No. 2
Dossier: El triunfo del Mariel
Blogger Diciembre
2010
No. 2
Dossier: El triunfo del Mariel
Blogger Diciembre
2010
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Dossier: El triunfo del Mariel
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El Mariel en el segundo número de Blogger Cubano
La historia del castrismo como régimen, o de la Cuba del último
medio siglo, puede dividirse en antes y después del éxodo del
Mariel. Como su nombre indica, Blogger Cubano es una publi-
cación especialmente dirigida al público de la Isla, de manera
que podemos ahorrarnos introducciones tediosas y afirmar que
una mayoría de los 125,000 cubanos que salieron hacia Estados
Unidos por el puerto de Mariel, en 1980, lograron realizarse en
libertad, constituyendo un ejemplo de lo que son capaces los
cubanos, aun habiéndose educado bajo un régimen totalitario,
paternalista, cuando viven y trabajan en el marco de un Estado
de Derecho, con sus libertades y derechos elementales garanti-
zados.
No podíamos pasar por alto fecha tan señalada, y el presen-
te Dossier, coordinado por el escritor y editor Rodolfo Martínez
Sotomayor (editorialsilueta.com), celebra de la mejor manera
posible el 30 Aniversario del acontecimiento que desmontó la
mítica castrista: acentuando el costado positivo, predominante
a fin de cuentas, de un éxodo vilipendiado por la maquinaria
propagandística del régimen de La Habana, a lo que hay que
sumar la actitud comprensible, pero reduccionista, de un sector
del exilio cubano que, al menos durante algún tiempo y en al-
guna medida, señaló a estos nuevos exiliados peyorativamente,
como una suerte de excrecencia del castrismo.
A esta visión reduccionista, todo hay que decirlo, contribu-
yeron en su momento –y la influencia aún perdura—productos
de la cultura norteamericana como Scarface, el filme de Brian de
Palma que aborda la trayectoria delincuente de Tony Montana,
un marielito transformado en varón de la droga en época del
llamado “boom de la cocaína”, a principios de los años ochen-
ta. Para que se tenga una idea del potencial impacto negativo,
distorsionador de esta película a los efectos de la imagen de los
marielitos, una encuesta realizada por el American Film Institu-
te la colocó entre los diez mejores largometrajes de gánsteres de
todos los tiempos.
Acentuar el costado positivo del éxodo del Mariel en el pre-
sente Dossier, en todo caso, es acentuar una realidad: la gran
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mayoría de los expatriados por ese puerto no eran criminales
ni “escoria”, como los denominara el castrismo, sino hombres
y mujeres de bien que, aunque educados en un régimen totali-
tario y marginados por una dictadura, lograron sobreponerse
a esa impronta, negando el mito del “hombre nuevo” abúlico
e irresponsable. A treinta años del éxodo del Mariel, resulta
evidente que una mayoría de quienes fueron acosados y sopor-
taron palizas, vejaciones e insultos por parte de compatriotas
intolerantes, han triunfado o se han realizado en libertad e, in-
cluso, están en capacidad de apoyar a aquellos cubanos que se
quedaron en el país. Ello abre un paréntesis esperanzador so-
bre el futuro, insinuando que las nuevas generaciones educadas
bajo el castrismo, y que aún viven en la Isla, son potencialmente
tan capaces como los exiliados de los primeros tiempos, y están
en condiciones de edificar una democracia próspera en Cuba.
No podemos cerrar esta introducción sin agradecer el con-
curso de todos aquellos que han hecho posible este segundo
número de Blogger Cubano, cuya portada, contraportada y
Dossier han sido ilustrados precisamente por un marielito, el
exitoso pintor cubano Casimiro González (casimiroarte.com). A
todos, muchas gracias.
Redacción
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El legado del Mariel
por Rodolfo Martínez Sotomayor
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a una próspera clase media. Los miembros de la llamada “co-
munidad cubana en el exterior”, eufemismo del gobierno para
evitar la palabra exiliados, hablaban con sus familiares, entre
otros temas, de sus viajes a otros países. Los cubanos escucha-
ban perplejos sus historias: Cuba se había convertido en un país
donde incluso el viaje a otras provincias constituía un desafío,
y al extranjero no estaba permitido. Los visitantes venían carga-
dos de regalos, bienes de consumo que el castrismo, en 20 años
de revolución, había sido incapaz de ofrecerle a la población.
Con estos antecedentes no resultaba difícil que miles de cu-
banos se aventuraran a intentar, para ellos también, una nueva
vida; a dejar atrás las falsas promesas de un futuro promisorio
que nunca llegaba. El Estado totalitario no había sido capaz de
garantizarle a las nuevas generaciones, educadas bajo el régi-
men, el bienestar espiritual y material que impidiera esa necesi-
dad vital del éxodo.
El 22 de abril de 1980, el gobierno habilitó el puerto del
Mariel como punto de encuentro y partida para aquellas em-
barcaciones que llegaban desde los Estados Unidos a recoger a
familiares y amigos. Concedió que los refugiados regresaran a
sus casas, prometiendo que se les entregaría un salvoconducto
para su salida del país. Más tarde, el 1 de mayo de ese mismo
año, Fidel Castro, en un célebre discurso, permitió la salida a
todo aquel que quisiera abandonar la isla. Ante el desprestigio
internacional que representaba para su proyecto socialista, la
decisión de abandonar Cuba fue acogida por decenas de miles
de ciudadanos. Entonces, con el propósito de desacreditar a los
verdaderos exiliados, se abrieron las cárceles y se forzó la salida
de cientos de delincuentes comunes. Además, se iniciaron los
llamados “actos de repudio”, durante los cuales una masa envi-
lecida lanzaba piedras, huevos e improperios contra todo aquel
que decidiera marcharse. Tras estos vejámenes, el dolor de la
separación y el miedo que representaba enfrentarse a lo desco-
nocido cedieron paso, entre muchos cubanos, a la convicción
absoluta de que nada podía ser peor que lo dejado atrás. Habían
llegado a las costas de la Florida 125,000 exiliados al vencerse el
permiso de salida y, según cifras del propio gobierno castrista,
más de tres millones estaban dispuestos a salir por el Mariel.
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Los primeros años de exilio no fueron fáciles para los lla-
mados marielitos, sobre todo para aquellos que no contaban
con familiares en los Estados Unidos. Algunas organizaciones
religiosas ofrecieron su ayuda. A pesar del estigma propiciado
por el gobierno cubano al introducir delincuentes expatriados
en las embarcaciones familiares, los exiliados históricos, aque-
llos que habían llegado en los años 60 y 70 y abierto el camino
para los que vinieron después, constituyeron en muchos casos
un gran apoyo para la integración a la sociedad de este enorme
grupo.
