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ORIGINALIDAD· DE LA INFANCIA

ESPIRITUAL DE SANTA TERESITA

P. ANGEL DE LA INMACULADA, O. C. D~

En Teresita todo lleva el signo de la infancia: SU vida, sus vir-


tudes, su doctrina. De aquí que la infanda, y sólo ella, en su doble··
aspecto (natural y sobrenatural), nos dé la clave pa,ra ~ntender a
la Santita de Lisiet1x. Y de aquí también que cuando Teresita, ya
al final de sus corto.s años, quiso trazar un sendero ppr donde su-
biesen muchas almas hacia el Amor, no trazase otro, ni podía tra-
zarlo, que el de sus propias experiencias, el syndéro que ella sim-
bólicaülente del1Qminó ".su caminito" de la infancia espiritual.
¿ Fué en realidad invención suya? Ella así lo creía; creía que
nos legaba algo "muy sencillo, muy recto y del todo ~uevo.". Por
fortuna,' la doctrilia de la infancia espiritual no era enteramente
nueva, circ.unstancia que la hubiese hecho sospechosa, Sin salir de
Francia, nos eilcontramos con una tradición doctrinal más o me-
nos explícita y sistematizada, cuyos principales representantes' son
San Francisco de Sales y Bérulle con sus respectivos discípulos (1).
y así no es extraño que, muerta y glorificada la Santa, se haya
querido encontrar relaciones de parentesco entre su caminito y las
eriseñanzas de los autores dtados. Y ciertamente, en algunos casos,
es innegable la relación de similitud, y a veces hasta de identidad
doctrinal. Pero entre la semejanza y el influjo doctrinal positivo
y directo media un abismo difícil de saltar. Teresita había leído
muy poco (2). Los libros de oraciones muy compuestas la empa-
(l) De ser cierto, seg'ún escribe el p, Crisógono-"Escuela Mística Carmelitana",
cap. VIII, pág, 164, ~~adrid, 1930-, que la cloctrin¡¡ del abandono y cle la infancia
espiritual, tal como nos la presenta la escuela de Berulle, ba.io la imagen delicacla
[lel niño que se arro.ia en ])razos de S11 madre, procediese por traducción o clecluc-
ción cle la espiritnalirlacl carmelitana, se ve cierta posibilidad en que Teresitn, lecto- ,
ru asidua de los Reformadores del Carmen, hubiese llegado, con .su penetq¡nte en-
tendimiento, a ig'ual ronsecuencia. Pero llabría que probarlo y explicar, Memás, pOI'
qué Teresita, si es que dedu.io· de las doctrinas de sus Santos Padres el "Caminito",
dmló de la verdacl de su espíritu y acuclió a tranquilizarlo con la Sag-rada Escritura.
'(2) De nIña sus lleI'manas vig-ila])an sus,lecturas. Ya mayorcita, fueron éstas ilis-
tructivas, heroicas, y algo más tarde, aprendió de memoria el Kempis, con su cons-
tante lección.' De los diecisiete a los diecioGho años, San Juan de la Cruz fué su
único alimento, y cuando descu])rió los tesoros elel Evang'elio, renuncIó a todo otro
mag'isterio que el de Jesús. Así se explica que sean tan escasas en su autobiog'l'ufia
las alusiones a sus lecturas espirituales. Por lo demás, cuantos han escrito acerca
de la erudición espiritual de la Santa están conformes len que fué más sólida que
extensa. Véanse: PETI1'OT, Santa Tercsita del Niño Jesús, Un renacimiento espiritual,
t.l'a(l, cast, (1928), pri¡nera parte, cap. n, pág-. 3; P. BRUNO DE SAN JOSÉ, Santa Tere-
sa ,lel Niño Jesús V de la Santa Faz. "Obras completas", pág'. 199, nota 3 (Burgos,
1943); P. HOORNAERT, Sembmdo1'a de 1'osas, pág. 58 (Santander, 1943),
QRiClNALlDAD DE LA INFANCIA ESPlRI1UAL DE SANTA TERESITA 327

chaban; los autores espirituales muy complicados "la volvían loca


y secaban su alma" (3), y, sobre todo, la Santa era demasiado sin-
cera para presentar como suya una enseñanza consci'entemente be-
biela en caudal ajeno. Y ell~. no conviene olvidarlo, pensaba que
nos transmitía algo muy nuevo y personal Tampoco se compren-,
de, si es que hubiese aprendido su caminito en dichos autores, cómo
sintió necesidad de compulsar su espíritu, para tranquilizarlo, con
la Sagrada Escritura (4), pues que en tales autores,:a más de la
doctrina del abandono, confianza y humilda.d, ht,tbiera encontrado
algunos de lospa~ajes bíblicos que tanta seguridad sembmron en
su alma, y fueron para ella algo así como una revelación. Menos
aún puede admitirse que captase sus enseñanzas en el medio am-
biente del convento; porque además de no probarse, sabemos que
para sus hermanas de hábito la doctrina de Teresa ,pasaba por U11
verdadero descubrimiento, y así le hablaban con frecuencia de "su
caminito" (5).
Estas sencillas observaciones no nos fuerzan, es verdad, a ne-
gar un posible influjo, pero sí no¿ impiden admitirlo con relativa
facilidad. Acaso sea 'este camino-el de las lecturas-el menos se-
guro y fru¿tuoso par·a dar con la auténtica fuente de la, infancia
espiritual teresiana. Si ésta' fuese solamente una exposición doctri-
Inal, y no la rica variedad de: una existencia y de una personalidacl
como la de Teresita, podríamos admitir que una o varias lecturas
nos explicasen su origen. Pero la infancia 10 es ~odo en Teresita:'
su vida, aspiraciones y logros. Una lectura podría explicarnos tal,
'o cual cambio de vida 'o una nuevla orienta:dón del pensamiento,'
pero es insuficiente para explicarnos el desarrollo homogéneo y
rectilíneo de un espíritu como el de Teresa, que ya desde sus pri-
meros años corrió por el sendero de la infancia espiritual. N o; para
trazar el "caminito" no tuvo la Santa que ponerse a recordar vie-
) jai lecturas o rebuscar pensamientos ajenos; le bastaba mirar ~u
pasado, íntegro, y eleva,r a la categoría de norma común sus ex-
periencias personales. Ni San Juan de la Cruz, cqn haber influído
tantp en el alma de Teresiúa (6), ni la Im.itación de Cristo) con ser
el código de la "Devotio Moderna", ni la misma Sagrada Esc'ri-

(3) Carta VI a un misionero.


