Alumnas:
Alves Rocío
(DNI: 35.969.588)
Mazzeo Lorenzo Melanie
(DNI: 35.337.322)
1er Cuatrimestre
2009
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Las artes adivinatorias
También entre los babilonios, egipcios, chinos, sumerios, en el Tíbet, etc., surgen todo
tipo de adivinos, brujos, curanderos, parapsicólogos, hechiceros y demás, cuya
principal función era desde luego la adivinación.
Horóscopos y Astrología
Sin lugar a dudas es el sistema de adivinación más antiguo del mundo y más
consultado por el común de la gente. La astrología es una de las ciencias ocultas que
con más poder ha entrado a los medios de comunicación. Prácticamente no existe
noticiero, programa de diversión o revista donde no aparezca el horóscopo. Ahora
cuesta conocer el futuro. ¡Hable ya y consulte con los psíquicos y ellos te solucionarán
todos tus problemas! ¡Dinero, trabajo, amor, pena, ilusiones, ellos te sabrán dar la
respuesta que necesitas! ¡Los psíquicos te dirán tu futuro! Esto es común verlo por las
noches en los anuncios de televisión.
Horóscopo es un término griego que significa mirar la hora o yo miro la hora, y tiende a
predecir el carácter, destino y personalidad de cada individuo basándose en la
posición de los planetas por la hora exacta y el lugar de nacimiento o del día y hora en
que fue gestado.
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Oniromancia
Los sueños siempre han fascinado al hombre. Desde las más remotas edades, y en
todas las culturas del planeta, estos “visitantes de las sombras”, intrigaron y
subyugaron la imaginación de la gente.
Pronto se comprendió que los sueños estaban relacionados con los acontecimientos
personales que en ellos se reflejaban, poniendo de manifiesto deseos, frustraciones,
remordimientos, y aún hechos futuros.
En Egipto los sueños tuvieron fundamental importancia, a tal punto que los
sacerdotes se especializaban en la interpretación de los sueños, siendo imprescindible
consultar los sueños antes de cualquier acción importante que se emprendiera. Por
sobre todo, era fundamental la interpretación de los sueños del Faraón, de los que
dependía la marcha de los asuntos públicos. Así se fue gestando entre la clase
sacerdotal egipcia la onirología o ciencia de los sueños, y las reglas que rigen su
interpretación, la cual era transmitida oralmente dentro de las escuelas sacerdotales
hasta que en tiempos del Faraón Nemfotharok se codificaron en jeroglíficos sobre
pergaminos.
Por otro lado, los griegos llamaban a los sueños mensajeros de los dioses, lo que
nos dice a las claras la importancia que atribuían a los sueños. En efecto, creían que
por medio de los sueños los dioses se comunicaban con los humanos, de modo que
en sueños transmitían lo que el destino depara a los mortales. Dentro de la mitología
griega era Morfeo el dios protector de los sueños y el encargado de transmitir los
mensajes del Olimpo.
Las vivencias psíquicas que se manifiestan durante el sueño, dentro del dominio
psíquico, se basan en experiencias de todo tipo, visuales, auditivas, olfativas, táctiles,
sinestésicas, de acuerdo al libre fluir del inconsciente.
La interpretación que se realice de los sueños tendrá que tener en cuenta no solo el
tipo de sueño, sino la forma que éste se realiza. Así debe descartarse como sueños
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auténticos, desde el punto de vista oniromántico, a aquellos que son provocados por
una digestión pesada, la excitación de ciertos órganos, como el hígado, el aparato
digestivo o los genitales. Sueños libidinosos o pesadillas suelen reconocer este origen.
También producen sueños anormales las excitaciones del sistema nervioso central,
que se manifiesta durante el sueño por gestos, movimientos, hablar dormido y aún
casos de sonambulismo.
