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c 

 
  c 

R  

Introducción.

Mucha gente tiende a confundir c  y . De hecho el término c  puede resultar un tanto equívoco en lenguaje coloquial. Para
algunos, los hongos son algún tipo de seta, comestible o no. No obstante, desde el punto de vista científico las diferencias son claras: los c  
son unos organismos peculiares, fascinantes y muy diversos; las  son las fructificaciones o cuerpos fructíferos de ciertos hongos.

Por tanto, antes de continuar, se hace necesario definir el término c  . Básicamente, se aplica a todo aquel organismo estudiado por los

 . Y ¿qué es un micólogo? Pues alguien dedicado al estudio de los hongos. El problema es que los micólogos hemos estudiado a lo largo de
los siglos organismos que parecen hongos, pero que no lo son realmente. Tratemos de precisar más la definición.

Los hongos constituyen un grupo ciertamente heterogéneo, que incluye a seres no emparentados entre sí ( véase aquí). Los hongos, en
sentido amplio, presentan estas características:

u@      Al igual que nosotros mismos, sus células poseen núcleos verdaderos donde están encerrados los cromosomas. En eso
se diferencian de los procariotas, como las bacterias, cuyo ADN está disperso en el citoplasma. Además, las células eucariota s suelen

ser mayores y más complejas. En la r  se aprecia la diferencia entre una ameba (eucariota) y unos diminutos bacilos
(procariotas).

u@        Por supuesto, hay espec ies microscópicas, con un solo núcleo, como las levaduras. Sin embargo,
los hongos suelen presentar muchos núcleos en sus cuerpos. En ocasiones, como en el caso de los animales, el cuerpo está divi dido en
muchas células, cada una con su correspondiente núc leo. En otras, en cambio, el cuerpo o talo no está dividido en células, y los núcleos

campan libres por él (  


 
).
u@            Por supuesto, n o son los únicos organismos que lo hacen (las algas constituyen otro buen
ejemplo). Sin embargo, en los hongos las esporas son tremendamente variadas, móviles o inmóviles, sexuales o asexuales. Mucho s

hongos producen sus esporas en estructuras microscópica s ( 


r y lar!), mientras que otros forman cuerpos
fructíferos para liberarlas. Las setas son las plataformas lanzadoras de esporas de algunos grupos fúngicos ( 
r" y la

r#; para más información, 


).
u@  c
        
 Al no poseer clorofila, los hongos siguen una estrategia alimentaria

muy simple: pudren cosas y absorben los pr oductos resultantes de la descomposición ( 
r$). Algunos hongos, parásitos

r%). Algunos
especializados, presentan estructuras para alimentarse de sus víctimas, cual si se tratase de vampir os (
hongos se alimentan por fagocitosis, como los glóbulos blancos de nuestra sangre.

u@ El  
r&), o típicamente filamentoso. En este
(soma o cuerpo vegetativo) puede ser unicelular, como en las levad uras (

último caso recibe el nombre de    . De hecho, muchos hongos y mohos tienen aspecto de pelusa ( 
r'). Algunos

seres estudiados por los micólogos, como los mixomicetos, forman plasmodios ( 
r().

u@ El talo está recubier to de una pared de quitina (en los hongos típicos) o de celulosa. En algunos casos, el talo no presenta pared
(desnudo).

Los hongos son omnipresentes y cosmopolitas; pueden aparecer prácticamente en cualquier sitio, y alimentarse de lo más insosp echado. Se
conocen más de 80.000 especies de hongos, aunque probablemente existen muchísimas aún no descritas (tal vez más de un millón) .

La mayor parte de los hongos son saprofitos (descomponen la materia muerta), y juegan un papel de vital importancia en el man tenimiento
de los ecosistemas, reciclando la materia orgánica que luego podrá ser utilizada por los vegetales. Por otro lado, hay varios miles de especies que
parasitan a las plantas; de hecho, los hongos son los fitopatógenos por excelencia. En comparació n, sólo unas cincuenta especies provocan
enfermedades ( ) en humanos. Otros hongos viven en simbiosis mutualistas, como los   (con algas) (véase Fig. 11) y las  
(con las raíces vegetales, casi siempre imprescindibles para la supervivencia de las plantas en ecosistemas naturales) ( véase Fig. 12).

