidor en clase de ciudadano,
y el de los Salcedo lo era en clase de caballero. Los Cebriàn
formaban una densa red de regidores y familiares del Santo
Oficio en Játiva y Valencia. Un hermano, un cuñado y un hijo
del magistrado eran regidores de Valencia. El hijo obtuvo a los
20 años el hábito de Montesa (1749) y poco después (1752)

ÍNDICE 111
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

una regiduría de la ciudad (nota 264). Otras familias protagoni-


zaron un claro proceso de ennoblecimiento. El padre del oidor
Musoles, abogado y familiar del Santo Oficio adquirió en 1739
una regiduría por juro de heredad, que lógicamente permane-
ció en la familia, y constituyó un mayorazgo por valor de 20.000
libras (nota 265). En 1777 fue nombrado regidor el padre del
oidor Noguera. El abuelo, Pedro Juan Noguera, había hecho
registrar en 1758 su título de hidalguía, por la que se conside-
raba a su familia «ciudadanos de inmemorial» (nota 266). En
relación a otras poblaciones del reino, el fiscal Juan Alfonso
Borgunyó y Ramiro pertenecía a una familia de la antigua no-
bleza alicantina, regidores de la ciudad y caballeros de la or-
den de Carlos III (nota 267). En los restantes casos se pre-
sume la procedencia de familias de propietarios rurales, no-
tables que alcanzaron o solicitaron la condición nobiliaria en
los últimos años del siglo XVIII, como los Navarro de Albaida
(que obtuvieron provisión de hidalguía en 1766) o los Fuster
de Enguera (nota 268).

Frente a tantas pruebas de nobleza, pocos son los magistra-


dos de quienes conocemos orígenes «plebeyos». El catedráti-
co Santayana era hijo de un escribano de Salamanca. José Mª
Manescau pertenecía a una importante familia de comercian-
tes malagüeños de origen bearnés. Vicente Branchart, era hi-

ÍNDICE 112
III. Retrato de grupo

jo de un mercader de libros. A pesar del privilegio de hidalguía


de los Noguera, el abuelo del oidor había sido un comercian-
te importante en la primera mitad del siglo XVIII (nota 269).

3. El poder del linaje

La pertenencia de los magistrados al estamento nobiliario


quedaba reforzado por el hecho de que bastantes de ellos
procedían de familias dedicadas a la magistratura. Este he-
cho se daba con especial fuerza entre los colegiales mayo-
res, pero se extendía también por otros grupos de proceden-
cia (nota 270).

El caso más espectacular de la magistratura española era el


de los Colón de Larreátegui, que llegaron al Consejo de Cas-
tilla durante cuatro generaciones (nota 271). Los Cepeda lo hi-
cieron en dos. Los Sierra Cienfuegos contaban con siete cole-
giales en cien años. Un hermano del fiscal fue consejero de
Castilla. El santanderino Juan de Isla pertenecía a un conjun-
to familiar bien trabado (nota 272). Su paisano Diego Arredon-
do pertenecía, también, a un importante núcleo familiar al ser-
vicio del estado, una red familiar impresionante; se le definía
como «sugeto de nacimiento, con parientes en el servicio de
Su Magestad». Los Aperregui constituían una verdadera di-
nastía de magistrados (nota 273). Ortega Cotes tenía parien-

ÍNDICE 113
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tes colegiales por línea paterna y materna: los Ortega de Lor-


ca, y los Cotes, de Olmedo. Era nieto, hijo y cuñado de con-
sejeros de Castilla, todos colegiales mayores. También Mora-
les Villamayor era hijo y nieto de consejeros de Castilla. Los
Ric constituían una importante dinastía de letrados nobles,
vinculados a otros linajes de la misma área geográfica del es-
te de Aragón: los Ejea y los Veyan. Pedro Ric era sobrino y her-
mano de oidores de la Audiencia de Aragón. En su consulta de
nombramiento de (1741) se recordó explícitamente su paren-
tesco con el marqués de la Compuesta, el secretario de justi-
cia recientemente fallecido, «quien hizo de él particular apre-
cio». Un sobrino nieto, Pedro Mª Ric y Montserrat fue regente
del tribunal durante el reinado de Fernando VII (nota 274).
Entre los valencianos tenemos las tres generaciones de la fa-
milia Borrull, presente en el tribunal, aunque con largos inter-
valos, de 1685 a 1834 (nota 275). O las dos generaciones de
la familia Salcedo: el padre, Bruno Salcedo Vives, y los hijos,
Bernardino y Francisco Salcedo Enríquez de Navarra, los tres
caballeros de Montesa (nota 276).
En la Audiencia valenciana se dieron, además de los citados,
otros casos de magistrados cuyos padres habían servido en
el mismo tribunal: eran los Jover, Castillo, Castro, y Villafañe
(nota 277). Más frecuente era el caso de que la continuidad

ÍNDICE 114
III. Retrato de grupo

generacional en la magistratura se diera en distinto tribunal.


El primer marqués del Risco había sido consejero de Aragón.
León Araújo era hijo de un oidor de la Chancillería de Valla-
dolid. El regente Figueroa era hijo de un magistrado de la Au-
diencia de Galicia. El padre del oidor Herran llegó a ser mi-
nistro togado del Consejo de guerra. La misma continuidad se
daba en sentido inverso. Hijos de magistrados de Valencia sir-
vieron en otros tribunal. Esto sucedió con los hijos de los re-
gentes Valcárcel Dato y Simón Pontero, del oidor Alvárez
Mendieta y del fiscal Madinabeytia. También había casos de
hermanos en la administración, o en la vida política, con ca-
rreras más o menos paralelas: Miraval, Salcedo, Torrijos Var-
gas, Calvo de Rozas y Cano Manuel en el primer tercio del si-
glo XIX (nota 278).

La fuerza del factor familiar era evidente en un reformador del


sistema universitario como Manuel de Villafañe, cuyos tres hi-
jos se distinguieron en el servicio del estado: dos como ma-
gistrados y el tercero como diplomático (nota 279). El factor
familiar también se encuentra presente en los magistrados
que protagonizaron el tránsito de la administración absolutis-
ta a la constitucional. La familia Cano Manuel estuvo presen-
te en la magistratura durante cien años, hasta la I República.

ÍNDICE 115
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

El primero de ellos había sido condiscípulo de Floridablanca


en Murcia, y consejero de Castilla hasta 1792 (nota 280).
Los lazos familiares no eran inútiles, ni mucho menos, en el
momento decisivo de los nombramientos. El parentesco se
encuentra en la raíz de nombramientos o promociones insti-
tucionales y sociales. Moreno Alvarado tenía parientes en los
consejos de Castilla e Indias y se había casado con la hija del
ballestero principal del rey (nota 281). Los Toribio Ugarte eran
parientes, aunque lejanos, de Floridablanca, y contaban con
tres miembros de la administración de los reinos de Valencia
y Murcia (nota 282).
Los méritos del padre solían ser aducidos oficialmente por los
aspirantes a magistrado. La viuda del consejero de Castilla
Pedro Juan Borrull solicitó para su hijo mayor, Juan, una pla-
za de magistrado. El rey consintió que «al hijo se le tenga pre-
sente en las primeras vacantes», aunque no fue nombrado
(nota 283). José Mayans y Pascual, Pepe para los amigos, in-
gresó en la magistratura por los méritos explícitos de su pa-
dre. En 1766 se le había prometido una plaza eclesiástica,
que más adelante se transformó en una de magistrado, con
preferencia en el propio tribunal de Valencia, o en otro de la
Corona de Aragón. En torno a 1780 don Gregorio movilizó to-
das sus influencias en el ministerio de justicia y los consejos,

ÍNDICE 116
III. Retrato de grupo

para conseguir para Pepe una plaza en cualquiera de los tri-


bunales de la Corona de Castilla, o incluso de Indias. Fue
nombrado en 1781 para Granada, «por atención al mérito de
su padre (nota 284).

Las influencias familiares no se agotaban en las relaciones


padre-hijo. Fue también muy importante para los eclesiásti-
cos el caso de los sobrinos. La protección del obispo Tormo
de Orihuela, benefició a sus sobrinos Navarro Tormo y Nava-
rro Vidal, así como a los alcaldes mayores Tormo y Pont y Tor-
mo y Vidal. Domingo Bayer y Segarra, que obtuvo su primer
cargo a los 28 años, era sobrino de Pérez Bayer, de quien se
declaraba «consanguineus et heres», y del rector de la uni-
versidad de Valencia, Joaquín Segarra. Tampoco debemos
olvidar las relaciones entre cuñados. A principios de siglo lo
eran el consejero de Aragón Juan de la Torre Orumbella, el
austracista Manuel Mercader, y el filipista Francisco Despuig.
Este era también pariente de su colega el conde de Albalat,
que a su vez lo era de Mercader (nota 285).

La vinculación familiar, aunque lejana, podía resultar efectiva.


El corregidor García de Avila estaba casado con la madrina
de Floridablanca.

ÍNDICE 117
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

El significado del cargo en el proceso de ascensión social


puede verse en algunos de los hijos de los magistrados. En la
primera mitad de siglo, abogados que llegaron a ser conseje-
ros de Castilla, como Cala de Vargas y Moreno Hurtado, lo-
graron que sus hijos fueran aceptados en un colegio mayor
(nota 286).

Pueda apreciarse mejor la complejidad de los vínculos fami-


liares, cuando consideramos el conjunto de hermanos, dedi-
cados uno a la magistratura, otro u otros a la Iglesia, un ter-
cero o cuarto a la milicia. Veamos, en primer lugar, tres ejem-
plos colegiales. La familia santanderina de los Arredondo Zo-
rrilla San Martín extendía su presencia por la administración,
el ejército y la Iglesia (nota 287). El padre de Montiano había
sido Diputado general del Señorío de Vizcaya y un hermano
capitán general de Panamá (nota 288). Antonio Aperregui
pertenecía a un conjunto bien identificado de servidores de la
corona. De doce hermanos, tres fueron militares y otros dos
letrados (nota 289). Seguimos con dos ejemplos valencianos.
De los hermanos Salcedo Enríquez de Navarra, el primogé-
nito, José, heredó el vínculo familiar y fue regidor de Valencia.
Gracias a la influencia de su padre obtuvo la encomienda de
Burriana de la orden de Montesa. Bruno fue prior del monas-
terio cisterciense de Valldigna (1728-1732 y 1736-1740). Mar-

ÍNDICE 118
III. Retrato de grupo

cos pertenecía al convento de Santo Domingo en la capital


del reino (nota 290). Otro ejemplo clarificador viene dado, a fi-
nes de siglo, por los hermanos Noguera Climent: Vicente, ma-
gistrado; Pedro, secretario de la Inquisición y paborde de la
Universidad; José, colegial en Bolonia y cónsul (nota 291).

4. Lazos de clientela

La protección iba más allá de los límites familiares. Práctica-


mente todos los magistrados debían el cargo a la influencia
de un protector. En distintos momentos hemos visto carreras
que habían triunfado gracias a Macanaz, a Campomanes o a
Floridablanca. Teóricamente la recomendación más elevada
era la del propio monarca, o de algún miembro de la familia
real. El infante don Luis recomendó tres veces el nombra-
miento de su abogado Sebastián del Castillo. Miguel Eugenio
Muñoz fue nombrado oidor directamente, pasando por delan-
te de los tres alcaldes del crimen (nota 292). La carrera de Fe-
lipe Musoles comenzó cuando Carlos III recomendó su nom-
bramiento, en recompensa a su participación en las Cortes de
1760 como procurador de la ciudad de Valencia (nota 293).

También era importante la influencia de los capitanes gene-


rales, presidentes del Acuerdo. Conocemos bastante bien a
los protegidos del príncipe de Campoflorido (nota 294). Este

ÍNDICE 119
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

recomendó fuertemente el nombramiento de Blas Jover como


alcalde del crimen (1733). Le secundaba en este esfuerzo el
intendente Pineda. Incluso sus protectores tenían que recono-
cer que el murciano era un hombre de carácter fuerte, y «terror
de la gente de mal vivir». Sus adversarios le calificaban como
«el hombre más odiado que hay ni ha habido» (nota 295).

La carrera de Jover es una muestra, quizás extremada, del


juego de influencias que se movilizaba en cada nombramien-
to. Tras haber conseguido para su hijo una beca en el colegio
mayor del Arzobispo, intentó en 1740 que se le nombrara oi-
dor, pasando por encima de las aspiraciones del alcalde ma-
yor más antiguo, Vicente Borrull, y cortando además las ex-
pectativas de Mayans. Don Blas contaba con fuertes apoyos
en la Corte, pero también con enemistades declaradas. El ca-
pitán general Caylus apoyaba a un tercer candidato, Gaspar
Cebriàn. A la postre, las intrigas de Jover no pudieron vencer
la rutina administrativa, y los méritos profesionales de Borrull.
«Sería agravio no dar la plaza a Borrull –escribió el goberna-
dor del Consejo, cardenal Molina– quede Jover a la resulta
criminal, quedando padre e hijo con este consuelo». Una no-
ta adjunta manifestaba que «D.Vicente Borrull es el más a
propósito por su literatura y méritos, y por ser hijo de don Pe-
dro Borrull, ministro de Castilla, por su fidelidad» (nota 296).

ÍNDICE 120
III. Retrato de grupo

Efectivamente Jacinto Jover, fuertemente recomendado, obtu-


vo la plaza de alcalde del crimen que había dejado Borrull, y,
muy pronto, un ascenso en la corte. Entonces llegó el mo-
mento de Gaspar Cebriàn, pero con un cambio de valedores.
Tenía en contra al duque de Caylus, al oidor conde de Albalat,
y «otros caballeros», que propugnaban la candidatura del ca-
tedrático Pedro Llanzol de Romaní. El «doctor Cebriá ha pilla-
do por alto la toga» escribió Mayans (nota 297). En los infor-
mes reservados que escribió el duque de Caylus sobre los mi-
nistros de la Audiencia (1749) se perfila con bastante nitidez
la red de confianza del capitán general presidente (nota 298).

Ya hemos reseñado en cada caso, de conocerlas, las razones


del nombramiento. Francisco León Araujo fue recomendado
por un compañero de estudios. El arzobispo Mayoral protegió
a su paje Manuel de Villafañe, y al alcalde mayor Ruiz San-
tos. Villafañe contó también con la amistad de Pérez Bayer, el
cual protegió también al joven valenciano Pérez Mesía. El pa-
norama no había cambiado sustancialmente a fines de siglo.
Mahamud fue recomendado por su hermano, que era cape-
llán real. Diego Gil Fernández debió sus primeros cargos en
el Jardín Botánico a su paisano José Pérez Caballero, que
era el intendente del mismo (nota 299). Era importante contar
con protectores en la secretaría de Gracia y Justicia y en la

ÍNDICE 121
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Cámara de Castilla, no sólo entre los «ministros» o consejeros,


sino entre los «oficiales», o altos funcionarios. No debía ser in-
diferente a la promoción del fiscal Madinabeytia que fuera yer-
no del secretario de la Cámara, Juan de Peñuelas (nota 300).
También era importante la secretaría del presidente o gober-
nador del Consejo de Castilla, una institución cuya importan-
cia ha sido puesta de relieve recientemente (nota 301). A par-
tir de 1770 obtuvieron plaza en el tribunal tres antiguos se-
cretarios o asesores de aquel organismo: Ara, Valladares, y
Navia Bolaños. Recordemos que el gobernador cardenal Mo-
lina –y su sucesor interino, el marqués de Lara– habían pro-
tegido la carrera de Pedro de la Torre, pero también que éste
había intervenido en una de las prioridades del gobierno en
los últimos años del reinado de Felipe V: la venta de baldíos.
En este proceso participó Antonio Simón Pontero, quien fue
destinado en 1741 a la Audiencia de Catalunya. Allí participó
en la campaña de investigación de archivos en torno a 1750.
La participación en la misma le valió la propuesta a regente
de Valencia, hecha, no por la secretaría de Gracia y Justicia,
sino por la de estado (nota 302).

Este sistema informal de influencias y clientelas alimentaba la


estancia de «pretendientes» en la corte. Tenemos constancia
de tres catedráticos que se habían establecido en Madrid pa-

ÍNDICE 122
III. Retrato de grupo

ra hacer progresar sus aspiraciones. El aragonés Vicente Fe-


rrer mantuvo una «prolija pretensión» durante nueve años.
Juan Luis Novela, catedrático sevillano, residió once años en
Madrid como pretendiente. Lo mismo hizo su colega Jiménez
de Arrutave durante siete.

El fenómeno de los pretendientes fue analizado de manera


lúcida por Blanco White para el reinado de Carlos IV, una
época que pasó por especialmente corrupta en cuanto a la
selección de magistrados (nota 303). Godoy parece haber
protegido la rápida carrera del consejero de Castilla, Navarro
Vidal, y la posición en Valencia de Domingo Bayer. Este fue
nombrado juez conservador privativo de la Albufera, una par-
te importante del dominio real, regalada por los reyes a Go-
doy (nota 304). En 1803 fue nombrado gobernador de la Ca-
sa Galera de Valencia, a propuesta del ministro de estado,
primo de Godoy, y en 1804 fue nombrado alcalde honorario
de Casa y Corte. El reverso de la medalla fue la jubilación for-
zosa del oidor Mahamud y la disminución jerárquica de Calvo
de Rozas, los cuales recuperaron su posición y honores tras
la caída del favorito, en 1808.

ÍNDICE 123
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

5. El poder del estudio

Lógicamente la mayoría de magistrados valencianos habían


cursado sus estudios en la universidad de la capital del reino
(nota 305). Algunos lo hicieron en las universidades menores
de Orihuela y Gandía. También estudiaron en Valencia, por di-
ferentes razones, algunos jueces de origen foráneo: Ruiz
Santos, Manuel Alejo del Castillo, Romero Alpuente, y Vallejo
Alcedo.

Se conservaba la tendencia a cursar estudios en más de una


universidad. Incluso los colegiales mayores seguían esta
práctica y habían estudiado previamente en otro centro. A
mayor abundamiento lo hacían los manteístas. El soriano
Diego Gil Fernández estudió en cuatro universidades y termi-
nó graduándose en Granada, como el navarro Galdeano.

Los magistrados que habían estudiado en los seis colegios


mayores eran 32. Damos a continuación la relación completa
(nota 306).

– Universidad de Salamanca.

– Colegio mayor de San Bartolomé (4): Juan de Isla, Manuel


Pablo de Salcedo, Juan Martín de Gamio, Juan José de Eu-
late.

ÍNDICE 124
III. Retrato de grupo

– Colegio mayor de Oviedo (3): Salcedo Enríquez, Jimeno


Rodríguez, Villafañe.

– Colegio mayor del Arzobispo (9): Colón de Larreátegui, Ce-


peda, Aguado, Montiano, Sierra Cienfuegos, Ortega Cotes,
Jover Valdenoches, Caamaño, González Yebra.

– Colegio mayor de Cuenca (7): Melgarejo, Miraval, Barnue-


vo, Davila, Angulo, Caro de Briones, Reina.

– Universidad de Alcalá, Colegio mayor de San Ildefonso (6):


Peralta, Eguiluz, Aperregui, Ruiz de Alarcón, Diego Arre-
dondo, Sancho de Llamas.

– Universidad de Valladolid. Colegio mayor de Santa Cruz (3):


Guzmán Bobadilla, Morales Villamayor, Herran.

Junto a los becarios de los seis colegios mayores de Castilla,


tenemos a los del colegio de Maese Rodrigo de Sevilla (No-
vela, Jiménez Arrutave, Torrijos Vargas) (nota 307), a los de
la universidad de Huesca (Ric, Ara, Ferrer, Cregenzan), del
colegio de los Verdes de Alcalá (Leon Araujo, Moreno Alvara-
do, Jurado de los Reyes, Calvo de Rozas) (nota 308), y los de
la universidad de Granada (Moreno Hurtado, Negrete, Galde-
ano, López de Cózar, Manescau) (nota 309). Algunos de es-
tos últimos terminaron su graduación en otra universidad. En

ÍNDICE 125
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

este grupo de colegiales «menores» no se encontraba ningún


valenciano.
Fueron manteístas (nota 310) en Salamanca los siguientes
magistrados: Velázquez Zapata, Sanromán y Santayana (los
tres catedráticos), y además de esos García Galeano, Cala
de Varga. Pérez Mesía, y Fernández de Gatica. En Valladolid
lo fueron Alvárez Mendieta, Alvárez Posadilla, Gómez Vuelta,
Jacinto Miguel de Castro, Mahamud, Valladares de Sotoma-
yor, y Villa y Torre. Dos ellos habían iniciado sus estudios en
la universidad de Osma. Al contrario, otros comenzaron en
Valladolid y terminaron en universidades menores: Torre y
Puebla en Toledo, Valdés León en Avila. Sanz de Velasco era
bachiller por Osma, y «profesor» en Valladolid. En Alcalá se
graduaron Cosío Bustamante, González Escobedo, Alcedo
Campuzano, Sancho Abarca, Prieto Laso, López Mesía, Si-
món Pontero, y Miguel Eugenio Muñoz; en Granada, López
Camacho; en Sevilla, Pedro de la Torre; en Zaragoza, Martí-
nez Galindo, y Sebastián del Castillo. Un reducido número
procedía de universidades menores: Oñate (Madinabeytia),
Toledo (Navarro Bullón), Osuna (Morales Donaire).
Durante el reinado de Carlos III la Academia de Santa Bár-
bara se perfiló como un centro de formación de magistrados
(nota 311). En ella cursaron estudios, una vez graduados, sie-

ÍNDICE 126
III. Retrato de grupo

te de nuestros personajes: Pagan, Valladares, Galdeano, Dí-


ez, y los valencianos Llopis Ferris, Navarro Vidal y Villafañe
Andreu.

6. La obra jurídica

Sólo una veintena de nuestros magistrados nos ha dejado


una obra jurídica escrita. Conocemos mejor, gracias a las bio-
bibliografías clásicas de Ximeno y Pastor Fuster, la obra de
los magistrados nacidos en el propio reino de Valencia (siete
sobre 30), mientras que en los personajes de procedencia fo-
ránea el porcentaje era mucho más bajo, de un 15%, con só-
lo 15 casos (nota 312).

1. Obras generales de Derecho

Uno de los magistrados de la Audiencia foral, Pedro Juan Bo-


rrull dejó manuscritas unas «Decisiones Senatus valentini»,
un «Tractatus de successionibus in intestato» y un «Tractatus
de re criminali». Esta última obra estaba destinada a los ca-
nónigos Vicente Noguera y Torre Orumbella (obispo de Ori-
huela de 1701 a 1712). Borrull tuvo correspondencia con el
jurista napolitano Gianvincenzo Gravina y con el humanista
alicantino Manuel Martí (nota 313).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Su hijo José (nacido en 1678) fue catedrático de la universi-


dad de Salamanca (1715-1725), donde fue mentor del joven
Gregorio Mayans. Este escribió más tarde una biografía en la-
tín de su maestro, al que presenta como seguidor del jurista
francés del XVI, Cujas. Mayans redactó también el artículo
correspondiente para la obra de Ximeno, Escritores del Rei-
no de Valencia. La biografía latina estaba destinada a prolo-
gar los trabajos jurídicos de Borrull en la edición de Amster-
damm del Novus Thesaurus Juris Civilis et Canonici, publica-
do por Meerman (nota 314). En la Biblioteca universitaria de
Valencia se conservan diferentes informes relativos a cues-
tiones de Patronato real en España y América, redactados
por Borrull en ejercicio de sus funciones de fiscal, primero en
la Chancillería de Granada y más tarde en el Consejo de In-
dias (nota 315).

Por el contrario, Mayans negó los honores de la inclusión en


el Thesaurus de Meerman a los comentarios Ad Alphenum,
escritos por el colegial Rodrigo de Cepeda, y posteriormente
ampliados por su sobrino y también magistrado, Francisco de
Cepeda. La obra había sido criticada por el abogado valen-
ciano, José Nebot y Sans, que consideraba el texto, «un po-
co duro en la latinidad», pero la opinión de Mayans fue mu-
cho más negativa. Para don Gregorio, la obra era «cosa in-

ÍNDICE 128
III. Retrato de grupo

digna» (nota 316). Después temía la represalia de Francisco


de Cepeda. que desde 1751 era fiscal de la Cámara de Cas-
tilla, en un pleito de la villa de Oliva (nota 317).
Una perspectiva general tenía la obra, Phenix Iurisprudentiae
Hispanicae, publicada en 1715 en Sevilla, donde era fiscal,
por el aragonés Tomás Martínez Galindo. El mismo autor de-
cía que durante diez años «se ha aplicado a hacer una expo-
sición metódica y general de todo el Derecho civil de Espa-
ña». Un consejero de Castilla calificaba la obra de «librillo que
une lo especulativo con lo práctico», cualidad que considera-
ba positiva «para el presente estado de Valencia». En opinión
de M.Peset, Martínez Galindo había intentado simplificar en
un solo volumen los fueros, las Partidas y la Recopilación
(nota 318).
Durante los últimos años de su estancia en Valencia, el mar-
qués del Risco publicó parte de la extensa obra jurídica de su
padre. También comunicó a Mayans que había heredado al-
gunos manuscritos del vicecanciller Cristóbal Crespí de Vall-
daura,con observaciones del propio Juan Luis López. Sin
embargo, el proyecto de hacerlos imprimir en Lyon no se lle-
vó a término. Mayans creía que el marqués estaba en pose-
sión de una «Biblioteca de las leyes de Aragón», escrita por
su padre (nota 319).

ÍNDICE 129
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Por aquellos mismos años, concretamente en 1733, el cate-


drático de la Universidad de Cervera, Lorenzo Santayana, pu-
blicó una obra en latín sobre Derecho romano. Se trataba del
curso que había impartido el año anterior. Lo había escrito rá-
pidamente para presentarlo como mérito para la obtención de
una plaza de magistrado, que fue la fiscalía de Valencia. Con
ocasión de incorporarse a su nuevo destino, envió el libro a
Mayans, antiguo condiscípulo en Salamanca. También el ca-
tedrático de Cervera, José Finestres, recomendaba a Santa-
yana a su amigo y corresponsal Mayans (nota 320).
Uno de los magistrados de la Audiencia que dejó una obra
más extensa, y a la vez más polémica, fue el abogado Tomás
Fernández de Mesa, llamado a veces «el menor» o Tomasico
Ferrandis. Su Arte histórica y legal (1747), dedicada al minis-
tro Carvajal, llevaba la aprobación del catedrático de Cáno-
nes y futuro magistrado, don Pedro Ignacio Llanzol de Roma-
ní. La historiografía posterior no ha tenido un juicio positivo de
la obra, que ya en la época provocó una fuerte polémica, es-
pecialmente con Mayans (nota 321). Este replicó con las «Ad-
vertencias de D. Miguel Sánchez, dadas al doctor don Tho-
mas Ferrandis de Mesa y Moreno...» (Madrid 1748).
Siguiendo una corriente del reinado de Fernando VI, Mesa rei-
vindicaba el estudio del Derecho real. En este sentido publicó

ÍNDICE 130
III. Retrato de grupo

el 1752 una Oración que exhorta a estudiar las leyes de Es-


paña por ellas mismas. Menos favorable era su posición hacia
el Derecho foral. El personaje era realmente poco valencianis-
ta, como prueba el abandono de su apellido tradicional de Fe-
rrandis, por la forma castellana de Fernández (nota 322).

Todavía publicó Ferrandis una tercera obra. En 1755 y 1756


aparecieron en Valencia los dos volúmenes del Tratado legal
y político de caminos públicos y posadas. Se trataba de una
obra que recogía aportaciones anteriores de otros autores.
En el prólogo mencionaba la muerte de su protector, el mi-
nistro Carvajal, y se indicaba que tanto el autor como su pa-
dre habían sido abogados del conde de Aranda.

La edición de las Partidas que publicó el 1758 el abogado va-


lenciano José Berni Català había sido corregida por los ma-
gistrados Diego de Morales Villamayor y Jacinto Miguel de
Castro.

2. Instituciones españolas

Antonio Francisco Aguado, como consejero de Ordenes Mili-


tares, fue uno de los editores el 1719 del Bullarium equestris
ordinis sancti Jacobi Spatha.

ÍNDICE 131
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

En el ámbito de la Historia de instituciones la obra jurídica de


Lorenzo Santayana Bustillo fue relativamente abundante, pe-
ro no se publicó en su etapa valenciana. En Zaragoza publi-
có en 1742 su obra más importante: el Gobierno político de
los pueblos de España y el corregidor, alcalde y juez de ellos
(nota 323). En la misma ciudad aparecieron entre 1746 y
1751 los dos volúmenes de Los magistrados y tribunales de
España. Su origen, instituto, jurisdicción y govierno. En el pró-
logo del primer volumen figura una alabanza de la nueva po-
lítica de Fernando VI. Parece que en el siguiente cambio de
reinado Santayana entregó a Carlos III un manuscrito «en
que manifiesta la enfermedad que padece la Monarquía de
España y remedios que pueden aplicársele»; y todavía en
1766 escribió un «Manifiesto al rey, reduciendo a un estilo la-
cónico las más de las máximas de la jurisprudencia españo-
la». Tres años más tarde se hizo una segunda edición del Go-
bierno político (nota 324).

También en Zaragoza, el abogado Sebastiàn del Castillo ha-


bía redactado cinco volúmenes de alegaciones y consultas.
Cuando fue nombrado para la Audiencia valenciana estaba
redactando una obra sobre los derechos y preeminencias de
las encomiendas del infante don Luis. En realidad había pu-
blicado el 1740 en Madrid una

ÍNDICE 132
III. Retrato de grupo

Sucinta narración del origen, progresos y último esta-


do de las principales cuatro órdenes militares de Es-
paña (nota 325).
Su paisano Miguel Eugenio Muñoz se titulaba «profesor de
jurisprudencia», cuando en 1731 publicó, con el título de El
abogado del aire y el clarín del fuego, una respuesta a un dis-
curso de Torres Villarroel relativo al
globo y tres columnas de fuego que se dexaron ver en
nuestro horizonte... con distintos juicios de su causa y
justificación.
En los años siguientes Muñoz se dedicó a la publicación de
obras históricas que tenían una utilidad jurídica o política in-
mediata. Para su protector, el conde de Luna, escribió el 1736
un
Discurso sobre la antigüedad y prerrogativas de la ri-
ca hombría en Castilla y Aragón, substituida en el gra-
do superior de Grande de España.
En 1734 había defendido los derechos del infante don Carlos
a la sucesión de Toscana y Parma en la obra titulada El clarín
de la Italia. En 1738 las Memorias ilustres de la Casa de Sa-
jonia exaltaban el matrimonio del mismo don Carlos con Ma-
ría Amalia de Sajonia. La obra llevaba la aprobación del abo-

ÍNDICE 133
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

gado aragonés Manuel de Roda y Arrieta, el futuro ministro de


justicia de Carlos III. Las dos obras estaban dedicadas a la
reina Isabel de Farnesio. Cuando estalló la guerra de Suce-
sión de Austria, Muñoz escribió dos volúmenes (no publica-
dos) en defensa de los intereses del rey de España (nota 326).

Muñoz fue uno de los primeros académicos numerarios de la


Real Academia de la Historia, fundada en 1738. Las Memo-
rias... de la casa de Sajonia le valieron el nombramiento di-
recto de oidor. En 1747 fue nombrado subdelegado del Real
Protomedicato en el reino de Valencia. La institución fue re-
formada y Muñoz hizo publicar en Valencia (1751) una

Recopilación de las leyes, pragmáticas reales, decre-


tos y acuerdos del Real Protomedicato (nota 327).

Durante aquellos años, Muñoz estaba trabajando en la gran


campaña de archivos coordinada por el jesuita Andrés Mar-
cos Burriel, el cual le consideraba «mui hábil y versado en to-
das materias», y quedó satisfecho de su trabajo. Mientras es-
taba ocupado en este encargo superior, Muñoz quedaba
exento de asistir a la Audiencia (nota 328).

La experiencia historiográfica de Miguel Eugenio Muñoz ex-


plica que en 1765 el intendente, Andrés Gómez de la Vega,
pensase en él (que además era asesor de la misma Inten-

ÍNDICE 134
III. Retrato de grupo

dencia), para redactar una Historia del Real Patrimonio. a par-


tir de su propia documentación. De momento el proyecto no
fue llevado a término (nota 329).

El fiscal Pedro de la Torre, fue el autor de la Historia genea-


lógica de la casa de Lara, publicada en Valencia en 1751. Se
trataba en realidad de una defensa de los derechos de Nico-
lás Manrique de Lara, decano del Consejo de Castilla, y pro-
tector de Torre, en el proceso de tenuta del marquesado de
Amusco. Según Mayans, el fiscal no había podido firmar la
obra, «por el impedimento de la toga» (nota 330).

Don Gregorio recomendó a otro fiscal, Juan Vega Canseco, la


necesidad de conocer los juristas valencianos de los siglos
XVI y XVII, así como las sentencias de la antigua Audiencia.
Mayans consideraba que no había entonces magistrados que
conocieran bien la legislación valenciana.

A Vuestra Señoría y a este reino importa mucho ser


un gran forista, porque este reino no le tiene, ni espe-
ranza de tenerle de presente; i ahora ahí en la Au-
diencia, y después en el Consejo de Castilla será
Vuestra Señoría el oráculo.

El conocimiento de los juristas valencianos y catalanes esta-


ba presente en los extensos memoriales escritos por el fiscal

ÍNDICE 135
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

José Martínez Talón (1715 - 1718), en defensa de la jurisdic-


ción real (nota 331).

3. Regalismo e Ilustración

La muerte del fiscal Vega en 1763 quebró las esperanzas de


Mayans, que se lamentó vivamente (nota 332). Pero encontró
«otro Vega», y aun aumentado, en el catalán Juan de Casa-
major y Josa. Este personaje había estudiado leyes en la uni-
versidad de Huesca. En Barcelona había sido abogado de los
duques de Medinaceli y de Alba, así como de diferentes ins-
tituciones eclesiàsticas (nota 333). Era el autor del Homerus
dormitans (1756), una alegación en defensa de la jurisdicción
del obispo de Barcelona, que algunos creyeron era obra de
Mayans. Estaba firmada con el anagrama «Casimiro Sanao-
ja», que fue fácilmente descifrado por Finestres (nota 334).
En 1758 Casamajor ingresó en la Academia de Buenas Le-
tras de Barcelona, y fue, sin firma, el autor de la Relación ob-
sequiosa, la descripción de la llegada de Carlos III a Barcelo-
na en 1759.

En los años 60 Casamajor se trasladó a Madrid para defen-


der, en nombre de los gremios catalanes, la abolición del im-
puesto de la «bolla». Allí fue contertulio de Campomanes, al
que presentó un Discurso sobre la Amortización y su prácti-

ÍNDICE 136
III. Retrato de grupo

ca en el Principado de Cataluña (1765), para su utilización en


el Tratado del fiscal del Consejo. Se trataba fundamental-
mente del comentario de la obra del jurista catalán del siglo
XVI, el fiscal de la Audiencia, Antoni Oliva (nota 335).

