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El notable autor peruano vuelve a publicar tras siete años de silencio

¿QUIÉN ES LUIS LOAYZA?


La publicación en España de Libros extraños, nuevo volumen de Luis Loayza
(Lima, 1934), escritor tan secreto como admirado, nos plantea la interrogante de
una obra mínima pero poderosa y de largo alcance.

Fiel a Borges, Loayza ha leído mucho más de lo que ha escrito. Libros extraños
(Pre-Textos, Valencia 2000), su más reciente libro, es, en primer lugar, un hijo del
silencio de la lectura. Fértil silencio, aplicado tantas veces a la traducción y a la
reflexión, otra vez como Borges, su maestro. Sus traducciones de De Quincey,
Hawthorne, Machen y Stevenson se han convertido en canónicas, y sus ensayos
revelan una gran agudeza a la hora de percibir matices, de dar con un punto de
vista inesperado en la apreciación de una obra. Su lectura ilumina con la luz del
día obras que nos habíamos acostumbrado a leer bajo fluorescentes.
De Quincey, Joyce, Borges, Balzac, Las mil y una noches son los temas de los
diez textos que componen el nuevo volumen. Todos habían aparecido antes en
algún otro lugar, en la revista hueso húmero o como prólogos de sus versiones.
En cada uno descubrimos esa prosa que muchos han calificado de perfecta y
que, sin alardes, sin amaneramientos ni exageraciones, nos encanta, sin que nos
demos cuenta, para llevarnos a donde ella quiere: hacia ellos, los libros, y, de esa
manera extraña, hacia nosotros mismos. Con estos textos, Loayza no trajina los
textos que comenta, más bien les devuelve la novedad.
“Libros extraños que halagáis la mente” reza la frase de Darío que abre el libro.
¿Hay detrás de esta frase un programa que adivinar, una intención oculta que
buscar en la obra de su autor?

ESCRITOR DE ESCRITORES
Infelizmente, y parece que por propia voluntad, el nombre de Loayza no es de los
más conocidos entre el público general. Hasta hace unos años muchos de sus
textos seguían desperdigados en revistas y sus pocos devotos guardaban
celosamente el secreto de una obra de culto. Las menciones de las que era objeto
de tanto en tanto dejaban ver que Loayza era un escritor de escritores.
Sin embargo esa situación ya empezó a cambiar: una antología de sus textos,
una edición masiva de Otras tardes, su libro más importante, y ahora esta nueva
recopilación de ensayos ha permitido a muchos nuevos lectores descubrir el valor
de esta obra atípica en nuestras letras. Atípica no por breve (esa es la norma
entre nosotros) sino por su manera de estar presente, casi a su pesar.
Lo poco que ha publicado se lo debemos más al tesón de sus amigos que a su
decisión. Tal vez por eso a primera vista el conjunto de su obra pueda resultar
algo incoherente, falto del diseño de otros conjuntos, como los de Ribeyro, Bryce
o Vargas Llosa. Sin embargo, su obra posee una coherencia sutil, subterránea y
fundamental.

EL AVARO
Su primera colección de textos, El avaro (1955), es un conjunto de prosas de
impecable factura en el que muchos vieron, sin embargo, no mucho más que un
epígono de Borges. Talentoso y original, pero con demasiadas deudas con su
maestro. La imagen quedó consagrada rápidamente y surgió el estereotipo. Pero
estos textos ya dejaban ver a un escritor que sabía crear un mundo propio, triste,
desencantado y hermoso. En ellos ya se adivina la percepción de la honda
fractura que se iba operando en nuestra sociedad. A pesar de estar ambientados
en algo muy parecido a la Grecia clásica, estos textos hablaban de nosotros.
Tuvieron que pasar casi veinte años de la mínima primera edición (ciento
cincuenta ejemplares) para que apareciera en 1974 El avaro y otros textos y por
primera vez la breve obra de Loayza (menos de cien páginas) llegase a un público
más amplio.