Por el Mariel llegó a Estados Unidos un nutrido grupo de
intelectuales, profesionales y artistas. Muchos de ellos habían
llevado una vida gris en la Isla como empleados del gobierno,
sin iniciativa para escapar de los estrechos marcos que imponía
una sociedad centralizada como la cubana. Otros habían optado
por el ostracismo, escritores que escribían para sus gavetas o
pintores que pintaban para un grupo de amigos. Es decir, crea-
dores de gran talento que, impedidos de poner todo su poten-
cial en función de su desarrollo personal y de la sociedad, se
adaptaron a sobrevivir bajo la autocensura. También personas
emprendedoras que vivían bajo el amparo castrador del Estado,
individuos sin preparación profesional pero con un innato sen-
tido del mercado y una voluntad creativa, y que se encontraban
ahora en la disyuntiva de demostrarse a ellos mismos y a los
demás que su decisión era la justa. Ya habían alcanzado la liber-
tad, pero su futuro dependía de su uso y el aprovechamiento de
esta, de su capacidad de realización.
Es cierto que, como diría Ortega y Gasset, el hombre es él
y sus circunstancias, y las circunstancias habían cambiado. Se
abría un nuevo camino para esos nuevos hombres. A 30 años
de aquellos acontecimientos, el triunfo del Mariel es un hecho
palpable. Con los años, muchos escritores y artistas, algunos de
los cuales jamás habían publicado en su país, crearon una obra
sólida, fueron traducidos a varios idiomas, fundaron revistas,
editoriales, alcanzaron renombre como periodistas, reporteros,
actores, cineastas, etcétera. Y otros con espíritu emprendedor,
como negociantes crearon cadenas de restaurantes, comercios,
compañías de servicios.
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En Cuba, por otra parte, tal vez para aliviar el descontento
de la población por un tiempo, ese mismo año el gobierno per-
mitió que pequeños agricultores vendieran su mercancía exce-
dente, después de cumplir con la entrega a sus cooperativas.
Surgieron así los llamados “mercados libres campesinos”.
Durante un corto tiempo el pueblo pudo palpar que la ini-
ciativa privada, aun con el enorme esfuerzo que representaba
producir sin medios, bajo el totalitarismo, era capaz de abaste-
cer las necesidades alimenticias que descuidaba el gobierno. No
obstante, en el segundo Encuentro Nacional de Cooperativistas,
Fidel Castro clausuraba estos mercados y acentuaba el control
estatal sobre la economía, llevando nuevamente al país al estan-
camiento económico y a una profunda escasez.
El triunfo del Mariel, 30 años después, no es solo un ejemplo
del fracaso evidente del régimen castrista. El éxodo demostró
además que los anhelos de libertad del hombre lo hacen capaz
de los mayores sacrificios. Y que en el marco de una sociedad
que no pone freno a su capacidad creadora, desde la intelec-
tual hasta la económica, puede realizarse plenamente. En este
sentido, el éxodo del Mariel constituye también un aprendizaje
humano, esperanzador.
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Treinta años de triunfos
por Luis de la Paz
Los sicólogos, cuando analizan las razones por las cuales un in-
dividuo emprende acciones que pueden costarle la vida, tien-
den a afirmar que solo una situación límite, más intensa y des-
garradora que el temor a la propia muerte (símbolo del fin), es
capaz de conducir a un acto radical. Algo similar (el miedo al
hambre, las enfermedades, la violencia, la persecución política,
el acoso constante y la falta de libertad) conduce al hombre a
dejar todo atrás para emprender un largo, peligroso e inseguro
viaje desde su tierra natal hasta otro país, donde aspira a al-
canzar lo que difícilmente lograría en su propio terruño. Ya sea
por razones económicas, por desajustes sociales o por motivos
políticos, el emigrante, en su peregrinar, se expone a perder la
vida, como vemos a diario en las noticias. Sin embargo, el pa-
norama cambia, da un giro de 180 grados para los que logran
llegar. Los que llegan saben que han arribado al punto geográ-
fico soñado, un espacio inquietante (en muchos casos la falta de
documentación, y en otros las dificultades idiomáticas, resultan
frustrantes) pero que ya de por sí constituye un triunfo, un pun-
to de partida que está acompañado de un aura de esperanza, de
la posibilidad real de ser uno mismo.
Suicida fue la experiencia de pedir asilo en la Embajada del
Perú en La Habana, en 1980, junto a otras 10,800 personas, en un
evento histórico sin precedentes en el campo de la diplomacia.
Abandonar la legación con un salvoconducto que solo tenía el
valor que el gobierno cubano quisiera proveerle, era también
un acto suicida (conozco a quienes se los rompieron en la cara
mientras le gritaban “¡No te vas!”). Luego salir por el Mariel y
atravesar el Estrecho de la Florida a bordo de un barco camaro-
nero con 260 almas acompañándome, y llegar a Cayo Hueso, re-
sultó la más aterradora de las experiencias. Sin embargo, al cal-
marse las aguas, al atracar el barco en el muelle y desembarcar
en tierra ajena (una enorme bandera norteamericana me lo se-
ñalaba), pero de libertad, experimenté una extraña sensación de
calma, de sosiego, donde, por un lado, se acentuaba el peso de
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dejar atrás a familiares, amigos y todo mi pasado, y, por el otro,
la satisfacción de haber llegado a un sitio donde, aun dando los
primeros pasos, sabía que me aguardaba un futuro promisorio.
¿Por qué en Estados Unidos sí y en Cuba no, siendo yo la
misma persona, con el mismo espíritu, con las mismas intencio-
nes? Las respuestas se encuentran fácilmente. Solo hay que ana-
lizar con agudeza y frialdad las distintas realidades: En Estados
Unidos hay democracia, en Cuba una tiranía. En democracia
cada cual alcanza sus metas de acuerdo a sus posibilidades y
talentos; bajo el totalitarismo, todo está a merced de lo que un
Estado falsamente paternalista determine que debas o puedas
hacer. El ascenso o descenso dependen de tu integración al sis-
tema y el apoyo político que le brindes a ese gobierno.
La historia cubana del último medio siglo está repleta de
personas que por no manifestarse abierta y entusiastamente
revolucionarios han perdido sus empleos profesionales. Yo fui
expulsado de la Universidad de La Habana en 1978, donde es-
tudiaba una carrera escogida por el Estado --no la que yo desea-
ba--, porque me negué a combatir en la guerra de Angola. Esa es
mi experiencia bajo el castrismo. En Estados Unidos logré uno
de mis propósitos, que era estudiar y ejercer el periodismo. Para
trabajar, lo único que me exigían era profesionalismo. Nadie me
preguntó por mis posiciones ideológicas. Es más, el medio para
el que escribo es conservador y yo me considero un hombre li-
beral. La línea del periódico se inclina hacia el Partido Republi-
cano, y yo estoy inscripto en el Partido Demócrata. Aquí se vive
en democracia, con tolerancia y respeto a la opinión ajena. Bajo
el castrismo, nadie que no responda abiertamente al aparato de
poder puede escribir en Granma o Juventud Rebelde.