Mayans, en carta a su hermano, describió a Casamajor como


un «catalán de grande esplendor», «persona de mérito y ran-
go». Como fiscal de la Audiencia, Casamajor redactó el 1771
el informe pedido por los fiscales del Consejo sobre el dere-
cho de asilo. En él hacía una valoración positiva del derecho
foral («el insigne sistema político original de este reino»), que
había conservado «los incontestables derechos de las rega-
lías en estas materias» (nota 336). Mayans comentó de for-
ma extensa y positiva el texto de Casamajor. En carta al mi-
nistro de justicia, Manuel de Roda y Arrieta, decía que el in-
forme estaba escrito

con erudición nada común, con diligencia singular y li-


bertad cristiana...Es lo mejor que se ha escrito en es-
te asunto hasta hoy (nota 337).

El catalán redactó también, con el nombre de Janus Faventi-


nus (es decir, barcelonés), el epigrama que precede la De-
fensa de Witiza, publicada por Mayans el 1772 (nota 338).

ÍNDICE 137
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Distinta función, con relación a Campomanes, tuvo el antiguo


fiscal de la Audiencia, Lope de Sierra Cienfuegos, que, a par-
tir de 1752, lo era del Consejo de Castilla. La bibliografía re-
ciente ha analizado los enfrentamientos ideológicos que se
produjeron entre los dos fiscales en torno a cuestiones claves
de la política interior: la libertad de comercio de cereales y so-
bre todo la regalía de amortización (nota 339).
Campomanes protegió la carrera del abogado regalista Fer-
nando Navarro Bullón, regente de la Audiencia en 1775. En
1767 este personaje había visto publicada por el famoso im-
presor de Valencia, Benito Montfort, una obra suya, concreta-
mente una
Disertación sobre la justicia y utilidad de una ley que
precise a los testadores a instituir por herederos a sus
parientes más cercanos, en defensa de descendien-
tes y ascendientes.
Pero Navarro es especialmente conocido como el verdadero o
el primer autor del Juicio imparcial sobre el Monitorio de Par-
ma, presentado por Campomanes en polémica con la Santa
Sede el 1768 (nota 340). En 1771, siendo fiscal de la Chanci-
llería de Valladolid, redactó el «informe fiscal en expediente de
inmunidad de templos». El 1773 elaboró una «representa-
ción» sobre el cargo de Juez mayor de Vizcaya (nota 341).

ÍNDICE 138
III. Retrato de grupo

4. Más estudios de instituciones

Otro regente de Valencia, Antonio González Yebra, también


envió a Campomanes, cuando pertenecía a la Chancillería de
Valladolid, unas «Apuntaciones... en razón del error con que
está admitida en España la hidalguía universal de los natura-
les de Vizcaya y la autenticidad de sus fueros» (1779).

El escrito niega los principios de la ideología foral vasca: el


«pacto nacional expreso», y el concepto de hidalguía univer-
sal. En opinión del autor la «fanfarrona» hidalguía universal
era una «mal fraguada falsedad», así como era «fantástica la
soberanía que fingen», y su «soñada libertad» (nota 342).

El abogado Vicente Branchart, asesor del Real Patrimonio,


llevó a cabo la obra que se había propuesto a Muñoz y Lu-
cientes. Entre 1784 y 1786 se publicaron «de orden de Su
Majestad» los tres volúmenes del

Tratado de los derechos y regalías que corresponden


al Real Patrimonio en el Reyno de Valencia, y de la ju-
risdicción del Intendente, como subrogado del antiguo
Bayle General.

Como premio por su importante obra de Historia jurídica, Bran-


chart fue nombrado oidor de la Audiencia en 1787 (nota 343).

ÍNDICE 139
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Una obra similar a la de Branchart fue la de José Villarroya,


hijo del escribano de cámara de la misma Audiencia, Barto-
lomé Villarroya. Nacido en 1732, abogado desde 1754, Villa-
rroya era fiscal de la comisión del «apeo y deslinde» de los
dominios de la orden de Montesa. Por orden real se publicó
el 1787, en la imprenta de Benito Montfort la obra titulada

Real Maestrazgo de Montesa. Tratado de todos los de-


rechos, bienes y pertenencias del Patrimonio y Maes-
trazgo de la Real y Militar orden de Santa María de
Montesa y San Jorge de Alfama.

Su trabajo le valió el nombramiento honorario de alcalde de


Casa y Corte (1788). Villarroya dejó una obra más amplia,
parte de carácter jurídico, y parte histórico (nota 344).

El padre del oidor Vicente Joaquín Noguera tenía amplios in-


tereses históricos. Sin haber dejado obra jurídica escrita, me-
rece destacarse la proyección intelectual del magistrado. De
joven había sido catedrático interino de Instituta civil. En Va-
lladolid fue miembro activo de la Sociedad Económica. Tam-
bién fue correspondiente de la Real Academia de la Historia
(1795), honorario de la de Nobles Artes (1802), y de la So-
ciedad Económica de Amigos del País (1815). Conocía idio-
mas clásicos y modernos, y estaba interesado en política y

ÍNDICE 140
III. Retrato de grupo

economía. Mantuvo relación con un grupo selecto de ilustra-


dos valencianos y fue propietario de una notable colección
numismática (nota 345).

Juan Alvárez Posadilla publicó en el último decenio del siglo


XVIII tres obras de práctica jurídica. En 1794 se imprimía en
Valladolid la

Práctica criminal por principios, o modo y forma de


instruir los procesos criminales en sumario de causas
de oficio de justicia contra los abusos introducidos.

La obra incluía «puntos curiosos de policía y gobierno de los


pueblos». Se recomendaba «no sólo a todos los escriba-
nos...y alcaldes ordinarios...sino también a los letrados jóve-
nes». En 1797 se hizo una segunda edición de la obra en la
madrileña imprenta de Ibarra, y en 1802 en Valladolid apare-
cía el tercer tomo, que contenía el Tratado de delitos y sus pe-
nas, según la legislación de España.

La imprenta de Ibarra también publicó el 1797 otra obra de


Alvárez Posadilla, la

Práctica de rentas reales por principios e instituciones


de la jurisprudencia práctica de rentas.

ÍNDICE 141
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Obra que fue completada el 1803 por un Apéndice a los cin-


co juicios de Febrero, que era un «Tratado de los juicios de
rentas y contrabandos».
Además de estas obras específicas, Alvárez Posadilla había
publicado el 1796, también en la imprenta de Ibarra, un Co-
mentario a las leyes de Toro según su espíritu y el de la le-
gislación de España (nota 346). Aquel cuerpo legal fue obje-
to también del comentario del antiguo regente, Sancho de
Llamas. El Comentario crítico jurídico legal a las... Leyes de
Toro, que publicó el 1827, tuvo una segunda edición en 1852.

5. La reforma del Derecho

Algunos magistrados estuvieron relacionados en la reforma


de los estudios de Derecho. A principios de los años cin-
cuenta, Mayans mantuvo correspondencia con el catedrático
de Alcalá, Diego Arredondo Zorrilla, sobre la reforma de la fa-
cultad de cánones. Arredondo tenía una buena preparación
intelectual, no sólo en jurisprudencia, sino en Historia ecle-
siástica, una preparación interesante cuando se estaba ne-
gociando el Concordato con la Santa Sede (nota 347).
Otro corresponsal de Mayans, Manuel de Villafañe, fue puesto
en 1770 al frente de un nuevo centro educativo, destinado en
principio a reformar la enseñanza: los Reales Estudios de San

ÍNDICE 142
III. Retrato de grupo

Isidro (nota 348). En esta institución ocupó la cátedra de Dere-


cho natural (1771), el valenciano Joaquín Marín y Mendoza,
hasta su nombramiento para la Audiencia en 1782 (nota 349).
Marín, fue nombrado en 1775 académico supernumerario de la
Historia. El año siguiente publicó la Historia del Derecho natu-
ral y de gentes, una obra corta, en la cual hacia una síntesis
crítica, desde la perspectiva católica, de los principales autores
europeos, desde Grotius a Rousseau. Había publicado el mis-
mo año la obra del jurista alemán Heineccius, conveniente-
mente expurgada:

Elementa juris naturae et gentium, castigationibus ex


catholica doctrina et juris Historia aucta.

El mismo año, todavía, había publicado una Historia de la mili-


cia española, dedicada al duque de Arcos (nota 350). En la uni-
versidad de Valencia la nueva cátedra de Derecho natural fue
servida interinamente por Pedro Juan Noguera, hermano del
magistrado (1787). En 1790 la ganó en propiedad Domingo Ba-
yer, que al año siguiente ingresó en la magistratura (nota 351).

En la Academia de Santa Bárbara, los aspirantes a funciona-


rios pronunciaban discursos, cuyo contenido obedecía a los
temas predominantes en cada momento. Francisco Vallada-
res de Sotomayor, por ejemplo, había hablado sobre penas

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de cámara (1781), juicios de residencia (1782), y la Sala de


Alcaldes (1785) (nota 352). Antonio Pagan, que había tradu-
cido del francés en los años setenta del siglo una serie de
obras históricas (nota 353), pronunció un

Discurso político sobre el luxo con respecto a un es-


tado en todas sus épocas (nota 354).

El valenciano José Navarro Vidal, pronunció discursos sobre


las rentas del reino de Valencia, el derecho de amortizacíon,
el lujo, y sobre todo una Oración por la abogacía, que fue pu-
blicada (nota 355). También había estudiado en la Academia
de Santa Bárbara, años antes (1770-1771), Ignacio Llopis Fe-
rris, cuya biblioteca contenía un amplio elenco de obras jurí-
dicas (nota 356).

En los últimos años del Antiguo Régimen se hizo preceptivo


que los regentes del tribunal pronunciasen anualmente un
discurso temático. Sancho de Llamas Molina pronunció, co-
mo tal, un conjunto de discursos inaugurales sobre las obli-
gaciones de los diferentes grupos que integraban la Audien-
cia: los jueces (1796, 1801), los abogados (1798), los relato-
res (1799). Son discursos de circunstancias, de escaso vue-
lo (nota 357). La única obra impresa del magistrado valencia-
no José Mª Puig de Samper se limita a los discursos pronun-

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III. Retrato de grupo

ciados el 1796 y 1797 como regente de la Audiencia de Ara-


gón, y el 1801 como presidente de la Chancillería de Grana-
da. En uno de ellos hacía la alabanza de la profesión de abo-
gado, que el mismo había ejercido.

la nobilíssima profesión de la abogacía...la más bri-


llante de las ocupaciones del hombre literato ... Yo bla-
sono de haberme empleado algunos años en esta no-
ble profesión (nota 358).

En 1801 pronunció el discurso inaugural el marqués de la To-


rre de Carrús, como «subdecano» de la Audiencia, «hacien-
do de viceregente en ausencia del propietario señor don San-
cho de Llamas»; era una afectada «Oración exhortatoria» en
la ceremonia de apertura del tribunal en el primer año del si-
glo XIX, «en las primeras empresas de la naciente centuria»
(nota 359). El marqués fue uno de los directivos de la Socie-
dad Económica de Amigos del País. En esta institución pro-
nunció un

Discurso sobre lo útil que se cree ser a los campos de


esta Huerta el estiércol y polvo que se saca de sus ca-
lles, y perjudicial a la salud pública (nota 360).

Los magistrados fueron miembros activos de las Sociedades


Económicas en sus propios destinos: Pérez Mesía en Valencia,

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Cregenzan en Mallorca, Sancho de Llamas en Zaragoza, No-


guera Climent en Valladolid (nota 361). Algunos pertenecieron
a las Academias de Buenas Letras. El regente Aperregui era
académico correspondiente de la de Barcelona, de la que fue
titular Casamajor. Los andaluces Torrijos y Novela fueron
miembros de la de Sevilla. El segundo era también correspon-
diente de la Real Academia de la Historia (1748) (nota 362). Ya
anciano, el 1785, publicó una Crítica imparcial, enfrentada a las
posiciones jansenizantes del famoso obispo de Pistoia, Scipio-
ne Ricci, sobre la devoción al Sagrado Corazón (nota 363).

7. La Audiencia por dentro

1. Regentes, oidores, alcaldes y fiscales

Siendo la Audiencia un organismo colegial conocemos poco


las actuaciones concretas de los magistrados en su seno. Sa-
bemos más en función de los cargos que desempeñaron, por
ejemplo, los regentes (nota 364). Podemos ver, por ejemplo, la
actuación cotidiana de un regente en la correspondencia de
uno de ellos, Juan de Isla, con su antiguo condiscípulo sal-
mantino, Gregorio Mayans, a lo largo del año 1741 (nota 365).

En ausencia del regente ganaba relieve la figura del oidor de-


cano. El valenciano Eleuterio Torres, «hace el oficio de presi-

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III. Retrato de grupo

dente» de la Chancillería entre 1711 y 1714. También se ha-


blaba de vicepresidente del tribunal, y a mediados de siglo
apareció la denominación de vice-regente (nota 366).

Los ocho oidores o jueces de lo civil se distribuían en dos sa-


las. En 1753 se pidió al rey la formación de una nueva sala ci-
vil, con tres «ministros», para evitar el atraso de los pleitos,
pero no hubo respuesta positiva (nota 367).

Los alcaldes del crimen también ejercían justicia civil en pri-


mera instancia. Este era el llamado «juzgado de provincia»,
que debía ser desempeñado por los tres alcaldes más mo-
dernos, en calidad de «alcaldes de provincia». En 1717 se re-
cordó que los juzgados de provincia tuvieran lugar en la Pla-
za de la Seo, y no en las propias casas de los alcaldes. El
marqués de Angulo consideraba que el juzgado de provincia
era «el más arduo, trabajoso y comprehensivo de la toga»
(nota 368).

El alcalde más antiguo ejercía el gobierno de la Sala del Cri-


men. Pedro de Valdés lo hizo durante diez años (1741-1751).
En 1776 se creó en todas las Audiencias el cargo de gober-
nador de la Sala del crimen, que debía ser ocupado por un oi-
dor. El cargo ya existía en las Chancillerías desde 1706. El
primero en ocupar el cargo en Valencia fue Pérez Mesía. El

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

gobernador de la Sala tenía atribuciones sobre la enseñanza


de primeras letras (1778, 1793) (nota 369).

Disponemos de algunas opiniones sobre el trabajo de los fis-


cales. En 1694 el Consejo de Aragón contraponía «el sosie-
go de las fiscalías» con la tarea de los jueces de corte, «de
gran fatiga, odiosa y arriesgada». El virrey marqués de Cas-
telrodrigo decía en 1695 que la plaza de abogado fiscal «es
el empleo togado de más importancia que hay en el reino, por
ser el principal defensor de las regalías y jurisdicción real».
En 1716 un consejero de Castilla afirmaba que «la plaza ne-
cesita en el estado presente un letrado de mucha madurez,
por las competencias del clero» (nota 370). Más adelante, el
abogado valenciano Berni Catalá opinaba que «el empleo de
fiscal en este reino es el más pesado y difícil», y destacaba
la importancia del conocimiento de los fueros y de la «prácti-
ca antigua» de la Audiencia foral (nota 371).

En 1724 se determinó que el fiscal no podía tener voto, pre-


cepto que se recordó en 1793. Era frecuente que cuando es-
taba vacante una de las dos fiscalías, civil o criminal, el cole-
ga sirviera interinamente ambas plazas (nota 372).

Daremos algunas noticias sobre el sueldo de los magistra-


dos. En 1707 se señaló 2.000 ducados al presidente de la

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III. Retrato de grupo

Chancillería y a los demás ministros el mismo sueldo que en


la Audiencia foral. Los oidores cobraban 6.000 reales en mo-
neda valenciana y 5.452 por derechos de sentencia. En 1708
se asignó a oidores y fiscales 800 ducados de moneda pro-
vincial, excusándose los derechos de sentencia. Aquel mismo
año se equiparó el sueldo de los alcaldes del crimen con los
oidores (nota 373). El presidente y oidores protestaron, por-
que disminuía la cantidad que se repartía entre los magistra-
dos en concepto de «propinas y luminarias».
Una real cédula de 30 marzo 1715 equiparó el sueldo de los al-
caldes del crimen con los de Valladolid. En 1716 se dispuso
que a los alcaldes del crimen se les pagara el salario de pro-
vincia con antelación a las propinas. Su retribución quedaba fi-
jada en 10.525 reales y tres propinas extraordinarias como en
Valladolid y Granada. Se repartieron luminarias: en 1720 por el
nacimiento del infante Felipe y la victoria obtenida en Ceuta, y
en febrero de 1724 por la proclamación de Luis I (nota 374).
Aquel mismo año, tras peticiones hechas por las dos Chanci-
llerías y por la Audiencia de Galicia, se aumentó el salario de
oidores, alcaldes y fiscales hasta 15.000 reales, «comprendi-
dos todos los gajes», sin propinas ni luminarias. El regente
percibía el doble. Una nueva y general alza de retribuciones
fue la establecida en 1763. El salario del regente fue aumen-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tado a 36.000 reales, y el de oidores, alcaldes del crimen y


fiscales a 18.000. Las pensiones de viudedad quedaron fija-
das en 5.000 reales (nota 375).

Hacia mediados de siglo se jubilaba a magistrados con me-


dio sueldo, y su sucesor debía conformarse con la otra mitad.
En esta situación se encontraron Francisco Lozella (1751),
Pedro Llanzol (1752), y Juan Luis Novela (1752) (nota 376).

No hubo aumento de salarios en la segunda mitad de siglo, a


pesar de que los magistrados lo solicitaron en 1789. Ya en
1809 el oidor Mahamud, en nombre del tribunal, reivindicó un
incremento de las retribuciones; para decirlo con sus mismas
palabras, «que se dotase suficientemente a los ministros to-
gados según su clase y con atención al exceso que han su-
bido los precios de los géneros de consumo» (nota 377).

2. Comisiones especiales

En especial durante la primera mitad del siglo los magistra-


dos desempeñaron numerosas funciones de jueces subdele-
gados y privativos de diversas materias. Sería prolijo consig-
nar con detalle todas y cada una de las jurisdicciones espe-
ciales que ejercieron los jueces (nota 378). Daremos una sim-
ple enumeración con algún comentario.

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III. Retrato de grupo

En la etapa inicial de la Nueva Planta fue importante la con-


fiscación de bienes de austracistas. Se ocuparon de esta ju-
dicatura especial Damián Cerdá (1711), Martínez Talón y Ul-
zurrun (1717).
Siempre fueron importantes las funciones de asesor del ca-
pitán general y de auditor de guerra. Quienes las ejercían so-
lían contar con la confianza del presidente del Acuerdo. En
este caso se encontraban, a lo largo del siglo, los magistra-
dos Alcedo, Sierra Cienfuegos (1738), Valdés León, Sebas-
tián del Castillo, Pedro de la Torre, Torrijos Vargas, y Villafañe
(1803) (nota 379).
Otra importante autoridad borbónica, el intendente (nota 380),
contaba con un asesor, que solía ser uno de los «ministros»
de la Audiencia. Lo fueron, Bernardino Salcedo (1723), Vicen-
te Ferrer (1739), Pedro Ric, Muñoz y Vargas. Una de las fun-
ciones del intendente era la administración del Real Patrimo-
nio, especialmente importante en el reino de Valencia. Vicente
Branchart, era asesor del Real Patrimonio, antes de ser nom-
brado oidor, y conservó el cargo. A su muerte le sucedió el fis-
cal Camarasa, que fue especialmente encargado de la defen-
sa del derecho del Real Patrimonio. En el primer decenio del
siglo XIX el hombre fuerte del Real Patrimonio era Domingo
Bayer. Ramón Calvo de Rozas, que había sido asesor de la In-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tendencia de Galicia, era el segundo fiscal, mientras que Al-


várez Posadilla lo era a la vez de la Audiencia y de la Inten-
dencia (nota 381).

Algunos magistrados fueron asesores de la administración de


rentas especiales, como las de lanas (Ferrer), salinas (Miran-
da Oquendo), tabaco (Rodrigo Caballero, Eguiluz, Moreno Al-
varado). Los magistrados (Sanromán, Montiano) sirvieron
también la subdelegación de la Junta general de comercio,
hasta que fue confiada al intendente (nota 382). Otros fueron
jueces subdelegados de artillería, del asiento de pólvora, plo-
mo y municiones (Gamio), pólvora y salitres (Risco, Sanro-
mán), de galeotes y presidiarios (Risco, Miranda Oquendo)
(nota 383).

Especialmente importante en Valencia fue la Visita de los de-


rechos de amortización (nota 384). Ejercieron este cargo los
magistrados Eleuterio José Torres, Sancho Barnuevo, More-
no Hurtado (1739), Ric Ejea, Manuel Pablo Salcedo, Martín
Dávila(1751), Valdés León (1743), y Vargas. Domingo Bayer,
fue asesor general de amortización.

También era significativa en la vida valenciana la inspección


o visita de la Acequia real del Júcar. Ocuparon este cargo los
oidores San Pedro (1712), Alcedo (1713), Montiano (1727),

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III. Retrato de grupo

Davila (1736), Moreno Alvarado, Pérez Mesía, y el fiscal Ca-


samajor. Este tuvo un duro enfrentamiento con las comunida-
des de regantes, y consiguió ver confirmados sus poderes.
Sin embargo, el duque de Híjar, como principal interesado en
el proyecto, logró en 1778 que los magistrados perdieran es-
ta comisión alegando que era incompatible con la «asistencia
diaria al tribunal». La recuperaron en 1801; concretamente el
favorecido fue Noguera, frente a las aspiraciones de Bayer y
Mahamud (nota 385). También la Acequia de Murviedro tuvo
sus comisionados: Herrán, Jerónimo A. Díez, Vallejo Alcedo
(1806). Estos últimos fueron comisionados también para la
venta de bienes eclesiásticos. El propio Vallejo (1803) y Ma-
nuel Mahamud fueron jueces privativos de tercios diezmos.
Los magistrados ejercían en el reino de Valencia la subdele-
gación de algunas jurisdicciones de carácter general. Algu-
nas tuvieron especial relevancia dentro de la política del siglo.
La del Protomedicato fue servida por Miguel Eugenio Muñoz
(1747), Sebastián del Castillo, Musoles (1767), y Herran
(1786) (nota 386). Fueron subdelegados del Juez de Impren-
tas el marqués de Angulo y Teodomiro Caro de Briones.
Algunos gremios tenían como juez protector a uno de los
miembros de la Audiencia. Esta práctica estaba consolidada
en el colegio de cereros y confiteros, que tuvo como protec-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tores a Bernardino de Salcedo, Davila (1752), Caro de Brio-


nes (1765), Reina (1770), Herrán (1783), y Pérez de los Co-
bos. Francisco Despuig lo fue de los boticarios (1715), ciruja-
nos (1723), y del Arte Mayor de la Seda; y Negrete del gre-
mio de sogueros (1795) (nota 387).

Había jueces que acumulaban diversas comisiones especia-


les, sobre todo durante la primera mitad del siglo. Citaremos
sólo un ejemplo. En cinco años Sancho Barnuevo acumuló
las de juez de contrabando, subdelegado de artillería, de la
visita de amortización, de los estados confiscados al conde
de Elda, de juez conservador del asiento de pólvora, y de juez
protector de los gremios de cirujanos, boticarios, carreteros,
así como del Arte Mayor de la Seda (nota 388).

Las asesorías y las jurisdicciones específicas no eran un co-


to exclusivo de los colegiales. Las compartían con otros ofi-
ciales reales. Incluso se ejercían antes de ingresar en la Au-
diencia. Blas Jover era alcalde mayor de la ciudad de Valen-
cia, y al mismo tiempo juez subdelegado de la renta del azo-
gue, de correos y juez de diezmos (nota 389).

Tenemos una relación completa de jurisdicciones especiales


y asesorías en la Guía de Forasteros en Valencia para el año
1741. El regente Juan de Isla, era juez conservador de la ren-

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III. Retrato de grupo

ta de la sal. El conde de Albalat y Moreno Alvarado eran ase-


sores del tribunal de la orden de Montesa, y el segundo lo era
además de la renta del tabaco. Lope de Sierra ejercía como
auditor de guerra. En cuanto a portectores de colegios y gre-
mios, Albalat lo era de los confiteros, y Lorenzo Sanromán, de
los colegios de plateros y terciopeleros. En el tribunal de la or-
den de Montesa figuraban dos futuros magistrados: Gaspar
Cebriàn como fiscal, y Francisco Lozella como abogado pa-
trimonial. El primero era también asesor del protomedicato, y
el segundo, consultor de la curia eclesiástica (nota 390).

La posibilidad de que los jueces de las Audiencias pudieran


realizar funciones de asesor fue limitada por la real cédula de
28 de junio de 1770, que lo prohibía sin un permiso especial
o nombramiento del rey. El 2 febrero 1801 el rey permitió que
los oidores tuvieran comisiones. Durante el reinado de Fer-
nando VII los miembros de la Audiencia seguían ocupando
las plazas de asesor del Real Patrimonio (nota 391).

8. Vida privada y pública

1. Juicios de carácter

Las consultas de la Cámara de Castilla y los informes reser-


vados (nota 392) ayudan a construir un retrato colectivo del

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

magistrado en el que se atendía a cuatro elementos básicos:


a) la literatura, o sea los conocimientos jurídicos, b) el cum-
plimiento de las obligaciones, c) el carácter y d) el porte ex-
terior y el trato social. Las frecuencias carencias en el primer
punto se compensaban con una conducta aceptable en los
demás. No era mucha la «literatura» de los colegiales Dávila,
Caro de Briones y Reina, pero en el caso del primero se equi-
libraba con su «buen juicio, porte correspondiente y asisten-
cia al tribunal». Del catedrático oscense Vicente Ferrer se de-
cía que era de «cortísima literatura y comprehensión», inca-
paz de explicar con claridad su voto, a pesar de tener apren-
didas de memoria algunas frases latinas (nota 393).
El estudio pormenorizado de las biografías individuales per-
mite una aproximación tipológica al conjunto de los magistra-
dos. Los informes pueden ser contradictorios y la escala de
valores cambiante. Los viejos consejeros de Castilla no apre-
ciaban mucho la inquietud intelectual de dos magistrados re-
formadores: el «exceso de libertad» de Pérez Mesía, y la «vi-
veza de ingenio» de Villafañe, orientada hacia «noticias cu-
riosas» y despreocupada de los estudios jurídicos (nota 394).
Una parte de los magistrados eran hombres de carácter fuer-
te y enérgico, como Colón de Larreátegui y otros de los jue-
ces castellanos de 1707. El fiscal Borgunyó, era «de genio vi-

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III. Retrato de grupo

vo», lo mismo que el regente Manuel de Toledo. El conde de


Albalat estaba «dotado de genio fuerte». Gaspar Cebriàn era
«bronco de genio y de violenta explicación», y Alcedo, «de
genio altivo y bullicioso» (nota 395). Podía ser un demérito el
«genio áspero y solitario» de Morales Villamayor, que deslu-
cía su «notoria literatura».

Junto a los caracteres fuertes, había también personajes de


índole retraída o «melancólica», «de genio nimio» (Martín
Dávila). El culto y enfermizo Aperregui, era, según Caylus,
«hombre de trato suave y agradable» (nota 396).

Se exigía del magistrado una vida social conforme a su ran-


go. Por no haberse atenido a tales normas fueron censurados
el colegial mayor Reina y los menores Novela y Losada. Es-
te, aparte de no «tener especial lucimiento» y de ser de «por-
te no muy arreglado», confraternizaba en demasía con los
subalternos, con quienes salía de excursión al campo, «con
pretexto de convalescencia». El andaluz Novela se dejaba
dominar por los escribanos. De Reina, algunos informes le
critican por su orgullo, y otros por un trato demasiado familiar
(nota 397).

La teoría de la magistratura advertía contra la posible parcia-


lidad de los jueces naturales, «por sus conexiones y parente-

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La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

la». Entre los magistrados regnícolas, Cebriàn era hombre


«fácil en proteger a todos los amigos, parientes y dependien-
tes». Lozella era «muy inclinado a todos sus amigos, depen-
dientes y paisanos». Pero la parcialidad no era exclusiva de
los jueces valencianos. Alcedo Campuzano se mezclaba «en
negocios de particulares». Moreno Alvarado era «proclive en
empeñarse por algunos sugetos a quienes protege». El y Mu-
ñoz se habían convertido en propietarios rurales en Valencia,
y según algunos informes prestaban más interés a la admi-
nistración de sus tierras que a sus obligaciones judiciales
(nota 398). En el proceso de sucesión del ducado de Gan-
día, el marqués de Angulo fue recusado por una de las par-
tes «por haber procedido con demasiada pasión». Más ade-
lante, siendo lugarteniente general de la Orden de Montesa,
nombró asesores a cinco de sus colegas, para tener una
sentencia favorable en el largo pleito de la herencia del mar-
qués de Coquilla (nota 399).

Algunos jueces fueron acusados por corrupción. El caso más


famoso fue el del turbio Blas Jover. Una real cédula de 16 de
febrero de 1735 encomendó al oidor marqués del Risco la
«visita» de los individuos que habían gobernado la ciudad de
Valencia en los últimos años: el intendente corregidor Fran-
cisco Salvador de Pineda, su antiguo alcalde mayor, Blas Jo-

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III. Retrato de grupo

ver Alcázar, alcalde del crimen de la Audiencia desde 1733, y


los dos nuevos alcaldes del crimen: Agustín de Valdenoches,
cuñado de Jover, y otro murciano, José Pérez Mesía (cuyo hi-
jo, andando el tiempo sería magistrado del tribunal). Jover fue
confinado a Ademuz. Risco se hizo cargo del gobierno de la
ciudad el 9 de abril, y nombró alcalde del crimen a Gaspar
Cebriàn. En julio, el capitán general, príncipe de Campoflori-
do, marchó a la Corte y dejó de ejercer el gobierno político y
militar del reino. Pero tras mucho ruido, hubo pocas nueces.
Dos años más tarde la causa fue cortada y Jover pudo em-
prender una carrera mucho más fulgurante que la que dejaba
atrás (nota 400).

Posteriormente fue acusado el fiscal Pedro de la Torre. El ar-


zobispo Mayoral dio sobre él informes muy negativos: «es co-
mún opinión –escribía– que recibe dinero por medio de su hi-
jo». Además, padre e hijo eran acusados de mantener «co-
rrespondencias ilícitas con varias mujeres», con «poco reca-
to». Mayoral proponía que se le trasladase a otro destino, por-
que «en una región menos rica no podrá robar tanto». En
efecto, a pesar de tener la confianza del capitán general Cay-
lus, el fiscal fue enviado a la Audiencia de Asturias (1756) y
posteriormente jubilado por enfermedad (nota 401).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

2. La familia de los magistrados

Ya nos hemos referido al entorno familiar de procedencia de


los magistrados. Aquí aportaremos algunos datos sobre su
matrimonio, prestando atención a determinadas formas de
enlace.

Encontramos magistrados foráneos que casaron durante su


estancia en el reino con mujeres de la nobleza valenciana. In-
cluso algunos lo hicieron con parientas de colegas del mismo
tribunal. En el segundo decenio de siglo, Gaspar de Zevallos
se casó con Teresa Torán y Sorell, hermana del futuro conde
de Albalat. Más adelante, Teodomiro Caro de Briones se casó
con una sobrina del oidor Francisco Lozella. Ya fuera del cír-
culo estricto de las familias de magistrados valencianos, José
Moreno Hurtado casó en 1738, a los 32 años, con Rita Roca,
de 18. En el decenio siguiente, Manuel Pablo de Salcedo lo hi-
zo con Tomasa de Aliaga. En 1761, Manuel Villafañe Flores,
de 38, a la sazón magistrado de la Audiencia de Asturias, se
casó en Castellón, con Mª Luisa Andreu, de 33 (nota 402). Jo-
sé Ruiz Santos, primero alcalde mayor de la ciudad de Valen-
cia y luego oidor de las Audiencias de Mallorca y Valencia se
había casado en la ciudad del Turia con «mujer de familia co-
nocida y de decentes conveniencias» (nota 403).

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III. Retrato de grupo

Los enlaces con familias de la nobleza valenciana integraban


a los magistrados en la clase de los terratenientes privilegia-
dos. La hija del oidor Moreno Alvarado se casó con Francisco
Roca Escrivà. El matrimonio del marqués de Angulo con Ana
Mª Ferrer de Próxita le convirtió en parte interesada en la
complicada herencia de un aristócrata de procedencia caste-
llana, avecindado en Valencia: el marqués de Coquilla. Este
proceso afectó más adelante a la mujer del oidor Domingo
Bayer, sucesora de la parte contraria a Angulo (nota 404).
El fiscal Lope de Sierra Cienfuegos, que había pasado solte-
ro por la Audiencia, se casó a los 51 años, cuando era re-
gente de Mallorca, con una dama de origen valenciano. La fa-
milia siguió en cierta forma relacionada con el tribunal, pues-
to que el hijo de don Lope, José Sierra Ferrera, aspiraba en
1779 a la plaza de alguacil mayor de la Audiencia. Iba pro-
puesto en primer lugar gracias a la influencia de su madre,
«madama Sierra Cienfuegos», a la que Pérez Bayer llamaba
«un demonio de vieja», «apoyada por el colegialismo». Otro
aspirante era el yerno de Moreno Alvarado (nota 405).
También se producían enlaces entre familias de magistrados y
de otros funcionarios de origen foráneo. Blas Jover, siendo al-
calde mayor de Valencia, matrimonió con Francisca Valdeno-
ches, hija y hermana de funcionarios de hacienda en el propio

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

reino de Valencia. El colegial mayor Martín Dávila se casó a


los 53 años con Rafaela de Cotes, que tanía 24, pariente del
entonces regente del tribunal (Ortega Cotes) (nota 406).

Un caso inverso es el de los valencianos que casaban fuera


del reino. José Mayans y Pascual, durante su breve estancia
como alcalde del crimen en la Chancillería de Granada, casó
con «una señorita de Carmona» (María del Rosario Martínez
Quintanilla), «de conveniente nacimiento, honores, conexio-
nes y crianza». La «alcaldesa» fue muy bien recibida en prin-
cipio por la familia de su esposo, aunque posteriormente hu-
bo tensiones notables entre los hermanos Mayans, por moti-
vos económicos (nota 407).

José Navarro Vidal se casó, cuando ya era alcalde de casa y


corte, con Elena Núñez de Haro, perteneciente a una familia de
funcionarios, oriundos de la provincia de Cuenca (nota 408).

Conocemos magistrados que ya llegaban casados a Valen-


cia. Manuel Mahamud lo hizo con los tres hijos de sus matri-
monios. A su muerte dejó a dos hijas mayores solteras. Dos
hijas, pero pequeñas, nacidas en Valencia, dejó en 1814 el
fiscal Alvárez Posadilla. José de Elola, viudo y con hijos, con-
trajo segundas nupcias en Valencia (nota 409).

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III. Retrato de grupo

3. Problemas de salud

Las consultas e informes sobre los magistrados contienen nu-


merosas referencias a la salud de los mismos. Muy frecuen-
temente la salud era esgrimida para reforzar una petición, un
traslado o un ascenso, por lo que la exactitud de los datos es
muy relativa.

