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~ Los héroes no dan vueltas sin sentido, ellos saben a dónde van, porque ellos saben para que están.
  Los héroes son tentados, pero saben que y con que responder a sus artimañas. Los héroes saben que sus decisiones y respuestas pueden
desagradar a otros, no obstante aceptan el costo que sus acciones les demandan.
 Los héroes no necesitan ciertos medios para ser tales, son héroes sin importar el escenario en que les toque actuar. Son fieles a esa genética
que siempre los hace proceder igual.
 Los héroes tienen una aspiración, un sueño, una visión con antelación en su vida y para su futuro, porque eso hará que la prisión no los haga
desaparecer. Eso hará que utilicen a la prisión como un escalón para subir, como una autopista para colocarse cerca del cumplimiento del sueño de
Dios en su vida, más cerca de cruzar la línea de su promoción.
 Los héroes son personas sabias, que no hablan de sus sueños y visiones a quien sea y por el simple hecho de que tienen bocas. Los héroes saben
con quien compartir sus locuras.
 Los héroes saben esperar su tiempo. Es una espera activa. No asaltan primeros lugares, no traicionan amistades, ni mucho menos hieren
ninguna espalda.
 Los héroes son fieles y leales, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra porque saben que su fidelidad les dará en su tiempo sus merecidas
promociones.
 Los héroes saben esperar su tiempo, los héroes siempre son y serán reconocidos, ellos lo saben, ellos esperan.
Los héroes son gente de enfoque, no habrá circunstancia con el poder suficiente para desviarlos de su objetivo y de lo que creen que Dios ha
dicho para ellos.
~
Los héroes no analizan lo grande de un desafío para construir razones de porque no debieran enfrentarlo, prefieren siempre definir con que
actitud habrán de conquistarlo.
~~ Los héroes oran y acto seguido trabajan para construir las respuestas de sus oraciones según les fue prometido por Dios.
~ Los héroes una vez que salieron de la tierra de sus prisiones, imposibilidades y mediocridades, no volverán allí por ninguna razón.
~ Los héroes saben que después del tiempo de la oración siempre viene el tiempo de la concreción según lo que fue intensamente orado.
~ Los héroes son aquellos que deciden construir a pesar de la oposición y por eso, habrán de saborear en su tiempo las mieles de la victoria.
~ Los héroes aunque pequeños, se ven obrando como grandes. Los héroes ensayan mil veces la obra que aman y desean presentar con excelencia
en su momento.
~ Los héroes no son reaccionarios de la vida. Se dan cuenta de sus limitaciones y debilidades y por ello con altura y valentía se lanzan a
superarlas. Un complejo no puede esconder y silenciar a un héroe.
~ Los héroes son auxiliados por Dios, porque el sabe que son esa gente distinta que frente el problema, la tribulación o el desafío, sólo verán
progreso, grandeza y avance. Los héroes se resisten a morir en el problema. Los héroes quieren morir, pero después de haber cruzado la línea de su
victoria.
~ Los héroes no le piden permiso a sus problemas o enfermedades para hacer lo que Dios les mostró y ordeno hacer. Los héroes se echan sobre
sus hombros los problemas y viajan con ellos camino a hacer la obra que Dios les encomendó y no aceptan que los mismos los detengan.
~ Los héroes no se rinden, lo vuelven a intentar una y otra vez.

Los héroes han renunciado a enfrentar la vida desde el pánico y la imposibilidad. Los héroes se alejaron para siempre de ese espíritu
conformista, carente de toda clase de superación.
~ Los héroes han sepultado la cultura del no poder. Han renunciado a morir a la mitad del camino. Han decidido rendirse pero sólo una vez que
hayan cruzado la línea y hayan escuchado su nombre de labios de Aquel que recompensará su obra con toda justicia.
 Los héroes, los que son distintos, los que son de una raza diferente, jamás entregaran lo que son y lo que creen por gusto propio o de terceros.
 Los héroes no negocian lo que está prohibido negociar. Ellos no están dispuestos a que sus sueños, sus ideas y proyectos se desintegren en el
proceso de darles forma. Eso es también un héroe.
 Un héroe, uno que está decidido a cruzar la línea de sus logros, comienza y termina su proyecto. Un héroe, no olvida que un corazón con la
motivación incorrecta se expone a vender por baratijas lo que no tiene precio: sus convicciones. No encontraras en un héroe semejante
característica.
 Si eres un héroe, si eres distinto, tus convicciones serán probadas y sometidas a presiones a primera vista insoportables, pero a la verdad
absolutamente vencibles.
 Los héroes marcan una diferencia y ejemplarmente llegan enteros a su cumbre. Cruzan la línea enteros y no solo algunos pedazos de ellos. Los
héroes no se atontan por las fascinantes notas de una sirena llamada éxito. Los héroes no justifican hacer cosas por el simple hecho de que otros lo
están haciendo.
 Un héroe sabe que la presión no aprisiona. Sabe que solo lo empujara a salir de sus redes integro y bien entero.
 Los héroes deben tomar decisiones y muchas veces las mismas los condenaran a vivir como solitarios. Los héroes no entienden el idioma de la
competencia, ellos solo saben hablar de cooperación.
 Los héroes saben que tienen un rol ineludible a favor de los que menos tienen y los que menos son escuchados. Los héroes son voceros que
han llegado a la grandeza de ya no pensar solo en ellos, ahora piensan y hacen algo por los que más lo necesitan.

Los héroes no se olvidan de donde salieron o mejor dicho de donde les saco Dios, por eso devuelven en obras desinteresadas a sus prójimos el
gesto de haber sido salvados y transformados por el mismo Dios.
~ Los héroes no se olvidan de donde salieron o mejor dicho de donde les saco Dios, por eso devuelven en obras a sus prójimos el gesto de haber
sido salvados y transformados por el mismo Dios.
 Los héroes tienen temor de usar un minuto de su tiempo y un centímetro de sus lugares de servicio para hacerse de un dinero venido de la
manipulación camuflada de servicio en nombre de Dios.
 Los héroes no comercian con la fe. No saben como hacerlo, no quieren hacerlo. Están al tanto de que tal fenómeno vomitivo a todas luces
existe, pero no tienen ni la más mínima curiosidad de saber como funciona.
 Los héroes no se permiten utilizar a Dios y su Gracia para hacer sus negocios funestos camuflados en mantos y acciones de piedad.
 Los héroes no buscan acordar con nadie, ni esperan agradar a nadie con su mensaje. Los héroes son poseedores de una profunda convicción y
decisión de solo agradar a Dios. Ellos dicen lo que Dios les dijo que dijeran y no lo que el auditorio de turno, quiere en esos instantes oír.
 Los héroes tienen un lema: Todos lo hacen pero yo no. Esa la decisión de un verdadero héroe. Porque hay que ser un héroe, para seguir siendo
diferente cuando todos presionan por ser iguales en su mediocridad y degradación.
 Los héroes saben cuando y a que hay que decirle que no. Hay si que pudre el alma y deteriora la integridad. Hay no, que salva la vida, inspira a
generaciones completas y construye una nueva historia. .
 Los héroes no solo gritan palabras de valiente determinación, sino que también las respaldan con hechos inequívocos de obediencia y sagrada
valentía. Los héroes confían en que Dios los salvara y permanecen en esa promesa aun cuando también saben que existen posibilidades de que tal
cosa no suceda. Es que los héroes no creen en Dios porque los salva, ellos creen en Dios y punto.
 Los héroes comulgan con la buena ética. La justa y tan olvidada ética que viene del mismo Dios. Pagarán el precio de sostener lo que creen.
Jamás verán caer pedazos de vida que son sus valores. Nunca los veremos adulterar lo que son. Aun cuando queden solos. Aun cuando queden solos.
Aun cuando sean juzgados y condenados al vacío propuesto por supuestos amigos. Aun siendo criticados y presionados para que sean como la
mayoría, permanecerán seguros y firmes pagando los precios que por tal actitud se acarreen.

Los héroes, los que son distintos, los que son de una raza diferente, alcanzaran sus logros legítimamente. Por la verdad y la transparencia. No
llegarán allí corrompidos. No llegarán al éxito por haberse prostituido en sus convicciones. No habrán cerrado obscuros negocios con la mentira y la
ambición. No habrán hecho alianzas siniestras y secretas motivadas por la desesperación de llegar como sea y destruyendo a quien sea.
~ Los héroes le creen a Dios y aceptan y defienden con su vida los códigos que el Dios al que aman les propone.
 Los héroes, los que construyen sus sueños, se zambullen responsablemente en la Palabra para conocer quién son.
 Los héroes, son hombres de convicciones, de ideas firmes a prueba de presiones de cualquier tipo, incluso la del riesgo de la misma muerte.
 Los héroes siembran de ética inspiradora el camino que recorren y no de despojos de convicciones que vendieron simplemente por la ambición
letal de llegar a cualquier precio.
 Los héroes saben que de nada sirve iniciar el camino entero y terminarlo en pedazos. Saben que de nada sirve comenzar a construir su éxito
como un ángel y terminarlo como un demonio.
 Los héroes están en todas partes, es posible que este viviendo uno contigo en tu propia casa.
 Los héroes no dejan millones ni mansiones por doquier. Con toda seguridad dejan una marca, un ejemplo que son pura inspiración y con
seguridad no hay dinero que pague eso.
 Los héroes logran lo que deben lograr entre otras cosas, porque cuando pudieron abandonar su obra, decidieron seguir construyéndola.
 Los héroes empiezan, siguen y llegan.

Los héroes sirven a Dios en las buenas y en las malas.
~ Los héroes utilizan cualquier situación, aun la misma cárcel para bendecir y promover a la próxima generación del relevo. Porque los héroes
son esos que dejan huellas, buenas, muy buenas por cierto.
 Los héroes son tanto esos que ven las rejas de sus prisiones abrirse delante de ellos mientras viven y también esos que las abren solo con el
poder de su sangre derramada.
 Los héroes tienen frío y también una legitima necesidad de ser cubiertos. Los héroes no se avergüenzan de eso por cuanto hace tiempo se
dieron cuenta que son mortales tan o mas necesitados de Dios como cualquiera.
 Los héroes no se llevan con su muerte la sabiduría adquirida en la vida que se les extingue, necesitan dejarla caer en las generaciones que les
continúan.
 Los héroes verdaderos, son esos que han decidido que el último metro para conquistar su cumbre, no será el pedazo de tierra para cavar sus
tumbas.
 Los héroes no abandonan, celebran y descansan solo una vez que han alcanzado aquello que se han propuesto alcanzar.
 Los héroes hablan de Cristo, es para ellos una pasión desenfrenada. Por eso para ellos no hay mejor o peor ocasión para hablar del Cristo que
les cambio la vida.
 Los héroes no pierden tiempo en atender juicios y opiniones que solo buscan detener sus obras.
 Los héroes saben que su vida y su obra serán juzgadas y criticadas.

Los héroes sabiendo que están en la razón y la voluntad de Dios, han decidido llevar adelante con determinación, la concreción de sus sueños,
aun cuando en el proceso queden absolutamente solos.
~ Los héroes saben discernir los peligros a los que se exponen producto de mantenerse en el camino indicado por Dios.
 Los héroes tienen marcas concretas para exhibir. Si no gozaran de la bendición de hablar, hablaran por medio de sus marcas.
 Los héroes reconocen que les cuesta, pero llegan a donde deben llegar. A los héroes les cuesta, pero llegan a donde Dios y no los hombres les
dijeron que deben llegar.
 Los héroes muchas veces comienzan su obra con muchos y la terminan con unos pocos. También los héroes tienen sus épocas de apoyos
multitudinarios que los hace terminar como condenados a vivir como solitarios.
 Los héroes no se sorprenden si son los próximos traicionados de la presente y próxima década.
 Los héroes aguantan. No naufragan en cuanto de ellos dependa y se imponen con coraje seguir hasta llegar. Hora a hora y día a día, porque de
ser así llegaran a pararse sobre la cima de sus sueños y la línea de su consagración y victoria. Habrán cruzado legítimamente. Eso también es ser un
héroe.
 Los héroes hablan mejor por medio de sus obras. Los héroes no solo dibujan sus sueños, los construyen hasta hacerlos realidad.
 Que los héroes producen resultados, causan efectos concretos y a todas luces, bien buenos.
 Los héroes se preparan para hacer, solo quieren hablar por medio de sus obras. Los héroes saben que criticar es lo más fácil, pero mejor
saben y practican el hacer silencio y producir, porque solo eso les reserva un lugar en el podio de los que habrán de inspirar a generaciones enteras.

Los héroes tienen sueños y dan su vida para hacerlos realidad. Los héroes son concretos y no abstractos.
~ Los héroes tienen tiempo para las personas, aunque que no eso no los sigan las multitudes.
 Los héroes buscan una sola clase de éxito, el de los testimonios de personas específicas a las que ayudaron a encontrar una solución
específica.
 Los héroes ven lo que otros no ven porque enfocan donde pueden ayudar y no en lo que pueden sacar y con lo que se pueden quedar.
 Los héroes hablan poco y hacen mucho. Los héroes saben de teología, pero siempre aprueban sus exámenes en la práctica de todos los días.-
 Los héroes cristianos ven sus proyectos como Jesús los ve.
 Los héroes saben que no deben pasarse la vida y la fe tan solo sintiendo y viendo cosas.
 Los héroes son ciudadanos tan comprometidos con el Reino que lo hacen publico por medio de su compromiso como ciudadanos. Los héroes se
resisten a solo ser protagonistas dentro de las cuatro paredes de un templo, ellos saben que su obra debe ser construida fuera de ellas.
 Los héroes, difícilmente justificaran su servicio con un mero mantenerse. Han renunciado hace tiempo a ser tan mediocres como la masa que
quiere devorarlos.
 Los héroes no solo lideran las tareas dentro del templo, principalmente lideran la transformación de las comunidades que están viviendo fuera
de ellos.

Los héroes no conviven por un minuto con la insensibilidad ante la desgracia de los prójimos.
~ Los héroes tienen proyectos, no se mueven por la buena de Dios, ni esperan pasivos por un golpe de suerte. Los héroes saben a dónde van.
 Los héroes se resisten a ser repetitivos en lo que no da fruto. Son innovadores por naturaleza, el riesgo fluye por sus venas. No son locos sin
destino. Están dotados de la bendita locura que se resiste a adorar lo obsoleto e inoperante por años y buscan mil maneras de llegar a donde Dios les
dijo que habrán de llegar.
 Los héroes flotan solo para reponer fuerzas y al minuto próximo ya están nadando de nuevo. Por eso son héroes también, porque así como
reciben lo sueltan. Los héroes practican a la generosidad en todas sus formas.
 Los héroes son agentes empecinados en la obra de la transformación. Saben que no serán juzgados por sus trajes, zapatos o corbatas, ni por
su dialéctica, ni menos por sus tres kilómetros de títulos anunciados antes de nombres propios. Ellos saben que simplemente sus obras, sus
resultados hablaran por ellos.
 Los héroes direccional el sentimiento hacia un objetivo con propósito y con frutos que no solo le bendigan a el, sino y principalmente a los
demás.
 Los héroes no saben criticar, les representa no solo una perdida de tiempo, sino un arma del infierno para romper amistades. Ellos solo saben
producir. Los héroes no hacen cosmética de piel, ellos quieren cambiar corazones.
 Los héroes, saben más de sudor, trabajo y esfuerzo, que de perfumes, confort e inoperancia.
 Los héroes, no infectan, solo afectan. Los héroes son un problema para las estructura del tipo que sea que solo quiere entretener y pasarlo
bien. Lo héroes causan efectos positivos y solo se levantan cada mañana para hacer el bien.
 Los héroes no esperan que otros lo hagan, ellos saben que tienen una parte que hacer, una obra que construir y un pedazo de la historia de la
cual adueñarse.

Los héroes comienzan y también terminan. Los héroes saben que son sal y se resisten a morir en salero.
~ Los héroes prefieren toda la vida ser juzgados porque hicieron algo y no porque pudiendo y debiendo haber hecho algo, no lo hicieron.
 Los héroes saben que raya con el crimen solo ver y sentir cosas y no hacer algo concreto finalmente.
 Los héroes caminan, corren, vuelven a caminar, pero siempre avanzan. Los héroes van hacia delante, inquebrantables, entusiastas y seguros
todo el tiempo que sea necesario, hasta que llegue el día en el que cruzaron su línea, alcanzaron su meta y terminaron su gran obra.
 Los héroes son esos que cuando todos se fueron, ellos se quedaron, siguieron y lo lograron.
 Los héroes nunca dicen todo se acabo, a cambio de eso, valoran, buscan y se adhieren fuertemente al poder escondido en lo poco.
 Los héroes no se debilitan en la debilidad. Los héroes usan la debilidad como oportunidad para hacerse fuertes.
 Los héroes toman decisiones difíciles, terminales, riesgosas, pero gracias a esa manifestación de grandeza, lo que el mismo diablo aseguraba
que debía morir, continúa viviendo mas vivo que nunca.
 Los héroes no son los que solo saben gastar y derrochar. Héroes son los que saben administrar. Los que administran lo poco de tal modo, que
vuelven a colocarse en lo mucho.
Los héroes hacen de sus lágrimas su mejor combustible.
~

Los héroes saben que hay tristezas que tienen el efecto de encerrar y detener. Los héroes lloran y tal cosa es indicador de que están vivos,
que son mortales y que les puede pasar a ellos lo que le pasa a todo el mundo. Lloran pero no hacen de sus lágrimas su húmeda tumba. No hacen de
ellas una prisión fría e infructuosa.
~
~ Los héroes lloran, pero mientras lloran se mueven en dirección de su conflicto. Van con lágrimas y todos, dispuestos a solucionarlo.
~
 Los héroes no viven llorando por los rincones sus fracasos. Usan uno de ellos como plataforma de despegue para dar vuelta esa realidad y sus
lágrimas como el combustible que les hará volar de nuevo.
~
 Los héroes tienen bien en claro este asunto. Se alegran por ver y sentir cosas, pero más se preocupan y gozan con lo que queda después de la
experiencia. Los héroes caen por el poder de la unción, pero se levantan para vivir de acuerdo a lo que Dios les mostró e hizo sentir.
~
 Los héroes saben que aunque sean mudos, sordos o paralíticos, solo sus motivaciones traducidas en actos justos y obras buenas deberán
hablar por ellos con mayor autoridad.
~
 Los héroes se aseguran de tener no solo la aprobación de Dios, sino también la del poder natural.
~
 Los héroes son legales, esto es, todos sus logros tienen la impronta reconocible de la ley que honra su conducta en todo el proceso. Los
héroes se ocupan tanto de la revelación como de la legalización de la revelación recibida.
~
 Los héroes, no tienen miedo, no escapan, ni evitan el poder legal, por el contrario acuden a él para legalizar la increíble obra que Dios les dio
construir.
~
 Los héroes trabajan con esfuerzo y sacrificio. Han entendido que nada en la vida les será regalado. Saben que si trabajan, en silencio y con
sacrificio, habrán de lograr cosas.
~
Los héroes, no le tienen miedo a los partos. Saben que serán partidos. Los héroes lloran, trabajan, trasnochan, sufren, pero legítimamente en
su momento, cosechan el fruto de aquel ejemplar esfuerzo.
~~
Los héroes se embarazan y cuidan su obra hasta que esta sea dada a luz. Los héroes deciden pagar el precio del alumbramiento cueste lo que
cueste y hasta que el sueño sea visto por sus propios ojos.

Los héroes, vivos o muertos, llegaran con una misión cumplida a casa.

Π
Los soldados aguardan formados, en un respetuoso silencio.
Viven los mediados de la década del sesenta. Los Estados Unidos de Norteamérica toman una decisión geopolítica de
importancia. Reemplazan militar y políticamente a la decadente presencia del imperio colonial francés en Vietnam.
Entre ellos hay padres de familia con sueños propios, con metas a largo plazo. También están los más jóvenes. Algunos con
novias, a punto de casarse. Otros con grandes proyectos de estudios. Y los que no tienen a nadie, excepto este grupo de
camaradas que van a la guerra. Quizá, algún día soñaron con formar parte de este ejército, a lo mejor, porque no pertenecían a
ningún otro lugar. Pero se les nota, muy en el fondo de la mirada, que aún son demasiado niños, aunque vistan un impecable
uniforme militar.
Como sea, todos tienen muchas cosas en común.
Sueños de libertad. Deseo de pertenecer. Sed de una buena batalla, aunque suene desconocida y esté demasiado cerca.
No son guerreros de alma, son apenas una rara mezcla de hombres jóvenes, que no conocían la guerra, y unos pocos mayores con
cicatrices y galardones de combate.
Pero en definitiva, son hombres.
Y aguardan, formados en el imponente hangar aéreo, alguna motivación que les de un empujón hacia la batalla.
En realidad es un duelo personal y sangriento entre estrategas del arte de la guerra.
Ahora el teniente coronel Hal Moore tiene que dar un discurso a sus soldados y sus familias en la víspera de su entrada en
combate.
Entre ellos, escuchando a su marido, se encuentra la mujer de Moore, Julie, quien lo había visto levantado hasta altas horas
estudiando libros de historia sobre masacres diversas, planeando una estrategia más segura para sus hombres, el Primer Batallón
del Séptimo de Caballería, el mismo regimiento que comandó el general George Armstrong Custer.
El siguiente domingo, el teniente coronel Hal Moore y sus jóvenes soldados tomarán tierra en la Zona de Aterrizaje X-Ray, en el
valle Ia Drang, una región de Vietnam conocida como el Valle de la Muerte.
Por eso el Coronel sabe que no será una tarea sencilla.
Moore observa a su tropa detenidamente. Y luego, lanza el desafío, y las únicas dos promesas que les podrá hacer.
-Esta no será una batalla fácil, acaso ninguna lo sea.
Pero sólo puedo prometerle dos cosas. La primera: Seré el primero en colocar un pie en territorio hostil y el último en retirarme
del campo de batalla. Y la segunda, les doy mi palabra de honor que no dejare a nadie atrás. Todos, vivos o muertos, regresarán a
casa.

Otra historia similar. Israel, unos 1.010 años antes de Cristo.


Otro pelotón, otra tropa, pero con el mismo común denominador. Sed de nuevas batallas. Otra vez, el recurrente cuadro.
Jovencitos, padres de familia, una decena de hombres de combate, cientos de novatos.
Y otro Teniente Coronel.
Este hombre tiene mil batallas y estrategias de guerra en su haber. Debe capturar Jerusalén de los Jebuseos y hacerla su capital.
El sabe que su fuerte liderazgo atrae a los jóvenes valientes y les inspira lealtad intensa, lo cual no es poco para comenzar.
Pero hay una sustancial diferencia con la historia americana. Esta vez, los soldados no esperan un discurso. Ellos son quienes van
a hablar.
Un delegado, se cuadra delante del batallón, toma la palabra y levanta su voz, para que se escuche en todo el inmenso y
desértico Hebrón.
-Aquí estamos, somos tu ejército. Carne de tu carne y hueso de tus huesos. Tus victorias son las nuestras y también tus
derrotas. Aún cuando teníamos otro Jefe de las fuerzas armadas, eras tú quien nos sacabas a la guerra y nos volvías a traer.
Como sea, siempre nos has traído de regreso a casa.

Las dos crónicas pertenecen a historias reales. La primera fue llevada a la pantalla grande de la mano del laureado director
Randall Wallace e interpretada por Mel Gibson, en la famosa ´We were soldiersµ (Fuimos soldados).
La segunda está descrita en el capítulo 5 del segundo libro de Samuel, en el momento exacto que David es proclamado Rey de
Israel, y en las horas previas a la toma de la fortaleza de Sion.
En ambas historias, aparecen los mismos muchachos que en cuestión de horas, sentirán el fragor de la batalla. Y
coincidentemente, tendrán las mismas consignas. La lealtad de un ejército no se consigue peleando como una suerte de
reconcentrado estratega que no se mueve de su bunker subterráneo y que como un lúcido e inescrupuloso jugador de ajedrez
experimenta con sus hombres el poder real su enemigo. La lealtad, caballeros, se logra ´siendo el primero en avanzar y el último
en retirarse del campo de batallaµ.
Como lo prometiera el Coronel Moore. O como lo hiciera, tantas veces, el mismo David. Inclusive, a éste último, más de una vez
sus generales tuvieron que advertirle que no se expusiera demasiado. ´Si te matan, David, apagarás la lámpara de Israel; déjanos
pelear a nosotrosµ.
Es que no se comanda a una tropa desde el inerte escritorio de una oficina, o dibujando cronogramas en un pizarrón.

