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ARTE Y ARTESANÍA (un pleito gastado)

Hasta aquí hemos revisado obras de culto. Aquello con lo cual hemos asumido
como verdadero ante el embate mediático, es decir, lo ideológico a partir de los
grupos sustentadores de la hegemonía cultural, en nuestro medio, con esa visión
eurocéntrica que los caracteriza, entremos al terreno de lo llamado refinamiento
del gusto hasta lo más elemental, el consumo de los objetos conlleva un modelo
de estratificación social. No es lo mismo comer en un recipiente de plástico que en
un platón de fabricación exclusiva, firmado por un nombre representativo de
familia.
Dicha exclusividad se sostiene dentro del esquema de capital social en donde
aparece el gusto en una aptitud hegemónica avalado por una firma en un efecto
de mercado. Así como la fabricación en serie de la porcelana china tuvo su baja,
así también la obra plástica tiene su baja o su puesto más alto en la cotización de
los valores económicos.
De entrada los generadores de dicho capital social se remiten a los museos, las
galerías, las salas de concierto y en menor medida las editoriales, tanto de libros
como de fonogramas y videos. Auxiliados por la prensa especializada y en una
menor instancia, en los tiempos actuales, el Internet.
Comprender esto nos lleva a un cambio de posiciones, no exclusivamente de
fabricación sino de distribución y consumo. Sin embargo esto también requiere de
una trasformación en nuestra mente, con ello, una revisión a las políticas
culturales, tanto del estado como de la iniciativa privada.
Los populismos políticos, tanto de la derecha como la izquierda, han dejado
secuelas difíciles de sanar. Jamás se generará un mercado real mientras continué
ejerciéndose programas de difusión gratuitos. Mucho menos aquellos cuyo
muestreo se remita sencillamente a eso sin ubicar virtudes y cualidades de cada
uno. La responsabilidad no es sólo de una parte, la parte más fuerte es de los
hacedores, quienes se niegan a partir de su propia ideología. Ahí dónde se
minimiza el trabajo bajo un esquematismo del viejo dilema marxista del trabajo
asalariado. La enajenación a partir de los medios de producción. Afirmar lo
contrario es minimizar aún más el trabajo intelectual.
La pregunta ahora es otra ¿Quién es artista y quien no? ¿Cuál obra es arte y cuál
no? Pero lo más importante ¿Por qué? ¿Qué diferencia un jarrón de la dinastía
Ming a uno de petatillo? ¿El museo que lo alberga? Y si se encuentra en el mismo
espacio ¿Entonces ambos tienen la misma cualidad?
Ante el avance de la tecnología, en el concepto de la unicidad, ciertas obras
musicales ¿Dejan de ser arte por su difusión masiva en fonogramas? Pero si nos
vamos a minucias mayores ¿Por qué escuchar a ciertos autores viste más que
otros?
La intención de este se ubica en esa desarticulación entre ese manejo conceptual,
legitimado desde el seno mismo de la familia, como primera instancia institucional,
pasando por los formalismos de la escuela, como segunda instancia educativa,
hasta los programas e instituciones actuales por parte del Estado Mexicano; las
cuales, ya desde sus siglas, nos remiten a su ideología en una conceptualización
idealista desprovista de la historia.
Partamos de la premisa del cómo la mente piensa con ideas y no con información.
Si acentuamos con mayor fuerza esto, a la manera de Machlup, cuando nos dice:
La información se adquiere oyendo a otros, mientras que el conocimiento puede
adquirirse pensando, entonces entramos a otra esfera. La historia nos permite una
identificación con el grupo. Jamás con los datos como tales, sino por una
aceptación conciente, en una revisión continua y sistémica.
Sólo de esta manera, en un cuestionamiento continuo, en un proceso, revisando,
sin caer en absolutismos el conocimiento generará ideas. Pero aún vayamos más
lejos. Escribió Emil Chartier: Nada es más peligroso que una idea cuando es la
única que tenemos.
