Anda di halaman 1dari 2

Felicidad y Vida Buena

¿Están relacionadas?

Al recorrer la historia del ser humano se hace evidente que la vida del hombre no puede definirse
como un simple acontecer casual y causal. Ni de manera colectiva (la vida del hombre como ser
social) ni de manera individual (la vida del hombre como ser autoconsciente) basta ésto para
explicar cómo es la existencia humana. Ya sea real o imaginado, la vida humana parece dirigirse
hacia un fin, en ambas dimensiones (colectiva e individual). Afirmamos ésto observando cómo con
los siglos han existido siempre formas de vida, con sus códigos de conducta, racionalizados a través
de la filosofía o sublimados a través de creencias y ritos mediante las religiones, cuyo objetivo era
hacer que el hombre, como individuo y como comunidad, alcanzaran una existencia satisfactoria en
lo posible.
Satisfactoria en referencia a la adversidad incontrolable y la contingencia humana: elaborar un
sistema a través del cual el mundo parezca comprensible y aceptable, que permita construir la vida,
aún con la inevitabilidad de desastres naturales, enfermedades y muerte; Y satisfactoria en
referencia a la imprevisibilidad del otro ser humano con el cual se establece la convivencia y con el
poder social: la probabilidad de la violencia y el desacuerdo, conflictos de propiedad y obediencia a
las normas sociales; Además de satisfactoria en relación al propio individuo consigo mismo, con las
aparentes contradicciones, la aceptación de un rol social, el conflicto interno recurrente entre el
dictado de la razón y el de la voluntad...
Estos tres factores son dimensiones de la vida humana, que de manera articulada e interrelacionada
son engranajes de la existencia y por ende constituyen elementos de la felicidad.
La satisfacción de la que hablamos, respecto al medio y la naturaleza, respecto a los otros hombres
y respecto a uno mismo, presenta una misma forma en los tres casos, y es el conflicto entre
determinismo y libertad: respecto a la muerte y la naturaleza, respecto al grupo y al otro hombre,
respecto a lo que deseamos, ¿somos libres o estamos sujetos a una voluntad ajena a lo abarcable por
nuestras decisiones? Esta angustia parece común en múltiples culturas y épocas históricas, y a partir
de ella ha de elaborarse el proyecto de vida que como seres no sólo racionales y volitivos, sino
sobre todo autoconscientes, necesitamos desarrollar.
El proyecto de vida del individuo está directamente ligado al proyecto de vida social, relacionado
con una forma de vida y de entender el mundo. Sea cual sea esta forma de entender el mundo,
parece que siempre encontraremos, de forma resumida, caminos diferentes trazables en él, todos
ellos tendentes a una de dos posibilidades: lo bueno o lo malo. Lo bueno y lo malo se adaptan a
cada forma de vida en sus aspectos particulares, pero en rasgos generales, aparece de por medio un
fin del cual una forma de vida se aleja, y al cual la otra se acerca: y es precisamente esa satisfacción
con el medio, con los otros y con nosotros mismos, la felicidad.

Si en estas cuestiones tienen que ver tanto la filosofía como la religión, es porque ambas comparten
esa preocupación por cómo deben ser las cosas y cómo son de facto. Ambas se solapan en múltiples
aspectos éticos y en la cuestión de la conciencia moral. Y las dos presentan modelos de vida,
modelos de vida buenos que hagan del ser humano un ser feliz, siendo la felicidad un término
polisémico dado el desarrollo del mismo a lo largo de la historia y las culturas, y con él, también el
concepto de vida buena: pues ambos están profundamente relacionados. Lo consideramos así
debido a que nadie, en ningún momento ni lugar, considera que la felicidad llegará por si sola a la
vida de cada cual, haga lo que haga y de la manera en que le plazca1. La felicidad se considera un
objetivo al cual se piensa que se podría llegar por ciertos caminos, pero no por todos.

