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La sangre de los dioses: Dactylopius coccus Costa

(Hemiptera: Dactylopiidae)

Fernando Villaseñor Ulloa

Introducción
Entre los animales que criaban los mexicanos, ninguno hay
más digno de mencionarse que el nochiztli o cochinilla... Este
insecto, tan estimado en todo el mundo por su color, siendo
por una parte tan delicado y por otra tan perseguido, necesita
mucho mayor cuidado que los gusanos de seda.
Francisco Javier Clavijero
Historia Antigua de México, 1780.

México es un país pródigo en color, abunda de forma


evidente en las formas cromáticas del lenguaje cotidiano, en el
galante vestuario de nuestros pueblos indígenas, en la vastedad
de tonos utilizados desde épocas remotas en los códices, en
los murales que engalanan nuestros palacios virreinales;
cada rincón de nuestro país tiene muestras palpables de
nuestro gusto por los distintos matices que la naturaleza
ha dispuesto en nuestro entorno. El universo mismo según
nuestros pueblos prehispánicos estaba dividido no solamente
en puntos cardinales, sino también en tonalidades; así,
quedaban correspondidos ambos conceptos, de tal suerte que
al norte le correspondía el negro, al sur el azul, al este el rojo
y al oeste el blanco (Caso, 1983). Tal forma de apreciar el
universo se ve reforzada con el uso de cualidades inherentes
para cada tono.
El rojo, fue desde el inicio de las civilizaciones
mesoamericanas un referente importantísimo, además
de ser el rumbo cardinal más apreciado (Dufétel, 2002;
González, 2002), significaba la juventud, la fertilidad, la luz
y la resurrección del sol después de su batalla diaria con la
noche.
Por mesoamérica entendemos una gran área geográfica
y cultural que engloba casi la mitad del territorio del actual
México además de los países de Guatemala, Belice, Honduras,
El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Espacio donde se
desarrollaron una serie de civilizaciones que compartían
rasgos y tradiciones culturales. El término mesoamérica se
utiliza por parte de historiadores, arqueólogos y antropólogos
para hacer referencia tanto a las culturas que existían antes
de que arribaran los europeos en el siglo XVI, como a la región
en la que se desarrollaron (Piña, 1985).
Es importante señalar que no sólo en latitudes
americanas ha existido esa fascinación, la humanidad ha
tenido tradicionalmente desde épocas remotas una relación
muy especial con el color rojo. Según estudios antropológicos
recientes los primeros términos lingüísticos que las culturas
desarrollan con respecto a los colores distinguen entre lo claro
y lo oscuro. Si una lengua se ha desarrollado lo suficiente
como para incluir tres vocablos que nombren los colores, casi
siempre la tercera palabra se referirá al color rojo (después del
blanco y el negro obviamente). Expresiones para especificar
otros colores se desarrollan sólo más tarde, luego de que el
rojo se haya establecido. Igualmente no es poco común que
este vocablo esté relacionado o se utilice indistintamente o
junto con la palabra sangre (Dufétel, 2002; Rodríguez, 1999).
Desde los albores de la historia, ese tono gozó de especial
atención particularmente en el mundo mediterráneo. El
pensamiento mágico-religioso lo asociaba a la realeza. El
descubrimiento del tinte se atribuye a los fenicios, que lo
obtenían a partir de caracoles marinos o de dos insectos, uno de
ellos llamado kermes [Kermes ilicis (Linnaeus)]; del que deriva
la palabra carmín. Este colorante de origen mediterráneo,
ocupó un lugar muy importante entre los antiguos europeos.
La sustancia colorante que contiene es el ácido kermésico y
se obtiene de las hembras fecundadas de los insectos Kermes
ilicis parásitos de la encina (Quercus ilex L.), desde la Edad
Media, hasta la total aceptación de la cochinilla en el último
tercio del siglo XVI, el kermes fue la materia tintórea por
excelencia de los rojos de lujo. Con él, se teñían las túnicas
de los legionarios romanos y posteriormente los trajes de la
nobleza (Grimberg, 1991).
