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Universidad de los Andes

Departamento de Ciencia Política


Seminario – Modelos de Democracia Deliberativa. Profesor. Oscar Mejía Quintana.
Julián Danilo Bedoya (200910068) / Diego Andrés Walteros Rangel (200922579)

i. Problema

Los acontecimientos del 11 de septiembre cuestionan el orden democrático liberal


de las sociedades contemporáneas. Sin embargo, el tratamiento dado por E.U y
Europa a este suceso que fue inscrito en la guerra contra el terrorismo, marca
para intelectuales como Zizek un punto de quiebre que tiene que ser contado en
sus múltiples dimensiones y complejidades. Lo que pone de relieve los ataques es
una escena de confrontación entre el “fundamentalismo totalitario” y un nosotros
que habla como occidente, a lo que Zizek le añade un elemento explicativo que
sustenta el origen de tal confrontación no en la “naturaleza” del mundo árabe, sino
en las mismas dinámicas del capitalismo global contemporáneo, coordenadas en
las que se debe leer el proceso posterior a los atentados. Esta lectura es
complementada con trabajos anteriores como la Metástasis del goce (1994),
Mirando el sesgo (1998), El espinoso sujeto (1999), en los que se fundamentan
elementos teóricos, integrados a textos posteriores como Bienvenidos al desierto
de lo real (2002), a propósito de Lenin (2003), La suspensión política de la ética
(2005). En estos trabajos se muestran las sociedades contemporáneas enfrentadas
a problemas no autorreconocidos en los que se impone pospolítica de un mundo
administrado, con enfrentamientos que intentan desplazar el foco de atención
hacia un externo que termina instaurándose como constitutivo. La dinámica del
capitalismo global, sus relaciones con la democracia liberal y el conflicto, por un
lado, y las luchas de carácter revolucionario, por el otro, son temas a los que Zizek
pone en el primer plano de sus reflexiones.
Por su parte, en su texto de 2006, Pierre Rosanvallon pone sus anteriores
investigaciones sobre la historia del voto en Francia y la historia de la
representación democrática y la soberanía popular francesas al servicio de su
reflexión sobre el estado actual de las democracias1. Su diagnóstico se centra en la
tensión inherente a la democracia liberal, según la cual los ideales democráticos
no han podido ser materializados en ningún desarrollo posterior; por tal razón, es
común encontrar una perspectiva pesimista acerca de los logros de las
democracias occidentales. Este desencamtamiento ha provocado la emergencia de
formas democráticas alternativas al procedimiento electoral, que buscan en
procedimientos más informales, efectivos y permanentes, incrementar la
participación activa de los miembros de sociedades contemporáneas más plurales
y heterogéneas. La pretensiónde Rosanvallon es describir de manera más
compleja y completa las democracias contemporáneas, a partir de la inclusión de
estas nuevas formas en el análisis; para ello, se sirve del concepto de
contrademocracia, como campo democrático confrontado y complementario a la
democracia electoral represetnativa.
1
http://www.college-de-france.fr/default/EN/all/his_pol_en/index.htm
1
1.1. Slavoj Zizek – La impostura liberal

1.1.1. El sujeto desgarrado

Entender los desplazamientos constantes que ha sufrido el sujeto hacia un


proceso de desubjetivación conlleva la urgencia de explicar las sociedades
consumistas tardo capitalistas. La virtualización que produce el capitalismo tardío,
en el que existe una carencia de inercia material, crea un ambiente escenificado
donde se instaura la desmaterialización de la vida real. A su vez la experiencia de
los campos de concentración y la actual lucha contra el terrorismo han creado
nuevas categorías a través de las cuales se lee la subjetividad. Estos elementos
configuran nuevas categorizaciones de sujeto.
El sujeto creado por la modernidad, categoría universal que engloba al
hombre como poseedor de derechos, principio anterior a los derechos políticos en
los que el hombre se realiza como ciudadano, y desde el cual se establecen las
coordenadas que le dan sentido al ordenamiento social, funda un nuevo estatuto
del ser humano que se realiza en el capitalismo a través de la persecución de sus
propios intereses como ser libre, en el marco de las relaciones específicas de los
ordenamientos económico, político, cultural. En este sentido, con el desarrollo y
persecución de los propios intereses, el hombre contribuiría a la realización misma
de la sociedad al depender de la injerencia impersonal y no intencionada de los
demás. Más aún, se produce un desplazamiento que va del plano del “sujeto
humano cuyo modelo ha sido proporcionado por la filosofía clásica y que estaría
dotado de una conciencia en la que el poder vendría a ampararse” (posición que
Foucault no comparte, apuntando al estudio de la cuestión del cuerpo y los efectos
del poder sobre él), acompañado de la versión de la filosofía cartesiana “en la cual
[se] tiene un agente consiente que es el docto, el sabio, y los otros, que no tienen
acceso a la conciencia (versión que ataca Bourdieu ya que el “mundo social no
opera en términos de conciencia; lo hace en términos de prácticas, mecanismos,
etc.”2), hacia las diversas teorías que ven al cuerpo como mecanismo a través del
cual se ejerce disciplinamiento, coerción, encuadramiento espacio-temporal, en
últimas, fuente predilecta para el ejercicio del poder. Así, las coordenadas de esta
concepción de sociedad y sujeto se ven fuertemente modificadas por las
transformaciones de las sociedades a lo largo del siglo XX. Las grandes guerras
(sobre todo la segunda), el proceso de globalización, la tendiente tercerización de
los países desarrollados, la guerra contra el terrorismo que adquiere una
atmósfera acaparadora de sentido después de los atentados del 11 de septiembre,
implican para el estatuto creado en la modernidad sobre el sujeto, un
reordenamiento acelerado de sus significaciones y sustentos fundamentales.
Zizek plantea que los “imperativos de la mercantilización alienada”,
producen una subjetivización global en la cual el resultado final “no es la
desaparición de la <realidad objetiva>, sino la desaparición de nuestra propia
subjetividad, convertida en un frívolo capricho mientras la realidad social sigue su

