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Informe sobre Oniromancia

en la Antigua Grecia y Roma


hasta nuestros días
Historia de la cultura
Cátedra: Castillo

Profesora: María Rosa Figari

Alumnas:
Alves Rocío
(DNI: 35.969.588)
Mazzeo Lorenzo Melanie
(DNI: 35.337.322)

Cede: Benito Quinquela Martín


Comisión: 135
Jueves de 12:00 a 14:00 hrs.

1er Cuatrimestre
2009

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Las artes adivinatorias

El arte de predecir el futuro existe desde tiempos inmemoriales. Ya en la antigua


Grecia y Roma, por citar lo que se conoce, los gobernantes acudían a los oráculos en
busca de consejo y conocimiento del porvenir. Hoy en día jefes de gobierno y de
estado de las principales potencias mundiales también tienen sus asesores
astrológicos, para consultarles sobre el futuro y así poder tomar ciertas
determinaciones. Antiguamente a las adivinas se les llamaba sibilas y eran
sacerdotisas de edad madura que vivían en cuevas y que se creía que tenían un
vínculo especial con la divinidad. La más conocida es la del oráculo de Delfos
construida en el Siglo VI a. C., cerca del Monte Parnaso. La médium de ese oráculo
era la sacerdotisa llamada Pitia o Pitonisa y vivía rodeada de serpientes que
simbolizaban la profecía y la sabiduría. Esta mujer entraba en trance al aspirar humo y
masticar hojas de laurel, y sus sonidos y expresiones eran interpretados por
sacerdotes que luego las escribían en hexámetros.

También entre los babilonios, egipcios, chinos, sumerios, en el Tíbet, etc., surgen todo
tipo de adivinos, brujos, curanderos, parapsicólogos, hechiceros y demás, cuya
principal función era desde luego la adivinación.

Hoy en día existe cualquier cantidad de formas de adivinación y van variando


dependiendo de los medios que se utilizan para descubrir el futuro. Así por ejemplo
tenemos la aeromancia (por el aire); la aritmancia (por los números); la cartomancia
(por los naipes); la cristalomancia (por los cristales); la hidromancia (por el agua); la
oniromancia (por los sueños); la quiromancia (por las manos); etc.

Horóscopos y Astrología

Sin lugar a dudas es el sistema de adivinación más antiguo del mundo y más
consultado por el común de la gente. La astrología es una de las ciencias ocultas que
con más poder ha entrado a los medios de comunicación. Prácticamente no existe
noticiero, programa de diversión o revista donde no aparezca el horóscopo. Ahora
cuesta conocer el futuro. ¡Hable ya y consulte con los psíquicos y ellos te solucionarán
todos tus problemas! ¡Dinero, trabajo, amor, pena, ilusiones, ellos te sabrán dar la
respuesta que necesitas! ¡Los psíquicos te dirán tu futuro! Esto es común verlo por las
noches en los anuncios de televisión.

Horóscopo es un término griego que significa mirar la hora o yo miro la hora, y tiende a
predecir el carácter, destino y personalidad de cada individuo basándose en la
posición de los planetas por la hora exacta y el lugar de nacimiento o del día y hora en
que fue gestado.

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Oniromancia

La interpretación de los sueños

Los sueños siempre han fascinado al hombre. Desde las más remotas edades, y en
todas las culturas del planeta, estos “visitantes de las sombras”, intrigaron y
subyugaron la imaginación de la gente.

Pronto se comprendió que los sueños estaban relacionados con los acontecimientos
personales que en ellos se reflejaban, poniendo de manifiesto deseos, frustraciones,
remordimientos, y aún hechos futuros.

En Egipto los sueños tuvieron fundamental importancia, a tal punto que los
sacerdotes se especializaban en la interpretación de los sueños, siendo imprescindible
consultar los sueños antes de cualquier acción importante que se emprendiera. Por
sobre todo, era fundamental la interpretación de los sueños del Faraón, de los que
dependía la marcha de los asuntos públicos. Así se fue gestando entre la clase
sacerdotal egipcia la onirología o ciencia de los sueños, y las reglas que rigen su
interpretación, la cual era transmitida oralmente dentro de las escuelas sacerdotales
hasta que en tiempos del Faraón Nemfotharok se codificaron en jeroglíficos sobre
pergaminos.

Por otro lado, los griegos llamaban a los sueños mensajeros de los dioses, lo que
nos dice a las claras la importancia que atribuían a los sueños. En efecto, creían que
por medio de los sueños los dioses se comunicaban con los humanos, de modo que
en sueños transmitían lo que el destino depara a los mortales. Dentro de la mitología
griega era Morfeo el dios protector de los sueños y el encargado de transmitir los
mensajes del Olimpo.

Debemos pues determinar científicamente que llamamos sueño. Para eso


analizaremos el dormir; fisiológicamente se denomina dormir al período en que el
hombre se recupera de su fatiga. Durante este período hay una pérdida momentánea
de conciencia y de actividad de los músculos esqueléticos. El centro cerebral
regulador del sueño es el hipotálamo, desde el cual se mantiene la actividad del
sistema nervioso del gran simpático que mantiene el pulso cardíaco y el ritmo
respiratorio.

El sueño es una función orgánica de la que el hombre no puede prescindir, se ha


comprobado que individuos a los que se obligó a permanecer despiertos durante
largos lapsos de tiempo, empezaron a manifestar síntomas de locura.

Durante el sueño la actividad cerebral continúa, aunque libre de los


condicionamientos concientes. En pruebas que se han llevado a cabo por medio de
electrodos conectados al cerebro, se logró establecer la prodigiosa actividad que
despliega el cerebro durante el sueño.