LA NOVELA
Ambientada en los años de la dictadura de Odría, Una piel de serpiente (1964)
está muy alejada, sin embargo, de ser la típica novela sobre una dictadura.
Inclusive durante años ha sido considerada como un intento fallido, frente a los
logros que unos años más tarde lograría, por ejemplo, Mario Vargas Llosa con
Conversación en La Catedral (por cierto, esta novela está dedicada, de parte del
“sartrecillo valiente” a Loayza, “el borgiano” de Petit Thouars y a Abelardo
Oquendo, “el Delfín”).
Y es que a muchos les debe haber chocado que un “estilista”, un “literato” tratase
de escribir un libro “comprometido”. Y esta pretensión se leyó de la manera en la
que se leía en esa época: con amargura y sin sutileza. Parecía que en esa novela
no pasaba nada. Efectivamente, nada pasaba, y eso es lo que ahí se retrata: el
cambio que ya hacía tiempo dejaba de ser subterráneo pero pocos querían ver.
Una piel de serpiente es un retrato de la incapacidad de un sector social del Perú
para percibir las cosas y actuar. Hasta ahora se nos debe una reedición (la única
fue hecha en España, en 1974, y nunca llegó al Perú) para leer con otros ojos un
libro que ahora, con los años, se nos muestra más profundo y sutil que tantos
escritos en esos años. (Para los interesados, se encuentra en Amazonas).

EL PASADO
Diez años después apareció la primera edición de El sol de Lima, recopilación de
artículos y ensayos dispersos en el diario Expreso y revistas como Creación y
Crítica y Amaru. No es, como podría pensarse al revisar el índice, una simple
colección de ensayos literarios. Se trata, más bien, de una indagación acerca del
“ser peruano”. A través de 21 textos Loayza trata de desentrañar lo que de real y
tangible pueda haber en esta quimérica expresión a través de aproximaciones
concéntricas a un tema de centro difuso y tal vez inexistente. Cada tema asume
su propio protagonismo y el libro nos impone su unidad por acumulación, como
una historia del Perú en los textos que hablan de él. Por eso, están Garcilaso y el
Lunarejo, pero también Marcel Proust y Valery Larbaud. Loayza nos ayuda a
darnos cuenta con este libro que, a pesar de nuestra frágil memoria, los peruanos
existimos hace ya bastante tiempo y sin embargo no hemos logrado todavía
construir una imagen para nosotros mismos ni para el resto del mundo.

LOS RELATOS
Los relatos de Otras tardes (1985) han venido a ocupar el lugar central de la obra
de Loayza. En los cuatro relatos y la enigmática sección final denominada
“Fragmentos” Loayza logró esa obra que durante años muchos le exigieron. Sin
embargo, el libro nació solo y ajeno a imposiciones externas. Los relatos son, esta
vez, historias íntimas de estructura clásica y prosa perfecta. Las historias narran
desencuentros sentimentales y están ambientadas en una Lima que ya no existe,
o que tal vez nunca existió. Las historias, hermosas y autosuficientes, ganan en
profundidad y alcance cuando interactúan unas con otras, junto con esos
fragmentos enigmáticos que son la primera aparición evidente de una
característica que atraviesa la totalidad de su obra: la fragmentación del discurso,
de la conciencia, de la sociedad.

EL 900
Cinco años después se publicaría un pequeño libro Sobre el 900 con el que se
nos devolvería a figuras del pensamiento peruano escamoteadas por
“reaccionarias” en el momento de la irrupción de los movimientos populares y
luego abandonadas en el sótano de las bibliotecas. Loayza nos habla de la
“inactualidad” de estos hombres y su pensamiento y nos los devuelve “ahora que
la modernidad nos abandona y que las nuevas crisis que se ciernen sobre el Perú
y América Latina nos vuelven inactuales también a nosotros”. Riva Agüero y los
García Calderón son reubicados en el panorama en relación con González Prada
y Mariátegui, con Vallejo y Valdelomar. Por primera vez.
El mismo año, un título elocuente: “Fragmentos. Ajedrez”, en el número 26 de
hueso húmero. En 1993, “El estilo, arma del conocimiento”, prólogo a una
antología de Raúl Porras Barrenechea y casi una declaración de principios, y
desde entonces, silencio. Hasta ahora.

FIDELIDADES
Fiel a sí mismo, Loayza ha sido siempre consecuente con su escritura. Su
alejamiento intransigente del mundillo literario, su silencio, roto de cuando en
cuando por la insistencia de sus amigos con algún texto brillante, su desinterés
por la celebridad, son actitudes que han logrado que quienes lo conocemos a
través de sus libros, lo respetemos profundamente. Pero es su obra, clásica en la
superficie pero profundamente moderna en su retrato de la crisis de nuestra
identidad, es su penetración en la naturaleza de estos tiempos desgarrados, su
conciencia del pasado y de nuestra densidad como seres históricos, la que nos
hace admirarlo.

Libros de Luis Loayza

1955 El avaro (prosas)


1964 Una piel de serpiente (novela)
1974 El avaro y otros textos (prosas)
El sol de Lima (ensayos)
1985 Otras tardes (relatos)
1990 Sobre el 900 (ensayos)
2000 Libros extraños (ensayos)

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