En 1718 el oidor González Escobedo solicitó su traslado a la


Chancillería de Granada, alegando achaques en la vista, cau-
sados, según decía él, por el clima de Valencia. En vez del
traslado apetecido se le concedió la jubilación, pero ante es-
ta perspectiva el enfermo prefirió continuar en el cargo, en el
que sobrevivió hasta 1726. De José de Montiano se decía
que «se le quebrantó la salud» durante su anterior estancia
en la Audiencia de Galicia. Se esperaba que el clima de Va-
lencia podría reparar la salud del regente Navarro Bullón,
quebrantada, según se decía, por un trabajo excesivo y por el
«temperamento húmedo y frío de Valladolid». Francisco Alva-
ro, alcalde del crimen en 1779, alegaba que había perdido la
salud en 25 años de servicio en diversas partes de España,
y que esperaba restablecerla en el reino de Valencia, si obte-
nía plaza en el mismo. Jacinto Javier de Castro logró ser tras-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ladado de la Audiencia de Cataluña a la de Valencia, alegan-


do que no le probaba aquel país (nota 410).
A la inversa, el regente Laso de la Vega (1718-1729) aducía
el clima de Valencia para solicitar el traslado. Para utilizar sus
mismas palabras
desde el instante que entró en esta capital ha experi-
mentado notable quiebra de salud, por no proporcio-
narse sus achaques al temperamento del país.
En 1787 el regente Figueroa declinó por motivos de salud el
nombramiento de consejero de Ordenes.
La enfermedad arreciaba cuando se recibía un nombramien-
to para la lejana Audiencia de Canarias, aunque se tratara del
ascenso a regente. En 1725 el oidor Miravete se encontraba
«afligidísimo y confuso a pedir excusa», alegando «flaqueza
de cabeza» y hallarse «amenazado de perlesía». El regente
Fernando Antonio Ortega había rechazado con anterioridad
idéntico nombramiento para Canarias, «por lo contrario que
es a su salud la navegación» (nota 411).
Los informes remitidos a la Corte por los capitanes generales
hacían mención de la salud de los magistrados. La situación
de la Sala del Crimen era desastrosa en los años posteriores
a 1720. El alcalde más antiguo, Cosío Bustamante, «por sus

ÍNDICE 164
III. Retrato de grupo

muchos años y accidentes», estaba casi apoplético. Su cole-


ga García Galeano estaba «tullido y sin movimiento en las
piernas», por cuya razón se hacía llevar en coche a la Au-
diencia. El oidor González Escobedo había perdido efectiva-
mente la vista (nota 412).

En 1749, el capitán general duque de Caylus informaba que


la mayoría de los magistrados gozaban de buena edad y sa-
lud. Sin embargo, Caylus lamentaba que el regente, Antonio
de Aperregui, no tuviera mejor salud; de hecho, murió cinco
años después en la Corte, cuando era consejero de hacien-
da. El marqués de Angulo padecía muchos achaques, lo que
no le impidió vivir muchos años. También vivió mucho otro ma-
gistrado doliente, Miguel Eugenio Muñoz. En cambio, Vicente
Borrull, que tenía buena salud, murió en 1751 (nota 413).

Los achaques y la edad eran argumentos socorridos en las


solicitudes de jubilación, una situación que se dio poco en la
primera mitad de siglo. Lo que hicieron José Ruiz de Alarcón
(1731) y Benito de Salazar (1733) fue renunciar a su plaza. El
duque de Caylus recomendaba en 1749 la jubilación del con-
de de Albalat y de Lorenzo Delgado de Sanromán. El prime-
ro, «de edad avanzada y deteriorada salud», no podía asistir
regularmente al tribunal. Al segundo, sus enfermedades le te-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

nían postrado sin posibilidades de restablecimiento. Ambos


consiguieron la jubilación, a la que no sobrevivieron mucho.

En 1772 el regente Eulate planteó al conde de Aranda, presi-


dente del Consejo de Castilla, y antiguo capitán general de
Valencia, los problemas de salud de dos magistrados, José
Moreno Alvarado y Miguel Eugenio Muñoz, que llevaban en el
tribunal 40 y 30 años respectivamente. El primero se encon-
traba en aceptable forma física («en lo animal estaba bastan-
te robusto»), pero había perdido su capacidad intelectual y
con ella la posibilidad de ejercer sus funciones de juez. El se-
gundo no se encontraba en condiciones de trasladarse al tri-
bunal. Se les jubiló, alegando respectivamente «su avanzada
edad» y «sus continuos achaques» (nota 414). Muñoz murió
al año siguiente y Moreno dos años después.

Era tópico, y también verdad, que las enfermedades, reales o


supuestas de los jueces, contribuían a la lentitud del sistema
procesal. En 1741 el regente Isla escribía a Mayans:

Esta Audiencia se halla aliquebrada que hace muchos


días no hay más que una sala para lo civil, porque
unos se hallan enfermos y otros ocupados con comi-
siones (nota 415).

ÍNDICE 166
III. Retrato de grupo

La situación no parece haber mejorado a fines de siglo. En


1802 el vice-regente, marqués de la Torre de Carrús manifes-
taba la imposibilidad de poder convocar a los ocho magistra-
dos de las dos salas civiles, por el deplorable estado de sa-
lud del conde de la Concepción, el cual llevaba meses sin
asistir al tribunal, mientras que el oidor Herrán y el propio re-
gente se hallaban ausentes con licencia «para el recobro de
la salud» (nota 416).
La edad y los achaques fueron los motivos aducidos en la cé-
dula de jubilación de Francisco Alvaro (1788), aunque el indi-
viduo se empeñó en continuar sus funciones hasta la llegada
de su sucesor, lo que provocó un conflicto con la Sala del cri-
men. En 1794 se concedió la jubilación por motivos de edad
al oidor Gómez Vuelta. Efectivamente tenía 80 años, pero la
verdadera razón del cese fue un enfrentamiento con el capi-
tán general duque de la Roca (nota 417). De hecho, el oidor
vivió todavía siete años.
Existe mención de algunas enfermedades concretas, incluso
de una carencia física que podía invalidar para el ejercicio de
la magistratura. ¿Podía ser sordo un oidor, cuya misión debía
ser precisamente la de oír los pleitos? La cuestión parece ha-
ber preocupado y era tenida en cuenta entre los criterios de
selección y promoción (nota 418).

ÍNDICE 167
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Lope de Sierra Cienfuegos sirvió como fiscal de la Audiencia


durante 12 años, sin ascender a oidor. ¿Quizás por su sorde-
ra? Un consejero de Castilla le consideraba «capaz de cual-
quier ministerio... si la sordera no le embaraza su cumpli-
miento». Otro consejero, el valenciano Cristóbal de Monsoriu,
concedía que Sierra era «un poco torpe de oído»; el propio
Monsoriu también llegó a ser sordo. Un informe posterior re-
comendaba especialmente a Sierra para el ejercicio de fisca-
lías. De hecho, su carrera en la Corte, desde 1748, transcu-
rrió en este tipo de plazas, de forma anómala. Ser fiscal del
Consejo de Castilla durante 14 años salía abiertamente de la
norma. Cuando en 1766 se le ascendió a consejero, después
de sus conocidos enfrentamientos con Campomanes, se le
concedió «cédula de preeminencias», es decir, permiso para
no asistir al Consejo, «por su extrema sordera y salud des-
caecida». Murió en 1772 a los 83 años de edad (nota 419).
La sordera afectó también al antiguo alcalde mayor García de
Avila, el cual era, según distintas apreciaciones, «un poco
sordo», o «mui torpe de oído».
Un caso especial fue el de Diego Arredondo, afectado de una
enfermedad mental a partir de 1754. Podemos seguir el des-
arrollo de su enfermedad a partir de los informes oficiales de
sus superiores y colegas, y del epistolario de Gregorio Ma-

ÍNDICE 168
III. Retrato de grupo

yans. El oidor decano Martín Dávila informaba que Arredon-


do padecía «alguna turbación en el juicio» y acudía a la so-
corrida explicación climática. El individuo no se encontraba a
gusto en Valencia, «por no haberle probado su temple». El bi-
bliotecario real Manuel Martínez Pingarrón escribía a Mayans
que había encontrado a Arredondo como embobado. La si-
tuación empeoró después de sufrir «un rebato de sangre en
la cabeza». Permaneció 21 meses enfermo o convaleciente.
Todos recomendaban que se alejase de Valencia. El oidor
Dávila recomendaba que se le nombrase alcalde de la Sala
de hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid, donde el traba-
jo sería menor y la proximidad a sus «aires nativos» de Can-
tabria podría mejorarle. Se le trasladó, en cambio, en 1757, a
la otra Chancillería, la de Granada

por si la variación del clima podía conducir al resta-


blecimiento de su quebrantada salud y debilidad de
cabeza.

Pero en la capital andaluza se le reprodujo el mal. En 1760


fue jubilado con medio sueldo y se retiró a su tierra natal
(nota 420).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

4. Muerte en el Real Acuerdo

Un número determinado de magistrados sirvió en la Audien-


cia hasta su muerte. Este fue el caso de cuatro de los 4 fisca-
les (Rafael Lozella, Vega Canseco, Jurado, y Madinabeytia),
cuyas carreras podemos considerar truncadas por la muerte.
Un quinto fiscal, José Benito de Salazar murió en 1733, poco
después de haber renunciado a la plaza (nota 421).

Fueron nueve los alcaldes del crimen que murieron en ejerci-


cio del cargo, sin llegar a ascender a oidor. Cuatro de ellos
eran valencianos: Roger (1713), los hermanos Salcedo Enrí-
quez de Navarra (1724, 1734) y Navarro Tormo (1782). Otros
tres eran antiguos corregidores y alcaldes mayores, como
Gaspar de Zevallos (1717), que dejó a su mujer con una hija
y embarazada. Bien diferente era la situación de sus colegas
Diego Cosío Bustamante (1723) y Andrés García Galeano
(1727), con bastantes años de servicio a sus espaldas y una
salud bastante precaria. Los otros dos alcaldes del crimen
que fallecieron a lo largo del siglo eran aragoneses. Manuel
Alejo del Castillo murió en 1767, a los 43 años de adad y só-
lo uno de judicatura. Juan Domingo de Ara, que murió en
1779, era de mayor edad (nota 422).

ÍNDICE 170
III. Retrato de grupo

La mayoría de fallecimientos afectó a oidores. Entre ellos se


encontraban los trece valencianos que no fueron ascendidos
a otro tribunal: en primer lugar siete de los nombrados tras la
batalla de Almansa. La serie de defunciones se inició con
Francisco Faus (1709) y siguió con Vicente Pascual (1711),
Pedro Domenech (1714), Eleuterio Torres (1719), Damián
Cerdá (1726) y Francisco Despuig (1740). Otros cinco valen-
cianos murieron como oidores de la Audiencia, tras haber
desarrollado, con una excepción, carreras relativamente lar-
gas: Vicente Borrull (1751), Gaspar Cebrián (1765), Pedro
Llançol de Romaní (1766), Tomás Fernández de Mesa
(1772), y Vicente Branchart (1791), que sólo sirvió cuatro
años El conde de Albalat consiguió jubilarse tras 37 años de
servicio en 1751, cuatro años antes de su muerte. De los po-
cos valencianos que obtuvieron ascensos fuera del país, dos
murieron relativamente pronto: Juan Alfonso Borgunyó tras
tres años de alcalde de casa y corte, y Francisco Lozella a los
seis años de dejar Valencia (nota 423).

De los oidores foráneos quince murieron en Valencia ocu-


pando su plaza: Isidro de San Pedro (1713), Francisco Díez
de Ulzurrun (1720), Francisco González Escobedo (1726),
Francisco Miravete Velasco (1728), Francisco León Araujo y
Sebastián Sancho Abarca en 1730, Tomás Martínez Galindo

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

(1736), Martín Dávila (1764), Sebastián del Castillo (1766),


José María Reina (1783), Ignacio de Vargas (1784), José
Ruiz Santos (1792), Jacinto Javier de Castro y Juan García
de Avila en 1793 y Antonio Pagan en 1801.
Además murieron en el cargo dos de los regentes del tribunal
durante el reinado de Carlos III: Fernando Navarro Bullón
(1776) y Antonio de Figueroa (1788), este último después de
48 años de servicio. En 1800 el regente Sancho de Llamas
estuvo a punto de morir y recibió el Viático con toda solemni-
dad (nota 424), pero se salvó y vivió 28 años más. Dos re-
gentes fueron jubilados por enfermedad: en 1755 Fernando
Antonio Ortega, y en 1818 el valenciano Vicente Joaquín No-
guera, debido a una enfermedad de la vista.
Si ponemos en relación la mortalidad de los magistrados con
su grupo de procedencia, observamos que quienes fallecían
en el tribunal pertenecían a los grupos con menores posibili-
dades de ascenso y también de mayor edad en el momento
de su entrada en la Audiencia. De 30 colegiales mayores só-
lo tres murieron en el tribunal sin ascender: el valenciano
Francisco Salcedo (1734) y los andaluces Martín Dávila
(1764) y José María Reina (1783). Otros dos fallecidos habí-
an pertenecido al colegio de los Verdes de Alcalá. Nueve ha-
bían sido catedráticos no colegiales, siete habían sido abo-

ÍNDICE 172
III. Retrato de grupo

gados y once habían servido las «varas» de alcalde mayor o


de corregidor de letras (nota 425).

5. La carrera de los ascensos

Para los que no morían o se jubilaban, se abría la posibilidad


de un ascenso. El análisis de los cargos de salida de los
miembros de la Audiencia nos revela los mecanismos de pro-
moción de la magistratura borbónica (nota 426).

De los fiscales criminales, 16 pasaron a civil en la misma Au-


diencia, y dos en otros tribunales (Sevilla, Granada). Uno as-
cendió a oidor en la misma Audiencia (Casamajor) y tres en
otros tribunales. Dos ascendieron directamente a la Sala de
alcaldes, uno renunció al cargo (Salazar) y uno fue suspendi-
do (el afrancesado Alvárez Posadilla).

De los 23 fiscales civiles, cuatro murieron en el cargo, uno fue


jubilado, de un tercero (Cobos) no tenemos datos. Uno pasó
a la fiscalía del crimen (Martínez Talón en 1716). Ascendieron
a oidor, nueve en Valencia, dos en otra Audiencia, dos a Ca-
sa y Corte (dos de los abogados nombrados por Carlos III,
tras más de diez años de fiscalía), uno a regente de Audien-
cia, y dos a consejeros.

ÍNDICE 173
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

De los alcaldes del crimen murieron en el cargo 9 (3 de ellos


valencianos), uno fue jubilado y uno renunció. Ascendieron a
oidor en Valencia 38 (de ellos 12 valencianos), a otras Au-
diencias cinco, a Casa y Corte tres, a otros cargos dos. Los
traslados a otras Audiencias solían obedecer a motivos ex-
traordinarios.

De los oidores murieron en el cargo 27 (13 de ellos valencia-


nos), fueron jubilados once (de ellos cuatro valencianos). As-
cendieron a regentes de Audiencia diez (dos valencianos), a
Casa y Corte 13 (dos valencianos), dos a otros cargos, siete
a consejeros (de ellos cinco a Ordenes), más bien en cir-
cunstancias extraordinarias.

Aparte de que algunas jubilaciones por enfermedad fueran


más o menos forzadas, tras las revueltas de 1801, se produ-
jo un profundo cambio en la composición del tribunal. Aparte
de ascensos y traslados, en 1802 fueron jubilados los oidores
valencianos Miralles (Torre Carrús) y Llopis Ferris, el andaluz
Jiménez de Arrutave, y el fiscal Valladares (nota 427).

Hasta 1771 los colegiales gozaron de posición preferente a la


hora del ascenso. Frente a quince colegiales mayores que lle-
garon a los consejos, sólo lo hicieron cuatro menores y ocho
abogados, y prácticamente ningún catedrático no colegial, ni

ÍNDICE 174
III. Retrato de grupo

corregidor. Por el contrario, permanecieron en su plaza hasta


la muerte, sin ascender, cinco colegiales menores, nueve ca-
tedráticos, nueve abogados y quince corregidores. Idéntica
preferencia se daba en la concesión de hábitos de las órde-
nes militares (nota 428).

Fueron colegiales mayores nueve de los 17 regentes del tri-


bunal, mientras que ningún colegial menor ni catedrático lle-
gó al cargo. En cuanto a su ulterior carrera, un regente fue ju-
bilado por enfermedad (Ortega Cortes, 1756). Dos murieron
en el ejercicio del cargo: Navarro Bullón (1775) y Figueroa
(1788). Dos fueron trasladados con el mismo rango a otras
Audiencias (Valcárcel Dato a Aragón, 1719; Peralta a Catalu-
ña, 1730), o la Chancillería de Granada (Juan de Isla, 1746;
Cano Manuel, 1814). Los demás ascendieron a alguno de los
consejos: Prieto Laso (1729), González Yebra (1791), y López
Camacho (1795) al de Ordenes; Manuel de Toledo (1739),
Aperregui (1752), y Eulate (1775), al de Hacienda; Jimeno
Rodríguez (1764) al de Indias, y Simón Pontero (1770) al de
Castilla. Colón de Larreátegui que ya era consejero de Casti-
lla cuando llegó a Valencia, fue ascendido a la Cámara del
mismo consejo (nota 429).

ÍNDICE 175
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

9. Los otros «ministros»

Nuestro estudio se centra en los «ministros superiores» del


tribunal, pero este funcionaba gracias a los servicios de un
crecido número de oficiales de distinto rango y función.

1. El Alguacil Mayor

En la jerarquía de honor, después de jueces y fiscales se en-


contraba el Alguacil Mayor. Este cargo correspondía a caba-
lleros no letrados. El 3 de septiembre de 1707 se nombró pa-
ra ejercerlo a Andrés Montserrat y Crespí, uno de los dos mi-
nistros de capa y espada de la Audiencia foral (nota 430). Se
le asignó como sueldo las 733 libras que cobraba como con-
sejero: 7.333 reales. En 1717 fue nombrado Lugarteniente
general de la orden de Montesa y cedió la plaza de alguacil
mayor a su hijo primogénito, Vicente de Montserrat y Palafox,
capitán de infantería. Este, a su vez, solicitó en 1726, poder
designar a un teniente; la propuesta fue respaldada por la Au-
diencia, pero negada por la Cámara de Castilla. Don Vicente
propuso en 1738, de nuevo con el respaldo de la Audiencia,
que le sucediera su hijo, Fernando Montserrat Jiménez de
Urrea, pero la poca edad de éste hizo fracasar la operación
(nota 431).

ÍNDICE 176
III. Retrato de grupo

En 1742 la plaza fue concedida por merced dotal a María de


Ormedal, hija de un gobernador de Cartagena, la cual nom-
bró a un teniente: don Juan de Molina y Ribas. En 1750 doña
María se casó con don Jacinto Sánchez Muñoz, caballero
aragonés, el cual fue nombrado alguacil mayor. A la muerte
de su mujer (1770), Muñoz recibió el título, frente a 18 pre-
tendientes, que incluían a parientes de diversos magistrados:
el conde de Albalat, el yerno del oidor Moreno Alvarado, que
había sido nombrado por el capitán general titular interino, el
hijo del oidor Cebrián, y el de Sierra Cienfuegos (nota 432).
Tras la muerte de Muñoz el cargo volvió a la familia Montserrat
(1779). La Audiencia propuso para el cargo, en primer lugar, a
Fernando Montserrat Jiménez de Urrea, conde de Berbedel,
«por los méritos de su padre y de su abuelo en el mismo em-
pleo». Pero Berdebel renunció a la plaza en 1782 para hacer-
se cargo de la lugartenencia general de Montesa (nota 433).
Tras una interinidad cubierta por el yerno de Moreno Alvarado,
el caballero valenciano Francisco de Roca y Escrivá, fue nom-
brado alguacil mayor el militar Francisco de Albarracín (1784).
Este intentó vincular el cargo a su hijo (1798), Matías Albarra-
cín, el cual efectivamente lo sirivó como interino a la muerte
de su padre (1803), pero no consiguió la titularidad, que fue
concedida a Miguel Nebot y Sanz (1803-1808) (nota 434).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

2. Los hombres de la cancillería

Las funciones de registro estaban encomendadas al Tenien-


te de Chanciller mayor quien recibía la delegación del Chan-
ciller del sello mayor, título que correspondía a un aristócrata
de Castilla. Desempeñaron el cargo de teniente de chanciller
los siguientes personajes: José Eustaquio Ferrer (1713-
1729), Gaspar Cebrián (1726-1742), Francisco Lozella (1742-
1751), José Casamajor (1751-1788), y Juan B. Manau
(1789). Dos de ellos, Cebrián y Lozella, fueron nombrados
magistrados (nota 435).

Para el desarrollo de las tareas específicamente judiciales


destacaban escribanos de cámara y relatores. Entre los pri-
meros se escogía a un funcionario clave, el secretario del Re-
al Acuerdo (nota 436). Este cargo estuvo ocupado sucesiva-
mente por Francisco Comes (1707), Tomás Comes (1730), y
Salvador de Alagón (1741-1742). A partir de esta fecha la pla-
za fue objeto de patrimonialización, en favor de doña Manue-
la Díaz de Burgos (1741) y luego de María Ventura Sobrino
de la Plaza, viuda de un consejero de hacienda. Estas damas
delegaron el ejercicio de la escribanía de gobierno y acuerdo
en Pedro Luis Sánchez (1742), un hidalgo riojano que acu-
muló cargos diversos en el reino de Valencia: archivero de la

ÍNDICE 178
III. Retrato de grupo

ciudad (1742), del Real Patrimonio (1750) y regidor de la ciu-


dad (1760). Sánchez obtuvo la plaza en propiedad en 1766,
por fallecimiento de doña Ventura Sobrino, y posteriormente
intentó que le sucediera en el cargo su cuñado Tinajero de la
Escalera, también vinculado a la secretaría municipal. No lo
consiguió, y sus sucesores fueron Pedro Tomás Febrer
(1776-1780), José Antonio Oller (1780-1793), y Vicente Este-
ve (1793).

La relación de «ministros subalternos» comprendía a los ofi-


cios con funciones económicas: pagador, contador, registra-
dor, tasador de pleitos (nota 437). En la etapa inicial de la
Nueva Planta, Raimundo Pardo fue nombrado registrador
(1707), archivero del tribunal (1708), y pagador. En 1724 pro-
tagonizó un conflicto con los fiscales por cuestiones de pre-
cedencia (nota 438).

3. Los ministros honorarios

Los monarcas concedían títulos honorarios de ministros de


las Audiencias. En el caso de Valencia hemos contabilizado
26 títulos. En su mayor parte se concedían a auditores de
guerra, o bien a alcaldes mayores o corregidores, que en su
mayor parte habían servido en poblaciones del propio reino
de Valencia, o de Andalucía.

ÍNDICE 179
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

En 1742 se denegó la solicitud de Alejandro Miró, auditor ge-


neral de galeras y regidor de Orihuela (nota 439). pero se aten-
dió la de Francisco Serantes y Carrillo, auditor general en Ceu-
ta (nota 440). También había sido auditor general en las plazas
del Norte de Africa Miguel José Serrador y Escudero, que re-
cibió los honores de alcalde del crimen en 1757 (nota 441). Pa-
blo Ferrándis Bendicho, auditor de la Capitanía general de
Castilla la Nueva, recibió los honores de oidor en 1768.
A la carrera de varas pertenecían José de Aguilar, alcalde
mayor civil del corregimiento de Granada, oidor honorario en
1750, José Ruiz Santos, alcalde mayor de Valencia y alcalde
del crimen honorario de la Audiencia en 1758, y José A. de
Beinza, corregidor de Arévalo, y ministro honorario del crimen
en 1782. También eran distinguidos con estos nombramientos
funcionarios de hacienda, como Juan Antonio Navarro, regi-
dor de Murcia y fiscal de rentas (nota 442).
Las concesiones de honores que siguieron a las Cortes de
1789 comprendían un cierto número de ministros honorarios
de Audiencias (nota 443). A la de Valencia fueron incorpora-
dos: Juan Sabater, auditor de marina de Alicante; Manuel An-
tonio Navio, auditor de guerra en Orán; los corregidores Juan
Romualdo Jiménez (de Alcoy), Máximo Terol y Domenech (de
Alcira), José Guillén de Toledo (de Chinchilla); los alcaldes

ÍNDICE 180
III. Retrato de grupo

mayores, Juan Antonio San Juan y Elgueta (de Valencia), Jo-


sé Fuentes Mangas (de Villena) y Dionisio Mª de Montalvo
(de Vera) (nota 444). Posteriormente obtuviero la misma dig-
nidad el auditor de guerra del reino de Valencia Juan B.Fe-
rrando (1795), los alcaldes mayores de la ciudad de Valencia
Riera Roger (1798) y Ramón Patricio Moreno (1802), el ase-
sor de la Intendencia, Fermín Nebot (1801), y Lorenzo Rosi-
llo, juez comisionado de la Real Acequia de Alcira (1801).
También se encontraban en Valencia funcionarios con hono-
res de otros tribunales. En 1761, por ejemplo había en la ciu-
dad tres «ministros» honorarios. Sólo Ruiz Santos lo era de la
propia Audiencia. El también valenciano Felipe Musoles era
alcalde del crimen honorario de la Audiencia de Aragón,
mientras que el más antiguo, Juan Pedro Coronado, tenía ho-
nores de alcalde de hijosdalgo de la Chancillería de Granada
(nota 445).

ÍNDICE 181
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

1. El Real Acuerdo en crisis

as series documentales del Real Acuerdo permiten se-

L guir el proceso de debilitamiento del Antiguo Régimen


político durante el reinado de Carlos IV (nota 446). Las
dificultades del sistema político se manifestaban en la inesta-
bilidad de la capitanía general y presidencia del Real Acuer-
do. En 20 años hubo 10 capitanes generales, sin contar nu-
merosas interinidades. Esta inestabilidad concuerda con lo
acaecido en otras capitanías generales (Cataluña), en las se-
cretarías del despacho y en la presidencia del Consejo de
Castilla (nota 447).

Se produjeron situaciones conflictivas entre el capitán gene-


ral y los jueces que formaban la Audiencia. Uno de los cho-
ques más conflictivos entre la autoridad militar y los letrados
tuvo lugar durante la presidencia del duque de la Roca (1793-
1795), que expulsó al arzobispo Fabián y Fuero (nota 448).

ÍNDICE 182
IV. Jueces en tiempos difíciles

No hay más que leer el tono autoritario de los despachos di-


rigidos por el duque al regente del tribunal, comunicándole su
toma de posesión, la huída del arzobispo o el viaje que el pro-
pio comandante general realizó a Madrid en enero de 1795
(nota 449).
La confrontación entre el capitán general y el resto del Acuer-
do se produjo a lo largo de 1794. El fiscal civil, Francisco To-
más Camarasa, discrepó de la política de lenidad seguida por
el duque de la Roca en el motín popular contra los residentes
franceses. El mismo fiscal y el oidor decano Gómez Vuelta se
opusieron al nombramiento del oidor Navarro Vidal como go-
bernador de la Sala del crimen, y Gómez Vuelta se mostró
neutral en el enfrentamiento del capitán general con el arzo-
bispo Fabián y Fuero. El duque de la Roca prohibió termi-
nantemente a Camarasa que asistiera al tribunal, y le acusó
de ser un hombre turbulento y venal, pidiendo su separación
y la de Gómez Vuelta. El asunto lo llevó Godoy en persona.
Aunque se trató a los magistrados con todos los honores, se
les separó de la Audiencia. Camarasa recibió un ascenso en
Granada y el anciano Gómez Vuelta fue jubilado (nota 450).
Navarro Vidal había sido la mano derecha del duque en la
persecución de Fabián y Fuero. Más adelante fue nombrado
auditor general de los Voluntarios Honrados y alcalde de ca-

ÍNDICE 183
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

sa y corte honorario. La organización de los Voluntarios pro-


vocó un nuevo acto de autoritarismo por parte del capitán ge-
neral. El duque de la Roca prohibió con dureza que se ocu-
paran del tema ni el Acuerdo ni la Sala del crimen y detuvo al
nuevo fiscal, Romero Alpuente, y a los alcaldes del crimen,
Mahamud y Negrete (diciembre 1794). Esta vez había llega-
do demasiado lejos. Fue llamado a la corte y se ordenó la li-
bertad de los magistrados (febrero 1795), incluso antes de
nombrarse un nuevo capitán general, Luis de Urbina. Navarro
Vidal marchó a su nuevo cargo de la Sala de alcaldes. Hubo
también cambio de regente y se previno que en la selección
de su sucesor se tuviera en cuenta «el estado de aquel rei-
no» (nota 451).

Aunque los sucesores del duque de la Roca tuvieron mejores


relaciones con la Audiencia, no dejó de fortalecerse la línea
militar de la administración. Hubo conflictos de jurisdicción
con los corregidores militares. Especialmente importante pa-
ra el fortalecimiento de la autoridad militar fue la creación en
1800 en toda España del cargo de «general segundo cabo»
o segundo comandante, que regularizó las interinidades mili-
tares, y que confió al jefe interino militar la autoridad civil en
ausencia del titular.Ya no podía repetirse la posibilidad de que
el regente del tribunal pudiera ser «gobernador político y vi-

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IV. Jueces en tiempos difíciles

cepresidente de la Audiencia», como había sucedido en 1797


(nota 452).

Como consecuencia de los disturbios producidos en 1801, el


capitán general fue autorizado a sentenciar «causas de me-
nor entidad» con la colaboración de un magistrado. Estos po-
deres especiales conferidos al capitán general Caro fueron
confirmados a su sucesor en 1803 (nota 453).

La importancia de los temas bélicos y de orden público po-


tenció la importancia de los magistrados que asesoraban al
capitán general. Manuel de Villafañe había sido nombrado
auditor general por el duque de la Roca. Tras la marcha del
conflictivo capitán general, el regente lo nombró «Juez de va-
gos»; ocupó este cargo hasta 1803, en que fue sucedido por
José Manescau. De 1802 a 1804 fue asesor del capitán ge-
neral. Villafañe y Manescau formaron parte de un tribunal de
seguridad el 1808 (nota 454).

Otro ámbito de conflictos institucionales afectaba a la Sala


del Crimen: los hubo con el intendente (1792), y con el propio
Real Acuerdo (1807). El gobernador de la Sala, según dispo-
sición del Consejo (1786), debía ser propuesto entre «los mi-
nistros más activos y de genio más adaptado a las materias
criminales». Hubo numerosas situaciones conflictivas. En

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

1793 el gobernador, Jacinto Javier de Castro, pretendió el


control de la primera enseñanza, «sin que pueda entrometer-
se el Acuerdo». El duque de la Roca contó con la colabora-
ción del gobernador José Navarro Vidal. Después del cese de
aquel autoritario capitán general, el Acuerdo, bajo la presi-
dencia de su sucesor, decidió que el jefe militar no podía
nombrar interinamente al gobernador de la Sala, en caso de
muerte o enfermedad del titular. En rigor el nombramiento co-
rrespondía al gobernador del Consejo de Castilla, como éste
se encargó de recordar en 1795. En 1798, por ausencia del
gobernador titular, fue nombrado Manuel Mahamud, hombre
de carácter fuerte que tuvo conflictos con el resto de la Sala,
haciendo notar una vez más la necesidad de deslindar las
atribuciones de la institución y de su gobernador (nota 455).

La Audiencia tuvo también su papel en los disturbios de 1801.


Había un soterrado enfrentamiento entre el intendente y el
Acuerdo. Los funcionarios enviados desde la corte aludieron
a la pasividad o a la velada complicidad de los magistrados
en el motín contra las milicias. En 1802 se produjo un cambio
notable en la Audiencia. El regente y uno de los fiscales fue-
ron ascendidos, pero en otros tribunales. El segundo fiscal y
tres oidores fueron jubilados con honores. Sus sucesores fue-
ron exhortados a tener en cuenta «las circunstancias de

ÍNDICE 186
IV. Jueces en tiempos difíciles

aquel reino» y se recomendó prudencia al nuevo fiscal, Die-


go Gil Fernández (nota 456).
También hubo enfrentamientos institucionales y personales
de magistrados y grupos de magistrados en el interior del
Acuerdo. En 1802 esta institución eludió una exhortación del
capitán general a contribuir a una suscripción para el aprovi-
sionamiento de trigo, alegando que no disponía de caudal
propio, pero en cambio participó moderadamente en el reci-
bimiento tributado a Carlos IV aquel mismo año (nota 457).

2. El impacto de la guerra

Los acontecimientos de 1808 supusieron una dura prueba


para los letrados, acostumbrados a la obediencia de cuanto
se ordenaba desde el centro del sistema político. Pero la po-
sición del Consejo de Castilla fue dubitativa y contemporiza-
dora ante la invasión francesa (nota 458).
Las distintas Audiencias de la península atravesaron situa-
ciones similares. Conocemos las vacilaciones y titubeos de la
Audiencia de Asturias durante el mes de mayo de 1808. La
Chancillería de Valladolid aceptó el 14 de mayo la renuncia de
Fernando VII, para volver a proclamarlo, bajo presión popular,
el 2 de junio. Fueron apedreadas e insultadas las Audiencias
de Asturias y Galicia. En Mallorca, la inclusión de los magis-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

trados en la Junta que se formó se consideró injuriosa y se


les obligó a dimitir (nota 459).
El curso de la guerra obligó a los tribunales a disolverse o a
huir. La Chancillería de Valladolid huyó de aquella capital an-
te el avance de Napoleón, en noviembre de 1808. Después
de la capitulación de Zaragoza, la Audiencia de Aragón resi-
dió en diversas poblaciones del reino, sufriendo «peligrosas
traslaciones por las correrías del enemigo». En Cataluña se
organizó una Audiencia nacional o resistente, mientras el
grueso de los magistrados permanecía en poder de los fran-
ceses. Tras la caída de Oviedo, la Audiencia de Asturias tuvo
que recorrer diversas poblaciones de la región. La de Extre-
madura sufrió un continuo desplazamiento, a tenor de la si-
tuación militar. Al producirse la ocupación de Andalucía por
los franceses, la Audiencia de Sevilla se estableció en Cádiz.
Mientras una parte de la Chancillería de Granada reconoció
a José I, se estableció en Murcia un tribunal provisional que
se consideraba una sala de la Chancillería. En 1810 se esta-
blecieron «tribunales que entienden de los negocios de las
Chancillerías ocupados por el enemigo» (nota 460).
Son conocidas las tribulaciones del Real Acuerdo de Valencia
en los momentos iniciales del alzamiento de 1808. El capitán
general conde de la Conquista, que había sido nombrado a fi-

ÍNDICE 188
IV. Jueces en tiempos difíciles

nes del año anterior, fue un jefe militar dubitativo y proclive al


afrancesamiento. En menor escala, el regente Cano Manuel,
el gobernador de la Sala del crimen, Toribio Ugarte, y el in-
tendente Azpíroz, intentaron evitar la proclamación de la re-
sistencia, pero sus consideraciones se desvanecieron ante
las amenazas de la multitud desenfrenada: la «anarquía», en
palabras de los magistrados. Posteriormente, ya en las Cor-
tes de Cádiz, los magistrados Cano Manuel, Noguera y Villa-
fañe tuvieron que combatir el «descrédito» que a la Audien-
cia de Valencia «resulta en cuanto a nota de infidencia», en
las narraciones que se habían publicado sobre los aconteci-
mientos de aquellos días (nota 461).

