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ver a los hombres que se puede vivir de otra manera a como la sociedad dice que hay
que vivir. Si mantenemos este contraste, cumplimos nuestra misión. Mientras que si
nos cansamos de intentar vivir la diferencia que la palabra de Dios nos pide, entonces
somos como la sal que se ha vuelto sosa y que ya no sirve para nada.
Ser luz y ser sal consiste en mostrar y guardar la verdad de las cosas, mostrar
y guardar las cosas en su verdad, es decir, tal como Dios las ha creado y las ha
querido. Somos los encargados de conservar la humanidad del hombre, de hacer que
las cosas no se corrompan, no se estropeen, que conserven su ser, sus propiedades,
su naturaleza. Por eso hemos de vivir el trabajo, el estudio, la sexualidad, el
matrimonio y la familia, la salud y la enfermedad, el sufrimiento y el gozo, todo,
absolutamente todo, según lo que son en la mente de Dios, tal como Él nos las ha
revelado, aunque vivir así contraste mucho con la manera en que vive la mayoría y
haga de nosotros unos “bichos raros” en medio de los hombres de nuestro tiempo.
Mantener la diferencia que marca el querer vivir según la palabra de Jesús y no
la de los hombres, suele acarrear problemas y dificultades. Para decirlo claro: suele
producir el odio hacia los cristianos. El Señor ya lo tenía previsto y por eso nos dijo:
“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais
del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al
elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo” (Jn 15,18-19). Pero para
nosotros no se trata de una chulería o de un desafío orgulloso (“a ver quien puede
más, el mundo o nosotros”), sino de la fidelidad a Él: hemos tenido la inmensa suerte
de conocer a Cristo, de encontrarnos con él, y su manera de mirar a los hombres y a
las cosas, su manera de ver la realidad ha cautivado nuestro corazón. Hemos
comprendido que siguiéndole y viviendo como Él nos dice que hay que vivir, es como
somos de verdad nosotros mismos. Traicionarle es traicionarnos, es renunciar a toda
la belleza que Él nos ha permitido ver.
Que el Señor nos conceda toda la humildad y la fuerza necesarias para serle
fieles. Así seremos luz y sal para todos los hombres. Que así sea.