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La diversidad de las músicas de Marruecos

Nos separan tan sólo 14 kilómetros pero parece existir un


abismo, un océano. Marruecos, junto a Egipto, son los
países de referencia del Norte Africano, quizás por su
situación geográfica o tal vez por su historia, no sea casual
el gran peso de ambos en todo el mundo árabe.

Nadie niega los avances del vecino magrebí,


infraestructuras, reformas legislativas… pero es indudable
que la mayoría de la población vive alejada de la clase
política, como muestra las elecciones de 2007 donde solo
un 37% de la población inscrita para votar ejerció este
derecho, siendo únicamente un 20% del total de la
población en edad de votar la que participó.

El distanciamiento entre política y ciudadanía viene


marcada sin duda alguna por una clase política presente ya
en tiempos de Hassan II que no ha sabido dar paso a
nuevas generaciones y dirigentes, alejándose de las nuevas
realidades del país. La que representan la mujer, la
juventud, los medios de comunicación, la cultura… entre
otros agentes del cambio marroquí.

Muchos de las transformaciones son auspiciadas por la


Casa Real convirtiéndose en un motor de determinados
cambios, aspiraciones más ambiciosas que las que
representan muchos de los dirigentes políticos tradicionales
envueltos en múltiples controversias, luchas internas y un
inmovilismo alarmante.

La nueva realidad marroquí tampoco se nos muestra a este


lado del Estrecho. Se habla de ella en términos negativos
(emigración ilegal, tráfico de drogas, terrorismo…) pocos
comentarios en sentido inverso. El sensacionalismo prima
sobre lo real. La sociedad del espectáculo tiene que
asegurar titulares que jueguen a la confusión, al equívoco,
al rechazo. Los cambios, avances, transformaciones… se
silencian. Aunque sean pequeños, -no se debe caer en la
trampa de comparar situaciones que nada tiene que ver
social, económica, política y religiosamente- son puertas
abiertas a la esperanza. Las leyes no cambian las
realidades pero ayudan si existe voluntad política. Nuestra
transición democrática es uno de los mejores de los
ejemplos.

Cualquier acercamiento al cercano país es mirado con una


lupa gigante que no es utilizada cuando la aproximación es
a otros territorios. Una islamofobia que aparece en
determinados momentos e impide que la población
marroquí existente entre nosotros, alrededor de un millón
de personas, no pueda relacionarse y convivir con la
normalidad que lo hace otras comunidades de procedencias
diversas.

Hay un olvido histórico del papel que el país tuvo para


nuestra diáspora política, económica y cultural. Se comenta
el papel desempeñado por Argentina, Chile o México en la
misma. Se olvida que al Magreb emigraron muchos
españoles tras la Guerra Civil, quizás los más humildes.
Significativa es la omisión histórica de los cerca de 1000
marroquíes, tunecinos y argelinos que lucharon como
voluntarios en las Brigadas Internacionales o el papel
destacado en defensa de la República desarrollado por
Muhammad Hassan al Wazzani, nada que ver con lo que
siempre se ha contado sobre la implicación de “los moros”
en nuestra guerra.

LA LLAMADA DE MARRUECOS

Marruecos es tierra de acogida cultural. En Tánger se


editaba el diario España (1938-1971), que llegó a dirigir
Eduardo Haro Tecglen, único periódico español donde se
informaba del papel de los aliados en la II Guerra Mundial,
imposible de hacerlo en el resto del país en aquellos años.
“La ciudad, en palabras de Paul Morand, fue la más
africana de Europa y la más europea de África”.

En sus calles y moradas pasaron largas estancias, en


diferentes épocas, Carmen Laforet, Alejo Carpentier, Emilio
Sanz de Soto, Vicente Aleixandre, Eduardo Haro Ibars, Pio
Baroja, Rubén Darío, Rodrigo Rey Rosa o el mencionado
Haro Tecglen, entre los hispanos. También Tenesse
Williams, Paul y Jane Bowles, Oscar Wilde, Mark Twain,
Alejandro Dumas, Samuel Beckett, Gore Vidal, Truman
Capote, Jean Genet, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack
Kerouac, Djuna Barnes, Cecil Beaton, Patricia Highsmith … y
muchos más. Lo que allí acaece da origen a una de
nuestras mejores novelas “La vida perra de Juanita
Narboni” de Ángel Vázquez. El escritor tangerino trabajó en
la librería Des Colonnes en el Bulevard Pasteur donde se
podrían adquirir aquellos libros imposibles de conseguir en
nuestro país, como ocurría en Perpiñán para los que
viajaban desde nuestro norte peninsular. Son años donde
todo parece girar en torno a la gay society o la generation
beat.

