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Venezuela Sin Petróleo, Ideas para un país Mejor

Contenido

Prefacio

Capítulo I. Venezuela con petróleo

Capítulo II. Izquierda, derecha y centro-humanismo

Capítulo III. Oposición, oficialistas e indiferentes

Capítulo IV. Venezuela Sin Petróleo

Epílogo, ideas para un país mejor.

Bibliografía

Semblanza del autor

Gustavo Rojas Matute, es economista de la Universidad Santa María con Maestría en Políticas Públicas del
IESA, donde participó en un programa de intercambio académico con el Instituto Tecnológico Autónomo de
México (ITAM).

Ha trabajado como economista del Banco Central de Venezuela y FOGADE. Desde 2004 es consultor
económico de empresas privadas y públicas.

Es profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello y también dictó clases en la
Universidad Santa María. Además es profesor invitado del IESA y del IGEZ (Estado Zulia). Ha sido asistente
de Miguel Rodríguez en el IESA, Francisco Rodríguez en la OAEF y Felipe Pérez en el IESA.

En 2004 se incorpora a Primero Justicia como militante, resultando electo como delegado al Comité Político
Regional de Caracas en 2007 y al Comité Político Nacional en 2009, en elecciones de base.

En 2008 representó al partido en un Programa de Visitantes Latinoamericanos organizado por FAES,


fundación vinculada al Partido Popular de España. En 2009 asistió al X Seminario de Campañas Electorales de
The George Washington University.

Ha publicado artículos de opinión en El Universal, El Nacional, Debates IESA, entre otros. Es frecuentemente
invitado a los medios de comunicación local y como conferencista en distintos eventos nacionales.
Prefacio

Venezuela vivió entre 2004 y 2008 la primera o la segunda bonanza petrolera más grande de
su historia. Sólo comparada con la Gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez entre 1974 y
1978.

Entre 2004 y 2008 Venezuela más que duplicó sus exportaciones al pasar de 40 mil millones
de dólares a 100 mil millones. La gran cantidad de dólares que ingresaron a la economía
permitieron a los venezolanos vivir por encima de sus posibilidades. Las ventas de vehículos,
por ejemplo, saltaron de 100 mil al año a 500 mil al año.

Para 2009 Venezuela está experimentado una estrepitosa caída de los precios del petróleo
que nos llevará a percibir los mismos ingresos en dólares de 2004. ¿Y qué hicimos estos
años? ¿y qué haremos en los próximos?

Como en la década de los 80 nos enfrentamos a un escenario de frustración, de retorno a la


triste y cruel realidad: no somos ricos. Ya no podemos vivir como antes. No podemos
comprar 500 mil carros al año.

Frente a esta realidad, se presenta una más terrible. El futuro energético del mundo. Ya
todos hablan del planeta verde, de eliminar las emisiones de CO2, de los carros híbridos, de
otras alternativas energéticas. Ya no es Al Gore solo por el mundo. No es sólo el programa
de Obama. Me temo que lo que algunos pensaban que ocurriría en mucho tiempo, en esta
era de avances tecnológicos exponenciales, llegara mucho más rápido: el momento en el que
el petróleo sólo sea una alternativa energética más. Como diría el ministro árabe: la era del
piedra no se acabó porque se acabó la piedra. La del petróleo no se acabará por el petróleo.

¿Qué pasaría en Venezuela si se queda sin petróleo? Los números son devastadores.
Venezuela sin petróleo sería Haití. Las exportaciones petroleras pasarían de 98 mil millones
de dólares a tan sólo 6 mil millones. Por persona, pasaríamos de una exportación de 4.000
dólares por persona, a tan sólo 252 dólares por persona. El ingreso por persona ó producto
interno bruto por persona, pasaría de 6 mil dólares al año a 300 al año. Imagínese pasar de
ganar 12 mil bolívares fuertes al año (que no es mucho, pero es el promedio) a 600 bolívares
por persona al año. ¿Espantoso?

Venezuela dejaría de importar 48 mil millones de dólares como en 2008, e incluso 17 mil
millones como en 2004. Venezuela sin petróleo es una economía que supera los 3 mil
dólares de importaciones.

Si para Al Gore, su documental se denomina Una verdad incómoda, para nosotros esta
verdad debe ser incómoda y dolorosa. Incómoda porque es tan grande como catedral: los
venezolanos, nuestros gobiernos y los políticos no nos hemos organizado y no estamos
preparados para enfrentar la Venezuela sin petróleo. No está en nuestros genes. No está en
nuestra psiquis. No está en nuestro pensamiento. No hay empresario, empleado público, o
vendedor de cepillados que se haya imaginado su vida en la Venezuela sin petróleo.

Dolorosa porque tenemos que reconocer que tuvimos muchas oportunidades para
prepararnos y no nos ha dado la gana de hacerlo. Venezuela ha vivido varias bonanzas
petroleras de considerable magnitud. Pero hubo dos de mayor importancia. La de 1974-
1978, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez y la de 2004-2008 en el gobierno de
Chávez.

Ambas se caracterizaron por que los ingresos por exportaciones más que se duplicaron. En
ambas ocurrieron aspectos económicos similares. Fundamentalmente ambos gobernantes
creyeron que los ingresos petroleros podrían hacer crecer al Estado y hacerlos poderosos. En
ambos gobiernos hubo programas sociales, poco productivos como inversión, muy
productivos electoralmente, un paliativo socialmente. Ambas se caracterizaron porque al
final de la bonaza retornamos a la triste realidad: no éramos ni somos ricos.

Otros países como Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y Noruega han diseñado fondos
para estabilizar los ingresos y hacerlos productivos. En los emiratos, por ejemplo, han
ahorrado durante más de 40 años el 10% de sus ingresos religiosamente. Lo colocaron en
bancos en Europa y hoy obtienen más ingresos por intereses que por exportaciones
petroleras. En Venezuela hubiesen pegado el grito en el cielo: ¿cómo es posible que
tengamos esos recursos en otros países mientras la gente se muere de hambre?
Aquí en Venezuela la idea del fondo de estabilización tuvo acogida sólo cuando los precios
petróleo llegaron al piso a finales de los 90. En 1999, cuando se aprobó la ley, el precio del
crudo no pasaba de 9 dólares el barril. Pero en 2002 con algo más de 7 mil millones de
dólares ahorrados y en plena crisis política y económica, el presidente Chávez le ordenó al
entonces Ministro de Finanzas, Nelson Merentes, la utilización de esos recursos para pagar
un aumento de sueldos. Posteriormente, la Asamblea Nacional pasó la aplanadora oficialista
para aprobar la modificación de la Ley del FIEM y que el presidente Chávez manejara, a su
antojo, los recursos que aún quedaban y que, además, él decidiera cómo y cuándo se
ahorraba. De hecho, en la bonanza petrolera 2004-2008, no se ahorró nada en el FIEM.

Por el contrario, el presidente ideó un nuevo esquema de fondos inédito en Venezuela: el


FONDEN o Fondo de Desarrollo Nacional, donde él solito decide si le vende o no dólares
al BCV, cuánto ingresa y cuánto gasta el fondo. Del FONDEN no existe contabilidad ó
publicación oficial que valga. No conteste con eso, él además decide cuando el BCV le debe
transferir recursos de las reservas internacionales.

Venezuela ha sido, como cualquier ser humano, un país con poca disciplina. Todos sabemos
cosas básicas para mantenernos saludables: hacer ejercicios, comer bajo en grasas, muchas
frutas. Pero con cualquier excusa siempre estamos saliéndonos de un régimen que, si
mantuviésemos cierta disciplina, nos permitiría sentirnos mejor en el tiempo.

Es cierto que posiblemente salirnos del régimen alimenticio nos hará muy feliz en un
momento determinado, y no invertir recursos nos dará más votos, pero al final terminaremos
en el consultorio de un médico a punto de un infarto y con la obligación de hacer una
terrible dieta que no admitirá excusas. Y como país, ya hemos experimentado el sinsabor de
esa indisciplina, cada vez que nuestra riqueza petrolera se disuelve y entramos en décadas
enteras de frustración social.

Quizás ahora estamos más que nunca frente a la posibilidad real de entender la necesidad de
esa disciplina. Quizás no. Lo cierto es que tener una economía sólida que lista para la
Venezuela sin petróleo requiere de mucho tiempo. Así que lo mejor será empezar lo más
pronto posible.
Siempre hemos vivido de las gestas del pasado. Siempre vivimos recordando a los héroes
patrios del pasado. Creo que es el momento de pasar la página. Es el momento de
plantearnos ese país que nos merecemos, ese país mejor.

Este libro está estructurado de la siguiente forma: en la primera parte expongo lo que ha sido
la Venezuela con petróleo y cómo ha influenciado el pensamiento político y económico
contemporáneo. En la segunda parte expongo mis ideas sobre los valores de izquierda y
derecha y por qué considero que el centro-humanismo la posición política con la que más
identifico y la cual es propicia para prepararnos para la Venezuela sin petróleo. En la tercer
parte expongo mi experiencia política desde que ingrese a Primero Justicia y la importancia
que le doy a los partidos políticos para la Venezuela sin petróleo. En la cuarta parte expongo
ideas para ese país mejor.
1. Venezuela con petróleo

I.

Una de las pocas cosas positivas que siempre he escuchado que se le ha atribuido a la terrible
dictadura de Pérez Jiménez es la construcción de una infraestructura de vías de
comunicación y edificaciones que todavía se erige en el país, por su calidad e imponencia. La
autopista Caracas-La Guaira y el puente sobre el Lago de Maracaibo (comenzado en la
dictadura pero terminado en la democracia), son dos ejemplos de la importancia de la obra
de gobierno perezjimenistas en el desarrollo de la economía venezolana.

Pero, para mi sorpresa, cuando leía una extraordinaria compilación realizada por Simón
Alberto Consalvi, llama 1957 el año en el que los venezolanos perdieron el miedo, en un
texto escrito nada menos y nada más que por don Rómulo Gallegos, ese mismo año, decía
que el gobierno de Pérez Jiménez había manejado cuantiosos ingresos petroleros y que: esa
riqueza no se ha aplicado al remedio de las necesidades básicas de la colectividad
venezolana, sino que, en gran parte, a la construcción de obras suntuarias con las cuales se
pretende deslumbrar al pueblo en nombre de una transformación del medio físico, que tal
vez impresione al turista, pero que de ningún modo corresponde a lo que el pueblo
venezolano tiene derecho a exigir de los administradores de su tesoro público (Consalvi).

Ante la ausencia de don Rómulo Gallegos, es injusto pretender hacer una interpretación
exacta de lo que dijo en ese momento y en esa circunstancia. Sin embargo, pareciera
evidente la crítica hacia algo que siempre he escuchado como positivo. Y no sin razón se
puede atribuir ese pensamiento a mucho de lo que los políticos y los electores han pensado
de la riqueza de este país.

En el libro de Lucy Gómez, El votante infiel, se publica un extracto de un estudio llamado


“La situación de la democracia en Colombia, Perú y Venezuela a inicios de siglo”: se incubó
en la cultura popular la idea de que el país es inmensamente rico y que, por lo tanto, los
problemas económicos sólo pueden ser responsabilidad de la corrupción de la clase
dirigente.
Me remito a este texto, un poco porque mucho de lo que ha sido el discurso que han
manejado muchos actores de la vida diaria en Venezuela se refiere al hecho de que la riqueza
petrolera ha sido mal empleada y eso parece muy alineado con lo que escribió don Rómulo
Gallegos.

Sin embargo, para mí, insisto, ha resultado una tremenda sorpresa, porque me hubiese
parecido lógico que el discurso de uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y
quien incluso llegó a ocupar la Presidencia de la República por elección popular, hubiese
sido más bien que la inversión de la renta petrolera en infraestructura permitiría estimular
inversiones privadas que generarían puestos de empleos y mayor progreso para la sociedad.

En una de las recientes visitas del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, nos
recomendó a los venezolanos que viéramos el tema del petróleo como algo contable. Decía
que pensáramos en el petróleo como activo y no como ingreso, y que lo transformáramos de
activo en subsuelo a activo en el suelo.

Sin embargo la diatriba sobre el destino de la bonanza petrolera sigue estando muy vigente.
Basta con recordar la campaña electoral de 2006, cuando Manuel Rosales propuso La
Tarjeta Mi Negra y un poco antes Teodoro Petkoff había ofrecido el Cesta Ticket petrolero.
Ambas propuestas coincidían en que había que destinar una parte de los ingresos petroleros
al pueblo a través de un transferencia directa. Con mucha mayor anticipación, Julio Borges
también habían propuesto destinar un 10% de los ingresos petroleros a la población, para
cubrir el 60% de la canasta alimentaria, un seguro de salud o algún gasto esencial para la
familia. Esa propuesta, luego evolucionó en la idea de crear un fondo de seguridad social con
los mismos ingresos.

El debate ha sido una constante desde el famoso editorial del Doctor Uslar Pietri en el diario
Ahora en 1936: Sembrar el Petróleo. La visión de éste otro intelectual, con las diferencias
históricas y de circunstancias, pareciera no estar muy alineada con la de Gallegos: “urge crear
sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la
riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas, amplias y
coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de
Independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en
ayuda, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar
de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea
la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución
productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales” (Uslar).

La visión de Uslar, nos contrapone dos países: uno que aprovecha la renta petrolera para
estimular otros sectores versus uno que vive del petróleo y “está condenado a vivir de lo
precario, lo transitorio, de lo cada día tenía que disminuir sin reposición posible”.

Ahora bien, lo que sorprende en todo esto es que desde 1936, pareciera que los venezolanos
no hemos encontrado una brújula que nos hagan converger en un consenso para el
aprovechamiento de la renta petrolera.

Poco más de 70 años después, Francisco Rodríguez, llevó ese mismo pensamiento al plano
académico con un trabajo publicado con Jeffrey Sachs y que traducido al español se titula:
¿Por los países ricos en recursos naturales crecen tan lentamente? En este trabajo, Rodríguez
y Sachs esbozan la idea de que países como Venezuela que recibieron en los años 70
importantes ingresos no invirtieron adecuadamente los recursos y vivieron muy por encima
de sus posibilidades. Cuando los precios del petróleo cayeron en los 80 entonces la
población tuvo que “retornar” a sus niveles anteriores, generando una gran frustración social.

Francisco Rodríguez es hijo de Gumbersindo Rodríguez, quien fuera exministro de


Cordiplan durante el gobierno de Pérez I y padre del plan económico de aquél período: La
Gran Venezuela. Un plan que perseguía fundamentalmente la industrialización del país con
base en los grandes recursos petroleros que se estaban obteniendo.

