El Mensaje de Maltravieso
50 años después (1956-2006)
El Mensaje de Maltravieso
50 años después (1956-2006)
Alfonso Callejo Carbajo, Hipólito Collado Giraldo, Rodrigo de Balbín Behrmann, Sergio Ripoll López,
Javier Ruiz García, Nova Barrero Martín, Abel Morcillo León, Luna Peña García, Antoni Canals i Salomó,
M. Mosquera, Eva Mancha Flores, Antonio J. Rodríguez-Hidalgo, Laura Muñoz Encinar, Luiz Oosterbeek,
JoséAntonio Lasheras Corruchaga, Ramón Montes Barquín, Emilio Muñoz Fernández, Enrique Cerrillo
Cuenca,Antonio González Cordero, Francisco Javier Heras Mora, Isabel Sauceda Pizarro, Eudald Carbonell
(Textos)
Arte Paleolítico extremeño en el contexto
del interior peninsular
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Rodrigo de Balbín Behrmann
se lo ha tragado la presa de Alqueva. No es mucho mas Central e Ibérico, las zonas previas al Siste-
lo que tenemos en esa Castilla del Sur que es la ma Bético y las serranías del Sur, sobre todo en
Autonomía Extremeña, pero sí es de interés y nos Cádiz y Málaga, con frecuencia a importante altura
puede enseñar mucho sobre la realidad gráfica sobre el nivel del mar. En Extremadura, mal dotada
paleolítica. de caliza, los afloramientos forman parte de maci-
zos aislados, siempre a menor altura de sus pa-
También es cierto que algunos autores vie-
rientes más interiores.
nen considerando el interior peninsular como área
prácticamente despoblada al final del Paleolítico Por inercia, la Península Ibérica viene siendo
Superior (Corchón, 1985, 1997), por sus condicio- considerada como lugar cálido, desde que investi-
nes climáticas y por la escasez de datos de gadores extranjeros lo decidieran por su situación
poblamiento. Esto supone una vez más un con- meridional. No conviene exagerar en ningún senti-
cepto peyorativo para las áreas centrales, no más do, pero la condición mediterránea de altura que
frías desde luego que la estepa centroeuropea, y posee nuestro interior, agudizada por un compor-
confundir la escasez de investigación con la esca- tamiento bastante estepario y seco, no debió de
sez de población. No se puede afirmar lo que no componer precisamente un lugar muy cálido en la
se conoce, ni decir que no existe comportamiento última glaciación, que registró temperaturas me-
humano en un espacio porque no se haya encon- dias entre diez y trece grados inferiores a las ac-
trado, porque luego viene la realidad y nos contra- tuales. Verdaderamente sería una condición mejor
dice con los documentos que se obtienen en el tra- a la de Centroeuropa, por poner un ejemplo, fría
bajo. Extremadura viene dando novedades de im- aunque habitable. Debió ser también relativamen-
portancia en los últimos años sobre el Paleolítico te seca, aunque ese término requiere sus matices.
Superior, y esto se multiplicará en el futuro de se- Las necesidades de humedad de una economía
guir las investigaciones y el trabajo de campo, al depredadora como la paleolítica, no son las mis-
menos en la intensidad actual. El porvenir se pre- mas que se exigen para una agricultura extensiva.
senta optimista. La Europa glaciar tendría un predominio de este-
pas frías y bastante secas, con cantidades proba-
2. Situación y contenido.
blemente no superiores a los 1.000 mm3. de pre-
El Arte Rupestre Paleolítico del Interior es un
cipitación anual. Nuestros espacios altos, fríos y
conjunto variado, con núcleos relativamente sepa-
secos, no llamarían especialmente la atención en-
rados entre sí, cuya existencia y situación depen-
tre sus parientes europeos.
de fundamentalmente del soporte sobre el que se
El interior ha sido catalogado como espacio
realiza. Tradicionalmente se ha hecho referencia al
secundario y receptor, dependiente de otros, que
arte en cueva, porque era el único que se conocía,
se consideran como originarios, el Norte y el Le-
pero ahora debemos hablar del arte al aire libre,
vante, donde El Parpalló prima todos los posibles
novedad que afecta tanto a la situación de los pa-
paralelos (Alcolea y Balbín, 2006). Hay parecidos
neles decorados como a la roca que les sirve de
formales con el Levante, pero también con el Nor-
soporte. La distribución del arte rupestre cambia
te y el Sur, y al mismo tiempo diferencias. Las obras
necesariamente si tomamos en consideración esta
interiores se parecen a las paleolíticas de la épo-
nueva realidad.