La luz impresionó a Eugène Delacroix y a Henri Matisse que


la impregna en obras como “Los Marroquíes”, “El rifeño de
pie” o “La puerta de la kasba” definiendo a la ciudad como
“el paraíso de los pintores”.

Esa calidez está muy presente en la música. El americano


Randy Weston se aproxima a la música gnawa
conectándola con el jazz y el blues, fundando en 1970 el
African Rhythm Cultural Center. Eduardo Paniagua centra
allí parte de su trabajo con Omar Metioui. Luis Delgado
publica “Tánger” título del disco de la trilogía andalusí que
se completa con “El sueño de Al Zaqqaq" y "El hechizo de
Babilonia". Recientemente los alemanes Dissidenten se
unen con Jil Jilala para dar forma a “Tanger sessions”.
Carlos Paniagua y Begoña Olavide establecen su taller de
“Confluencias musicales”. La música envuelve toda la
ciudad en cafés como el Hafa, el París, Dean's Bar o Tanger
Inn y en los más diversos lugares.

Saliendo de Tánger en dirección a Asilah tras pasar Larache


se llega a El Ksar el Kbir, donde se encuentra la antigua
frontera del Protectorado español. Kilómetros más adelante
hay una desviación hacía la carretera 410 cuyo destino es
Derdara y Chauen. Poco después de tomarla, entre los
pueblos de Taloft y Tefeer, hay una desviación que lleva a
Jajouka. A mediados de los 50 el escritor estadounidense
William Burroughs consigue llegar a esta pequeña aldea
rifeña, todavía hoy inexistente en los mapas de carreteras.
En “The Ticket that Exploded" relata aquella experiencia
que unos años antes Jack Kerouac parece reflejar “En el
camino”. Viajes en el tiempo y en el espacio.

Años después el rolling que nunca llegó a envejecer, Brian


Jones, se enmarca allí en una aventura musical. The Rolling
Stones acaban de grabar “Beggars Banquet” (1968) Jones
está cada vez más cansado del grupo. Las drogas, las giras,
los conciertos, la fama… comienzan a cargarle. El grupo
viaja a Marruecos, poco más de dos horas desde Londres,
para distanciarse de su rutinario habitual. El fundador de la
banda más emblemática de la historia del rock descubre
nuevas sonoridades. Músicas y sonidos con cientos de años
de existencia. Cuando retorna a Tánger donde conoce a
Paul Bowles, queda impresionado por la labor de
investigación musical del escritor americano, que podemos
descubrir en “Black star at the point of Darkness”. Ese
mismo verano es detenido por la policía británica. Tras su
puesta en libertad retorna a la ciudad norteña donde el
pintor americano Brion Gysin, para quien Tánger “durante
aquellos años era el paraíso en la tierra”, le traslada a
Jajouka. Cree imprescindible grabar la riqueza musical que
acaba de descubrir haciendo viajar desde Londres al
técnico habitual de la banda británica. Para lograrlo tiene
que convencer Hadj Abdesalam Attar, padre de Bachir
Attar. Aquella cinta grabada en condiciones rudimentarias
se ha convertido en una leyenda de la música actual,
editándose en 1971 con el título “Brian Jones Presents The
Pipes of Pan at Jajouk” aupando a los Master Musicians of
Jajouka a un lugar de privilegio en la historia de la música
popular a nivel mundial y su presencia, a propuesta de
Bowles, en la banda sonora de “El cielo protector” de
Bernardo Bertolucci.

