Tomo Tres
LECCIÓN VEINTICINCO
TRASLADADOS A CRISTO
(Se sugiere que esta lección, que es larga y profunda, se lea en dos partes, comenzando
la segunda con la sección "Trasladados a Cristo" en la página 10.)
Las veinticuatro lecciones de los dos tomos anteriores, nos dan una vista panorámica de
los diferentes asuntos entre nosotros y Dios, los cuales nosotros, los pecadores,
debemos comprender, conocer, y practicar después de haber creído en el Señor para ser
salvos, y después de haber sido hecho un santo de Dios y del Señor. Comenzando con
este tomo, vamos a examinar en forma más avanzada la salvación que Dios ha
preparado para nosotros en Cristo. También examinaremos las riquezas que hemos
obtenido, las experiencias que debemos tener, las cosas que debemos llevar a cabo, y la
meta que debemos alcanzar en Cristo.
I. HAY SOLAMENTE DOS HOMBRES
A LOS OJOS DE DIOS
A. Adán siendo tanto el primer hombre como el hombre inicial
1) "El primer hombre es de la tierra" (1 Co. 15:47); "El primer... Adán" (1 Co.
15:45).
Aunque hay millones de personas en la tierra, solamente hay dos hombres a los ojos de
Dios. El primero es Adán. La Biblia lo llama el primer hombre y también el primer Adán.
El es de la tierra; por consiguiente, es terrenal. El es el principio del hombre, y no había
hombre antes de él. Por lo tanto, él es el primer hombre, el hombre inicial. Todos
nosotros, la gente en el mundo, somos sus descendientes; salimos de él, estamos en él y
somos un hombre con él.
B. Cristo siendo tanto el segundo Hombre como el último Hombre
1) "El segundo hombre... es del cielo" (1 Co. 15:47); "El postrer Adán" (1 Co.
15:45).
Estos versículos se refieren a Cristo. Aquí la Biblia llama a Cristo el segundo Hombre. A
nuestros ojos, puesto que el primer hombre es Adán, el segundo hombre debería ser su
hijo primogénito, Caín, como la segunda generación de la humanidad. Sin embargo, la
Biblia, pasando por alto a Caín y a millones de sus descendientes, dice que el segundo
Hombre es Cristo. ¡Este es el punto de vista de Dios! A los ojos de Dios, el primer
hombre después de Adán es Cristo. Antes de Cristo, solamente existió un hombre, Adán,
y no existió ningún otro hombre aparte de él. Así que, Adán es el primer hombre, y Cristo
es el segundo Hombre. Las Escrituras aquí no solamente llaman a Cristo el segundo
Hombre, sino también el postrer Adán, es decir, el último Hombre. Esto nos muestra que
Dios ve a Cristo no solamente como el segundo Hombre, sino también como el último
Hombre, y no hay otro hombre después de El. Aunque sí existió un primer hombre antes
de Cristo, no existe tercer hombre después de El. Adán es el primer hombre, y Cristo es
el segundo Hombre. Por lo tanto, a los ojos de Dios, sólo hay dos hombres en el universo:
Adán y Cristo. Todos los otros millones de personas o están en Adán, son de Adán y son
un hombre con Adán, o están en Cristo, son de Cristo y son un hombre con Cristo.
II. NACIDOS EN ADÁN
1) "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres" (Hch. 17:26).
En este versículo, la frase "una sangre" se refiere a un hombre. Este hombre es Adán. De
este hombre Adán, o de esta "una sangre", Dios hizo toda nación de hombres en el
mundo. Toda nación de hombres en el mundo es de Adán y está en Adán. Realmente,
antes de nacer ya estábamos en Adán. Debido a que originalmente estábamos en Adán,
se nos hizo posible nacer de Adán, y ser de Adán.
111. LO QUE TENEMOS EN ADÁN
1) "Por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos
pecadores" (Ro. 5:19). De todas las cosas que tenemos en Adán, la primera es el
pecado. Lo primero que Adán nos transmitió fue el pecado. No es necesario cometer
pecados para ser pecaminosos y pecadores. Por la desobediencia de un hombre, Adán,
ya somos pecaminosos y ya fuimos constituidos pecadores. Adán era pecaminoso y
pecador a causa de la desobediencia. Nosotros también somos pecaminosos y pecadores
mientras estemos en él.
2) "Así que, como por la transgresión de uno [la del Edén] vino la condenación
a todos los hombres" (Ro. 5:18).
Puesto que en Adán somos pecadores y pecaminosos, estamos bajo condenación. Ya que
Adán hizo que fuéramos pecadores, también hizo que fuéramos condenados. Todos
nosotros participamos en su ofensa en el huerto del Edén, porque todos estábamos en
él. Mientras él pecaba, todos estábamos en él, pecando con él. Adán nos incluyó y nos
llevó consigo cuando pecó.
3) "Porque así como en Adán todos mueren" (1 Co. 15:22).
De todas las cosas que obtuvimos de Adán y que ahora poseemos en Adán, la primera es
el pecado, la segunda es la condenación, y la tercera es la muerte. Ya que tenemos el
pecado, estamos condenados; y puesto que tenemos la condenación, seguramente
moriremos. El resultado del pecado y de la condenación es la muerte. Esta muerte está
en Adán y su significado abarca varios niveles. El primero es la muerte del espíritu, es
decir que el espíritu del hombre pierde su función debido a la ruptura de su comunión
con Dios. El segundo es la muerte del cuerpo, es decir que el cuerpo del hombre pierde
su vida y regresa al polvo. El tercero es la muerte del alma, es decir que el alma del
hombre va al Hades a ser atormentada (Lc. 16:22-25). El cuarto es la segunda muerte,
es decir que el espíritu, alma y cuerpo del hombre son lanzados en el lago de fuego para
sufrir el tormento eterno (Ap. 20:15; 21:8). Hoy en día los espíritus de la gente del
mundo están muertos para Dios. Algún día sus cuerpos morirán y sus almas irán al
Hades a ser atormentadas. En el último día, sus espíritus, almas y cuerpos serán
resucitados y se juntarán para ser lanzados al lago de fuego y ser atormentados
eternamente, lo cual es la muerte final y eterna. Estos son los significados incluidos en la
muerte, la porción común de todo el mundo en Adán.