ca, se pueden encuadrar dentro de los estilos de
2.1. Arte en cueva.
Leroi-Gourhan y poseen su propio sistema, sus sig-
El arte realizado en el interior de las formacio- nos y sus convenciones, componiendo un espacio
nes cavernarias depende necesariamente de la con personalidad y contenidos diferenciales. Todo
existencia de caliza, la roca principal y casi única lo que no es originario, es periferia para la consi-
en la que se puede producir ese tipo de comporta- deración general, por lo que el interior se podría
miento, que tiene en el interior una distribución definir paradójicamente como periferia central luso-
desigual y relativamente escasa. La caliza española (Fig. 1).
karstificable aparece fundamentalmente en los
Aquí haremos una diferencia conceptual en-
rebordes de los sistemas montañosos más impor-
tre arte al aire libre y arte en cueva, porque eso es
tantes del interior peninsular, y en afloramientos
útil para comprender la totalidad del fenómeno, y
más o menos aislados que han sobrevivido a la e-
porque así se ha venido haciendo desde el descu-
rosión. Así, la vertiente Sur de la Cordillera
brimiento del primero, pero ambos son complemen-
Cantábrica, la vertiente Sur del Pirineo, los Siste-
tarios y mutuamente explicativos. Ambos se pro-
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ducen con el mismo contenido y convenciones, en aspecto no podemos relacionar con nada. Son más
los mismos momentos, primando unas técnicas abstractos o conceptuales que las figuras natura-
sobre otras, y conservando las cuevas mucho me- listas en su aspecto, pero ignoramos si sucede lo
jor las pinturas que el aire libre, que también de- mismo con su significado. Todas las imágenes son
bió poseerlas. Ambos padecen los estilos y las grafemas significativos, con un contenido codifica-
modas, y los manifiestan de modo similar, al mismo do que conocían sus autores y nosotros no com-
tiempo. prendemos. Tan abstracto, o simbólico, puede ser
el significado de una figura de caballo como el de
En el interior predominan los caballos y son
un triángulo, pero la primera nos resulta compren-
los cérvidos los segundos en importancia numéri-
sible, y la segunda no. Los signos varían notable-
ca, seguidos de los toros. Siempre son importan-
mente según los yacimientos y las zonas, quizás
tes los cápridos, poco importantes los antro-
en dependencia de los grupos que los realizaron y
pomorfos y raros los felinos, rinocerontes, renos y
a los que representaban.
megaceros (Balbín y Alcolea, 2002). La fauna que
aparece en los yacimientos paleolíticos suele ser Tierra adentro los signos son más escasos de
antecedente de las especies domésticas, por lo que lo habitual, y reciben su propia forma y relación
en muchos casos se parece a ellas, aun cuando (Alcolea y Balbín, 2003). En general son formas sim-
haya sido realizada en época paleolítica, pero eso ples, como rejillas, triángulos, barras y semicírcu-
pasa en todos los sitios, y no es privativo de nues- los. Las primeras parecen concentrarse en lugares
tro arte. En todos lados la fauna predominante es con representaciones antiguas, de estilo III o in-
siempre aquella que reconocemos por sus descen- cluso II, como La Griega o el Reno. En Siega Verde
dientes domésticos. Sólo hay un pequeño porcen- las barras y claviformes se asocian a los caballos,
taje de animales sin herederos domesticados, que en Los Casares y todo el área del Sistema Central
no deben ser los representantes de la totalidad; e Ibérico los signos más abundantes son los trián-
no se debe tomar la parte por el todo. gulos. Los signos en el interior no son homogé-
neos, como en ningún otro sitio, pero tienen ca-
Hay un último grupo de representaciones que
racterísticas y acumulación propias.
