[Ulrich Beck]
RESUMEN INTRODUCTORIO
IDEAS PRINCIPALES
Según Beck, el “Dios personal” sólo puede practicarse, vivirse, etc. si Dios se
convierte en algo “personal”: si Dios, mundo y hombre pueden dejar de pensarse
como una unidad, si lo “religioso” puede sacarse del espacio público y volverse
hacia el interior. El Dios personal es una especie de Dios humanizado que está
con nosotros. Las distintas formas de creer en el “Dios personal” simbolizan la
victoria de la doctrina de la Iglesia, que afirma la libertad de religión y conciencia.
El individuo se construye su techo religioso individual a partir de sus experiencias
religiosas. Es él quien decide su fe.
Llegados este punto queda claro que las religiones son gigantescas empresas de
derribo y construcción de muros que operan a escala supranacional desde hace
cientos de años. Capaces de superar cualquier frontera étnica o nacional están
EL DIOS PERSONAL 9
muchas de las veces asociadas a los sistemas de dominio. En tal sentido, las
religiones operan como una gran máquina globalizadora generando controversias
entre la necesidad de “crecer” y “expandir” la verdad y entre la necesidad de
conservar sus fieles. La destrucción de estas fronteras nacionales ha generado un
marco de construcción de fronteras religiosas que se escapan y desacoplan a la
“sociedad nacional”, y si estas líneas fronterizas se disuelven, creamos así un
nuevo esquema una nueva plataforma donde las religiones entran en contacto y
se relacionan diferentes “universalismos.
Por lo tanto la cuestión principal es preguntarse: ¿qué significa en el siglo XXI
“interreligiosidad”, cómo se resuelven este contacto y ósmosis de las
religiones?
Digamos que se produce un choque de universalismos, que genera una de estas
controversias en las que Beck se detiene. Frente a una práctica donde se
disuelven ideas, se produce otra cara donde se demonizan a los fieles de otros
credos denominándoles infieles o falsos fieles, cuya dignidad humana está por
discutir.
La asociación de nación, religión y violencia caracterizó el siglo XIX y culminó en
las guerras del XX. La sociedad del riesgo no sólo no elimina estos terrores, sino
que los incrementa y los generaliza, imponiéndose como única salida que la paz
pueda sustituir a la verdad. Se necesitando por tanto un cambio de perspectiva
que asuma que la religión desempeña un papel clave en la política mundial, con
una crítica a la religión nacional y la legitimación de la religión como actor
movilizador y modernizador de la sociedad del riesgo mundial.
Beck nos orienta al final de su ensayo a que dos principios de tolerancia habrán
de definir el nuevo marco normativo del cosmopolitismo religioso: Primero, un
principio de tolerancia étnico-nacional de las religión donde la frase de San
Agustín lo definiría claramente: “Ama el pecador no porque sea un pecador sino
porque es un hombre”, lo que viene a expresar es por encima de todo un
reconocimiento de la persona que debe desacoplar el ser de lo que hace y cree, y
de la posición social que ocupa. “Tenemos que odiar en los pecadores lo que les
hace pecadores y amar en ellos lo que les hace hombres”. Y segundo, un
principio de tolerancia interreligiosa de la religión. Se hace necesario reconocer
la no beligerancia de los medios empleados en la labor misionera, desistir del
objetivo de ella y reconocer al mismo tiempo a los fieles de otros credos y
también, por supuesto, a los no creyentes. Este principio, podría basarse en la
siguiente formulación “convertir sí, catequizar no”.
ALGUNA REFLEXIÓN
Máster Análisis Sociocultural de la Comunicación y el Conocimiento