Enrique del Olmo es miembro de la asociación No Nos Resignamos. Rubén Caravaca
lo es de la Plataforma Cultura contra la Guerra
Lo hemos conseguido: se acabó el periodo aznarista. Lo decimos con satisfacción y con
alegría aunque ésta puede parecer incompatible con el dolor, pero la mejor lección de coraje cívico nos la dieron los heridos y familiares de las víctimas que, sobreponiéndose, fueron capaces de ir a votar como homenaje a los asesinados y como ejercicio de la democracia con sobrecogedoras mayúsculas. Madrid es capital del dolor, pero, como dijo Saramago, al final de la manifestación del día 20 en la Puerta del Sol, "Madrid es también la capital moral de Europa". El Partido Popular ha perdido las elecciones, superado de forma clara por el PSOE. La suma de los votos obtenidos por PSOE e IU supera en más de dos millones y medio de votos a los resultados obtenidos por el PP, distancia que aumenta si tomamos en cuenta el apoyo obtenido por fuerzas políticas progresistas como ERC, BNG o CHA. El PP ha tenido un retroceso generalizado en todas las comunidades, fracasando de forma espectacular en la mayor parte de aquellas en las que no gobierna la derecha, pagando la factura por su sectarismo y por su desleal comportamiento discriminatorio y hostil hacia ellas. Su debacle en Cataluña, donde las fuerzas del tripartito han superado el 60% de los votos, o su fuerte retroceso en el País Vasco, que le deja muy por detrás del PSE- PSOE y arruina su plan de consolidarse como el partido representante del electorado "no soberanista", erosionan profundamente algunas de las estrategias con las que pretendía asegurarse una larga dominación. La agresiva respuesta de importantes ministros, dirigentes y una parte de militantes del PP, no puede ocultar la gravedad de la crisis política a la que se aboca la derecha, a pesar de su importante fuerza electoral. Grandes amigos de hace cuatro días hoy toman distancias, los tibios se vuelve críticos y los críticos conspiradores. Lo hemos conseguido todas y todos, millones de personas. Lo hemos conseguido porque el domingo 14 de marzo fuimos a votar, pero también y sobre todo porque nos manifestamos contra la guerra, porque hicimos la huelga, porque defendimos a Galicia ante la catastróficamente gestionada catástrofe del Prestige, porque hemos denunciado las contrareformas educativas y el Plan Hidrológico, porque hemos entendido que la cultura requiere libertad. Lo hemos conseguido porque nos hemos hartado de mentiras y de guerra, lo hemos conseguido porque el 12 de marzo llenamos las calles de nuestras ciudades para gritar nuestra solidaridad con las víctimas de la matanza del día anterior y para exigir la verdad, echando por tierra la voluntad sectaria de quien quiso apropiarse de nuestra protesta y porque la rebelión espontánea de miles de personas el día 13 de marzo cortó de cuajo la persistencia del Gobierno en la manipulación y la mentira, actuando como altavoz en todo el mundo de la añagaza antidemocrática en la que el Gobierno Aznar quería que se diesen las elecciones del 14-M. La sociedad civil se ha movilizado, desde los movimientos sociales como No Nos Resignamos, la Plataforma Cultura contra la Guerra y el Foro Social de Madrid, a los que de forma jocosa algunos amigos denominaban "el tripartito de Madrid", se ha intentado dar una respuesta sin respiro a los coletazos del aznarismo. El mismo día del atentado las dos primeras asociaciones habían convocado a un acto público en las calles de Madrid para proyectar la extraordinaria contribución del mundo del cine a la derrota de la derecha: Hay motivo. Dicho acto se transformó en un acto de recuerdo a las víctimas y fue leído por Juan Diego Botto, un comunicado conjunto apoyado también por el Foro Social y por la Coordinadora de ONGDs, llamando a la movilización electoral el 14 como respuesta democrática al atentado. El día 12 se concurrió a la masiva y pacífica ocupación de las calles por parte del pueblo de Madrid, a pesar de las increpaciones de sectores de la derecha al mundo de la cultura y del intento de control por parte del Gobierno de la repulsa de los ciudadanos. Ese día el "queremos saber quién ha sido" empezaba a convertirse en la seña de identidad de la exigencia cívica. El sentimiento de rechazo empezaba a cristalizar en voluntad de cambio y, por si fuera poco, los mensajes de móvil convocando ante la sede del PP el sábado día 13 acabaron de derrumbar el cerco "sanitario" con que los Aznar, Acebes, Rajoy y Zaplana querían ocultar la verdad. La exigencia se vinculaba ahora a las elecciones del día siguiente: "queremos la verdad antes de votar". Cuando nos llegaron noticias de que en decenas de ciudades se estaba saliendo a exigir lo mismo, sabíamos que íbamos a romper la mentira. Cuando a las 8 de la noche nos notificaron la rueda de prensa de Acebes comunicando las detenciones, supimos que habíamos derribado el muro. Cuando por la noche, poco antes de la cacerolada y de la concentración en Sol, Rajoy salía como Ministro de Gobernación a señalar la ilegalidad de las protestas ciudadanas, sabíamos que el PP estaba sin rumbo. El emocionado recuerdo a las víctimas a las 2 de la madrugada en Atocha era a la vez un compromiso firme de todos de derrotar la infamia en las urnas al día siguiente. El triunfo socialista, así como la clara mayoría absoluta tanto en votos como en escaños contabilizada por la totalidad de las fuerzas de izquierda, es síntoma de un cambio no sólo de gobierno sino también de tiempo. Ya anunciado tibiamente en las municipales y autonómicas del 25-M, proceso cortado por el fiasco de la Asamblea de Madrid, retomado con el triunfo claro de las fuerzas de izquierdas y del nacionalismo progresista en Catalunya y