(4) H. A., IX, 5'. Citamos seg'ún la edición del P. Brnno, para mayal' "amad/oaci
de los lectores.
(5) H. A., IX, 7.
(6) Es extraño que el P. CASANOVAS (El alma ele Santa Teresa <lel Niño Jeslls.
traducción castellana, Barcelona, t 942) no quiera reconocer este influJo, que confie-
sa expresamente la Santa (H. A., VIII, 23), que se descubre a cada paso en sus es-
m·itos ,y han reconocido sus biógrafos J' los expositores de sus cloctrinas con el'
P. Pet.itot (op. cit., primera parte, cap. II, pág. 3).
328 P. ANGEL DE LA INMACULADA, o. C. b.

tura, en la que Teresita encontraba cuanto necesitaba (7), nos ex-


plican cumplidamente la infancia espiritual de la monj a de Lisieux.
La Sagrada Escritura, con jugar papel tan hnportante en la espi-
ritualidad teresiana, no se puede consignar como fuente qe su in-
fancia espiritual a parte ante, sino a parte post;' esto es, que cuan-
do 'Beresita acudió a la E~critura, Íj.:lé no en busca de una'~olu­
ción al problema de su espíritu, sino de una confirmación de la ,,0-
'lución a que ell~;. habí.a abocado antes, puesto que para entonces, el ,
« caminito" ya estaba felizmente' vivido e interiormente formula-
do (8). " .
¿No habrá, pues, otra fuente de la infancia éspiritual? ¿No ten-,
dremos una explicacióll más satisfactoria e integral del caminito
con cuanto él abarca: vidá, espíritu y enseñanzas de la angelical
carmelita? Pienso que sí; que la explicación plena de la infancia
espiritual ha de ser una expli,cación sicológico-ambiental; que ha
de bus~arse en una acción conjunta ele la natur,aleza, de las circuns-
tancias y de la gracia, a las que Teresita coil su libre voluntad res-
pondió fielmente, acomodándose y dejándose conducir por' ellas.
Acción de la" naturaleza: que la dotó ele un temperanLento moral
y de unas cualidacles excepcionales, muy aptas para emprenelel' el
camino de la infancia desde sus primeros años (9). Acción de las
circunstancias: por cuanto que el 'ambiente :familial', colegial y con-
'l!ent~tal en que laespiritualiclad de Teresa se desarrolla no pudo
ser más propicio para conservarle las cualidades nativas del niño
(inocencia, simplicidad, abandono, humildad, etc.), que, al sobrena-
turalizarse, se convierten en las virtudes específicas de la infancia
espiritual. Acción de la gracia que fué moldeando a la pequeña Te-
resa con los auxilios conducentes al nt1llplimiento de la misión a
que había sido predestinada: enseñar a las almas con su ejemplo
y sus doctrinas el camino recto y seguro elel abandono, confianza
y humildad.
Es verdad que la r·azón última del desarrollo, en talo cual sen-
tido, de la vida humana no se puede colocar ni en las solas cir-
cunstancias, con sel' tan poderoso e indiscutible su influjo, ni en
el solo temperamento o disposiciones sicosomáticas más o menos

(7) N. Y., 15-V.


(8) H. A., IX, 5. ,
.' (9) En su misma constitución físiea, ·ulg·o enfermiza, encontró la Sant,a motivo
para caminar' por la Infancia, púes que su delicado natural no 1e permitía ejercitar-
se en gTandes asperezas, y esLo, junto con su innata sencillez, la inclinarían hacia
una solución espiritual, en la que pudiese santificarse sin acciones extraordinarias.
Esto escribe Sackville-West: "Desde que nació había estado delicada, y durante su
nifiez y su infancia e'stuvo a punto ele pereler la viela. varias veces ; por otra parte,
la historia de su familia, elescle un punto ele vista . méelico, no poelía haber Sielo má3
cleplorahle.· Hahia perelido dos hermanos .y elos hermanas, una de las cuales mtt!'ió
i\l(ludablemente Lisiea ... " El Af11tila. y la Paloma .. T~acl. casto Lauro, 1945, X, pag'o 211.
ORIGINALIDAD DE LA INFANCIA ,ESPIRITUAL DE SANTA TERESITA 329

ac.omodadas a un determinado moclo de obrar; porque el hombre,


por encima del influjo que en su espíritu pueden ej ercer el >ambien-
te exterior y la constitución de su organismo, pqsee una voluntad
libre y determinante de la moralidad de sus acciones. Pero también
es verdad que si a unas circunstancias propicias, como pocas veces
suelen concurrir, y a una disposición natur'alprivilegiada, que in-
clinen el espíritu del hombre en tal o cual sentido, añadimos, de
un lado, la ac.ción ininterrumpida de la gracia (habitual y actual)
empujando suavemente la voluntad en 'orden a una mi~ión deter~
minada; y del otro, una correspondencia fidelísima de esa yolun-
tad al impulso de la gracia, y una fácil pero libre acomodación al
,medio ambiente y a las aptitudes naturales, tendremos una expli-
cación completa de una vida, de sus virtudes y del sistema doctri-
'nal que las compendia. Y ese es el caso de Teresita.
Otras almas no han contado, para conservar su inocencia y de~
más virtudes infantiles, c~ri la ayuda de las cii·cunstanc.ias; ~ si las
circunstancias les ayudaron, no supieron corresponder a la gracia;
o si fueron ayudadas por las circunstancias y correspondieron a la
gracia, se contentaron con vivir simplemente la infancia ¿spiritual,
mas nunca pensaron formularla en un cuerpo doctrinal. A Tere,
sita le ayudaron las circunstancias, se acomodó admirablemente a
ellas, respondió con escrupulosidad a la gracia y formuló, además;
en un sistema muy sencillo, la infancia espiritual que desde su ni-
ñez había vivido.
Para mejor declarar nuestro punto de vista, 10 podríanios ex-
poner, según lenguaje de la escuela, a priol'i y a posteriori:
1. A priori: Haciendo ver c9mo, dadas las circunstal~cias en
que se desenvuelve la vida de Teresa (ambiente familiar, colegial,
conventual), las ventajosas cualidades con que su naturaleza fué
enriquecida y el modo de obrar de la gracia en su alma, era la in-
fancia espiritual el camino de santificación más apto para ella,> y
c6mo Teresita, al presentársele consciente el problema de su per-
fección~ había de ~olucionar1o e~ conformidad con.su si.cología, c.CJr
el amblel1te extenor y con el lmpulso de la gracla, slendo la 111-
fancia espiritual la formal personal de que el amor se revestiría en
ella, puesto que el amor en cada santo, y mucho más en los de 1:e~
cia personalidad como Teresita, se nos presenta con distinta mo-
dalidad.
2. o A posteríor'i: Probando cómo Teresa, niña aun del cuer-
po, y mucho antes de formular su caminito, tenía las virtudes ca-
racterísticas del mismo (simplicidad, clara conciencia de su insufi-
ciencia en orden a la perfección, humildad, )abanclono y confianza),
T

