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El virtuosismo formal

de Alberti
Rafael Alberti nace en el Puerto de Santa María (Cádiz), en 1902. A los quince años se
traslada con su familia a Madrid. Hasta 1923 su actividad principal es la pintura, que
cambiará pronto por el quehacer poético. En 1925 obtiene el Premio Nacional de
Literatura por Marinero en tierra. A partir de 1931, y ya afiliado al Partido Comunista,
empieza a trasladar a la poesía sus preocupaciones político-sociales. Como
consecuencia de la Guerra Civil se exilió primero en Argentina -hasta 1962- y, después,
en Italia -en Roma desarrolló tanto su vertiente creativa de pintor como de poeta-, hasta
que en 1977 regresa definitivamente a España. Los avatares políticos, los cambios de
residencia y el paso de los años en ningún momento han condicionado la continuidad de
su labor poética y literaria.
La primera obra de Alberti, Marinero en tierra (1924), refleja la nostalgia de su tierra
natal, recordada desde Madrid; y fue acogida con gran entusiasmo por Juan Ramón
Jiménez ("Poesía popular, pero sin retorno innecesario:
nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima").
Los temas y las formas populares continúan en los siguientes libros: La amante (1925>,
El alba del alhelí (1927). Y si con Cal y canto (1926-1927) Alberti rinde homenaje a
Góngora y cultiva además los motivos de la vida moderna en una lírica claramente
vanguardista, con Sobre los ángeles (1927-1928) logra una de las obras maestras de la
poesía surrealista. A sus últimos años de estancia en España previos al exilio
corresponden varios libros de inspiración revolucionaria: El poeta en la calle (1931-
1935), De un momento a otro (1934-1939), etc.
En su exilio americano, Alberti sigue publicando libros de extraordinaria belleza lírica,
muchos de los cuales revelan la nostalgia de su patria: Entre el clavel y la espada (1939-
1940), Pleamar (1944>, A la pintura (1945-1952) - bellas glosas líricas de la obra de
célebres pintores -, Retornos de lo vivo lejano (1948-1956), Coplas de Juan Panadero
(1949-1953), Ora marítima (1953>, Baladas y canciones del Paraná (1953-1954), etc.
De su estancia en Roma sobresale la obra Roma, peligro para caminantes (1968).
Alberti es, asimismo, autor de un sugestivo libro de memorias - La arboleda perdida- y
de algunas obras de teatro: El hombre deshabitado, El adefesio, etc.
1º CICLO PRIMARIA

Nana de la cabra

La cabra te va a traer
un cabritillo de nieve
para que juegues con él.

Si te chupas el dedito,
no te traerá la cabra
su cabritillo.

Marinero en tierra
Primera parte. Nanas
Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm 48.

Alberti se dirige directamente al niño en esta hermosa nana y lo hace para ganar su
atención y darle mayor fuerza emotiva al poema. Asimismo, redobla el matiz afectivo
de toda la composición empleando tres de los elementos más queridos por los niños: el
juego (para que juegues con él), los animales (la cabra /un cabritillo de nieve) y, por qué
negarlo, los regalos (te va a traer un cabritillo).
Conviene fijar la atención también en el papel que desempeñan los diminutivos
(cabritillo/dedito) en el poema. En ambos casos hay una doble intención: por un lado,
establecer una asociación conceptual entre el propio niño y el pequeño animal que le
permita identificarse con él y situarle en el mismo plano que sus amigos de juegos; y,
por otro lado, Alberti introduce una pincelada de ternura al convertir al animal en un ser
pequeño y juguetón y al dotar al dedo del niño (todos sabemos la importancia
psicológica y afectiva que tiene este apéndice físico en la infancia) de un protagonismo
narrativo delicado y sensual (la acción de chuparse el dedo es para el niño un acto
rebosante de placer).
Aunque los auténticos protagonistas de la nana son la cabra y el cabritillo, el niño que
escucha o lee el poema establecerá, sin duda alguna, un claro y vigoroso paralelismo
entre estos animales y su propia realidad familiar: la cabra es su propia madre, quien
con todo su amor trata de convencerle de que ya es mayor para chuparse el dedo y para
ello recurre al juego simbólico y le promete un regalo si abandona ese hábito infantil.
El niño sabe que no hay ninguna cabra que le vaya a traer un cabritillo para jugar con él,
pero admitirá la escenificación simbólica que le ofrece su madre e incluso asumirá el
papel del cabritillo alegre y retozón que merodea con vitalidad alrededor de la
mamá/cabra.
Tal vez el verso más hermoso, el más cargado de lirismo, es el segundo (un cabritillo de
nieve) y convendrá detenerse en él cuando hablemos del poema con los niños porque si
les hacemos descubrir la hermosa metáfora que crea Alberti (nieve = blanco = tierno =
delicado = suave), estaremos sentando las bases de la educación literaria al acrecentar la
sensibilidad estética de los pequeños lectores.
Nana de la cigüeña