IV. TRASLADADOS A CRISTO
1) "Todo aquel que en él [en Cristo] cree" (Jn. 3:16).
Aquí la palabra "en" implica literalmente "entrar en". Nuestro creer hizo que entremos en
Cristo. Originalmente nacimos en Adán, y después de nuestro nacimiento, continuamos
viviendo en Adán. Cuando creímos en el Señor, nuestro creer nos puso en Cristo para
que entráramos en El y fuéramos una persona en El.
2) "Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos" (Gá. 3:27).
El bautismo sigue inmediatamente después de creer. El creer y ser bautizados son dos
partes de un solo paso para que entremos en el Señor. El creer es entrar en Cristo
interiormente, mientras que el ser bautizados es entrar en Cristo exteriormente. Nuestro
creer es nuestro entrar en Cristo en realidad, en nuestro espíritu; nuestro ser bautizados
es nuestro entrar en Cristo de manera práctica, en el agua. Una vez que creemos,
entramos en Cristo en el espíritu. Luego, mediante el bautismo, confesamos y
confirmamos este hecho, exhibiéndolo y declarándolo. Por lo tanto, el creer y ser
bautizados es un paso completo que nos pone en Cristo, trasladándonos de Adán a
Cristo a fin de que seamos un hombre en Cristo.
3) "Mas por él [por Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús" (1 Co. 1:30).
Nuestra responsabilidad es creer y ser bautizados para poder entrar en Cristo. Pero el
poner el Espíritu de Cristo y la vida de Cristo en nosotros está más allá de nuestra propia
habilidad; esto lo hace Dios. Cuando entramos en Cristo mediante el creer y ser
bautizados, Dios pone el Espíritu de Cristo y la vida de Cristo dentro de nuestro espíritu,
para que nosotros y Cristo tengamos una unión orgánica espiritual; todo esto lo hace
Dios. Por lo tanto, en lo que al Espíritu y a la vida se refiere, es por Dios que estemos en
Cristo Jesús. Es Dios quien nos puso en Cristo y puso el Espíritu y la vida de Cristo dentro
de nosotros, para que estemos unidos con Cristo en espíritu, como una sola entidad. Con
la excepción del creer y ser bautizados, lo cual lo hicimos nosotros, todo lo demás es,
completamente la obra de Dios mediante Su Espíritu. De esta manera, Dios en realidad
nos trasladó de Adán a Cristo en el Espíritu y en vida, para que fuéramos nosotros
personas completamente en Cristo.
V. LO QUE TENEMOS EN CRISTO
Nosotros nacimos de Adán, y tenemos las cosas de Adán que son los medios por los
cuales vive nuestro viejo hombre en Adán. Cuando somos trasladados a Cristo, también
poseemos las riquezas de Cristo que son los medios por los cuales vive nuestro nuevo
hombre en Cristo. Tales riquezas en Cristo son innumerables. Aquéllas que hemos
seleccionado como más importantes están enumeradas abajo.
1) "Por la obediencia de uno [de Cristo], los muchos serán constituidos justos"
(Ro. 5:19).
Lo primero que tenemos en Adán es el pecado, pero lo primero que tenemos en Cristo es
la justicia. Lo primero que Adán nos trajo fue el pecado; lo primero que Cristo nos trae es
la justicia. La desobediencia de Adán nos hizo pecaminosos y nos constituyó pecadores;
la obediencia de Cristo nos constituye justos para que lleguemos a ser personas justas.
2) "Por la justicia de uno [en el Gólgota] vino a todos los hombres la
justificación de vida" (Ro. 5:18).
Los pecados que tenemos en Adán hicieron que en él fuéramos condenados, mientras
que la justicia que obtenemos en Cristo hace que estemos justificados en El. La ofensa
de Adán en el huerto del Edén hizo que fuéramos condenados los que estábamos en él
mientras que la justicia hecha por Cristo en el Gólgota hace que estemos justificados los
que estamos en El.
Además, el pecado y la condenación que tenemos en Adán también hicieron que
tuviéramos muerte, pero la justicia y la justificación que ganamos en Cristo hace que
tengamos vida. El pecado de Adán nos trajo muerte, pero la justicia de Cristo nos trae
vida. Debido al pecado de Adán, la muerte de Satanás entró en nosotros para hacer una
obra de muerte. Así, nuestro espíritu, alma y cuerpo, es decir, todo nuestro ser, fueron
invadidos por la muerte. Debido a la justicia de Cristo, la vida de Dios entró en nosotros
para hacer una obra de vida a fin de tragarse la muerte en nuestro espíritu, alma y
cuerpo para que todo nuestro ser pudiera ser vivificado.
3) "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados" (1 Co. 15:22).
Aquí, la expresión ser "vivificados" se refiere a ser resucitados. Originalmente éramos
personas muertas. Luego, Cristo entró en nosotros trayendo la vida de Dios para
vivificarnos. Por lo tanto, el ser vivificados es ser resucitados. La muerte de Adán arruinó
todo lo que era de nuestra vida en la vieja creación. La resurrección que Cristo nos trae
comienza nuestra vida en la nueva creación para que participemos de todas las cosas en
esta vida de la nueva creación.
4) "Que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en
Cristo" (Ef. 1:3).
En Cristo no sólo obtenemos estas tres cosas-justicia, justificación, y vida-sino también
toda bendición espiritual en los lugares celestiales. La elección del Padre Santo, la
redención del Hijo Santo, el sellar del Espíritu Santo, y todas las bendiciones celestiales y
espirituales mencionados en el Nuevo Testamento, nos han sido dadas por Dios en Cristo
y las hemos obtenido en Cristo.
5) "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Co. 1:30).
