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EvangeliO yVida

Comentarios a los evangelios de


marzo por Diác. Félix Armando González M. C.M.
abril por Sor Ma. Del Pilar Méndez Gallegos H.C.

2020

Ciudad de México
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EvangeliO yVida
Cuadernos bimestrales


con reflexiones sobre el evangelio de cada día

Dirección: Silviano Calderón Soltero, cm


Parroquia Medalla Milagrosa
Ixcateopan 78, Col. Vértiz Narvarte,
03600 Benito Juárez, CDMX
silvianocm@yahoo.com.mx
Diseño: Miguel Ángel Díaz Lagunas

Administración: Jesús Arzate Macías, cm


Seminario Vicentino
Av. San Fernando 154
14000, Tlalpan, CDMX
Tel. Fijo: (55) 5573 2947
Celular: 55 7617 5041
jesusarzate_m@yahoo.com.mx

Depósito de donaciones en:


Banamex, Sucursal 241, Tlalpan,
N° de Cuenta: 7 9 6 8 2 1 3
a nombre de: Jaime Reyes M.
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Catequesis Especial Vicentina (CVE)


Inicia como un pequeño grupo, en 2004, en la
Parroquia Vicentina de San Pio X de Reynosa,
Tamaulipas, como respuesta a la necesidad de
incluir a los sacramentos a personas con diferentes
tipos de discapacidad y a sus familias. Poco a
poco fue creciendo la demanda de esta catequesis
especializada ya que ofrecía un lugar en donde a
estas personas se les trata como únicos, se les
apoya, se les cuida, se les capacita para que puedan
integrarse a la sociedad, y sobre todo, se les habla
del grande e infinito amor que Dios siente por ellos.
De allí se ha extendido a otros lugares de la
República Mexicana, con nuevos grupos de
catequistas y evangelizadores que atienden esta
pastoral, previa capacitación mediante cursos de
inducción, seminarios y talleres, manejo de
manuales y material visual didáctico, que hemos
realizado y en los cuales se
exponen la pedagogía y
metodología propias.
CEV está dirigida a personas
con alguna discapacidad
intelectual, física, auditiva,
visual o psicosocial y a todos
aquellos que requieran una atención especial (los
llamamos con cariño “amigos especiales”). Por
supuesto están incluidas sus propias familias,
quienes son parte importante del proceso.
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OBJETIVO: Compartir y dar a conocer a los “amigos


especiales” –y a sus familias– el amor que Dios nos
ha mostrado a través de Jesucristo, para que sean
también ellos buenos discípulos/misioneros. Les
apoyamos con material y psicológicamente,
según sus necesidades específicas.
CEV pretende influir en la sociedad a favor de ellos,
pues: “Es más fácil aceptar en la familia un hijo con
discapacidad si la sociedad también lo acepta”.
MISIÓN: Apoyar a los “amigos especiales” y sus
familias a mejorar su calidad de vida, a que sean
aceptados, apoyados e integrados a su comunidad.
VISIÓN GENERAL: Lograr que cada comunidad,
donde se encuentre CEV, sea un centro de
evangelización integral para los amigos especiales
y sus familias. Al mismo tiempo, las familias
evangelizadas, en un futuro, sean el
apoyo y motivación para otras que
se encuentren en la misma situación,
participando activamente en todos
los procesos de CEV: Evangelización
y servicio.
CEV desea, por medio de la atención
personalizada y con sencillas técnicas
especializadas, darles a conocer el
amor de Dios. Lo hacemos con la ayuda del Espíritu
Santo, asesores religiosos y laicos especializados
(neurólogos, psicólogos, terapeutas conductuales,
terapeutas familiares, psicopedagogos, educadores,
etc.) y nos preparamos con un Diplomado en
Catequesis Especial Vicentina que ofrecen CEV y
la Universidad Pontificia de México.
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Formamos una Asociación Civil, ya que desea-


mos apoyar, en la medida de nuestras posibilida-
des, a estas personas, para hacer realidad una
Evangelización integral.
¿POR QUÉ CATEQUESIS ESPECIAL VICENTINA?
Catequesis: Porque buscamos compartir nuestra
fe en Jesucristo y tratamos de hacerlo por medio
de nuestras vivencias y con
un método sencillo, personal
y especializado dirigido a las
personas con discapacidad y
a sus familias. En sesiones
semanales, durante los ciclos
escolares regulares de catequesis.
Especial: Porque nuestro servicio es para los
“amigos especiales” y sus familias, “Sectores
humanos de especial sensibilidad que necesitan
urgentemente otra manera de dar catequesis, con
una pedagogía propia”. (Ap 232; CT 41).
Vicentina, se refiere a nuestra espiritualidad y
modo de mirar y servir a los necesitados, tal
como lo hicieron San Vicente de Paúl y Santa
Luisa de Marillac (patronos universales de las
obras sociales y de caridad):
“mirar y servir a los pobres
en Jesucristo”.
Toda la riqueza de tantas
personas que han colaborado
estos 15 años de CEV se ha
visto plasmada en manuales,
talleres y distintos materiales y dinámicas propias.
Los resultados que hemos tenido en los grupos
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han sido muy buenos, según


los testimonios recibidos.
Creemos que al aceptar
a los “amigos especiales”,
ofreciéndoles un espacio
en nuestra Iglesia, estamos
demostrando el Amor de
Dios por los más pequeños
(“Quien recibe a uno de estos pequeños a mí me
recibe” Mt. 25, 40).
Formamos grupos de apoyo con las mismas
familias y las “empoderamos” para que sean
evangelizadoras de otras familias en circunstancias
parecidas, ya que nadie puede tener la sensibilidad
ni conocer mejor sus carencias que ellas mismas.
Estamos convencidos que son los “amigos
especiales y sus familias” quienes nos evangelizan.
Y como la catequesis solo es posible en un
clima sobrenatural y particularmente en un clima
de oración, nadie se acerca a un “amigo especial”
sin haber orado primero. Antes de cada sesión
semanal, los catequistas y evangelizadores
tenemos una hora santa con la Liturgia de las
Horas y Lectio Divina con el evangelio.
Deseamos ayudar a los “amigos especiales” a
integrarse plenamente a su comunidad y a la
sociedad con una catequesis inclusiva, en un
proceso hacia la construcción del reino predicado
por Nuestro Señor Jesucristo, en una “Iglesia de
puertas abiertas”, como pide el Papa Francisco.

Dra. Olga Leticia Ascencio de Lomelí.


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domingo 1° de Cuaresma • 2020


Gen 2, 7-9; 3, 1-7; Sal 50; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11.
“ El Espíritu llevó a Jesús al desierto...”
Al iniciar el tiempo de la Cuaresma conviene
siempre redescubrir el sentido que tiene la
preparación cristiana para la celebración
de la Pascua. El evangelio de este

marzo
domingo nos presenta uno de los primeros
momentos del ministerio de Jesús. El
desierto es el espacio de la preparación, de
poner la vida en sintonía, escuchar la voz de
Dios en medio de la duda. El Espíritu lo
ha empujado ahí para reiniciar el camino
del pueblo de Israel –camino que inició en el
desierto–, pero es en el desierto donde, bajo la
apariencia del mal personificado, se hace
evidente que Jesús tiene delante de sí dos
caminos posibles para llevar a
cabo su tarea: A través de un
mesianismo cómodo, una vida
de gloria y éxito. O por un
camino que conlleva esfuerzos,
sufrimiento y muerte.
Los cristianos de hoy vivimos bajo esa misma
disyuntiva: el camino del éxito o el camino
discreto de Dios. Este tiempo nos puede ayudar
a vencer la tentación de lo fácil, un desierto para
purificar nuestros deseos.
La Cuaresma nos recuerda que no hay reino
sin esfuerzo, que no hay pascua sin pasión.
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2 • marzo • lunes • 2020


Lev 19, 1-2, 11-18; Sal 18; Mt 25, 31-46.

“Cuando lo hicieron con el más insignificante de

L
mis hermanos, conmigo lo hicieron”
os cristianos vivimos en extremo preocupados de
lo que pueda ser la otra vida, al grado de que
corremos el peligro de despreocuparnos por lo que
pasa en ésta. El evangelio de hoy, tradicionalmente
conocido como “el Juicio final”, quiere
ayudarnos a comprender que el camino de la
plenitud está relacionado con nuestra vida cotidiana
en un doble sentido: con la posibilidad de ser don
de libertad para el otro, o, por el contrario, ser piedra
de condenación para los demás.
Esta imagen del fin de los tiempos no es una
invitación al temor sino a la gratuidad. Dios abre la
salvación en el momento que ofrecemos nuestra
compasión al que sufre reservas y sin expectativas
de beneficio. Toda la Ley, todo el profetismo, repiten
una convicción: hacerse cargo del dolor del mundo,
eso es lo que agrada a Dios. La pregunta de los justos
y de los injustos ha de ponernos en guardia:
“¿Cuándo hicimos eso, Señor?”. Eso que llamamos
salvación-plenitud no se negocia, aparece
gratuitamente en la legítima compasión de unos
para con otros. Sentirse bendecido es saber que Dios
ha puesto en mí todo para ser signo de salvación, con
la confianza de encontrar a Jesús en sus preferidos,
los pequeños.
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3 • marzo • martes • 2020


Is 55, 10-11; Sal 33; Mt 6, 7-15.
“Ustedes oren así, ustedes vivan así . . . ”
En este mundo que desprecia todo aquello que
no produce bienes materiales, la oración se
presenta como tiempo perdido, como ejercicio de
gente sin quehacer. El cristianismo no se lleva bien
con las modas; hacerse discípulo de Jesús tiene sus
deberes y sus consecuencias. Orar significa
conectar la vida con el que es Fuente de Vida. El
Padrenuestro no es una oración sin más, en él se
descubre el verdadero latir cristiano, de hombres
y mujeres que piden fuerzas para vivir con sentido
en un mundo movido por el amor de Dios,
alimentado y reconciliado.
Los que ponen en su boca las palabras de Jesús
saben que el camino no es fácil, que el mal se
encuentra presente y que sólo la fuerza del reino
de Dios puede alumbrar un mundo como el
nuestro. La invitación es a detener la vida un poco,
sin la presión de competir o de
vencer a nadie.
Nadie se ha perdido por
pausar un rato, atrévete a
perder un poco de tiempo
gustando la vida a otro ritmo.
Orar con el Padrenuestro es
rehacer el camino poniendo lo esencial en primer
lugar, es decir, a Dios y su reino.
¿Oramos, o simplemente repetimos sin sentido?
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4 • marzo • miércoles • 2020


Jon 3, 1-10; Sal 50; Lc 11, 29-32.
“¿Qué señal requiere la gente de este tiempo?”

