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Franz von Liszt
δίχαιου φύζει (dikaion physei) adquiere en la ciencia del Derecho penal una significación
práctica inmediata como en ninguna otra disciplina particular, incluida la ética. Las
bienes jurídicos, es una creación orientada al fin y una función de la comunidad estatal
excluye toda justificación ulterior- en la expiación del pasado -quia peccatum est- o si
futuro -peccetur-, no constituyen una simple lucha de escuelas en la que el jurista podría
prescindir, con indiferencia, de la vida cotidiana, acallando sus dudas con la convicción
una de estas preguntas está inmersa la delimitación de las acciones que son conminadas
legislador, cuando proyecta el marco penal para el delito en abstracto; como el juez,
cuando fija la pena correspondiente a un delito en particular dentro de ese marco penal;
*
Traducción de Carlos Pérez del Valle, del original “Der Zweckgedanke im Strafrecht” (1882), publicado
en la colección de trabajos de Franz von Liszt Strafrechtliche Aufsätze und Vorträge, 1. Bd. (1875 bis
1891), J. Guttentag, Berlin, 1905, pp. 126-179. La utilización de este texto revisado para la segunda
edición está reservado a fines docentes y sólo en aquellos casos en que exista autorización expresa del
traductor.
1
o el funcionario del establecimiento penitenciario, cuando en la ejecución tiene que
superación sustancial de todos los obstáculos sociales, y, por tanto, divisará la meta de la
reforma en una mejora del sistema de penas o en una limitación de las mismas con
criterios preventivos. Quien contempla la pena como consecuencia necesaria del delito,
malo, está en la lucha de las teorías absolutas frente a las teorías relativas y de cada una
de ellas con las demás, y, por tanto, se ha hecho posible, se ha iniciado y se ha llevado a
efecto mediante la insistencia en los fines de la pena. Esto resulta particularmente obvio
Cuando muchos autores, como Th. R. Schütze (1874), han creído que era posible
desterrar de los libros de texto de derecho penal la controversia sobre todas estas
cuestiones, se han convertido ellos mismos en víctimas de una vana ilusión. Ni la historia
del derecho penal puede ser comprendida, ni el derecho vigente puede ser criticado, ni
la dirección para su perfeccionamiento puede ser definida, si quedan ocultos los resortes
estancamiento general que había invadido la ciencia del derecho penal. Durante
2
decenios, la idea de la pena como retribución había ejercido un dominio indiscutido en
las teorías que se atrevían a establecer como punto de partida el fin de la pena. Todavía
en 1878, el mismo Binding1, con la firmeza que le caracteriza, negaba a las teorías
absolutas sobre las teorías relativas. ¡Y con razón! En efecto, sin perjuicio de la
necesario de la pena. ¿Pero por qué razón? ¿Por qué en tal caso sólo se sanciona
el delito una vez que se ha cometido? ¿Por qué el delito es el único síntoma que
revela los peligros que amenazan a la sociedad? ¿Cómo llega entonces la teoría
falta de seguridad de la sociedad? ¿No sería más indicado en ese caso reconocer
el agradecimiento que le debe por ello la sociedad? ¿No resultaría desde este
3
educativas y policiales como respuesta al delito? ¿Y cómo puede justificar la
teoría relativa que el delincuente -que es todavía una persona- pueda ser
él se le imponga una pena puede obstruir en el futuro esa fuente de males para
otras personas iguales a él? Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en muchos
derecho penal no debería ser detentado por el Estado, sino por los grupos
suma por qué impone penas; por qué sólo las impone a los delitos después de
haber sido cometidos; por qué castiga al delincuente, aunque en el hecho que ha
que se daban por muertos han levantado de nuevo sus cabezas y han desenvainado sus
Derecho) de 1877, había erigido las ideas fundamentales de las teorías relativas como
punto de partida y meta de todas sus reflexiones, y había concebido el fin como del que
es tal que cualquier rechazo de las explicaciones científicas en relación con la idea del fin
podría aparecer como algo atrasado, y hasta cierto punto como hors de saison*. A ello se
4
creciente ante la impotencia mostrada por el tratamiento doctrinal del Derecho penal
frente a las cifras irrefutables de la estadística criminal, han despertado en círculos cada
vez más amplios la duda sobre la veracidad de las doctrinas que se explican en todas las
éxito. En esta obra se expone sin reservas, y tal vez con aspereza e incluso con
parcialidad, lo que desde hace tiempo había sentido una gran cantidad de juristas no
beligerante. Tres años después de que Binding escribiese las palabras que antes se han
Derecho penal parecía decidida en favor de las primeras, en la actualidad vuelve a hacer
3
Sontag, en ZStW-I, p. 484.
4
Pueden destacarse: v. Schwarze, Die Freiheitstrafe, 1880; Sichart, Über Rückfalligkeit der Verbrecher, 1881;
Krohne, «Der gegenwärtige Stand der Gefängniswissenschaft», en ZStW-I (1881), pp. 53-92; Sontag,
«Beiträge zur Lehre von der Strafe», también en ZStW-I (1881), pp. 480-529 (también en la publicación de
una separata con el título Für die Freitheitsstrafen); Mittelstadt, «Für und wider die Freiheitsstrafen», en
ZStW-II (1882), pp. 419-429. Además, pueden citarse: Kräpelin, Die Abschaffung des Strafmaßes, 1880 (con
recensión en ZStW-I, p. 157); Willert, «Das Postulat der Abschaffung des Strafmaßes und die dagegen
erhobenen Einwendungen», ZStW-II, pp. 473-496.
5
H. Meyer, «Die Gerechtigkeit im Strafrecht», en Gerichtssaal-XXXIII, p. 101 y ss, p. 161 y ss (con
recensión en ZStW-II, pp. 473-496).
6
El profesor de Turín Cesare Lombroso ha dado cuenta de la misma con todo detalle en «Über der
Ursprung, das Wesen und die Bestrebungen der neuen anthropologisch-kriminalistischen Schule in Italien»
en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft (ZStW-I, pp. 130-154), revista dirigida antes por
Dochow y v. Liszt, y actualmente por v. Liszt y Lilienthal. En la misma revista se consigna la totalidad de los
5
adeptos con rapidez y es acogida con una especial simpatía en Francia. Con la
pero también con fuerza juvenil y entusiasmo por la lucha se ha alzado frente a la
criminalística clásica. Pone en tela de juicio que el derecho penal tenga el carácter de
pena») en una extensa zona de lo que era su esfera de aplicación hasta este momento;
medida de lo posible, Kräpelin y Willert ven la salvación del futuro sólo en la supresión
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trabajos aparecidos desde entonces que ha suscitado este movimiento en Italia y en Francia con
información sobre sus resultados. Aquí me parece suficiente una referencia al índice sistemático de
materias de los volúmenes publicados hasta ahora, con una atención particular a los trabajos de Ferri,
quien ha alcanzado pronto la madurez científica. El órgano de dirección de esta escuela es el Archivio di
psichiatria, antropologia criminale e scienze penali, dirigido por el médico Lombroso, el profesor de
Derecho penal Ferri y el fiscal Garofalo.
6
Ya en 1881 había tomado yo posición sobre este movimiento en mi
Reichsstrafrecht7*. El espacio del que disponía obligaba a tratar la cuestión con una
extrema brevedad, y tuvieron que ser suficientes unas alusiones, pues no era posible ni
con mi exposición de entonces. La pena es, en su origen -es decir, en todas sus formas
alcanzar, contra las perturbaciones de las condiciones de vida de los individuos y de los
la idea del fin, adquiere extensión y profundidad, y se desarrollan tanto los presupuestos
de la pena (el delito) como el contenido y alcance de la misma (el sistema penal). Con la
orientada al fin.
7
pp. 14 y ss.
*N del T: El manual de derecho penal tuvo este nombre (Das deutsche Reichsstrafrecht) en su primera
edición de 1881, que es la que cita aquí; desde la segunda edición, en 1884 y por ello después del
programa de Marburgo, el título fue Lehrbuch des deutschen Strafrechts, que se conservó hasta la 22.
Edición, en el años de su fallecimiento (1919) y en las posteriores (hasta la 26, en 1932) actualizadas y
completadas por su discípulo Eberhard Schmidt.
8
v. Bar, Handbuch des deutsches Strafrechts-I, 1882.