330 P. ANGEL DE LA INMACULADA, O. C. D.

'y cómo estas virtudes, que no son sino las cualidades nativas de los
niños, lejos de marchi~arse con los años, van evolucionando con-
tinuamente y en sentido homogéneo, al par que los pequeños de-
fectos de la infancia natural (inconsideración, imprudencia) des-
aparecen muy pronto de ella sin que logren echal' raíces en su alma.
En una palabra: Teresita fué niña en el alma y en el cuerpo: mas
su infancia natural y espiritual se desarrollaron en sentido inverso.
La evolución de la infancia natural fué regresiva, y Teresa murió
cuanclo apenas dejaba de ser niña por la edad. La evolución de la
infancia espiritual fué progresiva: sus virtudes de niña, sobrenatu-
ralrzadas, crecieron de día en día merced a la acción de la gracia
y a la voluntad decidida de quien desde sus tres años nada negó
a Jesús.
N o se trata, pues, de dar una explicación naturalista, a 10 Tai-
ne, de la infancia espiritual de Teresa. Tampoa.o se pret~ncJ¡e con-
vertirla en uno de esos personajes de la 'leyenda áurea, santos des-,
de la cuna al sep~lcto, sino de dar una explicación muy natural
y obvia de su vida, virtudes y pensamientos, tal como se encUen-
tran compendiaclos en su caminito, teniendo en cuenta el modo
ordinario de obr'ar de la Providencia, y sin olvidar que Teresa, "la
~liña mimada d:e Jesús", vino al mundo con una misión propia a
realizar.
Una demostración acabada de nuestro punto de vista exigiría
el desarrollo de sus dos facetas, las que hemos denominado antes,
en analogía al lenguaje de la escuela, a priori y a posteriori. Mas
porque los reducidos límites a que hemos de ceñirnos en el artícülo
no permiten hacerlo con la extensión requerida, expondremos nues-
tro punto de vista solamente bajo el primer aspecto· (ro).

***
Teresita tuvo un temperamento moral excelentemente dispues-
to para la vÍl'tud; temperamento que, al desarrollarse bajo el in-
fluj o de las circunstancias y de la gracia divi11la, ctebió hacerlo en
orden a la infancia espiritual.
Para comprobar esta afirmación nos bastará recorrer su auto-
o biogüfía, el epistolarió de sus familiares y los proc.esos de su hea-
,1 tificación, indicando al ~ismo tiempo cómo Teresa reconoce el in-

(10) 1\delÍlás, porque i'lI. i'lI. PHTLTPON, O. P., en su obra Sainte Thél'ese de Li-
sieux (194'ff), aunque con distinto !'in, más ~mplio que el nuestro, lla estudiarlo en
sus lineas generales la evolución de .la espiritualidad de Santa Teresita. Forzosamen-
te esta seg'unda parte l1abr1a de tener alg-unos puntos de contacto ¡con la obra ele
M. M. Pllilipon, por.lo que, aun sin estar ele sobra un estudio más detallado y con-
I creta en lo que a la, infancia espiritual se refiere, carecerá ele muy.ol' interés.
ORIGINALIDAD DE LA INFANCIA ESP~RITUAL DE SANTA TERESITA' 331

flujo de su temper;amento, del ambiente y de la obra de Dios, Por


, tanto, al presente' se expone tan sólp lo 'externo a Teresa, 10 dado,
lo que independientemente de la correspondencia de su volúntad
haría prever a cualquiyr sicólogo que Teresita, puesta a seguir un
camino espiritual, no escogería otro que el de la Infanda.
Teresa ha penetrado muy hondo en el misterio de la vocación
personaL Dios ha señalado diferente misión a las almas, y a esta
diferencia de misión responde otm de gracias, y la diferencia de
las gracias nos explic.a ia diferencia de floraciones, Teresa había
meditado mucho tiempo esta verdad puscando la causa de la pre-
dilección con que-ella lo veía bien daro-Dios la había enrique-
cido. Y Teresa se descubrió a sí misma en la humilde florecilla,
que Dios había trasplantado del mundo a su jardín del Carmelo.
Bajo .este símil, de una pincelada, nos evidencia la vocación de su
.vida y la obra de la gracia en su alma. Ella es uno de esos sel'CS
privilegiados a los que Dios ha "como apadrinado desde la cuna
a la tumba, sin consentir que obstác.uol alguno les impidiera seguir
tras El, no permitiendo jamás que el pecado manchara la albura
inmaculada de su vestido bautismal" (II). Predestinada para ense-
ñar con' su ejemplo un camino muy recto y muy nuevo, Dios la ha
cuidado mimosamente, no le ha exigido grandes obras, sino un te-
nue perfume de amor. La Florecilla, ubicada en un ambiente ele
inocencia cariñosa, se ha desarrollado ba io la mirada del Sol di-
vino. Pot eso Teresa, .reconocida a esta pr'edilección, va a preludiar .
ahora el cántico de las miseric.ordias (gracias) del Señor, que se
llama su autobiografía. Vemos, pues, que Teresita ya en el pórtico
de la HistOlJ'ia de un alma, nos confiesa laperperua infancia de su
espíritu, debida a la acción preservativa de Dios. '
Mas prosigamos leyendo, que Teresa tiene perfecto' conoci-
miento del influjo que en su espíritu ejercieron el ambiente exte-
rior y las buenas disposiciones de su temperamento. Jesús, "qtle
cuidaba de su prometida tan niña" (12), le dió por padres a unos
santos (13). En su compañía, Teresa no aprendió sino buenos ejem- )
plos (14), y así no es extraño que se es f orzase en imitarlos (1 5).
, Como si 110 bastase el cuidado de sus padres, cuatro ángeles visi-
bles (sus hermanas) han velado sus primeros años. Teresa no sabe
cómo ponderar mejor el influjo que en su espíritu causaba la ac:
c.ión educadora, de sus hermanas mayores (16). Conforme al me-
'-.. .

