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"PENSAMIENTO, PALABRA Y ACCIÓN"

Dice San Juan en el versículo 1-1 de su Evangelio que: “En el principio era el
Verbo (es decir era el Logos, la Fuerza, el Poder, La Naturaleza Esencial) y el Verbo
era con Dios y el Verbo era Dios” (es decir que el Verbo era de la misma naturaleza
que Dios).
Y dice en su versículo 1-3: “Todas las cosas por él fueron hechas y sin él
nada de lo que es hecho, fue hecho”. Vale decir que el Verbo recibe la Voluntad
Fecundante de Dios y concibe y luego engendra todas las cosas.
¿Pero cómo es que este Gran Logos o Gran Arquitecto, que es él mismo,
medio y esencia para la manifestación de la Creación, manifestación de la Verdad y
de la Vida, lleva adelante la Gran Obra?
Podemos decir que este proceso tiene lugar en tres etapas, que son Una y
única en realidad, pero que en una secuencia lineal se ordenarían de la siguiente
forma: En primer lugar, todo lo que ha de venir a la existencia material, existe ya en
su pensamiento, que todo lo contiene en esencia. En segundo lugar, su Palabra o
Verbo ordena la acción en un mandato y por último, en tercer lugar, dicha acción,
que es impulso de vida puro, tiene lugar, materializando la ideación original y así la
creación deviene a la existencia.
Bien podríamos bien decir entonces que “Pensamiento, Palabra y Acción” es
la trilogía suprema a través de la cual el espíritu desciende a los mundos materiales
y transitorios, para que la vida física tal como la conocemos, se materialice dentro
del espacio y del tiempo.
En una representación geométrica, si tomáramos estas tres etapas como tres
puntos dispuestos verticalmente, el Proceso Creativo mismo bien podría ser
representado por la línea que los une. Veremos entonces que se forma una perfecta
línea recta, vertical como la plomada, que viene a construir y a constituir un
verdadero puente entre el Cielo y la Tierra, entre el Espíritu y la materia.
Y cumpliéndose la máxima hermética de que “como es arriba es abajo”, así,
tal cual es su pensamiento, tal es la acción que se lleva adelante cuando el Verbo
nacido de su Voluntad, ordena el ¡Hágase! Y la Creación viene a la existencia, justa
y perfecta como todo en la Gran Obra.
Por otra parte, esa acción que es "impulso de vida" o "deseo de vida", se
manifiesta por sí misma en cada cosa y en cada ser, como deseo de ser y deseo de
manifestarse por ser una reflexión del Pensamiento Divino, e impulsa la existencia
objetiva como una ley, para que el Universo pueda existir y evolucionar.
La Obra Cósmica y Sideral emana entonces de una Voluntad Una y única,
que contiene en sí misma el Todo, pero que viene a la existencia en forma de
aparente diversidad y separatividad.
Es así como el hombre, hijo el Creador, es depositado sobre la faz de la
Tierra. Hecho a imagen y semejanza del Gran Arquitecto, siendo la más excelsa
expresión de la Vida, de la Creación y del Creador mismo.