2
Rodríguez, Paula y Terriles, Ricardo. 2010. P. 1
2
curso”3. Los marcos de operativización social en este sentido, ya no son definidos
por el sujeto (moderno) que abarca la realidad, significándola. Más bien es el
mismo gran Otro, “el orden simbólico virtual, la red que estructura la realidad para
nosotros, la que instaura la alienación constitutiva del sujeto en el orden simbólico:
el gran Otro maneja los hilos, el sujeto no habla, sino que “es hablado” por la
estructura simbólica […] Este “gran Otro” es el nombre para la sustancia social,
para todo lo que explica por qué el sujeto nunca domina plenamente los efectos de
sus actos, es decir, por qué el resultado final de su actividad es siempre algo
diferente respecto a lo que se proponía o preveía”4. Es así como el capitalismo
global que escenifica un territorio de dilución del sujeto porque lo vacía de su
contenido esencial (ya no se trata del sujeto idéntico a sí mismo), al arrojarlo al
consumo de sus propias experiencias en su variante de “capitalismo cultural”,
exige un nuevo estatus de sujeto que a su vez por sus propias dinámicas lo recrea.
No solamente para dimensionar a lo que ha sido arrojado el sujeto en las
sociedades contemporáneas, hay que concentrarse en esta perspectiva. Una
particular, pero muy penetrante, la cual ha incidido en el desarrollo de una nueva
dimensión de sujeto es la experiencia de Auschwitz. Zizek retomando a Agamben,
presenta “cuatro categorías modales (posibilidad, imposibilidad, contingencia,
necesidad), [las cuales, éste último] articula en torno al eje de la subjetivación-
desubjetivación: la posibilidad (ser capaz de) y la contingencia (ser capaz de no)
son operadores de subjetivación; mientras que la imposibilidad (no ser capaz de) y
la necesidad (no ser capaz de no) son operadores de desubjetivación” 5. Y
enseguida citando a Agamben expone que: “Auschwitz representa el punto
histórico en el que estos procesos colapsan, la experiencia devastadora en lo que
lo imposible se transforma en lo real. Auschwitz es la existencia de lo imposible, la
negación más radical de la contingencia; es, por lo tanto, necesidad absoluta. El
Muselmann [el muerto viviente del campo] producido por Auschwitz representa la
consiguiente catástrofe del sujeto, el borrado del sujeto como lugar de la
contingencia y su mantenimiento como existencia de lo imposible”6. Y aquello no
sólo tiene consecuencias para la imposibilidad de dar testimonio de Auschwitz (lo
cual demuestra su existencia), sino que la creación del Judío como categoría y su
inseparable antisemitismo marcará la historia de occidente desde la segunda
mitad del siglo XX, ya que a partir de éste como “excepción constitutiva”, como
objeto-causa, Europa fundó su propio deseo. Es decir, el judío se instaura como
obstáculo, pero es un obstáculo que sostiene el deseo y en cuya ausencia el deseo
europeo desaparecería7.
Por su parte, el 11 de septiembre reforzó un panorama que va más allá de
los procesos de exclusión que impone el mismo aparataje estructural de la
democracia liberal. Ya no se trata de un “ellos” en contraposición a un “nosotros”
3
Zizek, Slavoj. 2005a. Bienvenidos al desierto de lo real . Madrid: Ediciones Akal. p. 71.
4
Zizek, Slavoj. 2005b. La suspensión política de la ética. Buenos Aires: Fondo de cultura
económica.p.154.
5
Zizek. 2005ª. p. 109.
6
Aganbem, Giorgio. Remmants of Auschwitz. Pág. 148. En: bienvenidos al desierto de lo real.
2005ª.
7
Zizek. 2005b.pp. 25-42.
3
que sin embargo entra en la dimensión del reconocimiento, sino de una nueva
forma de interacción en la que existe (hoy más que nunca) un “nosotros”, frente a
un borroso actor que es entendido por E.U como un “combatiente ilegal”. Con esta
categorización no sólo hay cabida para establecer modificaciones a las formas
como se tratan a estos nuevos actores (la discusión de si utilizar la tortura como
medio para salvar vidas de “nuestra parte”, hecho que tiene incidencia en la
noción del universo simbólico), sino que de forma más contundente (por supuesto
complementaria con la anterior), activa la cuestión de la definición de sujeto, que
también pone en suspenso la propia concepción de sujeto de “nuestra parte”. Así,
el combatiente ilegal designa esa categoría de personas que aún a pesar de estar
vivas como seres humanos, no forman parte de la comunidad política, por lo que
no se trata de estar al margen de la ley (como un “combatiente legal”), se trata de
un soldado enemigo que “bajo la apariencia del “Terrorista” al que se le declara la
guerra se le denomina como Enemigo Político, [pero] al que se impide acceder al
espacio político propiamente dicho”8. En este sentido, no se puede imaginar una
fuerza como la Cruz Roja intermediando entre las partes, por lo cual la fuerza
global liderada por E.U asume este papel, considerándose como un bando
mediador en la consecución de la paz y orden global, aniquilando determinadas
rebeliones y, simultáneamente, proporcionando ayuda humanitaria a las
poblaciones locales9. Es en esta declaración del combatiente ilegal, en el contexto
de la guerra contra el terrorismo, donde se debe ubicar al “Homo Sacer”, ser
humano deshumanizado “que es el objeto privilegiado de la biopolítica
humanitaria: aquel que habiendo sido privado de su humanidad plena es cuidado
de una manera paternalista”10.

1.1.2. Capitalismo como experiencia vivida

¿Y cuál es el papel que el capitalismo juega en la constitución del nuevo


sujeto-desubjetivado? ¿Cuáles son los factores que potencian este proceso? ¿Es la
misma lógica del capitalismo en su desenfrenado deseo por desbordarse
constantemente el que produce la desmaterialización de la vida, en el que la
concepción de sujeto idéntica a sí mismo, se distorsiona?
Existe una tensión interna que termina siendo exteriorizada (contradicción)
entre el capitalismo, con su lógica de exceso integrado, del sistema que se
reproduce por medio de la constante autorrevolución y la del totalitarismo
burocrático, entendido como el dominio de la tecnología, de la razón instrumental,
de la biopolítica, como el mundo administrado. Estos dos excesos se relacionan de
forma contradictoria ya que ambos transitan por diferentes caminos. El primero,
para continuar dentro de su lógica tiene que desplazarla constantemente: “el
exceso económico/plusvalía que está integrado a la máquina capitalista como la

8
Zizek. 2005ª. pp. 75-76.
9
Íbid. p. 77.
10
Íbid.p. 75.
4
fuerza que lleva a la permanente autorrevolución”11, y el segundo que requiere un
exceso político de poder.
Esta plusvalía que sustenta la dinámica de la máquina capitalista se traduce
como plusvalía del goce, la cual se convierte en el agente del vínculo social, que es
en últimas la inducción a gozar del superyó que atraviesa nuestro discurso y la
cual se dirige al sujeto dividido quien es puesto a trabajar para estar a la altura de
esta inducción. En todo este recorrido el objetivo principal es generar el
autodominio del sujeto, capacitarlo para enfrentarse al estrés de la convocatoria
del goce12.
Es en estas coordenadas sobre las que se debe entender el capitalismo
virtual, el cual “nos confronta con el significante-amo en su más pura expresión.
Aquí existe una brecha entre el lenguaje cuyos términos designan la realidad con
la intermediación de los “estilos de vida”. Es decir, los logotipos usados para
determinar ciertas características o patrones de la realidad pasan por las
condiciones a partir de la cuales ésta es enunciada. Es así como en la nueva fase
de la mercantilización denominada como “capitalismo cultural” la relación entre el
objeto y su símbolo se ha invertido: la imagen no representa el producto, sino, más
bien, el producto representa a la imagen. La mercantilización ya no se refiere
directamente a la que se establece con los productos, es la misma experiencia la
que se convierte en objeto de mercantilización: “lo que se está comprando en el
mercado son cada vez menos productos (objetos materiales) para poseer, y cada
vez más experiencias vitales (experiencias de sexo, comunicación, comida,
consumo cultural, participación en un estilo de vida). Los objetos materiales cada
vez más aquí sirven sólo como sostén para esta experiencia, que se ofrece cada
vez más en forma gratuita para seducirnos a comprar la verdadera “mercancía
experiencial”13. Por supuesto que la producción de objetos dentro de la misma
estructura capitalista, sigue siendo la base fundamental para su continuidad (lo
que sucede es que este proceso es invisibilizado en las sociedades del primer
mundo y desplazado en algunos casos a la periferia). Sin embargo, con más fuerza
cada vez, la “mercantilización de las experiencias” introduce interacciones sociales
que van más allá del simple proceso industrial de producción. Cuando se hace
referencia a las sociedades posindustriales, se está hablando de un
desplazamiento de la producción de objetos hacia el “cerramiento de la brecha
temporal entre la compra de una mercancía y su consumo: desde el punto de vista
del vendedor, el asunto está terminado en el momento en que él vende su
mercancía; lo que pasa después (lo que el comprador hace con ella, el consumo
directo de la mercancía) no lo involucra: en la mercantilización de la experiencia,
esta brecha está cerrada, el propio consumo es la mercancía comprada […] Al final
del camino [se encuentra] el hecho solipsista de la experiencia subjetiva: como la
experiencia subjetiva del consumo individual es la última meta de toda la
producción, es lógico saltearse el objeto y mercantilizar y vender directamente
esta experiencia. Y, quizás, en lugar de interpretar esta mercantilización de las

11
Zizek. 2005b.p.13.
12
Íbid.pp.13-25.
13
Zizek, Slavoj.2003. A propósito de Lenin. Buenos Aires: Atuel/Parusía.p.122.
5
experiencias como el resultado de un cambio en el modo predominante de la
subjetividad (del sujeto burgués clásico centrado en poseer los objetos, al sujeto
proteico “posmoderno” centrado en la riqueza de sus experiencias), [se debería]
concebir más bien este sujeto proteico como el efecto de la mercantilización de las
experiencias”14.