Las vivencias psíquicas que se manifiestan durante el sueño, dentro del dominio
psíquico, se basan en experiencias de todo tipo, visuales, auditivas, olfativas, táctiles,
sinestésicas, de acuerdo al libre fluir del inconsciente.

La interpretación que se realice de los sueños tendrá que tener en cuenta no solo el
tipo de sueño, sino la forma que éste se realiza. Así debe descartarse como sueños

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auténticos, desde el punto de vista oniromántico, a aquellos que son provocados por
una digestión pesada, la excitación de ciertos órganos, como el hígado, el aparato
digestivo o los genitales. Sueños libidinosos o pesadillas suelen reconocer este origen.

También producen sueños anormales las excitaciones del sistema nervioso central,
que se manifiesta durante el sueño por gestos, movimientos, hablar dormido y aún
casos de sonambulismo.

La duración de los sueños es irrelevante para determinar su importancia.

Dado que la actividad cerebral depende de la irrigación sanguínea, la composición


de la sangre y el estado de las arterias, se comprende que cualquier alteración de
éstas producirá cambios importantes en la actividad cerebral, con el consiguiente
cambio en la producción de los sueños.

Freud consideraba que los sueños tienen por misión proteger al durmiente de los
estímulos exteriores y así permitir el descanso del organismo. Esta teoría es
generalmente aceptada hoy en día, ya que los sueños constituyen un mecanismo
psíquico por el cual el durmiente se aísla del medio exterior y puede desarrollar
adecuadamente el acondicionamiento del aparato fisiológico. Por ejemplo imaginemos
un durmiente que siente golpear en su puerta, él en su sueño podrá imaginar que está
cortando leña, o en una herrería, con lo que el ruido exterior es interpretado
oníricamente como parte del sueño. Si el nivel del ruido es muy intenso o repetitivo,
entonces el durmiente despertará. Ejemplos similares se pueden encontrar para
estímulos que afecten otros órganos sensitivos. Por supuesto que las respuestas a
estos estímulos dependerán de la sensibilidad del durmiente.

Si el sueño es más fuerte que el estímulo externo, y éste no es continuado ni


demasiado fuerte, ni demasiado desagradable, se sigue soñando, y a veces podemos
al despertar recordar dichos sueños.

Los sueños que interesan, por su profundidad, para la interpretación son aquellos
que provienen de lo más hondo del psiquismo. Entre éstos sueños profundos se
distinguen los sueños premonitorios o admonitorios en los cuales se nos revela el
porvenir.

Son conocidos también los sueños proféticos de la Biblia y los que narran las
tradiciones de todas las culturas del mundo. Los sueños premonitorios generalmente
se refieren a sucesos que le ocurrirán al soñante, pareciera que las potencias
instintivas de la persona avisara por medio del sueño la proximidad de algún
acontecimiento peligroso o venturoso para él soñante. La religión africana identifica a
Oxúm la dueña de los sueños, la que habla a través de ellos y comunica sus deseos.

Queda, entonces, establecido el hecho de que los únicos sueños importantes son
aquellos en que se pone de manifiesto las profundidades del hombre, y que conlleva
una honda carga óntica e instintiva.

En todos los hombres hay hechos y deseos reprimidos que se manifiestan a través
de los sueños, todo conflicto que no es resuelto satisfactoriamente, es reprimido en el
inconsciente y pugnará por salir de cualquier modo, siendo uno de esos modos, y no el
menos importante, el onírico.

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La adivinación en Grecia y Roma

Los oráculos

Tal vez en el imaginario colectivo las supersticiones, los agüeros, la clarividencia, los
vaticinios y las profecías estén más ligados a la larga y mal conocida Edad Media,
periodo contradictorio y difuso que es hoy menos una época histórica que un
legendario marco literario en el que todo lo esotérico y lo oculto tiene cabida. Sin
embargo, pocos pueblos en el devenir de los siglos han sido tan supersticiosos y
firmes creyentes en la adivinación como los griegos y los romanos, hasta el punto de
que no sólo la vida privada, sino también la vida oficial, estaban regidas por complejas
redes de avisos, señales e indicios sobrenaturales que alertaban de lo porvenir.
Precisamente será de las fuentes de estos vaticinios (los oráculos, las sacerdotisas,
las sibilas, los adivinos y los augures) sobre lo que disertaremos en las siguientes
entradas.

En la antigua Grecia, los santuarios en los que los dioses daban respuestas a los
mortales sobre su futuro eran los oráculos. Los griegos eran un pueblo muy
supersticioso, y consultaban los oráculos con motivo de los grandes acontecimientos o
por insignificantes asuntos domésticos: declarar la guerra, negociar la paz, librarse de
una plaga, dictar leyes, fundar una ciudad, emprender un viaje, contraer esposa, saber
si se curarían de una enfermedad, etc. Cada dios hablaba en un oráculo específico, y
se expresaba por distintos métodos, pero siempre a través de intermediarios
(sacerdotes o sacerdotisas).

