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Adolf Hitler (Braunau am Inn, Imperio austrohúngaro; 20 de abril

de 1889 – Berlín, Alemania; 30 de abril de 1945), a veces en


castellano conocido como Adolfo Hitler, fue un político alemán de
origen austriaco, líder, ideólogo y miembro original del Partido
Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores
(Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei — NSDAP) que
estableció un régimen nacionalsocialista en Alemania entre 1933 y
1945 conocido como Tercer Reich.

Durante ese período, recibió y ocupó sucesivamente los cargos de


Canciller Imperial (Reichskanzler) de enero de 1933 a abril de 1945,
Jefe de Estado (Führer und Reichskanzler) de 1934 a abril de 1945 y
Comandante Supremo de las fuerzas armadas alemanas durante la
Segunda Guerra Mundial de septiembre de 1939 a abril de 1945.

La ideología de Hitler, que llevó como causa directa al estallido de la


Segunda Guerra Mundial y al desarrollo del Holocausto, se basaba en
una serie de puntos de tipo visionario de carácter innegociable: la
eliminación de los judíos; la consecución de un «espacio vital» para
garantizar el futuro de Alemania; la raza como explicación de la
historia del mundo y la lucha eterna como ley básica de la existencia
humana.[1]

El nazismo es una ideología alemana gestada en los años 20 pero que


no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las
duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919)
se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (ver
Gran Depresión). En Alemania la situación es más acuciante aún, ya
que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación
de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el
descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles
se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de
izquierda como de derecha.
Esta situación culmina con el fuerte descrédito de las democracias
liberales, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser
capaces de controlar y resolver las crisis más efectivamente que las
democracias. Tanto la URSS, como la Italia de Mussolini (quien fue
elogiado por "hacer que los trenes corrieran a tiempo", es decir, por
poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese
país) y el Japón Imperial, países todos en los que se impusieron
"gobiernos fuertes", no solo resolvieron la crisis a mediados de los 30
sino que fueron percibidas como restaurando el "orden social" aun
con anterioridad a esa solución a problemas económicos.

Intento de demostración de la separación de las razas humanas (ver


Poligenismo y Craneometría)

A esa crisis político económica hay que agregar una crisis ideológica
aun anterior que se ha sugerido se extiende desde 1890 a 1930 y que
ha sido caracterizado como una “revolución contra el positivismo”
(Hughes, op. cit). Tanto los valores como las aproximaciones a la
sociedad y la política que formaban la base de la civilización
occidental fueron percibidas como superadas reliquias del
racionalismo proveniente de la ilustración. Específicamente tanto el
fascismo como los desarrollos intelectuales que lo antecedieron
buscaron transcender lo que se percibía como la decadencia del
occidente. (ver, por ejemplo: La decadencia de Occidente)

Consecuentemente el Zeitgeist de esa época puede ser descrito como


una amalgama o mezcla de ideas caracterizado por un rechazo al
racionalismo, proceso que es generalmente percibido como
iniciándose con Nietzsche, junto a tentativas de incorporar
"explicaciones científicas" a preconcepciones o incluso prejuicios
explicativos del mundo, por ejemplo, un racismo latente, que dieron
origen a propuestas tales como las de la eugenesia, etc, y en lo
político, bajo la influencia de pensadores tales como Georges Sorel,
Vilfredo Pareto, Martin Heidegger (supuestamente ), Gaetano
Mosca, y, especialmente, Robert Michels; a percepciones político
elitistas basadas en un culto del héroe y la fuerza que culminan en
una versión del darwinismo social. Percepciones que adquieren
connotaciones más extremas en su divulgación y vulgarización.
(Hughes, op. cit).

Ex vox poppuli que durante la Segunda Guerra Mundial Suiza se


mantuvo neutral y uno tiene la imagen de que fue un país a la que el
mayor conflicto armado del siglo XX apenas le rozó, sin embargo
hay toda una historia detrás de esta situación de “neutralidad”.

