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ISTITVTVM SPIRITVALITATIS AVGUSTINIANÆ

ESPIRITUALIDAD BIBLICA AGUSTINIANA

Apuntes para el Curso de Espiritualidad

Mario Mendoza Ríos, OSA

Roma 2011
LA ESPIRITUALIDAD BÍBICA DE SAN AGUSTÍN

Fr. Mario Mendoza Ríos, OSA


Augustinianum, Roma - Italia

En el conocido aforisma agustiniano «In Scripturis discimus Christum,


in Scripturis discimus Ecclesiam» («En las Escrituras conocemos a Cristo y en
las Escrituras conocemos a la Iglesia»: ep. 105, 4, 14)1, se presentan los tres
parámetros de la hermenéutica y espiritualidad bíblica agustiniana: Texto
revelado, Cristo e Iglesia. Su hermenéutica coloca a Cristo 2, al centro de la
inteligencia de las Escrituras, donde se encuentran las verdades profundas,
los misterios insondables3 y la doctrina que nos exhorta a vivir rectamente 4.
De la Escritura canónica se extrae el compendio de nuestra fe 5, por eso
la autoridad de sus libros está afianzada por el consenso de tantos pueblos
mediante la sucesión apostólica, episcopal y conciliar6.
Estos son algunos de los postulados que nos permiten recordar que la
hermenéutica agustiniana de la Biblia sigue siendo digna de consideración
por la crítica exegética. Con razón se ha considerado a san Agustín como el
exégeta que cierra el periodo antiguo en la historia de la interpretación bíblica
de Occidente7.
Y por esata misma razón, la forma de leer, explicar y entender el texto
revelado, puede ayudarnos a superar la tentación simplista de una pseudo-
cientificidad o fundamentalismo al leer la Escritura Sagrada en la comunidad
de fe y de compromiso social, la catequesis y la homilía, perdiendo el
horizonte eclesial y el verticalismo del texto recibido como inspirado y
canónico8.

1 Cf. ep. 105, 5, 17: «Ecce Scripturae communes, ece ubi novimus Christum, ecce ubi
novimus Ecclesiam».
2 «Omnem veterem textum Scripturarum circumplexus est. Quidquid illarum

Scripturarum est, Christum sonat» (ep. Io. 2, 1).


3 «Transeunt nubes, caelum autem manet. Transeunt praedicatores verbi tui ex hac

vita in aliam vitam. Scriptura vero tua usque in finem saeculi super populos
extenditur. Sed et caelum et terra transibunt, sermones autem tui non transibunt,
quoniam et pellis plicabitur et faenum, super quod extendebatur, cum claritate sua
praeteriet, verbim autem tuum manet in aeternum; quod nunc in aenigmate nubium
et per speculum caeli, non sicut est, apparet nobis, quia et nos quamvis filio tuo dilecti
simus, nondum apparuit quod erimus. Attendit per retia carnis et blanditus est et
inflammavit, et currimus post odorem eius» (conf. 13, 15, 18).
4 «Et de illa civitate unde peregrinamur, litterae nobis venerunt; ipsae sunt Scripturae

quae nos hortantur ut bene vivamus» (en. Ps. 90, s. 2, 1).


5 «Quidquid in Symbolo audituri estis, in divinis sacrarum Scripturarum litteris

continentur» (s. 212, 2).


6 «Nostrorum porro librorum auctoritas tot gentium consensione per successiones

apostolorum, episcoporum conciliorumque roborata …» (c. Faust. 13, 5).


7 NORRIS, R. A., Augustine and the Close of the Ancient Period of Interpretation, en

HAUSER, A. J.-WATSON, D. F., A History of Biblical Interpretation, vol. I. The Ancient


Period, Wm. B. Eerdmans Publishing Co., Grand Rapids-Cambridge 2003, pp. 380-
408.
8 Cf. RICHARD, P., Interpretación latinoamericana de la Biblia. Realidad, método,

prospectiva, en Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento, Verbo Divino


Estella (Navarra) 2003, pp. 11-18.
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No obstante, el método histórico-crítico continúa un proceso que


durante los años recientes, está dando paso a otros métodos que permitan
nuevas lecturas como el método retórico o el narrativo, posiblemente más
cercanos a la sensibilidad literaria, y por tanto, ofrecen una lectura menos
rígida y más espiritual (cf. Verbum Domini 86-87). Precisamente, partiendo
desde estas exigencias, la espiritualidad bíblica agustiniana se presenta
como un medio de diálogo con nuestros contemporáneos, ya que en la
sagrada Escritura se encuentra la verdad tan antigüa pero siempre nueva
(Conf. X 27, 38).
En este sentido, tenemos que restringuir el ámbito de estos apuntes y
encuadrar nuestro tema central, como un «firmamento» espiritual, símbolo de
la Escritura, según san Agustín, como hermoso espejo en donde podemos
recrear nuestra realidad, íntimamente ligada a nuestra tierra, etnia y cultura,
en cuyo horizonte el firmamento como un códice, cubre nuestro mundo, y que
se encuentra bellamente descrito en el capítulo 15 del libro XIII de las
Confesiones:
«¿Quién, sino tú, Dios nuestro, creó para nosotros un firmamento de autoridad
que estuviera por encima de nosotros, en tu Escritura divina? El cielo se
enrollará como un libro (Is 24, 4), y ahora se extiende sobre nosotros como las
pieles de una tienda (Sal 103, 2). La autoridad de tu divina Escritura, es más
sublime desde el momento en que sucumbieron a la muerte aquellos mortales
por cuyo ministerio nos la comunicaste. Tú sabes, Señor, tú sabes de qué
manera vestiste de pieles a los hombres cuando el pecado los hizo mortales. Por
eso has extendido como una piel el firmamento de tu Libro, tus palabras llenas
de coherencia, que con ayuda de los hombres mortales has colocado por encima
de nosotros. Porque por la misma muerte de ellos, el firmamento de autoridad de 2
tus libros, publicados por ellos, se extiende elevada sobre todas las realidades
que están por debajo de ellos; mientras que, cuando vivían aquí, no se hallaba
extendida a tanta altura. Aún no habíais extendido el cielo como una piel; ni
habías difundido por todas partes el eco de su muerte. Haz que veamos, Señor,
los cielos [los dos testamentos], obra de tus dedos [Sal 8, 4: dedo Espíritu Santo,
inspirador de los autores sagrados]. Aclara la nube con que tienes velados
nuestros ojos. Allí se encuentra tu testimonio, comunicando sabiduría sabiduría
a los pequeñuelos (Sal 18, 8). Recoge, Señor, tu gloria de boca de los niños y de
los que aún maman (Sal 8, 3). Por lo que a nosotros toca, no conocemos otros
libros que tanto anulen la soberbia, que tanto desbaraten al enemigo y a quien al
defender sus propios pecados, se opone a una reconciliación contigo. No conozco,
Señor, no conozco otras expresiones tan puras y con tanta capacidad de
persuasión respecto a la confesión, a fin de amansar y hacer dócil mi cuello para
llevar tu yugo, cursándome la invitación a rendirte un culto sin nada a cambio.
Haz que yo las entienda, Padre bueno. Concédeme lo que te pido, puesto que
estoy sometido a ti, y tú las has redactado para los que se someten. Existen
otras aguas sobre este firmamento (Gn 1, 7). Son, según creo, aguas inmortales,
separadas de toda corrupción terrenal. Que alaben tu nombre, que te alaben los
pueblos sobrecelestiales de tus ángeles. Ellos no tienen necesitar de alzar sus
ojos a este firmamento ni de leerlo para conocer tu palabra. Ellos ven
continuamente tu rostro (Mt 18, 10), y en él leen, sin sílabas pronunciadas en el
tiempo, aquello que quiere tu voluntad eterna. Leen, eligen y aman. Leen
siempre, y nunca pasa lo que leen. Eligiendo y amando leen la inmutabilidad de
tu plan. Su códice nunca se cierra, su libro nunca se pliega, porque tú mismo
eres su libro y lo eres para siempre. Porque les has establecido sobre este
firmamento que has cimentado sobre la endeblez de la gente que está abajo,
donde fijen sus ojos y conozcan tu misericordia, que te anuncia en el tiempo a ti,
que eres el Creador del tiempo. Porque en el cielo está, Señor, tu misericordia, y
tu verdad se eleva hasta las nubes (Sal 35, 6). Pasan las nubes, pero el cielo
sigue ahí. Pasan los predicadores de tu palabra de esta vida a la otra, pero la
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Escritura se extiende sobre los pueblos hasta el fin de los siglos. También el cielo
y la tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán (Mt 24, 35). Llegará un
momento en que esta piel se replegará, y la hierba sobre la que está instalada
pasará con todo su esplendor (Is. 24, 4), pero tu palabra permanecerá para
siempre (Is 40, 6-8). Actualmente se nos aparece en el enigma de las nubes y a
través del espejo del cielo, no como es en realidad (1Cor 13, 12). A nosotros,
aunque amados por tu Hijo, aún no se nos ha aparecido lo que seremos (1Jn 3,
2). Él nos ha mirado a través del entramado de la carne (Cant 2, 9), nos ha
acariciado, nos ha inflamado de amor, y corremos tras la estela de sus perfumes
(Cant 1, 3). Pero cuando aparezca, seremos semejantes a Él, porque le veremos
tal como es (1Jn 3, 2). Verle tal cual es, Señor, es nuestro privilegio del que aún
no gozamos»9.

9 «Aut quis nisi tu, Deus noster, fecisti nobis firmamentum auctoritatis super nos in
Scriptura tua divina? Caelum enim plicabitur ut liber, et nunc sicut pellis extenditur
super nos. Sublimioris enim auctoritatis est tua divina Scriptura, cum iam obierunt
istam mortem illi mortales, per quos eam dispensasti nobis. Et tu scis, Domine, tu
scis, quemadmodum pellibus indueris homines, cum peccato mortales fierent. Unde
sicut pellem extendisti firmamentum Libri tui, concordes utique sermones tuos, quos
per mortalium ministerium superposuisti nobis. Namque ipsa eorum morte
solidamentum auctoritatis in eloquiis tuis per eos editis sublimiter extenditur super
omnia, quae subter sunt, quod, cum hic viverent, non ita sublimiter extentum erat.
Nondum sicut pellem caelum extenderas, nondum mortis eorum famam usquequaque 3
dilataveras. Videamus, Domine, caelos, opera digitorum tuorum; disserena oculis
nostris nubilum, quo subtexisti eos. Ibi est testimonium tuum sapientiam praestans
parvulis. Perfice, Deus meus, laudem tuam ex ore infantium et lactentium. Neque
enim novimus alios libros ita destruentes superbiam, ita destruentes inimicum et
defensorem resistentem reconciliationi tuae defendendo peccata sua. Non novi,
Domine, non novi alia tam casta eloquia, quae sic mihi persuaderent confessionem et
lenirent cervicem meam iugo tuo et invitarent colere te gratis. Intellegam ea, Pater
bone, da mihi hoc subterposito, quia subterpositis solidasti ea. Sunt aliae aquae super
hoc firmamentum, credo, immortales et a terrena corruptione secretae. Laudent
nomen tuum, laudent te supercaelestes populi angelorum tuorum, qui non opus
habent suspicere firmamentum hoc et legendo cognoscere verbum tuum. Vident enim
faciem tuam semper, et ibi legunt sine syllabis temporum, quid velit aeterna voluntas
tua. Legunt, eligunt et diligunt; semper legunt et numquam praeterit quod legunt.
Eligendo enim et diligendo legunt ipsam incommutabilitatem consilii tui. Non
clauditur codex eorum nec plicatur liber eorum, quia tu ipse illis hoc es et es in
aeternum, quia super hoc firmamentum ordinasti eos, quod firmasti super
infirmitatem inferiorum populorum, ubi suspicerent et cognoscerent misericordiam
tuam temporaliter enuntiantem te, qui fecisti tempora. In caelo enim, Domine,
misericordia tua et veritas tua usque ad nubes. Transeunt nubes, caelum autem
manet. Transeunt praedicatores verbi tui ex hac vita in aliam vitam, Scriptura vero
tua usque in finem saeculi super populos extenditur. Sed et caelum et terra
transibunt, sermones autem tui non transibunt, quoniam et pellis plicabitur et
faenum, super quod extendebatur, cum claritate sua praeteriet, verbum autem tuum
manet in aeternum, quod nunc in aenigmate nubium et per speculum caeli, non sicuti
est, apparet nobis, quia et nos quamvis Filio tuo dilecti sumus, nondum apparuit quod
erimus. Attendit per retia carnis et blanditus est et inflammavit, et currimus post
odorem eius. Sed cum apparuerit, similes ei erimus, quoniam videbimus eum, sicuti
est; sicuti est, Domine, videre nostrum, quod nondum est nobis» (Conf. XIII, 15, 16-18,
la traducción que reportamos es la de José Cosgoya (BAC Minor 70), Madrid 1988, pp.
471-474, adaptada para la traducción de OALA, México 1996, pp. 344-346).
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1. LAS «ESCRITURAS» CATÓLICAS Y CANÓNICAS