Por otra parte, es determinante, traer a la tropa de regreso a casa. La historia ha atestiguado de aquellos estadistas desalmados
que han empujado a una nación a la guerra, con consecuencias trágicas. No traerlos de regreso, significa enviarlos a un suicidio
en masa. Sin estrategia, sin coartadas, con armas arcaicas, sin un plan alternativo.
Quizá por eso, me fascinan ambas historias. Por sus consignas. Porque un ejército cuyo Comandante no los abandonará y los
traerá de vuelta, es un batallón que traerá victorias a la bandera. Inclusive, más allá de los resultados. Porque las verdaderas
batallas, no se miden por las tierras conquistadas, o las bajas enemigas. Sino por el valor de sus hombres.
A través de estos años, la vida me ha topado con muchos líderes del Reino. Gente con sueños de multitudes, sedientos de
victorias, con hambre de pelear contra una religión organizada que tanto daño le ha hecho a la creatividad Divina. Todos, sin
excepción, con intenciones loables.
Pero he visto a muy pocos, con el código de honor del Coronel Moore o el Rey David. Y es gratificante saber que algunos,
aunque muy pocos, cuentan con ese código militar divino.
Cada vez que el Señor me permite alistar a una nueva generación para la batalla, observo los mismos rostros de siempre.
Muchachos a los que la vida no les ofreció la gran oportunidad de servir en una causa noble. Algunos con pocas o casi ninguna
batalla significativa en su haber. Padres de familia, estudiantes, indoctos y profesionales. La mayoría, son apenas aquel grupo de
´menesterosos, endeudados y marginadosµ que alguna vez encontraron en David a alguien que les devolviera su dignidad y los
comprometiera con una causa.
Los soldados han esperado durante varias generaciones en respetuoso silencio. Obsérvalos con detenimiento. No parecen
entrenados, no suenan confiables. Pero tienen lealtad, lo cual no es poco para causar una revolución militar.
Los jóvenes sólo esperan a Coroneles que no los envíen a la guerra con un simple plano de donde deben desembarcar. Están
hartos de aquellos líderes que les dicen cómo pelear las mil batallas de la vida, desde el mullido sillón de una oficina. No los
alentará oír otro sermón de cómo ganar. No los atraerá que sólo se les enseñe a pelear y plantar bandera.
Ellos necesitan un nuevo discurso. Alguien que les ofrezca el mismo código de honor de rey David o el Coronel Moore.

Seremos los primeros en avanzar y los últimos en retirarnos del campo de batalla. Y todos, regresarán a casa.
Son pocos los que tienen el deseo vivo de salir a ganar a una generación junto a ellos.
Son contados, aquellos que se animan a correr el riesgo de colocar el primer pié en territorio enemigo, con todo el precio de la
crítica que eso conlleva. Orillando en la delgada línea de ser pionero y casi un mártir, por atreverse a caminar una milla extra.
Y también son muy pocos, aquellos que desean formar al ejército, brindarle el mayor arsenal posible, para que no queden
tendidos en la arena de la batalla, sino que puedan estar de regreso. Para otras nuevas batallas.
Sin subestimar a nadie, recuerdo un viejo proverbio árabe que rezaba: ´Un ejército de ovejas comandado por un león derrotaría
a un ejército de leones comandado por una ovejaµ. Y se que en el Reino, y en este seminario intensivo, hay muchos de esos leones,
que puede transformar a un grupo de proscriptos a los que la vida dejó fuera de las grandes ligas, en valientes estrategas de
guerra.
Me gusta cuando el ejército es quien decide los honores. Me fascina y llena mi corazón cuando el reconocimiento nace fuera del
oficialismo religioso, y luego, a las grandes comisiones, solo les restará reconocer lo que el pueblo ya ha otorgado por mérito.
Debo confesar que soy adepto a que sea la prensa, los inconversos, o los mismos jóvenes quienes un día, en un contemporáneo
monte de Hebrón, reconozcan a quienes los conducen a la guerra.
Es que los diplomas nunca enviaron a nadie a la batalla, necesariamente.
Esto recién comienza, pero hay un grupo de hombres, allá afuera, que reconoce a estos líderes y pastores como aquellos que los
han comprometido con una causa noble y por la que vale la pena pelear. Y es esa misma, la razón por la que me agrada ser parte
de ´Héroesµ.
Y ahora, echa un último vistazo a la tropa. Como dije, algunos parecen niños. La mayoría son novatos, y muy pocos tienen
experiencia de guerra. Pero poseen un denominador común. Un adjetivo que los hace, en algún punto, exactamente iguales.
Tienen una consigna de honor.
Todos ellos, son nada menos que héroes.

†  
Mike Murdock dice que el concepto que tengamos acerca del tiempo, determinará si nuestro paso por la vida será productivo.
³La diferencia más grande entre el pobre y el poderoso, el desempleado y el empleado, el exitoso y el fracasado, el pobre y el
rico, es la opinión que tienen acerca del tiempo´. El tiempo es el único don natural que viene de nacimiento. Y a propósito de
eso, creo que la mayoría desgastamos ese don precioso en pequeñas imbecilidades y en lo qué piensan los demás de
nosotros.
Nuestro paso por la tierra es muy corto y no contamos con la chance de una segunda toma. Si le preguntáramos al apóstol
Pedro si sería capaz de caminar sobre las aguas otra vez, aún sabiendo que volvería a hundirse, nos diría:
-Claro que sí, tan solo para sentir otra vez sus fuertes brazos, en medio del mar.
En estos años, me he endeudado varias veces y he cometido errores otras tantas. Arriesgué, perdí y gané. He hablado de más
y también de menos. He tenido aciertos y fracasos. Pero si pudiera tener veinte años otra vez, haría exactamente todo lo
mismo, sin omitir un solo detalle, simplemente para volver a sentir la providencia del Señor a cada paso.
Por otra parte, estoy convencido que el Señor puede hablarnos de diferentes maneras, a través de la Biblia, una predicación,
una película, una canción, o aquello que Dios se le antoje utilizar. Y hace muchos años, Dios lo hizo a través de un increíble
poema de Jorge Luis Borges al que tituló ³Instantes´, aunque me hubiese permitido el atrevimiento de llamarlo ³No te pierdas el
ahora´. No hace falta decir que fue uno de los mejores escritores que haya existido, pero sin duda, me sorprende como logró
reflejar tantas verdades en tan pocas líneas. Damas y caballeros, pasen y vean y después saquen sus propias conclusiones.
³Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con
seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos
imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas.
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría
más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo´

¬  
 

Dicen que era un piloto experimentado. Horas de vuelo en su haber. Pero que nunca le había sucedido una experiencia
semejante.
Sobrevolaba el océano con su avioneta a hélice cuando lo sorprendió un ruido extraño debajo del asiento. Una inmensa rata,
correteaba entre sus pies. Fueron los minutos más patéticos de su carrera como piloto aéreo. Un sudor frío recorrió su espalda
mientras buscaba desesperadamente un lugar donde aterrizar de emergencia, detalle bastante difícil si tenemos en cuenta que
volaba sobre el mar.
Y fue entonces que se le ocurrió un plan alternativo.
En vez de buscar un sitio para aterrizar, decidió levantar más altura. Se elevó por encima de lo que jamás había volado, y la
rata, que no soportó la presurización, murió en el acto.
Hubiese dado cualquier cosa, porque alguien me contara esta historia, cuando era mas joven. Cuando estaba pendiente de
todas las críticas. Cuando me importaba demasiado el ³qué dirán´. Supongo que de haber oído la historia del piloto, hubiese
logrado mucho más de lo que El Señor me demandaba por aquel entonces.
Siempre existirán las críticas constructivas y serán bienvenidas. Pero también estarán los roedores, aquellos que sólo
corretean entre los pies de los que andan en las alturas.
Por algo, el genial Maxwell dice ³Cuando quieras emprender algo, habrá mucha gente que te dirá que no lo hagas, cuando
vean que no te pueden detener, te dirán cómo lo tienes que hacer, y cuando finalmente vean que lo has logrado, dirán que
siempre creyeron en ti´.
A esos miles de pioneros, a los que pagan el precio de la crítica, a los que viven diez años adelantados, a los que están en la
vanguardia, a los que se arriesgan a una milla extra, a los que no miden los costos, a los que provocan los éxitos; a todos ellos,
les dedicamos esta historia.
Cuando sientas a los roedores, sube más alto.
Las ratas nunca soportarán la altura.v

J  
 
¿Quieres oír una historia fascinante? ¿Qué opinas acerca de sentarte en una cómoda butaca de cine y deleitarte con el
largometraje que se perdieron de filmar los mejores guionistas de Hollywood? Siéntate y observa.
El hombre espera en la quietud de la celda. Una molesta gotera golpea sobre la áspera piedra. El calor es agobiante y denso,
pero a esta altura de las circunstancias, la temperatura es lo que menos importa. Las moscas lo invaden todo sin piedad, pero
no tiene sentido espantarlas; al fin y al cabo, pueden llegar a ser la única compañía digna de apreciar. Los demás presos
observan al hombre con recelo. Acechan. Para ser honesto, los últimos meses fueron pésimos para el callado prisionero. Sus
hermanos lo odian con toda el alma y le tendieron una trampa; una clásica rencilla familiar que terminó en tragedia, en viejos
rencores arraigados.
El hombre es apenas la sombra de aquel muchacho que solía lucir un impecable traje de marca italiana, con un delicado toque
de perfume francés. Ahora viste harapos, una suerte de taparrabo. Se comenta en la celda, que está marcado por la desgracia.
Pudo haber sido libre, llegó a trabajar como mayordomo para un importante magnate. Pero los comentarios afirman que quiso
propasarse con la bellísima mujer del millonario. En su momento, negó la acusación, pero «no pretenderá que creamos que fue
ella quien lo acosó sexualmente», opinan.
«Si fuese como él dice, debió haberse acostado con ella», afirma un viejo recluso apodado «el griego», «una noche de lujuria
le habrían otorgado su pasaporte a la libertad».
El misterioso hombre sigue recostado sobre una de las paredes sucias de la prisión. Parece que supiera algo que los demás
ignoran. Como si tuviese un hábil abogado que apelará su condena, o como si presintiese que la muerte está cerca y le aliviará
tanto dolor injusto. Sonríe en silencio, sin alboroto. Técnicamente está muerto, sin esperanza.
Pero ya no siente el calor ni le molestan los grilletes. Es como si pudiese ver tras los enmohecidos muros de la celda. Los
demás presumen que está al borde de la locura. Pero el hombre espera como aquel que sabe que aún puede cambiar su
estrella. Toma la celda como parte del plan, como el último escalón hacia el destino.
Las chirriantes puertas de acero se abren de golpe y dos guardias entran en escena. Buscan al hombre. Unos de los guardias
tiene una voz gutural: «Faraón quiere verte, ha tenido un sueño y dicen que tú sabes revelarlos».
El prisionero no se sorprende. Sube los peldaños que lo alejarán para siempre de la celda, en silencio.
‰eclusos, observen la espalda de este hombre, contémplenlo mientras se aleja. Si tienen la fortuna de estar vivos, la próxima
vez que lo vean, lo encontrarán con vestimenta de rey, lucirá como Faraón. El magnate maldecirá haberlo despedido. La mujer
confesará que lo acusó por despecho, injustamente. Y su familia se arrojará ante él, para implorarle misericordia. Los presos lo
convertirán en leyenda.
«Yo lo conocí cuando era un don nadie, y se sabía que iba a llegar lejos, siempre lo supe», alardeará y mentirá «el griego».
José gobernará la nación, ocupará el sillón presidencial y administrará los graneros de Egipto. Aprenderá a ganar,
experimentará el sabor de la victoria.
‰ecuerda: puedes ser un héroe.

¬      
Una antigua leyenda cuenta que un famoso rey decidió reunir a sus principales sabios y eruditos en un conclave para solicitarles un favor.
-Acabo de traer un gran anillo de mi última conquista ²dijo el monarca- es muy valioso y además me da la posibilidad que puedo guardar algo más valioso aun, en
su interior. Necesito que ustedes, al final del día, me den una frase que sea lo mas sabio que ningún mortal haya escuchado jamás. Quiero que arriben a una
conclusión de sabiduría y luego lo escriban en un papel diminuto. Luego, yo guardare esa frase en mi anillo. Y si algún día, el infortunio permitiera que me
encuentre en medio de una crisis muy profunda, abriré mi anillo y estoy seguro que esa frase me ayudara en el peor momento de mi vida. Así que los sabios
pasaron el resto del día debatiendo cual seria esa frase que resumiría toda la sabiduría que ningún humano había oído jamás.
Cuando cayó la noche, uno de los eruditos del reino, en representación de todos los demás, se acerco al rey con una frase escrita en un pequeño papel.
-Aquí esta, su Majestad. Solo tiene que guardarlo en su anillo y leerlo en caso que una gran crisis golpee su vida y su reino.
El monarca guardo el papel en su anillo y se olvido del tema.
A los pocos años, el reino era saqueado por los enemigos y el palacio reducido a escombros. El rey logro escapar entre las sombras y se oculto entre unas rocas,
en las afueras de su devastada corte. Allí, observando un precipicio, considero la posibilidad de quitarse la vida arrojándose al vacío, antes de caer en manos
enemigas. Fue cuando recordó que aun conservaba el anillo, decidió abrirlo, desenrosco el diminuto papel y leyó: ´Esto también pasaraµ. El rey sonrió en silencio, y
cobro animo para ocultarse en una cueva, en medio de la oscuridad, hasta que ya no corriera peligro.
La leyenda dice que veinte años después, el rey había recuperado todo su esplendor, a fuerza de nuevas batallas y conquistas. El trago amargo había quedado
atrás, y ahora regresaba triunfante de la guerra, en medio de vítores y palmas de una multitud que no dejaba de ovacionarlo. Uno de los antiguos sabios que
caminaba al lado del carruaje real, ya anciano, le susurro al rey:
-Su majestad, creo que hoy también debería volver a mirar el interior de su anillo.
-Ahora? Para que habría de hacerlo? No estoy en medio de una crisis, sino todo lo contrario ²replico el rey.
-Es que esa frase no solo fue escrita para los momentos difíciles, sino también para cuando crea que todo lo bueno pareciera que ha de perdurar por la eternidad.
El rey, en medio de los aplausos, abrió el anillo y volvió a leer: ´Esto también pasaraµ, y descubrió en ese mismo instante, que sentía la misma paz que tuvo cuando
estaba a punto de quitarse la vida. El mismo sosiego, la misma mesura lo invadió por completo. Aquel día descubrió que la frase que los sabios le habían entregado
era para leerla en las derrotas y por sobre todo, en los tiempos de victoria.
Hubiese dado cualquier cosa porque alguien me contara esta fantástica historia cuando yo era mucho mas joven. Pero siempre digo que de tener una maquina del
tiempo (como la saga de Spielberg ´Volver al futuroµ) viajaría al pasado para encontrarme conmigo mismo cuando tenia unos«diez u once años. No buscaría a
nadie mas, no hablaría con ninguno mas, solo trataría de ubicar a Dante, a aquel niño que alguna vez fui. Lo enfrentaría cara a cara y le diría algo así como:
-No me preguntes quien soy, porque de todos modos no me lo vas a creer. Solo vine a regalarte una frase que quiero que guardes para siempre: ´Esto también
pasaraµ. Disfruta la adolescencia que te queda por delante, disfruta cada instante que puedas, no te pierdas el ahora por estar preocupado por el futuro. Todo va a
salir bien, te lo prometo. Algún día los exámenes, los complejos y la baja estima van a ser historia y en unos años vas a reírte de tus problemas de hoy. Tu vida
estará resuelta antes de lo que imaginas. Tranquilo, no hay nada malo mas adelante. Finalmente vas a lograrlo.
Te dieron ganas de hacer lo mismo? Siempre que cuento esta historia, alguna lagrima se escapa entre los que me escuchan, esencialmente porque la mayoría
tenemos cierta lastima de aquel niño que alguna vez fuimos.
De alguna manera, es una suerte de paráfrasis de tantas promesas bíblicas. El señor nos habla de no estar afanosos por el día de mañana, de no preocuparnos por
lo que vendrá, de disfrutar las nuevas misericordias de Dios cada mañana. Pero por alguna razón, la ansiedad nos juega una broma pesada y sin querer, nos va
robando pedacitos valiosos del presente.
En estos años, he pasado momentos muy tristes, de mucha angustia, y momentos muy felices, de mucha euforia. Y ambos momentos pasaron, quedaron en algún
lugar, a lo sumo, retratado en alguna fotografía. Pero no estoy interesado en vivir de recuerdos, no me gusta anclarme en las crisis ni en las victorias. No me
hacen bien ni las críticas despiadadas ni los aplausos. Por esa razón, es que repaso aquella frase a diario.
En la vida real me es difícil encontrarme con el niño que fui. El aplomo y la madurez hacen que cada día me sea mas difícil reencontrarme con el. Pero uno no deja
de jugar porque se hace viejo, sino que se hace viejo porque deja de jugar. Pero por lo menos, tengo la salvedad que puedo disfrutar el ahora, el presente. Veo a
mis dos hijos pequeños y antes de excusarme que estoy ocupado para jugar con ellos, recuerdo que ´esto también pasaraµ y que en algunos años ya no estarán en
casa ni querrán jugar. Entonces abandono los proyectos de mañana y me dedico a mi hoy.
He decidido no pasarme el resto de la vida pensando en lo que haré en dos años. No me interesa vivir pensando que la felicidad absoluta llegara el viernes a la
noche, o el sábado por la tarde. O en el verano, o la primavera. O una vez que me gradúe o cuando viaje a aquel país. O cuando me jubile o cuando crezcan mis hijos
o cuando me pare ante una multitud. La felicidad no es un destino, es un trayecto. No es un lugar ideal donde uno llega un buen día, sino que un camino que vamos
transitando de a poquito, con los pequeños fragmentos del hoy.
A cada lugar donde Dios me lleva, por lo menos dedico un mensaje para motivar a los jóvenes que disfruten el hoy. Pero por sobre todas las cosas, que la ansiedad
de lo que todavía no tienen o no han vivido, no les robe lo que ya tienen en sus manos, que nunca es poco. Por mi parte, estoy más que feliz con lo que Dios nos ha
regalado en estos años. Pero tengo muy en claro, por sobre todas las cosas, que aun ´Esto también pasaraµ.

Π   


    
Tenía que orar y buscar nuevas directivas... pero me sentía muy cansado. Nadie como yo estaba tan consciente de la
necesidad de buscar el rostro de Dios, pero, honestamente, estaba agotado. No era cosa de un mal día, se trataba de un
cansancio crónico. Algo que arrastraba hace meses.
Mi hijo me había reclamado jugar con unos "nuevos luchadores" mezcla de Stars Wars con monstruos de las galaxias o algo
así, (yo me quedé en el tiempo de los "Titanes en el ring") y apenas le dibujé una sonrisa, y le dije que no tenía ni ganas, ni
tiempo para jugar. Mi esposa trataba de hablarme durante la cena, pero mi mente estaba con "batería baja".
El '98 había sido un buen año de trabajo ministerial: teníamos el programa en la tele, más de seis viajes por mes, la
preparación de la cruzada de fin de año en el obelisco, sumado a cientos de congresos, campamentos, retiros, y reuniones
varias. Al cabo, era lo que le habíamos pedido al Señor: servirle. Pero por alguna razón, estaba más agotado de lo normal.
Intenté disculparme ante el Señor, dándole unas cuantas razones por las cuales no podía hilvanar una frase coherente en la
oración, y me fui a dormir. Algo no estaba funcionando bien.
Si el cansancio arruinaba mi altar, significaba que estaba administrando mal mi tiempo. Así que, a los pocos días, en un
relámpago de lucidez le dije a Dios que me revelara por qué me sentía tan cansado. Estaba contento con mi agenda completa,
pero había algo que no encajaba con mi stress galopante.

-"Porque estás haciendo cosas que no te mandé a hacer" -fue la única respuesta. Perdón, seguro que Dios debe estar
equivocado; la ecuación es sencilla: "yo quiero servir a Dios, me invitan a servir: no hay nada más que hablar". Pero Dios
seguía diciéndome que aunque lo que hiciese fuera loable, si El no me lo había mandado puntualmente... entonces no servía. -
¿Pero acaso uno no tiene que hacer todo lo que se le presenta? - "Si no te lo mandé a hacer... no." - Pero... ¿y si se me abren
las puertas, no se supone que debo entrar sin preguntarte?. - "Si Yo no te envío, no tiene sentido que entres".

A propósito, hace poco leí una pequeña historia fascinante: "El cuidador de un faro que trabajaba en una costa rocosa recibía
aceite una vez al mes para mantener su llama ardiendo. Como vivía cerca de la población, no le faltaban visitantes. Una noche,
una mujer necesitaba aceite para mantener a su familia caliente. Otra noche un padre necesitaba aceite para su lámpara. Otro
necesitó aceite para lubricar una rueda. Todas las peticiones parecían legítimas, y el cuidador trataba de suplirlas. Hacia el fin
de mes, se le acabó el aceite, y el faro se apagó, lo que causó que muchas naves se estrellaran en esa costa. El hombre
recibió la reprensión de sus superiores: "Se te da el aceite por una sola razón"- le dijeron- "Queremos mantener el faro
ardiendo". No podemos suplir las necesidades de todo el mundo. No podemos complacer a todos. Aunque estemos llenos de
buenas intenciones, podemos correr el riesgo de perder de vista la razón por la cual se nos confió el aceite.
Te cuento que pude haber ignorado el cansancio y haberme sentido bien por llegar agotado a la cama, de tanto servir a Dios.
Pero me habría quedado sin aceite en cuestión de días. En el '99 aprendí a decir "no", aunque las causas fueran loables.

-Lo siento, pastor, pero Dios no me llamó a ir a ese congreso.

-Pero mire que lo hacemos para que miles de jóvenes vayan y...

-Lo entiendo, pero en mi caso personal, no es a lo que Dios me llamó. Algunos lo entienden, y otros tal vez no. Pero
comprender que se nos dá el aceite con una sola razón, puede salvar las vidas de miles.

Si tenes carga evangelística, no te disperses en otra cosa, apuntá a los inconversos. Si tu corazón está en las misiones,
focalizá tu llamado en eso, y en nada más. Aunque no podamos complacer a todos.
Me llegan cientos de invitaciones por día. Todas, en su mayoría, con motivaciones loables y dignas. El tema es averiguar si yo
tengo que estar allí, si Dios lo dispuso. Cuando tenemos claro "para qué se nos dio el aceite", se nos va el complejo mesiánico,
ya no nos creemos el tapón del océano, y aprendemos a administrar nuestro tiempo. Pasaron varios meses desde la última vez
que me sentí cansado a tal punto de no poder orar. Ahora he trazado mi destino exactamente hacía mi llamado, y no me
disperso: sólo apunto a la visión. Somos personas con misiones únicas. Dios nos entrena durante meses, o años, sólo para
una tarea puntual específica que sólo nosotros podemos realizar. Si tenés mente de montón, tendrás misiones y tareas de
montón, pero si tenés mente de único, con un llamado claro, tendrás misiones únicas.
No se trata de falta de humildad, sino de entender para qué fuimos entrenados. Si fuí preparado para jugar fútbol, no tengo que
dispersarme con el tenis, aunque todo sea deporte. Si mi llamado es con los jóvenes, ahí es donde apunto los cañones, de la
manera más efectiva posible. "Se nos da el aceite por una sola razón". Ahora estoy administrando mejor mi tiempo, y trato de
no descuidar el altar por culpa de la agenda y las obligaciones. Ah, y por supuesto, cuando termine esta nota, estaré jugando
con mi hijo con esos... esos... monstruos de las galaxias, creo. Aunque, insisto, a mí me gustaban más los "Titanes en el ring".

