Invierno de 1933 a 1934. El frío de Madrid se hace más crudo al ritmo de la violencia,
impuesta a una República que es incapaz de dirigir los destinos de España. El otoño
anterior (29 de octubre de 1933) ha visto nacer a Falange Española. Al abrigo de ésta ha
surgido, en noviembre, una nueva organización estudiantil: el Sindicato Español
Universitario (SEU), que encabezan varios jóvenes falangistas, como Manuel Valdés,
Alejandro Allanegui, David Jato, Alejandro Salazar y un joven santanderino, estudiante de
Medicina, llamado Matías Montero.
Los primeros días de la joven Falange discurren en Madrid con la ferviente actividad de
estos jóvenes y de sus camaradas. En las calles se dedican a vocear y vender el periódico
del nuevo movimiento, titulado "FE". En la Universidad, su labor se dirige a organizar el
nuevo sindicato, que pronto cuenta con centurias y delegaciones en cada centro docente
de la capital de España. Ese tal Matías, al que nos referíamos antes, es triunviro de la
agrupación falangista de la Facultad de Medicina de San Carlos.
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1998 los sindicatos izquierdistas que ya conocemos). Para la FUE, el SEU representa
evidentemente un importante obstáculo. Y la FUE, como toda la izquierda, no ha sido
educada en las "buenas formas".
Cerca de allí, dos o tres jóvenes marxistas han espiado los movimientos de los
falangistaso El vendedor del periódico está protegido. Como todos los grupos de venta del
"FE", cada voceador del periódico va acompañado de camaradas que le guardan las
espaldas en su arriesgada labor.
Pero Sampol camina solo. Es una "víctima fácil". Felipe Gómez Ruiz, uno de los marxistas,
saca una pistola. Entonces, dos disparos a traición, por la espalda, detienen secamente el
ajetreo de Madrid. Cuando llegan los "Guardias de Asalto", la policía de la época, es
demasiado tarde. Los asesinos se han perdido entre la gente, y el joven Sampol está
tendido en un charco rojo, sintiendo como se desangra su corazón, mientras se aferra
desesperadamente a ese periódico por el que ha dado la vida.
José Antonio Primo de Rivera, uno de los tres líderes además de diputado parlamentario
de la joven Falange, llora esa noche. Su formación humana y cristiana le hace resistirse a
sus propios impulsos, y exige a sus camaradas que no se entreguen a las represalias por
la espalda, a la venganza a traición. Para él, el terrorismo es propio de los marxistas, no
de los falangistas.
Con todo, la brutalidad del marxismo sigue provocando a la Falange. La izquierda busca
desesperadamente que los falangistas respondan a sus provocaciones, para tener una
fácil excusa contra los falangistas. Sampoi ha sido sólo el primer episodio de lo que será
un sangriento y mortal goteo.
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El día 16 del mismo mes de enero es herido en Eibar (Guipúzcoa), por los izquierdistas, el
falangista José de Oyarbide. El día 18, en el paseo de la Independencia, en Zaragoza, el
falangista Manuel Baselga, de veintitrés años, es perseguido por dos izquierdistas. El
joven busca refugio en un café, pero antes de llegar es alcanzado -nuevamente por la
espalda- por varios disparos, que le hieren de gravedad. El "crimen" de Baselga es,
además de su condición falangista, el haber participado en la protección a edificios
religiosos durante la última huelga convocada en la capital aragonesa por los
anarcosindicalistas.
Pero el largo enero de 1934 no quiere acabar sin probar más sangre. El día 22 es muerto
a tiros, en la madrileña calle del Clavel, el capataz de venta del semanario FE, Vicente
Pérez. Aunque no estaba afiliado a Falange Española, contribuía -con su experiencia
como inspector de venta del diario "La Nación"- a la organización de los voceadores de la
prensa falangista.
Nada más comenzar febrero, es tiroteado en la Gran Vía madrileña, resultando herido
grave, un estudiante del SEU que vendía el "FE". Se trata del joven Felipe Pérez Alonso.
Al tiempo, estalla una bomba en la imprenta donde se edita este semanario, causando
heridas leves a cinco trabajadores y ocasionando diversos destrozos materiales.
LA FALANGE SE DEFIENDE
No obstante, aunque José Antonio ha prohibido todo acto de represalia contra los
marxistas, los jóvenes falangistas, en especial los miembros del SEU, se deciden a dar un
escarmiento a la izquierda. Bajo ningún concepto quieren devolver las balas por la
espalda, ni está en su mente entregarse a las actividades asesinas de los izquierdistas,
pero se hace necesario demostrar al marxismo, de algún modo, que los falangistas saben
defenderse.