Sin embargo, hoy en día no son pocas las críticas al gobierno de Pérez I, por no haber
aprovechado la bonanza petrolera. Comenzando por el propio Francisco Rodríguez como ya
lo vimos.

Desde finales de los noventa y en toda lo que llevamos de siglo XXI, son muchos los trabajos
escritos por venezolanos y extranjeros en prominentes centros de investigación económica
alrededor del mundo tratando de explicar, con distintos enfoques, lo que se terminó
llamando la maldición de los recursos naturales. Un círculo teórico que abordó: corrupción,
falta de diversificación en otros sectores de la economía, sobre-endeudamiento, etc., y que
merecieron publicaciones en importantes revistas de la ciencia económica.

Muchos de estos trabajos pudieron haber sido inspirados por la publicación de un libro
titulado Introduction to Economic Growth (Introducción al Crecimiento Económico), de
Charles Jones en 1998. En el capítulo I, el libro presenta una tabla (tabla 1.1) de la evolución
económica de varios países entre 1960 y 1990, clasificada en: países ricos (Estados Unidos,
Japón, Francia, Reino Unido, Alemania); milagros económicos (Corea del Sur, Singapur,
Honk Kong y Taiwán); países pobres (China, India, Zimbabue y Uganda) y países
desastrosos (Venezuela, Chad, Malí y Madagascar).

La razón por la cual esta tabla define a Venezuela como un caso desastroso y nos incluye con
países que probablemente muchos venezolanos no serían capaces de identificar en un mapa
(Chad y Malí, por ejemplo) es que nuestra economía muestra un crecimiento negativo anual
promedio del PIB per capita de 0,5% en ese período de 30 años, mientras países como
Corea del Sur crecieron a una tasa promedio de 6,0% anual en ese mismo lapso.

La teoría neoclásica del crecimiento económico y muchas otras que se derivaron de ésta,
indican que los países más pobres deben crecer a tasas más altas, mientras que los países
ricos deberían crecer a tasas más bajas. Esto es, porque el crecimiento de los países es como
el aprendizaje del ser humano. Mientras más joven es el hombre su capacidad de aprendizaje
es mayor. Cuando el ser humano alcanza cierto grado de madurez y tiene mucha sabiduría,
leer un libro le proporcionará menos conocimiento porque probablemente ya conozca
mucho de lo que leyó. Los países industrializados crecen menos, porque cada vez tienen
menos empresas que desarrollar.

En este sentido, Venezuela es un caso excepcional de un país que teniendo niveles de


ingresos por persona similares a Corea del Sur hace más 40 años, en vez de progresar,
retrocedió.

Ahora bien, este no es un hallazgo de Jones. Es simplemente la inclusión de Venezuela


como ejemplo de algo que ya se conocía en los círculos académicos. Y algo más
sorprendente, es que al observar un gráfico del PIB por persona, del país en ese período
(1960-1990), el declive comienza en 1978, cuando el crecimiento económico alcanzó su pico
histórico.

Entonces, no es casual que este pico coincida con una de las más grandiosas bonanzas
petroleras de la historia democrática venezolana, iniciada en 1974 y terminada en 1981,
aunque tuvo altos y bajos entre 1978 y 1980 y que ocasionada por múltiples conflictos en
medio oriente.

Por el contrario, Venezuela entre 1920 y 1978, alcanzó una senda de crecimiento poco antes
vista en el mundo y que la calificaba como un milagro digno de retratarnos con los tigres
asiáticos actuales.

¿Qué pasó en ese período? ¿Fue la mala administración de la bonanza la que comenzó el
declive? Los académicos dicen que sí. Posiblemente muchos políticos también. Pero una
pregunta interesante sería saber ¿qué harían los políticos ante una nueva bonanza? Ya
Chávez la ha administrado, y sus resultados no parecen ser alentadores para el futuro del
país. Manuel Rosales, asomó su tarjeta Mi Negra y Teodoro el Cesta Ticket. Muchos dicen
que este gobierno ha recibido la mayor cantidad de ingresos petroleros de la historia, pero en
una conferencia Miguel Angel Santos advertía a los políticos que tal argumento podría
convertirse en un boomerang, porque si de carambola alguno tenía asumir el poder se iba a
encontrar con que los ingresos petroleros no son suficientes para satisfacer las necesidades
básicas de los venezolanos, sencillamente porque el ingreso diario per persona ni siquiera
llega a los seis dólares.

II.

El debate sobre la administración de la bonanza es de vital importancia para los venezolanos


por muchas cosas. Entre otra, porque las exportaciones petroleras nos hacen demasiado
frágiles y no sabemos hacer otra cosa; porque ha creado demasiados mitos en torno a la renta
petrolera, los cuales han alimentado una cultura que requerirá muchos años para arrancarla
de raíz; porque no sabemos si la que comenzó en 2004 es la última bonanza petrolera y el
último tren para aprovecharla.

Por eso también es crucial mirar hacia atrás y evaluar lo que hemos hecho y estamos
haciendo. La forma de administrar los recursos petroleros ha estado constantemente en la
boca de los políticos venezolanos. Algunos han hecho argumentos sólidos respecto al tema y
otros sencillamente hablan paja por hablar y tener algo que decir.

Y, por supuesto, el debate no escapa a quiénes deben ser los administradores de la renta,
quiénes deben acompañar a los políticos en esa administración.

Pocos venezolanos comunes, por ejemplo, saben o recuerdan hoy en día que la enorme
frustración social surgida en los ochenta, luego del viernes negro y el fin del “ta’ barato dame
dos”, fue por la pésima administración de las bonanzas del 74 y del 79 en las
administraciones de Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campíns.

El primero, se caracterizó por un afán de crecimiento del Estado. El salto que dieron los
precios del petróleo entre 1973 y 1974, abrieron el apetito de la voracidad estatal y política
plasmada en la nacionalización de la industria del hierro (1975) y de la industria petrolera
(1976). De hecho, recuerdo que en las clases de geografía económica e historia de
Venezuela, siempre nos vendían estos actos como heroicos y de reafirmación de la soberanía
nacional, pero hoy en día cualquier acto de nacionalización suena asqueroso.

Aquí cabe destacar que la industria petrolera iba a pasar a manos del Estado venezolano de
todos modos en 1983 con la Ley de Reversión, pero el dramático aumento de los precios del
petróleo llevó a Carlos Andrés a adelantar la nacionalización. Las empresas privadas, por su
parte, desestimuladas por la nacionalización próxima, dejaron de realizar inversiones
importantes en la industria desde principios de los 70, lo cual mermó la capacidad de
producción.

Todo había empezado en los años 20, cuando bajo el gobierno de Gómez, se descubrió el
potencial petrolero de Venezuela. Un país, en las condiciones paupérrimas de aquella época,
no contaba ni con recursos financieros, ni mucho menos humanos para emprender
semejante industria. Entonces, el negocio lógico era proponer a los expertos la explotación
del crudo y compartir las ganancias. Una sociedad muy beneficiosa para todos. Más de 50
años después, con recursos humanos formados y una industria instalada, en medio de ese
aluvión de dólares, era perfectamente previsible que al despertarse el apetito voraz, se
solicitara a los extranjeros que abandonasen las instalaciones y las pasaran a manos del
Estado venezolano.
Un caso muy similar ocurrió con la apertura petrolera. En los años 90 PDVSA no tenía el
flujo de caja suficiente para soportar las enormes inversiones en los campos marginales y en
la explotación de un petróleo tan pesado como el de la Faja Petrolífera del Orinoco. Lo
lógico era hacer una sociedad. Y se hizo. Pero luego de que las empresas estaban instaladas,
con la bonanza del 2004, el apetito se abrió de nuevo y fuimos al proceso de migración de
empresas.

De ahí que algunas comparaciones entre el primer gobierno de Pérez y la larga década del
Presidente Chávez en el poder siempre son válidas.

Durante esa bonanza petrolera de los setenta, el crecimiento del Estado fue exponencial. Un
absurdo decreto de pleno empleo, llevó a los “compañeritos” a ocupar puestos hasta de
ascensoristas en los ministerios y otras dependencias gubernamentales. La creación de
empresas del Estado, el otorgamiento de créditos blandos, en vez de contribuir con la
industrialización, el progreso y el bienestar de todos los venezolanos, terminó siendo un
monstruo indomable y terriblemente torpe: “la implementación del programa La Gran
Venezuela, significó un fenomenal aumento del gasto corriente y de inversión pública de
1974 a 1977 en todas las áreas: educación, salud, salarios, subsidios de todo tipo,
infraestructura y especialmente, un gran panorama de expansión del sector de empresa
públicas” (Rodríguez, 2003).

La bonanza terminó siendo un instrumento político. En los ochenta, mi abuela siempre


recordaba con gratitud que “Carlos Andrés regalaba la leche”. Pero lo cierto es, que la
fragilidad del modelo no pudo ser desnudada completamente al finalizar el gobierno de
Pérez I, porque cuando Luis Herrera recibió un “país hipotecado”, los precios del petróleo
se volvieron a disparar para mantenerse en el pico histórico más alto hasta el año 81. La
administración de la bonanza, fracasó entonces porque la inyección de dinero a la economía,
con un tipo de cambio fijo a Bs. 4,3, provocó el aumento de las importaciones (“ta’barato
dame dos), y una estampida de capitales, subsidiada por el BCV. El Banco Central de
Venezuela controló las tasas de interés, por debajo de las resto del mundo, lo cual estimuló,
por supuesto, la compra de dólares que ofrecía mejor tasa de interés.

La historia básica es que, al mantener barato el tipo de cambio y las tasas de interés
controladas, se compraban dólares baratos vendidos por el BCV. Hasta que la moderada
caída de los precios del petróleo en 1982, hizo que la entrada de dólares fuera menor que la
salida, entonces los dólares del BCV (reservas internacionales), se acabaron y vino la
devaluación de aquél viernes de carnaval, conocido como el viernes negro.

Sabiendo que la devaluación tendría efectos inflacionarios, se inició una de las más terribles
épocas de la política económica venezolana. Desde 1983, con el gobierno de Herrera y hasta
1989, al finalizar el de Lusinchi, se mantuvo un pernicioso control de cambios, acompañado
con los controles de precios, de importaciones y tasas de interés, que estrangularon la
economía durante seis largos años.

Una las lecciones fundamentales que me he dedicado a explicarle a mis alumnos de


Introducción a la Ciencia Económica son los terribles efectos de los controles de precios. De
tal forma que me quedo tranquilo cuando, luego de la clase de oferta y demanda, mis
alumnos, teniendo apenas un mes en la escuela de economía, pueden enseñarle a un niño de
cuatro años o a un Ministro, por qué los controles de precios generan desabastecimiento.

Claro que en los ochenta yo no tenía mucha idea de esto. Mis vagos recuerdos me indican
que el mensaje de aquellos días era que los especuladores acaparaban la mercancía para
venderla cuando el gobierno autorizara los aumentos de precios.

En alguno de estos años recientes, se me ocurrió pedirles a mis alumnos a que fueran a la
Hemeroteca Nacional a buscar titulares de los periódicos de 1987 y 1988. A pesar de las
insultadas que me dieron porque no pudieron conseguir nada en Google sino en la
Hemeroteca, pudimos corroboran que, en efecto, parecían titulares de 2007 y 2008.

La terrible década de los ochenta, es una época de horror para cualquier economista de hoy.
Quizás la mala memoria de los políticos y de muchos venezolanos deba ser refrescada,
porque ese horror sembrado tuvo su gestación en la pésima administración de las bonanzas
petroleras de los setenta (la del 74 y la del 79).

Sencillamente el país fue manejado como si toda la vida íbamos a recibir el mismo ingreso, o
más. Como si ganarse la lotería y vivir de sus frutos fuera cosa de todos los días.
III.

El avance del modelo estatizador en países petroleros tampoco es novedoso en medio de las
bonanzas. Thomas Friedman encontró una relación inversa entre el precio del crudo y la
libertad económica. Países de cierta tentación autoritaria como Irán y Rusia, son capaces de
mandar al carajo a cualquier país cuando tienen la independencia económica de la bonanza.
En Venezuela no es distinto: No necesitamos un tratado de libre comercio para vender
nuestro principal producto. No nos importa si le ponen aranceles y estamos completamente
seguros que, por ahora, tampoco le impondrían restricciones ambientales.

No nos importan las relaciones con el resto del mundo. Se la tienen que calar y punto.
Cuando el Presidente Chávez decidió retirar a nuestro país de la Comunidad Andina de
Naciones por Ecuador, Perú y Colombia estaban firmando tratados de libre comercio
bilaterales con Estados Unidos, el Presidente Uribe le dijo a Chávez que el tenía que meter a
Colombia en un tratado de libre comercio porque el no tenía petróleo. Y es que es distinto
vender carteras de cuero que sí tienen competencia y protección en un apetecible mercado
de 300 millones de habitantes, a vender 1,5 millones de barriles diarios de petróleo cuando
los norteamericanos producen apenas 8 se consumen 20.

Bajo este cuadro, para cualquier miope, las relaciones con los demás países son políticas, no
económicas. ¿Transferencia tecnológica?, ¿inversión extranjera? ¿Con qué se come eso? Y
usamos el calificativo de miope, porque es la palabra que define a aquellos que no ven de
lejos.

Claro que no siempre los modelos estatizadores vienen acompañados de una visión
claramente orientada hacia la destrucción del capital privado. En muchas ocasiones se han
construidos modelos mixtos, fuertemente orientados hacia el estado, pero dejando convivir a
los inversionistas privados.

Lo que se presenta en cambio en el período de gobierno de Chávez, sobre todo partir del
intento de reforma Constitucional de 2007, es un modelo de Estado que prácticamente no
admite la presencia del sector privado. El 27 de agosto de 2008 el presidente señaló que
"sencillamente aquí ha cambiado la historia" y se ha puesto fin a la entrega al capital privado
nacional y extranjero "de lo que quedaba del país".
La bonanza petrolera de 2004, que se ha extendido por lo menos hasta 2008, ha permitido
financiar la nacionalización de empresas que ya habían sido privatizadas por el pésimo
manejo que el Estado había hecho de ellas. También han entrado en la lista empresas que
nunca habían sido públicas como la Electricidad de Caracas y algunas empresas productoras
de Cemento y otras que sólo habían sido públicas por un escaso tiempo y en circunstancias
bien apremiantes como el Banco de Venezuela, cuando fue nacionalizado en plena crisis
bancaria de los noventa, pero que fue privatizado en apenas dos años.