Freud consideraba que los sueños tienen por misión proteger al durmiente de los
estímulos exteriores y así permitir el descanso del organismo. Esta teoría es
generalmente aceptada hoy en día, ya que los sueños constituyen un mecanismo
psíquico por el cual el durmiente se aísla del medio exterior y puede desarrollar
adecuadamente el acondicionamiento del aparato fisiológico. Por ejemplo imaginemos
un durmiente que siente golpear en su puerta, él en su sueño podrá imaginar que está
cortando leña, o en una herrería, con lo que el ruido exterior es interpretado
oníricamente como parte del sueño. Si el nivel del ruido es muy intenso o repetitivo,
entonces el durmiente despertará. Ejemplos similares se pueden encontrar para
estímulos que afecten otros órganos sensitivos. Por supuesto que las respuestas a
estos estímulos dependerán de la sensibilidad del durmiente.
Los sueños que interesan, por su profundidad, para la interpretación son aquellos
que provienen de lo más hondo del psiquismo. Entre éstos sueños profundos se
distinguen los sueños premonitorios o admonitorios en los cuales se nos revela el
porvenir.
Son conocidos también los sueños proféticos de la Biblia y los que narran las
tradiciones de todas las culturas del mundo. Los sueños premonitorios generalmente
se refieren a sucesos que le ocurrirán al soñante, pareciera que las potencias
instintivas de la persona avisara por medio del sueño la proximidad de algún
acontecimiento peligroso o venturoso para él soñante. La religión africana identifica a
Oxúm la dueña de los sueños, la que habla a través de ellos y comunica sus deseos.
Queda, entonces, establecido el hecho de que los únicos sueños importantes son
aquellos en que se pone de manifiesto las profundidades del hombre, y que conlleva
una honda carga óntica e instintiva.
En todos los hombres hay hechos y deseos reprimidos que se manifiestan a través
de los sueños, todo conflicto que no es resuelto satisfactoriamente, es reprimido en el
inconsciente y pugnará por salir de cualquier modo, siendo uno de esos modos, y no el
menos importante, el onírico.
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La adivinación en Grecia y Roma
Los oráculos
Tal vez en el imaginario colectivo las supersticiones, los agüeros, la clarividencia, los
vaticinios y las profecías estén más ligados a la larga y mal conocida Edad Media,
periodo contradictorio y difuso que es hoy menos una época histórica que un
legendario marco literario en el que todo lo esotérico y lo oculto tiene cabida. Sin
embargo, pocos pueblos en el devenir de los siglos han sido tan supersticiosos y
firmes creyentes en la adivinación como los griegos y los romanos, hasta el punto de
que no sólo la vida privada, sino también la vida oficial, estaban regidas por complejas
redes de avisos, señales e indicios sobrenaturales que alertaban de lo porvenir.
Precisamente será de las fuentes de estos vaticinios (los oráculos, las sacerdotisas,
las sibilas, los adivinos y los augures) sobre lo que disertaremos en las siguientes
entradas.
En la antigua Grecia, los santuarios en los que los dioses daban respuestas a los
mortales sobre su futuro eran los oráculos. Los griegos eran un pueblo muy
supersticioso, y consultaban los oráculos con motivo de los grandes acontecimientos o
por insignificantes asuntos domésticos: declarar la guerra, negociar la paz, librarse de
una plaga, dictar leyes, fundar una ciudad, emprender un viaje, contraer esposa, saber
si se curarían de una enfermedad, etc. Cada dios hablaba en un oráculo específico, y
se expresaba por distintos métodos, pero siempre a través de intermediarios
(sacerdotes o sacerdotisas).
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dafnomancia. El trípode se levantaba sobre una grieta en el suelo de la cual
emanaban gases tóxicos. Sacerdotes del dios tenían la función de sujetarla sobre el
trípode durante el trance, mientras ella profería palabras sin sentido que, ordenadas
por otros sacerdotes y dotadas ya de sentido, se convertían en la respuesta de Apolo.
Al acabar el oráculo, la pitonisa era retirada y conducida a su casa, donde pasaba
muchos días recuperándose.
