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COMUNICACIÓN Y CULTURA .

LA CORRIENTE CRÍTICA LATINOAMERICANA

Comunicación y cultura.
La corriente crítica latinoamericana
Silvia Gutiérrez Vidrio

RESUMEN. El propósito de este artículo es hacer una exposición de una corriente de


estudio de la cultura y la comunicación que llamaré latinoamericanismo cultural o corriente
crítica latinoamericana. Si bien existen otros trabajos que han abordado el tema de la
corriente crítica en Latinoamérica, estos han sido elaborados solamente desde el campo de
la comunicación, por lo que considero necesario mostrar que el binomio cultura/
comunicación en esta corriente es indisociable. Primeramente expondré algunos
argumentos que sustentan la idea de que los estudios que voy a examinar conforman una
tradición teórica propiamente latinoamericana y una corriente crítica. Posteriormente,
señalaré los autores que conforman dicha aproximación teórica mencionando las temáticas
que abordan y sus aportes fundamentales.

EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS han surgido diferentes aproximaciones teóricas que han
abordado las prácticas culturales: de los estudios culturales a la semiótica de la cultura.
Hacer un recuento de estas aproximaciones sería muy extenso y no es el fin de este ar-
tículo. Lo que me interesa señalar es cómo a partir de los años sesenta se fue confor-
mando una corriente propiamente latinoamericana que ha trabajado el tema de lo
cultural estrechamente ligado al de la comunicación. Este reporte tiene como objetivo
presentar una visión panorámica del pensamiento latinoamericano en torno a la
intersección entre cultura y comunicación.
Esta corriente además de abordar la problemática desde lo propiamente
latinoamericano lo han hecho de una manera crítica, por lo que también podríamos
definir a esta perspectiva teórica como la escuela crítica latinoamericana. Algunas de
las razones para considerarla como una corriente crítica son las siguientes: primero,
porque los autores abordan el tema de la cultura desde la realidad económica, política
y social de Latinoamérica. Segundo, porque buscan nuevas vías para analizar la cultura y
proponen alternativas teóricas opuestas a las teorías predominantes en los años sesenta,
es decir, el funcionalismo y el conductismo. También se le puede denominar como
una teoría crítica porque retoma de las teorías críticas existentes, básicamente la
Escuela de Frankfurt y los Estudios Culturales, el espíritu crítico pensando los
fenómenos comunicativo-culturales desde la realidad latinoamericana.

ANUARIO 2000 • UAM-X • MÉXICO • 2001 • PP. 223-233 223


CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO, EDUCACIÓN Y PROYECTO SOCIAL

El surgimiento de esta línea de pensamiento es resultado de una reacción generalizada


de los científicos sociales latinoamericanos ante la expansión de la sociología empiricista
y la psicología conductista norteamericana, así como el agotamiento del esquema
económico de substitución de importaciones que se consideraba como la base para un
desarrollo sostenido de la región.
Ante este panorama es que se empieza a esbozar una teoría crítica latinoamericana
que busca denunciar, dar armas, despertar y trazar estrategias, sin perder de vista el
carácter histórico y estructural de los procesos socio-culturales.
¿Por qué muchos de estos autores piensan a la cultura en vinculación con los
medios de comunicación? Dicho de otra manera ¿por qué en la reflexión teórica
renovadora, producidas desde el campo de la comunicación, van a converger en
forma explícita una serie de trabajos provenientes del campo del análisis cultural?
Aquí habría varias respuestas; según Jesús Martín Barbero, desde sus inicios pero
especialmente a mediados de los años setenta, los estudios de comunicación en
América Latina han vivido desgarrados entre dos problemáticas:

a) La tecnológica. Es decir el hecho tecnológico con su razón modernizadora


o desarrollista.
b) La cultural. La cuestión de la memoria y las identidades en su lucha por
sobrevivir y reconstruirse desde la resistencia y la reapropiación.