Después de no pocos debates sobre el principio canónico de la


hermenéutica bíblica, hoy los exégetas admiten sin dificultad que una lectura
de la Sagrada Escritura puede y debe hacerse legítimamente en el interior de
una comunidad eclesial, que se confronta crítica y constantemente en su
celebración y en su proclamación. «La comprensión canónica de la Escritura
comienza por establecer que sólo la perspectiva canónica es auténtica para la
Iglesia y concibe la interpretación de la Biblia como una tarea teológica. La
Escritura inspirada es precisamente Escritura porque la Iglesia la ha
reconocido como regla de su fe y de su vida. En este sentido, el punto de
partida de la exégesis eclesial es la Biblia tal como es, en su forma presente.
En consecuencia, la perspectiva canónica insiste en centrar la atención sobre
la forma final de los textos bíblicos y no en los elementos aislados a partir de
los cuales fueron redactados… La relación de los dos testamentos es un punto
crucial en el acercamiento canónico. Este toma en serio la confesión cristiana
que reconoce como vehículos de la revelación divina tanto el AT como el NT…
La Iglesia reconoce la armonía de toda la Biblia en cuanto que ha sido
inspirada por Dios y da testimonio de la única revelación de Dios. Hay que
buscar toda la revelación en toda la Biblia. Este es el principio de la
catolicidad de la Biblia»10.
Sin embargo, a pesar de la legitimidad del principio canónico de la
hermenéutica bíblica no se puede absolutizar, ya que la hermenéutica
constata la pluralidad de tradiciones bíblicas y teológicas, por tanto debe
tener en cuenta tanto la unidad como la diversidad de las redacciones 4
literarias o bíblico teológicas. Pero lo mismo se puede afirmar de la exégesis
histórico crítica o de cualesquiera de los métodos de exégesis o hermenéutica
cuando trata de ser absoluto.
Una de las afirmaciones de la conclusión de la Comisión Bíblica
afirmaba precisamente que, «cada sector de la investigación (crítica textual,
estudios lingüísticos, análisis literario, etc.) tiene sus propias reglas, que debe
observar en plena autonomia. Pero, ninguna de estas especializaciones es fin
a sí misma... pues la exégesis católica, asume en la Iglesia y en el mundo, una
función vital: contribuir a una transmisión más auténtica del contenido de la
Escritura inspirada».
Parece ser que ésta característica, que los antigüos rétores
denominaban como ώφέλεια o utilitas, estaba en la conciencia y en la mente de

10 LEVORATTI, A. J., Cómo interpretar la Biblia, en Comentario bíblico internacional.


Comentario católico y ecuménico para el siglo XXI, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1999,
p. 29. Sobre la hermenéutica en este contexto: Alonso Schökel, L. – Bravo Aragón, J.
M., Apuntes de hermenéutica, Trotta, Madrid1994 (bibliografía 157-158); Carrón Pérez,
J., Acontecimiento y razón: principio hermenéutico paulino y la interpretación moderna
de la Escritura, Kadmos, Salamanca 2001 (con bibliografía). Para la llamada Nueva
Hermenéutica: GRECH, P., Ermeneutica e teologia biblica, Edizioni Borla, Roma 1986;
ID., Ermeneutica, en Dizionario di teologia fondamentale, Edizioni Paoline, Assisi 1990
(existe trad. española). Para la hermenéutica en América Latina: RICHARD, P.,
Interpretación latinoamericana de la Biblia. Realidad, método, prospectiva, en
Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento, bajo la dirección de A.J.
Levoratti, Verbo Divino, Estella (Navarra) 2003, pp. 11-18.
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los Padres de la Iglesia cuando interpretaban la Sagrada Escritura 11. Por


tanto, para ellos era importante establecer un equilibrio o «fusión de
horizontes» entre el sentido que se recoge de la lectura del texto sagrado,
considerado como unidad de pensamiento del autor (en este caso el Espíritu
de Dios), y que se anticipa en la intencionalidad ( σκοπός) del escritor sagrado
del Antiguo o del Nuevo testamento, en forma análoga como se hacía la
lectura y recepción de la literatura de Homero, Aristóteles, Platón o Virgilio,
pues «¡Cuánto más benévolos deberíamos ser con estos libros [de la
Escritura]”, se lamenta Agustín, “en que una tradición tan antigua como
constante nos asegura que habla en ellos el Espíritu Santo!»12.
Nosotros trataremos precisamente este particular, sobre la unidad de la
Sagrada Escritura y la forma de interpretarla según el pensamiento y
espiritualidad de san Agustín13, partiendo del canon de las Escrituras.

1.1. El canon de las Escrituras


Al terminar el siglo IV, el canon de las Escrituras estaba prácticamente
definido como lo conocemos hoy, y como ha sido recibido por el Concilio de
Trento14, pese las reservas indicadas por Jerónimo en sus comentarios a los
libros pseudoepígrafos y apócrifos15 del AT. Y todavía en el año 414, el mismo
Jerónimo señala que son libros dudosos del NT la Carta a los Hebreos en el
ambito occidental, y el Apocalipsis en el oriental 16. Como quiera que sea, los
escritores latinos aceptaron la autoridad de los libros neotestamentarios17.
Así, el canon de la Escritura, en realidad, terminó siendo considerado como
5
11 VICIANO, A., «Las scriptorum interpretationes en la antigüedad tardía»: Minerva 5
(1991) 116.
12 util. cred. 6, 13.
13 BEUCHOT, M., «La hermenéutica en San Agustín y en la actualidad»: Revista

Agustiniana 38 (1997) 139-156. Tomo como base de estos apuntes cuanto he


desarrollado en mi artículo «La unidad de la Biblia y su hermenéutica en San Agustín»:
San Agustín un hombre para hoy. Congreso agustiniano de teología. 1650 aniversario del
nacimiento de San Agustín. Buenos Aires, 26-28 de agosto de 2004, Buenos Aires 2006,
Tomo I, pp. 171-205.
14 Cf. RUFINUS, Comm. Symb. ap. 37.
15 HIERONYMUS, in libr. Salom., praef. (PL 28, 1242). Cf. Id., in Sam. et Mal., prol. (PL

28,552).
16 «Illud nostris dicendum est, hanc epistulam, quae scribitur ad Hebraeos, non solum

ab ecclesiis orientis sed ab omnibus retro ecclesiae Graeci sermonis scriptoribus quasi
Pauli apostoli suscipi, licet plerique eam uel Barnabae uel Clementis arbitrentur, et
nihil interesse, cuius sit, cum ecclesiastici uiri sit et cotidie ecclesiarum lectione
celebretur. Quodsi eam Latinorum consuetudo non recipit inter scripturas canonicas,
nec Graecorum quidem ecclesiae Apocalypsin Iohannis eadem libertate suscipiunt, et
tamen nos utramque suscipimus nequaquam huius temporis consuetudinem sed
ueterum scriptorum auctoritatem sequentes» (HIERONYMUS, Ep. 130 ad Dardanum 3 -
CSEL 56, 169).
17 La historia del canon escriturístico en manera particular para el Nuevo Testamento:

GRANT, R. M., La formazione del Nuovo Testamento, Paideia, Brescia 1973; METZGER,
B. M., The Canon of the New Testament. Its Origen, Development and Significance,
Clarendon Press, Oxford, 1987; MCDONALD, L. M., The formation of the Christian
Biblical Canon, Abingdom Press, Nashville (USA), 1989; AMSLER, Frédéric et al., Le
canon du Nouveau Testament: regards nouveaux sur l'histoire de sa formatione,Labor et
fides, Genève 2005; Canon and canonicity: the formation and use of scripture, ed. E.
Thomassen, Museum Tusculanum Press, Copenhagen 2010.
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una colección de libros que ofrecían la norma de la doctrina y la guía para la


conducta cristiana.
Por lo que respecta a la Iglesia africana, se llega a su consolidación en
el año 397 con el renombrado canon 36 del III Concilium Carthaginiense18, el
cual definía la lista completa de los libros («Item placuit, ut praeter scripturas
canonicas nihil in ecclesia legatur sub nomine diuinarum Scripturas. Sunt
autem canonicae scripturae…»), y pedía una confirmación de la Iglesia
transmarina (Ita ut de confirmando isto canone transmarina Ecclesia
consulatur), la cual representa, en este caso, la universalidad de la Iglesia, y
no sólo la Iglesia del África, tendencialmente a ser regionalista o local, como lo
demostró el movimiento donatista.
Sobre el consenso de la Iglesia en relación al canon de la Escritura,
Agustín considera ya hacia el 397, después de haber tenido un contacto con
la Escritura Sagrada, sobre todo el estudio tenido durante su presbiterado 19, y
habiendo tenido la oportunidad de comentar algunos libros como la Carta a
los Gálatas o parte de otros, como los dos intentos de la Carta a los Romanos,
afirma:
«el método que ha de observarse en el discernimiento de las Escrituras canónicas
es el siguiente: aquellas que se admiten por todas las iglesias católicas se
antepongan a las que no se acepten en algunas; entre las que algunas iglesias no
admiten, se prefieran las que son aceptadas por las más y más graves iglesias, a
las que únicamente lo son por las menos y de menos autoridad. Si se hallase que
unas son recibidas por muchas iglesias y otras por las más autorizadas, aunque
esto es difícil, opino que ambas se tengan por de igual autoridad» 20.
6
En efecto, Agustín reconoce un canon bíblico 21, al cual, él mismo se
atiene y recomienda recibirlo como tal, en el segundo libro de su tratado
dedicado precisamente al cómo estudiar las sagradas Escrituras, La doctrina

18 PL 56,428-429 (Cf. CCL 149,43). Véase a propósito del canon en Africa del Norte:
HAHNEMAN, G. M., The Muratorian Fragment and the Development of the Canon,
Clarendon Press, Oxford 1992, pp. 149-150.
19 Según la Ep 21,3 dirigida al obispo Valerio inmediatamente después de la

ordenación, en el año 391, Agustín solicita un tiempo (parvum tempus) para dedicarse
al estudio de las Escrituras, ya que él mismo confiesa haber sido ordenado «cuando
planeaba un tiempo de retiro para estudiar las divinas Escrituras y quería, dice,
arreglarmelas para lograr tiempo libre para esa ocupación». A propósito véase: L ANGA,
P., «La ordenación sacerdotal de San Agustín»: Revista Agustiniana 33(1992) 51-93.
20 «Tenebit igitur hunc modum in scripturis canonicis, ut eas, quae ab omnibus

accipiunt ecclesiis catholicis, praeponat eis, quas quidam non accipiunt; in eis uero,
quae non accipiuntur ab omnibus, praeponat eas, quas plures grauioresque accipiunt,
eis quas pauciores minoresque auctoritatis ecclesiae tenent. Si autem alias inuenerit a
pluribus, alias a grauioribus haberi, quamquam hoc inuenire non possit, aequalis
tamen auctoritatis eas habendas puto» (doctr. chr. 2, 8, 12 (CCL 32, 38-39).
21 Sobre el tema del canon y criterios de canonicidad en Agustín, véase: CLAUSEN, H.