Si tomamos como valido lo anterior la siguiente pregunta es el cuestionarnos
sobre el funcionamiento de la mente, la cual, piensa con ideas y no con
información. De aquí la diferencia entre los ordenadores, conocidos ya
comúnmente como computadoras, y la mente humana, en donde, la memoria es
el registro de la experiencia donde el flujo de la vida cotidiana se utiliza para
configurar los indicadores y las pautas de conducta. Los ordenadores, según nos
dicen, también tienen memoria, en la cual almacenan información. Pero la
memoria del ordenador se parece tan poco a la memoria humana como los
dientes de una sierra se parecen tan poco a los de una persona; se trata de
metáforas libres que abarcan más diferencias que similitudes1
Y continua Theodore diciéndonos: Si hay un arte de pensar que enseñaríamos a
los jóvenes, ese arte tiene mucho que ver con demostrar cómo la mente puede
moverse a lo largo del espectro de la información, distinguiendo las
generalizaciones sólidas de las corazonadas, las hipótesis de los prejuicios
temerarios... En el corazón de todas las culturas encontramos un núcleo de
ideas... algunas antiguas, otras nuevas, algunas florecientes, otras caídas en
desuso. (Págs. 116/118)
Algunas de las corrientes educativas, principalmente la conductista, han visto con
buenos ojos la participación de los ordenadores en la escuela. Como herramienta
es excelente, pero si tomamos la idea de Chartier, expresada líneas arriba, es un
peligro, y sólo viene a confirmar una propuesta antigua con herramientas nuevas.
Las escuelas memoristas, aunados a los exámenes de opción múltiple, junto al
copismo realizado en talleres de fin de semana como educación artística, ofrecen
información técnica, pero jamás ese arte del pensar en un reflujo de ideas
propositivas a la trasformación y al cambio.
Seymour Papert, desde la década de los sesenta, continuando con las teorías del
aprendizaje en el niño de Jean Piaget, cofundador de los estudios de inteligencia
artificial ha creado un lenguaje programático llamado Logo. El mismo Papert se ha
encargado de decir que este software inteligente no sólo está dedicado a los
niños, sino se pretende que sea un lenguaje universal para aplicarse en otros
niveles.
El currículum Logo entra al terreno del arte, tanto en las artes plásticas como en la
poesía a partir de estructuras aleatorias, tanto en uno de los lenguajes, como en
otro. Sin embargo, cuando vemos a los profesores, con herramientas

1
Roszak, Theodore, EL CULTO A LA INFORMACIÓN. El folclore de los ordenadores y el verdadero arte
de pensar. Ed. CONACULTA/ Grijalbo, Col. Los noventa # 13, México, 1990, Pág. 122
rudimentarias pero enseñando lo mismo; uno se pregunta muchas cosas, aún
más, cuando satanizan las nuevas tecnologías.
El programa Logo, para la poesía se realiza de la siguiente manera. Al hacer clic,
el programa te pide escribas palabras pertenecientes a la misma especie. Por
ejemplo: Deportes. Luego te pide la sintaxis deseada. Sujeto, verbo, complemento.
O bien, alterar el orden. Luego te pide una lista de adjetivos, otra de verbos. Luego
hacer clic. Posiblemente el resultado sea algo similar a un haiku. Pero también
puede tocar la suerte de algo más grande que el resultado de un curso esporádico
de poesía. Aún menos si no tienes la costumbre de leer.
En la plástica la técnica es similar. Se le dice al usuario que dibuje lo que quiera.
Este queda como un dibujo a mano alzada. Enseguida se le pide lo divida en
formas geométricas. Queda como un dibujo constructivista de Piet Mondrian. El
ordenador a partir de esto crea un programa con todos los componentes para
generar nuevas figuras. Ya generado este, con sólo una palabra el programa
dibujará lo que se le pide. Una flor aparecerá en la pantalla a partir de las líneas a
360°
Escribe Theodore: los usuarios que aprenden a producir programas para estos
dibujos han resuelto un ejercicio difícil y puede que vayan camino de ser
excelentes programadores. Lo que no han hecho es aprender algo sobre el arte;
más bien se les ha desviado deliberadamente de la habilidad de manipular un
medio... Si su interés ha permanecido despierto durante todo el ejercicio, no se
debe al placer estético de la tarea sino al reto de la programación (Págs. 101-102)
Lo rescatable de este programa en el terreno educativo es que rompe con el
sentimiento de culpa del error, aquí se busca de cómo depurar los fallos. Escribe
Papert: La pregunta que hay que hacer acerca del programa no es si es correcto o
está equivocado, sino si se puede corregir. Si esta forma de contemplar los
productos intelectuales se generalizase en la manera en que la cultura más amplia
piensa en el conocimiento y su adquisición, quizá a todos nos intimidarían menos
nuestros temores a equivocarnos. (Pág. 97) Nuevamente la cuestionante va hacia
el profesor con herramientas rudimentarias, quien enseña lo mismo.