c 
En la vieja Argentina de los setenta la gran mayoría pertenecíamos a la clase obrera. Los más afortunados podían irse de vacaciones a la costa, las sierras o a las
cataratas. Los más pobres nos conformábamos con quedarnos en casa. Lo que jamás se me hubiese cruzado por la cabeza, es que aquel verano del 77 un pequeño
incidente me iba a cambiar la vida para siempre.
Era el primer día de regreso a clases, a principios de Marzo. Y la maestra insistió con el mismo método pedagógico que venía usando desde el primer grado:
preguntarle a cada alumno a dónde habían pasado sus vacaciones. Uno a uno iban levantando la mano y diciendo en voz alta los lugares que habían visitado. Y la
inmensa mayoría tenía una historia que contar. Las montañas. El mar. La carpa junto al río. La nieve en algún lugar remoto.
Fue entonces que me cansé de ser pobre, supongo. O de no haber podido ir a ninguna parte, casi nunca.
-Yo no fui a ningún lado, porque no quise ²confesé con la mano alzada.
-¿Cómo que no quisiste? ²replicó la maestra.
-Si, porque mi papá me dijo que podía elegir: o íbamos a algún lugar de vacaciones o me construía un fuerte.
-¿Un fuerte? ¿Cómo que un fuerte? ²contestó.
A esta altura me había ganado la atención de toda la clase. Fue la primera vez que sentía que yo era por fin, importante para los demás, y dejaba de ser el alumno
invisible de siempre.
Obviamente, lo del fuerte era mentira, pero por alguna razón sentía que se me había ocurrido una buena idea para no ser menos que los demás. Era justo que por
esta vez, me tocara a mí ser el centro de las miradas y los comentarios.
-Un fuerte de verdad ²agregué- un fuerte como tienen los soldados en las películas, con troncos alrededor, con un mangrullo para ver los indios de lejos, con
armas, con una bandera«me lo hizo mi papá al fondo de mi casa porque el es carpintero.
-Qué bueno. Con semejante regalo es lógico que no hayas querido irte de vacaciones- finalizó la maestra.
En el recreo me rodearon casi todos los compañeros pidiéndome detalles. Y como ya no me sentía avergonzado de no haberme ido de vacaciones, no escatimé en
agregarle lo que se me ocurría a la virtual construcción del fondo de mi casa. Dije que era inmenso, tamaño real. Que tranquilamente podía albergar a toda la
clase, que seguramente algún parque de diversiones iba a querer comprarlo, algún día. Todos los alumnos me miraban asombrados. Que tipo con suerte. Tener un
papá que te construya un fuerte para uno solo. Esas eran verdaderas vacaciones, si señor.
Pero alguien decidió arruinarme el día.
-Si es verdad, queremos ir a verlo ²dijo un ´mal compañeroµ que se llamaba Marcelo Negri.
-¿H«oy? ²tartamudeé- hoy no se va a poder, porque mi mamá está muy enferma (a esta altura, una mentira mas era una manchita más al tigre).
-Entonces mañana, ¿o te inventaste todo eso del fuerte? ²dijo.
-¿Cómo me lo voy a inventar? Si les digo que tengo un fuerte, es porque es verdad- respondí enojado, mientras me daba cuenta que me acababa de meter en un
grave problema.
Ese día volví a casa devastado. Mi propia boca me había puesto entre la espada y la pared. Pensaba que todo iba a terminar en la clase y jamás me imaginé que
alguien se iba a empecinar en querer ver mi fuerte. No podía decir que lo habíamos desarmado porque no era lógico, ni mucho menos confesar la verdad, porque
iba a transformarme en un muerto político para todo el colegio. Y esa fue la peor noche que recuerdo de toda mi niñez.
Cerca de la una de la madrugada, no aguanté más y me aparecí en la habitación de mis padres, llorando. Les confesé que me había sentido mal por no haber ido a
ningún lugar de vacaciones y que me inventé lo del fuerte. Y lo peor es que Marcelo quería venir a verlo mañana, después de clases.
Obviamente, ni vale la pena que transcriba lo que me dijeron y las caras de asombro. Mi madre me miró con cierta lástima y me dijo que iba a tener que
confesarles la verdad a todos y pedirles perdón por semejante mentira.
Volví a la cama más destrozado aún e intenté dormirme.
A los quince minutos, sentí a mi papá que me tocaba el hombro.
-Dante, levántate. Y abrígate que hace frío.
-¿A dónde vamos?
-A construir ese fuerte- dijo, y se dio media vuelta.
Y esa noche, casi sin hablarnos y bajo el rocío de la madrugada, ayudé a mi papá a construir un fuerte«o algo parecido. Una vieja cucha del perro hizo de cuartel,
unas viejas lonas sirvieron como techo. Algunas ramas de limonero hacían a su vez, de troncos. Y de mangrullo, pusimos una escalera que me ocupé
personalmente de tapar con hojas de higuera. Cuando terminamos, casi dos horas después, mi papá, (que por cierto siempre fue un hombre de pocas palabras) me
dijo:
-Ahora puedes traer a quien quieras, pero cuando se vayan, tú y yo vamos a hablar, largo y tendido.
El resto de la historia es predecible. Aunque mi amigo comprobó que había exagerado un poco, no pudo negar que lo que yo había dicho era la pura verdad. Y esa
tarde, hasta jugamos un rato a los soldados e indios.
Pero a la noche, tuve una charla que no pude olvidar, aún con el paso de los años.
-Lo que hiciste estuvo muy mal- dijo mi papá- y por eso, vas a tener penitencia. Esta vez te salvé porque soy tu padre y no quería que pasaras vergüenza. Pero en
la vida, tienes que andar con la verdad, siempre, aunque sea fea o no te guste. La verdad es lo único que te va a ser una persona de bien.
Le pedí perdón y le agradecí por salvarme el pellejo. Pero principalmente por ayudarme a comprender el amor de Dios.
Hoy ya soy un hombre. Y muchas veces, vuelvo a meter la pata. Me equivoco, callo cuando debía hablar o hablo cuando debía haberme callado. Y entonces es
cuando voy a la presencia del Señor y le digo que estoy consciente que me equivoqué, pero que por favor«me construya el fuerte. Le digo que si alguna vez mi
papá lo hizo, El también puede ayudarme a salir del embrollo. Y en más de una madrugada, siento que el Padre me toca el hombro y me dice que de algún modo lo
vamos a arreglar. Y me construye el fuerte. Aunque me haya equivocado, no me deja avergonzar. Paga mis deudas, me saca del lío, saca la cara por mí.
Claro que después tenemos que charlar ´largo y tendidoµ, pero El siempre me ayuda a arreglar esos errores que me devastan el alma.
Si a lo mejor te equivocaste feo, o volviste a caer en eso que prometiste no volver, o si te alejaste de El e hiciste cosas que te da vergüenza solo de contarlas. Yo
se que es bíblico el tener que asumir las consecuencias, pero también se que infinidad de veces, El puede transformar tus errores en algo bueno. El es capaz de
tapar el error. De protegerte de la vergüenza. De tenerte una solución antes que amanezca.
No te lo olvides nunca.
El es un gran constructor de fuertes.

c 

  
Durante dos años de mi adolescencia trabajé en la carpintería con mi padre. Cargué tablones, ayudé a fabricar muebles de
estilo, aspiré aserrín en cantidad industrial y me rebané parte de dos dedos de la mano derecha con una moladora. Durante
ese tiempo, le pregunté a mi padre si le gustaba su oficio. ³¿Quién trabaja de lo que gusta?´, me dijo, y agregó: ³mi sueño era
ser el dueño de una ferretería, pero nunca se dio´. Fin del diálogo. El siempre fue un hombre de pocas palabras, trabajador, de
esos que llegan a la fábrica media hora antes de las seis de la mañana y solo se detienen para tomar un café al mediodía. A la
hora de mantener una familia, no hay había mucho tiempo para cuestionarse las profundidades de la vida.
Al poco tiempo, empecé a enviar mis dibujos a algunas editoriales. Algunas muy amables me contestaban que por el momento
era imposible, y otras, me ignoraban por completo. Finalmente, un flamante periódico que acaba de salir, me concedió una
entrevista. Presenté mis bocetos y me contrataron por unos treinta dólares mensuales. Era el primer sueldo que ganaba como
fruto de mi propio talento, por aquello que si me gustaba hacer y que estaba lejos del aserrín de la carpintería. Ese dinero tenía
otro sabor, digo, me lo había ganado en buena ley, dibujando, creando sobre el papel blanco. Era el pago por una tira cómica
titulada ³El mosquito Mel´; hoy mis hijos se ríen de mi primer personaje de ficción. A partir de allí pasé por varias publicaciones
más y de a poco fui aprendiendo el oficio del diseño gráfico y hasta hice mis primeros pasos con algunas notas periodísticas.
Por aquel entonces tenía 16 años, y fue cuando por primera vez estuve consciente que quería comprar mi libertad. Cuando me
dije que si lograba capitalizar mi talento, ya no tendría que trabajar para otros, o aceptar que alguien decidiera cuánto valía una
hora de mi tiempo.
-Algún día voy a comprar mi libertad ±me repetía mi mismo subiendo al tren.
Yo no quería enterrar mi sueño, como la ferretería de mi papá. Mi paranoia era trabajar por el resto de mi vida en algo que no
me gustaba, con un sueldo escuálido, y soñando con lo que no pudo haber sido.
Así que, seguí aprendiendo un poco de todo, en silencio. ‰edacté mis primeras notas, aprendí a hacer copetes, volantas, a
titular, a colocar epígrafes. Diseñaba a la vieja usanza (con las galeras de texto que venían desde la imprenta) y me quedaba
tiempo para dibujar, que era por lo único que en definitiva, me pagaban.
Con el correr del tiempo, descubrí que si había logrado que me pagaran algo por lo que yo sabía hacer, algún día, quizá podía
independizarme y tener más tiempo para servir a Dios, sin presiones económicas o de horarios. En pocos meses, diseñaba
casi la mayoría de las publicaciones cristianas y escribía en casi todas, además de seguir dibujando. Paralelamente a eso,
crecía nuestro ministerio con la juventud desde la radio y los primeros estadios, historia ya conocida. Me costó casi dos
décadas comprar mi propia libertad. Tener el tiempo y los recursos para administrarlos en la forma que Dios me dijera. Y
siempre le digo a los jóvenes que todos pueden hacerlo. Si no es ahora, dentro de un tiempo, pero todos tienen la misma
posibilidad. ³El don del hombre le abrirá caminos, y lo sentará delante de los grandes´, dice Proverbios. Se refiere a aquello en
lo que tu crees que eres bueno. Aquello que sabes hacer, y puede hacerte comer del fruto de tus propias manos.
³El que descubre su don, nunca más vuelve a trabajar´ me dijo una vez un amigo de Los Ángeles. Es decir, lo que hagas para
ganarte la vida, ya no lo tomas como un trabajo o una carga, sinó como un escalón más hacia tu visión, tu destino en la vida.
Hoy soy un hombre libre, en el amplio sentido de la palabra. Vivo de lo que me gusta hacer, me pagan muy bien por ello, y
dispongo de tiempo para invertirlo en el ‰eino. Disfruto llegar cansado a la cama, como producto de hacer lo que nací para
hacer. Aquello para lo que fui creado.
Pero hay veces, que el trajín de lo cotidiano me lo hace olvidar.
Y es entonces cuando hago un ejercicio saludable: me detengo a mirar a toda esa gente que cada mañana sale a trabajar en lo
que quizá no le gusta. Miro a aquellos que también aspiran el aserrín de una vida que no eligieron, esperando el día en que
ganen la libertad. Hacen aquello que no los hace felices, mientras sueñan con ser otra cosa. Los veo colgarse de los trenes,
apretujarse en el subterráneo o esperar bajo la llovizna helada el colectivo de las siete de la tarde que los dejará en casa dos
horas mas tarde.
Siempre me pregunto cuántos finalmente lo lograrán y siempre llego a la misma conclusión: los que tienen a Dios juegan con
ventaja. Si se atreven, ellos pueden lograr que su propio don los lleve lejos, les abra caminos.
El verdadero juego de la vida es lograr encontrar el propósito del porqué naciste. Luego, todo es más fácil, la cotidianeidad no
se te hace cuesta arriba, porque ahora ya tienes un norte, un puerto a donde arribar.
Durante muchos años, estuve bajo jefes, de los buenos, y de los otros. Hostiles, déspotas, condescendientes, afables,
abusadores y gente que me subestimaba hasta el hartazgo, demostrándomelo cada semana. Pero como el célebre Tío Tom de
Mark Twain, me mantenía el pensar: ³Estoy caminando hacia mi libertad, tengo talento, se que puedo lograrlo, si me esfuerzo y
agacho la cabeza por ahora, algún día me pagarán lo que yo quiera valer´. Un norte. Un sitio donde llegar. Una visión. Un
sueño de libertad.
Hace veintidós años atrás, mirando las vías del tren, decidí cambiar mi herencia y ganar la licencia de soñar sin presiones. Fue
en ese preciso momento, cuando cambié el aserrín por la libertad.

c  
Un muchachito con una túnica de colores que sus hermanos detestan, esta por pasar a la historia grande. Dice soñar cosas
extrañas y visionar lo que otros no ven. Es un soñador loco. Lo van a arrojar en una cisterna y lo venderán como un esclavo.
Pero dentro de unos años, ese muchachito abrirá los graneros para darles de comer a aquellos que hoy lo odian y lo celan. El
estilo Dios envía a esclavos al gobierno como algo natural. Un grupo de soldados atrincherados se burlan del pastorcito "bueno
para nada". Opinan que es muy pibe para muchas cosas. "No sabe nada de la guerra" -dice uno de sus propios hermanos.
Alguien le dice que vuelva a casa, que esto no es para niñitos. Pero en unas horas, "el niñito" derrotara al gigante filisteo de un
piedrazo y le cortara la cabeza. Y no se detendrá hasta llegar a la corona, aunque tenga que esquivar unos cuantos, Saúl en el
camino. El estilo Dios pone a principiantes en el trono, como cosa de todos los días.

Los vecinos de una ciudad llamada Capernaúm dicen que ese pescador es un bruto sin estudio y que no tiene futuro más allá
de las redes de pesca. Es la fuerza bruta del barrio. Llámenlo para empujar un auto, levantar un poste caído, o cuando la
vecina de al lado quedo encerrada y hay que romper la puerta de un puñetazo. "Pero no lo llamen para nada mas importante",
dicen. Lo que no saben, es que en tres años, el pescador sanará a los enfermos con la sombra y será el conferencista ante
cinco mil asistentes. El estilo Dios coloca a pescadores frente a las multitudes como parte de la rutina. Se orina en la cama y no
tiene dotes para llegar demasiado lejos. Apenas toca anónimamente un acordeón que casi no puede sostener. El clásico pibe
bueno de iglesia que solo se recuerda al volver a mirar una foto amarillenta de hace muchos años. El típico muchacho del cual
uno se pregunta "che, que fue de la vida de....?". Pero en unos años va a revolucionar la adoración en todo Latinoamérica. El
estilo Dios coloca a gente desapercibida en las bateas de todo el mundo.

Tiene complejos de ser muy flaco y ni siquiera pudo terminar la secundaria. Está lleno de traumas y tal vez, con un poco de
suerte, se dedique a dibujar en algún tablero olvidado del galpón. No tiene condiciones para líder, ni siquiera para tener
amigos. Jamás fue a un estadio, porque no sabe patear una pelota y nunca pudo jugar bien al fútbol. Pero en unos años, irá a
los estadios más grandes de su país, solo para predicar. El estilo Dios envía a acomplejados y desapercibidos a las ligas
mayores. Y hay cientos de historias más, que nos llegan por carta o por correo electrónico. "Estoy revolucionando mi ciudad",
"estoy marcando la diferencia en mi colegio", "Formamos una banda musical", "Conduzco un programa de radio", "Sacamos
una revista", "Grabamos un disco". Todos, absolutamente todos, no tenían demasiadas condiciones para ser elegidos. Pero los
tocó el estilo Dios y están marcando la historia a fuego. Soñadores. Buenos para nada. Brutos. Clásicos pibes buenos.
Acomplejados. Todos ellos están tocados por el estilo Dios. Son los del banco de suplentes que ni siquiera aparecen en las
tapitas de las gaseosas, pero que en el último partido, entraron e hicieron un golazo en el final del segundo tiempo. Tomaron a
los fotógrafos y a las cámaras de televisión completamente desprevenidos; es que solo estaban enfocando a las grandes
figuras. Los comentaristas se reúnen para preguntarse si alguien conoce a ese goleador debutante o si tiene alguna
trayectoria. Es que el inconfundible estilo Dios no busca jugadores en los grandes equipos europeos. Tampoco los importa de
Brasil. El estilo Dios observa a las inferiores y los pasa sin escalas desde la "C" a la primera división.

Es fascinante saber que El elige zarzas en lugar de pinos y cipreses. Es increíble saber que el Director Técnico de la Selección
mayor, observa el pequeño equipo de barrio. Es sorprendente saber que en unos meses...la última generación, hará historia.
¬   ¬
    
Ml le propone matrimonio en un arrebato de pasión y tal vez verdadero amor. Alguien decide que finalmente se dedicará a su verdadera carrera y vocación: la
medicina. Ella deja sus distracciones atrás, e ingresa al Instituto Bíblico con el propósito de prepararse para misionar en algún remoto lugar del mundo. Un
adolescente toma la decisión de ser el mejor en el fútbol, y a partir de ahora, trabajará muy duro para lograrlo. Los dos esposos finalmente concuerdan en que ella
no debe abortar, y tendrán a ese hijo. Todos tienen un denominador común: decisiones fundamentales que ahora parecen sencillas, pero afectarán su propio futuro
e inconscientemente, el de los demás.

El primero dejará de ser un soltero sin preocuparse por cuál jean usará el sábado, para transformarse en el eje de una familia. Otro salvará cientos de vidas en un
hospital, desde una sala de emergencias. La chica que una vez decidió prepararse en el Instituto, ahora predica en un rincón de Nueva Guinea. El otro es un
reconocido futbolista y acaba de firmar un contrato millonario para jugar en Italia. La pareja que una vez decidió no abortar, hoy escucha a su hijo dar su discurso
presidencial desde la Casa Blanca. Decisiones que causan un golpe cósmico en algún lugar. Decisiones que afectarán generacionalmente a otros. Pequeñas
decisiones que pasarán desapercibidas para cualquier escritor de grandes acontecimientos, pero que con el correr del tiempo, se transformarán en historia
grande. Yo tengo una historia, que habla de esas "sencillas" decisiones. Era una fría mañana de mayo, y el hombre pasaba el cumpleaños más triste de toda su
existencia. Cumplía sus primeras cinco décadas de vida y el saldo no era favorable. Su esposa había enfermado hacía unos cuantos años. No importaba cuántos,
habían sido eternos. El hombre, de oficio carpintero, había visto cómo gradualmente el cáncer se llevaba lentamente a la compañera de casi toda una vida. Era una
enfermedad humillante. ¿Cuándo fue la última vez que éste hombre de manos rústicas había dormido toda la noche? Casi no lo recordaba. Todo se había
transformado en gris desde que el maldito cáncer llegó a casa. Su esposa no tenía el menor parecido con la foto del viejo retrato matrimonial que colgaba sobre la
cama. Ahora solo era un rostro cadavérico, níveo, sin color y por debajo del peso normal de cualquier ser humano.

"-Usted es una señora adulta- había dicho el médico-, váyase a casa, y... espere.".

El hombre, temperamental y de manos rudas, sabía lo que había de esperar. Lo inevitable. Aquello que le arrebataría su esposa y la madre sus cuatro hijos. Sin
piedad, sin otorgarle unos años más de gracia. El putrefacto aliento de la muerte parecía llenar la atmósfera con el pasar de los días. La bebida era como una
anestesia para el viejo carpintero. Por lo menos, por unas horas no estaba obligado a pensar. Por el tiempo que durara la borrachera, tendría un entretiempo en
medio de una vida que no le daba tregua. Había cualquier tipo de alcohol diseminado por toda la casa; en el armario, la heladera, el garage, el galpón, y hasta una
botella en el aserrín de un viejo y enmohecido barril. Este era su cumpleaños. El hombre festejaba un año más de vida y un año menos junto a su esposa.

El gemido de su esposa lo despertó del letargo."-Recuerda- dijo suavemente la mujer- que hoy estamos invitados a ir a esa iglesia..."

El hombre hizo un gesto de disgusto. El había sido luterano desde su niñez y hacía años que no pisaba una iglesia. Apenas recordaba algunas canciones religiosas
en idioma alemán que se entonaban en su Entre Ríos natal. Pero el pedido de su mujer no era una opción, era un ruego desesperado. Tal vez el último deseo de
quien lucha cuerpo a cuerpo con el tumor que se empecinó en invadirlo todo. Un último intento por acercarse a Dios antes de partir para siempre. El carpintero de
las manos rudas y aliento a bebida blanca, asintió con la cabeza. Irán a esa iglesia que su hijo mayor les había hablado. Estaba un poco lejos, pero cuando el cáncer
se instala en un hogar, a nadie le importa el tiempo. Ya nadie duerme en la casa del carpintero. Esa noche, la del cumpleaños, el matrimonio llegó con sus dos hijos
menores a la remota iglesia evangélica de algún barrio de Del Viso, Buenos Aires. El se apoyó en la pared del fondo y oyó el sermón.

"-Linda manera de festejar el cumpleaños" - habrá pensado.

Pero continuó allí con profundo respeto, viendo como su esposa lloraba frente al altar. El casi no oyó el mensaje, pero presintió que debía acompañar a su mujer, y
lentamente, el hombre que escondía botellas de alcohol en el aserrín, pasó al frente. Los dos tomaron una decisión. Aceptaron a Cristo como su suficiente
Salvador. Una sencilla decisión que no pareció demasiado histórica, y estoy seguro que muy pocos, esa noche, se percataron del carpintero y su enferma esposa.
Pero a ellos le cambió la vida para siempre. Ella observó cómo el cáncer retrocedía lentamente hasta transformarse milagrosamente en un mal recuerdo. El
hombre se deshizo de todas las botellas de alcohol y jamás volvió a tomar. Lo que comenzó como un mal día, terminó con una decisión que afecta el futuro para
siempre. A propósito, la historia es real y ocurrió un primero de mayo de 1975. El carpintero de las manos rudas jamás se hubiese imaginado que debido a su
buena decisión, no sólo se sanaría su esposa, sino también, algún día afectaría a sus hijos. Su hijo menor, que por aquel tiempo tenía siete añitos, hoy le predica a
cientos de jóvenes y entre otras cosas, escribe esta nota.

Eso es a lo que yo llamo una decisión generacional. Miles son afectados por un sencillo paso al frente. Cuando decidas a qué te vas a dedicar, con quién te vas a
casar, o sencillamente pases al frente de algún altar a tomar un nuevo compromiso con el Señor, recuerda que estás escribiendo la historia. La tuya y la de los
demás. Hace poco les dije a mis padres que estaba profundamente agradecido por aquel gris primero de mayo en el que tomaron la decisión más radical de sus
vidas. Les dije que cada joven que llegaba a oír mis mensajes, también le estaban agradecidos. Y les dije, además, que siento una tremenda responsabilidad, cuando
tomo una de esas "sencillas" decisiones como por ejemplo, el escribir esta nota. Porque nunca sé a quiénes y a cuántos estoy afectando. Aunque de algo estoy
completamente seguro: a cada minuto de nuestras vidas, escribimos la historia.

¬  
 
Durante algunos años, tuve la fortuna que me invitaran para predicar en algunas reuniones dominicales del servicio hispano de
La Catedral de Cristal de Los Ángeles. Allí conocí a su anfitrión, el genial Pastor Juan Carlos Ortiz. Acaso el mejor predicador
que ha dado América latina en muchísimo tiempo. Su sabiduría está intacta, su don de gente sigue siendo su principal adjetivo.
Sus mensajes son tan demoledores y profundos como lo eran en los tumultuosos años setenta, cuyos casetes eran buscados
como el oro y copiados a granel bajo cuerda, a pesar que estaban proscriptos por la iglesia tradicional de aquel entonces. Pero
no fueron sus mensajes los que lograron subyugarme, sino esas charlas íntimas que logramos tener en mis visitas a su
imponente iglesia, a finales de los noventa. No fueron muchas, tres para ser exactos. Una en su oficina, otra en una cena en
una marisquería y la más reciente en un asado que el mismo Juan Carlos me preparó en su casa de retiro en las montañas de
California. Todo un honor.
Sería imposible transcribir toda la sabiduría que este hombre emana en conversaciones que parecieran surgidas como al
descuido. Pero recuerdo los tres consejos más valiosos y significativos que pudo darme. De hecho, los he transformado en mi
código de honor, mi estandarte de integridad. Los he guardado hace casi diez años, como mis tres preciados tesoros de
sabiduría. Pero no los leas a la ligera. Si te es posible, memorizálos, atálos a tu cuello, escribílos en las tablas de tu corazón.
Son palabras sencillas, pero demasiado profundas para leerlas una sola vez. Indudablemente, estos tres consejos de Juan
Carlos, son las últimas palabras que me gustaría decir antes de bajar al sepulcro. O la herencia que quisiera dejarles por
escrito a mis hijos, para que también hagan de ellos su bandera en la vida ministerial.
El primer consejo me lo dijo en medio de un diálogo donde por aquel entonces yo le planteaba que estaba inmerso en un mar
de críticas. De esas despiadadas, que solemos emitir los cristianos en contra de otros pares, sin medir las consecuencias y lo
que es peor, sin importarnos la motivación ajena. ‰ecuerdo que a pesar que realizábamos cruzadas multitudinarias, no lograba
sentirme querido por mis consiervos.
-¿Te están dejando fuera del círculo? ±me preguntó mirándome a los ojos.
-Algo así. No me lo han dicho, pero puedo sentirlo.
-Entonces voy a decirte lo mismo que el Señor me dijo a mi cuando también me sentí fuera: ¡Haz un círculo más grande y
mételos adentro!
Tan sencillo y rotundo como eso. Si quieren dejarme fuera, de todos modos decido amarlos e incluirlos en mi vida. Aunque
algunos no lo merezcan o no les interese. Mi estilo de vida es agrandar el círculo. Independientemente de la opinión que otros
tengan acerca de mi.
El segundo gran consejo fue cuando le pregunté si al sentirse rechazado (como todo pionero, Juan Carlos fue duramente
atacado por la Iglesia tradicional, hace muchos años) si acaso no sentía ganas de reclamarle al Señor el tener que pagar un
precio tan alto por haberse jugado por una visión.
-Una vez fui al Señor con esa misma queja ±me confesó- le mencioné que algunos hermanos no me amaban y me rechazaban.
Fue allí cuando El me dijo: ³Tranquilo, Juan Carlos, yo di mi vida en la cruz para que me amaran a mi, y no a ti´. ¿Entiendes mi
querido? ¡El nunca prometió que te amarían a ti! Cuando realmente estés consciente de eso, lograrás sacarte un gran peso de
encima. No tendrás una fuga de energía pensando en todos aquellos que no te aman, porque tu meta no será que te acepten a
ti, sino al Señor. El tercer consejo, no sonaba como tal, más bien era una pregunta que recurrentemente Juan Carlos me hacía
cada vez que visitaba la Catedral.
-¿Ya hiciste la lista de personas con las que estás dispuesto a fracasar?
Esa era una pregunta movilizadora, inquietante. A nadie le gusta fracasar, muchos menos a un líder. Esa no es la pregunta que
alguien quisiera oír. Queremos saber como tener éxito, pero no nos importa saber con quienes nos va a ir mal.
-¿Por qué debería fracasar? ±pregunté incrédulo.
-Porque si no decides con quienes te va a ir mal, lo más probable es que seas un híbrido que le termines agradando a todo el
mundo y nunca lograrás dejar una huella en la historia. Yo decidí que quiero fracasar con los religiosos, estoy consciente de
eso, hasta tengo una lista de quienes son y eso hace que no me lastime. Por el contrario, me hace bien para mi salud
emocional y espiritual. No fracaso con ellos porque hice algo mal, o ni siquiera porque ellos lo han determinado. Es mi propia
decisión. Contundente. Frontal. Fue allí cuando me di cuenta que finalmente ese día llegaría para mi ministerio. El momento de
inflexión en que debería elegir entre conformar a todos y salir a explicar cada visión que Dios me daba, o hacer lo
encomendado, sabiendo en quienes y en qué estoy enfocado.
-De todos modos, aquellos con quienes tú decidas fracasar, siempre serán parte de tu familia, al fin y al cabo, les guste o no les
guste, te tendrán que aguantar. Es como cuando uno no quiere un cuñado, o un primo, pero en los cumpleaños o en las
navidades, el siempre estará allí, sentado a la mesa. Es familia, y eres parte de ella, aunque les desagrades a algunos. Tu
preocupación debiera ser que a causa tuya, no se pierda algunos de los de afuera, no te preocupes por los de adentro, ellos ya
están salvos. Enfócate en la gente correcta, en los que estén alineados en tu visión. £  
     