N., Aurelius Augustinus Hipponensis Sacrae Scripturae interpres, Aulae Regiae et


Universitatis Typographis, Hauniae 1827, pp. 40-53; COSTELLO, CH. J., St. Augustin's
Doctrine on the Inspiration and Canonicity of Scripture, (diss.) Washington 1930, pp. 65-
70, 77-86; ZARB, S. M., De canone et textu sacrorum librorum in operibus S. Augustini,
(diss) Roma 1938; POLMAN, A. D. R., The Word of God according to St. Augustin, Hodder
& Stoughton Ltd., London 1961, pp. 180-198; HAHNEMAN, G. M., The Muratorian, pp.
151-152; especialmente BONNARDIÈRE, A. M. LA, Le canon des divines Écritures, en
Saint Augustin et la Bible, Editions du Cerf, Paris 1986, pp. 287-301.
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cristiana: 44 libros veterotestamentarios y 27 del nuevo22. El testimonio


agustiniano es importante en la historia del canon, ya que escrito con toda
probabilidad poco antes del Concilio de Cartago del 397, viene a ser una de
las listas más completas de la recepción de los libros considerados inspirados
y públicamente admitidos en la Iglesia.
Respecto a la unidad de ambos testamentos, justo en la apreciación de
ésta misma lista canónica, podemos entender que eran vistos en
correspondiente armonía. De hecho, hacia el 390, en el De vera religione
afronta la cuestión de manera extensiva dentro de una serie continua de
enseñanzas que van del Antigüo al Nuevo, y dispuestas providencialmente
unas veces en forma clarísima, otras por analogía en dichos, hechos y
sacramentos, cuya explicación e interpretación armonizan coherentemente la
acción y la contemplación23, pues hablando de los cuatro sentidos
reconocidos por la hermenéutica del tiempo (histórico, etiológico, analógico y
alegórico), además del literal, afirma:
«Este es el modo de proceder de aquellos que con afán piadoso, no perturbado o
impropio, buscan el sentido de las sagradas Escrituras. Cuidadosamente se
muestra la sucesión ordenada de las cosas, la razón de lo que se hace o se dice y
la armonía admirable que hay entre Antiguo y Nuevo Testamento, sin dejar un
ápice que discorde del conjunto: tan patentes quedan los anti-tipos allí figurados

22 «Totius autem canon scripturarum, in quo istam considerationem versandam


dicimus, his libris continetur: Quinque Moyseos, id est Genesi, Exodo, Levitico, 7
Numeris, Deuteronomio, et uno libro Iesu Nave, uno Iudicum, uno libello, qui
appellatur Ruth, qui magis ad Regnorum principium videtur pertinere; deinde
quattuor Regnorum et duobus Paralipomenon, non consequentibus sed quasi a latere
adiunctis simulque pergentibus. Haec est historia, quae sibimet annexa tempora
continet atque ordinem rerum. Sunt aliae tamquam ex diverso ordine, quae neque
huic ordini neque inter se connectuntur, sicut est Iob et Tobias et Esther et Iudith et
Machabeorum libri duo et Esdrae duo, qui magis subsequi videntur ordinatam illam
historiam usque ad Regnorum vel Paralipomenon terminatam. Deinde Prophetae, in
quibus David unus liber Psalmorum, et Salomonis tres: Proverbiorum, Cantici
Canticorum et Ecclesiastes. Nam illi duo libri, unus qui Sapientia et alius qui
Ecclesiasticus inscribitur, de quadam similitudine Salomonis esse dicuntur. Nam
Iesus Sirach eos conscripsse constantissime perhibetur; qui tamen quoniam in
auctoritatem recipi meruerunt, inter propheticos numerandi sunt. Reliqui sunt eorum
libri qui proprie Prophetae appellantur, duodecim Prophetarum libri singuli, qui
connexi sibimet, quoniam numquam seiuncti sunt, pro uno habentur; quorum
Prophetarum nomina sunt haec: Osee, Ioel, Amos, Abdias, Ionas, Michea, Naum,
Abacuc, Sophonias, Aggeus, Zacharias, Malachi. Deinde quattuor Prophetae sunt
maiorum voluminum: Isaias, Hieremias, Daniel, Hiezechiel. His quadraginta quattuor
libris testamenti veteris terminatur auctoritas. Novi autem quattuor librorum
evangelio: secundum Matthaeum, secundum Marcum, secundum Lucam, secundum
Iohannem; quattuordecim epistolis Pauli apostoli: ad Romanos, ad Corinthios duabus,
ad Galatas, ad Ephesios, ad Philippenses, ad Thessalonicenses duabus, ad
Colossenses, ad Timotheum duabus, ad Titum, ad Philemonem, ad Hebraeos; Petri
duabus; tribus Iohannis; una Iudae et una Iacobi; Actibus apostolorum libro uno et
Apocalypsi Iohannis libro uno. In his omnibus libris timentes Deum et pietate mansueti,
quaerunt voluntatem Dei» (doctr. chr. 2, 8,13-9, 14 - CCL 32, 39-40). El libro La doctrina
cristiana presenta dos momentos de su composición: del libro I al III 25,26 hacia el año
397, el resto hasta el 426-427 (cf. Retract. 2, 4).
23 Cf. uera rel. 17, 33-34.
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que las dificultades que se van resolviendo al filo de la interpretación obligan a


reconocer la desdicha de quienes se atreven a censurarlas sin conocerlas»24.

Por eso, antes de continuar, afrontemos el contexto polémico en el que


en realidad, estos elementos apenas enunciados de canonicidad, unidad y
coherencia del texto sagrado adquieren mayor clarificación y comprensión.

1.2. El apelo a la auctoritas de la Escritura


Durante los siglos IV y V, la Iglesia hace un llamado a la auctoritas25 del texto
sagrado en un momento histórico en el que, las expectativas de salvación
representan en el ámbito doctrinal y al interno de la Iglesia, distintas
interpretaciones del mismo mensaje cristiano26.
Desde un punto de vista retórico, en el tiempo de Agustín toda la recta
loquendi ratio se basa en la auctoritas27, por lo que existe una tendencia en
Agustín de asociar continuamente el persuadere a la auctoritas28, como un
recurso al interno de su argumentación para sostener la verdad de la fe recta
y católica29. En efecto, durante los primeros años de su vivencia como
cristiano, Agustín hace referencia a la autoridad como un camino propio de
conocimiento de la verdad hacia la posesión del sumo bien y de la suma

24 util. cred. 3, 9.
25 Cf. LÜTCKE, K. H., «Auctoritas» bei Augustin. Mit einer Einleitung zur röminschen
Vorgeschichte des Begriffs, Kohlhammer, Stuttgart 1968, en su primera parte analiza
el concepto de la autoridad antes de Agustín. Una buena síntesis de su trabajo
exclusivamente sobre Agustín véase la vox: Auctoritas en Augustinus Lexicon 1/4, 8
Augustinus Verlag, Würzburg 1990, col. 498-510.
26 STUDER, B., La riflessione teologica nella Chiesa Imperiale (sec. IV e V),

Augustinianum, Roma 1989, pp. 217-221; ID., La Bibbia letta nella Chiesa, en Storia
della Teologia vol. I: Epoca Patristica, Piemme, Casale Monferrato 1993, pp. 438-441.
27 OROZ RETA, J., La retórica en los sermones de S. Agustín, Ediciones Augustinus,

Madrid 1963, p. 20.


28 «El persuadere es uno de los elementos que Agustín asocia continuamente a la

auctoritas, incluso en las Confessiones. Lo que Agustín pondera del Hortensio es


justamente su fuerza de persuasión, es decir, su auctoritas. Identificando la dignitas
con la auctoritas, lo que Agustín afirma es que el Hortensio gozaba de más auctoritas,
más fuerza de persuasión que illa scriptura, sea que la interpretemos en sentido
general, sea en el restringido antes mencionado», pues en fondo, esta posición se basa
en una perspectiva retórica, sobre la qualitas, luego la auctoritas del texto bíblico (LUIS
V., P. DE, No me pareció digna de ser comparada con la dignidad de Tulio (Cofessiones III
5,9), en Jornadas Agustinianas con motivo del XVI Centenario de la conversión de San
Agustín, FAE-Estudio Agustiniano, Madrid 1988, p. 61. Hohensee ha individuado la
frecuencia del término auctoritas en la opera omnia s. Augustini y sus resultados
revelan el uso de 1,164 veces: 1,118 al singular y 46 al plural; 34 veces referido a la
«autoridad apostólica» (HOHENSEE, H., The Augustinian concept of Authority, en Folia
Supplement II, sin editorial, New York 1954).
29 Cf. LUIS V., P. DE, Los hechos de Jesús en la predicación de San Agustín. La retórica

clásica al servicio de la exégesis patrística (diss.), Roma 1983, pp. 90-93; 258-271
(existe la edición publicada por Estduio Agustiniano, Valladolid). Veáse los estudios
interesantes sobre la retórica de Agustín a propósito de nuestro estudio: OROZ RETA, J.,
San Agustín. Cultura clásica y cristianismo, Publicaciones de la Universidad de
Salamanca, Salamanca 1988, pp. 240-244; KENNEDY, G. A., Classical Rhetoric and Its
Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times, Croom Helm, London
1980, pp. 149-160.
Espiritualidad biblica Mendoza
2011

verdad, como se puede seguir de la lectura de los Diálogos y de las primeras


obras30.
En sus primeros años del presbiterado, Agustín está plenamente
convencido que «es imposible encontrar la religión verdadera sin someterse al
yugo pesado de una autoridad y sin una fe previa en aquellas verdades que
más tarde se llegan a poseer y comprender, si nuestra conducta nos hace
dignos de ello»31. Nuevamente, es el criterio de la elocuencia la que recorre el
pensamiento agustiniano para poder considerar la auctoritas, que debe llevar
al creyente a una verdadera vivencia de fe 32.
Ilustremos con un ejemplo. La elocuencia de las cartas paulinas reviste
al apóstol san Pablo de un criterio de verdad33, al cual, el cristiano puede
confiar34. Obviamente, la elocuencia o autoridad del apóstol y sus escritos,
parten de una convicción traída desde el momento del estudio de las Sagradas
escrituras en Milán35 al tiempo de su conversión.
Agustín tiene la convicción que, la autoridad contenida en la Escritura
legítimamente proclamada y retenida en la Iglesia como tal, y por ello
«canónica»:

30 FLETEREN, F. E. VAN, «Augustine’s Principles of Biblical Exegesis, De doctrina


Christiana Aside»: Miscellaneous Observations: Augustinian Studies 27(1996) 109-130.
Ya antes en «Authority and Reason, Faith and Understanding in the Thought of St.
Augustin»: Augustinian Studies 4(1973) 33-71: a p. 33, n. 1, presenta el estado de la
cuestión con abundantes referencias bibliográficas. Cf. MATHON, G., «Quand faut-il
placer le retour d'Augustin à la foi catholique?»: Revue des Études Augustiniennes 1
(1955) 107-127; WARFIELD, B. B., «Augustine's Doctrine of Knowledge and Authority», 9
en Studies in Tertullian and Augustin, Oxford University Press, Westport 1970², pp.
133-225.
31 «Nam uera religio, nisi credantur ea quae quisque postea, si se bene gesserit

dignusque fuerit, assequatuor atque percipiat, et omnino sine quodam graui


auctoritatis imperio iniui recte nullo pacto potest» (util. cred. 9, 21 - CSEL 25/1,26).
32 «Haec est, crede, saluberrima auctoritas, haec prius mentis nostrae aterrena

inhabitatione suspensio, haec in Deum uerum ab huius mundi amore conuertio. Sola
est auctoritas, quae commouet stultos ut ad sapientiam festinent» (util. cred. 16, 34 -
CSEL 25/1,42).
33 Van der Lof ha identificado como, en el apelo que Agustín hace de la autoridad

paulina, en 17 ocasiones se evidencia su «veracidad» LOF, L. J. VAN DER, «Die Autorität


des Apostels Paulus nach Augustin»: Augustiniana 30(1980) 15-16.
34 «Sed forte quis putat, tanquam eloquentem nostrum elegisse me apostolum Paulum.

Videtur enim ubi ait, etsi imperitus sermone, sed non scientia (II Cor. 11,6) quasi
concedendo obstrectatoribus sic locutus, non tanquam id uerum agnosceret,
confitendo. Si autem dixisset, imperitus quidem sermonem, sed non scientia, nullo
modo aliud posset intelligi. Scientiam plane non cunctus est profiteri, sine qua esse
doctor Gentium non ualeret. Certe si quid eius proferimus ad exemplum eloquentiae,
ex illis Epistolis utique proferimus, quas etiam ipsi obstrectatores eius, qui sermonem
praesentis comtemptibilem putari uolebant, graues et fortes esse confessi sunt» (doctr.
chr. 4, 7,15 - CCL 32,127). Al inicio de su episcopado podrá afirmar sobre el corpus
paulinum: «Proinde quia ex Apostoli Pauli canonicis, id est, uere Pauli espistolis
utrumque profertur» (c. Faust. 11, 6 - CSEL 25/1,321).
35 Comunmente los estudiosos han enfatizado solo la relación existente entre razón y

autoridad sin establecer con precisión la receptividad tanto de la verdad de fe como de


la verdad de la Escritura, partiendo del hecho que, Agustín se convirtió al cristianismo
y, consecuentemente, se sometió a la autoridad de la Escritura y de la Iglesia: Cf.
BATIFFOL, P., Le catholicisme de saint Augustin, J. Gabalda éditeur, Paris 1929, pp. 1-
75; BONNER, G., «Agustine's»; FREDRIKSEN, P., Paul and Augustine, 3-34.
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2011

«en todos esos libros, los que temen a Dios y los mansos por la piedad buscan la
voluntad de Dios. Después se han de investigar con gran cuidado y diligencia
aquellos preceptos de bien vivir y reglas de fe que proponen con claridad la
Escritura, los cuales serán encontrados en tanto mayor número en cuanto sea la
capacidad del que busca. En estos pasajes que con claridad ofrece la Escritura
se encuentran aquellos preceptos pertenecientes a la fe y a las costumbres, a la
esperanza y a la caridad»36.

En esto consiste el apelo a la auctoritas de los autores sagrados, ya que


en sus escritos se contiene la verdad de Cristo según la disciplina católica 37,
pues en práctica, la autoridad para Agustín tiene dos caras de la única
salvación38 dando al fiel cristiano por una parte, preceptos de moral y, por
otra, suministrar la doctrina necesaria para poder comprender o explicar
correctamente la Escritura39.
En realidad, un acercamiento histórico al ambiente interpretativo de la
época, nos descubre una diversa y contrastante manera de interpretar el
texto.