1.1.3. La Democracia a superar

Siguiendo la pista de estas transformaciones de las sociedades


contemporáneas ¿Cuál es el papel de las democracias liberales globalizadas,
pluralistas y tolerantes pero excluyentes, en la nueva articulación entre los
conflictos, el capitalismo global y el sujeto desubjetivado? ¿Cuáles son sus
elementos constitutivos, los cuales llevan a Zizek a plantear un anticapitalismo
políticamente organizado?
El totalitarismo burocrático planteado anteriormente, se refiere al exceso
político de poder, “ejercicio inherente al poder moderno (el exceso constitutivo de
la representación sobre lo representado: el legítimo poder estatal responsable ante
sus súbditos es complementado por el mensaje obsceno del ejercicio incondicional
del poder –las leyes no interfieren realmente, puedo hacer lo que quiera, puedo
tratarte como culpable si así lo decido, puedo destruirte si lo deseo…-”15. Y en
relación con esto, existe en la democracia la lógica de la mayoría en la que la
minoría se entiende como “algo que cuenta como nada”. De tal forma que esta
figura se puede leer desde una ambigüedad inscripta en la noción misma del
demos: puede designar a todo el mundo (pero esto implica la presencia de una
multitud incoherente) o designa al Uno del Pueblo que debe ser diferenciado de
sus enemigos16. La primera de estas dos variaciones se encuentra en la
democracia estadounidense y a través de la segunda se puede leer la democracia
europea. Sin embargo los procesos de unificación de Europa han encontrado una
lectura dentro de la primera concepción, en la que existe lugar para la constitución
de un conjunto en el que todos sean incluidos desde la apertura ilimitada y la
tolerancia multicultural. Es en este contexto en el que Europa vuelve a necesitar la
figura del judío como un obstáculo estructural para la unificación ilimitada. Las
contradicciones que se producen entre el proyecto judío de un Estado dentro de
los límites de la ley, y el proyecto de una Europa unificada que tiende a moverse
más allá de la ley, buscando constituirse en un cuerpo social transparente y
autorregulado, es el motor, esa excepción constitutiva, que le permite ocultar el
antagonismo social constitutivo de tal proyecto de unificación, en el que se
desplaza a su límite externo, al intruso judío, los males del desequilibrio y la
degeneración17.
Se tiene que, por su parte, ese requerimiento de exceso político de poder es
aceptado simplemente por la “expectativa de cambio en el poder, y así, la

14
Zizek. 2003.pp.123-124.
15
Zizek. 2005b.p.13.
16
Íbid.p.26.
17
Íbid.p.13-40.
6
incipiente posibilidad de ese cambio, hace que se soporte en las relaciones de
poder existentes, es decir, estas relaciones existentes están estabilizadas, se han
convertido en tolerables, debido a una falsa apertura”18. Se sigue que la
democracia no es simplemente el poder de, por y para el pueblo, en el que éste es
quien determina las decisiones del Estado. La democracia hace referencia hoy,
más bien al legalismo formal, en el que un conjunto de reglas formales es
aceptado, y a través del cual se garantizan la absorción de los antagonismos en el
juego agonista19. El ejercicio democrático se produce sí y sólo sí son aceptadas las
condiciones que imponen las reglas formales de la democracia, por lo cual, es
lógico que otros discursos, prácticas, concepciones de mundo, sean excluidas por
no interactuar ni reconocer estas reglas. Así, no importa qué resultados en el
ejercicio democrático se hayan dado, ya que estos operan en el conjunto de reglas
establecidas. La expresión de los antagonismos dentro de los marcos
especificados, queda por su parte bloqueada cuando durante el proceso electoral,
la jerarquía social se ve temporalmente suspendida, y el cuerpo social reducido a
la condición de mera multitud contabilizable20. Por supuesto esta garantía electoral
es la que confirma los resultados, sea cual fuere su naturaleza, con la condición de
actuar dentro de los límites que impone la lógica democrática electoral.
Evidentemente esta condición puede expresar como resultado el que un candidato
sea elegido con medios corruptos, pero al pasar tal elección por el proceso
democrático ésta queda ratificada. Lo preocupante para Zizek es que las
campañas contra la corrupción dentro “del orden existente” han terminado siendo
asumidas por la extrema derecha populista, lo cual llama la atención respecto a un
círculo vicioso del cual no se puede salir, porque la misma lógica estructural del
sistema democrático lo impide.
El cambio de estatuto de guerra tras el 11 de septiembre no es un elemento
que sólo implique parcelas de las democracias capitalistas, al interior de las cuales
habría que adelantar reacomodamientos para enfrentar los retos que impusieron
los ataques. Implica la misma estructura de estas sociedades. Esto no quiere decir
que tal situación ponga en crisis al sistema. El capitalismo conduce estos
acontecimientos como reacomodamientos. Además, como se mencionó atrás el
capitalismo vive de ese impulso excesivo que lo autorrevoluciona,
transformándolo, pero a su vez manteniéndolo. La guerra contra el terrorismo puso
en cuestión al mismo sujeto, creando un nuevo hombre por fuera de la legalidad,
el Homo Sacer, que a su vez cuestiona la esfera política como arena común en la
que interactúan los hombres, porque ya no se trata únicamente de los que quedan
tajantemente excluidos de ese orden, sino que se genera la pregunta sobre si
todos en realidad estuvieran excluidos, “en el sentido de que la posición cero fuera
la de ser objeto de la biopolítica, y se concedieran derechos políticos y ciudadanos
tan sólo como un gesto secundario conveniente a determinadas consideraciones
biopolíticas estratégicas”. Se trata aquí en últimas de que los temas como la

