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Límites: Factor clave en la relación de pareja (I)

“Poner límites es el primer paso en una estrategia diseñada para resolver


problemas”.           
                                                                       Dr. Gottman

Una pareja son dos diferentes que se juntan para formar un contexto más
amplio que los integre, con el objetivo de compartir sus vidas. Este proceso de
armonizar dos personas con sus contextos individuales (tiempo, espacio,
recursos, valores, etc.) en una pareja, implica manejar y valorar las diferencias
individuales a través de límites definidos y consensuados en el seno de la
pareja. Al respecto dice José Miguel Martínez: “El límite es la forma sana de
mostrar a otros nuestras diferencias”.  

Este proceso de formar pareja requiere de una definición clara y firme de


límites que regulen la interacción entre ambos, dentro de un marco de
respecto, amor y consideración, que promueva el reconocimiento del otro con
sus diferencias, la armonía y el funcionamiento sano. Los límites en la relación
de pareja son, pues, el marco de referencia que permite manejar las
diferencias, negociar intereses, satisfacer necesidades y resolver conflictos en
forma efectiva.

Los límites se expresan en todos los sentidos en la relación de pareja, desde el


trato hasta la convivencia misma. En toda la dinámica conyugal se puede
observar cómo están establecidos los límites en una pareja, desde la forma de
negociar y resolver conflictos, hasta cómo se comunican.
                          
¿Qué son los límites?
Primero dírémos qué no son límites:

     No son murallas o barreras que separan o aíslan. Por el contrario,


cuando la pareja no establece límites, entonces, los muros y barreras
surgen por la carencia de ellos, como un medio deficiente de manejar
las diferencias. Así cuando las parejas no establecen límites que les permitan un contacto
(interacción) nutritivo y saludable, terminarán poniendo trincheras y obstáculos que los
aíslan… y los conducirán al conflicto. Las barreras separan, pero los límites unen y favorecen la
integración.Los límites no son algo que lo ponemos a nuestro
cónyuge. No ponemos límites a los demás; si podemos limitar
nuestra exposición a quienes se comportan de una manera que no
nos  satisface o nos es tóxica.

  Los límites no son para controlar, lastimar, castigar, manipular o tomar


venganza de la pareja. No son para atacar. Como dice Henry Cloud:
“No son un arma ofensiva. Son, por el contrario, un arma defensiva,
para nuestra protección y cuidado.   

Los límites, por el contrario, son:


Son definiciones de usted mismo (a): “Lo que soy y lo que no soy”,
“lo que me gusta y no me gusta”, “lo que siento y no siento”. Los
límites definen  / expresan la identidad de la persona. Los límites
definen la persona. Dan sentido de propiedad. Ayudan a definir lo
que  corresponde y no corresponde a nuestra propiedad, y de lo que
somos o no somos responsables. Definen el alcance de nuestra
responsabilidad. Los límites separan nuestra vida de la vida de los
demás.

En este sentido, los límites permiten la necesaria diferenciación y


delimitación de cada uno de los cónyuges, con sus contextos y
necesidades individuales.

      Un  límite es algo que usted se pone, no que le pone a otro, de esa
forma le informa a su cónyuge lo que hará y lo que no hará. Comenta
al respecto Henry Cloud:”No se trata de exigirle o controlar al otro,
eso desgasta, sino de decidir qué hará y que no hará, ante la
conducta del otro. Sólo puede tener control de sí  mismo”.

   Representan las conductas del otro (a) a las que no estamos


dispuestos a exponernos o tolerar en el trato hacia nosotros.   

Límites: Factor clave en la relación de pareja (II)

Los límites y la congruencia personal: Base para un


contacto en pareja
Sin límites claramente definidos y aceptados no hay congruencia con la propia
imagen (autoestima) y, en consecuencia, no hay contacto nutritivo y efectivo
en el contexto de pareja.                             
                                                     Arnoldo Arana                                       
Límites: definición de la identidad propia

Hemos dicho que los límites son definiciones de nosotros mismos: “Lo
que soy y lo que no soy”, “lo que me gusta y no me gusta”, “lo que
siento y no siento”. Los límites definen  / expresan nuestra identidad,
dando un sentido de propiedad, y proveyendo una definición de lo
que  corresponde y no corresponde a nuestra propiedad, y de lo que
somos o no somos responsables.

De esta forma nuestros límites separan nuestra vida de la vida de los


demás, y posibilitan la construcción de un espacio, ritmo, tono,
frecuencia e intensidad que nos son  propios; un contexto en el que
tenemos la libertad de ser nosotros mismos y de alcanzar
congruencia personal.