Jones fallece en el verano 1969 no se sabe sí ahogado,


asesinado o por sobredosis, la leyenda siempre le
acompaña. El buscador de nuevas historias, sonidos e
instrumentos. El primer músico heterosexual que se atavió
con vestimentas femeninas. El fundador, carismático,
innovador, el más experimental de los Stones, despedido
del grupo un mes antes de fallecer, aquel que manifestaba
“Mi última intención en la vida es ser una estrella del rock”.
El primero músico rock que tuvo que comparecer ante un
tribunal por un tema de drogas. El amor imposible de Andy
Warhol, el íntimo de Bod Dylan pasó también a la historia
de la música popular por su acercamiento a la música
marroquí. Sus pasos lo continuaron Peter Gabriel, Led
Zeppelin, Ornette Coleman o Lee Ranaldo de Sonic Youth.
Bachir Attar intenta continuar con Ranaldo la labor
emprendida por Jones y su progenitor. La gratitud de
Bachir, nada de extrañar ya que los Stones les cedieron
parte de los derechos de autor del disco grabado en
Jajouka, le llevó a componer “Ibrahim Jones” como
homenaje al amigo fallecido. Han pasado cuarenta años y
su recuerdo en el Rif sigue indemne.

ROLLING STONES Y BEATLES MADE IN MARRUECOS

Hay Muhammadia es un barrio de Casablanca. Allí, a finales


de los sesenta, cinco jóvenes músicos forman un grupo que
transformará la música del país, se trata de Nass El
Ghiwane. Elaboran una música tradicional y
contemporánea, religiosa y profana, culta y popular. Letras
reivindicativas que denuncian abusos y corruptelas. Textos
que hablan de paz, de concordia. El término Ghiwane se
utiliza para definir aquellas personas que a lo largo del
tiempo logran transmitir de formar sencilla la realidad y
circunstancias de un pueblo que carece de otras vías de
expresión.

Podían escoger el camino fácil del exilio, pero prefieren ser


la voz de los sin voz en unos momentos nada fáciles. Sus
seguidores se cuentan por miles simbolizan la esperanza de
cambio que todos anhelan. A pesar de las bajas, acaecidas
a lo largo de estos años, el grupo prosigue con el mismo
espíritu y filosofía inicial. Juan Goytisolo comentó sobre ellos
“sus canciones expresan la incertidumbre y angustia ante
una situación histórico-social deteriorada e injusta, la
soledad del hombre condenado a la erranza en un mundo
corrompido y sin horizontes”. El director de cine Martin
Scorsese incluyo, a propuesta de Peter Gabriel, el tema “Ya
Sah” en su polémica película “La última tentación de Cristo”
(1988) definiéndoles como los rolling stones africanos.

Al-Arbi Batma era el líder carismático del grupo, hasta su


muerte en 1997, además de una personalidad reconocida
del teatro y la poesía. Una voz crítica contra la injusticia y la
opresión que sufren los más desfavorecidos. En sus
novelas, autobiográficas, pone al descubierto la realidad del
país en las décadas de los ochenta y noventa y la labor
desarrollada por el grupo en aquellos años.

Casablanca es la capital económica de Marruecos y


Marrakech la turística. Separadas apenas por 250
kilómetros que se recorren sin ninguna dificultad por la
autopista que las une. En la “ciudad roja” se formó a
principios de los setenta un grupos de estudiantes de artes
escénicas, liderados por Moulay Tahar, denominado Jil Jilala.
Toman el nombre de la gran cofradía de igual apelativo
cuyos seguidores pretenden alcanzan el misticismo
espiritual a través de la música, recitando textos coránicos
con coros envolventes. Partiendo de esta base tradicional
no dudan en incorporar sonoridades actuales acompañadas
de textos de alto contenido social que les lleva a triunfar en
el Olimpia de París. Su competencia con Nass El Ghiwane
hizo que se les presentara como los beatles marroquíes
como alternativa a los stonianos de Casablanca. Como ya
se ha indicado, recientemente han grabado con Dissidenten
un nuevo álbum. Fue Holger Czukay líder del grupo de rock
alemán Can el pionero en introducir toques bereberes en
“Movies” (1979), con anterioridad a Embryo, grupo que dio
origen a Dissidenten. En dos de las composiciones más
conocidas de estos últimos, “Sahara Elektrik” y “Fata
Morgana” están presentes algunos de los integrantes del
tercer gran grupo de la escena urbana marroquí de aquellos
años, Lemchaheb.

