SEXUALES
DE las
MUJERES
CHILENAS
EDICIONES B
SINE QUA NON
FANTASíAS
Sexuales
de las
mujeres
Chilenas
Pamela Giles
EDICIONES B
Impreso en Chile
ISBN: 956-7510-92-X
Impreso por QUEBECOR WORLD CHILE S.A.
Avda. Pajaritos 6920, Santiago
Diseño de Portada Francisca Toral
Fotografía de Portada Gabriel Schkolnick
Diseño de Interior Alejandro Vicuña
2. Ser prostituta
La aprendiz 38
4. Ser violada
El masajista 55
Violada en la playa 57
6. Dar de mamar
Que me chupe los pechos 68
9. El pene
Tener pene 93
Desde atrás 98
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El dios y las pastorcillas ardientes
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Pero el mito indio proviene de un tiempo en que la cul-
pa y el pecado aún no censuraban al erotismo. Una
etapa ancestral en que la sexualidad era la representa-
ción de la unidad entre los sentidos y la trascendencia.
Hay que decir que la unión de Krishna con las mil pas-
toras se produce en un ambiente de edénica inocen-
cia. El bosque es lo que entenderíamos posteriormente
como escena pastoral. Las pastorcillas se entregan a
sus instintos con total alegría, sin censura ni prohibición
alguna, sin conflicto entre ellas (posesividad, compe-
tencia) ni con el amante divino (celos, rechazo) ni con
el medio.
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La prostituta sagrada
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Así, en el imaginario antiguo la sexualidad femenina era
entendida como vehículo de progreso y de sabiduría;
era un mecanismo para fundir el espíritu con los dioses.
Y la simbología de la divinidad, de la luz -que frecuente-
mente es llamada aurora- y de la sabiduría tuvo como
su primera forma a la mujer.
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Pelagio y la invención del pecado
21
La muerte del deseo
25
¿Sobre qué fantasean las mujeres chilenas?
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II. FANTASÍAS SEXUALES
DE LAS MUJERES CHILENAS
1. Tener sexo con un desconocido
No saber su nombre
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2. Ser prostituta
La aprendiz
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«Rapidito. No hay que perder tiempo. Tú los dejas hablar
y hablar y vas acariciándolos al tiro, haciendo como
que estás urgida, que no te puedes aguantar. Los clien-
tes están chatos de las esposas que les abren las piernas
como haciéndoles un favor mientras piensan en la lista
del supermercado. Hay que darles aquello por lo que
pagan: una mujer que tenga ganas, que lo pase bien,
que le guste la cuestión. Ellos quieren jugar, divertirse,
tener al frente a una mina caliente. Así que hay que
tomar la iniciativa y ser atrevida de entrada. Aquí no
valen las tímidas ni las quedadas.»
«Si hay una buena reacción, sigan allí, primero con ca-
ricias en círculos por todo el pecho, después las tetillas.
Pueden tomarlas con las puntas de los dedos y sacu-
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dirlas un poco de esta manera... Ahora quiero que me
muestren cómo seguirían.»
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3. Hacerlo con hombres poderosos
Juguemos al doctor
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partía instrucciones a los subalternos mientras le dedica-
ba toda la atención del mundo, invitándola por ejem-
plo a cubierta para mirar las estrellas, las que conocía
con nombres y apellidos.
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«Nos quedamos así una eternidad. Yo trataba de fro-
tarme, presa del instinto que me ordenaba agitar las
caderas. El me sujetaba de la cintura. Me mantenía
presionada hacia abajo, con todo el grosor de su pene
dentro de mí, sin hacer un solo movimiento. Su rostro
estaba congestionado, tenía los ojos muy abiertos, y la
lengua buscando el aire...»
El señor cura
50
Mi general
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»Saludé distante, pero cumplimos el rito de cruzar una
mirada, un breve relámpago de chispazos y ardores
que trajo la promesa de un descalabro, de un olvido
de toda culpa y todo mundo y toda gente. Fue solo un
momento y ya estábamos hablando con gestos y tono
cuidados, adecuados, de los temas profesionales que
nos convocaban.
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4. Ser violada
El masajista
Violada en la playa
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5. Ver o ser vista
De a tres
«¿Por qué nos mira así? ¡Ah, quieres lo tuyo! Ven, te de-
seo a ti también...» Y la pareja continúa, turnándose
con un otro imaginario.
La mirona
Encuentro de ex alumnos
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»Casi de inmediato Manríquez intenta retomar las ca-
ricias del viaje en auto. Me sube la falda, busca nue-
vamente la humedad y sus dedos se hunden entre los
pliegues sedosos. En ese momento llegan hasta noso-
tros dos hombres y una mujer, nos ofrecen unos tragos y
comienzan a sacarnos la ropa entre risas y miradas las-
civas. Mi cuerpo se tensa al sentir caricias en los pechos,
las nalgas, las caderas. Uno de los hombres me besa el
cuello, las orejas y la espalda. El otro oscila desde atrás
de mí con suaves embestidas hacia mi trasero. La mu-
jer me tiende boca abajo en un sofá y saca el sexo de
Manríquez fuera de sus calzoncillos.