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escuchadas al azar, se llamaba cledomismancia. Gea, la diosa de la tierra, hablaba
mediante una sacerdotisa en Egeira, que entraba en trance tras beber sangre de toro,
líquido que los griegos consideraban mortalmente venenoso. En Bura el héroe
divinizado Heracles (Hércules), daba respuestas a los fieles mediante cuatro dados
con inscripciones que éstos lanzaban, procedimiento que se conoce como
astragalomancia o cleromancia. Era fundamental que los dados se hiciesen con
huesos de animales sacrificados al dios. En Epidauro el dios Asclepio inspiraba
directamente a los fieles quienes, tras unos días de ayuno, tenían sueños proféticos
por él mandados.
Las Sibilas
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Los adivinos
La mitología griega nos habla de la existencia de adivinos, hombres dotados del don
de la profecía. Eran algo así como el equivalente masculino a las sibilas. Algunos de
ellos fueron Calcas, Tiresias y Mopso. Siempre que los griegos emprendían una
expedición militar, reclutaban un adivino, que se encargaba de interpretarles las
señales de los dioses.
Calcas era el sacerdote al servicio de los griegos en la guerra contra los troyanos, y
profetizaba interpretando sus observaciones de la naturaleza. Antes de hacerse a la
mar la flota griega, Calcas vio subir a un árbol una serpiente que, tras devorar nueve
pajarillos y a su madre, se convirtió inmediatamente en piedra. Entonces pronosticó
que el asedio a Troya duraría diez años, y que la flota que se hallaba a la espera de
zarpar (porque no había viento suficiente para las velas) no podría salir hasta que
Agamenón, jefe de los griegos, hubiese sacrificado a Artemisa a su hija pequeña,
Ifigenia. También fue Calcas el que profetizó que Troya sólo caería si Aquiles tomaba
parte en la expedición griega, que la peste que los dioses mandaron a los griegos
durante el asedio pasaría si Agamenón devolvía a la joven troyana Criseida a su padre
y, finalmente, al ver cómo dos águilas devoraban una liebre, que Troya caería, pues la
liebre simbolizaba a Príamo, el rey troyano, y las águilas a los generales supremos
griegos, Agamenón y Menelao.
Calcas murió de desesperación cuando descubrió que había un adivino más sabio que
él. Se trataba de Mopso, con el que se enfrentó en una competición consistente en
adivinar cuántos higos colgaban en una higuera cercana, y de cuántos lechones
estaba embarazada una cerda. Mopso venció, y por eso fue elegido el adivino de la
expedición de Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. Al regreso de la
expedición murió por la mordedura de una serpiente.
Durante la guerra narrada en la Iliada, el adivino del bando troyano era Laocoonte.
Éste profetizó que Troya caería si aceptaba un regalo envenenado de los griegos.
Cuando los griegos fingieron retirarse y dejaron ante las murallas el famoso caballo de
madera donde iba oculto su ejército, Laocoonte avisó sobre lo fatal que sería
introducirlo en la ciudad, pero como la diosa Atenea quería que los griegos venciesen,
mandó a dos serpientes gigantes desde el fondo de los mares para que lo matasen y,
así, acallarlo. Otra versión dice que fue Apolo el que mandó las serpientes como
castigo, pues Laocoonte era su sacerdote y había incumplido el deber de no casarse.