7
La situación de esta opinión respecto a las teorías existentes hasta el momento
-y por tanto, absoluto- respecto de la idea del fin se enfrenta a las teorías relativas. En
futuro, se contrapone a las teorías absolutas. Mi posición tolera -a este punto le doy una
configuración empírica de la pena. Por tanto, es, si se quiere decir de este modo, una
esencialmente distinta, que niega que la materia tenga una causa originaria de carácter
absoluto.
impulsiva -en una palabra, como acción instintiva-, quería mostrar de ese modo en
un cálculo aritmético del Estado. La pena no encuentra su origen en la idea del fin, sino
civilización. Si la pena fuese -lo que nosotros ponemos en cuestión- una creación de la
inteligencia humana, sería imposible que en la prehistoria de todos los pueblos se hayan
8
comprobado configuraciones de penas similares y con las mismas características, como
los materiales que utiliza y a la inseguridad de sus movimientos9. Si fuese una creación
de la inteligencia humana, ¿cómo podríamos explicar los fenómenos del mundo animal
análogos a la pena primitiva, que sólo se diferencian de ella desde un punto de vista
cuantitativo? Sin embargo, la pena primitiva es una acción instintiva, una reacción no
acciones que podemos designar, de una forma tan resumida como imprecisa, delitos.
Pues precisamente por eso, la pena es consecuencia necesaria del delito. Tan sólo esta
conclusión separa ya fundamental y definitivamente mi opinión de las teorías relativas.
Con el objeto de ofrecer una expresión lo más clara e inequívoca posible para designar
Estado y el rechazo de la idea del fin en la pena primitiva, la he designado como acción
repetición uniforme de la pena primitiva en todas las etapas iniciales de la historia de los
hombres? ¿Cuál es la causa de esta reacción instintiva y, por tanto, necesaria, contra el
delito?
realidad -tal como cada cual puede concebirla- no afecta a la existencia de la realidad, y
únicamente me importa esto último. Sólo una cosa no debe ser olvidada: la ciencia
aunque se superen los puntales y los límites del conocimiento natural, se resuelva el
9
Cfr. especialmente los diferentes trabajos de A.H. Post: Die Geschlechtgenossenschaft der Urzeit, 1875;
Der Ursprung des Rechtes, 1876; Die Anfänge des Staats- und Rechtslebens, 1878; Bausteine für eine
allgemeine Rechtswissenschaft auf verglichend-ethnologischer Basis-I, 1880, y II, 1881 (ZStW-II, p. 147).
10
El reproche que me dirige a este respecto v. Bar (Handbuch-I, p. 195) se debe a un malentendido.
9
enigma del universo o se levante el velo de «Maja», por profundos que estén radicados
estos puntales tan serios y sagrados, o por incontestable que sea su exigencia. La ciencia
respecto a una explicación metafísica de la pena. Sin embargo, todos estos intentos se
han de contemplar como algo heterogéneo y por tanto tendría que renunciar a ellos.
especulación sobre la línea fronteriza que no ha sido rebasada desde ninguno de los dos
lados?
Pero esta recusación de la metafísica -no desde una concepción del mundo que
lucha por un esclarecimiento del mismo, sino desde la perspectiva de una ciencia que
únicamente exige que éstas no quieran aparentar más que lo que son. Según la hipótesis
fructífera estoy cada vez más convencido, la pena primitiva es acción instintiva no sólo
preservación del individuo (y por tanto, tal vez en último término, de conservación de la
especie), que reacciona contra las perturbaciones externas de sus condiciones de vida,
que proceden del exterior, con acciones de repulsa contra el origen de aquella
perturbación. De este modo, al mismo tiempo que se desprende de ello que el instinto,
estricto, se justifica y explica de nuevo nuestro rechazo a la idea del fin en la pena
primitiva.
10
querría de ningún modo establecer como hipótesis la explicación de la pena por medio
del instinto individual de conservación, aun cuando tampoco tengo motivo alguno para
a las perturbaciones externas, tanto si eran provocadas por un ser animado dotado de
naturales. Como en el caso de los animales, tiene lugar de este modo la reacción como
contener la reacción instintiva, ésta vela por la satisfacción del instinto en un camino
indirecto: todavía en nuestros días el instinto reprimido rompe con un ímpetu primitivo
los límites trazados por la sociedad con la «la ley de Lynch».
ofrece una muy profunda visión de la razón de ser de la pena y por consiguiente puede
justificarse por sí misma. Sin embargo, acaso no carezca de interés afirmar que la misma
resultar extraña a quien, como Aristóteles, califica a la persona como physei politikón
dsóon; ni a quien, como Hugo Grocio o Pufendorf, entre otros, reduce el derecho al
altruista al egoísta, pues con ella regresa aquel antiguo axioma, aunque con nuevos
ropajes13.
11
Dühring, Kursus der Philosophie, 1875, p. 219 y ss.; E.v. Hartmann, Phänomenologie des sittlichen
Bewußtseins, 1879, p. 196 y ss; Post, Bausteine-I, p. 141: «En todas partes se hace efectiva la venganza con
la fuerza de una ley natural. Su no ejercicio se identifica con la supresión o la destrucción de la
personalidad». Cfr. también Jellinek, Die sozialetische Bedeutung von Recht, Unrecht, Strafe, 1878, p. 90 y
ss.
12
La fundamentación y verificación de esta concepción del instinto de autoconservación se encuentra en
los trabajos de G.H. Schneider, que descansan sobre una amplia base empírica: Der tierische Wille, 1880; y,
muy especialmente, Der menschlische Wille vom Standpunkte der neueren Entwickelungstheorien (des
Darwinismus, 1882.
13
En cambio, llega más lejos Post, en Bausteine-I, p. 140: «El sentimiento de venganza es universal; en
11
Creo también que mi hipótesis, a pesar de cualquier contradicción aparente,
coincide en lo esencial con la opinión mantenida por v. Ihering en su trabajo «El fin en el
Derecho»14. Es cierto que Ihering no quiere saber nada del instinto en el sentido en que
aquí se sostiene, y para él no es imaginable un querer ni, por tanto, una acción sin fin (p.
el de conservación de la especie (p. 9). Sin embargo, todo su sistema descansa sobre la
idea de la coincidencia de los fines (p. 38 y ss); es decir, de la síntesis de los intereses
egoístas con el interés de la colectividad. El egoísmo es, para él, «la fuerza que quiere lo
más pequeño, que da existencia a lo más grande»; «el infusorio -que vive
especie se pone al servicio de un poder superior, de una idea, de un orden divino del
Universo, entonces se tiende un puente entre nuestra opinión y la metafísica para todo
aquel que no tema al «viaje al reino de las cosas en sí mismas». Sin embargo, si la ciencia
ningún caso existe sólo contra otras personas. Si no se reprime con el intelecto, se dirigirá también contra
animales u objetos sin vida. El sentimiento de venganza, además, no es únicamente propio de las personas,
sino que también los animales lo conocen. Aquí hemos de tratar una forma de exteriorización telúrica-
orgánica de una ley cósmica universal, la cual por ese motivo también es eficaz respecto a la persona, ya
que ésta es un individuo cósmico. La conservación de la individualidad en el uso de la fuerza frente a otros
individuos cósmicos es el contenido de cada acción de venganza, y conservar su individualidad es inherente
a todo individuo cósmico. Cuando definamos la posición de la persona en el Universo como un sistema
cósmico parcial, podremos pensar en reducir la venganza a sus orígenes cósmicos. De momento, hemos de
renunciar a ello».
14
Sobre mi posición respecto a la idea del fin de Ihering, cfr. más adelante.
15
v. Bar ( Handbuch-I, pp. 302, 306, 307) me reprocha que mi punto de vista es una descripción y no una
explicación de la pena. Esta afirmación es, en cierto sentido, correcta. Si se quiere explicar lo inexplicable,
hay que abandonar el terreno de la ciencia. Ahora bien, si se denomina también explicación al análisis de
las últimas causas conocidas, entonces el reproche es infundado. Con el instinto de conservación de la
especie hemos alcanzado los límites del conocimiento natural.
12
2) El valor de toda hipótesis depende de la función que presta. El observador
de la historia del Derecho penal. La pena primitiva entendida de forma mediata como el
desde un principio, y aparecer por ello como una reacción social contra perturbaciones
sociales. Así como el bellum omnium contra omnes como estado primitivo de la
El hombre entra en la historia del mundo como politikón dsóon: lo que quizás le
hipótesis inicial.
venganza privada, sino una venganza de familia o de estirpe. Está enraizada en las
derecho y deber de la estirpe del muerto o del lesionado17 y se dirige contra toda la
estirpe del lesionado18, como responsable colectivo del homicidio19. Y lo mismo sucede
16
Cfr. Jellinek, op.cit., p. 17.
