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TRABAJO PRACTICO

LA RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL:
LA CULPA COMO FUNDAMENTO
SUBJETIVO

Derecho Civil II

Cátedra 3

Comisión 7

Titular: Dra. Guarnieri

Integrantes: - Aizpitarte, Alejandra


- Fuentes, Dania
- Lavecchia, Leonardo
- Mojer, Esteban

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INDICE GENERAL

LA RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL:
LA CULPA COMO FUNDAMENTO
SUBJETIVO

1. Responsabilidad Civil
a) División
b) Elementos comunes
c) Teorías

2. Fundamento Subjetivo de la Responsabilidad Extracontractual: La


Culpabilidad
a) Concepto de Culpa
b) Evolución histórica

3. Recepción en el Código Civil Argentino

4. Imputabilidad de la Responsabilidad Extracontractual por el Hecho


Propio
a) Casos especiales
b) El resarcimiento de equidad en los hechos involuntarios ilícitos

Bibliografía

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La Responsabilidad Extracontractual:
La Culpa como fundamento subjetivo

1. Responsabilidad Civil
Así como lo hicimos al estudiar el tema de la responsabilidad civil en particular, podemos decir
que es la que consiste en reparar, por medio de una indemnización pecuniaria, el daño que se ha causado a
otros; es decir, que es aquella que nace cuando alguien resulta perjudicado como consecuencia de la
violación de un deber jurídico preexistente. Sería la relación existente entre quien causa un daño y la
víctima.
El término “responsabilidad” viene de “responder”, el cual deriva del latín “respondere”, que
significa contestar o satisfacer.

a) División

Para caracterizar a la responsabilidad civil, hay que atender a dos conceptos básicos: los actos
lícitos y los actos ilícitos:

– Actos lícitos: la responsabilidad surge de hechos voluntarios concordantes con la voluntad del
legislador y la intención de los fines que persiguen las partes (según el art. 944, constituyen los actos
jurídicos);
– Actos ilícitos: son los actos que contradicen la voluntad del legislador. Se infringe el precepto
“alterum non laedere”. Según el art. 1066: “Ningún acto voluntario tendrá el carácter de ilícito, si no
fuere expresamente prohibido por las leyes ordinarias, municipales o reglamentos de policía; y a ningún
acto ilícito se le podrá aplicar pena o sanción de este Código, si no hubiere una disposición de la ley que la
hubiese impuesto.”.
Para que sea considerado como tal, debe tener los siguientes elementos: A – la violación de un
precepto prohibitivo o imperativo; B – la voluntariedad del comportamiento positivo o negativo que viola
el precepto o lesiona los intereses del otro. Esta voluntariedad se interpreta como “culpa”, modernamente
conocida como “culpa aquiliana”. Son siempre imputables, pues se los considera voluntarios, lo cual
hace que pese sobre los mismos una sanción, que bien puede ser civil (caducidad o pérdida de un derecho,
más el resarcimiento), o penal, si fuese más grave, cuando deriva en un delito criminal.

A partir de dicha diferenciación, podemos hablar de:

- Responsabilidad Contractual: aquella que deriva de la infracción a un contrato o a una relación


jurídica anterior que vinculaba a las partes;
- Responsabilidad Extracontractual (o también llamada “Responsabilidad por el Hecho
Ilícito”): aquella que deriva de la violación del deber genérico de no dañar a los demás, “Alterum non
laedere”, generando delitos o cuasidelitos. Legislada en los arts. 1066 a art. 1136, es la que ha tenido
mayor desarrollo debido a las diversas situaciones que han ocurrido a lo largo de la historia. Dentro de
esta responsabilidad, nosotros abordaremos el aspecto subjetivo de su imputación al actor.

b) Elementos Comunes
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La mayoría de los autores enumeran tres elementos comunes a ambas responsabilidades, a saber:

1 – el perjuicio o daño ocasionado;


2 – la imputabilidad (ya que sólo se encuentra obligado a reparar el daño quien por su culpa o dolo
lo ocasionó);
3 – y la relación de causalidad.
Otros autores agregan que se trate de un “hecho ilícito” o “antijurídico”.
Si bien poseen elementos comunes, hay dos teorías extremas, la “Teoría de la Dualidad” y la
“Teoría de la Unidad”, cada una de ellas sostenida por importantes autores, tanto nacionales como
extranjeros.