 
 
   

   


    
               


    
 
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Ml le propone matrimonio en un arrebato de pasión y tal vez verdadero amor. Alguien decide que finalmente se dedicará a su verdadera carrera y
vocación: la medicina. Ella deja sus distracciones atrás, e ingresa al Instituto Bíblico con el propósito de prepararse para misionar en algún remoto
lugar del mundo. Un adolescente toma la decisión de ser el mejor en el fútbol, y a partir de ahora, trabajará muy duro para lograrlo.
Los dos esposos finalmente concuerdan en que ella no debe abortar, y tendrán a ese hijo. Todos tienen un denominador común: decisiones
fundamentales que ahora parecen sencillas, pero afectarán su propio futuro e inconscientemente, el de los demás.
El primero dejará de ser un soltero sin preocuparse por cuál jean usará el sábado, para transformarse en el eje de una familia. Otro salvará cientos
de vidas en un hospital, desde una sala de emergencias. La chica que una vez decidió prepararse en el Instituto, ahora predica en un rincón de Nueva
Guinea.
El otro es un reconocido futbolista y acaba de firmar un contrato millonario para jugar en Italia. La pareja que una vez decidió no abortar, hoy
escucha a su hijo dar su discurso presidencial desde la Casa Blanca. Decisiones que causan un golpe cósmico en algún lugar. Decisiones que
afectarán generacionalmente a otros. Pequeñas decisiones que pasarán desapercibidas para cualquier escritor de grandes acontecimientos, pero
que con el correr del tiempo, se transformarán en historia grande.
Yo tengo una historia, que habla de esas "sencillas" decisiones. Era una fría mañana de mayo, y el hombre pasaba el cumpleaños más triste de toda
su existencia. Cumplía sus primeras cinco décadas de vida y el saldo no era favorable. Su esposa había enfermado hacía unos cuantos años. No
importaba cuántos, habían sido eternos. El hombre, de oficio carpintero, había visto cómo gradualmente el cáncer se llevaba lentamente a la
compañera de casi toda una vida. Era una enfermedad humillante. ¿Cuándo fue la última vez que éste hombre de manos rústicas había dormido toda
la noche? Casi no lo recordaba. Todo se había transformado en gris desde que el maldito cáncer llegó a casa. Su esposa no tenía el menor parecido
con la foto del viejo retrato matrimonial que colgaba sobre la cama. Ahora solo era un rostro cadavérico, níveo, sin color y por debajo del peso
normal de cualquier ser humano.
"-Usted es una señora adulta- había dicho el médico-, váyase a casa, y... espere.".
El hombre, temperamental y de manos rudas, sabía lo que había de esperar. Lo inevitable. Aquello que le arrebataría su esposa y la madre sus cuatro
hijos. Sin piedad, sin otorgarle unos años más de gracia. El putrefacto aliento de la muerte parecía llenar la atmósfera con el pasar de los días. La
bebida era como una anestesia para el viejo carpintero. Por lo menos, por unas horas no estaba obligado a pensar. Por el tiempo que durara la
borrachera, tendría un entretiempo en medio de una vida que no le daba tregua. Había cualquier tipo de alcohol diseminado por toda la casa; en el
armario, la heladera, el garaje, el galpón, y hasta una botella en el aserrín de un viejo y enmohecido barril. Este era su cumpleaños. El hombre
festejaba un año más de vida y un año menos junto a su esposa. El gemido de su esposa lo despertó del letargo."-Recuerda- dijo suavemente la
mujer- que hoy estamos invitados a ir a esa iglesia..."
El hombre hizo un gesto de disgusto. El había sido luterano desde su niñez y hacía años que no pisaba una iglesia. Apenas recordaba algunas
canciones religiosas en idioma alemán que se entonaban en su Entre Ríos natal. Pero el pedido de su mujer no era una opción, era un ruego
desesperado.
Tal vez el último deseo de quien lucha cuerpo a cuerpo con el tumor que se empecinó en invadirlo todo. Un último intento por acercarse a Dios antes
de partir para siempre. El carpintero de las manos rudas y aliento a bebida blanca, asintió con la cabeza. Irán a esa iglesia que su hijo mayor les
había hablado. Estaba un poco lejos, pero cuando el cáncer se instala en un hogar, a nadie le importa el tiempo. Ya nadie duerme en la casa del
carpintero.
Esa noche, la del cumpleaños, el matrimonio llegó con sus dos hijos menores a la remota iglesia evangélica de algún barrio de Del Viso, Buenos Aires.
El se apoyó en la pared del fondo y oyó el sermón.
"-Linda manera de festejar el cumpleaños" - habrá pensado.
Pero continuó allí con profundo respeto, viendo como su esposa lloraba frente al altar.
El casi no oyó el mensaje, pero presintió que debía acompañar a su mujer, y lentamente, el hombre que escondía botellas de alcohol en el aserrín,
pasó al frente. Los dos tomaron una decisión. Aceptaron a Cristo como su suficiente Salvador. Una sencilla decisión que no pareció demasiado
histórica, y estoy seguro que muy pocos, esa noche, se percataron del carpintero y su enferma esposa. Pero a ellos le cambió la vida para siempre.
Ella observó cómo el cáncer retrocedía lentamente hasta transformarse milagrosamente en un mal recuerdo. El hombre se deshizo de todas las
botellas de alcohol y jamás volvió a tomar. Lo que comenzó como un mal día, terminó con una decisión que afecta el futuro para siempre.
A propósito, la historia es real y ocurrió un primero de mayo de 1975. El carpintero de las manos rudas jamás se hubiese imaginado que debido a su
buena decisión, no sólo se sanaría su esposa, sino también, algún día afectaría a sus hijos. Su hijo menor, que por aquel tiempo tenía siete añitos, hoy
le predica a cientos de jóvenes y entre otras cosas, escribe esta nota. Eso es a lo que yo llamo una decisión generacional. Miles son afectados por un
sencillo paso al frente. Cuando decidas a qué te vas a dedicar, con quién te vas a casar, o sencillamente pases al frente de algún altar a tomar un
nuevo compromiso con el Señor, recuerda que estás escribiendo la historia. La tuya y la de los demás. Hace poco les dije a mis padres que estaba
profundamente agradecido por aquel gris primero de mayo en el que tomaron la decisión más radical de sus vidas. Les dije que cada joven que
llegaba a oír mis mensajes, también le estaban agradecidos.
Y les dije, además, que siento una tremenda responsabilidad, cuando tomo una de esas "sencillas" decisiones como por ejemplo, el escribir esta nota.
Porque nunca sé a quiénes y a cuántos estoy afectando. Aunque de algo estoy completamente seguro: a cada minuto de nuestras vidas, escribimos la
historia.

c   

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil.
Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. hijo y su esposa se cansaron de la
situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente". "Derrama la leche hace ruido al comer y tira la comida al
suelo". Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la
familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos su comida se la servían en un plato de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las
únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el
suelo. Le pregunto dulcemente: "¿Que estás haciendo?"
Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos."
Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomo gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupo un lugar en la mesa
con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse mas, cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se
ensuciaba el mantel. Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que
absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitaran esa actitud por el resto de sus
vidas.
Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores
sabios y modelos a seguir.
He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito
enredadas. He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
He aprendido que aun cuando me duela, no debo estar solo.
He aprendido que aun tengo mucho que aprender y que debes pasar esto a todos los que te importan.
Yo acabo de hacerlo. La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca como los hiciste sentir. No olvidemos nunca de donde venimos ni a
donde vamos, Dios no hace acepciones de persona, el hace llover sobre buenos y malos, hace salir un sol sobre buenos y malos, por lo tanto
valorémonos unos a otros no importando nuestras condiciones, social, económica, física y mental sino mirándonos siempre con ojos de misericordia
y amor, respetándonos unos a otros. 

  



Mrase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo
habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar. Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la
visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta. Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y
estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana. El anciano estaba cada vez más débil,
y los hijos lo visitaban cada vez menos.
³ No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me convierta en una carga.
Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió
que le diera un cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera. El anciano se llevó
el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron
con los pies.
³ ¿Qué hay en ese cofre? preguntaron, mirando bajo la mesa.
³ Oh, nada -respondió el anciano-, sólo algunas cosillas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo.
³ Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.

Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La
primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, y lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo reemplazó el segundo hijo, y la semana
siguiente acudió el mayor. Así siguieron por un tiempo. Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues sabían
que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando terminó la ceremonia, buscaron en
toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.
³ ¿Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad hacia sus hijos!

³ Pero, ¿qué podía hacer? -preguntó tristemente el segundo hijo-. Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el
final de sus días.

³ Estoy avergonzado de mí mismo -sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento
que él nos enseñó cuando éramos pequeños.

Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo
hasta vaciar el cofre. Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo:
´Honrarás a tu padre y a tu madreµ.
¬  
Había una vez tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas.
El primero dijo:- "Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y
tallados finos; todos verán mi belleza".

El segundo árbol dijo: - "Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré a los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos
los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mí fortaleza, destreza sobre las aguas y mi poderoso casco".
Finalmente el tercer árbol dijo: "Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles en el bosque. La gente me verá en la cima de la
colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos, y en cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el más grande árbol de todos los
tiempos y la gente siempre me recordará."

Después de unos años de que los árboles oraran para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde ellos estaban.
Cuando uno vio al primer árbol dijo: - "Este parece un árbol fuerte, creo que podré vender su madera a un carpintero", y comenzó a cortarlo. El
árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros. El otro leñador dijo mientras observaba al
segundo árbol: - "Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que
estaba en camino a convertirse en una poderosa embarcación. El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues sabía que
si lo cortaban, su sueño nunca se volvería realidad. El leñador dijo entonces: - "No necesito que el árbol que corte tenga alguna característica
especial, así que tomaré este". Y cortó al tercer árbol. Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para
animales, y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado. El segundo árbol fue cortado
y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar, y fue puesto en un lago. Y vio como sus
sueños de ser una gran embarcación cargando reyes había llegado a su final. El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la
oscuridad de una bodega.
Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces un día un hombre y una mujer llegaron al
pesebre. Ella dio a luz un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber
podido tener una cuna para su bebe, pero esta cumplía su labor y protegió al bebé. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que
había contenido el más grande tesoro de la historia. Años más tarde, un grupo de hombres entraron en la balsa en la cual habían convertido al
segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua una gran tormenta se desató y el árbol pensó
que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, este se levantó y dijo: - "Calma! Quédate
quieto!", y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento El segundo árbol se dio cuenta de que llevaba al Rey de reyes y Señor de señores
navegando sobre él.

Finalmente, un tiempo después alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue llevado un viernes por las calles al mismo tiempo que la
gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para
morir crucificado allí. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta de que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la
cima de la colina, y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él. Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a
tus planes, debes saber que siempre Dios tiene un plan para ti. Si pones tu confianza en él, te dará grandes regalos a su tiempo. Recuerda que cada
árbol obtuvo lo que pidió, sólo que no en la forma en que pensaban. No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, sólo sabemos que sus
caminos no son nuestros caminos pero... siempre son los mejores

 

Cuenta la historia que un niño que estaba en el cielo junto con otros niños, transbordaron un avión junto con otros niños, con destino al mundo. Este
niño ansioso por nacer, por venir a la tierra y amar a sus padres, un día se encuentra en el mismo vuelo a un niño que sufría mucho, porque no
quería nacer. Entonces el niño entusiasmado y ansioso por nacer le pregunta al niño triste: -¿por qué estás tan triste?- El niño triste le responde: -
es que no quiero nacer, porque voy a nacer en una familia pobre y voy a sufrir mucho y voy a padecer hambre y prefiero quedarme aquí en vez de
irme a sufrir allá-.
Y el niño entusiasmado por nacer lo alienta y le dice que no se preocupe, que el va a nacer en una familia de mucho dinero, de buena posición -...y
cuando nazca me voy a hacer tu amigo para ayudarte y le voy a decir a mis papitos que te ayudemos..., pero ya no estés triste que tus papás ansían
tu llegada. ²

Entonces el niño triste se pone contento con la esperanza que el niño entusiasmado le dio. Más tarde, el niño entusiasmado se encuentra a un niño de
piel negrita llorando y le pregunta: -¿por qué lloras?- Y el niño de piel negrita le contesta: -...Porque mi papá nos va a abandonar a mi mamita y a mi..-
- Pero por que?- pregunta el niño entusiasmado. Entonces el niño de piel negrita le contesta: - porque mis papitos son de piel blanca y yo voy a nacer
negrito y cuando mi papi me vea golpeará a mi mamita pensando que le fue infiel por haber nacido negrito y voy a ser muy infeliz...

- No te preocupes,- dice el niño entusiasmado. - Mira que yo voy a nacer en una familia de buena posición, mis papitos van a tener mucho dinero,
además ellos me van a querer mucho y todo lo que yo les pida me lo darán y lo que les voy a pedir es que los ayudemos a que hagan una investigación
y prueba de sangre para que tu papito se de cuenta de que tú eres de él y que tu mamita nunca lo engañó.-

Entonces el niño de piel negrita se quedó muy contento al ver que había encontrado solución para que no sufrieran él y su mamita.
Más tarde el niño entusiasmado, andando por el avión caminando, encuentra otro niño decepcionado y cansado de sufrir y llorar, el niño ansioso y
entusiasmado le pregunta: -que te sucede, por qué estás tan afligido?-

Entonces el tercer niño le responde: - Es que no quiero nacer. -Pero, por qué?- pregunta el niño entusiasmado; y responde el niño afligido: - es que al
momento de nacer mi mamita morirá, ya que será muy difícil el parto y escogerán entre la vida de mi mamita y la mía, ella decidirá por mi vida y ella
morirá y será un gran dolor para mi papito y por la desesperación y el gran dolor de su muerte él se suicidará y yo iré a parar a un lugar a donde
llevan a los niños desamparados y no voy a poder estar con mis papitos y es por eso que no quiero nacer todavía. - Entonces, el
niño entusiasmado le dice: - no te preocupes, mira que cuando yo nazca voy a tener mucho dinero y mis papitos serán tan buenos que les voy a pedir
que ayudemos a tu papá para salir adelante y comprenda que Dios se llevó a tu mamita para que no sufriera y te dio a cambio a ti para que no
estuviera solito y en ti vea el recuerdo de ella y verás que tu papito saldrá adelante y te va a querer tanto como me van a querer a mi ,mis papitos..-
Entonces el niño afligido ahora esperaba con ansias por su llegada al mundo y por poder tener un amigo tan especial como él... Cuando la hora llegó
de su partida para venir al mundo, "el piloto" encargado de enviar a los niños a su destino empezó a llamarlos y el primero que fue al mundo fue el
niño de piel negrita, entonces el niño entusiasmado le grita antes de nacer: -no te preocupes que allá nos veremos y recuerda que te quiero...- El
segundo en partir a venir al mundo fue el niño que nacería pobre, pero él iba contento porque tenía una esperanza y la promesa del niño
entusiasmado y el niño entusiasmado al igual que al otro niño le dijo que allá se verían en la tierra, que no estuviera más triste.

El tercer niño fue el que se le moriría su madre, pero su actitud era positiva ya que el niño entusiasmado iba a ayudar a su papito a reponerse pronto
del dolor y al igual que a los demás, el niño entusiasmado le dijo que se verían en la tierra y que serián los mejores amigos del mundo los cuatro.
Después de haber mandado a los tres niños, el piloto cierra las puertas; entonces el niño entusiasmado grita: -¡Espere Señor, falto yo, falto yo!!! Yo
también quiero ir al mundo para decirle a mi papito cuánto lo amo y agradecerle a mi mamita todo el amor que me dará cuando yo nazca y para que
vean que soy tan bonito como ellos...!, ¡Espere Señor... falto yo!!...- Entonces hubo un gran silencio... Y el piloto le responde:
-lo siento, pero hoy tus padres decidieron no tenerte...-

-Pero es que yo tenía tantas ilusiones de conocer a mis papitos y vieran lo chiquito que soy y que soy parte de ellos, además quería ayudar a mis
amigos, porque no quiero que sufran, es que yo... quería nacer....-

È 

     
Cliente: ¿Si? ¿Estoy llamando al departamento de Atención a Clientes?
Empleado: Así es. Buenos días. ¿En qué puedo ayudarle?
Cliente: Estuve revisando mi equipo y encontré un sistema que se llama AMOR pero no funciona. ¿Me puedes ayudar con eso?
Empleado: Seguro que sí. Pero yo no puedo instalárselo; tendrá que instalarlo usted mismo, yo lo oriento por teléfono, ¿le parece?
Cliente: Sí, puedo intentarlo. No se mucho de estas cosas, pero creo que estoy listo para instalarlo ahora. ¿Por dónde empiezo
Empleado: El primer paso es abrir tu CORAZON. ¿Ya lo localizaste?
Cliente: Sí, ya. Pero hay varios programas ejecutándose en este momento ¿No hay problema para instalar mientras siguen ejecutándose?
Empleado: ¿Cuáles son esos programas?
Cliente: Déjame ver... Tengo DOLORPASADO.EXE, BAJAESTIMA.EXE, CORAJE.EXE y RESENTIMIENTO.COM ejecutándose en este momento.
Empleado: No hay problema. AMOR borrará automáticamente DOLORPASADO.EXE de tu sistema operativo actual. Puede que se quede grabado en tu
memoria permanente, pero ya no afectará otros programas. AMOR eventualmente reemplazará BAJAESTIMA.EXE con un módulo propietario del
sistema llamado ALTAESTIMA.EXE. Sin embargo, tienes que apagar completamente los programas
CORAJE.EXE y RESENTIMIENTO.COM. Estos programas evitan que AMOR se instale adecuadamente. ¿Los puedes apagar?
Cliente: No se cómo apagarlos. ¿Me puedes decir cómo?
Empleado: Con gusto. Ve al menú INICIO e invoca PERDON.EXE. Ejecútalo tantas veces como sea necesario hasta que CORAJE.EXE y
RESENTIMIENTO.COM hayan sido borrados completamente.
Cliente: Ok... listo. AMOR ha empezado a instalarse automáticamente. ¿Es esto normal?
Empleado: Si. En breve recibirás un mensaje que dice que AMOR estará activo mientras CORAZON esté vigente. ¿Puedes ver ese mensaje?
Cliente: Si, si lo veo. ¿Ya se terminó la instalación?
Empleado: Si, pero recuerda que sólo tienes el programa base. Necesitas Empezar a conectarte con otros CORAZONES para poder recibir
actualizaciones
Cliente: Oh, oh... Ya me apareció un mensaje de error. ¿Qué hago?
Empleado: ¿Qué dice el mensaje de error?
Cliente: Dice "ERROR 412 - PROGRAMA NO ACTIVO EN COMPONENTES INTERNOS". ¿Qué significa eso?
Empleado: No te preocupes, ese es un problema común. Significa que AMOR está configurado para ejecutarse en CORAZONES externos, pero no ha
sido ejecutado en tu CORAZON. Es una de esas cosas técnicas complicadas de la programación, pero en términos no técnicos significa que tienes que
"AMAR" tu propio equipo antes de poder "AMAR" a otros.
Cliente: Entonces, ¿qué hago?
Empleado: ¿Puedes localizar el directorio llamado "AUTOACEPTACION"?
Cliente: Si, aquí lo tengo.
Empleado: Excelente, aprendes rápido
Cliente: Gracias.
Empleado: De nada. Haz "click" en los siguientes archivos para copiarlos al directorio MICORAZON: AUTOPERDON.DOC, AUTOESTIMA.TXT, VALOR.INF y
REALIZACION.HTM. El sistema reemplazará cualquier archivo que haga conflicto y entrará en modo de reparación para cualquier programa dañado.
Empleado: De nada. Haz "click" en los siguientes archivos para copiarlos al directorio MICORAZON: AUTOPERDON.DOC, AUTOESTIMA.TXT, VALOR.INF y
REALIZACION.HTM. El sistema reemplazará cualquier archivo que haga conflicto y entrará en un modo de reparación para cualquier programa dañado.
También, debes eliminar AUTOCRITICA.EXE de todos los directorios, y después borrar todos Los archivos temporales y la papelera de reciclaje, para
asegurar que se borre completamente y nunca se active. Cliente: Entendido.
¡Hey! Mi CORAZON se está llenando con unos archivos muy bonitos. SONRISA.MPG se está desplegando en mi monitor e indica que CALOR.COM, PAZ.EXE
y FELICIDAD.COM se está replicando en todo mi CORAZON.
Empleado: Eso indica que AMOR está instalado y ejecutándose. Ya lo puedes manejar de aquí. Una cosa más antes de irme... Cliente:
¿Si?
Empleado: AMOR es un software sin costo. Asegúrate de dárselo, junto con sus diferentes módulos, a todos los que conozcas y te encuentres

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Ryokan es un monje japonés, famoso por su humor en las cosas del espíritu y por la sencillez de su pobreza. Narra este hermoso cuento, en el que
nos recuerda que nuestros mayores sabían ver mas allá de los simples fenómenos naturales y miraban el mundo y la realidad con ojos de fantasía.
Hace muchísimo tiempo, había un mono una zorra y un conejo que vivían juntos como buenos amigos. Durante el día se divertían en los campos y en
los prados y por la noche regresaban al monte. Así transcurrieron varios años. Pero un día el Señor del cielo oyó hablar de ellos y queriendo
comprobarlo con sus propios ojos, se disfrazó de viejo vagabundo y se acercó por aquellas tierras. ´He viajado por valles y montañas, estoy cansado
y me faltan fuerzas. ¿Me podrían dar algo de comer?«. dijo, dejando caer su bastón y sentándose a descansarµ El monito, aprovechando su agilidad,
salió enseguida a buscar frutos de los árboles y se los trajo. La zorra aprovechando su astucia le trajo peces del río. El conejo corrió por los campos
en todas direcciones pero no consiguió encontrar nada. Cuando los tres volvieron, el mono y la zorra se burlaban de el. ´NO SIRVES PARA
NADA ´

El conejo se quedó triste y pensativo. Al cabo de un rato, pidió que el mono fuese a recoger leña y a la zorra que encendiese un gran fuego lo que
hicieron sin tardanza. Entonces el conejo le dijo al anciano: ´Cómeme, por favorµ, y arrojándose al fuego se ofreció en holocausto. Al ver esto el
´viejo vagabundoµ experimentó un profundo dolor, y lloró copiosamente mirando al cielo. Luego, golpeando el suelo con su bastón exclamó:
´Todos merecéis mis alabanzas, pues habéis sido buenos y valientes. No hay ni vencedores ni vencidos, pero la prueba de AMOR del conejo ha sido
excepcionalµ

Y volviendo el conejo a su forma original, llevó su cadáver consigo al cielo y lo enterró en el Palacio de la Lunaµ Y en las noches de luna llena se ve un
conejito. En el taller mas extraño y sublime conocido... se reunieron los grandes arquitectos.. los afamados carpinteros y los mejores obreros
celestiales que debían fabricar al padre perfecto.

- "Debe ser fuerte".. comentó uno.


- "También debe ser dulce".. comentó otro experto.
- "Debe tener firmeza y mansedumbre, tiene que saber dar buenos consejos y tener momentos tiernos en un solo cuerpo".
- "Es fácil".. contestó el ingeniero.. "Solo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo" .
Todos rieron ante la ocurrencia.. cuando se escuchó una voz.. era el Maestro.. dueño del taller del cielo..."Veo que al fin comienzan" ... comentó
sonriendo. - "No es fácil la tarea.. es cierto.. pero no es imposible si ponen interés y amor en ello".

Y tomando en sus manos un puñado de tierra comenzó a darle forma..


- ¿Tierra?.. preguntó sorprendido uno de los arquitectos.
- "Pensé que lo fabricaríamos de mármol.. o marfil.. o piedras preciosas".
- "Este material es necesario para que sea humilde"... contestó el Maestro.

Y extendiendo sus manos sacó de las estrellas oro... y lo añadió a la masa... "Esto es para que en las pruebas brille y se mantenga firme".
Agregó a todo aquello.. amor.. sabiduría.. le dio forma.. le sopló de su aliento y cobró vida.. pero... faltaba algo... pues en su pecho quedaba un hueco.
- "¿Y que pondrás ahí?" preguntó uno de los obreros. Y abriendo su propio pecho.. y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos.. sacó su
corazón.. le arrancó un pedazo... y lo puso en el centro de aquel hueco.
Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón.