En Europa durante la edad media (del siglo V al XV de
nuestra era) la importancia del rojo iba más allá de un gusto
natural por esta tonalidad; se valoraba además porque era
relativamente raro. Los tintoreros medievales, pertenecientes
a gremios altamente especializados, tenían la capacidad de
producir muchos colores ricos, pero el rojo se convirtió en
un dolor de cabeza ya que resultaba sumamente difícil de
producir, al menos en forma duradera (Grimberg, 1991).
Los colorantes con base animal o vegetal eran altamente
apreciados pero difíciles de obtener dando como resultado,
que las vestimentas rojas tuvieran un precio elevado y por lo
tanto, representaban un importante símbolo de estatus, teñir
telas de rojo intenso en una tintorería medieval en Florencia
hubiera costado diez veces más que teñirlas de azul cielo, para
dar un ejemplo (Palacio, 1999).
Es difícil pensar hoy en día con ver a las representaciones
de la virgen María vestidas de rojo, la mayoría asociamos por
herencia cultural a la madre de Cristo con los colores azul o
blanco, sin embargo durante el Renacimiento, en las pinturas
y retablos, en templos y catedrales, se le ve de manera frecuente
con vestimentas de color grana, o bien con una combinación
de rojo y azul.
Las razones para el uso de ese color en un símbolo tan
importante para la cristiandad son interesantes: a pesar de
darle cierta conexión con la idea de pecado, estaba aún más
fuertemente asociado con la iglesia y con Dios. Era el color
de la zarza ardiente, del fuego de Pentecostés y la sangre de
los santos mártires, sin olvidarse del emblema de la iglesia
misma (Jesucristo en persona desangrándose por las heridas
de los pecados de los hombres, ante los piadosos ojos de los
asistentes a los templos y liturgias).
Sin embargo en el siglo XIX, cuando el Papa declaró que
el color oficial de la virgen María era en adelante el blanco,
el rojo dejó de ser favorecido y estaba decididamente más
asociado con el pecado que con lo celestial; desde los pulpitos
se vociferaba que el infierno se incendia con las llamas de la
culpa y al demonio es común verlo representado en el mismo
matiz (Papini, 2002). Es probable que las tendencias artísticas
del periodo Barroco influyeran tanto en la nueva concepción
estética como en la decisión papal.
Su pérdida de estatus tuvo algo que ver con las antiguas
asociaciones que se le imputan a ese color con la violencia, la
pasión y el sexo. Además claro está, del descubrimiento de las
anilinas sintéticas que en ese siglo XIX hicieron relativamente
fácil de obtener el tono, dejando a un lado la necesidad de
gran capacidad económica para poder conseguirlo.
La industria mesoamericana encuentra mercado
Volviendo a México, durante la época prehispánica florecían
muchos tipos de industrias, dedicadas a prácticamente a
todas las actividades que existían al mismo tiempo en Europa,
no debe extrañarnos que muchas de las soluciones que se le
daban a los problemas en mesoamérica eran aplicables para
la vida en otros continentes y fueron adoptadas de buena gana
por conveniencia económica y política.
Una de esas industrias que además gozaba de un alto
desarrollo fue precisamente la de las tinturas y colorantes, que
utilizaba los mercados o tianguis como lugar de intercambio y
de crecimiento (Díaz, 2003), y ofreció desde el inicio del contacto
entre civilizaciones razones de intercambio y explotación.
Tlapalli (García, 2004) era la palabra que los antiguos
nahuas (concepto que engloba a todas las ciudades y
estados que tenían en común el uso de la lengua náhuatl,
mayoritarios en la mesoamérica mexicana durante el periodo
de la conquista) usaban para referirse a los colores, es curioso
que a pesar del paso de los siglos y del cambio de idiomas
sigamos llamando tlapalería, termino híbrido entre náhuatl y
castellano al lugar donde se venden pinturas y otros artículos
relacionados con su uso.
Muchos materiales utilizados en América eran
desconocidos o inexistentes en Europa, propiciando el interés