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6. Dar de mamar
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“ Tampoco llegó a ocurrir jamás la comunicación extra-
sensorial -intra, en este caso- de la que había referen-
cias. Por más que se acarició la guata, cantó y habló
en simulacro con el nuevo individuo, la verdad es que
a cambio recibía sólo silencio y su sensación era más
bien de ser un cuerpo usurpado. Se sentía invadida por
alguien del que tenía pocos datos, y cuya presencia
de pez era bastante asimilable a la de un gas intestinal
persistente.
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7. El padre y otros incestos
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Hasta allí todo parece previsible, pero de pronto Elisa
hace una inflexión en el relato, me observa y continúa,
pero esta vez como si sacara capas a una cebolla:
Concurso sexual
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El cuñado
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8. Hacerlo con un negro
89
¿Quién le teme al hombre negro?
92
9. El pene
Tener pene
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Desde atrás
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10. Otras mujeres
Sexo futurista
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»Fue cuando terminaron los informes de investigación,
al concluir sus tareas en el laboratorio, que quedó vacío
a esa hora. Estaban refrigerando los últimos frascos mar-
cados. Malena no pudo más. Sintió la respiración de Car-
la en la nuca. Pudo oler su aroma vaginal de almizcle y
miel. Entonces se dio vuelta lentamente hasta quedar
a un milímetro de Carla, mirándola de frente. Prolongó
cada movimiento, que le producía suaves oleadas de
placer. Advirtió un temblor en todo el cuerpo de Car-
la, en cuyos ojos abiertos había consentimiento, deseo.
“Bésame, te voy a hacer gozar”, musitó Carla.
Sexo policial
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11. Olores y objetos
El carrusel
Cada vez que Sofía visita una ciudad por primera vez,
va a un concierto o una obra de teatro. Es una especie
de homenaje a la vida cultural que cree que debe ha-
cer toda mujer progresista de clase media. Sofía tiene
cincuenta y nueve años, es casada, madre de dos hi-
jos, abuela de un nieto. Es consultora internacional en
materias financieras, no tiene como podría suponerse
una situación económica muy boyante, pero sí se da
el gusto de viajar en primera clase y alojarse en hoteles
cinco estrellas, porque esos son gastos de representa-
ción.
Dentadura postiza
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12. Hacerlo con animales
El macho cabrío
Perros afganos
»Me imagino que esa joven del dibujo, vestida con tu-
les, muselinas y suaves sedas, es llevada a un salón muy
elegante donde todo el mundo va disfrazado y obede-
ce las instrucciones de un hombre alto, vestido de blan-
co, con bigotes de señor Corales. Atan a la joven a una
mesa, ante un gran espejo. Con redoble de tambores y
entre el rumor excitado de la multitud, traen a dos pe-
rros afganos rubios. Detrás viene otro hombre vestido de
blanco con otros dos afganos. Y así, una larga hilera de
hombres y perros, que se prolonga hasta donde ya no
puedo ver.
La domadora
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Pamela Giles, madre de Aranzazú y Gastón, es chilena,
periodista, documentalista, investigadora y conductora
de radio y televisión. Durante el régimen de Pinochet
fue redactora de las revistas Análisis y Solidaridad, y se
hizo conocida por su estilo frontal e irreverente. Trabajó
en Teleanálisis y en 1990 se integró a Televisión Nacional
de Chile, donde participó en los programas Siempre Lu-
nes e Informe Especial, y condujo Mujeres al Borde, Unas
y Otras y En Debate. Fantasías sexuales de mujeres chi-
lenas, el producto de una investigación de doce años,
es el primer libro de la autora.
Las fantasías eróticas de las mujeres
chilenas viven, rozagantes y alegres,
en el universo cotidiano de nuestras
confidencias. Pero solo allí. Para el
estudio científico, la estadística so-
ciológica, incluso para la literatura,
apenas existen. Viven y crecen en
el vínculo oral entre mujeres, como
herencia y tradición hablada, pero
algo –¿genético, tácito, inconscien-
te?–prohibe publicitar estas conver-
saciones.
De este modo, en la cultura chilena
existe un jardín secreto que se en-
cadena con el imaginario de todas
las mujeres, reales o míticas, que re-
conocieron como legítimas las fan-
tasías sexuales femeninas y nos las
legaron, fichas al oído.
¿Con qué fantasean las chilenas en
el plano sexual? ¿Qué situaciones y
personajes les resultan excitantes?
Este libro levanta el velo de ese se-
creto: he aquí las fantasías sexuales
de las chilenas contadas por ellas
mismas.
GRUPO ZETA