1.3. Maniqueos
Los maniqueos aceptaban formalmente la «Escritura cristiana», entendida
como Evangelios y cartas paulinas fundamentalmente. Se excluía el Antigüo
Testamento pero se admitía el Nuevo casi en su totalidad, excepto el libro de
los Hechos de los Apóstoles40, la Carta a los Hebreos y algunos pasajes
considerados «interpolados»41. Reconocían este N.T. como autoridad,

10
36 «In his omnibus libris timentes Deum et pietate mansueti, quaerunt uoluntatem Dei.
Deinde illa, quae in eis aperte posita sunt, uel praecepta uiuendi uel regulae credendi;
sollertius diligentiusque inuestiganda sunt; quae tanto quisque plura inuenit,
quantum est intellegentia capacior. In his enim, quae aperte in scripturis posita sunt,
inueniuntur illa omnia, quae continent fidem moresque uiuendi, spem scilicet atque
caritatem...» (doct. chr. 2, 9, 14 - CCL 32,40-41).
37 «...sequere uiam catholicae disciplinae, quae ab ipso Christo per apostolos ad nos

usque manauit, et ab hinc ad posteros mantura est» (util. cred. 8, 20 - CSEL 25/1,25).
Cf. LÜTCKE, K. H., Auctoritas bei Augustin, pp. 119-146.
38 «Reason and authority are two parts of a single way of salvation. Primarily, if not

exclusively, authority means that of Christ, the Scriptures, and the Church. The rol of
authority is (1) to give man the moral precepts engendering a moral purification
necessary as a prelude to the study of the liberal arts and (2) to give man the doctrines
which he should attempt to understand. The intended end of this program is
eventually full knowledge and vision of God» (FLETEREN, F. E. van, Authority and
Reason, p. 57).
39 «Todas las verdades divinas se encuentran, de un modo u otro, en la Escritura; pero

en la práctica, por muchas razones, la Iglesia y su tradición para interpretar son


necesarias para que el creyente pueda entender correctamente la Escritura.
Teóricamente, para un cristiano le basta seguir las doctrinas y costumbres de la
Iglesia para mantenerse en el buen camino» (ENO, R. B., «Solución agustiniana de los
problemas doctrinales»: Augustinus 26 (1981) 47*; cf. ID., «Doctrinal Authority in Saint
Augustine»: Augustinian Studies 12 (1981) 136-150.
40 Cf. DECRET, F., L'utilisation des épîtres de Paul chez les manichéens d'Afrique, en Le

epistole paoline, 29-83, p. 54; RIES, J., «La Bible chez saint Augustin et chez les
manichéens»: Revue des Études Augustiniennes 7 (1961) 231-243; 9 (1963) 201-215;
10 (1964) 309-329.
41 DECRET, F., L’utilisation, pp.44-51. De las fuentes agustinianas se puede confrontar

mor. Eccl. 1, 19, 61; util. cred. 6, 13; c. Faust. 11, 1. A propósito, «dans leur
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resaltando sobre todo la autoridad del apóstol Pablo, de quien reconocían un


corpus que consistía en trece cartas42.
La importancia y autoridad del apóstol Pablo ha sido resaltado por los
estudiosos, no solo en ámbito maniqueo sino en la misma vida de Mani, ya
que constituía la fuente de la predicación y el prototipo de la revelación 43.
Respecto a la interpretación y a la utilización de los escritos paulinos,
sabemos que «constituyen el eje central de toda la argumentación doctrinal
desarrollada por los obispos, sacerdotes y doctores maniqueos»44.
Por lo que a nuestro estudio se refiere, cabe señalar que la interpre-
tación que los maniqueos daban al corpus, estaba en función de la demos-
tración de la doctrina dualista y contrapuesta del mito maniqueo. De hecho, a
fines del siglo IV, en Africa encontramos las apologías de Fortunato,
Adimanto, Félix y Fausto, quienes se ven motivados a exponer su doctrina
auxiliándose de Pablo. Decret sostiene que inclusive abusaron de él para
sostener sus tesis en la controversia con los católicos, reclamando para sí, por
la autoridad paulina, la ortodoxia de la fe y la autenticidad de la iglesia de
Mánes45.
Aparece claro que la exégesis maniquea era ante todo utilitarista o
funcional y que existía una constante manipulación del texto
neotestamentario, pero sobre todo del texto paulino. En este sentido, los
maniqueos sometían racionalmente la Escritura en manera tal de determinar
la autenticidad o la interpolación del pasaje en discusión 46. Sin embargo, una
actitud intransigente no podía sino desembocar en la fijación de criterios
arbitrarios y gratuitos que terminaron en fundamentalismo: «del Nuevo
Testamento sólo aceptamos, dice Fausto, lo que aporta honor y alabanza al 11
Hijo de la Majestad, o lo que advertimos haber sido dicho por él mismo o por
sus apóstoles; pero ya perfectos y fieles, dejamos de lado las demás cosas que
fueron dichas de forma simple e ignorantemente por gente ruda, o bien
lanzadas de forma indirecta y maliciosa por los enemigos, o bien afirmadas de

enseignement, les Manichéens africains ne se fondaient donc pas sur les Ecritures de
leur Prophète, traduites en latin à leur intention et se présentant en ouvrages
magnifiquement reliés, mais, comme tous les chrétienns, ils lisaient également les
livres du Nouveau Testament -ceux du moins des Evangelies et des Epîtres de Paul
qu'ils jugeaient n'avoir pas été altérés par des interpolations judaïques ou païennes- et
ils les interprétaient à travers leur propre exégèse» (DECRET, F. – FANTAR, M., L'Afrique
du Nord dans l'Antiquité. Des origines au Ve siècle, Payot, Paris 1981, p. 307).
42 Michael Tardieu ha reconstruído el corpus paulinum manichaeorum, estableciendo

las dependencias con la tradición marcionita: Principes de l'exégèse manichéene du


Nouveau testament, en M. TARDIEU, Les règles de l'interprétation, Editions du Cerf,
Paris 1987, 123-146, pp. 142-144. Decret no está de acuerdo con la hipótesis de un
«ordre manichéen restitué», descartando totalmente la hipótesis de Tardieu,
considerándola absurda e infundada: cf. DECRET, F., L'utilisation, p. 54, n. 77, también
del mismo autor Aspects du Maníchéisme dans L'Afrique Romaine. Les controverses de
Fortunatus, Faustus et Felix avec saint Augustin, Études Augustiniennes, Paris 1970, p.
174.
43 Cf. RIES, J., Saint Paul dans la formation de Mani, en Le epistole paoline, pp. 7-27.
44 DECRET, F., L'utilisation, p. 81.
45 Idem, pp. 82-83. Es la misma opinión de Frend, quien ha considerado el

maniqueismo africano como una herejía paulina, como resalta el mismo Decret:
W.H.C. FREND, «The Gnostic-Manichaean Tradition in Roman North-Africa»: The
Journal of Ecclesiastical History 4 (1953) 13-26.
46 Véase la posición de Fausto apud Augustinus, c. Faust. 32,2 (CSEL 25/1, 761-762).
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forma imprudente por los escritores, pero que luego pasaron a la


posteridad»47. Obviamente, el criterio válido para establecer la canonicidad del
texto, se circunscribe a un criterio subjetivo al interno, exclusivamente de la
interpretación maniquea, provocando desconcierto en aquellos cristianos que,
atraídos por la predicación de la Escritura, se dejaban convencer por la
dialéctica de los predicadores48, la misma que muchas veces se hacía en
secreto para los simpatizantes de la secta. Dice Agustín que ante las
refutaciones que les hacían, aún cuando eran en sí débiles, no las hacían «en
público, sino a nosotros muy en secreto, diciendo que las Escrituras del
Nuevo Testamento habían sido adulteradas por no sé quien, que había
pretendido hacer una mezcla de la ley de los judíos con la fe cristiana»49. Él
mismo objeta: «¿por qué conceden autoridad a las cartas de san Pablo y a los
Evangelios cuando en estos libros las interpolaciones que habíamos de
admitir son mucho más frecuentes que en los Hechos de los Apóstoles?» 50.
En este sentido, la interpretación maniquea era presentada como una
verdad reservada a los elegidos, pero con implicaciones de vida en los oyentes
y simpatizantes de la secta, los cuales eran atraídos por la expectativa de una
ascesis como respuesta a la verdad y la elocuencia de los propagandistas
maniqueos51. El testimonio de Agustín es altamente elocuente de este
fenómeno propagandístico, y el uso de la dialéctica en él 52.

1.4. Donatistas
La iglesia nacionalista y local de los donatistas coloca el problema de la
Sagrada Escritura como centro de la controversia y como fundamento de su
teología53. Del carácter cismático del donatismo, se entiende que la Escritura 12

viene reconocida con cierta autoridad normante. De hecho, el canon donatista


permanece cerrado al tiempo en el que se presenta como hecho realizado el
cisma africano: del Nuevo Testamento no aceptaron como libros canónicos las

47 c. Faust. 32,7 (CSEL 25/1,766 ); cf. 22, 15.80; 23, 5-6; 24, 2; 32, 2.
48 Se ha puesto en relieve como el proselitismo maniqueo era característico en Africa
romana, así como el uso de la dialéctica en su argumentación anticatólica. De hecho,
en esta zona, el maniqueismo era considerado como una religión popular con pocos
elegidos pero con muchos oyentes (cf. util. cred. 14, 31; c. Faust. 12, 5; 20, 23; 21, 10;
30, 6; c. Sec. 26. A propósito véase LUIS, P. DE, Introducción general: San Agustín y el
maniqueísmo, en Obras Completas de San Agustín. Escritos Antimaniqueos I, (BAC 487)
Madrid 1986, pp. 3-168, esp. 5-19; BROWN,P., The Diffusion of Manichaeism in the
Roman Empire, en Religion and Society in the Age of Saint Augustine, Faber and Faber,
London 1972, pp. 94-118; DECRET, F., Saint Augustin, témoin du manichéisme dans
l'Afrique romaine, en Internationales Symposion über den Stand der Augustinus
Forschung, Augustinus Verlag, Würzburg 1989, pp. 87-97.
49 conf. 5, 11, 21 (CCL 27,69).
50 «...cur in Pauli epistolis, cur in quatuor Euangelii libris ea ualere aliquid putant, in

quibus haud scio an multo plura sint proportione, quam in illo libro (Actus
Apostolorum) esse potuerunt, quae a corruptoribus interiecta credi uolunt?» (util. cred.
3, 7 - CSEL 25/1,9).
51 Las obras escritas contra los maniqueos de Agustín no tienen otro objetivo que el de

extirpar de la secta a sus amigos y conocidos con una contra-propaganda (cf. DECRET,
F., De moribus Ecclesiae catholicae et de moribus manicheorum. Livre II. De moribus
manicheoru, en Lectio Augustini VII, Augustinus, Palermo 1991, 59-119, p. 66.
52 conf. 4, 1,1 (CCL 27,40).
53 Cf. DELIA, A., La Scrittura nella controversia donatista, (diss), Roma 1965.
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cartas a los Hebreos, segunda de Pedro, segunda y tercera de Juan, Santiago


y Judas54. A pesar de tener un canon restringido a los libros admitidos sin
discusión, ante la polémica suscitada sobre la autentica Iglesia, tanto
católicos como donatistas, resulta claro que la Sagrada Escritura es
«unanimemente admitida su divina inspiración y convencidos, por tanto, unos
y otros, de autoridad tan soberana, a ella consagran quehaceres pastorales y
a ella sometían toda suerte de estudio eclesial» 55. De hecho, la interpretación
donatista de la Escritura y especialmente del corpus paulino56, se caracteriza
por ser una interpretación usada para demostrar la validez de los
sacramentos y justificar la practica rebautizante; suministrar textos para
explicar la exclusividad y pureza de la Iglesia donatista; defender los propios
derechos ante las persecuciones sufridas, explotando al máximo los textos
paulinos en ámbito apologético57.
Tenemos pues, una exégesis en función polémica anticatólica, pero que
en relación a la argumentación del recurso a la autoridad civil que repetidas
veces los donatistas presentan como argumento histórico, la Escritura
adquiere casi la función de un código legal, pues sin serlo en sí mismo, «pero
que puede hacer de criterio de discernimiento en cuanto testamento
legalizado y por tanto amparado por la ley»58.
Ya al interno del donatismo, el uso de la Escritura y el apelo a la
autoridad de Pablo fue criticado por Ticonio en la tercera regla del Liber
Regularum, de promissis et lege59, quien concentrandose en textos de
Romanos y Galatas presenta una interpretación de la soteriología paulina 60, la

13

54 Cf. LANGA, P., Introducción General a las Obras Antidonatistas, en Obras Completas
de San Agustín. Escritos Antidonatistas I, (BAC 498) Madrid 1988, 3-155, esp. 68-72.
En general: FREND, W. H. C., The Donatist Church, Clarendon Press, Oxford 1985³.
55 LANGA, P., «La autoridad de la Sagrada Escritura en Contra Cresconium»:

Augustiniana 41 (1991) 695.


