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Actas del Congreso

El Mensaje de Maltravieso
50 años después (1956-2006)

Primitivo Javier Sanabria Marcos


(Editor)

Consejería de Cultura y Turismo


MUSEO DE CÁCERES
Consejería de Cultura y Turismo
MUSEO DE CÁCERES

Primera Edición, diciembre 2008


de los textos: los autores
de esta edición:
Consejería de Cultura y Turismo
Foto portada:
I.S.B.N.: 978-84-9852-151-1
Depósito Legal: CC-278-2009
Imprime: Copegraf, S.L. · Cáceres
Actas del Congreso

El Mensaje de Maltravieso
50 años después (1956-2006)

Primitivo Javier Sanabria Marcos


(Editor)

Alfonso Callejo Carbajo, Hipólito Collado Giraldo, Rodrigo de Balbín Behrmann, Sergio Ripoll López,
Javier Ruiz García, Nova Barrero Martín, Abel Morcillo León, Luna Peña García, Antoni Canals i Salomó,
M. Mosquera, Eva Mancha Flores, Antonio J. Rodríguez-Hidalgo, Laura Muñoz Encinar, Luiz Oosterbeek,
JoséAntonio Lasheras Corruchaga, Ramón Montes Barquín, Emilio Muñoz Fernández, Enrique Cerrillo
Cuenca,Antonio González Cordero, Francisco Javier Heras Mora, Isabel Sauceda Pizarro, Eudald Carbonell
(Textos)
Arte Paleolítico extremeño en el contexto
del interior peninsular

Rodrigo de Balbín Behrmann


Universidad de Alcalá de Henares

1. Introducción. Prescindiendo de Andalucía, este interior pe-


ninsular ha visto incrementado su inventario ru-
La tradición en la investigación del Arte Pa-
pestre hasta alcanzar el número de 24 yacimien-
leolítico distingue entre las áreas clásicas del mis-
tos artísticos paleolíticos (Balbín y Alcolea, 1992,
mo, Dordoña, Pirineos franceses y Norte cantábrico,
1994, 2001, 2003, Alcolea y Balbín, 2003). Tres en
y el resto, que en términos generales podría con-
el Norte, en la zona de contacto entre la Meseta y
siderarse como interior, o lo que es lo mismo, mar-
el valle del Ebro, Ojo Guareña, Penches y
ginal. Las síntesis y los conocimientos se produje-
Atapuerca, siete en el centro, bordeando los
ron primero en las áreas clásicas, y el resto vino
piedemontes del los sistemas Central e Ibérico, con
por añadidura, conservando hasta el momento la
las cuevas de Los Casares, La Hoz, El Turismo, El
condición de zona secundaria, en importancia y
Reno, El Cojo, Las Ovejas (Balbín, 2002) y La Grie-
trascendencia. El Lot y la Ardèche franceses han
ga (Corchón, 1997), cuatro en el Occidente de la
ido tomando progresivamente carta de naturaleza
Submeseta Norte al aire libre, con Siega Verde,
en el paisaje del arte paleolítico, pero no ha suce-
Domingo García (Ripoll y Municio, 1997), Mazouco y
dido así con el arte castellano, extremeño y anda-
los conjuntos del Côa (Baptista, 1999) que tienen
luz, cuya entidad sigue siendo poco menos que
22 grupos de representaciones, y tres en el Sur,
desconocida y por la que los investigadores euro-
mucho más dispersos y en transición entre la Me-
peos muestran bastante poco interés. Quien dice
seta y la Fachada Atlántica o Andalucía, con las
investigadores europeos puede decir franceses,
cuevas de El Niño, Maltravieso (Ripoll et al., 1999),
que además de los españoles son casi los únicos
La Mina de Ibor (Ripoll y Collado, 1996) y Escoural
que tienen arte rupestre en su tierra, de la época
en el Alentejo portugués (Araujo y Lejeune, 1995,
que nos ocupa.
Otte y Silva, 1996). A estos hay que añadir al me-
El arte interior de la península Ibérica debe
nos tres sitios al aire libre en Portugal, Alto Sabor
incluir de modo necesario el portugués, casi inexis-
en Braganza (Baptista, 2001), Zézere y Ocreza en
tente hasta el descubrimiento del Côa, y que aho-
el Tajo y Cheles en el Guadiana. Al Noreste, en los
ra, con las versiones españolas, se ha incorpora-
aledaños pirenaicos de Huesca, está la Fuente del
do de lleno a la realidad paleolítica, ofreciendo un
Trucho.
panorama lleno de riqueza, novedad y avance para
Extremadura es uno de los casos interiores,
los conceptos interpretativos del arcano gráfico del
por su situación geográfica y por ser un área gráfi-
final de la última glaciación. Cierto es que las fron-
ca no clásica, pero ello no significa en ningún caso
teras políticas actuales no existían en el Paleolíti-
que su espacio y condición sean distinguibles de
co, y tampoco hace algunos siglos, por lo que ha-
sus vecinos españoles y portugueses. Podemos
cer circunscripciones y barreras geográficas resul-
hacer el artificio de hablar de Arte Paleolítico ex-
ta siempre difícil y poco indicativo. El arte interior
tremeño, que es precisamente lo que a partir de
de la Península Ibérica es el que no se encuentra
aquí vamos a hacer, pero sin la menor convicción
en su periferia, e incluye por tanto Portugal, Aragón,
de que se trate de un espacio único, segregado
Castilla, Extremadura y gran parte de Andalucía,
de sus vecinos más o menos próximos. Existe ade-
aunque volviendo al principio de esta introducción,
más la condición peyorativa de que lo que se con-
y tomando el concepto interior como peyorativo,
serva de este ciclo artístico no es muy abundante
todo lo que no pertenece a las áreas clásicas po-
entre el Tajo y el Guadiana, y parte de lo que había
dría ser considerado como interior.