c) Teorías

1 – Teoría de la Dualidad: desarrollada por el jurisconsulto francés Saintelette, en el año 1884,


toma como dos únicas fuentes al contrato y a la ley, cuya violación genera consecuencias totalmente
opuestas. Sostenía la inexistencia de la responsabilidad contractual, quedando solamente la
extracontractual, dentro de la cual se encontraría también la otra, puesto que todo se reduce a la voluntad
pública, que asegura el respeto a la ley y se vincula con el orden público.
Sus ideas fueron seguidas por Demolombe, Josserand, Colin, Capitant, Aubry y Rau, como así
tambien por nuestro propio legislador, más que nada siguiendo los pasos de los dos últimos enunciados,
volcando dicha dualidad en el Código Civil Argentino.
La dualidad de regímenes presenta importantes diferencias entre cada uno de ellos:
- la demostración de la culpa: el incumplimiento contractual la presume, en cambio en la
extracontractual la víctima debe demostrar la culpa del actor;
- la mora del deudor: en el contractual, se produce por la interpelación que debe hacer el
acreedor; mientras que en el extracontractual, basta con la concreción del delito o cuasidelito;
- la capacidad: en la contractual, la mínima se adquiere a los catorce años (art. 921); en la
extracontractual, a los diez años (art. 921 y 1076);
- los plazos de prescripción: contractual, para acciones personales, prescriben a los 10 años (art.
4023); para el otro, el plazo es de dos años (art. 4037);
- la reparación: contractual, no va más allá de las consecuencias mediatas (art. 520 y 521); para
el extracontractual, excepcionalmente puede llegar incluso a las casuales (art. 901 a art. 906,
sobre las casuales, cuando se imputan, art.905, según las miras que tuvo al ejecutar el hecho);
- las cláusulas limitativas: son generalmente válidas en lo contractual, pero ineficaces en el otro
régimen.

2 – Teoría de la Unidad: desarrollada por Grandmoulin en el año 1892, seguido por Lefebvre,
Planiol, Ripert, en Francia, y en nuestro país por Spota, Salas, Trigo Represas, López Cabana, sostenía
que las obligaciones que nacen tanto de los contratos como de las leyes, son esencialmente iguales, puesto
que el contrato es ley particular, subordinada a la ley, que es la norma general. También sostenía que el
incumplimiento del contrato devenía en una obligación nueva de reparar, como en el ámbito
extracontractual. En contra de las diferencias sostenidas por la otra teoría, Grandmoulin afirmaba:
- para la demostración de la culpa: no utilizar diferente sistema, sino el de las obligaciones de
medios y de resultados;
- para la mora del deudor: luego de la reforma al art. 509, no siempre es necesario interpelar; y
en el régimen extracontractual, poco importa la morosidad, ya que queda absorbida por el
hecho ilícito;
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- la capacidad de obrar y discernir: no es posible asimilarlos, ya que la primera se refiere a la
aptitud para actuar por sí mismo, y la segunda es una valoración legal sobre el momento en que
alguien puede juzgar su propia conducta (para mayor aclaración, ver el apartado de
“Imputabilidad”);
- la prescripción y la reparación: se mantienen inconciliables entre ambos regímenes;
- la competencia judicial: es de poca relevancia, ya que se trata de un mecanismo procesal;
- las cláusulas limitativas: se mantiene la diferencia, aunque en la actualidad son, cada vez en
mayor medida, anuladas o tachadas de nulidad.

3 – Teorías Intermedias: a partir de 1930, varios autores comenzaron a afirmar que si bien ambos
tipos de responsabilidad son distinguibles, lo que existe son dos regímenes distintos y no dos clases
distintas de responsabilidad. Ambas coinciden en la consecuencia de la reparación de los danos
ocasionados.
Esta tesis tuvo su mayor desarrollo e influencia en Francia, con autores como los hermanos
Mazeaud, Brun, Chabas, Savatier.

2. Fundamento Subjetivo de la Responsabilidad


Extracontractual: La Culpabilidad
El fundamento reside en dar respuesta a cuál es la razón que impone afrontar la reparación del
daño, si le corresponde a la víctima o al causante, o bien si se es responsable sólo cuando alguien es
culpable.
Dicha cuestión logró dividir y enfrentar a la doctrina francesa, entre sus grandes civilistas, ya que
por un lado Capitant, Mazeaud, Planiol, Ripert y otros más, y entre los nuestros, Galli, Salvat, Llambías,
sostenían a la “Culpa” como el único fundamento válido, el “Fundamento Subjetivo”. Y por otro lado,
autores como Josserand, Marton, Saleilles, y entre los nuestros, Spota, Mosset Iturraspe, Borda,
sostuvieron la “Teoría del Riesgo” (que escapa a nuestro objeto de estudio), el “Fundamento Objetivo”,
quien crea los beneficios, y daña, carga con sus consecuencias; era la responsabilidad por el riesgo creado,
la cual incluía el “riesgo”, la “garantía”, y la “Culpa Objetivada”, que aprecia el acto productor del
perjuicio respecto de su conformidad con las reglas que son propias a la conservación de la paz social, y
por ende no existirá culpa si no se ha faltado o dejado de cumplir deber alguno.
Las razones por las cuales ubican a la culpa como el fundamento de la responsabilidad civil, son
las siguientes:
- por los antecedentes históricos, la Ley Aquilia romana, que así la consagraban (ver apartado
sobre la Evolución Histórica);
- cuestiones de orden cultural, moral y de tradición, de tener como responsable a quien obra mal,
castigándolo;
- cuestiones prácticas, ya que sin culpa no se puede obtener un nexo de causalidad material, y
por lo tanto, no se puede imputar la misma.