Asi pues, el 2 de febrero, bastante inquietos por los recientes atentados, varios falangistas
agreden a un individuo que, en la Puerta del Sol de Madrid, se ha puesto a insultar y a
hacer comentarios despectivos sobre los panfletos que reparten nuestros camaradas. Al
día siguiente, es registrada por la policia la sede del SEU y son detenidos algunos
militantes. Como colofón, el local falangista de la calle Eduardo Dato es clausurado. El
gobierno centro-derechista emprende, así, una descarada represalia policial, que no se
lleva a cabo con ninguno de los elementos izquierdistas vinculados a los crimenes que
antes relatamos.
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En Zaragoza, la agresión contra el joven Manuel Baselga es seguida de ciertos incidentes
en la Universidad, donde los falangistas del SEU y otros estudiantes católicos,
protagonizan una violenta protesta por el atentado contra su compañero y por el monopolio
de los izquierdistas de la FUE en las aulas. A consecuencia de ello, varios locales fueístas
son clausurados por el Consejo universitario.
En Valencia, Cáceres, Toledo, Oviedo y Sevilla, la indignación de los falangistas por las
agresiones de la izquierda, tiene su reflejo en incidentes similares. En la capital andaluza,
una escuadra del SEU, dirigida por Narciso Perales, destruye los locales de la FUE en otra
acción de respuesta a los crímenes marxistas.
UNA DESOBEDIENCIA
El 25 de enero también tiene lugar en Madrid una acción similar, organizada por el SEU
contra la Asociación Profesional de Estudiantes de Medicina, afiliada a la FUE, en
respuesta a una nueva agresión de la izquierda contra un estudiante falangista de la
Facultad de Medicina de San Carlos. Esta vez, los efectivos falangistas se elevan a una
centuria, encabezada por Agustín Aznar, estudiante de Medicina, cofundador del SEU y
campeón de Castilla de lucha grecorromana. En esta movilización también destaca la
figura de Matías Montero.
Esto provoca un gran revuelo en los medios izquierdistas y derechistas, que se han
mantenido cobardemente callados ante los atentados contra la Falange. En ese momento,
los marxistas, que creían acobardada a la Falange, se alarman ante la posibilidad de que
los falangistas se hagan fuertes y ganen apoyos con esas decididas réplicas a los ataques
contra sus militantes.
Los socialistas madrileños, conscientes de este hecho, deciden entonces recrudecer sus
acciones contra la Falange. Estamos a 9 de febrero de 1934.
Nacido en Santander en 1913, Matías Montero y Rodríguez de Trujillo entra, desde muy
joven, a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad Central, en Madrid. Allí se ha
afiliado en un primer momento a la FUE madrileña, como muchos estudiantes de aquellos
años. Cuando Ramiro Ledesma funda, en 1931, el semanario "La Conquista del Estado",
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Matías es el autor de la primera carta de adhesión al periódico, escrita casualmente un 9
de febrero, o sea, justo tres años antes de su muerte: "Sinceramente convencido de que
su ideario viene para abrir un camino salvador en la actual confusión políticosocial envío
desde luego mi adhesión y le ruego me envíe folletos que expliquen detalladamente lo que
va a ser el partido. Yo soy estudiante de Medicina y tengo 17 años, pero me falta muy
poco tiempo para cumplir dieciocho años." Así se presenta Matías al patriotismo social y
revolucionario.
Afiliado en un primer momento ala FUE madrileña, como muchos estudiantes de aquellos
años, poco después, Matías se convierte en miembro de las Juntas de Ofensiva Nacional-
Sindicalista (JONS). A finales de 1933 será unpo de los primeros afiliados de Falange
Española, cuando el joven sólo suma 20 años de vida. Desde el inicio de su militancia
destaca como uno de los militantes más entusiastas de la causa falangista, lo que le lleva
a escribir en la sección "Falanges Universitarias" del semanario "FE", concretando allí las
primeras consignas estudiantiles del falangismo.
En el otoño de 1933, Matías Montero colabora con los estudiantes falangistas Allanegui y
Valdés, ayudados por Julio Ruíz de Alda (uno de los triunviros de FE), en la redacción de
los primeros estatutos del Sindicato Español Universitario, la sección estudiantil de
Falange Española. Lamentablemente, estos estatutos son injustamente rechazados por el
Ministerio de la Gobernación el 10 de noviembre de 1933.
A tan diversas tareas se suma la del reclutamiento de nuevos militantes, labor en la que
Matías colabora con el ya citado estudiante vizcaíno Manuel Valdés Larrañaga, del SEU
de Arquitectura. Y entre sus responsabilidades tampoco se excluye, por supuesto, la venta
cotidiana en las calles del semanario "FE", en la que Matias participa en tareas de
protección a los voceadores.
Matías Montero, que estudia quinto curso de Medicina, encabeza junto con Agustín Aznar,
el 25 de enero de 1934, el asalto del SEU madrileño al local de la FUE antes citado. Por
esta razón, los socialistas deciden poner en su "punto de mira" al joven seuista.