Aquí se establece concisamente que hay cuatro cosas importantes que obtenemos de
Dios en Cristo: sabiduría, justicia, santificación y redención. La sabiduría es lo principal, y
la justicia, la santificación y la redención son los puntos detallados. Todo lo que Dios nos
ha dado en Cristo proviene de la sabiduría de Cristo, o podemos decir que esta sabiduría
es Cristo como sabiduría, lo cual incluye justicia, santificación y redención. La justicia es
para que seamos justificados por Dios a fin de que seamos salvos. Esto es en el pasado.
La santificación es para que vivamos una vida santa a fin de que seamos victoriosos.
Esto es en el presente. La redención es para que nuestros cuerpos sean redimidos a fin
de que seamos glorificados. Esto es en el futuro. Nosotros hemos obtenido todas estas
cosas de Dios en Cristo, todas las cuales son Cristo mismo.
6) "... en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas" (2 Co. 5:17).
Nosotros también llegamos a ser la nueva creación en Cristo. Las cosas viejas en Adán
pasaron, y han sido hechas nuevas en Cristo. Esto es el resultado de ser trasladados de
Adán a Cristo.
LECCIÓN VEINTISÉIS
UNIDOS A CRISTO
Después que hemos creído y hemos sido bautizados en Cristo, tenemos una unión de
vida con Cristo y estamos unidos a El. Que nosotros estemos unidos a El se basa en el
hecho de que El primero se unió a nosotros. Por consiguiente, debemos primero
considerar cómo El se une a nosotros, y luego considerar cómo nosotros nos unimos a El.
I. CRISTO UNIÉNDOSE A NOSOTROS
A. Por medio de hacerse carne
1) "Y aquel Verbo [Dios] fue hecho carne" (Jn. 1:14).
Cristo es el Verbo de Dios y es Dios mismo (Jn. 1:1). El primer paso que El dio para unirse
a nosotros fue que se hizo carne, es decir, que se hizo un hombre de carne. Como Dios,
El tomó un cuerpo humano con la naturaleza humana para unirse al hombre a fin de ser
una sola entidad con él, llegando a ser de esta manera un Dios-hombre. Con esto El
empezó a unirse a nosotros.
B. Llevándonos a través de la muerte y la resurrección a la ascensión
1) "Con Cristo estoy juntamente crucificado" (Gá. 2:20); "Nuestro viejo hombre
fue crucificado junta¬mente con él" (Ro. 6:6); "...muerto con Cristo" (Col.
2:20).
Estos versículos nos revelan que en Su crucifixión, Cristo nos llevó consigo a través de la
muerte de la cruz.
2) "Habéis resucitado juntamente con Cristo" (Col. 3:1, gr.).
Esta palabra nos muestra que en Su resurrección, Cristo también nos llevó consigo a la
resurrección.
3) "...nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Ef. 2:6).
Esta palabra nos muestra que al ascender al cielo, Cristo también nos llevó consigo a la
ascensión.
Cristo puede llevarnos a través de la muerte y la resurrección y aun a la ascensión
porque El está unido a nosotros.
C. Viviendo y haciendo Su hogar en nosotros
1) "Cristo está en vosotros" (Ro. 8:10).
Primero, Cristo se hizo carne para unirse a nosotros, y luego, nos llevó consigo a través
de la muerte y la resurrección a la ascensión. Después que El realizó la redención eterna
de Dios por medio de estos pasos, El entró en nosotros para unirse más a nosotros,
aplicando a nosotros lo que El había realizado como la plena salvación de Dios. Con este
propósito, El llegó a ser Aquel que está en nosotros, y que está unido a nosotros.
2) "Vive Cristo en mí" (Gá. 2:20).
Al entrar y al unirse a nosotros, Cristo no sólo está en nosotros sino que también vive en
nosotros, es decir, El está viviendo Su vida en nosotros.
3) "Para que habite Cristo... en vuestros corazones" (Ef. 3:17).
Cuando Cristo se une a nosotros interiormente, El vive Su vida en nosotros, deseando
también hacer Su hogar en nuestros corazones; es decir, El quiere saturar cada parte de
todo nuestro ser, mezclándose con nosotros como una sola entidad. Esto demuestra que
El se unirá a nosotros hasta lo sumo.
II. NOSOTROS UNIÉNDONOS A CRISTO
A. Por medio de creer y ser bautizados
1) "...los que en él [en Cristo] creyeren" (Hch. 10:43, gr.); "...bautizados en
Cristo" (Gá. 3:27).
Originalmente nacimos en Adán, alejados de Cristo (Ef. 2:12). Por medio de nuestro creer
y ser bautizados, hemos entrado en Cristo. Este es el comienzo de la experiencia de
nuestra unión a Cristo.
B. Por medio de la unción de Dios
1) "Y el que nos une [a nosotros, los apóstoles] con vosotros [los creyentes] en
Cristo, y el que nos ungió [con el Espíritu Santo], es Dios" (2 Co. 1:21, gr.).
Cuando creemos en el Señor y somos bautizados, Dios pone Su Espíritu en nosotros y
nos unge, uniéndonos firmemente a Cristo. Por un lado, nosotros creímos y fuimos
bautizados en Cristo, por otro, Dios nos une a Cristo al ungirnos con Su Espíritu.
C. Llegando a ser una nueva creación en Cristo
1) "...en Cristo" (2 Co. 12:2); "... en Cristo, nueva criatura es" (2 Co. 5:17).
Al creer y ser bautizados en Cristo, llegamos a ser hombres de la nueva creación en
Cristo. Llegamos a ser tales hombres por el hecho de estar unidos a Cristo en nuestra
experiencia.
D. Permaneciendo en Cristo
1) "Permaneced en mí [en Cristo]" (Jn. 15:4); "Permaneced en él [en Cristo]" (1
Jn. 2:27).