Entre los troyanos también tenía el don profético Casandra y Heleno, dos de los hijos
del rey Príamo, hermanos de Héctor y Paris. Cuando eran niños, Casandra y Heleno
fueron olvidados por sus padres en el templo de Apolo, donde acababan de celebrar
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una fiesta. Nadie recordaba dónde estaban lo niños, y finalmente los encontraron
dormidos en el interior del templo, junto a una serpiente que les lamía los ojos. La
serpiente era el animal sagrado de Apolo, dios de los oráculos, y desde entonces
Casandra y Heleno tuvieron el don de ver el futuro. Casandra advirtió a los troyanos
sobre la caída de la ciudad por dos veces: la primera fue cuando su hermano Paris
regresó a Troya después de haber estado fuera desde su niñez. Ella dijo que Paris
traería la ruina de la ciudad, y así pasó, pues Paris raptó a Helena, esposa de
Menelao, provocando la guerra entre los troyanos y los griegos. La segunda vez fue
cuando los griegos dejaron el caballo de madera frente a las murallas. Como
Laocoonte, Casandra aconsejó no introducirlo en la ciudad. Por su parte, Heleno
también sabía que Troya estaba condenada a ser conquistada por los griegos, con los
que se puso en contacto para ofrecerles un trato: a cambio de darle refugio, él les
revelaría qué iban a necesitar los griegos para vencer en la guerra. Según la profecía
de Heleno, los griegos vencerían si un hueso del antiguo héroe Pélope era llevado a
su campamento, si Neoptólemo, el pequeño hijo que Aquiles había dejado en Grecia,
tomaba parte en la guerra, y si la estatua de la diosa Palas Atenea que se custodiaba
en Troya era robada, pues mientras la estatua permaneciese dentro de la ciudad, las
murallas nunca serían destruidas. Los griegos hicieron caso a Heleno: hicieron traer
un omóplato de Pélope, cuya tumba tuvieron que profanar. También trajeron desde la
corte del rey Licomedes al joven Neoptólemo, quien con solo 12 años recibió las
armas de su padre Aquiles, recién fallecido. E infiltraron a Ulises y a Diomedes en la
ciudad, para robar la estatua de Atenea.
Pero el más famoso de los adivinos griegos era Tiresias. Se dice que, de niño, espió a
la diosa Atenea mientras se bañaba, por lo que fue privado de su visión. Pero a
cambio de su ceguera, fue recompensado con el don de la profecía y la sabiduría,
hasta el punto que los propios dioses acudían a consultarle. Su sabiduría lo convirtió
en el adivino al servicio de los reyes de Tebas, donde profetizó la caída de la ciudad y
el matrimonio incestuoso entre la reina Yocasta y su hijo Edipo. También vaticinó que
el joven Narciso viviría hasta muy viejo si no llegaba a conocerse a sí mismo; pero un
día Narciso se miró en las aguas de un lago, se enamoró de su propio reflejo, y al
abalanzarse para abrazarlo, cayó al agua y murió joven.
Tiresias pereció durante la guerra civil tebana. Su hija Manto también tenía el don de
la adivinación. En Tebas existe hoy un lago cuyas aguas se dice que dan el poder de
ver el futuro a quien las bebe. Según la leyenda, el lago se formó por las lágrimas que
lloró Manto al enterarse de la muerte de su padre.
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Los Augures
Los augures eran un grupo permanente de nueve cargos públicos que en la antigua
Roma tenían por función predecir el porvenir. Gozaban de mucha veneración y
respeto, y eran consultados para casi cualquier cosa de la misma forma que lo eran
los oráculos en Grecia. Los augures obtenían sus predicciones de varias maneras:
- El estudio de los pollos sagrados: los augures interpretaban la actitud de los pollos de
su templo al ser alimentados; si no querían comer, el presagio era negativo. Si
devoraban el trigo ávidamente, la suerte era propicia.
Los augures gozaron durante la República de Roma de gran respeto, pero durante el
Imperio empezaron a dejar de ser creídos. De la palabra augur derivan las palabras
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españolas augurio y agüero. Una de las tareas fundamentales de los augures era
trazar el calendario romano en días de buena y de mala suerte. A los días propicios les
llamaban fastos, y a los de mala fortuna, nefastos. En general, había fechas fijas que
se consideraban nefastas, como el 24 de marzo, el 24 de mayo o el 15 de junio. Era
tan importante el calendario para las decisiones del Estado que se mantenía en
secreto y no se comunicaba al pueblo, sólo a los políticos y militares, hasta que en la
época del escriba Flavio se hizo por fin público y se mostraba en el foro de la ciudad.
Al final, cuando los augures y su trabajo perdían credibilidad, los políticos llegaban a
cambiar por ley los días fastos y nefastos. Por ejemplo, si convenía entablar una
batalla en buenas condiciones en un día determinado, pero los augures habían
afirmado que era un día nefasto, el Senado modificaba por ley el calendario para
poder llevar a cabo la acción militar.
