Entre los mitos y metáforas más perjudiciales del discurso sobre los
negocios se encuentran los conceptos machistas «darwinianos» de la
«supervivencia de los más aptos» y de «los negocios son una jungla»
(para el origen de estas nociones, véase el artículo 44, «El significado de
la evolución»). Por supuesto, la idea subyacente es que la vida en los
negocios es competitiva, y que no siempre es justa. Pero este par de
ideas obvias es muy diferente de las representaciones de una «merienda
de lobos» o de «cada cual va a la suya», rutinarias en el mundo de los
negocios. Cierto es que los negocios son y deben ser competitivos, pero
no es verdad que esta competición sea a muerte o caníbal ni que «uno
hace lo que puede para sobrevivir». Por competitiva que pueda ser una
industria particular, siempre se basa en un núcleo de intereses comunes
y normas de conducta convenidas mutuamente, y la competencia no
tiene lugar en una jungla sino en una comunidad a la que
presumiblemente sirve y de la que depende a la vez. La vida de los
negocios es ante todo fundamentalmente cooperativa. Y la competencia
sólo es posible dentro de los límites de los intereses compartidos en
común. Y al contrario de como lo quiere la metáfora de la selva -«cada
cual a la suya»-, los negocios casi siempre suponen grandes grupos que
cooperan y confían entre si, no sólo las propias corporaciones sino las
redes de proveedores, personal de servicios, clientes e inversores.