En nuestro Código Civil, el art. 1067 dispone: “No habrá acto ilícito punible para los efectos de
este código... sin que a sus agentes se les pueda imputar dolo, culpa o negligencia”; y en el art. 1109:
“Todo el que ejecute un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la
reparación”.
O sea que, en un principio, para nuestro Código no había responsabilidad sin culpa, pero a su vez
ya coexistían supuestos de responsabilidad sin culpa, como ser el expuesto en el art. 1129 : “El daño
causado por un animal feroz, de que no se reporta utilidad para la guardia o servicio de un predio, será
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siempre imputable al que lo tenga, aunque no le hubiese sido posible evitar el daño, y aunque el animal se
hubiese soltado sin culpa de los que lo guardaban.”. Otros ejemplos de hechos no ilícitos pero de los que
se derivan daños a terceros, por los cuales se responde son los casos de la responsabilidad por el hecho de
otro, o de los animales o cosas de que uno se sirve o tiene a su cuidado (art. 1113, 1124).
Por las razones expuestas, donde mejor aparece la culpa como fundamento subjetivo es en la
“responsabilidad por el hecho propio”, y la teoría del riesgo en el resto de los casos enunciados.

a) Concepto de Culpa

El término culpa implica siempre una reprobación dirigida a una persona, no refiriéndose solo a los
comportamientos intencionales, sino también a la falta de control del propio comportamiento en relación
con un modelo.
Según Trigo Represas, la culpa puede significar el “quebrantamiento de un deber jurídico,
comprendiendo tanto la violación dolosa como la culpa propiamente dicha”; y en un concepto más
estricto, la culpa en el sentido de negligencia, descuido, imprudencia, desidia, falta de precaución,
cometidos sin intención; no existe el propósito deliberado de incumplir.
El concepto de culpa aparece por primera vez en el Digesto, luego aparece interpretado por los
glosadores, los comentadores, los estudiosos de la Escuela de Derecho Natural y los autores de los
códigos. Ello subordinado a un principio general: la culpa es punible cuando causa un daño a la cosa
ajena.
La punibilidad no solo se aplica en las conductas propias, sino también en conductas de terceros
cuando ellas han resultado de: la falta de vigilancia (culpa in vigilando: menor de edad) , o de la elección
malévola (culpa in eligendo: culpa de los dependientes).

b) Evolución Histórica

LAS LEGISLACIONES MAS ANTIGUAS

Las legislaciones , que precedieron al derecho romano, muestran casi en su totalidad una visión
única: sólo toman en cuenta la responsabilidad extracontractual. Estas antiguas normas jurídicas se
orientan hacia una premisa común, exteriorizada a través de un doble propósito: por un lado, restablecer el
equilibrio jurídico antes del daño, y por otro, evitar la venganza como forma de dirimir los conflictos.
Tanto en el Código de Hamurabi, como en las antiguas leyes egipcias , así como también el
derecho penal chino, lo mismo que en el japonés, no se distingue entre dolo e imprudencia.
En las leyes hindúes, las de Manú, es donde se cree que aparece por primera vez el concepto de
responsabilidad contractual. Así, en la esfera de las convenciones particulares, todo contrato celebrado por
un ebrio, un loco, un niño o un anciano, carece de todo valor. En estas leyes hindúes, como en la mayoría
de los ordenamientos antiguos, ante el daño se impone una pena, antes que una indemnización. Es
necesario remarcar esto último, ya que en muchos casos la pena no guarda relación con el daño sufrido
por la víctima, demostrando una desproporción en el método. Así, cuando al dueño de los animales que
habían causado la devastación de un campo se le imponía una pena que era igual al décuplo del valor de la
cosecha que se le debía al rey.
En el derecho griego, si bien se confunden las responsabilidades contractual y extracontractual, sin
embargo, se distingue entre el daño causado intencionalmente ( la pena del doble del valor de la cosa
dañada ) y el causado por descuido ( que se penaba con el valor simple de la cosa ).

LA LEY DE LAS DOCE TABLAS

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La legislación romana, que recibió la influencia de estos remotos antecedentes, descansaba sobre
principios religiosos. Religión primitiva y politeísta, buscaba con la pena satisfacer más a los dioses que a
los hombres. Por eso aquí también , como en muchos de los pueblos primitivos, la pena significa más
expiación que reparación.
Los principios jurídicos romanos más antiguos se institucionalizan a través de la ley de las Doce
Tablas (450 AC) que son un verdadero compendio jurídico que recepta disposiciones de la época
monárquica junto a otras que surgieron en la etapa republicana.
Aunque la pérdida de las tablas originales hace hoy imposible conocer los contenidos textuales, la
doctrina ha propuesto varias reconstrucciones, como las de Dirksen y Schoell a las que se agregan los
Comentarios de Gayo, que aparecen en el Digesto.
Ante la agresión física, la ley decenviral establece el principio ancestral de la reparación del mal
con otro mal de la misma entidad, por aplicación del sistema talional, pero dando al ofensor la
posibilidad de evadir esta forma de venganza mediante la composición pecuniaria.
La regla general en la ley de las Doce Tablas, es que la pena debe imponerse al autor del daño sin
que importe si lo ha causado intencionalmente o por descuido. Sin embargo, en algunos casos, se hace la
distinción entre el dolo y la culpa, como en el caso del homicidio o en el del incendiario.
Por lo general, la pena pública se reserva para los delitos graves, como el homicidio del hombre
libre, el falso testimonio o los atentados contra los magistrados. En la mayoría de los delitos se aplican
penas privadas, qua generan acciones para el damnificado, a fin de que pueda éste obtener el resarcimiento
del daño sufrido.
En esta época no puede aún hablarse de responsabilidad contractual. El incumplimiento de lo
pactado en una convención, es colocado dentro de la órbita de la responsabilidad delictual, pues se
considera que el incumpliente ha obrado con engaño o infidelidad.