El 1 de mayo de 1974 tuvo lugar la puesta de largo de esta


banda surgida en el famoso Café La Comédie de
Casablanca. Animados por Moulay Chérif, hijo del gran
músico oraní M’Barek El Boudnibi, que interpreta la
mandolina, un instrumento nada habitual para una
formación que aproxima la música gnawa al pop comercial.
El contenido de sus temas es bastante similar a los tratados
por Jij Jilala y Nass El Ghiwane. Son los “años de plomo” de
la dictadura de Hassan II, un régimen absolutista, totalitario
y policial donde la libertad de expresión está ausente,
utilizándose métodos poco ortodoxos para sofocar cualquier
expresión crítica. En este difícil contexto, con cárceles
llenas de opositores y críticos, la música tiene una
trascendencia que sobrepasa su contenido artístico. Los
integrantes de Lemchaheb se convierten en precursores al
abordar cuestiones como el paro, la emigración ilegal, el
sida o la deficiente educación lo que acarreó que miles de
jóvenes se identificaran con sus canciones.

Tras su separación el grupo volvió a unirse para un


concierto el 16 de mayo de 2003 en Casablanca. Ese mismo
día estallaban varias bombas en la Casa de España, y otros
lugares de la ciudad, dejando un saldo de más de una
treintena de fallecidos y un centenar de heridos. El 20 de
octubre de 2006 fallecía de cáncer su líder durante estos
años.

LOS MARRUECOS MUSICALES

Lo anterior solo son algunas referencias, quizás las más


conocidas o mediáticas de las músicas conocidas de
Marruecos Quizás es más correcto hablar de más de un
Marruecos. El rifeño, el saharaui, el bereber, el árabe, el
sefardí, el subsahariano, el europeo… todos ellos con sus
propias connotaciones musicales que muestran las
diferentes realidades culturales existentes.

La cultura bereber es la más antigua. De procedencia rural


se manifiesta en todo tipo de actividades sociales (fiestas,
bodas, nacimientos, relacionados con las estaciones, los
trabajos…). Música y baile en común. Cantos que se
acompañan de diferentes tipos de percusiones. Géneros
heterogéneos (cabil, amazigh, tuaregs…) que poco tiene
que ver entre sí. Pueblos de tradición oral que transmiten
sus conocimientos de manera similar a como se hace con el
Corán desde la infancia. Una manera de intervenir
colectivamente desde la individualidad. Los profesionales
que se dedican a su difusión, desplazándose de de localidad
en localidad, son los rways y los imdyazn. En el Rif suelen
acompañarse de flautas, ghaitas y tebel. Son las músicas
envolventes que cautivaron a Paul Bowles y a Brian Jones,
entre otros.

El grupo femenino B'Net Houariyat de Marrakech es uno de


los mejores exponentes de este tipo de música. Han
colaborado con artistas muy dispares grabando y actuando
recientemente con Kepa Junkera en el Teatro Mohammed V
de Rabat. Originarias de la región de Bouara, llanura fértil
que se extiende desde Marrakech a las puertas del desierto,
“las chicas de Marrakech” como se traduce su nombre,
constituyen una agrupación musical singular. Sus
espectáculos, bajo la dirección de Khadija el Ouarzaza,
están llenos de magnetismo y encanto que continúan la
tradición familiar de las artistas houari. Habituales en todo
tipo de ceremonias sus cantos acompañados de
percusiones hipnóticas llenas de fuerza, transportan al
público a un estado de trance similar al de las mejores
puestas en escenas del rock o de la música electrónica.
Canciones y danzas de mujer poseída, interpretados con
energía, aunando la música oral beréber y la tradicional
subsahariana. Cantos a la vida y al amor, en forma de
fiesta, hacen de ellas una referencia ineludible de las
músicas de Marruecos que les ha llevado a compartir
escenario con Jean Michel Jarre en Marzouga, en el pleno
desierto.