Este explosivo cóctel que combina bonanza petrolera con resentimiento puede llevar a la
nación a una futura catástrofe. Del resentimiento no tenemos ninguna experiencia positiva.
En el siglo XIX, cuando triunfó el General Falcón con la Federación, la toma de haciendas
por parte de la montonera, se tradujo más que en libertad, en arrase: “desgraciadamente, en
lugar de transformar la estructura social de nuestro agro, estas guerras sólo sirvieron para que
individuos de las castas inferiores desplazaran a los mantuanos de sus haciendas,
apoderándose de ellas y dejando el mismo régimen agrícola y económico. Sobre las ruinas
de las antiguas oligarquías se fundaron nuevas oligarquías. Pero Juan el veguero, el peón,
siguió siendo tan pobre como antes”(Liscano, 1960).

A esto se suma uno de los 26 decretos-leyes aprobados, supuestamente, el 31 de julio cuando


agonizaba el período habilitante, que no es más ni menos, que la Ley de Recursos excedente.
La misma, básicamente, permite, que sea el Presidente quién decida el destino de las
utilidades netas que generarán todas las empresas nacionalizadas. Un buen inversionista, en
una economía normal, en condiciones normales, minimizaría la extracción de utilidades
netas, y mantendría recursos para reinvertir y aumentar la producción. Pero bajo el concepto
ideológico del Presidente Chávez, no cabe duda que todo ese gran pote que se va a
conformar con esos recursos, servirá para alimentar el clientelismo político. Es por eso que
no auguramos ningún futuro promisorio a las empresas nacionalizadas.

1
Ya entre los años ochenta y noventa, cuando las bonanzas petroleras escasearon , la ausencia
de recursos del Estado, permitió desnudar la realidad de las empresas públicas. Recuerdo
claramente cuando, a principios de los noventa, como estudiaba bachillerato de tarde, en las
mañanas mi papá antes de salir de la casa me pedía que le hiciera algunas llamadas. Esta
tarea era básicamente una tortura. Se levantaba el teléfono y se debía esperar al menos 10
minutos, aunque podía tardar hasta media hora, para obtener tono. Una vez que realizabas la






























































1

Fueron
pocas
las
ocasiones
en
las
que
se
observaron
importantes
incrementos
de
los
precios
del
petróleo.

Una
de
esas
pocas
fue
la
de
1991
con
la
guerra
del
Golfo
Pérsico,
la
cual
sin
embargo,
fue
insignificante
al

ser
comparada
con
la
del
74,
la
del
79
o
la
del
2004.


llamada, tenías que rezar para que no cayera ocupado o se cayera la línea. Esa era la CANTV
pública de los noventa. Empresa que, junto con SIDOR, VIASA, y un montón de máquinas
generadoras de pérdidas para el bienestar de los venezolanos, tuvieron que ser privatizadas
para darle alivio a las finanzas públicas.

Esto tampoco lo ven los miopes.

IV.

Los pésimos resultados de la mala administración de la bonanza en los gobiernos de Pérez y


Herrera, que condujeron al desastre de la administración de Lusinchi, trajeron mucha
frustración social y el recuerdo del 4,30 y el “ta’ barato dame dos” era una gran añoranza.

Al asumir Pérez su segunda presidencia (“el gran populista de los 70” como se refiere Miguel
Rodríguez), se encuentra con un país completamente desabastecido, sin reservas
internacionales, con un dólar oficial en Bs. 12 y uno paralelo rozando los 40. La necesidad
de pedir un préstamo al FMI era realmente imperativa, para cubrir la ausencia de las reservas
internacionales.

Era menester dar un “Gran Viraje” a la política económica. Se escribió un plan de largo
plazo destinado a realizar grandes reformas estructurales. Había que desengañar a la gente.
Ese era el trabajo político de Carlos Andrés Pérez. El plan también contempló una serie de
medidas de corto plazo enfocadas a corregir el inmenso desastre de la administración
anterior. Pero nadie le dijo al pueblo que la extirpación del tumor dolía tanto o más que le
mismo tumor.

Había que liberar el control de precios para recuperar el abastecimiento. Había que unificar
el distorsionado sistema cambiario que tenía tres precios: el preferencial para importaciones,
el preferencial para exportaciones y el libre. Incluso hubo que declarar la moratoria de la
deuda, porque no había ni dólares ni bolívares para pagarla. Pero el resultado del ajuste
macroeconómico resultó en 84% de inflación y una caída de la economía de 8,3%.
Pero ¿con qué cara, el gran populista de América Latina le decía al pueblo: “ahora el
petróleo eres tú”? El aumento de un medio (Bs. 0,25 de aquella época), se tradujo en un
incremento de 200% en el pasaje de Guarenas a Caracas. Ahí se prendió la llama de un
estallido social de magnitudes desconocidas por los venezolanos hasta ese momento. Era
más de una década de frustración. Una década en la que las familias iban perdiendo sus
empleos. Una década en la que la Venezuela saudita se desvanecía y nadie entendía cómo se
le iban destruyendo sus oportunidades. La explosión de la bomba era cuestión de tiempo.

Cuando en 1986 se terminaron de desplomar los precios del petróleo, cayendo de 26


dólares a 13 dólares el barril en menos de un año, los ministros de la economía se reunieron
con el presidente Lusinchi y le manifestaron su preocupación. La recomendación de ese
momento era: recortar el gasto público. Lusinchi, se negó. Decía que si recortaba el gasto
perdía el candidato de AD en el 88. Aumentó el gasto bajo la filosofía de que ese gasto se
transformaría en crecimiento y que ese crecimiento absorbería a los que resultasen
desempleados cuando recortara el gasto público a futuro. La deuda externa se hizo inmensa,
pero todo se desconocía. “Tenemos la botija llena”, dijo el presidente.

El gobierno se encargaba de importar todo aquello que más nadie podía por el control de
cambios. Al igual que en la actualidad, el ejecutivo le hacía el mercado a los venezolanos
todas las semanas, pues el sector privado no podía vender a precios por debajo del costo.
Pero el mercado no alcanzaba.

Recuerdo que poco después que se liberaron las importaciones a principio de los noventa,
un amigo mío le regaló una manzana a su mamá el día de su cumpleaños. ¡Era un lujo! Las
manzanas habían desaparecido de la vista de los venezolanos por más de 5 años. Pero, eso
no era nada. No se encontraba azúcar, no había arroz, se importaba la carne de Estados
Unidos. Los automercados y comerciantes eran unos especuladores. Acaparaban los
productos.

¿Y el petróleo? ¿Qué se hizo todo ese tiempo? Cuando Pérez era candidato, volvieron las
esperanzas de la Gran Venezuela. Eduardo Fernández, de COPEI, hablaba de cambio. Pero
el cambio lo hizo CAP. Las expectativas de la población cuando Pérez se coronó en el
Teatro Teresa Carreño e invitó a Fidel Castro eran distintas. Todo el mundo esperaba el
retorno del ta’ barato. Pero a los 27 días del mes de febrero de 1989 las expectativas eran
otras. “El petróleo eres tú”… “¿yo?” diría el pueblo y le mandó un tatequieto a los ministros
y su paquete de medidas.

“El Caracazo significó el desgarramiento de la percepción que de nosotros teníamos con


gente chévere y pacífica. La vieja advertencia del análisis político-social de los caraqueños –
“cuidado bajan los cerros”- de algún modo se había hecho realidad” (Piñango, 2003).

V.

La última clase del curso de macroeconomía que tomé en el IESA con el profesor Miguel
Rodríguez fue dedicada a hablar sobre el “paquete”. El profesor siempre profesa con energía
que si CAP no hubiera cedido y no lo hubieran destituido y juzgado, Venezuela hubiese ido
por otro camino.

“De no haberse interrumpido ese programa económico, Venezuela hubiera alcanzado tasas
altísimas de crecimiento durante estos diez años, y por lo menos durante dos décadas
adicionales, que es lo que corresponde a un país con inmensos recursos y enormes
potencialidades económicas. Con el programa económico de 1989 en funcionamiento, la
economía venezolana ha podido crecer a tasas promedio de un 8% por año desde 1992 hasta
hoy, ser una economía de pleno empleo con un mínimo sector informal, y mantener una
inflación de un dígito por lo menos desde 1995. El país habría adelantado significativamente
en el proceso de reducción de la pobreza, y estaría hoy en condiciones de avanzar a través de
un fuerte compromiso educativo, porque dispondría de las finanzas para ello, en su
superación definitiva” (Rodríguez, 2003).

¿Qué falló? Uno se imaginaría que ante el desastre la política económica en los gobiernos de
Pérez I, Herrera y Lusinchi, lo ideal era poner al timón a un equipo “formado esencialmente
por jóvenes académicos y profesionales”. Como economista, una de mis grandes críticas al
gobierno de Chávez siempre ha sido la ausencia de capacidad de sus ministros, la falta de
conocimiento sobre la teoría económica. En un programa de TV (Grado 33), se me ocurrió
mandar al Ministro Morejón y a todo el gabinete a tomar un curso conmigo.

Sin embargo, parece evidente que la sola presencia de ministros preparados o talents no es
suficiente. Algunos consideran que hubo exceso de soberbia y falta de comunicación por
parte del Presidente Pérez, quien era el líder del proyecto. Otros consideran que hubo una
conspiración de Acción Democrática para quitarle apoyo político al gobierno. Pero la
verdad, es que aún con el caracazo, el programa económico no se detiene sino hasta 1992,
con el intento de golpe del 4 de febrero.

Las voces que se unieron al consenso de la existencia de una crisis (entre ellos Rafael
Caldera, quien luego se haría Presidente de la República por segunda vez gracias al discurso
pronunciado en el Congreso de la República el 4 de febrero de 1992), obligó a la
convocatoria de un grupo de “notables’, que recomendó, entre otras cosas, que el presidente
Pérez cediera a las presiones que pujaban por cambio en el tren ministerial. El cambio más
emblemático fue el de Miguel Rodríguez, quien había sido el jefe del gabinete económico, y
quien pasó a presidir el Banco Central de Venezuela por unos meses.

VI.

También en la era Chávez hubo una presencia de tecnócratas en el gobierno. Luego de la


crisis del 11 de abril, las voces de rectificación obligaron al Presidente, aún en contra de su
voluntad, a cesar temporalmente a su Ministro y guía espiritual Jorge Giordani, por el único
venezolano que ha obtenido un Ph.D en Economía de la Universidad de Chicago y profesor
del IESA: Felipe Pérez.

Éste se había hecho notar en artículos de periódicos y polémicas declaraciones como por
ejemplo que el gobierno debía estatizar un banco grande, lo cual incluso de valió una
temporal pero torpe decisión de ser excluido de las filas del IESA.

Ya en el gobierno, Felipe, quién además fue mi profesor de Teoría de Juegos, tutor de


trabajo de grado y quien me dio la oportunidad de ser su asistente en Microeconomía II,
mantuvo una actitud que a las luces de los medios de comunicación fue un poco estrafalaria.
Hicieron un programa de televisión llamado Hola Economía, donde Felipe llamada a los
televidentes a no dejarse llevar por las malas expectativas que los medios de comunicación
nos querían hacer ver. La defenestración de Felipe se gestó a principios del 2003 cuando en
una declaración pública negó rotundamente la posibilidad de implantar un control de
cambios. Su declaración llegó hasta el 22 de enero de 2003 cuando el Ministerio de Finanzas
y el Banco Central de Venezuela firmaron el Convenio Cambiario número 1.
Sin embargo, en esa movida de mata de abril de 2002 el jefe del gabinete pasó Tobías
Nóbrega, conocido economista de la UCV con doctorado en la Universidad Complutense de
Madrid. En los años noventa Nóbrega se hizo conocido por sus duras críticas frente a la
política económica del gobierno de Caldera. En mi opinión muy personal la presencia de
Tobías Nóbrega en el gabinete hizo valer más que nunca aquél pensamiento del libertador
que reza: “El talento sin probidad es un azote”.

Nóbrega fue Ministro de Finanzas entre 2003 y 2005. Generó confianza en el mercado
cambiario gracias a la introducción de la política de emisiones de bonos de deuda pública
pagados en bolívares pero que se podían vender en dólares. Se dice que una de las molestias
más grandes del presidente fue generada cuando Nóbrega adelantó en noviembre de 2004 el
nuevo tipo de cambio que regiría a partir del mes de enero. Evidentemente, un talentoso
como Nóbrega conoce muy bien los efectos de una de devaluación anunciada versus una
devaluación sorpresa. Al anunciarla todos los agentes que pudieron se colocaron en dólares
para esperar el desenlace anunciado.

Un tercer tecnócrata, quién prácticamente pasó desapercibido, Ramón Rosales, también


profesor del IESA y en ese entonces asumió la cartera de Producción y Comercio. A Rosales
le tocó anunciar el control de precios. Hoy todavía me pregunto si en el fondo estaba de
acuerdo con la medida.

Por razones completamente (o radicalmente) distintas, la experiencia de equipos de


tecnócratas no ha sido muy afortunada. Ni en el gobierno de Pérez II, ni en el gobierno de
Chávez.

En la primera oportunidad pudo haber sido la excesiva confianza de CAP en sí mismo, sin
velar por el proceso de comunicación y negociación del programa económico con los
distintos actores, empezando por su propio partido político. En la segunda, porque cada
ministro era un mundo, cada uno tenía sus propios intereses y su propia ideología, la
carencia de coordinación era total.
VII.

El profesor del MIT y del IESA, Roberto Rigobón, decía por allá en 1999 que Chávez, con
su capital político tenía la inmensa oportunidad de tener un dream team en su equipo de
gobierno. Los profesores Drazen y Alesina, quienes han estudiado mucho los fenómenos de
por qué los políticos retrasan decisiones inminentes de la economía cuando están en crisis,
seguramente hubiesen estado de acuerdo con Rigobón.

El modelo económico venezolano en épocas de bonanzas siempre ha tenido un patrón muy


particular: aumento del gasto público, disminución de los impuestos, fijación del tipo de
cambio. Como ya lo hemos comentado, esto provoca que no se creen fondos para ahorrar y
que el país viva por encima de sus posibilidades. Cuando los precios del crudo caen,
entonces, vienen las medidas antipáticas. Antipáticas pero necesarias.

Es como tener que hacer dieta cuando tienes el colesterol alto, por no cuidar tus hábitos de
alimentación. Hacer dieta es antipático, pero es lo más sano.

Luego de la bonanza, se toman decisiones de ajuste como bajar el gasto, devaluar y aumentar
los impuestos. Claro que ningún político quiere hacerlo. Los menos irresponsables optan por
tomar decisiones inmediatas aún en contra de su voluntad (caso Agenda Venezuela). Otros
prefieren correr la arruga (caso Lusinchi).