La situación prácticamente revolucionaria de los días poste-


riores al alzamiento del 23 de mayo dio paso a una cierta res-
tauración de la autoridad, en la que tuvo su parte la magis-
tratura. Se formó un Tribunal de Seguridad Pública que presi-
dió Villafañe, flanqueado por los alcaldes del crimen Manes-
cau y Fuster. La dureza del primero llevó a que se le atacara
como un «segundo Nerón» y que se recordara su ascenden-
cia francesa, lo que podía resultar peligroso en aquellos mo-
mentos. Considerando que «su persona no estaba segura»,
se le concedió cuatro meses de licencia, y se le agregó al Tri-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

bunal general de seguridad pública. En 1812 fue trasladado a


la Chancillería de Granada, residente en Murcia (nota 462).

Un magistrado que consolidó su posición en los turbulentos


días de mayo fue Ramón Calvo de Rozas. El 28 de mayo, por
petición popular, fue nombrado auditor general del ejército de
Valencia, Murcia y Aragón. Más adelante fue llamado también
al Tribunal general de seguridad (nota 463).

La guerra impuso a los magistrados la necesidad de ocupar-


se de cuestiones bélicas. Vallejo Alcedo realizó una labor no-
table como director de las fortificaciones de Alicante. Nogue-
ra pasó cinco meses en el corregimiento de Orihuela, comi-
sionado por la Junta para reclutar tropas y organizar la de-
fensa (nota 464).

No hubo, empero, una total restauración de la situación ante-


rior. Se incrementó el protagonismo de los jefes militares y la
inestabilidad de la plantilla del tribunal. En marzo de 1809, el
barón de Sabassona, vocal comisionado por la Junta central,
procedió al relevo del capitán general y del intendente. Tam-
bién propuso que los oidores Mayans, Bayer y Negrete fueran
trasladados a otras Audiencias, aunque fuera como supernu-
merarios, alegando la desconfianza popular hacia ellos. Fue-
ron destinados respectivamente a los tribunales de Granada,

ÍNDICE 190
IV. Jueces en tiempos difíciles

Canarias y Mallorca. Los destinos de los tres personajes fue-


ron distintos, pero igualmente negativos. Negrete se encontró
en Mallorca con la hostilidad de sus nuevos colegas. Los es-
fuerzos que hizo para regresar a la península fueron vanos, y
murió en la isla en 1826. José Mayans, reincorporado a la
Chancillería de Granada, se encontró con la invasión france-
sa de 1810. Las autoridades bonapartistas, considerando que
había sido nombrado por la Junta central, le despojaron de su
destino, que ya no volvió a recobrar. Según expresión propia,
después de la entrada de los franceses en Granada, vivió
«obscuramente en su casa y constituído en la miseria». En
cuanto a Bayer, se negó a trasladarse a Canarias, y en con-
secuencia perdió el cargo. No pudo recuperarlo, pese a re-
clamarlo durante años y años a gobiernos del signo más va-
riado, con argumentos diversos. En 1819 achacaba su des-
gracia a la «arbitrariedad con que se procedió en los seis
años de la revolución». En cambio, en 1822 lo atribuía a una
medida «retrógrada» y comparaba su antigua cátedra de De-
recho Natural a un avance del sistema constitucional que «fe-
lizmente rige la nación» (nota 465).

Según la Junta Central, las tres plazas vacantes debían ser


substituidas por «sugetos del más acendrado patriotismo». El
sucesor de Bayer fue Ramón Giraldo de Arquellada, natural

ÍNDICE 191
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de Villanueva de los Infantes, y miembro del Consejo de Na-


varra en 1802. Su vida había sido azarosa, desde las misio-
nes que le confirieron los consejeros de Fernando VII desde
Bayona, hasta la huída del consejo de Navarra ante la se-
gunda invasión napoleónica, en los últimos meses de 1808
(nota 466).

El sucesor de José Mayans fue el aragonés Vicente Lisa de


las Balsas, regidor de Zaragoza y catedrático de su universi-
dad. No había sido magistrado del Antiguo Régimen. En 1808
actuó en Aragón como secretario de la Diputación del Reino,
y se le concedieron honores de alcalde del crimen de la Au-
diencia. El vehemente patriota Lorenzo Calvo de Rozas, her-
mano del magistrado Ramón, y miembro de la Junta central,
le recomendó para la plaza de Valencia (nota 467).

El tercer magistrado, que permutó su plaza con Negrete, fue


José Elola y López, magistrado de la Audiencia de Mallorca,
que a partir de 1808 inició una densa carrera política, como
asesor de diversos jefes militares. En Valencia actuó como
auditor general de guerra. Su curriculum está lleno de peripe-
cias, y extremismos, quizás fingidos (nota 468).

Otros cambios fueron modificando la nómina del tribunal. En


1810 se incorporó otro magistrado procedente de Navarra: el

ÍNDICE 192
IV. Jueces en tiempos difíciles

salmantino Francisco Cándido de Paz, alcalde de la Corte


Mayor de aquel reino. Por otra parte, el movedizo Calvo de
Rozas logró volver a la Audiencia de Galicia, en la que había
iniciado su carrera. Fue substituido por el setabense J. Lo-
renzo Villanueva, que había sido miembro de las Audiencias
de Galicia y Asturias (nota 469).

La estabilidad del tribunal se vio alterada además por las con-


tinuas licencias que los magistrados solicitaban para ausen-
tarse de sus puestos. En 1809-1810 lo hicieron el regente y
cinco de los jueces, alegando motivos familiares. El propio re-
gente autorizaba los permisos, con la idea de que no había
muchos casos pendientes. Pero en 1811 se pidió el aumento
del número de magistrados, alegando que el regente y tres
magistrados se hallaban en Cádiz, como diputados a Cortes,
y otros dos ocupados por el capitán general «en asuntos del
real servicio»; además Manescau se encontraba en Alicante,
sin reincorporarse. Ante tal situación

quedaba tan reducido el número de ministros que con


dificultad puede formarse una sala civil y otra criminal.

El capitán general, como presidente de la Audiencia, y el oi-


dor vicerregente proponían el nombramiento de un regente
en comisión y cuatro oidores, como suplentes de los diputa-

ÍNDICE 193
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

dos a Cortes, empleando para ello a jueces desplazados de


otros tribunales. Sin embargo, las Cortes se limitaron a ex-
hortar a todos los ausentes a que se reincorporasen (menos,
lógicamente, los diputados) y confirmaron como viceregente
al más antiguo de los oidores presentes, Manuel Mahamud
(nota 470).

Los peores momentos de la Audiencia valenciana correspon-


dieron a la conquista de la capital del reino por el ejército fran-
cés de Suchet. El capitán general, Joaquín Blake, dispuso
que la Audiencia saliera de la ciudad, amenazada por el
avance enemigo. El tribunal se estableció sucesivamente en
Alcira, Carcagente, y por fin Játiva. A fines de 1811, el paso
del Júcar por los franceses provocó la huída de los jueces.
Tras haber tomado, en sesión extraordinaria, la decisión de
marchar a Alicante, «salieron los ministros envueltos entre la
retaguardia del ejército, quasi todos a pie». Las distintas ver-
siones de afrancesados y resistentes coinciden en señalar
que el gobernador de Alicante les negó la entrada, por lo que
permanecieron en los pueblos de los alrededores. Al llegar
los franceses huyeron a Vila Joiosa y decidieron disolverse.
Algunos «convinieron particularmente, y con mucho sigilo,
reunirse en país libre, cuando las circunstancias lo permitie-
ran». Un reducido número (entre ellos Toribio Ugarte y López

ÍNDICE 194
IV. Jueces en tiempos difíciles

de Cózar) lograron, tras un primer conato el 4 de febrero de


1812, establecer el 2 de abril el tribunal, con cuatro jueces,
número que luego se incrementó. Algunos procedían del tri-
bunal disuelto (además de los citados, Lorenzo Villanueva y
Cándido de Paz), pero otros eran hombres nuevos. Franciso
Sala Berenguer, que era vocal en representación de Alicante,
fue designado como interino por los jueces anteriores. Otro
de los recién llegados era Dalmacio Alpuente (Albarracín,
1770), que había estudiado en la ciudad de Valencia y había
ejercido de alcalde mayor. Fue nombrado fiscal interino, y al
año siguiente obtuvo la plaza en propiedad. En 1819 ascen-
dió a oidor. Murió en Segorbe en 1822 (nota 471).

3. Los afrancesados

A diferencia de los jueces que mantuvieron en Alicante la


continuidad de la Audiencia, fueron más numerosos los casos
de los que volvieron a Valencia y se incorporaron al tribunal
organizado por el mariscal Suchet. El afrancesamiento de
una parte de la magistratura española, y de la burocracia en
general, fue notable (nota 472). Citaremos aquí el caso de
dos valencianos, consejeros de Castilla. José Mª Puig de
Samper, nombrado regente del Reino en 1810, había jurado
acatamiento a José Bonaparte, en su condición de vocal de

ÍNDICE 195
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

la Junta general de comercio en 1809. José Navarro Vidal,


atacado por godoyista en 1808, llegó a Sevilla al año si-
guiente, para ser acusado de afrancesamiento, por una carta
escrita a un conocido de Onteniente antes del 2 de mayo, re-
comendando paz y concordia con los franceses. Un antiguo
magistrado de la Audiencia, José Villa y Torre, que era en
1808 regente de la Audiencia de Aragón, fue depuesto por su
falta de reacción ante los franceses. Tras la caída de Zarago-
za, Suchet lo restauró en su puesto. José Mª Galdeano,
miembro del Consejo de Navarra, «fue el único renegado que
se quedó en Pamplona cuando se fugaron los demás minis-
tros». El antiguo fiscal de Valencia, Diego Gil Fernández, que
era alcalde de casa y corte, mantuvo una colaboración pasi-
va y, según declaraba, mantuvo relaciones con el bando na-
cional. En 1812 se le declaró jubilado con medio sueldo y los
honores correspondientes (nota 473).

Siempre hubo magistrados en número suficiente para que las


autoridades bonapartistas pudieran improvisar un tribunal. In-
cluso en Cataluña, donde los jueces prefirieron en su mayo-
ría ser deportados a Francia que prestar el juramento de fi-
delidad a José I (nota 474). En Valladolid, cuatro magistrados
recibieron a Napoleón el 6 de enero de 1809; luego se les
añadieron otros colegas. Por lo menos el 50% de la Chanci-

ÍNDICE 196
IV. Jueces en tiempos difíciles

llería sirvió a José Bonaparte. En un memorial posterior de


exculpación, dirigido a Fernando VII, se exponían las razones
clásicas de los afrancesados: ante la «imposibilidad de resis-
tir al usurpador», la obediencia a un tirano siempre era «me-
nos funesto» que la «espantosa anarquía». Era el mismo ra-
zonamiento que hizo la Junta de comercio de Valencia:

La Junta se vio en el compromiso de no existir, y esto


era ruinoso, porque entregaba el comercio a su suer-
te, o de permanecer, sacando el partido que permitie-
ran las circunstancias, y esto prefirió (nota 475).

No les fue difícil a algunos afrancesados reingresar en la ad-


ministración fernandina. El mismo Tadeo Soler que en 1810
prestó el juramento a José I en nombre de la Chancillería de
Granada fue, pocos años más tarde, alcalde de casa y corte
y consejero de Castilla. Dos de los regentes de la Audiencia
valenciana durante la década apostólica habían reconocido a
José Bonaparte (Teótimo Escudero en la Audiencia de Sevi-
lla, y Gonzalo Heredia en la Chancillería de Granada). Fueron
purificados con suma facilidad. Heredia se excusó diciendo
que «no tuvo más remedio que continuar en su destino... pro-
tegiendo a los buenos españoles» (nota 476).

ÍNDICE 197
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

En el caso de Valencia colaboraron con Suchet los oidores


Mahamud y Calvo de Rozas, el fiscal Alvárez Posadilla, y los
nuevos jueces Fuster, Lisa de las Balsas y Elola. Mención es-
pecial merece el caso de Vallejo Alcedo, quien fue captado
para la causa napoleónica por su antiguo amigo, el regente
afrancesado de Aragón, Villa y Torre. Vallejo ejerció las fun-
ciones de corregidor de la ciudad. La labor de Vallejo al fren-
te del consistorio municipal, fue considerada positiva, eficien-
te y escrupulosa (nota 477).

Los memoriales de exculpación de los afrancesados insisten


en las duras circunstancias que les empujaron a aceptar el
cargo, en especial la negativa del gobernador de Alicante a
recibirles, aunque parece que les permitía pasar a Murcia, y
la imperativa orden del mariscal Suchet para que se reincor-
porasen. Vallejo Alcedo se vio forzado a servir a José Bona-
parte, decía, «por una combinación fatal de circunstancias».
Efectivamente, Suchet citó

a todos los ministros antiguos, y aun concedió térmi-


no a los ausentes, para que se constituyesen a servir
sus plazas.

Las principales acusaciones que se hicieron más adelante a


los afrancesados (nota 478) fueron: haber restablecido el tri-

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IV. Jueces en tiempos difíciles

bunal, haber reconocido a José Bonaparte, haber firmado la


«proclama seductora» de 24 de marzo de 1812, en favor del
gobierno intruso, proclama que fue calificada de «escandalo-
so y antipatriótico manifiesto», y en algunos casos, haber so-
licitado ascensos. Los implicados pudieron presentar bastan-
tes testigos de que su colaboración fue básicamente pasiva.
Según tales informes, los jueces afrancesados se portaron
con «beneficiencia y humanidad». Para Mahamud, su cola-
boración no había «ofendido a la nación, ni menos ocasiona-
do agravio a ciudadanos españoles». El Ayuntamiento cons-
titucional reconoció en 1813 que Mahamud, como más anti-
guo, había presidido la Audiencia, «cediendo a la fuerza» y
para favorecer al pueblo, cuya situación hizo más llevadera.
Vicente Lisa de las Balsas, a pesar de haber firmado la pro-
clama de 24 de marzo y la proclamación a José I de 6 de ju-
lio de 1812, dio 10.000 libras a la causa nacional, y finalmen-
te huyó a Aragón, donde se presentó a la Junta nacional. Cal-
vo de Rozas declaró que tuvo que volver a Valencia «involun-
taria y forzadamente», y que su presencia fue bien recibida
por el pueblo. Otro de sus argumentos fue que durante el go-
bierno napoleónico

ÍNDICE 199
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

en Valencia sólo administraron justicia los ministros


nombrados por el gobierno legítimo y no se dio entra-
da a juez ni subalterno elegido por el intruso.

Por fin, Calvo de Rozas se trasladó a Alicante, y se sometió


a un proceso de purificación (nota 479).

También fue azarosa la peripecia del oidor Elola, que parece


haber sido un personaje bastante turbio. Alegaba que volvió
a Valencia, porque su mujer estaba moribunda. Sin embargo,
informes adversos le acusaban de «cumplir con gusto cuan-
to le mandaban». Fue nombrado vicepresidente del tribunal
de salud pública. Más tarde, los propios franceses le encar-
celaron en Jaca, de donde fue rescatado por los guerrilleros
de Mina. Pasó a Cádiz, donde logró ocupar una plaza interi-
na en el tribunal especial de guerra y marina, hasta la llega-
da del titular, que era precisamente su colega de la Audiencia
valenciana, Toribio Ugarte. Allí se jactaba de patriota y liberal,
bajo la protección de otro colega, el diputado Giraldo. Aunque
estaba incurso en los términos del decreto de 14 de noviem-
bre de 1812 contra los afrancesados, logró ser repuesto en la
magistratura, con plaza en la Audiencia de Sevilla (nota 480).

La depuración de responsabilidades afectó de modo distinto


a unos y otros. Se distinguía entre los afrancesados: a) los

ÍNDICE 200
IV. Jueces en tiempos difíciles

que hubiesen continuado sirviendo sus destinos (2ª clase), b)


los que hubiesen recibido ascensos extraordinarios, lo que
cabría atribuir a su adhesión a la causa del usurpador (3ª cla-
se), c) los colaboradores activos que persiguieron a los bue-
nos españoles (4ª clase). En Valencia se confió a dos perso-
najes del país, el oidor Noguera y Francisco Javier Borrull,

especial comisión para que procediesen a la averi-


guación de la conducta política de todos los emplea-
dos de Gracia y Justicia en Valencia bajo la domina-
ción enemiga.

En segunda clase fueron clasificados los jueces Morales, Li-


sa, Elola, y el fiscal Alvárez Posadilla, y en tercera Mahamud,
Vallejo, Calvo de Rozas y Vicente Fuster. El fiscal del Conse-
jo indicó que los firmantes de la proclama seductora debían
ser clasificados en cuarta clase (nota 481).

Vallejo Alcedo fue el que salió peor parado, posiblemente por


la identificación que se hizo entre su cargo de corregidor y la
condición de prefecto, sometida a destierro por decreto de 30
de mayo de 1814. Tampoco logró su reposición el fiscal Alvá-
rez Posadilla, que murió a poco (nota 482).

Los demás tuvieron mejor fortuna. Separados de sus cargos


en 1814, en diciembre de 1815 fueron repuestos Mahamud,

ÍNDICE 201
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Calvo de Rozas, Morales, Vicente Fuster y Lisa. Es cierto que


los tres últimos quedaron en la práctica confinados en sus
plazas de alcalde del crimen, sin obtener ascensos. Fuster y
Lisa prefirieron aceptar su jubilación en 1819, antes que el
traslado a otro tribunal. En cuanto a Calvo de Rozas logró la
plaza de fiscal del Real Patrimonio en la corte, que conser-
vaba en 1823, y la orden de Carlos III (nota 483).
El afrancesamiento alcanzó cotas elevadas en la Audiencia,
aunque se trató de una colaboración forzada y pasiva. La ma-
yoría de los magistrados que se afrancesaron fueron readmi-
tidos sin grandes inconvenientes en la administración de jus-
ticia. En 1815 fue nombrado oidor un antiguo fiscal de la Au-
diencia de Aragón, Pedro Ruiz Prado, «aun cuando sirvió a
las ordenes del intruso». El regente de aquel tribunal, Pedro
María Ric, había informado de su «buena conducta y servi-
cios». Claro está que había opiniones más rigurosas. En
1823, el regente Modet rechazaba la candidatura de un abo-
gado por sus supuestos antecedentes afrancesados:
la mala nota de haber servido un destino de policía
durante el gobierno de la invasión de Napoleón, cali-
dad que en mi concepto debe separar de los empleos
a todos los que los tienen, mientras haya españoles
adictos al gobierno real que puedan servirlos.

ÍNDICE 202
IV. Jueces en tiempos difíciles

Hubo también casos más extremos. El «renegado» Galdeano


reapareció en 1833 como subdelegado de Fomento en la pro-
pia Valencia, y reemprendió una carrera política que le llevó
en 1852 al Tribunal Supremo (nota 484).

4. Magistrados en Cortes

Los miembros de la Audiencia valenciana se vieron afectados


también por el nuevo proceso de ordenación política del es-
tado, que se inició a partir de la quiebra de la administración
absolutista en la primavera de 1808. En su mayor parte pre-
dominaron las posiciones moderadas, de aceptación de los
poderes constituidos, con una importante inflexión hacia el li-
beralismo en 1812.

Inicia la serie de posiciones ante el proceso constitucional el


informe colectivo y oficial de la Audiencia, elaborado en 1809.
Con ocasión de la famosa «consulta al país», organizada por
la Junta central, la Audiencia nombró una comisión, integrada
por los oidores Noguera, Mahamud y Giraldo, la cual adoptó
como propia la obra del fraile dominico Rafael Ribelles, Me-
morias histórico críticas de las antiguas Cortes del Reino de
Valencia. El fiscal Cobos redactó el preceptivo informe, que el
pleno de la corporación hizo suyo. El dictamen proponía el es-
tablecimiento de Cortes bianuales y la «rigurosa intervención»

ÍNDICE 203
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

de los impuestos por la Diputación de Cortes (nota 485). Exis-


te además un informe de Manuel Mahamud, que posiblemen-
te era una opinión oficial, firmada por el citado personaje en
su condición de vice-regente. Puntos notables de la opinión de
Mahamud eran su concepto centralizado de la nación («todos
somos españoles»), la crítica de los fueros privilegiados y del
absolutismo, la demanda de la unificación de leyes, la reitera-
da propuesta de contribución única, y una significativa petición
de elevar los sueldos de los magistrados (nota 486):
que se dotase suficientemente a los ministros toga-
dos, según su clase, y con atención al exceso que han
subido los precios de los géneros de consumo.
La Audiencia valenciana tuvo a cuatro de sus miembros en
las Cortes de Cádiz. Vicente Joaquín Noguera y Manuel Villa-
fañe figuraban entre la representación del propio reino de Va-
lencia. El regente Cano Manuel fue diputado por Murcia, y Ra-
món Giraldo, por la Mancha. Los cuatro magistrados llegaron
a ser, en uno u otro momento, presidentes de la asamblea.
Otro de los diputados, y distinguido en la lucha contra los se-
ñoríos, fue el relator del tribunal, Pedro Aparici. Los magistra-
dos Cano Manuel, Noguera y Villafañe adoptaron una posi-
ción centrista. Giraldo destacó por sus actitudes netamente li-
berales: defensa de la soberanía nacional, crítica de los esta-

ÍNDICE 204
IV. Jueces en tiempos difíciles

mentos y de los campos abiertos. Villafañe es considerado


por Manuel Ardit como un liberal con reservas (nota 487). La
trayectoria posterior de Cano Manuel, sobre todo durante el
Trienio, cuando fue miembro del Tribunal Supremo y ministro
de Justicia, fue inequívocamente liberal. Pero en Cádiz des-
tacó mucho más su hermano Antonio, antiguo alcalde de cor-
te y ministro de Justicia. Un magistrado absolutista atribuía el
liberalismo de Vicente a la influencia de su hermano, «dema-
siado conocido por su exaltación y carácter revolucionario».
En cambio, la posición de Noguera fue mucho más ambigua,
lo que le permitió alcanzar cargos importantes con la reac-
ción absolutista. En 1814 escribió al rey, calificando su actua-
ción en las Cortes como de «conducta fiel» (nota 488).

En las Cortes de Cádiz se hallaba también Francisco Javier


Borrull, hijo y nieto de oidores, el cual iba a dominar, con su
fuerte personalidad, la trayectoria del tribunal durante el rei-
nado de Fernando VII. Hasta 1808 la carrera política de Bo-
rrull había sido inferior a sus expectativas. Era desde 1766 fa-
miliar de la Inquisición y desde 1784 Juez de diezmos, cargos
que indican una vinculación con los intereses más conserva-
dores del estamento eclesiástico. Es difícil, sin embargo, cla-
sificar a un hombre que, en su juventud, había sido amigo de
Mayans, de Pérez Bayer y de Cerdá y Rico. Ardit le conside-

ÍNDICE 205
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ra un epígono de la Ilustración, e incluso un austracista reza-


gado (nota 489).
Borrull, que había participado en la milicia de los Voluntarios
Honrados, tenía 63 años cuando comenzó la Guerra de In-
dependencia. Entonces comenzó su carrera política. En 1810
llegó a presidir la Junta del Reino de Valencia. Pero su princi-
pal papel fue el de ideólogo. Su respuesta a la Comisión de
Cortes de la Junta Central contiene una crítica del centralis-
mo absolutista y la reivindicación del sistema foral. Los dos
opúsculos que publicó en 1810 manifiestan su interés por la
«constitución histórica del reino», la reivindicación de la fide-
lidad del mismo en la guerra de Sucesión, y por tanto la nuli-
dad de la abolición de fueros, y en suma, la expresión de un
foralismo conservador que le aproxima a posiciones de otros
pensadores, reticentes ante las reformas liberales, como el
catalán Ramón Lázaro de Dou, también diputado en Cádiz
(nota 490).
Esta reticencia quedó manifiesta en la posición de Borrull en
las cuestiones clave debatidas en las Cortes. Se declaró con-
trario a la proclamación de la soberanía nacional, y partidario
de cortes estamentales, siguiendo la idea de la «constitución
histórica». También se manifestó partidario del régimen seño-
rial, al que consideraba legal, según la constitución valencia-

ÍNDICE 206
IV. Jueces en tiempos difíciles

na. Fue uno de los partidarios de la Inquisición, y se opuso a


la reforma fiscal de los liberales y a su división provincial. El
eclesiástico liberal Joaquín Lorenzo Villanueva llamaba a los
realistas «el partido de Borrull». La posición de Borrull fue
compartida por el diputado suplente José Antonio Sombiela,
abogado y catedrático de la universidad (y futuro magistrado)
a quien Ardit considera con razón como el segundón de aquel
(nota 491).

5. La primera Audiencia constitucional

El establecimiento de un sistema constitucional de gobierno


suponía importantes modificaciones en el papel político de
las Audiencias. El principio de la separación de poderes y la
independencia del poder judicial con respecto al ejecutivo su-
ponían la liquidación del sistema de gobierno por «tribuna-
les» que había sido consustancial a las monarquías europeas
desde la Edad Media. El Consejo de Castilla fue suprimido y
sustituido por dos instituciones: un Tribunal Supremo para las
funciones judiciales y un Consejo de Estado para las consul-
tivas. Las Audiencias quedaron limitadas a sus funciones ne-
tamente judiciales. Los aspectos políticos de la administra-
ción territorial competían a los nuevos Jefes políticos y a las
recién creadas Diputaciones provinciales (nota 492).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Los principios contenidos en los artículos 271 y 273 de la


Constitución fueron desarrollados por el decreto de Cortes de
9 de octubre de 1812 sobre la administración de justicia. Sus
puntos principales eran: a) la creación de una red de tribuna-
les iguales entre sí, lo que entrañaba la reducción de las dos
Chancillerías de Granada y Valladolid, y del Consejo de Na-
varra, a simples Audiencias; una nueva Audiencia en Madrid
substituía a la Sala de Alcaldes, b) la prohibición terminante
de ejercer funciones ejecutivas: «no podrán las Audiencias te-
ner conocimiento alguno sobre los asuntos gubernativos o
económicos de sus provincias»; esta prohibición se hacía ex-
tensiva a los jueces como individuos, c) el fin de la distinción
entre oidores y alcaldes del crimen, así como la supresión de
los juzgados de cuartel y de provincia, d) la supresión de los
corregimientos, alcaldías mayores, jueces privativos y aseso-
rías de capitanes generales.

La documentación del Real Acuerdo de Valencia permite ir si-


guiendo las etapas de implantación del régimen constitucio-
nal y la participación de la Audiencia en el mismo. La corpo-
ración tomó parte en los actos de la proclamación de la Cons-
titución en Alicante, a la sazón capital resistente del Reino. Se
dio urgencia a que «los tribunales despachasen con prefe-
rencia los negocios de infracción de la Constitución». El 20 de

ÍNDICE 208
IV. Jueces en tiempos difíciles

marzo de 1813 la Regencia ordenó al tribunal que se trasla-


dase de Alicante a Valencia, cuando se produjera la libera-
ción de esta capital. La Audiencia volvió a Valencia el 9 de ju-
lio, cuatro días después de la salida de los franceses, y dos
después de la entrada del capitán general Elío (nota 493).
Además de los importantes cambios institucionales, la com-
posición del tribunal quedó modificada por el nombramiento
de seis nuevos magistrados. En líneas generales, todos ellos
tenían una procedencia similar. Se trataba de abogados que
habían sido lanzados a la acción política a partir de 1808. Al-
gunos habían sido vocales de diversas juntas provinciales,
otros habían ingresado en la Audiencia como interinos du-
rante la desorganizada etapa alicantina. Todos eran liberales
más o menos declarados.
Ya nos hemos referido a la incorporación de Lorenzo Villa-
nueva y de Francisco Sala Berenguer en 1812. Al año si-
guiente fueron nombrados otros cuatro jueces cuya trayecto-
ria había sido semejante. José Alonso había sido nombrado
en 1810 alcalde del Consejo de Navarra y presidente de la
Junta de Soria. En 1812 fue destinado a la Audiencia de Ara-
gón y en 1813 a la de Valencia, donde sirvió como goberna-
dor de la Sala del crimen. Francisco Gutiérrez de Sosa era un
abogado de Madrid que había sido perseguido por el gobier-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

no francés y había sido elegido en 1812 regidor constitucio-


nal. Juan Andrés de Segovia había sido relator del Consejo.
El nuevo fiscal, Francisco Sáenz de Vizmanos, había tenido
una biografía accidentada en los últimos años. Era un aboga-
do, doctorado en leyes por Oñate, que desde 1796 había ser-
vido a la administración en la venta de vales y tierras des-
amortizadas. Esta actividad estuvo a punto de costarle la vi-
da en 1808 en Coria, «por creersele hechura de Godoy». En
Valencia se le encargó de la depuración de los magistrados
afrancesados (nota 494).
Un informe sin firma acusó en 1814 de constitucional al grue-
so de la Audiencia, a la que se habían reintegrado los anti-
guos diputados en Cádiz, menos el regente Cano Manuel,
que había obtenido una nueva licencia para no incorporarse.
La adscripción liberal de los magistrados quedó patente en
los discursos inaugurales del año judicial que pronunciaron
en 1813 y 1814 Lorenzo Villanueva y Ramón Giraldo.
El informante anónimo a que nos hemos referido definía a Vi-
llanueva como «hermano de sangre y de opinión del célebre
don Joaquín y del diarista don Jaime». Pronunció su discurso
el 27 de julio de 1813, a las dos semanas de haber vuelto el
tribunal a Valencia. Nos hallamos ante un verdadero texto de
propaganda constitucional, transido de cierto temor a la hos-

ÍNDICE 210
IV. Jueces en tiempos difíciles

tilidad que pudiera despertar el nuevo sistema político. Por


esta razón, tras haberse referido a la lucha mantenida por el
pueblo valenciano contra la invasión francesa, añadía:

¿De qué serviría sacudir la tiránica opresión de los


franceses, si había de volver el tiempo del despotismo
anterior, que ha sido la única y verdadera causa de su
injusta y pérfida invasión?

La identificación del absolutismo como la causa de los males


de la nación iba de la mano de otro de los argumentos prefe-
ridos del liberalismo incipiente: la apelación a la «constitución
histórica», que presentaba la revolución como restauración.
Villanueva utilizó el argumento en tres pasajes de su alegato.
En primer lugar, con carácter general. Se trataba de «restituir
a los españoles al conocimiento y a la posesión de sus ya ol-
vidados derechos». Las Cortes

han restablecido las leyes, instituciones y usos anti-


guos, constituyendo a España en la clase de monar-
quías moderadas por leyes sabias.

Lo mismo se afirmaba de los municipios constitucionales,


presentados como «restablecimiento de los ayuntamientos
antiguos», y de la supresión del Santo Oficio, «incompatible
con nuestra constitución y con nuestras leyes antiguas». Por

ÍNDICE 211
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

último, se presentaba el sistema constitucional como una for-


ma de restablecimiento de la autonomía foral de los reinos de
la Corona de Aragón (nota 495).

¡Oh, pueblos de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallor-


ca!, una mano de hierro os arrancó ese poder sobera-
no..., la mano benéfica y sabia de nuestras Cortes os
lo restituyó desde ahora.

¿Hasta qué punto la interpretación restauradora de Villanue-


va era un esfuerzo de propaganda, destinado a hacer acep-
tar las novedades de la Constitución? Las resistencias al
nuevo sistema son reconocidas en más de un pasaje del dis-
curso: «tal vez no faltarán descontentos –apunta– por igno-
rancia, por interés, o por salvar sus pasiones o preocupacio-
nes».

El temor a la fuerza del absolutismo aparece con mayor in-


tensidad en el discurso del ex-diputado Giraldo de Arquella-
da, quien, después de exaltar la Constitución, como «la pri-
mera ley del estado, apoyo y cimiento de todas las leyes», la-
mentaba:

Se hará increíble a la posteridad que esta Constitu-


ción, aprobada y admirada por la Europa entera, haya
encontrado desafectos y enemigos entre los mismos

ÍNDICE 212
IV. Jueces en tiempos difíciles

que han empezado a disfrutar sus ventajas y benefi-


cios.

Las imprecaciones contra el «fanatismo ignorante, la cruel ti-


ranía y el feroz despotismo» culminaban con el piadoso de-
seo del retorno del rey y su aceptación de la Constitución,
«dándonos exemplo de amor y respeto... y consolidando la fe-
licidad de la monarquía» (nota 496).

La inclinación liberal de los magistrados de la Audiencia va-


lenciana durante los años 1813-1813 quedó confirmada a
posteriori por el proceso que se abrió a ocho de ellos. El gru-
po comprendía a los ex-diputados Villafañe y Giraldo, así co-
mo a la inmensa mayoría de los jueces nombrados con pos-
terioridad a 1812. La acusación radicaba en

haber intentado formar un nuevo sello para provisio-


nes y despachos, con alegorías, al parecer, constitu-
cionales.

El antiguo sello del tribunal, del que era depositario el tenien-


te de chanciller mayor, se perdió durante el éxodo de 1812.
Los realistas acusaron a los magistrados constitucionales de
fingir la pérdida del objeto, para poder utilizar el nuevo. El di-
seño del nuevo sello se encargó a Villanueva, «como aficio-
nado a las Bellas Artes». El caso dio lugar a una clasificación

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

política de los miembros del tribunal, que se pidió primero al


propio Villafañe, y más adelante a Noguera y Borrull, los mis-
mos que habían realizado la primera depuración de los jue-
ces afrancesados. Los fiscales realistas del Consejo de Cas-
tilla acusaron especialmente al fiscal Vizmanos y a Villanue-
va, «por sus opiniones exaltadas y decididas hacia el sistema
democrático». Giraldo y Gutiérrez eran considerados menos
apasionados. Borrull señalo a Giraldo como defensor de la
soberanía nacional en Cádiz, y a Villanueva por su «grande
adhesión a la Constitución», manifestada en el discurso de
1813. A Villafañe le consideraba «poco firme». Los acusados
quedaron en situación de «suspensos», lo mismo que los
afrancesados, pero la solución de su caso fue menos favora-
ble. Fueron llamados a Madrid y mantenidos en situación de
arresto domiciliario. Aunque dieron todo tipo de excusas, en
1817 se les jubiló con las dos terceras partes del sueldo, lo
que puede considerarse una depuración encubierta. Fue una
decisión expresa del monarca, después de que una comisión
de cinco consejeros de Castilla había votado por la reposición
(nota 497).

También conocemos la actuación política de antiguos magis-


trados de la Audiencia. El antiguo fiscal Romero Alpuente es
bien conocido por sus posiciones exaltadas. El consejero de

ÍNDICE 214
IV. Jueces en tiempos difíciles

Castilla Navarro Vidal había sido nombrado en 1812 para el


Consejo de Estado constitucional; Fernando VII le declaró ju-
bilado forzoso. El antiguo oidor Jerónimo Antonio Díez, que
como fiscal del Consejo de Castilla había sido deportado a
Francia en 1808, logró volver en 1811. Al año siguiente se le
nombró miembro del Tribunal Supremo. En 1813 fue elegido
diputado a las Cortes ordinarias, a las que llegó a presidir, De
orientación realista, fue uno de los firmantes del Manifiesto
de los Persas en 1814. Fernando VII le restauró en su fisca-
lía del Consejo. Murió al año siguiente (nota 498). Entre au-
sentes y «suspensos» sólo uno de los jueces de 1808, No-
guera, permanecía en el tribunal cuando se inició el primer
período absolutista de Fernando VII.

