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Texto publicado en el catálogo del festival La Mar de Músicas, en el verano de 2009, con motivo de la edición dedicada a Marruecos, en colaboración con Yolanda Agudo.
Texto publicado en el catálogo del festival La Mar de Músicas, en el verano de 2009, con motivo de la edición dedicada a Marruecos, en colaboración con Yolanda Agudo.
Hak Cipta:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
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Texto publicado en el catálogo del festival La Mar de Músicas, en el verano de 2009, con motivo de la edición dedicada a Marruecos, en colaboración con Yolanda Agudo.
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Nos separan tan sólo 14 kilómetros pero parece existir un
abismo, un océano. Marruecos, junto a Egipto, son los países de referencia del Norte Africano, quizás por su situación geográfica o tal vez por su historia, no sea casual el gran peso de ambos en todo el mundo árabe.
Nadie niega los avances del vecino magrebí,
infraestructuras, reformas legislativas… pero es indudable que la mayoría de la población vive alejada de la clase política, como muestra las elecciones de 2007 donde solo un 37% de la población inscrita para votar ejerció este derecho, siendo únicamente un 20% del total de la población en edad de votar la que participó.
El distanciamiento entre política y ciudadanía viene
marcada sin duda alguna por una clase política presente ya en tiempos de Hassan II que no ha sabido dar paso a nuevas generaciones y dirigentes, alejándose de las nuevas realidades del país. La que representan la mujer, la juventud, los medios de comunicación, la cultura… entre otros agentes del cambio marroquí.
Muchos de las transformaciones son auspiciadas por la
Casa Real convirtiéndose en un motor de determinados cambios, aspiraciones más ambiciosas que las que representan muchos de los dirigentes políticos tradicionales envueltos en múltiples controversias, luchas internas y un inmovilismo alarmante.
La nueva realidad marroquí tampoco se nos muestra a este
lado del Estrecho. Se habla de ella en términos negativos (emigración ilegal, tráfico de drogas, terrorismo…) pocos comentarios en sentido inverso. El sensacionalismo prima sobre lo real. La sociedad del espectáculo tiene que asegurar titulares que jueguen a la confusión, al equívoco, al rechazo. Los cambios, avances, transformaciones… se silencian. Aunque sean pequeños, -no se debe caer en la trampa de comparar situaciones que nada tiene que ver social, económica, política y religiosamente- son puertas abiertas a la esperanza. Las leyes no cambian las realidades pero ayudan si existe voluntad política. Nuestra transición democrática es uno de los mejores de los ejemplos.
Cualquier acercamiento al cercano país es mirado con una
lupa gigante que no es utilizada cuando la aproximación es a otros territorios. Una islamofobia que aparece en determinados momentos e impide que la población marroquí existente entre nosotros, alrededor de un millón de personas, no pueda relacionarse y convivir con la normalidad que lo hace otras comunidades de procedencias diversas.
Hay un olvido histórico del papel que el país tuvo para
nuestra diáspora política, económica y cultural. Se comenta el papel desempeñado por Argentina, Chile o México en la misma. Se olvida que al Magreb emigraron muchos españoles tras la Guerra Civil, quizás los más humildes. Significativa es la omisión histórica de los cerca de 1000 marroquíes, tunecinos y argelinos que lucharon como voluntarios en las Brigadas Internacionales o el papel destacado en defensa de la República desarrollado por Muhammad Hassan al Wazzani, nada que ver con lo que siempre se ha contado sobre la implicación de “los moros” en nuestra guerra.
LA LLAMADA DE MARRUECOS
Marruecos es tierra de acogida cultural. En Tánger se
editaba el diario España (1938-1971), que llegó a dirigir Eduardo Haro Tecglen, único periódico español donde se informaba del papel de los aliados en la II Guerra Mundial, imposible de hacerlo en el resto del país en aquellos años. “La ciudad, en palabras de Paul Morand, fue la más africana de Europa y la más europea de África”.