E
xisten cristianos (y lamentablemente no
son pocos) que pueden ir el domingo a
misa y el lunes a hacerse una limpia,
incapaces de distinguir entre lo mágico
y lo sagrado. Una mala interpretación
de la Escritura puede hacernos pensar que la
presencia de Dios requiere de ciertos
acontecimientos o señales sobrenaturales que
nos indiquen que él se acuerda de nosotros o
que tiene un plan para cada uno. Los hombres
tememos sentirnos a la deriva.
Sin embargo, hemos de estar conscientes de
algo fundamental, Dios nunca se muda, pero
es un Dios discreto que se vale de lo pequeño
para hacerse notar. De Jonás aprendemos que
nada escapa a la misericordia de Dios, de la
reina del sur aprendemos que lo importante es
permanecer en búsqueda constante. De Jesús
sabemos que todo está centrado en él, es la
única señal que los cristianos tenemos para
orientar nuestro camino.
El evangelio que hoy escuchamos nos lleva a
preguntarnos: ¿Qué señales estamos buscando
los hombres y mujeres de este tiempo?
Cuaresma es un tiempo para volver a lo
esencial, a la paz del corazón que se abre a
recibir la gracia de Dios a su ritmo y no al de
nuestro interés.
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5 • marzo • jueves • 2020


Est 4, 17; Sal 137; Mt 7, 7-12.

Pedir y recibir en la lógica del reino


Estamos en medio de un gran discurso de
Jesús, discurso que comenzó con las
bienaventuranzas y que va intentando moldear
en el corazón de los discípulos todo aquello
que es importante para vivir el reino de los
cielos. Uno no puede simplemente leer estas
páginas del evangelio como si se tratase de algo
separado de las demás condiciones; pedir, tocar,
llamar, son actitudes que deben entenderse
desde la lógica de Jesús.
Estas actitudes son el resultado
de un camino en que el discípulo
se ha dejado conducir por la
enseñanza de Jesús. No es como
hacer tu encargo, como se
encargan las cosas ahora por
internet, se trata ante todo de recordar que
todo don nos viene de Dios.
Si la comunidad cristiana logra vivir su
relación con Dios desde la gratitud por su
bondad, podrá relacionarse entre sí con esa
misma lógica. La regla de oro no es una ley,
es un descubrimiento de quien vive con
amor: “tratar a los demás como queremos ser
tratados”. Como Jesús trata, con compasión y
alegría.
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6 • marzo • viernes • 2020


Ez 18, 21-28; Sal 129; Mt 5, 20-26.
Para Jesús lo primordial es la dignidad humana
En medio de una religión que optó por los sacrificios
para redimir el pecado, el Señor Jesús ofrece el
camino de la reconstrucción humana. El movimiento
de Jesús es novedoso porque no hace depender el
bienestar (religioso~político~social) de quedar bien
con Dios por medio de los actos rituales, el
cristianismo es una invitación constante a vivir de
modo inteligente, calibrando siempre la vida,
reconociendo que el valor y la dignidad humanos
son un regalo de Dios, igual para todos.
Vivimos en un tiempo en que lo común es ir por
la vida desquitándonos de lo que otros nos hacen,
la venganza se ha convertido en un indicador
concreto del éxito humano. El evangelio hoy nos
recuerda que el verdadero valor se encuentra en la
capacidad de volver a tejer nuestra humanidad rota
por el egoísmo, la competencia y el deseo
desmedido de poder.
A Jesús le preocupa el tema del perdón; para el
cristiano la reconciliación es una tarea permanente
que se pone en juego ante lo sagrado. Jesús habla
del sacrificio en el templo, no de la Eucaristía, puesto
que es impensable
una celebración de
la memoria de Jesús
sin el reconocimiento
del perdón que ella
misma significa.
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7 • marzo • sábado • 2020


Dt 26, 16-19; Sal 118; Mt 5, 43-48.
La perfección de Jesús
es el amor de Dios que se desborda

E
l pueblo de Israel era, sin duda, un pueblo
amado por Dios y ellos nos han heredado
la tradición que anuncia la plenitud de
Jesús. Pero como todo pueblo que evita
evaluar su conducta por sentirse contento
de sí mismo, está expuesto a legitimar prácticas que
se pueden convertir en actos deshumanizantes.
Un pueblo egoísta sólo vive para el bien de sí
mismo, mira desconfiado las culturas que crecen
en su entorno de modo que pueden llegar a verse
como verdaderos enemigos.
Si bien para la tradición de Israel el prójimo
siempre fue considerado con misericordia, el
enemigo debía ser azotado por Dios. Jesús intenta
ir un paso más allá, para él todo es don divino,
de modo que cada uno ha de florecer ahí donde
ha sido puesto por el amor de Dios, esa es la
aspiración más grande de la perfección.
En la actualidad muchas veces pensamos que
quienes entran en conflicto con nosotros
merecen todo el castigo de Dios, es en estas
situaciones donde conviene volver a leer este
evangelio para descubrir que el cristianismo es un
ofrecimiento de solidaridad, para construir caminos
y no para seguir legitimando la violencia, tan
extendida en nuestros tiempos.
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8 • marzo • domin
go (2° Cuaresma) • 2020
Gen 12, 1-4; Sal 32; 2Tim 1, 8-10; Mt 17, 1-9.
E l Hijo amado es Jesús de Nazaret
Jesús ha sido confesado como Mesías por Pedro,
en respuesta, Jesús anunció que su camino no será
fácil, que la muerte le ronda como ronda a los
profetas que se toman en serio a Dios.
Hay muchos hermanos y hermanas que afrontan
peligros en esta vida a causa de sus opciones. Quienes
se juegan la vida por defender los derechos de los más
pobres saben que lo de Jesús iba
en serio, a ellos el evangelista
Mateo les recuerda que a pesar
de ese sentimiento de angustia,
Jesús está transfigurado, lleno
de gloria. La Ley y los profetas
no pueden mentir, el destino de
Jesús, a pesar del sufrimiento, es
la glorificación.
Si leemos este pasaje de la
transfiguración deteniéndonos
largamente en su mensaje,
podremos descubrir que el resonar de las palabras
del Padre: “Este es mi Hijo amado…” son un llamado
a la confianza a quienes siguen el camino abierto por
Jesús, aún con timidez, para que descubran que el
dolor no tiene la última palabra.
La Cuaresma no es una oda al dolor, es más bien,
un espacio privilegiado para descubrir el verdadero
camino cristiano de la purificación.
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9 • marzo • lunes • 2020


Dn 9, 4-10: Sal 78; Lc 6, 36-30.
Perdonen y serán perdonados
Al discípulo de Jesús no le toca juzgar ni condenar,
sino perdonar y dar.
Sin duda que una de las prácticas más escandalosas
de Jesús para la gente de su tiempo fue el hecho de
perdonar en nombre de Dios. El pueblo de Israel se
sentía con el derecho de juzgar, pues le había sido
otorgada la Ley para administrarla en nombre de
Dios. Jesús va a lo profundo y recuerda que la Ley
ha sido dada para plenitud de la humanidad, el
juicio corresponde a Dios y sabemos que será
ejercido con misericordia por Jesús, de modo que,
cuando poco antes en el relato, el Señor pide
practicar la misericordia como lo hace Dios, hemos
de comprender que esa es la meta y el límite.
Hoy cuando se escucha hablar de tribunales
eclesiásticos, derecho canónico, procesos judiciales en
la Iglesia, podemos hacernos
una imagen que para nada
es la que propone Jesús. Los
cristianos no estamos exentos
respeto de la ley y de afrontar
las consecuencias de nuestros
errores y pecados, pero si
no confiamos en que la misericordia de Dios está
por encima de cualquier otra cosa, quizá estemos
siguiendo un camino que nos llevará lejos de las
aspiraciones del Reino de Dios.
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10 • marzo • martes • 2020


Is 1, 10. 16-20; Sal 49; Mt 23, 1-12.
Los fariseos dicen una cosa y hacen otra

U
na de las grandes tentaciones de quienes
participamos en la Iglesia es el sentirnos
hechos de una vez y para siempre; y
cuando creemos que nuestra experiencia
de Dios está completa, podemos descuidar
nuestros deseos y pensar que solo nosotros
bastamos. Hay muchas actitudes fariseas hoy
en día y el mundo nos está exigiendo en cada
momento que transparentemos el don de nuestra
fe, pues solo la transparencia de nuestras vidas
puede hacer resplandecer el mensaje de Jesús.
La iglesia no es un lugar para aparentar, sino
un espacio y una experiencia donde juntos
recorremos el camino de la constante construcción
de nuestras identidades.
Para lograr este deseo de plenitud, es necesario
descubrir en nuestras prácticas aquello que no
va de acuerdo con la fe que profesamos, pues
si nosotros relativizamos nuestra coherencia y
testimonio, estaremos invitando a otros a hacer
lo mismo y seremos como esos guías “ciegos”
a los que Jesús critica en este relato. Este
evangelio nos puede ayudar a valorar cómo
son las relaciones en nuestra comunidad; el
clericalismo puede ser un nuevo modo de
fariseísmo, de modo que es importante poner
atención en ello.
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11 • marzo • miércoles • 2020


Jer 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
“Lo condenarán a muerte”
Este pasaje es tradicionalmente conocido como
“El tercer anuncio de la pasión”. Jesús va a entrar
en Jerusalén y esto confunde a sus discípulos,
porque la mayoría cree que esta entrada
significa que Jesús se proclamará como el
verdadero rey de Israel. Sin embargo, Jesús sabe
que Jerusalén ha sido también el lugar de la
muerte para los profetas. Desde esta idea anuncia
que, aunque él muera, Dios, que es vida plena,
tiene la última palabra.
La actitud de la madre de
Juan y Santiago es imagen de
un deseo que es muy común,
el de entender el poder como un
beneficio personal. Estamos
ante una de las más grandes
enseñanzas de Jesús para su
comunidad, la Iglesia no se
ha de parecer a los grandes
gobiernos ni a las grandes corporaciones
industriales, sino, como ha dicho el papa
Francisco, a un hospital de campaña cuya única
razón de ser es proporcionar alivio y ser espacio
donde se lucha por la vida.
En tiempos como los nuestros, donde todo se
mide desde la competencia y el éxito egoísta,
conviene mirar que ni siquiera los discípulos
más cercanos a Jesús estuvieron exentos de la
tentación del poder.
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12 • marzo • jueves • 2020


Jer 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31.