- "¿Por qué hiciste tal cosa?".. le interrogó un ángel obrero.. y le contestó el Maestro:
- "Esto hará que me busque en momentos de angustia.. que sea justo y recto.. que perdone y corrija con paciencia.. y sobre todo.. que esté dispuesto
aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo.. por que al final de su largo trabajo.. cuando haya terminado su tarea de padre
allá en la tierra... regresará hasta mí... Y satisfecho por su buena labor.. yo le daré un lugar aquí... en mi reino.. Le extenderé mi mano... descansará
en mi pecho y tendrá Vida Eterna... Pues yo también soy Padre... y por él... por su bien... para otorgarle vida... me arranque del corazón un pedazo de
amor y lo puse en su pecho... para darle perdón... para mostrarle que aunque es duro ser padre... cuando extiendes tus brazos y perdonas... la
recompensa es vida... gozo y amor eterno.

   
 
Todavía ME PARECE ESTAR VIVIENDO el momento de las tres famosas preguntas de la vida. Todos nos las hicimos alguna vez, O, por lo menos, todos
tuvimos alrededor de trece años de edad., y un buen día las tres grandes interrogantes de la vida hacen que cualquier problema de las Naciones
Unidas queden a la altura de un juego de niños. Esfuerza tu memoria y recuerda la mañana en que no te gustó lo que viste en el espejo, y entonces«
las tres preguntas. Aparecen sin aviso y sin que las esperes, Es casi injusto que nuestra tranquila Juventud un día se vea perturbada por tres
sencillas interrogantes que determinarán nuestro futuro: «¿A qué me voy a dedicar?» «¿Con quién me voy a casar?» y «¿Para que Dios me va a
usar?» Trabajo. Matrimonio. Ministerio, Demasiado para una sola mañana. Es posible que te hayas hecho estas preguntas al cumplir tus primeras dos
décadas de existencia, o tal vez en la mitad de tu vida, pero inevitablemente has pasado por esa experiencia. A los trece« o a los cincuenta. Y para
afrontar esas cuestiones, uno debe tener una estima de sí mismo saludable. Y ese no fue mi caso. Tengo varias preguntas que le haré al Señor
cuando llegue al cielo, y ninguna de ellas tiene que ver con lo teológico. Una de ellas es por que razón tuve que padecer tantos complejos durante mi
adolescencia; y aunque para algunos le suene a trivialidad, para mí significó, entre otras cosas, no poder responder a ninguna de dichas tres
preguntas. Por alguna curiosa razón me costaba horrores engordar y gozar de un peso normal, lo que me transformaba en alguien extremadamente
delgado; y si a eso le sumaba una nariz prominente, tenía frente al espejo a un acomplejado con el amor propio hecho trizas. Todos los que pasamos
por la escuela secundaria conocemos la regla número uno de la popularidad: ¡ser un genio en los deportes! A tus compañeros no les interesa si eres
bueno en el examen de Historia o si logras una buena calificación en Trigonometría; lo que realmente impacta es que demuestres que el país esta
gestando un futuro futbolista. Nunca entendí esa teoría estudiantil y mucho menos entendí el fútbol ni ningún deporte que implique un esfuerzo mayor
a levantar un papel del piso; así que, como estarás suponiendo, no fui popular y nunca me eligieron para jugar ningún deporte. A la hora de armar los
equipos de fútbol, siempre quedaba fuera de cualquier posible elección.

Así que yo no podía darme el lujo de pensar a qué iba a dedicarme; estaba demasiado preocupado por mi físico exiguo como para inquietarme por un
oficio, un matrimonio o un ministerio. Nunca olvidare esos días, y tampoco creo que Dios me permitirá hacerlo. Hoy puedo saber perfectamente cómo
sufren las chicas con exceso de peso, los muchachos con anteojos, los demasiados altos para su edad, los de baja estatura, los de dientes con frenos
o los muy delgados como yo. Cuando uno pasa por esas noches de autoestima destrozada, no las olvida con facilidad. Me ha tocado ministrar a
personas con mas de cuarenta años que viven amarradas a complejos del pasado. Son dueños de un potencial increíble, pero las heridas del pasado
(superficiales o profundas) no les han permitido alcanzar la plenitud de sus vidas. Quizás pertenezcas a ese grupo, o conozcas a alguien que sufrió el
ser diferente a la mayoría, pero cualquiera que sea tu situación, espera a que te cuente la historia mas inquietante que jamás hayas oído.
Del palacio al silencio

Esa mañana pudo haber sido una cualquiera. El niño se despertó en su cuna real y alguien le acercó su biberón real. Tenía cinco años de edad y todos
en el enorme palacio decían que sería tan buen mozo como su padre. «Y tan alto como el abuelo», comentaba un cortesano. Era un niño con un futuro
prometedor, hijo del príncipe y nieto del rey, nada menos. Tenía un gran parecido con el Ricky Ricon de Hollywood; todo a sus pies, solo tenía que
pedirlo. Pero esa mañana algo interrumpió el desayuno real de nuestro futuro rey; una tragedia, algo inesperado. De pronto el palacio se transformó
en un caos. Un mensajero con una mala nueva, y después lo impredecible; gritos, estupor y ruidos poco familiares que el niño de cinco años no
alcanzaba a comprender.
ö¡El rey y el príncipe han muerto en la batalla·» El niño no conoce el significado de la noticia, o por lo menos no percibe que su futuro va a cambiar de
rumbo en los próximos minutos; después de todo, el no tiene por qué saber que ahora comenzará la cacería de brujas. Nadie jamás le dijo lo que
podría suceder si su padre y su abuelo murieran el mismo día; es que esas cosas ni siquiera se comentan. .. hasta que suceden. El no entiende que, al
morir el rey, su vida corre un serio peligro, así que no es sorprendente que en medio del alboroto siga jugando con sus juguetes reales. Pero la
nodriza entiende algo más sobre reyes, palacios y herederos al trono; así que toma al niño en sus brazos y corre desesperadamente hacia el bosque.
El muchachito tiene cinco años y no tiene la culpa de que su padre y su abuelo hayan muerto en una batalla, un niñito no merece morir por intereses
monárquicos. Pero hubo un error. Un maldito error que el niño no olvidaría por el resto de su vida. La nodriza tropieza y el principito rueda por el
piso. Un seco öcrac» deja estupefacta a la mujer, y el niño no para de llorar: sus frágiles tobillos están ahora quebrados. Esta no es una historia
justa; el mismo día que queda huérfano de padre y abuelo, abandona el palacio y un tropiezo de quien lo transportaba lo transforma en un tullido, un
lisiado, un minusválido por el resto de su vida.

La historia narra que jamás volvió a caminar y que tuvo que vivir incomunicado en el cautiverio, en un sitio llamado Lodebar, el lugar donde los
sueños mueren y los reyes se transforman en mendigos. Ahora ha pasado algún tiempo y el niño ya no tiene cinco años, posiblemente tiene trece o
diecisiete, o tal vez treinta. Y llega la mañana de las famosas tres preguntas de la vida: trabajo, matrimonio, ministerio. Pero tampoco le gusta lo que
ve en el espejo, y alguien le susurra en el oído que öcarece de méritos para responder a las tres interrogantes. No califica. Se pasó la niñez
observando como otros niños jugaban fútbol, trepaban a un árbol o simplemente corrían detrás de un perro vagabundo. El estaba tullido por un error.
Los muchachos crecieron, tuvieron novias, alardearon sobre las chicas de sus sueños y dieron su primer beso. El apenas si podía imaginarlo, estaba
minusválido porque alguien lo había dejado caer. Su vida social estaba dañada; pudo haber sido un rey que con solo chasquear sus dedos habría
tenido un harén a su alrededor, pero era paralítico« de los pies y del alma. Se llamaba Mefí Bosset.

El relato nos sorprende porque posiblemente todos tenemos una historia triste para contar. Nuestra vida marcha correctamente hasta que un día,
sin anunciarse y sin previo aviso, algo nos quiebra los tobillos y pretende cambiar el rumbo de nuestra vida. La niña descubre que ya no puede
sonreír cuando su padrastro se aprovecha de su infancia y le roba lo mas preciado que una mujer puede tener; un muchacho siente que su corazón
se destroza cuando su prometida lo abandona como si sus sentimientos fueran un juego de naipes; un hombre descubre que su socio lo esta
estafando sin importarle todos los proyectos que tenían en común; una dama descubre que su esposo la engaña desde hace tres años con una mujer
mas joven; una novia se siente morir cuando su prometido pretende manosearla; una esposa se siente violada por su marido en la noche de bodas y
decide tener sexo sin alma por el resto de su vida matrimonial. «Crac». Es el sonido denominador común de todos los casos. Alguien de pronto nos
hace caer, dejándonos tullidos del corazón, paralíticos del alma. Sin duda lo mas doloroso es que en ocasiones las personas de quien mas
dependíamos son las que nos dejaron rodar por el piso. De pronto la frase de una madre exasperada por los nervios nos sentencia en nuestra
adolescencia: «¡Nunca cambiarás!» «¡Inútil!» «¡Torpe!» «¡Tú no eres como tu hermano!»; palabras que nos quiebran los tobillos dejándonos a la vera
del camino. Parecen frases inofensivas y hasta justificadas, pero nos marcan a fuego y en ocasiones pretenden determinar nuestro futuro. Recuerdo
que dibujaba una sonrisa cuando alguno de mis hermanos comentaba: «Dante será cada vez más flaco», y hasta soltaba una carcajada cuando el
profesor de Educación Física se burlaba de mis piernas endebles para los deportes; y también supe disimular cuando un líder me señaló con su largo
dedo índice y sentencio: «Nunca Dios te utilizara, Ml no usa a los rebeldes», pero por dentro sentía que esos «crac» intentaban arrancarme del
palacio y transformarme en mendigo. Claro que mi historia, como la de Mefi Bossct, no tiene un mal final. La Biblia narra en 2 Samuel 9 que una tarde
el rey David (que había relevado en el trono a Saúl) pregunta .si acaso existe alguien de la antigua monarquía, de la casa de Saúl, que pudiese estar
vivo, ya que el rey desea cumplir un viejo pacto hecho con su difunto amigo Jonatán. Alguien cercano al trono, llamado Siba, le comunica al rey David
que, efectivamente, en Lodebar se encuentra el hijo de Jonatan, el nieto de Saúl, alguien a quien le correspondía el palacio« pero que vivía en el
cautiverio. Y entonces ocurre lo impredecible, el rey quiere que busquen a Mefi Bosset y lo traigan a su mesa. David desea devolverle su condición de
príncipe.

Ese día siempre llega para los minusválidos del alma. El vocero del Rey irrumpe un día en tu Lodebar, desenrolla un pergamino y lee en voz alta: «El
edicto real proclama que regresas a tu lugar de origen, pasando por alto tus heridas y complejos. El Rey ha dispuesto que te sientes a la mesa junto a
los demás comensales, a partir del día de la fecha». Aquel que nadie quería en su equipo de fútbol de la secundaria, de pronto pasa a Jugar en las
ligas mayores. El que fue llevado en brazos del palacio al silencio, ahora regresa en brazos del silencio al palacio. Mefi Bosset ha vuelto a casa, a
sentarse a la mesa real, donde las gorditas olvidan su peso y los de baja estatura se sienten gigantes; donde los tobillos cicatrizan y la caída solo es
un recuerdo del pasado.
Cicatrices que perduran No podría terminar este capitulo sin agregar algo fundamental que oí de un hombre de Dios llamado Italo Frígoli: «Las
heridas sanan, pero no te avergüences de la cicatriz; recuerda que hay Alguien que lleva cicatrices en sus manos y no se avergüenza de tenerlas».
Cuando teñía unos quince años me accidenté en una carpintería y me lastime los dedos de la mano derecha; me hicieron una pequeña operación y me
colocaron un yeso. El medico dijo que cuando me quitaran las vendas tendría que ejercitar los dedos hasta recuperar la movilidad normal, y así
sucedió. Pero ocurre algo curioso con mi mano hasta el día de hoy. Cuando hay humedad en la atmósfera, siento un leve dolor en los dedos; la
molestia me recuerda que hace quince años algo le sucedió a mi mano derecha. No hay nada defectuoso en ella, pero en los cambios de temperatura
me doy cuenta de que alguna vieja molestia aún perdura. No hay infección ya que pasó mucho tiempo, pero la marca se hace sentir de tiempo en
tiempo.

Todos los que estuvimos alguna vez en Lodebar hemos sido restaurados en la mesa del Rey, pero nos enojamos cuando regresan los recuerdos del
cautiverio, nos molesta que Dios no nos haya borrado de la mente el día en que alguien nos dejó caer. Ya no esta en el corazón, aunque en ocasiones
regresa a la mente. He orado muchas veces respecto a este tema. Una noche, luego de una reunión que celebramos en Uruguay, el Espíritu Santo me
mostró de manera clara que los cristianos tenemos aproximadamente un año de övida fértil», ese famoso tiempo del öprimer amor», en el cual le
predicamos a todo el mundo. Casi no podemos creer que Dios nos haya rescatado de nuestro Lodebar, así que queremos hacer por otros lo que
hicieron por nosotros; vamos en busca de los Mefi Bossct, de los otros paralíticos del alma. Luego de un tiempo, nos transformamos en religiosos y
nos olvidamos de los quebrados. Los demás tullidos dejan de ser almas necesitadas del amor de Dios para transformarse simplemente en ölos
mundanos», y olvidamos que nosotros también una vez necesitamos de alguien que nos fuera a buscar. Es que la mesa del Rey es tan confortable,
que se nos hace frágil la memoria. Por eso el cambio de clima evoca tu vieja herida. Ese recuerdo del pasado regresa por un instante para que
rememores que mientras lees estas líneas, hay otros que sueñan con volver al palacio y sentarse a la mesa.

El deseo del Rey es que nunca te sientas demasiado cómodo como para desistir de ir a buscarlo.

u  
 
Hay dos áreas personales con las que he luchado gran parte de mi juventud. La primera es la televisión pues siempre me han apasionado los medios
de comunicación en todas sus formas. De hecho, una gran parte de mi adolescencia trabajé como dibujante humorístico y diseñador gráfico de
revistas y periódicos.

Podía pasar más de cinco horas haciendo zapping con el control remoto, recorriendo sistemáticamente más de sesenta canales. Nunca lo consideré
una debilidad, pues calmaba mi conciencia con el argumento de que tan solo estaba informándome. Después de todo, necesitaba desconectarme de
las tensiones diarias. Sin embargo, poco a poco las horas perdidas frente al televisor lograban disipar mi vida de oración. öPuedo manejar esto con
madurez ³decía³, si elijo qué mirar; así nunca tendré problemas con mi vida espiritual». Una noche, luego de apagar el televisor, fui a mi cuarto a
orar y le pregunté al Señor qué me faltaba para que Ml pudiera usarme. Entonces oí una voz en el corazón: öQuiero que ayunes. Pero no un ayuno de
alimentos, sino un ayuno de cosas legítimas».

Eso significaba abstenerme de ciertos öplaceres» que, no necesariamente eran pecado pero sí me eran solicitadas por Dios. Un ayuno de öcosas
legítimas» implica entonces negarse amistades poco convenientes, conversaciones ociosas u horas frente a la pantalla del televisor. Si piensa que
me quejé, está en lo cierto. Después de öexplicarle» al Señor que mirar televisión no es pecado ni tampoco el observar una película me haría
abandonar la oración, y después de esgrimir muchas otras excusas, entendí que Dios deseaba hacerme iniciar mi paso por la cruz ayunando de todo
lo que ocupaba mi valioso tiempo. Valoro mucho los ayunos de alimentos, mas estoy convencido de que no sirve de nada abstenerse de alimentos
todo un día si luego nos öatragantamos» con la televisión o con cualquier otro tipo de distracciones el resto de la semana. Por eso, estar muerto a la
carne significa ser capaz de darlo todo no solo en un ayuno ocasional, sino en toda nuestra vida. Lo segundo por enfrentar fue mi amor desmedido
hacia el ministerio.

El 17 de junio de 1996 viajé a San Nicolás, Buenos Aires, para predicar en una cumbre juvenil. En medio de la oración pedí al Señor me mostrara si aún
quedaba algo que continuara empañando mi comunión con Ml. Fue entonces cuando pude oír claramente: öTu ministerio». Le dije al Señor cuán
agradecido estaba por el trabajo con la juventud y que anhelaba saber si existía algún impedimento para acercarme a Ml. öTu ministerio» ³fueron
otra vez las dos únicas palabras que escuché con claridad. Dios trataba de decirme que mi trabajo en la obra de Dios había ocupado el lugar que le
pertenecía únicamente a Ml. öOh, Señor amado ³oré³ he luchado con mis complejos gran parte de mi juventud y lo único que me dio esperanzas fue
haberte conocido. El ministerio es todo lo que tengo, es mi motor, mi oxígeno. Tú sabes cuánto amo predicar y hacer cruzadas; si me pides eso, no me
queda absolutamente nada». Aunque todo lo expresado era cierto, también ese amor por el ministerio, bien lo sabía, opacaba a quien me lo había
entregado. Y cuando la profecía se vuelve mayor que su propio generador, es necesario sacrificarla en el altar.

El hambre por el éxito había tomado el control y el hambre de Dios tenía el asiento trasero. Dios cela ese estrado que tanto amamos. El Señor, de ser
necesario, nos arrancará de los púlpitos y nos llevará a su intimidad, al cuarto privado de oración. Recuerdo una etapa de mi vida donde,
literalmente, llegaba exhausto a la cama; en otras, solo revisaba viejos bosquejos de sermones para elegir cuál predicaría esa misma noche. Y
aunque todas mis actividades las hacía de corazón y eran absolutamente loables, también secaban mi vida espiritual, es decir, mis ocupaciones
estropeaban mi altar. Incluso llegué al punto de tener compromisos para predicar hasta ¡dos años enteros por adelantado! En esos momentos me
sentía realizado de ser tan joven y de tener tanta actividad relacionada con el Reino. Pero para Dios no es importante una agenda repleta sino una
buena relación con Ml. En medio de este caos de actividades, me llegó una invitación a uno de los congresos más importantes de Latinoamérica. Por
supuesto acepté gustoso y fijamos una fecha. Cuando corté el teléfono, Dios me dijo claramente: öNo vas a ir. Quiero que suspendas todas tus
invitaciones y vengas a mi altar. Te espero en las madrugadas para charlar cara a cara». Evidentemente no fue fácil obedecer, pero Ml no estaba
dispuesto a que el ministerio devorara mi comunión íntima con Ml.
Las credenciales y los doctorados no te habilitan para estar ungido, solo pasar por la cruz marca la diferencia.

·  
Aún recuerdo la primera vez que sucedió. Fue en un congreso de líderes en la bella Sydney, Australia. La reunión era avivamiento puro o, al menos, lo
parecía. Mi tarea era predicar un sermón alentador y culminar el servicio. La gente movía ampulosamente las manos y no paraban de saltar,
mientras que los músicos entonaban melodías increíbles; la alabanza australiana realmente es enriquecedora. Los ministros que estaban a cargo de
la reunión, preguntaban una y otra vez si estaban dispuestos a conquistar el país, mientras que la multitud no paraba de gritar eufóricamente.
¿Eres un predicador?, entonces debes saber lo que yo sentía en ese entonces. Es más fácil predicarles a un grupo de gente moribunda que tratar de
sorprender con una palabra fresca a gente que pareciera tenerlo todo. Los jóvenes no paraban de bailar y saltar entre las butacas del enorme
edificio. Los más viejos, sin excepción, movían unos ruidosos panderos por toda la congregación. Era, lo que llamo, un servicio ensordecedor. O
cantas y gritas o te vas, no puedes mantenerte en la mitad.
Mi pregunta era cuál sería el mensaje que debía darles. Esa gente estaba a dos centímetros del suelo. Durante la última canción, cambié mis
bosquejos, y me dispuse a darles un sermón de aliento, algo acerca de conquista o victoria, o algo así. Cuando al fin todos se sentaron, algo comenzó
a ocurrir. Mientras que el público me miraba esperando que saludara, yo podía sentir al Espíritu de Dios que me susurraba: öHáblales de mi gracia».
Tuve una lucha espiritual intensa. Obviamente, Dios debió haber estado ocupado en alguna gran cruzada con Billy Graham, llegó tarde a la reunión y
es por eso que no conoce demasiado a esta gente. Yo sí estuve todo el servicio. Estos australianos viven un avivamiento. Quieren que alguien les
hable acerca de lo que viene por delante, de ministerios, de dones. Ellos ya están perdonados, son algo más que ovejas, son líderes de primera línea.
öHáblales de que mi gracia es abundante para ellos», insistió.

Y fue entonces cuando ocurrió. No lo hubiese hecho, de no ser porque sabía que Dios estaba detrás del asunto.
öQuiero que los que tienen una intensa lucha con un estúpido hábito oculto, lo confiesen esta noche», dije, öme refiero a ese "gigante" que te
abofetea en la intimidad. Nadie lo sospecha, ni siquiera lo sabe tu esposa, tus padres, ni tu mejor amigo, pero estás consciente de que ese "hábito"
escondido está arruinando tu unción». El silencio en el edificio era demoledor.
öSabes que deberías tener un ministerio ungido, pero te conformas con mucho menos, por culpa de esa debilidad que no te da tregua. No importa
cuán santo parezcas, si sabes que ese hábito hace que tu unción no sea pura».

Dios sabe que no fueron muchas más palabras, cuando alguien irrumpió en un seco sollozo entre la multitud.
öQuiero que todos cierren los ojos», supliqué, öy necesito que aun los que estén grabando apaguen sus cámaras, no quiero que sientas vergüenza.
Quiero pedirte que si reconoces que un estúpido hábito te está amarrando al pasado e hipotecando tu futuro, levantes tu mano».
Algunas manos, tal vez diez o doce, se levantaron con timidez.

öSé más específico», me dijo el Espíritu con una voz clara.


öLos que no pueden abandonar la masturbación compulsiva. Los que están atados a la pornografía por internet, revistas o cualquiera de sus formas.
Los que amanecen en la cama ajena virtualmente, engañando a sus esposas en su mente. Los que anhelan que su mujer se muera, en algún accidente
repentino, para enviudar y casarse con otra dama que ya tienen en mente. Los que se sienten invadidos sin piedad por pensamientos impuros, llenos
de lujuria. Los que se han permitido caricias íntimas y genitales con sus novias. Los que luchan con pensamientos de homosexualidad».
Ahora todo el recinto estaba lleno de manos. Los líderes, los colaboradores y los que hasta hace un momento estaban dispuestos a conquistar la
nación. Allí estaban, llorando amargamente, hartos de pedir perdón por el mismo pecado crónico.
La primera vez que pecas, te tiras ante la presencia de Dios y suplicas piedad, ruegas que la sangre de Cristo te haga limpio, puro otra vez. La
segunda, consideras que es necesario prometer algo, decir alguna frase como öPrometo que jamás lo volveré a hacer», öNunca jamás consumiré
pornografía o acariciaré esos asquerosos pensamientos». La tercera vez, te autoimpones un castigo, algo que te duela, para demostrarle a Dios que
ahora va en serio: öVoy a quitar el servicio de cable del televisor» o öVolveré al correo tradicional, ni siquiera usaré el e-mail, para no tentarme a
navegar en sitios sucios» o öDejaré a mi novio aunque sienta que lo ame».

La cuarta vez, ya no quieres ir. Ahora sí, sientes que tu vida es un fraude. Y te sientas a los pies de la cama, a dialogar con Satanás.
öAhora si la hiciste fea. Hasta Dios tiene sus límites. Una cosa es equivocarse una vez, dos y tal vez hasta tres. Pero ya has perdido la cuenta». Y
dices: öCreo que Dios está harto de verme fracasar».
öNo lo dudes», responde quien desea verte arruinado. öTienes un problema, una debilidad, un horrible y repugnante pecado que te deja fuera de la
liga. La masturbación es tu kriptonita, te está destruyendo. En tu lugar, me distanciaría de las cosas santas, que obviamente no son para tipos como
tú».
Y es entonces cuando se produce el contrasentido, lo ilógico. Pospones orar hasta arreglar tu debilidad primero. Dejas de lado la consagración
porque te sientes indigno, sucio. No te involucras porque consideras que has traspasado todos los límites del perdón. Y te convences de que no
naciste para ser campeón. El hábito logró dejarte en la lona. A mitad de camino, postrado en la pista.
Hice una última pregunta aquella vez en Sydney: ö¿Cuántos sienten como si Dios ya no quisiera perdonarlos? Creo que todos, absolutamente,
levantaron sus manos temblorosas. Los mismos que parecían vivir una panacea de avivamiento, ahora confesaban sentirse indignos del Señor. No
quiero que me malinterpretes, no trato de hacer apología del pecado. Me considero uno de los mayores defensores de la santidad. Durante años solo
me dediqué a predicar acerca de la integridad. Nuestras cruzadas han tenido como lema proclamar una generación santa. Pero la santidad sin gracia
solo es legalismo. Esos miles de líderes se equivocaron tanto, convivieron con la debilidad a tal punto, que llegaron a creer que Dios ya no estaba
dispuesto ni siquiera a oírlos. Es que el hábito oculto tiene la singularidad de colocarte a la puerta del templo, como el cojo que pedía limosna en el
templo de la Hermosa.
Tienes un área coja que te impide caminar. Tu vida de oración se reduce a la raquítica tarea de hilvanar dos o tres frases sin sentido antes de
quedarte dormido. Tu comunión con el Señor es nula. Estás a la puerta, sabes todo lo que pasa dentro de la iglesia, pero también sabes todo lo que
ocurre afuera. Vives en la mitad, como un cristiano nominal. Sabes demasiado como para considerarte un inconverso... pero no lo suficiente como
para ser un santo. Vives en santidad un poco... pero también pecas un poquito. Alabas al Señor y también maldices otro poco. Levantas tu vista al
cielo a veces, pero tus ojos son vagabundos en algunas ocasiones. Cojo del alma. Minusválido espiritual. Lisiado ministerial. Paralítico del corazón a
causa de un estúpido hábito oculto. Y la horrible sensación de que Dios ya no te quiere recibir.
öLo siento», pareciera excusarse un ángel, öle dije a Dios que vino a verlo, pero me dice que no puede recibirlo, usted es demasiado inmundo para
presentarse aquí». Lo oculto arruinando lo público.
Pero cuando el arrepentimiento es genuino, el error desaparece del disco rígido de la computadora eterna. Ni siquiera figura en öelementos
eliminados». Dios se olvidó. Y olvidó que se olvidó. El expediente fue borrado.
Aún recuerdo algunas expresiones en los rostros de aquellos líderes en Sídney. Fue la primera vez que prediqué acerca de la gracia y desde aquel
entonces, no he dejado de mencionarla. Cuando creían que ya estaban fuera de las grandes ligas, alguien volvía a creer en ellos. Manos temblorosas
de grandes campeones, que se negaban a subir al cuadrilátero por considerarse lisiados. El milagro de la gracia tapando los huecos oscuros del
alma. Los rincones tenebrosos de la intimidad sacudidos por la luz de la nueva oportunidad. Dios, otra vez, dispuesto a perdonarlos, diciéndoles que
su gracia era abundante para ellos. El sexo libre, la pornografía, lujuria, la masturbación. La mentira, engaño, el adulterio. La cama ajena,
pensamientos impuros, los ojos desenfrenados. No importa el nombre del delito, el secreto es que si para encontrarse con el paraíso, hay que ir a la
cruz, vale la pena pasar por allí otra vez.