EL DERECHO HONORARIO

Durante la república va a surgir, gradualmente, un nuevo derecho, una nueva forma de observar y
resolver los conflictos jurídicos, a través de lo que se denomina “Derecho Honorario”. Es en esta etapa
en la que los romanos comienzan a preguntarse si la ley sólo debe interpretarse a través de su tenor literal,
o si, además puede llegar a ser útil el investigar la intención del legislador; o si en los negocios jurídicos
puede aplicarse el criterio subjetivo de la interpretación de la manifestación de la voluntad, como en el
caso de la muy conocida “causa curiana”, en la que se discutió entre la interpretación literal del
testamento o la intención del testador.
Esta verdadera revolución jurídica surge por obra y gracia del derecho de gentes, producto del
encuentro de Roma con otros pueblos, derivado de la expansión geográfica, fruto de sus conquistas
militares; significando una transformación real en las estructuras jurídicas romanas. Era aplicar el viejo
derecho civil, contenido en la ley de las Doce Tablas, pero orientándolo en su interpretación hacia
horizontes más amplios, más justos.
Es esta etapa en la que , en el plano contractual, frente a las acciones de derecho estricto aparecen
las acciones de buena fe, todo dependía del tipo de relación jurídica de que se tratase. En ciertos casos,
cuando el negocio respondía al interés exclusivo del deudor, como en el comodato, se impone al
comodatario el deber de custodia sobre la cosa. En tales circunstancias extraordinarias, como el naufragio,
el incendio o el derrumbe, obran como eximentes de responsabilidad, no liberando del resarcimiento el
robo o la fuga del esclavo. Lo mismo sucede en los conocidos casos del tintorero o del sastre, ya que la
tela o el traje entregados generan el deber de custodia, pues tanto el tintorero como el sastre reciben por
el trabajo una retribución.
Cuando no existía el deber de custodia, como en el depósito, sí se ejercían acciones de derecho
estricto, el depositario solo tenía obligación de restituir la cosa al depositante. Su responsabilidad sólo
derivaba de actos positivos. Así, por ejemplo, si destruía la cosa, no alcanzándole por actos negativos,
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como la omisión.
Los acciones de buena fe, aplicando criterios más justos, amplían sensiblemente la responsabilidad
. A ese mismo depositario, si se le demandaba por una acción de buena fe, se lo hacía responsable tanto
por sus actos positivos como por los negativos. Esto significa la transformación del objeto de la
obligación: del “dare” del derecho estricto se llega al “dare facere” del derecho de gentes. Aquí la
obligación no consiste solo en devolver la cosa, sino también en observar los cuidados necesarios para que
la cosa no se destruya o se deteriore. Se aplica en esta etapa, el principio de la buena fe. Esto significa
examinar el problema de la culpa con una óptica nueva, distinta, que permite imputar dolo a quien comete
un acto antijurídico consciente. Pero también al que incurre en toda clase de deslealtades contractuales; en
suma, todo obrar impropio de personas honradas. Se exige entonces que el depositario obre como un
hombre honesto, esto es, cuidando la cosa como si fuese propia .
Los jueces, magistrados y árbitros de aquellas épocas tienen amplia libertad para apartarse de la
estricta letra de la ley y fallar conforme a la equidad, los usos y costumbres, las características de la
relación jurídica y el grado de interés de las partes en la misma.
Es ésta la era de los Pretores, en la que se define el concepto de dolo, como resultante de la
conducta de quien tiene conciencia del daño que el resultado ha de producir y voluntariamente lo provoca.
Y la idea de culpa, como la de la conducta de quien no prevee el resultado, pero hubieran podido preverlo
de haber obrado con diligencia y cuidado.
Es éste el momento del derecho romano clásico donde aparece el tema de la graduación de la
culpa. Para aquellos juristas existe una culpa grave, que es la que no cometería un hombre que estuviese
dotado de inteligencia más vulgar. Y una culpa leve, que es la que resulta inadmisible en un buen
administrador.
En el período post-clásico, qua va a culminar con Justiniano, si bien los juristas se apartan del
concepto de la buena fe, es posible encontrar de mejor manera las pautas esenciales qua hacen al tema de
la culpabilidad. Hay una culpa grave que se asimila a la idea del dolo. También existe una culpa leve que
puede ser considerada in abstracto o in concreto. La culpa leve in abstracto es tomada a partir de un
modelo objetivo: es el cuidado que pone en sus negocios un buen padre de familia. La culpa leve in
concreto es tomada a partir de un patrón subjetivo, correspondiendo a quien ha obrado con la misma
diligencia con que acostumbra cuidar de sus negocios. Es decir que aquí se tienen en cuenta las
condiciones personales del sujeto. Como regla general, la culpa leve era considerada in abstracto. Solo por
excepción podía ser tomada in concreto. Tales los casos de la responsabilidad de los copropietarios entre
sí, o la del marido en la administración de los bienes dotales. El motivo de estas excepciones era que, tanto
los copropietarios como el marido, en estos casos, manejaban los negocios propios simultáneamente con
los ajenos, y entonces sólo se les podía exigir el cuidado habitual.
Del período justinianeo se pretende hacer surgir la “Graduación Tripartita”, que considera tres
tipos de culpa: grave, leve y levísima.
Considerábase levísima la culpa en la que no podía incurrir un excelente padre de familia, un
individuo sumamente meticuloso en sus negocios.
Hoy, la mayoría de los autores ya han desvirtuado la afirmación respecto del tiempo en el que
surge la graduación tripartita, estimándose que recién aparece con los glosadores, cinco siglos después de
Justiniano. Algunos la ubican como proveniente del antiguo derecho francés.

LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL ROMANA

En la época clásica, la responsabilidad extracontractual era regulada por las disposiciones de la ley
Aquilia (285 a.c) que va a crear una nueva figura jurídica dentro del campo de los delitos: el daño
injustamente causado (damnum iniura datum)
La ley Aquilia constaba de tres capítulos. En el primero se establece que quien matare
injustamente a un esclavo o esclava ajeno, o a un cuadrúpedo o a una res, era condenado a dar al dueño el
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valor máximo que tuvo en aquel año. Así, si el esclavo o el animal estuviesen enfermos o disminuídos al
momento de su muerte, había que tener en cuenta la fecha en que se había producido la enfermedad o la
disminución. Porque si la disminución del valor hubiese ocurrido dentro del año del hecho dañoso, debía
indemnizarse por el valor del esclavo o del animal, tal como si estuviesen sanos.
Es el tercer capítulo en que ofrece una solución similar en el que se determina que si a1guien
hiciese daño a otro porque hubiere quemado, quebrado, o roto injustamente, debía ser condenado a dar al
dueño el valor que la cosa alcance en los treinta días próximos.
El texto de esta ley exime de responsabilidad a quien obrare con justicia: “quien mate a un ladrón a
quien sorprende de noche, o de día si éste se defiende con armas”.
En un principio, la ley Aquilia era de aplicación restrictiva, pues sólo alcanzaba a los casos en que
el daño hubiese sido causado por el cuerpo (corpore corpori datum). Es decir, siempre que exista un
contacto directo del autor del daño con la cosa dañada. Es posible ejercer la acción de la ley Aquilia
contra el que hiere o mata a un esclavo o a un animal ajenos , pero no contra quien lo encierra o lo deja
morir de hambre; como tampoco contra aquellos que dan ocasión a la muerte, en el caso de quien entrega
una espada a un loco.
Tiempo después, el Pretor terminará con estas limitaciones, extendiendo el ámbito de aplicación
de la ley Aquilia hacia daños causados non corpore datum mediante acciones in factum, basadas en
hechos.
Dentro de esta ley, el daño puede ser causado por dolo o por culpa. Lo que interesa es que exista
un hecho o un acto directo: alguien que ataque un esclavo o un animal ajenos , o que haya negligencia
derivada de un hecho. Tal como en el caso de un médico que opera un esclavo, y que, después de
intervenirlo, lo deja morir por falta de cuidados.