A pesar de esta abundancia, se constata que existe una reducción en el número y cantidad de muchas especies fúngicas. Bastantes se habrán
extinguido por culpa de la acción humana, e incontables están en peligro, una muestra más del constante deterioro al que la b iosfera se ve
sometida. La s ituación es preocupante. Dejando a un lado los aspectos morales o conservacionistas del asunto, y ciñéndonos a lo práctico, ¿ cuántas
fuentes de antibióticos y otras sustancias potencialmente útiles estamos dejando morir? Nuestro futuro, mal que nos pese, e stá ligado al de los
demás organismos que comparten el planeta Tierra.

Puede usted encontrar información más detallada de diversos aspectos de los hongos (biología, ecología, importancia económica , historia de la
Micología, etc.) haciendo clic en los apartados de la columna situada a la izquierda de la pantalla.
      

Tal como indicamos al hablar de sus aspectos beneficiosos y perjudiciales, los hongos, al menos en sus manifestaciones más espectaculares (las
setas) son conocidos por la humanidad desde hace milenios. Incluso la antigua ciudad griega de Micenas, fundada por Perseo se gún la leyenda, podría
deber su nombre a un hongo: mykes, en griego. De ese término deriva la  , ciencia que estudia los hongos, al igual que un montón de
términos relacionados, como micosis, micólogo, etc. (la raíz  , de origen latino, también es muy empleada).

Por supuesto, los hongos estaban aquí much o antes que nosotros (véase la página dedicada al registro fósil ). Son los parientes más próximos de
los animales, y como ellos, sin duda evolucionaron en el mar, en un periodo que abarca de 900 a 570 millones de años, es decir, antes del periodo
Cámbrico. Y fueron, asimismo, de los primeros que colonizaron tierra firme. En el periodo Silúrico, hace más de 400 millones de años, ciertos hongos,
como Prototaxites , dominaban el paisaje. Sus fructific aciones de 6 metros de altura eran las mayores estructuras vivas que se erguían sobre la Tierra.
Sin duda, el hongo se alimentaba de materia orgánica, y tenía pocos enemigos. Los animales terrestres aún eran escasos: ciemp iés y parientes
próximos. Y desde entonces, los hongos vienen representando un papel esencial en todos los ecosistemas. Para ellos, los humanos somos unos reci én
llegados.

Los hongos son unos organismos que desde siempre nos han fascinado. Nos rodean por doquier, y han sido empleados para los más diversos y
extraños menesteres, en ocasiones sin que fuéramos conscientes de ello. Por ejemplo, la fermentación. Los pueblos antiguos, c omo los egipcios, han
usado a las levaduras para obtener cerveza, vino y pan (lo consideraban un don de Osiris). Los romanos celebraban las Bacanales, en honor a Baco,
dios del vino. De hecho, la ingestión de bebidas alcohólicas, aparte de la euforia asociada, era necesaria para nuestros ante pasados. El agua corriente,
debido al desconocimiento de las medidas higién icas, podía provocar desde diarreas a enfermedades más graves. En cambio, el vino y la cerveza eran
inofensivos y además el alcohol servía de germicida. Por supuesto, las antiguas bebidas alcohólicas no eran tan fuertes como los licores actuales, fruto
del desarrollo de las técnicas de destilación.

Al igual que el alcohol, los hongos han intervenido en la génesis de muchas religiones, ya que en ocasiones son necesarios pa ra alcanzar estados
alterados de consciencia. Los chamanes siberianos solían emplear la seta Amanita muscaria. Psilocybe cubensis , un hongo alucinógeno, es usado en
ciertas ceremonias religiosas americanas. También se han utilizado carpóforos de Fomitopsis officinalis (un yesquero) para tallar figuras sagradas.
Incluso se llegó a creer que algunos hongos, como setas y trufas, eran directamente generados por los dioses (por el rayo de Júpiter, sin ir más lejos).