56 El análisis de las citaciones paulinas en la Epistola ad presbyteros et diaconos de

Petiliano de Constantina, pero también hace un estudio de Gaudencio, Fulgencio y las


Acta Martyrum: FREND,W. H. C., The Donatist Church and St. Paul, en Le epistole
paoline, pp. 85-123.
57 Ibíd., pp. 100-101, Cf. Apéndices de citaciones paulinas (pp. 119-123).
58 LUIS V., P. DE, «La Sagrada escritura como «Testamento» de Dios en la obra

antidonatista de san Agustín»: Estudio Agustiniano 15 (1980) 37. Dice Pío de Luis que,
«en última instancia, lo que está en discusión es lo siguiente: ¿cuál es la auténtica
Iglesia de Cristo: la Católica o la Donatista? Para poder llegar a una solución positiva
se impone dar un paso más y conocer cómo deber ser la Iglesia. Unos y otros están de
acuerdo en que ella es la realización de la promesa de Dios, en que es la herencia que
el Padre dejó a Cristo. ¿Cómo es entonces esa herencia? La respuesta se hará sencilla
recurriendo al testamento».
59 TYCHONIUS, Liber Regularum III. Una reciente traducción en español con texto latino

de frente: Ticonio, Libro de las Reglas, introducción, texto crítico, traducción y notas
de Juan José Ayán Calvo, Fuentes Patrísticas 23, Ciudad Nueva, Madrid 2009, pp.
124-173 (en inglés: Tyconius: The Book of Rules, Translated, With an Introduction and
Notes by William S. Babcock, Schollars Press, Atlanta 1989, pp. 20-54).
60 Sobre la fuerza de la desafección de Ticonio hacia los donatistas: BABCOCK, W. S.,

«Agustín y Ticonio. Sobre la apropiación latina de Pablo»: Augustinus 26 (1981) 23*. Cf.
BRIGHT, P., The Book of Rules of Tyconius. Its Purpose and Inner Logic, University of
Notre Dame Press, Notre Dame 1988, pp. 44-45; 102-109; TILLEY, M. A., «Agustín
¿interpretó mal a Ticonio?»: Augustinus 40 (1995) 297-301.
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misma que no puede ser separada de toda la Escritura61, pues «es este el
misterio esencial sobre el que está construida la Iglesia y que Ticonio incita a
acoger a través de la Escritura, sobre todo, poniendo atención a las actitudes
que cada vez Dios asume respecto a su pueblo. Actitudes que aparentemente
son contradictorias, pero que tienen su explicación en relación a las dos
partes que componen el cuerpo de la Iglesia»62. Sosteniendo así, que en el
texto hay significados distintos que se refieren a realidades históricas
actuales, ante las cuales, el exégeta puede establecer el diferente orden de los
significados y símbolos, pero sólo pueden tener confirmación al fin del
tiempo63:

1.5. Pelagianos
Como es bien sabido, los pelagianos consideraban como fuente
inspirada y canónica la misma Escritura en su versión Itálica o Africana,
reclamando constantemente las correcciones pertinentes al texto, según las
interpretaciones de los Padres griegos o latinos, y desde luego las
traducciones de Jerónimo64, es decir, una valoración de la auctoritas de una
Traditio cristiana y apostólica sobre problemas de orden doctrinal o
teológico65. Sin embargo, los pelagianos sostenían de hecho, una lectura
diversa de las mismas Escrituras y diversos juicios de valor a sus respectivos
interpretes. En este sentido, la polémica no versó sobre el texto sagrado en sí,
pues bastaba confrontar los códices griegos o hebreos para conocer el texto
latino discutido66, sino una diversa impostación en el método de la
interpretación o interpretaciones, según la autoridad patrística o conciliar a la
que se reclamaba en la disputa67. 14

Juliano refiriéndose a la obra de Porfirio, Isagoge, sobre la jerarquía de


conceptos y su extensión y comprensión 68, acusa a Agustín de no observar las
normas de la discusión, y en definitiva, las normas de una razón sana o,

61 GAETA, G., «Il Liber Regularum di Ticonio. Studio sull'ermeneutica scritturistica»:


Annali di Storia dell'esegesi 5 (1988) 103-124, esp. 120-121.
62 GAETA, G., Le Regole per l'interpretazione della Scrittura da Ticonio ad Agostino, en

Annali di Storia dell'esegesi 4 (1987), 107-118, p. 116.


63 «Necessarium duxi ante omnia quae mihi uidentur libellum regularum scribere, et

secretorum legis ueluti claues et luminaria fabricare. Sunt enim quaedam regulae
mysticae que uniuersae legis recessus obtinent et ueritatis thesauros aliquibus
inuisibiles faciunt; quarum si ratio regularum sine inuidia ut communicamus accepta
fuerit, clausa quaeque patefient et obscura dilucidabuntur, ut quis prophetiae
immensam siluam perambulans his regulis quodam modo lucis tramitibus deductus
ab errore defendatur» (TYCONIUS, Liber Regularum, «praefatio» (ed. c., p. 2). Cf. AYRES,
L., «Agustín y Ticonio sobre metafísica y exégesis»: Augustinus 40 (1995) 13-30; P.
BRIGHT, The Book, pp. 66-85.
64 Sobre el particular del texto bíblico: GAMBERALE, L., Problemi di Gerolamo traduttore

fra lingua, religione e filologia, en Cultura latina cristiana fra terzo e quinto secolo. Atti
del Convegno Mantova, 5-7 Novembre 1998, Firenze 2001, PP. 311-345. Sobre la
valoración de las traducciones jeronimianas por parte de los pelagianos: Iul. o. imp. 4,
89.
65 Iul. 1, 7; Iul. o. imp. 2, 16. 114; 4, 136. Cf. MARTIL, G., La Tradición en San Agustín a

través de la controversia pelagiana, (sin editorial) Madrid 1943.


66 Cf. duas ep. Pel. 4, 4,7; Iul. 1, 6,22.
67 PELAGIUS, Pro libero arbitrio 3: cf. Iul. o. imp. 6, 21.
68 PORPHYRIUS TYRIUS, Isagoge 3, 5-11; 7, 1-4.11-16.
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simplemente, del sentido común69. Con ello, Juliano trata de demostrar que la
recta lectura del texto tiene en sí una “racionalidad” intrínseca y que se
encuentra en la disposición de la gramática y la sintaxis y regido por las
normas de la retórica70. De estos presupuestos el famoso principio Quod ratio
arguit, non potest auctoritas vindicare71, el cual hace que la polémica adquiera
una connotación particularmente retórica72. No obstante, aparece claramente
que, la incomprensión se encuentra en el diverso modo de utilizar el principio
de la auctoritas del texto bíblico y de su interpretación (non rationabiliter
assumptis), según la explicación de Próspero de Aquitania73.

15

69 Iulianus, apud Augustinus, Iul o. imp.. 5, 24-25.


70 Por ejemplo la distinción de acusativo por ablativo (Iul. o. imp.. 4, 97; 5 11) o el uso
de topos intrínsecos o extrínsecos ( Iul. 1, 5-6), así como el recurso frecuente a los
poetas clásicos: cf. ZELZER, M., Giuliano e la tradizione classica, en Giuliano d’Eclano e
l’Hirpinia Christiana, Convegno internazionale di studi, Mirabella Eclano 4-6 giugno 2003
(en imprenta).
71 Iulianus apud Augustinus, Iul o. imp.. 2, 16.
72 Cf. CIPRIANI, N., La morale pelagiana e la retorica: Augustinianum 31 (1991) 309-327;

ID., La controversia tra Giuliano d’Eclano e S. Agustino nell’Opus imperfectum: due


teologie a confronto, Augustinianum, Roma 1992.
73 Prosperus Aquitanus, ep. Ruf. 5, 6.
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2011

2. LA HERMENÉUTICA DE LA ESCRITURA

2.1. La interpretación «carnal» de los herejes y cismáticos


Desde una crítica a la exégesis realizada por los herejes y cismáticos, el uso
que se hace de la Escritura y del corpus paulinum, viene definida como una
interpretación “carnal”, ya que es instrumental, funcional y en ocasiones
fundamentalista, impidiéndoles de encontrar el verdadero sentido de la
Palabra de Dios74. No siempre se pudo superar este obstáculo, pues como
hemos visto, los maniqueos recurrieron a la mutilación con la teoria de la
interpolación o a la negación de la inspiración; los donatistas leyeron tal cual
estaba escrito; y los pelagianos buscaban la lógica interna del texto. Todos
sosteniendo sus propias doctrinas con un texto común y, apropiándose la
autoridad suficiente para comprobar las tesis propias y condenar las ajenas,
ante la mayoría de la gente que se encontraba en medio de posiciones
unilaterales75, ante las que la Grande Iglesia, la Católica, debería de proponer
una via media76 a través de una recta interpretación de la Escritura
(ortodoxia) y una recta vivencia de fe (ortopraxis), mismas que los herejes y
cismáticos pretendían ofrecer a los cristianos con propaganda, a veces
violenta, en el ambito del Africa romana77.

2.2. La interpretación católica de la Escritura

2.2.1. La «regula fidei» en la exégesis bíblica


16
Como hemos señalado, la manera de realizar la interpretación de la Escritura
en el panorama cristiano del África romana está determinado por la
justificación de la doctrina de los diferentes grupos religiosos
predominantemente existentes: ¿dónde está la verdad de Dios? (maniqueos)
¿dónde está la verdadera Iglesia? (donatistas) o ¿quién tiene la razón al

74 G. GAETA, Il Liber Regularum, p. 123.


75 «Gli autori del quarto e quinto secolo, senza dubbio più che i teologi di altri tempi, si
sono impegnati nel lavoro teologico soprattutto per difendere i semplici fedeli dai
pericoli di poszioni considerate unilaterali e per rispondere alle esigenze di lealtà verso
il patrimonio apostolico» (STUDER, B., La riflessione, p. 220). Cf. MARA, M. G.,
L'Influsso, pp. 125-139; ID., Agostino interprete, pp. 31-33. Es también la tesis de
DODDS. E. R., Paganos y cristianos en una época de angustia. Algunos aspectos de la
experiencia religiosa desde Marco Aurelio a Constantino, Ed. Cristiandad, Madrid 1975,
pp. 170-175.
76 STUDER, B., La riflessione, p. 221.
77 Los estudios generales sobre san Agustín dedican buena parte de sus páginas

presentando el ambiente de la Iglesia africana en el ocaso del siglo IV y los albores del
V: HAMMAN, A. G., La vida cotidiana en Afria del Norte en tiempos de San Agustín,
Iquitos 1989; MEER, F. VAN DER, San Agustín pastor de almas, Herder, Barcelona 1965;
BROWN, P., Religion and Society in the Age of Saint Augustin, Faber and Faber, London
1972. También MARKUS, R. A., «Christianity and Dissent in Roman North Africa:
Changing Perspectives in Recent Work»: Studies in Church History 9 (1972) 21-36;
BENABOU, M., La résistence africaine à la romanisation, Librairie François Maspero,
Paris 1976; LOCKWOOD, R., «Potens et Factiosa Femina: Women, Martyrs and Schism
in Roman North Africa»: Augustinian Studies 20 (1989) 165-182; CLERICI, A., Rapporti
sociali e correzione fraterna in Sant'Agostino, en Agostino presbitero, Associazione
storico-Culturale S. Agostino, Lecco 1992, pp. 49-72.
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2011

interpretar la verdad católica? (pelagianos) eran los grandes interrogantes a


los que la Católica debería responder. A lo largo de los siglos IV y V los Padres
africanos tuvieron que afrontar estas inquietudes posiblemente sin tanto éxito
como lo tuviera Agustín78, «quien apela constantemente a una regula fidei»79
como criterio de verdad80.
La regula fidei viene a ser un criterio objetivo de interpretación
escriturística81, y constituye el reclamo a la autoridad normante de la misma
Iglesia82, ya que la Escritura tiene en sí todo el contenido de la fe y los
preceptos de la vida cristiana83. Esta objetividad normativa de la fe viene
expresada a través de la autoridad del texto, ya que “no habrías otorgado, dice
Agustín, a esa Escritura una tan señalada autoridad en todo el mundo, si no
hubieras querido que por medio de ella se creyese en ti y por medio de ella se
te buscase”84. Así, si la Escritura nos conduce a la fe, su interpretación será
condicionada sólo a quien puede y debe hacerla, es decir, la Iglesia
universalmente extendida donde se encuentra la verdad 85. Por catolicidad, es

78 Cf. DECRET, F.-FANTAR, M., L'Afrique, pp. 276-318; BRISSON, J. P., Autonomisme et
Christianisme dans l'Afrique Romaine de Septime Sévère à l'invasion vandale, Boccard,
Paris 1958, pp. 123-239.
79 GRECH, P., «I principi ermeneutici di S. Agostino: una valutazione»: Lateranum 48