La música gnaua es de las más difundidas y a su vez


aunque parezca una paradoja, desconocida. Procede de las
antiguas ceremonias de los esclavos negros subsaharianos.
El término gnaua hace referencia a un grupo étnico-
religioso minoritario pero con una amplia presencia sobre
todo en Marruecos. Su origen hay que buscarlo en primer
lugar en los esclavos originarios de Sudán y más tarde,
entre los siglos XI y XIII, en los diversos contingentes de
esclavos negros provenientes del antiguo reino de Ghana
(lo que es hoy Malí, Burkina Faso y Senegal) hacia
Marruecos, Argelia y Túnez. Se dice que las qraqeb (dobles
castañuelas metálicas), instrumento omnipresente en las
cofradías gnaua, tienen su origen en los grilletes que
llevaban los esclavos. La importante concentración de la
comunidad negroafricana que se da en ciudades como
Marraquech y Esauira se debe a que ambas ciudades
habían sido importantes mercados de esclavos conectados
a la ruta transahariana. Los descendientes de estos
esclavos, junto con otras poblaciones negras libres
emigrantes llegadas a través de las rutas caravaneras, se
mezclaron con la población local y formaron un colectivo
que pese a su origen diverso adquirió identidad propia
gracias a la figura de Sidi Bilal, el primer esclavo de origen
etíope liberado por Mahoma y que fue primer muecín del
Islam. Organizados en cofradía, crearon un culto original y
un movimiento cultural distintivo mezclando las distintas
aportaciones africanas (songhai, fulani, hausa, fulbé o
bambara) con las arabo-beréberes, en un cóctel cuyas
características dependerán de la zona en que se desarrolle.
La conexión gnaua proporcionó los elementos de enlace
entre las músicas árabes del norte y las músicas de
herencia negroafricana del Sahel. Sus ceremonias
adquirieron una especificidad musical que mezclaba el
misticismo sufí con los ritmos del África occidental
preislámica. También en algunos de los textos de los
cánticos, que hablan de sufrimiento, cautiverio y exilio, se
hace referencia a estos orígenes. Danzas, cantos y rituales
sincréticos para alcanzar el trance, la protección divina,
expulsar demonios y curar enfermedades, suele ejecutarse
en las diferentes cofradías. Se realiza con el guimbri,
instrumento de tres cuerdas, una de acompañamiento y las
dos restantes para realizar melodías, que produce un
sonido grave y continuado, y las mencionadas qraqeb o
cárcavas, una especie de castañuelas dobles metálicas,
acompañándose de trajes coloridos con elementos
decorativos muy llamativos.

Maalem Hamid El Kasri con una propuesta musical


novedosa se ha convertido en uno de los renovadores de
este estilo musical llegando a ser uno de los artistas más
populares. Maâlem Abdenbi E Gadari cuenta con dilatada
carrera internacional y su presencia es habitual en los
escenarios europeos. En paralelo ha surgido un movimiento
que fusiona la música gnaua con instrumentos eléctricos
(bajo, guitarras, teclados…) y sonidos urbanos (rock, rap,
reggae, ska…) desarrollando uno de los estilos con
identidad de las nuevas músicas del país. El grupo de
Casablanca Darga es quizás uno de los más reconocidos en
este tipo de música que conjuga tradición y modernidad
abriendo las puertas a otros grupos que intentan proseguir
sus pasos. Sus actuaciones en algunos de los festivales más
importantes de Europa ha permitido el conocimiento de las
músicas actuales de Marruecos al público del viejo
continente contribuyendo a romper tópicos musicales y
mostrando una realidad hasta hace muy poco desconocida
e ignorada desde su embrión, de la que solo se tenían
referencias por las aportaciones externas de artistas como
Randy Weston y Bill Laswell o los desparecidos Gnawa
Diffusion.

La música andalusí surge con la llegada Abu al Hassan Alí


Ibn Nafeh, conocido como Ziryab, desde Bagdad a la corte
de Abd-al-Rahman II en Córdoba. Músicas profanas
distantes de las músicas litúrgicas y gregorianas que
imperaban en aquellos años en Europa. La mezcla entre la
música de Ziryab y la occidental, desarrollada por el
compositor zaragozano Ibn Baya, fallecido en Fez en 1139,
produciendo un estilo nuevo que se divulgó por toda la
Península y el Norte de África, desarrollándose la nuba.
Algunos estudiosos mantienen que nuestro Himno Nacional
tiene su ascendencia en una nuba del autor aragonés. En
Fez, Tetuán, Chauen o Rabat se fundaron importante
escuelas musicales andalusis. Algunos de sus maestros han
grabado y actuado con artistas como Eduardo Paniagua,
Enrique Morente o Juan Peña El Lebrijano.

Aunque los judíos comenzaron a abandonar la Península a


finales del siglo XIV, su expulsión definitiva fue decretada
por los Reyes Católicos en 1492. La mayoría se
establecieron en el norte de África, manteniendo su idioma,
cultura, liturgias y las actividades musicales que
desarrollaban en la Península que uniéndose a las propias
de Marruecos dieron consigo una música, sefardí, con
identidad, teniendo en Fez, Tánger y Tetuán sus principales
lugares de identidad.
Si hay una música popular en Marruecos es la chaabi, que
significa precisamente eso popular. Se escucha por todos
los lugares, una mezcla de sonidos árabes, africanos y
occidentales que llenan de sonoridad todo el país. Najat
Aatabou es una de sus representantes más cualidad por su
manera de mostrar la realidad, con especial referencia al
papel desempeñado por las mujeres, pero también por la
forma de entrelazar las palabras.