“Había un pobre cubierto de llagas…”

T
odo el capítulo 16 de san Lucas es una
advertencia de Jesús sobre el deseo del
dinero. Con la parábola del hombre rico y
el pobre Lázaro se hace evidente lo torcida
que está la vida, en nuestro mundo no es
descabellado ver esas dos realidades.
Una pésima interpretación de este evangelio
nos ha llevado a justificar la miseria de los pobres,
pensando que su verdadero bien es la vida futura.
Esta parábola es una severa crítica a quien sigue
pensando que en el reino caben ricos y pobres. En
el momento en el que un rico cae en la cuenta de
la verdadera necesidad humana, deja de ser rico
porque se abre a compartir no sus bienes, sino su
vida para que el otro deje esa condición de
pobreza que lo deshumaniza. León Felipe sugería
en un poema que “hay que librar al rico de la
tiranía de su riqueza para que entre en el reino de
los hombres, y hay que liberar al pobre porque
debe entrar en ese reino también”.
Sin duda lo que está a la base de este evangelio
es que Dios está con quien se acoge enteramente
a él, quizá por eso la pobreza sea una imagen que
representa esa condición, quizá la riqueza no abre
espacios para acoger el don. Pensemos: ¿desde
qué dinámicas buscamos a Dios?
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13 • marzo • viernes • 2020


Gn 37, 3-4. 12-28; Sal 104; Mt 21, 33-46.
“Este es el heredero, matémoslo”
La parábola de los viñadores homicidas es la última
en el evangelio de Mateo. En ella Jesús identifica
el reino de Dios con una viña. Recorre brevemente
el camino de la historia de la salvación del pueblo
de Israel, que ahora concluye centrándose en Jesús,
el hijo del dueño de la viña.
Si algo nos enseña esta
parábola es a reconocer cómo
actúan las fuerzas que se
oponen al establecimiento del
reino anunciado por Jesús.
Pensar que el don de Dios es
exclusivo nos ha llevado a matar
en nombre de la fe, los mismos
sacerdotes y fariseos nos recuerdan
las actitudes de quien se siente
amenazado por la propuesta de Jesús.
Hoy la viña se nos ofrece a todos por igual,
pero no podemos seguir pensando que es en
exclusividad, ni mucho menos sacar ventaja del
Evangelio, pues Dios ha puesto a su Hijo al frente
y esa es la garantía de que la viña seguirá fecunda
y siendo fuente de vida para quienes se acerquen
y entren; y faro de luz para quienes en la oscuridad
de la vida la contemplen. La viña es el reino, es
imagen de lo que la Iglesia está llamada a ser y de
aquél que la conduce, ni sacerdotes ni laicos, sino
Jesús el Señor.
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14 • marzo • sábado • 2020


Miq 7, 14-15. 18-20; Sal 102; Lc 15, 1-3. 11-32.
“Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida”
La parábola del “Padre misericordioso” es el
mejor de los argumentos para anunciar a Dios.
El hijo perdido todo lo ha hecho mal, mató a su
padre en vida al pedirle lo que según él le
correspondía, malgastó la herencia, pisoteó su
dignidad de hijo. Movido solo por el hambre
emprendió la vuelta a casa con un plan para poder
quedarse, aunque fuera como empleado.
Sólo un padre loco de amor puede actuar como
este padre de la parábola, cada gesto restituye las
ofensas del hijo: besar, abrazar, vestir, hacer fiesta.
Así es Dios, dice Jesús. Entonces, ¿por qué seguimos
empeñados en presentar a Dios como un juez
implacable, como un policía castigador?
Si cada vez que pensamos
en nuestra vida, con todas sus
imperfecciones, imaginamos a
ese padre en la lejanía con el
corazón latiendo acelerado y
los ojos llenos de lágrimas
porque nos espera con un abrazo y un beso, estoy
seguro de que podríamos alegrarnos porque nada
nos ha alejado de su mano.
Qué extraña sería esa escena para quien la viera,
ahí va el hijo cargado de culpas a encontrarse con
su padre, seguro le irá mal… ¡Qué Dios tan extraño
ése que recibe con un beso y un abrazo! No hay Dios
tan grande como nuestro Dios.
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15 • marzo • do
mingo (3° Cuaresma) • 2020
Ex 17, 3-7; Sal 94; Rom 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42.
“Quien me sanó dijo: Toma tu camilla y camina”

E
ste pasaje del evangelio de san Juan es una
buena imagen para describir a quienes
tienen a Dios por una doctrina o un
discurso que se les ha impuesto. Para
quienes Dios es una doctrina no hay más
camino que el de las tradiciones impuestas, no
abren el corazón a lo que en realidad es importante
para Dios, es decir, la vida. La enseñanza más
importante de este pasaje es que Jesús es fuente de
vida. Todo lo que le importa a Jesús es comunicar
la vida que ha recibido del Padre.
Hoy es un buen día para reflexionar si como
Iglesia hemos ido siguiendo el camino abierto por
Jesús. A la comunidad cristiana nos toca seguir
esforzándonos por comunicar la vida que hemos
recibido de Dios en la persona de Jesús. Hay quienes
dicen que eso es lo único verdaderamente cristiano,
todo lo demás (tradiciones, devociones, prácticas
religiosas) dependerán de si con ello estamos
haciendo presente la vida de Cristo, que es vida para
todos los demás.
Parece que a todos les interesó más la falta de
Jesús sobre el sábado, ¡qué triste es ver que nadie se
alegró porque un hombre recuperó su vida y con
ello la alegría! De eso se trata, de ver siempre dónde
Jesús está dando vida.
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16 • marzo • lunes • 2020


2 Re 5, 1-15; Sal 41 y 42; Lc 4, 24-30.
Jesús no ha sido enviado sólo a los judíos

s
eguramente te ha pasado alguna vez que
intentas ayudar a resolver un problema y
los más cercanos a ti rechazan tu ayuda, tu
propuesta. Bueno, a Jesús le pasó también,
y tenía de dos: o quedarse con esa sensación
de soledad e incomprensión, o descubrir que su
misión era ir más allá, abriendo ese amor que
lo habitaba por encima de las fronteras de sus
orígenes. Jesús eligió ir más allá.
Con la explicación que da Jesús sobre la misión
de los grandes profetas Elías y Eliseo, quiere
hacer notar que Dios ha ofrecido la salvación a
todos, y eso le causa críticas por parte de los
suyos; sin embargo, Jesús es consciente de que
el Dios que lo habita es un Dios universal, no el
Dios de una tribu, de un clan.
Más allá de invitarnos a romper con nuestras raíces,
este pasaje del evangelio quiere que descubramos
que nuestra vida es un don que alcanza mucho
más allá de los límites familiares. La tentación
nuestra es vivir una vida despreocupada en el
seno de nuestros orígenes, ahí nos sentimos
cómodos, pero esa comodidad es simulada, lo
decisivo es ir hacia Dios abiertos a descubrir que
él nos envía a cualquier destino.
22
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17 • marzo • martes • 2020


Dn 3, 25. 34-43; sal 24; Mt 18, 21-35.
Perdonar y ser perdonados
¿Te has preguntado con honestidad para qué
sirve el perdón? ¿Qué beneficios obtenemos de
perdonar y ser perdonados? Jesús, al responder
a Pedro, le dice que la medida del perdón es la
desmedida.
Este pasaje del evangelio nos
propone una forma de entender
las relaciones comunitarias, nos
enseña cómo vivir más allá del
mero soportarnos.
No se puede ir por la vida juzgando
y castigando, de esa manera nunca
habrá comunidad, pues lo que
construye la verdadera comunión
es el amor, por eso el perdón no es
una exigencia, sino que es una
estrategia de vida social. Sabernos perdonados
es sabernos verdaderamente amados, ya que el
auténtico perdón no tiene intereses escondidos,
se da en lo gratuito de la vida compartida. Jesús no
nos está pidiendo sólo una actitud moral, sino que
nos está dando una clave para vivir en la sociedad,
una política para la humanización verdadera.
Vivimos, sin duda, tiempos de mucha violencia.
Nos enfrenta la política, el deporte, la religión,
el dinero; pero el verdadero discípulo de Jesús
sabe que la fe hace que seamos vínculo, espacio
para construir y no para destruir.
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18 • marzo • miércoles • 2020


Dt 4, 1. 5-9; Sal 147; Mt 5, 17-19.

La grandeza de cumplir la ley de Jesús, amar


Qué diferente se saborea la Escritura cuando se lee
desde la perspectiva correcta. Al leer el Antiguo
Testamento en nuestro tiempo, puede tenerse la
sensación de extrañeza por muchas cosas que son
ajenas a nosotros, no pertenecemos a la gran
comunidad que las experimentó, sin embargo, los
cristianos sabemos que el Dios de Israel es el mismo
Dios amoroso de Jesús.
Jesús es la lente desde la cual todo se interpreta.
No se trata sólo de una mera actualización sino de
una nueva forma de mirar al Dios que se revela.
Este pasaje es una invitación a experimentar tu
vida en relación con todo el pueblo de la Biblia, para
descubrir que la fuerza que actuó en ellos es la
misma fuerza que alienta nuestra vida en la Iglesia.
La ley y los profetas (es decir
el Antiguo Testamento) no se
anularon, porque Dios estaba
en ello, pero adquieren nueva
forma, la forma del amor que
Jesús nos muestra con su
actuar y vivir.
Tal como lo enseña la Primera Lectura, los
mandatos de Dios son justos porque proponen una
comunidad justa y fraterna.
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19 • marzo • jueves san José • 2020


2Sam 7, 4-5. 12-14; Sal 88; Rom 4, 13. 16-18; Lc 2, 41-51.
José protector de Jesús
no con la fuerza sino con el amor
Apenas en el Adviento pasado se hizo popular la
imagen de un Belén en el que la virgen María yacía
recostada durmiendo junto al pesebre, mientras José
contemplaba al niño en sus
brazos. No existe mejor
imagen para describir lo
que significa celebrar la
solemnidad de san José.
En la persona de José
puede contemplarse una
de las más grandes aspiraciones del ser humano,
verse animado a caminar en la fe desde la lógica de
la donación. José representa a las personas que se
abren a Dios y que reciben de él la fuerza y la gracia.
Al mirarlo cuidando del niño en el portal de Belén,
recuperamos una imagen mucho más activa de quien
acompañó la infancia de Jesús, su protección y la
fortaleza del cuidado que, nos dice el evangelio, no
fue solo maternal.
Con el paso del tiempo, Jesús habrá de afrontar su
existencia en consonancia con la vida divina que
emana de él, pero no creemos que la impronta de
José haya pasado desapercibida. Hoy necesitamos
también esa misma protección paternal, amorosa,
para vivir con mayor deseo de humanidad.
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20 • marzo • viernes • 2020