de los colonizadores por significar ventajas de uso, duración y
precio.
Los ojos del europeo se detenían constantemente en
las mantas y huipiles de los antiguos mexicanos, llenos
de color y vida, en donde los tonos fuertes eran usados de
forma constante, resaltando obviamente el rojo vivo, portado
en vestimentas, decorando edificios, convertido en parte
de murales y resaltando en los códices (Cortés, 1992). Un
color destinado para realeza europea y los príncipes de la
iglesia católica estaba aparentemente al alcance de muchas
más manos en la zona cultural mesoamericana (Díaz, 2003),
desatando de inmediato la codicia entre aquellos que tenían
algún tipo de conocimiento sobre el costo de los tintes.
Nocheztli, que significa sangre de tunas en lengua náhuatl,
fue el primer termino que conoció el europeo para nombrar al
causante de la pigmentación roja; sin embargo otras varias
culturas poseían vocablos distintos para nombrar al mismo
culpable, tales como Induco en mixteco y Bi-yaa en zapoteco
(Pérez, 2001).
Acceder al secreto de la fórmula para la obtención del tinte
no fue fácil, los antiguos mexicanos sabían muy bien guardar
secretos y al igual que los gremios en el viejo mundo podían
cobrarle con la vida a los delatores de los misterios en sus
profesiones (Escalante, 2002), sin embargo y tras la caída de
Tenochtitlán en 1521, principal centro político, económico
y militar del siglo XVI en mesoamérica, los esquemas de
producción fueron destruidos en muchas partes y los secretos
dejaron de serlo gracias a los tormentos de cordeles y fuego,
a los aperreamientos y mutilaciones (Razo, 1981), así, las
sangre de los hombres debió correr para conocer el secreto de
la sangre de los dioses.
El español supo entonces que el pigmento procedía de
un insecto: Dactylopius coccus Costa a quién bautizo con los
nombres de cochinilla y de grana, debido a la confusión que
causaba el tener el producto entre las manos (Dahlgren, 1990;
Cervantes, 2004; Menonville, 2005), no se podía distinguir con
claridad, si se trataba de semillas o algún insecto especialmente
minúsculo, ya que para poder trabajar con el tinte se tenía que
matar y desecar al artrópodo, que además posee la cualidad
de tener un tamaño ínfimo, difícil de apreciar a simple vista
(Clavijero, 1990). Sin embargo esta confusión se aprovechó
hábilmente por aduaneros, autoridades y comerciantes, que
guardaron celosamente el secreto del origen animal de la
tintura, existen testimonios que narran el intento por sembrar
la grana cochinilla en tierra fértil europea particularmente
en Francia e Inglaterra, acompañados por rotundos fracasos
(Menonville, 2005).
Grana cochinilla fue entonces el nombre que prevaleció, y
aún en nuestros días es utilizado para nombrar al insecto que
provoca la coloración roja.
El registro arqueológico mesoamericano guarda para quien
quiera conocerlo restos y huellas de nocheztli al parecer varios
códices y murales están pintados con ese tinte. Por ejemplo,
hoy se sabe gracias a estudios químicos, que en Oaxaca los
mixtecos lo usaron para colorear el Códice Becker, que consta
de 16 hojas de piel de venado y está pintado principalmente
con rojo cochinilla y azul índigo.
Además existen descripciones de su importancia como
gravamen, en el códice conocido como “Matrícula de los
tributos” (donde aparecen bolsas representando cargamentos
del mismo) y el “Códice florentino” pintado por encargo de
fray Bernardino de Sahagún (1577), en el cual se plasma el
proceso de obtención y beneficio.
El objetivo del presente trabajo entonces, es mostrar la
importancia comercial y económica que la grana cochinilla
adquirió como tintura entre los siglos XVI y XIX de nuestra
era, siendo el área mesoamericana su punto de partida para el
resto del mundo; es necesario aclarar que para poder mostrar
un panorama lo más exacto posible se recurrió al uso de fuentes
documentales clásicas del siglo XVI, XVIII y XIX, tratando en
lo posible de encontrar concordancias y cruzar referencias, en
cuanto al siglo XVII no fue posible encontrar fuentes directas,