Definir límites, pues, es un acto de congruencia con uno mismo. Sin


una clara definición de los propios límites, no es posible desarrollar un
sentido de identidad personal. Sin límites propios la persona se
desdibuja y pierde su sentido de individualidad como persona única y
exclusiva, separada del entorno. Desconocer los límites propios, es un
atentado contra la propia autoestima. Dice al respeto Walter Riso:
“Cuando cruzamos los límites de la autoestima, una sensación de
falta de completud, de vacío y encierro vital hace su aparición.” Por el
contrario, cuando los límites están claramente definidos y aceptados,
hay una energía vital disponible para el contacto, hay también una
conciencia de las propias necesidades, y un reconocimiento  y
aceptación del otro con su propio contexto y necesidades, que hacen
posible el encuentro real, auténtico, íntimo, profundo y edificante. De
modo que cuando nos relacionamos con nuestro cónyuge, viviendo,
como dice Laura Perls, dentro de nuestros límites y respetando
nuestra definición propia (autoestima), hay una energía y un sentido
de plenitud, congruencia y autenticidad. 

Límites propios: requisito esencial para el contacto nutritivo


en pareja
El contacto efectivo con la pareja supone, entonces, la existencia de
límites propios. Si no hay límites claramente definidos y aceptados, lo
que se da es un pseudo contacto desprovisto de intimidad y
autenticidad. En este sentido, dice Manuel Barroso:”Todo contacto
supone e implica el contacto en sí y el límite a través del cual se hace
el contacto…no existe contacto sin límites.” Es en los límites de cada
cónyuge donde ocurre, en un contexto específico (tiempo, espacio,
etc.), el verdadero contacto, pues no existe un contacto sin límites
claros y definidos. 

Sin límites lo que ocurre en un pseudocontacto, envuelto en la


máscara, la fachada, la pantalla, el estereotipo y la inautenticidad.
Priva, entonces, la confusión, la incertidumbre, e inevitablemente el
conflicto no constructivo en la relación de pareja. Sin límites claros y
firmes el contacto con el otro (a) resulta en una confluencia
neurótica, confusión de roles, frustración e impotencia al no
alcanzarse los objetivos de pareja; insatisfacción de las necesidades y
conflictos, al no lograr un contacto íntimo y real, que llene, colme y
satisfaga. 

Cuando no hay límites en la pareja, el contacto con el otro se llena de


incertidumbre, ambigüedad y confusión: una manera de vincularse
que  no satisface, que no cumple las expectativas, que no nutre; que
no posibilita el apropiarse y responsabilizarse de la experiencia
propia, para nutrirse y crecer como pareja.  Pero cuando hay límites
claros, cada uno en la pareja, puede sentirse protegido y en
comodidad para consigo mismo, facilitando las interacciones, la
comunicación íntima, la expresión de necesidades y opiniones, etc.

Es la presencia de límites en cada uno de los miembros de la pareja


lo que posibilita la necesaria diferenciación y delimitación de cada uno
de los cónyuges, con sus contextos y necesidades individuales, y al
mismo tiempo crea la base para el contacto auténtico, nutritivo y
efectivo en la pareja. No puede hacer contacto con su pareja, si
previamente no ha hecho contacto (conciencia) consigo mismo.

Reconocer, respetar y aceptar los límites individuales que le definen


como persona, aparte del otro, es esencial para edificar límites sanos
en la relación de pareja y, al mismo tiempo, poder construir un
contexto de pareja (tiempo, espacio, normas, mapas, valores,
recursos, oportunidades, etc.), aparte del contexto propio de cada
cónyuge. Entonces, la pareja es capaz de reconocer la necesidad de
un contexto – territorio conjunto y común: espacio emocional y de
relación – que necesitan explorar, cultivar, cuidar y construir juntos,
desde el consenso, el acuerdo, la negociación, la interdependencia, la
comprensión y la práctica del amor.

Límites: factor clave en la relación de pareja (III)


Los límites favorecen el contacto y la retirada: bases de una
relación sana y funcional

Los límites se necesitan tanto para separar, como para conectar. El


límite separa para diferenciarse y posibilitar la privacidad con uno
mismo: el espacio y tiempo vital propio de cada cónyuge (privacidad,
libertad e intimidad). Esa diferenciación y delimitación permite la
protección de ese espacio y tiempo vital donde la persona puede
refugiarse y sentirse cómoda; pero al mismo tiempo el límite es
donde se produce el intercambio y la relación con el otro. Esto puede
parecer paradójico, pero en la medida en que la pareja logra
diferenciarse y delimitarse (separarse), más posibilidad tiene de
contactarse  (vincularse, relacionarse) en forma sana y nutritiva.