Pero dejemos este repaso histórico a los usos de los hongos, que ya fue comentado aquí, y ocupémonos de la Micología como ciencia. Sólo
comentaremos aquí a los micólogos más notables, desdela Antigüedad hasta mediados del siglo XX. Dejamos al lector la tarea de profundizar en el
tema.

Las citas de hongos en tratados botánicos aparecen dispersas acá y allá en la antigua Grecia. El mejor ejemplo es el de Teofrasto (370-287 a. de
C.), que describió a los hongos como "plantas imperfectas" y distinguió entre ellos a cuatro tipos pr incipales.

Plinio el Viejo (23-79), el naturalista más importante de la Antigüedad, murió, como es sabido, por un exceso de celo en su labor científica (se
acercó demasiado al Vesubio cuando la famosa erupción que destruyó Pompeya y claro...). Alguien tan curioso como él no podía resistirse a estudiar
los hongos, esas criaturas tan fascinantes. Así, describió especies como Amanita muscaria, y advirtió del peligro de confundir las setas comestibles con
las venenosas.

En cuanto a la Edad Media, no hubo tratad os significativos que aportaran nuevos conocimientos sobre los hongos. Los estudiosos se limitaron a
aceptar los textos clásicos de Plinio y Dioscórides. No obstante, en esa época los hongos causaron notables problemas, como e s el caso del cornezuelo
del centeno. Puede encontrarse más información sobre este hongo en el sitio web de la APS (traducido al español).

Si avanzamos hasta el siglo XVI, la invención de la imprenta, con el consiguiente abaratamiento de los libros, supuso un avance para la
divulgación del conocimiento comparable a lo que significa Internet en la actualidad. Las obras clásicas pudieron ser publica das con tiradas mayores,
así como los comentarios y nuevas aportaciones de diversos autores. Destacaremos a los italianos Mattioli y Cesalpino, y al español Andrés de Laguna.
Por cierto, mientras que los primeros eran micófilos (venían de una zona donde se consumían las setas), Laguna e ra micófobo. Más importante fue la
aportación de Clusius (Charles de l'Ecluse, 1526 -1600), de la Universidad de Montpellier, que recopiló todo el saber micológico de su época. Podemos
considerarlo como uno de los precursores de la moderna Micología.

La Micología se convirtió en una verdadera disciplina científica a lo largo del siglo XVIII. Puesto que la mayoría de hongos está c onstituida por
organismos microscópicos, fue necesaria la invención del microscopio para acceder a su conocimiento. Si alguien mere ce ser llamado fundador de la
Micología, este honor corresponde al botánico italiano Pietro Antonio Micheli, quien publicó en 1729 Nova Plantarum Genera . Es la primera clasificación
moderna de los hongos. Además, Micheli observó al microscopio las esporas de las setas y las células que las producían (basidios). Dedujo que las
esporas eran sus "semillas". Por tanto, los hongos no surgían por generación espontánea, como muchos pensaban. Curiosamente, las sagaces
observaciones de Micheli no fueron tenidas en c uenta por otros micólogos de su época. Citaremos, por la calidad de su trabajo y la belleza de sus
dibujos, al francés Pierre Buillard (1758-1793).

Después de tan ilustres precursores (y algunos más, que no citamos para no resultar prolijos), el primer "gr an maestro" de la Micología fue
Christian Hendrick Persoon (1755 -1836), nacido en África del Sur de padres holandeses. Destaca su obra "Synopsis Methodica Fungorum", donde
clasificó más de 1500 especies. Otras obras importantes fueron "Traité sur les champ ignons comestibles" y "Mycologia Europaea". Pese a trabajar en
soledad, sin ayuda, logró crear escuela, y su clasificación de los hongos sentó las bases de la labor de micólogos posteriore s.

Y tras Persoon vino otro gran maestro que lo superó: el sueco Eli as Fries (1794 -1878). Fue un excepcional científico, que durante su larga vida
de micólogo publicó 26 obras que son la base de la Micología moderna. Realmente, Fries marcó el camino a seguir para generaci ones de micólogos, y
se ganó el respeto de todos ellos.