La incertidumbre, la vacilación teórica de esos estudios, su difícil traducción a


otros “idiomas” tiene no poco ver con la ambigüedad de que se carga un saber
mestizo de dos lógicas: la del conocimiento regulado por leyes de acumulación y
compatibilidad, y la del reconocimiento de las diferencias y las verdades culturales
(1989:31).
Desde esta lógica el tema de la identidad es el punto de entrada de la comunicación
en las dinámicas culturales. Como lo señala Martín Barbero: la experiencia que la
gente tiene y el sentido que en ella cobran los procesos de comunicación permitió
repensar desde ahí el campo de la comunicación como una modalidad constitutiva
de las dinámicas culturales. Lo que a su vez implicaba referir el sentido de las prácticas
comunicativas más allá de los medios, es decir, en los movimientos sociales y las
materialidades culturales (1994:33).
Esto no obedecía únicamente a deslizamientos internos del propio campo de la
comunicación sino a un movimiento general de las ciencias sociales hacia un
reencuentro con lo cultural en cuanto mediación que articula las solidaridades políticas
y los conflictos sociales, a la vez que da acceso al sentido que tiene hoy el desfase entre
innovaciones tecnológicas y anacronías políticas.
Desde otra perspectiva Protzel (1989) señala que han existido dos vertientes en
el análisis de la relación entre comunicación y cultura derivadas de experiencias y

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horizontes ideológicos y profesionales diversos: una que afirma la reducción de la


cultura a la comunicación y la otra que subsume lo comunicativo a lo cultural.
La primera tendencia es aquella que en materia de comunicación aspira a crear
una ilusión de totalidad, muy en la tradición del universalismo occidental. Esta
tendencia se sustentaba en una base eminentemente instrumental: la teoría de la
información. Gracias a ella todo es cuantificable, clasificable de modo que lo real se
agota en su sistematización y en el conocimiento de la lógica de sus procesos
constitutivos. No obstante, como señala Protzel, sería erróneo afirmar que la reducción
de la cultura a la comunicación se detiene en los medios masivos, pensando que ambos
conceptos se intersectan sólo en la televisión, el libro o el periodismo (1989:106).
En la segunda tendencia tiene lugar una actitud inversa y se subsume lo
comunicativo a lo cultural; esta actitud la encontramos en la tendencia que predominó
en las ciencias sociales en los años sesenta a los setenta. Básicamente la exclusión de
la pertenencia de los procesos constitutivos de la significación y de su circulación en
el entendimiento de la cultura. Los compartimentos estancos que separaban el ejercicio
de las diversas disciplinas propiciaron que la selección y construcción de objetos de
estudio estuviese con frecuencia subordinados a rutinas académicas o querellas
administrativas cuando no al dogmatismo.
La escisión entre en campo sociológico y antropológico es ejemplar a ese respecto
(véase García Canclini, 1994). La antropología halló su terreno de ejercicio predilecto
en las áreas andina y amazónica inventariando y clasificando acervos tradicionales.
Por otro lado el peso de la actitud etnográfica y folklorista con su inclinación a
observar comunidades cerradas y con una imagen estática y pasadista de las culturas
andinas legada por el indigenismo. En la práctica de la sociología acontecía algo
parecido. En la teoría de la dependencia lo comunicativo/ lo cultural, era evacuado
del campo de análisis para privilegiar el estudio de las fuerzas productivas y de las
relaciones sociales de producción bajo el prisma de la crítica al desarrollo capitalista.
La sobredeterminación de la instancia económica conllevaba a expulsar lo cultural a
los dominios de la falsa conciencia.
Progresivamente, se impuso la necesidad de vulnerar las fronteras que separan a
las diferentes prácticas de las ciencias humanas. Como lo afirma Martín-Barbero:

Los límites (al establecimiento de un campo de estudio) no provenían de una u


otra disciplina, sino del modelo que propone pensar los problemas desde ese
lugar teoricista y ahistórico que son las disciplinas (1985:10).