Os 14, 2-10; Sal 80: Mc 12, 28-34.
El único Dios es el que hace amar

P
ara una religión que tiene más de 600
preceptos, no ha de ser fácil elegir uno
como el principal.
Jesús es puesto a prueba por alguien
que es experto en la Ley y que, como tal,
debía saber con facilidad la respuesta. Jesús al
responderle con la misma Ley hace ver que no hay
contradicción entre su mensaje y el mensaje judío.
Lo primordial en Jesús no es haber descubierto
alguna ley nueva sino llevar a sus consecuencias
prácticas el amor a Dios que pide el amor a los
hermanos.
Esta enseñanza es muy necesaria para descubrir
a qué está llamada la Iglesia en nuestro tiempo,
pues no podemos configurar una vida dedicada a
Dios y despreocupada de los hermanos, el querer
de Dios es el amor, y no se trata de puro esfuerzo
sentimental, sino de un amor comprometido y
solidario que nos anima a caminar en la historia
buscando mejores modos de relacionarnos entre
nosotros y con Dios.
Este evangelio es una invitación a romper con
ideas falsas de Dios y disponer el corazón para
amar. La iglesia ha de ser escuela del amor en
medio de una sociedad, que ya no sabe amar.
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21 • marzo • sábado • 2020


Os 6, 1-6; Sal 50; Lc 18, 9-14.
“El publicano regresó justificado, el fariseo no”

L
a clave de lectura de este pasaje la da el mismo
evangelista, es importante tenerla en cuenta:
«Después Jesús contó esta parábola para referirse
a algunos que, confiando en sí mismos, se tenían
por justos y despreciaban a los demás».
Estamos ante dos modos distintos de relacionarse
con Dios: el que cumple rigurosamente la ley,
pensando que así agrada a Dios y el que sabe que
lo único que le pertenece es su pecado y se siente
indigno siquiera de ser compadecido.
Está claro que para Jesús la vida no se reduce a
cumplir expectativas, por mucha fuerza de ley
que expresen. La vida no se hace de una vez y
para siempre, ésa es una tentación que hay que
superar para abrir paso a la sensación de irnos
construyendo poco a poco en comunión.
Hay comunidades que se creen ya evangelizadas
y que son incapaces de reconocer que hay
realidades que solo vienen de Dios; el publicano
de la parábola baja justificado porque se hizo
consciente de que su humanidad está necesitada
de perdón.
Este tiempo de Cuaresma es una constante
invitación a sentirnos agradecidos por el don del
perdón y a vivir a consciencia nuestra humanidad
frágil.
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g (4° Cuaresma) • 2020


22 • marzo • domin o
1Sam 16, 1. 6-7. 1013; Sal 22; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41.
Es Jesús quien transforma la vida

E
ste pasaje tradicionalmente conocido
como “la curación del ciego de
nacimiento” tiene, al menos, dos
enseñanzas para nosotros.
En primer lugar, hemos de comprender
que la enfermedad, ni en el tiempo de Jesús ni
en el nuestro, tiene nada que ver con el pecado,
de modo que cuando alguien yace enfermo es
importante que se le trate médicamente:
«... escupió en tierra, hizo barro con la saliva,
puso el barro sobre los ojos del ciego (era un
tratamiento médico de la época)», Jesús está
preocupado por la salud, porque le interesa la
vida, él transforma la vida de los hombres,
vence al pecado tan arraigado en la mentalidad
judía.
En segundo lugar hay que ver la actitud de
los fariseos, acaban de presenciar algo inédito
-un hermano ha sanado-, pero a ellos sólo les
interesa que se ha roto una ley, no ven más allá
porque a ellos no les interesa la vida, sino que
las cosas permanezcan tal y como son.
Ante estas dos actitudes toca a cada uno de
nosotros elegir el lado en el que queremos
permanecer, el de la ley o el de la vida que Jesús
tanto atesora y por el cual no tiene empacho en
romper tradiciones que no curan ni vivifican.
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23 • marzo • lunes • 2020


Is 65, 17-21; Sal 29; Jn 4, 43-54.
“Vete, tu hijo ya está sano”
En el primer signo de Jesús en Caná (las bodas
de Caná) hubo una conversión, del agua en vino.
En este, el segundo signo de Jesús en Caná, se
opera otra conversión, de la incredulidad a la fe.
El evangelio de san Juan no llama milagros
sino signos a los gestos de Jesús que transforman
la realidad, e insiste el evangelista, todos los signos
son para suscitar la fe.
En este tiempo nuestro, en el que todo lo que
tiene que ver con religión se confunde y se
pervierte, cabe recuperar la figura del funcionario
que se acerca a Jesús, es un modelo para nuestros
tiempos, él se acerca movido por el sufrimiento
y experimenta la vida.
Un vistazo más detenido a este fragmento del
evangelio nos indicará los
criterios con que se nos
invita a construir nuestra fe. Todo
lo verdaderamente importante
es digno de recordarse, nos dice
el evangelista que el personaje
recuerda hasta la hora exacta:
“ayer a la una de la tarde…”.
Nuestra fe no es una idea sino una constatación
que nos invita a reconocer el momento exacto
en el que Jesús se presenta a nosotros para
ofrecernos vida, para creer que en él todo tiene
sentido.
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24 • marzo • martes • 2020


Ez 47, 1-9. 12; Sal 45; Jn 5, 1-16.
“Jesús es fuente de vida”
Hoy celebramos al mártir san Óscar Romero,
obispo de San Salvador que dio su vida por defender
a los más desfavorecidos. Algunos le acusaron de
ideólogo político, él respondió con su vida en segui-
miento de Jesús.
El pasaje que escuchamos este día nos pone
delante de la imagen más detallada del proyecto de
Jesús, quien se hace cargo de aquellos a los que el
sistema judío ha olvidado, su propósito es hacer el
bien, pero este bien nunca es bien recibido por los
que dependen de que el sistema permanezca tal y
como está. ¿Será posible que hoy, como en el pasado,
siga habiendo personas que sean indiferentes a la
bondad humana y que puedan
seguir respondiendo con la violencia
para que sus beneficios no se vean
afectados?
San Romero de América nos
recuerda que no hay verdadero
sentido religioso sin la legítima
búsqueda de la paz y la justicia, que la dignidad
humana es el bien mayor porque es don de Dios.
Hoy, en tiempos de indiferencia social, sería bueno
recordar los lugares por los que Jesús pasó y los
gestos que le acompañaban.
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25 • marzo • miércoles • 2020


La Anunciación del Señor
Is 7, 10-14; Sal 39; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
“Concebirás y darás a luz un hijo”
Hoy celebramos la Solemnidad de la Anunciación del
Señor, el acontecimiento que nos presenta es la encarnación
de Dios en el vientre de María de Nazaret.
Esta celebración es un canto de alegría para todos,
pero lo han de disfrutar de manera especial todos
aquellos que experimentan el olvido por parte de las
estructuras sociales, quienes se encuentran bajo el peso
del dolor y el sufrimiento. El anuncio
del ángel es insólito, se hace a una
mujer sencilla, no a la hija del rey,
se hace en la orilla geográfica de
Israel, no en la maravillosa ciudad
de Jerusalén.
Les invito a que este año nos
detengamos a meditar el significado
de esta solemnidad desde el anuncio
del nombre: «Concebirás y darás a
luz un hijo, al que le pondrás el
nombre de Jesús».
Yoshua, como seguramente María y sus amigos
llamaban a Jesús, significa: “Dios salva”. Esta es la gran
alegría de la anunciación, se trata de aceptar que, en
Cristo, la salvación de Dios se hace presente para
nosotros. En medio de la vida de gente sencilla, de los
descartados, ahí florece el tesoro de Dios, que es don
universal de salvación.
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26 • marzo • jueves • 2020


Ex 32, 7-14; Sal 105; Jn 5, 31-47.
“El Padre que me envió da testimonio de mí”
Jesús se encuentra defendiéndose de los ataques
judíos que le intentan desacreditar. Así como en
los juicios se requiere de testigos, así Jesús presenta
los suyos, cinco testimonios que ofrecen veracidad
a su proyecto: Juan el Bautista, las obras del mismo
Jesús, el Padre Dios, las Sagradas Escrituras y por
último Moisés, el gran patriarca hebreo. Estos
testigos son infalibles, pues se trata de toda la
verdadera tradición de Israel.
Hoy necesitamos una mirada
profunda para testimoniar la vida
de Jesús, pero sin duda tenemos
de nuestra parte el valor de la gran
comunidad que es la Iglesia, porque
sabemos que cuando la Iglesia habla
en nombre de Jesucristo, resplandecen
en ella todos los testimonios que
invitan a creer. No podemos ser
una comunidad temerosa de que el mundo nos
juzgue, sino abierta a servirlo desde lo más grande
que tenemos, la fuerza de Jesús, el Señor. De ello
depende que nuestro testimonio sea válido como
lo ha sido en los siglos anteriores, todo lo que
resplandece en Jesús nos ha sido dado por su
Espíritu, es hora de que lo ofrezcamos también a
los hombres y mujeres de este tiempo que no
tienen horizontes ni razones para esperar.
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27 • marzo • viernes • 2020


Sab 1, 12-22; Sal 33; Jn 7, 1-2. 10, 25-30.
“Trataban de capturar a Jesús,
pero aún no había llegado su hora”

¡Q
ué complicada es la vida para quien
intenta cambiar el mundo!
Hoy, con veinte siglos de recorrido,
hemos llegado a construir una imagen
de Jesús bastante sólida, pero él en su
tiempo no tuvo esa suerte. Había decenas de
personas que se presentaban como mesías, todos
ellos sucumbieron ante los peligros del tiempo.
En la persona de Cristo se reconocen, en este
evangelio, dos dimensiones importantes: una es su
presencia y convicción, sabe que porta la vida de
Dios. Y otra, que no se deja intimidar por el peligro
que le aqueja, sabe que la hora la ha fijado el Padre
Dios que lo habita.
Hoy comprendemos que Jesús no andaba por la
vida buscando la muerte, al contrario, amaba la vida
por sobre todas las cosas terrenales, pero no era un
ingenuo, sabía que su proyecto acarreaba peligros.
La enseñanza de este evangelio para nosotros es la
de aceptar que el mensaje del evangelio no es
neutral, nos invita a ponernos en camino, a vivir de
otro modo, ponderando la vida por encima de
todo y sabiendo que eso trae consecuencias para
quien decide poner el evangelio primero.
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28 • marzo • sábado • 2020


Jer 11, 18-20; Sal 7; Jn 7, 40-53.
“¿Acaso de Galilea va a venir el Mesías?”