Casi todos los jueces de la Audiencia fueron liberales, activa


o pasivamente; todos aceptaron sin resistencia, y algunos
con alegría, la nueva situación constitucional. Ninguno de los
magistrados procedentes del Antiguo Régimen tuvo una mili-
tancia realista activa. En todo caso se limitaron a aceptar en
cada momento las órdenes que les llegaban del gobierno
central. Algunos pocos jueces nombrados por Carlos IV antes
de 1808 continuaron su carrera con altibajos a lo largo del rei-
nado de Fernando VII y la culminaron en tiempos de Isabel II.
Fueron en su mayoría liberales «moderados», aunque no fal-

ÍNDICE 215
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

tó entre ellos algún progresista, como Ramón Giraldo, y el va-


lenciano Vicente Fuster, que tomó posesión de su plaza en
los últimos días de gobierno de Godoy y terminó su carrera
con la caída de Espartero.

6. Retorno al absolutismo

El retorno al régimen de la monarquía absoluta, impuesto por


Fernando VII en mayo de 1814, significó una nueva conmo-
ción en el mundo judicial. La documentación del Real Acuer-
do registra las disposiciones que restauraban, una tras otra,
las instituciones del Antiguo Régimen: el Consejo y la Cáma-
ra de Castilla, el Consejo de Ordenes y también el de la Mes-
ta. En el nivel del gobierno municipal fueron restablecidos los
corregimientos y las alcaldías mayores, al paso que eran abo-
lidos los ayuntamientos constitucionales. Fue suprimida la
contribución directa, el Consejo de Castilla recuperó el con-
trol de los haciendas municipales y fueron restablecidos los
antiguos arbitrios. Las antiguas Chancillerías y Audiencias
fueron restauradas el 25 de mayo, bajo la presidencia de los
capitanes generales. En Valencia ejercía este cargo el famo-
so Francisco Javier Elío (nota 499).

Los magistrados volvieron a tener comisiones gubernativas y


jurisdicciones especiales. Los antiguos diputados Noguera,

ÍNDICE 216
IV. Jueces en tiempos difíciles

Giraldo y Villafañe fueron nombrados respectivamente jueces


del peso real, de tercios diezmos y conservador del Hospital
general. El fiscal Dalmacio Alpuente fue nombrado asesor de
la Maestranza (1814) y de la Intendencia (1815). Fueron res-
taurados los antiguos cargos de alguacil mayor y teniente de
chanciller.

Pero hubo cambios más sustanciosos en relación con el per-


sonal. Por primera vez desde 1707 un valenciano fue nom-
brado regente del tribunal. Se trataba de Vicente Joaquín No-
guera, barón de Antella, el cual había ejercido el cargo en co-
misión, por ausencia y más tarde por vacante de su titular, Vi-
cente Cano Manuel. Noguera había recibido a Fernando VII
en Valencia en 1814. Solicitó la vacante el 14 de septiembre
de aquel mismo año, pero fue nombrado fiscal togado del
nuevo Consejo del Almirantazgo. En 1815 se le confirió la re-
gencia. Posteriormente presentó como obra suya la restaura-
ción de la Compañía de Jesús y la formación de más de
1.500 expedientes de represalias. Su Discurso de inaugura-
ción del año judicial de 1817 es un texto anodino, muy inferior
a los pronunciados por los liberales en 1813-1814. El 1817
fue enviado como visitador regio a la Audiencia de Mallorca,
y al año siguiente fue nombrado regente de la de Barcelona,
pero pidió la jubilación por motivos de salud (nota 500).

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Además de Noguera otros valencianos ingresaron en el tribu-


nal. Uno de ellos procedía de la magistratura del Antiguo Ré-
gimen. Se trataba de Vicente Mª Talens, marqués de la Cal-
zada, que había sido oidor de la Audiencia de Canarias
(1800) y alcalde del crimen de la Audiencia de Sevilla (1801).
Estuvo separado del cargo de 1803 a 1810. En Valencia ocu-
pó la plaza de oidor dejada vacante por el ascenso de No-
guera. Más adelante renunció a ascensos que implicaban sa-
lir del País (nota 501).
El resto de jueces valencianos debían su promoción, como
muchos otros, a la guerra. Tadeo Ignacio Gil era un abogado
del municipio de Játiva que tuvo cierta actividad durante la
guerra y que en 1813 fue elegido diputado a las Cortes ordi-
narias. Desde 1815 fue gobernador de la Sala del crimen, y
como tal tuvo un papel importante en la política represiva del
general Elío. Luis Mañes, un hombre de 63 años, había ejer-
cido diversas asesorías desde 1808, había sido detenido por
los franceses y el 1813 había sido nombrado alcalde consti-
tucional. El 1814 fue nombrado alcalde mayor de la ciudad de
Valencia, y al año siguiente obtuvo una plaza de alcalde del
crimen en comisión (nota 502).
El más importante de los nuevos magistrados valencianos fue
Francisco Javier Borrull, el cual comenzaba a acumular ho-

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IV. Jueces en tiempos difíciles

nores. En 1814 había obtenido la restauración de su cargo de


juez de diezmos, en el que fue confirmado a instancias del
cabildo catedralicio. Participó activamente en la restauración
de la Compañía de Jesús. El 1815 fue nombrado visitador de
la universidad. El 27 de marzo el rey le concedió los honores
de oidor de la Audiencia «en premio de los servicios hechos
a la religión, a mi persona y al estado». El 21 de abril, a cau-
sa de la suspensión de los diputados liberales, fue nombrado
oidor en comisión, con la mitad de sueldo y prórroga indefini-
da, para poder dedicarse a la inspección de la universidad
(nota 503).

La presencia de magistrados valencianos no complacía al ge-


neral Elío, aunque fueran inequívocamente realistas. El 1818
el militar escribía a propósito de Noguera:

Sin embargo de la buena opinión, méritos y servicios,


no es conforme a la política ni a la ley que, siendo va-
lenciano y teniendo sus bienes en el Reino de Valen-
cia, sea al mismo tiempo jefe y cabeza del tribunal del
mismo reino.

Aquel mismo año, Elío volvía a la carga, proponiendo clara-


mente disminuir el número de magistrados valencianos.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

En esta Audiencia –decía– sobran jueces, pero caso


de disminuirlos conviene sea de los naturales del pa-
ís. En el día, el regente y tres más son valencianos...
Jueces afincados y connotados en el país donde han
de hacer justicia son perjudiciales, y es dificultosísimo
que fallen con aquella imparcialidad que tanto se re-
quiere... el número de jueces patricios es excesivo, y
es útil, si no mudarlos del todo, lo que sería muy legal
y muy justo, a lo menos disminuirlos, y el servicio de
Su Majestad y la justicia ganarían mucho.
En 1819 todavía escribía al ministro Lozano de Torres acerca
de su colaborador Tadeo Ignacio Gil, con las siguientes pala-
bras: «es excelente para otras partes, pero para aquí no sir-
ven valencianos y nos pierden» (nota 504).
Los mayores problemas para la estabilidad de la plantilla del
tribunal consistía en la condición de «suspensos» de cinco
jueces afrancesados y ocho liberales. En 1814 algunos de los
oidores más modernos sirvieron como alcaldes del crimen,
para suplir las vacantes. Así lo hizo Manuel de Arbizu, que pa-
só fugazmente por el tribunal (1813-1814). Se acudió al sis-
tema de nombrar jueces en comisión, que servían con la mi-
tad de sueldo. Borrull y José de Cartagena, catedrático de la
universidad de Valladolid, fueron nombrados oidores en co-

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IV. Jueces en tiempos difíciles

misión. Para la Sala del crimen se nombró, junto con el va-


lenciano Luis Mañes, a magistrados de procedencia diversa,
algunos de los cuales pasaron muy rápidamente por el tribu-
nal (nota 505).

La situación se complicó con la reposición de los jueces


afrancesados, por real orden de 19 de marzo de 1816. La in-
corporación de un oidor (Mahamud) y de tres alcaldes del cri-
men (Morales, Balsas y Fuster) creó cuestiones de prece-
dencia con los jueces más modernos y los que servían en co-
misión, todos los cuales procedían de los resistentes a Na-
poleón. Entonces se produjo un exceso de alcaldes del cri-
men (siete en vez de cuatro) y una falta de oidores en pro-
piedad, En 1817 el rey decidió reestructurar las salas,

mientras esté indecisa la suerte de los suspensos, pa-


ra poder llenar el número de oidores con los alcaldes
del crimen más antiguos.

De esta forma, el alcalde Morales fue «habilitado oidor por


falta de oidores» (nota 506).

Por fin, el 11 de septiembre de 1817 se produjo la jubilación


forzosa de los diputados liberales. Para cubrir las plazas de
oidor fueron propuestos los interinos Borrull y Cartagena,
«los dos ministros suplentes que se hallaban en comisión», y

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

los dos alcaldes del crimen más antiguos. Pero como estos
eran los alcaldes del crimen Morales y Fuster, antiguos afran-
cesados. fueron substituídos por dos magistrados proceden-
tes de otras Audiencias: el catalán Francisco Maciá Lleopart,
del Consejo de Navarra, y el navarro Miguel Modet, de la Au-
diencia de Méjico (nota 507). Ambos permanecieron poco
tiempo, puesto que fueron ascendidos a regentes de las Au-
diencias de Canarias y Mallorca respectivamente. Modet vol-
vió pronto a Valencia como regente del tribunal. Como fiscal
fue nombrado el catedrático jubilado de Salamanca, José
Ayuso y Navarro (nota 508).

A causa de estos rápidos ascensos, la plantilla del tribunal no


alcanzó cierta estabilidad hasta 1819. Entonces ascendieron
a oidores, en lugar de Modet y Maciá, el alcalde del crimen
Vicente Borja y el fiscal Dalmacio Alpuente. Se incorporó un
nuevo fiscal, Fermín Gil de Linares, que procedía del Conse-
jo de Navarra (nota 509). Los tres alcaldes del crimen afran-
cesados fueron destinados a la Audiencia de Extremadura,
aunque dos de ellos prefirieron jubilarse. Luis Mañes obtuvo
en propiedad la plaza que ocupaba desde hacía cuatro años.
Dos de sus compañeros fueron trasladados a la Audiencia de
Galicia y se incorporaron otros tres magistrados, procedentes
de otras tantas Audiencias. Aun así no fue fácil encontrar un

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IV. Jueces en tiempos difíciles

equilibrio. En junio de 1819 Elío todavía informaba que ante


el retraso de algunos nuevos alcaldes en incorporarse, «tie-
nen que bajar los oidores al crimen» (nota 510).
El examen de las relaciones de méritos de los jueces nom-
brados durante el sexenio absolutista permite esbozar algu-
nas conclusiones. Cuatro de ellos eran catedráticos: Cartage-
na de la universidad de Valladolid, Ayuso de Salamanca, Gil
de Linares de Zaragoza y Arbizu de Oñate. Fernando José de
Toledo, nombrado alcalde del crimen el 1819, había sido co-
legial de San Bartolomé y Santiago de Granada. Su colega
Laureano José Donado era alcalde del crimen de la Audien-
cia de Sevilla desde 1815. La mayoría eran abogados y habí-
an ejercido cargos menores de la administración (nota 511).
Pero el factor más importante era la promoción por méritos de
guerra. Arbizu, que había servido como auditor del ejército de
Navarra, fue recomendado por Espoz y Mina. Elío recomendó
como alcalde del crimen a otro auditor de guerra, Martín de
Gastañaga (1815). Domingo Arias Cantalapiedra, abogado de
Valladolid, había servido durante la guerra como guardia de
corps. El catedrático Ayuso había sido vocal de la Junta pro-
vincial de armamento. Su colega Gil de Linares había sido el
1808 secretario del gobernador militar de Zaragoza, el 1809
auditor general del ejército de Aragón, luego asesor de artille-

ÍNDICE 223
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ría e intendencia. Fue nombrado juez honorario y después in-


terino de la Audiencia de Aragón (1812). Entró definitivamen-
te en la magistratura en la Audiencia de Extremadura (1813),
de donde pasó al Consejo de Navarra (1815) (nota 512).

También podemos considerar su ulterior trayectoria. Salvo


dos de ellos, mostraron una posición favorable al absolutis-
mo. El 1823 el regente Modet lamentaba que la actuación de
José de Cartagena, a la sazón en la Audiencia de Sevilla, ne-
cesitase purificación. En cuanto a Arbizu, que había llegado a
ser consejero de Indias, un informe realista le acusaba de
que durante el Trienio se hubiera presentado

no como enemigo del sistema constitucional, sino del


modo que se trataba al rey,

lo que le valió una segunda purificación. Los demás clama-


ban contra el liberalismo y se presentaban como defensores
de las «buenas ideas». Arias Cantalapiedra se describía a sí
mismo como «héroe de la causa del Altar y del Trono». Tadeo
Ignacio Gil y Vicente Borja formaban parte de la línea más
conservadora dentro del Consejo de Castilla en los últimos
años del reinado de Fernando VII (nota 513). El navarro Vi-
cente Borja, natural de Tudela, fue uno de los más fieles co-
laboradores de Elío, incluso más que Tadeo Ignacio Gil, el

ÍNDICE 224
IV. Jueces en tiempos difíciles

cual, como gobernador de la Sala del Crimen, chocaba con la


jurisdicción del tribunal de guerra, establecido por el capitán
general. En junio de 1819, Elío preveía la marcha de Borja, y
la necesidad de substituir al gobernador de la Sala del cri-
men. El general recomendó vivamente todas las pretensiones
de ascenso de Borja. Este por su parte se presentó poste-
riormente como

unido en todo con la persona del general Elío, mártir


de la lealtad y fiel imitador de sus máximas de gobier-
no (nota 514).

Elío confiaba también en el regente Modet, «el hombre más


laborioso que hay en la toga, y de carácter firme», También
utilizó los servicios del antiguo diputado conservador Som-
biela, el cual ejerció funciones de alcalde de cuartel y juez de
provincia, que eran propias de los alcaldes del crimen. Por es-
ta razón los liberales le atacaron como «agente oficioso de la
tiranía».

Esta Audiencia, formada mayoritariamente por jueces nom-


brados en torno a 1814, cuya carrera política se había inicia-
do con la guerra, y partidarios del absolutismo, tuvo que en-
frentarse en marzo de 1820 con la restauración del régimen
constitucional.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

7. Los jueces del Trienio

El restablecimiento de la Constitución fue seguida por la del


sistema judicial de 1812. Sucesivos reales decretos restaura-
ron el Tribunal Supremo, suprimieron la Sala de Alcaldes de
Casa y Corte, ordenaron que todas las Chancillerías y Au-
diencias se transformaran en constitucionales, y mandaron
que los jueces se abstuvieran de todo procedimiento guber-
nativo (nota 515).

Los jueces de la Audiencia juraron la Constitución el 11 de


marzo. Más adelante las Cortes declararon a todos los ma-
gistrados interinos, hasta que el gobierno volviera a nombrar-
los mediante los procedimientos legales establecidos; una
medida que ya se había tomado en 1812. Además, la Au-
diencia valenciana tuvo que ceder su sede a la Diputación y
trasladarse al edificio del Seminario (nota 516).

Más allá de los importantes cambios institucionales, la Au-


diencia experimentó profundas transformaciones en cuanto al
personal. Estos cambios se concretaron en tres niveles: a)
cese de los magistrados considerados absolutistas, b) retor-
no de los magistrados liberales que habían sido cesados, y c)
nuevos nombramientos, que se produjeron en diversas eta-
pas.

ÍNDICE 226
IV. Jueces en tiempos difíciles

La separación de los miembros de la Audiencia que se habí-


an destacado por sus posiciones pro-absolutistas fue una de
las reivindicaciones populares desde marzo de 1820. Se ata-
có especialmente a los jueces de la Sala del crimen. El re-
gente Modet obtuvo licencia para dejar el cargo. El 17 de mar-
zo el Ayuntamiento constitucional pidió la destitución y encar-
celamiento de Tadeo Ignacio Gil, así como el cese de los oi-
dores Borrull y Alpuente, y del alcalde del crimen Mañes. Es-
te último, junto con Borja y Toledo, fueron suspendidos en sus
cargos, «a petición del pueblo, y a fin de restablecer la tran-
quilidad». Según Modet, a Toledo le suspendió el Ayunta-
miento el mismo día en que se publicó la Constitución, aun-
que fue restablecido más tarde. A Tadeo Gil, «la confusa tur-
ba de la íntima plebe» le obligó a dejar su casa. Borja per-
maneció con Elío hasta el momento de su detención, y luego
consiguió volver a su Tudela natal. Según un informe poste-
rior, Borrull se vio «perseguido desde el instante en que se
proclamó la Constitución», privado de su cargo e insultado
(nota 517).

Esta primera depuración no fue definitiva. En noviembre de


1820 un movimiento popular exigió la destitución de la prácti-
ca totalidad de los jueces, por sus simpatías hacia el absolu-
tismo:

ÍNDICE 227
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

desafectos al sistema constitucional y que contra ellos


se dirigía el odio público, y que han servido a gusto del
general Elío.
Las propuestas más extremas sólo exceptuaban al septuage-
nario Francisco Sala Berenguer, uno de los jueces liberales
jubilados en 1817 y repuesto en el mismo 1820. El Ayunta-
miento defendió a Francisco Gutiérrez Sosa (con el mismo
«curriculum» que Berenguer) y Pedro Ruiz Prado, que había
sido elegido diputado a Cortes. También propuso que se rein-
corporaran los jubilados Vicente Fuster y Lisa de las Balsas.
El Jefe Político mantuvo a Gutiérrez Sosa y a Ruiz Prado, pe-
ro destituyó al oidor decano Mahamud, a sus colegas Carta-
gena, Alpuente, Lapuerta, y al fiscal Gil de Linares. Gutiérrez
Sosa salió en defensa de sus compañeros, recordando los ar-
tículos de la Constitución que hacían referencia a la inamovi-
lidad de los jueces. Pasado el tumulto, el 24 del mismo mes
todos los magistrados pudieron volver a ocupar sus puestos
(nota 518).
Los magistrados que consiguieron superar la crisis de no-
viembre de 1820 continuaron mostrando proclividades realis-
tas. El abogado absolutista Sombiela, defensor de Elío, atri-
buía su libertad a la «firmeza y rectitud» de los jueces Gutié-
rrez Sosa, Lapuerta y Toledo. A todos ellos calificaba de

ÍNDICE 228
IV. Jueces en tiempos difíciles

ministros rígidos e inflexibles que acreditaron en ca-


rácter más decidido y constante en la recta adminis-
tración de la justicia, dignos de las más justas alaban-
zas y del mayor aprecio por el heroísmo que los dis-
tinguió en medio de tantas turbulencias y conmocio-
nes.
También el regente Modet alababa en 1823 la conducta de
Pedro Lapuerta y de José de Toledo, «los cuales sirvieron
constantemente para consuelo de los buenos». Lapuerta
«sostuvo con el mayor tesón al señor Elío», e incluso intentó
levantar una partida realista. Los fiscales del tribunal intenta-
ron demostrar posteriormente que habían favorecido al gene-
ral. El fiscal civil Ayuso decía que «procuró que la causa se
llevara con imparcialidad». Su colega criminal, el restablecido
Sáenz de Vizmanos, alegó que los exaltados lo habían ata-
cado por su actuación moderada en el proceso (nota 519).
El segundo factor a tener en cuenta fue el retorno de los ma-
gistrados que habían sido apartados en 1817 por presuntas
simpatías constitucionales. Ya nos hemos referido a tres de
ellos: Gutiérrez Sosa, Sala Berenguer y Saenz de Vizmanos.
Este era el que había salido peor parado, ya que se le había
jubilado sólo con un tercio del sueldo, en vez de los dos ter-
cios. A pesar de sus antecedentes, Gutiérrez Sosa formaba

ÍNDICE 229
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

bloque con los magistrados absolutistas. No mostró ningún


interés por reincorporarse al tribunal y solicitó tres meses de
licencia, que le fueron denegados «por haber falta de minis-
tros en aquella Audiencia». También fue readmitido en 1821
el antiguo alcalde del crimen Vicente Fuster, que se había ju-
bilado en 1819 (nota 520).
Durante el Trienio encontramos a antiguos miembros de la
Audiencia en plazas de la judicatura o del mundo político. En
1821 eran diputados Juan Romero Alpuente por Aragón, Jo-
sé Manescau por Granada y Ramón Giraldo por La Mancha.
Eran jueces del Tribunal Supremo el mismo Giraldo y José
Navarro Vidal. En la Audiencia de Madrid o de Castilla la
Nueva, ostentaba la regencia José Navia Bolaños, y entre
sus integrantes se encontraban cinco antiguos magistrados
de Valencia: Villafañe, Lorenzo Villanueva, Francisco Cándido
de Paz, Juan Andrés de Segovia y Maciá Lleopart. Vicente
Cano Manuel fue ministro de justicia en 1821 (nota 521).
Un tercer factor consistió en la incorporación de nuevos jue-
ces al tribunal. A lo largo de 1821 fueron nombrados el re-
gente, tres jueces y un fiscal. El gran cambio de funcionarios,
sin embargo, se produjo en 1822. El 29 de junio las Cortes
autorizaron al gobierno a efectuar cambios de magistrados.
Treinta y dos de ellos fueron transferidos a otros destinos. De

ÍNDICE 230
IV. Jueces en tiempos difíciles

Valencia fueron separados cuatro jueces procedentes de la


etapa absolutista (Lapuerta, Cartagena, Toledo y Ayuso) y
tres del mismo Trienio (Gutiérrez Sosa, José Sanz López y
Jacobo Mª. Pizarrro). La noticia mereció un comentario hu-
morístico en el Diario de Valencia.

En Cartagena y Toledo ha habido grandes mudanzas.


Ay uso desde entonces de no darse el pésame. Nada
a la puerta se comunica... parece una costumbre so-
sa, pero ello es positivo: las pizarras han bajado de
precio.

El cambio estuvo acompañado de la deportación de magis-


trados cesantes. Borrull fue destinado a San Sebastián, Luis
Mañes a Santander. El decano Mahamud, que había solicita-
do la jubilación el 1821, consiguió eludir el traslado a Aragón.
Estas modificaciones coincidieron con la definitiva dimisión
del oidor valenciano Talens, el cual prácticamente no forma-
ba parte de la Audiencia desde 1820 (nota 522).

Los sustitutos de los trasladados respondían a diversas


orientaciones. Algunos eran precisamente magistrados poco
afectos a la situación, a los que se cambiaba de destino (Es-
teban de Asta, José Mª Puig de Samper). Sólo dos eran in-
equívocamente liberales.

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Los nuevos jueces del Trienio eran mayoritariamente aboga-


dos. Sólo el aragonés Luis Mª Cistué, barón de la Menglana,
pertenecía a la nobleza titulada (nota 523). Había algún cate-
drático y algún colegial menor de Granada. Pero una vez más
predominaban los méritos de guerra. El regente José Mª de
Busto había formado parte en 1808 de la Junta de Asturias,
había sido auditor general y había obtenido la distinción de
«benemérito por la patria». Estos servicios le valieron en
1813 la plaza de fiscal. El aragonés Esteban de Asta había
participado en la defensa de Zaragoza y habia sido fiscal mi-
litar de Aragón antes de obtener en 1810 la plaza de fiscal del
crimen en la Audiencia «nuevamente organizada» (nota 524).
Cristóbal Mª Falcón formó parte de la Junta de Vigo y fue fis-
cal del juzgado de guerra. El barón de la Menglana luchó en
Zaragoza como ayudante de Palafox y participó en numero-
sas acciones de guerra. El asturiano Alvárez Cilleruelo dejó la
cátedra para luchar contra los franceses. Menos clara era la
situación de Simón de la Plaza, que alegaba méritos de es-
pionaje contra los franceses. Sólo uno, Jacobo Mª Pizarro, ha-
bía servido a la administración afrancesada como juez muni-
cipal (nota 525).

Cinco de estos jueces habían servido a la administración ab-


solutista. Busto y Asta lo habían hecho como magistrados de

ÍNDICE 232
IV. Jueces en tiempos difíciles

Audiencia, otros como alcaldes mayores, asesores y cargos


menores. Sólo cuatro de ellos fueron claramente liberales.
Busto fue en 1820 miembro de la Junta de Galicia y Cristóbal
Falcón de la de Vigo. Pedro Alvárez Cilleruelo había manda-
do en Oviedo el batallón universitario. El y Falcón tuvieron
que exiliarse en 1823. El cuarto fue precisamente el barón de
la Menglana (nota 526).
El resto de casos fueron muy dudosos o francamente negati-
vos. En 1823 procuraron dejar el tribunal con excusas. El de-
cano Asta hizo una buena carrera en los años siguientes,
hasta llegar en 1828 al Consejo de Castilla. Dos personajes
presentan perfiles turbios: los ya citados Plaza y Pizarro. Los
dos se presentaron posteriormente como realistas. Sin per-
juicio de ello, Pizarro fue elegido procurador a Cortes en 1834
y militó entre los exaltados (nota 527).
Cuando se produjo la invasión de los Cien Mil Hijos de San
Luis, la Audiencia estaba integrada por una docena de ma-
gistrados, casi todos de nombramiento muy reciente. Unos
eran fervientes liberales: otros, criptorealistas; otros, franca-
mente oportunistas. Ante el avance francés la Audiencia si-
guió un camino parecido al que tuvo que emprender el 1811:
de Valencia a Játiva y de allí a Alicante, donde chocó con el
gobernador de la plaza. Las deserciones minaron la plantilla

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

del tribunal. Sólo quedaban cuatro magistrados cuando se


conoció la rendición de Cádiz. Llegó entonces para unos la
hora del exilio, para todos la pérdida del cargo, para algunos
la esperanza de purificación, que en general no comenzó a
conseguirse hasta 1832 (nota 528).

8. La Audiencia realista

Mientras agonizaba la Audiencia constitucional, los realistas


organizaban un tribunal paralelo, integrado fundamentalmen-
te por defensores del Altar y del Trono. La irrupción de un nue-
vo grupo humano, junto con las pretensiones de que todo vol-
viera al 7 de marzo de 1820, incluyendo a los magistrados
trasladados, hizo muy inestable la reconstrucción de la Real
Audiencia.

Conocemos las viscisitudes de la Junta realista de Valencia


gracias a la colección documental de sus textos que reunió
Francisco Javier Borrull (nota 529). La Junta decidió restable-
cer la Audiencia el 2 de mayo de 1823. Era muy difícil resta-
blecer la situación de 1820, puesto que los antiguos magis-
trados habían sido depuestos o trasladados. No estaban en
Valencia ni Modet, ni Tadeo Gil, ni Borja, ni Borrull. Mahamud
era una vez más decano y vice-regente del tribunal, después
de haber formado parte de la Junta gubernativa realista.

ÍNDICE 234
IV. Jueces en tiempos difíciles

Las diferentes autoridades que gobernaban en nombre de


Fernando VII aplicaron retoques a la composición del tribunal.
El 19 de junio el comandante en jefe realista envió a Maha-
mud la

planta del tribunal... en la que se encuentran nombra-


dos interinamente para servir las plazas vacantes y
suplir las ausencias... letrados de relevantes prendas.

La Audiencia de 1823 era una mezcla de los jueces de 1820


con militantes realistas, hombres cuyo mérito esencial eran
las «persecuciones que han sufrido de la facción revolucio-
naria». El 21 de junio se reunieron siete personas, de las cua-
les sólo Mahamud pertenecía a la magistratura anterior a
1820. Otra autoridad realista, el comisionado regio Luis Mª
Andreani, consideró que la Junta de Valencia había actuado
con precipitación, sobre todo en el nombramiento de interi-
nos, a los que Andreani substituyó por alcaldes del crimen.
Terció a principios de agosto el general Felipe Saint March, el
cual quiso introducir nuevos nombramientos contra la volun-
tad del regente.

Modet, convertido ahora en comisario regio, realizó una serie


de informes y propuestas sobre la reorganización del tribunal.
El 12 de agosto exponía que la Audiencia estaba «exhausta

ÍNDICE 235
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

enteramente de ministros» y que era preciso cubrir, sobre to-


do, las plazas de la Sala del crimen. Al mismo tiempo realizó
un detallado análisis de la conducta que habían seguido du-
rante el Trienio los magistrados de 1820. Sólo confiaba en
tres individuos, los tres de edad avanzada: Mahamud, Borrull
y Mañes. En consecuencia realizó una serie de propuestas
de nombramientos, que continuó matizando en informes pos-
teriores (nota 530).

En la Sala del crimen, el juez interino Vicente Puig había asu-


mido todos los negocios de «provincia», mientras otros tres
abogados realistas se encargaban de los negocios de «cuar-
tel». Sin embargo, Modet consideraba que

estos juzgados no se sirven tan bien por interinos co-


mo por alcaldes del crimen propietarios.

El anciano Mañes, por su avanzada edad y estado físico no


podía acudir a sus obligaciones.

Modet culminó su carrera en el Consejo de Castilla, donde


encontró a dos de sus subordinados de 1819: Tadeo Gil y Vi-
cente Borja. Los tres formaban parte del núcleo «ultra» de la
institución. Gil fue, además, corregidor de Madrid (1827) y
superintendente general de policía, hasta 1830 (nota 531).

ÍNDICE 236
IV. Jueces en tiempos difíciles

Entre los jueces que mantuvieron su plaza en el tribunal se


encontraban el incombustible, pero ya anciano, Manuel Ma-
hamud, el cual, según Modet, «mantiene su carácter firme y
enérgico, aunque viejo» (murió en 1825); Borrull, la persona-
lidad más fuerte del período; y el achacoso Mañes. Se rein-
corporaron los jueces Cartagena y Toledo y se mantuvo uno
de los magistrados trasladados por las Cortes. Se trataba de
José Mª Puig de Samper, hijo del consejero de Castilla del
mismo nombre; ascendido a oidor (1824), acumuló asesorías
y jurisdicciones especiales (nota 532).

Del conjunto de personajes realistas que en 1823 fueron


nombrados interinamente podemos distinguir tres grupos: 1)
los que nunca obtuvieron una plaza en propiedad, 2) los que
la obtuvieron fuera de Valencia, 3) los que la obtuvieron en
Valencia.

En el primer grupo figuraban el abogado Pablo Font, en opi-


nión de Modet, «el más antiguo de los abogados», y Vicente
Climent, el yerno de Sombiela, con el que había colaborado
en la defensa de Elío.

Dos militantes realistas debieron a la lucha civil su ingreso en


la magistratura. Vicente Puig de Samper, primo del ya citado,
había sido, según Modet, afrancesado. En 1820 ejercía la

ÍNDICE 237
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

asesoría del juzgado de ingenieros. Fue alcalde del crimen in-


terino (1823-1824), asesor de la comisión ejecutiva militar y
auditor de guerra (1825). Más adelante fue magistrado de la
Audiencia de Galicia (1827) y de la Chancillería de Valladolid
(1829) (nota 533).

Pedro Burgos de Vallábriga era un abogado que ejercía como


fiscal del cuerpo de artillería. En 1822 participó en un alza-
miento realista. En 1823 fue vocal de la Junta de Seguridad pú-
blica, oidor interino, y asesor de la Intendencia. Finalmente ob-
tuvo plaza en la Audiencia de Mallorca (1825-1829) (nota 534).

De los tres realistas que encontraron plaza en Valencia el


más importante fue sin duda Sombiela, el defensor de Elío. El
rey recomendó personalmente su nombramiento como alcal-
de del crimen (1824). En 1825 sucedió como oidor al falleci-
do Mahamud, pero murió al año siguiente.

Rafael Salvador Mª Calabuig (nacido en 1780) era un aboga-


do natural de Ayelo, que había luchado contra los franceses,
y había sido alcalde mayor de 1814 a 1820. En 1823 fue fis-
cal del tribunal de seguridad pública, y de 1824 a 1834 fiscal
de la Audiencia.

El tercer magistrado era Antonio Aznar, un joven abogado


que se había unido al jefe realista Sempere. En la primera Au-

ÍNDICE 238
IV. Jueces en tiempos difíciles

diencia realista había ocupado interinamente la plaza de Bo-


rrull, hasta la llegada de éste. Fue nombrado alcalde del cri-
men (1824) y oidor (1827). En 1833 se le trasladó a Aragón,
por creer que estaba organizando una Junta carlista en Va-
lencia. Jubilado en 1834, fue el único de todos los magistra-
dos del período que se unió abiertamente a don Carlos, lle-
gando a ser decano del tribunal superior carlista (nota 535).

El tribunal tardó un año aproximadamente en alcanzar una


cierta estabilidad. El 1 de mayo de 1824 todavía contaba con
seis vacantes, cubiertas por interinos. El 29 de mayo fueron
nombrados oidores los tres alcaldes del crimen más antiguos
(Mañes, Toledo y Puig de Samper), más dos magistrados pro-
cedentes de otros tribunales (Sirera y Cabrera). A partir de
este momento la plantilla del tribunal ofreció una gran estabi-
lidad. Se incorporó un número relativamente reducido de jue-
ces, sea a través de las plazas de alcaldes del crimen, sea di-
rectamente como oidores.

De los tres regentes de la Audiencia, dos habían iniciado su


carrera con Carlos IV: Gonzalo Heredia y Teótimo Escudero.
El tercero, el leonés Nicolás Gómez Villaboa (1828-1835), ha-
bía sido alcalde mayor durante el sexenio, y durante el Trienio
había sido magistrado y diputado (nota 536).

ÍNDICE 239
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

La personalidad más fuerte de esta etapa fue el anciano


Francisco Javier Borrull, el cual alcanzó la cima de su carre-
ra judicial con los cargos de gobernador de la Sala del cri-
men, oidor decano y viceregente. Además fue juez protector
de la Casa Galera y de la Acequia de Murviedro. Escribió un
discurso de exaltación de la propia Audiencia, así como una
serie de obras que culminaron su ya larga trayectoria intelec-
tual. Era miembro honorario de la Academia de Bellas Artes
de San Fernando, de la de San Carlos de Valencia y de la So-
ciedad Económica de Amigos del País (nota 537).

Junto a Borrull, había otros valencianos en la Audiencia. Vi-


cente Tormo y Pont (Albaida, 1769) había seguido la carrera
de «varas», tanto en el País Valenciano (Onteniente, 1795),
como en Andalucía. De 1814 a 1820 había sido alcalde ma-
yor de Málaga. Reemprendió su carrera en 1823. En 1826
sucedió como oidor de Valencia a Sombiela y murió en 1828
(nota 538).

Completa el grupo valenciano José Ramón Sirera, nacido en


Novelda, y alcalde del crimen de la Audiencia de Aragón des-
de 1816. Fue trasladado por los liberales «por sus opiniones
contrarias a la Constitución». En 1824 fue auditor de guerra y
asesor del capitán general de Aragón. El mismo año fue tras-

ÍNDICE 240
IV. Jueces en tiempos difíciles

ladado a Valencia, pero tuvo que ser jubilado por enfermedad


mental (1829) (nota 539).

El sucesor de Sirera fue el abogado y militar aragonés Salva-


dor Miralles Cabrera (Fraga, 1782), capitán de infantería retira-
do y fiscal de la comisión militar de Zaragoza. Desde 1826 era
alcalde del crimen de la Chancillería de Valladolid (nota 540).