(1982) 209-223.
80 Sobre el uso de la regula fidei en la exégesis agustiniana y en su pensamiento

teológico véase: MAYER, C. P., «Herkunft und Normativität des Terminus regula bei
Augustin»: Augustiniana 40 (1990), 127-154; ID., «Die Bedeutung des Terminus
«regula» für die Glaubensbegründung und die Glaubensvermittlung bei Augustin»:
17
Revista Agustiniana 33 (1992) 639-675; ID., «Die Bedeutung des Terminus «regula» für
das sitliche Handeln des Christen bei Augustin»: Augustinus 39 (1994) 345-356; LOF,
L. J. VAN DER, «Regula apostolica in the Liber de unico baptismo»: Augustiniana 21
(1971) 449-456; PELIKAN, J., Canonica regula: The Trinitarian Hermeneutics of
Augustine, en Collectanea Augustiniana. Augustine: «Second Founder of the Faith», New
York 1990, pp. 329-343; MENDOZA, M., «La regula fidei en la teología de San Agustín»:
Estudio Agustiniano 27 (1992) 1-32; MITROS, J. F., The Norm of Faith in the Patristic
Age, en Orthodoxy, Heresy, and Schim in Early Christianity, Garland, New York 1993,
pp. 78-105; DAWIDOWSKI, W., «Ad hanc regulam fidei dirigens intentionem meam» (Trin.
15, 51) The Rule of Faith in the Theological Metod of Augustine of Hippo, (diss.) Roma
2002.
81 «The regula fidei rest not on the active faith of the Church, but on plain Scriptural

texts, and all Scriptural interpretations are bound to this regula fidei as their
normata«» (POLMAN, A. D. R., The Word of God, p. 214).
82 Desde este punto de vista «la Iglesia es la regla suprema de la interpretación bíblica»:

MANRIQUE, A., «Interpretación y utilización de la Biblia en San Agustín»: La Ciudad de


Dios 182 (1969) 167. Cf. DESPINEY, CH., Le chemin de la foi après Saint Augustin,
Magasin du Pèlerin de Vézelay, Senonis 1930, 357-372; CAMELOT, TH., «Autorité de
l'Écriture, autorité de l'Église. A propos d'un texte de saint Augustin»: Bibliothèque
Thomiste 37 (1967) 127-133.
83 «In his enim quae aperte in scripturis posita sunt, inveniuntur illa omnia quae

continent fidem moresque vivendi» (doctr. chr. 2, 9, 14 - CCL 32,41).


84 «... et ob hoc nobis opus esset auctoritare sanctarum litterarum, iam credere

coeperam nullo modo te fuisse tributurum tam excellentem illi Scripturae per omnes
iam terras auctoritatem, nisi et per ipsam tibi credi et per ipsam te quaeri voluisses
(conf. 6, 5, 8 - CCL 27,78).
85 «Haec enim ecclesia catholica per totum orbem valide lateque diffusa omnibus

errantibus utitur ad provectus suos et ad eorum correctionem, cum evigilare voluerint»


(uera rel. 6, 10 - CCL 32,194). Cf. doctr. chr. 2, 8, 12.
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2011

claro que Agustín, desde su período presbiteral, entiende aquello que en todas
partes lo verdadero se tiene como tal y se predica así como se cree, porque
siempre se ha tenido así, afirmando hacia el 396-397, que él no creería en el
mismo Evangelio si la Católica no lo presentara para ser creído 86.
De hecho, ante el uso maniqueo de la Escritura, con la regula fidei
Agustín se esfuerza por demostrar el origen apostólico, la armonía entre el
Nuevo y el Antigüo Testamento y la auctoritas historica Ecclesiae87,
oponiéndose a una interpretación fundamentalista y subjetiva 88; ante la
interpretación donatista, la regula fidei demuestra la auctoritas divina
Ecclesiae89, donde se expone con verdad la recta doctrina y las rectas
costumbres90; y, ante la interpretación pelagiana, el reclamo a una regula fidei
que compendia toda la enseñanza de la Escritura y la Tradición de la
auctoritas antiqua et indubitata Ecclesiae91, transmitiendo su verdadera
doctrina.
2.2.2. La interpretación «espiritual»
La lectura literal de la Escritura y su interpretación que hacían los herejes y
cismáticos estaba contra la regula fidei a la que se apelaban los católicos y la
ortodoxia, y se designaba como una «interpretación carnal» de la Escritura,
resultado de la instrumentalización que de ella hacían para defender y
justificar una falsa doctrina92.
En realidad, la Escritura se explica a sí misma, ya que hay que leer los
textos obscuros a la luz del sentido de otros más claros que ya se han
entendido y forman parte de la fe profesada (regula fidei). Así lo expone
Agustín: 18

86 «Si invenires aliquem, qui Evangelio nondum credit, quid faceres dicenti tibi: Non
credo? Ego vero Evangelio non crederem, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret
auctoritas» (c. ep. man. 5, 6 (CSEL 25,197).
87 ZARB, S. M., De canone et textu, pp. 15-18.
88 El mismo Agustín reclama a Fausto un criterio objetivo: «Tu es ergo regula

veritatis?» (c. Faust. 11, 2 - CSEL 25/1,315).


89 ZARB, S. M., De canone et textu, pp. 66-70.
90 «Quidam vero adhuc carnales et animales provectus suos instanter exercent et, ut

cibo spiritalium fiant idonei, sanctorum mysteriorum lacte nutriuntur, ea quae in


pravis moribus populari etiam iudicio manifesta sunt in dei timore devitant et, ut
minus minusque rebus terrenis et temporalibus delectentur, vigilantissime satagunt,
regulam fidei diligenter inquisitam firmissime tenent et, si quid ab ea deviant, cito
auctoritate catholica corriguntur, quam vis in eius verbis pro sensu carnali variis
adhuc phantasmatum» (bapt. 5, 27, 38 - CSEL 51,295; cf. 6, 25, 47).
91 «Vides quanta fiducia ex antiqua et indubitata regula fidei vir tantus ista loquator?»

(pecc. mer. 3, 5, 11 - CSEL 60, 137). Cf. an. orig. 2, 17, 23; nupt. et conc. 2, 4; c. duas
ep. pel. 4, 3, 3; Iul. 1, 6, 22; 2, 5, 10; Iul. o. imp., 1, 22; 2, 155.
92 «Repudiatis igitur omnibus qui neque in sacris philosophantur, neque in philosophia

consecrantur; et iis qui vel prava opinione, vel aliqua simultate superbientes, a regula
et communione Ecclesiae catholicae deviarunt; et iis qui sanctarum Scripturarum
lumen, et spiritualis populi gratiam, quod Novum Testamentum vocantur, habere
noluerunt, quos quanta potui brevitate perstrinxi: tenenda est nobis christiana religio,
et eius Ecclesiae communicatio quae catholica est, et catholica nominatur, non solum
a suis, verum etiam ab omnibus inimicis. Velint nolint enim ipsi quoque haeretici, et
schismatum alumni quando non cum suis, sed cum extraneis loquuntur, catholicam
nihil aliud quam Catholicam vocant. Non enim possunt intelligi, nisi hoc eam nomine
discernant, quo ab universo orbe nuncupatur» (uera rel. 7, 12 - CCL 32, 196).
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2011

«Ahora bien el mismo método con que se explica toda la doctrina, unas veces
clarísimo, otras, por analogías en los dichos, hechos y sacramentos, muy
acomodado para la instrucción y ejercicio del alma, ¿no se ajusta a la norma de
la disciplina racional? Pues la exposición de los misterios se ordena a las cosas
muy claramente expresadas... Y si no hubiera sacramentos en la Escritura y en
ellos faltase el sello de la verdad, no se armonizarían congruentemente la acción
y la contemplación... Pues muchas de las cosas impuestas al pueblo hebreo, esto
es, a la multitud oprimida por el pavor del Dios único, sin ser ya normas de
acción, han quedado para alimento e ilustración de la fe y de la interpretación.
Así ahora, sin obligarnos servilmente, nos ayudan para el ejercicio de nuestro
espíritu»93.

En este sentido, una interpretación de tipo «espiritual», que no mira


solo al sentido literal o «carnal», nos ayuda a entender la Escritura en su
sentido propio, es decir, en sentido espiritual 94. Esta actitud se expresa en el
ánimo (espíritu) del cristiano que no se engaña al leer el texto sagrado95. En
realidad, el sentido espiritual va más allá del sentido literal. Ya al tiempo de
Agustín se hablaba de cuatro sentidos o modos de entender las Escrituras:
histórico (buscando el sentido literal y la vericidad de los eventos salvíficos),
etiológico (indagando las causas providenciales de los hechos), analógico
(buscando la semejanza del AT con el NT) y alegórico (buscando las
semejanzas o tipología del AT con el NT a partir de éste). La interpretación
espiritual utiliza los cuatro sentidos en la exégesis y predicación, bajo el lente
de la regula fidei.
En efecto, estos principios de una interpretación espiritual serán
fundamentales para toda la obra exegética agustiniana96, pues esta forma de
acercarce a la Escritura, Agustín la expresó en La verdadera religión (390) y La 19

utilidad de la fe (391), pero será de una manera más clara, retomando los

93 «Iam vero ipse totius doctrinae modus, partim apertissimus, partim similitudinibus,
in dictis, in factis, in sacramentis, ad omnem animae instructionem exercitationemque
accommodatus, quid aliud quam rationalis disciplinae regulam impleuit? Nam et
mysteriorum expositio ad ea dirigitur, quae apertissime dicta sunt (...) Neque si essent
in Scripturis sacramenta, et in sacramentis non essent signacula veritatis, satis cum
cognitione actio conveniret (...) Multa vero quae populo hebraeo, hoc est sub eodem
uno Deo compeditae multitudini imposita erant, ab actione remota sunt, in fide atque
interpretatione manserunt. Ita nunc nec serviliter alligant, et exercent liberaliter
animum» (uera rel. 17, 33 - CCL 32, 207).
94 «Omnis igitur Scriptura, quae Testamentum Vetus uocatur, diligenter eam nosse

cupientibus quadrifaria traditur, secumdum historiam, secundum aetiologiam,


secundum analogiam, secundum allegoriam (...) Secundum historiam ergo traditur,
cum docetur quid scriptum, aut quid gestum sit; quid non gestum, sed tantummodo
scriptum quasi gestum sit. Secundum aetiologiam, cum ostenditur quid qua de causa
uel factum uel dictum sit. Secundum analogiam, cum demonstratur non sibi
aduersari duo Testamenta uetus et nouum. Secundum allegoriam, cum docetur non
ad litteram esse accipienda quaedam quae scripta sunt, sed figurate intelligenda» (util.
cred. 3,5 - CSEL 25/1,7-8).
95 util. cred. 3, 9 - CSEL 25/1,12-13; cf. 3, 5; uera rel. 27, 50; 50, 98-99; mor. Eccl. 1,

18, 34; gen. man. 1, 22, 23.


96 Cf. FLETEREN, F. VAN, Principles of Augustine’s Hermeneutic: An Overview, en

Augustine, Biblical Exegete, Peter Lang, New York 2001, 1-32; DUBREUCQ, E., Le coeur
et l’Écriture chez Saint Augustin. Enquête sur le rapport à soi dans les Confessions,
Presses Universitaires du Septentrion, Paris 2003.
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2011

principios de Ticonio97, en los tres primeros libros del De doctrina christiana98


escritos hacia el 397, aunque si la obra no fue terminada sino hasta el 426 o
427, con treinta años de experiencia exegética.
2.3. Criterios de exégesis agustiniana
El trabajo exegético de Agustín se puede reconstruir con cierta facilidad hacia
el 397, itinerario que conoce una etapa fundamental con la elaboración del De
doctrina christiana, delimitando científicamente el marco de una exégesis
correcta, según el consenso actual de los especialistas 99.
De hecho, ya desde el primer decenio de vivencia cristiana, Agustín
está convencido que la interpretación de la Escritura solo es posible bajo la
autoridad de la Iglesia, como hemos indicado antes. Así, todo lo que en las
Sagradas Escrituras se prefigura en dichos o hechos debe exponerse con
armonía de acuerdo a los tipos o figuras100, de acuerdo a su cualidad o
materia de que trate101. Es decir, las correctas palabras o hechos figurados
expuestos según la regula fidei de la Iglesia. Si por una parte el sentido literal
o histórico es el significado obvio del texto 102 que no puede sobrepasar aquello
de lo que entendemos según lo que profesamos de la fe103, y en este caso el
exegeta trata de determinar este sentido. Sin embargo, no siempre se puede
llegar al sentido figurado, pues existen varias clases de alegoría: histórica,
simbólica o narrativa. Un sentido alegórico puede provenir de un suceso o de
una serie de sucesos o acontecimientos. En este caso, el sentido alegórico se
funda sobre el histórico. Como quiera, el sentido tipológico y el sentido
alegórico son idénticos, como en el caso de Pablo, pues cuando no es posible
entender literalmente un texto, tiene que haber un sentido alegórico, pues
20
Dios no puede haber escrito inútilmente. La tarea del exegeta es descubrir
este sentido alegórico, y de hecho, para Agustín algunos géneros literarios
sólo admiten una exégesis alegórica, como el Cantar de los Cantares, los
Salmos o las parábolas.