Sin salir del siglo XIX, podemos destacar al inglés Cooke, que publicó 8 magníficos volúmenes con ilustraciones de hongos bri tánicos. En Francia,
el micólogo más importante fue Lucien Quélet (1832 -1899). Además de ayudar a otros colegas en sus investig aciones, este autor combinó el estudio
de las características morfológicas de los hongos con las observaciones microscópicas.

A partir de aquí, el número de micólogos ilustres aumenta considerablemente. Nos limitaremos a citar algunos nombres, como el de Jean Luis
Emile Boudier (1828-1920), sucesor de Quélet en Francia; Narcisse Patouillard, (1854 -1926); Hubert Bourdot (1861 -1937); Adalbert Ricken (1851 -
1921)... Mención aparte merece el italiano Pier Andrea Saccardo (1845 -1920). Se ocupó especialmente de lo s hongos microscópicos, los micromicetos,
a diferencia de autores anteriores que prefirieron centrarse en setas, trufas y demás, bastante más vistosos. Asimismo, Sacca rdo se dedicó a recopilar
TODAS las especies de hongos citadas desde tiempos de Persoon y Fries en su obra magna, el "Sylloge Fungorum". Entre citas, anejos y añadidos
póstumos de su discípulo Berlese, fueron 26 volúmenes.

Más nombres de micólogos ilustres: Carlo Spegazzini, Giacomo Bresadola, Marcelle Le Gal, Roger Heim (recuérdese su famoso trabajo sobre los
hongos alucinógenos mexicanos, con R. G. Wasson), Jean -Louis Georges Malençon, Robert Kühner, Henri Romagnesi, Marcel Josserand, Marcel Bon
(¿qué micólogo no ha usado su utilísima guía de campo de los hongos de Europa?), André Marchand, M . Jean Blum, Jakob E. Lange, Paul Konrad,
Albert Pilat, R. A. Maas Gesteranus, Walther Neuhoff, Julius Schäffer, Rolf Singer, Edmund Michael, Heinz Engel, Meinhard Mos er, Alexander H. Smith,
Bruno Cetto y tantos otros... Animamos a los internautas a que bu squen más información sobre estos nombres, y conozcan así sus grandes
aportaciones a la Micología.

Respecto a la Micología en España durante el siglo XX, antes de la Guerra Civil hubo excelentes micólogos, como González Frag oso y el Padre
Unamuno, que se o cuparon del estudio de los micromicetos, no de los hongos "superiores". No obstante, los botánicos prefirieron, en su inmensa
mayoría, ocuparse de las plantas, más que de los hongos. Hubo ilustres excepciones que aportaron mucho a la Micología, como l os doctores Font Quer,
Losa España y Telesforo Aranzadi, o aficionados de la talla de Joaquim Codina. Asimismo, las asociaciones micológicas, que re únen a especialistas y
aficionados, han contribuido al avance del conocimiento de la diversidad de hongos de nues tro país. Es obligado citar a la guipuzcoana Sociedad de
Ciencias Aranzadi , con una sección dedicada a la Micología. Remitimos a nuestra página de enlaces para visitar los sitios web de algunas de estas
sociedades.

A partir de la década de 1970, empezó a surgir en España una generación de micólogos, cuyo primer exponente, toda una referen cia para esta
ciencia, es F. de Diego Calonge. De sde esa fecha, muchos micólogos vienen desempeñando su labor en distintas universidades españolas. Muchos
siguen en activo, publicando tanto en revistas nacionales como internacionales, a la par que efectúan una valiosísima labor d e divulgación, en
colaboración con las asociaciones micológicas. Teniendo en cuenta que conocemos a unos cuantos, y que pueden estar leyendo esta pági na, no
facilitaremos aquí una lista de nombres, por si alguno se nos olvida. Pero os queremos mucho, que conste. : -)

Finalmente, dedicaremos unas palabras al conocimiento de las setas en Almería. En nuestra provincia podemos encontrar desde entornos casi
desérticos o ricos en yesos, hasta zonas de montaña con extensas masas forestales. No obstante, han sido los primeros los que más llamaron la
atención de los especialistas. Ahí están los trabajos pioneros de F. de Diego Calonge y J. A. Oria de Rueda. Siguieron las ap ortaciones de Mario
Honrubia y colaboradores, de la Universidad de Murcia; Antonio Ortega y colaboradores, de la Universi dad de Granada; Gabriel Moreno, Ricardo Galán
y colaboradores, de la Universidad de Alcalá; M. Tellería, C. Lado y otros investigadores del Real Jardín Botánico de Madrid. ..