SABOTAJE EN ALTO VUELO


Hay una curiosa parábola que escuché cierta vez y que ejemplifica el concepto de la sujeción a la autoridad.
Imaginemos que vives en California y decides conocer a Buenos Aires. Compras tu boleto en una aerolínea conocida, preparas tu equipaje y te
dispones a viajar. Subes al avión, te sientas al lado de la ventanilla y junto a otros, digamos, cien pasajeros emprendes tu vuelo a la capital de la
Argentina. Cuando el Boeing alcanza la altura de crucero, reconsideras tu decisión de ir a Buenos Aires. Piensas que tal vez no sea una buena idea
visitar otro país en esa época del año. A medida que pasan las horas, te convences de que, definitivamente, no quieres seguir viajando.
Como eres una persona práctica, llamas a la azafata y le dices que, por favor, le comunique al comandante del avión que tú quieres regresar a
California. La muchacha trata de sonreír y te responde que eso sería imposible. No estás en un avión privado; hay otros cien pasajeros que pagaron
su boleto en el avión de línea para volar directo a Buenos Aires. De ningún modo pueden regresar a mitad de vuelo.
- Lo que puede hacer -dice amablemente la aeromoza- es descender en Buenos Aires, y salir en el primer vuelo de regreso.
Pero sigamos imaginando que tú no eres de los que se conforman con una explicación. Has decidido que quieres regresar ahora, y lo harás a
cualquier precio. Tomas un misterioso maletín y caminas rumbo a la cabina de los pilotos -estoy seguro de que no pensabas que llegaríamos tan
lejos, mas recuerda que solo estamos haciendo volar la imaginación-.
Ante tu insistencia, dejan que llegues hasta la cabina, y cuando estás allí, abres tu maletín y sacas un arma. Le apuntas a la cabeza de uno de los
pilotos y le dices que no tienes intenciones de hacerle daño, pero que le ordenas que cambie inmediatamente el rumbo del vuelo.
A los pocos minutos, y ante la sorpresa y el estupor de cien pasajeros, el comandante anuncia por los altoparlantes que por öun caso de fuerza
mayor» el avión se saldrá de su ruta y regresará a California. Acabas de lograr tu cometido. No eres una persona mala ni un delincuente... solo
alguien que se decidió a no viajar a mitad de vuelo. Crees que bajarás del avión y regresarás a casa como si nada hubiese sucedido, pero lo que
acabaste de hacer se llama sabotaje. Acabas de secuestrar un avión de pasajeros.
Cuando vuelvas a pisar tierra firme, estarás en la cárcel. Ya no importará lo que trates de explicar. Secuestraste un avión y te penarán por eso.
Ahora quiero que lo veas en el plano espiritual. La iglesia tiene una frecuencia de vuelo, una ruta, un objetivo a alcanzar. Pero a mitad de viaje
decides que no estás de acuerdo con la forma en que el pastor conduce la nave. Se lo haces notar, y cuando ves que no está dispuesto a cambiar el
rumbo, decides cambiar la dirección por la fuerza. Amotinas a la gente, murmuras, generas fricciones en el ministerio y haces que todos noten tu
descontento. Todo está disfrazado de un öpiadoso celo por la obra de Dios».
Sin embargo, has pasado por alto un detalle: el avión no es del piloto, la iglesia no es del pastor. La frecuencia de vuelo ha sido estipulada por el
Espíritu Santo. El líder es apenas un conductor y tú te has atrevido a secuestrar una visión. Cuando alguien me dice que no está conforme con su
iglesia y con la manera de pastorear de su líder, suelo recordar esa historia tragicómica, y luego les digo:
- No secuestres la visión. Bajo ningún punto de vista sabotees el avión; si no te gusta el rumbo adonde se dirige tu iglesia, bájate en el próximo
aeropuerto y, silenciosamente, toma otro avión que sea de tu agrado.
Es posible que estés diciendo: öConvengamos en que yo jamás he tratado de secuestrar la visión de mi líder, y que solamente hay algunas cosas que
no comparto; creo que tengo ese derecho». Y para ser honesto, tienes algo de razón. Pero recuerda que cuando estás involucrado en el ejército y te
encuentras en la línea de batalla, es muy peligroso disentir con las autoridades en el momento en que las granadas enemigas estallan a tu alrededor.
Invierte unos minutos más de tu valioso tiempo y permíteme que te invite a presenciar un juicio oral y público que se les realizará ahora mismo a dos
personas acusadas de sabotear una visión.
u  

   

La sala está atestada de gente y hay un bullicio ensordecedor. Han venido de todos los Estados a presenciar el juicio. Las primeras planas de los
periódicos han apostado por la culpabilidad de los dos acusados; los estudiosos del caso opinan que no tienen demasiadas oportunidades.
De todos modos, alguien dejó trascender que los incriminados cuentan con un buen abogado que tal vez tenga una convincente coartada bajo la
manga. Los medios periodísticos de todo el mundo se disponen a seguir paso a paso las instancias del juicio.
Los acusados guardan silencio en el banquillo. Ella tiene la estampa de una señora mayor y no ha levantado la mirada del suelo. Ml da la leve impresión
de haber estado frente al público en alguna ocasión anterior, y se ve algo más calmado que su compañera.
El caso no registra antecedentes. Los imputados se llaman Aarón y María, y son hermanos de sangre. Se los acusa de haber murmurado en contra
del hombre más manso de toda la Tierra: Moisés. El juez tiene una excelente trayectoria y todos confían en la imparcialidad de su decisión.
El golpe del martillo anuncia que se abre la sesión. El fiscal, de impecable traje gris, toma la palabra.
- Señor Juez, honorable jurado: tenemos aquí un caso de murmuración contra un líder, lo que no ha hecho otra cosa que perjudicar a todo un pueblo.
Los acusados, Aarón y María, hablaron contra Moisés y encendieron la ira de Dios contra ellos. La prueba está en que María, aparentemente
instigadora de la insurrección verbal, quedó leprosa por haberse atrevido a prejuzgar a un santo varón como lo es Moisés (véase Números 12:9-10).
No solo esta actitud perjudicó a María -continúa el fiscal- sino que por causa de ella y de su hermano todo el pueblo no pudo avanzar hasta la tierra
prometida durante siete días (véase Números 12:15).
- ¿Lo que usted está tratando de decir -interrumpe el juez- es que la visión de un pueblo se detuvo y casi se echa a perder todo el objetivo del éxodo
por una sencilla murmuración?
- Exactamente. Es como si en medio de un vuelo alguien decidiera secuestrar al avión, aun a costa de todos los turistas que viajan en él.
- ¡Protesto, su Señoría! -objeta el controversial abogado defensor, que luce un estilizado traje negro-. Creo que aún no se han expuesto las razones
por las cuales mis defendidos tenían cierto derecho a murmurar contra Moisés.
- ¿Intenta decir, señor abogado, que los acusados murmuraron conscientemente de que lo hacían?
- No exactamente. Pero de alguna manera se vieron obligados por las circunstancias y no les quedó otro remedio que disentir contra Moisés.
- Explíquese -dice el juez, reclinándose en su sillón-. Creo que será interesante oír su alegato.
- Bien -responde el abogado con cierto aire de soberbia-. Creo que hay varios factores que no se han tenido en cuenta. En primer lugar, no hay que
olvidar que los acusados son los hermanos mayores de Moisés. Sin ir más lejos, cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón,
su hermano, ochenta y tres. Si el jurado tiene alguna duda al respecto, puede remitirse al libro de Mxodo, capítulo 7, versículo 7.
- ¡Protesto! -exclama el fiscal-. El abogado solo trata de distraer al jurado con detalles triviales.
- No se trata de simples detalles -replica el abogado-. A través de la historia el ser mayor siempre ha otorgado cierto derecho a murmurar acerca
de aquellos que vimos crecer. Consideremos que, de alguna forma, los acusados tenían m*s experiencia que su hermano menor. Si alguien est*
mucho tiempo en el ministerio, supongo que tiene aval para opinar en torno a los m*s pequeños... de esos... llamémoslos... obreros, eso es, obreros
de la undécima hora. Después de todo -resume la defensa- ¿quién no se sintió alguna vez con el derecho de juzgar a los que conocimos desde cuando
vivían en el anonimato? Aarón y María vieron crecer a Moisés, y solo ejercieron su posición como hermanos mayores y experimentados.
- ¿Hay algo más que quiera alegar en defensa de los acusados? -pregunta el juez.
- Claro que hay algo m*s. Existe una segunda razón por la cual mis defendidos... hicieron lo que hicieron. Considere el excelentísimo jurado que no se
puede rotular la causa como "murmuración", cuando solo se trata de, digamos... un inocente chisme de familia. Aarón y María son hermanos de
sangre, y cuando hablaron de Moisés... hablaban de su propio hermano. A mi entender -continuó- uno tiene el derecho de desahogarse, siempre que
sea en familia. ¿Quién no criticó a su pastor o a su líder en alguna cena familiar? No creo que se considere a eso murmuración.
- ¡Protesto! -interrumpe el fiscal-. El chisme siempre es chisme en cualquier contexto. No existen las "murmuraciones familiares".
- Posiblemente -replica el hábil abogado-, pero existe una tercera razón que no he mencionado. Nadie en este estrado ha mencionado que Moisés
estaba cometiendo un grave error. Mis defendidos se vieron obligados a murmurar, debido a que Moisés decidió contraer matrimonio con una mujer
cusita, una africana. Eso es algo que atenta contra la cultura tradicional de Israel (véase Números 12:1). Si nuestro líder o pastor está cometiendo un
error, uno tiene el derecho moral de exponer el caso en pos del celo santo por las cosas de Dios.
- Esto es ridículo -insiste el fiscal-; lo de la mujer cusita es solo una pantalla. Los acusados estaban celosos porque Dios no hablaba a través de ellos
como lo hacía con su siervo Moisés (véase Números 12:2).
- Aún tengo un último alegato que he reservado para el final -dijo el extrovertido defensor-. No se nos debe escapar un detalle importantísimo: Moisés
es tartamudo y Aarón siempre ofició de... digamos, traductor. Aarón siempre fue el ingrediente imprescindible para el ministerio de Moisés, un
elemento vital para el buen desempeño de Moisés como líder. Lo cual significa que cuando Aarón murmuró, solo estaba opinando de un consiervo.
Todos tenemos cierto derecho a hablar de nuestros pares, de aquellos con los cuales compartimos una plataforma. Yo no llamaría a eso
murmuración, sino una saludable crítica entre colegas.
- ¿Algo más que agregar? -pregunta incrédulo el juez.
- Nada más, por ahora.
El abogado le hace un guiño de complicidad a sus defendidos y regresa a su silla como quien acaba de aplastar a un dragón. Pero el jurado no es de
los que se dejan impresionar por la verborragia de un abogado o por las "inocentes excusas" del sentido común. Casi no hace falta deliberar; solo se
miran entre sí, como no pudiendo ignorar una decisión obvia. Finalmente el juez se dispone a leer el veredicto:
-A pesar de que Moisés ha decidido retirar los cargos e interceder ante Dios por sus hermanos (véase Números 12:13), el Señor ha dicho que
considera esta murmuración como pecado (véase Números 12:14). Así que el honorable jurado considera a los acusados... culpables de los delitos de
murmuración y rebelión contra la autoridad puesta por Dios. El martillo replica sobre el estrado y se levanta la sesión. El controvertido abogado no
pudo defender lo indefendible, nadie duda que Aarón y María pretendieron cambiar el rumbo del avión. El veredicto, ahora más que nunca, es
inapelable.
CONSIGNA DE HONOR

Los soldados aguardan formados, en un respetuoso silencio. Viven los mediados de la década del sesenta. Los Estados Unidos de Norteamérica toman
una decisión geopolítica de importancia. Reemplazan militar y políticamente a la decadente presencia del imperio colonial francés en Vietnam. Entre
ellos hay padres de familia con sueños propios, con metas a largo plazo. También están los más jóvenes. Algunos con novias, a punto de casarse.
Otros con grandes proyectos de estudios. Y los que no tienen a nadie, excepto este grupo de camaradas que van a la guerra. Quizá, algún día soñaron
con formar parte de este ejército, a lo mejor, porque no pertenecían a ningún otro lugar. Pero se les nota, muy en el fondo de la mirada, que aún son
demasiado niños, aunque vistan un impecable uniforme militar.
Como sea, todos tienen muchas cosas en común.
Sueños de libertad. Deseo de pertenecer. Sed de una buena batalla, aunque suene desconocida y esté demasiado cerca. No son guerreros de alma,
son apenas una rara mezcla de hombres jóvenes, que no conocían la guerra, y unos pocos mayores con cicatrices y galardones de combate. Pero en
definitiva, son hombres. Y aguardan, formados en el imponente hangar aéreo, alguna motivación que les de un empujón hacia la batalla. En realidad
es un duelo personal y sangriento entre estrategas del arte de la guerra.
Ahora el teniente coronel Hal Moore tiene que dar un discurso a sus soldados y sus familias en la víspera de su entrada en combate.
Entre ellos, escuchando a su marido, se encuentra la mujer de Moore, Julie, quien lo había visto levantado hasta altas horas estudiando libros de
historia sobre masacres diversas, planeando una estrategia más segura para sus hombres, el Primer Batallón del Séptimo de Caballería, el mismo
regimiento que comandó el general George Armstrong Custer. El siguiente domingo, el teniente coronel Hal Moore y sus jóvenes soldados tomarán
tierra en la Zona de Aterrizaje X-Ray, en el valle Ia Drang, una región de Vietnam conocida como el Valle de la Muerte. Por eso el Coronel sabe que no
será una tarea sencilla. Moore observa a su tropa detenidamente. Y luego, lanza el desafío, y las únicas dos promesas que les podrá hacer.
-Esta no será una batalla fácil, acaso ninguna lo sea.
Pero sólo puedo prometerle dos cosas. La primera: Seré el primero en avanzar y el último en retirarme del campo de batalla. Y la segundo, les doy mi
palabra de honor, que todos, vivos o muertos, regresarán a casa.
Otra historia similar. Israel, unos 1.010 años antes de Cristo.
Otro pelotón, otra tropa, pero con el mismo común denominador. Sed de nuevas batallas. Otra vez, el recurrente cuadro. Jovencitos, padres de
familia, una decena de hombres de combate, cientos de novatos.
Y otro Teniente Coronel. Este hombre tiene mil batallas y estrategias de guerra en su haber. Debe capturar Jerusalén de los Jebuseos y hacerla su
capital. El sabe que su fuerte liderazgo atrae a los jóvenes valientes y les inspira lealtad intensa, lo cual no es poco para comenzar.
Pero hay una sustancial diferencia con la historia americana. Esta vez, los soldados no esperan un discurso. Ellos son quienes van a hablar.
Un delegado, se cuadra delante del batallón, toma la palabra y levanta su voz, para que se escuche en todo el inmenso y desértico Hebrón.
-Aquí estamos, somos tu ejército. Carne de tu carne y hueso de tus huesos. Tus victorias son las nuestras y también tus derrotas. Aún cuando
teníamos otro Jefe de las fuerzas armadas, eras tú quien nos sacabas a la guerra y nos volvías a traer. Como sea, siempre nos has traído de
regreso a casa.
Las dos crónicas pertenecen a historias reales. La primera fue llevada a la pantalla grande de la mano del laureado director Randall Wallace e
interpretada por Mel Gibson, en la famosa ´We were soldiersµ (Fuimos soldados). La segunda está descrita en el capítulo 5 del segundo libro de
Samuel, en el momento exacto que David es proclamado Rey de Israel, y en las horas previas a la toma de la fortaleza de Sión.
En ambas historias, aparecen los mismos muchachos que en cuestión de horas, sentirán el fragor de la batalla. Y coincidentemente, tendrán las
mismas consignas. La lealtad de un ejército no se consigue peleando como una suerte de reconcentrado estratega que no se mueve de su bunker
subterráneo y que como un lúcido e inescrupuloso jugador de ajedrez experimenta con sus hombres el poder real su enemigo. La lealtad, caballeros,
se logra ´siendo el primero en avanzar y el último en retirarse del campo de batallaµ.
Como lo prometiera el Coronel Moore. O como lo hiciera, tantas veces, el mismo David. Inclusive, a éste último, más de una vez sus generales
tuvieron que advertirle que no se expusiera demasiado. ´Si te matan, David, apagarás la lámpara de Israel; déjanos pelear a nosotrosµ.
Es que no se comanda a una tropa desde el inerte escritorio de una oficina, o dibujando cronogramas en un pizarrón.
Por otra parte, es determinante, traer a la tropa de regreso a casa. La historia ha atestiguado de aquellos estadistas desalmados que han empujado
a una nación a la guerra, con consecuencias trágicas. No traerlos de regreso, significa enviarlos a un suicidio en masa. Sin estrategia, sin coartadas,
con armas arcaicas, sin un plan alternativo.
Quizá por eso, me fascinan ambas historias. Por sus consignas. Porque un ejército cuyo Comandante no los abandonará y los traerá de vuelta, es un
batallón que traerá victorias a la bandera. Inclusive, más allá de los resultados. Porque las verdaderas batallas, no se miden por las tierras
conquistadas, o las bajas enemigas. Sino por el valor de sus hombres.
Y tal vez por esa misma razón, escribo esta nota. A través de estos años, la vida me ha topado con muchos líderes juveniles. Gente con sueños de
multitudes, sedientos de victorias, con hambre de pelear contra una religión organizada que tanto daño le ha hecho a la creatividad Divina. Todos, sin
excepción, con intenciones loables.
Pero he visto a muy pocos, con el código de honor del Coronel Moore o el Rey David. Y es gratificante saber que algunos, aunque muy pocos, cuentan
con ese código militar divino. Cada vez que el Señor me permite alistar a una nueva generación para la batalla, observo los mismos rostros de
siempre. Muchachos a los que la vida no les ofreció la gran oportunidad de servir en una causa noble. Algunos con pocas o casi ninguna batalla
significativa en su haber. Padres de familia, estudiantes, indoctos y profesionales. La mayoría, son apenas aquel grupo de ´menesterosos,
endeudados y marginadosµ que alguna vez encontraron en David a alguien que les devolviera su dignidad y los comprometiera con una causa.
Los soldados han esperado durante varias generaciones en respetuoso silencio. Obsérvalos con detenimiento. No parecen entrenados, no suenan
confiables. Pero tienen lealtad, lo cual no es poco para causar una revolución militar.
Los jóvenes sólo esperan a Coroneles que no los envíen a la guerra con un simple plano de donde deben desembarcar. Están hartos de aquellos
líderes que les dicen cómo pelear las mil batallas de la vida, desde el mullido sillón de una oficina. No los alentará oír otro sermón de cómo ganar. No
los atraerá que sólo se les enseñe a pelear y plantar bandera.
Ellos necesitan un nuevo discurso. Alguien que les ofrezca el mismo código de honor de rey David o el Coronel Moore.
- Seremos los primeros en avanzar y los últimos en retirarnos del campo de batalla. Y todos, regresarán a casa.
Son pocos los que tienen el deseo vivo de salir a ganar a una generación junto a ellos. Reconozco esa llama sagrada. No abundan aquellos que no se
han contaminado con el sistema apático y religioso, ni están detrás de un reconocimiento humano.
Son contados, aquellos que nos animamos a correr el riesgo de colocar el primer pié en territorio enemigo, con todo el precio de la crítica que eso
conlleva. Orillando en la delgada línea de ser pionero y casi un mártir, por atreverse a caminar una milla extra.
Y también son muy pocos, aquellos que desean formar al ejército, brindarle el mayor arsenal posible, para que no queden tendidos en la arena de la
batalla, sino que puedan estar de regreso. Para otras nuevas batallas. Sin subestimar a nadie, recuerdo un viejo proverbio árabe que rezaba: ´Un
ejército de ovejas comandado por un león derrotaría a un ejército de leones comandado por una ovejaµ. Y se que en el Reino, hay muchos de esos
potenciales leones, que puede transformar a un grupo de proscriptos a los que la vida dejó fuera de las grandes ligas, en valientes estrategas de
guerra. Me gusta cuando el ejército es quien decide los honores. Me fascina y llena mi corazón cuando el reconocimiento nace fuera del oficialismo
religioso, y luego, a las grandes comisiones, solo les restará reconocer lo que el pueblo ya ha otorgado por mérito.
Debo confesar que soy adepto a que sea la prensa, los inconversos, o los mismos jóvenes quienes un día, en un contemporáneo monte de Hebrón,
reconozcan a quienes los conducen a la guerra.
Es que los diplomas nunca enviaron a nadie a la batalla, necesariamente.
Esto recién comienza, pero hay un grupo de hombres, allá afuera, que reconoce a estos líderes jóvenes como aquellos que los han comprometido con
una causa noble y por la que vale la pena pelear. Y es esa misma, la razón por la que me agrada escribir este artículo.
Y ahora, echa un último vistazo a la tropa. Como dije, algunos parecen niños. La mayoría son novatos, y muy pocos tienen experiencia de guerra. Pero
poseen un denominador común. Un adjetivo que los hace, en algún punto, exactamente iguales.
Tienen una consigna de honor.

