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A MI MADRE, DANA

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Barcelona, España
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Mayor, más que cualquiera en nuestra efímera realidad, cargada de bondad, entrega, amor. Siempre
nos dio cobijo, calor, frío, sumisa y entregada de forma incondicional a nosotros, sus hijos, sumisa y
entregada a su propia causa. Eterno e inquebrantable sustento de todas las cosas.

Ella me dio conciencia sobre todas las cosas con un simple soplo de vida, me protegió en su vientre
para que viera la luz, me amamantó con el fruto de su propio trabajo, me permitió crecer y siempre
procuró que nada malo me sucediera. Aún emancipado no puedo evitar que esté siempre ahí,
vigilante de mis actos, pendiente de mi, atenta a mis tropiezos evitando que las heridas sangren al
caer. No puedo ni deseo romper ese enlace que nos une, de algún modo siento que debo protegerla
también aunque no lo pide, sé que sufre en silencio nuestras equivocaciones, nuestros actos de
soberbia. Y ese silencio algún día verá la luz si no ponemos fin. Tanto nos da y tan ciegos somos
incapaces de reconocerlo, egoístas de nuestra propia e individual verdad, incapaces de entender que
al final dejaremos esta vida sin poder llevarnos nada al otro lado de Aqueronte, dejando únicamente
tras nuestros pasos un rastro de destrucción y desolación, triste herencia para nuestros hijos.

Su hora se acerca, su paciencia y su generosidad deben tomar las riendas del presente antes de que
el Caos regrese a su piel. Y su llanto estremecerá la Tierra de dolor y sufrimiento, el mismo que le
hemos dado con cada agujero que hemos creado en su superficie víctima mortal de cada guerra. Sus
gritos asolarán valles y montañas, islas enteras y ciudades serán aniquiladas para establecer un
nuevo equilibrio, una regeneración necesaria o la destrucción inevitable de su propia existencia. Y
sus lágrimas brotarán con fuerza desde su interno volcándose sobre aquello que dejó de ser virgen
para el único beneficio matérico de unos pocos. Y de su alma brotará la luz roja de la desesperación
y del dolor del sufrimiento por tener que hacer lo que debe como único fin de su regénesis.
Montañas serán destruidas, otras brotarán de la nada, valles ardiendo por el fuego de sus entrañas,
apaciguado con la suave, sutil y a veces necesaria y devastadora gota de sus sollozos.

Dana, mi Madre, nuestra Madre Tierra pide a gritos un poco de compasión y amor por su obra, por
sus hijos, nuestros hermanos. Sólo necesita un tiempo para regenerarse, para poder regresar con
fueras y dispuesta a enfrentarse a nuestros errores. Pero sin esa tregua, el descanso imposible se
hace necesario aunque sea a la fuerza. Permitámosle unos días de descanso, esos días de armisticio
en los que todo será posible y Dana será agradecida con todos nosotros.
Nube de Cenizas en Islandia

Dana, la Madre hibérnica de los dioses, primera forma espiritual de la materia y, por tanto, Belleza.
Puesto que todo ser emerge de su matriz revestido de forma, ella es la Poderosa Madre; y, como
madre de todo, es esa compasión divina que existe más allá y es la jueza final que imparte justicia a
los dioses y a los hombres. Su corazón estará en el nuestro cuando el nuestro perdone.

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