EL ANTIGUO DERECHO FRANCES

En este período pre-napoleónico al igual que durante las épocas del derecho romano clásico y post-
clásico, se confunde responsabilidad contractual y extracontractual, delitos penales y civiles.
Esto ocurre hasta que Domat, que es considerado como el más importante jurista del antiguo
derecho francés y principal inspirador del Código Napoleón, afirma que la culpa puede asumir tres
variables: a) la que surge de un delito y que compromete a su autor para con el Estado y para con la
víctima; b) la culpa de quien no ha cumplido sus compromisos, cuando éstos surgen de las convenciones;
c) aquellos que no estén unidos a la víctima ni por delito ni por convención, como el caso de quien causa
un incendio por descuido, o quien no repara un edificio que amenaza ruina y éste se desploma sobre otro.
En esta etapa será Pothier quien sostenga y pruebe la supervivencia de la graduación tripartita al
definir la culpa grave o lata como “la que comete quien no pone en asuntos ajenos el cuidado que las
personas menos cuidadosas y más estúpidas ponen en sus propios asuntos”.
La culpa grave aparece como la conducta contraria al cuidado ordinario que las personas prudentes
ponen en sus asuntos, y culpa levísima, que significa no poner el cuidado quo las personas mas atentas
ponen en sus negocios.
En esta época, anterior al Código Civil Francés, dos cuestiones de suma importancia van a
preocupar a los juristas : la culpabilidad en la ley Aquilia y la noción de cuasidelito.
Respecto de la noción de culpabilidad requerida por la ley Aquilia, ésta da origen a arduas
polémicas entre quienes sostienen que la culpa aquiliana también puede aplicarse cuando hay culpa
levísima, y la opinión de los romanistas, que piensan que la culpa es leve in abstracto de acuerdo al
concepto del buen padre de familia.
En cuanto al cuasidelito, se reafirma en ese tiempo, el concepto de que lo configura el daño
causado por imprudencia.
La imprudencia, dirá después Theillard en la exposición de motivos del Código Civil Francés, es
“la falta de vigilancia sobre uno mismo”.
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La idea de relacionar al cuasidelito, con la imprudencia es errónea ya que Justiniano, al mencionar
este instituto cita el ejemplo del juez que hace suyo un proceso siendo esta figura configurativa del dolo.

EL CODIGO CIVIL FRANCES

La graduación de la culpa, en sus tres niveles (grave, leve y levísima) va a ser expresamente
rechazada por los redactores del Código Civil de 1804. Toman para ello una nueva postura: quién tiene a
su cargo la conservación de la propia cosa debe poner en ella el cuidado que pondría un buen padre de
familia para la conservación de su propia cosa. Con esta afirmación se desvirtúa el principio de la triple
graduación de la culpa, debiendo la misma ser tomada in abstracto, lo que coincide en lo fundamental con
la postura romana.
En el art. 1137 de este Código, puede verse que es obligación de velar por la conservación de la
cosa. sea que la convención no tenga por objeto sino la utilidad de una de las partes, sea que ella tenga por
objeto su utilidad común, somete a aquél que está encargado de ella a aportarle todos los cuidados de un
buen padre de familia.
La postura sustentada por el Código Civil napoleónico pretende ser modificada en la segunda
mitad del siglo XIX. A partir de ese momento se verifica la aparición de diversas teorías que aportan
nuevos elementos sobre el tema. Así del “Acto Anormal” ( Ripert), la del “Beneficio” (Josserand) y la
denominada “Teoría del Riesgo”; teoría ésta que pretende transformar la culpa en un mero nexo
objetivo, desechando considerar el vínculo subjetivo. El que producía el daño debía ser el responsable de
ese daño.

EL CODIGO CIVIL ALEMAN

En materia de culpabilidad, este Código presenta una doctrina e interpretación que no es pacífica.
El art. 276 dice que “la negligencia consiste en no prestar los cuidados requeridos en las relaciones
ordinarias”.
Saleilles considera que aquí el patrón debe tomarse como el hombre de negocios leal y honesto, el
buen administrador, siguiendo en esto los principios de viejas leyes germánicas inspiradas en el concepto
romano del buen padre de familia.
Salvat manifiesta, en oposición a esta interpretación , que no hay en el Código Civil Alemán un
patrón, sino que la expresión “relaciones ordinarias” deja librada la determinación de la culpa a la
apreciación judicial, según la índole del negocio y las circunstancias del caso.

EL DERECHO ESPAÑOL INTERMEDIO

Las leyes de Partidas, siguiendo la postura de los antiguos franceses, reconocen tres especies de
culpa. La culpa está dada de acuerdo al interés de las partes en la relación jurídica.
Si la utilidad es común para acreedor y deudor, como en la compraventa, éstos responden por
culpa grave y leve.
Si la utilidad es sólo para el acreedor, como en el depósito, el deudor sólo responde por culpa
grave.
Si, en cambio, la utilidad es para el deudor, como en el comodato, éste responde por culpa grave,
leve y levísima.

3. Recepción en el Código Civil Argentino

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El estudio de la culpa sirve para ambos campos de la responsabilidad civil, y se encuentra legislada
y definida en el art. 512 del C.Civ, diciendo: “La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación
consiste en la omisión de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que
correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar.”; y como ya se vio
anteriormente, el art. 1067 y el art. 1109 tratan a la culpa, dolo y negligencia conjuntamente, como el
fundamento subjetivo, mientras que en otras normas se dispone el fundamento objetivo, como ser el
comentado art. 1129.

La mayoría de los autores coinciden en que nuestro código se ha apartado de todo sistema de
tipificación anticipada y abstracta de culpa. El criterio seguido por Vélez es amplio y flexible y se adapta a
las múltiples situaciones concretas que pueden presentarse en la vida de la relación.
En la nota al art. 512 Vélez explica que la división de las culpas, si bien es ingeniosa, no es
práctica ni útil. Dice que es necesario considerar ,en cada culpa, el interés de las partes, la intención al
obligarse, que tan estricta es la obligación del deudor, y las circunstancias de cada caso en particular.
La culpa, en esencia, es única e igual para ambos sistemas, si bien presenta ciertas diferencias, por
lo que debe ser apreciada por los jueces de acuerdo a los principios generales contenidos en el art. 512.