El exilio ha sido una experiencia grandiosa. Llegar a Cayo
Hueso literalmente con una mano delante y otra detrás, y trein-
ta años después poder decir “he triunfado”, es una gran satis-
facción. Quizás se podría pensar: “¡pero treinta años es mucho
tiempo, hay posibilidades de ascender!”. Claro que sí. Pero en
Cuba no hubiera podido siquiera proponérmelo. Mis contem-
poráneos, mis amigos de infancia y adolescencia que no se fue-
ron durante el Mariel, con el tiempo se han sumado al exilio, y
otros, los que aún permanecen en la isla, siguen viviendo en las
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mismas condiciones, con las mismas desesperanzas y los anhe-
los de un cambio que no llega. No importa cuánto maquillaje
y puesta en marcha de proyectos “bajados por el Partido” so-
porte el sistema vigente en Cuba: nunca dará resultados sólidos
porque la única manera de conseguir que un país progrese es
a través de la propiedad privada, del esfuerzo individual. La
colectividad totalitaria no es una alternativa viable. El trabajo de
un individuo fortalece al del otro. Lo que un empresario fabrica
lo consumen otros, creando un ciclo de producción y consumo,
de oferta y demanda, y todo ello sin la intervención del Esta-
do, sin que haya que preguntarle al comprador o vendedor sus
inclinaciones políticas. El capitalismo y la libre empresa son el
verdadero concepto de colectivismo. En ese marco, todos ge-
neran productos y enseres de los que los demás se benefician,
lográndose, en conjunto, un progreso generalizado, es decir, un
avance social.
Vivir fuera de Cuba me ha dado la posibilidad de crecerme.
Como escritor he publicado mis libros. Escribo sin temor y lo
que quiero. Es más, en algunos de mis libros se critica a la socie-
dad norteamericana, y esas observaciones no han afectado mi
vida en lo absoluto. En la isla, escribía y escondía mis textos por
temor a un siempre inminente registro. Ahora leo lo que quiero,
sin que el gobierno me indique qué autor está autorizado y cuál
no. Incluso, sigo a los escritores que viven y publican en Cuba,
algo que los cubanos residentes en la Isla no pueden hacer con
los libros editados fuera del país. He viajado, he podido entrar
en contacto directo con culturas centenarias y milenarias. He
estado en Grecia, España, Italia, Alemania, Francia, Holanda y
Austria, entre otros países europeos. Visitado también México,
Venezuela, Colombia, Costa Rica, República Dominicana. Re-
corrido los Estados Unidos y Canadá, y todo sin necesidad de
una “carta de invitación” y una “tarjeta blanca”. En Cuba, los
intentos que hice para conocer los lugares más emblemáticos
de mi país resultaron frustrantes en muchos casos. Llegué a las
cuevas de Bellamar y no me dejaron entrar porque las visitas
eran “para extranjeros”. Arribé a Isla de Pinos en un barco y
tuve que dormir en la terminal marítima, asediado por mosqui-
tos, porque el Hotel Colony era sólo “para extranjeros o com-
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pañeros con una carta de trabajo”. Otras experiencias también
fueron frustrantes.
Como cubano nunca me hubiera gustado dejar atrás mi pa-
tria. Sé que de haber vivido en la isla bajo un régimen democrá-
tico (aun con todas las deficiencias que la democracia y el plu-
ralismo acarrean) hubiera logrado lo mismo que he alcanzado
en el exilio. Lo que tronchó mis expectativas, lo que me llevó
al desarraigo y el destierro, fue el totalitarismo, el comunismo.
Creo que nadie desea comenzar de nuevo. Solo situaciones ex-
tremas, como el miedo a algo más devastador que la propia
muerte (vivir en el ostracismo, sometido por un gobierno, es
también una forma de morir), es capaz de llevar a un hombre al
paso gigante, arriesgado, tremendo, de lanzarse al mar. Un acto
de desesperación, un acto suicida a partir del cual poder esca-
par de un régimen destructor, como el de los hermanos Castro
en Cuba.
12
Un final de película
por Eduardo González
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esposa, como hacían regularmente, fue enviada en otro barco.
Cuando llegué a Cayo Hueso, me sentí libre por primera
vez. Había quedado atrás la noche oscura del totalitarismo.
Pero no tenía familia en los Estados Unidos. Entonces me envia-
ron, junto a otros, a Fort Chaffee. Una organización católica hizo
gestiones para sacar a varios exilados, y yo estuve entre ellos.
Me pude reunir con mi esposa varios días después. Sabía que el
comienzo sería difícil, pero algo que puede parecer tan simple,
como trabajar por mi cuenta, me estimulaba. Estaba acostum-
brado a trabajar duro en Cuba y sin recompensa alguna, con
la posibilidad de ir preso pesando siempre sobre mis hombros.
Comencé a trabajar en la construcción para ahorrar algún
dinero. Más tarde decidí iniciar un negocio propio. Había
aprendido el oficio de relojero y junto a un amigo y mi espo-
sa decidimos poner una joyería donde, además, se vendieran
y repararan relojes. El negocio duró un tiempo y no nos fue
mal, pero comencé a explorar un oficio aprendido con un tío
de mi mujer: la plomería. Comprendí que, estando en auge las
construcciones de casas en Miami, tendría más posibilidades de
prosperar. La demanda era considerable. Con los años y la ex-
periencia adquirida, pude asegurar y ampliar mi propia clien-
tela. Hice contratos con alguien que iniciaba una compañía de
venta y compra de casas; yo me encargaba de la instalación de
todas las tuberías. Su negocio fue creciendo y a la par el mío, al
punto que necesité emplear a varios plomeros y convertirme
en un contratista con el transcurso del tiempo. A 30 años de los
hechos del Mariel, miro mi vida y la veo como una de esas pelí-
culas con final feliz de las que el régimen castrista suele burlarse
en sus medios oficiales por considerar que no guardan ningún
punto de contacto con la realidad.
Tener mi propia compañía, hacerla prosperar con esfuerzo
y tesón y vivir en libertad junto a mi familia, constituyen mi ma-
yor triunfo. El sueño fue alcanzado. Nunca he regresado a Cuba,
aunque traje a mi madre dos veces de visita a Estados Unidos,
antes de que muriera. Sin embargo, el regreso ha sido un sueño
anhelado durante largo tiempo. Poner una ferretería en la misma
calle que recorría cuando niño, un negocio propio en mi país y
prosperar con él, completaría mi realización personal.
