¡Vaya mediocridad!
La Tierra: un puntito insignificante en la inmensidad del
espacio. Sin embargo, su ambiente, tan variado y complejo,
habitado por más de 10 millones de especies diferentes, es
único. Sólo determinadas condiciones bien definidas lo hacen
posible
Marco Bersanelli – 2001/Junio
Condiciones particulares
Ante todo, la Tierra goza de condiciones astronómicas muy particulares. Sol y Luna,
los dos astros divinizados por todas las civilizaciones antiguas, que han acompañado
los primeros pasos de la conciencia y de la imaginación humana, también han
modelado el ambiente terrestre y han ayudado de forma decisiva a la aparición y el
mantenimiento de la vida sobre la Tierra. Nos encontramos en una bella órbita casi
circular a una distancia óptima del sol: una variación del 5% sería letal. El Sol es una
estrella “normal”, pero ello no significa que cualquier estrella nos iría bien: sus
dimensiones no son ni demasiado grandes (en cuyo caso habría vida demasiado
breve para acompañar la evolución biológica), ni demasiado pequeña (la Tierra dejaría
de sincronizar el movimiento diario con el de rotación, destruyendo el clima templado y
la sucesión de las estaciones). Sólo el 2% de las estrellas tiene estas proporciones
ideales. El Sol se encuentra, además, a una buena “distancia de seguridad” del centro
del Galaxia, donde se agolpan la mayor parte de las estrellas, y donde se producen
grandes dosis de radiaciones ionizantes (rayos X, rayos gamma) capaces de destruir o
inhibir la delicada cadena de la vida.
Cataclismos “evolutivos”