Antigüedad
Encontramos en los sumerios la creencia del origen divino de los sueños. Existía una
casta sacerdotal, los Enzi que estaba especializada en la interpretación de los mismos.
Para los asirios y babilónicos, que eran civilizaciones posteriores que poblaron la
mesopotamia, los sueños se consideraban revelaciones de la voluntad divina o
demoníaca.
De los egipcios se conserva lo que podemos considerar el primer tratado sobre los
sueños de la Historia, en donde se incluye una larga lista de sueños con sus
respectivas interpretaciones. El análisis de los sueños de los egipcios era muy
mecánico ya que cada imagen onírica se correspondía con un significado.
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La Grecia antigua recogió todas estas influencias culturales. Para el autor Heráclito
de Éfeso, para la mayoría de los hombres, ignorantes del Logos, permanece oculto
cuanto hacen en la vigilia del mismo modo que no son consientes cuando están
durmiendo. Aun en la vigilia el común de los mortales vive dormido. Por lo tanto los
que duermen viven en un mundo privado regido por un Logos particular y engañoso
aunque sin saberlo colaboran con el Logos universal que se olvida mientras se sueña
lo cual provoca la caída en un estado de irracionalidad de la cual se sale al despertar,
recuperando la razón. Esta concepción que ilustra Heráclito por la que el hombre que
sueña se retira del mundo común y habita en un mundo propio, tardo muchísimo en
ser aceptada hasta la aparición de Sigmund Freud en el panorama científico. De tal
forma que la historia de la onirologia no es sino una regresión a estos primordiales
planteamientos que expuso Heráclito. Los hombres se la ingeniaron a lo largo de los
siglos para una y otra vez poner afuera aquello que no procede sino de las
profundidades de su propia intimidad, atribuyendo el origen de los sueños a los dioses,
los demonios, la emanaciones de los objetos, los estímulos externos provenientes del
medio o los estímulos procedentes del interior del propio cuerpo, cualquier cosa antes
que admitir que los sueños provienen del interior de nuestras mentes.
Según la tradición, como refleja la obra de Homero, los antiguos griegos distinguían
dos tipos de sueños: los valiosos y significativos y los engañosos o no significativos.
Los antiguos griegos creían en el origen divino de los sueños y su capacidad mantica.
La personalización mítica de los sueños era llamado Hipno, hijo de la noche y del
Erebo, nombre con que se conocía a las tinieblas infernales. Con esta línea de
pensamiento místico, religioso o esotérico en relación a los sueños, apareció por
primera vez en la Historia otra concepción mucho más natural y racional de los
sueños.
Esta teoría dice que todos los objetos están formados por átomos y emiten de continuo
imágenes de si mismos gracias al flujo de átomos que de ellos se desprende. Estas
imágenes penetran en el cuerpo a través de los poros y de allí pasan al alma en donde
se constituyen en imágenes de los objetos. Esta es la razón por la cual soñamos,
porque mientras soñamos las imágenes de las cosas siguen penetrando en nuestros
cuerpos y poniéndose en contacto con nuestras almas. Los mismos dioses no son sino
ídolos desprendidos de los cuerpos y de las almas de las mejores personas.
En Demócrito encontramos por primera vez una teoría de los sueños que no solo se
presenta como directa y necesaria, sino que posee la suficiente elasticidad y amplitud
como para dar razón a los diversos fenómenos oníricos y su complejo mecanismo. Se
trata de una teoría materialista y mecanicista que satisface la opinión tan común en la
Antigüedad sobre el carácter adivinatorio de los sueños y la intervención de los dioses
y demonios.
En una posición intermedia con respecto a los dos anteriores se sitúa el pensamiento
de Hipócrates quien, si bien admite la procedencia divina de algunos sueños, no deja
de advertir su contenido semiológico donde los sueños pasan a ser objeto de una alta
estima gracias a su valor diagnostico.
