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AÑO MUNDIAL DE LA BIODIVERSIDAD

Por Pablo Izquierdo

La biodiversidad es la variedad de especies, y las diferencias entre


individuos de una misma especie, dentro de un ecosistema (tan pequeño
como una charca o tan grande como el planeta Tierra). Y de biodiversidad
vamos a hablar este año, porque algo pasa a ser importante cuando se
empieza a hablar de ello.

Por supuesto, tiene un gran valor: en el sector farmacéutico, la


mayoría de los medicamentos que tomamos provienen de plantas
naturales; en el terreno alimentario, el 90% de nuestra comida proviene
de especies silvestres; a nivel ecológico, cada especie cumple una función
determinada en el ecosistema que ocupa; en el campo científico, ayuda a
la investigación biológica y arqueológica, y en la actividad recreativa,
supone una gran fuente de ingresos para turismo y hostelería (hay zonas
donde su principal reclamo turístico es ver animales en libertad: en los
Pirineos asturianos, por ejemplo, el oso deja millones en turismo cada
año).
Me cuentan de cuando se salía al campo y no sorprendía ver
jilgueros en algún cardo; las truchas saltaban por el Becedillas bajo el
puente de las Eras, los críos intentaban dar caza a mochuelos y cárabos,
entonces había acebos en cada casa por Navidad, cuando los rebaños de
cabras y ovejas de varias razas recorrían estas calles entonces surcadas
por acequias, cuando la mejor golosina de los críos era una almendra
garrapiñada mientras jugaban a la sombra del gran Álamo del Ejedillo,
cuando los cigoñinos daban la bienvenida al pueblo desde su nido en la
carretera, y cuando el mejor compañero del hombre de campo no era el
tractor sino el borrico.

Todo esto es la biodiversidad, animales y plantas, salvajes o no, que


están desapareciendo de estas tierras y que consigo se llevan buena parte
de la Historia, la tradición y la cultura de Becedas. Pero, ¿Por qué?, ¿Qué
amenaza la vida?

Fotografía del álamo en la plaza del Ejedillo (Vega, 1969)


 Cambio climático: El ritmo al que tienen lugar los desajustes en el
clima, que provoca que las estaciones intermedias -primavera y
otoño- se acortan y se acentúan las temperaturas extremas, supera
la capacidad de adaptación de muchas especies, desde el lejano oso
polar hasta la curruca zarcera.

Podemos ayudar a combatir ese desajuste evitando la


contaminación del aire, y especialmente rechazando el petróleo y
sus derivados plásticos (sobre todo embalajes) tanto como
podamos. Pedalea contra el cambio climático.

 Fragmentación de hábitats: En España, hasta que la tortilla se


volteó hace poco, la riqueza la había traído el ladrillo. A costa de ver
crecer nuestras ciudades comemos terreno a lo natural, y
separamos las poblaciones de animales y plantas con nuestras
carreteras.

Muchos expertos recuerdan ahora el potencial de esos edificios


olvidados, y nos enseñan la ventaja de rehabilitarlos para, a la vez
que no dejamos que se pierdan, evitar devorar más y más terreno
con construcciones nuevas. No hay más que ver la vida que traerían
el antiguo Cuartel reconvertido a albergue juvenil, el que fuera
Colegio hecho residencia, o la Hermandad rehabilitada como museo
popular de costumbres de Becedas.

 Deforestación: En España se ha calculado que existen 17.804


millones de árboles, y vamos a la cabeza de Europa en ritmo de
reforestación; pero también es cierto que necesitaríamos siete
veces más árboles para compensar nuestra contaminación*, que
nuestros bosques pierden en calidad, y los centenarios hayedos y
robledales están desapareciendo delante de nuestros ojos, en parte
por las talas y en parte por los incendios tan odiados por todos (y
sin embargo, 8 de cada 10 son provocados).
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(*) Según estudio del RACC publicado en Junio del 2009


En cambio, una tonelada de papel reciclado evita talar 15 árboles,
ahorra un 86% de agua y 54% de energía... además de ser más
barato para nuestro bolsillo.

En cuanto a los incendios forestales, ya sabéis, sin fuego no hay


incendio: En el campo, ni cerillas ni mecheros; y mucho cuidado con
los rastrojos en los meses de verano.