sólo referencias ocasionales en trabajos recientes.
Francisco Xavier Clavijero (1780) y Alejandro de Humboldt
(1822) científicos, exploradores y naturalistas de fama mundial,
coinciden en señalar que la crianza de la cochinilla para
beneficio comercial comenzó aproximadamente en el siglo X
de nuestra era, en el llamado periodo clásico mesoamericano,
y le atribuyen a la civilización Tolteca su florecimiento.
Sin embargo no existe una base científica sólida para tal
afirmación, es natural pensar, que siendo la civilización
Tolteca uno de los principales focos de ciencia y cultura en el
altiplano central mexicano lo más fácil es echarles la culpa,
o cargarles un mayor número de maravillas, sin embargo, lo
cierto es que no es posible tener una fecha absoluta o certeza
del inicio de este cultivo, ya que muchas civilizaciones no nos
legaron testimonio escrito (códices o crónicas hechas por el
europeo), y el arqueológico se encuentra bastante deteriorado
como para poder determinar si conocieron o no el uso de
la grana cochinilla, además de que existe la presunción de
que en el área maya de Chiapas se han encontrado vestigios
arqueológicos de la misma época con restos del colorante
(Pérez, 2000).
Lo que sabemos a ciencia cierta es que a la llegada del
europeo se intensificó su uso y beneficio, creando un mercado
transoceánico muy importante, dando lugar al establecimiento
y desplazamiento de poblaciones indígenas principalmente en
la zona de los actuales estados de Oaxaca y Puebla, que tenían
por misión elevar la producción y calidad de los procesos de
beneficio (Cervantes, 2004).
La grana cochinilla tenía varias ventajas por sobre los
colorantes utilizados en la Europa de aquella época: debido a
su composición química, producía un rojo tanto más oscuro
como más duradero, resultaba más fácil de producir, incluso
si esto tenía que ser en México. Para la década de los 1570
(cincuenta años después de la conquista americana), la
industria textil europea se había transformado y había pasado
a depender en gran parte del uso de la cochinilla, aportando al
trono español grandes ganancias (Humbolt, 2002).
Los europeos habían valorado las tinturas rojas durante
siglos, y por lo tanto apreciaron de sobremanera a la grana
cochinilla desde el inicio; hoy todavía por ejemplo, utilizamos
el termino granado (haciendo referencia la posibilidad
económica para adquirir grana) para hacer referencia a algo
selecto e ilustre.
Cuando los colonos españoles intentaron producir por
cuenta propia cochinilla en plantaciones y encomiendas,
fracasaron una y otra vez. Ante este problema y a pesar
de conocer el origen animal del tinte y la forma de cultivo,
por medio de estudios e “informantes”, se vieron forzados
a depender de las poblaciones indígenas de México para
obtener su provisión de tintura. Esto brindó a los productores
indígenas de cochinilla cierto grado de independencia ante el
gobierno colonial (Dahlgren, 1990) .
Después del oro y la plata, la grana cochinilla se convirtió
en el mayor productor de divisas para la corona española desde
sus colonias entre 1550 y 1800 (Humbolt, 2002; Pérez, 2001),
trayendo como consecuencia un enorme celo para el cuidado
de su secreto, junto con esfuerzos científicos encaminados
a comprender los ciclos de vida y reproducción del mismo
(Sahagún, 1989). La región del valle de Oaxaca se convirtió
en el lugar ideal para la explotación del cultivo, debido a sus
condiciones climáticas y a su especialización en el ramo, ya
que en el códice conocido como “Matricula de los tributos”
se hace mención de que en esta zona, los Mixtecos pagaban
tributo en especie a los Mexicas, por medio de costales de
grana.
Todos los hospederos del género Dactylopius son plantas
cactáceas, y estás son de origen exclusivamente americano (
Portillo, 2005), nuestro país es especialmente rico y diverso en
este tipo de plantas, por ello no debe extrañarnos que muchos
de los científicos y exploradores del siglo XVI le prestaran
especial atención (Acosta, 2003; Clavijero, 1990) .