En sus calles y moradas pasaron largas estancias, en
diferentes épocas, Carmen Laforet, Alejo Carpentier, Emilio Sanz de Soto, Vicente Aleixandre, Eduardo Haro Ibars, Pio Baroja, Rubén Darío, Rodrigo Rey Rosa o el mencionado Haro Tecglen, entre los hispanos. También Tenesse Williams, Paul y Jane Bowles, Oscar Wilde, Mark Twain, Alejandro Dumas, Samuel Beckett, Gore Vidal, Truman Capote, Jean Genet, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Djuna Barnes, Cecil Beaton, Patricia Highsmith … y muchos más. Lo que allí acaece da origen a una de nuestras mejores novelas “La vida perra de Juanita Narboni” de Ángel Vázquez. El escritor tangerino trabajó en la librería Des Colonnes en el Bulevard Pasteur donde se podrían adquirir aquellos libros imposibles de conseguir en nuestro país, como ocurría en Perpiñán para los que viajaban desde nuestro norte peninsular. Son años donde todo parece girar en torno a la gay society o la generation beat.
La luz impresionó a Eugène Delacroix y a Henri Matisse que
la impregna en obras como “Los Marroquíes”, “El rifeño de pie” o “La puerta de la kasba” definiendo a la ciudad como “el paraíso de los pintores”.
Esa calidez está muy presente en la música. El americano
Randy Weston se aproxima a la música gnawa conectándola con el jazz y el blues, fundando en 1970 el African Rhythm Cultural Center. Eduardo Paniagua centra allí parte de su trabajo con Omar Metioui. Luis Delgado publica “Tánger” título del disco de la trilogía andalusí que se completa con “El sueño de Al Zaqqaq" y "El hechizo de Babilonia". Recientemente los alemanes Dissidenten se unen con Jil Jilala para dar forma a “Tanger sessions”. Carlos Paniagua y Begoña Olavide establecen su taller de “Confluencias musicales”. La música envuelve toda la ciudad en cafés como el Hafa, el París, Dean's Bar o Tanger Inn y en los más diversos lugares.
Saliendo de Tánger en dirección a Asilah tras pasar Larache
se llega a El Ksar el Kbir, donde se encuentra la antigua frontera del Protectorado español. Kilómetros más adelante hay una desviación hacía la carretera 410 cuyo destino es Derdara y Chauen. Poco después de tomarla, entre los pueblos de Taloft y Tefeer, hay una desviación que lleva a Jajouka. A mediados de los 50 el escritor estadounidense William Burroughs consigue llegar a esta pequeña aldea rifeña, todavía hoy inexistente en los mapas de carreteras. En “The Ticket that Exploded" relata aquella experiencia que unos años antes Jack Kerouac parece reflejar “En el camino”. Viajes en el tiempo y en el espacio.
Años después el rolling que nunca llegó a envejecer, Brian
Jones, se enmarca allí en una aventura musical. The Rolling Stones acaban de grabar “Beggars Banquet” (1968) Jones está cada vez más cansado del grupo. Las drogas, las giras, los conciertos, la fama… comienzan a cargarle. El grupo viaja a Marruecos, poco más de dos horas desde Londres, para distanciarse de su rutinario habitual. El fundador de la banda más emblemática de la historia del rock descubre nuevas sonoridades. Músicas y sonidos con cientos de años de existencia. Cuando retorna a Tánger donde conoce a Paul Bowles, queda impresionado por la labor de investigación musical del escritor americano, que podemos descubrir en “Black star at the point of Darkness”. Ese mismo verano es detenido por la policía británica. Tras su puesta en libertad retorna a la ciudad norteña donde el pintor americano Brion Gysin, para quien Tánger “durante aquellos años era el paraíso en la tierra”, le traslada a Jajouka. Cree imprescindible grabar la riqueza musical que acaba de descubrir haciendo viajar desde Londres al técnico habitual de la banda británica. Para lograrlo tiene que convencer Hadj Abdesalam Attar, padre de Bachir Attar. Aquella cinta grabada en condiciones rudimentarias se ha convertido en una leyenda de la música actual, editándose en 1971 con el título “Brian Jones Presents The Pipes of Pan at Jajouk” aupando a los Master Musicians of Jajouka a un lugar de privilegio en la historia de la música popular a nivel mundial y su presencia, a propuesta de Bowles, en la banda sonora de “El cielo protector” de Bernardo Bertolucci.