El caso es que apenas se declaró la guerra a Suiza comenzaron a


presionarla desde el exterior mucho más que durante la guerra del
‘14. Si uno observa el mapa se da cuenta que el pequeño país estaba
completamente rodeado por el Eje así que la idea de una invasión
estaba bien presente. Ante eso, las fuerzas armadas suizas (de
alrededor de 850 mil hombres), ya pensaban en una “guerra de
guerrillas” desde las tierras altas de los Alpes después de destruir las
carreteras, puentes y túneles si les invadían.

Pero los alemanes nunca invadieron Suiza y eso obligó a una política
tan delicada como caminar descalzo sobre vidrios. El país era un
banco y una embajada al mismo tiempo: hacía transacciones
financieras y muchos refugiados políticos se quedaban y no podían
ser extraditados. El dinero entraba en grandes cantidades en los
bancos suizos y eso no desagradaba a nadie, además de que Italia y
Alemania utilizaban su red ferroviaria (algo que no gustaba a los
aliados).
Antes de la Gran Guerra de 1914, hubo grandes dificultades económicas con
el consecuente desempleo. Luego de 1918, hubo una enorme devaluación, en
1920, seguida de la depresión de 1930. A los problemas económicos se
sumaron las dificultades políticas, los retos de la modernidad, los peligros de
la decadencia; los políticos buscaban chivos expiatorios y los encontraron en
los judíos. La asociación de judíos con la usura y el capitalismo, caldeaban
los ánimos de la izquierda y de la derecha. Se asociaba a los judíos franceses
con los judíos alemanes, tal vez porque el Yiddish suena un poco a alemán y
eso enrarecía el ambiente. A su vez, la hostilidad de los judíos franceses,
provocaba la reacción de los pacifistas. Se identificaba a los judíos con las
tendencias modernas, como el cine y las artes, por ejemplo, que evocaban la
corrupción de los grupos negro-judeo-sajón.
Se han escrito más de 8 mil libros y artículos sobre la vida en Francia durante
el período 1940-1945. En ellos se trata la ocupación, la colaboración, la
resistencia, la liberación, la persecución y la purga de los perseguidos por
haber colaborado con los alemanes desde 1940 hasta 1944. Los temas parece
que no estuvieran agotados y todavía se discuten.  El tema también es
ampliamente utilizado en películas y series de televisión.
Después de la Primera Guerra Mundial, la política francesa se polarizó,
surgieron conflictos sociales y los círculos intelectuales se tornaron
virulentos. Militarmente, los mandos estaban estancados, siguieron
estudiando y usando las mismas tácticas empleadas en la Gran Guerra,
confiaron en exceso en el número de efectivos y en la imbatibilidad de la
Línea Maginot, que era más apropiada para una guerra de posiciones, que las
modernas tácticas de movimientos rápidos. Los generales eran todos
mayores de edad, reliquias de Verdum que no tenían ya la juventud y energía
necesarias para movilizarse en el frente de batalla, cosa que no hicieron
nunca, pues la Gran Guerra la pelearon desde la retaguardia, cómodamente
instalados, con buena comida y buena bebida

Obviamente en 1940, en Gran Bretaña no se conocía el nombre de la


Operación, que el OKW se conoció como "Unternehmen Seelöwe" u
Operación León Marino para invadir a Inglaterra.
Entre los días 3 y 4 de Julio los británicos tuvieron los primeros indicios de
que se estaba preparando la invasión de Inglaterra. Cerca de Rótterdam se
avistaron unas barcazas en el puerto y se envió una escuadrilla de Blenheims
para bombardear los muelles donde se hallaban acoderadas.
Detectada concentración de embarcaciones
Durantes las siguientes semanas, los servicios de inteligencia detectaron una
concentración de fuerzas navales en el sur de Trondheim en Noruega, pero
los reconocimientos aerofotográficos no mostraron nada extraordinario. Sin
embargo se hicieron unas operaciones similares en los Países Bajos y Francia
y se observaron, en las fotografías aéreas, la construcción de instalaciones de
artillería costera de gran calibre, en especial, cerca al Paso de Calais.

Berlin, 667 km. directo. Zurich

Berlin, 874 km. Directo. París

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