NECESITAMOS UN INCENDIO
El 1º de Mayo de 1999, fui invitado a una cruzada en Guatemala. La expectativa era grande, y casi unas quince mil personas colmaban el lugar. Los
jóvenes estaban ansiosos, solo me conocían por la cadena de televisión Enlace, que emite los programas "Línea Abierta", pero a ellos les bastaba
saber que yo venía de Argentina. "Se dice que hay un avivamiento muy grande en tu país"- me había dicho un reportero de una emisora cristiana,
minutos antes de la reunión. Así que, allí estaban. Esperando algo que los revolucionara. Se les notaba en los ojos y en la forma en que se agolpaban
en un estadio al pleno rayo del sol.
Les prediqué sobre la búsqueda del rostro de Dios, les hablé una y otra vez acerca de que en el evangelio no hay magia. Hay sacrificio, hay un precio
que pagar. Les dije que yo no podía darles nada, solo podía desafiarlos a buscar el rostro del Padre. Les dije que nadie podía hacer el trabajo por
ellos. Que tenían una cita en privado con el Padre. Y fue entonces, cuando me sentí impotente. Fue la sensación más extraña y frustrante de toda mi
vida. Tanta sed de los jóvenes me sobrepasó. La reunión se terminaba y los veía desesperados por algo más. Por una nueva dimensión de unción.
Pude haber orado por ellos, o decirles que "traía algo nuevo de la Argentina", les pude haber impuesto las manos o pude haberles prometido que
cambiarían para siempre.
Pero, ellos querían mucho más que eso. Es esa impotencia ante la estrategia del diablo de meterle sexo bestial por Internet. Los vi a muchos de ellos,
atrapados por la lujuria y la pornografía, luchando con la masturbación compulsiva, o con el sexo prematrimonial. Vi a las chicas, bombardeadas
desde la tele "para tener el cuerpo perfecto" y las noté atormentadas por la bulimia y la anorexia. Observé las parejitas de novios, llorando en
silencio por el pecado de la noche anterior. Vi a los presidentes de jóvenes sin nada más que ofrecerle a los muchachos, absolutamente con todos los
recursos agotados. Y entonces, en medio del estadio Guatemalteco, le dije al Señor que me diera algo que los incendiara en poder. Fue la oración mas
honesta que hice en mucho tiempo; le rogué por una nueva estrategia divina que los cautivara de amor por El. Y fué entonces, que algo ocurrió en mi
interior. Nadie se percató de lo que ocurría dentro mío, pero escuche claramente: "Si quieres un incendio espiritual, tengo que incendiarte a vos. Te
necesito en mi secreto... hasta que yo te diga".
Lloré en todo el vuelo que me trajo de regreso a Buenos Aires. A las semanas, viajé a Ushuaia, y alguien que jamás había visto en mi vida, me dijo:
"Dios me ha dicho, que aun te sigue esperando, si es que quieres un incendio de avivamiento en la juventud". Regresé, y con mucho dolor (porque no
es fácil obedecer), suspendí casi cuatro meses de invitaciones. Con mas dolor y "desencanto", rechacé el ir a firmar un contrato que ya estaba listo
para que saliera mi programa por un canal de capital. Y con mas dolor aún, y casi sin entenderlo, abandoné los preparativos de la cruzada de este fin
de año. Al principio, me la pasé llorando y reclamando mis "derechos" ante Dios. Sentía como que Dios pretendía "jubilarme" a los treinta años. Y
luego, después de varias madrugadas, llegó la rendición. Dios volvió a mostrarme a los jóvenes sedientos. Me recordó los rostros de la muchachada
que me oyó predicar en Expolit (Miami) durante el mes de Mayo. Y yo no tenía nada nuevo que darles, o al menos no podía darles algo que fuera mío.
Hacía falta un incendio. Un huracán de santidad. Dios comenzó a mostrarme cosas que yo ni sabía que estaban en mi, literalmente escarbó en mi
intimidad. Lloré, me enojé, reclamé, volví a llorar. Todo en el lapso de casi ocho meses. Dios me dijo: "si quieres pasar a la otra orilla, permanece
conmigo". Yo le mostraba mis pedidos para predicar y mis múltiples invitaciones y proyectos... pero El sonreía y me decía que permanezca en el
secreto, hasta que El me diga. No creerán lo que he sufrido y como mi voluntad se ha quebrado minuto a minuto. A mi me gusta tener el control, y
estar siempre visionando algo, me encanta llegar cansado a la cama, luego de un día agotador de "servicio a Dios"... pero no me gusta... solo esperar.
A Dios no le importan nuestros eventos, si no le conocemos. La unción no caerá en público, sino ha caído antes en tu habitación. Alguien muy ungido,
hace muy poco, dijo que "los que entienden el tiempo profético que estamos viviendo, en este momento, se encuentran encerrados con El, pidiendo
directivas nuevas".
El secreto de la unción... es estar en el secreto. Lo predique durante diez años y casi la hiperactividad me hace olvidarlo. Pero Dios es fiel, y estoy
seguro, como el pastor de los jóvenes de esta hermosa nación, que tendremos el avivamiento juvenil más grande de la historia. Y que el diablo se
muerda la cola.

EL ESCUADRON DE EMERGENCIA

Nadie puede lograr que el francotirador apostado en la cima del imponente rascacielos desista de su objetivo. La policía solo puede observar
impotente, como el malrviviente exige sus condiciones mientras los apunta desde lo alto de una de las torres más altas de la gran ciudad. Jueces,
periodistas, fotógrafos, policías y cientos de curiosos se confunden en derredor del macabro espectáculo. Finalmente, el viejo comisionado, limpia el
sudor de sus lentes y dice la frase. Acaso, sea la frase que todos estaban esperando: "No hay nada mas que nosotros podamos hacer... llamen a
Swat" Un suspiro de alivio se percibe en derredor del respetado Jefe de Policía.
Indudablemente este es un trabajo para los hombres entrenados para misiones riesgosas. En cuestión de minutos, el escuadrón Swat toma el
control. Descienden de sus móviles con la precisión de águilas. Casi no hablan entre sí. No hay gritos nerviosos, solo ordenes precisas, como si cada
uno de ellos ya supiera lo que le corresponde hacer. Se comunican en clave a través de Handys, manejan un código secreto. Rodean el edificio, dos
suben por las escaleras hacia la tan temida terraza, otros aguardan en silencio desde la torre contigua. No están sudando, sus movimientos parecen
calculados. Estos hombres conocen el peligro, se tutean con él a diario, y por sobre todas las cosas, saben que ellos deben comenzar justamente
cuando los demás abandonan.
Si ellos no lo logran, no existe una segunda opción. Son la única y ultima alternativa. Es Swat. El escuadrón de emergencia para situaciones limite. El
grupo de resistencia armada contra las fuerzas invasoras. El ultimo arma secreta de los escuadrones policíacos. Son los hombres de fajina azul.
Vencer o morir, esas son sus consignas. Son letales y precisos. Se trata del escuadrón entrenado para misiones únicas.
Otra historia. El hombre se desliza por la muralla como una gacela. Los soviéticos están controlándolo todo desde sus sofisticados monitores. Pero el
hombre burla la guardia rusa. El peligro acecha a cada paso, sin embargo nuestro intruso sonríe. Su trabajo es mortalmente serio, pero sonríe como
un duende que se oculta tras la espesura del bosque. El esta consciente que puede pilotear aviones, saltar desde quinientos metros, camuflarse entre
el enemigo, y por supuesto, llevarse toda la información ultra-secreta de los soviéticos en un diminuto micro chip. Es el único que puede lograr esta
misión. Fue entrenado cuidadosamente para la presión del peligro. Tiene licencia para matar, de ser necesario. Sus enemigos le temen, sus colegas lo
respetan y su jefe confía ciegamente en él. Es Bond... James Bond. Otro hombre entrenado para misiones únicas. Alguien que comienza... en el mismo
sitio donde otros ni siquiera se animarían a entrar.
Las dos historias se parecen y tienen un denominador común: la misión. Es vencer o morir en el intento. De eso se trata la nueva generación que Dios
esta levantando, nosotros quisimos reflejarla llamándola Generación Z. Una ultima generación de temerarios entrenados para la ultima y única
misión: Llevar al mundo entero a los pies de Jesucristo. Son los Zelotes de ultra-espionaje espiritual. Jamás retroceden, siempre están a la
vanguardia. Que si tienen errores? por supuesto que si, pero eso no los detiene. Se levantarán una y otra vez. Ellos no están detrás de un puesto o un
lugar de reconocimiento humano. Ellos saben que lo primordial esta en las almas perdidas. Mientras que otros se excusan o tratan de argumentar,
ellos actúan. Cuando los demás le piden permiso al enemigo y tratan de llegar a una negociación, ellos simplemente lo invaden.
La Generación Z no esta formada por pasivos, son invasores por naturaleza. Invaden los colegios, predican en las facultades, y conmueven la
universidad. Trastornan la nación, revolucionan su ciudad, hasta llenarlo todo de Jesucristo. El infierno ha puesto precio a sus cabezas, pero ellos
simplemente sonríen porque saben para Quien trabajan. No son predecibles ni rutinarios, solo sorprenden. Son el ultimo escuadrón a quienes
recurrir en situaciones límite. O mejor dicho, son los obreros de la undécima hora.
Sus métodos son diferentes, pero resultan. No tienen mentalidad de montón, son únicos en su estirpe, con licencia para atar demonios. Son los
hombres de blanco que protegen la ciudad. Recuerden, cuando todos opinen que el evangelismo esta en crisis, o que no hay avivamiento, o que las
fuerzas se agotaron... entonces, querido comisionado, limpia tus lentes y menciona la frase. Acaso la única que todos estén esperando en una
situación critica: Llamen a la ultima Generación A la "Generación Z".

LOS HOMBRES DE NEGRO TIENEN MIEDO

Los dos visten de negro y usan lentes oscuros. Caminan sin prisa, y cualquiera, se daría cuenta que están profundamente preocupados. El largo
pasillo tenebroso y siniestro, se dibuja ante ellos como una premonición de lo que les espera mas adelante, en cuestión de instantes. Casi no hablan,
pero los dos sienten lo mismo. Ese sentimiento agobiante e insoportable: el miedo. Uno de los dos individuos rompe el silencio.
-¿Quién se lo dirá al Jefe? El otro casi no contesta, solo se le oye un murmullo. Un rezongo, tal vez. Acaso porque sabe que lo inevitable es inminente.
Cruzan el frío pasillo y la compuerta se abre en medio de un chirrido lúgubre. Casi no hay oxígeno y la atmósfera está viciada. Los oscuros visitantes
solo ven el imponente sillón rojo de espaldas. Apenas divisan la silueta de su superior en medio de una espesa bruma. Uno de los hombres de negro,
está sudando. El otro, apenas puede respirar del miedo. El Jefe no pregunta, solo espera en silencio el reporte.
-No pudimos... - el hombre se arregla la garganta- no pudimos hacerlo. El Jefe sigue de espaldas, no ha dicho nada, pero ellos saben que está muy
enojado. Suele perder el control cuando oye que una misión ha fallado. Por eso, los hombres de negro, están temblando. Pero esta vez no hay gritos,
no hay histeria. El Jefe sigue de espaldas y se percibe una honda frustración en sus palabras. Suena cansado. Apenas, casi imperceptiblemente,
mueve sus huesudos dedos.
-Tiene que tener algún punto débil -dice- algún talón de Aquiles. Están seguros que lo probaron todo?.
-Todo, Jefe. Lo hemos llenado de tentaciones las veinticuatro horas, tratamos de hacerle sentir culpa y autocompasión pero sin resultados. Tratamos
de llenarlo de odio y resentimiento, pero el desgraciado tiene un anticuerpo. Todas las armas están agotadas con él.
-Tiene que tener alguna debilidad! -dice el Tenebroso Jefe mientras cierra su puño derecho- recuerden que es sólo un jovencito. No llega a los veinte
el muy maldito. Probaron con pensamientos impuros y obscenos?, el arma de la pornografía y la obscenidad siempre los afecta hasta destruirlos!!.
-No sirve con él. Ml vuelve a levantarse cada vez. Tiene la estirpe de la nueva generación. Es temerario, es parte del ultimo escuadrón. Es una
amenaza latente contra nosotros. No logramos quebrarlo, vive en estado de alerta. Es un Zelote.
-Lo sé, lo sé - responde el jefe entre- dientes- mientras se sigan levantando jóvenes así, no tendremos un minuto en paz, y lo peor es que no solo se
defiende sino que el desgraciado ahora también nos ataca.
-Además recibe un continuo entrenamiento, Jefe. Un adiestramiento de guerra. Lo están adiestrando para una lucha sin cuartel, sin treguas, y si esto
continúa, se levantaran otros como él. Arrasarán los colegios, las universidades, las oficinas. No estarán jugando al evangelio, serán cristianos llenos
de pasión. Completamente radicales.
-Ojalá se quedaran entre las cuatro paredes cantando coritos, serían indefensos. Hemos visto desfilar generaciones enteras de ese modo. Pobres
ovejitas suplicando piedad.
- Está bromeando?, estos son de los que no se conforman con reuniones sociales, confraternidades ridículas. Esta generación tiene sed de conquista
y no se detendrán por nada. Sencillamente son diferentes. Quieren invadirlo todo en el nombre de Jesucr... bueno, en el nombre de quien usted ya
sabe. Por primera vez, el jefe se pone en pie. La bruma sigue siendo aplastante y densa. Una honda preocupación invade el lugar. El jefe, mira a sus
dos mejores emisarios y les ordena, con un chasquido de dedos, que se retiren de su vista. Sabe que está perdiendo y le duele a su endemoniado
orgullo. "No podemos perder con jovencitos y adolescentes"-piensa- "perder con teólogos es más dignificante, pero no con jovencitos". Nadie habla
en las esferas del averno. No hay nada que festejar, cuando "la misión" falla. Satanás contempla su derrota, impotente, y sus servidores tienen
miedo, mucho miedo. Acaso porque saben que una nueva Generación esta siendo entrenada para vencer o morir en el intento. Los hombres de negro
han perdido. Y ya lo saben.

EL DISIDENTE

La sala esta atestada de gente y hay un bullicio ensordecedor. Han venido de todo la ciudad a presenciar el juicio. Las primeras planas de los
periódicos y revistas han apostado por la culpabilidad del acusado, los estudiosos del caso opinan que no tiene demasiadas posibilidades para que lo
declaren inocente. De todos modos, alguien dejó trascender que el incriminado cuenta con un excelente abogado de una vasta experiencia que tal vez
tenga una convincente coartada bajo la manga. Los medios periodísticos de todo el mundo se disponen a seguir paso a paso las instancias del juicio.
El acusado guarda silencio en el banquillo. No parece estar intranquilo o preocupado, por el contrario, solo deja entrever una sonrisa, como aquellos
que saben algo que los demás ignoran. Viste ropa de fajina azul y aunque no está uniformado de gala, es evidente su rango militar. El caso no registra
antecedentes. El juez tiene fama de ser justo e imparcial y todos confían en su sobria decisión. El golpe del martillo anuncia que se abre la sesión. El
fiscal, de estilizado traje negro, toma la palabra.
-Señor Juez, honorable jurado, tenemos aquí un claro caso de un disidente del sistema. Por razones de quien sabe vaya uno a saber que contexto
religioso, el acusado parece ignorar el popular estilo de vida de las honorables familias. La sociedad es una especie de ecosistema donde, si todos se
ajustan a las reglas preestablecidas, toda la rueda funciona perfectamente. Pero en ocasiones -agrega en un tono mas ofuscado el fiscal- aparecen
personajes que pretenden alterar el orden popular, levantando banderas revolucionarias y contrarias a lo estipulado y a lo que pasivamente hemos
aceptado como normales y que hacen a nuestra cultura!!.
-Necesitamos que sea mas claro en su acusación-interrumpe el Juez- no tenemos mucho tiempo.
-Por supuesto, su Señoría. Para ser mas claro, el imputado se ha levantado en pos de una "nueva revolución" en contra del sistema. Ha reclutado
más gente que la que ningún político soñó jamás, ha invadido las escuelas, las facultades, las oficinas y las fábricas con un mensaje totalmente
contrario al que hemos aceptado desde nuestra mas tierna infancia. Llama crímenes a los abortos, que no es otra cosa que una elección de vida;
rotula de pecadores y adúlteros a los que suscriben a la libre expresión del divorcio legal; defiende la virginidad ignorando que el placer sexual es un
derecho de todo ciudadano; esgrime que la nación no tiene integridad, poniendo en tela de juicio la moralidad de quienes nos gobiernan...
-Objeción, Su Señoría!! -reclama el defensor, que luce un atípico traje blanco- el fiscal no es específico y puntual en su acusación. No podemos
realizar un juicio de valores o ideales en esta sesión, necesitamos que vaya directamente a lo medular de la cuestión.
-A lugar. Tiene razón el abogado-dice el juez, reclinándose en su imponente sillón- explíquese mejor, señor fiscal.
-Por supuesto! El acusado esta "enfermo" de moralina y pacatería. Defiende valores dignos de la prehistoria como...como...como el respeto y la
obediencia ciega a los padres. Eso coarta la libre expresión de nuestros jóvenes. Además, pretende erradicar el vocabulario procaz de los medios de
comunicación, trayéndonos un aroma a represiones y censuras que nadie quiere volver a vivir. Por otra parte, denuncia actos de corrupción e
inmoralidad, como si él fuese el único que tuviera la autoridad moral para hacerlo...
-Eso es ridículo-interrumpe el abogado con total calma-no se puede acusar a alguien por el simple hecho de marcar una diferencia en la sociedad. La
democracia y la verdadera libertad, no es sinónimo de libertinaje. No hay fundamentos legales en contra del acusado.
-Bienvenido al sistema, mi querido abogado -responde el fiscal en tono irónico- gente como el acusado solo incomodan al resto, a la mayoría que solo
pretende vivir en armonía con el orden nacional. Ml es un revolucionario contracultural. Esta oponiéndose a los parámetros establecidos. Y lo que
empeora su causa, es que ya ha reclutado a muchísima gente en favor de ese ridículo estandarte.
-Lo que trata de decir el fiscal -dice el Juez, arriesgando una conclusión- es que el acusado, en lugar de ceder a la presión de la sociedad, ha
impuesto una forma diferente de vivir, aun poniendo a riesgo su propia reputación? -y continúa, como si ya supiese la respuesta- quiere decir que no
le importó su popularidad y buen nombre, con tal de levantar una causa a la que el considera justa, aunque esta vaya en contra de la corriente y el
consenso general?.
-Exactamente.-responde el abogado, mientras se pasea lentamente delante del jurado- se acusa a alguien, solo por el hecho de llevar a las multitudes
a un regreso a la verdadera integridad, y a cosas que ya estaban establecidas mucho antes de que este sistema perverso cambiara el orden de los
valores de todo ser humano.
-El tiempo dirá si son verdaderos o no -replica el Juez en tono cortante.
-Que sea él quien ponga a riesgo su reputación no es el punto-apunta el fiscal mientras se desajusta la corbata nervioso- pero se agrava con el
hecho de que esa revolución de disidentes se acentúa con cruzadas evangelísticas que pretenden entrenar a un nuevo escuadrón.
-Por Dios, fiscal!! -interrumpe el Juez- No estamos aquí para discutir sobre métodos de evangelismo. Esto se ha tornado irrelevante. No encuentro
motivos para condenar a un muchachito que solamente intenta ser diferente. No creo que eso destruya el sistema. El estado no puede condenar a
alguien por el solo hecho de ser distinto, y menos aun, si la gente que abraza su causa lo hace de una forma totalmente voluntaria. La sociedad ha
visto desfilar a miles de jóvenes idealistas como él, persiguiendo utopías o levantando quimeras que finalmente han muerto. El tiempo será el mejor
juez; si esta revolución es una de las tantas, se disolverá como otras que hemos visto pasar inadvertidas, pero si realmente existe algo Superior en
todo esto...nadie la podrá detener. Condenaremos a este muchacho, y se levantaran otros miles. Podremos encerrar a unos cuantos, pero la
revolución se extenderá por toda la nación como una inundación. Dejemos que la historia juzgue a los protagonistas. Por mi parte, no tengo nada mas
que objetar, declaro al acusado inimputable. Se levanta la sesión. El martillo replica sobre el estrado en medio de un murmullo ensordecedor. El Juez,
confuso, se retira a su sala privada. El abogado, de impecable traje blanco, le hace un guiño cómplice a su defendido. El oscuro y controversial fiscal,
maldice y golpea sus puños contra el estrado. Los periodistas, cronistas y fotógrafos tratan de sacar sus propias conclusiones en medio de flashes y
apretujones.
El acusado sigue sonriendo. No ha abierto la boca en toda la jornada, pero sonríe. Se pone en pie, en medio de unas pocas felicitaciones y camina
hacia la salida. Casi no llega a los veinte años, pero su mirada parece marcada a fuego. Afuera lo espera la revolución y la causa. La bandera que
trastorna al sistema. El escuadrón de resistencia. Los que no quieren ser influenciados por una sociedad enferma. Los que van a ser llevados a juicio
una y otra vez, y siempre sonreirán callados, sabiendo que para defenderlos estará el hombre de níveo traje blanco. Y hablando de vestimenta, les
dije que nuestro acusado esta vestido con indumentaria de ejercito? ...si, creo que se los conté, es fajina azul, y en una fotografía del periódico que lo
retrato a la salida del juzgado, se lee una pequeña letra en su hombro derecho. Es casi imperceptible, pero los detallistas verán que esta allí. Es una
zeta dorada, la marca de los Zelotes.

UN SELECTO EJERCITO

Nunca pude llevarme bien con las matemáticas. Mucho menos con los profesores que se empeñaban en enseñármelas.
"Si mi futuro esta en el ministerio -decía por aquellos años de secundaria- ¿De qué me sirve solucionar un problema de regla de tres compuesta?".
Nunca nadie supo darme una respuesta lógica, pero lo cierto es que si no alcanzaba el promedio, tendría que rendir el examen nuevamente. "Nos
vemos en marzo, Gebel, y espero que venga preparado", decía entre dientes mi profesor mirándome por encima de los lentes y sonriendo como quien
va a aplastar una cucaracha. Así funcionaba: no me entregarían mi certificado hasta hacer correctamente el examen. Así fue que me transformé en
un matemático crónico. Si te estas sonriendo, es porque seguramente conoces a alguien en condiciones similares, quizás en la escuela del ministerio.
Así funciona el Reino, no puedes pertenecer al escuadrón Z con la sola emoción de haber corrido al altar un domingo por la mañana. Cuando uno
entra a este selecto ejército, no nos entregarán el diploma ni nos graduaremos con honores sino obtenemos las mejores calificaciones. Unos
tardarán años en graduarse; otros, unos pocos meses y algunos hasta se transformarán en "matemáticos crónicos". Es por eso que hay jóvenes que
viven estancados en el mismo problema desde hace años, ese estúpido hábito oculto que no les permite graduarse. Unos reciben medallas, otros
pelean con una tonta debilidad crónica. Algunos transforman la sociedad, otros son silenciosos espectadores. La diferencia esta en no especular con
el promedio, ni quedarse atrapado en la misma materia.
Es que, como dijera el Sargento negro de la legendaria película "Reto al Destino": "-Esto no es para chiquilines, se trata de un ejército, y sólo
sobreviven los mejores". Desde que comenzamos este ministerio hemos tenido como lema 'No ser un simple entretenimiento, sino un poderoso
entrenamiento', por eso, día a día, todo un selecto equipo de zelotes, volcamos lo mejor de nosotros en cada área. Hacemos cada cosa con el fin de
destruir a ese estúpido hábito que no te deja graduarte. Queremos verte en las finales, queremos abrazarte el día de los diplomas. No estamos
jugando ni nos interesa entretenerte. Le tenemos mucha bronca al pecado y a su autor intelectual. Esto, mi viejo, es una guerra. Es que en la
Generación Z no hay lugar para los grises. Sencillamente somos los hombres de blanco y portamos una Z dorada.

TRATO HECHO

Perfecto. Nos sentimos honrados de poder ser parte del nuevo y poderoso escuadrón de emergencia en combate contra las fuerzas invasoras. Y vos,
nos diste tu confianza y tu apoyo incondicional. Así que, un trato es un trato, y lo vamos a mantener. A principios de año, teníamos el sueño de lograr
una revista que fuese mucho más que un entretenimiento o un magazine de información. Tenía que tener de todo: datas, informes, investigaciones,
música y la mayor cobertura que jamás se hizo sobre los temas candentes de la juventud.
"Hagamos una revista donde podamos hablar de bulimia, de sexo, de los falsos modelos y de cada uno de los flagelos que intentan destruir a nuestros
jóvenes", esa fue la consigna. Reunimos a los mejores columnistas, a los más prestigiosos escritores y a aquellos que tienen una verdadera carga
por los jóvenes y adolescentes. Los mejores creativos y cronistas, se pusieron a nuestra entera disposición.
Pero teníamos un pequeño escollo: queríamos que todos (o una inmensa mayoría) accediera a la revista. Aún los lugares más recónditos del país
albergaban jóvenes dispuestos a transformarse en parte de este nuevo escuadrón Z de vanguardia, y no podían quedarse fuera del entrenamiento.
Así que, largamos, con muchísimo esfuerzo setenta y cinco mil ejemplares. Que es el doble de lo que tiraba 13/20 (una exitosa revista juvenil secular
de principios de los 90) y la misma cantidad que la desaparecida revista musical PELO (otro semanario juvenil de finales de los 80), y un poco menos
que la actual Rolling Stone, edición Argentina. Nuestros días de cierre, significaban una decena de personas corriendo de las computadoras al
teléfono hasta la hora que sea. Sentimos que trabajamos para un público selecto, grande, ABC1, con las exigencias de aquellos que no leen cualquier
cosa. Y vos, lo percibiste. Recibimos miles (Dios sabe que es cierto), de mensajes y e-mails de toda la República, a tal punto que tuvimos que asignar
a una persona específica para leer todas las cartas. Al poco tiempo, recibimos una nominación al premio Optima, en Expolit, debido al contenido y al
tratamiento de las notas. Eso nos alentó aun mas y nos dejó la sensación que íbamos por buen camino. Pero queremos crecer para responder a
todas las necesidades. Soñamos con regalarte posters coleccionables, y compartirte las fotografías con la mejor calidad del mercado. Ansiamos que
puedas guardar la revista y utilizarla cuantas veces quieras en tu programa radial o en la reunión juvenil. Apostamos a la calidad y la excelencia.
Por cada joven que el diablo nos arrancó, queremos arrebatarle cien. Queremos llegar a entrenar a cientos de miles, aún en Latinoamérica. Por eso
crecimos. Y lo puedes palpar a partir de la nueva edición Gold. Conservamos la seriedad y la frescura de siempre. Alistamos a los mejores en nuestro
staff. Nos comprometemos a mantener el feedback que nos caracteriza. Y por sobre todas las cosas, te cuento uno de nuestros lemas en la interna
de la redacción, que es casi una intimidad: "no insultemos la inteligencia de los jóvenes".
Te respetamos al grado máximo, porque estamos conscientes que le hablamos a obreros de primera línea. A soldados que lo dan todo en el campo
del honor. Cada número es para coleccionar. Cada nota, para leer y compartir. Y cada informe, para el asombro. Cada foto es seleccionada. Cada
reportaje, para pensar. Es un trato, y lo respetaremos. Seguí apoyándonos como hasta ahora, y nosotros te brindamos una edición Gold. Es un trato
marcado a fuego. Color oro.