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Con Platón se introduce en la historia una nueva concepción de los sueños pues al
considerarlos como uno de los caminos que permiten el acceso al conocimiento los
dota de una función epistemológica.
Aristóteles no rechaza la adivinación a través de los sueños sino que la explica por
medios lógicos y naturales pues considera que en algunos casos los sueños pueden
ser causa de los acontecimientos futuros y en otros pueden ser señales de procesos
que ya se han puesto en acción, y afirma que en la mayoría de los casos las
predicciones son pura coincidencia.
Artemidoro de Daldis difundió una clasificación de los sueños que se impondría hasta
el siglo XIX. Su método tomaba en consideración no solo el contenido de los sueños
sino también el carácter y circunstancias de quien lo había soñado. Según el los
sueños se clasificaban en dos tipos: falsos y auténticos, creíbles y engañosos. A su
vez los sueños que predecían el futuro los dividía en tres clases: el sueño enigmático,
la visión profética y el sueño oracular. A los sueños que carecían de significación
profética los dividía en pesadilla y aparición. Los antiguos entendían que las
pesadillas se originaban en ansiedades diurnas que perturbaban la mente de quienes
soñaban.
La civilización romana fue ante todo una sociedad ecléctica que supo absorber las
influencias culturales de los diferentes pueblos que habitaban su vasto imperio. En
relación con los sueños se puede decir que en líneas generales continuaron las
diferentes tradiciones clásicas. En roma se continúo practicando la incubación de
sueños y la adivinación estuvo a cargo de un cuerpo sacerdotal dedicado a ello, los
Necori.
Dos de los mas celebres momentos de Julio César estuvieron signados por los
sueños. Cuando se hallaba en Galias, soñó que se acostaba con su propia madre. Los
Augures que eran quienes interpretaban los sueños, consideraron el incesto como
buena señal para la posesión de la tierra, puesto que la madre del sueño de Julio
César no era mas que la madre de Roma.
Años mas tarde su mujer soñó que lo alzaba en sus brazos acuchillado y sangrante.
También ignoro otros avisos acerca de la conspiración que finalmente lo asesinó.
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exponente más notable de esta corriente fue Cicerón que escribió un tratado sobre los
distintos métodos de adivinación.
Entre los romanos encontramos a los primeros cristianos que escribieron sobre los
sueños. Uno de ellos fue Tertuliano que en su obra ofrece una verdadera teología del
sueño y desarrolla la idea de que los sueños son uno de los caminos para acceder al
conocimiento de Dios. Por otra parte, es el primero que introduce en la Génesis la
figura del Diablo, lo que permite dar una explicación más dinámica de la bipolaridad
tan habitual que encontramos en los mismos.
De la edad media
Por otra parte, San Agustín también se ocupo de los sueños. Según su concepción
tenían origen divino y sostenía que Dios se sirve de las imágenes oníricas para
revelarle al hombre temas que necesita conocer.
Como representante de la Baja Edad Media esta Santo Tomas de Aquino, quien se
preocupo por determinar cuales eran las causas de los sueños, ya que sabiendo esto
se podían distinguir entre los sueños realmente proféticos y los que eran producto de
la imaginación del soñador.
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Jerónimo Cardano, escribo el Libro de los Sueños, que es la obra más importante
respecto de la interpretación onírica que se escribió desde los tiempos de Artemidoro.
Para Cardano el arte de la interpretación es perfectamente natural y para ejercitarlo es
preciso poseer el conocimiento necesario y ciertas cualidades que tienen solamente
los sabios.
Al igual que Artemidoro, a Cardano solo le interesan los sueños en tanto y en cuanto
son instrumento para predecir el futuro. Estos tiene causas precisas que pueden ser
corpóreas o incorpóreas. Las corpóreas pueden ser “nuevas” (producida por el efecto
de bebidas o alimentos), o ya existentes (por efecto de los humores del cuerpo); y las
incorpóreas esta regidas por los afectos, las preocupaciones, los pensamientos, los
recuerdos o por una causa superior en la que intervienen los cuerpos celestes. Estos
últimos sueños son los que conducen a la predicción. Cardano toma en cuenta la
subjetividad del soñador a la hora de realizar la interpretación y advierte sobre
múltiples significados que puede tener un sueño.