se debe destacar, los signos, que son aquellas cuyo
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En el arte de la Extremadura española, son El entendimiento de que las manos son sig-
precisamente los signos los elementos gráficos nos, siguiendo la propuesta enunciada anterior-
más representativos, en lo que a las cuevas se mente, no deja de ser chocante. Se trata proba-
refiere, por la especial acumulación de manos blemente de la representación más naturalista que
pintadas de la cueva de Maltravieso, en Cáceres se puede concebir, pues reproduce con exactitud
(Ripoll et al., 1999) (Fig. 2 a 4). Las manos, ne- el contorno de una mano humana real, tanto en su
gativas o positivas, son uno de los signos más versión positiva como negativa. Lo que pasa es
abundantes y expandidos de todo el arte pre- que no entendemos qué pretende su plasmación,
histórico. En el Paleolítico suelen aparecer en y por tanto las encuadramos en el conjunto incom-
conjuntos de varios individuos, y son conside- prensible de los signos. Tenemos que decir lo que
radas como uno de los productos más antiguos antes dijimos, y es que los animales también son
(Leroi-Gourhan, 1971). En la Península ejemplos incomprensibles en su significado profundo, por lo
hay en una relativa abundancia, entre otros que las representaciones gráficas del paleolítico,
Gargas, Fuente del Trucho (Fig. 5), El Castillo (Fig. en su totalidad, deberían ser consideradas como
6), La Garma (Fig. 7) y Fuente del Salín (Fig. 8), signos. Leroi-Gourhan (1971), proponía su antigüe-
en el último caso dentro de una cueva de di- dad cronológica si se trataba de conjuntos, admi-
mensiones limitadas, que se dedica de manera tiendo una perduración mayor en el caso de repre-
casi exclusiva a ese signo. Los espacios de las sentaciones aisladas. En El Castillo (Fig. 6) apare-
otras tres que se destinan a las manos, son tam- cen infrapuestas a figuras de bisonte de estilo cla-
bién particulares y poco compartidos con otros ramente antiguo, y la única fecha existente en la
elementos. En Maltravieso hay alguna figura ani- cueva de Fuentes del Salín pertenece al
mal además de las manos, pero son, por lo que Gravetiense (Moure, González Morales y González
conocemos en el momento actual, elementos se- Sainz, 1985, Moure et al., 1996), lo que permite
cundarios en la organización representativa de afirmar que allí estas formas son por lo menos del
la cueva, que parece especialmente dedicada a estilo II de Leroi. Lo mismo puede decirse del pa-
las manos. nel de manos de La Garma (Arias et al., 1999) (Fig.
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7), aislado del resto de las formas, dentro de los fuera de las manos antedichas (Fig. 13), de com-
espacios que ocupan las figuras más antiguas de posición y apariencia semejante a otros de la Me-
la cueva. En este caso encontramos otra similitud seta, como los Casares (Fig. 14) (Balbín y Alcolea,
con Maltravieso, y es que las manos no aparecen 1992, 1994).
exentas o como representación única, sino que se
Al otro lado de la frontera, fuera del ámbito
encuadran en composiciones de las que son pro-
político actual, pero dentro de la misma área geo-
tagonistas, aunque acompañadas por líneas de
gráfica, se encuentra Escoural, única representan-
puntos y manchas de color, que las completan y
te de cueva decorada paleolítica en el país vecino,
componen. Eso mismo ocurre en Fuente del Trucho
al menos por el momento. Es una cueva de mármol
(Beltrán, 1990, Mir Salas, 2000) (Fig. 8), donde la
con restos limitados de comportamiento gráfico
composición global y circular de la sala principal
paleolítico y más abundantes de comportamiento
posee otras figuras, como signos y caballos funda-
postpaleolítico, pues una vez más los lugares que
mentalmente, pero donde el espacio se ha conce-
sirvieron en el pasado pleistocénico siguen tenien-
bido como composición total, a partir de unas lí-
do vigencia después (Fig. 15 y 16) (Araujo y
neas de puntos que lo compartimentan, en estre-
Lejeune, 1995, Otte y Silva, 1996).
cha colaboración con las manos negativas, que
Fuera de lo dicho tenemos en Extremadura
ahora son rojas o negras.
La Mina de Ibor (Fig. 17 y 18) (Ripoll y Collado,
No tenemos en Extremadura muchas obras en
1996), donde encontramos grabados finos de ca-
cueva, pero dentro de ellas es protagonista inne-
rácter rotundamente paleolítico en un espacio nue-
gable Maltravieso, y con ésta las representacio-
vo, lleno de posibilidades futuras. Entre ellos po-
nes de manos (Fig. 9 y 10). Formas antiguas con
demos destacar una figura de oso, que no por mi-
toda probabilidad que debieron tener una amplia
noritario resulta exótico dentro del Arte Paleolítico
descendencia, desgraciadamente aún poco cono-
general, y representaciones de cérvido, tan abun-
cida. Hay también pinturas de cérvido (Fig. 11)
dantes en toda la Península Ibérica y especialmen-
(Ripoll et al., 1999), de toro (Fig. 12) y otros signos,
te en el interior de la misma.