Jones fallece en el verano 1969 no se sabe sí ahogado,
asesinado o por sobredosis, la leyenda siempre le acompaña. El buscador de nuevas historias, sonidos e instrumentos. El primer músico heterosexual que se atavió con vestimentas femeninas. El fundador, carismático, innovador, el más experimental de los Stones, despedido del grupo un mes antes de fallecer, aquel que manifestaba “Mi última intención en la vida es ser una estrella del rock”. El primero músico rock que tuvo que comparecer ante un tribunal por un tema de drogas. El amor imposible de Andy Warhol, el íntimo de Bod Dylan pasó también a la historia de la música popular por su acercamiento a la música marroquí. Sus pasos lo continuaron Peter Gabriel, Led Zeppelin, Ornette Coleman o Lee Ranaldo de Sonic Youth. Bachir Attar intenta continuar con Ranaldo la labor emprendida por Jones y su progenitor. La gratitud de Bachir, nada de extrañar ya que los Stones les cedieron parte de los derechos de autor del disco grabado en Jajouka, le llevó a componer “Ibrahim Jones” como homenaje al amigo fallecido. Han pasado cuarenta años y su recuerdo en el Rif sigue indemne.
ROLLING STONES Y BEATLES MADE IN MARRUECOS
Hay Muhammadia es un barrio de Casablanca. Allí, a finales
de los sesenta, cinco jóvenes músicos forman un grupo que transformará la música del país, se trata de Nass El Ghiwane. Elaboran una música tradicional y contemporánea, religiosa y profana, culta y popular. Letras reivindicativas que denuncian abusos y corruptelas. Textos que hablan de paz, de concordia. El término Ghiwane se utiliza para definir aquellas personas que a lo largo del tiempo logran transmitir de formar sencilla la realidad y circunstancias de un pueblo que carece de otras vías de expresión.
Podían escoger el camino fácil del exilio, pero prefieren ser
la voz de los sin voz en unos momentos nada fáciles. Sus seguidores se cuentan por miles simbolizan la esperanza de cambio que todos anhelan. A pesar de las bajas, acaecidas a lo largo de estos años, el grupo prosigue con el mismo espíritu y filosofía inicial. Juan Goytisolo comentó sobre ellos “sus canciones expresan la incertidumbre y angustia ante una situación histórico-social deteriorada e injusta, la soledad del hombre condenado a la erranza en un mundo corrompido y sin horizontes”. El director de cine Martin Scorsese incluyo, a propuesta de Peter Gabriel, el tema “Ya Sah” en su polémica película “La última tentación de Cristo” (1988) definiéndoles como los rolling stones africanos.
Al-Arbi Batma era el líder carismático del grupo, hasta su
muerte en 1997, además de una personalidad reconocida del teatro y la poesía. Una voz crítica contra la injusticia y la opresión que sufren los más desfavorecidos. En sus novelas, autobiográficas, pone al descubierto la realidad del país en las décadas de los ochenta y noventa y la labor desarrollada por el grupo en aquellos años.
Casablanca es la capital económica de Marruecos y
Marrakech la turística. Separadas apenas por 250 kilómetros que se recorren sin ninguna dificultad por la autopista que las une. En la “ciudad roja” se formó a principios de los setenta un grupos de estudiantes de artes escénicas, liderados por Moulay Tahar, denominado Jil Jilala. Toman el nombre de la gran cofradía de igual apelativo cuyos seguidores pretenden alcanzan el misticismo espiritual a través de la música, recitando textos coránicos con coros envolventes. Partiendo de esta base tradicional no dudan en incorporar sonoridades actuales acompañadas de textos de alto contenido social que les lleva a triunfar en el Olimpia de París. Su competencia con Nass El Ghiwane hizo que se les presentara como los beatles marroquíes como alternativa a los stonianos de Casablanca. Como ya se ha indicado, recientemente han grabado con Dissidenten un nuevo álbum. Fue Holger Czukay líder del grupo de rock alemán Can el pionero en introducir toques bereberes en “Movies” (1979), con anterioridad a Embryo, grupo que dio origen a Dissidenten. En dos de las composiciones más conocidas de estos últimos, “Sahara Elektrik” y “Fata Morgana” están presentes algunos de los integrantes del tercer gran grupo de la escena urbana marroquí de aquellos años, Lemchaheb.
