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El Arte Gótico

Si en la charla anterior nos habíamos ocupado de unas de las facetas artísticas


medievales fundamentales (el arte románico) que floreció en la Europa
medieval del 980 al 1130, hoy nos ocuparemos de otras de las manifestaciones
artísticas medievales fundamentales: es el arte gótico que ve la Europa
medieval florecer del 1130 al 1280.

Se ha dicho del arte gótico, en especial de sus grandes creaciones (las


catedrales) que son la personificación tangible en piedra de la escolástica.
Aparecida precisamente en Europa durante los siglos XII y XIII. Si algo intenta
la Suma Teológica de Santo Tomás, concreción máxima de la escolástica y
plenitud de ella y como proyecto y sistema interpretativo, es la unidad en la
diversidad. La fe y la razón son unos en cuanto diversos. La fe necesita de la
razón, en cuanto hay motivos de credibilidad. Y la razón, a su vez, necesita de
la fe en cuanto requiere de su iluminación. Sentidos y razón existen para unirse
en cuanto nada hay en el entendimiento que no haya pasado por los sentidos.
La gracia supone la naturaleza y la completa. Cuerpo y alma se distinguen en
cuanto materia y forma. Pero por ser distintos se unen en la unidad sustancial
del compuesto humano. Aristóteles, Platón, cristianismo son distintos, pero
pueden ponerse a dialogar. Es la síntesis que opera la Suma Teológica. Así
sucesivamente podíamos seguir: todo, en la óptica tomista apunta a la unidad
en la diversidad, a la distinción en la unión, a la semejanza en la diferencia, a la
analogía. Dios y las cosas son en su unidad, pero no de la misma manera en
su diversidad. Dios es, las cosas participan de su Ser.

Todo lo anterior es lo que precisamente quiere expresar el gótico. Interesarse


por todo lo que es humano. El renacimiento urbano y comercial del siglo XII así
lo posibilita, pero considerándolo todo desde el punto de vista religioso. Unidad
en la diversidad, semejanza en la diferencia. Y ello hasta en sus hacedores se
manifiesta. Mientras que el románico era exclusivamente monacal, en el gótico,
el eclesiástico, el monje, el clérigo continúa dictando el contenido y
aconsejando el orden de los asuntos. Pero el laico como artista los desarrolla y
plasma en un estilo nuevo. Y así, como en el comercio, es la individualidad
hecha gremio la que cuenta (es el surgimiento de las güildas, siglo XII) en el
gótico lo mismo: expresión de la individualidad del artista como personalidad.
En las puertas de las catedrales góticas hay estatuas de diversos autores y
cada uno o cada una con su sello. Y a pesar de su diversidad, en estas
estatuas y en estas fabricaciones góticas, brilla una unidad. Con el
renacimiento urbano y comercial, el goce de vivir, el gusto mundano, el
realismo hacen su aparición. El regreso desde el reino de Dios a la naturaleza,
de las postrimerías a las cosas próximas, de los tremendos misterios
escatológicos a los problemas más inocuos del mundo de las criaturas. En una
palabra, con este renacimiento urbano y comercial, producido en Europa
durante el siglo XII, se ve el más allá desde el más acá. El fin de los tiempos
vividos por la Europa occidental, del 980 al 1130 (época del románico) va a ser
superado. Sin sentidos no habría conocimiento en cuanto aquellos son la causa
material de la intelección. La gracia no destruye a la naturaleza: la completa y
presupone. Lo individual, lo visible, lo orgánico, lo vivo es tan importante como
lo universal y lo invisible. Lo único realmente existente es el individuo, nos está
diciendo por todas partes el siglo XII. Sólo por el individuo, y a través de la
abstracción, se forma el universal, como nos lo va a repetir Santo Tomás. Es
expresión conocida como universal re en la discusión medieval en torno a los
universales. Toda realidad por mínima que sea tiene una relación inmediata
con Dios. Incluso si está por debajo de la jerarquía cósmica. Por ejemplo, si se
es mineral, se es vestigio de la divinidad. Por ello, cualquier realidad, por
mínima que sea, es digna de ser representada artísticamente. A un Dios que si
bien es creador y providente, como se pensaba antes del siglo XII,
prácticamente, antes de este siglo, está por fuera del mundo, en cuanto es el
desprecio de lo terreno y lo corpóreo, como nos relingamos con Él y tratamos
sus cosas, a este Dios, pensado así antes del siglo XII, sucede en el siglo XII
un Dios que opera en el interior de las cosas mismas. Con Santo Tomás
podemos decir: “Dios se alegra de todas las cosas porque todas y cada una
está en armonía con su esencia”.
Pues bien, a este universalismo, a este universal en re, a esta unidad en la
diversidad, entre Dios y las cosas, es a lo que el gótico quiere darle forma
plástica. Como toda síntesis, va a ser contradictoria, va a ser un equilibrio
inestable entre ambos polos, toda su producción va a ser tensión en ambos
sentidos. Frente a la trascendencia absoluta de Dios del románico, y su
desprecio de la naturaleza, cabe la trascendencia absoluta de la naturaleza
frente a Dios o su conciliación. E ahí el proyecto gótico. O se piensa el gótico a
la manera de los averroístas latinos (caso de Siger de Brabante), averroístas
que interpretaban en la universidad de París a Averroes, y dentro de ellos su
tesis sobre la doble verdad: lo que es verdad en filosofía, puede no serlo en
teología y vicervesa, es decir, ambas, teología y filosofía se pueden contradecir
a pesar de ser verdaderas (trascendencia de la naturaleza frente a Dios). O se
piensa el gótico a la manera tomista: unidad en la diversidad, de la cual hemos
hablado en renglones anteriores. O a la manera franciscana: hacer de todas las
cosas, y entre estas y Dios, una fraternidad. Todo es fraternal. Todo ello es
tensionante y problemático. Con Fulcanelli perfectamente podemos decir: “Si el
recogimiento bajo la luz espectral y policroma de las altas vidrieras y el silencio
invitan a la oración y predisponen a la meditación, en cambio la pompa, la
estructura y la ornamentación producen y reflejan, con extraordinaria fuerza,
sensaciones menos edificantes, un ambiente más laico y digamos la palabra
casi pagano”. En este contexto, la escultura gótica no va ser la estereotipa
románica. Es la representación viva de lo individual que sólo vale porque es
signo de Dios en la medida en que es individuo, así, como de nuevo Santo
Tomás, lo individual soporte y posibilita lo universal como reflejo de la idea
ejemplar en Dios. Lo universal vale como reflejo de lo individual. Las estatuas
del gótico son vivas y naturales. Por ejemplo, las estatuas de María con el niño
son reales y familiares. El niño acaricia la cara de su madre o trata de descubrir
su pecho para mamar. Los ángeles son efebos vestidos con túnicas, roquete y
cabellos rizados. María es la belleza de la forma femenina. El drama del
calvario da forma a figuras de mujeres enlutadas de gran realismo, donde los
pliegos de los mantos son casi tejidos en piedra.