El renacimiento trajo consigo no solo este resurgir de la onirologia sino también, con
Kepler y Copérnico, los primeros vestigios de los fundamentos de las ciencias y así,
con el paso del tiempo, las concepciones de los sueños fueron derivando hacia
posiciones cada vez mas racionalistas y como consecuencia, el escepticismo en
relación con el valor de los sueños fue aumentando paulatinamente. Esta nueva
orientación que adquiere el pensamiento sobre los sueños se concreta en el siglo XVII
y perdurará durante los siglos posteriores.
Muchos ilustres pensadores y filósofos del siglo XVII como Hobbes, Leibnitz,
Descartes y Pascal utilizaron los sueños como tema de sus reflexiones filosóficas.
Descartes sostuvo que los sueños no pueden ser puestos con relación al curso de la
vida despierta. Esta concepción cartesiana supuso, un inexpugnable obstáculo para
poder apreciar el contenido psicológico de los sueños.
Esta posición culmina en el siglo XVIII con la Ilustración. Para Kant los sueños carecen
de todo valor, se producen en un estado de semivigilia, son una mezcla de fantasías y
percepciones. Su posición se sintetiza en el aserto de que: “los sueños tiene su base
en los desordenes estomacales”
Con el romanticismo resurgió el interés por los sueños; los románticos pusieron en tela
de juicio las ideas ilustradas sobre el sueño y recalcaron sus potencialidades creativas
y su participación en el descubrimiento de nuevas realidades.
Durante el siglo XIX los sueños fueron objeto de interés y estudio por parte de
científicos y filósofos que mantuvieron en líneas generales la actitud de sus
predecesores.
Para Nietzsche los sueños no son más que la interpretación, completamente arbitraria
por parte de la conciencia, de las irritaciones nerviosas. De esta forma se despojo de
los sueños el contenido psicológico y por lo tanto de cualquier posible interpretación.
Este modo de pensar cambia con la publicación de “La interpretación de los sueños”
de Sigmund Freud en el año 1900. En esta obra los sueños recuperan el lugar de
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privilegio que les corresponde dentro del contexto de la vida psíquica. La importancia
del pensamiento Freudiano y la influencia que ha tenido dentro de todos los ámbitos
del saber y la cultura a lo largo del siglo XX ha sido amplia y reconocida.
Otro valioso exponente del siglo XX fue Jung. Uno de los elementos más peculiares de
la teoría de los sueños de Jung es su hipótesis de que algunas imágenes oníricas
derivan de contenidos colectivos o arquetípicos más que de experiencias personales
del sujeto que sueña.
Con esto podemos ver el interés que los sueños han despertado en el hombre en
diferentes épocas y culturas y como ha ido variando la concepción del sueño y su
interpretación.
El conocimiento del porvenir ha sido para el ser humano una necesidad espiritual cuyo
sentido no se ha perdido del todo.
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Bibliografía:
Libros:
Las Heras, Antonio. Sueños: el lenguaje onírico develado, Primera adición, Buenos
aires, Editorial Albatros, 2005.
Internet:
<http://wiki.sobrenatural.net/w/index.php?title=Oniromancia>
<http://www.portalplanetasedna.com.ar/menu_historia_antigua.htm>
<http://www.geocities.com/apocalipsis_mariano/artesadivinatorias.htm>
<http://laciudaddelosinmortales.blogspot.com/2008/12/la-adivinacin-en-grecia-y-roma-
iii-los.html>
<http://es.wikipedia.org/wiki/Interpretaci%C3%B3n_de_los_sue%C3%B1os>
<http://www.elinformadordegalicia.com/jms/grecia/grecia.htm>
<http://es.wikipedia.org/wiki/Antigua_Roma>
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