- El oráculo de Delfos: la principal de éstas era la sacerdotisa de Apolo en Delfos,


santuario de este dios porque fue allí donde mató a la serpiente Pitón; por ello se la
llamó la Pitonisa. Por extensión, el nombre pitonisa se aplica a cualquiera de estas
sacerdotisas que profetizaban. Las pitonisas de Delfos se elegían entre las doncellas
de oscuro nacimiento. No se les exigía formación alguna, sólo que fuesen capaces de
repetir lo que el dios Apolo les dictaba, que conservasen su virginidad y que se
comprometiesen a vivir hasta su muerte en el santuario.
Casi nunca había más de una pitonisa en activo, aunque ocasionalmente hubo tres
profetizando simultáneamente. La sibila profetizaba una vez al año, al comienzo de la
primavera, y sólo admitía consultas presentadas por escrito y selladas. Antes de dar
respuesta a quienes iban a consultarla, ayunaba durante tres días, se bañaba en las
aguas sagradas de la fuente Castalia y mascaba hojas de laurel. Después se sentaba
sobre una especie de trípode bajo el cual se prendían hojas de laurel y plantas
alucinógenas, cuyo vapor la pitonisa aspiraba para profetizar. Esta práctica se llamaba

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dafnomancia. El trípode se levantaba sobre una grieta en el suelo de la cual
emanaban gases tóxicos. Sacerdotes del dios tenían la función de sujetarla sobre el
trípode durante el trance, mientras ella profería palabras sin sentido que, ordenadas
por otros sacerdotes y dotadas ya de sentido, se convertían en la respuesta de Apolo.
Al acabar el oráculo, la pitonisa era retirada y conducida a su casa, donde pasaba
muchos días recuperándose.

- Otros oráculos de Apolo: Apolo, dios de la adivinación, se manifestaba en otros


lugares, no sólo en Delfos, como en Argos y en Liceo. En algunos inspiraba a
sacerdotes, y no a sacerdotisas: en Ismenia los sacerdotes practicaban la
hepatomancia (adivinación del futuro mediante el examen de las entrañas de animales
que se sacrificaban, especialmente vacunos), en Claro el sacerdote hablaba tras beber
el agua de un pozo secreto, y en Telmesa el sacerdote practicaba la oniromancia
(adivinación del futuro mediante la interpretación de los sueños contados por la
persona que realizaba la consulta).

- El oráculo de Dodona: en este lugar Zeus inspiraba a sus sacerdotisas. Éstas


escuchaban el arrullo de las palomas, el susurro de las hojas de roble (que era el árbol
sagrado del dios) agitadas por el viento, o el tintineo de las vasijas colgadas de las
ramas, y lo interpretaban para responder a las preguntas de los fieles, que debían
escribirlas en finas láminas de plomo. Zeus también tenía un oráculo en Olimpia,
donde los sacerdotes respondían a las preguntas tras examinar las vísceras de los
animales sacrificados.

- El oráculo de Trofonio: Trofonio era un héroe griego divinizado que se manifestaba a


través de un oráculo en Beocia. Quien quisiera consultar el oráculo debía vivir en un
templo durante unos días, bañarse en río Herkina y comer sólo carne procedente de
sacrificios. Entonces debía realizar, de día, un sacrificio a una serie de dioses,
incluyendo a Cronos, Apolo, Zeus, Hera y Deméter. De noche debía realizar el
sacrificio de un animal negro (como un toro o un carnero) en un pozo consagrado a
Agamedes, beber de dos ríos llamados Leteo y Mnemósine (las aguas del primero te
hacían olvidar tu pasado, y las del segundo recordar el mensaje que Trofonio
inspiraba), y descender entonces a una cueva, donde el consultante perdía el
conocimiento. Al despertar, debía sentarse en una silla, la silla del Recuerdo, donde
los sacerdotes del templo interpretaban sus desvaríos y componían un oráculo a partir
de ellos.

- Oráculos de diversas divinidades: las sacerdotisas de Deméter, diosa de la


agricultura, pronunciaban oráculos en Patras a los enfermos examinando las manchas
de agua que se quedaban en un espejo que descolgaban con una cuerda en un pozo
consagrado a la diosa. En Faras, a cambio de una moneda de bronce entregada al
sacerdote, los enfermos podían saber su futuro escuchando las palabras que oían
casualmente en la puerta del mercado. Esta adivinación, hecha a partir de palabras

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escuchadas al azar, se llamaba cledomismancia. Gea, la diosa de la tierra, hablaba
mediante una sacerdotisa en Egeira, que entraba en trance tras beber sangre de toro,
líquido que los griegos consideraban mortalmente venenoso. En Bura el héroe
divinizado Heracles (Hércules), daba respuestas a los fieles mediante cuatro dados
con inscripciones que éstos lanzaban, procedimiento que se conoce como
astragalomancia o cleromancia. Era fundamental que los dados se hiciesen con
huesos de animales sacrificados al dios. En Epidauro el dios Asclepio inspiraba
directamente a los fieles quienes, tras unos días de ayuno, tenían sueños proféticos
por él mandados.

Las Sibilas

Las Sibilas eran vírgenes inspiradas que predecían el futuro y predecían


oráculos. Se diferenciaban de las pitonisas en que no eran sacerdotisas
consagradas a ninguna divinidad en concreto. La tradición greco-romana habla
de las siguientes Sibilas: la de Libia, la de Cumas, la de Persia, la de Eritrea, la
de Delfos, la de Frigia, la de Samos, la de Cimeria, la de Troya y la de Tiburcio.
Miguel Ángel las pintó en el techo de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, porque,
aunque eran figuras paganas, profetizaron el nacimiento de Cristo, el eclipse
de sol que se produjo durante la Crucifixión, la resurrección de los muertos y el
día del Juicio Final.

La más famosa de todas fue la Sibila de Cumas. Su nombre era Deifobea.