Todo lo que hasta aquí hemos planteado, ¿a qué, entonces, nos puede llevar?
A las siguientes consideraciones: si antes del siglo XIII la única posible
diferencia entre los hombres era su salvación o condenación, ahora, además
de ello, cada uno es cada uno y sólo por ello es criatura de Dios y se salva o
condena. Si antes la naturaleza era espiritual, en cuanto se debía negar, ahora
es espiritual en la medida que se afirma. Si antes la verdad era iluminación
divina, ahora es abstracción y, como tal, adecuación de la cosa y el
entendimiento humano. Es por esta adecuación, y sólo por ella, como refleja la
idea ejemplar en la mente divina. Es que ya el siglo XII y XIII lee
aristotélicamente y no platónico-agustinianamente la realidad. El arte debe
hacer ello, adecuar obra artística y objeto real en una correspondencia de
conformación como la verdad aristotélicamente pensada: adecuatio rei et
intelectus, es la expresión medieval. Adecuación de la cosa y el entendimiento.
De ahí el naturalismo gótico. Ya el universal no es ante rem, lo que el
medievalista denominaba el ultrarrealismo, donde las cosas son reflejo
participativo de la idea universal, cosa que plasma el románico, sino in re, el
realismo del que hablan los medievalistas. El universal se encuentra
fundamentalmente en la cosa, formalmente en la mente. Es lo que plasma el
gótico. Y sólo por esta acción abstractiva de formalización se descubre la idea
divina en las cosas. No se trata (en los siglos XII y XIII) de conocer las cosas
en Dios, sino de conocer a Dios en las cosas. Es el papel de la luz en el gótico.
Mientras la solidez del románico, su oscuridad era un llamado para negar las
cosas para verlas a través de Dios, la luz del gótico es un llamado para afirmar
las cosas y desde allí, y sólo por ellas, remontarnos a Dios. La pesadez del
románico remite, socialmente hablando, a las relaciones de servidumbre,
donde los derechos señoriales, siempre en beneficio del señor, expresan su
omnipotencia como omnipotentes son los muros románicos. El orden románico
de los muros nos hace pensar en el orden feudal de los derechos feudales. La
abolición de los muros, gracias a los vitrales, a los arbotantes como
contrafuertes, desafío casi a la gravedad, orden gótico, es el orden de cosas,
desafiante de los derechos señoriales, protagonista del cual son las ciudades
como comunas. Estas, su comercio e industria, desplazan el feudo y buscan en
su contacto con las cosas, no en su negación o simple uso, el sentido de la
naturaleza. En una pincelada, el realismo moderado a la solución de los
universales, donde ideas y cosas son distintas para unirse, es lo que quiere
plasmar el gótico. Divinidad y cosmos, distintos pero unidos, semejantes pero
distintos, unidad en la diversidad. 1836.

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