Historia natural y moral de las indias, Biblioteca “Miguel de Cer-


vantes”, fondos especiales. Colección de documentos para la historia
de México.

De tal suerte fray Bernardino de Sahagún, primer


estudioso y antropólogo empírico que intento sistematizar los
conocimientos y las especies del nuevo mundo le dedico en
su obra cumbre Historia General de las cosas de la Nueva
España un apartado en el cual entrelaza al fruto del nopal (la
tuna) y a la cochinilla, para dejar en claro la importancia de la
planta y de su huésped:
“Al color con que se tiñe con la grana que llaman Nocheztli,
quiere decir sangre de tunas, porque en cierto género de tunas
se crían unos gusanos que llaman cochinillas apegados a las
hojas, y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada;
ésta es la grana fina y hay grandes tratos de ella; llega hasta
la China y hasta Turquía, casi por todo el Mundo es preciada
y tenida en mucho. A la grana que ya está purificada y hecha
en panecitos, llaman grana recia, o fina; véndenla en los
tianguez para los pintores y tintoreros”.

Cabe aclarar, que aunque el texto data del siglo XVI, la


referencia al comercio con China y Turquía se debió al mercado
que se había instaurado por parte de los propios españoles
casi de forma inmediata, no olvidemos además, que lo que el
español concebía como China era en realidad el territorio que
se llamó posteriormente las Islas Filipinas y el sur de Asia,

Historia de Nueva España, Libro en el cual se compendiaban las


Cartas de relación de Hernán Cortés. Biblioteca Miguel de Cervantes,
Fondos Especiales.
que fueron descubiertas y conquistadas por una expedición
que partió desde la recién descubierta bahía de Barra de
Navidad, en el actual estado de Jalisco (Razo, 1981; Muriá,
2000).
Según las fuentes historiográficas más creíbles, la primera
exportación de cochinilla a Europa se llevó a cabo en el año de
1523, respondiendo a una petición expresa que el Rey Carlos
V hizo a Hernán Cortés, quién le contó de la existencia de un
“tinte especial” en sus “Cartas de relación”, es decir, apenas
dos años después de consumada la conquista de Tenochtitlán,
ésta es la primera noticia que tenemos de la grana después de
la conquista. Es necesario aclarar que el 13 de agosto de1521,
marca de forma oficial el inicio de la época colonial en nuestro
país, aunque esa fecha deja de lado posteriores lances de
conquistadores hacia otras latitudes desconocidas de México,
como los de Nuño de Guzmán y Francisco Cortés y el hecho
de que en pleno siglo XVIII muchas regiones del territorio del
actual México eran prácticamente desconocidas, así como sus
pobladores.
La expansión de la industria del nocheztli y su cobijo
oficial por parte de la autoridad real en persona, trajo consigo
la aparición de los cargos denominados “Jueces de grana”
(Martínez, 1773), cuya función era la de regular, verificar
y dar fe de la pureza y calidad del producto, que por cierto
desde los inicios de su febril comercialización, lucho en contra
de la adulteración, el comercio desleal y malos procesos de
pesado(Cervantes, 2004). En 1572 se creó el cargo de Juez
de grana en Puebla y Oaxaca. Para 1620 existían Jueces de
grana en, Tlaxcala, Chalco y Cholula (Dahlgren, 1990). Así
como inspectores para su embarco en los puertos de Veracruz
(Menonville, 2005) y San Blas en el actual estado de Nayarit
(Muriá, 2000).