El gobierno de Chávez se inició en plena crisis, a pesar de que ya se había instrumentado un


programa de ajustes en 1996. Pero los precios del petróleo estaban en sus niveles más bajos
en décadas. Este era un extraordinario momento para tomar decisiones, no digamos
drásticas, sino de largo plazo. La actitud de Chávez frente a la crisis fue convocar a una
reunión extraordinaria de la OPEP y no podemos negar que su participación revitalizó el
cartel. Pero posteriormente, volvió a ser el germen del rentismo petrolero cuando se produjo
la bonanza entre 2004 y 2008.

Pero quizás hubiese sido más productivo que, a la par, se hubiese iniciado un programa de
estímulo a otros sectores distintos al petróleo que lograra al fin, la tan anhelada senda de
desarrollo.
Más aún, la bonanza 2004-2008, hubiese terminado de catapultar, a través de la siembra
petrolera, un modelo de crecimiento económico sostenido y con una distribución del ingreso
mucho más equitativa.

Claro, es innegable que todo este pensamiento es absolutamente tecnócrata. Y es que la


aspiración lógica de quienes hemos pasado por la academia es que con la llegada de Chávez
al poder y su inmenso capital político en 1999, era la simbiosis de un gabinete de ministros
compuestos por tecnócratas con visión de largo plazo y gerentes sociales, dedicados a
construir un modelo de convivencia que hiciera alcanzable la meta del desarrollo amén de
las necesidades inmediatas de una población muy pobre con requerimientos inmediatos.

No se puede negar que la carga social y el capital político de Chávez hicieron click de
inmediato. De lo contrario, la tragedia de Vargas se hubiese transformado en un
pandemónium, con confrontaciones que aún no hubiesen terminado.

De tal manera, que la presencia de tecnócratas en ese momento, comprometidos con un


modelo de desarrollo a través del crecimiento económico, la generación de empleo y una
mejor distribución del ingreso, hubiese sido mucho más exitosa que en cualquier otro
momento de la historia reciente de Venezuela.

VIII.

Todos los políticos hablan de justicia social. Algunos hablan de progreso y de riqueza y otros
de equidad y justa distribución. Los venezolanos estamos acostumbrados a que se nos hable
de la riqueza del petróleo y de su distribución. La constitución habla de utilidad pública.
Todas estas palabras son hermosas consignas, pero que para ser alcanzadas deben ser
cuantificadas.

Una meta, por ejemplo, es ser un país rico. Pero para algunos no sería necesario por que
“somos un país rico”. Sin embargo cuando se analizan las tablas de Producto Interno Bruto
por persona de todos los países del mundo, nos enfrentamos a una terrible realidad: ni
siquiera con todo nuestro petróleo somos ricos. En 2008, por ejemplo, con el precio del
crudo venezolano superando los US$ 120 el barril, Venezuela produjo apenas US$ 6.000
por persona (equivalente a unos Bs.F 13.000 al año).

Dos realidades son innegables: 1) una devaluación desaparecería de un plumazo ese ingreso
(divida por ejemplo, 13.000/4,30 en lugar del tipo de cambio oficial 2,15 para el momento
en cual se está escribiendo este texto). 2) no somos ricos. Países como Noruega y el
“Imperio” norteamericano tienen ingresos que superan fácil los US$ 40.000 por persona al
año. Ellos sí son países ricos.

La primera realidad es una gran tragedia para los venezolanos. En las bonanzas ingresan
muchos dólares. La mayoría de ellos se vuelve bolívares. Si la cantidad de bolívares crece
más rápido que la producción habrá inflación. Entonces, los precios en Venezuela crecen.
Pero como hay muchos dólares en el Banco Central de Venezuela, éstos se venden a los
importadores manteniendo el tipo de cambio fijo. Como resultado, sale más barato importar
que comprar en Venezuela. La demanda por dólares crece en la medida en que los precios
en el país son más altos. Luego, cuando se caen los precios del petróleo, entran menos
dólares, pero los gobiernos, negados a devaluar, siguen vendiendo al mismo ritmo hasta que
se acaban los dólares. Y entonces la devaluación es obligatoria. La otra alternativa común
ante la inminente devaluación es controlar las importaciones o vender menos dólares.
Entonces hay escasez, pero igualmente la devaluación llega tarde o temprano.

Esta tragedia hace que los venezolanos pasemos por una montaña rusa, donde nos
enriquecemos rápidamente y nos empobrecemos rápidamente. Pero esta realidad no hace
que la ilusión de riqueza sea efímera. Siempre se mantiene la creencia de que somos ricos,
pero cuando la renta petrolera no nos alcanza, surge la creencia de que se están robando el
dinero.

Por eso para tener la aspiración de ser un país rico debemos empezar por saber que no
somos ricos.

Esta aspiración, por cierto, no es exclusiva de quienes creemos en la existencia de la


propiedad privada y el mercado. El mismo Marx pronosticaba que cuando se destruyera la
barrera que la explotación del proletariado y la propiedad privada generaban a la producción
se produciría una ilimitada abundancia de recursos para la felicidad de todos. Pero el
estruendoso fracaso del socialismo en la Unión Soviética y la Europa del Este, dio paso a la
patética teoría del hombre nuevo. Un ser que sería libre de si mismo, cuando se despojara de
sus propiedades y del espíritu que desataba el consumismo y el materialismo. En esencia, el
hombre nuevo es feliz porque es pobre.

El discurso populista es tremendamente tentador en economías como las nuestras donde


todos tenemos la percepción de que somos un país rico. Cuando los recursos no alcanzan
para satisfacer las imposibles expectativas sociales que los mismos gobernantes han generado,
entonces nadie mejor para soportar la culpa que los especuladores. La implantación de
controles de precios, siempre ha sido buena salida para que los gobiernos no se
responsabilicen de la crisis.

Después de una pésima administración de la bonanza petrolera, una caída de los ingresos
petroleros (algo que usualmente es predecible), obliga a una devaluación que compense con
más bolívares la menor entrada de dólares. Luego entonces, la perniciosa devaluación se
traduce en inflación, pero la culpa es de los especuladores.

Los controles de precios han demostrado que son totalmente ineficientes. Tanto a Carlos
Andrés Pérez como a Caldera le estallaron los controles de precios. En el caso de Pérez, el
heredado por Lusinchi. Ambos tuvieron que levantarlos, ante la escasez generada. En la era
Chávez, esto no es distinto. Su pragmatismo lo ha llevado a asumir los aumentos de precios
cada vez que los productos abandonan los anaqueles porque los costos superan los precios.

La historia de la Venezuela con petróleo es una historia sin memoria. Durante décadas
hemos ensayado la misma historia y definitivamente no hemos entendido que para dar un
paso hacia delante y romper con el pasado, en definitiva tenemos que romper con todas las
políticas económicas fracasadas de ayer y de hoy.
2. Izquierda, derecha y centro

I.

Algunos consultores políticos como Jaime Durán y Santiago Nieto afirman que hoy en día
los ciudadanos latinoamericanos no están interesados en los temas de la derecha o de la
izquierda y que no se mueven por ideologías. La gente está más preocupada por su vida
cotidiana. La canción Muerto en Choroní del grupo Circo Urbano, refleja muy bien esta
afirmación para el caso venezolano.

En el mensaje político la gente obedece más a los sentimientos que a la razón y quienes
insisten en dedicarse a plantear manifiestos de libre mercado o socialistas terminan
fracasando en su intelectualidad. Nadie le para a los gigantescos programas de gobiernos
publicados como encartes en los periódicos o en las páginas web de los candidatos o los
partidos políticos. El mensaje político cala más cuando entra la vida cotidiana, o cuando
mueve el corazón de la gente, bien sea porque el dirigente le cae muy bien, o bien sea
porque le cae muy mal y se moviliza contra éste.

En 1998, el Presidente Chávez llegó al poder sobre la base del voto castigo contra el
bipartidismo, el establishment. La gente se movió por el resentimiento. Pero nunca por el
socialismo. Incluso el Presidente Chávez siempre negó que fuera socialista durante su
campaña de 1998.

Pero en los últimos años su discurso socialista ha tronado. El presidente Chávez nos habla de
un nuevo modelo: el socialismo del siglo XXI. Dice que lo está construyendo. Pero
generalmente termina refiriéndose a Marx, a la malo del capitalismo y a lo malo de la
producción y el imperialismo.
Mucha gente cree que al Presidente Chávez se le combate hablando desde la derecha. No
estoy seguro de que eso cale mucho. En una encuesta de Seijas publicada en abril de 2009
un 25% de los venezolanos se declaraban pro-socialistas. Más del 50% se declaraban de
democracia social, menos del 20% se identificó como capitalista.

Además resulta que la mayoría de las encuestas y focus groups indican que las personas
identifican el socialismo con programas sociales, solidaridad, ayuda del Estado. Sin embargo,
los venezolanos aprecian la necesidad de la existencia de empresas privadas y destacan que la
pobreza sólo puede ser superada con la libre empresa, respetan la propiedad privada y, en su
mayoría, están en contra de las expropiaciones. Esto no es una paradoja.

En 2007 hizo el planteamiento de la reforma constitucional. La batalla parecía ganada luego


de su aplastante victoria contra Manuel Rosales en 2006. Pero pareciera que hubo una
mezcla de sentimientos que hizo que su gente no lo acompañara. El cierre de RCTV, los
temores sobre la propiedad privada y la patria potestad evitaron que la gente fuera las urnas
para apoyar a su comandante. En aquél momento el presidente basó su campaña en
explicarle a la gente qué diablos era el socialismo. Nadie lo entendió.

Un año y poco meses después, el 15 de febrero de 2009, la gente votó mayoritariamente para
que se enmendara la constitución y pudiera reelegirse sin límite. La campaña esta vez fue
más simple, pero aplastante: Que la gente elija si lo saca o lo deja. Con bombardeos en las
páginas web, vayas en las autopistas, comerciales en radio y televisión. Utilizando estrellas del
béisbol.

La enmienda fue aprobada, pero un mes después, una encuesta de Alfredo Keller indicaba
que el 85% de los encuestados decía que el presidente debía ahora dedicarse a resolver los
problemas de la gente. Sólo el 12% quería que se profundizara el socialismo.

Está claro que la mayoría de la gente no entiende, ni está interesada en entender qué es la
izquierda y qué es la derecha. En curso que dicté sobre el centro-humanismo y los valores de
Primero Justicia a un grupo militantes de las parroquias de Caracas, al preguntar que creían
ellos que era la izquierda y la derecha, alguien me respondió: la izquierda son los pobres y la
derecha son los ricos. Más sorprendentemente, en una encuesta de Consultores 21 la gente
identificó a Acción Democrática como el partido más ubicado a la derecha. Igual ocurrió con
Un Nuevo Tiempo y COPEI. Primero Justicia en cambio quedó como un partido de centro.
En general todos los partidos de oposición fueron ubicados a la derecha y todos los de
gobierno a la izquierda.

II.

En estos tiempos el discurso pragmático se ha impuesto. Los gobiernos socialistas no


eliminan la propiedad privada y conviven con el mercado. La tendencia de los países que
entran en el carril del desarrollo, es la de la co-existencia de soluciones del mercado y
soluciones de estado. Todo depende de qué genera mayor bienestar a la sociedad en un
momento dado.

El mundo no está para dogmas. Los franceses se están cuestionando el Estado benefactor.
Los americanos el libre mercado. George W Bush, un presidente republicano defensor del
libre mercado, terminó aceptando la necesidad de intervenir mediante el Estado para
combatir la inmensa crisis económica a finales de 2008. En China, el partido comunista,
gobierna con reformas de mercado desde la muerte de Mao en la década de los setenta.

En Venezuela, por ejemplo, el pico y placa es una intervención eficiente de Estado para
resolver el problema del tráfico. Es un problema que no se debe dejar al libre mercado. Pero
la producción de arroz ha sido regulada por el Estado y eso es una intervención ineficiente
que produce escasez. En ese caso, el mercado sería más eficiente.

Los promotores del socialismo y de la izquierda trasnochada, han pronosticado el fin del
capitalismo, desde Marx. No obstante, el mayor fracaso fue el sufrido por el socialismo que
llevó a la caída del muro de Berlín y de la llegada de la democracia a países desvanecidos en
la más absurda pobreza.

El socialismo plantea un igualitarismo absurdo. Ante el fracaso del modelo, cobró fuerza la
tesis de la felicidad ante la distribución de la pobreza. Como nos dijo recientemente
Armando Briquet, el socialismo es juntar a 100 donde 3 son cojas y el resto es normal, y para
lograr la igualdad, es necesario amputarle una pierna a los 97 sanos.

Hoy en día, el socialismo es tan absurdo como tesis que los gobiernos de partidos socialistas
como Bachelet en Chile y Rodríguez Zapatero en España jamás se les hubiesen ocurrido
nacionalizar los medios de producción. Más bien tienden a ser más pragmáticos y a querer
parecerse a gobiernos de centro.

Pero lo que ha caracterizado fundamentalmente a estos dos gobiernos es el respeto a las


instituciones. Pueden gobernar bien o gobernar mal. Pueden quizás querer ser más
planificadores o interventores, y eso a ha determinado si el desempleo, los precios y el
producto interno bruto crecen o no, pero, en general, mantienen las reglas establecidas sus
habitantes siguen manteniendo niveles de calidad de vida envidiables para quienes somos un
día ricos y al día siguiente pobres.

Una evolución de singular importancia es el estilo de gobierno de los laboristas en Inglaterra,


con la llegada al poder de Tony Blair. Recuerdo haberle escuchado cuando entregó el poder
a Gordon Brown, que él (Blair) escuchaba a la gente de su partido diciendo constantemente
que el Estado debía participar en la economía y controlar todo, mientras que los
Conservadores sólo hablaban del mercado, el mercado y el mercado. “No tenía sentido para
mí”, decía Blair.

La tesis que defendía Blair, la llamada tercera vía, buscaba la conciliación de un modelo
donde hubiese equilibrio entre el Estado y el Mercado para la búsqueda de una mayor
calidad de vida.

Los Conservadores británicos y nórdicos son defensores de la tesis del libre mercado. Y vaya
que hay que hacer importantes aclaratorias en este sentido, pues muchas veces quienes
defienden al libre mercado también se hacen llamar liberales, aún cuando liberales puede y
es interpretado como contrario a los conservadores. Se entiende por conservadores quienes
defienden la existencia de las instituciones actuales, del status quo. Pero también puede ser
atribuida a una conducta “moral” de la sociedad.
Por su parte los liberales, defienden la tesis de la igualdad y luchan contra el status quo.
Consideran que cuando privan instituciones con “privilegios” para unos cuantos, es necesario
cambiar esas instituciones para lograr la igualdad. Fue el movimiento liberal el que propuso
la separación de la iglesia del estado en la América Latina independentista. Los
conservadores promovían la permanencia de las instituciones del imperio español. Los
liberales se oponían.