Supuso un gran avance en el conocimiento de la biodiversidad fúngica de Almería la realización del Inventario Micológico Básico de Andalucía
(IMBA), dentro del plan CUSSTA (Conservación y uso sostenible de setas y trufas de Andalucía). Durante varios años se realiza ron campañas de
muestreo en distintas zonas almerienses, así como una re visión bibliográfica exhaustiva. Los resultados fueron publicados en 2004. He aquí un enlace a
la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, para obtener más información sobre el tema.

Y el interés por el conocimiento de los hongos, tanto en los aspectos científicos como prácticos, sigue aumentando en nuestra tierra: Jornadas
Micológicas, guías de setas...



     

Desde que existimos como especie con conciencia de sí misma, hemos usado a los hongos para muy diversos propósitos. Por otro lado, muchos de
ellos también se han valido de nosotros para lograr sus fines (sobrevivir, ante todo). Por tanto, antes de que la M icología se estableciera como ciencia, las
sociedades humanas han interactuado con los hongos. La    podría definirse como el estudio de los usos tradicionales de los hongos por las
diversas culturas, un conocimiento que debe ser preservado de l a extinción.

Los hongos son unos organismos que desde siempre nos han fascinado ( véase Fig. 1). Nos rodean por doquier, y han sido empleados para los más
diversos y extraños menestere s, en ocasiones sin que nos percatáramos de ello. Por ejemplo, la fermentación. Los pueblos antiguos, como los egipcios, han
usado a las levaduras ( véase Fig. 2) para obtener cerveza, vino y pan (lo consideraban un don de Osiris). Los romanos celebraban las Bacanales, en honor
a Baco, dios del vino. De hecho, la ingestión de bebidas alcohólicas, aparte de la euforia asociada a ellas, era necesaria pa ra nuestros antepasados. El agua
corriente, debido al desconocimiento de las medidas higiénicas, podía provocar desde diarreas a enfermedades más graves. En cambi o, el vino y la cerveza
eran inofensivos y además el alcohol servía de germicida. Por supuesto, las antiguas bebidas alcohólicas no eran tan fuertes como los licores actuales, fruto
del desarrollo de las técnicas de destilación.

Al igual que el alcohol, muchos hongos desempeñan un gran papel en las religiones, ya que en ocasiones son necesarios para al canzar estados
alterados de consc iencia. Los chamanes siberianos solían emplear la seta Amanita muscaria (véase Fig. 3). Psilocybe cubensis, un hongo alucinógeno, es
usado en ciertas ceremonias religiosas americanas (véase Fig. 4). También se han utilizado carpóforos de Fomitopsis officinalis (un yesquero) para tallar
figuras sagradas. Incluso se llegó a creer que algunos hongos, como setas y truf as, eran directamente generados por los dioses (por el rayo de Júpiter, sin
ir más lejos).

Los hongos yesqueros han sido utilizados para encender fuego. Concretamente, los carpóforos secos de Fomes fomentarius se molían, y el polvo
resultante era conocido como yesca, muy inflamable ( véase Fig. 5). Su uso es muy antiguo; se han encontrado restos de yesqueros en la momia del
Hombre de los Hielos hallado en Tirol.

También hay hongos luminiscentes ( foxfire), usados incluso por algunos soldados en incursiones nocturnas. No sólo las setas brillan en la oscuridad,
sino la madera atacada por el micelio.

Realmente, la gente no suele ser consciente de la importancia de los hongos en nuestras vidas . De hecho, muchos de nosotros estamos vivos gracias
a ellos. Hace no demasiadas décadas, la tasa de mortalidad infantil era elevadísima. Una simple septicemia podía llevarle a u no a la tumba. A partir del
descubrimiento de la penicilina, los antibióticos han salvado incontables vidas ( véase Fig. 6). Otro antibiótico fúngico interesante es la ciclosporina. Incluso
hay hongos que producen taxol, un anticancerígeno.

