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A mi no me lo contaron

(basado en una historia real)

A Fede

Salió de lo que debía ser la cocina, apoyó una pequeña taza que hacía las veces de
mate y se sentó enfrente mío. No sabía bien que estaba haciendo yo ahí. No sabía
por qué estaba en la casa de un extraño anciano, y por qué tenía en mis manos un
grabador, una lapicera y un cuaderno. Cebó y chupó. En silencio, observaba el lugar.
No había iluminación artificial, y a pesar de ser verano, el día estaba nublado. Aún
así distinguía perfectamente el cuadro de Berni en una pared, el rostro del Che en la
otra y un estante repleto de libros. Me parecía una falta de respeto pararme a
investigar de que se trataban, pero era tal la concentración del hombre mirando a la
nada que lo hice de todos modos. Ni se movió. La mayoría de los libros hablaban
sobre la Rusia soviética, no se veía otra cosa que color sepia y simbologías extrañas.
Mi nueva posición me permitió advertir de una puerta entreabierta, que conducía a
una habitación repleta de diarios, apilados de manera desordenada. Nunca había
visto yo tantos juntos. Agarré del estante un poemario de Neruda, y al ver que se
cayeron tres páginas, entendí que debía sentarme de nuevo. Los ojos del viejo
permanecían quietos.
Me miró. Al ofrecerme el mate, por primera vez me estaba mirando fijamente. Lo
rechacé y me quedé observándolo. Sus ojos contaban una historia, parecía que ellos
decían lo que el hombre no se animaba a decir. Tenía la piel llena de sufrimiento,
como si nadie la hubiera cuidado jamás. El pelo largo, gris y el bigote dejaban ver el
abandono que se tenía por si mismo, parecía resignado a la vida. Miré desde mi
asiento los libros, de nuevo, cuando me di cuenta que iba a hablar.
‘En esa época…’ Tenía exactamente la voz que me había llamado por teléfono,
diciendo que había leído una columna mía y que tenía algo muy importante para
contarme. Dejó un silencio que no lo interrumpí, señalándole que contaba con
libertad absoluta para hablar.
‘En esa época yo vivía en Avellaneda, cerca de la estación. Por eso me habían
mandado a cubrir a banfield, fijate como siempre me toca a mi -el fijate me dio a
entender que el viejo había tomado una extraña confianza conmigo- a las tres
semanas de empezar a cubrir a banfield, la noticia principal estaba ahí. Y no por
alguna victoria en la cancha de river, ni siquiera por alguna incorporación de la gran
camada de jugadores que estaba sacando Los Andes, o por algún pibe de inferiores
que lo iban a buscar para la selección, no señor.’ Tomó mate de nuevo, y siguió:
‘En ese entonces los quilombos eran el triple de lo que son ahora, pibe –dijo- parece
que el presidente de banfield se le había rebelado al líder de la afa, claro, como
ahora, pero en ese entonces las cosas eran más terribles todavía. Le inventaron a
banfield un intento de soborno, le dieron todos los partidos perdidos por cuatro
meses, y le suspendieron la cancha. ¿podés creer? Yo que me elijo cubrir a banfield,
me meto en ese quilombo y encima me hacen escribir mentiras y boludeces. Que lo
del presidente había sido un escándalo, que el barrio estaba conmocionado y que no
se hablaba de otra cosa que de eso. Todas mentiras. Y resulta que yo seguía
cubriendo al equipo y hasta le tomé cariño a los jugadores de banfield,
especialmente al capitán, un chico muy jóven. El pibe estuvo muy inteligente, salió a
decir que iban a seguir dejando todo en la cancha, a pesar de no jugar por nada,
para no regalarle los puntos a nadie y para darle alegrías a la gente.’
El viejo no paraba de hablar, parecía que recién empezaba.
‘Si vos querés, nene -cambió de tono el viejo, por primera vez mostrando
sensibilidad- si vos querés, podés terminar la nota acá. Adorná con que banfield hizo
una campaña heróica, que la asociación reflexionó y en vez de darle el descenso le
reconocieron los puntos, banfield ascendió y el presidente fue nombrado personaje
ilustre poné, si querés poné eso. Seguro te lo aceptan y hacés guita de la buena. Ni
se te ocurra poner algo de los militares cuatro años después, y mucho menos de
todos los obreros explotados en el país hoy en día, ni tampoco del hambre en las
villas, o en el norte. Si querés poné todo eso, pero es mi deber contarte la verdad’
No entendía bien de que me hablaba, el tipo miró para abajo unos instantes, pero
luego levantó la cabeza y siguió.
‘Y la verdad es que los jugadores de banfield hacían todo lo que podían, pero no era
un gran campeonato. Bah, que se yo, era un campeonato de mitad de tabla, por ahí
en un torneo normal la gente hubiera ido, pero el sueño de los hinchas del
campeonato moral y la novela romántica para conservar en sus corazones se hacía
imposible, banfield estaba condenado al descenso, y la gente ya estaba mentalizada.
Y en la cancha pasaron de ser 400, a ser 300, a ser 100, a ser los mismos 50
siempre. Por su puesto, yo como un boludo sentado todos los domingos, de local y
visitante, con lluvia o sol, tratando de darle emoción a una historia que ya todos