Que no me digan a mí
que el canto de la cigüeña
no es bueno para dormir.

Si la cigüeña canta
arriba en el campanario,
que no me digan a mí
que no es del cielo su canto.

Marinero en tierra. <Primera parte. Nanas>


Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

Alberti en esta nana logra crear en el lector un universo simbólico sereno, sosegado,
etéreo y sutil porque juega con una imagen multidimensional: si entre el campanario y
la cigüeña podemos encontrar similitudes (por su elegancia, quietud y esbeltez), no es
menos aventurado intuir intenciones metafóricas en el autor al asociar la sensación de
levedad y volatilidad de los sueños con el cálido murmullo del canto de la cigüeña.
Pero cabe preguntarse (y cuestionar inmediatamente al lector infantil que se enfrenta a
la Nana de la cigüeña) por qué Alberti afirma que el canto de la cigüeña es del cielo. ¿Se
refiere a que es tan hermoso que parece un canto divino, arrebatador, angelical? ¿O
tenemos que entender más bien que tanto el campanario como su inquilina están en lo
más alto de la iglesia y, por eso, parecen tocar el cielo con la punta de sus plumas?
Mas no tenemos que desechar una tercera interpretación, menos evidente, pero no por
eso irreal: las cigüeñas son aves zancudas que son capaces de volar con elegancia y de
construir nidos perfectos encima de los lugares más insospechados (postes eléctricos,
señales de tráfico, chimeneas...), pero nunca ha habido mortal o científico alguno que
haya disfrutado de su canto sencillamente porque las cigüeñas no cantan. ¿Qué debemos
pensar en conclusión? ¿Qué Alberti desconocía este dato o más bien que lo obvió y
reconvirtió a su favor como una herramienta más de su recreación literaria? ¿Qué nos
impide pensar que el canto de la cigüeña que propugna Alberti no es un fruto
excepcional, milagroso, de la mano divina que armoniza el cosmos?
Muchos han sido los filósofos (como Popper en su lógica de la ciencia) y teólogos que a
lo largo de la historia de la humanidad han empleado la expresión negativa de una idea
(principio de negación de la argumentación lógica) precisamente para reafirmar con
mayor rotundidad su tesis. Este recurso lingüístico invade toda la nana que
comentamos: cuando Alberti nos dice "que no me digan a mí/ que el canto de la
cigüeña/ no es bueno para dormir" o "que no es del cielo su canto" está diciéndonos
apasionadamente todo lo contrario: que el somnífero más natural y gozoso del mundo es
dejarse arrullar por la melodiosa (e irreal) cadencia gutural de esta zancuda.
Nana de la tortuga

Verde, lenta, la tortuga.


¡Ya se comió el perejil,
la hojita de la lechuga!

¡Al agua, que el baño está


rebosando!

¡Al agua,
pato!

Y sí que nos gusta a mí


y al niño ver la tortuga
tontita y sola nadando.

Marinero en tierra. <Primera parte. Nanas>


Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

1. Completar esta adivinanza colocando las siguientes palabras en el lugar correcto:


—Tortuta
—Casa
—Madruga

La vieja que no
Para salir de su
Porque cualquier le pasa
Triste y lenta, la

2. Buscar en el poema las palabras que terminan igual (que riman) que éstas:

Tortuga
Rebosando

3. ¿En qué se parecen una tortuga, una lechuga y una hojita de perejil? Son seres vivos
verdes. Escribir tres nombres de animales y de plantas que sean de ese color.