(11) H. A., 1, 3.
(I~) El. A., 1, 26.
(13) H. A., IrI, ~9; V, 17-18; VI, 13; VII, 10; VIII, 20; E, IV,.C.
(14) El. A., 1, 14; 1, 27,
(IS) [J. A., 1, 27.
(16) li. ,l. V("llBl' los {'Il[lÍ!lllof 1 al IV, y ell espcctnl, V, 26.
332 P" ANGEL DE LA INMACULADA, 'O, C, ~,

dio ambiente en que s¡; ~ba a, 'desarrollar su existencia recibió un


temperamento moral privilegiado, urlamadurez de inteligencia im-
I

propia de sus años, una capacidad de amar extrañamente precoz y


una sensibilidad tan exquisita, que si por una parte le permitía per-
cibir todas las bellezas de la naturaleza y delieiasde la vida :fami-
liar, por otra se convertía para ella en fuente abundosa de sufri-
mientos, puesto que le hacía padecer grandemente con cosas para
otros insignificantes. Escribe; "Dios se dignó paternalmente des-
pertar nlÍ Í1~teligencia" (a los tres años) "para que pudiese 'apreciar
e imitar los buenos ejemplos de mi madre", "y por 10 mismo que
tal había de ser mi ambiente, dióme un corazón a fectuoso y sen-
sible" (17). Sólo Sackville-West, y quienes como ella han desfigu-
rado e¡ temperamento moral de Teresita convirtiéndola en la "niña
voluntariosa, testaruda, excitable", etc., pueden afirmar que por
su temperamento no era apta para el "caminito". (18). '
No es ésta ocasión de refutar tal supuesto, cosa que, por otra
parte, ha\ hecho detenidamente Moreau (19). Bástenos consignar
que el pr~nc:ipal fundamento de dicha interpretación pesimista es
falso. Escribe Teresa: "Me doy perfecta cuenta de que con este
mi carácter hubi.era sido 111uy alocada y hasta puede ser' que me
hubiera exti-aviado por la senda de mi perdición eterna de. ha.ber
sido educada por padres no tan virtuosos" (20), y en estas pala-
bras quieren descubrir los gérmenes de unas tendencias perniciosas
\ que ellos convierten en soberbia, testarudez y vanagloria; cuando,
en realidad, los casos que aduce Teresa, y que han motivado este
juicio áesí misma no son sino meras irreflexiones caprichosas muy
comprensibles en una niña de su edad. Escribe madame Martin de
estos defectillos; "La niña está dotada de una gran inteligencia,
, pero es mucho menos afable que su hermana y, sobre todo, tiene'
una terquedad casi invencible. Como ella diga no) nada puede ha-
cede c.ambiar. Se la encerrará todo el día en el sótano sin arran-
carle un sí de su parte; antes consentiría pasar la noche durmiendo
en él" (21). Mas a renglón seguido atenúa sus palabras: "Bien sa-
bes tú, Paulina, que ésta 'es una suposición muy exagerada, pues
nada de esto es carracter'íst'ico en ella, ya que nuestra benjamina es
muy cariñosa, aun en sus defectillos de nena. Tiene, por otra par-

(17) H. 11., r, 14-15.


(18) V. op. cH., pág', 187,
SACKEVILLE-vVES'r,
(lO) TH. MOREAU, Le te1J1pé1'llment mom{ de S'ainle 'l'luJl'e,se de I'En!al/.{"Jr!SIt8,
en su suplemento trimpslral ele los "Anllalos (le Ste. Tllól'ese (lo Lisieux'~, 1-4 (ln6),
pág's. 1-12, 38-47, 65-76, 02-110.,
,(20) H. A., r, ,20.
(2 1) JI. ,1., r, 21.
(n) Il. S., I, 21, nnla, que ('Ulllplelu eOIl el epistolaJ'io.
, ' )
I
ORIGINALIDAD DE LA INFANCIA ESPIRITUAL DE SANTA TERESITA 333