Los científicos entran a escena


Para el siglo XVIII, los científicos inmersos en los procesos
de clasificación y reinterpretación de la naturaleza que Linneo
impulsó, voltearon sus ojos hacia el Nuevo Mundo con afán
renovador y hambriento de nuevas especies. Este nuevo tipo
de “filósofos naturales” adquirió un interés especial por la
cochinilla denominada por los científicos novohispanos Grana
silvestra (Menonville, 2005). No tenían idea sobre si era de
origen animal, vegetal o mineral, pero esperaban penetrar
los misterios de la luz y el color o, por lo menos, desarrollar
nuevas estrategias para producir el valioso colorante luego de
haber descifrado el enigma. A las autoridades, comerciantes
y tintoreros les parecía vital mantener los misterios del
secreto del producto, y para su disgusto muchos científicos
estaban determinados a discutir el asunto de la cochinilla
abiertamente.
El propio Linneo se encargo de clasificar a la grana
cochinilla en 1758 denominándola Coccus cacti (Mastache,
2002), sin embargo, tal clasificación no correspondía a la
realidad, al parecer, el espécimen utilizado para tal operación
fue erróneamente presentado como cochinilla al padre de
la moderna taxonomía, procediendo por consiguiente a una
mala interpretación (Menonville, 2005).
José Antonio de Alzate una figura fundamental en la
cultura novohispana del siglo XVIII quién puede valorarse
como uno de los principales constructores de la ciencia
nacional se interesó en el estudio del insecto, de tal forma, en
el año de 1777 elaboró, el manuscrito denominado: Memoria
sobre la naturaleza y cultivo de la grana cochinilla, en el
cual reúne todo lo que se sabía hasta ese momento sobre
el tema, esmerándose en la reproducción gráfica fidedigna
de los procesos para obtener mayores beneficios, si bien, la
labor de Alzate es conocida mayormente por sus aportes a
la astronomía (Moreno, 1986), el sabio mexicano se interesó
y divulgó los conocimientos que se generaban en México de
cualquier rama de la ciencia.
En ese mismo 1777, Joseph Thiery de Menonville, botánico
francés, emprende una excursión furtiva hacia Oaxaca,
patrocinada por el rey de Francia Luis XVI, que tenía por
objetivo verificar el origen animal de la cochinilla, descubrir
sus secretos y transportar mediante contrabando varias
pencas de nopal cargadas con el insecto, a fin de reproducirlo
en Santo Domingo (hoy República Dominicana) una posesión
de su país en el caribe. Su expedición si bien le permite salir
con vida y transportar varias pencas útiles, no se corona con
un éxito total ya que la muerte lo sorprende prematuramente
en 1780 a los 42 años de edad, sin darle la oportunidad de
publicar y continuar con su investigación que adaptaría al
insecto a las condiciones de crianza en las colonias francesas,
su obra fue publicada a su muerte en plena Revolución
Francesa, de tal suerte que paso prácticamente inadvertida
(Menoville, 2005).
En 1780, el investigador jesuita de origen veracruzano
Francisco Javier Clavijero, publica en Italia su obra cumbre:
Historia Antigua de México, en la cual hace un pormenorizado
análisis de los cuidados y la reproducción del insecto, haciendo
uso inclusive de un microscopio, que le sirvió para desmentir
muchos de los mitos que alrededor del mismo se habían
creado. Clavijero, desterrado en el país Mediterráneo por su
filiación religiosa, critica y debate los argumentos tomados
como ciertos por la comunidad científica, en el capítulo: Los
insectos de Anáhuac, señala:
...Sus ojos, su boca, sus piernas y sus pies, se ocultan de tal
suerte entre las arrugas de su piel que no pueden distinguirse
sin el auxilio del microscopio, y por esta causa se obstinaron
algunos, contra el informe de los indios que las criaban y
contra el testimonio del Dr. Hernández que las observó como
naturalista, en que estos animales eran una semilla.

No fue sino hasta el año de 1835 (posteriormente a la


independencia mexicana y en los albores de la aparición de
las anilinas) que O. Costa denomino de forma definitiva al
insecto como Dactylopius coccus.

