La migración de los leucocitos a los tejidos se rige por varios principios generales, desde
su sitio de maduración en la médula ósea, hacia los lugares donde hay lesión o infección
para que las células puedan eliminar los agentes patógenos infecciosos, eliminar tejido
muerto y reparar el daño, cumpliendo así con su función protectora. Una propiedad única
del sistema inmune que lo distingue de todos los demás sistemas tisulares en el cuerpo,
es el movimiento constante y altamente regulado de sus mayores componentes celulares
desde la sangre a los tejidos y viceversa.
Mientras que el endotelio provoca uniones de intensidades bajas que con las fuerzas del
flujo se interrumpen continuamente, por lo que se unen y despegan repetidamente y
ruedan a lo largo de la superficie (rodamiento), las cuales son fijadas por los
glicosaminoglicanos de heparan sulfato situado en las células endoteliales que unen sus
receptores situados en los leucocitos rodantes lo que va a provocar un aumento en la
afinidad de las integrinas (activación de integrinas) por sus ligandos provocando
una adhesión estable al endotelio, los leucocitos transmigran entre los bordes de células
endoteliales, para alcanzar los tejidos extravasculares.