Los hongos también resultan asombrosos por el tamaño que pueden alcanzar sus micelios. Por ejemplo, algunos clones de Armillaria en Norteamérica
llegan a ocupar una extensión de 890 hectáreas, pesando cientos de toneladas y con una longevidad probable de miles de años ( véase Fig. 7). Ante esto,
resulta interesante preguntarse sobre el concepto de individuo cuando se habla de un organismo filamentoso ramificado de prop orciones tan colosales.

Indiscutiblemente, la importancia de los hongos en la biosfera se debe a su carácter de descomponedores, especialmente en bosques. Reciclan l a
materia orgánica (y no sólo la madera) con notable eficacia, regulan la liberación de nutrientes y son esenciales para la sup ervivencia de plantas y
animales. Por desgracia, también descomponen madera de construcciones, postes ( véase Fig. 8), embarcaciones, etc., sobre todo si hay mucha humedad
(destaca la podredumbre seca de Serpula lacrimans). Otros pueden descomponer desde productos alimenticios ( véase Fig. 9) hasta las cosas más extrañas
(papel, emulsiones fotográficas, pintura ( véase Fig. 10), fungicidas, incluso discos compactos o hasta papel pintado, generando a veces en el proceso gases
tóxicos), y nos obligan a luchar contra ellos por medios químicos, refrigeración, enlatado, etc. Ello supone un gran gasto de tie mpo y dinero.

Algunos descomponedores fabrican   , que envenenan los alimentos. Por ejemplo, las aflatoxinas son canceríge nas, e incluso se han
empleado como armas de guerra biológica (véase Fig. 11). Sin embargo, la peligrosidad de las toxinas producidas por hongos no es un fenómeno actual. Es
bien conocido el envenenamiento por cornezuelo del centeno, del cual, a pesar de todo, se obtienen substancias de enorme interés en med icina. Uno se
pregunta la cantidad de antibióticos y productos útiles que quedan por descubrir, y que tal vez se estén perdiendo mi entras permitimos que una especie
tras otra se extinga. Dicho sea de paso, otros hongos han sido usados en medicina popular. Los más conocidos son los cuescos de lobo y hongos afines
(véase Fig. 12), empleados como antihemorrágicos.

Por supuesto, las setas comestibles son conocidas desde tiempo inmemorial. En China se cultivan desde el año 600 a. C., mient ras que en Europa se
empezó hacia 1650. Hoy son cultivadas muchas especies que cr ecen en estiércol, paja, desechos de arroz y otros sustratos baratos. Algunas han sido
usadas como afrodisíacas (ej.: trufas). Y, por supuesto, hay setas venenosas que pueden llegar a ser mortales. En algunos lug ares (Cataluña, sin ir más
lejos) hay toda u na tradición de ir a buscar setas en otoño. Existen sociedades micológicas que se ocupan de que este pasatiempo se realice de forma
instructiva para los aficionados y sin dañar al entorno. Por desgracia, abundan los desaprensivos que expolian los bosques e n su búsqueda de setas, bien
para consumo propio o con fines de exportación.

No sólo las típicas setas se consideran un manjar. Algunos hongos comestibles son peculiares, como el cuitlacoche (agallas in maduras del carbón del
maíz) en México, o algunos escl erocios gigantes buscados por los aborígenes australianos. Varias especies de Penicillium dan sabor a ciertos quesos
(Roquefort, Cabrales, etc.) ( véase Fig. 13), mientras que diversas especies de Aspergillus o mucoráceos son empleados en Asia para obtener alimentos
fermentados a partir de soja, arroz, etc. Su sabor podrá ser más o menos extraño, pero lo cierto es que la digestibilidad de estos productos fermentados
aumenta. Las levadur as, además de para fermentar, pueden fabricar enormes cantidades de proteínas (por desgracia, su consumo humano es complicado ,
ya que tienen un exceso de ácidos nucleicos tóxicos y carecen de algunos aminoácidos esenciales). Otros hongos producen ergos tero l, cortisona, enzimas
varias, ácidos, giberelinas, etc. Incluso el moho gris, un hongo destructor de cosechas, es empleado en ciertos viñedos para lograr la podredumbre noble .
La cantidad y diversidad de bebidas alcohólicas que los humanos han fabricado gracias a los hongos son admirables.