que explota ahora, con la ayuda del desgraciado catalizador de la desvergüenza del PP ante el brutal atentado de Madrid, en la nueva mayoría política en el Parlamento español. El nuevo gobierno de Zapatero ha sido recibido con alborozo, sobre todo por la losa que la ciudadanía se quita de encima. Se respira un nuevo aire más limpio, donde de nuevo la gente se siente protagonista de la situación. Las expectativas generadas son muy grandes tanto nacional como internacionalmente. Sin embargo, Zapatero y el Gobierno deberán tener muy en cuenta que una parte significativa de los votos recibidos por el PSOE son, ante todo, votos de repudio al PP y expresión de una necesidad vital de cambio: "no nos falles". Si Zapatero y el PSOE entienden que no han recibido un cheque en blanco, sino una oportunidad, cuyo aprovechamiento va a estar sometido a la vigilancia de un poderoso y espontáneo movimiento ciudadano al que no debe ignorar, ningunear o tratar de desactivar, por muy crítico que en ocasiones pueda mostrarse, el cambio democrático que se puede operar en España puede ser histórico. Algunas personas han hablado de la "segunda transición", esperemos que sin los déficit de la primera. Y también deberá ser consciente de que no cuenta con mayoría absoluta y está obligado a tomar en consideración la presencia de otras fuerzas políticas, especialmente las de signo progresista. Que debe abrirse a la colaboración con otras izquierdas, incluyendo a las de ámbito territorial específico, con una importante representación en el Parlamento. Habrá dificultades, pero la ocasión es extraordinaria. Nos animamos a decir algo que quizá suene a herejía: Zapatero está en mejores condiciones para abordar los problemas que cuando llegó Felipe en 1982 con mayoría absoluta. Razones varias: - Una explosión de protagonismo de la sociedad (movilizaciones precedentes) que refleja una maduración democrática superior, no haciendo depender todo de la confianza en "el líder" o "el partido". - Una situación económica mucho más favorable que la de 1982, en la que se coincidían inflación incontrolada, desempleo cercano al 20%, reconversión industrial, fuera de la Comunidad Económica Europea, reestructuración económica, fuertes desajustes presupuestarios, con crisis bancaria, fuga de capitales, con déficit de infraestructuras, sin casi estado del bienestar, etc. - Con un alto apoyo político, las fuerzas parlamentarias van a votar la investidura sin contrapartidas, al contrario de lo que sucedió en 1993 y 1996. - Con una altísima disposición al diálogo de los gobiernos autonómicos para la generación de una nueva institucionalidad. - Con una alta expectativa en el terreno internacional en la Unión Europea, en América Latina, en los países mediterráneos. - Con un tremendo contrapunto negativo como ha sido la política de la derecha en la última legislatura, que hace brillar las medidas progresistas y democráticas que tome. - Una situación crítica de ETA tanto desde el punto de vista político como operativo (lo que no significa que no pueda atentar, pero a un precio político tremendo). - Las medidas iniciales a las que está comprometido dependen de la voluntad y del acuerdo político y no de la disponibilidad económica (si exceptuamos vivienda). Algunos ejemplos de esto último: retirada de tropas de Irak y giro en la política internacional; reforma de los medios de comunicación públicos y desaparición de los Urdaci de turno; ley integral contra la violencia de género; derechos de los matrimonios de gays y lesbianas; freno a los desmanes educativos del binomio PP/Iglesia; negociación con las autonomías... Posteriormente se abordarán temas sustanciales que implicarán el esfuerzo del Estado para rearmar la protección social, la sanidad, la escuela pública, la inversión en I+D+I, pero Zapatero tiene por delante agenda política no marcada por los problemas económicos, sino por la reforma política y la regeneración democrática. Además, desde nuestro punto de vista, la derecha se encuentra desarticulada políticamente. Aznar la ha dejado hecha unos zorros, hay que darse cuenta de que hoy está atrapada entre la herencia mortal del tercero de las Azores y la necesidad de un nuevo discurso político. Si el PP se opone a todas las propuestas del Gobierno PSOE que vayan en dirección del diálogo, la paz, la unión europea, el entendimiento con Cataluña, Euskadi, Andalucía, Aragón, etc., va a quedar cada vez peor y sólo se reafirmará en ese sector de derecha reaccionaria y predemocrática. Si entra a otro tipo de juego político, deberá desprenderse de toda la política generada por el Aznarato. Esto no significa que Zapatero lo vaya a tener fácil, gobernar nunca lo es. Por descontado, no todo podrá hacerse de inmediato, pero tampoco podrán posponerse indefinidamente las medidas que deban ser tomadas para cumplir los compromisos o para asumir exigencias sociales justas. En definitiva, el gobierno que presida Zapatero debe entender que el movimiento ciudadano que le ha impulsado hacia la mayoría y está dispuesto a ser su aliado para realizar el cambio y hacer frente a cualquier intento de frustrar esta nuevo impulso reformador, también será un agente crítico que ha sabe que tiene voz y tiene fuerza, que un correo electrónico o un mensaje telefónico puede desencadenar una avalancha, que cada persona puede ser un centro de iniciativas. Un nuevo tiempo se abre, para el gobierno, para los partidos políticos y organizaciones sociales, para las nuevas formas de articulación e iniciativa ciudadana. Un tiempo apasionante lleno de posibilidades y como siempre no exento de grandes dificultades, pero de nuevo sentimos que volvemos a ser los ciudadanos los que tenemos algo que decir y aportar. Ese es el reto.