Otro de los antecedentes que propiciaron la emergencia de esta corriente crítica,


tiene que ver con la expansión de los regímenes militares en el cono Sur: ahí donde
se elaboraban muchas de sus reflexiones. Muy pronto las ideas se encararon con
hechos sociopolíticos de consecuencias dramáticas. Como lo explica Schmucler:

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CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO, EDUCACIÓN Y PROYECTO SOCIAL

En el Cono Sur, lugar geográfico donde crecían nuestras reflexiones, las ideas se
encaraban en hechos sociopolíticos con consecuencias dramáticas. En 1973 un
golpe militar terminaba con el gobierno de la Unidad Popular en Chile y la
muerte de Salvador Allende se convirtió en el símbolo de un fracaso. Seis años
antes, en Bolivia, la agonía del che Guevara desencadenaba interrogantes
irresueltos hasta hoy. Cuando en 1974 señalábamos nuestra sospecha sobre los
límites de algunas concepciones teóricas, en Argentina se entretejían los hilos
de una tragedia que tendría un momento destacado en marzo de 1976 (1984).

Otro factor fue la migración de los intelectuales a países donde pudieran seguir
desarrollando sus ideas. Como ejemplos tenemos el de Héctor Schmucler y el de
García Canclini que llegan a México y continúan sus investigaciones en instituciones
mexicanas.
La función que tuvieron ciertos centros de investigación también fue importante.
Entre esos centros podría mencionar al ILET (México), FLACSO (Chile, México),
CIESPAL (Ecuador). Estos centros dieron un gran impulso a la investigación sobre la
comunicación y la cultura.
La importancia que retomó la investigación también fue un elemento esencial en
la conformación de esta corriente. Como señala Schmucler:

La ciencia consolidaba la autenticidad de los conocimientos, volvía indiscuti-


bles las opiniones de quienes ejercían la profesión e imponía una exigencia
soberana: la investigación. Investigar fue el fantasma que habitó los sueños de
dignidad científica en los estudios de comunicación. Obsesión y tormento. La
ecuación era simple: la verdad se alcanza únicamente con la ciencia y la ciencia
es sinónimo de investigación (1984:4).

Los esfuerzos teóricos de los años sesenta, setenta y principios de los ochenta
para explicar el fenómeno del subdesarrollo latinoamericano en términos de depen-
dencia adolecieron de una comprensión completa y adecuada del contenido cultural
que desde antes de la conquista y la colonización europea, influye en los estilos de
comportamiento colectivo, en los dispositivos psicosociales del progreso y en la
efectividad de las alternativas propuestas para alcanzar el bienestar de la población.
Las modalidades de la teoría de la dependencia, si bien dieron una mejor visión de la
dinámica sociopolítica interna de las naciones, no lograron fundamentar una acción
viable y eficaz de desarrollo socioeconómico. Sin embargo, la existencia de una nueva
conciencia del proceso histórico latinoamericano hizo posible la tematización del
problema de la dependencia cultural y en particular de la producción de conocimiento.
Ahora pasaré a describir las principales áreas de investigación de esta corriente.
Algunas de estas áreas y los autores que las conforman, han sido trabajados por

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Benavides (1992) en relación con la comunicación por lo que yo me centraré en


resaltar aquellas reflexiones teóricas que provienen más del campo de la cultura.

La línea antropológica-histórico cultural

En esta aproximación mencionaré el trabajo de ciertos antropólogos que desde una


reflexión histórico cultural analizan temas de gran importancia para el entendimiento
de los procesos político-culturales en América Latina.
Un primer autor es Darcy Ribeiro y su objetivo de construir una teoría general
de la configuración de los pueblos latinoamericanos. En su obra, Ribero se replantea
el esquema evolutivo y elabora una tipología histórico-cultural de los pueblos ame-
ricanos teniendo como punto de partida los procesos civilizatorios, es decir, las
principales etapas de la evolución socio-cultural a través de sucesivas revoluciones
tecnológicas y a la difusión de sus efectos sobre diversos pueblos. Estos procesos
civilizatorios promueven transformaciones étnicas en los pueblos que alcanzan
remodelándolos mediante la fusión de raza, la confluencia de culturas y la integración
económica e incorporándolos en nuevas formaciones socio-culturales (1981).
En México son muchos los autores que han abordado el tema de la cultura desde
una perspectiva antropológica que toma en cuenta la realidad histórica y sociocultural
de nuestro país, es decir, con una mirada hacia dentro; aún sabiendo que varios auto-
res importantes quedarán fuera de esta breve síntesis, solamente retomaré los trabajos
de Guillermo Bonfil Batalla y Carlos Monsiváis.
Son varios los temas que Bonfil Batalla aborda en sus textos (1982, 1987,1993).
Si bien Bonfil es más conocido por sus estudios sobre la cultura indígena, sobre los
pueblos indios y la cultura popular, existen trabajos en los que aborda el tema de la
cultura de manera más general. Por ejemplo, en su artículo “El estudio de los
problemas culturales en América” (1993), toma como centro de interés el pluralismo
cultural en América Latina, las relaciones entre los pueblos y grupos que participan
de culturas diferentes, la dominación y la resistencia culturales, y la reflexión teórica
y política que se ha hecho (y la que debe hacerse) en torno a estas cuestiones.
Considero que es hora de reconocer el trabajo de Carlos Monsiváis (1976, 1981)
quien, con su estilo muy propio, ha contribuido al entendimiento de los complejos
procesos de la cultura mexicana. Monsiváis ha trazado los hitos de la historia y el
mapa de las transformaciones fundamentales sufridas por lo popular urbano desde
comienzos del siglo. Como lo dice Poniatowska:

Sus análisis de los movimientos sociales son también una guía a seguir porque
señalan un rumbo a futuro; su lealtad a la cultura popular; su crítica al gobierno;
la insistencia en la eficacia de la sociedad civil. Monsiváis nos ancla en la vida de

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los barrios más abandonados y más entrañables de nuestro país. Y al hacerlo, él


mismo se vuelve entrañable. Mejor que nadie, sabe que la historia de un país no
se hace en el Congreso sino en la plaza pública, en la calle, en las misceláneas, en
las vecindades y cocinas (2000).

La relación entre lo político y lo educativo

Dos cuestiones fundamentales son rescatadas en esta corriente: a) la dimensión política


y no neutral de cualquier teoría científica y b) la dimensión educativa necesaria por
dos razones: el alto índice de analfabetismo y el analfabetismo funcional de la región.
Primeramente mencionaré los trabajos de Pascuali (1980), quien propuso la
distinción entre información y comunicación. Ambos términos, designan procesos
diferentes. La información consiste en el envío de mensajes sin posibilidades de retorno
y la comunicación como una intercambio de mensajes con posibilidades de retorno.
Sus reflexiones permiten ver el carácter autoritario de la estructura tecnológica de los
medios de difusión.
Paulo Freire (1973), pedagogo brasileño, ha sido uno de los autores que quizá
haya tenido más impacto en los estudios críticos de cultura y comunicación en
América Latina. Dos de sus fuentes teóricas fueron las teorías económicas de la depen-
dencia y las llamadas teorías de la liberación. Desde esta perspectiva teórica la
comunicación y la educación son dos procesos similares: horizontales y no autoritarios
que tienen su contrapartida en la extensión (como en extensión educativa) y en la
información que son procesos autoritarios y verticales.
Si bien estos aportes surgen del campo educativo y de la comunicación han
tenido un impacto importante en la comprensión de los fenómenos culturales y en
las políticas culturales.

El paradigma de lo alternativo

El concepto de comunicación alternativa dio un impulso teórico importante para


poder visualizar al fenómeno comunicativo como un fenómeno social. Desde esta
aproximación se intenta encontrar, desde lo político, nuevas propuestas para entender
la realidad cambiante de América Latina. Tres autores representan esta aproximación:
Daniel Prieto (1980) y su primer modelo de comunicación alternativa, Máximo
Simpson (1986) con su visión de lo alternativo como proceso democratizador y
Fernando Reyes Matta (1981), quien ve a lo alternativo como un proyecto histórico.
Dado que existen otros trabajos que hacen una revisión profunda sobre estos autores
(véase Benavides, 1992), sólo he mencionado de manera muy general los temas fun-
damentales que abordan, pero es importante resaltar que si bien sus aportes están

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encaminados al campo de la comunicación, el tema de lo alternativo abrió el


camino para intentar, desde lo político, nuevas propuestas para entender la realidad
cambiante de América Latina.