te, un corazón de oro" (22). La misma Santa reconoció más tarde


que su mamá exageraba la descripcióp. de algunos de sus defecti-
llos de niña (23).
Además: es casi imposible que Teresa sea buen juez cuando
110S habla de sus defectos infantiles, porque mirándolos ella desde
el punto. de vista divino, a través de un ideal de perfec.ción ya casi
logrado cu'ando escribía, habían de parecerle, como. a todos los san-
tos, enormes peca_dos o peligrosas tendencias hacia el mal, sus mí-
nimas. imperfecciones. Mayor crédito. merece, en este sentido, el
juicio de sus familiares )1 conocidos acerca del temperamento. mo-
ral de Teresita. Y, i qué natural optimismo. muestra madame Mar-
. tin--por otra parte fina o.bservadora de los defectos de sus hijos
para corregirlos-respecto al carácter de su benjamina! (24). "Te-
resa es muy inteligente; yo creo. que ha de tener un buen carác-
ter"; "es dulce y linda como un ángel, tiene un carácter encanta-
dor"; "es una idealidad"; "hace nuestra felicidad, será buena, ya
se le ve en gern1en; no. habla sino. de Dios, por nada c1elmundo de-
j¡aría sus rezos" •. " ni mentiría "; "tiene una naturaleza escogida" ;
"es U~l ángel de bendiciÓn, U!la naturaleza angelical" ; "apenas co-
mete una faltilla ha de saberlo. todo el mundo ... ; cree que va a ser
. perdonada más indulgentemente por haberse acusado". Como la
madre en su epistolario, sus hermanas en las· declaracio.nes de lo.s
proceso.s están concordes en afirmar el carácter óptimo de Tere-
sita y su inclinación. decidida hacia el bien. A CeJina le llama la
atención la precocidad de inteligencia de la niña; su natural y pro.-
funda reflexión, el imperio absoluto que sobre to.das sus acciones
había adquirido cuando aun no co.ntaba cinco años (25), las prác-
ticas de· virtud hero.ica en que se ejercitaba. Y María nos ha co.n-
servado el mo.do. de ese ej ercicio: "Sus prácticas consistían en ce-
der a sus hermanasen muchas circunstancias", en estarse callada
durante las lecciones que daban a CeJina, en no disculparse ·nunca.
Cuantas personas cono.cieron a Teresita-sus padres, hermanas,
tíos, co.nfeso.res, monj as benedictinas y carmelitas-vieron en ella
"una niña privilegiada de la naturaleza y de la gracia". Su mismo
ruido.so arrepentimiento. cuando. cometía alguna falta, y su prisa
~~10cente po.r acusarla, revelan un natural tecto y sincero. l\ras at1TI-

(23)) N. Y., 27-V.


(24) Las fruses entre comillas son del epistolario ele maclame Murtin. Alg'unas eh,
ellas pueelen leol'se en los párrafos que trunscril}e la Santa en el cap. l de la FI. JI.;
otros, por pertenecer al epistolario inéclito, se lcon on MGR. LAVEILLE, Salnlc Thél'IL
SI' ele l'Enfunt-léBIIS (Lisieux, 1925), caps .. II-III, y en MaREAD, 1. c. I
(25) Es lo que dice la Santa ele sI misma: "A lo que me parece (eScribe a P~lI­
lina) me encontraba en la misma situación que al presente, con gTun dominio ele
todos mis actos" (no tenía aún cinco afios), y añade: "En -esto no tenía mérito al-
g'uno personal; lo bacia como por instinto" (H. A., l, 31). Es decir, como por na-
turaleza.
7
334 P. ANGEL DE LA INMACULADA, O. C. D.

que concediésemos a, Sackville-West que el temperamento moráJ


de la niña Teresa fuese mal inclinado, habríamos de confesar una
rectificación oportuna del mismo. Escribe Teresa: "Me doy per-
fecta cuenta de que· con este mi carácter hubiera sido muy aloca-
da. ~. de haber sido educada por padres no t<j.n virtuosos. Pero
Jesús cuidaba de su prometida tan niña. Fué El quien trocó en
bien todos mis defectos, que, cm'regidos a tiempo, le sirvieron para
el logro de su perfección" (26). La importancia que a una buena
educación, en orden a la santificación. del niño, concede Teresita,
tal vez resalte mejor, en estas otras palabras suyas, donde refi-
riéndose a dos niñas cuya instrucción le había sido encomendada
no puede menos de pensar en sí: "i Oh l Cuántas almas subirían a
la cima de la santidad siclesde un principio hubieran sido bien edu-
cadas"; y un poco más adelante recuerda a su hermana Paulina
q1fe ella y sus buenos padres ,habían sido los jardineros de su al-
ma (27). En realidad, la educación del carácter de Teresa-inteli-
gencia, voluntad, sentimiento-ha sido inmejorable. EUa contará
esta gracia como una de las más grandes que Jesús le concedió.
Sus hermanas, a una con su madre, la instruyen en los misterios
de la fe, que la niña, con sagacida:d impropia de sus años, penetra
y cree. Sus lecturas, celosamente escogidas por" manos angélicas",
la van ilustrando .sin mengua de sU inocencia. En su hogar apren-
de el amor al prójimo; durante los paseos, ella es la encargada ele
repartir las limosnas (28). Mas, sobre todo, Teresa ha aprendido
en su casa a amar a Dios de una manera casi increíble en tan cor-
tos años, por 10 heroica e ingeniosa. Bastará decirle que tal o cual
cosa ofende a Dios para que no la repita jamás (29). Si quieren
verla hecha un mar de lágrimas es suficiente que sus hermanas le
. digan que ha disgustado a Jesús. N o dormiría en toda la noche si
su madrecita (Paulina) respondiese negativamente a su pregunta
infantil: "¿ Me he portado hoy como niña buena? ¿ Dios está con-
tento de mí?" (30).
Algo mayor (a los ocho años y medio), Teresa sale, por vez
primera, del hogar paterno cada mañana pal:a ir a un colegio de be-
nedictinas, continuación del, ambiente de inocencia familiar, y aun
entonces vuelve todas las tardes a expansionar su corazón sobre las
rodillas de SU padre (31). Teresa, querida con predilección por sus

(26) H. A., 1, 26.


(27) H. A., Y, 26-26.
, (28) H: A., r, 'p3; n, ID; ur, 2. .
(29) Así lo (léPO.Ilen sus Ilermanas. en ·los procesos y lo confiesll 1[1 SllnLll (H. A.,
IV, 13.
(30) JI. A., n, 29.
(31) H, A., Irr, 2.
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ORIGINALIDAD DE LA INFANCIA ESPIRITUAL DE SANTA TERES/TA 335