17
Donde subsiste el parentesco de la mujer, se venga el hermano de la madre o el hijo de la hermana (Post,
Bausteine-I, p. 146).
18
También aquí resulta decisivo el sistema de parentesco de la mujer (Post, loc. cit.).
19
Sobre imposición de sanciones dentro de la familia, cfr. Post, Bausteine-I, p. 237 y ss; Bernhöft, Staat und
Recht der römischer Königszeit, 1882, p. 48, nota 1.
13
en relación con el pago expiatorio, que originariamente era pagado y percibido por toda
culpabilidad de sangre: aquélla a los herederos más próximos, y ésta al ofensor. Y otro
tanto sucedió respecto a la reparación económica. Sin embargo, todavía las fórmulas de
totalmente armados, se vinculan a la asistencia mutua con el juramento a una sola voz
de los que hacen cabeza, remite directamente a la contienda entre grupos familiares21.
De una forma todavía más evidente se opone al carácter social la segunda forma
lupinum) en sus diferentes y cada vez más debilitadas configuraciones, que en cualquier
y la deshonra22.
estatal. Esta forma de pena puede ser ejercida por el caudillo, o por el jefe del ejército
20
Cfr. sobre la distribución proporcional que, en particular, tenía lugar entre los francos salios (reparación
hereditaria y por parte de los parientes), H. Brunner en Holtzendorffs Encyklopädie, 4ª ed., pp. 142 ss.
21
Doy por sabida cuál la noción fundamental del derecho germánico. Cfr. en el resto de los escritos de Post,
pero en particular en Bausteine-I, p. 142 y ss.
*
N del T: El original Friedloslegung ha sido traducido como «pérdida de la paz» porque éste es el término
que se ha utilizado por los historiadores del Derecho españoles que se han referido al derecho germánico
incluso con referencias a la bibliografía alemana sobre este punto (Cfr. Hinojosa y Naveros, El elemento
germánico en el Derecho español, Madrid, 1915, pp. 70 ss). En todo caso, Heinrich Brunner (Deutsche
Rechtsgeschichte, 2ª edic, Leipzig, 1906), a quien Liszt cita en otra obra anterior, se refiere al hecho de que
su mujer era considerada viuda y sus hijos huérfanos (p. 234) y destaca la afectación al patrimonio (pp. 235
y ss); se le trata, en suma, como a un enemigo (cfr. Wilda, Das Strafrecht der Germanen, Halle, 1842, pp.
278 y 281, quien destaca además la relación etimológica entre la denominación del condenado a la pérdida
de la paz –wargus- y el “lobo” –Wolf- en otro momento, en p. 280). Del mismo modo, al hacer referencia a
la «comunidades de paz» se alude a las comunidades sociales en las que se desarrollaba la convivencia
organizada, las cuáles establecían en su caso la privación de la paz y de las cuáles era expulsado, tal como
señala Hinojosa y Naveros (El elemento germánico en el Derecho español, loc.cit., dónde se señala que en
los fueros españoles la privación lo era de la paz o de la del Reino, según quien la acordare).
22
Cfr. Post, Bausteine-I, p. 164 y ss. De ahí que tampoco aquellas figuras puedan ser consideradas extrañas
al derecho alemán (tal como admite v. Bar, loc. cit., p. 57); cfr. Brunner, loc.cit., p. 199.
14
en la guerra, o por el sacerdote como guía de la asamblea del pueblo, como guardián y
es propio de ésta, sino también de las dos primeras formas de pena primitiva. Por
supuesto, en principio sólo mediante la pena estatal resulta posible la objetivación total
de la pena, pues ésta es una condición previa de su ulterior desarrollo. Sin embargo, la
sangre o a la pérdida de la paz. Antes bien, supone un nivel más elevado en el desarrollo
acción instintiva. Si la pena fuese una reacción consciente y determinada por el fin, no
efecto, una reacción de la sociedad orientada al fin requiere la comprensión clara del
significado que tiene el delito para los grupos de individuos existentes en un momento
además una interesante visión de la relación de la pena con la ética. La pena, como
acción instintiva, no puede ser la expresión de una valoración ética de quien la impone.
15
como contrario a la ética. El impulso instintivo no tiene nada que ver con la ética. Por
entre ética y pena no se ha valorado suficientemente, pues con ella la ciencia del
de la pena?
En los últimos tiempos, v. Bar25 ha vuelto a sostener la opinión contraria con
opinión antes expuesta, una reflexión crítica de la teoría de v. Bar denominada «teoría
activo, tal como creyó Hegel26, sino la moral. En la moral resulta esencial el hecho de que
acción, y también cuando la acción es de otro. El juicio sobre las acciones inmorales es la
la sociedad se considera neutralizada por el autor, y por ello la pena originaria es, sobre
todo, privación de derechos. No obstante, con una cultura más avanzada se mitigan las
25
Ya en su Grundlagen des Strafrechtes, 1869. Recientemente en su Handbuch-I, p. 311 y ss.
26
Confr. en particular Bar, Handbuch-I, p. 279.
16
penas, pues cuanto mayor es la consolidación del orden moral, se exige una menor
valor moral. Este es un proceso psíquico que tiene lugar en la conciencia de quien juzga
una reacción de repulsa, una acción; es decir, un movimiento corporal, una intervención
bienes jurídicos.
****Sin duda, v. Bar podría defenderse frente a esta objeción destacando que,
moral, una acción dirigida de por sí contra el delincuente. Sin embargo, de este modo le
generado el juicio de valor, sino además la exteriorización del juicio de valor29. No hay
particular, que están destinados o creen estar destinados a intervenir en los intereses
realidad, cualquiera que sea la forma que adopte la sociedad: la familia, la comunidad de
27
En el comentario de los principios de medida-individualización de la pena, regresaré a la teoría de v.
Bar.
28
En lo cual conviene incluso v. Bar, Handbuch, p. 322.
29
v. Bar parece no atender suficientemente a la distinción entre juicio de valor y exteriorización del
mismo. En este sentido, es significativa la exposición que puede leerse en la p. 313.
17
paz, el Estado. En cambio no es conceptualmente posible en abstracto y no existe en la
realidad, cuando falta la organización y los órganos. El género humano como tal no
puede actuar, y por consiguiente tampoco puede imponer penas. La ética, sin embargo,
es la ley del género humano, de modo que la pena ética es, por tanto, inconcebible.
precisamente en el Estado, pues de ese modo habría que convenir que antes de la
forma en que se ha expuesto aquí, es sin duda independiente de toda organización que
3)La pena, como acción instintiva, ha de preceder al juicio de valor ético, pues
éste exige, tanto de parte de quien enjuicia como de quien es juzgado, el conocimiento
de las leyes morales, de sus pautas de valoración y de las máximas de regulación a las
que se han de ajustar las acciones humanas. Sin embargo, la acción instintiva se
una ley conocida, a una norma que sea reconocida como tal. En otras palabras: la ética
es un producto de la historia del género humano30. En cambio, la pena está ahí antes de
que ese producto de la historia se hubiera formado. Por tanto, de ello se infiere también
como reacción de repulsa frente a las perturbaciones de las condiciones de vida, como
hombres. Y aún en el caso de que esta proposición pudiera ser puesta en duda, puede
vida que hayan tenido lugar. La pena se dirige contra el animal que haya causado un
daño, contra el niño, contra el demente. Tiene lugar sin consideración alguna al hecho
30
Lo que incluso subraya v. Bar, op. cit., p. 316.
18
de que el autor sea o no culpable, sin separación entre el dolo, la imprudencia o el caso
culpabilidad y la pena es previa a ese concepto. La pena debe ser, por lo tanto,
independiente de la ética.
está inmersa la idea del fin, que es la esencia del Derecho. Esta es la idea fundamental
sino que más bien ésta última recibe a través de aquélla una nueva explicación y
experiencia es fuente tanto del Derecho como de la Moral; pero la pena primitiva
aparece antes que la experiencia, con lo cual no sólo con anterioridad a la Moral, sino
también al Derecho33. Tan sólo en una etapa más elevada de su desarrollo depende de
la experiencia como pena objetivada, y nada más que como pena del Derecho (jurídica)
*
N del T: debe tomarse en consideración que en el momento en que se publica este trabajo era
incuestionable que el dolo y la culpa eran formas de la culpabilidad, y que el accidente-caso fortuíto era un
caso de ausencia de la misma.