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Dotado de libre albedrío y poseedor de una auto-conciencia, es decir, de una
individualidad interior que puede llegar un día a conectarlo con su Alma inmortal y de
una personalidad exterior que le permite el vínculo y la interacción familiar, grupal y
social; auto-conciencia que tal vez también le permita algún día descubrir ¿quién es
él realmente?
Con las mismas cualidades que su Padre tiene en potencia, pero en latencia,
y que también deberían llevarlo algún día a preguntarse y a tratar de responderse
¿Cuál es su papel en la Gran Obra? y ¿Por qué su Padre no dotó a los animales,
vegetales o minerales con estos dones? Yo creo que seguramente será porque
espera de nosotros los hombres, algo más...
Y volviendo a la máxima de que “como es arriba es abajo”, es que también
nosotros, los “creadores junior”, creamos a nuestros hijos, que son nuestros Actos, a
través de un proceso lineal de Pensamiento, Palabra y Acción, cuyo resultado al
materializarse dependerá enteramente de cómo estos interactúen entre sí.
Y en eso estamos... Pero ¿por qué será que nuestros deseos y aspiraciones
no parecen materializarse, como supuestamente ambicionamos?
Lo que sucede es que la incoherencia entre el pienso, siento y actúo, que
podemos llegar a desarrollar los seres humanos, es tan grande como velada y la
mayor parte del tiempo no somos conscientes hasta qué punto nos contradecimos
constante y permanentemente, todo lo cual nos aleja cada vez más de la perfecta
línea vertical que es el puente hacia nuestra Alma inmortal, mientras nos
sumergimos e identificamos cada vez más con nuestra densa personalidad, efímera
y mortal.
Entonces, qué sucede cuando estos tres puntos, que hemos representado
como “Pensamiento, Palabra y Acción”, no coinciden entre sí? Es decir, qué sucede
cuando pienso algo (que es mi verdadera intención), verbalizo otra cosa que no
coincide con mi intención velada y significa que le estoy ordenando el hágase a algo
diferente, y además actúo por reacción de una tercera forma, que no tiene nada que
ver ni con lo que realmente pensé ni con lo que dije que pensaba?
Sucede, que el proceso creativo representado por la línea que une estos tres
puntos, lejos de ser una vertical perfecta, se convertirá en una línea quebrada y
angulosa, que rápidamente perderá altura, pues los tres puntos perfectamente
alineados en la vertical, es la altura máxima que podemos lograr.
Creo que estos ángulos en la línea quebrada, formados por la no
concordancia entre nuestro pensamiento, nuestra palabra-emoción y nuestra acción,
bien podrían gráficamente representar las filosas aristas de nuestra piedra bruta,
convertida en casi un erizo enmarañado, formado de aparentes contradicciones.
¿Y por qué le sucede esto al hijo del Creador?
Porque en el perfecto Orden que lleva adelante la perfecta Obra de su Padre
no hay malos entendidos, ni errores, ni malas interpretaciones; tal como pides,
recibes. Y si nuestra obra, aparentemente no resulta como la queríamos, es porque
nuestro mensaje no ha sido claro... o ha sido demasiado claro en realidad y claro
está, que no hay más ciego que el que no quiere ver.

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Sucede, que la mayor parte del tiempo nuestro pensamiento no proviene de
nuestra Mente Superior alineada con nuestro Ser Inmortal, sino que es el resultado
de del proceso mental inferior de nuestro cerebro, que junto con nuestros deseos
personales y acciones egocéntricas, va construyendo y sustentando nuestra
personalidad mortal. Y los pensamientos provenientes de esta mente inferior, más
que pensarlos a ellos, nos piensan ellos a nosotros, dando vueltas y vueltas en
nuestra conciencia como una verdadera noria, esperando su turno para retro-
alimentarse con nuestra energía y reforzarse.
Por eso nuestro pensamiento vaga y salta de una cosa a la otra, como si
nuestras reflexiones y preocupaciones estuvieran encadenadas o hilvanadas.
Porque son ellas las que nos piensan y esclavizan; y mientras nosotros construimos
la engañadora ilusión de ser libre pensadores, nos revolvemos entre vanas excusas
y efímeras justificaciones y posponemos indefinidamente el tiempo de tomar
verdaderamente las riendas de nuestra responsabilidad como creadores y de
decirnos ¡basta!
Por otra parte, nuestra palabra creadora tampoco suele ser lo que debiera, es
decir, no es el resultado de un pensamiento-emoción alineado y desprovisto de
deseos personales, emergente de nuestro corazón y no de nuestra boca, antes de
llegar a la acción. Es más, me atrevería a decir que la mayor parte de las palabras
que pronunciamos, distan mucho de haber pasado por el discernimiento, antes de
desencadenar la acción resultante de nuestro mandato.
Por eso, nuestra acción no es la expresión de nuestra voluntad creadora sino
que en vez de acción creativa es, la mayor parte del tiempo, una simple reacción a
los estímulos del medio en que vivimos y a los sentimientos-deseo que las acciones-
reacciones de los demás generan en nosotros y que permitimos que nos esclavicen.
La acción creadora es libre, mientras que la reacción implica estar y actuar en
la relación de causa-consecuencia-causa, lo cual nos lleva a actividades triviales,
rutinarias y mundanas, aún cuando se orienten a procesos “espirituales” y mucho
peor aún, nos llevan al auto-engaño que es el peor de los engaños. Es que toda
acción creadora que aspire ser como la del Gran Arquitecto, debe estar desprovista
de todo motivo personal, es decir debe haber vencido la tiranía de nuestro ego.
Muchas veces nos escuchamos expresar nuestra intención de ser mejores, de
trabajar con ahínco debastando las aristas de la piedra bruta de nuestra
personalidad, en pos de lograr alinearnos verticalmente con principios cuyo objetivo
sea construir mejores hombres-templo que, aunque trabajen separados, se
mantengan unidos en sus ideales en la construcción del gran Templo de la
humanidad.
Pero qué sucede con nuestras elevadas intenciones de superación cuando
nos aventuramos en el supuesto mundo profano? O peor aún, qué sucede nos
dedicamos a juzgar, opinar o censurar el trabajo de nuestros hermanos, cuando
deberíamos en realidad estar dedicados a nuestro propio y arduo trabajo interno? Y
más aún, cuando permitimos y propiciamos que nuestros egos interactúen y se
enfrenten en una confrontación de reafirmación de la razón y del poder, tan estéril
como perjudicial?