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Rodrigo de Balbín Behrmann

se lo ha tragado la presa de Alqueva. No es mucho mas Central e Ibérico, las zonas previas al Siste-
lo que tenemos en esa Castilla del Sur que es la ma Bético y las serranías del Sur, sobre todo en
Autonomía Extremeña, pero sí es de interés y nos Cádiz y Málaga, con frecuencia a importante altura
puede enseñar mucho sobre la realidad gráfica sobre el nivel del mar. En Extremadura, mal dotada
paleolítica. de caliza, los afloramientos forman parte de maci-
zos aislados, siempre a menor altura de sus pa-
También es cierto que algunos autores vie-
rientes más interiores.
nen considerando el interior peninsular como área
prácticamente despoblada al final del Paleolítico Por inercia, la Península Ibérica viene siendo
Superior (Corchón, 1985, 1997), por sus condicio- considerada como lugar cálido, desde que investi-
nes climáticas y por la escasez de datos de gadores extranjeros lo decidieran por su situación
poblamiento. Esto supone una vez más un con- meridional. No conviene exagerar en ningún senti-
cepto peyorativo para las áreas centrales, no más do, pero la condición mediterránea de altura que
frías desde luego que la estepa centroeuropea, y posee nuestro interior, agudizada por un compor-
confundir la escasez de investigación con la esca- tamiento bastante estepario y seco, no debió de
sez de población. No se puede afirmar lo que no componer precisamente un lugar muy cálido en la
se conoce, ni decir que no existe comportamiento última glaciación, que registró temperaturas me-
humano en un espacio porque no se haya encon- dias entre diez y trece grados inferiores a las ac-
trado, porque luego viene la realidad y nos contra- tuales. Verdaderamente sería una condición mejor
dice con los documentos que se obtienen en el tra- a la de Centroeuropa, por poner un ejemplo, fría
bajo. Extremadura viene dando novedades de im- aunque habitable. Debió ser también relativamen-
portancia en los últimos años sobre el Paleolítico te seca, aunque ese término requiere sus matices.
Superior, y esto se multiplicará en el futuro de se- Las necesidades de humedad de una economía
guir las investigaciones y el trabajo de campo, al depredadora como la paleolítica, no son las mis-
menos en la intensidad actual. El porvenir se pre- mas que se exigen para una agricultura extensiva.
senta optimista. La Europa glaciar tendría un predominio de este-
pas frías y bastante secas, con cantidades proba-
2. Situación y contenido.
blemente no superiores a los 1.000 mm3. de pre-
El Arte Rupestre Paleolítico del Interior es un
cipitación anual. Nuestros espacios altos, fríos y
conjunto variado, con núcleos relativamente sepa-
secos, no llamarían especialmente la atención en-
rados entre sí, cuya existencia y situación depen-
tre sus parientes europeos.
de fundamentalmente del soporte sobre el que se
El interior ha sido catalogado como espacio
realiza. Tradicionalmente se ha hecho referencia al
secundario y receptor, dependiente de otros, que
arte en cueva, porque era el único que se conocía,
se consideran como originarios, el Norte y el Le-
pero ahora debemos hablar del arte al aire libre,
vante, donde El Parpalló prima todos los posibles
novedad que afecta tanto a la situación de los pa-
paralelos (Alcolea y Balbín, 2006). Hay parecidos
neles decorados como a la roca que les sirve de
formales con el Levante, pero también con el Nor-
soporte. La distribución del arte rupestre cambia
te y el Sur, y al mismo tiempo diferencias. Las obras
necesariamente si tomamos en consideración esta
interiores se parecen a las paleolíticas de la épo-
nueva realidad.
ca, se pueden encuadrar dentro de los estilos de
2.1. Arte en cueva.
Leroi-Gourhan y poseen su propio sistema, sus sig-
El arte realizado en el interior de las formacio- nos y sus convenciones, componiendo un espacio
nes cavernarias depende necesariamente de la con personalidad y contenidos diferenciales. Todo
existencia de caliza, la roca principal y casi única lo que no es originario, es periferia para la consi-
en la que se puede producir ese tipo de comporta- deración general, por lo que el interior se podría
miento, que tiene en el interior una distribución definir paradójicamente como periferia central luso-
desigual y relativamente escasa. La caliza española (Fig. 1).
karstificable aparece fundamentalmente en los
Aquí haremos una diferencia conceptual en-
rebordes de los sistemas montañosos más impor-
tre arte al aire libre y arte en cueva, porque eso es
tantes del interior peninsular, y en afloramientos
útil para comprender la totalidad del fenómeno, y
más o menos aislados que han sobrevivido a la e-
porque así se ha venido haciendo desde el descu-
rosión. Así, la vertiente Sur de la Cordillera
brimiento del primero, pero ambos son complemen-
Cantábrica, la vertiente Sur del Pirineo, los Siste-
tarios y mutuamente explicativos. Ambos se pro-

