Enric Trillas
1. Muchos han sido los éxitos que ha tenido la inteligencia artificial (IA), venciendo a
problemas de los que se había asegurado que "eso nunca podrá hacerlo un ordenador; está
más allá del cálculo". Con frecuencia esos desafíos han sido un acicate para los investigadores
quienes, naturalmente, han tenido notables fracasos antes de enfocar el problema desde un
punto de vista adecuado a su solución; muchas veces los éxitos han arrancado de un nuevo
planteamiento conveniente para obtener alguna solución, por limitada que pareciese al
comienzo del proceso. Otras veces, no ha habido más remedio que cambiar las metodologías
con las que, hasta entonces, se abordaban y que bloqueaban el avance.
No todo permite hacerlo todo, sino que cada instrumento sirve para lo que sirve; a nadie se le
ocurre observar una estrella con un microscopio, pero ciertamente, el mundo de la
investigación depende mucho de los instrumentos técnicos o conceptuales de los que se
dispone en cada momento. Por ejemplo, en la física cuántica y hasta hace unos treinta años,
había investigadores notables que no eran conscientes de que la probabilidad que usaban no
era formalmente equivalente a la de otros ámbitos de la ciencia, en los cuales los conceptos de
incompatibilidad y contradicción son indistinguibles. Más significativo es, seguramente, el caso
de los primeros Sistemas Expertos que hace unos veinte años se las tenían que haber con
incertidumbres; en ellos se trataban como probabilidades a evaluaciones numéricas que, sólo
en casos particulares raros, verificaban las leyes de una probabilidad. Sin embargo, el espíritu
crítico que anima a todo proceso serio de investigación, acaba facilitando los anticuerpos
convenientes para salir de tales situaciones; así sucedió, por ejemplo y entre muchos, en los
dos casos citados y, como siempre, entonces se vio más claro cómo abordar la solución de los
problemas que se trataban. Algunas veces se empiezan las investigaciones de forma
balbuceante y, poco a poco, las cosas se van diciendo mejor.
2. Son bastantes los problemas que le quedan por resolver a la IA para que, final y
eventualmente, pudiese afirmarse que no sólo en la materia orgánica muy evolucionada hay
altas manifestaciones de "inteligencia". Pero, en este momento, tras 42 años de existencia
oficial de la IA (se atribuye su nacimiento al verano de 1956 en el famoso seminario de
Dartmouth, en New Hampshire, EEUU), hay tres problemas cruciales cuya solución no parece
poder esperarse de las metodologías predominantes. Se trata de automatizar, con máquinas
informáticas, tres tareas que las personas efectúan de manera rutinaria y sin que, por lo
menos aparentemente, lo hagan tras mediciones ni cálculos.
3. El tercer problema es aún más complicado; se trata de la tarea de resumir textos, para la
cual personas con algún entrenamiento desarrollan una excelente habilidad un caso límite de
la cual es, sin duda, la de los periodistas para titular de forma informativa y con muy pocas
palabras, una noticia de desarrollo complicado. Es un problema del cual, para ver su dificultad,
basta intentar dar una definición aplicable a todos los casos de forma útil, del mismo concepto
de "resumen", contemplando que es para usarlo de inmediato, que tal uso depende de su
longitud y que para resumir se precisa un entendimiento tanto local como global del texto. El
concepto de "resumen" no es definible, como lo es, por ejemplo, el de "número menor que
100"; es un concepto impreciso.
Existen, desde luego, algunos programas de ordenador que hacen resúmenes de tipos
especiales de textos y, con seguridad, tales programas serán cada vez mejores; sin embargo,
los pocos programas que pretenden ser capaces de resumir cualquier texto todavía no
resisten la prueba de hacerlo como un experto humano. Lograr un programa de propósito
general para resumir es un gran problema actual de la IA, cuyo gran desafío, tras lograr
automatizar cosas que intelectualmente parecían más difíciles, es que las máquinas hagan
tareas que las personas pueden hacer empleando eso tan escurridizo que se llama el sentido
común. Para ello habrá que llegar, muy posiblemente, a técnicas de computación distintas de
las que hasta ahora se han venido empleando, lo que, en sí mismo, es un desafío aún mayor y
que, históricamente, ha provocado saltos conceptuales que han impulsado la evolución de las
disciplinas. Y que de no darse, puede significar su desaparición.
Enric Trillas
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