profesoras, terminó la vida de colegiala tan niña del alma como la


había comenzado. Poco antes de entrar en el convento, ella, que no
sabe palabra de impureza, ni conoce la malicia del mundo, ha he-
cho un viaj~ a Roma; y aunque nos diga que entonces comprendió
perfectamente la falsedad y corrupción del mundo, casi no pode-
mos darla fe, 'pues que la experiencia adquirida en dicho viaje no
pudo ser mucha, dado el ambiente selecto de la peregrinación, la
rapidez de las .visitas a lugares en los que, por otra parte, 110 se
contempla sino arte y religiosidad, la honda preocrlpación que em-
bargaba su espíritu (su entrada en el Carmen), y ese continuo des-
cubrir en la Haturaleza, en los templos y en las almas el lado sobre-
natural; dato que habla muy alto de sú profunda espiritualidad,
pero que é\ veces resulta empalagoso. Hasta entonces Tieresa se fi-
guraba que las almas de los sacerdotes eran "más puras que el cris-
tal" (32). En Italia, y ésta es la experiencia cumbre de su viaje,
la que le hito col~lprender el sentido de su vocación al Carmelo,
pudo comprobar que "si su dignidad sublime les encumbra sobre
los ángeles, no dejan ele ser por eso menos débiles y frágiles". La
inocencia de Teresa era tanta que no malició.la torpe intención del
estudiante de Bolonia, hasta que se evidenció por sí misma (33).
y este es el momento de su vida en el que, niña aun del cuerpo y
del alma, se va a enclaustrar en un convento de Descalzas, es de-
cir; en una familia 'de niñas lTl:ayores donde tanto 10 bueno como
lo malo lleva un tinte infantil inconfundible. Lo bueno, porque la
virtud verdadera y apartada del mundo cubre a sus .servidores con
la vestidura de la inocencia y sencillez; 10 malo, porque las insig-
nificantes imperfecciones de tales coml11iidades-bien claro apa-
r,eoe en la Autobiografía de la Santa-no son otria cosa que en-
fadosas niñerías, y aun es frecuente designarlas en los claustros
con tal nombre.
Una vez en el convento, Teresita no acierta a dej<ar de ser niña
ni quiere dejar de serlo. Su, camino hacia el cielo Dios se 10 ha de
dar acomodándose a su mddo personal ele ser. Teresa nunca ha
sabido practicar los grandes sacrificios de los santos que tanto ad-
miran la generalidad ele los cristianos. Niña ele cuatro años, sus
prácticas consistían en multiplicar los actos de amor, en acus,ilrse
a sí misma., en ceder a sus hermanas y en otros muchos peqt{eños
sacrificios que Teresa, con su pasacuentas, iba contando cuidado-
samente. Como ramillete ele flores escogidas había presentado a
Jesús en el día ele su primera comunión 818 sacrificios, 2.773 ac-
tos de 'amor. Colegiala en las benedictinas, sufría en silencio las

(32) H. A., VI, 3.


(33) N. 11., VI, jI lloLu.
336 P. ANGEL DE LA INMAC1,JLADA, O. C. D.

pequeñ<;ls. venganzas de su condiscípula mayor, y cuando en los


momentos de fervor "se sentía animada de un gran deseo de ej er-
citarse en las virtudes", no se le' ocurría otro medio que aliviar a
su criada en el a~reglo de las camas o' encerrar las macetas en au-
sencia de Celina (34). Aun para disponerse a ser carmelita, no obs-
tante haber prometido prepararse haciendo una vida "retirada y
ascética", no ha realizado sino pequeñísimos servicios y naderías.
Escribe: "Aunque fuí morti ficacla 110 ha de suponerse que con las
penitencias típicas de los santos ... ; las mías se reducían a contra-
riar mi voluntad, a callarme las palabras de réplica, a prestar cuan-
tos servicios insignificantes pudiera en mi alrededor, sin darles mé-
rito, y otras mil casillas parecidas. Con la práctica de estas nade-
rías me preparé a ser la prometida de Jesús, y no me es posible
decir cuán a propósito me sirvió aquel retraso para perfeccionarme
en el abandono) en la humildad y en las dem;(ls virtudes" (3'5).
Esa es Teresita: nunca ha aprendido a ejecutar grandes cosas,
y es el caso que durante su estancia en el convento no aprenderá
sino a humillarse, a plegar las capas d~ sus hermanas, a no recla-
mar su linterna, a cuidar sonriente de una monja enferma y des-
contentadiza, a 'aguantar en silencio las. salpicaduras en el lavade-
ro, etc. Hasta su entrada en el Carmelo todo se 10 ha encontrado
hecho. N o ha tenido más que agradecer a los suyos el amoroso
desvelo con que la cuidaban. Yeso es lo que desea Teresa en el
orden espiritual: er~a es una niña muy débil que no puede hacer
otra cosa sino amar y agradecer. Necesita que la cuiden,vivir des- .
preocupada de sí misma. Si es que Dios admite niños en el cielo,
Teresita entrará en él. Las heroicas penitencias de los santos y los
altos vuelos místicos no son pam ella. Y, sin embargo, Teresa ama
ardientemente, siente en sí una vocación irresistible y presurosa a
la santidad. Necesita, por tanto, un sendero más sencillo y asequi-
ble, si es que sus deseos han de gozar realidad. Su sicología, el am-
biente en que ha vivido, la 'acción de la gracia en su alma hasta el
presente, la inclinan hacia un camino propio, hacia una so'ución
personal. Teresa oirá pláticas y leerá .libros piadosos, pero todo
esto (qu.idquid 1'ecipitu1' ... ) sólo le hará sentir más y más la nece-
sidad de encontrar la fórmula de su espíritu, la vía deseada. Ha
llegado, pues, el momento de resolver el problema de su santifi-
cación. ¿Lo hará en contra de su carácter, inclinaciones y deseos?
Si Jesús, como s1¿s padres y hermanas; se contentase con ser ama-
do sencillamente, Teresita está dispuesta a amarle con todo su co-

(34) H. A., IV, 37.