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 1. Vista general aérea del interior peninsular.

ducen con el mismo contenido y convenciones, en aspecto no podemos relacionar con nada. Son más
los mismos momentos, primando unas técnicas abstractos o conceptuales que las figuras natura-
sobre otras, y conservando las cuevas mucho me- listas en su aspecto, pero ignoramos si sucede lo
jor las pinturas que el aire libre, que también de- mismo con su significado. Todas las imágenes son
bió poseerlas. Ambos padecen los estilos y las grafemas significativos, con un contenido codifica-
modas, y los manifiestan de modo similar, al mismo do que conocían sus autores y nosotros no com-
tiempo. prendemos. Tan abstracto, o simbólico, puede ser
el significado de una figura de caballo como el de
En el interior predominan los caballos y son
un triángulo, pero la primera nos resulta compren-
los cérvidos los segundos en importancia numéri-
sible, y la segunda no. Los signos varían notable-
ca, seguidos de los toros. Siempre son importan-
mente según los yacimientos y las zonas, quizás
tes los cápridos, poco importantes los antro-
en dependencia de los grupos que los realizaron y
pomorfos y raros los felinos, rinocerontes, renos y
a los que representaban.
megaceros (Balbín y Alcolea, 2002). La fauna que
aparece en los yacimientos paleolíticos suele ser Tierra adentro los signos son más escasos de
antecedente de las especies domésticas, por lo que lo habitual, y reciben su propia forma y relación
en muchos casos se parece a ellas, aun cuando (Alcolea y Balbín, 2003). En general son formas sim-
haya sido realizada en época paleolítica, pero eso ples, como rejillas, triángulos, barras y semicírcu-
pasa en todos los sitios, y no es privativo de nues- los. Las primeras parecen concentrarse en lugares
tro arte. En todos lados la fauna predominante es con representaciones antiguas, de estilo III o in-
siempre aquella que reconocemos por sus descen- cluso II, como La Griega o el Reno. En Siega Verde
dientes domésticos. Sólo hay un pequeño porcen- las barras y claviformes se asocian a los caballos,
taje de animales sin herederos domesticados, que en Los Casares y todo el área del Sistema Central
no deben ser los representantes de la totalidad; e Ibérico los signos más abundantes son los trián-
no se debe tomar la parte por el todo. gulos. Los signos en el interior no son homogé-
neos, como en ningún otro sitio, pero tienen ca-
Hay un último grupo de representaciones que
racterísticas y acumulación propias.
se debe destacar, los signos, que son aquellas cuyo

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Rodrigo de Balbín Behrmann

Figura 2. Mano de Maltravieso nº 7 (según, Ripoll et al., 1999).

En el arte de la Extremadura española, son El entendimiento de que las manos son sig-
precisamente los signos los elementos gráficos nos, siguiendo la propuesta enunciada anterior-
más representativos, en lo que a las cuevas se mente, no deja de ser chocante. Se trata proba-
refiere, por la especial acumulación de manos blemente de la representación más naturalista que
pintadas de la cueva de Maltravieso, en Cáceres se puede concebir, pues reproduce con exactitud
(Ripoll et al., 1999) (Fig. 2 a 4). Las manos, ne- el contorno de una mano humana real, tanto en su
gativas o positivas, son uno de los signos más versión positiva como negativa. Lo que pasa es
abundantes y expandidos de todo el arte pre- que no entendemos qué pretende su plasmación,
histórico. En el Paleolítico suelen aparecer en y por tanto las encuadramos en el conjunto incom-
conjuntos de varios individuos, y son conside- prensible de los signos. Tenemos que decir lo que
radas como uno de los productos más antiguos antes dijimos, y es que los animales también son
(Leroi-Gourhan, 1971). En la Península ejemplos incomprensibles en su significado profundo, por lo
hay en una relativa abundancia, entre otros que las representaciones gráficas del paleolítico,
Gargas, Fuente del Trucho (Fig. 5), El Castillo (Fig. en su totalidad, deberían ser consideradas como
6), La Garma (Fig. 7) y Fuente del Salín (Fig. 8), signos. Leroi-Gourhan (1971), proponía su antigüe-
en el último caso dentro de una cueva de di- dad cronológica si se trataba de conjuntos, admi-
mensiones limitadas, que se dedica de manera tiendo una perduración mayor en el caso de repre-
casi exclusiva a ese signo. Los espacios de las sentaciones aisladas. En El Castillo (Fig. 6) apare-
otras tres que se destinan a las manos, son tam- cen infrapuestas a figuras de bisonte de estilo cla-
bién particulares y poco compartidos con otros ramente antiguo, y la única fecha existente en la
elementos. En Maltravieso hay alguna figura ani- cueva de Fuentes del Salín pertenece al
mal además de las manos, pero son, por lo que Gravetiense (Moure, González Morales y González
conocemos en el momento actual, elementos se- Sainz, 1985, Moure et al., 1996), lo que permite
cundarios en la organización representativa de afirmar que allí estas formas son por lo menos del
la cueva, que parece especialmente dedicada a estilo II de Leroi. Lo mismo puede decirse del pa-
las manos. nel de manos de La Garma (Arias et al., 1999) (Fig.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