El codificador parece volcarse a un sistema mixto, que mezcla características del sistema de
apreciación de la culpa “en concreto” (juzga la conducta del agente de acuerdo a si actuó como debía o
como lo hacía habitualmente, observando los deberes de previsibilidad), y “en abstracto”, en la cual se
establecen tipos ideales para juzgar el comportamiento; es típicamente romano. Aunque el codificador
dice apartarse del mismo, existen resabios, como en el art. 413 al tratar de las obligaciones del tutor, se
toma como tipo de comparación el del buen padre de familia, y lo mismo ocurre en el art. 461, cuando se
menciona la culpa grave del tutor; podemos encontrar más ejemplos en las obligaciones de los socios; en
la normas del mandatario, en donde se presta especial atención al cuidado que se pone en los propios
asuntos, es decir, la culpa leve in concreto de los romanos.

La doctrina enseña que debe prevalecer el art. 512, y el resto de las disposiciones contradictorias
del código se refieren a casos especiales.

La doctrina divide a la culpa en:


– culpa consciente: el autor ha previsto las posibles consecuencias dañosas, pero actúa
igualmente con la esperanza de que alguna favorable casualidad ajena a su hacer, determine que el daño
no acontezca;
– culpa con previsión: ha previsto también las posibles consecuencias dañosas, pero espera evitar
tales consecuencias con su habilidad;
– culpa inconsciente: no media previsión de las posibles consecuencias, por no haber empleado la
debida atención.

Desde un punto de vista práctico, sólo podemos centrarnos en este último concepto, ya que los
anteriores se refieren a procesos mentales.
Maynz ubica a la culpa a mitad de camino entre el dolo y el caso fortuito.

4. Imputabilidad de la Responsabilidad Extracontractual por el


Hecho Propio

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Como hemos visto, en la responsabilidad por el hecho propio el factor de atribución es subjetivo:
la imputabilidad, por culpa o dolo, del agente del daño; es decir que es necesario que, además de la
Relación de Causalidad, que determina el nexo entre el accionar y el daño, constituyendo la “Imputatio
Facti”, pueda ser además ser tenido como culpable del mismo: la “Imputatio Juris”, o Imputabilidad.
Para ello resulta imprescindible que el accionar del agente haya sido voluntario, es decir realizado
con discernimiento, intención y libertad (art. 897 y art. 900), y a su vez, dicha determinación voluntaria
(art. 1076), fuese “dolosa o intencional” o “meramente culpable” (art. 1067). Lo “delictual” está
relacionado con el accionar “doloso”, y la culpa o negligencia configuran “cuasidelitos” (art. 1109).
A ambos elementos de la responsabilidad, la Relación de Causalidad y la Imputabilidad, se los
suele estudiar conjuntamente, pero nosotros nos centraremos en la Imputabilidad por el hecho propio, ya
que es allí donde queda resaltado el papel de la culpa como factor de atribución subjetivo.

La necesidad de la culpa como requisito genérico de responsabilidad, es una exigencia de justicia


con respecto al responsable, lo que justifica la imposición de una sanción al mismo.
No basta una contradicción material entre la conducta del sujeto y lo querido o permitido por la
ley; es indispensable una voluntad reprochable a la que sea dable calificar como “latu sensu”, la cual
comprende al dolo y a la culpa por negligencia, que es la omisión de cierta actividad que habría evitado el
resultado dañoso. En la imprudencia hay una culpa por exceso, pues el sujeto obra precipitadamente o sin
prever íntegramente las consecuencias en las que podía desembocar su acción, de por sí irreflexiva; el
dolo delictual suscita un reproche máximo, y origina la responsabilidad del autor del hecho dañoso.
Este postulado sirve de escudo que ampara a las persona inocentes de los daños que se les pretenda
imputar injustificadamente.

La culpa o negligencia puede consistir en:


- la omisión de las diligencias necesarias en la comisión de los propios actos;
- o bien en la insuficiente vigilancia de las personas dependientes o de las cosas que están bajo el
cuidado o son de propiedad de una persona-- “Culpa in Vigilando”;
- o en la mala elección de las personas o cosas de que se sirve- “Culpa in Eligendo”.

La víctima es quien debe demostrar la existencia de daño, y que no fue responsable del mismo.
Si el sujeto no usó las medidas de seguridad propias para evitar el daño, pudiendo hacerlo si contaba
con los medios idóneos, es culpable subjetivamente.
El derecho me obliga a reparar el daño causado. Para que la sanción sea justa tendrá que ser
proporcionada a la gravedad de la falta cometida por el responsable.
Ya que sería inícua toda sanción impuesta al inocente del daño que pueda haber provocado
mediante un acto involuntario, o de un acto voluntario pero exento de todo reproche, el Cód. Civ.
argentino sanciona en el art. 1067 el postulado “no hay responsabilidad sin culpa”, diciendo: “No habrá
acto ilícito punible para los efectos de este Código... sin que a sus agentes se les pueda imputar dolo, culpa
o negligencia”.
En el derecho comparado, encontramos que en el Código mejicano se excluye al dolo como
descargo para el causante si éste pudiese alegar su inexistencia. Sólo se admite la posibilidad de que el
agente demuestre que el daño se produjo como consecuencia de culpa o negligencia inexcusable de la
víctima.