Según la leyenda, Apolo se enamoró de ella y le prometió darle cualquier cosa
a cambio de su amor. Ella tomó un puñado de arena y le pidió poder vivir
tantos años como granos tenía en la mano. El dios se lo concedió, pero
inmediatamente ella dijo que no aceptaba convertirse en su amante. Sin
embargo no salió ganando, porque había pedido la longevidad pero no la
eterna juventud, con lo que en poco tiempo acabó convertida en una anciana
casi inmortal. Siendo ya muy vieja, recogió sus profecías sobre Roma en un
conjunto de nueve libros, y los ofreció en venta al rey Tarquinio el Soberbio a
cambio de 300 monedas de oro. El rey no aceptó el primer precio, y la Sibila
arrojó al fuego tres de los libros a la vez que duplicaba el precio. Tarquinio
seguía sin aceptar, y la Sibila quemó tres más. Al final, Tarquinio comprendió lo
importantes que eran esas profecías para Roma, y adquirió los tres
supervivientes. Durante siglos los Libros Sibilinos se custodiaron en Roma, en
el Capitolio, a cargo de un grupo de 15 sacerdotes llamados quindecenviros, y
allí eran consultados cada vez que se emprendía alguna acción de importancia.
Los libros se perdieron durante un incendio, en la época de Sila (siglo I antes
de Cristo).

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Los adivinos

La mitología griega nos habla de la existencia de adivinos, hombres dotados del don
de la profecía. Eran algo así como el equivalente masculino a las sibilas. Algunos de
ellos fueron Calcas, Tiresias y Mopso. Siempre que los griegos emprendían una
expedición militar, reclutaban un adivino, que se encargaba de interpretarles las
señales de los dioses.

Calcas era el sacerdote al servicio de los griegos en la guerra contra los troyanos, y
profetizaba interpretando sus observaciones de la naturaleza. Antes de hacerse a la
mar la flota griega, Calcas vio subir a un árbol una serpiente que, tras devorar nueve
pajarillos y a su madre, se convirtió inmediatamente en piedra. Entonces pronosticó
que el asedio a Troya duraría diez años, y que la flota que se hallaba a la espera de
zarpar (porque no había viento suficiente para las velas) no podría salir hasta que
Agamenón, jefe de los griegos, hubiese sacrificado a Artemisa a su hija pequeña,
Ifigenia. También fue Calcas el que profetizó que Troya sólo caería si Aquiles tomaba
parte en la expedición griega, que la peste que los dioses mandaron a los griegos
durante el asedio pasaría si Agamenón devolvía a la joven troyana Criseida a su padre
y, finalmente, al ver cómo dos águilas devoraban una liebre, que Troya caería, pues la
liebre simbolizaba a Príamo, el rey troyano, y las águilas a los generales supremos
griegos, Agamenón y Menelao.

Calcas murió de desesperación cuando descubrió que había un adivino más sabio que
él. Se trataba de Mopso, con el que se enfrentó en una competición consistente en
adivinar cuántos higos colgaban en una higuera cercana, y de cuántos lechones
estaba embarazada una cerda. Mopso venció, y por eso fue elegido el adivino de la
expedición de Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. Al regreso de la
expedición murió por la mordedura de una serpiente.

Durante la guerra narrada en la Iliada, el adivino del bando troyano era Laocoonte.
Éste profetizó que Troya caería si aceptaba un regalo envenenado de los griegos.
Cuando los griegos fingieron retirarse y dejaron ante las murallas el famoso caballo de
madera donde iba oculto su ejército, Laocoonte avisó sobre lo fatal que sería
introducirlo en la ciudad, pero como la diosa Atenea quería que los griegos venciesen,
mandó a dos serpientes gigantes desde el fondo de los mares para que lo matasen y,
así, acallarlo. Otra versión dice que fue Apolo el que mandó las serpientes como
castigo, pues Laocoonte era su sacerdote y había incumplido el deber de no casarse.

Entre los troyanos también tenía el don profético Casandra y Heleno, dos de los hijos
del rey Príamo, hermanos de Héctor y Paris. Cuando eran niños, Casandra y Heleno
fueron olvidados por sus padres en el templo de Apolo, donde acababan de celebrar

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una fiesta. Nadie recordaba dónde estaban lo niños, y finalmente los encontraron
dormidos en el interior del templo, junto a una serpiente que les lamía los ojos. La
serpiente era el animal sagrado de Apolo, dios de los oráculos, y desde entonces
Casandra y Heleno tuvieron el don de ver el futuro. Casandra advirtió a los troyanos
sobre la caída de la ciudad por dos veces: la primera fue cuando su hermano Paris
regresó a Troya después de haber estado fuera desde su niñez. Ella dijo que Paris
traería la ruina de la ciudad, y así pasó, pues Paris raptó a Helena, esposa de
Menelao, provocando la guerra entre los troyanos y los griegos. La segunda vez fue
cuando los griegos dejaron el caballo de madera frente a las murallas. Como
Laocoonte, Casandra aconsejó no introducirlo en la ciudad. Por su parte, Heleno
también sabía que Troya estaba condenada a ser conquistada por los griegos, con los
que se puso en contacto para ofrecerles un trato: a cambio de darle refugio, él les
revelaría qué iban a necesitar los griegos para vencer en la guerra. Según la profecía
de Heleno, los griegos vencerían si un hueso del antiguo héroe Pélope era llevado a
su campamento, si Neoptólemo, el pequeño hijo que Aquiles había dejado en Grecia,
tomaba parte en la guerra, y si la estatua de la diosa Palas Atenea que se custodiaba
en Troya era robada, pues mientras la estatua permaneciese dentro de la ciudad, las
murallas nunca serían destruidas. Los griegos hicieron caso a Heleno: hicieron traer
un omóplato de Pélope, cuya tumba tuvieron que profanar. También trajeron desde la
corte del rey Licomedes al joven Neoptólemo, quien con solo 12 años recibió las
armas de su padre Aquiles, recién fallecido. E infiltraron a Ulises y a Diomedes en la
ciudad, para robar la estatua de Atenea.