Evidentemente que la palabra liberal es asociada con libertad. La libertad que se perseguía en
la Revolución Francesa en la lucha contra una monarquía que poseía privilegios muy por
encima del pueblo oprimido. Una población que se reveló contra el status quo.

De ahí se derivan los valores defendidos por los movimientos de izquierda: la igualdad y la
justicia social. Siendo, para el momento de la Revolución Francesa, el status quo la derecha
conservadora. Pero hoy en día el concepto de la derecha es un poco menos encajonado. Se
asocia de igual manera a una sociedad conservadora, pero no puede ser atribuida una tiranía
hegemónica que explota a una sociedad.

Hoy en día, y aunque pareciera contradictorio, los movimientos de derecha defienden


principalmente la libertad. La libertad individual como centro de la dignidad humana. Y por
ello promueven el libre mercado. La existencia de la derecha actual está muy ligada a la tesis
liberal de Adam Smith.

Los movimientos de izquierda, por otro lado, defienden la planificación de la economía.


Consideran que para lograr la igualdad es necesario que alguien reparta la riqueza. Según
ellos, esa sería la vía para alcanzar la justicia social.

III.

Tanto los movimientos de derecha como los de izquierda tienen sus matices. En la izquierda
militan los comunistas y los socialistas, y los socialdemócratas. En la derecha están los
conservadores, pero hay movimientos nacionalistas que se consideran de “ultraderecha” o
“ultraconservadores” y que desdeñan de los grupos que no pertenezcan a una raza o élite
específica.
Los demócratas americanos son considerados liberales. Pero no de izquierda. Desde el
punto de vista económico se inclinan más al keynesianismo. Pero Keynes nunca defendió la
tesis socialista, aún cuando las políticas keynesianas promueven la participación activa del
Estado a través del gasto público.

Los republicanos americanos son conservadores y defienden la tesis del libre mercado. Pero
en las primarias de 2008, muchos acusaban a John McCain de liberal. En este entendido,
incluso en los partidos políticos, aún teniendo valores compartidos se encuentran matices. El
mismo presidente Bush defendió la intervención del Estado a través del plan Paulson para
enfrentar la crisis financiera al término de su mandato. La mayoría de los congresistas
republicanos llegaron a darle la espalda al plan Paulson al principio, por considerar que se
oponía a sus principios básicos de libre mercado. La primera votación negativa en el
congreso contra el plan, cuando los republicanos tenían aún la mayoría, provocaron un
desplome descomunal en todas las bolsas del mundo.

La confusión es máxima si vamos a los orígenes conservadores de los demócratas y liberales


de los republicanos, estos últimos impulsados por Abraham Lincoln quien abolió la
esclavitud, desatando la guerra federal entre los conservadores demócratas del sur y los
liberales del norte.

La evolución de los partidos políticos y sus formas de gobierno, como lo han hecho Bachelet
o Blair, son una muestra de que los dogmatismos son ideologías inviables. Eso lo entendió
Rómulo Betancourt en su momento. El socialdemócrata Carlos Andrés Pérez fue el
presidente más populista de Venezuela antes de la llegada de Chávez. Gobernó dos veces.
En la primera, sobre la base de una inmensa bonanza petrolera y la nacionalización de ésta
industria (la petrolera), promovió un crecimiento desmesurado del Estado y llegó al extremo
de dictar un decreto de pleno de empleo. En su segundo gobierno, con casi una década sin
bonanza petrolera y una economía completamente quebrada, su equipo de gobierno
promovió un plan de ajuste macroeconómico y de reformas institucionales que le daba más
espacio a la economía privada y el libre comercio. Un plan que con mucha razón fue
denominado el Gran Viraje.
Este tipo de reformas se introdujeron en toda América Latina en los noventas. No siempre
con buenos resultados. En muchos casos significaron grandes sacrificios y el mal manejo de
su implementación causó en muchos casos altos grados de insatisfacción con la democracia.

Los mejores resultados, que no los más humanos, fueron en el modelo chileno. Después de
varios ensayos y errores en la férrea dictadura de Pinochet se instrumentó un programa que
en principio sería calificado de capitalismo salvaje, aún cuando en el tiempo y gracias al
modelo de la concertación chilena, se ha logrado mantener en democracia, con instituciones
más sólidas y un rostro más humano.

Pero el fracaso de la implementación de reformas en muchos países de América Latina y


sobre todo la no consecución de los objetivos de bienestar, abrió paso nuevamente a
gobiernos de izquierda, en muchos casos radical. Entre estos se puede incluir al propio Lula
Da Silva, cuya historia de radicalismo contrasta bastante con su forma de gobierno, con
amplio respeto a las instituciones y fundamentalmente a la inversión privada.

También esta coyuntura permitió que destacara el discurso del premio Nobel de economía
Joseph Stiglitz, quien se oponía a la forma en la cual los organismos multilaterales aplicaban
“recetas” a las economías latinoamericanas para ayudarlas a salir de los atolladeros en los
cuales las habían metido los gobiernos de izquierda de los setenta y los ochenta. Algo
parecido ocurrió con Jeffrey Sachs uno de mis economistas favoritos.

Pero la verdad sea dicha. Algún grado de éxito hubo de existir en la mayoría de esas
reformas, que al final, y a pesar de la decepción que sobre los latinoamericanos había
generando, terminaron siendo aceptadas por gobiernos de izquierda como el de Bachelet en
Chile y Da Silva en Brasil. Y más recientemente por el gran populista Alan García, luego del
camino hecho por Alejandro Toledo.

IV.
La idea de la tercera vía no es nueva, ni un invento de Blair. Fueron los demócratas
cristianos alemanes quienes en los cincuenta introdujeron el concepto de la economía social
de mercado, bajo la premisa de “tanto mercado como sea posible, tanto estado como sea
necesario”.

Este ha sido el punto de arranque de los partidos que se consideran de centro. Los de centro
somos quienes defendemos una vía más pragmática para alcanzar justicia social respetando la
libertad individual. Consideramos fundamental la co-existencia de la propiedad privada, un
mercado fuerte y competitivo y un estado que regule las desigualdades, no para distribuir
pobreza, sino riqueza. Para que aquellos individuos más vulnerables tengan las mismas
oportunidades que los más fuertes.

Ante la crisis financiera, nos decía recientemente en Madrid el Presidente Aznar, que “no
podemos ser dogmáticos”. La crisis financiera no es el fin del capitalismo, pero evidencia la
necesidad de mercados con regulaciones más eficientes porque estos no son perfectos. En
esos mismos días de octubre de 2008, nos recordaba el presidente Fox la importancia de un
mercado responsable.

En las sociedades como la latinoamericana donde los gobiernos han sido tremendamente
ineficientes, las empresas no pueden estar ausentes de las carencias de las comunidades que
la rodean y, mucho menos, hacerse la vista gorda frente a los requerimientos de sus
empleados.

Es justamente un modelo de convivencia entre los distintos actores de la sociedad lo que


permitirá construir una sociedad más justa y mas libre. Los obreros y las comunidades más
pobres exigen ser escuchados. Para ellos el principal logro de Chávez es el respeto y la
inclusión.

V.

El centro humanismo se aleja de los extremos dogmáticos. Sabemos que el socialismo es un


modelo fracasado. No olvidamos que quienes derribaron el muro de Berlín fue la gente que
se moría de hambre en la Alemania oriental. Pero también asimilamos la lección de que los
mercados no son perfectos y por lo tanto no deben estar a la deriva sin la presencia del
Estado.

Creemos que la libertad individual es el primer paso para el progreso. Que cada ciudadano
pueda escoger a qué se dedica y que el estado le brinde las posibilidades de alcanzar el nivel
que él, como individuo, desea alcanzar. El límite se lo pone el individuo. No el estado. El
estado no te restringe, te brinda oportunidades.

En una sociedad como la venezolana, bendecida por la presencia del petróleo, éste ha
debido utilizarse para que todos los ciudadanos tuvieran las mismas oportunidades: a través
de la educación, la salud, la infraestructura, la ayuda a los discapacitados, a los más pobres, a
los más débiles.

El centro humanismo promueve la subsidiaridad, que a pesar de lo complicado que suena,


se traduce en la iniciativa de cada quien. Que la comunidad tenga sus propias iniciativas, sin
esperar a que el Estado te resuelva todo. Pero también creemos en la solidaridad. Creemos
que cuando hay grupos más débiles, ellos deben ser “emparejados” de alguna manera con el
resto. A esto lo llamamos: igualdad de oportunidades.

VI.

Quizás el problema fundamental de los liberales (en el sentido de los que defienden la
libertad) frente a los socialistas es el problema de la comunicación de las ideas. Los socialistas
y comunistas siempre han contado con aparatos de propaganda y de difusión del mensaje
con organización y disciplina stalinista. Pero más aún, han contado con líderes carismáticos
que se conectan emocionalmente con la gente.

Basta con revisar el discurso de Mao, Fidel o el Presidente Chávez para entender la
tremenda disciplina y conexión emocional que han tenido estos líderes para sostener ideas
totalmente inverosímiles con la realidad.
Hoy, por ejemplo, es palpable el fracaso de las expropiaciones y nacionalizaciones del
gobierno de Chávez, pero muchos obreros continúan aupándolas, paralizando empresas
privadas con el objetivo de que sean nacionalizadas.

El gran desastre económico de Venezuela, de hecho, ocurre, entre otras cosas, porque las
políticas económicas han sido de intervención total. Desde el control total de la renta
petrolera, hasta el precio de los estacionamientos. Las llamadas reformas o políticas
neoliberales que el presidente Chávez nombra todo el tiempo, apenas ocurrieron durante el
corto segundo período de gobierno de Carlos Andrés Pérez y alguna reforma durante la
Agenda Venezuela de Caldera. Del resto, la historia es la misma: el gobierno que me
resuelva mi problema.

Por eso es que hay que tocar inevitablemente el tema de la comunicación. El gobierno del
Presidente Chávez es el que menos viviendas ha construido a pesar de que ha gobernado
más que nadie desde 1958, pero una gran grupo de la población cree que es el que más casas
ha construido.

Los liberales o defensores del libre mercado y la libertad individual no han construido un
discurso que le llegue al corazón a la gente. Las personas tienen que sentir cómo es que la
libertad te va a llegar a tu día a día. Nadie está pensando en los derechos humanos. Poca
gente percibe que la democracia esté en peligro en un país donde se hacen elecciones todos
los años. La construcción de un frente en defensa de la democracia no le dice nada a nadie.

Un amigo ecuatoriano de la Fundación Ecuador Libre cree que hay que educar a la gente
para un voto consciente. Hoy en día yo creo que se trata más bien de que quienes
defendemos la libertad como valor, aprendamos a comunicar nuestras ideas y a conquistar
los corazones de mucha gente que sigue esperando una propuesta mejor.
3. Opositores, oficialistas e indiferentes

I.

La primera vez que acudí a una caminata en un sector popular fue en 1995. En aquél
entonces yo era representante estudiantil ante el consejo de facultad de FACES en la Santa
María. Entonces se me ocurrió hacer un ciclo de foros con los candidatos a la Alcaldía del
Municipio Libertador de aquél entonces: Antonio Ledezma, Nelson Chitty y el candidato a
la Alcadía de Baruta, Jorge Roig.

Interesado un poco más en los temas políticos y electorales, pedí acompañar a parte del
grupo de militantes de COPEI que acompañaban a Nelson Chitty en su campaña. Fui
entonces por primera vez a un sector popular en Las Adjuntas.

En aquél entonces reinaba la apatía. La gente no recibía, ni se interesaba en los volantes.


Claro, el candidato de COPEI tampoco levantaba muchas pasiones. COPEI nunca había
sido un partido con penetración en esos sectores caraqueños. Pero en todo caso, los
resultados de esa elección a alcaldes en 1995 reflejó altísimos niveles de abstención. Poco
entusiasmo.

En 1998 la historia fue distinta. La campaña de Chávez se contagió en los sectores populares.
Una especie de conjunción de astros le allanó el camino. En primer lugar, el gobierno de
Caldera, que había llegado sobre la ola populista y anti-neoliberal, logró decepcionar a
propios y extraños con un viraje hacia la agenda Venezuela. Una muestra más de la
incoherencia de los gobiernos de turno entre CAP y Caldera II. En segundo lugar, por la
espantosa caída de los precios del petróleo que arruinó la posibilidad de estimular vía gasto
público cualquier sensación de satisfacción aunque fuese transitoria e insostenible. En tercer
lugar, la necesidad de cambio, interpretada por la ruptura definitiva con el bipartidismo y
todos sus aliados. Colaboraron no en balde los medios de comunicación y muchísimos
empresarios a llevar a Chávez al estrellato y a estimular el sentimiento antipartido.

El sentimiento antipartido era tal que cuando la favorita en las encuestas Irene Sáez recibió la
bendición de COPEI, era como haber recibido el beso de la muerte. Lo mismo ocurrió con
Salas Romer cuando en un último gesto desesperado, recibió el apoyo del bipartidismo.

Era el final de un ciclo. Provocado o no, el modelo llegaba a su fin. El sentimiento de


cambio era requerido. El voto fue espontáneo. Los sectores populares se movilizaron como
no lo hacían desde los mejores tiempo de AD. La clase media, siempre contestataria también
le dio el respaldo. En el edificio de Montalbán donde mi familia siempre ha vivido, sólo
dejamos de votar por Chávez mi papá, mi hermana y yo.

II.

Me inscribí en Primero Justicia después del Referendum Revocatorio de 2004. Quienes


habíamos votado Sí, para solicitar la revocatoria del mandato del Presidente Chávez,
estábamos devastados. Me sentí infeliz por algunos minutos. Pero luego me puse a la orden
de José Luis Mejía quien para entonces era el secretario general de Primero Justicia.

Escogí ese momento para incursionar en la política porque consideré necesario aportar algún
granito de arena luego de la decepción del referéndum. Era muy cómodo culpar a los
políticos, era más cómodo pelear desde el sillón de la casa viendo Aló Ciudadano.

Desde mis inicios como militante traté de ser muy activo. Me incorporé en la organización
de operativos de asistencia médica en el Estado Vargas y posteriormente a la campaña de
Andrés Bello como concejal por el circuito Caricuao-LaVega. Sentí la necesidad de entender
cómo funcionaba un partido político y comencé a participar en las pequeñas cosas que
hacían los dirigentes parroquiales. Colgamos pendones, volanteamos, coordiné un centro de
votación.
En esos días la poca participación de los opositores en la política había ayudado a minimizar
la polarización que se había vivido en 2002, 2003 y 2004. Los abstencionistas y la decepción
dominaban la escena. Por eso se hizo relativamente fácil caminar en los barrios. No era que
nos prestaran mucha atención, pero al menos no habían agresiones.