4. Muchas veces los poetas usan los diminutivos para hacer que las palabras nos
parezcan más bonitas, incluso para que las queramos más. Alberti emplea en esta nana
dos diminutivos. Vamos a explicar una de ellas. Tonta normalmente es un insulto, pero
al usar el diminutivo Alberti le da una pincelada de ternura y cariño a la palabra y la
hace amable porque es cierto que las tortugas parecen un poquillo atolondradas.

5. Los poemas son estupendos para expresar sentimientos. ¿Cómo se sentía el poeta
cuando escribió esta nana? Observemos que las admiraciones y algunas palabras (baño,
agua, nadando) transmiten la alegría de Alberti al contemplar a la simpática tortuga.
6. A veces una palabra se emplea con una intención doble: con la que nos da su
significado y con el deseo del poeta de transmitirnos una idea parecida. Eso es lo que
pasa con la expresión ¡al agua, pato! de este poema. Todos sabemos lo que es un pato
(un ave acuática), pero aquí Alberti la usa con la intención de resaltar también que la
tortuga es un poco patosa.

7. En las poesías infantiles los poetas suelen intentar implicar afectivamente a los
pequeños lectores en el relato. Explicar los versos siguientes fijándose en que el niño
del que habla Alberti es el propio lector al que, sin duda, le encantan las tortugas:

Y sí que nos gusta a mí / y al niño ver la tortuga / tontita y sola nadando.

8. Explicar oralmente al grupo cómo es nuestra mascota, cómo la cuidamos, qué le


damos de comer, dónde vive, cómo se llama...

9. Ilustrar el poema tratando de incluir todos los detalles importantes: la tortuga, la


lechuga, el perejil, el baño rebosante, etc.
2º CICLO PRIMARIA

¡A Volar!

Leñador,
no tales el pino,
que un hogar
hay dormido
en su copa.

Señora abubilla,
señor gorrión,
hermana mía calandria,
sobrina del ruiseñor;
ave sin cola,
martín-pescador,
parado y triste alcaraván;

¡a volar,
pajaritos,
a la mar!

Marinero en tierra. <Primera parte: El pino verde>


Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

Estamos ante uno de los poemas más intensos y emocionantes de Alberti; y lo es no


porque nos hable de sentimientos apasionados o trascendentes sino porque está
construido con minuciosidad, cuidando todos los detalles, para alcanzar su objetivo:
conmover al lector por la sencillez del verbo y la vehemencia disimulada de las
evocaciones que provoca.
Se intuye a lo largo de toda composición una tensión que va evolucionando in
crescendo: se parte de una súplica, de una queja sentida y melancólica (¡por favor,
leñador, no tales el pino en el que moran mil y un aves deliciosas!), para abrumar
intencionadamente al lector con una estudiada retahíla de posibles moradores del árbol y
terminar con una exultante explosión de gozo, de algarabía (¡echad a volar, pajaritos!).
Y analicemos los "trucos" de los que se vale el poeta para aumentar la emoción del
lector: a fin de incrementar el dramatismo, no duda en emparentar a las aves moradoras
del pino, aunque cae en una paradoja: elige con cuidado aquellos pájaros cuyo nombre o
características son más "significativos" para el lector, aunque para ello tenga que caer en
incrongruencias "de escándalo" (la calandria y el ruiseñor no anidan en los árboles sino
en el suelo; el martín pescador crea su hogar en los taludes arenosos próximos a los ríos;
pero el alcaraván ¡no construye nido alguno!).
La emoción con la que concluye el poema tampoco es casual: para Alberti el éxtasis de
la alegría se alcanza con la contemplación y la proximidad del mar. ¡Por eso invita a las
aves a levantar el vuelo precisamente hacia la mar! (emplea el femenino para redoblar el
matiz emotivo).
Pero debemos aprovechar el texto para comentar a nuestros alumnos otros tonos que
parecen menos intensos en este cuadro lírico pero que les ayudarán a despertar en su
capacidad de sorpresa y apreciación de lo bello. Con la elección de la calandria Alberti
apuesta por un ave apreciada sobre todo por su melodioso canto; pero no hay que
olvidar un detalle: para que la calandria cante y nos regale su melodía de amor tiene que
alzar el vuelo. Sabedor de esta peculiaridad, el poeta arenga a los pajaritos para que
abandonen el suelo y emprendan un alborozado paseo por los cielos.
¿Por qué define Alberti al alcaraván como un animal parado y triste? Los pequeños
lectores no sabrán la respuesta por lo que al ofrecérsela estaremos ayudándoles a
descubrir que el lenguaje metafórico permite emplear imágenes conceptuales que doten
a nuestra expresión literaria de lirismo, tensión dramática o emoción. El alcaraván es un
ave enigmática, de grito lastimero y costumbres nocturnas lo cual ha creado a su
alrededor una apasionada leyenda de misterio (Alberti nos lo describe "parado y triste").
¡Qué fácil y vulgar hubiera sido iniciar el poema pidiendo al leñador que no talara el
pino porque "hay un nido entre sus ramas"! Y qué hermosa y evocadora resulta la
elección creativa de Alberti (un hogar / hay dormido / en su copa). Las palabras no están
escogidas al azar: en vez de "nido", hogar; en vez de "hay colgado", hay dormido.
Porque hogar expresa calor, amor familiar; y al decir que el nido está dormido, le está
dotando de vida, de sentimiento.
Tampoco debemos dejar pasar la ocasión de comentar, aunque sólo sea ligeramente, el
doble destinatario que tiene este poema: por un lado, el poeta se dirige al leñador, al que
ruega; pero más tarde se vuelve con emoción hacia las aves y las invita no sólo a
salvarse de la muerte sino a alcanzar el delirio de la felicidad: el mar. De este modo
estaremos comenzando a construir la formación literaria de nuestros alumnos