sabían su final. Pero esto que te voy a contar -el viejo empezó a hablar más
despacio- esto que te voy a contar va a quedar grabado en mi memoria para
siempre.’
‘La fecha seis era, y a banfield le tocaba de local en Los andes contra ñubels, así que
tampoco iban a haber muchos visitantes. Con toda la furia 100 personas había. Yo
estaba sentado dos filas delante de los presidentes, y apenas empezó el partido ya
se notaba que algo extraño estaba pasando. El arbitro, un tipo flaquito y bien alto,
favorecía increíblemente al equipo visitante. Nadie sabía bien que estaba pasando,
pero el tipo cobraba todas las divididas para newell’s, y hasta iba en contra de sus
jueces de línea solo para favorecer al equipo de rosario… Miré al presidente, y se
agarraba la cabeza, lógico, el tipo tenía miedo que le hagan una cama como al de
banfield! Y allí empezó a suceder lo que nadie esperaba. Claro, los tipos de ñuls
empezaron a pasarse la pelota, sin generar nada trascendente, demostrando su
enojo con la situación. Los tipos querían ganar en la cancha, no en los escritorios.
Pero los de banfield tampoco querían recibir un beneficio de nadie, no vaya a ser
cosa de que los caguen de nuevo. Y así fue que en el entretiempo bajé con los dos
presidentes y charlando con los capitanes, entendieron que los dos equipos querían
jugar el partido y dejar todo en la cancha y que el único obstáculo allí era el arbitro.
Solo quedaba ir a buscarlo, y te juro que ví trompadas fuertes. Porque el arbitro
decía que él era la autoridad, que iba a mandar a todos al descenso y que iba a
llamar a la policía, y los muchachos querían solamente jugar al fútbol, nada más que
eso. Y las piñas crecían, hasta que el arbitro gritó que el partido quedaba suspendido
definitivamente.’
El viejo me miró, esperando que yo estuviera asombrado.
Lo miré, con asombro.
‘Salimos los cinco del vestuario –siguió- con cara de resignación. Empezamos a
caminar hasta la cancha, cuando el capitán de banfield sugirió la idea. Pareció
increible en un principio, pero no había razón para rechazarla. Entraron todos los
jugadores a la cancha, vistieron a los dos arqueros suplentes de negro y le dieron
dos camisetas que encontraron para usar de banderines. No me lo vas a poder creer,
y está bien, pero pasó. Habremos sido 80, 90 personas allí, viendo un partido de
fútbol profesional que se estaba jugando sin arbitro. Se decidió que para las
situaciones dudosas, los capitanes decidirían en conjunto. En caso de no ponerse de
acuerdo, una simple votación, a modo de asamblea entre los 22 jugadores daría con
el fallo. Por raro que te parezca, algunos votaban en contra de su equipo, votaban lo
que creían justo. Allí estaba yo, que no podía creer lo que estaba viendo. Todas esas
cosas teóricas, todos los sueños y las utopías que yo tengo se estaban dando todas
juntas en un partido de fútbol, que sólo las pocas personas allí presentes estábamos
viendo. Decidí que era mi responsabilidad poner todo mi empeño y esfuerzo en
escribir la crónica más emocionante e inteligente que se haya leído. Fijate qué pibe
boludo que era yo. El partido terminó 2-0, ganó ñuls con un gol dudoso, pero el
offside no fue cobrado por La Volpe, y casi no tuvo protesta de los locales. Al día
siguiente llevé la crónica al diario y me dijeron que tenía que hacer otra crónica
sobre un partido que había ganado newell’s por dos a cero a banfield, con el mismo
desarrollo pero con el arbitro designado, y una actuación arbitral impecable.
Evidentemente, la asociación no había tenido otra opción que dar el partido por
jugado, así como escuchás, la rebelión había triunfado.’
El viejo ya no me miraba a mi, miraba al infinito, o tal vez al cuadro del Che. Deje
pasar unos segundos de silencio, así como pensando. Me miró a los ojos, no podía
creer que eran los mismos que hace un rato contaban una historia de guerra y
hambre.
‘El resto te imaginarás como fue. El arbitro nunca más dirigió, suspendido de por
vida por haber dejado jugarse un partido sin autoridad. Los dos equipos con
sanciones económicas, y la afa comprometida a no dejar nunca más que suceda algo
así. Yo te lo tengo que contar pibe, porque lo siento como un deber. Porque la
historia ha decidido ocultar día tras día y para siempre esto, y probablemente
muchos jamás lo vayan a escuchar. Pero yo estuve ahí pibe, a mi no me lo
contaron.’
‘Porque esa tarde, en Lomas de Zamora –el viejo ya estaba lleno de lágrimas- el
amor le metió un caño al odio, y el silbato y el reglamento no tuvieron otra que
rendirse ante los corazones y las ganas de jugar a la pelota.
Por eso pibe, por eso te lo cuento, porque como el fútbol es una manera de vivir –la
cabeza del viejo le hacía como que si- se juega como se vive. Y yo fui testigo, a mi
no me lo contó nadie, de esa vez que 22 tipos decidieron jugar de la manera más
hermosa y pura que tiene la vida; con el corazón.’
Dejamos pasar en silencio unos minutos, mirándonos. Después intentó cebar mate
pero ya no tenía agua. Se metió en la cocina, yo abrí la puerta y me fui en silencio.

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