7), aislado del resto de las formas, dentro de los fuera de las manos antedichas (Fig. 13), de com-
espacios que ocupan las figuras más antiguas de posición y apariencia semejante a otros de la Me-
la cueva. En este caso encontramos otra similitud seta, como los Casares (Fig. 14) (Balbín y Alcolea,
con Maltravieso, y es que las manos no aparecen 1992, 1994).
exentas o como representación única, sino que se
Al otro lado de la frontera, fuera del ámbito
encuadran en composiciones de las que son pro-
político actual, pero dentro de la misma área geo-
tagonistas, aunque acompañadas por líneas de
gráfica, se encuentra Escoural, única representan-
puntos y manchas de color, que las completan y
te de cueva decorada paleolítica en el país vecino,
componen. Eso mismo ocurre en Fuente del Trucho
al menos por el momento. Es una cueva de mármol
(Beltrán, 1990, Mir Salas, 2000) (Fig. 8), donde la
con restos limitados de comportamiento gráfico
composición global y circular de la sala principal
paleolítico y más abundantes de comportamiento
posee otras figuras, como signos y caballos funda-
postpaleolítico, pues una vez más los lugares que
mentalmente, pero donde el espacio se ha conce-
sirvieron en el pasado pleistocénico siguen tenien-
bido como composición total, a partir de unas lí-
do vigencia después (Fig. 15 y 16) (Araujo y
neas de puntos que lo compartimentan, en estre-
Lejeune, 1995, Otte y Silva, 1996).
cha colaboración con las manos negativas, que
Fuera de lo dicho tenemos en Extremadura
ahora son rojas o negras.
La Mina de Ibor (Fig. 17 y 18) (Ripoll y Collado,
No tenemos en Extremadura muchas obras en
1996), donde encontramos grabados finos de ca-
cueva, pero dentro de ellas es protagonista inne-
rácter rotundamente paleolítico en un espacio nue-
gable Maltravieso, y con ésta las representacio-
vo, lleno de posibilidades futuras. Entre ellos po-
nes de manos (Fig. 9 y 10). Formas antiguas con
demos destacar una figura de oso, que no por mi-
toda probabilidad que debieron tener una amplia
noritario resulta exótico dentro del Arte Paleolítico
descendencia, desgraciadamente aún poco cono-
general, y representaciones de cérvido, tan abun-
cida. Hay también pinturas de cérvido (Fig. 11)
dantes en toda la Península Ibérica y especialmen-
(Ripoll et al., 1999), de toro (Fig. 12) y otros signos,
te en el interior de la misma.

2.2. Arte al aire libre.

Otra cosa es el arte a la intemperie, en cuan-


to a su situación y distribución geográfica, pero no
en cuanto a su contenido, en todo comparable a
las obras cavernarias y con una cronología seme-
jante.

A partir del año 1981, en que nuestros cole-


gas portugueses descubrieron el yacimiento de
Mazouco (Fig. 19) (Jorge, Jorge, Almeida, Sanches
y Soeiro, 1981, 1982, 1987, Jorge, Jorge, Sanches
y Ribeiro, 1981) en la frontera portuguesa de la
provincia de Salamanca, los hallazgos a uno y otro
lado de la Raya se han multiplicado. En el año 1989
se descubrió Siega Verde, Ciudad Rodrigo,
Salamanca, (Balbín, Alcolea, Santonja y Pérez,
1991, Balbín, Alcolea y Santonja, 1994, 1995,
1996a y 1996b, Balbín y Santonja, 1992, Balbín y
Alcolea, 1992, 1994, 1999, 2003 y e.p.) y en 1991
Foz Côa (Baptista y Gomes, 1997, Baptista, 1999).
Más adelante nuestros colegas portugueses han
encontrado restos gráficos de la misma condición
en Tras os Montes, Braganza, Ocreza, Zézere y Alto
Sabor (Balbín y Alcolea, e.p.), justo enfrente de la
Extremadura española. En el año 2000 se descu-
brió el conjunto de Cheles en el Guadiana (Fig. 20),
Figura 3. Mano de Maltravieso nº 14 (según, Ripoll et al., 1999). y mucho antes, en 1970, se había descubierto el

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Rodrigo de Balbín Behrmann

Figura 4. Mano de Maltravieso nº 25 (según, Ripoll et al., 1999).

Figura 5. Manos de Fuente del Trucho.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 6. Manos de El Castillo. Figura 7. Manos de La Garma.

Figura 8. Manos de Fuentes del Salín.

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Rodrigo de Balbín Behrmann

Figura 9. Mano de Maltravieso nº 62 (según, Ripoll et al., 1999).