97 Cf Ticonio, Libro de las Reglas (comentario de J. Ayán Calvo); CAZIER, P., «Le livre
des règles de Tyconius. Sa transmission du De Doctrina Christiana aux Sentences
d'Isidore de Seville»: Revue des Études Augustiniennes 19 (1973) 241-261.
98 Particularmente para nuestro estudio, la primera parte viene considerada como un

punto de llegada después de la misma experiencia personal de lectura y estudio


bíblico, donde «structures et formulations didactiques sont comme une transposition
codifiée d'intuitions, de réflexions, d'émotions vécues» (MOREAU, M., Lecture du «De
Doctrina christiana», en Saint Augustin et la Bible, Editions du Cerf, Paris 1986, 253-
285, p. 285) .
99 BASEVI, C., San Agustín. La interpretación del Nuevo Testamento. Criterios exegéticos

propuestos por S. Agustín en el «De Doctrina Christiana», en el «contra Faustum» y en el


«De Consensu Evangelistarum», Ed. Universidad de Navarra, Pamplona 1977, p. 77.
Este estudio hace una reconstrucción de esos criterios antes del presbiterado (pp. 49-
71), entre el presbiterado y el episcopado (pp. 71-80) y entre éste y el 400.
100 Cf. MARIN, M., Allegoria in Agostino, en La terminologia esegetica nell'antichità,

Edipuglia, Bari 1987, pp. 135-161.


101 Cf. MARGERIE, B. de, Introduzione alla storia dell'esegesi. vol. 3: Sant'Agostino, (tr. it.)

Edizioni Borla, Roma 1986, pp. 15-32; POLLASTRI, A.-COCCHINI, F., Bibbia e storia nel
cristianesimo latino, Roma 1988, pp. 23-33; BONNARDIÈRE, A. M. LA, Bible et polémiques
en Saint Augustin et la Bible, pp. 329-352.
102 Cf. AVILÉS, M., «Prontuario agustiniano de ideas exegéticas»: Augustinus 20 (1975)

297-338.
103 Cf. BASEVI, C., San Agustín. La interpretación, pp. 193-199.
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2011

Frederick van Fleteren afronta la cuestión «si para Agustín los sentidos
literal e histórico son tan importantes, ¿por qué tantas obras suyas contienen
casi exclusivamente exégesis alegórica?» Responde que las razones son
diversas y no contradicen su principio de que la exégesis histórica y literal es
la principal. «Antes que nada, dice, los sentidos literales de la Escritura son
más evidentes; los alegóricos no lo son. La tarea del exegeta es descubrir un
significado espiritual subyacente a la Escritura, cuando existe uno. En
segundo lugar, la tarea de desvelar sentidos alegóricos en ciertos géneros
literarios, por ejemplo, los Salmos, no se ha completado en la Biblia misma.
Agustín se aplica a esta empresa inacabada. En tercer lugar, la naturaleza del
conocimiento humano, que no puede intuir directamente la verdad, exige que
Dios hable al hombre por signos y símbolos, y que alguien descubra y
promulgue el sentido oculto de los datos bíblicos. Agustín se vio sin duda
como alguien que completaba el trabajo comenzado por Cristo mismo, Pablo y
Juan»104.
Las observaciones de Van Fleteren encuentran su confirma en la crítica
textual del De doctrina christiana, ya que en la tarea de descubrir y promulgar
el sentido espiritual del texto bíblico, por parte del exegeta, en ocasiones el
texto puede ser oscuro o ambiguo:
«Cuando son las palabras a hacer la Escritura ambigua, lo primero que se
necesita ver es si por caso no se ha distinguido mal o pronunciado mal la frase.
No obstante la atención prestada, el estudioso debe distinguir o pronunciar, debe
consultar la regula fidei que ha obtenido de otros pasos escriturísticos más
fáciles o mediante la autoridad de la Iglesia (...) si después las dos o todas las
partes suenan ambiguas a tenor de la fe, se debe consultar el texto mismo del
discurso en las partes precedentes y en aquellas que siguen, y que contienen en 21
medio el paso con ambigüedad, para que podamos ver a cual interpretación, de
las tantas que se presentan, va la preferencia para ser incierta en el contexto»105.
En efecto, en caso de oscuridad o ambigüedad en el texto, Agustín
propone una critica textual, auxiliándose de la norma de la fe 106:
1. Cuando las palabras propias hacen ambigua la Escritura, lo primero que
ha de verse es si la puntuación está equivocada o bien ha de preferirse la
sentencia menos obscura.
2. Si prestada la atención todavía aparece incierto cómo haya de puntuarse
o pronunciarse, se debe consultar la regula fidei que se adquirió de otros

104 FLETEREN, F. VAN, «Gálatas 4,24 y Corintios 10,11, base bíblica de la exégesis de
San Agustín»: Augustinus 44 (1999) 304-305.
105 «Sed cum uerba propia faciunt ambiguam Scripturam, primo uidendum est ne male

distinxerimus, aut pronuntiauerimus. Cum erga adhibita intentio incertum esse


peruiderit, quomodo distinguendum aut quomodo pronuntian-dum sit, sonsulat
regulam fidei, quam de scripturarum planioribus locis et ecclesiae auctoritate percepit,
de qua satis egimus, cum de rebus in primo loqueremur. Quod si ambae uel etiam
omnes, si plures fuerint partes, ambiguitatem secundum fidem sonuerit, textus ipse
sermonis a praecedenti-bus et consequentibus partibus, quae ambiguitatem illam
inmedio posuerunt, restat consulendus, ut uideamus cui nam sententiae, de pluribus
quae se ostendunt, ferat suffragium, eamque sibi contexi patiatur» (doctr. chr. 3, 1, 2 -
CCL 32,77-78).
106 Cf. BASEVI, C., San Agustín. La interpretación, pp. 141-192; TRAPÉ, A., «S. Agostino

esegeta: teoria e prassi»: Lateranum 48 (1982) 224-237; WEISMANN, F. J., «Principios de


exégesis bíblica en el De Doctrina Christiana de San Agustín»: Cuadernos monásticos 80
(1987) 61-73; MENDOZA, M., La regula fidei, pp. 19-24.
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lugares más claros de la misma Escritura o según la autoridad de la


Iglesia107.
3. Pero si ambos sentidos o todos, en el caso de que hubieren muchos,
resultan ambiguos sin salirnos de la regla de la fe, nos resta consultar el
texto completo, para que se pueda discernir uno con el que se pueda
armonizar nuestra fe108.
Desde luego que estas reglas para interpretar el texto sagrado, se basa
en un método filológico. De hecho, es conocido por todos, la posición de
Agustín, sobre la necesidad de conocer el griego y el hebreo para clarificar la
situación de diferencias o variables presentes en la traducción latina hecha
por él o por otro. Baste por ejemplo la referencia indicada en Contra Faustum
11,2 en torno al año 400.
«Cuando oyes que tu adversario te dice: “Pruébalo”, no te refugias en los
ejemplares más auténticos, o los de muchos códices, o de los más antiguos, o de
la lengua anterior de la que se tradujo al latín (...) De este modo, si surgiesen
problemas sobre la fidelidad de los ejemplares, como acontece con algunos;
problemas de variantes textuales, pocas y muy conocidas por estudiosos de las
Sagradas Escrituras, nuestra duda se solventaría con el recurso de los códices
de otras regiones de donde llegó dicha doctrina. Y si también allí hubiese
variantes en los códices, se recurriría al criterio del número o de la antigüedad. Y
si aún quedase la incertidumbre respecto a las variantes se consultaría la lengua
original de la que fueron traducidos. Este es el proceso de investigación de
quienes desean sustraer solución a algo que les crea dificultad en las Sagradas
Escrituras asentadas en tan gran autoridad, buscando en ellas una fuente de
instrucción, no motivo de contienda»109.
En este texto aparecen, con mayor claridad, criterios que pueden ser 22
considerados como filológicos y pueden enunciarse de la siguiente manera.
1. Se debe hacer una revisión de las diversas redacciones.
2. En caso de diferencias, se debe preferir la versión más aceptable o por el
acuerdo de más redacciones o por los códices más antiguos.
3. Se debe revisar la lengua en la que fue escrita originalmente y de la cual
se hizo la traducción latina: griego o hebreo.
El hecho de que Agustín no valorara suficientemente que en los códices
griegos de los LXX también hubieran variantes discutibles 110, no significa, de
ninguna manera, que Agustín ignorase realmente el griego, al menos se puede
afirmar que se muestra capaz y con cierta competencia al confrontar los
textos bíblicos y desde ahí, hacer interpretaciones originales. Por el contrario,
a medida que se descubre al Agustín filólogo, quedamos sorprendidos de su
acervo linguístico. Por ejemplo, sus raíces púnicas le habrían suministrado
alguna noción del siriaco, del hebreo y del caldeo, pues pertenecen a la misma

107 El ejemplo que pone Agustín se refiere a la puntuación que hacían los herejes
arrianos a Jn 1, 1-2, así se negaba la divinidad del Hijo con el mismo evangelio: «sed
hoc regula fidei refellendum est, qua nobis de trinitatis aequalitate praescribitur, ut
dicamus: “et Deus erat Verbum”, deinde subiungamus: “hoc erat in principio apud
Deum”» (doctr. chr. 3, 2, 3 - CCL 32, 78).
108 «Rarissime igitur et difficillime inueniri potest ambiguitas in propriis uerbis,

quantum ad libros diuinarum scripturarum spectat, quam non aut circumstantia ipsa
sermonis, qua cognoscitur scriptorum intentio, aut interpretum conlatio aut
praecedentis linguae soluat inspectio» (doctr. chr. 4, 8 - CCL 32, 82).
109 c. Faust. 11, 2 (CSEL 25/1, 316).
110 ep. 261, 5.
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familia lingüística111. Respecto al griego es innegable un conocimiento mejor


hacia el 415, a pesar que esto cause perplejidades en mas un estudioso
convencido de lo contrario112, de otra manera no se podría explicar el texto
latino de la Epístola a los Gálatas, por traer a colación un ejemplo, pues como
bien se sabe, Agustín nos ofrece el texto íntegro del texto paulino, pero
discordante de un texto de la versión Africana o Itálica, como bien señalaba
Sabatier en su prefacio a la inmortal Vetus latina113, y cuya exégesis tiende a
caracterizarse por ser simple y literal pero reflejando la exigencia de actualizar
el texto de acuerdo a la situación de la Iglesia africana114.
Por otra parte, de su polémica sobre la conveniencia de una traducción
latina del texto griego de los LXX con Jerónimo, queda de manifiesto que el
verdadero problema de Agustín, no es crítico-textual, sino la verdad contenida
en el texto bíblico115. Y en este sentido, el aspecto filológico es sólo un
elemento, pero no el más importante116.
De esta manera, la regula fidei nos permite encontrar el sentido
auténtico del autor sagrado, aunque si es posible que la dificultad del texto
nos lleve a varios sentidos verdaderos y concordes, pero siempre en armonía
de la fe de la Iglesia117. O en caso de no alcanzar el sentido auténtico, que
dicho sentido no esté en contradicción al de la regula fidei. En realidad,
apegándose a ella, nos impide la mala interpretación que se puede hacer el
texto, lo que nos llevaría a ser ligeros ante la Palabra de Dios, como los
herejes y cismáticos que sólo la utilizan para justificar su obstinación118.

23
111 Cf. s. 111, 6; 167, 4; Io. ep. tr.. 2,2; en. Ps. 118; s. 32, 8; ep. 17, 2; 66, 2; 108, 4;
109, 21, etc. Sobre el particular véase: VATTIONI, F., «Sant’Agostino e la civiltà punica»:
Augustinianum 8 (1968) 434-467; ID., «Glosse puniche»: Augustinianum 16 (1976) 505-
555, part. 532-534; OPELT, I., «Augustinus Epistula 20* (Divjak) ein Zeugnis für
lebendiges Punish im 5.Jh. nach Christum»: Augustinianum 25 (1985) 121-132.
112 Cf. COMEAU, M., Saint Augustin exégète du IVe Évangile, Gabriel Beauchesne éditeur,

Paris 1930, 36 ss.; MARROU, H. I., Saint Augustin et la fin de la culture antique, E. de
Boccard éditeur, Paris 1930, 31-37.
113 SABATIER, P., Bibliorum sacrorum latinae versiones antiquae, seu vetus italica, Remis,

apud Reginaldum Florentain, MDCCXLIII, Tomus I, Praefatio CXLVIII-CXLIX, lvii-lviii.


114 Véase nuestro estudio introductivo a la Expositio epistulae ad Galatas para la

colección Nuova Biblioteca Augustiniana X/2 (Opere esegetiche), Roma 1997, pp. 479-
487.
115 ep. 82, 3. En propósito: TÁBET B., M. A., «La hermenéutica bíblica de San Agustín

en la carta 82 a San Jerónimo» : Augustinus 33 (1988) 181-193.


116 GAMBERALE, L., Problemi di Gerolamo traduttore fra lingua, religione e filologia, en

Cultura latina cristiana fra terzo e quinto secolo. Atti del Convegno Mantova, 5-7
Novembre 1998, Firenze 2001, p. 316 (cf. pp. 319-320).
117 Cf. LLAMAS, J., «San Agustín y la multiplicidad de los sentidos literales en la

Escritura»: Religión y Cultura 15 (1931) 238-274.