Después que entramos en Cristo, para ser hechos una nueva creación en El, debemos
quedarnos en El y permanecer en El, tomándole como nuestra morada y nuestro lugar
de descanso. En Cristo disfrutamos de todo lo que El es para nosotros. Le disfrutamos a
El como nuestra vida y nuestro suministro de vida, y además como la paz, el consuelo, el
sustento, la guía, el gozo y la esperanza que necesitamos para vivir una vida celestial,
espiritual, santa, victoriosa y trascendental, de tal manera que lleguemos a ser personas
trascendentes que experimentan el estar unidos a El en nuestro vivir y andar.
E. Viviendo con Cristo
1) "Porque yo [Cristo] vivo, vosotros también viviréis... y yo en vosotros" (Jn.
14:19-20); "... viviremos con él [con Cristo]" (Ro. 6:8).
Estos dos pasajes hablan de nuestro vivir con Cristo. El estar unidos nosotros a Cristo
comienza con nuestro entrar en El, continúa con que nos quedemos en El y
permanezcamos en El, y es intensificada por nuestro vivir con El. Esta es la experiencia
en nuestro vivir de estar unidos a El y de tenerle a El como vida (Col. 3:4).
F. Siendo manifestados con Cristo en gloria
1) "Vosotros también seréis manifestados con él [con Cristo] en gloria" (Col.
3:4).
El estado final del estar unidos nosotros a Cristo, de tenerle a El como vida, y de vivir en
El, es el ser manifestados con El en gloria cuando El sea manifestado. Esta es la máxima
realización de nuestra experiencia de estar unidos a Cristo.
LECCIÓN VEINTISIETE
PERMANECIENDO EN CRISTO
Cuando creemos y somos bautizados en Cristo, estamos en Cristo. Estando en Cristo
obtenemos y disfrutamos de todas las riquezas que hay en El. Para mantener tal posición
en Cristo y continuar disfrutando de todas las riquezas que hay en El, debemos continuar
quedándonos en El, hasta el punto de permanecer en El. Por lo tanto, debemos
considerar este asunto cabalmente.
I. EL SIGNIFICADO DE PERMANECER EN CRISTO
A. Estando unidos a Cristo
1) "Yo [Cristo] soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo
en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Jn.
15:5).
Hay una diferencia entre el estar en Cristo y el permanecer en Cristo. El estar en Cristo
se refiere al hecho de haber entrado en Cristo para participar de El y estar unidos a El. El
permanecer en Cristo se refiere a la experiencia de quedarnos en Cristo para tener
comunión con El y disfrutarle. En este versículo el Señor Jesús nos habla específicamente
respecto a tal experiencia. El describe nuestra vida de permanecer en El por medio de la
ilustración de los pámpanos permaneciendo en la vid. El es la vid y nosotros, Sus
pámpanos. Esto nos muestra claramente que si deseamos vivir en El y disfrutar de todo
Su suministro de vida, y así llevar fruto para cumplir con nuestro deber como Sus
miembros, debemos permanecer en El. Esto es semejante a los pámpanos de la vid, los
cuales tienen que permanecer en la vid para poder disfrutar de todo el suministro de
vida de la vid y llevar fruto a fin de cumplir así su deber. Si estamos separados de Cristo,
como pámpanos separados de la vid, no podremos vivir en El ni podremos recibir el
suministro de vida de parte de El a fin de llevar fruto para El. Por lo tanto, si deseamos
vivir en Cristo, no debemos estar separados de El.
B. Teniendo comunión con Cristo
1) "...y os anunciamos la vida eterna, la cual... se nos manifestó... para que
también vosotros tengáis comunión con nosotros [con los apóstoles]; y nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn. 1:2-
3).
Estos versículos nos dicen que el anuncio de la vida eterna nos habilita para tener
comunión con los apóstoles, y que esta comunión es con el Padre y con Su Hijo
Jesucristo. En otras palabras, la vida eterna, la vida de Dios en Cristo, es decir, Cristo
mismo como vida, nos trae una comunión, a fin de que tengamos comunión no sólo con
los apóstoles, sino también con Dios y con Cristo. Esta comunión es el fluir de la vida de
Dios en nosotros, haciendo que tengamos comunión con Dios y Cristo, que participemos
en todo lo que ellos son, y disfrutemos de Su suministro de vida. El tener comunión con
Dios y Cristo de esta manera es permanecer en Cristo. Este permanecer dará como
resultado las siguientes tres condiciones.
1. Siendo iluminado
1) "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos
comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la
verdad" (1 Jn. 1:5-6).
Cuando tenemos comunión con Dios, quien es luz, tal comunión nos trae a la luz de Dios
para que seamos iluminados. De esta manera no andaremos en tinieblas.
2. Confesando nuestros pecados y siendo limpios
1) "Pero si andamos en luz, como él [como Dios] está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado... Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Jn. 1:7-9).
Cuando somos iluminados por Dios en nuestra comunión con El, vemos nuestros propios
pecados. Si confesamos nuestros pecados en la luz de Dios, El perdonará nuestros
pecados, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpiará de todo pecado. Si no confesamos
nuestros pecados para ser limpios, nuestros pecados interrumpirán la comunión que
tenemos con Dios y con Cristo.' Sólo cuando confesamos nuestros pecados y somos
limpios, es restaurada nuestra comunión con Dios y Cristo. Entonces podremos de nuevo
permanecer en Cristo sin nada entre nosotros y El.
3. Creciendo en vida
1) "... crece con el crecimiento que da Dios" (Col. 2:19).
Al permanecer en Cristo y al tener comunión con El, la vida dentro de nosotros
continuará creciendo y nosotros también creceremos con el crecimiento de la vida de
Dios hasta alcanzar la madurez.
II. LA MANERA DE PERMANECER EN CRISTO
A. Conforme a la enseñanza de la unción
1) "Como la unción... os ha enseñado, permaneced en él [en Cristo]" (1 Jn.
2:27).
La unción que se menciona aquí es el mover del Espíritu Santo que mora en nosotros. Tal
mover del Espíritu Santo en nosotros, como el ungüento ungiéndonos por dentro, nos
enseña la verdad. Debemos permanecer en el Señor conforme a la enseñanza de esta
unción.