18
Zizek, Slavoj. 2004. “Más allá de la democracia. La impostura liberal. En: Violencia en acto.
Buenos Aires: Paidos.p.185.
19
Íbid.pp.186-187.
20
Zizek. 2005a.pp. 65-68.
7
democracia, la ley, los derechos humanos, son reducidos a la máscara engañosa
de los mecanismos disciplinarios del biopoder, cuya máxima expresión son los
campos de concentración del siglo XX21. A su vez, el problema del terrorismo es
que crea un otro que sirve como chivo expiatorio de los problemas que la propia
democracia ha venido acumulando. Los problemas de la democracia (exceso
político del poder, brecha entre mayorías y minorías, el formalismo de las reglas,
etc.) se disfrazan en el enfrentamiento hacia el Otro que se convierte en
constitutivo, debido a que nos enfrentamos a un mundo cada vez más complejo en
el que las decisiones son tomadas por los expertos, los llamados a determinar lo
adecuado por su grado de experiencia y conocimientos, situación que vacía el
espacio político, entrando en la etapa de un mundo administrado en el que opera
como lógica la razón instrumental. A partir de este planteamiento se entiende la
forma como opera el capitalismo, la democracia y el conflicto: “los conflictos
étnico-religiosos pseudonaturalizados son la forma de lucha que se ajusta al
capitalismo global: en nuestra era “pospolítica” en la que la política propiamente
dicha se ve progresivamente reemplazada por la administración social
especializada, la única fuente de conflictos legítima que queda es la tensión
cultural (étnica, religiosa)”22.
Sería por tanto un error entender el fundamentalismo árabe a la luz del
islamismo. Estos enfrentamientos tienen su origen esencial en las problemáticas
propias del capitalismo global que trata de abarcar todos los espacios. El problema
es que el mundo árabe ha presentado resistencias ya que para la conservación de
su consistencia requiere un “capitalismo sin capitalismo”, es decir, busca saldar
esa ruptura que deja el capitalismo entre el desarrollo y la pérdida de valores, la
individualización extrema y la desintegración social. Es en este sentido que Zizek
se pregunta por la el mundo árabe y las potencialidades que éste lleva implícitas:
¿no es la tensión árabe-judía la prueba definitiva de la continuación de la lucha de
clases bajo una modalidad pospolítica desviada y mistificada bajo la forma del
conflicto entre el cosmopolitismo judío y el rechazo a la modernidad musulmán?23
En esta tensión entre la democracia y el fundamentalismo se pone en peligro
la misma democracia liberal, ya que en el afán de acabar con el fundamentalismo
musulmán, se terminará por eliminar la libertad y la democracia mismas, con lo
cual se arriesga lo que se pretende defender24.

1.1.4. Violencia y luchas sociales

A partir de las consideraciones anteriores ¿Qué debe ser cuestionado? ¿Por


qué es importante reconsiderar la democracia liberal como el marco a través del
cual las sociedades contemporáneas se estructuran? ¿Es el capitalismo global
actual un impedimento para el tránsito hacia nuevas relaciones sociales?

21
Íbid.p.77.
22
Íbid. p.105.
23
Íbid. Pág. 105.
24
Mejía, Oscar. 2008. Estado autoritario y democracia radical en América Latina. En: Jairo Estrada
(comp). Izquierda y socialismo en América Latina. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.p.22.
8
En primer lugar, Zizek plantea que la democracia debe ser abandonada
como el significante amo, ya que ésta se constituye como el principal fetiche
político que desactiva el antagonismo social. Unido a este abandono, en la
actualidad nos encontramos en un etapa postideológica, en la que en lugar de
cambiar al mundo (la ideología se desvanece como esas grandes causas por las
que estaba el hombre dispuesto en colectividad, a luchar), se trata de dedicarse a
nuevas prácticas subjetivas dentro del universo especificado que dicta el
capitalismo, con las consecuencias mencionadas que esto tiene para el propio
individuo.
La labor frente a la mercantilización que impone el capitalismo, es la de
crear nuevas formas de colectividad que tiendan a desbordar los límites del
ordenamiento social. La condición básica aquí es la de efectuar Actos 25 en los que
se socave el orden simbólico existente no sólo desde la exterioridad radical, sino
desde un posicionamiento utópico de aspirar a una rearticulación radical del
mismo26. La utopía no se entiende como una instancia que haga abstracción de la
vida real, proponiéndose una sociedad ideal; es la construcción de un espacio
social en el que se desborden los parámetros de lo posible dentro de un orden
social. Los espacios desde los cuales se están dando las luchas por rearticular el
orden simbólico, son esos que el mismo orden ha condenado a la periferia. Las
favelas, los nuevos movimientos sociales, las luchas de género, etc., conforman
ese amplio espectro que tiene como trasfondo la lucha de clases, que es el
“principio estructurante que nos permite explicar la pluralidad “incoherente” de
modos en los cuales los otros antagonismos puedan articularse en cadenas de
equivalencias”27. Estas luchas varían entre intentos progresistas por la
emancipación o como simples articulaciones que buscan ser reconocidas dentro
del sistema.
El campo de las luchas que buscan la rearticulación radical de orden, son
procesos revolucionarios, que por serlo, deben valerse de la violencia (el sueño de
una revolución sin violencia es el sueño de una revolución sin revolución 28), ya que
si se quiere transformar el orden de forma radical, no hay mecanismos dentro de
éste que posibiliten esta rearticulación, en tanto que sería ilógico que un orden
contuviera preceptos para “reemplazarlo”. Pero no se trata de una violencia que se
quede en el exterior, en el otro, evitando el cambio verdadero. Es más bien una
violencia ética que “tienda a someter a crítica los mandatos éticos que nos aterran
con la brutal imposición de su universalidad”29. Esta violencia se distancia de las
posiciones que promueve la posmodernidad en torno a un excesiva permisividad

25
Zizek entiende por Acto esos momentos políticos en los que la política no puede ser reducida al
nivel de las intervenciones estratégico pragmáticas. Debe haber allí una decisión política
estratégica, en la que sólo un gesto “imposible” de puro gasto puede cambiar las coordenadas de
lo que es estratégicamente posible dentro de una constelación histórica. Es una intervención
“excesiva”, transestratégica, que redefine las reglas y los contornos del orden existente. Más allá
de la democracia. Pág. 164.
26
Zizek.2005a.p. 80.
27
Zizek. 2005b.p.185.
28
Íbid.p.192.
29
Mejía. 2008.p.23.
9
que borra la censura, el espacio necesario de confrontación, en el que se da un
modelo de ética sin violencia libremente (re)negociada30. En últimas el orden
simbólico imperante produce una fuerza reproductora en la cual se imponen
patrones de relaciones sociales que son trasgredidos, cuando se producen luchas
que potencien transformaciones trasgresoras.

1.2. Pierre Rosanvallon – La Contrademocracia


1.2.1. Un problema a propósito de la democracia.

El diagnóstico que hace Rosanvallon de la situación actual de la democracia


en su libro La Contrademocracia, publicado en 2006, está permeado por la idea
según la cual existe una inadecuación entre los ideales originales de la democracia
y su desarrollo histórico. La lógica básica detrás de esta idea es que en todos los
casos en los que se ha instaurado una democracia, el resultado de su desarrollo ha
sido visto como incompleto respecto de unos principios ideales de democracia, e
incluso más fuertemente, como un total fracaso frente a dichos ideales. Un
síntoma de esta inadecuación son los crecientes niveles de abstención electoral.
Tal perspectiva ha guiado buena parte de los estudios recientes sobre la
democracia y en especial sobre su crisis actual, que es descrita normalmente en
términos de una “declinación de lo político”31; tal descripción influye fuertemente
sobre cierta percepción negativa de la democracia. El autor describe esta
inadecuación en términos más específicos como una que está presente entre la
esperanza por lo que debería ser y el desencanto por aquello en lo que se ha
convertido la democracia; entre el ideal de legitimidad de los gobiernos por medio
de las elecciones y la desconfianza ciudadana que suscita el desarrollo efectivo de
dichos poderes.