 Contaminación: Ciertas especies, sobre todo acuáticas, son muy


sensibles a la contaminación del agua. La trucha, por ejemplo, sólo
vivirá en un río limpio y oxigenado. Pero aunque las plantas
acuáticas que proporcionan este oxígeno estén protegidas, los
vertidos de pesticidas agrícolas o jabones contaminan el agua.

Hay “indicadores biológicos”, que muestran cómo la presencia de


determinados animales es síntoma de la calidad del agua donde
viven. Por ejemplo, si vemos truchas o cangrejos de río estamos
ante aguas limpias, y si vemos hongos o gusanos como el tubifex,
ante ciénagas contaminadas. Y muchas truchas no se ven en el
Becedillas...

Tenemos que evitar sobre todo que productos como las pilas de
litio o el aceite lleguen al río. Para las pilas, hay un recipiente en el
ayuntamiento; y para el aceite usado no es un secreto qué jabones
salen de mezclarlo en caliente con sosa, ya nuestras abuelas lo
sabían.

 Introducción de especies invasoras: Algunas mascotas exóticas,


como las cotorras argentinas, el caracol manzana o la tortuga de
florida, son liberadas luego a la naturaleza. Además de ser ilegal, es
una canallada, porque estas especies fuera de sitio combaten con
las especies autóctonas hasta hacerlas desaparecer. Por ejemplo, la
voracidad de la tortuga de florida destroza los ríos y deja sin comida
el galápago mora, especie en riesgo de extinción que además sólo
vive en España.
La prevención a este problema es tan sencilla como negarnos a
comprar estos animales, piezas de un puzzle que no es el suyo, que
tanto daño pueden causar a nuestros campos y ríos.

 Caza y pesca descontroladas: La actividad cinegética que no respeta


los cupos de caza y pesca o las épocas de reproducción, por
ejemplo, pone en peligro la vida de una especie, con lo que cae todo
el ecosistema. Es como hacer desparecer la base de una pirámide,
provocando que toda ella se derrumbe.

Cualquier actividad de este tipo tiene un grave impacto sobre la


naturaleza, pero al menos tenemos que hacer que se cumplan los
cupos y vedas. Además, artimañas como la liga que ha destrozado a
los jilgueros o el veneno están prohibidas. Desde luego, lo ideal es
la caza/pesca sin muerte o “captura y suelta”, que devuelve el
animal sin daños a la naturaleza.

 Transgénicos: Son organismos modificados genéticamente (OMG),


es decir, aquellos en los cuales se han introducido genes que
interesan a la industria: El maíz resistente a cierta plaga, por
ejemplo. Pero jugar con la vida en un laboratorio tiene un precio:
Las variedades de maíz, en este caso, se reducen a una (todo el maíz
transgénico es idéntico entre sí). Además de esta amenaza para la
biodiversidad, ese gen puede saltar a otros organismos y provocar,
por ejemplo, que también las zarzas se hagan resistentes a los
herbicidas y plagas y otros desastres de ese tipo. Si es que no
aprendimos... ¡Con la comida NO se juega!

Los OMG tienen que estar etiquetados como tal. Si quieres evitar la
expansión de los transgénicos al servicio de las grandes
multinacionales, rechaza cualquier producto (maíz, soja, quesos...)
que los contenga. Apuesta por la agricultura tradicional.

Hace poco se publicó el mapa de experimentos en España -que


produce el 68% de los transgénicos de Europa- y esto descubrió
muchos cultivos en Castilla y León. ¡Resiste, Becedas, resiste!
Hemos apretado las tuercas a la naturaleza, algo hemos hecho mal
y, como todas las madres, esta nos devuelve un bofetón. De esa madre se
suele decir que “ya podía habérselo dado antes”; esperemos que no nos
llegue demasiado tarde y sepamos evitar una Sexta Extinción, y veamos
recuperarse a jilgueros y mochuelos, truchas y barbos, acebos y
almendros. Y con ellos, quizá, las antiguas costumbres y tradiciones de
críos y ancianos. Nos va su vida en ello. Hay una cita para muchos
inolvidable, un grito de ¡Podemos! muy potente:

“En la nave espacial Tierra no hay pasajeros. Todos somos


tripulantes”

M. McLuhan

Jilguero (Carduelis carduelis)

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