B. Andando como el Señor anduvo
1) "El que dice que permanece en él [en Cristo], debe andar como él anduvo"
(1 Jn. 2:6).
Para permanecer en Cristo debemos, por un lado, estar conforme a la enseñanza del
ungir del Espíritu Santo interiormente, y por otro, debemos andar como el Señor anduvo
exteriormente. Esto significa que debemos permanecer en Cristo conforme a la
enseñanza del Espíritu Santo interiormente y conforme al andar del Señor
exteriormente.
C. Guardando los mandamientos de Dios
1) "Y el que guarda sus mandamientos [los de Dios], permanece en Dios" (1 Jn.
3:24).
Para permanecer en Cristo, además de estar conforme a la enseñanza del ungir del
Espíritu Santo y de andar como el Señor anduvo, debemos guardar los mandamientos de
Dios, que son los mandatos de Dios, y ser los que son sumisos para con Dios.
III. EL RESULTADO DE PERMANECER EN CRISTO
A. Cristo permaneciendo en nosotros
1) "Permaneced en mí [en Cristo], y yo en vosotros" (Jn. 15:4); "...permanece
en Dios, y Dios en él" (1 Jn. 3:24).
El primer resultado de nuestro permanecer en Cristo es que Cristo y Dios permanecerán
en nosotros, para dispensar Sus riquezas, suministrando y transfundiéndolas a nosotros.
B. Llevando mucho fruto para glorificar a Dios
1) "El que permanece en mí [en Cristo], y yo en él, éste lleva mucho fruto" (Jn.
15:5); "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto" (Jn. 15:8).
Si nosotros permanecemos en Cristo, El también permanecerá en nosotros, haciendo
que disfrutemos de todas las riquezas de Su vida. De esta manera, llevaremos mucho
fruto para glorificar a Dios, es decir, manifestaremos a Dios en nuestro vivir para que El
sea expresado en nosotros.
C. Reuniéndonos con el Señor confiadamente y no siendo avergonzados
1) "Permaneced en él [en Cristo], para que cuando se manifieste, tengamos
confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados" (1 Jn.
2:28).
Si permanecemos en Cristo, y llevamos mucho fruto por medio de Su vida para glorificar
a Dios, cuando El se manifieste nos reuniremos con El confiadamente, y no nos
alejaremos avergonzados de Su gloriosa presencia (cf. Mt. 25:30).
LECCIÓN VEINTIOCHO
EXPERIMENTANDO A CRISTO
(Se sugiere que esta profunda lección se lea en dos partes, comenzando la segunda con
la sección "Viviendo a Cristo" en la página 32).
Nosotros creemos y somos bautizados en Cristo para estar unidos a El y para
permanecer en El, con el propósito de experimentarle. Cuando experimentamos a Cristo,
le ganamos y le disfrutamos de manera práctica para que El se exprese por medio de
nosotros.
I. LOS VARIOS ASPECTOS DE EXPERIMENTAR A CRISTO
A. Cristo siendo revelado en nosotros
1) "Agradó a Dios... revelar a su Hijo en mí" (Gá. 1:15-16).
Nuestra primera experiencia de Cristo es que El es revelado en nosotros. Este es el
punto crucial de nuestra salvación y regeneración, y es el resultado central de nuestra
salvación y unión a Dios. Esto es también el comienzo de nuestra experiencia de Cristo.
B. Cristo estando en nosotros
1) "Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia" (Ro. 8:10).
Una vez que Cristo se revela en nosotros, inmediatamente experimentamos que El está
en nosotros, lo cual nos muestra que nuestro cuerpo está muerto a causa del pecado, o
sea, el pecado que heredamos de Adán, y además experimentamos que nuestro espíritu
es vida a causa de la justicia, es decir, la justicia que obtuvimos de Cristo. Esta es una
experiencia que Cristo nos da.
C. Cristo permaneciendo en nosotros
1) "El que permanece en mí [en Cristo], y yo en él, éste lleva mucho fruto" (Jn.
15:5).
Cuando permanecemos en Cristo conforme al hecho de que estamos en Cristo, entonces
Cristo permanecerá en nosotros, poniéndose a Sí mismo en nosotros para ser nuestra
vida y nuestro suministro de vida, para que El llegue a ser nuestra experiencia en vida a
fin de que llevemos mucho fruto.
2) "El que me ama [a Cristo], mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada con él" (Jn. 14:23).
Cristo con el Padre permanece en nosotros. Nosotros experimentamos esto cuando le
amamos a El y guardamos Su palabra.
D. Cristo siendo nuestra vida
1) "...Cristo, vuestra vida" (Col. 3:4).
La primera y principal cosa que hace Cristo al permanecer en nosotros es ser nuestra
vida para que le tomemos a El como vida y vivamos por El, no andando más en nuestra
vida natural. Debemos experimentar esto día a día y momento a momento.
E. Cristo viviendo en nosotros
1) "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gá. 2:20).
No solamente debemos experimentar a Cristo permaneciendo en nosotros para ser
nuestra vida, sino también debemos experimentar a Cristo viviendo en nosotros para ser
nuestro vivir. Para experimentar a Cristo de esta manera, tenemos que negarnos a
nosotros mismos quedándonos en Su muerte, y ser capaces de decir que "ya no vivo
yo". Tenemos que morir a fin de experimentar a Cristo viviendo en nosotros.
F. Cristo haciendo Su hogar en nosotros
1) "Para que habite [haga Su hogar] Cristo por la fe en vuestros corazones ...
para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef. 3:17-19).
También necesitamos experimentar a Cristo haciendo Su hogar en nuestros corazones.
El no sólo vivirá en nosotros, sino también ocupará interiormente cada parte de nuestro
ser, hará Su hogar en nuestros corazones, y se establecerá en nosotros, saturando y
llenando todo nuestro ser para que lleguemos a ser la plenitud de Dios.
G. Cristo formándose en nosotros
1) "Vuelvo [yo, el apóstol Pablo] a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea
formado en vosotros" (Gá. 4:19).