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sitio de Domingo García en Segovia, valorado cien- El Arte al aire libre es una novedad que ha
tíficamente en lo que se refiere a su parte paleolí- trastocado ideas asentadas, y que por tanto ha
tica desde 1981 (Martín y Moure, 1981, Balbín y tenido problemas en su aceptación. Ha sido tam-
Moure, 1988, Balbín y Alcolea, 1992, 1994), inclu- bién considerado como un ciclo especial, que se
yendo un estudio completo de los años 90 (Ripoll y explicaría y relacionaría dentro de sí mismo, pero
Municio, 1992, 1997). nosotros consideramos que es una manifesta-
ción paralela a la cavernaria, cuya diferencia ra-
Esta concentración fronteriza podría darnos
dica en su ubicación, y no en su contenido, cro-
una idea deformada de la distribución del arte ex-
nología u organización. El arte Magdaleniense
terno, pues también poseemos yacimientos al aire
exterior, coincide más con el arte Magdaleniense
libre en otros lugares, como Domingo García, el
en cueva que con el Solutrense exterior. Los
pirenaico francés de Fornols Haut (Sacchi et al.,
estilos cronológicos son los que marcan la fac-
1988), y Piedras Blancas en Almería (Martínez,
tura de las obras gráficas, no el soporte en el
1986-87). Hay una concentración actual relevan-
que éstas se realizan.
te en la zona de la frontera hispano-portuguesa,
concentración debida en gran parte al esquisto, Es una auténtica novedad, pues propone una
roca soporte que allí abunda, y a que se ha visión distinta del Arte Paleolítico. La situación in-
prospectado en ella. Sin embargo, esa distribu- terna de las grafías paleolíticas, provocó en el mo-
ción actual debe ser nuevamente artificial, y di- mento de su descubrimiento una interpretación
rectamente dependiente del estado de nuestros religiosa y mistérica del hecho, que se basaba en
conocimientos y trabajos. El día de mañana el arte la dificultad del acceso y en la oscuridad del am-
al aire libre deberá tener una dispersión territo- biente en el que se realizaban. La presencia de
rial distinta. El esquisto es fundamental para la estas imágenes en lugares plenamente accesibles
conservación de estas manifestaciones, por su e incluso dominantes en el paisaje, nos propone
dureza y ubicación, pero muchos más pudieron ser una interpretación diferente, en la que debe pri-
los soportes del arte rupestre paleolítico a la in- mar la capacidad llamativa y comunicativa, sobre
temperie, que por el momento no conocemos, el misterio y la ocultación. La apropiación del pai-
pues otras rocas no conservan superficies en con- saje en forma de marcadores gráficos, debió co-
diciones aceptables. menzar a producirse en el mismo momento en el
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y seguir siendo espacios seleccionados para la co- espaciales siguen siendo las mismas, y muy pare-
municación gráfica. No es éste el único sitio que cidas deben ser en consecuencia las grupales, fa-
conocemos con estas características, pues algo miliares o ancestrales (Bueno, e.p.). Cheles es uno
semejante se produce en la Fuente del Trucho, más de los sitios donde la continuidad se produce,
donde las representaciones paleolíticas se conti- ahora a este lado de una frontera que en el pasa-
núan en el ciclo Levantino y en el Esquemático, o do no existió.
en Cieza, Murcia, donde el proceso es el mismo, o
Cheles es también, en lo que conocemos,
en Ambrosio, Almería, donde la continuación sigue
un espacio abierto con una distribución técnica
los mismos caminos, o en Cádiz, o en El Niño de
particular, muy diferente a Siega Verde y Côa en
Albacete. Siega Verde, al Norte de Extremadura y
sus proporciones. No conocemos la totalidad de
del Sistema Central, tiene representaciones paleo-
sus representaciones paleolíticas, como no co-
líticas y otras epipaleolíticas, en todo comparables
nocemos con seguridad las de ningún otro yaci-
a las del vecino Côa (Bueno et al., 2007).