31
No puedo aquí entrar en detalles sobre la demostración a traves de las fuentes. En relación con el
derecho germánico y, sobre todo, con el nórdico, confr. Wilda, en Strafrecht der Germanen, p. 640 y ss. Sin
embargo, respecto a ello en particular, las numerosas comprobaciones generalizadas a todos los
continentes, en Post, Bausteine-I, p. 145 y ss, 176, 230 y ss., 241. Confr. también con Jellinek, op.cit., p. 110
y ss.
32
Más adelante, en el apartado III, dónde desarrollo y justifico en primer término esta proposición, se
encuentran las citas sobre este punto.
33
Cfr. con lo que dice Ihering, en Zweck im Recht, p. 368, sobre el «sentimiento del Derecho», lo cual
anticipa su opinión respecto al Derecho y al Estado y «tiene su último fundamento en el instinto de
autoconservación de la persona».
34
«Die geschichtlich-gesellschaftlichen Grundlagen der Ethik», en Schmollers Jahrbuch für Gesetzgebung,
Verwaltung und Volkswirschaft im Deutschen Reich-VI, p. 1-21 (ZStW-II, p. 614).
19
hombre no debe matar, robar, hurtar, ha de aprenderse tan sólo por medio de la
experiencia ... También en el Derecho, como en todas los demás ámbitos, el hombre ha
un principio para «aprender», tan poco como el animal necesita aprender. Por lo tanto,
donde el robo, el asesinato o el hurto constituyen en efecto peligros para las condiciones
de vida (lo que de ningún modo es necesario en cualquier parte por regla general, ni
jurídico y moral y, finalmente, la reacción -en forma de pena jurídica objetivada- está
condicionada por la experiencia y por la idea del fin alcanzada a través de esa misma
experiencia.
pone al servicio del fin, la acción se adecuará al fin. En cuanto el fin se reconozca con
más claridad; en cuanto más perfecta sea la adecuación al mismo de la acción; en cuanto
35
No es éste el lugar de comprobar la corrección psicológica y fisiológica de este postulado que ya expuse
en mi Reichsstrafrecht (p. 15), ni creo que me corresponda esa tarea. Puede pensarse en los primeros
movimientos del recién nacido y en su desarrollo. El trabajo de Schneider ya citado (Der menschliche Wille,
1882) está basado en la misma idea. El desarrollo del lenguaje a partir de movimientos reflejos sugiere un
cierto paralelismo con el desarrollo de la pena, sobre la base de los trabajos de Lazarus, Steinthal, Wundt y
otros (cfr. p. 480).
20
se propongan fines más lejanos en lugar de los más cercanos y directos; y, finalmente,
cuanto más se subordine a un fin superior -que acaso trascienda el propio ser del
individuo- la totalidad de las acciones con todos sus actos parciales, tanto más perfecto
será el desarrollo hacia este último objetivo. La adhesión plena de la voluntad individual
presupuesto ya existente.
1)La pena es, como actuación que responde a una inclinación, una acción
instintiva y adecuada a un fin. La pena protege las condiciones de vida, no sólo de los
individuos, sino también de los grupos de individuos existentes en un momento
decisivo se dio con la transmisión total de la pena al Estado, cuyo «predominio soberano
también llamar una estatización incompleta de la pena. Sólo la incorporación general del
36
Sobre la historia de esta objetivación, cfr. v. Haller, Restauration der Staatswissenschaften-II, pp. 241 y
ss; v. Hartmann, Phänomenologie des sittlichen Bewußtsein, p. 202; Laas, Vergeltung und Zurechnung, en
Der Vierteljahrschrift für wissenschaftl. Philosophie-V, p. 349 y ss; A. Merkel, Recht und Macht , en
Schmollers Jahrbuch-V, pp.439 y ss; v. Bar, Handbuch-I, p. 323.
21
enjuiciamiento a un proceso que se inicia de oficio lleva el desarrollo al fin de una etapa,
componen, contra las que el delito se dirige. Estas son fijadas y ponderadas
costumbre, y precisamente por ello, una palanca poderosa para la formación de ambos.
acciones dirigidas contra éstos, de los delitos en un sentido más amplio, que primero son
formación del concepto del delito en particular38, que figura entre las revelaciones más
interesantes de la historia del derecho penal, todavía hoy no ha concluido del todo. En
efecto, aun en nuestro Código penal del Imperio encontramos también acciones
completamente39.
Sin embargo, debe darse un paso más allá. En los conceptos de delitos
37
Cfr. Binding, Die Normen und ihre Übertretung-I, 1872, p. 56 y ss; Jellinek, Die sozialetische Bedeutung
von Recht, Unrecht, Strafe, p. 43 y s.
38
En mi opinión, en este lugar ha de intentar una síntesis meticulosa de los diferentes niveles de
objetivación, cuya expresión es la abstracción progresiva a partir de los casos concretos.
39
Piénsese en la traición y en la alta traición, en la deslealtad, y otros similares.
22
particulares ha de hacerse abstracción de aquellos elementos que lleva consigo todo
desarrollo de conceptos que integren la parte general del derecho penal. Así tienen
en medio de una corriente en movimiento, pues los elementos del «tipo general del
La pena primitiva se dirige contra el delincuente con una vehemencia primitiva; «el
instinto natural de venganza no conoce otros límites que la magnitud de la irritación y la
paz adopta formas benignas conforme a los presupuestos y al contenido del asunto de
que se trate, hasta llegar a ser absorbida en la pena estatal con el paso de las
40
Por ejemplo, es todavía controvertido en el actual Derecho penal alemán si en determinados casos la
aparición de la pena no es independiente de la culpabilidad subjetiva. Sobre esta cuestión, cfr. H. Meyer, en
Lehrbuch des deutschen Strafrechtes, 3ª ed., p. 155 y s, así como la literatura y jurisprudencia citada por ese
mismo autor. A la cuestión ha de responderse afirmativamente, lo que debo admitir frente a la opinión
manifestada en mi Reichsstrafrecht, p. 107. En todo caso, esto proporciona una nueva demostración de que
tampoco hoy coinciden siempre pena y desaprobación moral.
41
Jellinek, cit., p. 92.
42
Cfr. v. Bar, Handbuch-I, p. 317.
23
comunidades de paz al Estado. Y, finalmente, la misma pena estatal se da por satisfecha
con la restricción en lugar de la destrucción de los bienes jurídicos de los que es titular el
por exigencias del momento. No obstante, ello hace posible que, al tener un
como fin; se abre paso la pena en aquellos casos en los que los cuáles ciertos bienes
en que aparece como necesaria contra esos delitos para la protección de esos bienes
jurídicos. En una palabra, posibilita que con esos conocimientos, aunque inseguros e
incompletos, se produzca una acomodación de la pena a la idea del fin. La pena se pone
de esta adaptación ni, a su vez, momento tan relevante ni tan influyente, como la lucha
que el orden jurídico del medievo alemán mantuvo contra el hampa que se
43
Cfr. el trabajo ya conocido, aunque minusvalorado en sus aspectos vinculados a la criminalística, de
Avé-Llallamant: Das deutsche Gaunertum in seiner politischen, literarischen und linguistischen Ausbildung
zu seinem heutigen Bestande, 1858-1862. Sobre ello, v. Bar, Handbuch-I, pp. 100-104.
24
momento.
idea del fin tiene lugar a pesar de todos los cambios en la delimitación del contorno de
las acciones calificadas como delitos y a pesar de todos los titubeos en la construcción y
acción instintiva se transforman en pena impuesta por el Derecho y, por tanto, en acción
voluntaria. El poder del Estado ha tomado en sus manos la espada de la Justicia para
proteger del orden jurídico contra el malhechor que atente contra él.
Esta es la misma idea expresada por Ihering en su obra dedicada al estudio del
fin en el Derecho (Das Zweck im Recht), cuando, desde diferentes puntos de partida, ha
250). «Para mí, el Derecho es sólo su propia utilidad y, por tanto, la necesidad de límites
de la que llega a ser consciente el poder. No es algo sustancialmente distinto del poder
correcta -porque está vinculado a las reglas de su imposición- y por tanto, disciplinada,
en contraposición a la fuerza salvaje y brutal, sin reglas, que sólo está determinada por
los beneficios momentáneos» (p. 251). «El Derecho no es otra cosa que el precipitado de
44
Cfr. mi Reichsstrafrecht, § 1.