14
En Cuba también pudo ser
por Daniel Fernández
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escrito en una Habana en la que no se persiguiera la inteligencia
ni la verdad, como la que nos tocó vivir a los de mi generación.
Recientemente he publicado Novelas sencillas, reproducción
facsimilar de novelitas que di a conocer bajo seudónimos en las
páginas de El Nuevo Herald, hacia 1992. También el año pasa-
do publiqué Sakuntala la Mala contra la Tétrica Mofeta, que bajo
la estructura de un careo mágico con Reinaldo Arenas, y con el
recurso del desdoblamiento de mi alma en varios personajes,
expone muchos aspectos de las virtudes y defectos de mi gene-
ración. Sin embargo, al detenerme la Seguridad del Estado en
los muelles de La Habana, donde había estado trabajando como
bracero-estibador durante casi 10 años, ya yo tenía varias obras
de teatro, numerosos cuentos, un libro de poemas y un par de
novelas escritas. Sin contar una película “subterránea” dirigida
por Tomás Piard —actualmente un reconocido cineasta del Ins-
tituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas, ICAIC—.
De toda esa obra, mi novela La vida secreta de Truca Pérez, en la
que se inspiraba la película mencionada (El golpe), alcanzó cier-
ta popularidad clandestina, y por eso fui finalmente detenido.
Creo que es el único caso en Cuba, o en cualquier parte, de un
estibador de los muelles que es enviado a la cárcel por haber
escrito una novela. ¿Cuántas más no pude haber escrito allá, en
una Cuba distinta?
Aclaro que aunque la novela planteaba fundamentalmente
el problema de la persecución a los homosexuales, solo había un
párrafo bien honesto en el que el personaje, al reflexionar sobre
la historia de Cuba, incluía a Castro entre la lista de tiranos “del
enclave caribeño de la estupidez, la testicularidad y el pecado”.
Me pedían ocho años de privación de libertad, y me sentencia-
ron a cuatro. Pero afortunadamente, como año y medio después
de comenzado mi encierro, me indultaron con un grupo de pre-
sos políticos.
Esta circunstancia siempre me ha hecho pensar que la “lim-
pieza” en la que caí con miles de cubanos en toda la isla —de-
tenidos presuntamente para evitar conflictos durante el Festival
Internacional de la Juventud y los Estudiantes que se celebraría
en La Habana en 1978— era parte de un plan por medio del
que, junto a los sucesos de la Embajada del Perú y el éxodo del
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Mariel, en 1980, se quería sacar de Cuba a las personas más pro-
blemáticas, que podrían tarde o temprano provocar algún tipo
de protesta pública que desembocaría en un indeseable suceso,
como el de la Plaza de Tiananmen, en China.
Quizá el lector piense que lo que planteo no es más que otra
de las tantas “teorías de la conspiración”. Pero los hechos dan
que pensar, porque lo cierto es que entre presos políticos, bal-
seros, y el éxodo del Mariel, más de 125,000 cubanos abandona-
ron la isla en 1980, eliminando del horizonte cubano a muchas
personas que pudieran haber sido un dolor de cabeza para la
tiranía. Por otra parte, la avalancha cubana fue aceptada por Es-
tados Unidos inmediatamente, lo que hace sospechar un previo
acuerdo.
¿Cuánto hubieran logrado esos cubanos si se hubieran que-
dado en Cuba? Y ya no me refiero a ganancias materiales, triun-
fos profesionales ni creaciones artísticas. Me refiero también a la
labor liberadora, contestataria que pudieron realizar muchos de
los miles que huyeron porque sencillamente ya veían que no te-
nían futuro en un mundo de prebendas, picardías, prostitución
y subterfugios.
Al llegar a este país, muchos nos enfrentamos no solo al
idioma inglés, que la mayoría apenas conocía, sino a un sistema
social y económico completamente distinto donde es elemental
ser emprendedor y “competitivo”, la antítesis del “aborrega-
miento” que se exaltaba y al que se nos sometía implacablemen-
te en la isla. Algunos, hay que decirlo, no pudieron con esta
nueva circunstancia y fueron derrotados por la miseria, la sole-
dad, la droga, la nostalgia y tantos monstruos que acechan tras
el cuerno de la abundancia del exilio. La mayoría, afortunada-
mente, se integró, avanzó y prosperó.
Aunque el progreso no fue fácil. Yo comencé a trabajar en el
departamento de fotografía de las revistas del Bloque de Armas
(Vanidades, Buenhogar, etc.), donde primero hice blueprints, y
luego limpiaba diapositivas para el entonces complejo sistema
de scanning, en el turno de madrugada. Luego pasé a trabajar
como redactor de Almanaque Mundial y otras revistas del men-
cionado consorcio editorial.
El nuevo mundo imponía también aprender a relacionarse,
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a tomar precauciones financieras: pagar mil cuentas mensuales,
crear cuentas bancarias, hacerse de seguros, crear cuentas de
retiro, etc. También había que aprender a manejar un automó-
vil y, sobre todo, el inglés y los miles de matices de la cultura
estadounidense. Aunque los que conocimos la Cuba anterior a
Castro sabíamos algo de eso, solo lo habíamos experimentado
indirectamente, como niños.
Fue muy lento y doloroso el aprendizaje, el crecimiento in-
terior y, como en algunos casos, el progreso material. A pesar
de todas las vicisitudes, de los obstáculos externos y de los su-
frimientos internos, los seleccionados tal vez por Dios —o por
los astros si prefiere— hemos obtenido un poquito más que el
promedio de “los marielitos”, con logros artísticos y profesiona-
les, y hasta con substanciales logros monetarios. Sin embargo,
siempre cabe preguntarse, como dije al principio, cuánto más no
hubiéramos logrado en circunstancias justas, lógicas, humanas.
¿Cuánto más no hubiéramos hecho por nosotros, por Cuba?
La persistencia de la tiranía durante más de medio siglo es
un triunfo sin duda para la cúpula del poder, mientras que los
triunfos culturales y económicos de la generación del Mariel
constituyen una prueba evidente de cómo una valiosa cantera
humana fue expulsada de su tierra por “la estupidez, la testi-
cularidad y el pecado”. Para Cuba, tanto la victoria de la tira-
nía como la de los marielitos que hemos triunfado de este lado,
resultan pírricas. Es tanto lo que hemos perdido todos por el
camino, que ni ellos ni nosotros podemos enorgullecernos de
lo logrado ante la enormidad de lo frustrado, lo destruido, ante
la monstruosidad que significan estos más de 50 años de horror
para todos los cubanos, estos 30 años de ausencia para los de la
generación del Mariel.