EL ASESINATO DE MATÍAS
Es viernes 9 de febrero. La noche ya se echa sobre Madrid. Tras participar en la venta del
número 6 de "FE" (que ha salido a la calle la víspera), Matías regresa a su domicilio, en la
calle Marqués de Urquijo, 21 - 3°, en el barrio de Argüelles. El joven falangista, que es
huérfano, vive allí con sus dos hermanos y con dos tíos suyos, empleados de la Compañía
Telefónica.
Este trayecto discurre por pleno centro de la capital de España. En la calle Quintana, a
pocas manzanas de su hogar, Matías Montera se despide de Bonet, un amigo suyo que le
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ha acompañado hasta allí. Ninguno de los dos se imagina que jamás se volverán a ver.
Matías gira en la esquina, y sigue su recorrido -cada vez más cerca de casa- por la calle
Juan Álvarez de Mendizábal. En ella le esperan dos izquierdistas. Uno de ellos es
Francisco Tello Tortajada, obrero afiliado al PSOE y a las Juventudes Socialistas e
integrante de "Vindicación", grupo formado por miembros del sindicato socialista UGT.
Dispuesto a todo, Francisco Tello esconde una pistola.
Matías Montera no tiene tiempo de ver a sus agresores, de darse cuenta de su último
momento ni de intentar una última defensa de su vida. Dos disparos se ensañan con él, a
traición, otra vez por la espalda...
Como una de las primeras aportaciones a esa Revolución aparece, entre las ropas del
cadáver de Matías, un artículo titulado "Las flechas de Isabel y Fernando", que había
escrito el joven falangista para la revista "FE". En él traza, de manera clara, las líneas de
una nueva "Universidad limpia de pasiones, bloque compacto de profesores y estudiantes,
que marche entusiasta en pos de la cultura al servicio de la Patria."
Este artículo es copiado de los mismos folios sumariales de la cusa abierta por el
asesinato de Matías, para trasladarlo a las columnas del nº 7 de "FE", que saldrá a la calle
el 22 de febrero. En sus páginas también será publicado otro artículo póstumo de Matías,
titulado "Universidad e Imperio", en el que el joven asesinado hace una dura crítica a la
FUE, al liberalismo y a una Universidad que "no concibe la idea de sacrificio."
No obstante, antes de que estos preciosos textos salgan a la luz pública, el 10 de febrero,
por la tarde, varios centenares de falangistas, y casi un millar de amigos y simpatizantes
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de FE, acuden al entierro de Matías Montero, en el cementerio de la Sacramental de Santa
María de la Almudena (también llamado del Este), en Madrid. Hasta allí se desplazan
muchos falangistas en formación marcial, entonando nuestro himno al compañero caído,
una hermosa canción de procedencia germana titulada "Yo tenía un camarada". Marchan,
de este modo, escoltando el féretro de Matías, en cortejo fúnebre desde la Plaza de la
Alegría hasta el Cementerio del Este.
Se desarrolla el sepelio como un acto emocionado, pero en silencio, sin gritos de odio o de
rencor que alteren la recta conducta de la joven Falange. José Antonio, ante la tumba
abierta que recoge los restos de Matías, pronuncia estas breves palabras:
José Antonio termina su intervención -sin lágrimas- con la que se consagrará como
oración fúnebre para cada falangista muerto:
"Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que
sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte."
Todos los asistentes, ante la última invocación del nombre de su camarada caído,
contestan al unísono con un resonante "¡Presente!", alzando sus brazos en forma de
saludo romano.
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Al asesinato de Matías no le suceden represalias de ningún tipo. Las derechas,
empezando por su habitual portavoz, el diario ABC, vuelven a reprochar a la Falange, y
esta vez concretamente a José Antonio, su falta de iniciativa a la hora de devolver los
ataques a los izquierdistas. José Antonio escribe una breve nota al periódico, a modo de
respuesta: "Falange Española aceptará y presentará siempre combate en el terreno que le
convenga, no en el terreno que convenga a los adversarios. Entre los adversarios hay que
incluir a los que, fingiendo acucioso afecto, la apremian para que tome las iniciativas que a
ellos les parecen mejores. Por otra parte, Falange Española no se parece en nada a una
organización de delincuentes, ni piensa copiar los métodos de tales organizaciones, por
muchos estímulos oficiosos que reciba."
El FES rememora el sacrificio de este camarada ejemplar cada 9 de febrero, desde hace
décadas, dedicando esa jornada al llamado Día de la Enseñanza Nacional y Popular, con
el propósito de renovar año tras año nuestra firme voluntad de seguir luchando por una
nueva Universidad, entendida como "ayuntamiento de maestros y alumnos", tal como
decía Alfonso X "El Sabio" y como lo recordaba, en su último escrito, un joven universitario
que se llamaba Matías Montero.