E
ste es uno de esos relatos que nos dan
claridad para comprender la Escritura.
Aún hay en nuestro tiempo quienes
quieren interpretar la Biblia al pie de la
letra, no se han percatado que en ella hay
imágenes que evocan, como ésta, que recuerda el
origen del Mesías.
Belén representó un extremo geográfico de la
antigua Palestina, en tiempos del rey David era un
rincón alejado de Jerusalén.
Hoy es necesario redescubrirlo para reconocer
que verdaderamente el Mesías no puede provenir
del centro, es la gente sencilla la que lo descubre
cuando recibe la vida que Jesús ofrece. Por otro
lado, los fariseos que no pueden comprender la
vida de Jesús, siguen ideando de qué acusarlo,
recurriendo a la misma Escritura para desacreditar
aquello que la revelación de Dios defiende.
Esta es una buena enseñanza, la vida que Dios
ofrece no está en el confort del beneficio sino en
la vida de los sencillos, ellos nos dirán dónde
florece hoy el Mesías, sea en Galilea o en cualquier
barriada humilde en la que se esté experimentando
el don de la vida como bendición.
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29 • marzo • do
mingo (5° Cuaresma) • 2020
Ez 37, 12-14; Sal 129; Rom 8, 8-11; Jn 11, 1-45.
“Yo soy la resurrección y la vida”
El último domingo de cuaresma nos apunta
hacia la dirección en que la liturgia va caminando.
Toda la vida de fe en la Iglesia está dirigida hacia
la resurrección.
Este es uno de los pasajes que mejor descubren
la humanidad de Jesús, en él se ofrece la imagen
de Jesús entristecido por la muerte de un amigo.
La resurrección de Lázaro es el último de los
signos con los cuales Jesús revela su ser de Hijo de
Dios. Hoy se nos invita a leerlo desde la
perspectiva de quien hace todo por salvar a un ser
querido. Esa es la medida del evangelio, en este
relato se nos ofrece un resumen de la vida de Jesús
que quiere comunicar
vida y lo hace venciendo
a la muerte.
La resurrección de
Lázaro es el signo que
acredita a Jesús como
enviado de Dios y fuente de vida eterna, nos lleva
de la mano desde la incredulidad de los judíos,
hasta la profesión de fe de Marta.
Este es el camino de la fe para cada uno de
nosotros, que recorremos el sendero del dolor con
la esperanza de encontrar a Jesús enternecido y
ofreciéndonos la vida plena.
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30 • marzo • lunes • 2020


Dan 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62; Sal 22; Jn 8, 1-11.

“Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”

E
stamos ante un llamado de Jesús a la
compasión y al perdón. La mujer
adúltera, que muchas veces se ha
relacionado (equivocadamente) con
santa María Magdalena, nos representa
a todos los seres humanos. Sin embargo el acento
no está puesto en la falta, sino en la facilidad con
que los seres humanos hacemos juicios. Si de
nosotros dependiera, seguramente no habría vida
en el planeta, habríamos ya condenado todo y
sido condenados.
Pero en Jesús la justicia resplandece de un
modo natural, se trata de la imagen del Dios que
se hace cercano y misericordioso, que invita a
recomponer el camino ofreciendo perdón y nueva
vida.
Esta imagen de Dios se nos hace imposible,
vivimos muchas veces orientados por la idea de
un Dios castigador y justiciero.
Al finalizar la cuaresma, la Iglesia nos ofrece
una imagen purificada de Dios; la compasión y el
perdón son el don que nos ofrece, en nosotros
está el vivir agradecidos por el don o resentidos
porque queremos a toda costa juicios y condenas.
Dios nos dice “vete y no vuelvas a pecar”, nos
ofrece vivir de otro modo.
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“Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces


sabrán que Yo soy” Num 21, 4-9; Sal 101; Jn 8, 21-30.
Estamos muy acostumbrados a la imagen de Jesús
en la cruz, es una de las imágenes más difundidas del
cristianismo, sin embargo, casi nunca reparamos en
meditar la cruz como el lugar de la manifestación
divina de Jesucristo. El evangelio de Juan remarca que
es en la cruz donde mejor se conoce al Hijo de Dios,
pero no porque seamos amantes del sufrimiento sino
porque la cruz expresa la fidelidad a la causa del reino
de Dios.
Siempre que en nuestro mundo exista la tentación
31
• marzo • martes • 2020
de dudar sobre Jesús, es necesario volver a la cruz para
comprender el misterio de la entrega fiel, del amor
desbordado.
La cruz nos indica, es una brújula que orienta. En
nuestras dificultades es importante contemplar lo
profundo, ver la fidelidad que está a la base de los
esfuerzos que cada uno vive día a día. No se trata de
acostumbrarnos al dolor, no hay nada más ajeno a
Jesús y su causa, que una falsa idea de la cruz.
Ni Jesús debía soportar la cruz, ni nosotros
acostumbrarnos al sufrimiento, es importante mirar
el esfuerzo que la humanidad hace por aliviar el dolor
de los crucificados.
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“Serán mis discípulos si guardan mi palabra“”


Dn 3, 14-20. 49-50. 91-92; Dn 3; Jn 8, 31-42.
Un verdadero discípulo está fascinado con las

abril
enseñanzas de su maestro, no puede dejar de
pensar en sus palabras, las atesora en su corazón,
recurre a ellas frecuentemente, las escucha con
avidez y encuentra en ellas sabiduría, certeza, luz
en su caminar, cual faro que lleva a un puerto
seguro, que conduce al calor del anhelado hogar.

• miércoles • 2020
Un falso discípulo acude a su maestro con su
corporalidad, mas no con el corazón; lo oye sin
escuchar, lo ve sin mirar, lo sigue por compromiso… su
corazón y su mente divagan ausentes, lejos de las
enseñanzas del maestro.
Cuando se trata de un verdadero discípulo de
Jesús, llega a conocerlo a Él –la Verdad–, se descubre
a sí mismo viviendo en
Jesús, quien le hace partícipe
de su libertad y lo hace
verdaderamente libre, capaz
de ser hijo en el Hijo, y
hermano de sus hermanos.
Con Jesús soy libre, sin
Jesús, esclavo.
“Quien pertenece a la
Verdad, jamás será esclavo
de algún poder, sino que siempre sabrá servir
libremente a los hermanos” (Benedicto XVI).
¿Soy verdadero discípulo? ¿Es Jesús la Palabra
verdadera que conduce mi vida?
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2 • abril • jueves • 2020


Gén 17, 3-9; Sal 104; Jn 8, 51-59.
“El que guarda mi palabra, no morirá para siempre”
La palabra de Jesús es generadora de vida, Él es la
Vida, todas las demás palabras sólo tienen sentido
desde la suya.
“Tenemos palabras,
palabras para vender, palabras para comprar,
palabras para fabricar palabras;
pero las que sirven
son las palabras que ayudan a pensar.
Tenemos palabras para matar,
palabras para adormecer,
palabras para engañar;
pero las palabras que sirven
son las palabras que ayudan a querer.
Tenemos máquinas para escribir palabras;
también máquinas para reproducir palabras:
micrófonos, teléfonos, computadoras…
Tenemos palabras,
palabras que hacen ruido;
pero palabras que sirven para… hablar
ya no las tenemos” (J. Rodari).
Como buen discípulo, ¿transmito vida con mis
palabras? Piensa en un caso concreto…
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3 • abril • viernes • 2020


Jer 20, 10-13; Sal 17; Jn 10 ,31-42.
“No me crean por mí, crean por las obras que hago”

L
as obras que Jesús realiza dan testimonio de
la comunión con su Padre, son las obras del
Padre. La sociedad hoy espera eso mismo de
la Iglesia: signos creíbles de que ha sido
enviada por Jesucristo.
El 18 de julio del 2019, fueron detenidos
algunos participantes en la manifestación en
contra de las políticas de inmigración
implementadas en la frontera, en particular en
lo que se refiere a los niños. Entre los detenidos,
que fueron esposados, había religiosas,
miembros de grupos parroquiales y otros
líderes católicos. Mientras eran aprehendidos se
les escuchaba rezar el Ave María.
Entre las 70 personas arrestadas estaba la
Hermana Pat Murphy, una religiosa de noventa
años que trabaja con migrantes y refugiados en
Chicago y que ha estado organizando vigilias
de oración semanales, todos los viernes, frente
a la agencia de migración durante los últimos
13 años. “El tratamiento de los migrantes
debería indignar a toda la gente de fe”, reiteró
la Hermana Pat, “estamos aquí porque el
Evangelio nos obliga a actuar, y nos indigna el
trato horrible que se da a las familias y, en
particular, a los niños”.
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4 • abril • sábado • 2020


Ez 37, 21-28; Jer 31; Jn 11, 45-56
“Y ese mismo día decidieron matarlo”
La decisión fue tomada por el Consejo Supremo
judío, porque si lo dejaban continuar haciendo
milagros, todos se iban a entusiasmar con él y el
lugar santo sería destruido. Se prefirió el templo
material, al Templo Vivo: Jesucristo, el ritual a Dios
mismo, la Ley al amor, el sábado a la vida, la
tradición rutinaria a la novedad llamada Jesús… Algo
parecido sucede cuando, por ejemplo, se favorecen
intereses económicos minoritarios sacrificando
oportunidades y derechos de las mayorías, en favor de
una “modernidad” que atropella el valor de la vida, la
familia, los valores evangélicos, la sana convivencia...
La caravana del sultán transportaba por el desierto
una gran carga de oro y piedras preciosas. Un
camello se cayó y se desparramaron joyas y
brillantes. El sultán no podía con todo e invitó a
sus criados a que se
quedaran con lo que
pudieran y siguió su
camino. Escuchando que
alguien caminaba a sus
espaldas, se volvió y
viendo que un joven lo
seguía, le dijo: «Y tú, ¿no
te quedas a recoger nada?». El joven respondió:
«Sigo a mi rey. Lo demás, no vale nada para mí»
¿En qué casos concretos puedo optar más por mi
Rey y su evangelio?
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5 • abril • domingo de ramos • 2020


Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Mt 26, 14-27, 66.
“ M iren que todo el mundo lo sigue”
Jesús sabe que su hora se acerca, que los jefes
lo buscan para darle muerte, porque su vida
desestabiliza un sistema religioso caduco.
Jesús no se esconde, ni huye a refugiarse en la
cotidianidad de Galilea.
En cambio, visita a sus
amigos de Betania:
Martha, María y Lázaro,
a modo de despedida,
antes de entrar a la
gran Jerusalén. No pasa
desapercibido, mucha
gente acude a verlo a Él y a Lázaro, a quien Jesús
había vuelto a la vida. La gente, contagiada por la
euforia de quienes se maravillaban por semejante
milagro, camina con Él hacia Jerusalén alabando
a Dios, dando muestras de regocijo, gritando
¡Hosanna! y contando lo que habían visto.
¿Dónde estuvieron todos ellos a la hora de su
crucifixión?
El miedo puede también paralizarnos a nosotros
y hacernos callar lo que antes gritábamos con
fuerza y convicción.
¿Qué me impide proclamar abiertamente que Jesús
es mi Señor? ¿Qué voy a hacer para acompañarlo
en su pasión: hambriento, sediento, maltratado,
encarcelado, desnudo, sólo…?
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6 • abril • lunes semana santa • 2020


Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11.
“Ungió los pies del Señor y los secó con sus cabellos”

M
aría de Betania nos enseña que cuando se
ama se da todo, se da lo mejor, sin escatimar
ni detenerse a hacer cálculos, como
poniendo precio al amor. Ella sabe cuánto
ama, y todo lo que puede ofrecer a Jesús
lo entrega generosamente sin temer “el qué dirán”,
simplemente quiere demostrarle su amor. Él es el
único importante, está allí para Él y todo lo demás
pasa a un segundo plano. Por ello, con la ternura y
delicadeza propia del amor unge los pies del
amado con perfume exquisito, y los seca con la
seda de sus cabellos.
El polo opuesto lo encontramos en Judas
Iscariote, el calculador, que no aprecia el gesto de
amor de María hacia Jesús, sino que se fija en el
dinero que se gastó y que no llegó a la bolsa para
su personal beneficio.
Al parecer, le falta abrirse al amor para descubrirlo
en su Maestro e irradiarlo a sus hermanos. Sólo de
esta forma su bandera de “ayuda a los pobres”
hubiese sido creíble, pues la ayuda sin amor es
únicamente campaña publicitaria.
Acudamos a la fuente del amor, a Jesús, para
encontrarlo y amarlo efectivamente en el hermano.
“Sólo por tu amor te perdonarán los pobres el
pan que tú les des” (San Vicente de Paul).
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7 • abril • martes semana santa • 2020


Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33. 36-38.
“No puedes seguirme ahora, pero me seguirás después”

E
l momento es confuso, como bien lo ha
plasmado Da Vinci en su famosa pintura
de la última cena. Jesús acaba de anunciar
que uno de sus discípulos lo va a entregar,
hay quizás indignación, incredulidad,
sospecha, oscuridad… ¡es de noche! ¿Qué hay en
el corazón acelerado de cada uno? ¿Qué hay en el
de Judas Iscariote? ¿Qué pasa en nuestro corazón
cuando vemos todo negro, cuando nos desesperamos
ante los problemas y dificultades inherentes a
nuestra humana naturaleza?
Podemos hacer dos cosas:
• “Entregar” a Dios, renunciando a Él y culpándolo
por su silencio, o bien,
• Entercarnos en seguirle como discípulos que se
fían de su Maestro porque lo han acompañado
entre tropiezos y caídas hasta la cruz, han sido
testigos de su resurrección y han sido colmados
de su espíritu.
Excepto Judas, Pedro y los discípulos optaron
por esta última opción, tuvieron que hacer ese
camino, y se convirtieron en cimientos de la iglesia
naciente. Después les siguieron una inmensa
multitud de santos, recorriendo el mismo camino,
que nos invitan a ti y a mí a hacer lo mismo. ¿Estás
dispuesto? ¿Cómo?
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8 • abril • miércoles semana santa • 2020


Is 50, 4-9; Sal 68; Mt 26, 14-25.
“¿Cuánto me darán para que se lo entregue?”
Cuestión de cuánto amas al maestro. María
“derrochó” trescientas monedas de plata para
ungir los pies de Jesús. Ahora Judas lo entrega por
solamente treinta. Pone precio a la vida de su
Maestro, a pesar de “haber comido del mismo
plato” con él, haciendo referencia a la cercanía, a
los momentos de intimidad vividos, a los signos y
prodigios presenciados, y al parecer ¡no llegó a
conocerlo, mucho menos a amarlo!
Esto nos recuerda que no somos auténticos
discípulos por el sólo hecho de haber ido al catecismo,
hacer la primera comunión e ir semanalmente a la
santa misa. Todo esto es bueno, siempre que nos
lleve a alimentar la relación con Jesús, nos ayude a
conocerlo y amarlo cada vez más y, en consecuencia,
nos lance al encuentro solidario con el hermano
necesitado, sin protagonismos ni aplausos, sino porque
en él reconocemos el rostro de Cristo
y en él le amamos con pasión, amor
gratuito y desinteresado.
En un mundo que pone precio a
todo, incluso a la vida y dignidad
de las personas, los que queremos
ser auténticos discípulos de Cristo estamos
llamados a ser, como María la de Betania,
derrochadores de amor.
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9 • abril • Jueves Santo • 2020


Éx 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.
“Les he dado un ejemplo”
Hoy la iglesia se viste de fiesta y celebra el don
maravilloso de la Eucaristía, el don del sacerdocio
ministerial, que hace posible la presencia de Jesús en el
pan consagrado, y el mandamiento del amor mutuo,
nacido de Él y alimentado por la Eucaristía.
Jesús percibe que su fin es inminente, sabe que es
buscado y que muy pronto alguien lo entregará. Es la
cena de despedida de los amigos y Jesús quiere darles
más de sí mismo, las últimas
recomendaciones antes de partir.
Durante esta cena, Jesús toma el
papel de siervo y se levanta a lavar
los pies a sus discípulos. Detrás de
este humilde gesto, algo que podemos
ver es que quiere que recuperen la
limpieza del baño recibido –hoy
diríamos el Bautismo–, pues se les
han ensuciado los pies durante el
camino. Si no están limpios del todo
no pueden compartir con Él.
Luego los invita a hacer lo mismo, lavarse los pies
unos a otros, con la misma disposición que Él ha tenido
hacia ellos, de siervo de sus hermanos.
En esta gran fiesta, pidamos por nuestros sacerdotes,
que “nos lavan los pies” para que podamos llegar limpios
a compartir la mesa con Jesús, y hacen posible el milagro
Eucarístico. Demos también gracias por ellos.
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10 • abril • Viernes Santo • 2020


Is 52, 13 – 53, 12; Sal 30; Heb 4, 14-16; Jn 18, 1-19, 42.
“De su costado brotó sangre y agua”
Ha llegado “la hora” de Jesús, tan anunciada y a la
vez tan llena de desconcierto entre sus discípulos.
Todos huyen, Pedro intenta seguirlo, pero termina
negando al Señor vencido por el
temor. Jesús se queda solo frente
a sus acusadores, que no lo
entregan para que sea juzgado,
sino para que sea crucificado; la
sentencia de muerte la han
dictado ya ellos, y exigen sea
legitimada y ejecutada por el
poder romano.
Y Jesús muere, y de su costado
atravesado brota sangre y agua,
preludio del nacimiento de una
nueva vida, como en la mujer
cuando da a luz.
Y agrega San Juan Crisóstomo: “De la misma manera
que la mujer se siente impulsada a alimentar con su
propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a
luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre
a aquellos a quienes Él mismo ha hecho renacer”.
Contemplemos el árbol de la cruz, dulce árbol
donde la vida nueva empieza, y pidamos por
nuestros hermanos que siguen crucificados, heridos
en su dignidad de hijos de Dios. En ellos Cristo sigue
hoy padeciendo.
¿Cómo puedo yo aliviar su sufrimiento?
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11 • abril • Sábado Santo • 2020


La iglesia permanece en oración junto al sepulcro
¿Qué es lo que pasa hoy? Un gran silencio se cierne
sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad.
Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la
tierra está temerosa y no se atreve a moverse, el Dios
hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento
a la región de los muertos.
Encuentra a Adán y
le dice: Yo te lo mando:
Despierta, tú que
duermes; porque yo
no te he creado para
que estuvieras preso
en la región de los
muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la
vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis
manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a
imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú
en mí y yo en ti somos una sola cosa.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti,
siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo;
por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a
la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser
como hombre sin fuerzas, abandonado entre los
muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto
paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto
y sepultado en un huerto.
El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio,
te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial.
(Extracto del oficio de lectura).
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eR
12•abril•domingo d esurrección•2020
Hech 10, 34. 37-43; Sal 117; 1 Cor 5, 6-8; Jn 20, 1-9.
“Muy temprano, cuando todavía estaba oscuro”
– ¿Se llevarían el cuerpo de Jesús? Pero...
¿por qué dejar los lienzos? ¿Quién lo haría? ¿A
dónde lo llevó? ¿Por qué? ¡Si el sábado no se
hubiese interferido! Los corazones latiendo
apresuradamente y no sólo por haber venido
corriendo, sino más bien por comprobar que
eran ciertas las palabras de María Magdalena:
Jesús no está en la tumba.
Aún era temprano, estaba oscuro y no se veía
bien del todo. Cristo resucitado, con su claridad
de nuevo sol, iluminará a lo largo de ese día –y
desde entonces todos los días– las oscuridades
que aún había en el grupo
de sus discípulos y los
llevará a la certeza plena
de que Él está vivo, que
su Padre lo resucitó
atestiguando en su favor,
dándole la razón en su
actuación y en su Palabra,
nacida en el seno de Dios
mismo.
Entonces lo verán y creerán.
¿Dejo que Jesús ilumine mis oscuridades
con la luz de su palabra y con su presencia
resucitada?
¿O lo sigo buscando en la tumba, en la oscuridad
de mi noche?
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“Ellas salieron con temor y alegría inmensa


a la vez”

E
Hech 2, 14. 22-33; Sal 15; Mt 28, 8-15

stas mujeres buscan de todo corazón


a Jesús al salir la estrella –como los
magos un día lo hicieron– y un ángel
las envía a encontrarlo “por otro
camino”; no el de la tumba, en la que
les dice que Jesús ya no está, sino resucitado
y por el camino de la vida, en Galilea, donde
Jesús comenzó el anuncio del Reino, curó a los
enfermos, compartió el pan y la vida con los
amigos y con las multitudes; donde los
discípulos lo conocieron un día y decidieron
seguirlo.
Las mujeres salieron al instante del sepulcro,
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• abril • lunes • 2017


no se aferraron a querer permanecer allí, sino
que creyeron y salieron llenas de alegría a
anunciar tan maravillosa noticia. Por creer
pudieron ver a Jesús, que les salió al encuentro,
y ellas también, como los magos, se postraron
y lo adoraron. Los magos buscaban al rey de los
judíos recién nacido, ellas a “Jesús Nazareno
Rey de los Judíos”. Su nacimiento inquietó al Rey
en turno, como el anuncio de su resurrección
inquietó a las autoridades judías y ambos
acudieron a la mentira. Es una nueva Epifanía,
manifestación gozosa del Señor resucitado
que nos envía a hacernos presentes en nuestra
Galilea donde le veremos actuando en lo
cotidiano de nuestra vida.
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14 • abril • martes • 2020