Nacida en 1960 originaria del Atlas está considerada como


la gran estrella de este género musical mostrando un fuerte
interés por reconocer las tradiciones culturales del país. Es
una de las más firmes herederas de la cantante Haomu
Yazidi y referencia obligada de la canción árabe y bereber
actual. Debutó en Francia en el Olympia de París en 1984.
Posee una de las voces con más peso de la música
marroquí que combina con una energía que se vuelve
explosiva en el escenario donde discurren sus movimientos
provenientes del jedba, un ritual trance del norte de África.
Sus conciertos y su visión progresista llegan de lleno a los
corazones del público, que la han convertido en una de sus
referencias más emblemáticas. Ha editado más de 25
álbumes gozando de una enorme popularidad, tanto en su
propio país como entre las comunidades magrebíes en el
exterior. The Chemical Brothers remezclaron su canción
“Hadi Kadba Beyna” (“Just tell me the truth”/”Sólo dime la
verdad”) en su tema “Galvanize”, un éxito mundial en 2005
con más de un millón de copias vendidas. Más que una
cantante se ha convertido en el símbolo de la mujer
moderna árabe con su canción “J’en ai marre”. Eternas
perdedoras en el juego del amor y la política, aplastadas
bajo el peso de la tradición y de la perniciosa trampa
concebida por los hombres, las mujeres magrebíes han
dejado de sufrir en silencio estas injusticias. En 1983 su
poderosa y atractiva voz grita desde el fondo de sí misma:
“J’en ai marre” (Ya estoy harta) convirtiendo a Najat
Aâtabou en la gran dama de la canción actual que le ha
permitido actuar en los mejores escenarios y a grabar con
artistas como Neneh Cherry.

LA NUEVA ESCENA MUSICAL

Lo anterior podríamos encuadrarlo como la historia oficial


y/o conocida de la música popular marroquí. En los últimos
años, con la llegada de parabólicas, internet y los viajes
continuos fruto de la emigración, han surgido nuevas
propuestas, algunas muy reconocidas, otras más
silenciadas. Es lo que se conoce como nueva escena
marroquí.

Papel fundamental en todo ello lo tienen dos jóvenes,


Hicham Bahou y Momo Merhari, responsables del
acontecimiento, independiente, de más trascendente del
país; L’Boulevard Festival. Durante tres días, en
Casablanca, se produce este encuentro de nuevas
realidades emergentes catalogadas en términos de fusión,
rap-electrónica y rock al que se suman invitados de primer
nivel tanto nacionales, como internacionales si los
presupuestos lo permiten. Se trata del Tremplin, El
Trampolín, para los nuevos artistas desde hace once años.

Sí hoy resulta complicado, para público y medios de


comunicación europeos entender este tipo de iniciativas,
cuando se puso en marcha (1999) era una labor casi
imposible. A la falta de espacios apropiados y de la
financiación correspondiente, había que unir el temor que
siempre tienen los responsables políticos a lo desconocido,
no solo los marroquíes, y más si hablamos de lugares donde
las músicas occidentales no suelen estar muy bien vistas
por la supuesta influencia, negativa, que tienen sobre la
juventud. Cuando se aproximan las fechas de este festival
es habitual que los partidos y líderes religiosos hagan todo
tipo de alegatos contra el mismo, sus organizadores y el
público asistente. Declaraciones más encendidas cuando la
fecha es próxima a alguna cita electoral, como ocurre este
año. A lo señalado hay que añadir las múltiples
provocaciones y zancadillas de todo tipo que reciben
habitualmente los organizadores con el intento de hacer
socavar esta iniciativa que ha logrado mantenerse por el
apoyo del público y de determinadas personas, empresas e
instituciones que han sabido percibir y valorar la
importancia y transcendencia de propuestas de este tipo.