El declive
A pesar de los esfuerzos de la Corona y el aparato
burocrático novohispano la industria no tardo mucho en
decaer, existían constantes quejas de los indígenas que
sentían cierto hostigamiento por parte de las autoridades que
deseaban producciones cada día mayores para poder abastecer
a un mercado creciente. Alcaldes mayores y comerciantes se
repartían ganancias enormes producto de la adulteración del
producto, valiéndose de la corrupción de los Jueces de grana,
además de trasladar a poblaciones enteras de lugar con la
finalidad de dedicarlos únicamente a la crianza del insecto.
En Tlaxcala y Puebla durante la segunda parte del siglo
XVII los productores cansados de ser los menos favorecidos
económicamente por su esfuerzo y ante la incompetencia de
las autoridades virreinales destruyeron sus plantíos.
Alejandro de Humboldt en su obra más famosa: “Ensayo
político sobre el reino de la Nueva España”, nos cuenta que en
la región de Yucatán sucedió algo parecido alrededor del año
1760:
“...Una sola noche vio cortar todos lo nopales que alimentan
la cochinilla. Los indios pretenden que el gobierno tomó esta
medida violenta para hacer aumentar el precio de un género
cuya propiedad exclusiva se quería asegurar a los habitantes
de la Mixteca. Los blancos, por el contrario, aseguran que
los indígenas, irritados y descontentos del precio que los
comerciantes fijan a la cochinilla, se unieron para destruir el
insecto y los nopales a un mismo tiempo”.

Durante 1820 en pleno proceso de independencia mexicano,


llegaron a Cádiz con dirección a la Sociedad Económica ocho
nopales que venían cargados con Dactylopius coccus. La
sociedad consiguió en el mismo año una generación numerosa,
y en consecuencia las Cortes mandaron por decreto, que se
extendiera su uso en las provincias que por su temperatura
permitiesen el cultivo de este insecto.
En las Apuntaciones sobre el cultivo del nopal y cría de
la cochinilla en las Islas Canarias, publicado en 1846, se
establece que:
“Ninguna parecía en efecto mas a propósito que la de
Canarias, y bien lo comprendió así el Canónigo José Quintero
Estevez, a quien se le debe en gran parte el rápido vuelo
que ha tomado en las Islas la plantación de la Cochinilla.
Llegándose a persuadir que algún día constituiría el cultivo
de la grana la principal riqueza de las Canarias”.

La grana se convirtió rápidamente desde 1845, en un


monocultivo que resolvió los problemas económicos de las
islas durante todo el siglo XIX, y paso a ser en el sustituto
perfecto de las posesiones del Nuevo Mundo para su crianza.
Para 1850 fueron descubiertos los tintes a base de anilinas,
mucho más baratos y con amplias posibilidades para producir
tonos impensables, este fue, el golpe maestro que derrumbo
los mercados mundiales y produjo un inmediato desinterés
por el aprovechamiento del insecto, salvo para autoconsumo
y decoración de los propios pueblos indígenas.

Datos curiosos
Cuenta una leyenda de origen mixteco que una mañana
un par de divinidades se encontraron en un campo sembrado
de nopales, alimento exquisito que desató inmediatamente
la codicia de ambos por la posesión del mismo, al no ceder
ninguno ante los gritos y amenazas del otro, se enfrascaron en
una pelea muy cruenta, salpicando con su sangre las verdes
pencas y las multicolores tunas, al final, el único ganador fue
el hermoso sembradío, que utilizando sus afiladas espinas y
sus hirientes ahuates guardaron para el hombre la preciosa
sangre de los dioses (Hernestrosa, 1986). Existe otra leyenda
que narra las creencias mexicas que ligan al nopal con la
sangre y el sacrificio, establecidos claramente en el texto de
la página 12 de la “Historia Tolteca Chichimeca” (Kirchhoff,
1976) que señala puntualmente:
“Flecharon el nopal y brotó su sangre; y alimentaron a uno
de ellos y así se lleno de voluntad”.
Ambas fuentes me han servido para dar título al
presente.
Grandes pintores considerados tesoros de la humanidad
como El Greco, lograron algunos colores carmesí utilizando la
grana. También los hermanos franceses Gobelin, aprovecharon
el colorante en la elaboración de sus famosos tapices.
Las chaquetas de gala del ejército británico, así como los
mantos de la familia real, se tiñen desde el siglo XVI con grana
cochinilla.
Los ropajes de cardenales (Dahlgren, 1990) y la guardia
Vaticana se teñían con grana desde el siglo XVI y hasta
principios del siglo XX.
La famosa bebida italiana Cinzano obtiene su característico
color, con la sangre de las tunas que un día salieron de
México.
El Códice Badiano que trata sobre medicina natural utiliza
la tinta roja de la cochinilla, se escribieron en ella los nombres
de las plantas, el título de los capítulos y el enmarcado de las
láminas (González, 1990).
Maximiliano de Hasburgo frustrado emperador de México
en el siglo XIX se interesó por mejorar la producción de la
grana y erradicar los fraudes en el comercio, de tal forma hizo
publicar en el “Diario del Imperio” del 6 de marzo de 1865 el
Tratado de la Grana Cochinilla. Primer intento hecho por una
autoridad del nuevo país por proteger ese patrimonio.
El futuro
México fue el lugar de origen y expansión del Dactylopius
coccus Costa, ahora después de casi 500 años es el segundo
consumidor mundial y su producción es prácticamente
artesanal, el mercado interno debe de hacer uso de la
importación del producto para poder responder a la necesidad
del mismo (Perea, 2006).
Los usos del colorante natural son enormes, en la industria
textil, a raíz del descubrimiento de que ciertos colorantes
artificiales pueden causar cáncer en la piel ha vuelto a tomar
importancia; en la cosmética, en la alimenticia, en la artesanal.
Se sabe que las propiedades del mismo permitirán emplearlo
en un futuro inmediato para elaboración de productos contra
el cáncer, es probable que se le encuentre según estudiosos
en la materia un uso como antiviral y para disolver cálculos
renales.