También debemos experimentar a Cristo formándose en nosotros, que es Su crecimiento
en nosotros hacia la madurez, hasta que alcancemos Su misma estatura (Ef. 4:13).
H. Viviendo a Cristo
1) "Para mí el vivir es Cristo" (Fil. 1:21).
Esta frase "vivir es Cristo", significa el vivir a Cristo. Debemos experimentar a Cristo
interiormente en todo aspecto, y también debemos experimentar el vivirle
exteriormente.
I. Magnificando a Cristo
1) "Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por
muerte" (Fil. 1:20).
Exteriormente, no sólo debemos tener la experiencia de vivir Cristo, sino también de
magnificar a Cristo. Todas las cosas que nos ocurren son para que magnifiquemos a
Cristo. Cuanto más difícil es el ambiente y más ocupado es el trabajo, más podemos
magnificar a Cristo. Esta es la cumbre de nuestra experiencia exterior de Cristo.
J. Cristo siendo todo para el nuevo hombre
1) "Habiéndose despojado del viejo hombre... y revestido del nuevo [el cual es
corporativo]... donde [en el nuevo hombre, la iglesia] no hay griego ni judío,
circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita [los más bárbaros], siervo ni
libre, sino que Cristo es el todo [todas las personas], y en todos [todas las
personas]" (Col. 3:9-11).
Estos versículos dicen que los que hemos creído en el Señor y somos regenerados, nos
hemos despojado de nuestro viejo hombre y revestido-del nuevo hombre. En este nuevo
hombre, la iglesia, no hay el viejo hombre de cierta raza, religión, cultura o clase, sino
Cristo, quien es nuestra vida y el elemento que constituye este nuevo hombre. Cristo es
todas las personas en este nuevo hombre corporativo, y El vive en todas estas personas.
Debemos tener muchas experiencias de Cristo relacionadas con este asunto, y también
debemos tener esta experiencia plena de Cristo cuando nuestras experiencias de El
alcancen al punto más alto.
II. LAS CONDICIONES PARA EXPERIMENTAR A CRISTO
A. Permaneciendo en El
1) "El que permanece en mí, y yo en él..." (Jn. 15:5).
La primera condición para experimentar a Cristo permaneciendo en nosotros es que
nosotros permanezcamos en El. Debemos permanecer en El, dándole el tiempo y
espacio para que así El pueda permanecer en nosotros.
B. Quedándonos en la co-crucifixión con El
1) "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en
mí" (Gá. 2:20).
La experiencia de nuestra co-crucifixión con Cristo también es una condición básica para
nuestra experiencia de Cristo. Puesto que permanecemos en El, seguramente estamos
en nuestra co-crucifixión con El, esto es, en Su muerte toda-inclusiva, la cual anula
nuestra existencia para que así ya no vivamos más. De esta manera, permitimos que
Cristo viva en nosotros para que le experimentemos y le disfrutemos como nuestra vida.
C. Amándole y guardando Su palabra
1) "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él" (Jn. 14:23).
El amar a Cristo y obedecer Su palabra son también condiciones para que
experimentemos a Cristo permaneciendo en nosotros. Si le amamos y guardamos
Su palabra, El y el Padre vendrán a morar con nosotros para que disfrutemos todas las
bendiciones del Dios Triuno morando con nosotros.
D. Siendo fortalecidos en el hombre interior
1) El Padre "os dé... el ser fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu;
para que habite [haga Su hogar] Cristo... en vuestros corazones... " (Ef. 3:16-
17).
El ser fortalecidos por Dios con poder por Su Espíritu en nuestro hombre interior (nuestro
espíritu) es la condición para que experimentemos a Cristo haciendo Su hogar en
nuestros corazones. Esta experiencia de Cristo es profunda, y por lo tanto la estipulación
de ésta, o sea, que todo nuestro ser sea fortalecido en nuestro espíritu por Dios, es de
mucho peso.
E. Teniendo toda confianza
1) "Con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo
en mi cuerpo, o por vida o por muerte" (Fil. 1:20).
A fin de magnificar a Cristo, debemos tener confianza en todas las cosas, sin
importarnos la vida o la muerte. Esta es la más alta condición para nuestra máxima
experiencia de Cristo.
III. EL MEDIO DE EXPERIMENTAR ACRISTO
1) "Por... la generosa suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará
en mi liberación" (Fil. 1:19, gr.).
No experimentamos a Cristo por medio de nuestra habilidad o por nuestro esfuerzo, sino
por medio de la generosa suministración del Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de
Jesucristo es el Espíritu de Dios, quien participó en la encarnación, vivir humano y
crucifixión de Jesús, y la resurrección, ascensión y glorificación- de Cristo. Este Espíritu
es el Espíritu todo-inclusivo, el Espíritu que es la expresión máxima del Dios Triuno. Este
generoso suministro del Espíritu todo-inclusivo es el poder y el medio para que
experimentemos a Cristo.
IV. EL RESULTADO
A. Cristo formándose en nosotros
1) "...hasta que Cristo sea formado en vosotros" (Gá. 4:19).
El primer resultado de nuestra experiencia de Cristo es que Cristo se forme en nosotros.
Esto se refiere a Cristo creciendo y madurando en nosotros hasta la estatura plena (Ef.
4:13) de modo que El se exprese plenamente por medio de nosotros.
B. Nosotros llegando a ser la expresión plena de Dios
1) "... Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que...
seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la
anchura, la longitud, la profundidad y la altura [las ilimitadas dimensiones de
Cristo]... para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef. 3:17-19).
El segundo resultado de nuestra experiencia de Cristo es que llegamos a ser la plena
expresión de Dios. Esto se refiere a que Cristo hace Su hogar en nosotros para que
comprendamos con todos los santos Sus ilimitadas dimensiones, a fin de que seamos
llenos de toda la plenitud de Dios para ser la expresión corporativa de Dios.