Los hongos son los parásitos vegetales por excelencia, como muy bien saben los fitopatólogos, los especialistas que estudian las enfermedades de las
plantas ( véase Fig. 14). Por otro lado, algunos de estos hongos podrían convertirse en valiosos  c   contra las malas hierbas, bien aplicados
directamente, bien mediante substancias fitotóxicas obtenidas a partir de ellos.

Hay hongos que viven e n simbiosis con otros organismos. Los más importantes son las   con las raíces de las plantas y los populares
 , pero hay otros. Los hongos 
  parasitan a ciertas plantas, pero a la vez las protegen del ataque de los animales, convir tiéndolas en
venenosas ( véanse Figs. 15- 16 - 17).

Las asociaciones de los hongos con los artrópodos y otros pequeños animales también son fascinantes ( véanse Figs. 18 y 19), y van desde el
parasitismo y la depredación de unos sobre otros (y viceversa) hasta extrañas formas de simbiosis (hormigas jardineras, hongo s que viven dentro de
algunos insectos y detoxifican sus alimentos, etc.). Las estrategias de dispersión conjunta de insectos y hongos pueden llegar a ser muy complej as. Por otro
lado, algunas moscas son resistentes a las amanitinas, las cuales matan a los nematodos que parasitan a dichas moscas . El empleo de hongos parásitos o
depredadores en el control de enfermedades vegetales es un campo en constante desarrollo.

Los hongos también provocan micosis en humanos. Abundan especialmente en países tropicales, pero poco a poco se van extendien do a otros
ámbitos. Estas micosis varían desde los omnipresentes pies de atleta y candidiasis hasta los hongos que matan a los enfermos inmunodeprimidos. Las
esporas de varios hongos (ej.: Alternaria ) también pueden causar alergias (véase Fig. 20).

Por último, algunos hongos son empleados como organismos de laboratorio para el estudio de procesos biológicos fundamentales (Saccharomyces,
Neurospora, Coprinus, Schizophyllum, Phycomyces, Aspergillus, Ustilago, etc.). Ciertos venenos, como las amanitinas, también pueden convertirse en útiles
herramientas de investigación.

Tras este breve repaso, usted podrá hacerse una idea de la importancia de los hongos en los asuntos humanos (y en la bio sfera en general). En otras
páginas de la web se profundizará en el estudio de los distintos grupos fúngicos y su interés práctico.

   

Introducción.

Como se dijo en la página « ¿Qué son los hongos?», éstos, en sentido amplio, son seres eucariotas, normalmente multinucleados, que se reproducen
por medio de esporas, móviles o inmóviles, sexuales o asexuales (si deseas conoc er más detalles sobre el aspecto de las esporas, pulsa aquí). Son
heterótrofos, sin clorofila, y se alimentan por absorción (raramente por fagocitosis, como es el caso de los hongos ameboides ). El talo (soma o cuerpo
vegetativo) puede ser unicelular o típicamente filamentoso (ya se verán algunas excepciones), y está recubierto de una pared de quitina o de celulosa. Los
hongos son omnipresentes y cosmopolitas; pueden aparecer prácticamente en cua lquier sitio, y alimentarse de lo más insospechado. Casi todos son
organismos aerobios, aunque algunas levaduras son anaerobias facultativas, y hay algunos quítridos que son fermentadores obli gados (tranquilo, amigo
internauta; si no estás familiarizado co n estos términos, dentro de poco te los explicaremos).