El 1 de mayo de 1974 tuvo lugar la puesta de largo de esta
banda surgida en el famoso Café La Comédie de Casablanca. Animados por Moulay Chérif, hijo del gran músico oraní M’Barek El Boudnibi, que interpreta la mandolina, un instrumento nada habitual para una formación que aproxima la música gnawa al pop comercial. El contenido de sus temas es bastante similar a los tratados por Jij Jilala y Nass El Ghiwane. Son los “años de plomo” de la dictadura de Hassan II, un régimen absolutista, totalitario y policial donde la libertad de expresión está ausente, utilizándose métodos poco ortodoxos para sofocar cualquier expresión crítica. En este difícil contexto, con cárceles llenas de opositores y críticos, la música tiene una trascendencia que sobrepasa su contenido artístico. Los integrantes de Lemchaheb se convierten en precursores al abordar cuestiones como el paro, la emigración ilegal, el sida o la deficiente educación lo que acarreó que miles de jóvenes se identificaran con sus canciones.
Tras su separación el grupo volvió a unirse para un
concierto el 16 de mayo de 2003 en Casablanca. Ese mismo día estallaban varias bombas en la Casa de España, y otros lugares de la ciudad, dejando un saldo de más de una treintena de fallecidos y un centenar de heridos. El 20 de octubre de 2006 fallecía de cáncer su líder durante estos años.
LOS MARRUECOS MUSICALES
Lo anterior solo son algunas referencias, quizás las más
conocidas o mediáticas de las músicas conocidas de Marruecos Quizás es más correcto hablar de más de un Marruecos. El rifeño, el saharaui, el bereber, el árabe, el sefardí, el subsahariano, el europeo… todos ellos con sus propias connotaciones musicales que muestran las diferentes realidades culturales existentes.
La cultura bereber es la más antigua. De procedencia rural
se manifiesta en todo tipo de actividades sociales (fiestas, bodas, nacimientos, relacionados con las estaciones, los trabajos…). Música y baile en común. Cantos que se acompañan de diferentes tipos de percusiones. Géneros heterogéneos (cabil, amazigh, tuaregs…) que poco tiene que ver entre sí. Pueblos de tradición oral que transmiten sus conocimientos de manera similar a como se hace con el Corán desde la infancia. Una manera de intervenir colectivamente desde la individualidad. Los profesionales que se dedican a su difusión, desplazándose de de localidad en localidad, son los rways y los imdyazn. En el Rif suelen acompañarse de flautas, ghaitas y tebel. Son las músicas envolventes que cautivaron a Paul Bowles y a Brian Jones, entre otros.
El grupo femenino B'Net Houariyat de Marrakech es uno de
los mejores exponentes de este tipo de música. Han colaborado con artistas muy dispares grabando y actuando recientemente con Kepa Junkera en el Teatro Mohammed V de Rabat. Originarias de la región de Bouara, llanura fértil que se extiende desde Marrakech a las puertas del desierto, “las chicas de Marrakech” como se traduce su nombre, constituyen una agrupación musical singular. Sus espectáculos, bajo la dirección de Khadija el Ouarzaza, están llenos de magnetismo y encanto que continúan la tradición familiar de las artistas houari. Habituales en todo tipo de ceremonias sus cantos acompañados de percusiones hipnóticas llenas de fuerza, transportan al público a un estado de trance similar al de las mejores puestas en escenas del rock o de la música electrónica. Canciones y danzas de mujer poseída, interpretados con energía, aunando la música oral beréber y la tradicional subsahariana. Cantos a la vida y al amor, en forma de fiesta, hacen de ellas una referencia ineludible de las músicas de Marruecos que les ha llevado a compartir escenario con Jean Michel Jarre en Marzouga, en el pleno desierto.