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Bueno, lo que sucede es que los elementos que conforman nuestro
“pensamiento, palabra y acción”, son incoherentes y se encuentran desaliñados. Y
lejos de acercarse a la línea vertical que nos conectaría con nuestro Ser Inmortal, se
materializan para nosotros como aristas aún más filosas, en forma justa, perfecta y
en todo acorde con nuestro mandato.
Para terminar esta reflexión, quiero citar lo que ya he dicho en otra
oportunidad, como forma gráfica de expresar nuestra humana incoherencia.
Debemos ser consciente de que: Si en nuestro jardín plantamos semillas de
lechugas, no debemos esperar que nazcan rosas, nacerán lechugas... Y si no
plantamos nada... no debemos esperar que algo crezca, porque la no-acción,
también es una acción que conlleva un resultado, justo y perfecto, acorde con el
mandato.
Es decir, que si queremos ser rosas, no pensemos, sintamos y actuemos
como lechugas. Si aspiramos ser piedras pulidas, no construyamos
permanentemente más aristas en nuestra piedra bruta.
Es una decisión personal, absolutamente respetable, la de ser una lechuga o
una piedra filosa y nadie está capacitado para juzgar si una rosa o una piedra cúbica
son mejores que una lechuga o una piedra filosa. Ambas tienen su lugar en la
creación y cumplen funciones diferentes, pero igualmente importantes.
Pero este camino de búsqueda, sí debería llevarnos por lo menos a tener
plena conciencia de lo que somos en el mundo visible de las formas, que es la
perfecta materialización de lo que pensamos, de lo que sentimos y de lo que
actuamos, para luego decidir si queremos seguirlo siendo o no, si queremos cambiar
o no y sobre todo qué aspiramos llegar a ser o a no ser.
Porque es claro, que no se puede mejorar algo que no se es. Primero
tenemos que mirarnos al espejo sin adornos y sin vestiduras y reconocernos como el
resultado de lo que verdaderamente pensamos, decimos y hacemos, sin
responsabilizar por las consecuencias de ello a nadie más que a nosotras mismas.
Luego deberíamos decidir si realmente queremos evolucionar entre la
escuadra y el compás; si estamos dispuestas a asumir sin excusas la ardua tarea
interna en pos de lograr alinearnos con la línea vertical que conduce a la libertad, en
perfecto ángulo recto con la línea horizontal de la hermandad. Porque transitar por
un camino cuya dirección no es la apropiada para nuestras verdaderas intenciones u
objetivos de vida, es realmente una inútil y total pérdida de tiempo.
Y la verdad, es que hay tanto por aprender y por hacer a la Gloria del Gran
Arquitecto del Universo, que perder el tiempo es un lujo que el Hijo del Creador no
debería permitirse.

Susana Gabarda
(2005)

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