(35) EJ. A., VI, :14.
ÓRIé:tNALlDAD DE LA INFANCIA' ESPIRITUAL DE SANTA TERESITA 337
, -

razón de niña, a acariciarle con sus pequeños sacrificios, a jugar


con El y recrearle siendo su pelotita, a robarle el cielo ganánaose
su corazón de padre.
Todo esto siente Teresa, aunque no acierte a formularlo con
claridad en su interior, cuando coge la Escritura para tranqui- ,
lizlar su espíritu y se encuentra con estas palabras: "Si a¡lguno es
niño, que venga a Mí", "Así como una madr,e acaricia a su
hijo, te consolaré, te recostaré en mi seno y te meceré en mi re-
gazo" (36). Teresita no se fijará que el profeta habla de Is-
rael (37); es 10 mismo, en aquellas palabras ha visto la solución al
problema de su espíritu: los niños también entran en el cielo. Es
más: de labios de Jesús escucha que sólo los niños entrarán en él.
Teresa se tranquiliza. Ha dado con el 'ascensor que había 1deado
para subir fácilmente al cielo: abandonarse confiadamente en los
brazos de Jesús. Si Jesús no responae, ella le llamará con insisten-
cia-como hacía con su madre-a cª,da escalón, y sólo entonces
levantará su pie. Su proceso ha sido el de todas las a 1mas a las que
Dios lleva por caminos no comunes, almas sinceras a las que se 'les
presenta un momento de incertidumbre 'acerca de su espíritu y sien-
ten la imperiosa necesidad de compulsarlo a la luz de la palabra
divina. A Teresita le ha sucedido 10 que a su Padre San Juan de
la Cruz: ambos tenían una doctrina que legamos, porque ambos
habían adquirido un caudal de experienciias personales, y veían cla-
ra la utilidad de su senda. Juan, que no se fía de razones ni de ex-
periencias, quiso apoyar sus enseñanzas en la Escritura. Y, 'sin em-
bargo, el fundamento bíblico acaso sea el menos seguro en su obra,
no porque 10 que él dice no esté en la Escritura, que allí está, pues
Ciue su doctrina es la quintaesencia del misticismo cristiano, sino
que con frecuenCia no se enc.uentra en los textos que él aduce.
Y es que los místicos, aunque interpreten y vivan admirablemente
el espíritu divino encertél'do en la plenitud ele la revelación, no sue-
len ser los mejor~s ;intérprete~ del sentido literal, pues que quieren
descubrir muchas veces en un pasaje aislado 10 que sólo se con-
tiene en todo el conjunto de la revelación. Teresita también fué a
la Escritura en busca de apoyo, y 'aun tuvo mayor fortuna que su
santo' Padre, puesto que su espíritu, bastante más simple, y ~us
(36) Prov., IX, 4; Isaías, LXVI, 12-13.
)
(37) Habla el profeta de Israel, a quien consillera eomo un niño acariciado 001'
Ial1ve, su padre; pero no se refiere al Isráel l1istórico (seg'ún la came. diría San Pa-
blo)' sino al Israel mesiánico, al que, según la exégesis paulina, ha]);n de ser el
l1eredero de las promesas l1ecl1as a Abral1án, o sea la Ig-lesia de Crisl,o. y aunque
lus palabras del profeta se refieran inmeeliatamente a la colectividad, a la Ig'lesia,
como quiera que la Ig'lesia es una entielad moral, !lO se dice que Dios In tome en
sus brazos y la apriete contra su corazón, sino en cuanto que lo hace '~on sus miem-
bros (las almas). Y /¡ln este sentido pleno del pasaje ele Isaías, y así intel·pl'et.ado,
podíu muy bien Teresita, aunque ella no alcanzase la razón, aplicárselo a sí misrllu.
338 P. ANGEL DÉ. LA INMACULADA, O. C. D.

enseñanzas, bastantes más generales y evangélicas, se encuentran


luminosamente expresadas en labios de Jesús. Pero en ambos es
anterior el espíritu y la doctrina a su confirmación bíblic,a. A Juan,
como místico, le atraen las relaciones íntimas de Dios con las al-
mas, y esta es la razón por que su concepción de la vida espiritual
'sabe más al Cantar de los Cantares y a San Pablo (Christus dilexit
EcclesiMn ... Sacmmentum hoc ma'gnum est). A Teresita, en cam-
bio, le cautivan las relaciones de padr,e a hijos, y por eso se ha
fijado en e! cariño de Yahvé a Israel, su primogénito, y en las ca-
ricias de Jesús a los pequeñuelos. La Santa se nos muestra pro-
funda conoced(i)ra del misterio de la Escritura: el de la paternidad
divina y de nÍ1estra fi'liación adoptiva. Pocas almas, después de
San Pablo, lo han saboreado mejor y 10 han expuesto tan linda-
mente.
La humilde descalza se ha enco~trado. Su' espíritu tiene una
salida: la infancia requerida por Dios. Tres siglos y medio atrás,
Lutero, que también sintió clavarse en su alma, como molesta in-
terrogante de desconfianza, la duda acerca de la verdad de su es-
píritu, había acudido en busca de sosiego a la Escritura. Pero Lu-
tero no se encontró en la Escritura, ni podía encontrarse, pues que
su espíritu se había false~do. Y al seudo-reformador no 1e quedó c

otra alternativa que, o ajustar su espíritu a la verdad de la Escri-


tura, y entonces habría de reformar su modo personal de ser, o
ajustar la Escritura a las exigencias de su espíritu, y mucho más
<]" las' de su carne, y entonces habría que falsear la Escritura. Lutero
optó por 10 segundo, y, para justificar la corrupción de su alma y de
su cuerpo, corwmpió la divina palabra. Teresita, al contrario, para
santificars,e, ni tendría que violentar su manera personcrl de ser, aco-
modándose aimos moldes de santidad que no se habían hecho para
ella, ni tendría que falsear la Escritura para acomodarla a su espí-
ritu. Teresita no tenía que justificar su postura espiritual, ya que
ésta era netamente evangélica. El espíritu de Teresita es espíritu
de Dios.
La angelical carmelita ha llegado al momento culminante' de
su vida. Ahora comprende el sentido de su existencia., Escribe:
"He aquí en pocas palabras la obra de Dios en mí. , .. Nada encuen-
tra (la Florecilla) en sí que pueda imantar su divina mirada. Sabe
que só'lo su misericordia (la de Jesús) ha podido colmarla de bienes.
El fué quien la hizo. nacer en una tierra santificada, en saturación
de virginal perfume: El quien hizo brotar antes ocho azucenas
blancas y hechizadoras. Dios, en su amor, quiso preservarla del
ambiente c.orrompido de! mundo. Fué el divino Maestro quien,
cuando entreabría su capullo, la trasplantó a la montaña del Car-
ORIGiNALIDAb DE LA ÍNFANclA EsplRIl'UAL DE SANTA TERESITA 339