En la historia de occidente, ambos campos, filosofía y religión, han sido determinantes para que se

1. Tal vez debido a que el ser humano es un ser vivo que como cualquier otro ha de adaptarse al medio, con la
añadidura de una dimensión no biológica como es la cultura, haya nacido esta idea: hay maneras de vivir que
permiten sobrevivir y otras que no.
elaborara el concepto actual de felicidad y de vida buena. Unos términos que hoy por hoy parecen
bastante difusos y relativos como consecuencia de nuestra forma de vida. No son pocos los libros
que nos hablan de “recetas” para la felicidad, pasos a seguir para alcanzar un existencia cuanto
menos aceptable. Actualmente no resulta extraño que aquello que antes se llamaba destino o hado se
considere como “dotación genética” o temperamento, y que la libertad se articule en torno a
conceptos más utilitaristas, relativos a la toma de decisiones respecto a una u otra opción: no se
recalca tanto la capacidad de deliberación como el hecho de que el resultado final será señalado por
el individuo. Los recetarios de los que hablamos suelen tener en cuenta, además del paquete
genético que predetermina la capacidad de ser feliz, aquello que determina, pero de una manera
menos estricta que la genética, qué decisiones tomaremos en la vida, más o menos acordes a una
vida buena: la educación, las experiencias personales2...
Todas las fórmulas se elaboran teniendo en cuenta las condiciones de vida actuales de occidente:
velocidad de la vida y la información, disponibilidad de tiempo libre, competitividad laboral y
personal, ausencia de marcos rígidos omnicomprensivos de carácter religioso, pluralidad de
conceptos de bien y felicidad, necesidades básicas cubiertas y, además, excedidas, globalización...
Si la felicidad no estuviera ligada a una forma de vida, por ende una vida buena, no tendría sentido
que se buscaran y elaboraran fórmulas para ella. No tendría sentido la reflexión acerca de las
acciones humanas, su consideración como positivas o negativas, su reprobación y castigo o su
ensalzamiento. No tendría sentido la ética.
Que luego la felicidad y el bien que conduce a ella sean considerados de una manera u otra, de
manera utilitarista o hedonista, de manera más abstracta o racionalista, eso es otra cuestión.

2. Martin Seligman considera que la fórmula de la felicidad es S + C + V: set genético, circunstancias y voluntad.
Eduardo Punset nos da una fórmula algo más compleja: E ( M + B + P ) / R + C, en la que E = emoción al
comienzo y al final del proyecto en cuestión, M = mantenimiento y atención al detalle, B = disfrute de la búsqueda
y la espectativa, P = relaciones personales, R = factores reductores (como el recurso a la memoria grupal,
predominio del miedo, interferencia con los procesos automatizados, ausencia de “desaprendizaje”).

3. Es interesante señalar que respecto a ciertos factores, no es la primera vez que en occidente se vive una época
de tales características. Alejandro Magno trajo la primera globalización de occidente, la convivencia de una
pluralidad de formas de vida... Y es precisamente en este contexto cuando en Grecia se vive una etapa en la que
proliferan escuelas en las cuales se ofrecen pautas prácticas para alcanzar la felicidad, en un momento en el cual
toda referencia tradicional se disuelve. Ejemplos claros, los epicúreos y los estoicos. Ya el estoico Epicteto
escribió un “Manual de vida” que poco tiene que envidiar a las obras de Punset y Seligman.

Laura Rodríguez Estupiñán


1º Licenciatura Filosofía,
Ética I
09/10, USal

Bibliografía

·Reale y Antíseri, “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Herder, 2010


·Antonio Estévez M., “La felicidad y la vida buena”, 2003
·Martin Seligman, “Auténtica felicidad”, Ediciones B, 2002
·Epicteto, “Manual de vida”
·Eduardo Punset, “El viaje a la felicidad”, Destino, 2005

Anda mungkin juga menyukai