Bajo este esquema, quizá el problema más serio del arte en la actualidad se
remita a su conceptualización, desde el seno mismo de la educación. Si es así,
entonces, debiéramos hacer una revisión desde su etimología. De entrada puede
resultar, no sólo ocioso, sino pedantemente académico; sin embargo, después de
las enseñanzas desde el siglo XVIII2 hasta nuestros días; de los cuestionamientos

2
Adolfo Sánchez Vázquez en el libro Invitación a la Estética, editado en 1992 por Grijalbo, escribió: Aunque
en el pensamiento occidental encontramos reflexiones estéticas desde hace ya veinticinco siglos, esta
disciplina –como saber autónomo y sistemático- apenas tiene dos siglos y medio de existencia, si
consideramos como acta de nacimiento la publicación de la Aesthetica de Baumgarten en los años 1750-
1758. Sin embargo, desde los albores de la filosofía en la antigua Grecia hasta nuestros días, rara es la
doctrina filosófica que no consagre cierto espacio a los problemas estéticos. Y en nuestra época, aunque la
Estética se concibe predominantemente como una disciplina filosófica, se abre paso el empeño de hacer de
ella una ciencia, ya sea como teoría general del arte o como una ciencia particular, empírica...La
concepción más venerable de la Estética filosófica...es lo que pone a lo bello en el centro de sus
reflexiones...al definir la Estética como filosofía o ciencia de lo bello, la dificultad consiste precisamente en
definir el concepto que entra en esa definición. Para Platón, lo bello es lo bello en sí, perfecto, absoluto e
intemporal. Esta concepción no es sino la aplicación de su doctrina metafísica de las ideas. La belleza es
sólo una idea y como tal existe, como una realidad suprasensible, independientemente de las cosas bellas,
de los teóricos de la primera mitad del siglo XX. La radicalización surgida en los
años sesenta y setenta con la entrada de nuevas tecnologías y su divulgación a
partir de la informática en los últimos años, resulta una perversión 3 continuar con
la teoría del objeto único, de la universalidad, pero sobre todo, el pensar en la
supremacía, sin más, de ciertas obras sin contextualizarlas, tanto en la historia,
como en la generación de la misma.
Y esto va, tanto para quien se considera artesano como para quien se considera
artista ¿Cuántas veces no hemos visto en las tiendas de artesanía
reproducciones, algunas veces técnicamente perfectas de autores famosos?
¿Cuántas otras han generado modas como aquella de los alcatraces en todas sus
manifestaciones, desde papel maché, cerámica y cuadros de marco rústico?
¿Alguien recuerda los calendarios de la carnicería del barrio con reproducciones
de los pintores del siglo XIX de la Academia de San Carlos?
Por otra parte, en las galerías, los desnudos femeninos a la Modigliani, o las
replicas a Muchacha mirando por la ventana de Salvador Dalí. Hasta en el ska la
versión de Samba pa’ ti de Carlos Santana. Para no hablar de las fotografías
étnicas tipo ideal Humbolt, o paisajísticas urbanas a lo Álvarez Bravo.
Para todos ellos, la educación familiar, tallerística, o incluso formal escolarizada,
de seguro tuvieron una educación fundamentada en la informática, ya sea por el
padre, o el abuelo, o bien por un profesor, quien sólo funcionó como informante,
pero jamás como docente ¿Quién es más artesano? ¿El ceramista que propone o
quien se ostenta como artista viviendo del trabajo ajeno?
Juan Acha, en su libro Introducción a la Creatividad Artística, publicado por Trillas
en el 2002, hace una reflexión pertinente sobre esta circunstancia histórica: Antes
del Renacimiento, el productor de bienes estéticos se autotitulaba por su oficio y
se consideraba pintor o escultor... incluso agregaba su especialidad: Paisajista o
imaginero. Era un hombre de oficio, de un oficio que él había adquirido por
tradición familiar o por fatalidad de su clase social, más que por libre elección.
