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La secta de los nuevos autistas

Tomado de www.elnuevodia.com.co, 10 de febrero de 2011.

LIBARDO VARGAS CELEMIN (*)


Quienes hemos hecho del diálogo y la conversación el principal instrumento pedagógico, nos estamos
quedando solos, sin con quién interactuar, no porque hayan desparecido físicamente nuestros amigos,
alumnos, familiares y conocidos, sino porque cada vez más jóvenes y adultos hacen parte de la secta de los
nuevos autistas y deciden aislarse de toda actividad social para ingresar en los conventos laberínticos de la
nueva tecnología, apoyados por los audífonos, las USB, las Ipad o los celulares.

Para hablar con mi hijo, por ejemplo, tengo que pararme junto a él y con toscas señas indicarle que quiero
hablarle, entonces, como si saliera de un extraño letargo, se descuelga los audífonos o levanta la mirada de su
BlackBerry y me da la oportunidad de hablarle de las cosas domésticas. Luego de uno o dos monosílabos,
vuelve y se enclaustra en su mundo de música, videos o chateos. Igual pasa con algunos amigos que
reaccionan con un rictus de desagrado por la interrupción.
Diariamente uno se encuentra con situaciones que lo llevan a reflexionar si efectivamente la nuevas Tics
contribuyen a la calidad de vida o, por el contrario, su abuso está generando unas relaciones sociales distintas
a las que no hemos podido adaptarnos, porque seguimos creyendo que la conversación cara a cara, mirando a
los ojos, captando las emociones y adivinando las respuestas de nuestros interlocutores, es un acto lleno de
calor humano imposible de suprimir.
No resulta temerario afirmar que una nueva modalidad de autismo se abre paso en la sociedad
contemporánea. Uno de los criterios para establecer el diagnóstico del trastorno autista es, según las
Asociación Americana de Psiquiatría, "la alteración cualitativa de la interacción y comunicación social", y
eso es precisamente lo que estamos viendo en la actualidad, de manera especial en los jóvenes, pero también
en los adultos, quienes de la franca sonrisa, la estrechada de manos y una mirada alegre, han pasado a un
mutismo exasperante.
Los avances descomunales de los teléfonos móviles permiten ahora cierto don de la ubicuidad. Puedo estar
en cualquier sitio, pero comunicado con el resto del mundo. El BlackBerry es una oficina ambulante que se
lleva en un pequeño artefacto, desde el cual se puede navegar, chatear, enviar mensajes, consultar las
cotizaciones de la bolsa, los saldos bancarios; descargar aplicaciones, tomar fotos, cargarlas en las redes
sociales, escuchar radio, mp3 y consultar la ubicación espacial. ¿Qué más se le puede pedir a la tecnología?,
una sola cosa, poder observar a mi interlocutor, mirar sus ojos, percibir su pálpito, notar sus reacciones,
contarle mis angustias, comentar las hazañas del Vinotinto y sentir de nuevo que me encuentro entre seres
humanos.

(*) Profesor Asociado UT


lcelemin@ut.edu.co

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