sitio de Domingo García en Segovia, valorado cien- El Arte al aire libre es una novedad que ha
tíficamente en lo que se refiere a su parte paleolí- trastocado ideas asentadas, y que por tanto ha
tica desde 1981 (Martín y Moure, 1981, Balbín y tenido problemas en su aceptación. Ha sido tam-
Moure, 1988, Balbín y Alcolea, 1992, 1994), inclu- bién considerado como un ciclo especial, que se
yendo un estudio completo de los años 90 (Ripoll y explicaría y relacionaría dentro de sí mismo, pero
Municio, 1992, 1997). nosotros consideramos que es una manifesta-
ción paralela a la cavernaria, cuya diferencia ra-
Esta concentración fronteriza podría darnos
dica en su ubicación, y no en su contenido, cro-
una idea deformada de la distribución del arte ex-
nología u organización. El arte Magdaleniense
terno, pues también poseemos yacimientos al aire
exterior, coincide más con el arte Magdaleniense
libre en otros lugares, como Domingo García, el
en cueva que con el Solutrense exterior. Los
pirenaico francés de Fornols Haut (Sacchi et al.,
estilos cronológicos son los que marcan la fac-
1988), y Piedras Blancas en Almería (Martínez,
tura de las obras gráficas, no el soporte en el
1986-87). Hay una concentración actual relevan-
que éstas se realizan.
te en la zona de la frontera hispano-portuguesa,
concentración debida en gran parte al esquisto, Es una auténtica novedad, pues propone una
roca soporte que allí abunda, y a que se ha visión distinta del Arte Paleolítico. La situación in-
prospectado en ella. Sin embargo, esa distribu- terna de las grafías paleolíticas, provocó en el mo-
ción actual debe ser nuevamente artificial, y di- mento de su descubrimiento una interpretación
rectamente dependiente del estado de nuestros religiosa y mistérica del hecho, que se basaba en
conocimientos y trabajos. El día de mañana el arte la dificultad del acceso y en la oscuridad del am-
al aire libre deberá tener una dispersión territo- biente en el que se realizaban. La presencia de
rial distinta. El esquisto es fundamental para la estas imágenes en lugares plenamente accesibles
conservación de estas manifestaciones, por su e incluso dominantes en el paisaje, nos propone
dureza y ubicación, pero muchos más pudieron ser una interpretación diferente, en la que debe pri-
los soportes del arte rupestre paleolítico a la in- mar la capacidad llamativa y comunicativa, sobre
temperie, que por el momento no conocemos, el misterio y la ocultación. La apropiación del pai-
pues otras rocas no conservan superficies en con- saje en forma de marcadores gráficos, debió co-
diciones aceptables. menzar a producirse en el mismo momento en el

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 10. Mano de Maltravieso nº 54 (según, Ripoll et al., 1999) y panel.

que los seres humanos aprendieron a realizar sím-


bolos comunicativos perdurables.

La existencia de imágenes a las que llegara la


luz era admitida tanto por Leroi-Gourhan (1971)
como por Laming Emperaire (1962), pero a la en-
trada de las cuevas y en momentos antiguos; nin-
guno de ellos llegó a conocer el auténtico arte a la
intemperie que conocemos a partir de 1981. Ya no
eran las cuevas necesarias para la realización ar-
tística, que se podía plasmar en cualquier sitio, y
ser conocida de todos sin orientadores o chamanes.
Y si el misterio ya no era necesario, ni tampoco los
intermediarios, ¿se podía seguir manteniendo la
religión como único motor del hecho artístico?.

Según Leroi-Gourhan las obras artísticas co-


menzaban a realizarse en las zonas iluminadas por
la luz del día, para progresivamente introducirse
en las profundidades de las cuevas a partir del
estilo III, y volver al exterior en el estilo IV recien-
te, cuando según él acababa la representación fi-
gurativa. Lo que tenemos al aire libre comienza al
menos desde el estilo II, como demuestra Foz Côa,
incluso mediante la datación arqueológica de un
panel en el sitio de Fariseu (Fig. 21) (Aubry, 2002),
y pervive hasta el final del ciclo, o más allá, des- Figura 11. Ciervo pintado de Maltravieso
(según, Ripoll et al., 1999).
pués de las grandes composiciones de Altamira o

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Rodrigo de Balbín Behrmann

Figura 12. Toro pintado de Maltravieso (según, Ripoll et al., 1999).

Tito Bustillo. La obra artística externa, convive con


los lugares de habitación (Fig. 22) (Aubry, 1998,
Aubry, Carvalho y Zilhão, 1997, Zilhão, 1997, Zilhão,
Aubry, Carvalho, Zambujo y Almeida, 1995), a lo
largo de todo el Paleolítico Superior y además es
en todo como el cavernario, y se hace al mismo
tiempo. Esto quiere decir que no debió existir una
progresión hacia el interior de las cuevas en los
estilos más recientes del Arte Paleolítico, sino que
fuera y dentro, al aire y en cueva, se utilizarían
todos los espacios para vivir y representar, de prin-
cipio a fin. La facilidad, la accesibilidad y la abun-
dancia de esquisto, permiten pensar que el núme-
ro de las formas exteriores sería mayor que el de
las cavernarias, éstas últimas minoría cualificada
en el dominio artístico.