La música gnaua es de las más difundidas y a su vez
aunque parezca una paradoja, desconocida. Procede de las antiguas ceremonias de los esclavos negros subsaharianos. El término gnaua hace referencia a un grupo étnico- religioso minoritario pero con una amplia presencia sobre todo en Marruecos. Su origen hay que buscarlo en primer lugar en los esclavos originarios de Sudán y más tarde, entre los siglos XI y XIII, en los diversos contingentes de esclavos negros provenientes del antiguo reino de Ghana (lo que es hoy Malí, Burkina Faso y Senegal) hacia Marruecos, Argelia y Túnez. Se dice que las qraqeb (dobles castañuelas metálicas), instrumento omnipresente en las cofradías gnaua, tienen su origen en los grilletes que llevaban los esclavos. La importante concentración de la comunidad negroafricana que se da en ciudades como Marraquech y Esauira se debe a que ambas ciudades habían sido importantes mercados de esclavos conectados a la ruta transahariana. Los descendientes de estos esclavos, junto con otras poblaciones negras libres emigrantes llegadas a través de las rutas caravaneras, se mezclaron con la población local y formaron un colectivo que pese a su origen diverso adquirió identidad propia gracias a la figura de Sidi Bilal, el primer esclavo de origen etíope liberado por Mahoma y que fue primer muecín del Islam. Organizados en cofradía, crearon un culto original y un movimiento cultural distintivo mezclando las distintas aportaciones africanas (songhai, fulani, hausa, fulbé o bambara) con las arabo-beréberes, en un cóctel cuyas características dependerán de la zona en que se desarrolle. La conexión gnaua proporcionó los elementos de enlace entre las músicas árabes del norte y las músicas de herencia negroafricana del Sahel. Sus ceremonias adquirieron una especificidad musical que mezclaba el misticismo sufí con los ritmos del África occidental preislámica. También en algunos de los textos de los cánticos, que hablan de sufrimiento, cautiverio y exilio, se hace referencia a estos orígenes. Danzas, cantos y rituales sincréticos para alcanzar el trance, la protección divina, expulsar demonios y curar enfermedades, suele ejecutarse en las diferentes cofradías. Se realiza con el guimbri, instrumento de tres cuerdas, una de acompañamiento y las dos restantes para realizar melodías, que produce un sonido grave y continuado, y las mencionadas qraqeb o cárcavas, una especie de castañuelas dobles metálicas, acompañándose de trajes coloridos con elementos decorativos muy llamativos.
Maalem Hamid El Kasri con una propuesta musical
novedosa se ha convertido en uno de los renovadores de este estilo musical llegando a ser uno de los artistas más populares. Maâlem Abdenbi E Gadari cuenta con dilatada carrera internacional y su presencia es habitual en los escenarios europeos. En paralelo ha surgido un movimiento que fusiona la música gnaua con instrumentos eléctricos (bajo, guitarras, teclados…) y sonidos urbanos (rock, rap, reggae, ska…) desarrollando uno de los estilos con identidad de las nuevas músicas del país. El grupo de Casablanca Darga es quizás uno de los más reconocidos en este tipo de música que conjuga tradición y modernidad abriendo las puertas a otros grupos que intentan proseguir sus pasos. Sus actuaciones en algunos de los festivales más importantes de Europa ha permitido el conocimiento de las músicas actuales de Marruecos al público del viejo continente contribuyendo a romper tópicos musicales y mostrando una realidad hasta hace muy poco desconocida e ignorada desde su embrión, de la que solo se tenían referencias por las aportaciones externas de artistas como Randy Weston y Bill Laswell o los desparecidos Gnawa Diffusion.
La música andalusí surge con la llegada Abu al Hassan Alí
Ibn Nafeh, conocido como Ziryab, desde Bagdad a la corte de Abd-al-Rahman II en Córdoba. Músicas profanas distantes de las músicas litúrgicas y gregorianas que imperaban en aquellos años en Europa. La mezcla entre la música de Ziryab y la occidental, desarrollada por el compositor zaragozano Ibn Baya, fallecido en Fez en 1139, produciendo un estilo nuevo que se divulgó por toda la Península y el Norte de África, desarrollándose la nuba. Algunos estudiosos mantienen que nuestro Himno Nacional tiene su ascendencia en una nuba del autor aragonés. En Fez, Tetuán, Chauen o Rabat se fundaron importante escuelas musicales andalusis. Algunos de sus maestros han grabado y actuado con artistas como Eduardo Paniagua, Enrique Morente o Juan Peña El Lebrijano.