25
la experiencia cuando se pone en relación con la correcta utilización de la fuerza» (p.
autolimitación del poder punitivo desenfrenado, se apreciará con claridad el valor que la
objetivación tiene también -y más precisamente- para el autor del delito45. Para Fichte
existe el derecho esencial del ciudadano a ser sancionado con una pena. Para Hegel, con
la pena se honra al autor del delito como ser inteligente. Estas y otras frases análogas no
objetivada.
disputa familiar entre las teorías absolutas no puede provocar nuestro interés, pues sólo
prohibida a la ciencia como tal. Cualquier posible interpretación de las teorías absolutas
45
Cfr. Ihering, p. 543.
26
nos resulata a la vez tan próxima como lejana.
Sin embargo, la discusión entre estas opiniones tiene una significación práctica
estas dos cuestiones: 1) Qué acciones son gravadas con penas 2) Cómo ha de ser medida
En primer término, hay que poner de relieve que -por una extraña casualidad- la
primera, hoy ya la mayoría de los autores da la misma respuesta que hemos señalado en
la discusión precedente46: aquellas acciones que aparecen como perturbaciones de las
sancionadas con una pena. No existe una diferencia de naturaleza entre la ilicitud civil y
la ilicitud penal, sino que la idea del fin traza por sí misma la línea fronteriza.
amplitud de la misma) sólo pueda derivarse de la idea del fin no requiere ninguna
justificación ulterior. Nosotros hemos de avanzar más allá en la trayectoria indicada por
la historia y sólo por eso se puede proceder a investigar más minuciosamente la idea del
pena del delito cometido única y exclusivamente del pasado, y no del futuro. El delito
27
En resumen: nuestra tarea será comprobar de qué modo la pena de retribución
Es cierto que Kant trató de hacerlo. Pero su intento fracasó y estaba destinado al
un acuerdo unánime.
Sin embargo, se tiene bien presente el hecho de que Kant es el único entre los
autores que están al frente de la filosofía especulativa alemana que sostuvo la idea de
éste el lugar adecuado para poner en evidencia que el fundamento de este hecho se
de nuestra tesis. Para el delito, la consecuencia que se desprende del Derecho como
28
pacto entre los ciudadanos es la exclusión de la comunidad jurídica, pues el delincuente
está fuera de la ley. Únicamente por razones de adecuación al fin accede el Estado, en
perjuicio. De ello, sin embargo, no se deduce la Ley del Talión... El aspecto cualitativo de
la pena se define más bien a través de la idea del Derecho que exige la seguridad del
del autor del delito... La consideración de este fin de la pena no puede llevar en ningún
perjuicio producido por la pena debe ser siempre impuesta en relación con el autor del
bajo la exigencia de que algunas clases de penas diferentes fuesen susceptibles de ser
comparadas entre sí de una forma exacta y, por tanto, que pudiera obtenerse un
de que éste sea el caso, o pueda serlo, de algún sistema penal en el mundo. Mientras
47
Fichte ha ejercido menos influencia en la ciencia del Derecho penal que Kant, Hegel y Herbart, y, en
general, menos que la que hubiera merecido. Sólo la «teoría del rendimiento» de Heinze se mueve
parcialmente en la órbita de ideas de Fichte.
48
Puede citarse en este sentido a v. Holtzendorf, en Encyclopädie der Rechtswissenschaft, 4ª ed, 1882, p.
874. Cfr. también los trabajos de Geyer: «Philosophische Einleitung in die Rechtswissenschaften», pp. 1 ss, y
en particular p. 58; Geschichte und System der Rechtsphilosophie, 1863, pp. 127 ss.
29
tanto, para mí la teoría de Herbart y de Geyer se reduce a la argumentación (hegeliana)
tiene para nosotros una esencial importancia en este punto. Como es sabido, Hegel
exigía una equiparación valorativa y no una igualdad específica entre delito y pena.
Aunque las ideas de Hegel han sido punto de partida para toda una serie de teorías de la
unión (Berner y otros), precisamente en los últimos tiempos dos defensores de las
teorías de Hegel en el campo del derecho penal se han pronunciado con claridad y
acuerdo entre el sector más amplio de partidarios de la idea del fin y la filosofía de
Hegel, defendida todavía hoy por nombres ilustres en la ciencia del derecho penal.
explica v. Bar de la forma siguiente: «En otras palabras: lo esencial del delito es su
considere nulo, no pueden definirse según ese principio (...) Si fuese así, del principio
a declarar Hegel (...) En suma: resumidas cuentas, no caen en la esfera del principio».
de la pena50. Culpabilidad y pena son, para él, magnitudes diferentes que no admiten
equivalente. La pena en sus orígenes implica, sobre todo, la ausencia de Derecho, y sólo
30
las penas.
nos la proporciona? v. Bar responde que la tradición es la justicia y que, para llegar a
conocerla, será necesario mirar en el instructivo espejo de la vida del Derecho de otros
pueblos. Difícilmente quedará alguien satisfecho con esta respuesta. La advertencia que
saludable no puede producirse a saltos, está posiblemente justificada. Sin embargo, esa
Con un punto de partida más íntimamente ligado a Hegel que v. Bar, aunque con
mayor independencia en la respuesta a nuestra pregunta, ve Hälschner51 la esencia de la
valorativa entre delito y pena ha de realizarse mediante una determinación del valor
individual que tiene aquél para el Derecho y el Estado, y ésta para el autor del delito. De
reglas absolutas y universalmente válidas para la decisión de la pena justa. «Las leyes no
pueden proceder de otra forma que considerando la pena como un medio dirigido a un
fin».
a un autor que, desde diferentes puntos de partida, alcanza los mismos resultados.
Sontag52 continúa aferrado a las teorías absolutas. «La idea fundamental (de la filosofía
alemana) de que la pena sólo está justificada por el delito cometido, permanecerá
Estado debe reaccionar en interés del Derecho contra la ilicitud, y por ello contra toda
51
Das gemeine deutsche Strafrecht, 1881, p. 558 ss.
52
ZStW-I, p. 495.
31
acción u omisión antijurídica, aquél no puede quedar limitado de ningún modo en la
elección del medio útil para esa reacción, pues la recta razón sólo requiere que se
pena. Es por eso que, en nuestro esfuerzo por definir este principio de la idea del fin,
deberíamos tener como aliados a los partidarios de las teorías absolutas que careciesen
de prejuicios.
2)Sin embargo, la pena entendida como retribución no sólo se muestra como
igualdad -ya sea específica, ya sea valorativa- entre delito y pena. Antes bien, en la
idea de la Justicia proporcional. «La Justicia, que nunca es absoluta, no puede significar
sino que, conforme al estado de desarrollo jurídico de cada pueblo, los delitos más
graves deban ser conminados con penas más graves que una contravención de menor
gravedad»54.
De acuerdo con ese criterio, bien poco supone la justicia, puesto que es por
completo dependiente del sistema penal. En principio, podremos decir si es una pena
justa la ejecución de la pena de muerte, la cadena perpetua o la reclusión por diez años,
justicia. Sin embargo, a partir de esta «justicia» no es posible conocer cuál sea el sistema
32
No obstante, si dejamos de lado esa cuestión, a nosotros nos alcanza con la
concesión de que no existe la «Justicia absoluta», y con ella nos damos por satisfechos.
gravedad del delito o, lo que es lo mismo, la gravedad relativa de ese delito en el sistema
de los delitos?
Sontag56, la exigencia de Justicia sólo puede ser satisfecha «si el delito puede ser
aceptada una valoración jurídica global. Este valor jurídico se sintetiza en dos factores
cuyo peso específico está sujeto a múltiples oscilaciones: el objeto del ataque en qué
consiste el delito y la decisión contraria al derecho del autor del delito». También Lasson
dice57: cuanto mayor es la culpabilidad, más grave ha de ser la pena. Sin embargo, la
55
Revision der Grundbegriffe des peinlichen Rechtes, 1799, II, p. 131 ss.
56
ZStW-II, p. 497.
57
System der Rechtsphilosophie, 1882, p. 535 s (cfr. ZStW-II, p. 143).