Conclusión
Poco es lo que se ha escrito acerca de la importancia que la
grana cochinilla tuvo en la vida económica del México colonial.
Las referencias históricas son casi siempre indirectas y mucho
de lo que ha llegado hasta nosotros procede de exploradores
y traficantes de origen europeo. Los estudios científicos
novohispanos, si bien existieron y poseen gran importancia
histórica como ha sido el caso de los trabajos de Alzate (1777)
y Clavijero (1780), pasaron prácticamente inadvertidos en su
época. Casi todo lo que podemos leer en la actualidad sobre el
tema aparece en forma de introducción o como capítulo inicial
de tratados modernos sobre la crianza y comercialización de
la grana cochinilla, en los cuales se hace un ligero sumario
que sirve para exaltar los beneficios que ha dejado y por lo
tanto, puede volver a traer consigo, además, ocasionalmente
se le regala algún renglón en los libros de historia regional.
Tal parece que a los profesionales de la historia y a las
autoridades educativas les incomoda que algo tan pequeño y
frágil como un insecto haya tenido un peso económico y político
tan grande, y por lo tanto no merezca mayor atención. Como
sucedió con el henequén y como seguramente le sucederá al
petróleo, él insecto dejó de ser una fuente inmensa de riqueza,
no produce impuestos y debido a ello no merece la atención
oficial como la que se le da al tequila. Han tenido que ser los
propios productores e investigadores quienes promuevan y
fomenten su desarrollo.
Sin embargo al estudiar las fuentes históricas directas
y revisar el pasado colonial de nuestro país, no podemos
pasar por alto que este producto se convirtió en algo muy
importante, que modificó hábitos en el continente Europeo
y creó un monopolio mundial que se convirtió en la segunda
fuente de ingresos para la corona española, solo detrás del oro
y la plata.
En su momento la grana cochinilla fue mucho más famosa
que el chocolate, el jitomate, el aguacate, el maíz y otras
muchas aportaciones americanas al viejo mundo, tal vez, su
falta de imagen pública obedezca al desconocimiento, más
que a la omisión por parte de las autoridades competentes.
El hecho de que algunos colorantes sintéticos puedan
producir cáncer nos ha hecho voltear los ojos hacia el pasado
para encontrar una fuente natural de tintura que sea segura y
garantice el abasto, no sería extraño que dentro de pocos años,
de continuar la tendencia que apunta hacia un repunte de sus
ventas, podamos ver como la sangre de los dioses mexicanos
circule una vez más en grandes cantidades por los mercados
mundiales; en México no podemos quedarnos con los brazos
cruzados ante esta segunda oportunidad que aparece en el
horizonte del “oro rojo” mexicano Dactylopius coccus Costa.

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