La Audiencia de Valencia contó durante este período con dos


magistrados catalanes. Uno de ellos, Francisco de Berga
Llaudes fue alcalde del crimen (1825) y oidor (1833). Su co-
lega, Juan Bastús y Faya, natural de Tremp, había sido ma-
gistrado en la convulsa Hispanoamérica de la Emancipación
(1812-1824) y en la Audiencia de Cataluña (1824-1828). Es-
taba jubilado cuando se incorporó en 1830 al tribunal de Va-
lencia. Otro juez procedía de la América española. Se trataba
de un verdadero criollo del virreinato de Nueva Granada, Jo-
sé Cabrera Mosquera (1824-1827). Como sucesor de Tormo,
fue nombrado directamente oidor Miguel Moreno, de la Chan-
cillería de Granada; en 1834 pasó a la Audiencia de Madrid
(nota 541).

La Sala del crimen de la Audiencia ofrece durante la década


apostólica unas características de estabilidad de los jueces,
regularidad en los ascensos e importancia de su labor repre-

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Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

siva. Durante los años iniciales (1824-1826) ocupó el cargo


de gobernador el anciano Luis Mañes. La plantilla del tribunal
fue renovada entre 1824 y 1827. En la primera de estas fe-
chas, cuando los tres alcaldes del crimen más antiguos fue-
ron ascendidos a oidores, los sucedieron el realista Aznar y
dos nuevos personajes: José Mª Fernández Company y Ra-
món Vicente Ezpeleta. El primero, nacido en 1781, hijo de un
alcalde mayor, había sido colegial en Granada, y en 1807 ha-
bía sido aprobado como abogado por la Audiencia de Valen-
cia; su carrera esta protegida por su hermano, oficial de la se-
cretaría de Gracia y Justicia (nota 542). Ezpeleta era un ara-
gonés nacido en 1784, al que Modet había nombrado alcalde
mayor de Zaragoza. En 1825 fue nombrado alcalde del cri-
men de Valencia y en 1827 sucedió a Cabrera Mosquera co-
mo oidor; desde esta fecha hasta 1830, en que ascendió a al-
calde de corte, presidió la Sala del crimen.

Esta institución contaba desde 1825 con dos nuevos alcal-


des: el catalán Berga y el palentino Mariano Herrero Ceruelo,
nacido en 1796. La plantilla de la Sala quedó completa en
1827 con el nombramiento de Mariano Antonio Collado y de
Felipe Urbina Daoiz. El primero (Lorca, 1796) era hijo de ma-
gistrado. Se había graduado en Valencia (1816). Había obte-
nido el 1 de marzo de 1820 un nombramiento de alcalde del

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IV. Jueces en tiempos difíciles

crimen, que, lógicamente quedó sin efecto. El 1821 fue en-


viado a la Audiencia de Asturias, el 1823 fue purificado y el
1824 ejerció como intendente de policía en Oviedo (1824).
Sirvió en Valencia de 1827 a 1834 (nota 543).

Felipe Urbina (Madrid 1797) era hijo de Cayetano de Urbina,


que había sido intendente de Valencia (1801-1807). Había
estudiado en los colegios de San Bartolomé y Santiago de
Granada. En Valencia ejerció también como asesor de la co-
misión militar (nota 544).

Algunos de los alcaldes del crimen ejercieron también el car-


go de subdelegado de policía: Ezpeleta (1828) y Herrero
(1834).

Los fiscales no cambiaron mucho a lo largo de la década. En


1825 fueron nombrados Francisco Redondo y Salvador Cala-
buig. Redondo había sido antes de 1808 director del Semina-
rio de Nobles. Había ingresado en la magistratura en 1812.
Culminó su carera como fiscal del Consejo de Castilla en
1832 (nota 545).

Entre los magistrados de la década seguía contando la gue-


rra de Independencia. Salvador Miralles había dejado las au-
las por la milicia. Se había alistado en 1808 como soldado
distinguido y se había encontrado en los sitios de Zaragoza.

ÍNDICE 243
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Joaquín Mª Tafalla, nombrado oidor en 1832, había sido au-


ditor de guerra en Navarra y la Rioja. Siete de ellos ya perte-
necían a la magistratura. Siete ingresaron como alcaldes del
crimen y seis como oidores.

Tenemos algunas descripciones de la actuación anti-liberal


de algunos alcaldes del crimen. Informes posteriores califica-
ban a Mariano Herrero de «absolutista decidido» y decían de
él que «hizo en esta ciudad odiosa su memoria». En 1836 fue
dejado cesante en Valladolid. Sin embargo, sus colegas Co-
llado y Urbina lograron prosperar en la magistratura isabelina.
El primero, aunque «agraciado por Calomarde»,decía haber
sido «circunspecto con los reos liberales». Felipe Urbina era,
según la Diputación liberal de Valencia, «notoriamente des-
afecto». En 1833 se opuso a incluir en la amnistía los jueces
de Elío y se manifestó hostil a los Voluntarios urbanos. Pero
la destrucción de las causas de la Sala del crimen, por real
orden de 4 de mayo de 1836, borró sus actuaciones. Se jubi-
ló como juez del Tribunal Supremo en 1867 (nota 546).

9. El fin del Antiguo Régimen

A través de las biografías de estos personajes hemos llega-


do al fin de la Audiencia absolutista. Los cambios institucio-
nales se produjeron a partir del año 1834, precisamente du-

ÍNDICE 244
IV. Jueces en tiempos difíciles

rante el ministerio del valenciano Nicolás María Garelli en


Gracia y Justicia. En 1834 se restableció la red de Audiencias
constitucionales. Pero no fueron sólo modificaciones institu-
cionales. Al mismo tiempo se producía un importante cambio
de personal. Hubo traslados, jubilaciones espontáneas y
otras forzadas. Borrull se jubiló en 1834, a los 89 años! La
mayor de los jueces que formaban el tribunal en 1832 fueron
trasladados o cesados en los tres años siguientes. El 1834
fue jubilado el fiscal Calabuig, y en 1835 el oidor Puig de
Samper, privado de la protección de su padre, fue separado
del cargo, acusado de corrupción.
La presión popular contra los jueces de tiempos de Calomar-
de fue especialmente intensa en 1835. En mayo de aquel
año, el capitán general dispuso el cese y traslado a Murcia
del oidor Tafalla, calificado por la opinión pública de «des-
afecto». El jefe militar añadía que lo mismo podría haberse
hecho con otros magistrados, pero que por «la deferencia
que se merece la Real Audiencia», se había limitado a lo in-
dispensable, esperando que la medida sirviera de «saludable
aviso».
La remoción de un juez no satisfizo a los descontentos. En
agosto, la Milicia Urbana exigió la destitución del oidor Berga
y del regente Gómez Villaboa, a quien sirvieron de poco en

ÍNDICE 245
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

esta ocasión sus discursos de adhesión a Isabel II. Por últi-


mo, en octubre le llegó el turno a Bastús y Faya, a pesar de
que este atribuía a sus inclinaciones liberales su separación
de la Audiencia de Cataluña en 1828 y afirmaba que como
gobernador de la Sala del crimen (1832-1834) había tomado
medidas eficaces contra los carlistas. A pesar de que el capi-
tán general le consideraba «adicto a la causa de la reina y de
la libertad legal», también perdió el cargo. En aquel momen-
to no quedaba en la Audiencia ninguno de los magistrados
que habían ejercido el cargo durante la década «ominosa»
(nota 547).
Al mismo tiempo se producía el retorno de algunos liberales.
De 1835 a 1842 ejerció la regencia del tribunal el valenciano
Vicente Fuster. El mismo fenómeno se producía en el con-
junto de la magistratura: la retirada de los jueces comprome-
tidos en las últimas etapas del absolutismo y el regreso de los
que habían aceptado el régimen constitucional. Podemos ver-
lo en los que habían pertenecido a la Audiencia de Valencia.
En el Consejo de Castilla, la crisis de la Granja (1832) había
producido la caída de los absolutistas Gil y Borja, que se ha-
bían mostrado partidarios de don Carlos. En aquellos mo-
mentos llegó a la cumbre de su carrera el valenciano José Mª
Puig de Samper, decano del Consejo, que se opuso a la so-

ÍNDICE 246
IV. Jueces en tiempos difíciles

lución carlista. Donoso Cortés lo describió como «la persona


más condecorada de la magistratura». El marqués de Mira-
flores lo presentó como

un digno magistrado, encanecido bajo la toga en todos


los grados de la magistratura por espacio de 40 años.

Más incisivo, Javier de Burgos observó que su «fibra, en otro


tiempo enérgica», fruto de «largos hábitos de mando», se ha-
bía aflojado.

A lo largo de los años 1834-1836, diversos antiguos magis-


trados de la Audiencia valenciana recibieron la jubilación o el
cese. Por ejemplo, Aznar y Toledo en Aragón, Ezpeleta en
Madrid, Vicente Borja y Teótimo Escudero en el Consejo real.
Cuando se produjo el triunfo progresista en 1836, los anti-
guos consejeros de Castilla Tadeo Ignacio Gil y Esteban de
Asta huyeron al extranjero. Otros magistrados, como Herrero
y Urbina fueron depuestos por las Juntas locales (nota 548).

Por otra parte se producía el retorno de los liberales. Duran-


te la década, algunos habían intentado recuperar sus plazas
o por lo menos mejorar su condición, sin conseguirlo. De Ra-
món Giraldo, el Consejo de Castilla reconoció que, a pesar de
ser liberal, sus ideas eran «bastante racionales». En 1830 se
le reconoció la mitad de sueldo. Aquel mismo año, López de

ÍNDICE 247
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Cózar, que había perdido su plaza de oidor de Granada en


1823, fue nombrado para la Audiencia de Extremadura. El an-
tiguo fiscal Gil de Linares, que había sido declarado impurifi-
cado en 1824, fue readmitido en la magistratura en 1830, gra-
cias a los informes favorables de la propia Audiencia valen-
ciana. Manescau, regente de la Audiencia de Sevilla, había
sido exonerado en 1824 con un tercio de su sueldo. En 1833
fue readmitido en la magistratura (nota 549).

El proceso se aceleró en 1834 y sobre todo de 1835 con la re-


habilitación de los jueces nombrados durante el Trienio: Busto,
Pizarro, etc. En 1836, mientras el antiguo regente Vicente Ca-
no Manuel llegaba a la presidencia del Tribunal Supremo, eran
cesados jueces «moderados», como López de Cózar. Con el
triunfo progresista de 1840 fue cesado de nuevo, como sus
antiguos colegas Manescau y Galdeano (nota 550). Sin em-
bargo, este, como senador por Navarra, intervino en la elabo-
ración de la Ley Paccionada de 1841 (nota 551). En 1843 fue-
ron depuestos jueces vinculados a la situación «progresista»,
como Fuster y Giraldo, mientras volvían Manescau y Galdea-
no, que culminaron su carrera durante la década moderada. A
través de tales viscisitudes, los antiguos jueces nombrados
por Carlos IV se habían integrado en la magistratura constitu-
cional (nota 552).

ÍNDICE 248
Notas

1 Pere MOLAS RIBALTA, «Las Audiencias borbónicas de la Coro-


na de Aragón», Estudis, num. 5, Valencia 1976, en especial, p. 60-
68. Publicado en Historia social de la administración española. Es-
tudios sobre los siglos XVII y XVIII. Barcelona, 1980, pp. 9-18. Tam-
bién «Historia social de la administración. Balance y perspectivas
para el siglo XVIII español», en Cuadernos de Investigación Histó-
rica, nº. 6, Madrid 1982, pp. 151-169.

2 Lawrence STONE, The Past and the Present, 1981, Traducción


castellana 1986.

3 Pere MOLAS RIBALTA, «L’etude sociale des Audiencias dans


l’Espagne moderne. Valence au XVIII siècle», en Prosopographie et
Histoire de l’Etat, Paris 1986, pp. 143-157. «La prosopographie
dans l’Espagne moderne», en L’Etat moderne et les élites. Apports
et limites de la mèthode prosopographique. Paris 1996, pp. 39-46.

4 Wolfgang REINHARDT, ed. Power elites and agents of the State,


Oxford, Clarendon Press, 1996.

5 Pere MOLAS RIBALTA, «Consejos y Audiencias» en Informe so-


bre Historia de la administración en la España moderna, Studia His-

ÍNDICE 249
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

torica, Historia Moderna, nº. 15, Salamanca 1996, pp. 9-21. «Elites
y poder en la administración española del Antiguo Régimen», en
José Mª. IMIZCOZ BEUNZA (director), Elites, poder y red social.
Las elites del País Vasco y Navarra en la Edad Moderna, Vitoria
1996, pp. 51-64.

6 Juan Luis CASTELLANO, editor, Sociedad, administración y po-


der en la España del Antiguo Régimen. Hacia una nueva Historia
institucional, Granada 1996, 396 p.

7 Una visión reciente es la de José Luis de las HERAS, «La orga-


nización de la justicia real ordinaria en la Corona de Castilla duran-
te la Edad moderna», Estudis, nº. 22 (1996), p. 105-139.

8 Feliciano BARRIOS, El Consejo de Estado de la Monarquía es-


pañola (1521-1812), Madrid 1984. Ion ARRIETA, El Consejo Supre-
mo de la Corona de Aragón (1494-1707), Zaragoza 1994. Carlos
GARRIGA, La Audiencia y las Chancillerías castellanas (1371-
1525), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1994.

9 Vease los trabajos de María Soterraña MARTIN POSTIGO sobre


los diferentes grupos del tribunal: presidentes (1981), fiscales
(1988); y en colaboración con Cilia DOMINGUEZ sobre los alcaldes
de los hijosdalgo (1990), alcaldes del crimen (1993) y oidores
(1996). Para el siglo XVI tenemos las páginas clarificadoras de Ri-
chard L.KAGAN, Lawsuits and litigants in Castile, 1500-1700, tra-
ducción castellana 1991, pp. 171 y ss. Para la Chancillería del siglo
XVIII vease mi apunte sociológico en Cuadernos de Investigación
Histórica, nº. 3, Madrid 1979, pp. 231-257.

ÍNDICE 250
Notas

10 Pedro GAN GIMENEZ, La Real Chancillería de Granada (1505-


1834), Granada 1989.

11 Laura FERNANDEZ VEGA, La Real Audiencia de Galicia, órga-


no de gobierno en el Antiguo Régimen (1480-1834), 3 vols. Coruña,
1982. Pedro LOPEZ GOMEZ, La Real Audiencia de Galicia y el Ar-
chivo del Reino. 1996. 2 vols.

12 José Mª. SESE, El Consejo real de Navarra en el siglo XVIII,


Pamplona 1994.

13 Teresa CANET APARISI, La Audiencia valenciana en la época


foral moderna, Valencia 1986. La magistratura valenciana (siglos
XVI-XVII), Valencia 1990.

14 Artículos publicados en la revista Pedralbes, nos. 1, pp. 211-


252, y 2, pp. 177-209, y en Cuadernos de Investigación Histórica,
nº. 195-239. También en Historia social de la administración, cit. pp.
183-246.

15 Joan Lluis PALOS, «Autoridad real y mediación ministerial en la


Cataluña moderna (siglos XVI y XVII)», en Historia social, nº. 24
(1996), pp. 39-56. Miquel Angel MARTINEZ RODRIGUEZ, «Los
magistrados en la Cataluña del Antiguo Régimen. Estado actual de
la investigación», en la citada obra dirigida por J.L. CASTELLANO,
pp. 339-353.

16 Janine FAYARD, Les membres du Conseil de Castilla à l’epoque


moderne (1621-1746), Paris Genêve ,1979. Traducción castellana,
Siglo XXI, Madrid 1982.

ÍNDICE 251
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

17 Ricardo GOMEZ RIVERO, «Las competencias del ministerio de


Justicia en el Antiguo Régimen», Documentación Jurídica, XVII,
nos. 65-68, Madrid 1990.

18 J. MARTINEZ MILLAN, editor, La Corte de Felipe II, Madrid


1994.

19 Ernst SCHAFFER, El Real y Supremo Consejo de las Indias,


Sevilla 1935/1947, reedición 1975. Gildas BERNARD, Le Secreta-
riat d’Etat et le Conseil espagnol des Indes (1700-1808), Paris Ge-
nève 1972. Mark A. BURKHOLDER y D.S. CHANDLER, From im-
potence to authority. The spanish crown and the american Audien-
cias (1687-1807), Missouri, 1977 (traducción, Fondo de Cultura
Económica 1982). Biographical dictionary of the Audiencia Ministers
in the Americas, Westport 1982, Biographical Dictionary of the
councillors of the Indies, (1717-1808), Westport 1986.

20 Pere MOLAS RIBALTA, «Magistrados valencianos del siglo


XVIII», en Mayans y la Ilustración, Actas del Simposio celebrado en
1981, Valencia 1982, pp. 81-122. «Magistrados foráneos en la Va-
lencia borbónica», Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo
CXCII (1995), cuaderno II, pp. 265-332.

21 Pere MOLAS RIBALTA, «Los colegiales mayores en la Audien-


cia de Valencia (siglos XVII-XVIII)», Pedralbes. Revista d’Història
Moderna, nº. 1, Barcelona 1981, pp. 51-75. «Manteístas en Valen-
cia, 1700-1759», Revista de Historia Moderna, nos. 13-14, Alicante
(1995), pp. 31-49.

ÍNDICE 252
Notas

22 Pere MOLAS RIBALTA, «Los magistrados de Carlos III en Va-


lencia», Estudis, nº. 14, Valencia 1989, pp. 7-34. «El Real Acuerdo
de Valencia en el declive del Antiguo Régimen», en A. ALBEROLA
y otros, eds. La Ilustración española, Alicante 1986, pp. 385-402.

23 Pere MOLAS RIBALTA, «La Audiencia de Valencia de 1808 a


1814», Estudis, nº. 10, Valencia 1983, pp. 183-214. «L’Audiència de
València durant el regnat de Ferran VII», Afers, nº. 2, Valencia 1985,
pp. 309-340.

24 Pere MOLAS RIBALTA, «El factor familiar en la Audiencia bor-


bónica de Valencia», en Obradoiro de Historia Moderna, nº.2, San-
tiago de Compostela (1993), pp. 107-126. «Muerte y salud en el Re-
al Acuerdo», Estudis, nº. 21, Valencia 1995, pp. 223-234.

25 Pere MOLAS RIBALTA, «Els magistrats de l’Audiència, de Fe-


rran II a Ferran VII», a Dels Furs a l’Estatut, Actes del I Congrés de
l’Administració valenciana, València 1992, pp. 623-634.

26 Gregorio MAYANS y SISCAR, Epistolario. XI y XIII. Mayans y Jo-


ver. Un magistrado regalista en el reinado de Felipe V. Estudio pre-
liminar, transcripción y notas por Pere MOLAS RIBALTA, Valencia,
1991 y 1995.

27 Pere MOLAS RIBALTA, «Los magistrados de Carlos III», en


Carlos III, dos siglos después, IV Encuentros de la Universidad. Cá-
diz 1993, I, pp. 179-199. «Los magistrados de la Ilustración», en Es-
tudios dieciochistas en homenaje al profesor José Miguel Caso,
Oviedo 1995, pp. 163-180.

ÍNDICE 253
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

28 «Los fiscales de la Cámara de Castilla», Cuadernos de Historia


Moderna, nº. 14, Universidad Complutense, Madrid 1993, pp. 11-28.

29 Vease los extractos de caballeros de Ordenes militares y de la


de Carlos III publicadas por Vicente CADENAS VICENT, a partir de
1977.

30 Por ejemplo, la relación de colegiales mayores de Alcalá, publi-


cada por GONZALEZ TORRECILLA (1992).

31 Jorge Antonio CATALA y SANZ, Rentas y patrimonios de la no-


bleza valenciana en el siglo XVIII, Siglo XXI, Madrid 1995. Pere MO-
LAS RIBALTA, «Títulos de hidalguía en el Setecientos valenciano»,
en Hidalgos et hidalguía dans l’Espagne des XVI-XVIII siècles,
CNRS, París 1989, pp. 189-205.

32 María del Carmen IRLES VICENTE, El régimen municipal va-


lenciano en el siglo XVIII. Estudio institucional, Alicante 1996. Al
servicio de los Borbones. Los regidores valencianos en el siglo
XVIII, Valencia 1996.

33 Enrique GIMENEZ LOPEZ, Militares en Valencia (1707-1808),


Alicante 1990.

34 Vease en especial los números 6-7, Municipios y poder el el An-


tiguo Régimen valenciano, 8-9, Reformismo y crisis del reformismo
en la España del Antiguo Régimen, y 14-15, Aspectos de la admi-
nistración española del siglo XVIII.

35 MOLAS, «Els magistrats de l’Audiència», p. 625.

36 Comentado por Teresa CANET, La magistratura, pp. 132-134.

ÍNDICE 254
Notas

37 Ibidem, p. 95-99. «Fue nuestro D.Christoval dichosíssimo en no-


bleza, en padres, en hermanos, en estudios, en puestos, en acier-
tos, en virtud, en vida y en muerte!». También Pere MOLAS, Cata-
lunya i la Casa d’Austria, Barcelona 1996, pp. 86-87 y 91-92.

38 James CASEY, El Regne de València al segle XVII, Barcelona


1981, pp. 223-231.

39 Teresa CANET, La magistratura, pp. 254-268.

40 T. CANET, La magistratura, p. 178.

41 T. CANET, La magistratura, pp. 260-261. Archivo de la Corona


de Aragón (ACA), Consejo de Aragón (CA), Leg. 1052, Varios me-
moriales impresos de D. Diego Descals y Salcedo, originario del
Reino de Valencia.

42 T. CANET, La magistratura, pp. 242-254.

43 CANET, pp. 72-74. MOLAS (1996), pp. 118-123.

44 T. CANET, La magistratura, pp. 91-93.

45 Sobre la relación de la Audiencia con Montesa hay bibliografía


reciente. Vease, T. CANET, La Audiencia valenciana, pp. 163-168.
Pere MOLAS RIBALTA, «Els cavallers de l’Orde de Montesa a l’Au-
diència de València (segles XVII-XVIII)», en Actes de les Primeres
Jornades sobre els Ordes religioso-militars als Païssos Catalans,
Tarragona 1994, pp. 587-596. Fernando ANDRES ROBRES, «La
singularidad de la hermana pequeña. Algunas consideraciones so-
bre el gobierno de la Orden de Montesa y sus relaciones con la Mo-
narquía (siglos XVI-XVIII)», Hispania, vol. LV/190 (1995), pp. 547-

ÍNDICE 255
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

568. Del mismo, «Los decretos de Nueva Planta y el gobierno de la


Orden de Montesa», en Antiguo Régimen y Liberalismo. Homenaje
a Miguel Artola, Madrid 1995, tomo 3, pp. 37-47.

46 Sobre este personaje y su familia, T. CANET, La magistratura,


pp. 262-263.

47 Pueden verse las referencias en la Bibliotheca Valentina de RO-


DRIGUEZ, y en XIMENO, Escritores del Reino de Valencia, 1747.

48 T. CANET, La magistratura, pp. 64-65. CASEY, op. cit. pp. 220.


227, 246.

49 Véase las obras clásicas sobre la orden, la Montesa ilustrada de


Hipólito de SAMPER y la de José VILLARROYA, Real Maestrazgo
de Montesa, Valencia 1787.

50 FAYARD, op. cit. p. 417.

51 RODRIGUEZ, Bibliotheca valentina, Valencia 1747, p. 286.

52 VILLARROYA, capítulo X, «Catálogo de los... Lugartenientes


generales».

53 ANDRES ROBRES, «Los decretos de Nueva Planta...», p. 43 n.


25.

54 SAMPER, op. cit. II, p. 438, «Oficio de Asesor general».

55 CADENAS VICENT, Caballeros de la Orden de Santiago (siglo


XVIII), I, Madrid 1977. Gaspar Scals en 1701 y Fausto Scals en
1705.

ÍNDICE 256
Notas

56 Pere MOLAS RIBALTA, «Els col·legials majors a l’Audiència de


València», Pedralbes. Revista d’Història Moderna, Barcelona 1981,
en especial pp. 52-55.
57 Ana CARABIAS, «Catálogo de colegiales del Colegio mayor de
Oviedo (siglo XVI)», Studia Historica. Historia Moderna, Salaman-
ca, III, 1985, pp. 51-76.
58 FERRER EZQUERRA y MISOL GARCIA, Catálogo de colegia-
les del Colegio mayor del Arzobispo de Salamanca, Salamanca
1956.
59 T. CANET, La magistratura, p. 267.

60 MOLAS (1981), p. 53, según el Mss. 22 de la Biblioteca Univer-


sitaria Santa Cruz de Valladolid, nos. 510 y 595.
61 Ibidem, nos. 622 y 638.

62 GUTIERREZ TORRECILLA, Catálogo biográfico de colegiales...


del Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá
(1508-1786), Alcalá de Henares 1992.
63 T. CANET, pp. 259-262.

64 Sobre esta institución, Rosa Isabel SANCHEZ GOMEZ, Estudio


institucional de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte durante el rei-
nado de Carlos II, Madrid 1989.
65 DURAN i CANYAMERAS, «Catalunya sota el govern dels reis
absoluts de la Casa de Borbó», Revista Jurídica de Catalunya,
1934, pp. 5-12. Joaquim ALBAREDA, Els catalans i Felip V, Barce-
lona 1993, pp. 119-120 y 146-148.

ÍNDICE 257
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

66 Carmen PEREZ APARICIO, «La política de represalias del Ar-


chiduque Carlos», Estudis, nº. 17, pp. 158-161 y 166-167.
67 Pere MOLAS RIBALTA, «Magistrados valencianos del siglo
XVIII», en Mayans y la Ilustración, Actas del Simposio Internacional
en el Bicentenario de la muerte de Gregorio Mayans, Valencia 1982,
citado en adelante como Mayans, p. 82.
68 Mayans, p. 83.

69 Enrique GIMENEZ, Militares en Valencia (1707-1808), Alicante


1990, pp. 10 y ss.
70 Mayans, p.85.

71 Mariano PESET, «La creación de la Chancillería de Valencia y


su reducción a Audiencia en los años de la Nueva Planta», Estudios
de Historia de Valencia, Valencia 1978, pp. 303 y ss.
72 Sobre Montserrat, Archivo General de Simancas (AGS) Gracia
y Justicia (GJ). Leg. 264. Sobre Descals, Archivo de la Real Chan-
cillería de Valladolid. Libros de Acuerdos, nº. 17, fol. 307.
73 Mayans, p. 87; según AHN. Consejos suprimidos. Leg. 6.810, nº.
5. «Autos, consultas del Consejo y resoluciones de Su Majestad y
otros papeles tocantes a la averigüación de la muerte que se dio a
D.Dionisio Rogerio, alcalde del crimen».
74 Mayans, p. 89. Según documentación de Archivo general de Si-
mancas (AGS), Gracia y Justicia (GJ), Leg. 133.
75 Mayans, p.90. AGS. GJ. Leg. 159. Aranda al secretario Roda, 22
de marzo y 13 de julio de 1766.

ÍNDICE 258
Notas

76 Pere MOLAS RIBALTA, «Magistrados foráneos en la Valencia


borbónica», en Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo
CXCII, cuaderno II, citado en adelante como Boletín, p. 288.

77 Boletín, p. 294.

78 Biblioteca Universitaria de Valencia (BUV). Mss. 24.

79 Boletín, p. 296. Janine FAYARD, «Los ministros del Consejo Re-


al de Castilla (1621-1788)», Hidalguía, nº. 168 (1981), pp. 870-871.

80 Boletín, pp. 295-296. AGS. GJ. Leg. 136, Memorial de 30 de no-


viembre de 1721.

81 Boletín, p. 313. Mark BURKHOLDER, Biographical Dictionary of


Councillors of the Indes, 1717-1808, Westport 1986, p. 80.

82 Boletín, p. 324.

83 Boletín, p. 312-313 y nota 138, en la que indicamos la abun-


dante bibliografía sobre Rodrigo Caballero. Además, Francisco AN-
DUJAR CASTILLO, Consejo y consejeros de guerra en el siglo
XVIII, Granada 1996, pp. 181-182.

84 Las carreras de estos magistrados en Janine FAYARD, «Los mi-


nistros del Consejo real de Castilla (1621-1788)», Hidalguía, nº.
168.

85 Pere MOLAS RIBALTA, «Manteístas en Valencia, 1707-1759»,


Revista de Historia Moderna, Alicante 1995, pp. 31 y ss.

86 Boletín, p. 271. Hay una relación impresa de méritos en AHN.


Consejos. Leg. 18.221. Fiscales de la Audiencia de Valencia.

ÍNDICE 259
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

87 Boletín, p. 299. Archivo Histórico Nacional (AHN). Consejos su-


primidos. Leg. 18.214.

88 Boletín, p. 275.

89 Boletín, p. 315. FAYARD, Hidalguía, p. 870.

90 Boletín, p. 295. Su memorial en AHN. Consejos. Leg. 18.215.

91 Boletín, pp. 277-278.

92 Boletín, p.285. José Mª. SESE, El Consejo real de Navarra en el


siglo XVIII, Pamplona 1994, pp. 213-214.

93 Boletín, p. 278. Relación de méritos en AHN. Consejos, leg.


18.217.

94 Boletín, p. 302. FAYARD, Hidalguía, 1981, p. 866.

95 AHN. Consejos Suprimidos. Leg. 18.213. La Cámara opinó: «se-


rá conveniente que don Juan de Valcárcel Dato exerza el empleo de
regente de la nueva Audiencia, en interín que se le acomoda en em-
pleo correspondiente a su grado y mérito».

96 Boletín, pp. 302-303. AHN. Consejos. Leg. 18.216. «Relación


particular de la Audiencia de Valencia».

97 Boletín, pp. 299-300. BUV. Mss. 24, fols. 232 y ss.

98 AHN. Consejos. Leg. 6814, nº. 40. «Informe sobre el relator Blas
Jover».

99 Boletín, p. 307-308.

ÍNDICE 260
Notas

100 Luis Miguel GUTIERREZ TORRECILLA, Pedro BALLESTE-


ROS TORRES, Cátedras y catedráticos de la Universidad de Alca-
lá en el siglo XVIII, Alcalá de Henares 1998, pp. 146-147.

101 Boletín, pp. 305-306. FAYARD, Hidalguía, nº. 100, pp. 885-886.

102 Boletín, pp. 291-292. AGS. GJ. Legs. 136 y 138.

103 Boletín, p. 301. AHN. Consejos. Leg. 18.216.

104 Boletín, p. 297. FAYARD, Hidalguía, p. 871.

105 Pere MOLAS RIBALTA, «Los colegiales mayores en la Audien-


cia de Valencia (siglos XVII-XVIII)», Pedralbes. Revista d’Història
Moderna, Barcelona, nº. 1, 1981, pp. 55-56.

106 Boletín, pp. 283-284. ANDUJAR, op. cit. p. 237.

107 Boletín, p. 291. ANDUJAR, op. cit. p. 199. GUTIERREZ y BA-


LLESTEROS, p. 139.

108 Mayans, p. 97.

109 Boletín, p. 315.

110 Luis Miguel GUTIERREZ TORRECILLA, Catálogo biográfico


de colegiles... del Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad
de Alcalá, Alcalá 1992, p. 93. Boletín, p. 296.

111 Boletín, pp. 280-281. Lidia ANES, «Don Lope Sierra Cienfue-
gos, fiscal del Consejo de Castilla en el reinado de Carlos III», Cua-
dernos de Estudios del Siglo XVIII, Oviedo, nº. 5 (1995), pp. 3-21.

ÍNDICE 261
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

112 GUTIERREZ TORRECILLA, p. 81-82. FAYARD, Hidalguía, p.


873.

113 Boletín, pp. 313-314. Sobre éste y otros magistrados de la eta-


pa central del siglo se da información y semblanza en los volúme-
nes XIV y XV del Epistolario de Gregorio MAYANS, Mayans y los al-
tos cuadros de la magistratura y administración borbónicas. Estudio
preliminar, transcripción y notas de Antonio MESTRE SANCHIS y
Pablo PEREZ GARCIA, Valencia 1996-1997.

114 Boletín, p. 286. Gregorio MAYANS, Epistolario, tomo X, Valen-


cia 1990, pp. 91 y ss.

115 Boletín, p. 323.

116 Francisco PEREZ BAYER, Memorial por la libertad de la litera-


tura española, edición de Antonio MESTRE, Alicante, 1991, p. 488.
«En Valencia obtiene uno de Cuenca la lugartenencia general de la
Orden de Montesa».

117 Boletín, p. 279. MAYANS, Epistolario, IV, Valencia 1975, pas-


sim. También Epistolario, XIV, 1996. El 15 de enero de 1746, Ma-
yans comentaba su ascenso con las siguientes palabras: «cuando
otros darán a V.S. enhorabuena yo daré el pésame a este reino».

118 Boletín, p. 277. José ROJAS y CONTRERAS, Historia del Co-


legio Viejo de San Bartolomé, Madrid 1766, II, pp. 763-765. Sus re-
laciones con Mayans en Epistolario, XIV.

119 MAYANS y SISCAR, Epistolario, XI, Mayans y Jover.1, Estudio


introductorio de Pere MOLAS RIBALTA, Valencia 1991.

ÍNDICE 262
Notas

120 Boletín, p. 289. MAYANS, Epistolario, XV, Valencia 1997, por


ejemplo, p. 315. «Este reino, que ha recibido tanto bien de V.S.»

121 Boletín, pp. 286-287. «Magistrados navarros en la Valencia bor-


bónica», Príncipe de Viana, Pamplona, Anejo 15, 1993, pp. 246-
247.

122 Boletín, pp. 288-289. Sobre los Ortega y los Cotes, FAYARD
(1979), passim. También Hidalguía, 1981, p. 164.

123 Boletín, p. 275. BURKHOLDER, Biographical Dictionary of


Councillors of the Indies. pp. 65-66. MAYANS, Epistolario, XV, por
ejemplo, p. 346: «siento que V.S. deje esta Real Audiencia».

124 Boletín, p. 279. GUTIERREZ TORRECILLA, p. 16.

125 Boletín, p. 316. «Los magistrados de Carlos III en Valencia»,


Estudis, Valencia, nº. 14, 1989, p. 8. Mayans celebró su ascenso a
oidor con las siguientes palabras: «Vuestra Señoría, que siempre
ha sido civil para mí, me alegro deje de ser criminal para otros»,
Epistolario, XV, p. 334.

126 Boletín, pp. 267-268. MAYANS, Epistolario, XIV, en especial pp.


24-27 y 55-57. Sobre su incorporación a la Audiencia valenciana,
XV, pp. 328-329.

127 Boletín, p. 316. Archivo General de Simancas. Legs. 159 y 160.

128 José Mª. LAHOZ FINESTRES, «Los Colegios de Santiago y de


San Vicente en las facultades jurídicas de la Universidad de Hues-
ca en el siglo XVIII», en Doctores y escolares, III Congreso Inter-

ÍNDICE 263
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

nacional de Historia de las universidades hispánicas, Valencia


1998, pp. 307-318.

129 Boletín, pp.310-311. AHN. Consejos. Leg. 9.902.

130 Boletín, pp. 309-310. «Las Audiencias borbónicas de la Coro-


na de Aragón», Estudis, n. 5, Valencia 1976, pp. 100-102.