1.2.2. La política de la desconfianza – la Contrademocracia

Al tomar en serio la tensión entre legitimidad y confianza, se cae en cuenta


de que el segundo término ha sido comúnmente pasado por alto, o por lo menos
no ha recibido la atención merecida, y que, sin embargo, los dos hacen parte de
dos respuestas distintas a la mencionada crisis de la democracia representativa.
La legitimidad ha sido tomada – y así la va a entender Rosanvallon – como una
cualidad jurídica, propia de una visión procedimental de la democracia, que pone
el acento en la faceta electoral-representativa. En contraposición, la confianza no
es fácilmente asible, no está instanciada materialmente en instituciones, pero es
constitutiva de las relaciones entre los gobernantes y los gobernados. Funciona
como una ampliación de la legitimidad en tanto que agrega un carácter moral
acerca de la integridad del político y el fin de sus acciones; la confianza también

30
Íbid.p.22.
31
Pierre Rosanvallon. 2007. La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos
Aires: Ediciones Manantial SRL. p. 21. En lo sucesivo y a menos que indiquemos lo contrario, las
citas se referirán a este texto.
10
funciona a futuro, para mantener en el tiempo la legitimidad ampliada; por último,
la confianza en el gobernante evita (evitaría) numerosos controles y regulaciones.
El hecho de que estos dos términos no se presenten habitualmente en las
democracias contemporáneas y que, por el contrario, emerja con más fuerza un
recelo frente a la legitimidad o el desempeño de éstas, da indicios acerca del papel
que cumple la desconfianza dentro del sistema democrático. En efecto, a la par de
los intentos por reforzar la legitimidad procedimental por medios institucionales, se
encuentran los esfuerzos por poner a prueba las instituciones por medios que
están fuera de los procedimientos institucionales (lo que Rosanvallon llama una
organización de la desconfianza). La desconfianza, como veremos, hace parte
fundamental de las democracias contemporáneas.
La desconfianza como alternativa la crisis de la democracia representativa
ha tomado dos formas. La democrática, de la que nos ocuparemos aquí, es
separada de la desconfianza liberal (la cual cuenta a Montesquieu, Madison y
Constant entre sus promotores) dado que ésta, en tanto limitadora de la confianza
en la democracia, recelosa del poder popular y del sufragio universal, se muestra
como una visión temerosa y pesimista de aquella32.
La desconfianza democrática tiene como objetivo velar por el cumplimiento
de los compromisos adquiridos por parte de los políticos. Es importante advertir
que esta desconfianza es más propia de regímenes post-totalitarios: su objeto no
son dichos regímenes y sus excesos de poder, frente a los que se contraponía el
ideal democrático liberal; su objeto de vigilancia y control son los gobiernos
basados en una democracia de corte electoral-representativo.
La desconfianza democrática se organiza, según Rosanvallon, en tres
campos principales, que son los poderes de control, la soberanía de obstrucción y
el poder de juicio, encarnado en la figura del pueblo-juez. El control, la obstrucción
y el juicio constituyen el ámbito de la contrademocracia. La contrademocracia es
una forma de democracia: la de los poderes indirectos que escapan al alcance de
los poderes de la democracia electoral representativa. Aquí, los ciudadanos no sólo
tienen una participación más amplia que la que brindan las elecciones. Si bien hay
una arena política común, que gira en torno y frente a la política electoral, no hay
instancias únicas ni privilegiadas en la creación y organización de las demandas de
control, obstrucción y juicio; estos poderes están diseminados en la sociedad33.
Se pueden identificar por lo menos tres causas de la emergencia de la
contrademocracia, todas referidas a la pérdida de confianza: en primer lugar, la
otrora ciega confianza en los científicos tiene su contraparte en el problema de
que los ciudadanos del común no cuentan con elementos de juicio suficientes para
evaluar las acciones de los expertos, por ello se hace necesario pedirles
rendiciones de cuentas; la desconfianza se evidencia aquí en la necesidad de pedir
explicaciones a los expertos. En segundo lugar está la desconfianza creciente
frente a la incertidumbre de las predicciones económicas, pues ya no existen
certezas acerca del comportamiento económico futuro; de este modo, se pierde la
32
Íbid. p. 25
33
Como se verá a propósito del populismo, esta diseminación puede llevar, en casos extremos, a
una fragmentación de los procedimientos contrademocráticos, lo cual puede implicar una pérdida
de objetivos de las prácticas de control, obstrucción y sanción.
11
confianza frente a las políticas públicas económicas. Por último, la desconfianza se
inserta en todos los miembros de la sociedad: hay una pérdida de confianza en el
prójimo porque no se lo conoce lo suficiente.

1.2.3. Las tres dimensiones de la Contrademocracia

Sobre las bases de la desconfianza descrita se han construido tres


dimensiones de la contrademocracia: la democracia de control, la soberanía de
obstrucción y el pueblo-juez. Pasaremos a describirlas a continuación.

1.2.4. Democracia de control


La democracia de control es el medio para instaurar la desconfianza como
virtud de la actividad democrática. El control posibilita una visión más material,
más aprehensible, de la soberanía del pueblo. Se manifiesta en tres dimensiones:
vigilar, denunciar y calificar.
La vigilancia es una acción política (no es una actividad pasiva) que no
produce por sí misma resultados. Se apoya en dispositivos diseminados, es decir,
no hay una noción de espacio central o privilegiado de demandas; esto último
tiene importantes consecuencias políticas, pues la vigilancia dentro de la
democracia de control se ejerce principalmente por medio de canales no
institucionalizados; en este sentido, la representación política no juega un papel
tan importante aquí como sí lo juega en la democracia electoral. Este carácter
difuso acrecienta su efectividad, por cuanto la vigilancia puede hacerse
permanentemente y no depende de grupos seleccionados (como los
representantes formales de los electores) y también porque puede tener influencia
en la formulación de políticas públicas34.
La denuncia se ejerce principalmente como un control de los actos de los
ciudadanos por medio de la publicidad. Sus funciones principales son: ayudar a
direccionar el debate político (funciones de agenda) y regular la consolidación de
valores comunes. Sobre esto último, la publicidad pone en juego los valores que
comparte la sociedad. Frente a estas funciones aparece una nueva, que es la
renovada exigencia social de transparencia: a los políticos se les exigen muestras
de credibilidad, pues si se tiene en cuenta la mayor exposición de éstos a los
medios, y en general su mayor contacto con los ciudadanos, la credibilidad se
vuelve el mayor capital político de los representantes. La denuncia tiene, por
tanto, un carácter de prueba a la credibilidad de los políticos, a su reputación. La
denuncia se convierte, así, en un instrumento clave en una democracia de
opinión35.
La calificación es una evaluación documentada, técnicamente argumentada
y a menudo cuantificada, de acciones particulares o políticas más generales, en
especial de su eficacia. Funciona así como un modo adicional de dar legitimidad a

34
Íbid. pp. 54-55
35
Íbid. pp. 64-65
12
los gobernantes. La calificación ejerce un efecto importante sobre las relaciones
entre representantes y representados. En efecto, contribuye a desvirtuar la idea de
que hay una importante distancia entre los representantes expertos y los
representados inexpertos. Por el contario, cada vez más las evaluaciones a los
primeros se hacen con base en criterios técnicos que incluso los representantes no
manejan36.