Y continua en su revisión histórica: En el siglo XVI, con el Renacimiento ya
consolidado, es cuando se principió a emplear el término vocación para explicar

empíricas que sólo son bellas en cuanto participan de la idea...De Platón y Aristóteles deriva la teoría de la
belleza, las cuales se extenderán hasta el siglo XVIII. La Estética cristiana y medieval(con San Agustín, Hugo
de San Víctor, Alberto Magno, Tomás de Aquino)insistirá en que la belleza es medida y forma, orden y
proporción. Y el Renacimiento(con Alberti y Lomazzo)hará asimismo el concepto clásico de belleza al
definirla como consonancia e integración mutua de las formas (Págs. 47/48)
El problema es aún más grave desde el momento en que no la conceptualiza, sino la define. Cuando algo se
define se impide el crecimiento. Sánchez Vázquez, posteriormente, va a hacer una serie de reflexiones cuando
llega a separar objeto y sujeto; sustenta así, una dialéctica de la unión y la separación, de la identificación y
el distanciamiento de sujeto y objeto que constituye la naturaleza misma de su relación en la situación
estética. (Pág. 147)
3
De acuerdo a la definición del diccionario de Psicología, ésta es una desviación de las tendencias o los
instintos que se traduce por un trastorno del comportamiento. De acuerdo a esto, perverso es causar daño
inintencionadamente. Ambas definiciones nos acercan a un problema de conducta, a una acción minimizadora
de la actividad creativa a partir de una pretensión de superioridad de clase en donde la idea de lo original
arrastra una visión de ser único e infalible. Ahí en donde el gusto impera.
Se podría justificar que no es un acto de perversión, sino una aptitud dogmática para aquellos cuya
información no les llega, o parten de una visión idealista. Sin embargo, cuando este sector se afirma en el
cine, en la literatura, en la música ¿Por qué continúan con la idea del objeto único? ¿Perversión o dogma
ideológico?
las actividades de los productores de obras de arte. Entonces éstos prefirieron
tomar el eufemístico nombre de artistas y como tales dejaron de ser hombres, que
por tradición o a voluntad, elegían su profesión u oficio. Ahora ellos obedecían a
una suerte de llamado o, si se quiere, los empujaba una fuerza interna
insobornable que se suponía sobrenatural o divina.4
La vocación surge por circunstancias sociales, y se inicia desde el seno familiar, o
bien, en un despertar tardío por la influencia del medio, en donde no deja de
aparecer una circunstancia de moda, o incluso de clase social. Todavía en
nuestros días se piensa como un rasgo de feminidad la actividad artística.
No es gratuito el hecho de que en algunos sectores políticos los puestos de
administración pública en los terrenos de la difusión de la cultura, lo tengan
mujeres, y en otros sectores difícilmente lo sustenten; o de que, en un alto
porcentaje, los estudiantes de las carreras especializadas en arte, exista una
deserción mayor que en otras. En el mejor de los casos, la mayoría de los
egresados terminen dando clases, o cualquiera otra actividad afín.
Un problema educativo, sin duda, en donde el problema de la orientación
vocacional se deja ver con resultados totalmente negativos es cuando observamos
que la mayoría de los artistas claves no son egresados de alguna de estas
carreras universitarias, y el público menos. Los asiduos a las actividades con este
fin, no son, ni estudiantes de humanidades, mucho menos, los decepcionados del
arte, sin dejar de mencionar la escasez de lectores en las áreas especializadas. La
frustración llega a niveles poco analizados
Ante este panorama, quienes si escogieron con certeza su vocación, adolecen de
un público especializado o con un mínimo de información, y sus luchas por
encontrar un espacio en la sociedad se ve minimizado, por una parte, bajo
políticas populistas, las cuales, por supuesto, niegan la actividad como algo
remunerativo, o bien, bajo la tónica teísta que encierra cierto tipo de
desquiciamiento mental como una postura de inocencia carente de malicia. De
aquí la idea de la locura como parte de la actividad artística, dada en el siglo XVIII,
y por supuesto, los ejemplos de personajes con este síntoma.5

4
En la misma página, 23, Juan Acha, reafirma: El diccionario de la Real Academia Española, todavía
principia dándonos una versión teísta de la vocación al describirla como inspiración con que Dios llama a
un estado, especialmente el de religión. Luego, agrega una acepción realista: inclinación a cualquier estado,
profesión o carrera. Con el diccionario Larousse sucede lo mismo y se conceptúa como: inspiración con que
predestina la Providencia para un papel determinado, y de inmediato se añade una definición veraz: aptitud
especial para una profesión o carrera.
Las acepciones teístas anteriores constituyen... bellas metáforas de la tenacidad de algunos hombres para
ejercer, aun en las circunstancias más adversas, su profesión, sea ésta tecnológica o científica, artística o
religiosa, filosófica o política. Pero también fomentan la proclividad a mistificar al arte y a endiosar al
artista.