LECCIÓN VEINTINUEVE
TOMANDO A CRISTO COMO TODO
La principal revelación en el Nuevo Testamento, especialmente en las Epístolas de Pablo,
es el mismo Cristo que Dios en Su economía ha preparado para nosotros para que El sea
nuestra experiencia. Hemos visto este asunto de una manera concisa en la lección
anterior. Veamos ahora en el libro de Filipenses su conclusión, la cual es tomar a Cristo
como todo.
I. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRO VIVIR
1) "Porque para mí el vivir es Cristo" (Fil. 1:21).
Esta palabra nos revela que Pablo, quien experimentó a Cristo rica y abundantemente,
tomó a Cristo como su vivir. En Filipenses 1 él dijo que vivía a Cristo.
II. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRA EXPRESIÓN
1) "Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por
vida o por muerte" (Fil. 1:20).
Esta palabra nos muestra que Pablo, quien abundaba en la experiencia de Cristo, tomó a
Cristo también como su expresión. Toda su vida y su obra no fueron para expresarse a sí
mismo o para exhibir su conocimiento, habilidad, u otros méritos y puntos fuertes. Lo
que él fue y lo que él hizo fueron para expresar a Cristo, aun para magnificar a Cristo, a
fin de que Cristo fuera no sólo expresado a través de él sino también magnificado en él.
III. TOMANDO LA MENTE DE CRISTO COMO NUESTRA MENTE
1) "Haya, pues, en vosotros esta mente que hubo también en Cristo Jesús" (Fil.
2:5, gr.).
Este versículo significa que nosotros necesitamos tomar la mente de Cristo como nuestra
mente. Pablo no solamente tomó a Cristo como su vivir y su expresión por fuera, sino
que también tomó la mente de Cristo como su mente por dentro. Según el texto que
sigue este versículo, el pensamiento en la mente de Cristo era el de Aquel que se cambió
de la forma de Dios a la semejanza del hombre para ser un hombre, aun despojándose a
Sí mismo para tomar forma de siervo y humillarse, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de 'Cruz.
IV. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRA JUSTICIA EXPRESADA EN NUESTRO
VIVIR
1) "Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la
que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Fil. 3:9).
Pablo, al experimentar a Cristo, fue hallado por otros que era un hombre en Cristo, no
teniendo una justicia que era por guardar la ley, sino teniendo la justicia de Dios por
medio de su fe en Cristo, la cual simplemente era Cristo mismo vivido por él para ser
expresado como su justicia. De tal manera, Pablo tomó a Cristo como la justicia que él
expresó en su vivir.
V. CONSIDERANDO EXCELENTE EL CONOCIMIENTO DE CRISTO
1) "...por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Fil.
3:8).
Pablo, quien abundaba en la rica experiencia de Cristo, indudablemente consideró a
Cristo como la persona más excelente. Así que, el texto que sigue Filipenses 3:8 nos
muestra que él persiguió el conocimiento de Cristo. Su insistente búsqueda indica su
consideración de la excelencia del conocimiento de Cristo. Debido al Cristo que conocía,
él dejó todas las cosas, es decir, sufrió la pérdida de todas las cosas y las tenía por
basura, para ganar a Cristo.
VI. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRA META
1) "Una cosa... olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a
lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3:13-14).
Pablo, quien persiguió el conocimiento de Cristo para experimentarle más
profundamente, consideró su insistente búsqueda de Cristo como su única faena. Así, él
proseguía, olvidándose de lo que quedaba atrás y extendiéndose a lo que estaba
delante. Su insistente búsqueda era hacia un fin, una meta, y esa meta era Cristo. El
tomó a Cristo como su meta, prosiguiendo para obtener el premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Este premio es también Cristo, o sea Cristo como el
disfrute de los que le buscan. Pablo prosiguió hacia arriba, hacia los cielos, para ganar a
Cristo, a quien él tomó como la meta y el premio.
VII. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRAS VIRTUDES
1) "Hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna-, si
algo digno de alabanza, en esto pensad" (Fil. 4:8).
La veracidad, el honor, la justicia, la pureza, la amabilidad y aquello que es de buen
nombre son seis virtudes laudables. Estas virtudes son las expresiones de los atributos
de Dios que se expresan por el vivir de los que buscan a Cristo, quien es la incorporación
de Dios. Pablo, quien persiguió la experiencia de Cristo, encargó a los hermanos que
pensaran en estas cosas, es decir, que vivieran estas virtudes y expresaran todos los
atributos de Dios que están en Cristo. Ya que él encargó a los hermanos de esta forma,
él mismo obviamente debe haber estado expresando los atributos de Dios tomando a
Cristo como sus virtudes.
VIII. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRO PODER
1) "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13).
Pablo, quien experimentó a Cristo, fue fortalecido por Cristo; por consiguiente, él pudo
hacer todas las cosas en Cristo, lo cual es principalmente vivir las diferentes virtudes que
expresan los atributos de Dios mencionados en el versículo 8 anterior a esta palabra.
Esto nos muestra que Pablo experimentó a Cristo tomándolo como poder para vivirlo
como su vivir magnífico.
IX. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRO SECRETÓ
1) "He aprendido a contentarme, Cualquiera que sea mi situación. Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como
para padecer necesidad" (Fil. 4:11-12).
Aquí, la expresión "estoy enseñado" se refiere al hecho de aprender un secreto. En
cualquier ambiente y en cualquier asunto, Pablo, quien experimentó a Cristo rica y
abundantemente, aprendió el secreto de estar contento y de regocijarse siempre. Según
lo que nos dice a lo largo del libro de Filipenses, el secreto que él aprendió fue precisa-
mente Cristo. Por lo tanto, él tomó a Cristo como el secreto de experimentarle, y así
pudo estar contento y regocijarse siempre en toda situación y en todo asunto.
X. TOMANDO A CRISTO COMO NUESTRA EXPECTACIÓN
1) "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con
el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas" (Fil. 3:20-21).