1.2.5. Soberanía de obstrucción


La soberanía de obstrucción es posiblemente la más radical de las
dimensiones de la contrademocracia. Se basa en la separación entre la sociedad y
los partidos, la cual a su vez se fundamenta en la extrema desconfianza que
aquella tiene frente a estos. El sentido de la participación electoral se invierte
totalmente: ya no se trata de elegir alguien, de seleccionarlo, sino que se trata de
deseleccionarlo, de poner fin a su ejercicio en un cargo político por medio del veto
o del voto en contra. Esta idea se expresa bien en la lógica de muchos votantes y
de algunos partidos “antisistema”, quienes no participan en política para elegir a
alguien, sino principalmente para ir en contra de algún otro. Su intención no es
autorizar o legitimar el ejercicio de la política por parte de alguien, sino desproveer
de esa autorización o esa legitimidad. De esto es de lo que se trata la política
negativa.
Esta política es notablemente eficaz por el hecho de que es más fácil
organizar grupos para rechazar una política que para darle apoyo. Los diversos
grupos de presión o los ciudadanos particulares pueden organizarse más
fácilmente si, a pesar de sus diferencias de intereses, convergen en la simple idea
de estar en contra de una política. Así, por ejemplo, la acción colectiva tendiente a
apoyar los tratados de libre comercio puede presentar muchas dificultades por
cuenta de los múltiples asuntos sobre los que habría de haber acuerdo; por el
contrario, la oposición a tales tratados (al simple hecho de que se firme; pero esto
no importa, si se tiene en cuenta que, por la razón que sea, dicha política no se
debe implementar.
Si bien la soberanía de obstrucción tiene un efecto significativo en la
regulación de las acciones de los políticos, cuando se considera que éstas pueden
ser nocivas para ciertos grupos sociales o para la sociedad en su conjunto,
Rosanvallon hace un marcado énfasis al señalar que aquella puede resultar en un
vaciamiento del sentido de la construcción de democracia. El rechazo, en tanto
política negativa, no crea legitimidad, sino que fundamentalmente la socava; se
hace más énfasis en eliminar aquello que no debería estar dentro de la política que
en proponer alternativas para incluir lo que sí debería estar. Esta práctica de
depuración no es en sí misma nociva, pero su radicalización sí lo puede ser. En
efecto, puede delinear un curso oscuro y adverso a la democracia, el del rechazo
como acción política que no presenta ningún objetivo. La falta de un horizonte de
sentido puede darse en contextos donde el rechazo no es movido por un ideal de
cambio, de mejoramiento del estado de cosas37. En términos llanos, no se

36
Íbid. pp. 66-69
37
Íbid. p. 187
13
construyen propuestas, sólo se niegan, se destruyen sin que necesariamente haya
propuestas alternativas. La ciudadanía pierde aquí su poder de acción positiva
frente a la democracia, para pasar a ser solamente su cara adversa, negativa. En
el apartado siguiente, veremos cómo estas prácticas derivan en una
contrademocracia impolítica.

1.2.6. El pueblo-juez
Frente a la exacerbación del ejercicio de sospecha surge la necesidad de
establecer una instancia conclusiva de los procesos de regulación; es necesario
juzgar y emitir una sanción. La noción de “juicio” será de gran importancia, al igual
que su relación con el voto, en tanto que los dos son procedimientos de decisión
que corren paralelamente. Pero la noción de juicio debe ser acotada, pues en el
sentido usado aquí va más allá (y de hecho se separa significativamente) de la
noción estrictamente jurídica. Veremos estos a continuación.
La capacidad de juzgar actos políticos, esto es, la capacidad de judicializar lo
político, depende de las condiciones de la representatividad política. La política
tiende ser objeto de controles judiciales cuando el sistema político es incapaz de
autorregularse. La autorregulación se refiere aquí a la capacidad de los políticos de
ser responsables de sus acciones, en el sentido de responder por estas frente a
quienes estén capacitados para demandar justificaciones o, simplemente, requerir
asunción de responsabilidades. La relación que se establece entre responsabilidad
y juicio es inversa: cuanto menor sea la capacidad de los políticos de responder
(be responsive) a las expectativas de los ciudadanos, más necesidad tendrán estos
de demandar rendiciones de cuentas. Adicionalmente, la “creciente opacidad” en
procesos de toma de decisiones y la complejidad en aumento de estructuras
gubernamentales”38 hace que la responsabilidad de los particulares se disemine a
lo largo de toda la estructura, por lo cual los ciudadanos tienen menos claridad
acerca de quién es responsable de que actos. En conclusión, ante la falta de
criterios claros y de oportunidades para establecer responsabilidad a los
gobernantes, los ciudadanos acuden a la judicialización para compelerlos a
rendirles cuentas.
Esta rendición de cuentas acerca de las acciones se vuelve más efectiva por
causa de los procedimientos propios de los sistemas judiciales, ello porque las
justificaciones en procesos judiciales son mucho más exigentes que las
justificaciones dadas en la plaza pública o en los medios. En los procesos judiciales
se deben responder las preguntas sin mayor margen para evadirlas, como sí se
puede hacer en los discursos políticos; esto quiere decir que las justificaciones
judiciales deben responder, en la medida de lo posible, lo más exactamente a los
requerimientos de quienes demandan las justificaciones. Una ventaja adicional de
las rendiciones de cuentas en procesos judiciales es que éstos deben tener una
duración breve, pues debe establecerse convencionalmente en qué punto se debe
tomar una decisión sobre el caso. Se caracterizan, pues, por la celeridad.
La justificación se hace, además, ante personas de quienes se tiene la idea
de estar mejor informadas que el público a quien se dirigen los políticos en

38
Íbid. p. 224
14
campañas electorales. La posición de experticia en la que se encuentran los jueces
obliga a menudo a que las justificaciones se hagan de manera mucho más
argumentada. El proceso deliberativo es importante, entonces, como elemento
primordial del proceso de decisión judicial.
Otras características que tiene la judicialización son: (i) el papel que cumple
el juez como participante en la construcción de la polis: éste pone a prueba la
validez normativa de una comunidad en tanto que indaga por las razones que
deben estar presentes para justificar una acción política. La reflexión sobre la
justificación de una acción contribuye a revaluar o, si es el caso, consolidar el
marco normativo de la sociedad en su conjunto. (ii) La teatralidad, referida a la
institución de una arena pública común en la que se puedan coordinar las
demandas y discutir las justificaciones. Esto no implica que haya un espacio
privilegiado de formulación de demandas, lo que asegura es un horizonte común,
unos principios básicos de los cuales parte cualquier tipo de demanda. (iii) Los
juicios, si bien se hacen sobre actos y personas particulares, tienen un carácter
ejemplarizante; desde nuestro punto de vista, las evaluaciones hechas a propósito
de las acciones pueden crear nuevos patrones de comportamientos, nuevos
preceptos normativos o, bien, consolidar los ya existentes.
Por último, es muy importante mencionar que, en línea con las demás
dimensiones de la contrademocracia, el pueblo en tanto juez no tiene una
institucionalidad fija; si bien los tribunales pueden ejercer la función de
canalizadores de las demandas ciudadanas, no son los únicos canales disponibles.
En este sentido, por ejemplo, el papel de la oposición entendida como tribunal es
el de un poder permanente de acusación y cuestionamiento de los gobernantes, el
cual se sirve de elementos del juicio jurídico y del político. Sus instancias son la
opinión pública como tribunal permanente y un tribunal más institucionalizado,
como lo es el del pueblo elector. Los poderes de obstrucción emergen en este
punto, pues la sanción puede cumplir, por lo regular, la función de obstaculizar
acciones, a causa de su puesta en duda por medio de un juicio39.

1.2.7. Lo impolítico como exacerbación de la contrademocracia – el


peligro del populismo.