A pesar de las dificultades sus organizadores han puesto las


bases que han permitido sacar a la luz algo que real pero
que nadie exponía, ni visualizaba, convirtiendo a
L’Boulevard en el certamen musical independiente más
trascendente, no solo del Norte de África quizás lo sea de
todo el continente. Gracias a la ceguera de la industria
musical internacional que les ha ignorado, se ha
posibilitando una riqueza y diversidad creativa impensable
en otros territorios donde se prima el éxito fácil y comercial
por encima de cualquier otro planteamiento.

La mayoría de los grupos de música actual deben su


reconocimiento al festival. El camino ha sido complejo, lleno
de dificultades, solo apoyado años después, de echar
andar, por la prensa independiente francófona. En nuestro
país la prensa generalista y musical que habitualmente
difunde algunos de los certámenes institucionales más
conocidos de Marruecos, nunca ha prestado atención a la
escena independiente. Tendencia que ha comenzado a
cambiar hace pocos años ante una realidad desconocida
que poco a poco ha encontrado un hueco en festivales y
encuentros culturales teniendo en la edición de este año de
La Mar de Músicas el mejor altavoz para alcanzar un mayor
conocimiento y un reconocimiento más amplio de esta
realidad musical colectiva.

La explosión de esta escena musical tiene lugar en el año


2003. En L’Boulevard se congregan más de 20.000
personas, ya no se puede silenciar algo de tan calibre.
Buena parte de esa eclosión es fruto de los acontecimientos
ocurridos en los meses anteriores. En febrero la justicia
hace detener, en Casablanca, a 14 miembros de los grupos
de rock Reborn y Nekros. El supuesto delito la música que
interpretan y la indumentaria, camisetas negras, que
portan. El escándalo es considerable, las reacciones en
cadena se producen. Se les imputa ritos satánicos, que
nadie puede probar pero que algunos medios airean
continuamente, fruto de una campaña de intoxicación
iniciada meses antes y que culmina con las privaciones de
libertad. La fragmentación social se evidencia. La
contestación se produce en calles, universidades, lugares
de reunión, de ocio… incluso algunos artistas y personas
allegadas protagonizan una huelga de hambre. La justicia
acaba absolviéndoles y vuelve a poner en evidencia la
esquizofrenia existente en el día a día del país, entre los
que no quieren perder el tren de la modernidad, sin perder
su identidad, y los que intentan evitar cualquier
contaminación del pensamiento que provenga del exterior.
Meses después, como ya ha sido comentado, tienen lugar
los atentados en la Casa de España y otros lugares de
Casablanca.

Como muy bien dice Ayla Mrabet en su magnífica


introducción al libro-cd “La diversidad de las músicas
actuales de Marruecos” (1), “Al querer matar el movimiento
sus detractores contribuyeron a darle a conocer”. Eso es
precisamente lo que ocurrió irrumpiendo en espacios de
casi todas las publicaciones y medios de comunicación del
país, y también del exterior, llegando a ocupar varias
páginas de la revista de la compañía aérea de bajo coste
Easy Jet, del pasado mes de mayo o la realización y
producción de varios documentales sobre este fenómeno
único, singular y sin precedentes.

El BOOM

El éxito del Boulevard abrió nuevas posibilidades de


negocio para empresas con productos destinados a la gente
joven y sirve también a las autoridades para intentar dar
una visión más actual del país intentando explotar el
fenómeno para atraer a nuevos turistas. Proliferan los
festivales y las disputas, por la primacía, entre ellos. Lo que
trae consigo un encarecimiento de los servicios y el pago de
caches impensables poco tiempo antes. Se ponen en
marcha nuevos eventos que posibilita una cierta
profesionalización de algunos de los artistas, que les
permite presentarse con cierto éxito en el exterior, jugando
España un papel destacado en ese sentido, mientras que
otros entran en una dinámica mercantilista que origina
tensiones y conflictos entre antiguos compañeros
convulsionando con ello a todo el movimiento.

Darga, H-Kayne, Fnaire, Fez City Clan, Bigg, Hoba Hoba


Spirit, Mazagan, Oum, Haoussa, K-Libre, Barry… comienzan
aparecer en reportajes, portadas de semanarios y
televisiones. Dj’s como Zayan Freeman o Dj Key realizan
magníficas sesiones de baile en festivales europeos.
Algunos artistas tienen la oportunidad de grabar o mezclar
sus discos en Estados Unidos o París. Durante la edición del
Mawâzine Festival de 2008, que se celebra en Rabat bajo el
patrocinio del rey Mohamed VI, este concede un premio en
metálico, entre 15.000 y 25.000 € a varios de los grupos
más emblemáticos, entre ellos Darga, Hoba Hoba Spirit,
Mazagan y H-Kayne, algo inaudito que sirve para calmar,
incluso callar, a algunos de las voces más beligerantes
contra este tipo de artistas.