Pero el más famoso de los adivinos griegos era Tiresias. Se dice que, de niño, espió a
la diosa Atenea mientras se bañaba, por lo que fue privado de su visión. Pero a
cambio de su ceguera, fue recompensado con el don de la profecía y la sabiduría,
hasta el punto que los propios dioses acudían a consultarle. Su sabiduría lo convirtió
en el adivino al servicio de los reyes de Tebas, donde profetizó la caída de la ciudad y
el matrimonio incestuoso entre la reina Yocasta y su hijo Edipo. También vaticinó que
el joven Narciso viviría hasta muy viejo si no llegaba a conocerse a sí mismo; pero un
día Narciso se miró en las aguas de un lago, se enamoró de su propio reflejo, y al
abalanzarse para abrazarlo, cayó al agua y murió joven.

Tiresias pereció durante la guerra civil tebana. Su hija Manto también tenía el don de
la adivinación. En Tebas existe hoy un lago cuyas aguas se dice que dan el poder de
ver el futuro a quien las bebe. Según la leyenda, el lago se formó por las lágrimas que
lloró Manto al enterarse de la muerte de su padre.

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Los Augures

Los augures eran un grupo permanente de nueve cargos públicos que en la antigua
Roma tenían por función predecir el porvenir. Gozaban de mucha veneración y
respeto, y eran consultados para casi cualquier cosa de la misma forma que lo eran
los oráculos en Grecia. Los augures obtenían sus predicciones de varias maneras:

- La aeromancia o interpretación de fenómenos celestes (que los romanos llamaban


signa ex caelo), como los rayos, los relámpagos, los cometas y los eclipses. Este es el
origen de la astrología, que tanta importancia tuvo a partir de la Edad Media.

- La ornitomancia o análisis del vuelo de los pájaros. Tumbados bajo el cielo,


estudiaban las trayectorias de las aves un rectángulo y cuadrados imaginarios: si
volaban de derecha a izquierda o viceversa, o en diagonal, o paralelas al suelo…un
conjunto de señales llamado signa ex avibus. Las aves cuyo vuelo se estudiaba eran
el buitre, el halcón, el cuervo y el águila. De otras se prestaba atención también al
canto, como el propio cuervo (ave sagrada de Apolo), la urraca, la corneja y el búho.
En otras culturas también se producía la adivinación mediante distintos animales: los
sacerdotes celtas practicaban la adivinación interpretando la conducta de otros
animales, los caballos. Era la llamada hipomancia. Otras culturas han cultivado la
miomancia, consistente en la interpretación de la conducta de los ratones, o la
ofiomancia, a partir de serpientes.

- El estudio de los pollos sagrados: los augures interpretaban la actitud de los pollos de
su templo al ser alimentados; si no querían comer, el presagio era negativo. Si
devoraban el trigo ávidamente, la suerte era propicia.

- La observación de los hechos casuales o apatomancia, como la caída de un salero,


un estornudo, una vela que se apaga sin causa manifiesta, el paso por debajo de una
escalera, el encuentro con una serpiente o una liebre. De ahí provienen supersticiones
hoy vigentes, como el temor a derramar la sal durante una comida, asociado por los
romanos a la mala suerte. Esta adivinación examinando el modo por el que la sal
derramada se distribuía por la mesa se llamaba alomancia.

- El minucioso examen de las entrañas de las víctimas ofrecidas en sacrificio.


Normalmente los romanos realizaban un sacrificio llamado suovetaurilia, consistente
en matar un cerdo (sus), una oveja (ovis) y un toro (taurus). Los augures
especializados en esta tarea se llamaban arúspices.

Los augures gozaron durante la República de Roma de gran respeto, pero durante el
Imperio empezaron a dejar de ser creídos. De la palabra augur derivan las palabras

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españolas augurio y agüero. Una de las tareas fundamentales de los augures era
trazar el calendario romano en días de buena y de mala suerte. A los días propicios les
llamaban fastos, y a los de mala fortuna, nefastos. En general, había fechas fijas que
se consideraban nefastas, como el 24 de marzo, el 24 de mayo o el 15 de junio. Era
tan importante el calendario para las decisiones del Estado que se mantenía en
secreto y no se comunicaba al pueblo, sólo a los políticos y militares, hasta que en la
época del escriba Flavio se hizo por fin público y se mostraba en el foro de la ciudad.
Al final, cuando los augures y su trabajo perdían credibilidad, los políticos llegaban a
cambiar por ley los días fastos y nefastos. Por ejemplo, si convenía entablar una
batalla en buenas condiciones en un día determinado, pero los augures habían
afirmado que era un día nefasto, el Senado modificaba por ley el calendario para
poder llevar a cabo la acción militar.

Historia de la interpretación y del análisis de los sueños desde


la antigüedad hasta la actualidad

Antigüedad

Desde la antigüedad la humanidad ha estado preocupada por descifrar el significado


de los sueños. La necesidad que tenían por comprenderlos los ha llevado por muchos
caminos, desde pensar que eran voces de los dioses que hablaban hasta creer que
eran una formación del inconsciente, es decir, como un producto del psiquismo
humano.

Encontramos en los sumerios la creencia del origen divino de los sueños. Existía una
casta sacerdotal, los Enzi que estaba especializada en la interpretación de los mismos.