118 «Sed uerborum translatorum ambiguitates, de quibus deinceps loquendum est, non

mediocrem curam industriamque desiderant. Nam in principio cauendum est, ne


figuratam locutionem ad litteram accipias. Et ad hoc enim pertinet, quod ait
apostolus: «Littera occidit, spiritus autem uiuificat». Cum enim figurate dictum sic
accipitur, tamquam proprie dictum sit, carnaliter sapitur. Neque ulla mors animae
congruentius appellatur, quam cum id etiam, quod in ea bestiis antecellit, hoc est
intellegentia carni subicitur sequendo litteram. Qui enim sequitur litteram, translata
uerba sicut propria tenet neque illud, quod proprio uerbo significatur, refert ad aliam
significationem...» (doctr. chr. 3, 5, 9 - CCL 32, 82-83).
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3. APRECIACIÓN CONCLUSIVA

Respecto al caso particular de la hermenéutica bíblica se encuentra


posiblemente en el salto necesario para llegar al conocimiento del Verbo
encarnado, Jesucristo Nuestro Señor, es decir, no se trata de un conocimiento
meramente filológico e histórico crítico de un texto (una cosa) sino del
cencuentro personal con una persona.
Si por una parte, uno de los problemas prácticos que existen en
nuestra realidad y que en cierto punto cuestiona nuestra vivencia eclesial es
el «fundamentalismo» bíblico de nuestro entorno, incluso con dimensiones
que han adquirido proporciones dramáticas por la forma en que se acerca a la
Palabra de Dios. Por otra parte, la excesiva insistencia en una exégesis
“científica” según los cánones rigurosos del método de la exégesis moderna,
alejada de la pastoral bíblica, propia de la espiritualidad, la catequesis o la
homilía, dejan desarmados al Pueblo de Dios ya que, leer la Escritura es la
labor propia de la Iglesia, sobre todo con una catequesis popular pero bien
fundamentada que ayude a los fieles a discernir mejor la Palabra de Dios, los
signos de la presencia de Dios y sobre todo comprender mejor su voluntad,
para realizar entre nosotros la realidad del Reino de Dios. Por ello, me parece
que algunos puntos de la pastoral «bíblica» agustiniana, la cual se enfrentó al
entorno fundamentalista, quien con ojos de pastor, puso en práctica la
caridad con sus fieles o con los sectarios en Africa del Norte a finales del s. IV
y todo el s. V, se revelan altamente actuales en los albores de este siglo.
Como ya hemos dicho antes, el conocido aforisma agustiniano «In
Scripturis discimus Christum, in Scripturis discimus Ecclesiam» («En las 24

Escrituras conocemos a Cristo y en las Escrituras conocemos a la Iglesia»: ep.


105, 4, 14)119 se resume y sintetiza la grande herencia espiritual de Agustín a
la mejor comprensión del texto bíblico, pero sobre todo a reconocer en él a
Jesucristo, el verbo encarnado por nosotros y por nuestra salvación, en quien
se cumplieron plenamente las Escrituras, la Ley y los Profetas. En efecto, en
este triángulo, aparecen los tres parámetros de la hermenéutica y de la
espiritualidad agustiniana: Texto revelado, Cristo, Iglesia, colocando a
Cristo120, al centro de la inteligencia y espiritualidad de las Escrituras, donde
se encuentran las verdades profundas, los misterios insondables y la doctrina
que nos exhorta a vivir rectamente. Por tanto, de la Escritura canónica se
extrae el compendio de nuestra fe, por eso la autoridad de sus libros está
afianzada por el consenso de tantos pueblos mediante la sucesión apostólica,
episcopal y conciliar.
Resumiendo en pocos puntos, podemos apreciar este dinamismo
espiritual:
α. Estudio atento y competente de las Escrituras, especialmente del Evangelio
y Nuevo Testamento, para acoger a Jesucristo y su mensaje salvífico;
β. Inteligencia del dato revelado con la regula fidei y el consenso de amor y fe
en comunión con toda la Iglesia

119Cf. ep. 105, 5, 17: «Ecce Scripturae communes, ece ubi novimus Christum, ecce ubi
novimus Ecclesiam».
120 «Omnem veterem textum Scripturarum circumplexus est. Quidquid illarum

Scripturarum est, Christum sonat» (ep. Io. 2, 1).


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γ. Escucha atenta de las posiciones contrarias a nuestra aprehensión de las


verdades reveladas y transmitidas en el consenso de las iglesias;
δ. Apertura a los tiempos y culturas para reconocer la presencia del Verbo
quien al encarnarse toma un rostro particular y concreto;
ε Asumir la Verdad con un corazón puro para hacer el bien y ploclamar en la
comunidad de fe el amor del Padre por nosotros en Jesucristo.
ζ. Sentir delicadamente el susurro del Espíritu para someterse con certeza a la
autoridad de la exégesis recta (ortodoxia) celebrada, proclamada, explicada
y vivida (ortopraxis) en la comunidad eclesial, o como dice Agustín en el
texto introductorio citado de las Confesiones: «Leer, eligir y amar. Leen
siempre, y nunca pasa lo que leen. Eligiendo y amando leen la
inmutabilidad de tu plan» (Conf. XVIII, 15, 18).

Traducido gráficamente tendríamos este esquema para una espiritualidad


bíblica agustiniana:

CRISTO

ELEGIR

inteligencia
y estudio 25

susurro del Espíritu Santo

LEER AMAR

ESCRITURA IGLESIA
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Apéndice
CARTA 21
Fecha: Comienzo del año 391.
Lugar: ¿Hipona?
Destinatario: Valerio, obispo de Hipona.
Tema: Principio de la Formacion Permanente en la espiritualidad bíblica.
Acción: Estudio de la Sagrada Escritura para desarrollar un servicio pastoral fructifero
y satisfactorio para el agente de pastoral (Presbítero, Diácono, Catequista, ...) como
para los Fieles
Al obispo VALERIO, señor beatísimo y venerable, amadísimo padre, con
sincera caridad en la presencia de Dios, AGUSTÍN, presbitero, salud en el
Señor.
1. Pido ante todo que tu religiosa prudencia piense que en esta vida, máxime
en estos tiempos, nada hay más fácil, más placentero y de mayor aceptación
entre los hombres que el ministerio de obispo, presbítero o diácono, si se
desempeña por mero cumplimiento y adulación. Pero,. al mismo tiempo, nada
hay más torpe, triste y abominable ante Dios, que esa conducta. Del mismo
modo, nada hay en esta vida, máxime en estos tiempos, más gravoso,. pesado
y arriesgado que, la. obligación del obispo, presbítero o diácono; tampoco: hay
nada más santo ante Dios si se milita en la forma que exige nuestro
Emperador. Cuál sea esa forma, yo no lo aprendí ni en la niñez ni en la
adolescencia. Al tiempo en que comenzaba a enterarme, se me hizo violencia,
por mérito de mis pecados, pues no hallo otra explicación. Se me forzó a ser el
segundo de a bordo, cuando ni de empuñar el remo era capaz. 26

2. Creo que mi Señor, mediante una tal providencia, quiso corregirme por
haber osado reprender los pecados de muchos nautas, sin haber
experimentado aún lo que pasa en el oficio, como si yo fuera más docto o
mejor. Cuando me he hallado en medio del mar, comencé a comprender la
temeridad de mis reprensiones, aunque ya antes juzgaba peligrosísimo este
ministerio. De ahí procedían aquellas lágrimas: que. algunos hermanos me
vieron derramar en el comienzo de mi ordenación; ignorando las causas de mi
dolor, me consolaron con buena intención, con las palabras que pudieron,
que no servían para atajar mi mal. He experimentado ahora, sin embargo,
mayores y más extensas dificultades que las que entonces presumiera. No
porque haya descubierto nuevas corrientes y tempestades ignoradas, nunca
oídas, leídas o pensadas por mí, sino porque desconocia mis fuerzas y
sagacidad para soslayar o afrontar la tormenta, y por eso presumía de mi
valor. El Señor se burló de mí haciendo que me descubriese a mis propios ojos
mediante esta experiencia.
3. Y si Dios no lo hizo para condenarme, sino para compadecerme -confío en
eso con certeza, por lo menos ahora que conozco mi debilidad-, debo examinar
todas las medicinas contenidas en sus, Escrituras y dedicarme a la oración y
a la lectura, para. que mi alma logre, una salud idónea para tan peligrosas
ocupaciones. Antes no lo hice, porque no tuve tiempo; precisamente fui
ordenado cuando planeaba un tiempo de retiro para estudiar las divinas
Escrituras, y quería arreglarme para lograr tiempo libre para esa ocupación.
Aún no conocía bastante mis deficiencias para ese empeño, que ahora me
atormenta y aterra. Los hechos me han dado experiencia de lo que necesita
un hombre para administrar al pueblo el sacramento y la palabra de Dios.
Pero ahora no puedo adquirir lo que comprendo que me hace falta. ¿Es que
quieres que yo perezca, padre Valerio? ¿Dónde está tu caridad? ¿Es cierto que
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me amas? ¿Es cierto que amas a la misma Iglesia, a la que quisiste que yo
atienda? Sin duda que nos amas a mí y a ella, pero ya me crees idóneo; yo, en
cambio, me conozco mejor, y aún no me conocería yo mismo si no me hubiese
aleccionado la experiencia.
4. Pero quizá diga tu santidad: quisiera saber lo que falta, a tu preparación.
Son tantas cosas, que más fácilmente podría enumerar las que tengo que las
que deseo adquirir. Me atrevería a decir que conozco y retengo con plena fe lo
que atañe a mi salvación. Pero esto mismo, ¿cómo lo, serviré para la salvación
de los demás, no buscando lo que es útil para mí, sino lo que, es útil para
muchos, a fin de que se salven? Y hay quizá cosas, o mejor, es indudable que
hay en los santos libros, consignados consejos con cuyo conocimiento y
comprensión pueda el hombre de Dios manejar con mayor orden los asuntos
eclesiásticos, o en todo caso vivir o morir con una conciencii más tranquila
entre las manos de los inicuos. Así no perderá aquella vida por la que
suspiran exclusivamente los corazones cristianos, humildes y mansos. Y
¿cómo puede eso lograrse; sino pidiendo, llamando y buscando, es decir,
orando, estudiando y llorando, como el mismo Señor preceptuó? Para esa
tarea ha querido obtener un corto tiempo, por ejemplo, hasta la Pascua,. de tu
sincerísinía y venerable caridad, primero por medio de los hermanos y ahora
por estas preces.
5. ¿Qué podré realmente responder al Señor, mi juez? ¿Que no podía ya
alcanzar esa instrucción pues me lo impedían los negocios eclesiásticos? Y sí
El me dice: «siervo inútil supón que le hubiese salido un pretendiente a la
hacienda eclesiástica, en la que tanto trabajo se emplea para. recoger los
frutos, mientras se abandona el campo que.yo regué con mi sangre; 27
seguramente que si podías tramitar algo en su favor ante. los jueces, de la
tierra, ¿acaso no te moverías, no sólo con el consentimiento de todos, sino
aun con el mandato y la presión de muchos, y si la sentencia era
desfavorable, navegarías al otro lado del mar? En tal caso ninguna protesta:
se levantaría contra tu ausencia por un año o por más, para. que otro no
usurpase una tierra necesaria, no para el alma, sino, para el cuerpo de los
pobres, cuya necesidad se cubriría. mucho más fácil y gratamente para mí si
mis árboles vivos fueran, cuidados con, diligencia. ¿Por qué, pues, alegas que
te: faltó un tiempo de retiro para aprender mí agricultura?» Dime que he de
responder, por favor. ¿Quizá quieres que diga: «El anciano Valerio, creyendo
que yo estaba instruido en todo, cuanto más me amó tanto menos me
permitió aprender»?
6. Atiende a todo esto, anciano Valerío. Te pido por lá bondad y por la
severidad de Cristo, por su mísericordia y justicia, por El que te inspiró tanta
caridad para conmigo, ya que no me atrevería a ofenderte ni aun para
beneficiar a mí alma. Tú pones a Dios y a Cristo por testigos de, la inocencia,
caridad y sincero afecto que tienes por mí, como si yo mismo no pudiese jurar
sobra eso ante cualquiera. Por eso recurro a la misma caridad y afecto para
que me compadezcas y me concedas para la tarea que pido el tiempo que
pido; y que incluso me ayudes con tus oraciones, de manera . que mi deseo
no sea inútil ni mi ausencia sea infructuosa: para la Iglesia de Cristo y
utilidad de mis hermanos y consiervos. Sé que el Señor no desdeña esa
caridad que reza por mí, especialmente en un tal, asunto, Y la recibe como un
sacrificio de suavidad. Y con, eso quizá, me ayudará a instruirme en los
salubérrimos consejos de sus Escrituras en un plazo de tiempo más corto que
el que solicité.

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