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Revista Mariel, el sello de una generación
por Armando Añel
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Correa, “un viaje por la tradición cubana”. Así, el primero de los
números de la revista estuvo dedicado a quien es considerado
por muchos el más grande escritor de la Isla, José Lezama Lima,
y el último al poeta, periodista y apóstol cubano José Martí.
Precisamente, uno de los fundadores de la revista, Reinaldo
García Ramos, publicó este año del 30 Aniversario del éxodo,
bajo el sello de la Editorial Silueta, la novela-testimonio Cuerpos
al borde de una isla, mi salida de Cuba por Mariel, presentada en
noviembre en la Feria Internacional del Libro de Miami. Se trata
de uno de los más importantes documentos editados sobre este
acontecimiento sociopolítico, que partió en dos la historia de la
Cuba contemporánea. Lastimosamente, los lectores residentes
en la Isla no podrán adquirir el volumen en las librerías cuba-
nas. Al menos no por ahora.
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Online
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Los acortadores:
Aprovechando el espacio en Internet
por Idabell Rosales
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Cambiando de plantilla, o template, en Blogger
Una de las mejores páginas conocidas para rediseñar en Blogger
gratuitamente, es BTemplates (btemplates.com).
Una vez haya accedido a BTemplates, el internauta debe es-
coger qué clase de plantilla o template prefiere (en inglés): si de
dos, tres o cuatro columnas, si se decanta por el color o el diseño
prefigurado, etcétera. Debe dar clic entonces sobre el correspon-
diente enlace (columna derecha de la página) y comenzar a es-
coger, tarea a veces ardua.
Antes de continuar, cabe aclarar que algunos templates de
esta página, aun siendo hermosos o atrayentes, resultan rela-
tivamente rígidos. Entonces, es conveniente comprobar que
serán capaces de funcionar a remolque de nuestras exigencias.
Por ejemplo, a algunos no se les puede cambiar el color, o el tipo
de letra, una vez instalados en la zona de edición de Blogger.
Primera fase: Una vez escogido el template, se baja a nues-
tro Desktop o Escritorio, dando “Download”, “Save” y otra vez
“Save”. Nos vamos entonces al Desktop. Ya podemos salir de
BTemplates.
A propósito de la carpeta amarilla que hemos bajado ya al
Desktop: Damos doble clic sobre ella, otra vez doble clic sobre
una segunda carpeta idéntica, y a continuación arrastramos ha-
23
cia afuera –hacia el Escritorio-- el único archivo necesario, que
se puede reconocer fácilmente porque tiene una esfera terrestre
en el centro superior. Lo que resta, la carpeta amarilla, se puede
echar a la basura.
Segunda fase: Nos vamos al blog. Entramos al Escritorio,
luego a la zona de “Diseño” y allí, inmediatamente debajo, da-
mos clic en “Edición de HTML”. Aquí es bueno, para quienes
están sustituyendo template, detenerse un momento y salvar
la antigua plataforma, por si las moscas (“Descargar plantilla
completa”, y luego todo el proceso de saves hacia el Desktop).
Una vez salvado lo viejo, introducimos lo nuevo:
Clic en “Browse”, localización en el Desktop del archivo de
la esferita terrestre, y clic en “Subir”. El sistema le preguntará
si está seguro de que quiere “mantener los Widgets”, es decir,
los antiguos contenidos fijos (el blogroll, por ejemplo, o algún
video o imagen publicitaria, etcétera), y usted dará clic sobre el
botón naranja, afirmativamente, si es que desea conservarlos.
Lo que resta es cargar de contenido la plantilla de estreno,
seguramente reconfigurando algunos contenidos fijos que a
causa de la aparición del nuevo template han quedado desor-
ganizados.
Suerte con el nuevo look.
Redacción
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El primer libro de la blogosfera cubana
por Beatriz Calvo Peña
25
El lector podrá encontrar además acercamientos a este fenóme-
no que versan sobre la identidad individual expuesta en la red
(en el estudio realizado por Isbel Alba), las paradojas que los
nuevos medios de comunicación alternativos presentan ante un
régimen político socialista como el cubano (el ensayo de Ale-
jandro Barranquero), las posibilidades que Internet abre a la co-
municación en Cuba, a los ciberactivistas y a la disidencia (Rafa
Rubio, Matías Jove, Ted Henken) o el modo en que el software
libre y las herramientas web 2.0 están siendo usadas para crear
una red de bloggers cubanos que salva fronteras (Beatriz Calvo
Peña).
En segundo lugar, los testimonios se encargan de reflexio-
nar sobre el proyecto de la blogosfera cubana en sus dos dimen-
siones, la personal y la comunitaria, desde el yo del escritor.
Por primera vez, los testimonios de los bloggers encuentran su
espacio de intimidad despejados de color, de fotografías, mú-
sica y vídeos. Sobre el fondo blanco del papel se proyectan las
palabras en su íntima soledad, exentas de la tentación cotidiana
de abrir una nueva etiqueta, de conectarse a una red social, a un
buscador o a una cuenta, de consultar qué está pasando aquí y
qué dicen allá.
Los textos parten de una pregunta personal que se les plan-
teó: ¿Qué es para ti escribir un blog? Su misma situación geo-
gráfica - algunos escriben desde España, otros desde Cuba, Ca-
nadá, Francia, Alemania o Estados Unidos - influye de manera
directa en su experiencia diaria. En ello y en la necesidad de
conocer más a fondo su propia visión de su trabajo en la red
radica el mayor interés de los mismos, entre los que destaca el
testimonio inédito de Yoani Sánchez, que da título al libro. En-
tre los bloggers que han aportado su testimonio personal a esta
colección encontramos a Elías Amor, Emilio Ichikawa, Isis Wir-
th, Willian Navarrete, Aguaya Berlín, Dagoberto Valdés e Ivis
Acosta.
Por último, la selección de posts refleja un gran conocimien-
to de la blogosfera cubana. En ella se ven reflejados diferentes
estilos, tendencias y temáticas. Los protagonistas son ahora la
intimidad y la nostalgia, la rutina diaria, las calles y ciudades en
que cada uno vive, su relación con Internet y con la blogosfera,
26
la política y el ciberactivismo, la identidad personal. Un total de
veinte posts sirven para ilustrar el intercambio narrativo que
se da en las bitácoras cubanas. Quienes los firman son algunos
de los bloggers más destacados y, junto a ellos, otros menos
conocidos cuya relevancia radica precisamente en su diferen-
cia: Armando Añel, Mario López, Isbel Alba, Laritza Diversent,
Aguaya Berlín, Grettel Singer, Yoani Sánchez, Claudia Cadelo,
Jorge Ignacio Pérez, Miriam Celaya, Anidelys Rodríguez Brito,
Deyanira Pijuán, Amaury Cabrera y el español José Luis Ori-
huela con su alegato “Yo acuso al gobierno cubano”.