Cuando hay límites claramente definidos, cada cónyuge cuenta con la


opción (libertad de elección) de retirarse (moverse de sus límites
hacia adentro), si concientiza que el contacto con el otro les es
tóxico, alienante, amenazante y displacentero; o relacionarse, si
concientiza que el contacto con el otro les es nutritivo y placentero.
Este dinamismo, vale decir, la posibilidad de elegir extenderse /
acercarse o replegarse / alegarse es fundamental tanto para la salud
emocional de cada cónyuge, como para construir relaciones
funcionales y efectivas en el seno de la pareja.

Por el contrario, sin límites claros y firmes, la relación se vuelve


invasiva, confusa, tensa, con incertidumbres y, a la larga, conflictiva.
Sin límites acordados y comprometidos, que separen y delimiten, el
contacto termina siendo tóxico: poco gratificante y nutritivo, lleno de
muchas insatisfacciones y frustraciones.
Los límites permiten la necesaria separación, para que pueda darse la
asimilación de lo recibido en el contacto. Sin la posibilidad de
separarse para procesar lo recibido, el contacto puede convertirse en
un  sobrecontacto asfixiante, que puede degenerar en dependencia,
parasitismo y confluencia neurótica.

Por otra parte, los límites permiten el contacto. El contacto real y


auténtico ocurre en los límites, pues los límites preservan la identidad
e individualidad de cada cónyuge. Sin límites lo que ocurre en un
pseudocontacto, sin verdadero amor, lleno de emociones confusas. Al
respecto dice Manuel Barroso:”Todo contacto supone e implica el
contacto en sí y el límite a través del cual se hace el contacto…no
existe contacto sin límites.” Y agrega el mismo autor: “El contacto
acerca; el límite define, diferencia, separa, discrimina y garantiza
hacer el contacto”.

Una relación es contacto para nutrirse, dar y recibir; pero también es


retirada para procesar (metabolizar) lo recibido, para volver a
encontrarse con uno mismo, y prepararse para el próximo contacto.
Ese dinamismo y equilibrio entre contacto y retirada, sólo es posible
cuando existen límites claros y firmes, que son  reconocidos y
aceptados por la pareja.
  
Límites: factor clave en la relación de pareja (IV)

Límites: La paradoja que posibilita el contacto en la relación


de pareja

Es en los límites de cada cónyuge donde ocurre, en un contexto


específico (tiempo, espacio, etc.), el verdadero contacto, pues no
existe un contacto sin límites claros y definidos. Sin límites lo que
ocurre en un pseudocontacto, envuelto en la máscara, la fachada, la
pantalla, el estereotipo y la inautenticidad. Priva, entonces, la
confusión, la incertidumbre, e inevitablemente el conflicto no
constructivo en la relación de pareja.

Dice Manuel Barroso:”Todo contacto supone  e implica el contacto en


sí y el límite a través del cual se hace contacto”. Esto es una
paradoja. Por una parte, el límite separa, diferencia y define, pero al
mismo tiempo conecta, acerca y posibilita el contacto, consigo mismo
y con el entorno.

Para algunas personas la idea de límites puede sugerirle control y/o


restricción. Puede inclusive sugerirle la idea de que el límite inhibe o
restringe el contacto en la pareja. Pero, por el contrario, mientras
más claros  y definidos son los límites, más efectiva resulta la
comunicación, más nutritivo y sano es el contacto, más apertura se
logra de cada cónyuge para el contacto en el contexto de la pareja.  
Los límites posibilitan el contacto nutritivo y sano con el otro

Vivir en pareja se traduce en la dinámica de hacer contacto y


permanecer en contacto con el otro (a). El contacto con el otro
posibilita el nutrirse de lo que el otro tiene y ofrece para compartir. El
contacto permite que cada cónyuge tome de la relación lo que
necesita para nutrirse, satisfacerse y crecer. Cuando ese contacto no
es producto de límites claramente definidos, el contacto pierde
autenticidad, libertad de expresión y acción, y se convierte en un
contacto tóxico y amenazante.

Los límites posibilitan el contacto nutritivo y sano con el otro, al crear


una definición e identidad clara, propia de cada cónyuge (quién soy,
qué me gusta y qué no me gusta), lo que contribuye a crear el
ambiente de conocimiento propio y del otro, de la confianza que
proporciona la claridad de lo qué es propiedad y responsabilidad de
cada uno. En ese ambiente cada cónyuge se pueda sentir en libertad
de expresar necesidades, deseos, opiniones, etc. Por el contrario,
cuando no existen límites, entonces, no hay claridad en la relación, y
la comunicación se hace confusa. Entonces, cada cónyuge termina
erigiendo barreras que lo aíslan del otro, en lugar de límites
saludables. Lo que ocurre en esa relación es la evitación del contacto
y de la intimidad.