miento, pero en este caso la presencia del río
Los sitios que tuvieron importancia comunica- Guadiana y la urgencia de las prospecciones nos
tiva para los grupos paleolíticos, la siguieron man- permiten suponer una realidad mucho más am-
teniendo tras los fríos glaciares, continuando sus plia que la que se ha podido documentar. Existe
formas gráficas hasta después del Neolítico. Nada además el problema añadido de que las figuras
parece que cambiara en ciertos espacios comunes, que responden a la tipología paleolítica son
aunque la economía si lo hiciera. ¿Cambiaría la or- incisas, con trazo muy fino, y de un tamaño pe-
ganización social o las referencias a los lugares queño (Fig. 23 y 24). Eso hace que sean poco
ancestrales?. La señalización del espacio geográ- notorias en este paisaje de esquistos, y en par-
fico a partir de marcadores gráficos es un hecho te milagroso que se pudieran encontrar, lo que
que viene del Paleolítico, y se reproduce hasta bien refleja un cuidado muy especial en la labor de
entrada la edad de los metales. Las referencias prospección.
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En todo caso, y por lo que hoy conocemos, tos de referencia que deben ampliar nuestra vi-
toros y caballos paleolíticos están realizados en sión de la realidad paleolítica extremeña: el Zézere
línea incisa de contorno, preferencia técnica que y Ocreza. Ambos son aún poco conocidos, ya que
no se manifiesta así en otros yacimientos exter- solamente existen noticias previas, pero compo-
nos, como Siega Verde o Côa, en su parte más tra- nen otra nueva ambientación para esa zona inte-
dicional y antigua, pero sí en Domingo García, mos- rior peninsular. El primero de ellos posee una laja
trando otra vez una variedad importante en las conocida, con unos caballos dotados de conven-
selecciones gráficas de los yacimientos paleolíticos ciones estilísticas muy comparables a los de Siega
al aire libre, cuya uniformidad no existe, como no Verde, pero no solamente éstos, sino alguna figu-
sea la que se refiere al carácter de su soporte. ra más que incluye un bóvido (Fig. 26 y 27)
(Baptista, 2004). El ámbito fluvial en el que se en-
En Cheles hay otras representaciones que su
cuentra es de una especial belleza y permite su-
investigador considera epipaleolíticas (Fig. 25) (Co-
poner la existencia de otro gran yacimiento deco-
llado, 2006), lo cual no puede llamarnos la aten-
rado. Del segundo tenemos menos conocimiento,
ción excesivamente por el carácter de continuidad
ya que sólo conocemos la noticia de su existencia
que poseen estos yacimientos, y del que ya he-
y de una figura paleolítica cuya ilustración repro-
mos hablado. En todo caso, y por lo que se refiere
ducimos (Fig. 28) (Baptista, 2001a). Su proximidad
a los ejemplos concretos que aporta H. Collado, la
espacial es grande con respecto al primero, nue-
idea no nos puede parecer más atractiva, pero
vamente en el ámbito del Tajo portugués.
sería conveniente justificar más pormenorizada-
mente esa asignación. Dentro del Tajo internacional, conocemos las
referencias del trabajo antiguo de Fratel y de otros
Al otro lado de la frontera actual, y dentro de
lugares con representaciones rupestres al aire li-
las proximidades del Tajo, tenemos dos yacimien-
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3. Reflexión final.
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En el Côa tenemos la visión más completa del Enebrales, Peñacapón, Verdelpino y Buendía. El
poblamiento del Valle del Duero durante el Paleolí- primero, situado en Valdesotos (Guadalajara), ha
tico Superior. Los núcleos conocidos son Quinta da sido muy tratado (Adán et al., 1989) por ser uno de
Barca, Quinta da Granja, Quinta da Barca Sul, Sal- los primeros descubiertos en la zona y por el ha-
to do Boi, Olga Grande y Fariseu (Aubry, 2001, llazgo de una figura de marfil atribuida a un glo-
2002), junto a los conjuntos rupestres de Penas- tón, acompañada de materiales del Magdaleniense
cosa, Quinta da Barca y Fariseu. Estos núcleos abar- Inferior. Del yacimiento de Peñacapón sólo cono-
carían el Gravetiense, el Protosolutrense, el cemos una importante colección de materiales
Solutrense Superior y el Magdaleniense Medio o líticos, pertenecientes a la transición entre el Pa-
Final. leolítico Medio y el Superior, al Solutrense y al
Magdaleniense (Alcolea et al., 1995). Se encuentra
En el Sistema Central los yacimientos se loca-
en las cercanías de los yacimientos de Jarama II y
lizan en zonas kársticas. Así Jarama II, Los
el Reno, en el reborde meridional del Sistema Cen-
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