La mirada desde lo económico-político

A fines de los años sesenta y avanzados los setenta, los teóricos de la región centran su
atención en el carácter político de los estudios comunicativos y culturales y ponen
énfasis en las condiciones socioeconómicas y políticas que limitaban el desarrollo
cultural y por ende comunicativo en América Latina. Los temas más abordados
dentro de esta corriente fueron los del imperialismo cultural, el compromiso político
y la trasnacionalización de la cultura.
El tema del imperialismo cultural es un tema que ha sido abordado por Luis
Ramiro Beltrán y Elizabeth Fox en su obra Comunicación dominada. Ambos autores
vinculan la dinámica del imperialismo económico estadounidense con el imperialismo
político y cultural. Los medios de difusión son, bajo esta perspectiva, instrumentos
de dominación imperialista.
Durante los años setenta, en el ámbito de lo comunicacional, ciertos discursos
de los estudios críticos se centran en varias preocupaciones: las industrias culturales,
el carácter transnacional de las estructuras informativo-comunicacionales, las nuevas
tecnologías, el equilibrio informativo Norte-Sur y el imperialismo cultural. El hilo
conductor de estos estudios críticos va a ser el concepto de estructuras transnacionales.

La mirada desde lo político-cultural

Aquí mencionaré autores que han tenido un peso teórico bastante importante en el
campo de la cultura y de la comunicación. Son autores que piensan críticamente los
fenómenos culturales y comunicactivos, entre ellos los de mayor influencia han sido
Néstor García Canclini, José Joaquín Brunner y Oscar Landi.
Los estudios de Brunner han significado uno de los aportes más decisivos en la tarea de
repensar las relaciones entre política y cultura. En sus estudios son desenmascarados
los diferentes modos y niveles en que opera la concepción instrumental de la cultura,
es decir, aquellas políticas que no pueden tomar en serio la cultura en cuanto
institución y aparato de poder.
Brunner lleva a cabo una crítica radical a las formas de sacralización de la política
como instancia totalizadora devoradora de la realidad de lo social, esclareciendo cómo
en tiempos de crisis, los movimientos más vivos de resistencia al aplastamiento de
la memoria histórica de un pueblo, y los reductos más insobornables en la lucha por la

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democracia aparecen situados “fuera” de los espacios tradicionalmente considerados


políticos y más cercanos a los peyorativamente considerados espacios de la cultura.
Un tema que también aborda Brunner con rigor es la problemática relación de
las culturas en América Latina con la modernidad. En América Latina; cultura y
modernidad (1992), Brunner aborda la modernidad en condiciones periféricas, la
internacionalización de los mercados, los procesos de masificación cultural y la crisis
del Estado populista en los regímenes democráticos emergentes. Su propuesta teórica
parte del cuestionamiento de una “racionalidad” única, capaz por sí sola de dar
cuenta de la compleja realidad latinoamericana.
Otro de los temas que también ha trabajado Brunner, al igual que los otros dos
autores que a continuación expondré, es el de las políticas culturales (véase García
Canclini (ed.), 1987 y 1992). En su trabajo “Políticas culturales y democracia:
hacia una teoría de las oportunidades” (1987) trata de dar respuesta a algunas de las
siguientes preguntas ¿Dónde mirar cuándo se quiere incidir mediante políticas en el
terreno de la cultura? ¿Cómo moverse en este terreno sin caer en la generalidad de
que “todo es cultura” así como a veces se sostiene que “todo es política”?
La reflexión de Oscar Landi (1985, 1987), proveniente por formación del campo
de los estudios políticos, ha introducido, en el análisis de las relaciones entre política
y cultura y comunicación, la cuestión de los sujetos, la trama de las interpelaciones
en que se constituyen los actores sociales.
Aunque de la obra de Néstor García Canclini hablaré más en la siguiente corriente,
veo la necesidad de mencionar sus primeros trabajos que surgen de esta mirada
política a los fenómenos culturales (véase 1985). El tema de las políticas culturales
es también una de sus preocupaciones fundamentales y sobre el cual ha producido
una gran cantidad de textos (1987, 1995, 1999).