He aquí algunos récords fúngicos curiosos, recogidos aquí y allá en Internet: máxima concentración de esporas (161.037 por m 3 ); micelio más
extenso ( Armillaria, 890 ha en Norteamérica); mayor cuerpo fr uctífero ( Rigidoporus ulmarius, 163 x 140 x 50 cm de alto en febrero de 1995 y sigue
creciendo); cuerpo fructífero más pesado ( Laetiporus sulphureus , 45,4 kg); mayor hongo comestible ( Langermannia gigantea , 2,64 m de circunferencia, 22
kg); más venenoso ( Amanita phaloides, 5-7 mg de amanitoxinas son letales); talo más viejo (algunos líquenes en Alaska, más de 3500 años).

A continuación estudiaremos:

u@ Ñ   


 : ¿cómo es el cuerpo de los hongos, y qué hacen con él?
u@ '  
 : tal vez sea una forma un tanto aburrida de propagarse, pero a los hongos les funciona de maravilla.
u@ '  
 : El sexo de los hongos presenta aspectos insospechados.

!  )

    

Clasificación.

A continuación echaremos un vistazo a la enorme diversidad de hongos que hay en el mundo.

Para clasificar a estos organismos nos atendremos a las indicaciones de la IX edición del famoso ¦ictionary of the fungi , publicado por CAB
INTERNATIONAL en 2001. De todos modos, en ocasiones se guiremos otros criterios. Recomendamos visitar el sitio web del $    (en inglés)
para estar al día de las novedades en la clasificación de los seres vivos.

Antes de entrar en materia, amable inter nauta, he aquí una advertencia. Si no eres biólogo, necesitarás conocer una serie de términos que se
suelen emplear a la hora de catalogar, ordenar y clasificar las especies de seres vivos (comenzando por el propio concepto de especie, cómo no). Haz clic
aquí, si eres tan amable (página de Taxonomía).

Por supuesto, el concepto de hongo, así como la idea de su papel en la naturaleza, ha variado a lo largo del tiempo. Se los h a considerado
vegetales, descendientes de las algas rojas, un reino aparte... Haciendo clic aquí ( página de Clasificación) podremos ver, a grandes rasgos, cómo ha
variado la clasificación de los hongos en los últim os tiempos. Esto es un reflejo de nuestro mejor conocimiento del mundo que nos rodea. Además, en
dicha página también se incluye un cladograma (recordemos: el tipo de árbol de la vida elaborado por cladistas) donde se resu me la filogenia de los
distintos taxones fúngicos.

Actualmente pensamos que los hongos constituyen un grupo    , es decir, compuesto por linajes de organismos no emparentados entre
sí. En otras palabras, los micólogos hemos venido estudiando a criaturas bien diferentes, que no con stituyen un único  (si estos términos no te
suenan, amable internauta, te remitimos a la página de Evolución). De hecho, se agrupan en 3 reinos diferentes, según la IX edición del ¦ictionary of the
Fungi:

u@ '
     : Protozoos. Es un reino que incluye a seres tan conocidos como los
paramecios o las amebas. Casi todos los integrantes de la antigua div. ayxomycota se agrupan
aquí. Son organismos que no presentan pared celular y se alimentan por fagocitosis. En otros
libros, como Alexopoulos et al. (1996), se duda que los distintos grupos de hongos ameboides
sean monofiléticos.
u@ '
   
: Incluye a protistas con mitocondrias de crestas tubulares y con células
cuyos flagelos presentan una especie de pelillos adosados llamados  . Aquí se
pueden encontrar las algas pardas, las diatomeas... y algunos hongos, que en realidad
descienden de algas que han perdido la clorofila, como los mildius, y también algunos hongos
que antes se incluían en ayxomycota, como los labirintulales. En general, las paredes celulares
de estos seres no presentan quitina ni glucanos. Alexopoulos et al. (1996) denominan a este
reino    .
u@ '
 
: Son los hongos verdaderos, con paredes celulares de quitina y glucanos. Están
más emparentados con los animales que con las plantas. Incluye a c     (los
quítridos, que antes se metían en aastigomycotina), Õ   ,    y
  . Los hongos     o  
  (asexuales) ya no constituyen un
grupo aparte, sino que se conectan con grupos ya existentes.

Haciendo clic en cada uno de los tres reinos podremos acceder a información detallada sobre ellos.

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