Las tres dimensiones de la contrademocracia están sin embargo signadas


por la ambigüedad entre la vitalidad dada a la democracia por medio de las
prácticas contrademocráticas y una visión desilusionada de la democracia, que
puede llevar a una parálisis del campo político. En ese sentido, el peligro que se
corre es que la soberanía crítica dé paso a una política negativa40.
Se pueden ver dos causas de la disolución de lo político. En primer lugar, la
separación que crea la contra-democracia entre la sociedad civil y la esfera
política. Lo anterior está caracterizado por grandes y permanentes exigencias del
ciudadano, quien va más allá de su papel como elector. Si bien ésto no es un
simple repliegue sobre lo privado, su exacerbación puede deslegitimar los poderes

39
Íbid. p. 238
40
Íbid. p. 245
15
contra los cuales se dirige. En segundo lugar, la declinación de una aprehensión
global de la acción política puede despolitizar la democracia, en tanto que los
poderes de control y obstrucción se ejercen de forma difusa; en este sentido “lo
que se gana en control multiplicado se pierde en visibilidad y en legibilidad del
conjunto”41. El conjunto de ciudadanos que ejerce control no es legible ni visible,
aunque pueda, así, ser eficaz. Esto ha traído consigo un cambio en la forma de ver
la acción política, lo cual ha implicado por ejemplo, que respecto del concepto de
revolución ya no se hable de la acción política como una acción radical de cambio
sino que solo se trate de la constante denuncia.
La impolítica entendida como una creciente separación entre lo político-
institucional y la acción social tienen como rasgos principales la declinación de la
participación ciudadana en la política institucionalizada, por ejemplo, las
elecciones. Como contraparte, las acciones fuera de la esfera política siguen
creciendo.
Lo que se tiene aquí, no es, pues, una despolitización, sino el crecimiento de
prácticas impolíticas, esto es, acción política fuera del campo electoral-
representativo. La democracia negativa que se forja aquí tiene, además, efectos
en el alcance de las políticas que los gobernantes desean implementar; la voluntad
política retrocede por la preocupación de los políticos de ser objetos de
procedimientos de juicio y obstrucción por cuenta de lo que hacen.
Otro efecto importante de esta política es que ya no se busca la toma del
poder, sino solamente su control; el ideal de la transparencia en el ejercicio de la
política sirve de base para la pretensión de controlar y juzgar constantemente las
acciones de los políticos. El fuerte efecto que sobre la voluntad política ejercen
estas formas de contra-democracia hace pensar a Rosanvallon que la
contrademocracia puede no tanto limitar el poder sino coaccionarlo, influir
directamente sobre él, al punto de que los políticos, por una suerte de temor a la
sanción, no responden a las demandas que les son hechas.
En este punto el autor presenta la noción de gobernanza, que es distinta de
las formas tradicionales de gobierno. En sus variantes, la gobernanza alude a
formas de control y regulación de los gobiernos, las cuales funcionan de manera
descentralizada y flexible y donde participa una pluralidad de actores42. Pero la
introducción de la gobernanza en la política puede ser también interpretada de
manera más neutra, según Rosanvallon, como el resultado de la complejización de
las sociedades contemporáneas en tanto que éstas están más fragmentadas:
frente al sistema político coexisten subsistemas relativamente autónomos que
crean muchos polos de creación y coordinación de demandas. La gobernanza se
define así principalmente como descentramiento de los actores políticos: no hay
una escena central de la dinámica política. La contrademocracia es en este sentido
distinta a la gobernanza, pues en aquella aún se mantiene una escena política
central; la contrademocracia funciona en orden o en relación con dicho poder
central frente al cual los ciudadanos hacen sus demandas. Sobre esto Rosanvallon
menciona el hecho de que los Estados tratan de ganar la confianza de los

41
Íbid. p. 248
42
Íbid. p. 254
16
cuidadanos por medio de la apelación a la legitimación dada por los entes
contrademocráticas. Las instancias políticas están a merced del control de las
organizaciones, las cuales se encuentran en un espacio que traspasa lo político. Lo
político como institución de lo social es vaciado, esto es, es desprovisto de una
buena parte de su capacidad para legitimarse a sí mismo y para actuar
autónomamente.
Una forma aún más peligrosa que puede tomar la contrademocracia en tanto
democracia impolítica es el populismo. Éste es principalmente “una versión
perversa de los ideales y procedimientos de la democracia”43, que se aplica tanto
para la democracia electoral representativa como para la contrademocracia.
Respecto de la democracia electoral representativa, el populismo surge
como alternativa a la crisis de representatividad: frente a la toma del ámbito
político por unas pocas personas seleccionadas, quienes ejercen el papel de
“representantes” de los electores, se apela a la expresión directa del pueblo. Los
rasgos particulares que toma esta noción de pueblo también son característicos
del populismo: aquél es tomado en una homogeneidad artificial, como siendo uno
y encarnando una voluntad general. Esta unidad está fundamentalmente opuesta
a otras a las que se rechaza, ya sea por motivos morales (los corruptos, los malos),
sociales (las élites) o étnicos (los de estirpe nacional).44
Rosanvallon advierte que esta noción de populismo no dimensiona
suficientemente el fenómeno en su totalidad, pues podría ser aplicada incluso a los
totalitarismos y a ciertos regímenes decisionistas. De hecho, una descripción como
la hecha anteriormente podría ser suscrita amén de las imprecisiones por autores
como Schmitt en su descripción de la oposición amigo-enemigo. De modo que se
debe explicar el populismo con respecto al espacio en el que se presenta de
manera más evidente y completa, la contrademocracia.
Para cada una de las dimensiones de la contrademocracia, el populismo es
su radicalización, el punto extremo de lo impolítico. La democracia de control, en
su extremo populista, se transforma en estigmatización constante; su origen
puede hallarse en los escritos de Marat, quien para los días de la Revolución
Francesa afirmaba que el poder es inherentemente despótico y que no puede
volverse democrático, razón por la cual se debe “estar en guardía en todo
momento contra quien nos gobierna”45. Esta visión se suma al hecho de que el
populismo sólo busca destruir y dañar a los funcionarios, ridiculizarlos, poniendo
en duda su imagen pública, su reputación frente a los electores. No hay, en
términos de Rosanvallon, un ejercicio positivo de control, de construcción de un
cambio. Se ejerce en este campo la política del rechazo.
El populismo también puede tergiversar la soberanía de obstrucción. Como
ya se ha insinuado, la política de obstrucción se convierte constantemente en
política negativa de radical oposición a los políticos y a sus acciones: no hay en
estos movimientos ningún ideal de cambio, ningún precepto revolucionario y
43
Ibid. p. 257
44
Este rasgo del populismo se nota frecuentemente en discursos en los cuales se contraponen
como unidades antagónicas a “la gente de bien” y a los que no comparten sus principios ni ideales,
por ejemplo, los terroristas o los políticos de izquierda.
45
Ibid. 260 nota 3
17
ningún principio moral que los soporte. Este populismo es esencialmente carente
de una crítica activa. En palabras del autor, los ciudadanos que ejercen esta
política son en realidad “masas mudas, desengañadas, desconcertadas,
asqueadas, cuyos problemas no son expresados por los populismos, pero con los
que sabe atizar su cólera para hacerlas gruñir cada vez más sordamente, tanto
sobre el pavimento de las ciudades como en el cuarto oscuro”46. El populismo
muestra a unas masas desprovistas de cualquier horizonte de sentido: no hay un
ideal que los motive a actuar políticamente.
El populismo también puede degradar la acción del pueblo-juez. El poder de
sanción pierde toda su fuerza de regulación positiva de las acciones de los políticos
y se transforma en una simple acusación cuya preocupación por la justicia es casi
nula; es más notorio el ánimo de venganza y de estigmatización sobre un amplio
grupo de indeseables sospechosos y parásitos.

