Todo lo que hasta aquí hemos planteado, ¿a qué, entonces, nos puede llevar?
A las siguientes consideraciones: si antes del siglo XIII la única posible
diferencia entre los hombres era su salvación o condenación, ahora, además
de ello, cada uno es cada uno y sólo por ello es criatura de Dios y se salva o
condena. Si antes la naturaleza era espiritual, en cuanto se debía negar, ahora
es espiritual en la medida que se afirma. Si antes la verdad era iluminación
divina, ahora es abstracción y, como tal, adecuación de la cosa y el
entendimiento humano. Es por esta adecuación, y sólo por ella, como refleja la
idea ejemplar en la mente divina. Es que ya el siglo XII y XIII lee
aristotélicamente y no platónico-agustinianamente la realidad. El arte debe
hacer ello, adecuar obra artística y objeto real en una correspondencia de
conformación como la verdad aristotélicamente pensada: adecuatio rei et
intelectus, es la expresión medieval. Adecuación de la cosa y el entendimiento.
De ahí el naturalismo gótico. Ya el universal no es ante rem, lo que el
medievalista denominaba el ultrarrealismo, donde las cosas son reflejo
participativo de la idea universal, cosa que plasma el románico, sino in re, el
realismo del que hablan los medievalistas. El universal se encuentra
fundamentalmente en la cosa, formalmente en la mente. Es lo que plasma el
gótico. Y sólo por esta acción abstractiva de formalización se descubre la idea
divina en las cosas. No se trata (en los siglos XII y XIII) de conocer las cosas
en Dios, sino de conocer a Dios en las cosas. Es el papel de la luz en el gótico.
Mientras la solidez del románico, su oscuridad era un llamado para negar las
cosas para verlas a través de Dios, la luz del gótico es un llamado para afirmar
las cosas y desde allí, y sólo por ellas, remontarnos a Dios. La pesadez del
románico remite, socialmente hablando, a las relaciones de servidumbre,
donde los derechos señoriales, siempre en beneficio del señor, expresan su
omnipotencia como omnipotentes son los muros románicos. El orden románico
de los muros nos hace pensar en el orden feudal de los derechos feudales. La
abolición de los muros, gracias a los vitrales, a los arbotantes como
contrafuertes, desafío casi a la gravedad, orden gótico, es el orden de cosas,
desafiante de los derechos señoriales, protagonista del cual son las ciudades
como comunas. Estas, su comercio e industria, desplazan el feudo y buscan en
su contacto con las cosas, no en su negación o simple uso, el sentido de la
naturaleza. En una pincelada, el realismo moderado a la solución de los
universales, donde ideas y cosas son distintas para unirse, es lo que quiere
plasmar el gótico. Divinidad y cosmos, distintos pero unidos, semejantes pero
distintos, unidad en la diversidad. 1836.