Hech 2, 36-41; Sal 32; Jn 20, 11-18.
Jesús le dijo “María”, ella se volvió y le dijo “Rabbuni”
Los discípulos después de ver los lienzos en el
suelo volvieron a su casa, pero María se quedó
llorando cerca del sepulcro, haciéndose preguntas
respecto a dónde podría estar el cuerpo de Jesús.
De pronto su nombre fue pronunciado y supo que
era Él, porque las ovejas reconocen
la voz de su pastor, que las llama
por su nombre.
Tuvo que dar vuelta, dejar atrás el
llanto y el sepulcro, que le impedían
reconocer al Maestro.
De la misma manera nosotros,
para reconocerle, hemos de “dar la
vuelta a la medalla”, como nos
explica San Vicente de Paul: No
hemos de considerar a un pobre
campesino o a una pobre mujer
según su aspecto exterior, ni según la impresión de
su espíritu, dado que con frecuencia no tienen ni la
figura ni el espíritu de las personas educadas, pues
son vulgares y groseros. Pero dadle la vuelta a la
medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos
los que nos representan al Hijo de Dios.
Ante situaciones difíciles o dolorosas, ¿sabemos
“darle la vuelta a la medalla” para descubrir en
ellas el paso de Dios?
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15 • abril • miércoles • 2020


Hech 3, 1-10; Sal 104; Lc 24, 13-35.
“Algo impedía que sus ojos lo reconocieran”
Estos dos discípulos regresaban a casa confundidos
y sin esperanza, pues al parecer todo había
concluido con la muerte de Jesús. Hacen todo un
camino para comprender que Jesús es el enviado de
Dios, y es a la luz de la palabra que resuena en su
corazón, como logran descubrir a Jesús al hacerse
pan para ellos.
A veces nos creamos falsas expectativas respecto
a la manera en la que Jesús debería intervenir para
resolver nuestros problemas. De esta manera nos
cerramos para reconocer que el Señor, de una u otra
manera, camina siempre con nosotros. Esta
cerrazón nos hace ciegos y nos
negamos a creer que Él está vivo y
actuando en nuestras vidas para
nuestro bien. El Señor conoce
nuestras dudas, nuestras tristezas y
aflicciones pero quiere que se las
platiquemos para que Él las
ilumine con la luz de su Palabra.
Solamente cuando lo invitemos a
quedarse con nosotros, Él nos
partirá el pan, nos alimentará con
su propio cuerpo, y podremos reconocerlo y amarlo
como nuestro Dios, poniéndonos en camino para
anunciar que Él está vivo.
¿Reconozco a Jesús haciendo el camino junto a mí?
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16 • abril • jueves • 2020


Hech 3, 11-26; Sal 8; Lc 24, 35-48.
“Ustedes son testigos de todo esto”

H
ay regocijo entre los discípulos de Jesús.
Los de Emaús comparten su experiencia
de encuentro con el Señor por el camino,
y cómo lo reconocieron al partir el pan;
los de Jerusalén también hablan de que
Simón lo ha visto vivo. Y el Señor resucitado se
presenta en medio de ellos y, del gozo de que
sienten, no saben ya qué hacer. Entonces el
Señor los hace salir del shock pidiéndoles algo
para comer. Los vivos tienen carne, huesos y
comen. No hay duda, Él está vivo.
Como a los de Emaús, los remite a las
Escrituras que hablaron sobre él, y de la
predicación que había que hacer en su nombre
a todas las naciones. De este modo, aquellos
primeros seguidores se convirtieron en testigos
acreditados de Jesús resucitado y heraldos de
su evangelio.
Hoy Jesús se hace también presente entre
nosotros cuando nos reunimos en su nombre,
y nos abre la mente para que a la luz de su
palabra podamos comprender mejor los
acontecimientos de nuestra vida. Esta presencia
entre nosotros nos hace también testigos de
que Él está vivo.
¿Cómo doy testimonio de que Jesús vive? ¿Qué
tan a menudo me reúno en su nombre?
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17 • abril • viernes • 2020


Hech 4, 1-12; Sal 117; Jn 21, 1-14.
“Echen la red a la derecha y encontrarán pesca”
Siete discípulos han tratado de pescar toda
la noche sin resultados. Entonces Jesús resucitado
se les presenta y les habla con familiaridad:
“¡Muchachos!”. Y luego: “echen la red a la derecha”,
orden que contradice la técnica en el arte de
pescar que ellos dominan.
Jesús invita así a ser inventivos, hacer las cosas
de modo diferente para lograr resultados
diferentes; de no pescar nada, a pescar todos los
peces del mar.
Estos peces representan también a todos los
pueblos del mundo de entonces, a los que estos
pescadores de hombres habrían de predicar el
evangelio.
Esa voz, esas palabras, sólo podían ser del
Maestro, nadie lo dudó, era Él, quien también había
preparado el desayuno a los
amigos y partiría una vez
más el pan para ellos.
A nosotros, de igual
manera, Jesús nos anima a
ser inventivos y creativos
para anunciar su palabra,
para ver e ir siempre más allá, alimentados por
el pan Eucarístico en el cual Jesús se nos ofrece.
Toca a la puerta de nuestro corazón para
habitarlo. ¿Le abriremos?
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18 • abril • sábado • 2020


Hech 4, 13-21; Sal 117; Mc 16, 9-15.
“Jesús los reprendió por no creer ”

J
esús llama la atención a sus discípulos por
no creer a los primeros testigos de su
resurrección.
Imaginemos el pensamiento de estos
“incrédulos”: “¿Por qué habríamos de
creer a una mujer que, además, había tenido siete
espíritus malos? ¿Por qué habríamos de creer a los
dos discípulos de Emaús si los once apóstoles eran
los amigos más cercanos de Jesús?” ¡Los doce
tenían derecho a ser los primeros, los testigos
autorizados!
O quizás secretamente en su corazón se
resistían a dar cabida a una noticia tan grande, a
ser colmados de gozo por la resurrección de Jesús
por temor a una posterior desilusión. Y el
Resucitado se presenta ante ellos y los reprende
por su cerrazón.
El Señor sigue eligiendo a quien él quiere para
llevar su mensaje de amor al mundo entero.
Repasemos brevemente: San Juan Diego, Santa
Catalina Labouré, el Santo Cura de Ars y tantos
hermanos nuestros pobres, sencillos, ignorantes…
que Dios elige para encomendarles tareas
importantes. El hombre se fija en apariencias,
pero el Señor ¡conoce los corazones! Demos
gracias a Dios por su lógica distinta a la nuestra y
por estos testigos elegidos por El. Pidámosle nos
ayude a creerles.
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19 • abril • domingo
(2° de Pascua) • 2020
Hech 2, 42-47; Sal 117; 1 Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31.

“ L a paz esté con ustedes”


Jesús resucitado saluda a sus discípulos
deseándoles la paz, que mucho necesitaban
después de los recientes acontecimientos que lo
habían llevado a morir en la cruz y los mantenían
encerrados, con miedo, turbados
en el corazón. Les infunde
nueva vida soplando sobre
ellos, dándoles el Espíritu
Santo y enviándolos a perdonar
pecados, como una manera de
sanar y liberar.
Ese mismo Espíritu es el que nos hace capaces
de amar, y sólo quien ama perdona siempre,
“hasta setenta veces siete”. Del mismo modo, si
no perdono, no amo; y si no amo es porque he
rechazado la acción del Espíritu recibido en mi
bautismo que me capacita para amar y perdonar.
En consecuencia, la paz que Jesús me ofrece es
también rechazada.
Todos necesitamos perdonar y ser perdonados.
Jesús está presente en medio de nosotros y nos
da su paz. ¿La aceptamos? ¿Somos constructores
de paz, perdonando y amando? Cuando no amo y
no perdono, ¿Qué sucede en mí? ¿Qué provoco a mi
alrededor?
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20 • abril • lunes • 2020


Hech 4, 23-31; Sal 2; Jn 3, 1-8.

N
“Necesitan nacer de nuevo, de arriba”
icodemo parece ser un hombre sabio,
buscador de la verdad y temeroso de
Dios. Por esto se siente confundido
ante Jesús, y en medio de su noche
acude al único que puede iluminarlo
con la claridad de su luz: a Jesús. Y el Maestro
lo invita a “nacer de nuevo”, ya no de la carne
sino del espíritu, para ser partícipe del Reino de
Dios que Nicodemo ya está vislumbrando.
Nacer del espíritu implica dejarse conducir
por sus caminos que, si bien son inciertos, nos
llevarán finalmente a buen puerto: a Jesús.
Con nuestro bautismo hemos nacido del
Espíritu también nosotros. Él nos habita y
conduce por donde quiere, y Jesús nos recuerda
hoy que hemos de nacer cada día de este
Espíritu para hacer presente el Reino en
nuestros ambientes de trabajo, de familia, de
escuela, de amistades… y esto significa hacer
presente la verdad, la honestidad, el amor, la
amistad, el respecto, la solidaridad… frutos de
este Espíritu que nos invade, nos capacita y nos
mueve para ser auténticos cristianos.
¿Me dejo conducir por este espíritu que me
habita? ¿Cómo se nota?
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21 • abril • martes • 2020


Hech. 4, 32-37; Sal 92; Jn 3, 7-15.

“Que todo aquel que crea tenga por él vida eterna”

E
l buen Nicodemo continúa interesado
en el tema “nacer de nuevo del espíritu”,
y sigue preguntando desde la oscuridad
de su noche: “¿Cómo puede ser esto?”. Él
sabe que Jesús ha sido enviado por Dios
y que Dios está en Jesús, pero al parecer le falta
dar un paso más: creer. Y es que creer implica
dejarse conducir por el Espíritu, renunciando a
nuestra lógica humana para abrirnos a nuevas
realidades de la lógica según Dios, en la cual creer
en un crucificado que resucitó y que vive, nos
remite al triunfo final de la vida sobre la muerte
y nos hace partícipes de su victoria. Lógica en la
que muchas veces son maestros los pequeños
y sencillos, a quienes deberíamos creer más,
escuchar mas, aprender de su fe.
Esto descubrió San Vicente cuando declaró:
“la verdadera religión está entre los pobres.
Dios los ha enriquecido con una fe viva: ellos
creen, palpan, saborean las palabras de vida.
¿Cuál es la causa de esto? La fe. ¿Por qué?
Porque son sencillos y Dios hace abundar en
ellos las gracias que les niega a los ricos y
sabios del mundo”.
Demos gracias a Dios por los testigos que nos
envía para hablarnos de las profundidades de su
ser con la sencillez de un niño. ¿Les creo?
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22 • abril • miércoles • 2020