La vida que Pablo vivió en la experiencia de Cristo fue una que esperaba al Salvador, el
Señor Jesucristo, quien vendría desde los cielos a transformar su cuerpo de humillación,
haciéndolo semejante al cuerpo de Su gloria. De este modo, Pablo tomó al Cristo que él
experimentó como su expectación.
LECCIÓN TREINTA
UN ESPÍRITU CON EL SEÑOR
Podemos experimentar a Cristo y tomarlo como todo porque ahora somos un espíritu con
El. Este es un misterio profundo, sin embargo, es un hecho seguro, el cual cada uno de
nosotros que hemos creído en Cristo y que estamos unidos a El en Su vida, debemos
creer, confesar y practicar.
I. DIOS SIENDO ESPÍRITU
1) "Dios es Espíritu" (Jn. 4:24)
Esto habla de la naturaleza de Dios. En lo que a la esencia se refiere, Dios, el completo
Dios Triuno, es Espíritu.
II. LA CONSUMADA EXPRESIÓN DEL DIOS TRIUNO SIENDO EL ESPÍRITU
1) "... bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo"
(Mt. 28:19).
El Dios Triuno es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre es la fuente, el Hijo es la
expresión del Padre, y el Espíritu es la realización del Hijo. Por lo tanto el Espíritu es la
consumada expresión del Dios Triuno.
III. CRISTO LLEGANDO A SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE
1) "Fue hecho... el postrer Adán, Espíritu vivificante" (1Co. 15:45b).
El postrer Adán es el Cristo encarnado, quien a través de la muerte y la resurrección fue
transfigurado para ser el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida (2Co. 3:6, 17), como la
consumada expresión de Dios.
IV. NUESTRO CENTRO SIENDO TAMBIEN EL ESPÍRITU
1) "Y todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea guardado irreprensible"
(1Ts. 5:23)
Este versículo nos revela claramente y con certeza que todo nuestro ser es de tres
partes: espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo es la parte más exterior, con la cual actuamos
y andamos, y con la cual hacemos contacto con las cosas materiales. El alma es la parte
que está entre el cuerpo y el espíritu, siendo nuestra personalidad y el "yo". Con esta
parte hacemos contacto con las cosas psicológicas. El espíritu es la parte más profunda,
con la cual conocemos y adoramos a Dios, y con la cual hacemos contacto con las cosas
espirituales. Por lo tanto, el espíritu es el centro de nuestro ser y es crucial para Dios,
aun más crucial que los cielos y la tierra (Zac. 12:1).
V. DIOS RENOVANDO NUESTRO ESPIRITU Y PONIENDO SU ESPIRITU EN
NOSOTROS
1) "Os daré corazón nuevo [yo, Jehová Dios, quien está relacionado con el
hombre], y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros... pondré dentro de
vosotros mi Espíritu" (Ez. 36:26-27).
Estos versículos se refieren a lo que Dios hizo cuando nos salvó a nosotros los
pecadores. Por un lado, El renovó nuestro espíritu para hacerlo un espíritu nuevo, y por
otro, El puso Su Espíritu dentro de nuestro espíritu renovado, haciendo que los dos
espíritus se unieran como una sola entidad.
VI. EL ESPIRITU DE DIOS REGENERANDO NUESTRO ESPIRITU
1) "Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es... Os es necesario nacer de nuevo"
(Jn. 3:6-7).
Cuando Dios nos salvó, puso Su Espíritu dentro de nuestro espíritu renovado, y luego Su
Espíritu impartió Su vida a nuestro espíritu, regenerándolo, es decir, regenerándonos,
para hacernos Sus hijos (Jn. 1:12-13).
VII. EL ESPIRITU DE DIOS DANDO TESTIMONIO A NUESTRO ESPIRITU
1) "El Espíritu mismo [el Espíritu Santo de Dios] da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios" (Ro. 8:16).
Después que el Espíritu de Dios regenera nuestro espíritu, El permanece en nuestro
espíritu, dando testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
VIII. NUESTRO ESPÍRITU ADORANDO AL ESPÍRITU, QUIEN ES DIOS
1) "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu... es necesario que adoren"
(Jn. 4:24).
El adorar en espíritu al Espíritu, quien es Dios, es adorarle a Él con nuestro espíritu. El
adorar a Dios es hacer contacto con Dios, lo cual incluye cosas tales como acercarnos a
Dios, orar a Dios, confiar en Dios, y dar gracias a Dios.
IX. EL ESPÍRITU, QUIEN ES EL SEÑOR MORANDO EN NUESTRO ESPÍRITU
1) "...su Espíritu [el de Dios] que mora en vosotros" (Ro. 8:11); "El Espíritu...
da testimonio a nuestro espíritu" (Ro. 8:16).
Combinados estos dos versículos, vemos que el Espíritu, o sea, el Espíritu de Dios, es el
Espíritu que reside en nosotros y que está unido a nosotros como una sola entidad.
X. UNIDOS AL SEÑOR COMO UN ESPÍRITU
1) "Pero, el que se une al Señor, un espíritu es con él" (1 Co. 6:17).
Basándonos en las varias verdades reveladas en los versículos anteriores, podemos decir
que puesto que estamos unidos al Señor, somos un espíritu con El. Esto quiere decir que
el espíritu, el cual es la mezcla de nuestro espíritu y el Espíritu del Señor, es a la vez el
Espíritu del Señor y nuestro espíritu; es el Espíritu del Señor mezclado con nuestro
espíritu y es nuestro espíritu mezclado con el Espíritu del Señor. El Nuevo Testamento,
en versículos tales como Romanos 8:4-6 y Gálatas 5:16 y 25, frecuentemente usa la
expresión "el espíritu", el cual es el espíritu mezclado, cuando habla de lo que el Señor
es para nosotros y de nuestra experiencia del Señor. Todas nuestras experiencias
espirituales después que somos salvos, tales como nuestra comunión con el Señor,
nuestra oración a Él, nuestro vivir con E1, y nuestra obediencia a Él, son en este espíritu,
que es el Espíritu del Señor mezclado con nuestro espíritu como una sola entidad.