Los posts, como las aguas en las que se refleja y por las que
navega la blogosfera cubana, no son solo el contenido de la blo-
gosfera, ni los que la dotan de una dimensión de realidad. Son la
estructura sobre la que se asientan las redes de contactos, la vo-
luntad de conciliación, la invitación al diálogo, las desavenen-
cias y los encontronazos, los acordes y desacuerdos, es decir, el
armazón de la sociedad civil cubana.
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El modelo propagandístico castrista
y el reto de Internet
por Joan Antoni Guerrero Vall
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en Caimito, Cuba, a periodistas extranjeros afines al castrismo.
En su convocatoria, el ICAP advierte que “la web se ha acuñado
ya como el nuevo escenario de lucha”, y, en este sentido, la or-
ganización recuerda que “los primeros meses de este año 2010
han puesto en evidencia el empleo de estas nuevas tecnologías
en contra de Cuba mediante una feroz campaña mediática en la
que descuellan la mentira, la traición y el deshonor”.
Para la organización de estas jornadas contaron con el apo-
yo de Cubainformación, un proyecto de propaganda castrista
que se ubica en el País Vasco, en España. El periódico español
ABC reveló que el propio régimen ha interferido formalmente
ante la embajada española en La Habana para que se conceda
una subvención a la ONG Euskadi-Cuba, organización que sir-
ve de paraguas a Cubainformación.
Según lo revelado por ABC, la petición que ha hecho llegar
el régimen a la delegación diplomática española, en Cuba, ex-
presa la necesidad de que el Ministerio de Asuntos Exteriores
dé el apoyo financiero al proyecto de esta organización cuyo ob-
jetivo es “contrarrestar la información desvirtuada que se ofrece
de Cuba en los medios de comunicación europeos”. La petición
se tramitó en octubre, una vez cerrado el primer plazo de la
convocatoria abierta y permanente de la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), depen-
diente del ministerio que dirige desde hace pocos días Trinidad
Jiménez. La ONG presentó al segundo procedimiento de la con-
vocatoria el proyecto Cubainformación: creación de la red para
la información-sensibilización-movilización y solidaridad con
Cuba, con un presupuesto de 111,904 euros.
A los activistas cubanos en España les es muy familiar la
presencia de estas entidades que, en estrecha colaboración con
el régimen, concurren a las convocatorias de cooperación abier-
tas por ayuntamientos, diputaciones, gobiernos regionales e
incluso el central, como es el caso del proyecto de Cubainfor-
mación.
“Para recaudación de recursos el régimen tiene desplaza-
do a un montón de funcionarios por todo el territorio español,
sacando fondos a nivel de comunidades autónomas y corpo-
raciones locales. Esto es algo que manejan muy pero que muy
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bien”, ha explicado Rigoberto Carceller, de la plataforma Cuba
Democracia ¡Ya! De hecho, en algunas comunidades autóno-
mas, como el caso de Cataluña, la presencia de organizaciones
de apoyo al régimen cubano es realmente notoria.
Según algunas relaciones, se pueden encontrar hasta medio
centenar de entidades que, bajo la etiqueta de “amigos de Cuba”,
trabajan en campañas de apoyo a la dictadura, la mayoría alrede-
dor del área metropolitana de la ciudad de Barcelona. Carceller
resalta el “control amplísimo” que tiene el régimen a través del
ICAP de todos estos movimientos asociativos en España.
“Sólo basta ver la relación de asociaciones y entidades con
las que tiene conexión en territorio español, la mayoría vincula-
das a partidos comunistas”, apunta Carceller, resaltando que a
menudo estas mismas organizaciones “se desdoblan con mucha
facilidad en un montón de entidades de poca militancia, pero que
para propaganda y captación de fondos les viene fenomenal”.
Con este tipo de entidades, el régimen tiene afianzada su
presencia en el ámbito ibérico, con la colaboración de activistas
procastristas muy fieles que se toman con devoción religiosa su
implicación con el gobierno de los hermanos Castro. La organi-
zación de eventos, como cenas solidarias para recaudación de
fondos, la presencia en ferias culturales y eventos sociales en las
poblaciones donde están radicadas, son también eficientes ac-
ciones de comunicación pública. Otra labor importante es con-
formar una red esponja que se moviliza para captar el máximo
de ayudas y subvenciones públicas, entregadas luego al gobier-
no cubano. En el caso de Cataluña, por ejemplo, solo con ayudas
del gobierno catalán, entidades procastristas ingresaron más de
1,1 millones de euros entre los años 2005 y 2009.
En resumen, el castrismo se ahoga en el nuevo escenario co-
municacional que se plantea con Internet. El régimen se encuen-
tra en estos momentos en estado de ‘shock’ por la explosión de
la información alternativa a los canales oficiales, que se produce
no solo contra el castrismo sino contra cualquier poder de este
mundo. La diferencia con otros es que para la tiranía en Cuba
mantener a una gran masa de población desinformada e inco-
municada constituye un elemento vital para su supervivencia.
La aparición de mecanismos de reproducción digital de la
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información es un dolor de cabeza constante que no cesa. El Es-
tado ya no es el único que mueve la información. Ésta corre de
mano en mano, de pen drive a pen drive. No hay posibilidad
de mantener un control absoluto sobre estas comunicaciones, se
puede conseguir información on line que después puede distri-
buirse y consumirse off line, lo que deja sin efecto los esfuerzos
de la dictadura por mantener a la población cubana fuera de
cobertura y sin conexión a Internet.
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Periodismo ciudadano y medicina
por Beatriz Calvo Peña
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en un cliché, una idea que debe de haber calado hondo entre
otros miembros de la profesión y va camino de convertirse en
un mensaje manido.
Sin ir más lejos, recientemente asistí a una jornada en la Uni-
versidad Carlos III sobre Periodismo y Derechos Humanos en
la que participaba, junto a otros invitados (Rafael Maturana de
Reporteros sin Fronteras, Mayte Carrasco - reportera freelance, y
Aurelio Martín de FAPE), la tan querida y admirada Rosa María
Calaf. A la hora de acercarse al periodismo ciudadano, la famosa
corresponsal de Televisión Española, a través de cuyos ojos mu-
chos hemos visto el mundo, afirma, tal como ya hiciera el twit de
Orihuela: “Igual que un ciudadano no puede operar a un pacien-
te, otro ciudadano tampoco puede ejercer de periodista”.
¿Es pura coincidencia? ¿Se ha inspirado Calaf en Orihuela
o viceversa? ¿Era una metáfora previa que ambos han toma-
do para sí? Sea como fuere, la realidad es que el paralelismo
establecido entre periodismo y medicina está resultando muy
fructífero. No son los únicos que recogen esta idea de (y aquí
permítanme la licencia literaria) que la escritura ciudadana es
al periodismo como la navaja del barbero a la cirugía, lo cual
me hace pensar: si el paralelismo funcionase, significaría que la
sociedad es al periodismo como el enfermo es al médico, ¿no es
cierto? En ese caso, el periodista sería el curandero de los ma-
les sociales, afirmación que, creo todos convendrán, es bastante
exagerada.