Cuando no hay límites en la pareja, el contacto con el otro se llena de


incertidumbre, ambigüedad y confusión: una manera de vincularse
que  no satisface, que no cumple las expectativas, que no nutre; que
no posibilita el apropiarse y responsabilizarse de la experiencia
propia, para nutrirse y crecer como pareja.  Pero cuando hay límites
claros, cada uno en la pareja, puede sentirse protegido y en
comodidad para consigo mismo, facilitando las interacciones, la
comunicación íntima, la expresión de necesidades y opiniones, etc.

Límites: factor clave en la relación de pareja (V)


Principios de los límites aplicables a la relación de pareja
  
Las parejas necesitan establecer límites definidos y claros que
regulen la relación: definir roles, establecer expectativas claras,
acordar / definir los elementos contextuales de la relación (tiempo,
espacio, normas, etc.), manejar las diferencias, etc.

Si las parejas no establecen límites que les permitan un contacto


(interacción) nutritivo y saludable, terminarán poniendo barreras y
murallas que los aíslan… y los conducirá al conflicto.
Para que los límites puedan establecerse en forma asertiva y efectiva
es importante observar el cumplimiento de algunos principios
esenciales:   

1.    El principio de la siembra y la cosecha

La única forma en que una persona pueda crecer y madurar es


asumir la responsabilidad por las consecuencias de sus acciones.
Cuando alguno de los cónyuges interviene y le cosecha al otro
cónyuge las consecuencias de sus acciones y elecciones, éste se
quedará sin aprendizaje y crecimiento. En este sentido:
Los cónyuges necesitan experimentar las consecuencias naturales de
sus acciones y elecciones.

Los cónyuges necesitan dejar que sus parejas sufran las


consecuencias de sus actos y sus decisiones (u omisiones).

Permitir que nuestros cónyuges vivan las consecuencias de sus


acciones,  fomenta el sentido de responsabilidad de ellos.

Cuando la pareja establece límites adecuados, éstos obligan al


cónyuge que siembra a ser también el que coseche lo que sembró; lo
cual no significa imponer castigos o penitencias al cónyuge. No se
trata de controlar, manipular, coaccionar al cónyuge, o aprovechar
“oportunidades” para la venganza y el pase de facturas.

Para permitir que el principio de la siembra y la cosecha trabaje a


favor de la relación, se debe evitar caer en actitudes y conductas
sobreprotectoras, de codependencia, o de resignación. Se necesita
ser firme en permitir que cada cónyuge coseche lo que sembró.

Al establecer límites claros y firmes, permitimos que la ley de la


cosecha conforme a lo que se siembra, opere a favor de la sanidad de
la relación de la pareja.  

2.    El principio de la responsabilidad

Cada cónyuge necesita crecer en autonomía, y eso no es posible sin


hacerse dueño – responsable - de sus propias acciones. Algunas
personas les cuestan hacerse responsable de sus acciones y
elecciones,  porque ello equivale a hacerse responsable de su vida y
aceptar las consecuencias de su elección. Por lo que prefieren delegar
en otros la responsabilidad por sus sentimientos, acciones, errores,
etc. De esa forma justifican su inacción, su pasividad, su indiferencia,
su victimización.

Pero los cónyuges no pueden caer en el error de asumir la


responsabilidad del otro (a). Solo nos podemos hacer responsables de
nosotros mismos. Asumir la responsabilidad del enojo y las
decepciones  del cónyuge, accediendo a sus exigencias y
manipulaciones, no contribuye al proceso de crecimiento del otro (a).

Poner límites es asumir la responsabilidad de sí mismo, y es una


muestra de responsabilidad y compromiso en el contexto de la
relación de pareja.

3.    El principio de la evaluación

Es necesario considerar / ponderar las consecuencias de la puesta de


límites y asumir la responsabilidad hacia el otro cónyuge.

Los cónyuges necesitan evaluar el impacto que sus acciones, al poner


límites, causará en el otro (a). Esto significa que lo que diga o haga
traerá algunas consecuencias.

Si es posible, los cónyuges deben concentrarse en las consecuencias


POSITIVAS de obtener cooperación, y no en las negativas. Asegúrese
de que su pareja conoce esas consecuencias a tiempo, y que esas
consecuencias has sido definidas en forma clara.

4.    El principio de la comunicación

Los límites necesitan ser comunicados; primero verbalmente, y luego


con acciones. Si los límites son secretos o están camuflados, es como
si no existieran. Los límites necesitan ser explícitos.  

Los límites pasivos como el retraimiento, la “pasividad”, la


indiferencia, la victimización, la manipulación nunca le enseñarán al
otro cómo es usted realmente; solo los separarán. 

Bibliografía:
-      Cloud Henry, Límites, 2006

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