La soberanía argentina sobre las Islas Malvinas no es un capricho ni una mera cuestión
geográfica, sino que tiene su origen en el derecho español sobre los territorios americanos, y
se hereda con nuestra Independencia. En cambio, el Reino Unido de Gran Bretaña sólo puede
argumentar como derecho sobre estos territorios el adquirido por medio del uso de la fuerza.
Nuestro país no ha tenido éxito en el reconocimiento de sus derechos por la vía diplomática, y
durante un gobierno de facto se intentó la recuperación de las Islas por la vía militar en 1982
(también sin éxito), lo cual se detalla por separado en la conmemoración del 2 de abril. La
legitimidad de la Soberanía Argentina sobre las Islas Malvinas es, por lo tanto, una grave
deuda de la comunidad internacional hacia nuestro pueblo, que no debe claudicar en sus
deseos de recuperación, pero dejando de lado el camino de las armas y apelando al
entendimiento entre los hombres.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la
ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el
Quijote.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas
demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
La soberanía argentina sobre Malvinas e Islas del Atlántico Sur Argentina heredó los
derechos españoles de acuerdo al principio "uti possidetis juris", según el cual a las
emancipadas Provincias Unidas del Sud les correspondería los mismos límites que al extinto
Virreinato del Río de la Plata, por ser su continuidad histórica y jurídica. Y las Provincias
Unidas ya son la Argentina, como dice el artículo 35° de la Constitución Nacional.
Este es un de los que nos recuerdan las ignominias diarias de gobernante tras gobernante.
Es un día que recuerda el honor de los jóvenes de una generación y el deshonor de sus
mayores. Es un día de legalidad vejada.
Es necesario convertir este día en memoria, pero no la memoria vacía de los actos
escolares ni la memoria de las carteleras ni la memoria de la voz de “entre pasillos”. Es
necesario convertir este día en memoria activa, en memoria de ejecución de derechos, en la
memoria de los ciudadanos (en ejercicio) que luchan.
Sin embargo, este cambio debe estar acompañado de la transformación de una sociedad
que rinde homenaje a quienes han luchado, renunciando a la sociedad que sólo recuerda a los
niños de su Guerra en actos de 2 de abriles y 10 de junios y los deja en el olvido los 363 días
restantes, a una sociedad que se hace cargo de sus héroes y juzga a sus criminales (sean
forajidos, militares, carapintadas, violadores, barrabravas o presidentes).
Esta es una revolución del día a día. Una revolución verdadera donde cada uno de ustedes
y cada uno de nosotros, juntos, debemos unirnos y exigir el castigo de los que impávidos
culpables de una Guerra incomprensible. Exigir el cumplimiento de lo que merecemos como
pueblo. Exigir y gritar cuando corresponde. Pero, por sobre todo, dejar el gimoteo de entre
corredores y convertirnos en un país de acción, un país soberano, un país real.