Traje mío, Traje mío

¡Traje mío, traje mío,


nunca te podré vestir,
que al mar no me dejan ir!

¡Nunca me verás, ciudad,


con mi traje marinero;
guardado está en el ropero,
ni me lo dejan probar!

¡Mi madre me lo ha encerrado,


para que no vaya al mar!

Marinero en tierra. <Segunda parte. Ilusión>


Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

Tensión emocional, pasión contenida, sentimiento. Éstas son sin duda alguna las
palabras que mejor definen este texto de Rafael Alberti. ¡Cuánta aflicción, cuánto dolor
irradian cada uno de estos versos! El poeta está herido, lastimosamente deprimido
porque las circunstancias de la vida (el traslado profesional de su padre y, por tanto, de
toda la familia, a Madrid) le obligan a abandonar a su enamorada: la mar. Hacia ella
siente un vehemente amor adolescente cargado de todos los ingredientes que poseen los
sentimientos en esta etapa del crecimiento humano: idealismo, apasionamiento,
fogosidad y utopía. Y es precisamente este maremagno de emociones el que le nubla el
entendimiento y le hace perder el norte de sus reflexiones: lejos del mar nada tiene
sentido porque su corazón se siente perdido.
Todas estas reflexiones, cada una de estas sensaciones, las tiene presentes Alberti
cuando gesta este poema. Y estamos seguros de que los versos le salen
vertiginosamente, con precipitación, sin necesidad de medirlos ni de retocarlos: tan
clara es la sensación de amargura que siente al verse alejado de su Puerto de Santa
María natal y, por ende, de la mar, el auténtico sentido de su existencia. Hasta entonces
había vivido alrededor de sus aguas, sus mareas y sus olas: se escapaba de la escuela
(hasta el punto de que le echaron de ella por indisciplina) tan solo para acudir al
encuentro de su amada y poder entregarse a ella en un embriagador frenesí de espuma,
frescura y luz.
¿De qué elemento cercano se sirve Alberti para "concretar" su desesperación? De algo
tan trivial y mundano como una prenda de vestir: su traje de marinero. Y es que no se
trata de cualquier ropa, sino del uniforme de gala con el que, desde su infancia, se
presentaba ante la niña de sus ojos la mar para que también ella le encontrara atractivo y
se enamorara de él. Los dos últimos versos no sólo encierran tristeza sino también una
queja: su madre ha guardado su traje no porque en Madrid no hay mar (hasta aquí habría
lógica), sino para que el joven Rafael no sienta deseos de volver al Puerto vestido de
marinero como en su infancia. El traje pasa de ser un objeto utilitario (prenda de vestir)
para convertirse en el depositario de un mar (nunca mejor dicho) de símbolos: nostalgia,
tristeza, infancia perdida, añoranza de un tiempo pasado que fue mejor y más libre,
"refugio amoroso, fresca guarida".