131 Boletín, pp. 314-315. Ricardo GOMEZ RIVERO, «Las compe-


tencias del Ministerio de Justicia en el Antiguo Régimen», Docu-
mentación Juríidica, XVII, p. 251.

132 Boletín, p. 282. AGS. GJ. Legs. 150, 590 y 822.

133 Boletín, pp. 292-293. Estudis, nº. 14, p. 11. Pedralbes, nº.1, p.
61.

134 Boletín, p. 271.

135 Boletín, p. 271. Relaciones de méritos en AGS. GJ. Legs. 141


y 146.

136 MAYANS, Epistolario, XI. Estudio introductorio.

137 «Manteístas», p. 35.

138 Boletín, p. 272.

139 Boletín, p. 278. Archivo del Reino de Valencia. Real Acuerdo.


Libro 28, fols. 13-15.

140 Boletín, pp. 316-317. AGS. GJ. Leg. 149 y 150. Consulta de 11
de diciembre de 1748.

ÍNDICE 264
Notas

141 Boletín, p. 281. AHN. Consejos. Leg. 6810, nº. 92. IRLES, El ré-
gimen municipal, pp. 292-294. ANDUJAR, op. cit. p. 279.

142 Boletín, pp. 276-277. Memorial en AGS. GJ. Leg. 135.

143 Boletín, p. 320. BURKHOLDER, Councillors, pp. 82-83.

144 Boletín, pp. 306-307.

145 Estudis, nº. 14, pp. 11-13 y 19-20. AGS. GJ. Leg. 148. Relación
impresa de méritos.

146 Boletín, pp. 308-309. Estudis, nº. 14, p. 20.

147 Boletín, p. 273. BURKHOLDER, p. 25. FAYARD en Hidalguía,


1982, p. 51.

148 Boletín, p. 324. Estudis, nº. 14, pp. 21 y 31.

149 Mayans, pp. 104-105. Vease también el volumen XIV del Epis-
tolario, 1996.

150 Mayans, p. 105. Estudis, nº.14, p. 11.

151 Sobre este cargo, Teresa CANET (1986), pp. 141 y ss.

152 Mayans, pp. 93-95 y 101.

153 Mayans, pp. 105-106 y 107-109.

154 Mayans, pp. 105-107. Epistolario, XV, pp. 116-117 y 124-125


sobre sus ascensos. Según Mayans, Lozella «maneja la Audiencia
como un maestro de capilla», ibid. p. 392.

155 Pedralbes, nº.1, p. 65-67.

ÍNDICE 265
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

156 Boletín, p. 284.

157 Boletín, pp. 282-283. Estudis, nº. 14, p. 9.

158 Boletín, pp. 317-318. Universidad de Valladolid. Biblioteca San-


ta Cruz. Mss. 22 nº. 781.

159 Boletín, p. 320. GUTIERRE Y BALLESTEROS, p. 146.

160 Boletín, pp. 318-319. AGS. GJ. Leg. 159.

161 Boletín, pp. 318-319. Estudis, nº 14, p. 10.

162 Boletín, p. 310. GOMEZ RIVERO, Documentación Jurídica,


XVII, pp. 249-250.

163 Boletín, p. 311. MAYANS, Epistolario, X, p. 308.

164 Boletín, p. 284. Tuvo también un notable papel como abogado.

165 Mayans, p. 103. Estudis, nº. 14, p. 12.

166 Boletín, p. 307. Estudis, nº.14, p.12.

167 Boletín, p. 303. MAYANS, Epistolario, X, passim. AGS. GJ. Leg.


159. Consulta de 6 de julio de 1763.

168 Boletín, p. 270. Mark BURKHOLDER y D.S. CHANDLER, Bio-


graphical Dictionary of the Audiencia Ministers in the Americas,
Westport 1982, p. 140.

169 Boletín, p. 280. AGS. GJ. Leg. 164. Relación de méritos impre-
sa.

170 Pedralbes, p. 66. Estudis, nº. 14, pp. 12 y ss, 21 y ss. 33-34.

ÍNDICE 266
Notas

171 Boletín, p. 324. Estudis, nº. 14, p. 14.

172 Pedralbes, p. 66-67. Estudis, nº. 14, pp. 20.21. María del Car-
men IRLES, «Tomismo y jesuitismo en los tribunales españoles en
vísperas de la expulsión de la Compañía», en Revista de Historia
Moderna, Alicante, nº. 15, 1996, pp.73-79.

173 Mayans, p. 90. Estudis, nº. 14, p. 21. MAYANS, Epistolario, VIII,
p. 29.

174 Estudis, nº. 5, p. 83. nº.14, p. 21.

175 Boletín, p. 321-322. Estudis, nº. 14, p. 31. MAYANS, Epistolario,


VII, VIII y X, passim.

176 Boletín, pp. 370-371. Estudis, nº. 14, pp. 14 y 22. AGS. GJ.
Legs. 161, 162 y 164. Relación impresa de méritos. ANDUJAR, op.
cit. pp. 267-268.

177 Boletín, p. 314. MAYANS, Epistolario, X, 1990, p. 371. Estudis,


nº.14, p. 14. ANDUJAR. op. cit. p. 202.

178 Boletín, p. 311. Estudis, nº. 14, p. 14.

179 Boletín, p. 283. AGS. GJ. Leg. 163. Consulta de 20 de julio de


1785.

180 Boletín, p. 269. Estudis, nº. 14, p. 14.

181 Boletín, pp. 289-290. Estudis, nº. 14, p.14. GOMEZ RIVERO,
Documentación Jurídica, XVII, p. 236.

ÍNDICE 267
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

182 AHN. Consejos. Leg. 18.213. En cambio, MAYANS denostaba


al regente Navarro, por considerarle un aliado del arzobispo Fabián
y Fuero. Epistolario, XV, p. 648.
183 Mayans, p. 106 y 110. Estudis, nº. 14, p.15.

184 Estudis, nº. 14. pp. 15 y 22.

185 Mayans, pp. 99 y 106. Estudis, nº. 10, p. 187. nº. 14, p. 15.

186 Estudis, nº. 14, p. 12. AGS. GJ. Leg. 163. Consulta de 17 de
abril de 1782.
187 Mayans, p. 103. Estudis, nº. 14, p. 15.

188 Estudis, nº. 14, p. 16.

189 «Declive», p. 389.

190 Boletín, p. 293. Estudis, nº. 14, pp. 11 y 19. AHN. Consejos.
Leg. 18.213. Regentes de la Audiencia de Valencia.
191 Mayans, pp. 92 y 107. Estudis, nº. 14, p. 16.

192 Boletín, p. 273. Estudis, nº. 14, pp. 11 y 16. Enrique GIMENEZ,
op. cit. pp. 167-168.
193 Boletín, p. 283. Estudis, nº. 14, p. 17. GOMEZ RIVERO, op. cit.
p. 80.
194 Boletín, p. 325. Estudis, nº. 14, p. 17. GIMENEZ LOPEZ, pp,
183-184.
195 Estudis, nº. 14, p. 17. GIMENEZ LOPEZ, Militares, pp. 182, 184
y 186.

ÍNDICE 268
Notas

196 Boletín, nº. 14, p. 17. GIMENEZ LOPEZ, pp. 177 y 187.

197 Boletín, p. 301. AHN. Ministerio de Justicia. Leg. 4830. nº. 9648.

198 «Declive», pp. 388-389.

199 Boletín, p. 268, GOMEZ RIVERO, Documentación Jurídica, nº.


65-66, p. 403 n. 666.
200 Boletín, p. 304. GOMEZ RIVERO, op. cit. p. 257.

201 Boletín, p. 308. Estudis, nº. 14, p. 18. GOMEZ RIVER0, p. 244.
AGS. GJ. Leg. 167. Relación impresa de méritos.
202 Boletín, p. 320. Estudis, nº. 10, p. 190.

203 Boletín, pp. 304-305. Estudis, nº. 10, pp. 191-192.

204 Boletín, pp. 269-270. Estudis, nº. 10, pp. 191-192.

205 Mayans, p. 98. Estudis, nº. 10, pp. 187-188.

206 Mayans, pp. 110-111. «Declive», pp. 396-397. Estudis, nº. 10,
p. 188. AHN. Ministerio de Justicia (MJ). Leg. 4290, nº. 986.
207 Mayans, pp. 111-112. «Declive», p. 389. Estudis, nº. 14, p. 15.

208 Mayans, p. 112. «Declive», p. 397. Estudis, nº. 10, pp. 188-189.

209 Mayans, p. 106.

210 Boletín, p. 287. AHN. Ministerio de Justicia. Leg. 4455, nº. 3169.

211 Boletín, p. 318. Estudis, nº. 10, pp. 190-191. Relación de méri-
tos impresa en AHN. Consejos. Leg. 13.364, nº. 184.
212 Boletín, p. 319. Estudis. nº. 10. p. 191.

ÍNDICE 269
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

213 Boletín, p. 325.

214 Boletín, p. 312.

215 Boletín, p. 321. AHN. MJ. Leg. 4583, nº. 5621.

216 Boletín, pp. 297-298. Estudis, nº. 10, pp. 186-187.

217 Boletín, p. 272. AHN. Consejos. Leg. 13.359, nº. 13.

218 Boletín, p. 301. Estudis, nº. 10, p. 189. ANDUJAR, op. cit. p.
275.

219 Boletín, p. 276. AHN. Consejos. Leg. 13.353, p. 3.

220 Boletín, p. 282. AHN. MJ. Leg. 4682, nº. 6135.

221 Alberto GIL NOVALES, «La formación de un magistrado. Juan


Romero Alpuente», Actas I Seminario Ilustración aragonesa. Zara-
goza 1987.

222 Boletín, pp. 274-275. AHN. Consejos suprimidos. Leg. 13.371,


nº. 14. Estudis, nº. 10, p. 192.

223 Boletín, pp. 284-285. GUTIERREZ y BALLESTEROS, p. 135.

224 Estudis, nº. 5, pp. 87 y ss. Pedralbes, nº. 1, pp. 55-57. Boletín,
pp. 326 y ss.

225 FAYARD (1979), passim, en especial sobre su inventario.

226 Mayans, p. 115. Obradoiro, pp. 122-124. FAYARD, Hidalguía, p.


882.

ÍNDICE 270
Notas

227 Mayans, pp. 114-115. Obradoiro, p. 108. PASTOR FUSTER, Bi-


blioteca Valenciana, Valencia 1830, II, p. 28.

228 Mayans, pp. 115. MAYANS, Espistolario, XIV, Valencia 1996,


passim.

229 Mayans, p. 116.

230 Mayans, p. 116. Biblioteca Universitaria Santa Cruz de Valla-


dolid. Mss. 22, nº. 741.

231 José Mª. VALLEJO GARCIA-HEVIA, Un oriolano en la corte de


España: Pablo de Mora y Jaraba..., Alicante 1996.

232 Justo PASTOR FUSTER, Biblioteca Valenciana, Valencia 1830,


II, p. 106.

233 BURKHOLDER, Audiencia Ministers, p. 121.

234 Mayans, p. 116. FAYARD, Hidalguía, XXX, nº. 170, p. 58.

235 Mayans, p. 116, según AGS. GJ. Leg. 818.

236 Mayans, pp. 116-117. «Catalans a l’administració central al se-


gle XVIII», Pedralbes, nº. 8-II, p. 191. Obradoiro, p. 123. «Los fisca-
les de la Cámara de Castilla», Cuadernos de Historia Moderna, Ma-
drid, pp. 24-25. «Catalans als Consells de la Monarquia», Estudis
Històrics i Documents dels Arxius de Protocols, vol. Barcelona
1995, p. 245. Mª. Jesús GIMENO SANFELIU, «El ilustrado castello-
nense D. Manuel Sisternes y Feliu», Butlletí Societat Castellonenca
de Cultura, LIX, 1983, pp. 303-313.

237 Mayans, p. 1117. Obradoiro, pp. 123-124. «Fiscales», p. 25.

ÍNDICE 271
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

238 Mayans, p. 117.

239 Mayans, pp. 117-118. Obradoiro, p. 124. «Los magistrados de


la Ilustración», en Estudios Dieciochistas, Oviedo 1995, pp. 179-
180. Véase también los distintos cargos que acumulaba en la Guía
de Forasteros de 1832: presidía la Junta Suprema de Sanidad, la
junta de gobierno de los Gremios Mayores y era Juez de Imprentas
y Librerías.

240 CADENAS VICENT, ...Caballeros de la Orden de Carlos 3º, to-


mo X, pp. 33-35. Francisco ANDUJAR, Consejo y consejeros de
guerra en el siglo XVIII, Granada 1996, pp. 251-252.

241 AHN. Ministerio de Justicia. Leg. 4328, nº. 1542.

242 Aparecen con frecuencia en los Diarios de ARIAS TEIJEIRO,


Pamplona, 1966-1967.

243 Jesús CRUZ, Gentlemen, bourgeois and revolutionaries. Politi-


cal change and cultural persistance among the spanish dominant
groups, 1750-1850, Cambridge 1996. pp. 111-112.

244 AHN. Ministerio de Justicia. Leg. 4842 nº. 9974. CADENAS VI-
CENT, Caballeros de Montesa que efectuaron sus pruebas de in-
greso en el siglo XIX, Madrid 1957, pp. 30-32.

245 Juan RICO GIMÉNEZ, De la ilustración al liberalismo, (El pen-


samiento de Sempere Guerinos), Alicante 1997.

246 MOLAS, «Magistrados valencianos...», en Mayans y la Ilustra-


ción, (1982), pp. 93-94.

ÍNDICE 272
Notas

247 «Magistrados foráneos en la Valencia borbónica», Boletín de la


Real Academia de la Historia, tomo CXCII, tomo II (1995), en es-
pecial pp. 325-326. También «Colegiales», Pedralbes (1981), p. 58,
y Estudis, nº. 14, pp. 30-31.

248 Mayans y la Ilustración, p. 94. Obradoiro, p. 120. Jorge CATA-


LA SANZ, Renta y patrimonios de la nobleza valenciana en el siglo
XVIII, Madrid 1995, Siglo XXI, passim.

249 Mayans y la Ilustración, pp. 94-95. Estudis, nº. 14, pp. 27-28.
Obradoiro, p. 120-121.

250 «Títulos de hidalguía en el Setecientos valenciano», en Hidal-


gos et hidalguía dans l’Espagne des XVI-XVIII siécles, Paris 1989,
pp. 104-107.

251 «Colegiales», p. 59, Obradoiro, pp. 118-119.

252 Para el estudio de los caballeros de órdenes militares es bási-


ca la consulta de la publicación de los extractos de expedientes del
siglo XVIII, realizada a partir de 1977 por Vicente CADENAS VI-
CENT. Para estos casos concretos, véase mis trabajos en Estudis,
nº. 14, pp. 26-27, y Boletín..., p. 327.

253 Sobre el papel de Angulo al frente de este cargo, Fernando


ANDRES ROBRES, «La singularidad de la hermana pequeña. Al-
gunas consideraciones sobre el gobierno de la Orden de Montesa
y sus relaciones con la Monarquía (siglos XVI-XVIII)», Hispania, vol.
LV, num. 190 (1995), pp. 563-564.

ÍNDICE 273
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

254 Para el estudio de los caballeros de esta orden contamos tam-


bién con los 12 volúmenes de extractos, publicados por CADENAS
VICENT. También mis trabajos en Estudis, nº. 14, p. 27, y Obradoi-
ro, p. 119.

255 Pedralbes, nº. 1, p. 59. Estudis, nº. 14, pp. 26-27. Obradoiro, p.
119.

256 Trata de este caso familiar Janine FAYARD (1979), p. 343.

257 Obradoiro, p. 318.

258 Sobre Sebastián del Castillo, AHN. Consejos suprimidos, Leg.


18.117 nº. 2. Boletín, p. 306. El mismo compró en 1739 una plaza
de regidor de Zaragoza, según informa la tesis doctoral de José An-
tonio MORENO NIEVES, El poder local en Aragón en el siglo XVIII,
Alicante 1998.

259 Boletín..., p. 284 y 286, según los datos de José de ROJAS y


CONTRERAS, marqués de Alventos, Historia del Colegio Viejo de
San Bartolomé..., Madrid 1766, II, pp. 756-758 y 875.

260 Pedralbes, nº. 1, p. 59. Estudis, nº. 14, pp. 26-27. Obradoiro, p.
119. «Declive..», p. 389.

261 Archivo Municipal de Valencia, Cartas Reales, Libro 29, fols.


202, 249.

262 Mayans, pp. 95-96, Estudis, nº. 14, pp. 27-28. Obradoiro, p.
119.

ÍNDICE 274
Notas

263 Encarna GARCIA MONERRIS, La Monarquía absoluta y el


municipio borbónico. La reorganización de la oligarquía urbana en
el Ayuntamiento de Valencia, 1707-1808, Madrid 1991.
264 Mayans, pp. 94-97. Obradoiro, pp. 119-120. Según el expe-
diente de ingreso del hijo de Cebrià en la orden de Montesa, AHN,
OM. Montesa, nº. 120. Sobre esta red familiar, María del Carmen
IRLES VICENTE, El régimen municipal, pp. 195 y ss.
265 Mayans, p. 98. Obradoiro, p. 120. GARCIA MONERRIS, pp.
188-193.
266 Mayans, pp. 93, 96, 98. Estudis, nº. 10, p. 187. Obradoiro, p.
121.
267 Sobre esta familia, Verónica MATEO, Oligarquía y poder en el
siglo XVIII, Alicante 1995.
268 «Declive», p. 390. Obradoiro p. 121.

269 «Declive», p. 390. Obradoiro, p. 121.

270 Pedralbes, nº. 1, pp. 59-60. Obradoiro, pp. 109-111.

271 FAYARD (1979), pp. 263-265. MOLAS, «Los magistrados de la


Ilustración», pp. 166. Enrique GIMENEZ LOPEZ, «El factor familiar
en el cursus honorum de los maagistrados españoles del siglo
XVIII», en Juan HERNANDEZ FRANCO (ed), Familia y poder. Sis-
temas de reprodución social en España (siglos XVI-XVIII), Murcia
1992, pp. 141-142.
272 Jesús MAISO GONZALEZ, La difícil modernización de Canta-
bria en el siglo XVIII. D. Juan F. de Isla y Alvear, Santander 1990,

ÍNDICE 275
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

pp. 29 y ss. según los datos de ROJAS CONTRERAS, Historia del


Colegio... de San Bartolomé, II, pp. 626-628.

273 «Magistrados navarros en la Valencia borbónica», en Príncipe


de Viana, Pamplona, Anejo 15 (1993), pp. 246-247.

274 Estudis, nº. 5, pp. 100-102. Pedralbes, nº. 1, p. 61. Obradoiro,


p. 110, según los expedientes de caballeros de la Orden de Monte-
sa, AHN, Ordenes Militares, Montesa, nos. 380-381.

275 Obradoiro, pp. 107-108.

276 Pedralbes, nº. 1, p. 61. Estudis, nº. 14, p. 28. Obradoiro, p. 115.

277 Estudis, nº. 14, pp. 28-30. Obradoiro, pp. 111-112.

278 Pedralbes, nº. 1, p. 60. Obradoiro, p. 113.

279 Pedralbes, nº. 1, p. 60. Mayans, p. 98. Estudis, nº. 14, p. 30.
Obradoiro, p. 112.

280 Obradoiro, pp. 110-111. El Dos de Mayo, p. 212.

281 Pedralbes, nº. 1, p. 61. Estudis, nº. 14, p. 28. Obradoiro, p. 115.

282 Mayans, p. 99. Boletín, p. 301.

283 Obradoiro, p. 108.

284 Mayans, p. 99. Estudis, nº. 14, p. 22. Obradoiro, p. 113. Episto-
lario, X y XV.

285 Pedralbes, nº. 1, p. 61. Mayans, p. 100. «Declive», pp. 390-391.


Obradoiro, p. 114.

ÍNDICE 276
Notas

286 Obradoiro, p. 122.

287 Pedralbes, nº. 1, p. 60. Obradoiro, pp. 110-111.

288 GARCIA GARAFFA, El solar vasco-navarro, Madrid 1935, V,


pp. 151-161.

289 «Magistrados navarros», cit. p. 246, según la Historia del Cole-


gio Viejo, de ROJAS CONTRERAS, II, 806-810. Obradoiro, p. 109.
Boletín, p. 268.

290 Obradoiro, p. 122.

291 Obradoiro, p. 120-121. «Títulos de hidalguía», p. 200-201.

292 Estudis, nº. 14, pp. 19-20. «Manteístas», p. 38.

293 Mayans, pp. 106 y 110.

294 «Manteístas», p. 42.

295 Gregorio MAYANS, Epistolario, XI, Mayans y Jover, I, Valencia


1991, pp. 10 y 12. «Sàtira política a València el 1735», en Home-
natge al doctor Sebastià García Martínez, Valencia 1988, II, pp.
313-326.

296 Mayans, p. 91. El entresijo de influencias en torno a las plazas


vacantes en 1740 en el tomo XIV del Epistolario mayansiano, 1996,
pp. 205-210.

297 Mayans, pp. 91-92.

298 Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia. Leg. 590. «No-


ticia del mérito, suficiencia y circunstancias que concurren en cada

ÍNDICE 277
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

uno de los ministros que componen la Audiencia de este Reino de


Valencia».

299 El Dos de Mayo, pp. 204-205.

300 Véase la trayectoria de este personaje en JOVELLANOS,


Obras Completas, III, Biblioteca de Autores Españoles, nº. 85, Ma-
drid 1956, p. 65.

301 Según las investigaciones de Mª. Jesús ALVAREZ COCA.

302 AHN. Consejos Suprimidos. Leg. 18.213.

303 El Dos de Mayo, p. 208. BLANCO WHITE, Cartas de España,


Madrid 1986, p. 270.

304 Carmen GARCIA MONERRIS, Rey y señor. Estudio de un re-


alengo del Pais Valencià, 1761-1836. Valencia 1985.

305 Mayans, p. 104.

306 Pedralbes, p.57.

307 Francisco AGUILAR PIÑAL, La Universidad de Sevilla en el si-


glo XVIII, Sevilla 1969, Apéndice I.

308 Luis Miguel GUTIERREZ TORRECILLA y Pedro BALLESTE-


ROS TORRES, Cátedras y catedráticos de la Universidad de Alca-
lá en el siglo XVIII, Alcalá de Henares 1998.

309 Pere MOLAS RIBALTA, «Magistrados andaluces en la Valencia


borbónica», Actas del II Congreso de Historia de Andalucía. Anda-
lucía moderna, III, Córdoba 1995, p. 566.

ÍNDICE 278
Notas

310 «Manteístas», p. 35.

311 Antonio RISCO, La Real Academia de Santa Bárbara de Ma-


drid (1790-1808). Naissance et formation d’une elite dans l’Espag-
ne du XVIII siècle, Toulouse 1979.

312 Pere MOLAS, «L’obra jurídica dels magistrats de l’Audiència.


València en el segle XVIII», dins Estat, Dret i Societat al segle XVIII,
Initium, nº. 1. Homenatge al professor Josep Mª. GAY ESCODA,
Barcelona 1996, pp. 405-426.

313 Biblioteca Universitària de València. Mss. 264-266.

314 Biblioteca Universitària de València. Mss. 379. «Clarissimi viri


Josephi Borrulli, in supremo Indiarum Senatu fiscalis regi, Vita. Auc-
tore Gregorio Majansio, generoso valentino». XIMENO, op.cit. II,
316.

315 Biblioteca Universitària de València, Mss. 24. José MARTINEZ


ORTIZ, Fuentes relativas a Indias existentes en la Biblioteca uni-
versitaria de Valencia, València 1990, pp. 73-78.

316 Gregorio MAYANS i SISCAR, Epistolario. IV, Mayans y Nebot,


edición y estudio introductorio de Mariano PESET REIG, Valencia
1975, pp. 58 y 61 n. 49.

317 Sobre la colaboración de Mayans en la obra de Meerman, vé-


ase Antonio MESTRE, Influjo europeo y herencia hispánica, Valèn-
cia 1987, pp. 92 i ss. «La Historia de la jurisprudencia hispana».
También Gregorio MAYANS, Epistolario, II, Mayans y Burriel, edi-

ÍNDICE 279
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ción y estudio introductorio de Antonio MESTRE, Valencia 1972, pp.


529 y 574.
318 Gregorio MAYANS, Epistolario, IV, Mayans y Nebot, cit. pp.
XLIV. Gerónimo BORAO, Historia de la Universidad de Zaragoza,
reedición, Zaragoza 1987, p. 130. Fermín LATASA, Biblioteca de au-
tores aragoneses, Zaragoza 1885, II, pp. 276-277.
319 Gregorio MAYANS y SISCAR, Epistolario, XII, Mayans y los li-
breros, Valencia 1993, p. 314 y ss.
320 J.FINESTRES, Epistolari, Barcelona, 1932-1933, I, pp. 187,
237, 240, 251.
321 MAYANS, Obras Completas. IV. Regalismo y jurisprudencia,
Valencia 1985. Epistolario, II (Burriel), IV, (Nebot), pp. XCII - XCV. VII
(Martínez Pingarrón), XIII (Blas Jover). DOMINGUEZ MOLTO, El P.
Tomás Serrano, Alicante 1985.
322 Mayans, p. 102.

323 Redición, Madrid 1979, con prólogo de Francisco TOMAS y


VALIENTE.
324 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, tomo VII (1993), nos. 3732 -
3739.
325 Pere MOLAS RIBALTA, «Los magistrados de Carlos III en Va-
lencia», Estudis, nº. 14, València 1989, pp. 11-12, 19-20. PALAU,
Manual del librero hispano americano, III, p. 286.
326 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, tomo V, Madrid 1989, nos. 6224-
6232.

ÍNDICE 280
Notas

327 MARTI GRAJALES, Ensayo de una bibliografía valenciana del


siglo XVIII, València 1987, I, pp. 261-262.

328 MAYANS, Epistolario, II, Mayans y Burriel, cit, pp. 161, 487, 490
y 638.

329 Archivo General de Simancas. Secretaría y Superintendencia


de Hacienda. Leg. 578. Publicado en la tesis doctoral de Carmen
CORONA MARZOL, Universidad de Zaragoza, 1986, documento
26.

330 Biblioteca Universitaria de València. Mss. 65 /12.

331 Biblioteca Universitaria de València. Mss. 24, fols. 232 y ss, fols.
278 y ss. fols. 364 y ss.

332 Antonio MESTRE, Historia, fueros y actitudes políticas, Valen-


cia 1970, pp. 407-408. MAYANS, Epistolario, V, Valencia 1975, pas-
sim. VIII. Mayans y Martínez Pingarrón, 2, Valencia 1988, p. 29.

333 Pere MOLAS RIBALTA, «Catalans a l’administració central al


segle XVIII», Pedralbes. Revista d’Història moderna, nº. 8, Barcelo-
na 1988, volum II, pp. 191-192.

334 Félix TORRES AMAT, Diccionario de escritores catalanes, Bar-


celona 1975, p. 166. FINESTRES, Epistolari, I. documents 571 y
576.

335 Pere MOLAS RIBALTA, «Tres textos econòmics sobre la Cata-


lunya il·lustrada», Pedralbes. Revista d’Història Moderna, num. 7,
1987. sobre Casamajor, pp. 153-155.

ÍNDICE 281
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

336 Biblioteca Universitaria de València. Mss. 171. «Informe del fis-


cal de la Audiencia, Casamayor y Josa, sobre el derecho de asilo
de los templos de este reyno».

337 Antonio MESTRE, Ilustración y reforma de la Iglesia, València


1968, p. 278. MAYANS, Epistolario, X, Mayans con Manuel de Roda
y conde de Aranda, València 1990. pp. 393-395.

338 MAYANS, Epistolario, VII pp. 471 y 503. VIII, passim. X, pp. 278,
376, 385.

339 Laura RODRIGUEZ, Reforma e Ilustración en el siglo XVIII.


Pedro Rodríguez de Campomanes, Madrid 1975, pp. 164-168. Pró-
logo de Francisco TOMAS y VALIENTE a la edición del Tratado de
la Regalía de Amortización, Madrid 1975. Vicent LLOMBART, Cam-
pomanes, economista y político de Carlos III, Madrid 1992, pp. 171-
172. Santos CORONAS, Ilustración y Derecho. Los fiscales del
Consejo de Castilla en el siglo XVIII, Madrid 1992, pp. 134 y ss.
Concepción de CASTRO, Campomanes. Estado y reformismo ilus-
trado, Madrid 1996, pp. 132-141.

340 Pedro RODRIGUEZ CAMPOMANES, Escritos regalistas, estu-


dio preliminar, texto y notas de Santos M. CORONAS GONZALEZ,
I, pp. XXXVII-XXXIX, nota 57. Laura RODRIGUEZ, op. cit. p. 98,
LLOMBART, op. cit. p. 196, n. 8.

341 La representación sobre el Juez mayor de Vizcaya, en Biblio-


thèque Nationale de Paris, Manuscrits espagnols, 462/11, fols. 228-
254. El informe «en expediente de inmunidad de templos», en la

ÍNDICE 282
Notas

Colección Senpere Guerinos de la Real Academia de la Historia, 9-


5215.

342 Archivo Campomanes. 30-36.

343 PASTOR FUSTER, II, 129.

344 PASTOR FUSTER, II, p. 255.

345 SEMPERE GUERINOS, IV, 149-153. PASTOR FUSTER, II,


505. MOLAS, Mayans, p. 104, «Declive», p. 394. Estudis, nº. 10, pp.
187-188. Afers, p. 311.

346 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, I, (1981). pp. 216-217, nos.


1370-1378.

347 Antonio MESTRE, Historia, fueros y actitudes políticas, pp.


418, 424 y 428. MAYANS, Epistolario, V, Valencia 1975, pp. 16-23.

348 Boletín, p. 243. Menciones frecuentes a Villafañe en los tomos


II, VI y X del Epistolario mayansiano, y un tratamiento específico so-
bre su formación intelectual en el tomo XIV (1996).

349 Mayans, p. 90. Estudis, nº. 14, p. 33.

350 SEMPERE GUERINOS, Ensayo de una Biblioteca española de


los mejores escritores del reinado de Carlos III, edición facsímil,
Madrid 1969, IV, 8-11.

351 «Declive», p. 394.

352 Antonio RISCO, citado en nota 66.

353 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, tomo VI, nos. 1774-1776.

ÍNDICE 283
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

354 En Catálogo de manuscritos que pertenecieron a D. Pascual


de Gayangos, Madrid 1904, p. 306.

355 PASTOR FUSTER, II, 166. «Oración inaugural sobre la Histo-


ria de la Abogacía, premiada en la Real Academia del Derecho es-
pañol y público, bajo la invocación de Santa Bárbara». Madrid 1785,
Viuda Ibarra. El conjunto de discursos pronunciados por Navarro Vi-
dal en la Acadèmia puede seguirse en la obra de RISCO.

356 Jorge Antonio CATALA SANZ, Juan José BOIGUES PALOMA-


RES, «Bibliotecas nobiliarias: una primera aproximación a las las
lecturas de la nobleza valenciana del siglo XVIII», en Estudis, nº. 14,
p. 116.

357 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, tomo V, nos. 1997-1999.

358 José Mª. PUIG de SAMPER, «Razonamiento en la apertura del


despacho de los negocios del Tribunal de la Audiencia de Aragón»,
Valencia 1796, «De la justicia y de la administración. Discurso pro-
nunciado...», Valencia 1797.

359 «Oración exhortatoria que en la abertura del tribunal dixo...»,


Valencia, Benito Montfort, 1801.

360 MOLAS RIBALTA, «Magistrados valencianos», p. 103.

361 Pedralbes, nº. 1, p. 64. «Declive», p. 393. Estudis, nº. 14, p. 33.

362 Francisco AGUILAR PIÑAL, La Real Academia sevillana de


Buenas Letras, Madrid 1966, apéndice IV.

363 AGUILAR PIÑAL, Bibliografía, VI, Madrid 1991, p. 98.

ÍNDICE 284
Notas

364 No he dedicado un estudio monográfico a los regentes de la


época borbónica, como lo han hecho para la etapa foral Teresa
CANET (La magistratura, pp. 24-56) y Vicent GRAULLERA, «Los
regentes de la Audiencia valenciana en la época foral». en Dels
Furs a l’Estatut, Valencia 1992, pp. 691-700; y para la Catalunya
borbónica María Angeles PEREZ SAMPER, Pedralbes, nº. 1, pp.
211-252. Hay un legajo monográfico sobre los regentes en AHN.
Consejos suprimidos. Leg. 18.213.

365 Epistolario, IV. passim. XIV, pp. 191 y ss.

366 Archivo del Reino de Valencia. Real Acuerdo. Libro 6 (1712),


fol. 25. Instrucción de las preeminencias de que goza el oidor más
antiguo en ausencia del presidente. Libro 23 (1728), fol. 5 v. Cere-
monial que corresponde al oidor decano en ausencia del regente.
Libro 59 (1764), fol. 17. Don Martín Dávila, Vice-regente.

367 ARV. RA. Libro 51, fol. 98.

368 DANVILA, Reinado de Carlos III, Madrid 1896, tomo VI, pp.
146-147. ARV. RA. Libro 12 (1717), fol. 59. Biblioteca Universitaria
de Valencia. Mss. 178, nos. 23, 24, 26. «Que los tres alcaldes me-
nores de Valencia tengan los juzgados de provincia en los lugares
públicos señalados» (1717).

369 Novísima Recopilación, Libro V, Ley XII, nota 2. Creación del


gobernador de la Sala del crimen de las Audiencias.

370 ACA. Consejo de Aragón. Legajos 625, 1,33, 1,37 y 2,10. So-
bre la figura de los dos abogados, fiscal y patrimonial, en la Au-

ÍNDICE 285
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

diencia de los Austrias, Teresa CANET, La magistratura, pp. 81-91.


Para la cita de 1716, AGS. GJ. Leg. 133.

371 BERNI CATALA, Resumen de los privilegios de los abogados


españoles, Valencia 1764, p. 37.

372 Por ejemplo. ARV. RA. Libro 41 (1746), fol. 158. Cédula que al
Sr. Don Manuel Pablo de Salcedo, fiscal civil, se le pague el salario
del tiempo que hubiere servido la fiscalía criminal.

373 AHN. Consejos suprimidos. Legs. 18.214, 18.215 y 18.217. Sa-


larios de ministros de la Audiencia de Valencia.

374 ARV. RA. Libro 19 (1724), fols. 26 y 65. Auto en que se manda
despachar libranzas a los señores ministros para diferentes lumina-
rias.

375 ARV. RA. Libro 19 (1724), fol. 247. Certificación de los decretos
de Su Majestad, en que se ha servido aumentar los salarios a los
señores oidores, alcaldes y fiscales. Novísima Recopilación, Libro
IV, Título II, Ley XV. Real decreto de 12 de enero de 1763. Aumen-
to de los sueldos a los ministros de los tribunales superiores.

376 Por ejemplo, ARV. RA. Libro 47 (1752), fol. 380.

377 Miguel ARTOLA, Los orígenes de la España contemporánea,


2ª. edición, Madrid 1975. II, pp. 564-565.

378 Pedralbes, nº. 1, pp. 61-62. Mayans, p. 110. «Declive», pp. 395
y ss. Estudis, nº. 14, pp. 23-24. Revista de Historia Moderna, pp. 40-
42.