Para los asirios y babilónicos, que eran civilizaciones posteriores que poblaron la
mesopotamia, los sueños se consideraban revelaciones de la voluntad divina o
demoníaca.

Como lo atestiguan los famosos sueños del faraón recogidos en la Biblia e


interpretados por José, también en el antiguo Egipto los sueños eran una parte
importante en el conjunto de sus creencias. El autor de la obra “Enseñanzas para
Merikare” sostiene que los sueños son enviados por los dioses para conocer el futuro.
También a través de los sueños se recibía información para el tratamiento de
enfermedades, advertencias sobre posibles peligros, consejos y respuestas para el
soñador.

De los egipcios se conserva lo que podemos considerar el primer tratado sobre los
sueños de la Historia, en donde se incluye una larga lista de sueños con sus
respectivas interpretaciones. El análisis de los sueños de los egipcios era muy
mecánico ya que cada imagen onírica se correspondía con un significado.

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La Grecia antigua recogió todas estas influencias culturales. Para el autor Heráclito
de Éfeso, para la mayoría de los hombres, ignorantes del Logos, permanece oculto
cuanto hacen en la vigilia del mismo modo que no son consientes cuando están
durmiendo. Aun en la vigilia el común de los mortales vive dormido. Por lo tanto los
que duermen viven en un mundo privado regido por un Logos particular y engañoso
aunque sin saberlo colaboran con el Logos universal que se olvida mientras se sueña
lo cual provoca la caída en un estado de irracionalidad de la cual se sale al despertar,
recuperando la razón. Esta concepción que ilustra Heráclito por la que el hombre que
sueña se retira del mundo común y habita en un mundo propio, tardo muchísimo en
ser aceptada hasta la aparición de Sigmund Freud en el panorama científico. De tal
forma que la historia de la onirologia no es sino una regresión a estos primordiales
planteamientos que expuso Heráclito. Los hombres se la ingeniaron a lo largo de los
siglos para una y otra vez poner afuera aquello que no procede sino de las
profundidades de su propia intimidad, atribuyendo el origen de los sueños a los dioses,
los demonios, la emanaciones de los objetos, los estímulos externos provenientes del
medio o los estímulos procedentes del interior del propio cuerpo, cualquier cosa antes
que admitir que los sueños provienen del interior de nuestras mentes.

Según la tradición, como refleja la obra de Homero, los antiguos griegos distinguían
dos tipos de sueños: los valiosos y significativos y los engañosos o no significativos.
Los antiguos griegos creían en el origen divino de los sueños y su capacidad mantica.

La personalización mítica de los sueños era llamado Hipno, hijo de la noche y del
Erebo, nombre con que se conocía a las tinieblas infernales. Con esta línea de
pensamiento místico, religioso o esotérico en relación a los sueños, apareció por
primera vez en la Historia otra concepción mucho más natural y racional de los
sueños.

Probablemente corresponda a Demócrito el merito de ser el pensador con el que se


inaugura para el hombre la posibilidad de concebir los sueños como un fenómeno
natural y abordar con cierta racionalidad lo onírico. Propone por primera vez una
explicación natural del origen de los sueños.

Esta teoría dice que todos los objetos están formados por átomos y emiten de continuo
imágenes de si mismos gracias al flujo de átomos que de ellos se desprende. Estas
imágenes penetran en el cuerpo a través de los poros y de allí pasan al alma en donde
se constituyen en imágenes de los objetos. Esta es la razón por la cual soñamos,
porque mientras soñamos las imágenes de las cosas siguen penetrando en nuestros
cuerpos y poniéndose en contacto con nuestras almas. Los mismos dioses no son sino
ídolos desprendidos de los cuerpos y de las almas de las mejores personas.

En Demócrito encontramos por primera vez una teoría de los sueños que no solo se
presenta como directa y necesaria, sino que posee la suficiente elasticidad y amplitud
como para dar razón a los diversos fenómenos oníricos y su complejo mecanismo. Se
trata de una teoría materialista y mecanicista que satisface la opinión tan común en la
Antigüedad sobre el carácter adivinatorio de los sueños y la intervención de los dioses
y demonios.

En una posición intermedia con respecto a los dos anteriores se sitúa el pensamiento
de Hipócrates quien, si bien admite la procedencia divina de algunos sueños, no deja
de advertir su contenido semiológico donde los sueños pasan a ser objeto de una alta
estima gracias a su valor diagnostico.

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Con Platón se introduce en la historia una nueva concepción de los sueños pues al
considerarlos como uno de los caminos que permiten el acceso al conocimiento los
dota de una función epistemológica.

En la misma línea de Demócrito se sitúa el pensamiento de Aristóteles que es el autor


de la obra más importante sobre los sueños que produjo la Grecia clásica. Sus
planteamientos son puramente fisiológicos: descarta el origen divino de los mismos y
atribuye su causa a las propiedades propias del alma del soñador. Por lo tanto se
puede afirmar que a partir de Aristóteles los sueños ingresan en el campo de la
Psicología.

Aristóteles no rechaza la adivinación a través de los sueños sino que la explica por
medios lógicos y naturales pues considera que en algunos casos los sueños pueden
ser causa de los acontecimientos futuros y en otros pueden ser señales de procesos
que ya se han puesto en acción, y afirma que en la mayoría de los casos las
predicciones son pura coincidencia.

Artemidoro de Daldis difundió una clasificación de los sueños que se impondría hasta
el siglo XIX. Su método tomaba en consideración no solo el contenido de los sueños
sino también el carácter y circunstancias de quien lo había soñado. Según el los
sueños se clasificaban en dos tipos: falsos y auténticos, creíbles y engañosos. A su
vez los sueños que predecían el futuro los dividía en tres clases: el sueño enigmático,
la visión profética y el sueño oracular. A los sueños que carecían de significación
profética los dividía en pesadilla y aparición. Los antiguos entendían que las
pesadillas se originaban en ansiedades diurnas que perturbaban la mente de quienes
soñaban.