5
Colin Wilson, en 1987 terminó de escribir un libro, The misfits, publicado un año después por la
Universidad de Nueva York, traducido al español al siguiente año, y publicado en Barcelona, por editorial
Planeta. Para 1990 se hizo la reimpresión en México por el mismo grupo editorial, bajo el título de Los
Inadaptados, en donde hace un estudio a fondo de las desviaciones de algunos personajes de la literatura bajo
el esquema freudiano de la sublimación.
Un estudio a fondo de los impulsos de la creación. Lo que resulta interesante remarcar aquí es el recurso
mercadotécnico del título, además de que, si éste se hubiera enfocado a otra actividad social, la medicina, por
ejemplo ¿Qué tanto se hubiera vendido?
Entonces, cuando los integrantes del medio buscan su propia forma de decir, las
luchas se enfrascan al interior del gremio, olvidándose del público al cual está
dirigida su obra. Quienes no se pierden por su falla de orientación vocacional se
enfrentan a problemas, no sólo de estilo, sino de conocimiento de su medio.
Quienes lo logran, pasan la barrera temporal para situarse en una propuesta de
cambio, hasta llegar a la entrada del universo artístico.
Sin duda, el advenimiento de otras tecnologías, tanto el hacer como la lectura de
ese hacer han provocado, desde la nulificasión de oficios, hasta el cambio de los
mismos. El ser retratista dejó de serlo para convertirse en fotógrafo de personajes.
El capturista y el linotipista dejaron de ser oficios rentables. Tan sólo por
mencionar algunos.
La lucha por suplantar un estilo. La lucha por imponer un estilo. La lucha por
sostener un estilo. Los románticos contra los clásicos. Los impresionistas contra
los realistas. Incluso quienes se esfuerzan por mantener una visión del mundo
obsoleta(¿Hasta donde lo es?) Contra aquellos con pretensiones de cambios
radicales. No son otra cosa sino las contradicciones dadas al interior de una
sociedad por parte de sus miembros. Dichas contradicciones se dan dentro de un
proceso de cambio social en donde, o se da el equilibrio de la sociedad en su
conjunto, o se impone la visión del mundo de un grupo sobre el resto; en un caso
extremo, se radicaliza la situación para imponer una dictadura.
Esta lucha, en el fondo no es otra cosa que una captación de públicos. No así de
mercados. Por una parte, quienes se llaman a sí mismos artistas, lloran las
delicias de una posición económica, mientras quienes se ostentan como artesanos
buscan un mercado inmediatista que los consuma.
De aquí la necesidad de replantearse el concepto de arte, y por supuesto su
revisión filosófica, sin dejar de lado la economía y la política. Además de una
revisión histórica. Tanto de las manifestaciones artísticas como las políticas
empleadas.
Uno de los acercamientos aproximativos es arthesis, en donde leemos: sensación,
conocimiento obtenido a través de la experiencia sensible. En definitiva, partir de
la experiencia nos remite a una visión sensualista, con lo cual se nos impide el
paso a la ciencia, a la panacea del siglo XVIII. Bajo esta perspectiva, hacer del
arte una economía sustentable se ve obstaculizada y minimizada a un
pasatiempo.
El problema va más allá. Una obra es hija de su tiempo. La visión del autor está
ahí. Con toda la problemática social; por lo tanto, filosofía, política, religión se
encuentran presentes con sus contradicciones, esperanzas, situaciones de clase.
Entre arte y artesanía sólo se convive por un mercado. Es un trabajo cuyo merito
radica en la lectura del mundo circundante. Tanto quien diseña una vasija como
quien escribe una pieza musical para una sala de concierto tienen en común la
socialización de la obra. Quizá ni siquiera sean diferentes los públicos. Él mismo
que gusta de beber un aromático café en una taza especial sea el que gustoso
aplaude la ejecución. Lo único diferenciable es su finalidad.
Ambos objetos se convierten en distintivos sociales. En un ritual de clase. En una
identificación étnica. En un producto de consumo, porque, no es lo mismo beber
en un recipiente desechable que en una taza de cerámica con diseño especial.
Como no es lo mismo Stravinsky en una sala de concierto que Strauss en un salón
para quinceañeras. La socialización las hace diferentes. Pensar en el objeto, así
sin más, es como pensar en decorar a un muerto para que las amistades no lo
vean feo. Ir más allá de eso, es sustentar un ritual mortuorio con un alto contenido
étnico. Aún más, en una festividad comunitaria.

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