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La penicilina fue descubierta por el bacteriólogo Alexander Fleming, en el St. Mary’s


Hospital de Londres, el cual se dio cuenta de su hallazgo en una comunicación
publicada en 1929 en el British Journal of Exprimental Pathology. No fue hasta 1938
cuando Ernest Cha,in bioquímico que trabajaba con el profesor Howard Florey en la
universidad de Oxford, sacó del letargo en que había permanecido tan gran potencial
científico y completó los trabajos antes citados con investigaciones posteriores. El
primer ensayo clínico, que se hizo el 12 de enero de 1941, sacó a la luz esta gran
promesa y en 1943 comenzó la producción comercial en Estados Unidos.

La historia Su nombre era Fleming, un agricultor pobre de Inglaterra. Un día, mientras


trataba de ganarse la vida para su familia, escuchó a alguien pidiendo ayuda desde un
pantano cercano. Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el pantano. Allí,
enterrado hasta la cintura en el lodo negro, estaba un niño aterrorizado, gritando y
luchando tratando de liberarse del lodo. El agricultor Fleming salvó al niño de lo que
pudo ser una muerte lenta y terrible. Al día siguiente, un carruaje muy pomposo llegó
hasta los predios del agricultor inglés. Un noble inglés, elegantemente vestido, se bajó
del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño que Fleming había
salvado. "Yo quiero recompensarlo," dijo el noble inglés. "Usted salvó la vida de mi
hijo." “No, yo no puedo aceptar una recompensa por lo que hice" respondió el agricultor
inglés, rechazando la oferta. En ese momento el propio hijo del agricultor salió a la
puerta de la casa de la familia. "Es ese su hijo?", preguntó el noble inglés. "Sí",
respondió el agricultor, lleno de orgullo. "Le voy a proponer un trato. Déjeme llevarme
a su hijo y ofrecerle una buena educación. Si él es parecido a su padre crecerá hasta
convertirse en un hombre del cual usted estará muy orgulloso.” El agricultor aceptó.
Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó de la Escuela de
Medicina de St. Mary's Hospital en Londres, y se convirtió en un personaje conocido a
través del mundo, el notorio Sir Alexander Fleming, el descubridor de la Penicilina.
Algunos años después, el hijo del noble inglés cayó enfermo de pulmonía. ¿Qué lo
salvó? La Penicilina. El nombre del noble inglés? Randolph Churchill. ¿El nombre de
su hijo? Sir Winston Churchill. Alguien dijo una vez: Siempre recibimos a cambio lo
mismo que ofrecemos. Siempre damos lo mismo que recibimos. Trabaja como si no
necesitaras el dinero. Ama como si nunca te hubieran herido. Baila como si nadie te
estuviera mirando.

Descubrimiento casual El gran avance moderno de la quimioterapia procede del


descubrimiento fortuito del hecho de que los microorganismos sintetizan y excretan
(expulsan al exterior de la célula) compuestos que son selectivamente tóxicos para otros
microorganismos. El bacteriólogo Alexander Fleming, desde la década de los años
veinte, se interesó mucho por el tratamiento de las infecciones producidas por las
heridas. En 1929 Fleming, después de haber vuelto de unas vacaciones, se percató de
que en una pila de placas olvidadas antes de su marcha, donde había estado cultivando
una bacteria, Staphylococcus aureus, había crecido también un hongo en el lugar donde
se había inhibido el crecimiento de la bacteria. Resultó que el hongo "fabricaba" una
sustancia que producía la muerte de la bacteria; como el hongo pertenecía a la especie
Penicillium, Fleming estableció que la sustancia que producía sería denominada
"penicilina".
Aunque con frecuencia se ha comentado que varios microbiólogos hicieron el mismo
tipo de observaciones que el inglés, sin llegar a su nivel de fama, esta especulación no
se ha podido comprobar ni, por tanto, afirmar nunca. Tal y como se ha podido
demostrar en experimentos posteriores, en el "descubrimiento" de Fleming, coincidieron
una serie de acontecimientos para que se produjeran los resultados que todos
conocemos: la placa no se puso a incubar en estufa de 37º C (el crecimiento de la
bacteria habría sobrepasado al del hongo) y además la temperatura del laboratorio no
era superior a 12º C (según se cree, hubo una tormenta de frío en Londres en aquel
verano de 1929). La molécula de penicilina resultó muy inestable y después de mucho
tiempo intentando purificarla (más tarde se demostró que era muy efectiva con
preparativos impuros), Fleming desistió seguir trabajando. Diez años más tarde, un
grupo de científicos comandados por H.W. Florey y E. Chain reemprendieron el
estudio. Los ensayos clínicos efectuados con el material parcialmente purificado
tuvieron un éxito espectacular. Por aquella época, en plena guerra en Europa, la
molécula fue llevada a Estados Unidos donde fue desarrollada y producida a gran
escala. Una vez acabada la II Guerra Mundial, las compañías farmacéuticas entraron en
la producción de penicilina de forma competitiva y comenzaron a buscar otros
antibióticos. Fleming les había mostrado la dirección correcta.