Artemidoro es un autor clave en la historia de la onirologia y de la oniromancia, no solo


porque es el único del que se conserva una valiosísima y voluminosa obra sino
también, y sobre todo porque fue el primero en abandonar el primitivo método de
interpretación consistente en sustituir cada elemento del sueño según una clave
simbólica predeterminada e introducir como factores fundamentales para la
interpretación ciertas características del soñador y sus circunstancias.

La civilización romana fue ante todo una sociedad ecléctica que supo absorber las
influencias culturales de los diferentes pueblos que habitaban su vasto imperio. En
relación con los sueños se puede decir que en líneas generales continuaron las
diferentes tradiciones clásicas. En roma se continúo practicando la incubación de
sueños y la adivinación estuvo a cargo de un cuerpo sacerdotal dedicado a ello, los
Necori.

Dos de los mas celebres momentos de Julio César estuvieron signados por los
sueños. Cuando se hallaba en Galias, soñó que se acostaba con su propia madre. Los
Augures que eran quienes interpretaban los sueños, consideraron el incesto como
buena señal para la posesión de la tierra, puesto que la madre del sueño de Julio
César no era mas que la madre de Roma.

Años mas tarde su mujer soñó que lo alzaba en sus brazos acuchillado y sangrante.
También ignoro otros avisos acerca de la conspiración que finalmente lo asesinó.

Sin embargo, respecto de la onirologia y la oniromancia los romanos no produjeron


ningún avance sustancial, pero podemos resaltar que algunos de sus más brillantes
intelectuales adoptaron posiciones cada vez más racionalistas y escépticas. El

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exponente más notable de esta corriente fue Cicerón que escribió un tratado sobre los
distintos métodos de adivinación.

Entre los romanos encontramos a los primeros cristianos que escribieron sobre los
sueños. Uno de ellos fue Tertuliano que en su obra ofrece una verdadera teología del
sueño y desarrolla la idea de que los sueños son uno de los caminos para acceder al
conocimiento de Dios. Por otra parte, es el primero que introduce en la Génesis la
figura del Diablo, lo que permite dar una explicación más dinámica de la bipolaridad
tan habitual que encontramos en los mismos.

Un exponente de Alejandría fue Sinesio de Cirene, discípulo de Hipatia, quien escribió


un pequeño tratado sobre los sueños. Siguiendo la vía abierta por Artemidoro, Sinesio
la profundizo al subrayar la absoluta subjetividad de los sueños convirtiendo al
soñador en el instrumento privilegiado para acceder a una correcta interpretación, lo
cual anticipa en cierto sentido, el método freudiano de la asociación libre.

De la edad media

Con la caída del Imperio Romano y la cristianización de Occidente, la practica


paganas – entre las que se encontraba la interpretación de los sueños- fueron
perseguidas o proscriptas, por lo que su interés sufrió un fuerte retroceso.

A pesar de todo, en la alta Edad media, se mantuvo arraigada la creencia popular en


el valor ocular de los sueños, y la antigua distinción entre sueños verdaderos y falsos
se cambio, bajo el influjo de la nueva religión imperante, por la de los sueños divinos y
sueños diabólicos.

El Neoplatonismo favoreció la regresión al misticismo primitivo y los sueños


conservaron su función epistemológica en tanto vía de conocimiento. Esto produjo un
fenómeno de “aristocratización” del sueño, es decir se le daba importancia a los
sueños de los grandes hombres dejando a un lado los sueños de los hombres
comunes. Un representante de esta época fue Macrobio que desarrollo una jerarquía
entre los soñadores, de forma tal que solo se deben considerar los sueños de las
personas ilustres o que poseían autoridad. Esta actitud tuvo su contrapartida en la
posterior ”laicización” de los sueños que se produce en la Baja Edad Media como
producto del surgimiento de una cierta inversión del orden social que permitió que se
atenuara la rígida y estricta jerarquización anterior.

Por otra parte, San Agustín también se ocupo de los sueños. Según su concepción
tenían origen divino y sostenía que Dios se sirve de las imágenes oníricas para
revelarle al hombre temas que necesita conocer.

Como representante de la Baja Edad Media esta Santo Tomas de Aquino, quien se
preocupo por determinar cuales eran las causas de los sueños, ya que sabiendo esto
se podían distinguir entre los sueños realmente proféticos y los que eran producto de
la imaginación del soñador.

El renacimiento trajo consigo una concepción mas humanista e individualista del


hombre y ello permitió, por un tiempo, un resurgir del interés por lo sueños que tuvo su
manifestación en todos los ámbitos de la vida cultural.

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Jerónimo Cardano, escribo el Libro de los Sueños, que es la obra más importante
respecto de la interpretación onírica que se escribió desde los tiempos de Artemidoro.
Para Cardano el arte de la interpretación es perfectamente natural y para ejercitarlo es
preciso poseer el conocimiento necesario y ciertas cualidades que tienen solamente
los sabios.

Al igual que Artemidoro, a Cardano solo le interesan los sueños en tanto y en cuanto
son instrumento para predecir el futuro. Estos tiene causas precisas que pueden ser
corpóreas o incorpóreas. Las corpóreas pueden ser “nuevas” (producida por el efecto
de bebidas o alimentos), o ya existentes (por efecto de los humores del cuerpo); y las
incorpóreas esta regidas por los afectos, las preocupaciones, los pensamientos, los
recuerdos o por una causa superior en la que intervienen los cuerpos celestes. Estos
últimos sueños son los que conducen a la predicción. Cardano toma en cuenta la
subjetividad del soñador a la hora de realizar la interpretación y advierte sobre
múltiples significados que puede tener un sueño.