Aunque los judíos comenzaron a abandonar la Península a
finales del siglo XIV, su expulsión definitiva fue decretada por los Reyes Católicos en 1492. La mayoría se establecieron en el norte de África, manteniendo su idioma, cultura, liturgias y las actividades musicales que desarrollaban en la Península que uniéndose a las propias de Marruecos dieron consigo una música, sefardí, con identidad, teniendo en Fez, Tánger y Tetuán sus principales lugares de identidad. Si hay una música popular en Marruecos es la chaabi, que significa precisamente eso popular. Se escucha por todos los lugares, una mezcla de sonidos árabes, africanos y occidentales que llenan de sonoridad todo el país. Najat Aatabou es una de sus representantes más cualidad por su manera de mostrar la realidad, con especial referencia al papel desempeñado por las mujeres, pero también por la forma de entrelazar las palabras.
Nacida en 1960 originaria del Atlas está considerada como
la gran estrella de este género musical mostrando un fuerte interés por reconocer las tradiciones culturales del país. Es una de las más firmes herederas de la cantante Haomu Yazidi y referencia obligada de la canción árabe y bereber actual. Debutó en Francia en el Olympia de París en 1984. Posee una de las voces con más peso de la música marroquí que combina con una energía que se vuelve explosiva en el escenario donde discurren sus movimientos provenientes del jedba, un ritual trance del norte de África. Sus conciertos y su visión progresista llegan de lleno a los corazones del público, que la han convertido en una de sus referencias más emblemáticas. Ha editado más de 25 álbumes gozando de una enorme popularidad, tanto en su propio país como entre las comunidades magrebíes en el exterior. The Chemical Brothers remezclaron su canción “Hadi Kadba Beyna” (“Just tell me the truth”/”Sólo dime la verdad”) en su tema “Galvanize”, un éxito mundial en 2005 con más de un millón de copias vendidas. Más que una cantante se ha convertido en el símbolo de la mujer moderna árabe con su canción “J’en ai marre”. Eternas perdedoras en el juego del amor y la política, aplastadas bajo el peso de la tradición y de la perniciosa trampa concebida por los hombres, las mujeres magrebíes han dejado de sufrir en silencio estas injusticias. En 1983 su poderosa y atractiva voz grita desde el fondo de sí misma: “J’en ai marre” (Ya estoy harta) convirtiendo a Najat Aâtabou en la gran dama de la canción actual que le ha permitido actuar en los mejores escenarios y a grabar con artistas como Neneh Cherry.
LA NUEVA ESCENA MUSICAL
Lo anterior podríamos encuadrarlo como la historia oficial
y/o conocida de la música popular marroquí. En los últimos años, con la llegada de parabólicas, internet y los viajes continuos fruto de la emigración, han surgido nuevas propuestas, algunas muy reconocidas, otras más silenciadas. Es lo que se conoce como nueva escena marroquí.
Papel fundamental en todo ello lo tienen dos jóvenes,
Hicham Bahou y Momo Merhari, responsables del acontecimiento, independiente, de más trascendente del país; L’Boulevard Festival. Durante tres días, en Casablanca, se produce este encuentro de nuevas realidades emergentes catalogadas en términos de fusión, rap-electrónica y rock al que se suman invitados de primer nivel tanto nacionales, como internacionales si los presupuestos lo permiten. Se trata del Tremplin, El Trampolín, para los nuevos artistas desde hace once años.
Sí hoy resulta complicado, para público y medios de
comunicación europeos entender este tipo de iniciativas, cuando se puso en marcha (1999) era una labor casi imposible. A la falta de espacios apropiados y de la financiación correspondiente, había que unir el temor que siempre tienen los responsables políticos a lo desconocido, no solo los marroquíes, y más si hablamos de lugares donde las músicas occidentales no suelen estar muy bien vistas por la supuesta influencia, negativa, que tienen sobre la juventud. Cuando se aproximan las fechas de este festival es habitual que los partidos y líderes religiosos hagan todo tipo de alegatos contra el mismo, sus organizadores y el público asistente. Declaraciones más encendidas cuando la fecha es próxima a alguna cita electoral, como ocurre este año. A lo señalado hay que añadir las múltiples provocaciones y zancadillas de todo tipo que reciben habitualmente los organizadores con el intento de hacer socavar esta iniciativa que ha logrado mantenerse por el apoyo del público y de determinadas personas, empresas e instituciones que han sabido percibir y valorar la importancia y transcendencia de propuestas de este tipo.