Me di cuenta de algunas cosas que de otra manera no hubiese podido creer. La gente de los
barrios nos recriminaba el paro y las guarimbas. Me enteré del reconcomio que existía en los
sectores populares por algo que yo creía había sido casi una gesta histórica. En el contacto
con la gente me percaté de una visión totalmente contraria a la que había tenido hasta ese
momento.

De alguna manera comencé a digerir la información y a entenderla. Por un lado, el paro


provocó una inmensa catástrofe económica. Para quienes nos hemos opuesto al Presidente,
el paro constituía una legítima forma de lucha contra un gobierno que no era democrático.
Era un sacrificio válido en la lucha por la libertad. Pero resulta que más de la mitad del país
no se sentía en un régimen distinto a la democracia y las acciones del paro sólo
contribuyeron a que no llegaran los alimentos a los más desposeídos.

Por supuesto que los opositores siempre apelábamos al hecho de que un Presidente
democrático y preocupado por su pueblo renunciaría con tal de que el pueblo no pasara
hambre. Pero la verdad es que salimos derrotados en los hechos, en los argumentos y en las
urnas, porque también perdimos el referéndum.

El lunes 16 de agosto de 2004, un día después de esa histórica jornada electoral, lleno de
frustración me uní a un grupo de menos de 20 personas aglutinadas en las inmediaciones del
Meliá Caracas a gritar fraude. La gente que transitaba en los alrededores de Sabana Grande
no se nos unió. Realmente dábamos. Para el sentimiento generalizado de fraude de quienes
habíamos respaldado la revocatoria, la poca participación de la gente en la protesta era una
señal clara e inequívoca de que algo estábamos haciendo mal.

III.
La nominación de Julio Borges como candidato presidencial de Primero Justicia por parte
del Comité Político Nacional en mayo de 2005 marcaba el inicio de una visión estratégica.
Yo era un recién llegado al partido y no tenía mayores posibilidades de participar en las
decisiones, así que me tomó por sorpresa. Pero era un decisión legítima, basada en los
estatutos, por consenso entre todos los dirigentes de mayor jerarquía (Liliana Hernández,
Henrique Capriles, Leopoldo López, entre otros) y por unanimidad del Comité Político
Nacional, órgano que representa la mayor institución de partido y donde se ven reflejadas las
representaciones de todos los estados del país. Además, según los estatutos, el Comité
Político Nacional es el órgano que elige la candidatura presidencial. Primero Justicia es un
partido federal donde las bases eligen a sus representantes ante los comités políticos
municipales, regionales y nacional.

El objetivo estratégico de la candidatura de Julio no era ganar las elecciones presidenciales en


2006 que se veían muy lejanas con un oficialismo que poseía 21 de 23 gobernaciones. Era
recorrer el país con una excusa. La misma excusa de Betancourt en 1941 para recorrer el
país y fundar Acción Democrática. Primero Justicia era un partido regional y requería
convertirse en un partido nacional. Con la candidatura de Julio se perseguía posicionar al
Primero Justicia como el partido alternativo al oficialismo.

El otro objetivo intrínseco era el de siempre tomar la vía electoral. Se trataba de proponerle
al país transitar una ruta democrática frente a un gobierno no democrático. El consenso era
general.

Pero conforme avanzaba el 2005 se acercaban las elecciones parlamentarias. Se conformaron


planchas unitarias con mucho esfuerzo. Se diseñaron estrategias de morochas para
contrarrestar la técnica oficialista que había barrido con la oposición en la mayoría de los
Consejos Legislativos y Concejos Municipales.

La abstención crecía. La opinión pública la estimulaba. Los partidos políticos sacaban sus
cuentas. Un máximo de 40 diputados en el mejor de los escenarios. El interés en medirse fue
perdiendo espacio en varios partidos políticos, sobre todo en Acción Democrática, que
estaba siendo desplazada en votación. Liliana Hernández, quien nos acompañaba en la lista
de Primero Justicia también sacó sus números en Caracas. No le daban, como primera de la
lista.
Hoy son más los que se lamentan del retiro de las parlamentarias que los que todavía añoran
por un nuevo movimiento abstencionista. La historia le da la razón a quienes tomaron la vía
electoral. El retiro de las elecciones también fue un conflicto para Primero Justicia como
partido. A mí me queda la satisfacción de ser una persona que sigue instituciones y no
personas.

Primero Justicia es el partido político donde encontré mi afinidad ideológica. Ahí convivimos
seres humanos y por eso tenemos muchas diferencias en medio de las convergencias. Hay
cosas que me gustan y cosas que no me gustan. Hay militantes buenos y otros que podrían
ser mejores, según mi criterio.

Cuando se toman decisiones las acepto, esté de acuerdo o no. De eso se trata la militancia.
Pero siempre manifiesto mi opinión y hago sentir mi voz. Cuando hay algo que no me gusta
lo manifiesto y lucho por cambiar las cosas. En 2007, por ejemplo, fui electo ante el Comité
Político Regional por las bases de Caracas y en 2009 fui electo delegado ante el Comité
Político Nacional por los delegados de las parroquias de Caracas ante el Comité Político
Regional.

En el país ocurre lo mismo. Algunos se van del país porque no les gusta lo que pasa, pero la
gran mayoría de los que no están de acuerdo con algo siguen dando la pelea aquí adentro.
Eso es lo que debería ocurrir con los partidos políticos. Su existencia es fundamental para la
democracia. Por eso si usted no está de acuerdo con lo que pasa en su partido, dé una lucha
interna, convenza a su gente y promueva los cambios.

IV.

Es menester retomar el tema de la comunicación de las ideas. En muchas ocasiones los


militantes de los partidos nos quejamos porque la gente no quiere saber nada de los partidos.
Esta es una realidad en todos lados. La pregunta está en cómo cambiar la imagen de los
partidos políticos y en el caso de Venezuela cómo cambiar la imagen de la oposición.
En los últimos años, a pesar del avance de la oposición en los eventos electorales, el país se
sigue dividiendo prácticamente en tres grandes bloques: los opositores, los oficialistas y los
indiferentes. Pareciera que los avances se han consolidado por un muy limitado crecimiento
de voto de los indiferentes.

Pero en los momentos en los cuales el presidente Chávez arremete con más fuerza en contra
de funcionarios electos por voluntad popular como el Alcalde Metropolitano y los
gobernadores de varios estados importantes del país, surge una slogan y una propuesta que
parecen hablarles sólo a un tercio del país: ¡Basta ya!, y la conformación de un frente de
defensa de la democracia.

De nuevo parece que estamos cayendo en los discursos muy elaborados sobre los derechos
humanos, la democracia y el respeto a las minorías, sin construir un discurso que le enseñe a
la gente cómo esta arremetida afecta sus vidas cotidianas. El más claro contra-ejemplo, fue la
implementación del canal expreso para transporte público en la vía Guarenas-Caracas. Miles
de personas demoraban más de dos horas en la mañana para llegar a sus trabajos en Caracas.
Con la implementación de esta vía expresa por parte de Henrique Capriles muchas personas
comenzaron a demorar apenas 45 minutos. En un intento del exgobernador Diosdado
Cabello por sabotear esta política, los transportistas y pasajeros defendieron con entusiasmo
la vía expresa. En esta oportunidad sí se observó cómo la gente entendió el efecto sobre su
vida cotidiana.

En el umbral de un país donde los espacios democráticos parecen achicarse y la necesidad


de construir la Venezuela sin petróleo es sólo preocupación de alguno que otro loco como
yo que no está tan pendiente de la vida cotidiana sino de lo que nos espera en los próximos
10 ó 15 años, es fundamental aprender a comunicar nuestras ideas y para ellos debemos
llegar a los indiferentes y a los chavistas lights.

Roberto Izurieta, profesor de la George Washington University resume en su artículo cómo


comunicarse con ciudadanos indiferentes en cinco grandes bloques. Para que la gente nos
escuche, debemos ser breves, simples, positivos, entretenidos y sinceros. Está claro que para
divulgar nuestras ideas debemos competir con Sábado Sensacional, la liga de Béisbol
Profesional o los conciertos de reguetón.
Quienes queremos conquistar los corazones de la gente para cambiar a este país porque
creemos que puede ser mejor, debemos meternos en el ADN de los venezolanos, utilizar
formas creativas para llegarles, pero principalmente, tener la convicción y aprender a vender
la esperanza que se puede hacer mejor, lo podemos hacer mejor y lo vamos a hacer mejor

V.

Son esos indiferentes los que están hartos de la confrontación política. Son esos chavistas
Light que cuestionan la revolución pero se preguntan y si no es Chávez, entonces quién. La
gente reclama que si le vas a hablar, no te dediques a criticar todo lo que hace Chávez,
dedícate más bien a ofrecer algo mejor.

La forma de hacer política y comunicarse cambió en Venezuela y en el mundo. No obstante,


la campaña de Obama con su diseño de tecnología y su ambiente de estrella de rock, se ha
hecho merecedora del comentario de la mejor campaña de la historia. Con un estilo de
recaudación de fondos y de comunicación con la gente, logró crear un movimiento de
voluntario de 15 millones de personas. Prácticamente el 25% de sus votantes. Algo inédito,
sobre todo en un país como los Estados Unidos donde la gente es más individualista y
despreocupada por el bien común que en cualquier parte del mundo.

En Venezuela no podemos esperar que la gente sea distinta. A veces conversamos con la
gente y le preguntamos qué debemos hacer como partido político y, en algunas ocasiones,
nos comentan que hay que llamar a la gente a la calle para protestar. Pero cuando le increpas
a esa persona que propuso la calle, que si está dispuesta a hacer para protestar, te dice que
tiene que ir a buscar a los niños al colegio. Esa es la realidad de la mayoría de los seres
humanos. Debe resolver su problema cotidiano.

Por supuesto que sí hay gente que participa y mucha. La experiencia de estos diez años nos
dice que la gente quiere resolver sus problemas en los centros de votación. Aquellos que
promueven la calle como salida en su mayoría sigue recostado en su sofá o caminando por
algún buen centro comercial. La gente puede estar a favor o en contra del Presidente Chávez,
pero casi nadie está dispuesto a dar su vida por él o contra él. Nadie quiere ser mártir. Por
eso no debemos promover mártires.
Quizás yo esté totalmente equivocado y haya sobredimensionado demasiado todo lo que he
leído y aprendido recientemente por los consultores electorales. A lo mejor si es verdad que:
¡Basta ya!, y que la gente quiere salir a la calle en defensa de la democracia.

Pero se me ocurre que en los próximos meses y años, la tarea será ir a los juegos de los
Cocodrilos de Caracas contra los Trotamundos de Carabobo, con mensajes sencillos para
convencer a la gente y atraerla hacia un movimiento que sea capaz de derribar ese gran muro
en que se ha convertido el presidente Chávez para el futuro del país y para la que la
Venezuela sin petróleo sea mejor.

Se trata de un esfuerzo que va más allá de las ruedas de prensa que cada vez menos personas
escuchan. De visitar otros programas distintos a los de opinión. A la gente hay que entrarle
con sus códigos, con sus gustos. Hay que respetarlos y hacerles llegar un mensaje claro y
convincente.

Se trata de ser más estratégicos y menos tácticos. Se trata de posicionar las ideas firmes en un
solo mensaje que sea repetido en una sola voz por todos los voluntarios que quieran
incorporarse a este movimiento. Se trata de convencer a la gente y hacerla soñar con ese país
mejor.

Se trata de que ese país mejor sea traducido en el lenguaje del día a día, de la vida cotidiana
de cada ciudadano. Que si no tomamos conciencia hoy, sino somos capaces de cambiar este
país hoy, todas nuestras vidas se verán afectadas irremediablemente en el futuro.

La idea es cada ciudadano se levante cada día y mire a su alrededor, mire su casa, su barrio,
su transporte y se pregunte si esto puede o no ser mejor.

Para lograr esto, para convencer a todos de que es necesario ponernos a trabajar en conjunto
para construir la Venezuela sin petróleo, es crucial que seamos disciplinados en el discurso y
lo repitamos una y otra vez. La gente se olvida, por eso hay que repetir una y otra vez. La
homogeneidad en el discurso y la disciplina en su comunicación, son claves para alcanzar el
éxito.
La estrategia pasa por posicionar un mensaje y divulgarlo con disciplina, expandir el mapa
hacerle llegar ese mensaje apropiadamente a la mayor cantidad de personas y construir un
movimiento donde cada asuma su responsabilidad para consolidar el alcance del mensaje.
4. Venezuela Sin Petróleo
I.

Venezuela recibió en 2008 casi 100 mil millones de dólares. De los cuales 93 fueron
petróleo y apenas 7 fueron distintos. Nuevamente nuestra economía se ve en aprietos. La
caída de los precios del petróleo había sido anticipada por muchos economistas. No porque
estuviésemos rezando por ello, sino porque es lo que generalmente ocurre luego de una
bonanza tan fuerte.

Ya nos había ocurrido en los setenta. No tendría porque ser diferente. Las recomendaciones
se hicieron: aprovechar la bonanza petrolera para sentar las bases para una economía que no
dependiera del petróleo. Utilizar los recursos para generar un gran fondo de seguridad social
para todos los venezolanos. Darle espacio a un sector productivo responsable con una
economía de empresarios, pequeños y grandes. No se hizo. El Presidente Chávez nos
prometió la independencia del petróleo, pero los gallineros verticales y los cultivos
organopónicos no dieron la talla.

Llegamos al 2009 sin la posibilidad cierta de enfrentar la crisis. Sin un sector distinto al
petrolero. Los sectores productivos fueron golpeados. La propuesta para aumentar la
producción era expropiar empresas. Los resultados han sido devastadores. La mayoría de las
empresas exitosas expropiadas como SIDOR y la Electricidad de Caracas disminuyeron sus
utilidades o pasaron a dar pérdidas. He aquí un ejemplo claro de cómo la mala concepción
de la política económica puede no sólo destruir el capital del empresario, sino la calidad de
vida de los empleados. La mayoría de los empleados de SIDOR y de la Electricidad de
Caracas son accionistas minoritarios. Ellos se esfuerzan en su trabajo porque saben que
mientras más productivos sean, obtendrán mayor remuneración. Pero desde que el gobierno
tomó la gerencia de ambas, vieron cómo se desplomaban sus ingresos por dividendos.