Hech 5, 17-26; Sal 33; Jn 3, 16-21.
“El que camina en la verdad busca la luz”
El sabio Nicodemo concluye así su encuentro
con Jesús, su noche oscura se fue haciendo luz,
pues es un buscador sincero de la verdad. No
teme ir hacia la Luz, ha preguntado a Jesús
respecto a sus dudas y éstas van aclarándose. Lo
encontraremos de nuevo participando activamente
y a plena luz en el entierro de Jesús, porque ya no
era el mismo.
En la sociedad actual, que demanda transparencia
en todo para creer en algo, los cristianos sólo
seremos creíbles cuando nos dejemos guiar por
Jesús, por sus enseñanzas, por su sencillez de vida,
su solidaridad y cercanía con los que sufren.
Cuando lejos de buscar protagonismos u otros
intereses personales busquemos sinceramente
hacer presente el Reino de Dios para todos.
Entonces no temeremos
a la Luz, porque nuestras
obras estarán hechas
según Dios.
¿Algo me impide llevar
una vida transparente?
¿Cómo puedo iluminar
esa oscuridad que puede haber en mí? ¿Me dejo
iluminar, guiar, por la Luz que es Jesús?
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23 • abril • jueves • 2020


Hech 5, 27-33; Sal 33; Jn 3, 31-36.
“Hacer caso de su testimonio
es afirmar que Dios dice la verdad”
La invitación es clara: hacer caso a Jesús. Esto
puede significar entre muchas otras cosas:
– Creer que Él es el Hijo amado, enviado por su
Padre para ser testigo de la verdad.
– Creer en su Evangelio y hacerlo nuestro
proyecto de vida.
– Creer que Él está presente en
su Iglesia, que camina con
ella y la conduce entre luces
y sombras.
– Optar por los más pequeños,
preferidos y especialmente
amados de su corazón.
– Entercarnos en predicar el amor
a un mundo indiferente.
– Sabernos locamente amados
por nuestro Padre Dios.
– Trabajar por hacer presente su Reino en
nuestros distintos espacios.
– Hacernos servidores desinteresados de
nuestros hermanos.
– Seguirle hasta la cruz para morir y resucitar
con Él.
¿Qué significa para mí hacerle caso a Jesús?
¿Qué pasos concretos debo dar?
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24 • abril • viernes • 2020


Hech 5, 34-42; Sal 26; Jn 6, 1-15.
“Aquí hay un muchacho”
Jesús percibe el hambre en la gente que venía
a Él y presenta a Felipe el problema: ¿Cómo
alimentarlos?
Felipe no supo resolverlo, piensa en lo que
costaría comprar tanto pan. ¡Imposible!
Andrés entrega la ofrenda de un muchacho
quien, lejos de hacer cálculos para ver si alcanza o
no, ofrece lo que tiene: cinco panes de cebada y
dos pescados. Parece ser un chico pobre, pues sus
panes no son de trigo, sino de cebada, pero ¡qué
importa! Cuando hay hambre todo pan sabe a
cielo, así que no duda en compartir de su pobreza.
Y gracias a esta acción generosa todos comen.
Jesús quiere nuestra participación para resolver
las dificultades, pues fuimos capacitados para ello
con nuestro bautismo. Nos invita a poner en sus
manos nuestra colaboración, por insignificante que
pueda parecernos, seguros que con su bendición
será más que suficiente. En nuestro mundo,
complejo y problemático, es
necesario dar el primer paso y
presentar nuestra ofrenda al
Señor, dueño del mundo y de
la historia.
¿Qué puedo ofrecer hoy al
Señor para mejorar mi entorno
familiar, laboral, social?
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25 • abril • sábado San Marcos • 2020


1 Pe 5,5-14; Sal 88; Mc 16, 15-20.
“El que crea y se bautice se salvará”
En la fiesta del evangelista San Marcos se nos
ofrece este bello pasaje con el que concluye su
Evangelio. Jesús promete la salvación a los que
crean y se bauticen, y también aclara cómo se
reconocerá a los que creen en Él: en su nombre
realizarán señales como expulsar espíritus malos,
hablar nuevas lenguas, sanar enfermos…
Y así fue y así es. Los discípulos
enviados que creen en el Señor,
continúan realizando estos signos,
no por ellos mismos sino en nombre
de Jesús que los acompaña en la
misión.
Desde nuestro bautismo también
nosotros somos enviados a continuar
en el mundo la tarea evangelizadora
en compañía del Señor y en su
nombre, a realizar señales que hablan
de un Reino de Dios presente ya
en nuestro mundo.
La Palabra del Señor, que es alimento y luz en
nuestras vidas, irá transformando nuestro lenguaje
y nuestra manera de ver el mundo, y nos hará más
solidarios con el dolor de nuestros hermanos.
¿Soy consciente de mi compromiso bautismal?
¿Cómo lo vivo? ¿Qué señales realizo en nombre del
Señor?
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26 • abril • domingo
(3° de Pascua) • 2020
Hech 2, 14. 22-33; Sal 15; 1 Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35.

“Quédate con nosotros porque cae la tarde”

J
esús resucitado ha caminado 30 km con
estos discípulos sin ser reconocido. Han
conversado sobre lo referente a Él en las
Escrituras y han llegado a casa al atardecer.
Invitan al peregrino a quedarse con ellos
a descansar para luego continuar su camino.
Compartir el pan con Jesús les abre los ojos para
reconocerlo: ¡Es el Señor dándose a sí mismo
como alimento de los que caminan!
Invitemos al Señor a quedarse también con
nosotros, no lo dejemos pasar de largo.
La comunidad reunida domingo a domingo a
partir de entonces, celebra en torno a Él el “Día
del Señor”, día de su manifestación, de escuchar
juntos su palabra y alimentarnos con su cuerpo y su
sangre para reemprender el camino y anunciarlo
con gozo renovado.
Dejémonos alimentar por Él, llenar de Él, mover
por Él, amar por Él; porque quiere quedarse con
nosotros, manifestarse, renovar nuestras fuerzas y
nuestra esperanza.
¿Le abriremos nuestra puerta?
¿Qué significa para mí participar en la Eucaristía
dominical? ¿Cómo se nota en mi vida que participé
de la mesa del Señor?
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27 • abril • lunes • 2020


Hech 6, 8-15; Sal 118; Jn 6, 22-29.
“No me buscan por los signos que han visto”
La gente que había sido saciada milagrosamente
por Jesús lo buscaba y éste parecía huir de ellos,
porque querían proclamarlo rey.
Jesús no quiere que lo busquen como una
solución fácil a su hambre de pan, sino por los
signos del Reino, que está llegando.
Darles de comer gratis todos los días llevaría al
hastío del pan y pescado, como le sucedió al pueblo
de Israel con el maná en el desierto. El hombre
necesita trabajar por su pan para dignificarse
como persona, como hijo de Dios.
Ante esto podemos preguntarnos: ¿En qué
situaciones y para qué buscamos a Dios? Pues
podemos caer en el sinsentido
de buscarlo únicamente
cuando el agua nos llega al
cuello, para que de manera
mágica resuelva nuestros
problemas y dificultades sin
nosotros aportar nuestro
esfuerzo, nuestro trabajo para lograrlo.
¿Milagros? Claro que los hay. Si has dudado que
Dios está contigo en medio de la prueba, déjate
acariciar por la brisa, el sol, la lluvia... te aseguro que
Dios tiene muchas formas de abrazarnos y acariciarnos
para recordarnos que está con nosotros... Hasta
ese escalofrió es un abrazo de Dios...
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28 • abril • martes • 2020


Hech 7, 51-8,1; Sal 30; Jn 6, 30-35.
“¿Dónde están tus obras?”

C
uentan que un capellán se aproximó a
un soldado herido en medio del fragor
de la batalla y le preguntó:-¿Quieres que
te lea la Biblia?
– Primero dame agua que tengo sed,
dijo el herido. El capellán le convidó el último
trago de su cantimplora, aunque sabía que no
había más agua en kilómetros a la redonda.
– ¿Ahora?, preguntó de nuevo.
– Primero dame de comer, suplicó el herido.
El capellán le dio el último mendrugo de pan
que atesoraba en su mochila.
– Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el
hombre de Dios se despojó de su abrigo de
campaña, pese al frío que calaba y cubrió al
lesionado.
– Ahora sí, le dijo al capellán. Habla de ese
Dios que te hizo darme tu última agua, tu
último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero
conocerlo en su bondad.
Todos tenemos hambre y sed de Dios,
acudamos a Jesús para que, alimentados con
su cuerpo y su sangre, nuestras obras hablen
de El a un mundo hambriento que lo busca y
desea creer en El. ¿Cuáles son mis obras, que
llevan a otros a creer en Jesús?
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29 • abril • miércoles • 2020


Hech 8, 1-8; Sal 65; Jn 6, 35-40.
“La voluntad de mi Padre es dar vida eterna”
n anciano incrédulo fue a visitar a un

U sacerdote para que le ayudase en sus


dudas de fe. No aceptaba la resurrección
de Jesús y deseaba pruebas. Cuando
llegó a casa del sacerdote había
alguien hablando con él. El sacerdote vio al
anciano de pie en el pasillo y corrió sonriente
a ofrecerle una silla. Cuando el otro se despidió,
recibió al anciano y le habló largamente. El
anciano se convirtió y quiso ponerse en paz
con Dios.
Contento el sacerdote y a la vez sorprendido
por el súbito cambio, le preguntó: «Después
de nuestro largo recorrido, ¿cuál ha sido el
argumento que le ha convencido de que
Cristo resucitó y de que existe Dios?».
Y el viejecito respondió: «El detalle de
acercarme una silla para que no me cansara
de esperar. El Maestro de tal discípulo, pensé,
tiene que ser capaz de cualquier cosa».
Jesús fue un incansable buscador de la
voluntad de su Padre, y su mayor anhelo era
hacerla realidad.
La voluntad del Padre es que todos creamos
en Jesús y, como Él, hagamos sus obras.
¿Soy también buscador incansable de la
voluntad de Dios? ¿Realizo las obras que El me
pide?
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30 • abril • jueves • 2020


Hech 8, 26-40; Sal 65; Jn 6, 44-51.
“Yo soy el pan de vida”
Desde luego no es nada fácil hacerse pan. Significa
que ya no puedes vivir para ti sino para los demás.
Significa que tienes que estar enteramente
disponible, a tiempo completo. Ya no puedes
protestar si te exigen mucho, si te llaman a
cualquier hora y para cualquier cosa. Significa que
debes tener paciencia y mansedumbre, como el
pan, que se deja amasar, cocer y partir.
Significa que debes ser humilde, como el pan,
que no figura en la lista de platos exquisitos; está
ahí, siempre para acompañar. Significa que debes
cultivar la ternura y la bondad, porque así es el pan,
tierno y bueno. Significa que debes estar siempre
dispuesto al sacrificio, como
el pan que se deja triturar.
Significa que debes vivir
siempre en el amor más
grande, capaz de morir para
dar vida, como el pan.
Déjate triturar por los hermanos. Déjate amasar
por las contrariedades, los trabajos y los servicios
en favor de los hermanos. Déjate cocer por el
fuego del amor y del espíritu.
Después ya podrás ofrecerte a todos los que
tengan hambre. ¿Estás dispuesto a hacerte pan
para tus hermanos?
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