Es lógico que en un momento de crisis en que domina el
pesimismo, y en especial de cambios acelerados como el que
está viviendo la comunicación debido a la revolución digital,
surjan este tipo de actitudes que yo llamaría de autodefensa. Sin
embargo, visto desde una perspectiva más optimista, por ejem-
plo, desde la que se posicionó Dan Gillmor en el 2003 cuando
redactó la introducción a “We Media” (Traducido: Nosotros, el
medio), este es un momento de cambios pero también de opor-
tunidades.
Pensémoslo así: nunca antes los ciudadanos habían tenido
tan fácil acceso a la cultura y a la educación, tampoco habían
contado con la inmediatez y la accesibilidad a la información
de que disponemos hoy en día. El primer paso para ejercer el
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periodismo ciudadano es la existencia de una gran cantidad de
lectores. Lectores que, además, no son tan solo consumidores
de medios, sino que intercambian, comentan, hiperenlazan no-
ticias, cuando no contribuyen a su creación, desarrollo y verifi-
cación. El periodismo ciudadano cumple una función de inter-
mediario entre los medios de comunicación y otros ciudadanos
al acercarles la información, con lo que despierta el interés por
consumir noticias. Mientras, las noticias se siguen facturando,
en gran medida, por los mismos medios.
En una entrevista a ABC, Nicolás Negroponte señala que
gracias al periodismo ciudadano “el periodista se fortalecerá
y tendrá un papel mayor, que será el de clasificar y canalizar
todos los contenidos que los usuarios vierten en Internet”. Vie-
ne a decir algo similar a esa idea de los “primeros auxilios” de
Orihuela, pero desprovista de la metáfora médica, con lo que
se le extirpa la connotación de que el periodismo ciudadano es
rudimentario. Y es que lo último que debe hacer el periodista
es minusvalorar al periodista ciudadano, ese que, ante todo, es
lector del periodismo tradicional. Quién sabe, después de todo,
qué profesional se esconde detrás de un blog o un foro web.
En este sentido, Gillmor afirmaba que el ciudadano no es una
amenaza para el periodismo sino un colaborador y, de nuevo,
encontramos en sus palabras el símil de la medicina, aunque
esta vez algo más acertada: el periodismo ciudadano es, dice
Gillmor, “una tendencia saludable”.
Podríamos también partir a la inversa. Después de todo, ¿no
es el periodista ante todo un ciudadano? Quizás la clave no ra-
dica en que el ciudadano sea una amenaza para el periodismo,
sino en que el periodista es una amenaza para el periodismo si
se olvida de su condición de ciudadano.
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La polémica
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Volver, volver, ¿volver?
Por Verónica Cervera
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fui en el 94. Cuando nos despedimos me puse a recordar las
colas interminables para devorar una ensalada de vainilla, y a
muchísima gente linda que conocí en aquellas horas de espera y
se convirtieron en amigos para toda la vida, ahora dispersos por
el mundo. Me gustaría encontrarlos otra vez. No sé dónde, si en
París, como nos jurábamos en las fiestas interminables por allá
por “The Texas’ Corner”, o en La Habana, como predice Boris.
Por ahora, le escribo a mi amiga a ver qué tal le fue con la
aduana cubana. Y le deseo a ella y a todos los que quedan por
allá una Cuba diferente.
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He aquí que El Profeta habla de los cubanos
por Luis Aguilar León
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se llevan bien entre sí. De aquí que reunir a los cubanos es fácil,
unirlos imposible. Un cubano es capaz de lograr todo en este
mundo menos el aplauso de otros cubanos.
“No les habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y
mesura, y los cubanos son hiperbólicos y desmesurados. Si os
invitan a un restaurante, os invitan a comer no al mejor restau-
rante del pueblo, sino ‘al mejor restaurante del mundo’. Cuando
discuten, no dicen ‘no estoy de acuerdo con usted’, dicen ‘usted
está completa y totalmente equivocado’.
“Tienen una tendencia antropofágica. ‘Se la comió’ es una
expresión de admiración; ‘comerse un cable’, señal de situación
crítica, y llamarle a alguien ‘comedor de excrementos’ es su más
usual y lacerante insulto. Tienen voluntad piromaniaca: ‘ser la
candela’ es ser cumbre. Y aman tanto la contradicción que lla-
man a las mujeres hermosas ‘monstruos’ y a los eruditos ‘bár-
baros’; y cuando se les pide un favor no dicen ‘sí’ o ‘no’, sino ‘sí,
como que no’.
“Los cubanos intuyen las soluciones aun antes de conocer
los problemas. De ahí que para ellos ‘nunca hay problema’. Y se
sienten tan grandes que a todo el mundo le dicen ‘chico’. Pero
ellos no se achican ante nadie. Si se les lleva al estudio de un fa-
moso pintor, se limitan a comentar: ‘a mí no me dio por pintar’.
Y van a los médicos no a preguntarles, sino a decirles lo que
tienen.
“Usan los diminutivos con ternura, pero también con vo-
luntad de reducir al prójimo. Piden un favorcito; ofrecen una
tacita de café; visitan por un ratico, y de los postres sólo aceptan
un pedacitico. Pero también a quien se compra una mansión le
celebran la casita que adquirió, o el carrito que tiene a quien se
compró un coche de lujo.
“Cuando visité su isla me admiraba su sabiduría instantá-
nea y colectiva. Cualquier cubano se consideraba capaz de li-
quidar al comunismo o al capitalismo, enderezar a la América
Latina, erradicar el hambre en África y ayudar a los Estados
Unidos a ser una potencia mundial. Y se asombran de que las
demás gentes no comprendan cuán sencillas y evidentes son sus
fórmulas. Así, viven entre ustedes, y no acaban de entender por
qué ustedes no hablan como ellos”.
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Había llegado la nave al muelle. Alrededor del Profeta se
arremolinaba la multitud transida de dolor. El Profeta tornó ha-
cia ella como queriendo hablar, pero la emoción le ahogaba la
voz. Hubo un largo minuto de conmovido silencio. Entonces se
oyó la imprecación del timonel de la nave: “¡Decídase, mi her-
mano, dese un sabanaso y súbase ya, que ando con el schedul
retrasao!”.
El Profeta se volvió hacia la multitud, hizo un gesto de re-
signación y lentamente abordó la cubierta. Acto seguido, el ti-
monel cubano puso proa al horizonte.