A pesar de las dificultades sus organizadores han puesto las
bases que han permitido sacar a la luz algo que real pero que nadie exponía, ni visualizaba, convirtiendo a L’Boulevard en el certamen musical independiente más trascendente, no solo del Norte de África quizás lo sea de todo el continente. Gracias a la ceguera de la industria musical internacional que les ha ignorado, se ha posibilitando una riqueza y diversidad creativa impensable en otros territorios donde se prima el éxito fácil y comercial por encima de cualquier otro planteamiento.
La mayoría de los grupos de música actual deben su
reconocimiento al festival. El camino ha sido complejo, lleno de dificultades, solo apoyado años después, de echar andar, por la prensa independiente francófona. En nuestro país la prensa generalista y musical que habitualmente difunde algunos de los certámenes institucionales más conocidos de Marruecos, nunca ha prestado atención a la escena independiente. Tendencia que ha comenzado a cambiar hace pocos años ante una realidad desconocida que poco a poco ha encontrado un hueco en festivales y encuentros culturales teniendo en la edición de este año de La Mar de Músicas el mejor altavoz para alcanzar un mayor conocimiento y un reconocimiento más amplio de esta realidad musical colectiva.
La explosión de esta escena musical tiene lugar en el año
2003. En L’Boulevard se congregan más de 20.000 personas, ya no se puede silenciar algo de tan calibre. Buena parte de esa eclosión es fruto de los acontecimientos ocurridos en los meses anteriores. En febrero la justicia hace detener, en Casablanca, a 14 miembros de los grupos de rock Reborn y Nekros. El supuesto delito la música que interpretan y la indumentaria, camisetas negras, que portan. El escándalo es considerable, las reacciones en cadena se producen. Se les imputa ritos satánicos, que nadie puede probar pero que algunos medios airean continuamente, fruto de una campaña de intoxicación iniciada meses antes y que culmina con las privaciones de libertad. La fragmentación social se evidencia. La contestación se produce en calles, universidades, lugares de reunión, de ocio… incluso algunos artistas y personas allegadas protagonizan una huelga de hambre. La justicia acaba absolviéndoles y vuelve a poner en evidencia la esquizofrenia existente en el día a día del país, entre los que no quieren perder el tren de la modernidad, sin perder su identidad, y los que intentan evitar cualquier contaminación del pensamiento que provenga del exterior. Meses después, como ya ha sido comentado, tienen lugar los atentados en la Casa de España y otros lugares de Casablanca.
Como muy bien dice Ayla Mrabet en su magnífica
introducción al libro-cd “La diversidad de las músicas actuales de Marruecos” (1), “Al querer matar el movimiento sus detractores contribuyeron a darle a conocer”. Eso es precisamente lo que ocurrió irrumpiendo en espacios de casi todas las publicaciones y medios de comunicación del país, y también del exterior, llegando a ocupar varias páginas de la revista de la compañía aérea de bajo coste Easy Jet, del pasado mes de mayo o la realización y producción de varios documentales sobre este fenómeno único, singular y sin precedentes.
El BOOM
El éxito del Boulevard abrió nuevas posibilidades de
negocio para empresas con productos destinados a la gente joven y sirve también a las autoridades para intentar dar una visión más actual del país intentando explotar el fenómeno para atraer a nuevos turistas. Proliferan los festivales y las disputas, por la primacía, entre ellos. Lo que trae consigo un encarecimiento de los servicios y el pago de caches impensables poco tiempo antes. Se ponen en marcha nuevos eventos que posibilita una cierta profesionalización de algunos de los artistas, que les permite presentarse con cierto éxito en el exterior, jugando España un papel destacado en ese sentido, mientras que otros entran en una dinámica mercantilista que origina tensiones y conflictos entre antiguos compañeros convulsionando con ello a todo el movimiento.
Darga, H-Kayne, Fnaire, Fez City Clan, Bigg, Hoba Hoba
Spirit, Mazagan, Oum, Haoussa, K-Libre, Barry… comienzan aparecer en reportajes, portadas de semanarios y televisiones. Dj’s como Zayan Freeman o Dj Key realizan magníficas sesiones de baile en festivales europeos. Algunos artistas tienen la oportunidad de grabar o mezclar sus discos en Estados Unidos o París. Durante la edición del Mawâzine Festival de 2008, que se celebra en Rabat bajo el patrocinio del rey Mohamed VI, este concede un premio en metálico, entre 15.000 y 25.000 € a varios de los grupos más emblemáticos, entre ellos Darga, Hoba Hoba Spirit, Mazagan y H-Kayne, algo inaudito que sirve para calmar, incluso callar, a algunos de las voces más beligerantes contra este tipo de artistas.
