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INNOVACIONES CONTRA LA POBREZA

¡Solucionémoslo! El D-Lab por


dentro
¿Qué hacer frente a las noticias diarias de
falta de agua limpia, de acceso a los servicios
básicos? En el famoso D-Lab del MIT, un
grupo de estudiantes y profesionales crea
objetos para solucionar los problemas del
mundo.
Gaby Bustamante
Periodista

Es miércoles y estoy en Cambridge, Massachusetts, EE. UU. Aquí, según el ranking del
Times Higher Education 2016-2017, se ubican dos de los más importantes centros de
estudios del mundo: Harvard University y el Massachusetts Institute of Technology, el
famoso MIT.

Camino por Kendall Square, conocida como “la milla cuadrada más innovadora del
planeta”, debido al alto número de firmas start-ups, laboratorios de grandes empresas y el
aura de la calidad de innovación que emerge minuto a minuto allí. Precisamente, en este
vecindario se encuentra el famoso MIT, con laboratorios, bibliotecas, museos, conferencias
y clases con los mejores profesores del mundo.

Laboratorio singular

Es miércoles, son las 11 de la mañana y he llegado ante una puerta de metal que dice D-
Lab. Tras esa fría estructura descansa un espacio que congrega gente que hace un real
cambio por el mundo.

“¡Solucionémoslo!” es la palabra favorita de su fundadora, Amy Smith, una ingeniera


mecánica del MIT que desde muy temprana edad despertó su vocación de servicio y se
preocupa por las personas que viven en la pobreza económica.

Tras hacer un voluntariado en Peace Corps por diferentes países del mundo, Smith dijo
que desde el MIT podía hacer cosas con un impacto global: Dar soluciones inmediatas (en
pocos meses) a problemas reales con materiales de bajo costo y alta ingeniería. Ese es el
reto.

¿Cómo lo hizo? Juntó a estudiantes excelentes que quisieran donar sus conocimientos y
trabajar por combatir problemas locales con las ciencias. Es así como el D-Lab reúne a
estudiantes del área de Boston, los que diseñan, desarrollan y extienden tecnología
apropiada para solucionar estos problemas alrededor del planeta.

“Este laboratorio está formado por estudiantes de diferentes partes del mundo, en especial,
por mujeres”, cuenta Nancy Adams, la encargada de comunicaciones del D-Lab.

Además, quieren hacer un impacto positivo en el mundo y tienen un alto sentido de


reciprocidad. Adams destaca que la mayoría de estudiantes hace proyectos para sus
lugares de origen: “los estudiantes buscan devolver”.

Trabajo de campo

Mencionaré a algunos. Kwami Williams es un ingeniero espacial del MIT que nació en
Ghana. Emily Cunningham, una economista de Harvard. En el D-Lab a ambos se les
encomendó aliviar la pobreza de los campesinos de Ejura, en Ghana. Ellos encontraron
que mediante la semilla de un árbol podían hacer un cambio. La moringa es una semilla de
alto valor que los campesinos recolectaban para vender, pero en poca escala.

Familiares y funcionales

Williams y Cunningham crearon una tecnología para vender dicha semilla en grandes
cantidades y, además, inspirados por el cambio que efectuaron, fundaron Moringa
Connect, una empresa que actualmente da empleo a más de 2,000 ghaneses y que gira en
torno a la comercialización de dicha semilla.

Cada uno de los estudiantes del D-Lab recibe clases y entrenamiento especial, ya que los
productos que crean tienen características específicas.

Por ejemplo, los insumos que utilicen deben ser resistentes, porque serán usados con alta
frecuencia y, generalmente, en ambientes agrestes. También, deben cuidar que el proceso
de elaboración del producto sea simple, ya que los usuarios tienen que estar en la
capacidad de construirlos por sí mismos.

La ingeniera mecánica Sade Nabahe tiene más de 10 prototipos de silla de ruedas para
transportar a personas de zonas rurales de África al hospital. Hasta que no sea simple de
construir, el proceso de construcción no ha terminado.

Asimismo, los objetos tienen que incorporarse a la vida de su público objetivo; por ello,
investigan y se reúnen con los pobladores para conocer sus costumbres y crear objetos
que sean familiares a ellos y se adapten a su cotidianidad y cultura.

Todas las creaciones del D-Lab han cambiado la vida de las personas. Muchos de los
productos han permitido crear empresas locales e integrar a la población al circuito de valor
productivo.

‘Bicilavadora’ de Ventanilla

El D-Lab no es ajeno a los problemas del Perú. Uno de sus más famosos inventos fue
creado para el distrito de Ventanilla (el Callao): la ‘bicilavadora’, una lavadora adaptada
para un lugar donde no hay luz ni agua potable. Por ello, la energía se activa con el
pedaleo de la bicicleta, y el agua fácilmente ingresa en el hueco por donde se introduce la
ropa. Además, tiene un caño por donde se desembalsa el agua usada, la que puede ser
reutilizada. Con este aparato, la salud de las familias mejora y su impacto en el
medioambiente resulta mínimo.

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