Uno de los yacimientos que más recientemente


se ha incorporado al grupo exterior, es el de Moli-
no Manzánez, en Cheles, Badajoz (Collado, 2006).
Uno de los últimos pero no por eso menos impor-
tante. Se descubrió en el trabajo de prospección
realizado en la orilla española del Guadiana, den-
tro del proyecto de construcción de la presa de
Alqueva, en un espacio muy bien dotado de gra-
bados, fundamentalmente postpaleolíticos. Una vez
más, los lugares externos o de condiciones simila-
Figura 13. Signo de Maltravieso (según, Ripoll et al., 1999). res, parecen crear auténticas escuelas artísticas,

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

y seguir siendo espacios seleccionados para la co- espaciales siguen siendo las mismas, y muy pare-
municación gráfica. No es éste el único sitio que cidas deben ser en consecuencia las grupales, fa-
conocemos con estas características, pues algo miliares o ancestrales (Bueno, e.p.). Cheles es uno
semejante se produce en la Fuente del Trucho, más de los sitios donde la continuidad se produce,
donde las representaciones paleolíticas se conti- ahora a este lado de una frontera que en el pasa-
núan en el ciclo Levantino y en el Esquemático, o do no existió.
en Cieza, Murcia, donde el proceso es el mismo, o
Cheles es también, en lo que conocemos,
en Ambrosio, Almería, donde la continuación sigue
un espacio abierto con una distribución técnica
los mismos caminos, o en Cádiz, o en El Niño de
particular, muy diferente a Siega Verde y Côa en
Albacete. Siega Verde, al Norte de Extremadura y
sus proporciones. No conocemos la totalidad de
del Sistema Central, tiene representaciones paleo-
sus representaciones paleolíticas, como no co-
líticas y otras epipaleolíticas, en todo comparables
nocemos con seguridad las de ningún otro yaci-
a las del vecino Côa (Bueno et al., 2007).
miento, pero en este caso la presencia del río
Los sitios que tuvieron importancia comunica- Guadiana y la urgencia de las prospecciones nos
tiva para los grupos paleolíticos, la siguieron man- permiten suponer una realidad mucho más am-
teniendo tras los fríos glaciares, continuando sus plia que la que se ha podido documentar. Existe
formas gráficas hasta después del Neolítico. Nada además el problema añadido de que las figuras
parece que cambiara en ciertos espacios comunes, que responden a la tipología paleolítica son
aunque la economía si lo hiciera. ¿Cambiaría la or- incisas, con trazo muy fino, y de un tamaño pe-
ganización social o las referencias a los lugares queño (Fig. 23 y 24). Eso hace que sean poco
ancestrales?. La señalización del espacio geográ- notorias en este paisaje de esquistos, y en par-
fico a partir de marcadores gráficos es un hecho te milagroso que se pudieran encontrar, lo que
que viene del Paleolítico, y se reproduce hasta bien refleja un cuidado muy especial en la labor de
entrada la edad de los metales. Las referencias prospección.

Figura 14. Signos pintados de la cueva de Los Casares.

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Rodrigo de Balbín Behrmann

Figura 15. Zoomorfo de la cueva de Escoural.

En todo caso, y por lo que hoy conocemos, tos de referencia que deben ampliar nuestra vi-
toros y caballos paleolíticos están realizados en sión de la realidad paleolítica extremeña: el Zézere
línea incisa de contorno, preferencia técnica que y Ocreza. Ambos son aún poco conocidos, ya que
no se manifiesta así en otros yacimientos exter- solamente existen noticias previas, pero compo-
nos, como Siega Verde o Côa, en su parte más tra- nen otra nueva ambientación para esa zona inte-
dicional y antigua, pero sí en Domingo García, mos- rior peninsular. El primero de ellos posee una laja
trando otra vez una variedad importante en las conocida, con unos caballos dotados de conven-
selecciones gráficas de los yacimientos paleolíticos ciones estilísticas muy comparables a los de Siega
al aire libre, cuya uniformidad no existe, como no Verde, pero no solamente éstos, sino alguna figu-
sea la que se refiere al carácter de su soporte. ra más que incluye un bóvido (Fig. 26 y 27)
(Baptista, 2004). El ámbito fluvial en el que se en-
En Cheles hay otras representaciones que su
cuentra es de una especial belleza y permite su-
investigador considera epipaleolíticas (Fig. 25) (Co-
poner la existencia de otro gran yacimiento deco-
llado, 2006), lo cual no puede llamarnos la aten-
rado. Del segundo tenemos menos conocimiento,
ción excesivamente por el carácter de continuidad
ya que sólo conocemos la noticia de su existencia
que poseen estos yacimientos, y del que ya he-
y de una figura paleolítica cuya ilustración repro-
mos hablado. En todo caso, y por lo que se refiere
ducimos (Fig. 28) (Baptista, 2001a). Su proximidad
a los ejemplos concretos que aporta H. Collado, la
espacial es grande con respecto al primero, nue-
idea no nos puede parecer más atractiva, pero
vamente en el ámbito del Tajo portugués.
sería conveniente justificar más pormenorizada-
mente esa asignación. Dentro del Tajo internacional, conocemos las
referencias del trabajo antiguo de Fratel y de otros
Al otro lado de la frontera actual, y dentro de
lugares con representaciones rupestres al aire li-
las proximidades del Tajo, tenemos dos yacimien-

68
Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

bre junto al río, hoy en su mayor parte cubiertas


por las aguas (Fig. 29 y 30) (Baptista, 1981), donde
aparecen varias formas que bien podrían relacio-
narse con etapas antiguas. Hoy el yacimiento está
sumergido en su casi totalidad, por lo que no resul-
ta fácil buscar formas incisas de pequeño tamaño,
que en su momento no se buscaron, pues se des-
conocían las referencias posibles al aire libre. Tanto
en la parte española como en la más conocida por-
tuguesa, hay elementos de interés, que muy pro-
bablemente se ampliarán en el futuro. La existen-
cia de los restos citados en Portugal, y la situación
intermedia entre Duero y Guadiana, aparte de las
referencias antiguas, hacen de este espacio un lu-
gar de especial interés para las manifestaciones
rupestres paleolíticas al aire libre, aunque por el
momento lo que conocemos sea bastante limitado.