1.2.8. Repolitizar la democracia

Ante el panorama presentado, Rosanvallon propone una repolitización de la


democracia, que consiste en reconstruir la visión de un mundo común, la cual
supere la disgregación. La pura contrademocracia, esto es, su radicalización en
política negativa y en últimas en impolítica, ha contribuido a que la acción
contrademocrática haya perdido su horizonte de sentido. Como vimos a propósito
del populismo, la contrademocracia en ese punto pierde toda orientación, no es
capaz de realizar una política positiva en ninguna de sus dimensiones. Su pérdida
de sentido puede verse en que no hay ninguna perspectiva futura de cambio que
anime su accionar. La acción contrademocrática radical tampoco está capacitada
para construir un objetivo común, pues la exacerbación también se refleja en el
hecho de que no existe ninguna arena política común, no hay actores
identificados, no hay acciones orientadas por ningún ideal; más que la pluralidad,
es la disgregación lo que reina aquí. En este sentido, la política se ha vuelto
ilegible en cuanto a sus arenas y sus actores47.
Así pues, uno de los componentes de la repolitización será la reinstauración
de un horizonte de sentido. Esto es entendido, en primer lugar, como la
recuperación de la legibilidad de los actores: los actores políticos deben recuperar
su lugar como tales y como agentes que funcionan por medio de propósitos
definidos, cuyos ejercicios de control, de obstrucción o de juicio estén orientados a
producir cambios en la política. La reinstauración de un horizonte de sentido
también pasa por recuperar el espacio de teatralidad, la arena política común
donde se ponen en marcha las dimensiones contrademocráticas. La legibilidad de
los actores y los espacios implica una concepción renovada de la soberanía, que
les permite a los ciudadanos superar la impotencia y la falta de horizonte que

46
Ibid. 262
47
El anterior diagnóstico no implica en absoluto que se deba volver a la visión de un espacio
privilegiado desde el cual se crean las demandas políticas; por el contrario, es clave en este asunto
mantener la pluralidad de los actores y la diversidad de instancias por medio de las cuales los
ciudadanos actúan conforme a los procedimientos contrademocráticos.
18
vimos respecto de las formas radicales de la contrademocracia, lo cual les permite
tener una visión más legible de su actuar y del mundo.
El restablecimiento de horizontes de sentido implica la “puesta a prueba de
las diferencias sociales existentes”48. Lo anterior se refiere, específicamente, a la
formación de una comunidad basada en principios de justicia redistributiva, de
ampliación de la posibilidades y de relaciones entre lo individual y lo colectivo, las
cuales hayan sido ampliamente discutidas. El carácter deliberativo de lo político
vuelve a evidenciarse en su importancia, en aras de construir dichas reglas por
medio de la discusión.

ii. Hipótesis

La corriente contrademocrática, ejemplificada aquí por Slavoj Zizek y Pierre


Rosanvallon, se sitúa como alternativa frente al desencanto que ha producido el
desarrollo y la situación actual de la democracia liberal, la cual es criticada,
principalmente, por su excesivo énfasis en los procedimientos formales, énfasis
que deja de lado el esencial carácter plural y heterogéneo de la sociedad. Así,
Frente al modelo de democracias liberales globalizadas, pluralistas y tolerantes
pero excluyentes, en las que se impone un apego incondicional a un conjunto de
reglas formales (legalismo formal), Zizek propone que, más allá de la cuestión de
la radicalización de la democracia, se instaure un proyecto trascendente a los
propios límites de ésta. Tal proyecto se basa, fundamentalmente, en el
reconocimiento de multitud de luchas, de las cuales las luchas de clase son su
principio estructurante y cuya orientación está dirigida al ejercicio de un
anticapitalismo políticamente organizado. En este sentido, los actos políticos
radicales se constituyen como fundamento de un proyecto democrático
emancipatorio en el que se trasgreden los límites de la democracia liberal,
socavando el orden simbólico existente, con lo cual se da una rearticulación radical
de éste. En una línea similar en cuanto a la crítica de los desarrollos de la
democracia liberal, pero distinta en cuanto a los alcances de las acciones frente a
la democracia, Rosanvallon construye un panorama de lo que llama la
contrademocracia, que es entendida como el conjunto de prácticas que confrontan
y complementan el ejercicio de la democracia electoral representativa, la cual se
ha visto rebasada por la emergencia de una política de la desconfianza. Ésta
última es entendida como la tendencia a vigilar y controlar la acción política
institucional, y surge como producto de la incapacidad de la democracia electoral-
representativa para englobar y responder a la diversidad de demandas de la
sociedad. El matiz escéptico que introduce Rosanvallon tiene que ver con que el
desarrollo radicalizado de la contrademocracia puede llevar al avance de su faceta
nociva: un fuerte distanciamiento de los ciudadanos respecto de los intentos de
contribuir directa y positivamente al control y la vigilancia de las acciones
políticas; el riesgo es, pues, que la democracia se vuelva impolítica.

48
Ibid. p. 299
19
iii.Itinerario

- Establecer las transformaciones que ha sufrido el sujeto a través de su


identificación con problemáticas como la ayuda humanitaria, los campos de
concentración, el capitalismo global y la democracia liberal.
- Explicar el papel del capitalismo, la democracia y el conflicto en la
construcción de las sociedades contemporáneas.
- Exponer las relaciones entre estos aspectos.
- Presentar, por las características de las sociedades contemporáneas, un
proyecto en el que a través de las luchas políticas que asumen Actos
revolucionarios, se trasgredan los límites impuestos de la democracia liberal.
- Describir la situación precaria de la democracia electoral-representativa
frente al incremento de la heterogeneidad de las demandas sociales,
situación que es el origen de la desconfianza emergida entre los ciudadanos
y diversas instancias institucionales.

- Mostrar la caracterización que Rosanvallon hace de la Contrademocracia, en


tanto basada en la desconfianza.

- Identificar los actores, las arenas y los efectos de las tres dimensiones de la
Contrademocracia.

- Poner en evidencia los potenciales efectos nocivos que, según Rosanvallon,


implica la radicalización de las prácticas contrademocráticas.

iv.Estructura

i. Problema............................................................................................................................ 1

1.1. Slavoj Zizek – La impostura liberal..............................................................................2

1.1.1. El sujeto desgarrado.................................................................................2

1.1.2. Capitalismo como experiencia vivida........................................................4

1.1.3. La Democracia a superar ........................................................................6

1.1.4. Violencia y luchas sociales.......................................................................8

1.2. Pierre Rosanvallon – La Contrademocracia ..............................................................10

1.2.1. Un problema a propósito de la democracia. ..........................................10

1.2.2. La política de la desconfianza – la Contrademocracia ...........................10

1.2.3. Las tres dimensiones de la Contrademocracia ......................................12


20
1.2.4. Democracia de control............................................................................12

1.2.5. Soberanía de obstrucción........................................................................13

1.2.6. El pueblo-juez .........................................................................................14

1.2.7. Lo impolítico como exacerbación de la contrademocracia – el peligro del


populismo. ........................................................................................................15

1.2.8. Repolitizar la democracia.......................................................................18

ii. Hipótesis ........................................................................................................................ 19

iii. Itinerario ........................................................................................................................ 20

iv. Estructura .................................................................................................................... 20

v. Bibliografía...................................................................................................................... 21

v. Bibliografía

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tiempo.pdf+paula+rodriguez+y+ricardo+terriles&hl=es&gl=co&pid=bl&srcid=ADGEESh6xo57pEip
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Zizek, Slavoj. 2005b. La suspensión política de la ética. Buenos Aires: Fondo de


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Zizek, Slavoj. 2004. Violencia en acto. Buenos Aires: Paidos.

21
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22

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