Algo peor pasó con INVEPAL. La antigua VENEPAL fue expropiada bajo la esperanza de
que la iban a recuperar de su quiebra. Desde su toma en 2005, no ha producido ganancias,
sólo pérdidas. ¿Quién cubre esas pérdidas? Por supuesto que el Estado, que deja de invertir
en educación, salud y muchas otras cosas, para sostener una empresa que no beneficia a
nadie.
Y este es el asunto. Las expropiaciones sólo han servido para botar el dinero de los
venezolanos. Las empresas manejadas en manos de inexpertos a quienes no les duele el
capital invertido sólo han producido pérdidas que son pagadas por todos nosotros.

Con la caída de los precios del petróleo será peor. Porque entonces no habrá dinero del
Estado para cubrir las pérdidas. Y la privatización será inminente. No es que uno esté
promoviendo la privatización de cuanta industria del Estado se encuentre en el camino. Pero
es obvio que no podemos seguir dándonos el lujo de botar el dinero sin que la gente se
beneficie de ello.

Creo profundamente en la democratización del capital y creo que los trabajadores deben ser
dueños de las acciones de sus empresas. Pero para recuperar empresas quebradas como las
de Guayana es necesario que alguien invierta. Deben entrar capitales nuevos para recuperar
equipos que no han tenido mantenimiento y que en su mayoría están obsoletos. Entonces la
fórmula es permitir la entrada de inversionistas que traigan tecnología, que le garanticen
mayor capacitación del trabajo a los obreros y que éstos (los obreros) sean co-responsables
del éxito de la empresa con su participación en el capital accionario de la empresa.

II.

El estrepitoso aumento de los precios del crudo afectó a parte de la economía mundial.
Mientras los venezolanos nos veíamos beneficiados por el aumento de recursos, los
compradores de petróleo se veían en dificultades. Esto alertó al mundo y tuvo un espacio en
el debate presidencial entre McCain y Obama. El Republicano propuso aumentar la
inversión en Alaska para aumentar la producción de petróleo en esa zona. Pero Obama ha
sido más radical. Durante su campaña y ahora como Presidente ha impulsado la inversión en
el desarrollo de nuevas tecnologías.

Los ambientalistas también generan presiones. Y los chinos desarrollaron un carro eléctrico
que viaja 40 km sin recarga.
Todo esto debe llevarnos a una gran reflexión. ¿Estamos preparados para enfrentar la
Venezuela sin Petróleo? ¿Tienen nuestras empresas y trabajadores las capacidades para
enfrentarla?

Si hoy, frente a una caída de los precios del petróleo no tenemos capacidad de respuesta,
salvo rezar para que se recuperen, qué haremos mañana para enfrentar una caída en nuestras
ventas.

La hemorragia de expropiaciones, el discurso anti sector privado, la inestabilidad


macroeconómica y la falta de recursos para créditos de largo plazo en los bancos son algunas
de las razones por las cuáles no hay inversión privada que ayude a Venezuela a desarrollar
sectores económicos distintos al petróleo.

Montar una empresa en Venezuela es una real hazaña. Todo comienza en las terribles colas
para registrar la empresa en el Cubo Negro. Ni hablar de las trabas. Lo complicado de la
solvencia laboral y otros permisos. Esto es lo que termina estimulando la informalidad.
¿Ustedes creen que un señor con un pequeño abasto en el barrio puede cubrir semejantes
costos? ¿y los artesanos?. No tendrían razón para hacerlo. Y por cada empresa informal que
se constituye, se emplean personas que nunca podrán acceder a beneficios como la
seguridad social y préstamos en los bancos, ante la inexistencia de constancias de trabajos.

El tema de la insuficiencia de recursos también es preocupante y se ha evaluado poco.


Cuando las tasas de interés de los depósitos de ahorro y a plazo están por debajo de la
inflación, la mayoría de los depositantes prefieren tener sus depósitos a la vista, es decir, en
cuentas corrientes. Esto implica que el depositante no tiene compromiso para dejar su dinero
en el banco. Cuando el depositante contrata un plazo fijo, firma un contrato para no retirar
su dinero antes del plazo previsto. Eso le da garantías al banco de que mientras ese dinero
esté colocado a plazo el banco puede prestarlo. Mientras más largo el plazo, más largo los
créditos.

Los créditos de largo plazo son importantes para el desarrollo de un país. Montar una planta
industrial requiere de créditos de 5 ó 10 años. Pero hasta ahora el 70% de los créditos son
otorgados a menos de 1 año. Nadie puede pedir un crédito para montar una planta y pagarla
a un año. ¡Ni siquiera le daría tiempo de montar la planta!
La única vía posible para estimular el ahorro y contar con recursos para financiar el progreso
es combatiendo la inflación. Pero la inflación no se combate con controles. Se combate con
producción y productividad. Más productos y más eficiencia. Eso requiere que el gobierno
invierta y estimule la tecnología y la capacitación para el trabajo. Requerimos abrirle las
puertas a la inversión extranjera, para que traiga toda su tecnología e invierta en nuestro país.

Un ejemplo palpable es McDonalds. Ellos trajeron toda su tecnología a Venezuela y es una


empresa exitosa que garantiza la capacitación de sus empleados y promueve su ascenso
dentro de la empresa conforme acumulan logros.

Para abrirle las compuertas a la inversión y al progreso es necesario un gobierno que se


comprometa con respetar las reglas del juego y mantener disciplina en la política económica.
Las decisiones de inversión se basan fundamentalmente en la confianza que se pueda tener
sobre un país. Nadie quiere invertir en una economía donde su presidente de un día para
otro decide expropiar empresas y confiscar terrenos sin respetar los derechos de propiedad.
Los incentivos fiscales son importantes. Recorte en los impuestos para las empresas que
inviertan en tecnología y capacitación laboral. Por cada empleo que logre la empresa pagará
menos impuestos.

Premio a las empresas socialmente responsables. Creo firmemente en la libre competencia,


pero no creo en las empresas aisladas de la comunidad. Las empresas deben comprender
que para poder construir un modelo de convivencia deben ser consecuentes con el progreso
de la comunidad donde estén instalados. Esto es una vacuna contra el resentimiento y
estimula la participación popular en la medida en que la comunidad se involucra en la
elaboración de proyectos sociales patrocinado por las empresas.

Este es el espíritu del proyecto de Ordenanza de Responsabilidad Social Empresarial que


entregué a la Comisión de Participación Ciudadana del Cabildo Metropolitano, encabezada
por Andrés Bello. Estimular a la empresa a patrocinar proyectos que involucren a la
comunidad, donde se estimulara el empleo en personas con discapacidades, cerrar la brecha
tecnológica, administrar el mantenimiento de parques y otros espacios públicos, entre otros.
En un ambiente tan repulsivo a los empresarios, éstos deben entender su rol en una sociedad
donde la desigualdad alarma. Por supuesto que generar empleos y pagar impuestos es una
contribución. Pero no es suficiente. No fue para la Shell que se convirtió en la empresa líder
en la promoción del ambientalismo consciente del daño que la contaminación generada de
sus actividades estaba produciendo. El caldo de cultivo está ahí y el presidente Chávez se
nutre de él para estimular el resentimiento. No entender el rol social de la empresa y su
responsabilidad para evitar las desigualdades, es no haber entendido lo que ha ocurrido en
este país desde hace una década.

III.

Otro de los grandes fracasos de las malas políticas económicas desde Carlos Andrés Pérez,
hasta el Presidente Chávez, es haberle negado a las futuras generaciones la posibilidad de
disfrutar de la riqueza petrolera. Un padre responsable compra activos durante su vida para
dejarle un patrimonio a sus hijos.

Los países árabes como los Emiratos y Kuwait así como Noruega en Europa crearon fondos
de ahorro en función de las bonanzas petroleras. Lo llamaron fondos para las futuras
generaciones. El principio es bastante sencillo, pero en país como el nuestro puede sonar
como un pecado. Se trataba de ahorrar 10% de los ingresos petroleros y colocarlo en bancos
a bajo riesgo. Proponer esto en Venezuela puede despertar a muchos Rómulos Gallegos, o
muchos Presidentes Chávez clamando que esos recursos no pueden estar en bancos
mientras la gente tiene tantas necesidades. Bajo ese argumento se destruyó parte del sistema
monetario cuando el Presidente Chávez solicitó la transferencia de las reservas
internacionales al FONDEN.

El sistema monetario funciona como una cuenta corriente. El depositante va al banco, lleva
su dinero y el banco le otorga una chequera. Los cheques son un pedazo de papel que sólo
tiene valor si existe un respaldo en bolívares. De esta misma manera, cuando los
exportadores (principalmente PDVSA) venden dólares al Banco Central de Venezuela, el
banco aumenta sus reservas internacionales e imprime bolívares que le da a cambio al
vendedor de dólares. Los bolívares son como los cheques, que sólo tienen valor si existen
reservas internacionales que las respalden.
En todo caso, esos recursos ahorrados por algunos países exportadores de petróleo le han
servido para que al día de hoy reciban más ingresos por los intereses de sus ahorros que por
las exportaciones petroleras. Eso es una forma de hacernos menos vulnerables al petróleo.

Una de las propuestas en las que más insistimos durante la bonanza petrolera era la de
transferir parte los recursos del petróleo a un fondo de seguridad social. Más del 70% de la
población económicamente activa no tiene seguridad social. Y los que sí la tienen, tampoco
tienen un futuro muy prometedor. Salvo que la persona pertenezca a una institución o
empresa con planes especiales de jubilación como el Banco Central de Venezuela, la única
aspiración al retirarse del trabajo es hacer interminables colas en los bancos para ganar
sueldo minimo.

En otros países es mejor. La generación de japoneses que nacieron después de la segunda


guerra mundial entre 1947 y 1948 se jubilaron hace unos 4 años con más de 150 mil dólares
en sus cuentas.

Llama mucho la atención que la Constitución del año 1999 promueva la existencia de la
seguridad social para trabajadores por cuenta propia y que el Presidente Chávez haya
insistido en el intento de reforma de 2007 en la misma propuesta que ya estaba consagrada.
Para la enmienda de 2009 el Presidente puso todo su empeño en la reelección indefinida,
pero es lastimoso que no haya habido la misma insistencia en la creación de un fondo de
seguridad social.

La propuesta todavía es posible pero menos viable. No existen tantos recursos como los
hubo en los años de bonanza. Pero la idea sería crear un gran fondo solidario con recursos
de los ingresos petroleros, un fondo individual obligatorio y un fondo individual voluntario.
El fondo solidario es para repartirlo entre todos por igual en función de la antigüedad de
cada trabajador. El fondo individual obligatorio son los aportes qie debe hacer cada persona
para emparejar sus cotizaciones y el fondo individual voluntario es para que cada individuo
haga aoprtes adicionales si quiere ahorrar más de lo que se requiere.

Así como cada persona escoge el banco donde deposita sus ahorros, cada individuo debería
escoger dónde depositar su seguridad social. Si desea depositarla en un banco privado o
publico, e incluso en dólares para proteger los ahorros en el tiempo.
IV.

Cuando ganó el Presidente Chávez en 1998, una vecina me decía que ella lo que más
deseaba era el gobierno regulara los precios de los colegios privados. Yo creo que los
colegios privados deben ser supervisados en la calidad de sus maestros, los valores que
infunden y el contenido de las materias que instruyen. Pero creo que la labor fundamental de
Estado en la educación es la de invertir en escuelas públicas que superen la calidad de las
privadas. Las familias no deberían recurrir a los colegios privados para educar a sus hijos.
Los colegios públicos deberían ser la primera opción en educación. Y su calidad debería ser
tan buena que no debería haber deserción escolar y los egresados deberían tan competitivos
como los de los privados a la hora de ingresar a las universidades.

Si los gobiernos no desperdiciaran tanto dinero en expropiaciones, sobrefacturaciones,


comisiones, etc., habría más recursos para la educación.

Tanto la educación formal como la capacitación para el trabajo y la inversión en tecnología


son claves para desarrollo de un país. Para el desarrollo de la Venezuela Sin Petróleo. Pero
más aún, son la mejor forma de vencer la inflación. Sólo con trabajadores más productivos y
empresas con tecnologías más eficientes, así como reglas de juego claras, es posible tener un
mayor nivel de producción y a mejor precio. Más competencia y más productos para escoger
en el mercado.

Las universidades deben ser los grandes centros de producción tecnológica. El sistema
educativo debería estimular a los bachilleres a estudiar más ingeniería y menos derecho.
Deberíamos graduar más ingenieros que abogados. No es algo que sea sencillo. Estudiar
ingeniería es más complejo, pero una educación básica más científica y basada en la mejor
enseñanza de las matemáticas podría incentivar la presencia de más estudiantes de ingeniería
que de derecho.

Creo en la coexistencia de las universidades públicas y privadas y en la necesidad del


financiamiento de los estudios superiores. Pero creo que las empresas que se beneficien de
la producción de tecnología deben ser las que más deben invertir en las universidades.
Inclusive más que el Estado.
La exclusión de la educación superior no puede verse como un simple tema de falta de
universidades. Desconozco mucho la Universidad Bolivariana de Venezuela, pero estoy
seguro que no es un centro de producción de tecnología, sino de pensamiento ideológico.
Muchos de sus estudiantes han sido beneficiados con el ingreso en la universidad, que de
otra forma se les ha negado. Son buenos en el debate ideológico. Son buenos defendiendo
sus ideas socialistas. Pero dudo mucho que tengan un futuro promisorio en un mundo
competitivo, donde el conocimiento tecnológico priva sobre el debate de las ideas.
Venezuela necesita más científicos produciendo vacunas, diseñando computadores e
inventando chips.

Una de las inversiones claves que deberían estar haciendo las universidades y los centros
científicos es en el estudio de las nuevas alternativas energéticas. Debemos hacernos
competitivos en muchas cosas. En turismo, en tecnología, pero también en energías
alternativas. Esta es una necesidad que debemos enfrentar para el bienestar de nuestra
sociedad en la Venezuela Sin Petróleo. Incluso, creo que hoy deberíamos estar invirtiendo
en desarrollar, sobre la base del petróleo, nuevas formas de gasolina más limpia y barata. Así
tendríamos un país que podría competir con o sin petróleo en el siglo XXI.

V.

El debate sobre la salud es en esencia muy parecido al de la educación. La evidencia de que


nuestro sistema de salud pública está colapsado es la proliferación de pólizas de seguros de
hospitalización, cirugía y maternidad para los empleados públicos y, como consecuencia, la
sobredemanda de servicios en las clínicas privadas.

No se justifica de ninguna manera la falta de inversión en salud. Ciertamente los Barrio


Adentro forman parte de una cadena que podría ser mucho más exitosa. Esto significa para
mí que sí estoy de acuerdo con los módulos de Barrio Adentro, pero que los mismos tienen
que estar abiertos las 24 horas del día y deben ser financieramente sostenibles.