Cuidado con el abuso A pesar de esta gran ayuda, el descubrimiento de los


antibióticos no se ha difundido de manera igual en el planeta. Además, en las
sociedades más desarrolladas se está empezando a considerar una problemática el hecho
de que existe una prescripción (y muchas veces un uso sin prescripción) exacerbada de
los antibióticos. Esta realidad provoca que ya se esté hablando del paso de la "era de los
antibióticos" a la "era post.antibiótica". Con ello, nos referimos a que a menudo un
antibiótico que antes era válido para combatir una bacteria deja de serlo debido a que,
por causa del uso continuado que hacemos, la bacteria se ha acostumbrado al
medicamento. Este medicamento, por tanto, ya no sabe cómo combatirla; llegamos a lo
que técnicamente se denomina "resistencia". En España, por ejemplo, se ha llegado a
una resistencia a los antibióticos del 30% de la población, en contra del 8% de
Alemania. Otro problema añadido es el hecho de que muchos de los animales que se
usan para consumo humano son sometidos a administración de antibióticos a modo de
profilaxis, pudiéndose generar ya en origen una resistencia que puede ir aumentando.
Con todo ello sólo intentamos hacernos eco de la voz de muchos profesionales de la
microbiología que ya hace años están avisando del grave problema al que podemos
llegar por el hecho de que para una simple infección ya no sea eficiente el antibiótico, y
ya no hablemos de una situación de enfermedad bacteriana grave.

2En 1928, el investigador Alexander Fleming descubrió la penicilina, un


acontecimiento que cambiaría el curso de la historia de la Medicina. Este hallazgo, que
Fleming no dio a conocer hasta 1929, abrió las puertas de la revolución antibiótica.
Muchas especialidades médicas no existirían hoy si Fleming no se hubiera encontrado
en una placa de su microscopio un hongo bautizado como "Penicillium notatum".
Desde aquel día, la profusión de antibióticos ha llegado a tal extremo que su consumo
entraña actualmente serios riesgos. No en vano, diariamente se toma en España una
tonelada de antibióticos, algo preocupante por el desarrollo de resistencias bacterianas.
Para conmemorar la efeméride, la Sociedad Española de Quimioterapia y los
laboratorios GlaxoSmithKline han editado un libro, "Una historia verdaderamente
fascinante: 75 años del descubrimiento de los antibióticos", escrito por José Ángel
García Rodríguez, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca, y José
Prieto, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid.
Aunque Fleming se topó por casualidad con el descubrimiento, cuando observó que una
colonia de un hongo había frenado el crecimiento del estafilococo presente en una placa
de microscopio, el talento del científico hizo que este fenómeno no pasara
desapercibido. "El descubrimiento de la penicilina no puede etiquetarse como un hecho
fortuito y casual, sino como el fruto de largos años de estudio y preparación", subraya el
catedrático de la Universidad de Salamanca. La agudeza de Fleming, nacido en
Lochfield (Escocia), allanó el camino de otros investigadores que se afanaron en el
estudio de microorganismos. Curiosidades El libro relata algunas anécdotas curiosas.
Cuenta, por ejemplo, que los antibióticos se administraron por primera vez en España en
1944 a un ingeniero de minas y a una niña de nueve años. Para que la pequeña pudiera
tomar la dosis prescrita, las doce ampollas de penicilina sufrieron un viaje azaroso. Los
frascos del preciado medicamento, depositados en un termo con hielo, se empaquetaron
en Brasil y recalaron en Casablanca y Lisboa, hasta llegar a Madrid. El éxito de los
antibióticos dura hasta hoy. Según estimaciones de José Prieto, unos 500 millones de
españoles han tomado antibióticos desde que se introdujeron en España. Más allá de
estas curiosidades, la penicilina ha sido crucial para el desarrollo de especialidades
médicas como la hematología o la cirugía, así como para el impulso de las unidades de
cuidados intensivos. Pasados los años, la sustancia sigue siendo útil actualmente, según
el profesor García Rodríguez, quien destaca que se sigue usando para el tratamiento de
las faringoamigdalitis estreptocócicas, la sífilis y la profilaxis de la fiebre reumática,
entre otras enfermedades.

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