ÍNDICE 286
Notas

379 Manteístas, p. 41. «Declive», p. 397.

380 Sobre esta institución en Valencia tenemos la tesis doctoral in-


édita de Carmen CORONA MARZOL.

381 «Declive», p. 396.

382 P. MOLAS RIBALTA, «València i la Junta de Comerç», Estudis,


nº. 3º (1975), pp. 59-61.

383 «Manteístas», pp. 40-42.

384 Francisco J. PALAO GIL, «Conflictos entre el clero y el juzgado


de amortización de Valencia ante la visita general de 1739», en Igle-
sia y Sociedad en el Antiguo Régimen, Actas de la III Reunión Cien-
tífica de la Asociación española de Historia Moderna, Las Palmas
de Gran Canaria 1994, pp. 523-532.

385 Estudis, nº. 14, p. 24. Boletín, p. 322, y la bibliografía citada allí.
«Declive», p. 395.

386 Sobre el Protomedicato, se ha reeditado la obra clásica de


Pascual IBORRA, Historia del Protomedicato en España, 1477-
1822, Valladolid 1987.

387 Mayans, p. 110. «Declive», pp. 395-396.

388 Pedralbes, nº. 1, p. 62.

389 MAYANS, Epistolario, XI, p. 10.

390 «Guía de Forasteros en Valencia para el año 1741. Contiene


los Ministros que componen los Tribunales, Juntas, Visitas y Dipu-

ÍNDICE 287
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

taciones, Jueces, Asesores...». Archivo Municipal. Biblioteca. Ch. 8.


103.

391 Antonio MUT CALAFELL, Inventario de la documentación de la


Bailía General del Reino de Valencia. Ministerio de Cultura. Madrid
1980.

392 Citados en Pedralbes, p. 74. n. 98. Se encuentran en AGS. GJ.


Leg. 590. Informes de los regentes Isla (1742) y Rodríguez (1760),
y del capitán general, duque de Caylus (1749).

393 Pedralbes, pp. 62-63. Estudis, nº. 14, pp. 25-26. Mayans, p.
108. Boletín, p. 311.

394 Estudis, nº. 14, p. 26.

395 «Colegiales», p. 62. Mayans, pp. 108-109. «Manteístas», p. 42.

396 Pedralbes, p. 62.

397 Estudis, nº. 14, pp. 25-26.

398 Mayans, p. 109. «Manteístas», p. 42.

399 Boletín, pp. 323-324. Estudis, nº. 14, pp. 24-25.

400 MAYANS, Epistolario, pp. 17-20.

401 Boletín, p. 317.

402 María Jesús GIMENO, La oligarquía urbana de Castellón en el


siglo XVIII, Castellón 1990, p. 256 y ss.

403 Enrique GIMENEZ LOPEZ, Militares en Valencia, pp. 167-168.

ÍNDICE 288
Notas

404 Sobre esta herencia, CATALA SANZ, op. cit. pp. 105 y ss.

405 MAYANS, Epistolario, VI, p. 388.

406 CADENAS VICENT, Caballeros de Santiago, III, nos. 975-976


(Jover). Del mismo, Caballeros... de Carlos 3º, III (1981), nº. 657. Jo-
aquín Dávila y Cotes, nacido en Valencia en 1755.
407 MAYANS, Epistolario, II, p. 707.

408 AHN. Fondos contemporáneos. Ministerio de Hacienda. Leg.


528 nº. 47. Pensión de 12.000 reales a doña Elena Núñez de Haro,
viuda de don José Navarro Vidal.
409 Obradoiro, p. 118. La situación familiar de Elola en AHN. Fon-
dos contemporáneos. Ministerio de Hacienda. Leg. 5.034, nº. 48.
410 «Muerte y salud en el Real Acuerdo», Estudis, 21, p. 230.

411 Ibidem, pp. 230-231.

412 Ibidem, 231. Según AHN. Consejos. Leg. 18.216. «Represen-


tación del Príncipe de Campoflorido sobre la falta de ministros de la
Sala criminal».
413 AGS. GJ. Leg. 590. «Noticia de los ministros que componen la
Audiencia de este Reino de Valencia».
414 «Muerte y salud», pp. 231-232.

415 Epistolario, XIV, p. 208.

416 AHN. Consejos suprimidos. Leg. 6886, nº. 2.

417 ARV. RA. Libro 83 (1788), fols. 188 y Libro 89 (1794), fol. 588.

ÍNDICE 289
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

418 «Muerte y salud», p. 232.

419 Ibidem, pp. 232-233.

420 Ibidem, pp. 233-234.

421 ARV. RA. Libro 28 (1733), fol. 13.

422 «Muerte y salud», p. 224.

423 Ibidem, p. 225.

424 ARV. RA. Libro 95 (1800), fols. 105-107.

425 «Muerte y salud», p. 226.

426 Estudis, nº. 5, pp. 93-96. Estudis, nº. 14, pp. 22-23. Mayans, pp.
92-93. Boletín, pp. 328-331.

427 ARV. RA. Libro 97. Estudis, nº. 10, p. 186. Declive, p. 399-400.

428 Pedralbes, nº. 1, pp. 64-65.

429 Estudis, nº. 5, pp. 95-96. nº. 14, p. 23. Pedralbes, nº. 1, pp. 64-
65. Boletín, pp. 331-332.

430 Teresa CANET, La magistratura, p. 258.

431 La información sobre el Alguacil Mayor se encuentra resumida


en AHN. Consejos suprimidos. Leg. 18.234. También puede seguir-
se las cédulas de nombramiento en las series del Real Acuerdo. Pa-
ra la historia de los Montserrat, también ANDRES ROBRES, cit. en
Hispania, LV/190, pp. 560 y ss.

432 AHN. Consejos. Leg. 18.234.

ÍNDICE 290
Notas

433 ANDRES ROBRES, cit. pp. 564-565.

434 ARV. RA. Libro 98 (1803), fol. 106. Juramento de Alguacil Ma-
yor de Miguel Nebot.

435 Mayans, p. 107.

436 La información sobre este cargo está tomada de la propia do-


cumentación del Acuerdo.

437 La legislación de la Corona de Castilla sobre estos cargos en


Novísima Recopilación, Libro V.

438 ARV. RA. Libro 19, fol. 239.

439 AHN. Consejos suprimidos. Leg. 18.216. La Cámara de Casti-


lla a 30 de enero de 1742. Al año siguiente se le concedieron ho-
nores de la Audiencia de Galicia.

440 Una relación de méritos posterior en AGS. GJ. Leg. 154.

441 También académico de la Historia, Vease el artículo del Mar-


qués de Sieteiglesias en BRAH, CLXXV, 1978, p. 32, nº. 27.

442 AHN. Consejos Suprimidos. Leg. 18.223. Ministros honorarios


de la Audiencia de Valencia.

443 Gaceta de Madrid, 13 de noviembre de 1789, p. 787.

444 Sobre estos personajes hay información abundante en GIME-


NEZ LOPEZ, Militares, passim. San Juan Elgueta solicitaba hono-
res desde 1784.

445 ARV. RA. Libro 56, fol. 210.

ÍNDICE 291
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

446 «El Real Acuerdo de Valencia en el declive del Antiguo Régi-


men», en La Ilustración española, edición de A. ALBEROLA y E. LA
PARRA, Alicante 1996, pp. 385-401. Citado en adelante como «De-
clive».

447 «El personal político en la crisis del Antiguo Régimen», en El


Dos de Mayo, Madrid 1992, pp. 203-219.

448 Armando ALBEROLA y Enrique GIMENEZ LOPEZ, «Los albo-


rotos antifranceses en Valencia y la huída del Arzobispo Fabián y
Fuero» en Studia Historica. Historia Moderna, Salamanca XII, 1994,
pp. 91-112.

449 «Declive», p. 386.

450 «Declive», p. 398.

451 «Declive», p. 399.

452 «Declive», p. 387.

453 Archivo del Reino de Valencia (ARV). Real Acuerdo. Libro 98


(1803), fol. 296 y ss.

454 «Declive», p. 397, según la documentación del Real Acuerdo.

455 «Declive», pp. 397-398. En caso de vacante, debía presidir la


Sala su decano, es decir, el alcalde del crimen más antiguo.

456 «Declive», pp. 399-400.

457 «Declive», p. 400.

458 El Dos de Mayo, p. 208-209.

ÍNDICE 292
Notas

459 «La Audiencia de Valencia de 1808 a 1814», Estudis, nº. 10,


pp. 183-184.

460 Estudis, nº. 10, pp. 184-185.

461 Estudis, nº. 10, pp. 193-194. Manuel ARDIT, Revolución liberal
y revuelta campesina, Barcelona 1977, p. 183.

462 Estudis, nº. 10, p. 194. AHN. Ministerio de Justicia (MJ). Leg.
4575, nº. 4926.

463 Estudis, nº. 10, p. 194. Manifiesto de la conducta política de D.


Ramón Calvo de Rozas, Madrid 1814, apéndice VII: «nombramien-
to de auditor general... el primero y más antiguo oidor de la revolu-
ción».

464 Estudis, nº. 10, p. 194.

465 Estudis, nº. 10, p. 195. Una exposición de conjunto en el expe-


diente de Negrete en AHN. MJ. Leg. 4681, nº. 5077.

466 Estudis, nº. 10, p. 196. AHN. MJ. Leg. 4454, nº. 3155. Relacio-
nes de méritos.

467 Estudis, nº. 10, p. 196. AHN. MJ. Leg. 4520. nº. 5258. Relación
de méritos impresa.

468 Estudis, nº. 10. AHN. MJ. Leg. 4397, nº. 2431. Incluye la «Re-
presentación documentada... de don José de Elola», Cádiz 1813.

469 Estudis, nº. 10, p. 197. Se trataba de un hermano de Joaquín


Lorenzo Villanueva. Vease la reciente edición de la Vida literaria de
éste, Alicante 1996.

ÍNDICE 293
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

470 Estudis, nº. 10, p. 197.

471 Estudis, nº. 10, pp. 197-198. Se refieren a estos hechos la re-
lación de méritos de López de Cózar y la «Representación» de Elo-
la.
472 El Dos de Mayo, pp. 209-210.

473 Estudis, nº. 10, pp. 199-200.

474 María Angeles PEREZ SAMPER, «La Real Audiencia de Ca-


taluña durante la guerra de Independencia», Pedralbes. Revista d’-
Història Moderna, nº. 2, 1982, pp.177-209.
475 Estudis, nº.10, p. 200.

476 Ibidem, Según AHN. MJ. Legs. 4387, nº. 2428 (Escudero) y
4504, nº. 3966 (Heredia).
477 Estudis, nº. 10, p. 201.

478 Estudis, nº. 10, pp. 201-202.

479 «Manifiesto de la conducta política de don Ramón Calvo de


Rozas», Madrid 1814.
480 Elola, «Representación documentada», Cádiz 1813, que fue
publicada para apoyar su petición de traslado a la Audiencia de Se-
villa.
481 AHN. Consejos suprimidos. Leg. 18.219. «Extracto de los ex-
pedientes de clasificación de la Audiencia de Valencia».
482 AHN. Consejos suprimidos. Leg. 6892, nº. 7.

ÍNDICE 294
Notas

483 Estudis, nº. 10, p. 203.

484 Estudis, nº. 10, pp. 203-204.

485 Cortes de Cádiz. Informes oficiales sobre Cortes. Valencia y


Aragón, Pamplona 1968, pp. 25 y ss.

486 Miguel ARTOLA, Los orígenes de la España contemporánea,


Madrid 1959, 2ª. edición, II, pp, 552-567.

487 Manuel ARDIT, Els valencians a les Corts de Cadis, Barcelona


1968.

488 Estudis, p. 206.

489 ARDIT, op. cit. pp. 167 y ss. Mayans, pp. 119-120. Obradoiro, p.
108. PASTOR FUSTER, Biblioteca valenciana, Valencia 1830, II, p.
489 y ss. Vicente BOIX, Historia de la Ciudad y Reino de Valencia,
1845, II, p. 296 nota 1.

490 Estudis, nº. 10, p. 207. PASTOR FUSTER, II, pp. 492-493. AR-
TOLA, II, pp. 505-508.

491 ARDIT, pp. 167 y ss. Estudis, nº. 10, pp. 207-208.

492 ARTOLA, I, p. 488 y ss. Antonio AGUNDEZ, Historia del poder


judicial en España, Madrid 1974, pp. 117-118.

493 Estudis, pp. 209-210.

494 Estudis, nº. 10, p. 210. AHN. Consejos. Leg. 6893, nº. 26.

495 «Discurso que, restituída a la ciudad de Valencia la Audiencia


territorial, pronunció al tiempo de su apertura D. Lorenzo Villanueva,

ÍNDICE 295
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

ministro más antiguo, el día 27 de julio de 1813». Valencia. En la im-


prenta de D. Benito Montfort, 20 p.

496 «Discurso que, al abrirse la Audiencia territorial de esta Pro-


vincia, el día 3 de enero de 1814, dixo el magistrado más antiguo
de ella...». Valencia. Benito Montfort 1814, 12 p.

497 Estudis, nº. 10, pp. 212-213. AHN. Consejos suprimidos, Leg.
6893, nº. 26.

498 Estudis, nº. 10, p. 213.

499 «L’Audiència de València durant el regnat de Ferran VII», Afers,


València 1985, p. 310. Según el volumen de 1814 del Real Acuer-
do.

500 Afers, nº. 2, p. 311. AHN. MJ. Leg. 4593, nº. 5173.

501 Afers, nº. 2, pp. 311-312. AHN. MJ. Leg. 4328, nº. 1545.

502 Afers, nº. 2, p. 312. AHN. MJ, Leg. 4457, nº. 3181 (Gil), y 4684,
nº. 3181.

503 Afers, nº. 2, p. 313. ARV. Real Acuerdo, 1815, fols. 358-359.

504 Afers, nº. 10. p. 313.

505 Afers, p. 313-314, nota 20.

506 Afers, p. 314. ARV. Real Acuerdo, 1816, fol. 166. «Carta orden
del presidente del Consejo con la lista de los señores ministros que
han de componer las salas de esta Audiencia».

ÍNDICE 296
Notas

507 Sobre Lleopart, AHN. Consejos suprimidos. Leg. nº. 1. Sobre


Modet, BURKHOLDER, Dictionary of the Audiencia Ministers, p.
217. Era hijo de un comerciante de Estella, de ascendencia france-
sa. Ana Mª. AZCONA, Comercio y comerciantes en la Navarra del
siglo XVIII, Pamplona 1996, pp. 406 y ss.

508 AHN. MJ. Leg. 4242, nº. 11.

509 AHN. Ministerio de Justicia. Leg. 4453 nº. 3149.

510 Afers, pp. 315-316.

511 Afers, nº. 2, p. 316.

512 Afers, nº. 2, pp. 316-317.

513 Hay abundante información de estos personajes en los Diarios


de ARIAS TEIJEIRO, Pamplona 1966.

514 Afers, nº. 2, p. 318. AHN. MJ. Leg. 4290, Nº. 994.

515 Colección de Reales Cédulas del Archivo Histórico Nacional.


Catálogo por Natividad MORENO GARBAYO, Madrid 1977, II, pp.
353-354.

516 Afers, nº. 2, p. 319.

517 Afers, nº. 2, p. 319.

518 Afers, p. 320. «Exposición de los magistrados de la Audiencia


territorial de Valencia sobre las ocurrencias relativas a los mismos
en la noche de 20 de noviembre de 1820». También ARDIT, p. 257.

ÍNDICE 297
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

519 Afers, nº. 2, pp. 320-321. «Manifiesto que escribió en su cala-


bozo el general don Francisco Xavier Elío, con el objeto de vindicar
su honor y su persona... por don José A. Sombiela», p. 88, nota 7ª.

520 Afers, nº. 2, p. 321. Vizmanos fue repuesto por real orden de 5
de diciembre.

521 Guía de Forasteros, Madrid 1821, p. 51 (Tribunal Supremo) y


81 (Audiencia de Castilla la Nueva).

522 Afers, nº. 2, p. 322-323.

523 AHN. MJ. Leg. 4750, nº. 7279. Pertenecía a una familia de no-
bleza media aragonesa, bien presente en la magistratura de los rei-
nados de Carlos III y Carlos IV. Luis, en concreto, era el «niño azul»,
pintado por Goya en 1791.

524 AHN. MJ. Leg. 4241 nº. 1.

525 Afers, nº. 2, pp. 323-324.

526 Afers, nº.2, p. 324.

527 Afers, nº. 2, p. 325.

528 Afers, nº. 325-326.

529 Afers, nº. 2. p. 326. Citada por PASTOR FUSTER, II, p. 503.

530 Sobre el proceso de restauración de la Audiencia realista, AR-


DIT, pp. 295-296. Más reciente, Jaime J. CHINER GIMENO, «Del
Trienio a la Ominosa Década. Disposiciones políticas, judiciales y
administrativas de la Junta Superior Gubernativa de Valencia», en

ÍNDICE 298
Notas

Dels Furs a l’Estatut. I Congrés d’Administració valenciana, Valen-


cia 1992, pp. 743-760.
531 ARIAS TEIJEIRO, Diarios.

532 Afers, nº. 2, p. 328. Sobre Puig de Samper, hijo, AHN. MJ. Leg.
4750, nº. 7279.
533 AHN. MJ. lEG. 4830 Nº. 9565. Consejos suprimidos. Leg.
13.380. nº. 67.
534 Afers, nº. 2, p. 329, según los expedientes del Ministerio de
Justicia.
535 Afers, nº. 2, p. 330. Sobre Sombiela, ARDIT, p. 249.

536 Afers, nº. 2, p. 331.

537 Su amigo PASTOR FUSTER, Biblioteca, II, pp. 489-503. cita


hasta 98 títulos de Borrull, incluyendo sus discursos en las Cortes.
538 Afers, nº. 2, p. 332. AHN. MJ. Leg. 4716 nº. 6708.

539 Afers, nº. 2, p. 332.

540 AHN. Consejos. Leg. 13.378, nº. 43. «Relacion de méritos de...
abogado y capitán de infantería en clase de dispersos».
541 Afers, nº. 2. p. 333.

542 AHN. Consejos suprimidos. Leg. 13.361, nº. 132. Relación de


méritos.
543 Afers, nº. 2, p. 334.

ÍNDICE 299
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

544 Sobre Cayetano de Urbina, Fabrice ABBAD y Didier OZANAM,


Les intendents espagnols au XVIII siècle, Madrid 1992, pp. 179-
180.
545 Afers, nº. 2. p. 335.

546 Afers, nº. 2. p. 336.

547 Afers, nº. 2. p. 336-337.

548 Afers, nº. 2, pp. 336-338.

549 Afers, cit. p. 339. Sobre Gil de Linares, ARIAS TEIJEIRO,

550 Afers, nº. 2,. p. 339-340.

551 RODRIGUEZ GARRAZA, Navarra, de Reino a Provincia, Pam-


plona 1968, p. 380 y 389.
552 Ya terminada la corrección de este libro, se ha leído en la Fa-
cultad de Derecho de la Universidad de Valencia la tesis doctoral de
Francisco Javier SÁNCHEZ RUBIO, que amplía y profundiza el es-
tudio de la Audiencia durante el reinado de Fernando VII.

ÍNDICE 300
Índice onomástico

A Andriani, Luis María.


Adell, Francisco Javier. Angulo Ramírez de Arellano,
Aguado, Antonio Francisco. Andrés, marqués de Angulo.
Aguilar, José de. Antonio, infante.
Aguilar Piñal, Francisco. Aparici, Pedro.
Alagón, Salvador de. Aperregui Tornamira, Antonio.
Alba, duque de. Ara, Domingo de.
Albarracín, Francisco. Aranda, conde de.
Albarracín, Matías.
Arbizu, Manuel de.
Albalat, conde de. Vid. Torán y
Arcos, duque de.
Sorell.
Ardit, Manuel.
Alcedo Campuzano, José.
Aliaga, Tomasa. Arias Cantalapiedra, Domingo.
Alonso, José. Arredondo Zorrilla San Martín,
Alpuente, Dalmacio. Diego.
Álvárez Cilleruelo, Pedro. Arrieta, Jon.
Álvárez de Mendieta, Luis. Asta, Esteban.
Álvárez Posadilla, Juan. Ayuso y Navarro, José.
Álvaro Andrés, Francisco. Aznar, Antonio.
Andreu, María Luisa. Azpiroz, Francisco Javier.

ÍNDICE 301
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

B Burriel, Andrés Marcos.


Barnuevo, Sancho. Busto, José María.
Barrios, Feliciano.
Basset Ramos, Juan B. C
Bastús y Faya, Juan. Caamaño Gayoso, Jacobo.
Bayer y Segarra, Domingo. Caballero Illanes, Rodrigo.
Beinza, José A. Cabrera Mosquera, José.
Berga Llaudes, Francisco. Calá de Vargas, Antonio.
Bernard, Gildas, Calabuig, Rafael Salvador
Bernat, Silverio. María.
Berni Catalá, José. Calatayud, Vicente.
Blake, Joaquín. Calatayud y Mateu, Antonio.
Blanco White, José María. Calomarde, Tadeo María.
Boil de Arenós. Calvo de Rozas, Lorenzo.
Borgunyó y Ramiro, Juan Calvo de Rozas, Ramón.
Alfonso. Camarasa, Francisco Tomás.
Borja, Vicente. Campoflorido, príncipe de.
Borrull de Arbizu, Pedro José. Campomanes, Pedro
Borrull y Ramón, José. Rodríguez de.
Borrull y Ramón, Juan. Canet Aparisi, Teresa.
Borrull y Ramón, Vicente. Cano Manuel, Antonio.
Borrull Vilanova, Francisco Cano Manuel, Vicente.
Javier. Carlos II.
Branchart, Vicente. Carlos III.
Burgos de Vallábriga, Pedro. Carlos IV.
Burke, Tobías. Caro, Ventura.
Burkholder, M.A. Caro de Briones, Teodomiro.

ÍNDICE 302
Índice onomástico

Cartagena, José. Compuesta, marqués de la.


Carvajal y Lancaster, José de. Conquista, conde de la.
Casamajor, José. Coquilla, marqués de la.
Casamajor y Josa, Juan. Coronado, Juan Pedro.
Casey, James. Cosío Bustamante, Diego.
Castelrodrigo, marqués de. Cotes, Rafaela.
Castillo, Manuel Alejo del. Covarrubias y Sans, Diego.
Castillo, Sebastián del. Cregenzan y Monter, José.
Castro, Jacinto Javier de. Crespí de Valldaura, Cristóbal.
Castro, Jacinto Miguel de. Cujas.
Cavanilles, José.
D
Caylus, duque de.
Dávila Sigüenza, Martín.
Cebrián y Cebrián, Gaspar.
Delgado Sanromán, Lorenzo.
Cepeda. Francisco de.
Descals.
Cepeda y Castro, Rodrigo.
Descals, Francisco.
Cerdá, Damián.
Descals, José.
Cerdá y Rico, Francisco. Descals, Onofre Diego.
Chafreón, Matías. Descals y Salcedo, Diego.
Chandler, D.S. Despuig, Francisco.
Cistué, Luis María; barón de la Despuig y Mercader, Francisco.
Menglana. Díaz de Burgos, Manuela.
Collado, Mariano Antonio. Díez, Jerónimo Antonio.
Coloma, Carlos. Díez de Ulzurrun, Francisco.
Coloma, José. Domenech, Pedro.
Colón de Larreátegui, Pedro. Domenech Nadal, Francisco.
Comes, Francisco. Donado, Laureano José.
Comes, Tomás. Dou, Ramón Lázaro de.

ÍNDICE 303
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

E Fernández de Mesa, Tomás.


Eguiluz y Garcés, Juan Matías. Fernando VI.
Elío, Francisco Javier. Fernando VII.
Elola y López, José. Ferrandis Bendicho, Pablo.
Escudero, Teótimo.
Ferrando, Juan B.
Espartero.
Ferrer, Antonio.
Espoz y Mina.
Ferrer, José Eustaquio.
Esteve, Braulio.
Esteve, Francisco. Ferrer Andreu, José Vicente.
Esteve, Vicente. Ferrer Merino de la Puente,
Eulate y Santa Cruz, Juan José. José.
Ezpeleta, Vicente Ramón. Ferrer de Próxita, Ana María.
Figueroa, Ángel Antonio.
F Finestres, José.
Fabián y Fuero. Fita, Francisco María.
Falcó y Blanes, Vicente. Fita, José Antonio.
Falcón, Cristóbal María. Fita, Vicente.
Farnesio, Isabel de. Flon, Bartolomé.
Faus, Francisco.
Floridablanca, conde de.
Fayard, Janine.
Folch de Cardona, Francisco
Febrer, Pedro Tomás.
Javier.
Felipe, infante.
Folch de Cardona, Lorenzo.
Felipe II.
Felipe V. Font, Pablo.
Fernández Company, José Fuentes Mangas, José.
María. Fuster, Justo Pastor.
Fernández de Gatica, Lorenzo. Fuster, Vicente.

ÍNDICE 304
Índice onomástico

G Guzmán, Alonso Pérez de.


Galdeano y Zalduendo, José Guzmán y Bobadilla, Diego.
María.
Gamio, Juan Martín de. H
García de Ávila, Juan. Heineccius.
García Galeano, Andrés. Heredia, Gonzalo.
García Talón, Cosme. Herrán Abauza, Joaquín.
Garelli, Nicolás María. Herrero Ceruelo, Mariano.
Gastañaga, Martín de. Híjar, duque de.
Gil, Tadeo Ignacio.
Gil Fernández, Diego. I
Gil de Linares, Fermín. Isabel II.
Giménez, Enrique. Isla, Juan de.
Giraldo de Arquellada, Ramón.
Gombau, Cosme. J
Godoy, Manuel. Jiménez, Juan Romualdo.
Gómez Rivero, Ricardo. Jiménez de Arrutave, Francisco.
Gómez de la Vega, Andrés. Jimeno Rodríguez, Marcos.
Gómez Villaboa, Nicolás. Joan y Centelles, Antonio.
Gómez Vuelta, José. José I Bonaparte.
González Alonso, Benjamín. Jover Alcázar, Blas.
González Escobedo, Francisco. Jover Valdenoches, Jacinto.
González Yebra, Antonio. Jurado de los Reyes, Miguel.
Gravina, Gianvincenzo.
Grotius, Hugo. L
Guillén de Toledo, José. Lapuerta, Pedro.
Gutiérrez de Sosa, Francisco. León Araujo, Francisco.

ÍNDICE 305
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Lisa de las Balsas, Vicente. Manau, Juan B.


Llamas y Molina, Sancho. Manescau y Saborío, José
Llanzol de Romaní, Pedro. María.
Llopis Ferris, Ignacio; conde de Manrique de Lara, Nicolás.
la Concepción. marqués de Lara.
López. Juan Luis, primer Mañes, Luis.
marqués del Risco. Marín y Mendoza, Joaquín.
López Camacho, Alonso. Martí, Manuel.
López de Cózar, José. Martínez Galindo, Tomás.
López Mesía, Juan Luis, Martínez Millán, José,
segundo marqués del Risco. Martínez Pingarrón, Manuel.
Losada y Temes, Juan. Martínez Quintanilla, María del
Lozano de Torres. Rosario.
Lozella, Francisco. Martínez Talón, José.
Lozella, Rafael. Mateu y Blanes, Lorenzo.
Lucero, Bartolomé. Mateu y Sans, Lorenzo.
Luis, infante. Mateu y Silva, Domingo.
Luis I. Mateu y Villamayor, Lorenzo.
Luna, conde de. Mayans, Gregorio.
Mayans y Pascual, José,
M Mayor y Descals, Pedro.
Macanaz, Melchor de. Mayoral, Andrés.
Macià Lleopart, Francisco. Medinaceli, duque de.
Madinabeytia y Antorqueza, Meerman, Gerard.
Juan Antonio. Meléndez Valdés, Juan.
Mahamud Santa María, Manuel. Melgarejo y Gamboa, Tomás.
Malespina, marqués de. Mercader y Calatayud, Manuel.

ÍNDICE 306
Índice onomástico

Mercader y Carcasona, Pascual. Mora Jaraba, Pablo.


Milá de Aragón. Morales Donaire, Domingo.
Miñana, José Manuel. Morales Villamayor, Diego.
Miralles Cabrera, Salvador. Moreno, Miguel.
Miralles Garcés de Marcilla, Moreno, Ramón Patricio.
Felipe. Moreno Alvarado, José.
Miralles y Siurí, José; marqués Moreno Hurtado, José.
de la Torre Carrús. Muñoz Lucientes, Miguel
Miranda Oquendo, Luis. Eugenio.
Miraval Espínola, Martín. Musoles, Felipe.
Miravete Velasco, Francisco.
Miró, Alejandro. N
Modet, Miguel. Napoleón.
Molina, Gaspar de. Navarra y Rocafull, Melchor.
Molina y Ribas, Juan. Navarro, Juan A.
Monsoriu y Castellví, Cristóbal. Navarro Bullón, Fernando.
Montalvo, Dionisio María. Navarro Tormo, Juan B.
Monterde, Cristóbal. Navarro Vidal, José.
Montfort, Benito. Navia Bolaños, José.
Montiano Sopelana, José. Navío, Manuel Antonio.
Montserrat y Ciurana, Andrés. Nebot, Fermín.
Montserrat y Ciurana, Pedro. Nebot y Sans, José.
Montserrat y Crespí, Andrés. Nebot y Sans, Miguel.
Montserrat y Crespí, Vicente. Negrete, Juan José.
Montserrat y Jiménez de Urrea, Noguera, Pedro Juan.
Fernando. Noguera, Vicente, canónigo.
Montserrat y Palafox, Vicente. Noguera Climent, José.

ÍNDICE 307
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Noguera Climent, Pedro Juan. Pérez Mesía, José.


Noguera y Climent, Vicente Pérez Mesía, Francisco.
Joaquín. Pérez Samper, María Ángeles.
Novela y Espínola, Juan Luis. Peset, Mariano.
Pimentel y Moscoso, Vicente.
Ñ Pineda, Francisco Salvador.
Núñez de Haro, Elena. Piquer, Andrés.
Pizarro, Jacobo María.
O Planes, dietarista.
Oliva, Antoni.
Plaza, Simón de.
Oller, José Antonio.
Prieto Laso de la Vega, Cayo.
Ormedal, María de.
Puig, Cosme.
Ortega y Cotes, Fernando
Puig, Vicente.
Antonio.
Puig de Samper, José María.
Puig de Samper, José María
P
(hijo).
Pagán, Antonio.
Puig de Samper, Vicente.
Pardo, Raimundo.
Pascual Martínez, Vicente.
Paz, Francisco Cándido. R
Peñuelas, Juan de. Redondo, Francisco.
Peralta Guzmán, Gracián. Reina, José María.
Pérez Bayer, Francisco. Ribelles, Rafael.
Pérez Caballero, José. Ric Ejea, Pedro.
Pérez de los Cobos, Tomás. Ric y Montserrat, Pedro María.
Pérez de Estella. Ricci, Scipione.
Pérez de Lema. Riera Roger, José Antonio.

ÍNDICE 308
Índice onomástico

Risco, marqués del. Vid. López Salcedo Enríquez de Navarra,


Mesía. Francisco.
Roca, duque de la. Salcedo Enríquez de Navarra,
Roca, Rita. José.
Roca Escrivá, Francisco. Salcedo Enríquez de Navarra,
Roda y Arrieta, Manuel. Marcos.
Rodríguez, José. Salcedo Ortes de Velasco,
Roger, Dionisio. Manuel Pablo.
Romero Alpuente, Juan. Salcedo y Vives, Bruno.
Rosillo, Lorenzo. Salelles y Palos, José.
Rousseau, Jean Jacques. Salvador y Pelegrí, Vicente.
Ros de Castellví, Dionisio. San Juan y Elgueta, Juan
Ruiz de Alarcón, José. Antonio.
Ruiz Prado, Pedro. San Pedro, Isidro de.
Ruiz Santos, José. Sánchez, Pedro Luis.
Sánchez Muñoz, Jacinto.
S Sancho Abarca, Sebastián.
Sabater, Juan. Sanromán. Vid. Delgado
Sáenz de Vizmanos, Francisco. Sanromán.
Saint March, Felipe. Santayana Bustillo, Lorenzo.
Sajonia, María Amalia de. Sanz López, José María.
Sala Berenguer, Francisco. Sanz de Velasco, Tomás.
Salazar, José Benito de. Schaffer, Ernst.
Salcedo Enríquez de Navarra, Segarra, Joaquín.
Bernardino. Segovia, Juan Andrés de.
Salcedo Enríquez de Navarra, Sempere, jefe realista.
Bruno. Sempere Guerinos, Juan.

ÍNDICE 309
Pere Molas Ribalta
La Audiencia Borbónica del Reino de Valencia

Serantes y Carrillo, Francisco. Tinajero de la Escalera.


Serrador y Escudero, Miguel Toledo, Fernando José.
José. Toledo, Manuel de.
Serralde, Miguel. Torán y Sorell, José; conde de
Sierra Cienfuegos, Diego. Albalat.
Sierra Ferrera, José. Torán y Sorell, Teresa.
Simón Pontero, Antonio. Toribio Ugarte, Francisco.
Simón Pontero, Carlos. Tormo, José.
Sirera, José Ramón. Tormo y Pont, Vicente.
Sisternes, familia. Tormo y Vidal.
Sisternes, Joaquín. Torre, Pedro de la.
Sisternes y Feliu, Manuel. Torre Carrús, marqués. Vid.
Sobrino de la Plaza, María Miralles y Siurí.
Ventura. Torre Despuig, José.
Soler, Tadeo. Torre Despuig, Juan.
Soler Bargalló, Felipe. Torre Orumbella, José; obispo
Solsona, Joaquín. de Orihuela.
Sombiela, José Antonio. Torre Orumbella, Juan.
Suchet. Torre y Puebla, Ramón.
Stone, Lawrence. Torres, Eleuterio José.
Torres Villarroel, Diego.
T Torrijos Vargas, Bernardo.
Tabara, marqués de.
Tafalla, Joaquín María. U
Talens, Vicente María; marqués Urbina, Cayetano de.
de la Calzada. Urbina, Luis de.
Terol y Domenech, Máximo. Urbina Daoiz, Felipe.

ÍNDICE 310
Índice onomástico

V Villacampa, Pedro.
Valcárcel Dato, Juan. Villacampa y Pueyo, Pascual.
Valdecañas, marqués de. Villafañe Andreu, Manuel.
Valdenoches, Agustín de. Villafañe Flores, Manuel.
Valdenoches, Francisca. Villagarcía, marqués de.
Valdés León, Pedro. Villanueva, J. Lorenzo.
Valladares de Sotomayor, Villarroya, Bartolomé.
Francisco. Villarroya, José.
Vallejo Alcedo, José.
Vallterra, Carlos. X
Vallterra y Blanes, Jerónimo. Ximeno, Vicente.
Van Marck, marqués de.
Vargas, Ignacio. Z
Vega Canseco, José. Zafra, marqués de.
Velázquez Zapata, Francisco. Zenzano, José.
Villa y Torre, José. Zevallos, Gaspar.

ÍNDICE 311

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