Uno de los grandes errores que se cometen tanto en la educación pública como en la salud
es creer que hacer una inversión en infraestructura es suficiente. Se construyen, se pintan, se
arreglan, se dotan y se abandonan. Ninguna inversión pública es eficiente sino es viable
financieramente. Los recursos para el mantenimiento y la dotación deben ser constantes y
deben haber sido previstos desde la construcción inicial o la remodelación.

Para ello el gobierno nacional, regional o local debe abrir una partida presupuestaria
constante y se deben crear incentivos en la administración de los centros de salud para que
no se pierdan los recursos asignados. Los centros de salud pública debe ser supervisados con
indicadores de eficiencia.

Creo que los gobiernos deben promocionar la salud preventiva. Estimular a las familias para
que tengan sus planes alimenticios y hacer ejercicios. Las familias también deben ser
responsables por su salud física. Cuando he acompañado los operativos de salud que hemos
hecho a través de las casas de la justicia me he percatado de la alarmante epidemia de
hipertensión que existe nuestros barrios. Los malos hábitos alimenticios, la carencia de
recursos, el fumar y el sedentarismo son causas fundamentales de las afecciones de salud que
sufren nuestros conciudadanos.

La principal responsabilidad de un gobierno en materia de salud es educar a su población


sobre las sus responsabilidades en la prevención de las enfermedades.

VI.

Otro de los puntos claves que quiero enfatizar es sobre los programas sociales. Muchas de las
políticas fracasadas como los controles de precios son concebidas como programas sociales.
Otra distorsión es la de otorgar pagos mensuales sin contraprestación de trabajo.

Como ya lo había indicado políticas como los controles de precio terminan favoreciendo a
los más ricos. Los programas sociales deben ser enfocados en las personas más pobres. Los
programas más exitosos a nivel mundial para combatir la pobreza están dirigidos
fundamentalmente a las madres más pobres.

Hemos visto programas muy loables que han fracasado estrepitosamente como los créditos
del Banco del Pueblo. Estos fracasos ocurren porque se enfocan en objetivos electorales y no
en combatir la pobreza. He visto gente que no quiere trabajar porque le regalan bolsas de
comidas o acuden a casas de alimentación donde se conforman con dos comidas al día. Esto
es terrible. Es gente que ha perdido la esperanza de un futuro mejor. Que desprecia el
progreso y el futuro. Este tipo de programas son diseñados no para combatir la pobreza sino
para fomentarla, para nutrirla.

Creo en las becas para los estudiantes y en programas de alimentación para los más
pequeños. Creo en microcréditos para las madres. Los programas sociales deben ir
enfocados hacia los más débiles: los niños, los discapacitados y las madres y los ancianos.

La administración de transporte público es clave en el desarrollo de un país. Es paradójico


que en medio de una hemorragia de expropiaciones, el transporte público sea
completamente privado. El Gobierno Nacional debería promover con las alcaldías y
gobernaciones niveles de administración del transporte público: organizado por rutas y
horarios, con servicios estándares y una tarifa uniforme. Unidades transportadas por gas
natural. Los transportistas actuales formarían parte de una empresa privada que presta el
servicio de conducción del transporte y recibirían todos los beneficios laborales de los cuales
hoy carecen. Con unidades transportadas con gas natural es más fácil sincerar el precio de la
gasolina sin afectar a los que menos tienen.

VII.

Durante la campaña por el NO en el referéndum revocatorio de 2007, estuvimos caminando


por el mercado municipal de la Pastora. Ahí conversé amablemente con tres señoras que al
principio se negaron a recibirme el volante, porque ellas eran chavistas. Abordé el tema de la
seguridad con ellas “eso no lo resuelve nadie”, me dijeron. En otra ocasión en el Boulevard
de Sabana Grande, mientras hacíamos un recorrido con unas pancartas que rezaban “Patria,
socialismo o muerte…47 venezolanos mueren diariamente a manos del hampa”, un joven
nos increpó comentándonos que la inseguridad no era culpa del Presidente Chávez porque
los “malandros no tienen 10 años”.

Estos comentarios son el fiel reflejo de cómo la habilidad comunicativa del Presidente y la
desesperanza se han apoderado de sus simpatizantes hasta el punto de creer que el
Presidente no tiene responsabilidad sobre este tema, o peor aún, que nadie lo resolverá.
Frente a esta situación he optado por hacerle recordar a la gente las películas de El Vengador
Anónimo, que mostraban una Ciudad de Nueva York hecha pedazos, tomada por la
violencia y la impunidad y que años más tardes, con el liderazgo de Rudy Giuliani logró
recuperar espacios para volver a convertirse en la metrópolis de siempre.

La inseguridad es un problema que tiene solución y sólo hace voluntad políticas y recursos
para ello. Debemos entender lo complejo del problema. Tiene que ver con la pobreza, pero
también con la impunidad y la ausencia de castigo.

Soy economista y la influencia de Gary Becker en mi pensamiento siempre me lleva a utilizar


el enfoque económico en los temas sociales. El delincuente lleva a cabo su fechoría siempre
y cuando obtenga un mayor beneficio que el costo de llevarla a cabo. En Venezuela delinquir
es gratis. No hay leyes ni probabilidad de ser castigado. El problema de la impunidad ha
agudizado el problema de la inseguridad. No se justifica que en los años de bonanza
petrolera haya aumentado la inseguridad.

La presencia policial y la prevención de delitos menores son un punto importante para


iniciar la lucha.

El desarme es crucial. En 2008 cuando fui jefe de campaña de Andrés

Bello para la Alcaldía
del Municipio Libertador tomé prestado el nombre de la Misión Vida que utilizaba mi
partido para crear un modelo de convivencia basado en dos programas fundamentales: el
proyecto Alcatraz y el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

El primero, es un modelo para el desarme. La idea es premiar a quien entregue su arma con
la reinserción en la sociedad y el modelo laboral. Aquí toma nuevamente la importancia la
empresa privada responsable que asuma el patrocinio del joven valiente que será evaluado
durante un tiempo prudencial y será guiado en su reinserción. La empresa recibe estímulos
fiscales.
El modelo del sistema de orquestas es para la prevención en los más jóvenes. La idea es
replicar el sistema no sólo en la música sino en el deporte, las artes escénicas, la literatura,
entre otros. Si los venezolanos nos uniéramos en torno a un programa como este fuéramos el
país mejor que todos soñamos ser.

Pero el problema de la inseguridad necesita mucho más. Necesitamos un sistema judicial


más eficiente y un sistema penitenciario que realmente permita la reinserción en la sociedad
de quiénes han sido condenados y pagado condena. Policías respetuosos de los derechos
humanos, honestos y bien pagados serán claves en el proceso de reforma del sistema.

Otros países han logrado superar la calamidad de la inseguridad. Países tomados por el
narcotráfico y la guerrilla, han enfrentado peores situaciones que la nuestra y han sido
exitosos. Debemos actuar antes de que la crisis de la seguridad llegue a extremos que sean
más difíciles de enfrentar.

Epílogo

Cuando terminé de escribir estas líneas se había producido la sentencia de los comisarios
Vivas, Simonovis y Forero y de varios comisarios de la Policía Metropolitana. Aunque la
noticia no era sorpresa pues no era un juicio penal sino político, no dejé de sentir
indignación por el ensañamiento de la justicia política sobre un grupo de honrosos
individuos sobre los cuales no pesaba una sola prueba contundente.

No sólo se trata de otro episodio más de injusticia, se trata de un nuevo intento por cambiar
la historia. Se trata de un nuevo intento por sepultar lo que en Venezuela ha sucedido y tratar
de interpretarlo de acuerdo a la manera de cada quien.

Al mismo tiempo se aprobaba la Ley Especial del Distrito Capital que permitirá el
nombramiento por el Presidente de una autoridad por encima del Alcalde Metropolitano de
Caracas quien fuera electo por la voluntad popular. Y por si fuera poco se aprobaba la Ley
de Reordenamiento Territorial que permitiría al Presidente igualmente elegir autoridades a
dedo por encima de los gobernadores electos por los votos.
El país se encuentra en este momento divido en tres grandes toletes, cada uno de ellos está
de espalda a los otros dos. Debemos encontrar el mensaje que pueda unificarnos. Quienes
estamos en la oposición lo hacemos porque creemos que este país puede ser mejor. Quienes
están en el oficialismo tienen la esperanza de que este país será mejor. Quienes son
indiferentes también aspiran a un país mejor.

Un país donde las madres envíen a sus hijos a la escuela con la certeza de que culminarán los
estudios para aspirar al futuro, donde los niños estén alimentados los suficiente para poder
estudiar y donde las escuelas públicas sean tan buenas o mejores que las privadas, es un país
mejor.

Un país donde los egresados de los liceos públicos puedan ganarle en los exámenes a los
egresados de los privados, es un país mejor. Un país donde cada uno decida qué estudiar y
hasta dónde quiere llegar sin que nadie te ponga techo, es un país mejor.

Un país donde salir del barrio vivir en el barrio no signifique santiguarse al llegar a la casa
sano y salvo, donde no tengas que quedarte en casa de otro porque se te hizo tarde y no hay
transporte para tu casa. Donde caminar por una calle o salir muy tarde no signifique buscar
la muerte, es un país mejor.

Un país donde los jóvenes vayan a una fiesta sin temor a que esta se acabe a tiros, un país
donde en las canchas se practique deporte y no se fume droga, un país donde el ejemplo a
seguir sea el éxito de los que progresan y no el patán con la pistola más grande, ese es un país
mejor.

Un país donde los obreros y los empleados sean propietarios y accionistas de sus empresas,
un país sin resentidos y un país sin explotadores, con trabajadores que conozcan la ruta del
progreso y empresarios que garanticen su inversión, un país donde cualquiera que lo desee
pueda tener una empresa, es un país mejor.
Un país donde nuestros productos sean nacionales y no importados es un país mejor. Un
país donde la inflación se combata con más producción, con más tecnología con obreros más
capacitados y no persiguiendo a quienes producen, es un país mejor.

Un país con carreteras seguras, con servicios de electricidad que no se interrumpan, con
acceso al agua potable es un país mejor.

Un país donde el obrero merezca respeto y sea incluido en las decisiones y empresario sea
socialmente responsable con la comunidad es un país mejor. Un país donde los programas
sociales sean para crear oportunidades y salir de la pobreza y no para estimularla y nutrirla,
es un país mejor.

Un país donde se produzca riqueza para repartirla y no envidia para repartir la miseria, es un
país mejor.

Un país donde gobernar sea para todos y no para un grupo, donde construir para unos no
signifique destruir para otros, donde no exija el color de una franela para optar a un
beneficio, es un país mejor.

Un país donde la libertad no signifique injusticia, donde la justicia no restrinja la libertad,


donde la justicia social y la libertad individual sean compatibles, es un país mejor.

Un país donde no tengamos que levantarnos con el amargo sabor de no querer las noticias
por no querer saber cuál es el peo de hoy. Un país donde los venezolanos nos levantemos
todos los días con ganas de trabajar, con ánimos de hacerlo crecer, con el empeño de ser
más productivo, ese es un país mejor.

No conozco a nadie que no crea que las cosas pueden ser mejor. No conozco a nadie que no
aspire a vivir mejor. Por eso tengo la convicción de que el mensaje que nos une es el de un
país mejor.
Venezuela, despierta, abre los ojos, esto puede ser mejor.

Hoy más que nunca se impone la necesidad de una visión estratégica de cómo salir de esta
pesadilla. No hay soluciones mágicas. Si fuera tan fácil como que los partidos se pongan de
acuerdo y ya, Mussolini, Hitler o Castro no hubiesen permanecido tanto tiempo en el poder.
Son líderes que se han conectado con su gente, que tienen apoyo popular, y bajo esas
circunstancias, los atajos sólo nos conducirán al fracaso o a la ingobernabilidad.

En 2010, Venezuela tendrá, según la Constitución, elecciones parlamentarias. Ante la


ausencia de talante democrático del Presidente de la República, ya muchas personas piensan
que no habrán elecciones. Otros creen que Chávez las pegará con las suyas en 2012. Mi
opinión es que el Presidente busca desesperadamente desmovilizar a la población,
desmotivarla para que pierdan la fé en el voto.

El voto ha sido un instrumento para demostrar que el Presidente Chávez tiene popularidad
pero no es una mayoría aplastante. Ha sido un instrumento para demostrar que cuando la
gente considera que los candidatos oficialistas no son tan buenos como el Presidente se los
pinta, prefieren elegir a un opositor como Ocariz o Capriles Radonsky. E incluso ha sido un
instrumento para demostrar que cuando la gente no entiende la propuesta del Presidente,
por mucho que lo quiera, no lo acompaña.

En 2005 cometimos el grave error de entregar el 100% de los diputados al oficialismo. Para
que tengamos idea de la magnitud de ese error, veamos sólo este resumen: de allí vinieron la
Ley Habilitante que permitió al Presidente aprobar 27 leyes de un solo plumazo, la
Enmienda Constitucional del 15F y la Ley del Distrito Capital. Allí se eligió al Contralor
General de la República, al Fiscal, la Defensora del Pueblo y los magistrados del Tribunal
Supremo de Justicia.

El General Raúl Isaías Baduel en su libro Mi Solución propuso la Asamblea Nacional


Constituyente. Para mí, los venezolanos que nos oponemos al mandato del Presidente
Chávez debemos encauzar nuestras energías en la convocatoria a las elecciones
parlamentarias.
Muchos dirán que soy un ingenuo, que Chávez no permitirá otras elecciones. Y es cierto.
Pinochet tampoco las quiso. Pero la concertación chilena generó una presión suficiente para
lograr el plebiscito. Si somos políticos, si nos hacemos llamar líderes, si logramos posicionar
ese liderazgo en la calle, si logramos posicionar un mensaje sólido y coherente, el mensaje
que venda la esperanza del país mejor, lograremos entonces construir la mayoría que gane las
elecciones parlamentarias o que se movilice para presionar, desde la calle, la realización de
estas elecciones.

Le gente ha demostrado consistentemente que está dispuesta ha resolver los problemas y


manifestarse en las urnas. Los más de 5 millones de votos que obtuvo el NO el 15F de 2009
lo demuestran. La gente se movilizó para votar. Pero nunca veremos a esa cantidad de gente
movilizando para protestas masivas, a menos que el esfuerzo de dejar de hacer lo que están
haciendo sea compensando con el hecho de que participar tendrá un resultado definitivo.

El resultado definitivo lo veremos en las urnas y en los escaños obtenidos. Y desde la


Asamblea Nacional, construir el espacio necesario para el proyecto de todos los venezolanos:
Venezuela sin petróleo.

Siempre con la convicción y la esperanza que se puede hacer mejor, lo podemos hacer mejor
y lo vamos a hacer mejor.
Bibliografía

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