58
Con mayor sencillez se explica la cuestión H. Meyer (Lehrbuch, 3ª ed, p. 15): «Los perjuicios que el
Estado aplica como penas son muy diferentes, y ello depende esencialmente de las circunstancias y
concepciones imperantes en cada momento... Además, la magnitud de la pena es asunto de apreciación del
legislador, y en ello es decisivo el aspecto esencial del fin de retribución. Sólo en una segunda línea entran
en cuestión todos los objetivos de carácter práctico». Ya que no he conseguido hasta ahora formarme una
idea de esa Justicia de la que se trata en todas partes, de esa Justicia oportunista o de ese oportunismo
justo, frente a la posición de H. Meyer me remito a Merkel, ZStW-I, p. 557, en nota; Rümelin,” Über die Idee
der Gerechtigkeit” en Reden und Aufsätze. Neue Folge, 1881; v. Bar, Handbuch-I, pp. 330, 335 (nota al pie) y
336.
33
que extrae la gravedad de la lesión de bienes jurídicos; y otro, predominantemente
subjetivo, que se asienta sobre la dirección de la voluntad del autor. Difícilmente puede
ser discutida mi afirmación, si digo que el hecho de que la aplicación de ambos criterios
en nuestro derecho vigente deja bastante que desear. La consecuencia natural de ello es
jurista59. El juez, a la hora de individualizar la pena dentro del marco de pena que le
ofrece la ley, debe aplicar estos mismos criterios que han servido como guías al
menos, de modo que se sitúen uno y otro en igualdad de condiciones. Sólo se podría
decir, situado como base del establecimiento del marco de la pena- y se construye el
otro como principio complementario -es decir, aplicado en la subdivisión del marco
este sentido.
Por otra parte, se añade a ello la vaguedad del principio subjetivo. ¿Se trata de la
juicio de valor ético sobre el modo en que se expresa la voluntad o se alude a la forma
permanente del carácter? ¿Sancionamos con una pena al hombre por lo que hace o por
34
ético sobre la forma permanente en la que se expresa la voluntad es lo que decide la
totalidad de una serie de cuestiones para la mayor parte de los partidarios de la Justicia
proporcional61. De este modo, desde el punto de vista que sostiene la pena como
acentuando la adquisición culpable de la habitualidad en toda una vita ante acta, que
de la pena para el delincuente habitual62. Tan pronto como nos hemos adentrado en el
campo del juicio de valor moral, se nos ha desvanecido el terreno firme bajo nuestros
pies. Con frecuencia han de recordarse las conocidas palabras de Kant a quienes se
completo oculta para nosotros. Nuestras imputaciones sólo pueden revestir un carácter
afortunada (merito fortunae), es algo en lo que nadie puede profundizar y en lo que, por
apreciación jurídica al fantasma de una justicia ideal que lleva a efecto el principio de la
61
Me remito a las certeras observaciones de Merkel «Über das gemeine deutsche Strafrecht von
Hälschner und den Idealismus in der Strafrechtswissenschaft», ZStW-I, pp. 593 ss.
62
Como de hecho ha sucedido frecuentemente desde Kleinschrod. Sobre la historia de esta cuestión, v.
Lilienthal, Beiträge zur Lehre von den Kollektivdelikten, 1879, en particular en pp. 33 ss.
63
Kritik der reinen Vernunft (edición de von Hartenstein, 1868), p. 381.
35
ética.
continuar con las reflexiones anteriores. La idea del fin, que afortunadamente nos ha
guiado hasta ahora de una forma más segura, debe ser en adelante la que dirija nuestros
contenido y extensión) que sea necesaria y, por tanto, que a través de la pena resulte
penal es la observancia de la medida de la pena exigida a través de la idea del fin. Del
mismo modo que la pena impuesta por el Derecho se ha originado como autolimitación
medio dirigido a un fin. La idea del fin, sin embargo, requiere la adecuación del medio al
fin y la mayor economía posible en su empleo. Este impulso tiene plena vigencia
bienes jurídicos a través de la lesión de bienes jurídicos. De ahí que no se pueda pensar
de ningún modo en un empleo profuso de la pena, pues ello sería una ofensa gravísima
contra la propia idea del fin. En efecto, esta utilización de la pena no cabría dónde ésta,
conciudadano, no fuese requerida de modo irrecusable por las exigencias del orden
jurídico. Por tanto, el predominio de la idea del fin constituye la protección más segura
de la libertad individual frente a las crueles formas que la pena adoptó en tiempos
pasados, y que no fueron eliminadas -vale la pena recordarlo- por los idealistas firmes en
la creencia de la pena retributiva, sino por los precursores del «racionalismo superficial».
36
«Si Beccaria, en su famosa obra sobre los delitos y las penas (1764) no hubiera alzado su
voz contra la desmesura de las penas, hubiera tenido que hacerlo Adam Smith en la suya
de la pena. A partir de aquí se trata, para precisar la pena justa en el caso concreto, de
conforme al principio citado. Para resolver este cometido debemos investigar con mayor
por qué? ¿Cómo se consigue la protección de los bienes jurídicos? ¿Cuáles son las
conduce éste hacia los efectos inmediatos? En una palabra ¿Donde se encuentra el
nos dirigen nuestros adversarios cuando piensan que el fin, del que en nuestra opinión
se extrae la pena, podría alcanzarse con mayor seguridad y sencillez mediante la mejora
Sólo existe un método por el que puede encontrarse respuesta a estas preguntas
con absoluta certeza: el método de las ciencias sociales, el estudio sistemático de las
conducirnos al objetivo. Tenemos que analizar el delito como fenómeno social y la pena
como función social si nuestro propósito es constatar con precisión científica la eficacia
64
v. Ihering, Zweck im Recht, p. 362, cfr. p. 477. En los últimos tiempos, ha de atribuirse a Wahlberg el
mérito de haber llamado la atención sobre estas ideas. Cfr. su Kriminalistische und nationalökonomische
Gesichtspunkte mit Rücksicht auf das deutsche Strafrecht, 1872.
37
las cuestiones planteadas por los criminalistas. Todavía no poseemos en la actualidad
una estadística criminal con estas características. Así lo entiende la primera autoridad en
formuladas, yo, como algunos otros, sé bien que esta respuesta no puede reclamar el
relativas, obtenido con los escasos medios que tenía a su disposición. La estadística
La pena es coacción. Se dirige contra la voluntad del autor del delito, cuyos
delito los motivos que a él le faltan y que son los idóneos para disuadirle
existentes. La pena aparece como una adaptación artificial del autor del delito a
38
α)Mediante la corrección. Es decir, a través de la implantación y fortalecimiento
b)Fuerza o coacción directa, inmediata y mecánica. La pena es el secuestro del autor del
pena, que se encuentran inmersas en las fuerzas del instinto y por medio de las cuáles se
ejecución de la pena. Es claro que la pena tiene toda una serie de efectos que yo
denominaría efectos reflejos69, pero carecen de suficiente entidad para echar por tierra
amenaza de la pena, que intensifica los motivos que impiden el delito advirtiendo e
intimidando. Aunque no podemos pasar por alto estos efectos, aquí debemos dejarlos
67
Ihering, op.cit., p. 51.
68
Cfr. los tres fines de la pena en Platón (De las Leyes, .IX, pp. 854 ss) y en Aristóteles (Et. Nicom.-II, 3, § I,
X, 9, §§ 3, 8, 9).
69
Aquí tengo en cuenta los efectos de la pena sobre otras personas, que no se echan en falta en ninguna
de sus formas y que no sólo aparecen como prevención general, sino también como fortalecimiento de los
motivos sociales en otros. También aquí entran en consideración sus efectos respecto a los lesionados, que
pueden ser resumidos como la satisfacción (reparación) de la víctima.
39
del Estado, sino de una pena estatal, y la amenaza de la pena es sólo un imperativo
intensificado.
con la que se haga posible la consecución de cada uno de estos fines. Y exactamente lo
mismo rige en relación con los instrumentos concretos de los que dispone el sistema. En
este aspecto radica la significación de la pena privativa de libertad, que Mittelstädt pasa
por alto. La pena privativa de libertad está llamada a ocupar el primer y más eminente
concreto? ¿Es preciso subrayar que con la decapitación o la horca del delincuente no
corrección, intimidación e inocuización de A mediante una única pena (por ejemplo, una
multa de 300 marcos)? ¿No puede afirmarse, sin embargo, que no hay contradicción
cadena perpetua? Tal vez no estaría de más referirse expresamente a estas cuestiones.