La aparición de nuevas discográficas y radio-formulas


musicales no parece que estén ayudando a consolidar el
movimiento. La inexistencia de promotores, empresas y
asociaciones con experiencia, la falta de locales e
infraestructuras para actuar durante todo el año hace que
los artistas solo puedan trabajar en verano, teniendo que
compaginar el resto del tiempo con otras labores, lo que
trae consigo un continuo trasiego de músicos por las
diferentes bandas. La falta de visión de dirigentes y
responsables que solo entienden el valor de la música de
manera coyuntural, sin crear las condiciones para su
consolidación y renovación, pueden poner en peligro la
creatividad y el saber hacer de una generación de jóvenes
que han sabido vencer contratiempos y adversidades. Sus
propuestas unidas a la de artistas más veteranos y a la
diversidad musical existente han aupado a la música
marroquí a niveles inimaginables hasta hace poco tiempo.

Un futuro incierto

A lo indicado anteriormente hay que añadir los tristes


acontecimientos ocurridos en el buque insignia de todos los
festivales, el mencionado Mawâzine, que se saldó en su
última edición con el trágico balance de once muertos
motivado, según la prensa independiente del país, por una
deficiente organización incapaz de prever una evacuación
masiva. Finalizaba su actuación una de las voces más
conocidas Abdelaziz Stati a la que asisten miles de
personas que se incrementa en varios miles más
procedentes del concierto Steve Wonder que acaba de
concluir en otro escenario de la capital. Entre ambas
actuaciones fuegos artificiales como broche a un evento al
que se cifra han acudido cerca de 2.000.000 de personas,
convirtiendo a la ciudad en la capital de las músicas del
mundo durante esos días. Cuando Stati concluye miles de
personas se encuentran con una única salida visible lo que
hace que algunos intenten escapar por otras vías, no
previstas, originándose la tragedia.

A lo anterior hay que añadir la polémica surgida, el año


anterior, por la impresentable actuación del grupo español
Delinqüentes, que no tuvieron ningún inconveniente en
bajarse los pantalones ante miles de personas ignorando
creencias y convicciones del público ante el que se
presentaban, que origino una encendida polémica sobre la
conveniencia de invitar a determinados artistas. Estos
acontecimientos pueden poner en entredicho a un festival
donde todos intentan colaborar, sabedores de la institución
que lo respalda, los patrocinadores en primer lugar.

El dispendio de grandes cantidades económicas en este


tipo de eventos tiene, en la mayoría de las ocasiones, más
un fin propagandístico que cultural donde se manifiestan
sin ocultar los planteamientos oficiales sin contribuir para
nada, al contrario, al desarrollo y consolidación de una red
musical nacional, independiente que ayude a corregir las
carencias de infraestructuras musicales y culturales
existentes. Se trata de intervenciones que intentan mostrar
un Marruecos moderno recurriendo para ello a productos
artísticos foráneos de escaso valor cultural del que se
benefician empresas y personas cercanas a los centros de
decisión.

Han pasado once años desde que comenzó este brote


musical, pero los que realmente lo impulsaron siguen con
las mismas carencias y dificultades de antaño. Sin
infraestructuras, ni política cultural visible, sin apoyos para
promover un mínimo tejido cultural independiente, sin
visión de futuro. Sin la creación de estructuras permanentes
las inseguridades sobre el futuro están en el pensamiento
de músicos, periodistas y todos aquellos relacionados con la
música. Todos están expectantes ante los acontecimientos
venideros que determinaran el futuro de la música del país.

En la edición de este año de La Mar de Músicas se podrá ver


y escucharse una excelente muestra de la diversidad
musical de Marruecos y junto a ella literatura, artes
escénicas, cinematográficas, coloquios y debate. Si con ello
se consigue tener un mayor, y mejor, conocimiento de las
diferentes realidades existentes será la mejor manera de
comprender y entender lo imprescindibles que son los
festivales que priman la calidad e innovación sobre otro tipo
de intereses, contribuyendo con ello a que disminuyan los
catorce kilómetros que nos separan y que algunos se
empeñan en agrandar.

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