UNA MISION QUE VALGA LA PENA

El hombre camina entre las tumbas encorvado y silenciosamente. Una brisa otoñal recorre el viejo cementerio. Está más cerca del final que del
principio de la vida. Vive sus últimos años, los altos, los de la experiencia. Se nota cansado, pero hace un esfuerzo y se inclina sobre una de las
tumbas. Detrás del anciano, los que parecen ser sus familiares, lo observan con respeto.
La lápida lleva el nombre de un teniente del ejército americano. No es cualquier teniente, no señor. Para el viejo hombre, fue quien le devolvió la vida.
Fue quien cruzó el mapa en plena guerra para devolverle su libertad. Hacía muchos años, el gobierno americano había revisado los archivos para
descubrir que una madre había perdido cuatro hijos en la misma guerra. Y no era justo que perdiera otro, su quinto hijo, bajo bandera en el ejército.
Había que indemnizar a la madre de algún modo, y lo mejor era, buscar al quinto hijo, quien estaba al frente de un pelotón, darle de baja, y enviarlo de
regreso a casa. Que viva los últimos años junto a una madre que lo perdió casi todo. La misión se llamó "Rescatando al soldado Ryan" y sirvió de
guión para un exitoso filme, interpretado por el premiado Tom Hanks. Durante el rescate, el teniente no puede creer que todo un pelotón se sacrifique
para buscar a un solo mortal. Pero le costó su propia vida y de sus mejores hombres, y antes de morir, le dedica sus últimas palabras al soldado
Ryan: "Espero que te merezcas este sacrificio, por lo menos vive una vida digna, que valga la pena".
En el filme, Ryan ahora es el viejo que viene al cementerio y observa en silencio. La guerra terminó pero él quiere saber si saldó su deuda con el
teniente. Contempla su tumba y le hace una pregunta a su anciana esposa, que está a unos pasos detrás de el. "Necesito saber algo-dice el viejo
Ryan- dime si viví una buena vida. Si fui digno de tanto sacrificio. Si valió la pena que me rescataran. Dime si valió la pena.", insiste entre las lágrimas.
Los dos se abrazan en silencio y la similitud de la película con el sacrificio que Cristo hizo en la cruz por nosotros, es asombroso. De eso se trata.
Sólo hay que cambiarle el título al filme, "Rescatando al soldado Jorge, Hernán, Pablo, Dante, etc". El sacrificio no registra antecedentes y es
indescriptible. Luego, sólo hay que vivir una vida digna de tanto sacrificio. Una vida que valga la pena. Algún día, los años de adolescencia habrán
quedado en el olvido. La fuerza de la juventud sólo quedará retratada en una foto amarillenta y la nieve emblanquecerá nuestro cabello. Ese día, nos
preguntaremos si vivimos una vida digna, que haya valido la pena. Si afectamos a otros, si entrenamos a la nueva generación, si perpetuamos
nuestro nombre, si nuestra obra perdurará aún cuando ya no estemos. Algo de eso hay en Generación Z. Queremos hacer cosas que demuestren que
valió la pena la crucifixión.
Que no fue en vano. Queremos agradecer un poquito, tanta gracia inmerecida, por eso, nos dedicamos a buscar a los soldados Ryan antes que
mueran en combate. A lo mejor, valga la pena. A lo mejor, si logramos rescatarlos, tengan también una vida digna.

SONRIE, TE ESTAN FILMANDO

Hoy sólo es una anécdota, pero en aquel entonces hubiese querido que me tragara la tierra. Cursaba, lo que hace unos años era el tercer año de
secundaria en un colegio Alemán. Desde el examen de ingreso, hubo una cuestión de piel con un profesor. Por alguna curiosa razón, no nos
soportábamos. El tendría unos treinta años y este servidor, unos quince. Posiblemente, todo nació cuando en plena clase, me sorprendió dibujando
una caricatura de cada uno de los docentes. Así que, dos por tres, la frase irónica me helaba el cuerpo: "Gebel, pase al frente, así nos cuenta de qué
se ríe y nos reímos todos, venga a hacer uno de sus dibujitos".Creo que la cosa se tornó en algo personal. Nos repelíamos mutuamente. Un domingo,
Dios me habló profundamente en la iglesia, y ese día, decidí que podía cambiar la molesta situación. De un día para otro, le hablé a todos de un notorio
cambio de vida personal, y en una ocasión, hasta prediqué en una voz, lo suficientemente alta, para que oyera mi enemigo declarado. Por si el cambio
no quedaba claro, y para que no hubiese rencores, llevé a mi pupitre una regla que decía "Jehová es mi Pastor". El profesor la observó de reojo. A la
semana, otro profesor, quiso romper el hielo de la clase, pidiéndonos nuestra opinión respecto a los demás profesores del establecimiento. ¡Era mi
gran oportunidad de decir todo!!.
Por un momento, olvidé mi cambio de vida, y me despaché a gusto, hablando de mi repulsión por el profesor en cuestión. "Es un agrandado-dije, en
medio de las risotadas y la aprobación de mis compañeros- es insoportable y toma exámenes solo para reprobarnos, deberían echarlo del colegio,
por mal tipo y...", mientras hablaba, alguien me tocaba el hombro. Parecía una escena del Chavo hablando mal del profesor "Longaniza". Detrás de mí
estaba el destinatario de mis palabras. Mi docente enemigo. No sé desde cuándo estaba allí, pero escuchó to-di-to. Hubiese querido desaparecer o
tirarme por la ventana en un último acto de valentía y sentido común. El profesor no parecía ofendido, pero con la misma ironía de siempre, tomó de
mi pupitre la regla que decía "Jehová es mi pastor" y sonrió. Sólo sonrió como aquel que le descubrió el truco al mago. Jugó con la regla entre los
dedos y sonrió otra vez. Luego, dio media vuelta y se fue tal como había entrado, en silencio.
No hubo más palabras entre nosotros. Pero entendí aquella sonrisa irónica: "No sirve que prediques de amor o lo que sea, si no lo vivís con tu vida".
Por un tiempo, no me atreví a predicar de un cambio de vida, hasta restaurar mi testimonio. Mi espalda predicaba más que mis palabras. No volví a
hablar del tema con el profesor y nunca me atreví a hablar del tema para pedirle perdón. Pero me dispuse a ser un modelo de verdad, a partir de
aquel engorroso incidente. Ojalá vuelva a encontrar al profesor, te voy a contar si alguna vez pasa.
Claro que apenas tenía quince años y no había empezado a vivir la experiencia, pero aún recuerdo el incidente, trivial, pero determinante. Fue el día
que supe que debía ser un modelo en las cosas simples. Fue el día que asumí que mi testimonio pesaba más que la inscripción en la regla o una
carpeta. Fue el día que me enteré que me estaban filmando. A propósito, sonríe, que también sos un modelo para toda una generación, y las cámaras
nunca se apagan.

UN SIMPLE JUEGO DE AJEDREZ

El hombre espera en la quietud de la celda. Una molesta gotera golpea sobre la piedra. El calor es agobiante y denso, pero la temperatura es lo que
menos importa. Las moscas lo invaden todo sin piedad, pero no hay cómo espantarlas, al fin y al cabo, pueden llegar a ser la única compañía
agradable. Los demás presos observan al hombre con recelo. Acechan. Para ser sinceros, los últimos meses fueron pésimos para el callado
prisionero. Sus hermanos lo odiaron con toda el alma, y le tendieron una traicionera trampa. El hombre ya no recuerda dónde quedó aquel traje de
marca que solía usar los domingos, acaso haya sido su estilizada vestimenta lo que originó tanto celo familiar. Ahora viste harapos, o una suerte de
taparrabo. Se comenta en la celda, que hasta hace poco trabajaba como mayordomo de un hombre millonario. Algunos dicen que quiso acostarse con
la bella esposa del magnate. Otros afirman que fue otra acusación injusta. "No hace falta ser muy inteligente para saber que su vida está en
bancarrota", -comenta en una voz casi imperceptible uno de los presos, apodado "El griego".
"Debió haberse acostado con ella -dice el viejo recluso- una noche de pasión y lujuria hubiese significado su pasaporte a la libertad". El hombre sigue
recostado sobre una de las sucias paredes de la prisión. No escucha los comentarios. Sólo....sonríe. Parece que sabe algo que los demás ignoran.
Como si tuviese un hábil abogado que apelará su condena, o como si supiese que su muerte está cerca y aliviará tanto dolor injusto. Sonríe en
silencio, sin alboroto. Sonríe como si supiera que sólo se trata de un plan perfectamente delineado.
Es que el hombre se siente cada vez más cerca de su destino, y por alguna razón, lo percibe, es inminente. No siente el calor ni le molestan los
grilletes. Es como si pudiese ver a través de los enmohecidos muros de la celda. Los demás presumen que está al borde de la locura, de perder el
juicio cabal, "suele pasar", opinan. Pero el hombre espera como aquel que sabe que está a pocos minutos de la gran final. Y casi disfruta este tiempo.
No maldice el calor ni la prisión, lo toma como parte del plan, de su último escalón al destino. Las chirriantes puertas de acero se abren de golpe, y
dos guardias entran en escena. Buscan al hombre. Alguien hace una seña en dirección al sonriente prisionero. Uno de los guardias tiene una voz
gutural: "El Rey ha tenido un sueño y nadie puede revelarle el significado, alguien le habló de que tú conoces estos misterios, el Rey quiere verte
urgente". El prisionero no se sorprende, como si alguien le hubiese dicho que esto ocurriría. No más injusticias, no más prisión, el tiempo del destino
ha llegado. El hombre sube los peldaños que lo alejan de la celda, en silencio. Los demás presos sólo observan al hombre que supo entender que todo
buen destino tiene su precio, y hay que pagarlo con una sonrisa. La próxima vez que los reclusos vean al hombre, lo encontrarán con vestimenta de
rey. No será un prisionero, será Jefe de Estado. Un Faraón. El magnate maldecirá haberlo despedido. La mujer confesará que lo acusó injustamente. Y
su familia se arrodillará ante él para pedirle misericordia. Los presos lo transformarán en leyenda a través de los años. José ya no es un oscuro
prisionero, ahora ocupa el sillón presidencial.
A Dios le encanta mover las piezas en Su ajedrez y sorprender. Y a veces, si el pequeño peón, entiende la jugada, en lugar de maldecir su presente,
sonreirá en silencio, sabiendo que en cualquier instante, un simple movimiento del Maestro, puede transformarlo en un rey. Que disfrutes este tiempo
de espera, sabiendo que tu destino está cerca. Sólo espera y sonríe.

CAMPEONES

Todo o nada. El pugilista sube al cuadrilátero sabiendo que podría ser su última pelea. Se juega mucho más que el cinturón, que ahora es apenas un
símbolo de su consagración como campeón del mundo. Se juega la reputación, su vida, el futuro. Sabe que tiene que subir a pegar, y volver a pegar.
No puede escatimar esfuerzos a la hora de golpear. Es que, por si no lo sabían, el campeón no está jugando. Un knock out (K.O) en este momento de
su carrera, lo dejaría mucho más abajo que en la lona. Lo empujaría al olvido. Faltan veinte segundos para que suene la campana. El boxeador está en
su punto sin retorno. No puede perder.
El goleador respira. Una multitud grita desaforadamente entre vítores e insultos. El jugador está quieto frente al agazapado arquero. Faltan veinte
segundos para patear el penal. En otro momento podría errarlo y sólo sería una anécdota del Fútbol amateur, pero ahora no juega con esa
posibilidad. No cuenta con ese lujo. Juega en primera división y en un mundial. No puede fallar, no se puede equivocar, no hay margen de error en las
ligas mayores. Los cien mil espectadores parecieran moverse en cámara lenta. El no está jugando un partido. Esto ya no es un deporte donde lo
importante era competir. Se juega un contrato Europeo millonario. Su pase al futuro asegurado. No puede patear mal. Es todo o nada. Lo difícil no es
llegar, sino mantenerse. Si el boxeador cae, se levantará de la lona, pero no del prestigio. Si el jugador no convierte el gol, maldecirá sobre el césped,
pero alguien más romperá un contrato sin firmar.
Salvando las distancias, es la misma presión que sentimos al publicar cada número de nuestra revista. Hace un año comenzamos con el sueño de
convertirnos en una alternativa potable para la juventud. Trabajamos duro para lograr una edición única cada vez. Ponemos todo para el mejor
público que nos espera ansiosos. Y unos minutos antes que la revista salga de imprenta, sentimos lo del boxeador. O los segundos previos al penal. A
diferencia de los dos ejemplos, no estamos cuidando nuestro prestigio o un contrato millonario, sino algo mucho más importante: la responsabilidad y
el compromiso ante Dios de dar lo mejor. Quisimos jugar en las ligas mayores, y hoy, estamos saliendo en gran parte de Latinoamérica. Eso nos
produce un profundo respeto por los miles de lectores y por saber si estamos dando lo mejor. Cuidamos el diseño, las fotos, los informes y cada
nota. No hay una sola frase al azar. No ponemos rellenos o notas de color. Cada página tiene que tener algo para decir, en lugar de solo decir algo.
Seleccionamos sólo lo mejor y escribimos cada nota como nos hubiese gustado que nos hablaran a nosotros. Salimos a la calle, como si fuese el
último número. Donde hay que ponerlo todo. Cada edición es premium, cada número tiene que ser de lujo. El equipo trabaja como si se jugaran un
título. Durante más de un mes, están investigando, viendo lo que pega, consiguiendo información, seleccionando los mejores libros, para que a la hora
de salir de imprenta, sepamos que lo dimos todo. No sabemos si lo estamos logrando, pero de igual manera, no podemos caer en la lona o errar el
penal.
Esto, es un mundial, y ya dejó de ser un deporte. Es una guerra contra el enemigo, y no una simple lucha de novatos. Gracias, estimado Zelote, por ser
un fiel lector y por el incondicional apoyo en cada número. Gracias por la amistad y la confianza. Por las críticas y los halagos. Esta, más que nunca,
es una revista para campeones, para los verdaderos campeones de lo eterno. Ah...olvidé decirte que sólo faltan veinte segundos para comenzar a
leerla. Que disfrutes el gol.

UN MAL DIA

Su esposa se lo había dicho antes de salir de casa. Ese no iba a ser un buen día. Era un extraño presentimiento que le rondaba por la cabeza desde
hacía semanas. Su esposo convivía con el peligro y la muerte era moneda corriente en la disipada vida de su amado, cualquier día, podía ser el último
que lo viera con vida. Pero esta vez era distinto.
Ella sentía un helado presagio, una nefasta premonición. Y ahora, había escuchado lo que no hubiese preferido oír nunca: su esposo había sido
detenido. "No debiste haberte casado con el, nunca fue un buen hombre", pronosticó su madre, y hoy, pagaba la factura por una mala elección y por
desoír el consejo materno. Pero que fuera un delincuente, no disminuía el amor que sentía por el. Hubiese preferido un abogado, un ingeniero o un
albañil, pero no tuvo esa fortuna. Su esposo era un ladrón y lo acababan de apresar.
No la asustaba que estuviese preso, ya había pasado por esa situación antes. Lo dramático era que esta vez no habría misericordia del juez, y la
sentencia era inapelable. "Una ejemplar muerte de cruz", pidió el fiscal a un tribunal con sed de justicia. Es que ese no iba a ser un buen día, pensó la
mujer una y otra vez. No debió haberse levantado de la cama. Era una tarde gris, helada, con una llovizna que cortaba la cara. "Tal vez lo perdieron
las malas compañías" reflexionó mientras recorría la calle principal, "su socio en las andadas también será crucificado con el", le susurró una vecina
a modo de desgraciado consuelo. De igual modo, ya no importa buscar culpables, lo cierto es que su esposo iba a terminar como ella lo había soñado
en tantas pesadillas: en la peor de las muertes, las más vergonzante, las más cruel, las más atroz. La dama no pudo despedirse de su amado, es que
los ladrones no cuentan con ese lujo, no hay piedad, humanidad, o últimos deseos para los condenados al madero.
El horizonte recorta tres cruces, la de su esposo, la de su compañero en las correrías y la de un....desconocido. Ella conoce a su marido y al otro
ladrón, pero le resta importancia al tercero, "otro infeliz que condenará a otra viuda al olvido y la desgracia", piensa. El cuadro es estremecedor. No
la culpen a ella por no llorar, ya gastó todas sus lágrimas en una vida miserable junto a quien le prometió amor eterno y ahora cuelga de una cruz.
Gritos, súplicas, latigazos, sangre, ira. No quiere mirar a su esposo, está allí, pero prefiere no recordarlo así. Sólo observa el suelo, mientras la
sangre surca la tierra entre los dedos de sus pies.
Uno de los ladrones insulta al desconocido de la cruz del medio. Y una voz conocida, imperceptible, pronuncia algunas débiles palabras. "Acuérdate de
mi, cuando vengas en tu reino". Era la inconfundible voz de su esposo, sin duda, hablándole al desconocido de la cruz central. "Hoy estarás conmigo
en el paraíso", promete el otro, como si en su condición pudiese prometer algo.
La mujer levanta la vista por primera vez. Tal vez para mirar a los ojos de su esposo una vez más....o tal vez para entender el diálogo tan extraño que
acaba de oír. El socio de su esposo acaba de morir en un seco grito. El desconocido del medio pareciera un inocente que paga por algo que jamás
cometió, y su esposo, su esposo....sonríe. No tendría porqué sonreír, no hay razones. Hizo de su vida un mundo miserable, y pende de una cruz frente
a miles de ciudadanos enojados. Pero el ladrón se encuentra con la mirada de su esposa, y le hace una sonrisa. Un último gesto de que todo estará
bien, a pesar de todo. El gesto de los que se encontraron con la gracia en el momento menos pensado. Ella tampoco sabe porqué, pero presiente que
su esposo finalmente encontró algo distinto. No entendió bien el diálogo de los condenados, pero supo que algo había cambiado, allí, a escasos metros
de ella, en lo alto de la cruz.
Su esposo cuelga de un madero, pero inexplicablemente, irracionalmente, sonríe. Ella le devuelve el gesto en el lenguaje del silencio, ese que sólo
pueden interpretar los que se han amado lo suficiente como para no tener que hablar. Su esposo se había encontrado con la gracia en el minuto final.
Segundos antes de la cita con el verdugo inevitable, la muerte. Ella sabe que no puede implorar justicia y mucho menos misericordia. Ella sabe que su
esposo paga por crímenes verdaderos. Ella sabe que ese era el final del camino, la terminal de la vida, tarde o temprano. Pero ahora, la última
sonrisa de su esposo le devuelve la calma. La sonrisa que se dibuja entre la sangre y los moretones, extrañamente, la compensa por toda su vida
miserable. Su esposo parece no pender de una cruz. Muere como si lo hiciese de viejo, en una cama caliente, rodeado de sus seres amados, luego de
haber vivido una buena vida. Su esposo no mereció nietos, ni años altos, ni una cristiana sepultura. Pero alguien, tan condenado como él, le prometió
el paraíso en lo alto de la cruz. Ese, no iba a ser un buen día. Y mucho menos, existía la más remota posibilidad que terminara bien. Su esposo ha
dejado de respirar, pero nadie se explica porqué sonríe. La dama descubrió el secreto: si para encontrarse con el paraíso había que venir a la cruz,
valió la pena el haberse levantado.
Cuando te sientas que tu día está arruinado, o lo que es peor, que tu vida se ha transformado en miserable, recuerda que siempre se puede pasar
por la cruz. La gracia, transforma a ladrones en reyes, y a las cruces en paraísos.
Ojalá que este articulo pueda lograr, que después de todo, este no sea un mal día.

LA INSOLITA HISTORIA DE UN MAFIOSO

Ha sido un ladrón de toda la vida. Cualquier mafioso tiene códigos, gente a la cual nunca debiera robarles. Pero él, los desconoce por completo.
A los siete años visitó el primer correccional de menores, y más tarde, recorrería todos los de su ciudad. Alguien, conocedor de la mala gente,
vaticinó que este pequeño nunca llegaría a ser una persona decente, y no se equivocó. Tal vez existan mortales que ya nacen con una mala marca,
una especie de karma, algo que los predispone antes de la vida adulta. Este, damas y caballeros, es el típico caso.
Sin padres reconocidos y mucho menos alguien que hubiese considerado adoptarlo. Se comenta por el barrio natal, que carga con diez muertes en su
haber. Otros opinan que muchas más. Todos lo saben , pero nunca se pudo probar nada.
Cuentan, que al llegar a los treinta y pico, entró en las "ligas mayores", en la mafia grande, aquella de los amigos importantes, las influencias del
poder. Y tal vez por eso, nunca se le comprobó ningún delito. Todos saben que es ladrón, cualquier hijo de vecino no desconoce al mafioso que la
propia ciudad engendró. Desde el alcalde hasta el juez, conocen que maneja negocios turbios. Droga, mercancía robada, timba, trata de blancas. Pero
es su vinculación con el poder lo que le ha dado tanta impunidad. Se ríe de los jueces y juega su turbulenta vida ante la mirada absorta de los
inocentes. Pero el poder cambió. O tal vez alguna interna política le jugó una mala pasada, o...algún juez escrupuloso no permitió que alguien le
pusiera precio a su deber. Y desde hace un año, está privado de la libertad. El periódico lo festejó colocando la noticia en la primera plana de la
edición dominical. Los ciudadanos respiraron cierto aire de justicia, tardía, pero justicia al fin. Los políticos utilizaron el encierro del mafioso para su
campaña política. Algún poderoso influyente hizo extensas declaraciones en la televisión local, acerca de "cómo actúa la justicia de nuestro país". Si
hubiese una hipotética mínima chance de que algún preso fuese liberado, éste no es el caso. No debe existir un solo ciudadano de bien, que no esté
alegre por el justo encierro del oscuro personaje. Los que tenían miedo, declararon. Y un hábil fiscal pudo probar cada delito. Y dicen también, que
ningún abogado pudo defender lo indefendible. Lo sentenciaron a cadena perpetua.
Pero todo eso fue hace un año. Los primeros doce largos meses de el resto de su vida en prisión. Hoy es un día festivo en la ciudad, y la costumbre
es darle un "regalo" a la gran ciudad. Un premio irónico. En el día de la fiesta, la gente puede votar para que el gobierno suelte a un preso, tal vez
para darle una nueva oportunidad.
El nefasto hombre no aspira ni a soñar conque pueda contar con ese deseo. La gente lo odia demasiado. La prensa se le tiraría encima al gobierno
como leones hambrientos. No. No existe la posibilidad de pensar en la libertad...a menos que....existiese alguien al cual la gente odie mucho más que a
él. Un violador de niñas, tal vez. O un ladrón con menos códigos que el mismo. Un caníbal, una bestia que mate ancianas, un Hitler, algún azote venido
del mismísimo infierno. Si hubiese tal persona, por una logística comparación, el mafioso podría ganarse el olvido de su condena y aspirar otra vez la
calle. Pero no vale la pena la ilusión, no existe alguien peor que el mismo, y lo sabe.
De pronto, alguien interrumpe su delirio, es un guardia. Seguramente lo llevará al "agujero" de castigo o lo golpeará hasta desangrarlo, al cabo, es lo
que le ha sucedido durante todo este infernal año. Pero al guardia no parece disgustado. "Ya no entiendo a este país -comenta el hombre de
seguridad- el maldito pueblo ha votado por hacerte un pájaro libre y encerrar a otro en tu lugar...". El afamado ladrón no da crédito a lo que acaba de
oír: el pueblo ha votado para liberarlo. Algo no está bien...o el país enloqueció o apareció alguien que despierte más odio popular que el mismo. Otros
dos guardias le entregan su ropa de civil. Un escribano constata su firma en el libro de salidas de la penitenciaría. Es demasiado milagroso,
demasiado irreal para una sola tarde. Es un contrasentido. El hombre condenado a perpetua, será liberado gracias al mismo pueblo que lo encerró.
Afuera lo aguardan los periodistas, las cámaras, los grabadores, los reporteros que se apretujan por la primicia. El ladrón gana la calle y los
micrófonos lo apuntan. Quieren saber su reacción, necesitan al menos una palabra del ladrón. Alguna declaración.
El mafioso sólo pregunta. Debería responder, pero quiere saber. Pregunta quién es el monstruo que será condenado en su lugar. Quiere, por lo
menos, saber el nombre de la bestia que lo suplantó en las elecciones de la muerte.
"Jesús de Nazareth -responde una cronista del canal de noticias- la gente te prefirió a ti, antes que al tal Jesús".
El hombre no entiende mucho, y se abre paso entre la turba. Tiene demasiadas cosas que preguntar, much75os interrogantes sin respuesta. Tiene la
libertad, pero por alguna curiosa razón, no la disfruta, no la comprende.
El tal Jesús tiene que ser demasiado importante para ocupar su lugar, o demasiado loco, para ganarse el odio de toda la ciudad. O pocas influencias
en el poder...o quien sabe, tal vez se trate de alguien que haga historia.
El hombre se detiene en el medio de la nada, y sólo tiene un deseo. Un deseo tan fuerte como lo fue el de la libertad. El mafioso quiere conocer quién
lo reemplazó. Quiere saber quién cargó con tanto odio, quiere saber quién le regaló, indirectamente, la libertad y una segunda chance. Casualmente,
en los próximos dos mil años, todos harán la misma pregunta. Todos lo querrán conocer. Millones, en todo el mundo, se preguntarán porqué el tal
Jesús se dedica a cargar con odios ajenos. Por qué reemplaza a delincuentes. Es la incógnita divina, el es verdadero amor, el inexplicable estilo Dios.
Todos querrán preguntarle a Jesús "porqué". Por ahora, el primer hombre de la historia en preguntarlo es un mafioso que acaba de ser libre
injustamente, como si una mano divina hubiese intervenido. Y se llama Barrabás.

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