meio, jardín predilecto de la Virgen María." El 'fué su untco di-


rector y maestro, y por eso la Florecilla ha seguido el camino que
Jesús le t"razaba, "entregándose sin reserva a cuanto El se digne
obrar en' su alma" (38).
También ahora comprendemos nosotros la conexión de sus en-
señanzas con su vida y de sus ens'eñanzas entre ·si. Si Teresa es
niña, ha de obrar en consecuencia: élla quisiera ser sacerdote, qui ..
siera iluminar las almas c.omo los apóstoles y doctores, quisiera ser
misionera y mártir con todos los martirios imaginables, pero a los
niños nada de esto les es permitido; tan sólo pueden amar, y por
eso Ter,esa se siente corazón de la Iglesia e interpreta a San Pablo
. como nadie hasta entonces le había interpretado. Si Teresa es niña,
y lo ha sido si,empre, se comprende muy bien que desde. sus pri-.
meros años haya percibido entusiasmada las bellezas de la natu-
raleza y del arte, porque las almas infantiles pueden mirar con
ojos puros y despreocupados la hermosura creada, pues que en ella
no contemplan sino los reflejos de la Hermosura Increada. Si Te-
resa es niña, y siempre 10 ha sido, se comprende que, al desarrollar
ahora la doctrina de su "caminito", acuda, al par que a la Escri-
tura, y aun con mayor frecuencia que a ella, a sus experiencias y
recuerdos infantiles. Así se explica esa admirable correspondencia
que media entre la infancia de' su cuerpo y la de su alma. Los mis-
mos detalles de su niñez corporal, que tan grabados habían qtie-
dado en su memoria y que nos ha consignado en la primera parte
de su Autobiografía, esos mismos pasarán, como materia de ex-
presión y desarrollo, ,a su "caminito". y así, Teresa, al abando-
narsé ahora en brazos ele Jesús, se figura que está paseando por el
jardín de su casa, montada sobre la ancha bota de su padre. En ade-
lante, la Santa no tendrá más punto de comparación que el niño
cOn cuanto a él se refiere: eHa es la pelotita que rec.rea a Jesús:
la niña que arroja flores y cantos delante del Sacramento; un pa-
jarito que apenas ha pelechado el plumón; la niña de la Iglesia; la
más niñia de las criaturas; la hija adoptiva de los moradores del
cielo; la niña desaseada a quien la Virgen María arregla el vesti-
dito sucio. Si quiere inculcar a sus novicias el abandono, confianza
y humildad,' Teresita acudirá a un rasgo de su infancia. Aun du-.
rante el reposo sueña de ordinario "en bosques, en flores, en los
pájaros y en el mar. Casi siempre ocurre que veo graciosos niñitos,
que cazo mariposas y pájaros ... ", y ella no sabe explicarse "cómo
pensando tocIo el día en cosas de Dios, no le recuerda con más fre- .
cuencira durante el sueño". A nosotros, en cambio, nos parece 16

(38) El. A., 1, 12; cartn a los misioneros, .21-VI-1897.


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34Ó P. ANGEL DE: LÁ INMÁCULADA, O. C. b.

más natural el objeto de sus sueños, pues que solemos soñar no


con aquello que ha ocupado durante el día el campo de nuestra con-
ciencia, sino con aquellas cosas que yacen más o menos olvidadas
en la ~ubconsciencia, yen Teresita!a subconsciencia son sus impre-
siones infantiles.
Finalmente, ahora, sabemos en qué consiste la: originalidad de
la infanc.ia espiritual de Teresita, en qué sentido se puede hablar
de un "mensaje nuevo". ,Es nuevo no sólo porque "ella entendió
mejor que ninguno, a 10 que, parece, esta enseñanza, la presentó
con una luz especial y la recomendó de una manera inolvida-
ble" (39) o porque "nadie (antes de Teresita) había pensado en
formularla en un credo", y porque descubrió "el huevo de Colón·
,del cristianismo práctico: no hacer cosas extraordinarias, sino ha-
cer'cosas ordinarias extraordinariamente bien" (40), sino también,
y acaso sea ésta la principal originalidad, porque Teresita no tuvo
que hacerse niña, según la frase evangélica, pues ya io era. La San-
i

tita de Lisieux ha escrito y vivido grandes cosas del amor. Tam-


bién otros santos las han dicho y las han vivido. Pero 10 que no
han hecho otros santos es c\lminar desde el principio por la Itlfan-
cia. J;..as palabras de Cristo "si no os hicieseis como niños" han
inspirado comentarios muy bellos, y al oírlas las almas de sus la-
bios se decían: debemos hacernos como niños. Teresita también
ha esc'rito un precioso comentario de estas palabras, ma,s el mejor
comentario ha sido su vida. Al encontrarse por vez primera con
ellas Teresita no tuvo que decirse: me haré niña, sino continuar
siéndolo, seguiré mi camino por la senda de la Infancia. Esta es
su originalidad: haber llegado por sí misma a la ,esencia del cris-
tianismo, haber comprendido y vivido desde pequeña el misterio
que Jesús vino a revelarnos: el del Pater noster.
Teresa es)a santa que maduró 'en la niñez, natural y sobrenatu-
ralmente. Acertó a encuadrar, de un modo ádmirable, en' el "cami-
'nito" todas sus cosas, haciendo de ellas una teología: la teología
ele la Infancia. Pero como al hacer, o si se quiere rehacer, esta
teología Teresa no se proponia otro fin que elevar a la categoría
de norma común las experiencias de su vida, y su vida había sido
la realización o vivificación del cristianismo, Teresa no hizo más
que reinventar personalmente la perfección cr~stiana, iniciando ele
de este modo 10 que el P. Petitot ha llamado un "Renac~mier¿to espi-,
rz:tual" .
He aquí el secreto de la Infancia de Teresita. La gracia, una
vez más, se había acomodado a la naturaleza.

(39) P. HOORNAERT, O. c., p(lg'. 108,


(40) S¡\C[(VILLE- \VEST, oe. e., pág.. 175',

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