Nota del Editor: Luis Aguilar León (en la foto), desaparecido autor de
este clásico del periodismo cubano, dice de él: “Este es, sin duda, el artículo
más popular que he escrito en mi vida. Con risueña sorpresa ha llegado a
mis manos traducido al inglés, reproducido en revistas y aun citado en un
sesudo tratado de Sociología. Pero también lo he visto circular mutilado
y, grande villanía, anónimo o con nombres extraños. Para remediar tales
agravios, lo reproduzco en su forma original y definitiva”.
40
Cuba, la fatiga y sus circunstancias
por Joaquín Gálvez
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se logra paulatinamente, apelando a su sistema legal como base
fundamental de sus instituciones. La segunda busca el cambio
inmediato, radical, y se vale de los mecanismos de violencia que
desembocan en una revolución que, al tomar el poder, se vuelve
contrarrevolucionaria por ser estática y opuesta a los cambios
que entrañan la libertad del individuo; o se aprovecha de una
constitución democrática para llegar al poder a través de las ur-
nas y, de esta forma, secuestrar dicha constitución y perpetuar-
se (Hugo Chávez en Venezuela es un buen ejemplo de esto).
América Latina fue víctima de un sistema colonial parasita-
rio, como lo fue el español, cuyas secuelas siguen siendo un obs-
táculo que le impide marchar a la par de la modernidad política
de Estados Unidos, Europa y varias naciones asiáticas, indepen-
dientemente de sus particularidades culturales. El problema no
radica en la lógica de la creación sino en la de la deformación.
Nuestros políticos e intelectuales han sido siempre proclives a
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mezclar lo ancestral o folclórico con lo gubernamental e institu-
cional. Es decir, mezclan la ficción con la realidad; no saben dar-
le al arte lo que es del arte y a la política lo que es de la política.
Muchos de nuestros líderes aspiran a institucionalizar el
realismo mágico: ¡vaya delirio! Es como si ahora le reprochára-
mos al hombre primitivo el haber abandonado las cavernas, o
a los bárbaros germanos el haberse convertido al cristianismo,
aun cuando en ambos casos hayan pasado a formas más civili-
zadas de convivencia (aunque, por supuesto, sin ser perfectas).
Esa fue la visión que le faltó al José Martí sumido en el culto al
hombre natural; a diferencia de Sarmiento, que, a pesar de su
maquiavelismo y sus excesos contra el gaucho, logró convertir
a la Argentina en un país moderno, haciendo énfasis en la edu-
cación: institución de primer orden en un sistema democrático.
La sociedad cubana, tras más de cincuenta años de dictadu-
ra totalitaria, ha llegado a niveles de deformación inimagina-
bles. Los pocos valores de la decimonónica burguesía cubana
republicana fueron convertidos, por el régimen castrista, en re-
zagos del pasado, para así reivindicar los atributos de la mar-
ginalidad: chusmería, guapería, falta de modales, vulgaridad
ciudadana, etcétera. Sin embargo, el problema no es tan simple
para pensar que el desajuste proviene del ser, como han soste-
nido algunos, sino también de sus circunstancias, como diría
Ortega y Gasset.
A esas circunstancias hay que darles soluciones, como las
buscó Martin Luther King en su lucha por los derechos civiles, o
como las expuso el senador demócrata por Nueva York, Daniel
Patrick Moynihan, en su informe sobre la cultura de la pobreza
en los ghettos negros de Estados Unidos. Hoy esta última na-
ción recoge los frutos de sus respectivos empeños, sin que esto
implique que no haya que seguir mejorando y perfeccionando,
pues si algo tiene de revolucionaria la democracia es que está
abierta a la revolución permanente.
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Ficciones
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La verdadera historia de Placetas
De la saga El Ciro versus La Seguridad del Estado
Amigos, les contaré cómo destruí a los agentes del G-2 de Pla-
cetas:
Llegamos Claudio y yo a Placetas al mediodía en nuestro
helicóptero, entre los vítores y el júbilo de los placeteros, que
hasta entonces sufrían bajo el yugo de la Seguridad del Esta-
do. Preguntamos dónde estaba ubicado el domicilio del amigo
Antúnez y nos dirigimos hacia allá. Al vernos, un policía de la
posta que el G-2 tenía ubicada en la esquina nos pidió los car-
nets, ignorando mis poderes jedi. Fue así que lo puse a levitar a
cuarenta metros del suelo (ahora que recuerdo, nunca lo bajé).
El resto de la guardia huyó despavorida.
Entrevistamos pues al bueno de Antúnez, que estaba el po-
bre bastante flaco por el ayuno. Hablamos unas horas y me dio
los nombres de los culpables de que en Cuba las casas se es-
tuvieran cayendo: eran unos tales Raúl y Fidel Castro, que al
parecer son hermanos. Me despedí prometiéndole que me haría
cargo de ellos en cuanto llegara a La Habana.
A la salida de su casa --¡sorpresa!-- habían tres camiones
de la policía especializada comandadas por el capitán del G-2
Clavo de Línea, con tonfas y otros utensilios. Envié a Claudio
a conferenciar para evitar un derramamiento de sangre, pero
regresó con un chichón y entonces me empingué. Ante una ava-
lancha policial saqué el sable de luz y corté diez cabezas. Clavo
de Línea ordenó entonces que dispararan las Makarov, pero nos
hicimos transparentes y las balas se estrellaron contra la facha-
da de la casa, y una hizo volar el radio Selena de Antúnez. Me
volví a empingar.
—¡Torbellino!— grité, y hubo silencio y expectación.
Pero este nuevo pluging no me funcionaba bien y solo se
encendió un ventilador en la casa de enfrente. Ahora volvieron
al ataque con fieros gritos y tonfas, pero los hice volar en peda-
zos con la onda expansiva que impulsa la palma de mi mano, a
todos menos a uno: Clavo de Línea.
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El Chavo había capturado a Claudio y lo conducía en un
taxi del Ministerio del Interior hacia el cuartel general de Santa
Clara (en La Habana ya los carros del MININT son Audi y Mer-
cedes, pero en Placetas el G-2 es una mierda). Raudo, monté
mi helicóptero y lo perseguí hasta allí, donde, por uno de esos
azares de la vida, se me acabó el combustible sobre el mismí-
simo G2-landia, y me estrellé contra su placa de fibrocemento
haciendo volar todo el edificio. Casi mato al Coco Fariñas, al
que acababan de soltar luego de estar preso una semana.
Cuando Clavo de Línea llegó, lo cogí por cuello y lo lleva-
mos a la línea férrea más cercana para hacerlo honrar su nom-
bre. No sé si ya lo habrán sacado del raíl. Por lo pronto, nosotros
estamos dándole caza al par de rufianes Castro para ponerlos a
trabajar el resto de sus días en una microbrigada.
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El dictador
por Ernesto G.
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