Sin embargo, aún llega a decir Sontag70: «Una teoría de doble dispositivo de seguridad,
que pretenda simultáneamente tanto intimidar como corregir, y, por tanto, mezclar
agua y fuego, está llena de contradicciones en sí misma. Resulta un perfecto enigma que
todavía hoy puedan encontrarse defensores de ella (v. Liszt y Sichart)». Sin embargo, el
70
ZStW-I, p. 494.
40
consecuencias esenciales y posibles de la pena, y por tanto, a la vez, las formas posibles
de protección de bienes jurídicos a través de una pena, cada una de estas tres formas de
pena tendría que corresponder a tres categorías de delincuentes. Por tanto, la pena no
se dirige frente a la noción de delito, sino contra aquéllos. El autor del delito es el titular
del bien jurídico cuya lesión o destrucción constituye la esencia de la pena. Esta
clasificación. Para ello, quisiera detenerme en su examen, aunque, por una simple razón
habitual es una de las tareas más urgentes de la actualidad. Del mismo modo que un
habitual, en rápido crecimiento, se extiende cada vez más intensamente en nuestra vida
71
Cfr. los trabajos anteriormente citados, en particular los de Ferri y Lombroso
72
Es mérito considerable que debe atribuirse a Wahlberg la acentuación enérgica, en sus diferentes
trabajos, de la distinción fundamental entre delincuentes habituales y ocasionales. En particular, cfr: «Über
das gewohnheitmäßige Verbrechen mit besonderer Rücksicht auf den Gewohnheitsdiebstahl»
(Gesammelte kleinere Schriften-I, p. 136 s); «Das Maß und der mittlere Mensch im Strafrecht» (Zeitschrift
für das Privat- und öffentl. Recht der Gegenwart-V, pp. 465 ss; «Das Gelegenheitsverbrechen» (Ges. kl.
Schriften-III, pp. 55 s).; «Das Maß un die Wertsberechnung im Strafrechte» (op.cit., pp. 101 y ss);
«Gutatchen an den internationalen Pönitentiar-Kongreß zu Stockholm über die Bekämpfung des
Rückfalles» (op.cit., pp. 213 y ss). Este mérito no se ve afectado de ningún modo por la hábil crítica, en
parte justificada, que ha dirigido v. Lilienthal (Beiträgen zur Lehre von den Kollektivdelikten) a su definición
jurídica del delincuente habitual y a su fundamentación jurídica de la mayor punibilidad del delincuente
habitual. El delincuente habitual existe, aunque no contamos con ninguna buena definición sobre él. Contra
v. Lilienthal, cfr. también Hälschner, op.cit., p. 551.
41
social. Sobre esta cuestión, el doctrinarismo dominante en el campo de la ciencia del
Derecho penal, absorbido en las construcciones conceptuales puras, tiene que cargar
sobre sí una grave responsabilidad, puesto que este hecho había quedado indiferente
minucioso del que hoy todavía carecemos. Se trata sólo de uno de los eslabones -
por principio del orden social, en cuyo estado mayor figura el delincuente habitual. En
será vano el esfuerzo por formarse una idea de la delincuencia habitual como tal. Aquí
necesitamos hacerlo.
valiosos, pese a la imperfección de las estadísticas que no ha sido negada por nadie. Esos
datos nos ofrecen apoyo suficiente para proceder al desarrollo inmediato de algunas
reflexiones.
incorregibles. En mi opinión, esta afirmación encuentra apoyo, de una parte, en las cifras
42
73
que presenta Sichart sobre Württemberg; de otro lado, en la reciente estadística
como promedio, por quinta vez77. Por otra parte, todos los condenados tenían a su
cargo un promedio de 3,27 acciones punibles, que habían cometido desde la última
por ciento (frente a un 52,37 por ciento en el año anterior). El promedio para el periodo
de la estadística asciende a un 70 por ciento. Según mis cálculos sobre la base de las
cifras de la Estadística81, de los 7033 internos en presidio sobre un 82 por ciento había
sido condenado dos o más veces, y de ellos un 27 por ciento en seis o más ocasiones; de
73
Über die Rückfälligkeit der Verbrecher und über die Mittel zu deren Bekämpfung, 1881.
74
Statistik (Estadística del Departamento de establecimientos penitenciarios y penales del Ministerio del
Interior del Reino de Prusia 1 abril 1880/1881), publicada en Berlín en 1882 (en adelante: Estadística.
75
Sichart, op.cit., p. 8.
76
Estas mismas cifras aparecen en el trabajo de Krohne, en ZStW-I, p. 76.
77
Sichart, p. 11.
78
Sichart, p. 12.
79
Estadística, p. 43.
80
El porcentaje de reincidentes en el número total de detenidos asciende a un 76,70 por ciento, según se
indica en p. 50 de la Estadística.
81
Estadística, p. 43.
43
82
los 21.327 que ingresaron en prisión , un 66 por ciento había sido condenado en dos o
más ocasiones, y de ellos un 22 por ciento seis o más veces. Las cifras de promedio
Estas cifras hablan por sí solas. Muestran que el tratamiento actual para los
reincidentes es erróneo e insostenible y que, al menos, la mitad de las personas que año
celdas de prisión con unos costes elevadísimos83. Es algo más que absurdo que al cabo
de algunos años se les deje en libertad como animales de rapiña84 hasta que, después de
cometer tres o cuatro nuevos delitos, tengan que ser internados otra vez y tengan que
volver a ser «corregidos». Sin embargo, nuestro sistema de previsión de marcos penales
no sólo permite estas consecuencias, sino que las exige. La «retribución» queda así
satisfecha y la ciencia del Derecho penal tiene tanto que hacer con la teoría de la
causalidad, con la controversia sobre los delitos de omisión y con otras cosas similares,
los delitos que suelen ser generalmente cometidos de modo habitual, y en esta
82
Estadística, p. 55.
83
Sichart calcula los costes de la construcción e instalación de una celda en unos 4.000 marcos (p. 68);
Krohne de 4.500 a 6.000 marcos (ZStW-I, p. 66).
84
Cfr. la drástica descripción de Kräpelin, en Abschaffung des Strafmaßes, p. 21.
85
Esta petición se ha formulado ya reiteradamente con mayor o menor firmeza según los casos. Cfr. en
este sentido, en particular, el informe presentado por Wahlberg en el Congreso Penitenciario de Estocolmo.
También los textos citados en las notas de v. Lilienthal, en Kollektivdelikte, cit., p. 103; Schwarze, en
Freiheitsstrafe, p. 47; Sichart, cit., p. 39, Krohne, ZStW-I, pp. 81 ss; Sontag, ZStW-I, pp. 505 s; Mittelstadt,
Gegen die Freiheitsstrafen, p. 70.
44
los resultados con los que contamos en la actualidad nos permiten obtener una cierta
los delitos contra la propiedad, y, sin duda, en segundo lugar los delitos sexuales. Es
decir, aquellos delitos que son consecuencia de los más intensos y primitivos instintos
del hombre. Entre ellos, pueden ser citados aquí e forma más concreta86: hurto,
esta lista, sobre la base de un estudio más minucioso, sea complementada o rectificada.
el Código penal estableciese -en una fórmula análoga a la de los parágrafos 244 y 245
del Código vigente- que, en el caso de una tercera condena por uno de los delitos
Apenas podría prescindirse del castigo corporal como pena disciplinaria89. La pérdida
obligatoria y permanente de los derechos civiles tendría que marcar de forma nítida el
la sociedad. Siempre queda la posibilidad de un error del juez. Pero aunque la esperanza
86
Cfr. en este sentido v. Lilienthal, op.cit., p. 109; Sichart, op.cit, p. 13.
87
Precisamente en el aumento de los delitos citados se muestra de forma ostensible el embrutecimiento
creciente de nuestras masas populares.
88
Mittelstädt, ZStW-II, p. 437.
89
Cfr. el § 38.num. 10 del Proyecto de ley penitenciaria del Senado y su exposición de motivos. Sobre la
literatura más novedosa en relación con el castigo corporal, Sontag, op.cit., p. 501.
90
Cfr. las propuestas de Sichart, op.cit., pp. 40 s.