3. Reflexión final.

Lo que hoy tenemos en Extremadura perte-


neciente al Arte Paleolítico, puede situarse sobre
dos soportes diferentes, en cueva y al aire libre,
como probablemente sucediera a lo largo de todo
el espacio poblado en la Europa del final del Figura 16. Zoomorfo de la cueva de Escoural.
Pleistoceno. Aquí poseemos esa doble vertiente,
no muy abundante eso sí, pero indicativa, en un
limitado espacio territorial que nunca estuvo aisla-
do de sus vecinos. Las formas gráficas se hacían
sobre soportes diferentes en el mismo momento,
con versiones significativas posiblemente distintas,
dada la condición más evidente de la obra exter-
na. A uno y otro lado de la Raya fronteriza tene-
mos cuevas y grabados a la intemperie, producto
mas que probable de los mismos grupos, realiza-
do en los mismos momentos y representativo de
dos caras de una misma realidad.

Esto es lo que se refiere a los términos geográ-


ficos más estrictamente ligados a la Extremadura es-
pañola, pero ésta forma parte de un espacio amplio
de amplias relaciones, y su condición es integrable en
la de todo el ámbito interior peninsular, que está dan-
do novedades transcendentales en muchos lugares
de la zona fronteriza hispano-portuguesa. Esas no-
vedades suponen que existe un territorio que hasta
el momento no contaba para el desarrollo cultural y
gráfico del Paleolítico Superior, y que, dada la abun-
dancia de soportes esquistosos, conserva mejor que
otros unas manifestaciones gráficas exteriores, que
pudieron existir sobre otro tipo de superficies, desde
luego sobre las no perdurables.

En otros lugares (Alcolea y Balbín, 2006) he-


Figura 17. Oso de la Mina de Ibor
mos hablado de las relaciones espaciales entre las
(según, Ripoll y Collado, 1996).

69
Rodrigo de Balbín Behrmann

sos contenedores cavernarios presentes en una


misma zona. Las relaciones espaciales más amplias
que se deben establecer dentro de los hábitats en
cueva, se parecen más a las que debemos propo-
ner entre los hábitats exteriores, que no dependen
de un contenedor estricto, aunque sí de modelos
de comportamiento que se producirían tanto en uno
como en otro espacio, interior o exterior.

En el exterior los espacios son más grandes,


y en el centro peninsular más aún. La imagen de la
dispersión en él contrastaría así con la de la con-
centración periférica, y sobre todo cantábrica, don-
de la naturaleza orográfica y el breve espacio ha-
bitable, ofrecen de modo inevitable una imagen
concentrada de los grupos humanos y sus produc-
tos culturales. En la Meseta y aledaños, poseemos
además un importante retraso de la investigación
con respecto a lo que se ha venido haciendo en el
Norte, y ese retraso incide en un menor conoci-
miento de la realidad. Si a ello unimos la escasez
de los yacimientos que más información han dado
hasta el momento, las cuevas, y la falta de pros-
pecciones sistemáticas al aire libre, comprendere-
mos que nuestra situación sea bastante deficitaria.

Sin embargo, los yacimientos materiales exis-


ten, lo que pasa es que hay que buscarlos, y aún
Figura 18. Ciervo de la Mina de Ibor no tenemos un buen modelo para hacerlo. El que
(según, Ripoll y Collado, 1996). tenemos es el portugués del Côa, que es muy bue-
obras parietales y los lugares de habitación y com- no, a juzgar por los resultados obtenidos, pero que
portamiento material. En las cuevas esa relación supone una actividad no fácil de realizar sin una
se puede establecer con una cierta facilidad, te- organización como la que tuvieron nuestros cole-
niendo en cuenta que ambas formas se encuen- gas portugueses, y que por otra parte no hemos
tran dentro del mismo recipiente cavernario, aun- probado en otros ámbitos. Nosotros lo intentamos
que ese recipiente se ha llegado a reducir hasta el en Ciudad Rodrigo, pero las limitaciones adminis-
punto de separar dentro de él zonas exteriores e trativas y la falta de comprensión hacia la activi-
interiores, como si de compartimentos estancos se dad científica dieron al traste con el proyecto. Te-
tratara. Hemos hablado varias veces de que la re- nemos todavía la referencia del Côa, y alguna otra
lación espacial debe tomarse con criterios más flexi- que vale para las tierras del interior (Fig. 31). En la
bles, y de que todos los espacios de la cueva son provincia de León están las cuevas del Espertín,
utilizables y utilizados en el pasado paleolítico, de la Uña y La Cantera, situables en el Paleolítico
estableciendo en consecuencia ámbitos de mayor Superior Final y el inicio del Holoceno (Neira et al.,
extensión y variedad. 2006). En el centro de la Meseta, Estebanvela en
Segovia (Cacho et al., 2003, Ripoll y Muñoz, 2003),
Esas relaciones espaciales en el interior caver-
del Magdaleniense Superior y Final y los abrigos
nario están admitidas, con variantes y pequeñas
de la Peña del Manto en Soria (Utrilla y Blasco, 2000)
diferencias, por todos, pero no tenemos aún un
con industrias magdalenienses.
modelo para establecerlas al exterior absoluto, don-
de todo es más grande y más impreciso. Tampoco En Valladolid el Palomar de Mucientes, adscri-
en el interior cavernario se vivía siempre, ni las co- to primero al Chatelperroniense (Martín et al.,
nexiones topográficas que allí se encuentran supo- 1986), y más tarde al Magdaleniense Superior
nen la totalidad de las posibilidades, pues ignora- (Bernaldo de Quiros y Neira, 1991). En Ávila, La
mos una parte importante del comportamiento ex- Dehesa (Fabián, 1997) del Magdaleniense Supe-
terior y de los contactos cotidianos entre los diver- rior.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 19. Mazouco.