Pregón submarino

¡Tan bien como yo estaría


en una huerta del mar,
contigo, hortelana mía!
En un carrito, tirado
por un salmón, ¡qué alegría
vender bajo el mar salado,
amor, tu mercadería!

¡Algas frescas de la mar,


algas, algas!

Marinero en tierra. <Segunda parte. Pregón submarino>


Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

1. El poema que comentamos tiene la forma de un pregón. Investigar quiénes eran los
pregoneros, dónde solían vivir y en qué consistía su trabajo. ¿Existe hoy en día algún
oficio que tenga una forma de expresarse parecida a la de los pregoneros? ¿Qué
influencia han tenido los medios de comunicación en la desaparición de los pregones?
He aquí un ejemplo de pregón. Tras su lectura silenciosa y comprensiva, tratar de
construir otro pregón similar anunciando la boda entre Alberti y su enamorada marina,
la venta de productos marinos o cualquier otro acontecimiento.

¡Algas frescas de la mar,


conchas, cangrejos y almejas!
¡Vendo caballitos de agua,
y del mar lindas estrellas!
2. Analizar cómo va subiendo la tensión emocional del autor a lo largo del texto
(nostalgia, alegría, algarabía, pasión hilarante). Localizar en el texto los versos que se
corresponden con cada uno de estos sentimientos.

3. ¿Qué expresiones y palabras muestran la pasión amorosa que siente el autor hacia su
amada hortelana? <hortelana mía, amor>

4. ¿Qué significado tiene la palabra mercadería? Buscar algún sinónimo más usual.

5. Estaría, mía, alegría, mercadería son palabras que terminan en -ía. Por eso se dice que
los versos en los que están riman unos con otros. Buscar otras palabras que pueden
rimar con ellas.
3º CICLO PRIMARIA

El lancero y el fotógrafo

¡Quiero retratarme, quiero,


con mi traje de lancero,
con mi casco y su plumero,
y quiero ser el primero!

Quietecito, quietecito
con la lanza, el caballero,
que va a salir, volandero,
de esta casa, un pajarito.

¿Qué pajarito?
Un pajarito jilguero.

¡Pues lo quiero!
¡Qué mal lancero!

El alba del alhelí. <Primer libro: El blanco alhelí. Estampas, pregones, flores,
coplillas..., 2>
Ed. Castalia. Col. Clásicos Castalia, núm. 48

1. Subrayar la última palabra de cada verso. Observar sus terminaciones y clasificarlas


en grupos: sólo se crean dos categorías (-ito y -ero). Reflexionar sobre la importancia
que tienen las terminaciones de la última palabra de cada verso en la rima.

2. Indentificar los personajes del poema y analizar cómo se manifiesta cada uno de ellos
(el niño, caprichoso, contestón, vanidoso; el fotógrafo, primero contemporizador,
después, enfadado). ¿En qué versos encontramos descrito el carácter de ambos?

3. Existe un campo nocional entre las palabras lancero, lanza, casco y plumero. Tratar
de construir otro campo nocional con palabras elegidas libremente (ej: portero, guantes,
gorra, balón).

4. Analizar el número de sílabas que tiene cada verso. Dirigir la reflexión de modo que
los alumnos descubran que los ocho primeros versos tienen todos ocho sílabas (el
profesor tendrá que hacer caer en la cuenta de que en ciertos casos la sílaba final de una
palabra se une a la inicial de la siguiente para formar una sola (ej: cas-co__y).

5. ¿Qué función tienen los diminutivos que aparecen en el poema? Estudiar el carácter
conceptual y semántico que les imprime el autor. ¿Con qué intención los emplea el
fotógrafo?

6. Buscar en el diccionario la palabra volandero. ¿Es ese significado el que le da


Alberti? ¿Es usual el sentido con el que la emplea el autor? Localizar, por otro lado,
sinónimos de esta palabra. ¿Por qué otra palabra más habitual podríamos sustituirla?
Reflexionar sobre el motivo (para lograr la rima del verso con el anterior) por el que
Alberti se decide por este vocablo en vez de, por ejemplo, volador.

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