Podemos nombrar un par de principios rectores:


- sin dolo no hay delito, y sin culpa o negligencia no hay cuasidelito;
- los actos ilícitos son siempre imputables, ya que se consideran actos voluntarios; pero
excepcionalmente hay casos en los cuales no son imputables a su autor, y por lo tanto no existe
la responsabilidad civil.
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a) Casos Especiales

1 – Menores de diez años y dementes: para nuestro código civil, carecen de discernimiento para
los actos ilícitos (art. 921), ya que no tienen la aptitud necesaria para apreciar la naturaleza de su accionar.
Según lo establecido en el art. 1076: “Para que el acto se repute delito, es necesario que sea el
resultado de una libre determinación de parte del autor. El demente y el menor de diez años no son
responsables de los perjuicios que causaren.”.
Según el artículo, dichos actos no pueden reputarse voluntarios (art. 900), y en un principio no
generan responsabilidad a su cargo; eso, sin perjuicio de que por responsabilidad indirecta pudiera recaer
sobre sus representantes legales (padres, tutores).
Lo mismo para los dementes, no se reputan voluntarios mientras no sean realizados en un intervalo
lúcido (art. 921), y además deben reunir otros requisitos:
- la demencia debe existir en el instante en que se produce el hecho ilícito;
- la alteración de sus facultades mentales debe ser total, que prive al sujeto de su discernimiento;
- la enfermedad mental no debe ser consecuencia de hábitos viciosos del propio insano, ya que
sería suficiente para hacerlo responsable del hecho ilícito.
Volviendo a los menores, en el derecho comparado hay dos tendencias:
- el sistema rígido: seguido por nuestro código, que fijan una edad a la cual se considera
adquirido el discernimiento;
- el sistema flexible: más perfeccionado, seguido por el código italiano de 1942, el peruano,
venezolano, etc., donde en cada caso y atendiendo a las circunstancias personales del menor, se
determinará si el mismo tiene o no discernimiento.
En el código mejicano, los padres quedan exonerados si probasen que les ha sido imposible evitar
el daño, dependiendo de la vigilancia que hubiesen ejercido sobre ellos.

2 – Perturbaciones accidentales: por ejemplo, la demencia accidental, que se produce por fiebre
elevada, puede dar lugar a una situación de privación total de la razón, lo cual hace que los actos
realizados durante ese estado se consideren involuntarios (art. 921).

3 – Ebriedad y Toxicomanía: el art. 1070, en su segunda parte, establece que no se reputan


involuntarios los actos ilícitos “practicados en estado de embriaguez, si no se probare que ésta fue
involuntaria.”. Es imputable, ya que el daño estaría precedido por la culpa del sujeto en haber bebido más
allá de su grado de tolerancia alcohólica. La excepción se da si fue involuntaria y si dio lugar a un estado
de inconciencia tal que el discernimiento haya desaparecido.
Por analogía, se aplica al uso de estupefacientes u otros tóxicos similares.

4 – Sordomudos que no saben darse a entender por escrito: está privado de la expresión de su
voluntad, pero no de su discernimiento, por eso deben reputarse plenamente responsables de los hechos
ilícitos que realicen. Su declaración de incapacidad y sumisión a curatela sólo se origina en la necesidad
de protegerlos, porque en la vida de la relación se encuentran en una situación de inferioridad.

b) El Resarcimiento de equidad en los hechos involuntarios ilícitos


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Luego de la reforma del año 1968, con la ley 17.711, se le agregó al art. 907 un segundo párrafo,
disponiendo: “Cuando por los hechos involuntarios se causare a otro algún daño en su persona o bienes...
los jueces podrán... disponer un resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en razones de
equidad, teniendo en cuenta la importancia del patrimonio del autor del hecho y la situación personal de la
víctima.”
De dicho artículo se desprenden las siguientes consideraciones:
- sólo se aplica a daños ocasionados por actos involuntarios antijurídicos;
- “los jueces podrán”, es decir, que todo queda librado a la voluntad del magistrado”;
- esta solución igualmente se encuentra lejos de una reparación integral, en materia de daños y
perjuicios, ya que sólo se establece un “resarcimiento de equidad”.

Según el art. 1069, el juez debe otorgar la indemnización, aunque puede reducirla considerando el
estado patrimonial del deudor; mientras que para los hechos ilícitos involuntarios existe un doble tope:
“situación patrimonial” de la víctima y “patrimonio” del victimario; para los hechos ilícitos culposos hay
un único tope: “situación patrimonial” del victimario.

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