Del renacimiento hacia la actualidad

El renacimiento trajo consigo no solo este resurgir de la onirologia sino también, con
Kepler y Copérnico, los primeros vestigios de los fundamentos de las ciencias y así,
con el paso del tiempo, las concepciones de los sueños fueron derivando hacia
posiciones cada vez mas racionalistas y como consecuencia, el escepticismo en
relación con el valor de los sueños fue aumentando paulatinamente. Esta nueva
orientación que adquiere el pensamiento sobre los sueños se concreta en el siglo XVII
y perdurará durante los siglos posteriores.

Muchos ilustres pensadores y filósofos del siglo XVII como Hobbes, Leibnitz,
Descartes y Pascal utilizaron los sueños como tema de sus reflexiones filosóficas.

Descartes sostuvo que los sueños no pueden ser puestos con relación al curso de la
vida despierta. Esta concepción cartesiana supuso, un inexpugnable obstáculo para
poder apreciar el contenido psicológico de los sueños.

Esta posición culmina en el siglo XVIII con la Ilustración. Para Kant los sueños carecen
de todo valor, se producen en un estado de semivigilia, son una mezcla de fantasías y
percepciones. Su posición se sintetiza en el aserto de que: “los sueños tiene su base
en los desordenes estomacales”

Con el romanticismo resurgió el interés por los sueños; los románticos pusieron en tela
de juicio las ideas ilustradas sobre el sueño y recalcaron sus potencialidades creativas
y su participación en el descubrimiento de nuevas realidades.

Durante el siglo XIX los sueños fueron objeto de interés y estudio por parte de
científicos y filósofos que mantuvieron en líneas generales la actitud de sus
predecesores.

Para Nietzsche los sueños no son más que la interpretación, completamente arbitraria
por parte de la conciencia, de las irritaciones nerviosas. De esta forma se despojo de
los sueños el contenido psicológico y por lo tanto de cualquier posible interpretación.

Este modo de pensar cambia con la publicación de “La interpretación de los sueños”
de Sigmund Freud en el año 1900. En esta obra los sueños recuperan el lugar de

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privilegio que les corresponde dentro del contexto de la vida psíquica. La importancia
del pensamiento Freudiano y la influencia que ha tenido dentro de todos los ámbitos
del saber y la cultura a lo largo del siglo XX ha sido amplia y reconocida.

Otro valioso exponente del siglo XX fue Jung. Uno de los elementos más peculiares de
la teoría de los sueños de Jung es su hipótesis de que algunas imágenes oníricas
derivan de contenidos colectivos o arquetípicos más que de experiencias personales
del sujeto que sueña.

En los primeros años de la segunda mitad del siglo XX se produjo el descubrimiento


científico más importante de la historia de los sueños: el sueño REM y el ciclo del
sueño, que atrajo la atención de los investigadores, produjo una gran cantidad de
publicaciones científicas sobre el tema y la implantación de los llamados “laboratorios
del sueño”.

Sin embargo lo que comenzó siendo un descubrimiento asombroso y el avance mas


prometedor en cuanto al estudio de los sueños se refiere, pronto fue derivando hacia
el estudio del fenómeno de dormir y sus diversas patologías hasta el punto en que hoy
en día en los países mas avanzados, los nuevos conocimientos adquiridos han
acabado por constituirse en una nueva especialidad medica: “La medicina del sueño”.
Como consecuencia de ello en las últimas décadas el estudio de los sueños aunque
sin llegar a desaparecer ha vuelto a sumirse en un profundo letargo.

Con esto podemos ver el interés que los sueños han despertado en el hombre en
diferentes épocas y culturas y como ha ido variando la concepción del sueño y su
interpretación.

El conocimiento del porvenir ha sido para el ser humano una necesidad espiritual cuyo
sentido no se ha perdido del todo.

La adivinación en la Antigüedad estaba íntimamente ligada a la religión; el eclipse de


los dioses no implicó que dejara de creerse en la lectura de las señales del porvenir, o
como un vínculo entre el hombre y lo sobrenatural. Abundantes y variadas formas
adquirió el arte de la adivinación: entre los griegos se consideraba a las mujeres como
criaturas especialmente dotadas para manifestar la presencia divina. Las pitias de
Apolo en Delfos expresaban la voluntad de los dioses en forma de oráculos que los
sacerdotes descifraban de inmediato a los fieles.

Los romanos preferían interpretar los auspicios observando entrañas de animales;


asimismo, practicaron la ornitomancia (adivinación por medio de las aves) y la
oniromancia.

Nunca se ha encontrado una predicción exacta en medio del confuso delirio de


adivinaciones ambiguas; sin embargo, el hombre de hoy, como el de ayer, sigue
buscando vanamente las señales de su destino.

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Bibliografía:

Libros:

Las Heras, Antonio. Sueños: el lenguaje onírico develado, Primera adición, Buenos
aires, Editorial Albatros, 2005.

Internet:

<http://wiki.sobrenatural.net/w/index.php?title=Oniromancia>

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<http://www.portalplanetasedna.com.ar/menu_historia_antigua.htm>

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<http://www.geocities.com/apocalipsis_mariano/artesadivinatorias.htm>

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<http://es.wikipedia.org/wiki/Antigua_Roma>

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