La recepción como punto de partida

La crítica cultural vino a destacar el papel del receptor en tanto se apropiaba y resignificaba
los mensajes de los medios y los usaba de un modo específico de acuerdo a su contexto
social. El consumo constituye entonces, el punto de encuentro de dos vertientes, que desde
lo cultural vinieron a proponer nuevos esquemas teóricos en América Latina.
Dos vertientes fundamentales existen aquí, aquella que está sustentada en la teoría
de las mediaciones de Martín-Barbero y la crítica culturalista, que pone énfasis en
los procesos de consumo, encabezada por García Canclini.
En su obra De los medios a las mediaciones (1987), que se ha convertido en uno de
los trabajos más influyente de la segunda mitad de los años ochenta, Jesús Martín
Barbero sintetizó la crítica a los paradigmas anteriores. En esta obra encontramos un
esfuerzo de abstracción para comprender la naturaleza económica política y cultural

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que unifica América Latina y una reconstrucción muy original de la historia de los
medios de comunicación en la época de los treintas a los cincuentas.
Al poner énfasis en las mediaciones y no en los medios, distingue dos grandes
etapas de los procesos de implantación de los medios y la constitución de lo masivo
en América Latina.
Una de sus propuestas más importantes es que sugiere cambiar el lugar desde el
cuál se investigan los fenómenos comunicativos, situarse en el campo de la cultura
popular, pero no desligada de los procesos sociales y políticos que la sostienen.
Para Martín-Barbero será necesario preguntarse sobre los modos de consumo y
apropiación de lo masivo dentro de una praxis social, situándose en el terreno del
consumidor y desde los distintos escenarios de su recepción: la familia, el barrio, la
calle, los mercados, etcétera.
Desde una perspectiva culturalista, Néstor García Canclini coincide con el análisis
hecho por Martín-Barbero. En sus escritos trata de descubrir cuáles son las formas
en que los receptores de los mensajes de los medios reformulan los contenidos vinculados
por ellos para adaptarlos, resignificarlos y transformarlos en algo nuevo, algo que ya
no pertenece de modo claro y diferenciado a una cultura o una clase determinada,
algo híbrido, que si bien puede ser moderno y tradicional al mismo tiempo hege-
mónico y subalterno (1989).
El tema del consumo y el de la globalización han sido el punto de partida para
sus reflexiones más recientes (1995, 1999). En sus trabajos ha delineado una pro-
puesta de análisis sobre las maneras en que hoy se articulan la declinación de las
viejas prácticas políticas y las maneras de consumir y de actuar públicamente en
las sociedades latinoamericanas.
En Consumidores y ciudadanos (1995) analiza los cambios culturales en las formas
de hacer política: las campañas electorales se trasladan de los mítines a la televisión,
de las polémicas ideológicas a la confrontación de imágenes y las encuestas del
marketing. García Canclini explica estos cambios a partir de las transformaciones de
la vida cotidiana en las grandes ciudades y la reestructuración de la esfera pública
generada por las industrias comunicacionales. También analiza el modo neoliberal
de globalizarnos y discute su manera de tratar las diferencias multiculturales agravando
la desigualdad.
En su obra más reciente, La globalización imaginada (1999), propone analizar la
globalización desde una perspectiva socioantropológica de la cultura que analice
tanto las estadísticas y los textos conceptuales como los relatos e imágenes que intentan
nombrar sus designios.
Para finalizar quiero mencionar que con esta exposición de los autores que con-
forman esta corriente he tratado de mostrar cómo los campos de la cultura y la
comunicación se intersectan y no pueden ser analizados desde un abordaje meramente

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cultural o comunicacional. Es necesario ver las intersecciones teórico-culturales que


pueden servirnos para repensar críticamente lo latinoamericano. Parafraseando a Nelly
Richards (1996), hay que ver a los estudios comunicativo-culturales desde una mirada
transdisciplinar que aborda las fronteras académicas de división y clasificación de los
objetos de estudio mezclando, de una manera crítica, diferentes prácticas teóricas en
cruces de saberes plurales desde la realidad socio-económica, política y cultural de
América Latina. Como señala García Canclini:

Una tarea necesaria es poner en relación los enfoques parciales: lo que la econo-
mía sostiene acerca de la racionalidad de los intercambios económicos, con lo
que antropólogos y sociólogos dicen sobre las reglas de convivencia y los con-
flictos, y con lo que las ciencias de la comunicación entienden respecto al uso de
los bienes como transmisiones de información y significado (1991:2).

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