45
circunstancias excepcionales. El Consejo de Vigilancia podría formular cada cinco años la
de las penas previstas para los reincidentes en nuestro Código penal. Aquí se encontraría
un punto de contacto con quienes, por considerar nuestro sistema de marcos penales
todavía no están perdidos sin salvación posible. Las pequeñas prisiones son los lugares
podrían ser puestos a salvo en muchos casos, pero sólo con una educación severa y
prolongada. En mi opinión, las penas privativas de libertad incluidas aquí deberían tener
siempre una duración mínima, que no podría bajar de un año. No existe nada tan
empleadas contra los aprendices en el camino del delito. Cuando la sociedad traslada
delincuente habitual.
En la práctica, las cosas deberían estructurarse del modo que sigue. El tribunal,
91
Pienso en la implantación que propone el § 8 del Proyecto mencionado, susceptible de un sólido
desarrollo. Cfr. sobre este punto en la p. 24 de la exposición de motivos y en Willert, ZStW-II, p. 488.
46
ante el primero y el segundo delito, tendría que pronunciarse por el traslado en un
establecerse centros privados con carácter oficial -es decir, bajo la supervisión del
92
Desde mi punto de vista, no existiría ninguna objeción a una propuesta de ampliar este límite máximo.
93
Es decir, de aquel Ministerio de cuyos servicios dependan los establecimientos penitenciarios.
94
En mi opinión, los centros privados que dependen de sí mismos exclusivamente provocan más daños
que beneficios. Un apoyo sin planificación es tan malo como ninguno. Sin embargo, la opinión dominante
parece diferir de este criterio.
47
aquí debe exclusivamente restablecer la autoridad de la ley que se ha infringido. En
estos casos, la pena debe ser intimidación, advertencia hasta cierto punto contundente,
«escarmiento» para los instintos egoístas del autor del delito. De hecho, el campo de la
pena entendida como intimidación abarca con ello todos los delitos y las faltas, con
excepción de las citadas anteriormente. Por tanto, comprende todos aquellos hechos
cuya comisión habitual no ha podido ser probada por la estadística criminal. En general,
las amenazas de pena de nuestro Código penal podrían conservarse, si bien bajo la
privación facultativa de los derechos civiles. Junto a ella y, en su caso, en su lugar, podría
inocuizados.
promovido por la idea del fin, sin que para ello sea necesario conmover los principios
fundamentales del Derecho penal vigente en los países civilizados. También el sistema
48
denominar a estas propuestas «acordes de una música futura no definida», como ya
embargo, en mi opinión no existe nada que objetar a esas palabras, y yo sólo intentaría
VI.Conclusión
Mientras buscábamos alcanzar, bajo la dirección de la idea del fin, las formas de
la pena como protección y la medida de la misma, tuvimos que dejar de lado la pena
como retribución. Regresemos ahora a esa discusión. Cuando nos resultaba también
pena y delito como la inutilidad de la idea de la justicia proporcional, sin embargo no por
posible pensar en otra forma que permita obtener buenos resultados teóricos y
prácticos? ¿Acaso no es ésta otra forma en principio hostil a la idea del fin?
con toda decisión. La única formulación sólida y fecunda de la pena como retribución es
contraposición entre el quia peccatum est y el ne peccetur, lo que no es sólo válido para
el principio del pena, sino también en relación tanto al concepto de la ilicitud penal como
49
demostrada; la segunda es en la actualidad criterio dominante; la tercera es fácil de
de fuerzas que define la vida estatal cuando se produce una conmoción del orden
seguridad del orden jurídico. La pena de protección es la pena como retribución. Desde
mi punto de vista, ésta es también la idea fundamental de todas las teorías absolutas y
propia forma de ser más íntima, no existe delito que no haya cometido un delincuente.
Hecho y autor no son términos contrapuestos -como postula un error jurídico funesto-
sino que el hecho es del autor. Si el hecho se comete por la fuerza o en un momento de
locura, no se trata de una obra del azar caprichoso. Aquí la retribución olvida la
imputación. Sólo en el hecho concreto que ha de ser retribuido puede determinarse por
hechos concretos99. Los defensores de esta opinión se preguntan qué merece el hurto,
ladrón, este asesino, este perjuro o este violador. Como la pregunta es distinta de la que
98
Cfr. también las alusiones de Merkel, en ZStW-I, p. 594.
99
Muy nítidamente se encuentra este error en Berner. Con frecuencia lo sostiene en todas las ediciones de
su Lehrbuch.
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absurda, precisamente desde el punto de vista de la retribución. No han de sancionarse
los conceptos, sino los autores. La medida de la pena que consiste en la retribución no
puede ajustarse al concepto, sino al hecho realizado por el autor. Esto parece ser una
verdad trivial, fácil de alcanzar, y sin embargo todavía en la actualidad es una herejía.
En una expresión más amplia, podría decirse que que represión y prevención no son
porque la apuntalo no se derrumba? Todas estas preguntas son equivalentes a las que
desde hace milenios constituyen objeto de controversia de las distintas teorías que han
represión por prevención. De este modo encuentran respuesta las preguntas que
Binding101 dirige a los defensores de la idea del fin: «¿Por qué sólo se sanciona el delito
una vez que se ha cometido?» ¿Por qué sólo son curadas las personas que han caído
enfermas y no son curados en cambio los sanos? Ambas cuestiones son equiparables.
Del mismo modo que sólo llamamos tratamiento médico a la actividad médica dirigida a
la lucha contra la enfermedad, calificamos como pena sólo a la actividad del Estado
y policiales?» ¡Sin duda! Cuando exista una policía sanitaria desarrollada con tal nivel de
100
Es tan claro que las afirmaciones de v. Ihering en la p. 25 de su Zweck im Recht sólo en apariencia son
contradictorias con mis afirmaciones, que no requiere demostración alguna.
101
Cfr. supra p. 128 (pp. 3-4 del texto traducido) .
51
perfección que pueda evitar todas las enfermedades, no necesitaremos a los médicos.
Pero esta época dorada no ha despuntado todavía y, hasta que ocurra así, la mejor
sociedad, no obtiene por ello el agradecimiento de la sociedad?» Por las mismas razones
por las que el tratamiento de los síntomas no protege y cuida la fiebre para que
que el delincuente, que es por tanto una persona, sea degradado hasta el punto de ser
efectos reflejos102. Con ello se resuelve también la observación de que este experimento
en muchos casos se produce sin resultado alguno. Dicho sea de paso, la precaución
minuciosa «en muchos casos» no protege contra la propagación de las epidemias, pero
precaución, pues cuanto antes se evite, tanto mejor. «Finalmente, la teoría relativa ha
de ser consecuente con sus principios. El derecho penal no debería ser detentado por el
Estado, sino por los grupos sociales amenazados, sin consideración a las fronteras
jurídico estatal, si la pena es protección del orden jurídico estatal, entonces el Derecho
penal debe estar en posesión del Estado, y no puede estarlo en poder de los círculos
En todo caso, ciertas esferas sociales también son titulares de un Derecho penal
102
Cfr. supra p. 164 (p. 39 del texto traducido).
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destinado a la protección de sus intereses particulares determinados, en parte
reconocidos por el Estado, en parte incluso transmitidos por éste103. Pero no era éste el
discutible. Si la teoría absoluta no tiene otras armas más sólidas, es preferible que quede
a la defensiva.
Sin embargo, no es objetivo principal de estas líneas mis hacer justicia a la idea
del fin en el derecho penal, sino precisar la base sobre la que es posible un acuerdo. La
Derecho penal se han ido distanciando de la vida real. La ciencia del Derecho penal ha
puramente abstractas, en los que no percibía lo que acontecía en el exterior. Creía tener
en sus manos, como antes, las riendas del poder, mientras la vida real había dejado de
prueba de la grave responsabilidad que recae sobre los representantes científicos del
del Derecho penal, como la antropología criminal, las psicología criminal o la estadística
actual caracteriza a todas las disciplinas. Una lucha fructífera contra la delincuencia sólo
puede plantearse con la contribución de las disciplinas citadas con la ciencia del Derecho
103
Cfr. sobre este punto mi artículo «Ordnungsstrafe» en v. Holtzendorffs Rechtslexikon, 3ª ed.
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debe renunciar sin abandonarse a sí misma. Precisamente por esto no puede ni debe
teóricos y prácticos del Derecho penal, si los profesores, los jueces, los abogados y los
funcionarios de policía habrían de ser formados en esta línea; si no sería necesaria una
entre los servicios del Poder Judicial y los de la Administración, a través de la distinción
vida social. Tan sólo el reconocimiento de este hecho marca ya el camino de una
reforma por dentro. ¡Ojalá la inevitable reforma de nuestro Código penal no afecte de
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