Figura 20. Vista del Guadiana en Molino Manzánez.

71
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Figura 21. Fariseu en el Côa.

Figura 22. Vista del yacimiento material de Quinta da Barca, Côa.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 23. Toro de Molino Manzánez.

Figura 24. Caballo de Molino Manzánez.

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Figura 25. Ciervo Epipaleolítico de Molino Manzánez.

Figura 26. Caballos del Zézere.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 27. Bóvido del Zézere.

Figura 28. Caballo de Ocreza.

75
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Figura 29. Grabado de cánido en Fratel.

Figura 30. Grabados del Tajo en São Simão.

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Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 31. Mapa de conjunto.

En el Côa tenemos la visión más completa del Enebrales, Peñacapón, Verdelpino y Buendía. El
poblamiento del Valle del Duero durante el Paleolí- primero, situado en Valdesotos (Guadalajara), ha
tico Superior. Los núcleos conocidos son Quinta da sido muy tratado (Adán et al., 1989) por ser uno de
Barca, Quinta da Granja, Quinta da Barca Sul, Sal- los primeros descubiertos en la zona y por el ha-
to do Boi, Olga Grande y Fariseu (Aubry, 2001, llazgo de una figura de marfil atribuida a un glo-
2002), junto a los conjuntos rupestres de Penas- tón, acompañada de materiales del Magdaleniense
cosa, Quinta da Barca y Fariseu. Estos núcleos abar- Inferior. Del yacimiento de Peñacapón sólo cono-
carían el Gravetiense, el Protosolutrense, el cemos una importante colección de materiales
Solutrense Superior y el Magdaleniense Medio o líticos, pertenecientes a la transición entre el Pa-
Final. leolítico Medio y el Superior, al Solutrense y al
Magdaleniense (Alcolea et al., 1995). Se encuentra
En el Sistema Central los yacimientos se loca-
en las cercanías de los yacimientos de Jarama II y
lizan en zonas kársticas. Así Jarama II, Los
el Reno, en el reborde meridional del Sistema Cen-

77
Rodrigo de Balbín Behrmann

tral, sumergido en el interior de un pantano. El Una parte importante de nuestra propuesta


abrigo de los Enebrales está en Tamajón, tardó en ser admitida por los colegas portugue-
Guadalajara, 6 kilómetros al Norte de la cueva del ses, pero finalmente ha quedado admitida una
Reno, y tiene materiales del final del Magdaleniense duración para los fenómenos interiores, tanto al
(Alcolea et al., 1997). aire libre como en cueva, que ocupa todo el desa-
rrollo del Arte Paleolítico. El interior se manifiesta
Verdelpino es un abrigo situado en la provin-
así como un espacio con peculiaridades, que no se
cia de Cuenca, con materiales neolíticos en su mo-
diferencia en exceso y en términos generales de
mento de gran renombre, y bajo ellos niveles pa-
sus vecinos de Norte, Este y Sur, con los que coin-
leolíticos (Moure y López, 1979) del Magdaleniense
cidió en el tiempo y en las formas, a través de unos
Superior, sin contexto estratigráfico seguro, sobre
contactos seguramente frecuentes y normales.
el que se han hecho diversos intentos de datación
y ambientación (Rasilla et al., 1996). Los datos de No debemos separar Extremadura de sus ve-
la Submeseta Sur se completan con el abrigo de cinos próximos portugueses, ni de su ámbito inte-
Buendía (Cacho y Pérez, 1997). rior peninsular, donde se integra y explica. La do-
cumentación concreta del extremo Duero es aproxi-
Son referencias de relación amplia en un es-
madamente la que hemos expuesto aquí, pero su
pacio amplio, y nos gustaría más una relación más
condición y relaciones se encuentran en el centro
estricta, que sería sin duda más explicativa. Habrá
de nuestra piel de toro y en sus extensiones occi-
sin embargo que esperar a que los trabajos se si-
dentales hacia el mar. Lo que ahora sabemos es
gan produciendo y a que la acumulación de los mis-
una pequeña parte de lo que podremos saber en
mos nos permita conocer más en profundidad esa
el futuro, pues los modelos los vamos obteniendo
compleja realidad. La cronología de todo el interior
y la imagen de conjunto parece funcionar. El tiem-
ha sido ya publicada por nosotros, y se puede sin-
po nos dirá.
tetizar en el cuadro de referencia (Fig. 32).

78
Arte Paleolítico extremeño en el contexto del interior peninsular

Figura 32. Cuadro cronológico del interior peninsular.

79
Rodrigo de Balbín Behrmann

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