La aparición de nuevas discográficas y radio-formulas
musicales no parece que estén ayudando a consolidar el movimiento. La inexistencia de promotores, empresas y asociaciones con experiencia, la falta de locales e infraestructuras para actuar durante todo el año hace que los artistas solo puedan trabajar en verano, teniendo que compaginar el resto del tiempo con otras labores, lo que trae consigo un continuo trasiego de músicos por las diferentes bandas. La falta de visión de dirigentes y responsables que solo entienden el valor de la música de manera coyuntural, sin crear las condiciones para su consolidación y renovación, pueden poner en peligro la creatividad y el saber hacer de una generación de jóvenes que han sabido vencer contratiempos y adversidades. Sus propuestas unidas a la de artistas más veteranos y a la diversidad musical existente han aupado a la música marroquí a niveles inimaginables hasta hace poco tiempo.
Un futuro incierto
A lo indicado anteriormente hay que añadir los tristes
acontecimientos ocurridos en el buque insignia de todos los festivales, el mencionado Mawâzine, que se saldó en su última edición con el trágico balance de once muertos motivado, según la prensa independiente del país, por una deficiente organización incapaz de prever una evacuación masiva. Finalizaba su actuación una de las voces más conocidas Abdelaziz Stati a la que asisten miles de personas que se incrementa en varios miles más procedentes del concierto Steve Wonder que acaba de concluir en otro escenario de la capital. Entre ambas actuaciones fuegos artificiales como broche a un evento al que se cifra han acudido cerca de 2.000.000 de personas, convirtiendo a la ciudad en la capital de las músicas del mundo durante esos días. Cuando Stati concluye miles de personas se encuentran con una única salida visible lo que hace que algunos intenten escapar por otras vías, no previstas, originándose la tragedia.
A lo anterior hay que añadir la polémica surgida, el año
anterior, por la impresentable actuación del grupo español Delinqüentes, que no tuvieron ningún inconveniente en bajarse los pantalones ante miles de personas ignorando creencias y convicciones del público ante el que se presentaban, que origino una encendida polémica sobre la conveniencia de invitar a determinados artistas. Estos acontecimientos pueden poner en entredicho a un festival donde todos intentan colaborar, sabedores de la institución que lo respalda, los patrocinadores en primer lugar.
El dispendio de grandes cantidades económicas en este
tipo de eventos tiene, en la mayoría de las ocasiones, más un fin propagandístico que cultural donde se manifiestan sin ocultar los planteamientos oficiales sin contribuir para nada, al contrario, al desarrollo y consolidación de una red musical nacional, independiente que ayude a corregir las carencias de infraestructuras musicales y culturales existentes. Se trata de intervenciones que intentan mostrar un Marruecos moderno recurriendo para ello a productos artísticos foráneos de escaso valor cultural del que se benefician empresas y personas cercanas a los centros de decisión.
Han pasado once años desde que comenzó este brote
musical, pero los que realmente lo impulsaron siguen con las mismas carencias y dificultades de antaño. Sin infraestructuras, ni política cultural visible, sin apoyos para promover un mínimo tejido cultural independiente, sin visión de futuro. Sin la creación de estructuras permanentes las inseguridades sobre el futuro están en el pensamiento de músicos, periodistas y todos aquellos relacionados con la música. Todos están expectantes ante los acontecimientos venideros que determinaran el futuro de la música del país.
En la edición de este año de La Mar de Músicas se podrá ver
y escucharse una excelente muestra de la diversidad musical de Marruecos y junto a ella literatura, artes escénicas, cinematográficas, coloquios y debate. Si con ello se consigue tener un mayor, y mejor, conocimiento de las diferentes realidades existentes será la mejor manera de comprender y entender lo imprescindibles que son los festivales que priman la calidad e innovación sobre otro tipo de intereses, contribuyendo con ello a que disminuyan los catorce kilómetros que nos separan y que algunos se empeñan en agrandar.